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LOS EVENTOS DE ESTE LIBRO SON REALES.

SE HAN CAMBIADO LOS NOMBRES Y LUGARES PARA PROTEGER

A LOS LORIENSES QUE SIGUEN ESCONDIDOS.

EXISTEN OTRAS CIVILIZACIONES.

ALGUNAS BUSCAN DESTRUIRNOS.


LA CHICA ESTA AL BORDE DE UN PRECIPICIO
ROCOSO, LOS dedos de sus pies están enroscados sobre el
borde. Un oscuro abismo se abre delante de ella, y unos
cuantos guijarros se desprenden bajó sus pies y caen,
desapareciendo en la profundidad, en el fondo, en las
sombras. Algo estaba aquí, una torre o tal vez un templo−la
chica no puede recordar exactamente el qué. Mira hacia
abajo dentro el abismo sin fondo delante de ella, y, de alguna
manera, recuerda que este lugar fue una vez importante. Un
lugar seguro.

Un Santuario.

Ella quiere dar un paso atrás para evitar la dura caída.


Es peligroso, balancearse aquí en el borde de la nada. Sin
embargo, es incapaz de moverse. Sus pies están clavados en
el suelo. Ella siente el suelo rocoso desplazándose y
desmoronándose bajo sus pies. El foso se está extendiendo.
Muy pronto, el borde en el que se equilibra se quebrará y ella
caerá, tragada por la oscuridad.

¿Podría ser eso tan malo?

Le duele la cabeza. Es un dolor distante, casi como si le


sucediera a alguien más. Es un sordo latido que comienza en
su frente, se envuelve alrededor de sus sienes y baja hasta su
mandíbula. Ella se imagina que su cabeza es como un huevo
que ha comenzado a quebrarse, dispersándose a través de la
superficie entera. Se frota la cara con las manos y trata de
enfocarse.

Vagamente recuerda haber sido golpeada contra el


suelo rocoso. Una y otra vez, agarrada por el tobillo con una
fuerza demasiado poderosa para resistirla, golpeándole la
cabeza contra las rocas implacables. Es como si le hubiera
ocurrido a otra persona. La memoria, al igual que el dolor,
parece estar muy lejana.

En la oscuridad, hay paz. No tiene que recordar los


golpes o el dolor subsiguiente, o lo que se perdió cuando
este abismo fue volado de la tierra. Ella será capaz de
renunciar, de una vez por todas, si simplemente se desliza el
resto del camino por el borde y cae.

Algo tira de ella. La experiencia, muy en el fondo de ella


que le dice, que no debería correr del dolor. Si no que
debería cargar de nuevo hacia él. Que necesita de seguir
luchando.

Hay un destello de color azul cobalto en la oscuridad


debajo de ella, una chispa solitaria de luz. Su corazón se agita
al verlo. Esto le recuerda lo que luchó por proteger y por
qué está tan herida. La luz comienza como un pinchazo,
como si estuviera mirando el cielo nocturno y su estrella
solitaria. De pronto se expande y se lanza hacia arriba, un
cometa que viene directo hacia ella. Ella vacila en el borde de
la sima.

Y luego él está flotando frente a ella, radiante igual que la


última vez que lo vio. Su negro pelo rizado es un perfecto
lío, sus ojos verde-esmeralda están fijos en ella—él es
exactamente igual que como ella lo recordaba. Él le sonríe,
con esa despreocupada sonrisa suya, y extiende su mano.

—Está bien, Marina —él dice—. Ya no tienes que pelear


más.

Sus músculos se relajan con el sonido de su voz. La


oscuridad se extiende a su alrededor pero ya no le parece tan
siniestra. Deja que uno de sus pies cuelgue sobre el abismo.
El dolor de cabeza parece haber disminuido ahora. Parece
más lejano.

—Está bien —él dice—, ven a casa conmigo.


Casi toma su mano. Sin embargo, algo no estaba bien.
Aparta la vista de sus ojos, de su sonrisa, y ve la cicatriz. Una
línea gruesa vertical de tejido púrpura que recorre todo el
camino alrededor de su cuello. Ella sacude su mano hacia
atrás y casi tropieza sobre el borde.

— ¡Esto no es real! —grita, encontrando su voz. Planta


firmemente ambos pies en el suelo rocoso y se impulsa lejos
de la oscuridad.

Ella observa como la sonrisa del chico del pelo rizado se


tambalea, convirtiéndose en algo cruel y mezquino, una
expresión que ella nunca había visto en su cara real.

— Si esto no es real, ¿Por qué no puedes despertarte? —


pregunta.

Ella no lo sabe. Está atrapada aquí, en el borde, en este


lugar extremo, con el chico de pelo oscuro—que una vez
amó, pero no es realmente él. Este es el hombre quien la
puso aquí, quién la golpeó tan ferozmente y que luego
destruyó esté lugar que ella amaba. Ella cerró los ojos con él.

—Oh, voy a despertar, bastardo. Y luego vendré por ti.

Sus ojos parpadean y él trata de poner una expresión


divertida; pero ella puede decir que está furioso. Su perverso
truco no funcionó.

