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UNIVERSIDAD SAN PEDRO

Facultad de Derecho y Ciencias Políticas

Escuela de Derecho

“PENSAMIENTO POLITICO DE JOSE DE SAN


MARTIN”

INTEGRANTES:

VASQUES GONZALES, PAOLA

RAMIREZ ESPINOZA, KEILA

ROJAS TAPIA, KAREN

Derecho – VI ciclo

PERÚ - 2018
Dedicamos esta presente monografía a Dios y a

nuestros padres. A Dios porque siempre ha

estado con nosotros en cada paso que damos,

cuidándonos y dándonos fortaleza para continuar,

a nuestros padres, quienes a lo largo de mi vida

han velado por nuestro bienestar y educación

siendo nuestro apoyo en todo momento.

Depositando su entera confianza en cada reto

que se nos presentaba sin dudar ni un solo

momento en mi inteligencia y capacidad. Es por

ello que somos lo que somos ahora. Los amo con

mi vida.
Quiero agradecer al Lic. Emiliano Gaitán cruz, por transmitirnos sus
conocimientos y orientarnos en este camino profesional que decidimos
emprender con entusiasmo y esmero.

Queremos agradecer a todos nuestros docentes ya que ellos me enseñan a


valorar los estudios y a superarnos cada día, también agradecemos a nuestros
padres porque ellos están en los días más difíciles como estudiantes, Y
agradezco a Dios por darnos la salud que tenemos, por tener una cabeza con la
que podemos pensar muy bien y además un cuerpo sano y una mente de bien.
Estamos seguras que nuestras metas planteadas darán fruto en el futuro y por
ende nos debemos esforzar cada día para ser mejor en la Universidad y en todo
lugar sin olvidar el respeto que engrandece a la persona.
Para la época San Martín fue un revolucionario cabal. Influenciado por las ideas
inspiradoras de la revolución francesa y el liberalismo español, abraza la causa
de la emancipación hispanoamericana.
Republicano por convicción propone para la América anarquizada una
monarquía de corte constitucional, condicionada por los diputados elegidos por
el pueblo. Las ideas sociales de Thomas Paine en la Declaración de los
Derechos del Hombre son su brújula. También sigue el pensamiento utilitarista
de Jeremías Bentham, entre otros.
San Martín plantea claramente que “el mejor gobierno no es el más liberal en sus
principios, sino aquel que hace la felicidad de los que obedecen”.
El Libertador del Sur, es antes que nada patriota sudamericano, nacionalista
popular, demócrata republicano y anticolonialista.
INDICE

CARATULA
DEDICATORIA
AGRADECIMIENTO
INTRODUCCION ………………………………………………………………............... 1
CAPITULO I: SISTEMAS DE DETRACCIONES DEL IGV …………...……………… 2
1.1 DEFINICIÓN ……………………..………………..………………………................ 3
1.2 BASE LEGAL ………………………………….......................................................... 3
1.3 AMBITOS DE APLICACIÓN …………………..…………………………………... 4
1.4 OBJETIVO…………………………………………..……………………………….. 4
1.5 VENTAJAS ………………… ……………………………………………………….. 4
1.6 DESVENTAJAS ………………………………….…………………………………… 5
1.7 CARACTERISTICAS …………………….………………………………................ 5
1.7 1 De carácter formal …………….……………………………………………. 5
1.7.2 De carácter sustantivo ……………………………………………………….. 5
1.8 FINALIDAD ……………………………………………………………………….….. 6
1.8.1 Deudas tributarias …………………………………………………………… 6
1.8.2 Costos y gastos ………………………………………………………………. 6
1.9 SUJETOS INVOLUCRADOS …………………………………...……………………. 6
1.9.1 Sujetos Obligados a efectuar el deposito ……………………………………. 6
CAPITULO II: OPERACIONES SUJETAS AL SISTEMA …. …………………………. 8
2.1 ANEXO 1: BIENES SUJETOS AL SISTEMA ……………..……………………….. 9
2.2 ANEXO 2: BIENES SUJETOS AL SISTEMA ………………………………………. 9
2.3 MONTO DEL DEPÓSITO E IMPORTE DE LA OPERACIÓN ……..…………...….. 10
2.4 FORMATO DE DETRACCIONES …………………….…………………………….. 10
2.5 CONSTANCIA DEL DEPOSITO …………………………………………………….. 10
2.5.1 invalidez de la constancia del deposito ……………………………………… 11
CAPITULO III: CASO PRACTICO ……………………………………………………... 12
3.1 CASO PRACTICO N° 1 ………………………...……………………………………. 13
3.1.1 Procedimiento ……………………………………………………………….. 13
3.2 CASO PRACTICO N° 2 ………………………………………………………………. 13
CONCLUSION ……………………………………………………………………………. 15
BIBLIOGRAFIA …………………………………………………………………………... 16
La singularidad del perfil heroico de José de San Martín viene dada, más que por
sus hazañas exteriores, por la grandeza interior de su carácter. Pocos hombres
públicos pueden exhibir una trayectoria tan limpia en la historia de América:
habiendo alcanzado la máxima gloria militar en las batallas más decisivas,
renunció luego con obstinada coherencia a asumir el poder político,
conformándose con ganar para los pueblos hispanoamericanos la anhelada
libertad por la que luchaban.

