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La violencia de la interpretación

Resumen de Aulagnier Piera, La violencia de la interpretación (capítulo 1)

CAPITULO 1: LA ACTIVIDAD DE REPRESENTACION, SUS OBJETOS Y SU META

1. Consideraciones generales

Este libro ofrece un modelo del aparato psíquico centrado en una de sus tareas específicas:
la actividad de representación.
Definimos actividad de representación como la tarea común a todos los procesos psíquicos
cuya meta es metabolizar un elemento heterogéneo, convirtiéndolo en un elemento
homogéneo a la estructura de cada sistema del aparato psíquico.
El término elemento alude a dos clases de objetos: los que son necesarios para el
funcionamiento del sistema, y los que se imponen a éste último, el cual no puede ignorar su
acción.
La actividad de representación es una actividad psíquica que presenta semejanzas y
diferencias con la actividad metabólica, que es un proceso orgánico:
a) Semejanza: Ambos rechazan todo elemento heterogéneo a la estructura o, inversamente,
se lo transforma en un material que se convierte en homogéneo a ella.
b) Diferencia: el elemento metabolizado es un cuerpo físico, mientras que el elemento
representado psíquicamente es un elemento de información. Una es una actividad orgánica,
y la otra una actividad psíquica.

La actividad psíquica está constituida por tres modos de funcionamiento o procesos de


metabolización: el proceso originario, el primario y el secundario, cada cual con las
siguientes características (ver esquema).
Tomaremos 'conciente' y 'inconciente' en sentido descriptivo, o sea como cualidad de que
puede o no ser conocida por el yo.
Los tres procesos indicados en el esquema no están presentes desde un comienzo, sino que
van sucediéndose temporalmente: se ponen en marcha por la necesidad de la psique de
conocer una propiedad del objeto exterior, propiedad que el proceso anterior estaba obligado
a ignorar. Todo induce a pensar que el lapso entre el proceso originario y la aparición del
primario es muy breve y, de igual modo, la aparición del proceso secundario es también muy
precoz. La aparición de un nuevo proceso no anula la actividad de los anteriores, que siguen
funcionando en espacios propios diferentes.
Los elementos a metabolizar son tanto objetos exteriores o de la realidad física, como
objetos endógenos al psiquismo, aunque heterogéneos en relación con uno de los tres
sistemas. Así, los objetos psíquicos producidos por lo originario son tan heterogéneos
respecto a lo secundario como los objetos exteriores que el Yo encuentra.
Hay una homología entre los objetos psíquicos y los objetos físicos: de ambos, y para cada
sistema, sólo hay una representación que ha metabolizado al objeto originado en esos
espacios, transformándolo en un objeto cuya estructura se ha convertido en idéntica a la del
representante.
Toda representación representa al objeto, pero también representa a la instancia o sistema a
la que pertenece, pues cada sistema debe representar al objeto de modo tal que su
estructura se convierta en idéntica a la del representante.