—Hubieras tenido paz, pequeña tonta. Solo tenías que


haberte deslizado hacia abajo en la oscuridad. Te estaba
ofreciendo misericordia. —Él comienza a regresar hacia el
abismo, dejándola sola en esté lugar. Sus palabras flotan
hasta llegar de nuevo a ella—. Ahora lo único que te espera
es más sufrimiento.

—Que así sea —dice ella.

...

El chico tuerto está sentado sobre su trasero en su prisión


de almohadas. Se abraza a sí mismo—no por elección; sus
brazos están asegurados dentro de una camisa de fuerza. Su
único ojo mira débilmente hacia las paredes blancas, todo es
acolchado y suave. La puerta no tiene manija, no hay forma
de escapar. Le pica la nariz, y entierra su cara en su hombro
para rascarse.

Cuando mira hacia arriba, hay una sombra en la pared.


Alguien está de pie detrás de él. El chico tuerto se estremece
cuando dos manos poderosas se posan sobre sus hombros y
aprietan suavemente. Una voz profunda suena junto a su
oído.

—Te podría perdonar —dice el visitante—. Tus fracasos,


tu insubordinación. Fue, en cierto modo, mi culpa. No
debería haberte enviando con estas personas para empezar.
Te pedí que te infiltraras en su grupo. Es natural que
desarrollaras ciertas… simpatías.
—Amado Líder —el chico tuerto dice con un tono
burlón. Tira contra la camisa de fuerza—. Has venido a
salvarme.

—Eso es correcto —el hombre dice con una voz de un


padre que se siente orgulloso, ignorando el tono sarcástico
del chico—. Puede ser como antes. Como siempre te
prometí. Aún podemos gobernar juntos. Mira lo que te han
hecho, como te tratan. Alguien con tu poder y dejas que te
encierren como algún tipo de animal...

—Me quede dormido, ¿verdad? —El chico tuerto


pregunta sin rodeos—. Esto es un sueño.

—Sí. Pero nuestra reconciliación, será muy real, mi niño.


—Las fuertes manos se quitan de sus hombros y comienzan
a desabrocharle la camisa de fuerza—. Solo quiero una
pequeña cosa a cambio. Una muestra de tu lealtad.
Simplemente dime dónde puedo encontrarlos. Dónde puedo
encontrarte. Mi gente, nuestra gente, estará allí, incluso antes
de que despiertes. Ellos te liberarán y restauraran tu honor.

El chico tuerto en realidad no escucha la propuesta del


hombre. Puede sentir como la camisa de fuerza comienza a
aflojarse dónde desabrocharon las hebillas. Él se concentra y
recuerda que todo esto es solo un sueño.

—Me apartaste del camino como si fuera basura —


dice—. ¿Por qué yo? ¿Por qué ahora?

—Me di cuenta de que fue un error —el hombre dice


entre dientes. El chico tuerto se da cuenta de que es la
primera vez que escucha que el hombre se disculpa—. Tú
eres mi mano derecha. Tú eres fuerte.

El chico tuerto resopla. Sabe que esto es una mentira. El


hombre vino porque piensa que el chico es débil. Él hombre
lo está manipulando. Buscando debilidades.
Pero esto es sólo un sueño. El sueño del chico tuerto.
Eso significa que son sus reglas.

—¿Qué dices? —el hombre pregunta, su cálido aliento


contra el oído del chico tuerto—. ¿Dónde te tienen?

—No lo sé —el chico responde sinceramente. No sabe


dónde se encuentra realmente la celda acolchada. Los otros
se aseguraron de que no pudiera ver—. En cuanto a…
¿Cómo lo llamaste? ¿Reconciliación? Tengo una
contraoferta, viejo.

Se imagina su arma favorita. La vaina con la espada oculta


en forma de aguja que se adhiere a su muñeca, y aparece. Él
se prepara, la punta mortal punza a través de la camisa de
fuerza, y gira a su alrededor para clavar la espada en el
corazón del hombre.

Pero el hombre ya se ha ido. El chico tuerto gruñe


amargamente, decepcionado por la insatisfacción. Se toma
un momento para estirar sus brazos. Cuando se despierte, va
a estar en este mismo lugar, pero sus brazos estarán atados
de nuevo. No le importa la celda acolchada. Se siente
cómodo y no hay nadie que lo moleste. Podría quedarse aquí
por un tiempo, por lo menos. Reflexionando.

Recuperándose.

Cuando esté listo, sin embargo, el chico tuerto seguirá su


camino y escapara.

...

El chico camina a través de un campo de fútbol al


comienzo del invierno. La hierba, quebradiza y marrón, cruje
bajo sus pies. A su izquierda y a su derecha, las gradas de
metal están completamente vacías. El aire huele como a
fuego, y una ráfaga de viento sopla cenizas contra las mejillas
del chico.
Él mira el marcador que está más adelante. El parpadeo
de las bombillas anaranjadas y el estallido, señalan que la
electricidad está fallando.