Sus campañas militares cambiaron el signo de la historia americana durante el


proceso de descolonización acaecido a principios del siglo XIX. A su lucidez
estratégica se deben los planteamientos militares que llevarían a la
independencia de Chile y de Perú, centro neurálgico del poderío español cuya
caída conduciría a la de todo el continente.

Si luego dejó en manos menos nobles las extenuantes guerras civiles y


partidistas que acabaron por malbaratar los más bellos sueños de los patriotas,
fue por esa misma pureza y rectitud de principios. Achacoso, postergado y ciego,
San Martín moriría decentemente en su cama, en un remoto rincón de Francia,
cargado de honores y exonerado de toda responsabilidad sobre el destino
tortuoso de aquellas amadas tierras cuya independencia había ganado con el
valor de su sable.
Biografía

José Francisco de San Martín nació el 25 de febrero de 1778 en Yapeyú, una ex


misión jesuítica situada a orillas del río Uruguay en la Gobernación de las
Misiones Guaraníes del Virreinato del Río de la Plata, en la actual Provincia de
Corrientes, Argentina.

Hijo de Juan de San Martín, teniente gobernador de Corrientes, y de Gregoria


Matorras, el pequeño José Francisco se crió en el seno de una familia española
que no tardó en preferir volver a su país a quedarse en aquellos turbulentos
estados coloniales.

En 1781, cuando San Martín tenía tres años, la familia se trasladó de Yapeyú
a Buenos Aires, donde vivieron en una casa en la calle Piedras, entre Moreno y
Belgrano. Luego se mudaron a España, embarcando rumbo a Cádiz el 6 de
diciembre de 1783 a bordo de la fragata Santa Balbina, pues su padre había sido
destinado a Málaga. Aunque otras fuentes biográficas fechan este viaje a los
ocho años de edad de San Martín, en el año 1786. En abril de 1784 llegaba San
Martín con su familia a Cádiz, España, radicándose luego en la ciudad
de Málaga.
Ya desde pequeño presentaba dotes militares y actitud de mando, sus
diversiones favoritas iban con cantos de guerras, voces de mando y la tendencia
a destacarse en la carrera de sus ascendientes

En 1784 pasó con su familia a España; en 1787 ingresó en el Seminario de


Nobles de Madrid, donde aprendió retórica, matemáticas, geografía, ciencias
naturales, francés, latín, dibujo y música.

Dos años después pidió y obtuvo el ingreso como cadete en el Regimiento de


Murcia. Fue éste el origen de una brillante y vertiginosa carrera militar que tendría
su bautismo de fuego en el sitio de Orán (1791), en la campaña de Melilla; trece
años tenía entonces el futuro libertador.

