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EL DERECHO, VERDADERA CIENCIA INTERDISCIPLINARIA

- La ciencia jurídica en la vida de todos-

Carlos Alberto Lara Arias1

Recibido: marzo 15 de 2007. Aprobado: Abril 12 de 2007-04-23

RESUMEN

Este artículo presenta una visión amplia del Derecho que supera el enfoque

unidimensional tradicional que lo asume como saber propio y casi exclusivo de los

abogados, para adentrarse en una concepción interdisciplinaria que intenta

mostrar cómo las actividades humanas (personales y profesionales) son constante

e inevitablemente permeadas por los quehaceres y temas propios del Derecho.

PALABRAS CLAVE

Derecho, Enfoque multidisciplinario, Justicia, Estado Social de Derecho.

ABSTRACT

This paper tackles a broad interpretation of law that goes beyond the traditional

approach as a discipline exclusive for lawyers. Instead, it approaches an

multidisciplinary vision trying to show how every human activity is always and

unavoidably touched by the subjects, concepts and regulations of law.

1
Abogado, Especialista en Derecho Administrativo. Actualmente es docente en la Facultad de Ciencias
Empresariales de la Universidad de San Buenaventura, seccional Medellín. Conferenciante y capacitador, es
docente en diversas Universidades en materias del área jurídica. Se ha desempeñado, entre otros cargos,
como abogado, Director de Responsabilidad Fiscal y Jefe Jurídico de la Contraloría Departamental, Asesor de
Control, Interno de TELEMEDELLIN, Asesor externo de la Gerencia del IDEA.
KEY WORDS

Law, Multidisciplinary approach, Justice, Entitlements State.

EL DERECHO, VERDADERA CIENCIA INTERDISCIPLINARIA

- La ciencia jurídica en la vida de todos-

La finalidad del derecho es lograr la justicia en todas las

actividades humanas.

The purpose of law is to obtain justice in all human activities.

Hoy en día enfrentamos la necesidad de superar el concepto de derecho como

privativo de los abogados, reemplazándolo por una idea más amplia en la cual se

acepte que el derecho no es únicamente para los profesionales en esta ciencia,

sino entendiendo que el mismo está simbióticamente unido a todas las disciplinas

profesionales y académicas.

Para ilustrar lo anterior, tomemos varios ejemplos: supongamos que usted es el

gerente de una compañía y –aunque no es abogado- para desempeñar bien sus

funciones debe conocer la naturaleza jurídica de la empresa que representa: ¿se

trata de una sociedad anónima, de una limitada o pertenece a alguna de las otras

clasificaciones que figuran en nuestra legislación comercial?, ¿ello que implica?,


¿cuál es su régimen de responsabilidades?, ¿sabe usted en que se está

metiendo?

Además, en su carácter de representante legal usted va a celebrar diversos actos

jurídicos, concertar contratos y transacciones comerciales que necesariamente

implican derechos y obligaciones para su empresa; va a contratar personal, el cual

debe sujetarse necesariamente a las disposiciones del derecho del trabajo, tanto

en su vinculación, desenvolvimiento laboral, como en su desvinculación; va a

asistir a Juntas de Socios y Asambleas de Accionistas, en las cuales tendrá que

manejar temas tales como el quórum decisorio y deliberatorio, las facultades y

funciones de estos organismos, la elección de dignatarios, el cociente electoral,

entre otros conceptos.

Aunque se trate de una empresa privada, tendrá que manejar unas relaciones con

el Estado, para lo cual es indispensable el conocimiento de las normas básicas del

derecho constitucional, administrativo y tributario, en asuntos tales como el pago

de impuestos, la contratación estatal, importaciones y exportaciones.

Podría decirse que para el tratamiento de dichos temas la empresa contará con

asesores jurídicos expertos en los mismos, pero aunque ello sea cierto en las

empresas grandes, en muchas otras tal posibilidad no existe o al menos no es

posible contar de manera permanente con un profesional del derecho, por el

volumen de la compañía o por la capacidad económica de la misma; además de

que, en última instancia cabe preguntarse: si el profesional de hoy, distinto al


abogado, no tiene un mínimo de conocimientos jurídicos que le permitan

interactuar con esta disciplina, y para todo depende del abogado: ¿quién termina

manejando la empresa, usted o el abogado?