Más allá del marcador, puede ver la escuela secundaria, o


al menos lo que queda. El techo está colapsado, como si
hubiera estallado un misil. Todas las ventanas se hicieron
añicos. Hay un par de pupitres mutilados en el campo
delante de él, todos fueron lanzados con la misma fuerza que
destruyó la escuela, sus tapas de plástico brillante están
encajadas en el suelo como lápidas.

Puede ver que, en el horizonte, algo se cierne sobre la


ciudad. La nave de guerra. Luce igual a un escarabajo
musculoso hecho de frío metal gris, que acecha en el
horizonte.

No siente nada más que resignación. Tiene buenos


recuerdos de este lugar, de esta escuela, de esta ciudad. Fue
feliz aquí por un tiempo, antes de que todo se fuera al
infierno. No importa lo que le pase a este lugar ahora.

Mira hacia abajo y se da cuenta de que está sosteniendo


un pedazo desgarrado de un anuario en su mano. Una foto
de ella. El pelo liso rubio, pómulos perfectos, esos ojos
azules. Una sonrisa con la que está invitando a alguna broma
privada. Su estómago se contrae al verla, en memoria de lo
que sucedió.

—No tiene por qué ser así.

El chico se voltea con el sonido de la voz melódica y


calmante, que está totalmente fuera de lugar en este entorno
quemado. Un hombre camina por el campo de fútbol hacia
él. Está vestido modestamente, una chaqueta marrón sobre
un jersey, unos pantalones de color caqui y
mocasines. Podría ser un profesor de matemáticas, excepto
que hay algo majestuoso en su postura.

— ¿Quién eres? —pregunta el chico, alarmado.


El hombre se detiene a unas yardas de distancia. Levanta
las manos señalando que no quiere tener problemas.

—Esa de allí es mi nave —dice el hombre con calma.

El chico cierra el puño. El hombre no se ve como el


monstruo que alcanzó a ver en México, pero aquí, en el
sueño, él sabe quién es realmente.

Así que carga hacia adelante. ¿Cuántas veces ha corrido


por este campo, contra algún jugador del equipo contrario
que estaba en su mira? La emoción de correr por la hierba
muerta levanta el ánimo del chico. Golpea al hombre, duro,
justo en la mandíbula, y seguidamente lo taclea.

El hombre cae al suelo y allí yace sobre su espalda. El


muchacho se cierne sobre él, continúa con un puño cerrado,
la otra mano está aferrada a la foto.

No sabe qué hacer ahora. Esperaba más pelea.


—Me lo merecía —dice el hombre, mirando al chico con
ojos llorosos—. Se lo que le pasó a tu amiga, y yo… lo
siento mucho.

El muchacho da un paso atrás.

—Tú... tú la mataste —dice—. ¿Y tú lo sientes?

— ¡Esa nunca fue mi intención! —el hombre dice


suplicante—. No fui yo quien la puso en peligro. Pero de
todos modos, siento que saliera herida.

—Muerta —el chico susurra—. No herida. Muerta.

—Lo que tú consideras muerto y lo que yo considero


muerto. . . esas son dos cosas muy diferentes.

Ahora el chico está escuchando. — ¿Qué significa eso?

—Toda esta fealdad y sufrimiento, continuará sólo si


seguimos luchando. No es mi camino. No es lo que quiero.
—el hombre continúa—. ¿Alguna vez te has detenido a
pensar en lo que quiero? ¿Qué quizás no sea tan malo?
El hombre no ha tratado de levantarse. El chico siente
que tiene control. Le gusta eso. Y fue entonces cuando se da
cuenta de que la hierba está cambiando. Está regresando a la
vida, el verde esmeralda se extienden a partir de él
hombre. De hecho, al chico le parece que incluso el sol
comienza a brillar un poco más.

—Quiero que nuestras vidas, todas nuestras vidas, sean


mejores. Quiero que crezcamos más allá de éstos pequeños
malentendidos —dice el hombre—. Soy un académico, ante
todo. Me he pasado la vida estudiando los milagros del
universo. Seguramente, ellos te han hablado sobre mí.
Mentiras, seguramente, pero es cierto que he vivido durante
siglos. ¿Qué es la muerte para un hombre como
yo? Simplemente una inconveniencia temporal.

Sin darse cuenta, el chico ha comenzado a frotar con


nerviosismo el trozo de papel que está sosteniendo entre los
dedos. Frota su pulgar a través de la mandíbula de la
joven. El hombre sonríe y asiente hacia el trozo de anuario.
—Por qué… ¿por qué debería confiar en ti? —el chico se
las arregla para preguntar.

—Si dejamos de luchar, si me escuchas por un tiempo, ya


lo verás. —Suena tan sincero—. Tendremos paz. Y la
tendrás de regreso.

— ¿Tenerla de regreso? —pregunta el chico, aturdido,


una oleada de esperanza se eleva en su pecho.

—Puedo regresártela —dice el hombre—. El mismo


poder que trajo tu amiga Ella de nuevo a la vida, ahora es
mío. No quiero pelear más, mi joven amigo. Permíteme
traerla de vuelta. Permíteme mostrarle a todos cómo he
cambiado.