Más tarde intervino en las guerras del Rosellón (1793) y de las Naranjas (1801),
mereciendo sucesivos ascensos por su actuación; en 1803 era ya capitán de
infantería en el regimiento de voluntarios de Campo Mayor. Cuando la invasión
napoleónica de la península dio lugar a la Guerra de la Independencia Española
(1808-1814), su arrojo contra los invasores franceses en la batalla de Bailén
(1808) le valdría ser nombrado teniente coronel de caballería.
Matrimonio y descendencia
José de San Martín contrajo matrimonio con María de los Remedios de
Escalada, nacida en Buenos Aires el 20 de noviembre de 1797. San Martín y
María de los Remedios se casaron el 12 de noviembre de 1812, cuando ella
tenía 15 años y él, 34. Lo ayudó en la formación del Ejército de los Andes al
fundar la Liga Patriótica de Mujeres, a la cual donó todas sus joyas. Falleció el 3
de noviembre de 1823. Antes de embarcarse a Europa en 1824, su esposo le
hizo construir un sepulcro en el Cementerio de la Recoleta, cuyo epitafio reza:
Este matrimonio tuvo una única hija llamada Mercedes San Martín, la cual nació
en Mendoza el 23 de agosto de 1816. Se embarcó con su padre hacia Europa
el 10 de febrero de 1824. El 13 de diciembre de 1832 se casó en París con
Mariano Balcarce. Falleció en esa misma ciudad el 28 de febrero de 1875.

Carrera Militar
El 21 de julio de 1789, a los once años de edad, comenzó su carrera militar en
clase cadete en el Regimiento Murcia. Bajo el uniforme real combatió contra
moros, ingleses, portugueses y franceses en el norte de África y luego la Guerra
de la Independencia Española, participando en las batallas de Bailén y La
Albuera, por su destacada participación en la primera de estas batallas fue
ascendido al grado de capitán.
Enrolado en las filas del liberalismo español y ante la derrota de las tropas
hispánicas en la península, se traslada a América junto a otros revolucionarios.
El 9 de marzo de 1812 llegó a Buenos Aires para ponerse a las órdenes del
gobierno patriota y al servicio de la emancipación en América, a fin de continuar
la lucha por la democracia y soberanía popular. En el Río de la Plata se pone a
las órdenes de los gobiernos patrios y se involucra en las disputas políticas del
lado de las tendencias más radicalizadas (partido morenista, el jacobinismo
criollo que seguía las posiciones del primer secretario de la Junta Patria, Mariano
Moreno, muerto misteriosamente hacía dos años).
Creó el Regimiento de Granaderos a Caballos y se convirtió en coronel el 7 de
diciembre de 1812. Tras esto emprende la lucha contra el poder colonialista y
cosqueja el plan militar para liberar el sur del continente, para alcanzar ese
objetivo se radica en Cuyo, siendo nombrado Gobernador. Allí construye el
Ejército de los Andes que liberará Chile y Perú. El 3 de febrero de 1813 logró su
primera intervención en territorio americano, en el Combate de San Lorenzo, que
fue también su primer triunfo en estas tierras.
Enfrentado con el gobierno de Buenos Aires –en manos de Rivadavia y los
liberales pro-británicos- y acosado por la oligarquía limeña y el poderoso ejército
colonialista replegado en la sierra, regresa a Chile primero y Argentina después.

LA EMANCIPACIÓN DE AMÉRICA
Tras esta fulgurante carrera en el ejército español, y poco después de estallar la
revolución emancipadora en América, San Martín, que había mantenido
contactos con las logias masónicas que simpatizaban con el movimiento
independentista, reorientó su vida hacia la causa emancipadora. El sentimiento
de su identidad americana y su ideario liberal, desarrollado en el clima espiritual
surgido tras la Revolución Francesa y en la lectura de los enciclopedistas e
ilustrados franceses y españoles, lo determinaron a contribuir a la libertad de su
patria.
Inició así una nueva etapa de su vida que lo convertiría, junto con Simón Bolívar,
en una de las personalidades más destacadas de la guerra de emancipación
americana. Solicitó la baja en el ejército español y marchó primero a Londres
(1811), donde permaneció casi cuatro meses. Allí asistió a las sesiones de la
Gran Reunión Americana, fundada por Francisco de Miranda, que fue la
organización madre de varias otras esparcidas por América con idénticos fines:
la independencia y organización de los pueblos americanos.