Si usted es Contador, tampoco se escapa de la influencia del derecho en su vida

profesional, ya que su actividad, el ejercicio de su profesión y el desempeño de las

tareas que debe cumplir están normadas, legisladas, por el mundo del derecho.

Leyes, decretos, resoluciones, conceptos, Plan Único de cuentas y otros

conceptos, regulan la actividad del contador y lo circunscriben en el ámbito de la

legalidad.

En realidad profesionales que uno creería tan alejados del mundo de lo jurídico,

como los médicos e ingenieros, no escapan a sus regulaciones, puesto que en su

desempeño se enfrentan al cumplimiento de múltiples normas y regulaciones:

normas de sismo-resistencia, permisos, usos del suelo para las construcciones,

regulaciones de derechos de autor, licencias, normas sobre responsabilidad civil

contractual y extracontractual, responsabilidad por práctica médica, y muchas

más.

Desde tiempos inmemoriales, la vida del individuo, aun alejado de su perfil

profesional, está influida por el derecho: normas de tránsito, compraventas,

seguros, impuestos, herencias, legados, matrimonio, comercio, arrendamientos,


viajes, servicios públicos y otros múltiples aspectos de la vida humana, han estado

regidos, dirigidos y normados por reglas de derecho.

Cuando el ser humano empezó a organizarse socialmente, surgió la necesidad del

derecho para precisamente determinar las reglas que permitieran que esa

sociedad funcionara, desde las primeras sociedades nómadas y cazadoras que

debieron fijar parámetros de convivencia y de reparto de las piezas de caza

cobradas, hasta cuando se dieron los primeros asentamientos humanos, en los

cuales debió regularse la repartición de la tierra.

Sistemas normativos como el código de Hammurabi (cuya finalidad era: “evitar los

abusos de los fuertes sobre los débiles, garantizar la rectitud de los jueces

sancionando a quien se deje sobornar, castigar el perjurio y regular los actos más

relevantes de la vida privada entre los que se encontraban los relativos a la

familia”); los Diez Mandamientos (verdadero código de conducta social) los

aportes de la democracia griega al derecho; la ley de las doce tablas, la

codificación más antigua del derecho romano y el embrión del sistema de derecho

occidental que aun hoy nos influye; nos demuestran que a lo largo de su acontecer

histórico el hombre ha dado gran importancia al derecho en su papel de sistema

regulador del comportamiento social.

Si partimos de reconocer que el derecho es el conjunto de principios

científicamente formulados, que regulan de manera sistémica las relaciones


sociales, con el objetivo de que estas se desarrollen de manera justa y armónica,

comprenderemos que el derecho se interrelaciona con todas las demás

disciplinas: economía, historia, psicología, sociología, medicina, ingeniería,

contaduría, en tanto ellas son manifestaciones de la conducta humana y se

ejercen en el ámbito social.

Baste recordar las distintas ramas del derecho, las cuales cubren en general los

diversos comportamientos y actividades humanas:

Derecho Constitucional: Estudia y define la estructura jurídica del Estado, su

naturaleza, fines y clase, así como las estructura de su organismos de gobierno.

Derecho Administrativo: Determina los principios, procedimientos y mecanismos

de actuación d de la administración pública en su relación con los administrados, a

fin de que estas se cumplan con eficiencia, eficacia, moralidad, transparencia,

publicidad y se garantice a los ciudadanos el derecho de defensa o debido

proceso.

Derecho tributario o Hacienda Pública: Regula la percepción o recaudo, manejo,

erogación y conservación de los recursos y bienes públicos o del Estado.


Derecho Penal: Regula los delitos, o sea aquellas conductas que la sociedad ha

determinado como nocivas o dañinas, como de prohibida realización, y cuya

consecuencia es una sanción o castigo: pena.

Derecho Procesal: Estudia y regula los procedimientos que deben cumplir los

jueces para fallar o proferir sentencias o decisiones en los casos que son

sometidos a su estudio.

Derecho del Trabajo: Estudia la relación laboral, o sea aquella que se establece

entre empleador y trabajador.

Derecho Internacional Público: Regula y estudia las relaciones entre los Estados

en tanto ellos son sujetos de derechos y obligaciones.