El chico mira hacia abajo a la foto en su mano y detecta


que esta ha cambiado. Se está moviendo. La chica rubia
golpea sus puños contra el interior de la fotografía como si
fuera una pared de cristal y estuviera atrapada detrás de
ella. El chico puede leerle los labios. Ella le está pidiendo
ayuda.

El hombre le tiende la mano. Quiere que el chico lo


ayude a levantarse.

— ¿Qué dices? ¿Acabaremos con esto juntos?


ESTA HABITACIÓN ME RECUERDA EL TIPO DE
LUGARES en los que Henri y yo solíamos alojarnos durante
los primeros días. Viejos moteles de carretera que los
propietarios no habían cambiado desde los años setenta. Las
paredes son paneles de madera, y la alfombra es una pelusa
de color verde-oliva, la cama debajo de mí esta rígida y
mohosa. Una cómoda se apoya contra la pared, los cajones
están llenos de una mezcla de ropa, de diferentes tamaños y
diferentes géneros, todo esto está ordenado y fechado. La
habitación no tiene TV, pero tiene un radio con un reloj que
utiliza esos números de papel de la vieja escuela que dan la
vuelta, marcando cada minuto con un golpe seco.

4:33 A.M.

4:34 A.M.
4:35 A.M.

Estoy sentado aquí en el Patience Creek Bed & Breakfast


y escucho cómo pasa el tiempo.

En la pared al otro lado de la cama, hay una pintura que


parece una ventana. No hay ninguna ventana real, la razón es
que la habitación se encuentra a una gran profundidad, así
que supongo que los diseñadores hicieron lo mejor que
pudieron. La escena en mi falsa ventana es brillante y
soleada, en lo alto, el viento sopla sobre la hierba verde y la
forma indistinta de una mujer en la distancia agarrando un
sombrero sobre su cabeza.

No sé por qué hicieron así la habitación. Tal vez estaba


destinada a transmitir una sensación de normalidad. Si ese es
el caso, no está funcionando. En su lugar, la habitación
parece magnificar cada emoción venenosa que se podría
esperar estando en un asqueroso motel —soledad,
desesperación, fracaso.
Tengo un montón de esas emociones por mi cuenta.

Esto es lo que tiene esta habitación que ningún otro


vertedero de la interestatal no tenga. ¿La pintura en la pared?
Se desliza a un lado, y detrás de ella hay un banco de
monitores que transmiten la seguridad a través de todo el
Patience Creek Bed & Breakfast. Hay una cámara vigilando
la puerta principal de la pintoresca cabaña que se encuentra
por encima de esta instalación subterránea en expansión,
otra vigila la pradera, encontrada por casualidad, con su
suelo compacto y la hierba perfectamente cuidada que tiene
las dimensiones necesarias para que aterrice un avión de
tamaño mediano, y hay docenas de otras cámaras vigilando
la propiedad y lo que hay debajo. Este lugar fue construido
por algunas personas muy paranoicas que se estaban
preparando para una posible invasión, un escenario del fin
del mundo.

Ellos esperaban a los Rusos, no a los Mogadorianos. Pero


aun así, supongo que su paranoia valió la pena.
Debajo del modesto Bed & Breakfast que está situado a
veinticinco millas al sur de Detroit, cerca de la orilla del lago
Erie, hay cuatro niveles subterráneos de alto secreto que han
sido virtualmente olvidados. El edificio del Patience Creek
fue construido originalmente por la CIA durante la Guerra
Fría como un lugar para sobrevivir a un invierno nuclear. Se
deterioró en los últimos veinticinco años, y, de acuerdo con
nuestros anfitriones del gobierno de los Estados Unidos,
todos los que sabían de esto están muertos o retirados, lo
que significa que nadie reveló su existencia a ProMog. Por
suerte para nosotros un general llamado Clarence Lawson
salió de su retiro, cuando las naves de guerra aparecieron,
recordó que este lugar estaba aquí abajo.

El presidente de los Estados Unidos y lo que queda de los


Jefes de Estado Mayor no están aquí; ellos están en un lugar
seguro, probablemente en algún sitio móvil, la ubicación de
dónde están no ha sido divulgada, incluso a nosotros los
alienígenas aliados. Uno de sus asesores debe haber decidido
que no sería seguro para el presidente estar cerca de
nosotros, por lo que estamos aquí con el General Lawson,
quién le informa sólo a él. En nuestra conversación, el
presidente me dijo que quería que trabajáramos juntos, que
teníamos todo su apoyo contra Setrákus Ra.

Dijo muchas cosas, en realidad. Los detalles están


borrosos en mi memoria. Estaba en shock cuando hablamos
y realmente no estaba escuchando. Parecía agradable. Como
sea.

Sólo quiero terminar con esto.