Desde Inglaterra se embarcó hacia Buenos Aires (1812), donde esperaba que
su experiencia militar en numerosas batallas le permitiese rendir excelentes
servicios al ideal que animaba a su país. A causa de sus veintidós años de
servicio en el ejército realista, no fue recibido con entusiasmo por los dirigentes;
pero, ante la debilidad militar del movimiento patriota, la Junta gubernativa le
confirmó en su rango de teniente coronel de caballería y le encomendó la
creación del Regimiento de Granaderos a Caballo, al frente del cual obtendría la
victoria en el combate de San Lorenzo (3 de febrero de 1813).

El mismo año de su llegada había conocido en una tertulia política a la que sería
su esposa y compañera, doña María Remedios de Escalada, con quien contrajo
matrimonio enseguida, el 19 de septiembre, en la catedral porteña. En 1813
renunció a la jefatura del Ejército de Buenos Aires, y en 1814 aceptó sustituir
a Manuel Belgrano al frente del Ejército del Alto Perú, maltrecho por sus
derrotas. El duro revés que Belgrano había sufrido en Vilcapugio y Ayohuma a
manos de los realistas cerraba prácticamente las posibilidades de avanzar sobre
Perú, al tiempo que hacía vulnerable esa frontera, cuya custodia encargó
a Martín Miguel de Güemes, caudillo de Salta.

LA GESTA DE LOS ANDES


Incómodo ante las suspicacias bonaerenses, y de acuerdo con sus compañeros
de la logia Lautaro, José de San Martín pensaba que todos los esfuerzos debían
orientarse hacia la liberación de Perú, principal bastión realista en América.
Bloqueada la ruta del Alto Perú (la actual Bolivia), empezó a madurar su plan de
conquista de Perú desde Chile; con este objetivo obtuvo la gobernación de Cuyo,
lo que le permitió establecerse en Mendoza (1814) y preparar desde allí su
ofensiva.

Mientras tanto, en Chile, Bernardo O'Higgins y José Miguel Carrera habían


unido sus fuerzas para sostener la estratégica ciudad de Rancagua; con su
derrota a manos de los realistas finalizaba la intentona independentista chilena
del periodo denominado la Patria Vieja (1810-1814). La caída de la Patria Vieja
y la llegada a Mendoza de los refugiados chilenos complicó los planes de San
Martín, que esperaba atacar Perú desde un Chile independiente y aliado; era
prioritario, pues, liberar Chile.

San Martín decidió apoyarse en O'Higgins, con quien preparó el plan de invasión
que sería aprobado por los gobiernos de Gervasio Antonio de Posadas y de Juan
Martín de Pueyrredón. En Mendoza, durante tres años (1814-1817) y con pobres
recursos, San Martín organizó pacientemente el ejército con la ayuda de la
población de los Andes; a la empresa se sumó también con celo su esposa, doña
Remedios, que entregó sus joyas para aliviar en algo las penurias de los
patriotas. En 1816 esta abnegada mujer dio al general su única hija, Merceditas,
que sería el bálsamo de San Martín en su solitaria vejez.

Finalmente, en 1817 inició la gran campaña que habría de dar un giro nuevo a la
guerra, en el momento más difícil para la causa americana, cuando la
insurrección estaba vencida en todas partes con excepción de la Argentina. Su
objetivo era invadir Chile cruzando la cordillera de los Andes, y su realización, en
sólo veinticuatro días, constituiría la mayor hazaña militar americana de todos
los tiempos. Superadas las cumbres andinas, el 12 de febrero de 1817 derrotó
al ejército realista al mando del general Marcó del Pont en la cuesta de
Chacabuco, y el 14 entró en Santiago de Chile. La Asamblea constituida
proclamó la independencia del país y le nombró director supremo, cargo que
declinó en favor de O'Higgins.