Derecho Internacional Privado: Estudia y regula las situaciones que se presentan

cuando los involucrados no son estados sino elementos o personas extranjeras.

Derecho Civil: Se refiere a las relaciones sociales del individuo o particular y las

relaciones jurídicas que entabla con otras personas particulares o con los bienes,

las sucesiones, el derecho de propiedad, la capacidad de la persona, son objetos

de esta rama del derecho.


Derecho de Familia: El matrimonio, la unión libre, la sociedad conyugal, el régimen

de bienes, la filiación, las relaciones con los parientes, son aspectos de

conocimiento de esta disciplina.

Derecho Comercial: Regula el comercio y por ende las actividades de quienes lo

ejercen.

A pesar de las anteriores especialidades, que podemos llamar clásicas, el derecho

no pierde de vista los avances sociales, tecnológicos, culturales y científicos, lo

que implica que se ocupe de las innovaciones que se generan en estos campos y

que cada día se especialice más o surjan nuevas ramas, acordes con dichos

avances del saber humano.

Como puede concluirse hasta aquí, el derecho impregna, dirige, regla, los actos

humanos, en tanto su trascendencia en lo social, de ahí que, como hemos

sostenido, es de vital importancia entender y conocer en todas las disciplinas

profesionales, académicas y laborales, el papel que el derecho juega en la

regulación de dichas actividades.

Pero más que su carácter normativo, la trascendencia del derecho hoy en la vida

social y profesional del hombre, está en la finalidad del mismo, en el logro de la

materialización de su razón de ser como es la justicia.


La justicia es el principio y el fin de la ciencia jurídica. Ningún sistema es legítimo

si no es justo. Por eso el logro de una justicia material, que conlleva una

convivencia equitativa y armónica, es la razón de ser de una sociedad dentro el

contexto de unos valores fundamentales, a los cuales apunta el derecho.

Partamos de la base de que de acuerdo con la Constitución Política, nuestra

sociedad integra el concepto de Estado Social de Derecho. Es decir, desde el

punto de vista político y constitucional, nuestra sociedad se define como un Estado

de tal índole.

Recordemos que la Constitución, en su carácter de norma de normas, es el

conjunto de principios, valores, y reglas que estructuran, rigen, dan la razón de

ser del Estado; nos indican que clase de Estado queremos y debemos construir,

cuales son sus principios y fines, fundamentales y básicos, los derechos y

libertades inherentes a los asociados, y sus deberes en atención a lograr la

configuración de sus mandatos.

A contrario de lo que se cree normalmente, la Constitución no es la fotografía de

un país ya realizado, es, como se le denomina en algunos medios la “carta de

navegación”, es la proyección del país que queremos, nos plantea en realidad un

reto: la sociedad que todos debemos coadyuvar en construir.


Ahora bien, esa construcción se basa en principios y valores, que guían y orientan,

no solo la actividad de las entidades estatales, sino de todos los habitantes del

estado, y cuyo cumplimiento se busca garantizar a través de la norma de derecho.

De ahí que el objetivo del derecho es materializar la justicia, y por ello, en su

interrelación con las demás ciencias, disciplinas o actividades, éste es el mayor

aporte que el derecho hace a nuestras vidas: enseñarnos a ser justos, a obrar con

justicia, y a que dicho ideal se convierta en el norte de la actuación social.

Cuando el artículo primero de la Constitución define a nuestro Estado como “social

de derecho”, nos genera un compromiso como es el de materializar dicho

concepto. Sobre éste, el de Estado Social de Derecho, se ha pronunciado en

reiteradas oportunidades la Honorable Corte Constitucional, algunos de cuyos

pronunciamientos se reseñan a continuación:

“El Estado social de derecho no es ajeno a las condiciones de vida de los

estratos más pobres del país. De hecho, su origen histórico está unido a las

políticas sociales que en los sistemas políticos de occidente se dictaron con

miras a paliar sus efectos. En la actualidad, lo que se propone con esta forma

típica de configuración estatal va más allá de una mera actuación episódica o

coyuntural, como quiera que la política social asume un más amplio espectro y

de ella se sirve deliberada y permanentemente el Estado para inducir cambios

de fondo dentro del sistema económico y social.