He estado despierto desde, bueno, no estoy exactamente


seguro desde cuándo. Sé que debería tratar de dormir, pero
cada vez que cierro los ojos veo el rostro de Sarah. Regreso a
ese primer día en la secundaria de Paraíso y veo su cara,
medio escondida detrás de una cámara y sonriendo mientras
termina de tomarme la foto. Y entonces mi imaginación
toma el control, y veo la misma hermosa cara pálida y
ensangrentada, sin vida, es la forma en que debe verse ahora.
No puedo soportarlo. Abro los ojos y hay un dolor retorcido
en mi estómago, y siento como si tuviera algo enroscado
alrededor de la herida.

En lugar de pasar por eso, me quedo despierto. He estado


así desde hace unas horas, solo en este extraño lugar,
tratando de llegar al punto donde seré capaz de dormir
como, bueno… como un muerto.

Práctico. Es la única esperanza que tengo.

Me siento en la cama y me miro en el espejo que cuelga


sobre la cómoda. Mi pelo está un poco largo, y hay círculos
oscuros alrededor de mis ojos. Estas cosas no importan
ahora. Fijo la mirada en mí...

Y entonces desaparezco.

Reaparezco. Respiro profundamente.


Y me vuelvo invisible de nuevo. Esta vez me mantengo
por más tiempo. Todo el tiempo que pueda. Miro fijamente
el espacio vacío en el espejo donde se supone que debería
estar mi cuerpo y escucho el tic de los números de papel en
el reloj.

Con Ximic, soy capaz de copiar cualquier Legado que he


conocido. Es sólo cuestión de enseñarme cómo usarlo, algo
que nunca es fácil, incluso cuando el Legado llega
naturalmente. La curación de Marina, la invisibilidad de Seis,
la mirada de piedra de Daniela−éstas son las habilidades que
he copiado hasta el momento. Voy a aprender más, como
todas las que pueda. Voy a entrenar estos nuevos legados
hasta que sean algo natural para mí como mi Lumen. Y
luego voy a repetir el proceso.

Todo este poder, y sólo quiero una cosa.

La destrucción de todo Mogadoriano sobre la tierra.


Incluido especialmente Setrákus Ra, si es que aún sigue vivo.
Seis cree que lo mató en México, pero no voy a creerlo hasta
que los Mogs se rindan o vea un cuerpo. Una parte de mí
casi espera que todavía esté ahí fuera para que pueda ser yo
quien acabe con el bastardo.

¿Un final feliz? Eso está en la imagen de mi ventana. Fui


estúpido al creer en eso.

Pittacus Lore, el último, aquel cuyo cuerpo encontramos


en el búnker oculto de Malcolm Goode, también tenía
Ximic, pero no fue suficiente. No pudo detener la invasión
Mogadoriana en Lorien. Cuando tuvo la oportunidad de
matar a Setrákus Ra hace tantos siglos, no pudo hacerlo.

La historia no se repetirá.

Escucho pasos en el pasillo que se detiene justo afuera de


mi puerta.

A pesar de que hablan en voz baja y aunque estoy


escuchando a través de una puerta de acero reforzado, con
mis sentidos mejorados, todavía puedo escuchar cada
palabra que Daniela y Sam dicen.

—Tal vez deberíamos dejarlo descansar —dice Daniela.


No estoy acostumbrado a oírla hablar en un tono tan suave.
Por lo general, Daniela es una mezcla de abrasiva y
entusiasta. En sólo un par de días, ella ha dejado
completamente atrás su antigua vida y se unió a nuestra
guerra. Aunque no tenía mucha elección teniendo en cuenta
que los Mogs quemaron su antigua vida hasta el suelo.

Otra humana que fue arrastrada a nuestra guerra.

—Tú no lo conoces. No hay forma de que él este


durmiendo allí —Sam responde, con la voz ronca.

Sentado en esta vieja habitación, reflexionando sobre el


pasado y el daño que he causado, comencé a preguntarme:
¿Qué tan diferente sería la vida de Sam si Henri y yo
hubiéramos elegido Cleveland o Akron o cualquier otro
lugar en vez de Paraíso? ¿Él aún hubiera obtenido Legados?
Yo estaría en peores condiciones, tal vez muerto, y sin él.
Eso es seguro.

Sin embargo, Sarah todavía estaría viva, sí nunca nos


hubiéramos conocido.

—Uh, está bien, no estoy hablando realmente de que él


tenga una buena noche de sueño. El tipo es un superhéroe
extraterrestre; por lo que sé duerme tres horas por noche
mientras cuelga del techo —Daniela le responde a Sam.

—Él duerme igual que nosotros.

—Como sea. El punto es que, tal vez necesita un poco de


espacio, ¿tú sabes? ¿Para trabajar está mierda? Y vendrá con
nosotros cuando esté listo. Cuando esté…

—No. Él querrá saberlo —dice Sam, y luego golpea


suavemente en mi puerta.

Salto de la cama en un instante para abrir la puerta. Sam


tiene razón acerca de mí, por supuesto. Lo que sea que esté
pasando, quiero saberlo. Quiero distraerme. Quiero un
impulso hacia adelante.

Sam parpadea cuando la puerta se abre y se queda


mirando a través de mí.

— ¿John?

Me toma un segundo darme cuenta de que todavía soy


invisible. Cuando aparezco de la nada frente a ellos, Daniela
tropieza un paso hacia atrás.