LA LIBERACIÓN DE PERÚ
Pero esta gran hazaña de San Martín perseguía, como ya se ha indicado, una
meta mucho más ambiciosa, y respondía a la estrategia continental del
libertador. Desde esa perspectiva más amplia, la conquista de Chile era sólo un
paso necesario: San Martín comprendió que para sacudir el yugo español del
continente era preciso conseguir el dominio naval del Pacífico y la ocupación del
virreinato del Perú, verdadero centro del poder realista. El mismo virrey peruano
Pezuela consideró con lucidez la situación creada tras el cruce de los Andes y la
batalla de Chacabuco, señalando que esta campaña "trastornó enteramente el
estado de las cosas, dio a los disidentes puestos cómodos para dominar el
Pacífico y cambió el teatro de la guerra para dominar el poder español en sus
fundamentos."

A partir de este momento, los esfuerzos de San Martín se centraron en la


organización de la gran escuadra que había de transportar a las tropas
libertadoras a Perú. Viajó a Buenos Aires a fin de solicitar lo necesario para la
campaña; sin embargo, lo que recibió fue la oferta de intervenir directamente en
las disputas internas del país, cosa que rechazó.

A su regreso a Chile, las fuerzas patriotas fueron derrotadas en Cancha Rayada


por el ejército realista de Mariano Osorio. San Martín reorganizó las
desmoralizadas tropas criollas y venció a Osorio en los llanos de Maipú (5 de
abril de 1818); al término de esta batalla, con la que quedaba asegurada la
libertad chilena, tuvo lugar el célebre abrazo entre San Martín y O'Higgins. Aún
después de destruidos los últimos focos de resistencia española, San Martín tuvo
que vencer tremendos obstáculos: la falta de dinero, las diferencias políticas y la
rivalidad y envidia de sus enemigos; pero los muchos meses dedicados a la
organización de la campaña de Perú acabarían dando su fruto.
Finalizados los preparativos, la escuadra zarpó de Valparaíso (Chile) el 20 de
agosto de 1820, transportando un ejército de 4.500 hombres, y desembarcó en
la playa de Paracas (cerca de Pisco, Perú) el 8 de septiembre. San Martín intentó
una negociación con el virrey Pezuela, y luego con su sucesor, José de la Serna,
con el que se entrevistó el 2 de junio de 1821: el libertador expuso allí su oferta
de un arreglo pacífico, que incluía la independencia de Perú y la implantación de
un régimen monárquico con un rey español, ofreciendo a La Serna la regencia
interina. Fracasadas las negociaciones, San Martín ocupó Lima y proclamó
solemnemente la independencia (28 de julio), pese a que el ejército realista aún
controlaba gran parte del territorio virreinal.

Nombrado Protector de Perú, mientras enviados suyos gestionaban en las


Cortes europeas el establecimiento de una monarquía, la incertidumbre de su
situación militar contrastaba con la consolidación de Simón Bolívar en la Gran
Colombia y la total liberación de Quito tras la Batalla de Pichincha. Hostilizado
por los españoles que se habían hecho fuertes en las montañas, con su ejército
desgastado por la prolongada campaña y con su poder minado por las
disensiones entre los patriotas, San Martín hubo de sostener una lucha
constante.

La ocupación de Guayaquil, ciudad reivindicada por Perú, fue el motivo inmediato


de su célebre entrevista con Simón Bolívar (julio de 1822), en la que había de
tratarse el futuro del continente y cuyo contenido exacto es aún objeto de
múltiples discusiones, pero que sin duda debió de desalentar a San Martín; nada
más regresar a Lima, y ante la creciente oposición peruana a su política, convocó
el Congreso y presentó la renuncia a su cargo de Protector (20 de septiembre de
1822), dos años antes de que la victoria de Ayacucho pusiera fin definitivamente
a la dominación española en Perú y en todo el continente.