El presupuesto en el que se funda el Estado social de derecho, es el de la

íntima interconexión que se da entre la esfera estatal y la social. La sociedad

no se presenta más como una entidad absolutamente independiente y

autorregulada, dotada de un orden inmanente ajeno a toda regulación estatal

que no fuera puramente adaptativa y promulgada en momentos de crisis. La

experiencia histórica ha demostrado la necesidad de que el Estado tenga una

decidida presencia existencial y regulativa en las dimensiones más importantes

de la vida social y económica, con el objeto de corregir sus disfuncionalidades

y racionalizar su actividad, lo que llevado a la práctica ha contribuido a

difuminar - hasta cierto punto - las fronteras entre lo estatal y lo social,

reemplazándolas por una constante, fluida e interactiva relación entre lo

público y lo privado.

El Estado social de derecho se erige sobre los valores tradicionales de la

libertad, la igualdad y la seguridad, pero su propósito principal es procurar las

condiciones materiales generales para lograr su efectividad y la adecuada

integración social. A la luz de esta finalidad, no puede reducirse el Estado

social de derecho a mera instancia prodigadora de bienes y servicios

materiales. Por esta vía, el excesivo asistencialismo, corre el riesgo de anular

la libertad y el sano y necesario desarrollo personal. En este sentido, los

derechos prestacionales, la asunción de ciertos servicios públicos, la seguridad

social, el establecimiento de mínimos salariales, los apoyos en materia laboral,

educativa y de salud pública, entre otros institutos propios del Estado social de
derecho, deben entenderse como fines sociales de la acción pública que se

ofrecen a los individuos para que éstos puedan contar con un capacidad real

de autodeterminación. Las finalidades sociales del Estado, desde el punto de

vista del individuo, son medios para controlar su entorno vital y a partir de allí

desarrollar libremente su personalidad, sin tener que enfrentarse a obstáculos

cuya superación, dado su origen, exceda ampliamente sus fuerzas y

posibilidades.

La función distributiva de determinados bienes y servicios culturales y

materiales por parte del Estado, se apoya fundamentalmente en el ejercicio de

la potestad tributaria y tiene, por ende, un límite en la capacidad de exacción

del sistema fiscal, el cual a su turno depende del nivel y del crecimiento de la

economía. No es, pues, ilimitado, el poder del Estado social de derecho de

captar ingresos y convertirlos en recursos fiscales. La necesaria distribución

del producto social, no puede traducirse en la destrucción del proceso

económico, cuya dirección de otra parte se confía al mismo Estado.

Igualmente, por idénticas razones, la gestión del Estado en su ámbito

prestacional, deberá caracterizarse por su eficiencia, economía y eficacia.

El Estado social de derecho, se proyecta en la Constitución, en primer término,

en la consagración del principio de igualdad y en su consecuencia obligada: los

derechos sociales y económicos y en la prestación de los servicios públicos.

En segundo término, a través de los derechos de participación de todos en las


decisiones que los afectan y en la vida económica, política, administrativa y

cultural de la nación, que se compendian en el principio democrático y gracias

al cual se socializa el Estado y las diferentes instancias de poder dentro de la

comunidad.

La orientación social del Estado, elevada a rasgo constitutivo suyo, articulada

en varias disposiciones de la Constitución, resulta vinculante y obligatoria para

todas las ramas del poder público. En particular, corresponde al Congreso

definir en cada momento histórico, dentro del marco de la Constitución, la

política social del Estado y asignar cuando a ello haya lugar los recursos

necesarios para su debida implementación. El cumplimiento de prestaciones

sociales y económicas a cargo del Estado y la asunción de servicios públicos,

requieren del desarrollo de esquemas organizativos y demandan la generación

de gasto público, y todo esto normalmente se financia con la imposición de

contribuciones fiscales o parafiscales.

Aquí se torna visible la interdependencia que existe entre el principio del

Estado social de derecho y el principio democrático. El primero supone la

adopción de políticas sociales que normalmente sólo a través del segundo se

establecen. Las demandas por bienes y servicios formuladas por las personas,

los grupos, las asociaciones, los partidos y demás formas de acción y cohesión

social, se hacen presentes, compiten y se tramitan a través de los distintos

mecanismos, directos e indirectos, de participación democrática. La

distribución del producto social es esencialmente un asunto político, máxime si


entraña gasto público y supone el ejercicio de la potestad tributaria enderezado

a arbitrar los recursos para realizarlo.