—Maldita sea.

Sam apenas arquea una ceja. Sus ojos están enrojecidos.


Parece demasiado cansado para sorprenderse.

—Lo siento —le digo—. Trabajo en mi invisibilidad.

—Los otros llegarán en unos diez minutos —Sam me


dice—. Sabía que querrías estar allí cuando aterrizarán.

Asiento y cierro mi puerta detrás de mí.


La ilusión del motel desaparece tan pronto como estoy
fuera de mi habitación. El pasillo delante de nosotros, sé
parece más a un túnel en realidad, tiene todos sus muros de
un color blanco austero y frías luces halógenas. Me recuerda
a las instalaciones debajo del complejo Ashwood, excepto
que este lugar fue construido por los humanos.

—Tengo una VCR1 en mi habitación —dice Daniela,


tratando de entablar conversación mientras caminamos por
uno de los pasillos idénticos del laberíntico complejo.
Cuando ni Sam ni yo respondemos inmediatamente, nos
presiona—. ¿Ustedes tienen una VCR? ¿Son unas cosas
locas, cierto? No había visto una VCR en años.

Sam me mira antes de contestar:

—Encontré un Game Boy atorada debajo de mi colchón.

— ¡Maldita sea! ¿Quieres intercambiar?

—No tiene baterías.


1
Videocasetera
—Olvídalo.

Puedo oír el zumbido lejano de los generadores, el


zumbido de las herramientas y los gruñidos de los hombres
trabajando. El único inconveniente del Patience Creek es
que al estar por debajo del radar muchos de sus sistemas no
están lo que sé dice actualizados. Por razones de seguridad el
general Lawson decidió que solo deben ejecutarse
operaciones simplificadas aquí. Con todo lo que está
pasando, no es exactamente el momento de llamar a los
contratistas civiles. Aun así, hay casi un centenar de
ingenieros del ejército trabajando todo el día para actualizar
este lugar. Cuando llegamos ayer a última hora de la noche,
vi que el padre de Sam, Malcolm, ya estaba aquí, ayudando a
un equipo de electricistas a instalar tecnología Mogadoriana
recuperada del complejo Ashwood. En lo que le concierne al
ejército, Malcolm es básicamente un experto en
extraterrestres.
La conversación entre Sam y Daniela se apagó, y
rápidamente me doy cuenta de que es por mí causa. Estoy
callado, con la mirada al frente, y estoy bastante seguro de
que mi expresión se ha quedado atascada en una posición
neutra. Ellos no saben de qué hablar conmigo.

—John, yo… —Sam pone una mano sobre mi hombro, y


puedo decir que estaba a punto de decir algo sobre Sarah. Sé
que lo que le pasó a ella hace que él se sienta mal, también.
Ellos crecieron juntos. Pero no quiero tener esa
conversación ahora. No quiero ceder al lamento hasta que
esto termine.

Fuerzo una sonrisa poco entusiasta. — ¿Qué cintas te


dieron para la VCR? —le pregunto Daniela, con torpeza,
cambiando de tema.

—WrestleMania III —dice ella, y hace una mueca.

—Oh sí, pasaré a recogerlos más tarde, Danny —Nueve


dice, saliendo de uno de los muchos pasillos con una sonrisa.
Fuera de todos nosotros, Nueve parece el más
descansado. Sólo ha pasado un día desde que él y Cinco se
estaban peleando por toda la ciudad de Nueva York. Curé al
gran matón cuando regresamos de Nueva York, y su propia
resistencia sobrehumana aparentemente ha hecho el resto.
Nos da una fuerte palmada a Sam y a mí en la espalda y se
une a nuestra procesión por el pasillo. Por supuesto, la
forma de actuar de Nueve es como de que no hay nada malo
en todo esto, y, sinceramente, prefiero que sea así.

Al pasar, echo un vistazo por el pasillo del que Nueve


vino. Hay cuatro soldados fuertemente armados allí,
haciendo guardia.

— ¿Todo bien? —le pregunto a Nueve.

—Sí, Johnny —Nueve responde—. Tienen unas


hermosas celdas en este lugar, incluyendo una que con
muros acolchados hasta el techo. Con el gordinflón en esa
celda y atado con una camisa de fuerza, no podrá ir a
ninguna parte.

—Bien —dice Sam.

Asiento en señal de que estoy de acuerdo. Cinco es un


completo psicópata y merece estar encerrado. Pero si se trata
de ganar esta guerra, no estoy seguro de cuánto tiempo
podamos darnos el lujo de mantenerlo en una jaula.

Damos la vuelta en una esquina, y vemos el ascensor.


Sobre nuestras cabezas, se escucha el zumbido de las luces
halógenas, y noto que Sam se está pellizcando el puente de la
nariz.

—Hombre, extraño tu ático, Nueve —dice Sam—. Fue el


único refugio que hemos tenido con iluminación suave.

—Sí, también lo extraño mucho —Nueve responde, hay


una nota de nostalgia arrastrando en su voz.
—Este lugar está comenzando a provocarme una terrible
migraña. Deberían de haber conseguido algunos reguladores
de intensidad junto con las VCRs.