EL RETIRO
San Martín había decidido retirarse; consideraba cumplido su deber de liberar a
los pueblos y no quiso participar en las luchas intestinas por el poder. En octubre
de 1822 llegó a Chile; en verano de 1823 cruzó los Andes y pasó a Mendoza con
la idea de establecerse allí, apartado de la vida pública. Pero las muchas críticas
adversas que le atribuían aspiraciones de mando y el fallecimiento de su esposa
lo determinaron a partir en febrero de 1824 rumbo a Europa, acompañado por
su hija Merceditas, que en esa época tenía siete años.

Residió un tiempo en Gran Bretaña y de allí se trasladó a Bruselas (Bélgica),


donde vivió modestamente; su menguada renta apenas le alcanzaba para pagar
el colegio de Mercedes. Hacia 1827 se deterioró su salud, resentida por el
reumatismo, y su situación económica: las rentas apenas le llegaban para su
manutención. Durante esos años en Europa arrastró además una incurable
nostalgia de su patria. Su última tentativa de regreso tuvo lugar en 1829.
Dos años antes había ofrecido sus servicios a las autoridades argentinas para la
guerra contra el Imperio brasileño; en esta ocasión, embarcó hacia Buenos Aires
con la intención de mediar en el devastador conflicto entre federalistas y
centralistas. Sin embargo, al llegar encontró su patria en tal grado de
descomposición por las luchas fraticidas que desistió de su intento, y, pese a los
requerimientos de algunos amigos, no puso pie en la añorada costa argentina.

Regresó a Bélgica y en 1831 pasó a París, donde residió junto al Sena, en la


finca de Grand-Bourg. Gracias a la solicitud de su pródigo amigo don Alejandro
Aguado, compañero de armas en España, pudo pasar el postrero tramo de su
vida sin vergonzosas estrecheces. En 1848 se instaló en su definitiva residencia
de Boulogne-sur-Mer (Francia), donde moriría en 1850.

IDEAL SANMARTINIANO
Síntesis de su actuación
La doctrina sanmartiniana se construyó sobre la propia gesta libertadora. Aquí
marcaremos hechos concretos que definen una doctrina nacional,
anticolonialista, popular y revolucionaria:
Ejército-Pueblo: Conformación de un nuevo ejército en base a la incorporación
del pueblo (indios, negros, gauchos). Aplicación de la teoría de “el pueblo en
armas”. En base a la experiencia de la guerrilla española, San Martín aplica este
recurso en tres frentes y con tres comandantes surgidos del pueblo: Martín de
Güemes (norte del Río de la Plata); Manuel Rodríguez (Chile) y Francisco Vidal
(Perú)
Nacionalismo económico: En la gobernación de Cuyo, San Martín decretó la
“economía de guerra”. Allí se dio una de las primeras experiencias de “modelo
endógeno”. Toda la provincia movilizó sus recursos en función de la empresa de
liberación, constituyendo un modelo de cooperación entre trabajadores,
combatientes y gobierno. Se crearon fábricas, talleres, batanes, sembradíos
planificados desde la Intendencia, laboratorios, galpones, sistemas de riego,
etcétera. Conjuntamente, para lograr esa base de plena producción, se llevó
adelante una política confiscadora y expropiatoria contra los sectores más
acomodados y aquellos que eran considerados enemigos de la Patria (en esto
cumplió un papel singular la política tributaria y la liberación de los esclavos)
Defendió tanto en Chile como en Perú una economía proteccionista,
defendiendo la producción nacional y fomentando el crédito y el mercado interno.
En Perú, fundó un Banco nacional, con capitales y dirigentes peruanos.
Justicia Social: La sensibilidad social de San Martín se expresa siempre en
medidas concretas, incorporando a los más marginados a la sociedad en calidad
de ciudadanos, iguales ante la ley. Libertad de vientres y libertad a todo
ciudadano que, en condición de esclavo pise territorio liberado; supresión de la
servidumbre y tributo indígena, atención a los desamparados y a los niños
expósitos; educación popular; incorporación de la mujer a la enseñanza;
humanización del sistema judicial y carcelario; campañas populares de
vacunación; sistema tributario progresista; etcétera, son algunas medidas
democráticas que impone San Martín desde sus tres gobiernos (Cuyo, Chile y
Perú).
Independencia y Unidad Latinoamericana: Los acuerdos Mosquera-Monteagudo
(Bolívar-San Martín) son la máxima expresión e intento de avanzar en la
conformación de una Confederación de las ex colonias españolas. Toda la
campaña sanmartiniana está encuadrada en la necesidad de alcanzar la Unión
Americana y nada ni nadie lo apartará de ese pensamiento.
Anticolonialismo: La posición anticolonial la expresa en toda su gesta política
y militar. La contradicción para San Martín es “Patria o Colonia”. San Martín
entiende que todo colonialismo debe ser combatido. Es por esto que años
después de la independencia, y ante la agresión anglo-francesa al Río de la
Plata, ofrece su espada para combatir al nuevo enemigo de la Patria.
Partido Americano: Desde sus inicios a la vida política San Martín se incorporó
a las Logias progresistas que funcionaban en Europa. Inmediatamente llegado
al Río de la Plata creó la Logia Lautaro, lo mismo hizo en Cuyo, en Chile y en
Perú. San Martín concebía la necesidad de contar con una estructura de cuadros
y militantes para cumplir con los objetivos de independencia y unidad americana.
Es por ello que en su oportunidad declara: “no soy de ningún partido, más me
rectifico, soy del Partido Americano”.
San Martín no quiso mezclarse en las disputas por el poder ni ser jefe de
facciones. Se negó a dar su concurso a los partidos de los primeros tiempos de
la revolución, pero tenía convicciones, ideas, programas y era capaz de
adaptarlas a la realidad y los tiempos.