En suma, el avance del Estado social de derecho, postulado en la Constitución, no

responde al inesperado triunfo de ninguna virtud filantrópica, sino a la

actualización histórica de sus exigencias, las cuales no son ajenas al crecimiento

de la economía y a la activa participación de los ciudadanos y de sus

organizaciones en el proceso democrático.”2

“El artículo 1 de la Constitución Política proclama que Colombia es un Estado

Social de Derecho, esto es, un estado democrático regulado por la ley, en el que

priman los principios de igualdad, participación y pluralidad, y en el que el

individuo se erige como epicentro de las acciones del Estado, las cuales serán

legítimas en cuanto propendan por su bienestar y evolución, permitiéndole un

desarrollo autónomo, singular e integral, el cual logra en la medida en que pueda,

efectivamente, realizar sus derechos fundamentales.” 3

De lo anteriormente dicho se desprenden varias cosas. Primero, que si bien es

una obligación del Estado la materialización del estado Social de Derecho, y

desde este punto de vista podría decirse que el estado es el conjunto de

organismos públicos y servidores que lo integran, no menos cierto es que en

realidad el estado somos todos y que si entendemos el estado social como aquel
2
Sentencia C-566 de 1995. M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz.
3
Sentencia C-220 de 1997. M.P. Fabio Morón Díaz.
que busca concretar un orden social más justo, como se desprende del artículo

segundo de la Constitución, es en realidad tal fin, una obligación de todos los

estamentos sociales, tanto públicos como privados. Para ello basta referirnos al

artículo 95 de la Constitución, el cual al referirse a los deberes de los asociados,

impone que corresponde a toda persona el respeto por los derechos ajenos; obrar

conforme al principio de solidaridad social; participar en al vida política, cívica y

comunitaria del país; y defender los derechos humanos.

Segundo, que a una sociedad que en verdad garantice a todos los derechos

políticos, sociales, económicos y culturales, tanto individuales como colectivos,

solo se llega si todos comprendemos, respetamos y aplicamos el principio y valor

supremo de la justicia en la totalidad de las actividades que desarrollamos. Tal

como sostiene el profesor Gustavo Zagrebelsky, sólo las normas constitucionales

sobre derechos y sobre la justicia son verdaderamente principios, y sólo los

principios pueden considerarse desempeñan un papel propiamente constitucional,

es decir, “constitutivo” del orden jurídico.

La justicia como principio y como valor tiene un poder vinculante que obliga a

todos los integrantes de la sociedad. En el documento elaborado por la relatoría

de la Corte Constitucional, denominado Teoría y Práctica Constitucional,

encontramos lo siguiente en torno a la fuerza vinculante del valor constitucional del

orden justo:
“Los valores constitucionales se caracterizan por su indeterminación y por la

flexibilidad de interpretación, pero no por ello pueden resultar indiferentes para los

operadores jurídicos, quienes con base en el principio de concordancia práctica de

las normas constitucionales deben conducir la aplicación del derecho por la metas

o fines predeterminados por el Constituyente, de tal manera que cualquier

disposición que persiga fines diferentes o que obstaculice el logro de enunciados

axiológicos consagrados constitucionalmente, resulta ilegítima y por consiguiente,

debe declararse contraria a la Carta. En otras palabras, como a la Constitución

subyace las funciones de legitimación, seguridad jurídica y justicia, el juez

constitucional debe apartar las disposiciones que por acción u omisión nieguen la

esencia misma del ordenamiento superior.

En este orden de ideas, los valores superiores desempeñan un papel de

robustecimiento de la norma constitucional en el proceso de creación- aplicación

del derecho, por cuanto reduce el ámbito de discrecionalidad de los poderes

públicos y los conduce por las líneas superiores trazadas por el Constituyente. Así

pues, los valores son la cabeza de la Constitución material, son normas jurídicas

básicas de la cual dependen todas las demás normas. Por lo tanto el valor de la

justicia, de la seguridad jurídica, de la garantía de un orden político, económico y

social justo que establece la Constitución, son mandatos que conducen el sistema

jurídico y, por supuesto legitima la Constitución económica.