Hay un crujido de electricidad sobre nuestras cabezas, y


una de las bombillas parpadea después. La iluminación del
pasillo de repente es mucho más tolerable. Todo el mundo
excepto yo hace una pausa para mirar hacia arriba.

—Bueno, eso fue extrañamente cronometrado —dice


Daniela.

—Mejor, ¿no lo creen? —Sam dice con un suspiro.

Golpeó el botón para llamar al ascensor. Los otros se


reúnen alrededor detrás de mí.

—Así que, ellos están, eh… ¿están trayéndola aquí? —


Nueve pregunta, con voz baja, siendo tan discreto como
puede.
—Sí —le digo, pensando en la nave Loriense que ahora
mismo está aterrizando en Patience Creek, llena con
nuestros amigos y aliados, y el amor perdido de mi vida.

—Eso es bueno —Nueve dice, entonces tose en su


mano—. Quiero decir, no es bueno. Pero podemos, ya
sabes, decir adiós.

—Lo entendemos, Nueve, —Sam dice suavemente—. Él


sabe lo que estas tratando de decir.

Asiento, sin estar dispuesto a decir nada más. Las puertas


del ascensor se abren frente a nosotros, y cuando lo hacen,
las palabras solo salen de mí.

—Esta es la última vez —digo, sin darme la vuelta para


hacer frente a los otros. Las palabras se sienten como el
hielo en mi boca—. Ya he terminado de decirle adiós a la
gente que amamos. Ya he terminado con eso. He terminado
de lamentarme. A partir de hoy, mataremos hasta ganar.
EL SONIDO DEL METAL RETORCIDO SUENA
POR ENCIMA DE MI CABEZA. Granos de tierra y
cenizas azotan mi cara, el viento se siente como un látigo
chasqueado a cien millas por hora, y lanzo todo lo que tengo
dentro de eso. El fuego de cañón abrasa a través de mis
piernas. Lo ignoro. Una punta irregular de un Skimmer
Mogadoriano que estalló se estrella en la tierra junto a mí.
Un poco más cerca y hubiera sido empalada.

Ignoro eso también. Moriré aquí, si eso es lo que hace


falta.

Al otro lado de un pozo vacío, dónde el Santuario solía


estar de pie, Setrákus Ra se tambalea por la rampa de su nave
de guerra. No puedo permitir que escape de nuevo a bordo
de la Anubis. Utilizo mi telequinesis, y no me preocupo por
las consecuencias. Lanzo cada maldita cosa hacia él, y él
contraataca. Siento su poder contra el mío como dos olas
gigantes invisibles que se estrellan juntas, enviando un spray
de piezas de metal y tierra y piedra.

—Muere, muere, muere…

Sarah Hart está a mí lado. Me grita algo al oído que no


puedo oír por encima del ruido de la batalla. Agarra mi
hombro y empieza a sacudirme.

—Muere, muere, muere…

— ¡Seis!

Suspiro y me despierto. No es Sarah quien está


sacudiendo mi hombro. Es Lexa, nuestra piloto, sentada
detrás de los controles. A través del parabrisas, apenas puedo
distinguir la tranquilidad del campo que pasamos a toda
velocidad bajo nosotros. En el brillo del panel de control,
puedo ver una mirada de preocupación en la cara de Lexa.

— ¿Qué? —pregunto, todavía atontada mientras quito


suavemente su mano.

—Estabas hablando dormida —Lexa responde, y vuelve


a mirar al frente, nuestra trayectoria de vuelo está trazada en
la pantalla detrás de ella.

Tengo los pies sobre el tablero de comandos, con las


rodillas cerca de mi pecho. Los dedos de mis pies
hormiguean. Pongo mis pies en el suelo y me siento con la
espalda recta, luego enfoco mis ojos en la oscuridad del
exterior. Al mismo tiempo que hago eso, el campo se
desvanece y es sustituido por el agua azul-negra del lago
Erie.

— ¿Qué tan cerca estamos de las coordenadas que


Malcolm nos envió? —le pregunto a Lexa.
—Cerca —responde ella—. Llegaremos en unos diez
minutos.

—Y ¿estás segura de que los hemos perdido?

—Estoy segura, Seis. Dejé al último Skimmer sobre


Texas. El Anubis interrumpió la persecución antes de eso.
Me pareció que la nave de guerra no quiso continuar la
persecución.

Froto las manos por mi cara y por mi maraña de cabello


pegajoso. El Anubis paro de perseguirnos. ¿Por qué? ¿A
caso tuvieron que llevar a Setrákus Ra a alguna parte?
¿Debido a que se estaba muriendo? ¿O tal vez ya está
muerto?

Sé que lo herí. Vi como la barra de metal atravesaba el


pecho del bastardo. No son muchos los que podrían
sobrevivir a ese tipo de lesión. Pero este es Setrákus Ra. No
hay forma de saber que tan rápido se cura o que tecnología
tiene a su disposición para cuidarlo y que recupere la salud.
Se clavó directamente en su corazón, sin embargo. Lo vi. Sé
que le di.