Era un liberal y se definió como un republicano por principios y convicción, pero,


a diferencia de otros personajes de la revolución, tuvo en claro la realidad de
estos países. Hay mucho del pensamiento de Edmund Burke en el general San
Martín, al sostener que las reformas deben hacerse con prudencia, buscando la
evolución y evitando la demagogia y las convulsiones.

Seguramente influyó en su manera de pensar el asesinato, por una turba


andaluza, de su jefe el Marqués de Solano, incidente en que el Libertador, estuvo
a punto de perder su vida.

Tenía claro que el orden es indispensable para que los pueblos prosperen, pero
basado en el respeto a la ley y no en el despotismo.

Precisamente el desorden imperante en casi todos los países independizados


de España, el desmembramiento de Gran Colombia, la segregación de América
Central de México y los intentos de secesión en varios Estados de ese país. La
guerra civil en nuestras provincias, los problemas en Perú y Bolivia, le hacen
advertir que, al profundizarse la anarquía, vendrá un tiempo de dictaduras y de
déspotas, que por lo menos afectará a una generación.

San Martín tuvo ofrecimientos de todos los bandos en pugna en las provincias
argentinas para hacerse cargo del poder, y su negativa le significó antipatías,
rencores y calumnias. Por eso la decisión de no regresar a Mendoza, como era
su plan de vida, una vez concluida la educación de Merceditas, la infanta
mendocina, como su padre la llamaba.

En una carta al general Guido le dice, ante la sugerencia que muchos reclaman
su presencia para hacerse cargo del poder. “No faltará algún Catón que afirme
tener la Patria un derecho a exigir de sus hijos todo género de sacrificios. Yo
responderé que esto, como todo, tiene sus límites. Que a ella se deben sacrificar
sus intereses y vida, pero no su honor y principios”.

Siempre tuvo recuerdos para Mendoza y no fue ajeno a sus tribulaciones como
lo muestra esta carta: “He recibido carta de Goyo Gómez, en que me dice los
horrores acaecidos en Mendoza, por la reacción del partido de los Aldao,
prescindiendo de lo que habrán sufrido mis intereses. Yo no puedo menos que
lamentar los males que experimenta un país a cuyos habitantes le he profesado
un buen afecto y que por su localidad y por la independencia de la fortuna de sus
moradores parecía ponerlo a cubierto de los males que experimenta”.
San Martín entendió que estos países, para preservarse de la anarquía, debían
adoptar la monarquía constitucional; ésa fue una de las discrepancias con
Bolívar, que pretendía la presidencia vitalicia para él, con su argumento de
“necesitamos reyes con título de presidentes” y también con Rivadavia, que viajó
a Europa como monárquico y regresó como republicano e impuso el sufragio
universal como ministro de Martín Rodríguez en Buenos Aires.