En síntesis, en consideración a que la justicia es valor determinante en el Estado

Social de Derecho y se constituye en un marco de conducta de los poderes

públicos, ni el legislador puede serle indiferente en el proceso de creación de

normas, ni el aplicador del derecho en su labor de ponderación, debe resultar

ajeno a la misma.”

Debemos resaltar que, hoy en día, la palabra aplicador del derecho no puede

limitarse al legislador, ni al funcionario público, ni al juez, sino que abarca a todos

los miembros de la sociedad, sin importar su posición, profesión, labor o actividad;

todos somos “aplicadores” del derecho dentro de nuestra respectiva esfera, por

cuanto, como ya vimos el derecho informa todas las actividades humanas, en este

orden de ideas, todos somos los llamados a cumplir con el derecho, y por ende,

todos somos los llamados a respetar y cumplir con el valor de justicia como

orientador de la actividad humana y como fin de la misma.

La existencia de una constitución de aplicación directa, con un amplio catálogo de

derechos, con mecanismos que como la tutela pueden ser ejercidos directamente

sin necesidad de la intermediación de un abogado, han acercado el derecho a la

gente, lo han vuelto accesible y ha dejado de ser esa ciencia misteriosa al servicio

de unos pocos, y al mismo tiempo se ha privado a la sociedad de la excusa de que

por no ser expertos en la disciplina jurídica las personas pueden omitir el cumplir

con la esencia de la misma como es el de observar sus valores y principios,

especialmente la justicia, en sus actuaciones.


En el mundo actual, más que la prevalencia de la regla legal, se potencia la

prevalencia y supremacía de los principios constitucionales, pues, tal como ha

dicho la Corte, sólo el precepto justo o al que se le pueda dar una aplicación justa,

puede prevalecer en nuestro ordenamiento jurídico.

“La Justicia se la puede definir como el arte de hacer lo justo, y de "dar a cada uno

lo suyo" (latín: Ars Iuris), básicamente esto nos dice que la justicia es la virtud de

cumplir y respetar el derecho, es el exigir sus derechos, es otorgar los derechos a

un individuo.”4 Sin desconocer la inmensa responsabilidad que competen a los

organismos del Estado en la materialización de la justicia, no es una tarea

exclusiva de este ente. Si bien requerimos que los servidores públicos actúen de

manera honesta, eficaz, eficiente y con responsabilidad, también es necesario que

el comerciante actúe de manera justa, con ética, respetando los derechos de la

competencia y de los usuarios; que el empleador respete y haga cumplir los

derechos de sus trabajadores, sin burlas ni esguinces; que los empresarios

asuman su responsabilidad social; que los lideres comunitarios cumplan su misión

dentro de los cauces institucionales; que los trabajadores reclamen sus derechos

sin abusar de los mismos; en fin, que la sociedad entera se una en torno al

propósito de cumplir el derecho y por ende aceptar su mandato de justicia, solo así

seremos una sociedad civilizada.

4
es.wikipedia.org/wiki/Justicia.
Necesitamos derrotar la desidia, el desinterés, el afán de plata fácil, la corrupción,

el estigma de que el hombre es lobo para el hombre, la teoría del más fuerte, de

que el vivo vive del bobo, la inequidad, la injusticia. Necesitamos una sociedad

que recate sus valores esenciales, que ponga el bien común por encima del bien

individual, que derrote la desigualdad, que proteja al débil, que respete los

derechos como primera acción y no simplemente cuando se reclaman, que

respete y apoye las instituciones básicas del Estado.

Es pues una tarea de todos y no de unos pocos, y por ello es que el derecho no es

asunto de unos pocos, sino que su cumplimiento es obligación de todos.

BIBLIOGRAFÍA

CACERES NIETO, Enrique. ¿Qué es el derecho? Iniciación a una concepción

lingüística. Universidad Nacional Autónoma de México. 2000.

CIBERGRAFIA

www.ramajudicial.gov.co

www.constitucional.gov.co

www.wikipedia.com

ESCRUCERIA MAYOLO, Ivan Humberto (compilador). Teoría y Práctica

Constitucional.

NARANJO MESA, Vladimiro. Teoría Constitucional e Instituciones Política.

Bogotá: Editorial Temis, 1987.

ZAGREBELSKY, Gustavo. El Derecho Dúctil. Madrid: Editorial Trotta, 2003.

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