Tres modos de Tales funcionamientos En la reflexión de esta ESPACIOS: lugares Postulado rector de
funcionamiento generan actividad sobre sí hipotéticos de las funciona miento
de la actividad REPRESENTACIONES misma, se originan actividades y
psíquica INSTANCIAS representaciones
PROCESO PICTOGRAFICAS (o REPRESENTANTE ESPACIO AUTOENGEN
ORIGINARIO Pictograma) ORIGINARIO DRAMIENTO: Todo
existente es
autoengendrado por el
sistema que lo
representa.
PROCESO FANTASEADAS (Fantasía) FANTASEANTE (el que ESPACIO PRIMARIO Todo existente es un
PRIMARIO pone en escena) efecto del poder
omnímodo del deseo
del Otro.
PROCESO IDEICAS (Enunciado) ENUNCIANTE (El Yo o ESPACIO Todo existente tiene
SECUNDARIO Je) SECUNDARIO una causa inteligible
que el discurso podrá
conocer.
Esta última afirmación la podemos ejemplificar en el proceso secundario, cuya instancia es el
Yo. Al respecto, debemos diferenciar y relacionar tres tipos de actividad: la actividad
representativa, la cognitiva y la interpretativa.
El Yo busca forjarse una imagen de la realidad exterior, para lo cual ejerce una actividad
representativa. Al ejercerla, se ilusiona acerca de que está conociendo los objetos en sí, es
decir, se ilusiona acerca de que ejerce una actividad cognitiva, pero en rigor esto no es así:
el Yo transforma el objeto exterior asimilándolo a su propia estructura, con lo cual su
actividad no es cognitiva sino interpretativa: interpreta el mundo según su propia lógica y su
propia causalidad.
Estas consideraciones sirven para mostrar que cada sistema funciona de acuerdo a una ley o
postulado propio (ver esquema de arriba).
La actividad de representación responde a una ley general: cada sistema se representa los
objetos de acuerdo a un esquema relacional que confirme o esté de acuerdo con el postulado
propio de dicho sistema. Por ejemplo: antes del descubrimiento del inconciente, y aunque
éste existía, el Yo no tenía una representación ideica del mismo: era un objeto heterogéneo,
pero cuando fue descubierto por Freud, el Yo pudo metabolizar ese objeto adecuándolo a su
propia lógica y tornándolo, así, inteligible.
Examinemos ahora la relación entre el funcionamiento de los sistemas, y el elemento que
informa a éstos sobre la propiedad de un objeto. Por empezar, no existe información neutra,
porque siempre está teñida de libido ('información libidinal'), ya que el acto de
representación implica un acto de catectización, derivado a su vez de la tendencia del
psiquismo a preservar o reencontrar una experiencia de placer.
El placer no se alcanza plenamente en el ámbito del Yo, que no puede realizar esta meta.
Esto no debe hacernos pensar que la actividad de representación del Yo no implique una
experiencia de placer, pero se trata de un placer mínimo necesario para que haya vida, es
decir, debe haber un placer mínimo necesario para que haya actividad de representación y
para que haya representantes psíquicos de objetos externos, y mismo aún objetos psíquicos.
Sin embargo, la existencia del placer es tan importante como la de displacer: esta dualidad
pulsional enfrenta al Yo con una paradoja: ¿cómo puede haber displacer en un objeto de
deseo? ¿Cómo puede surgir el placer del displacer? La teoría resuelve la contradicción
diciendo que la actividad psíquica, ya desde el proceso originario, forja dos representaciones
antinómicas de la relación representante- representado: de un lado se define un 'deseo' en
relación al placer, y del otro se define un 'deseo no tener que desear', en relación al
displacer.
En el primer caso, la realización del deseo implicará reunificar el representante con el objeto
representado, unión que causará placer. En el segundo caso, la no realización del deseo
implicará separarlos, es decir, hacer desaparecer todo objeto que pueda suscitarlo. Para
decirlo en términos de amor y odio: en el primer caso se busca la unión con el objeto
(amor), y en el segundo su rechazo y destrucción (odio).

2. El estado de encuentro y el concepto de violencia

El estado de encuentro se establece entre el mundo externo y la psique, y es coextensivo


con el estado de existente.
Explicaremos mejor este estado de encuentro para entender los conceptos centrales de este
libro: violencia e interpretación, pero antes aclaremos algo: el discurso teórico psicoanalítico
intenta describir tal cual como ocurre este proceso pero no puede: ejerce una violencia, pues
impone al proceso un marco teórico que lo desnaturaliza, es decir, sólo puede concebir los
procesos como sucesivos, no simultáneos. Por ello se describe una sucesión que va desde un
estado originario a otro secundario, pasando por el primario.
1) Instauración del proceso originario: A medida que evoluciona el sistema perceptual, la
actividad psíquica establece un estado de encuentro: percibe un mundo heterogéneo cuyos
efectos padece en forma continua e inmediata. Gracias a que la psique puede representarse
tales efectos, puede forjar una primera representación de sí mísma: tal es el hecho originario
que pone en marcha la actividad psíquica.
El proceso originario puede metabolizar los objetos si éstos tienen representabilidad, es
decir, la posibilidad de situarse en el esquema relacional propio, en este caso, del sistema
primario. Estos objetos no son cualquiera: es material exógeno que dispara la actividad
psíquica, y que tiene que ver con las informaciones emitidas por los objetos soportes de
catexia.
Lo que la psique encuentra son dos espacios: su espacio corporal y el espacio psíquico de
quienes lo rodean, en especial el de la madre. El proceso originario se configura cuando la
psique percibe que tanto su propio cuerpo como su madre son fuentes de experiencias tanto
de placer como de displacer. Estas dos cualidades son entonces las importantes a considerar
para la instauración del proceso originario.
2) Pasaje del proceso originario al primario: El proceso primario comienza cuando la
actividad psíquica puede reconocer una nueva propiedad de los objetos placenteros o no: su
extraterritorialidad, es decir, reconocer la existencia de uin espacio exterior y uno propio,
información que sólo puede ser metabolizada por el proceso primario.
3) Pasaje del proceso primario al secundario: El proceso secundario comienza cuando la
actividad psíquica puede reconocer una nueva propiedad en los objetos: su significación o
sentido. En efecto, el proceso secundario se ocupa de significar, lo que implica reconocer que
la relación entre objetos exteriores está definida por la relación entre las significaciones que
el discurso proporciona sobre dichos elementos: o sea, el mundo empieza a adquirir un
sentido adecuado al esquema relacional del representante, en este caso el Yo. Tal
información sólo es metabolizable por el proceso secundario, el que así se pone en marcha.
En síntesis, las cualidades que tienen que tener los existentes para poder ser metabolizados
por el proceso respectivo, son las siguientes:

PROCESO CUALIDAD DEL OBJETO


Proceso originario Representabilidad
Placentero / Displacentero
Proceso Primario Extraterritorialidad
Proceso Secundario Significación o sentido

Si hay algo que caracteriza al hombre es el llamado efecto de anticipación, por el cual
enfrenta una experiencia, un discurso o una realidad que se anticipan por lo general a sus
posibilidades de respuesta, y siempre a lo que puede saber y prever sobre las razones, el
sentido o las consecuencias de dichas experiencias. Cuanto menos edad tiene el sujeto, más
excesiva es esta anticipación: exceso de sentido, de excitación, de frustración, de
gratificación o de protección.
Las palabras y los actos maternos, su discurso anticipatorio se anticipan siempre a lo que el
niño puede conocer de ellos: el pecho es dado antes que la boca sepa que lo espera,
desfasaje que ilustra la violencia primaria que la madre ejerce sobre el infans. La madre
habla al niño diciéndole cosas a él o de él (es lo que se llaman las producciones psíquicas
maternas), discurso al que el infans no puede asignarle significación, pudiendo sólo
metabolizarlo en un material homogéneo respecto de la estructura pictográfica.
La madre se constituye en el portavoz del ambiente frente al infans, en cuanto con su
discurso ambiental le transmite en forma premoldeada desde su propia psique las
obligaciones, prohibiciones, etc., que de él espera, forjándose así una representación ideica
del niño y que definirá el 'ser' de éste último al insertarlo en una estructura de parentesco,
una estructura lingüística y en la estructura afectiva de la otra escena: tales son las tres
condiciones previas que gobiernan los enunciados maternos. Es la manera de tiene la madre
de ejercer una violencia primaria sobre su hijo, es decir, a través de un discurso que ejerce
un efecto de anticipación que ofrece al niño significaciones que no puede metabolizar según
el proceso secundario.
Definimos violencia primaria como la acción mediante la cual se le impone a la psique de otro
una elección, un pensamiento o una acción motivados en el deseo del que lo impone, pero
que se apoyan en un objeto que corresponde para el otro a la categoría de lo necesario. La
violencia primaria es necesaria para la constitución del Yo del niño, pues le presta a éste un
soporte identificatorio. Sin embargo, esta violencia no debe extenderse más allá de lo
necesario, porque en este caso el Yo no puede acceder a una autonomía. Cuando esta
violencia impide tal autonomía, representando un exceso por lo general perjudicial y nunca
necesario para el funcionamiento yoico, estamos en presencia de una violencia secundaria, y
que suele ser amplia y persuasiva al punto tal de ser desconocida por sus propias víctimas.
La autonomía se opone a dependencia. Esta dependencia puede ser física (por ejemplo un
discapacitado) o psíquica. La vida psíquica se caracteriza por tender hacia la autonomía,
entendiendo por tal toda forma de actividad psíquica orientada hacia dos fines: la
supervivencia del cuerpo y, para ello, la persistencia de una catexia libidinal que resista a
una victoria definitiva de la pulsión de muerte. Resumen: P. Cazau

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