El proyecto de San Martín era una federación de las Provincias del Río de la
Plata, Chile y Perú a cuyo frente estaría un monarca europeo.

Nunca pensó en coronarse como Napoleón, algo que no descartó Bolívar. La


declaración de la independencia refleja ese pensamiento, pues no proclama la
independencia de las provincias del Río de la Plata sino de las “Provincias
Unidas en Sudamérica” y la Constitución de 1819 que San Martín, como
Belgrano, hacen jurar por sus ejércitos en Mendoza y en Tucumán, adopta la
denominación de “Provincias Unidas de Sudamérica”.

Su pensamiento liberal se refleja también en su preocupación sobre la “tolerancia


religiosa”. Le han llegado noticias en 1829 que hay una reacción contra los que
no profesan el catolicismo por parte de los gobiernos de las provincias argentinas
y no oculta su discrepancia con esas tendencias y también con las gestiones
para reanudar relaciones con la Santa Sede a la que denomina “La Corte de
Roma”, por las concesiones que se ofrecen.

No priva a sus amigos en el país de su visión sobre la Europa, que está sacudida
por las rebeliones de 1830, que terminarán con los borbones en Francia,
provocarán la independencia de Bélgica e iniciarán procesos como el de la
unidad italiana, concretada décadas después: “… , ella está sobre un volcán…la
guerra es inevitable. Ella será de gigantes, pues se trata de nada menos que la
esclavitud o la libertad del género humano. Los gobiernos serán arrastrados a
pesar suyo a decidir esta gran cuestión. El torrente no puede contenerse, los
pueblos claman por garantías y estos clamores son sostenidos por un exceso de
población sumergida en la más espantosa indigencia; por otra parte los
gobiernos absolutos no parecen dispuestos a hacer concesiones y en este caso
la lucha no debe ser dudosa a favor de los primeros.. ¿qué ventaja no reportaría
nuestra patria en estas circunstancias si tuviéramos un gobierno establecido y
sobre todo estable?”.

Esta referencia a las posibilidades de nuestra patria, ante la crisis europea, nos
muestra al estadista que en verdad era, como lo expresa por su preocupación
en promover la educación, la fundación de bibliotecas públicas, la extensión del
riego y de las alamedas cuando gobernó esta provincia.

En su copiosa correspondencia, que sostenía también con la dirigencia peruana


y chilena, ya que todos los protagonistas de los primeros gobiernos de esos
países lo habían conocido, o prestado servicios en los ejércitos a sus órdenes,
destacamos una de 1847 al ex presidente de Chile el general Pinto. En la misma,
anoticiado por el chileno, de la estabilidad y progreso que disfruta el Chile de la
república, fruto de las reformas de Don Diego Portales, San Martín reconoce que
es posible el régimen republicano en nuestra región. Es que Chile adoptó lo que
Natalio Botana ha llamado para describir nuestros gobiernos de la generación
del ochenta como “la república posible”.

Aquí llega por la influencia de dos célebres emigrados, que vivieron largo tiempo
del otro lado de la cordillera: Alberdi y Sarmiento
https://www.ecured.cu/Jos%C3%A9_de_San_Mart%C3%ADn

https://es.scribd.com/document/259001973/Pensamiento-Politico-de-Jose-de-San-Marti1-
Docx-2-Monografia

https://losandes.com.ar/article/ideas-politicas-de-san-martin
José de San Martín

José de San Martín (detalle de un retrato de François Joseph Navez, c. 1824)


San Martín y O'Higgins en la travesía de los Andes

El abrazo de Maipú (detalle de un cuadro de Pedro Subercaseaux)


San Martín desembarca en Paracas (1820)

José de San Martín en una imagen de 1848

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