—Tiene que estar muerto —digo en voz baja—. Tiene


que estarlo.

Me quito el cinturón del asiento del copiloto y me


levanto. Lexa me agarra del antebrazo antes de que pueda
salir de la cabina del piloto.

—Seis, hiciste lo que tenías que hacer —dice con


firmeza—. Lo que pensaste que era mejor. No importa lo
que suceda, si Setrákus Ra está vivo o muerto…

—Si está vivo, significa que Sarah murió en vano —le


contesto.

—No fue en vano —dice Lexa—. Ella te sacó de allí. Ella


te salvó.

—Ella debería haberse salvado a sí misma.


—Ella no lo creía así. Ella… Mira apenas conocía a la
chica. Pero me pareció que sabía lo que estaba en juego. Ella
sabía que estamos luchando una guerra. Y en la guerra hay
sacrificios. Bajas.

—Es fácil para nosotros decirlo. Estamos vivos. —Me


muerdo el labio y tiro de mi brazo lejos de Lexa—. Crees
que… Mierda, Lexa. ¿Crees que algo de lo que estás
diciendo va a hacer que sea más fácil para los otros? ¿Para
John?

— ¿Alguna vez ha sido fácil para alguno de ustedes? —


Lexa pregunta, mirándome—. ¿Por qué sería diferente
ahora? Este es el final, Seis. De una forma u otra, nos
estamos acercando al final. Haz lo que tenga que hacerse, y
siéntete mal por ello más tarde.

Salgo de la cabina con las palabras de Lexa aún


resonando en mis oídos. Quiero sentirme enojada. ¿Quién es
ella para decirme cómo actuar? Los Mogs no la cazaban a
ella. Se ocultó durante años sin intentar ponerse en contacto
con nosotros. Solo apareció ahora, porque se dio cuenta de
lo desesperada en que se había vuelto nuestra situación, y se
puso manos a la obra. Diciéndome lo qué debo sentir.

La cosa es, que tiene razón. Ella tiene razón, porque la


verdad es que, no cambiaría lo que hice. No perdería mi
oportunidad con Setrákus Ra, aun sabiendo lo que sucedería
con Sarah. Potencialmente billones de vidas están en juego.

Tuve que hacerlo.

En la cabina principal, alguien ha utilizado la pantalla


táctil de la pared para hacer salir camas del piso. Esas son las
mismas camas en las que dormimos todos esos años atrás
cuando llegamos a la Tierra. Grabé mi número en una de
ellas.

El cuerpo de Sarah descansa sobre esa cama, porque el


universo tiene un sentido del humor enfermo.
Mark está sentado junto a la cama de Sarah, la barbilla
apoyada en su pecho, dormido. Su cara está hinchada, y está
cubierto de sangre seca, al igual que casi todos nosotros. No
se ha separado de al lado de Sarah desde que todo se vino
abajo. Francamente, me alegro de que por fin esté dormido.
No podía soportar mucho más la mirada acusadora que ha
estado lanzándome. Sé que está enfadado y herido, pero no
puedo esperar para salir de esta estrecha nave y alejarme de
él.

Bernie Kosar se encuentra en el suelo junto a Mark. Me


observa salir de la cabina y en silencio se levanta. El Beagle
se acerca y se frota contra mi pierna, gimiendo en voz baja.
Me agacho para rascarle distraídamente detrás de las orejas.

—Gracias, muchacho —susurro, y BK se queja de nuevo,


suavemente.

Me muevo más atrás. Eli está acurrucada en una de las


camas, con la cara volteada hacia la pared. Mi mirada se
detiene en ella por un segundo, el tiempo suficiente para
asegurarme de que todavía esté respirando. Ella fue la
primera persona que vi morir ayer, excepto que de algún
modo regreso a la vida. Cuando se arrojó a esa columna de
energía Loriense en el Santuario, rompió el hechizo que
Setrákus Ra había puesto en ella. Aparentemente, hay efectos
secundarios de bañarse en un montón de energía Loriense y
morir brevemente. Ella regreso a nosotros como… bueno,
no estoy segura del todo.

En la parte trasera de la nave, encuentro a Adam sentado


en el borde de otra cama. Viendo los círculos oscuros
alrededor de sus ojos y su piel cada vez más pálida, estoy
segura de que Adam no ha dormido. En cambio, ha estado
manteniendo un ojo sobre Marina. Está atada en la misma
cama en la que Adam está sentado, con los ojos cerrados, su
rostro está horriblemente magullado, aun sangra de una
costra alrededor de sus fosas nasales. Setrákus Ra la golpeó
contra el suelo una y otra vez, y no ha recuperado la
conciencia desde entonces. Está viva, sin embargo, y con
suerte John será capaz curar lo que sea que esté mal con ella.

Adam sonríe débilmente cuando me siento frente a él.


Otro de nuestros heridos amigos está acurrucado en sus
brazos. Dust también estuvo a punto de morir en el
Santuario. A pesar de que sigue estando nervioso y débil,
Dust ha recuperado algo de movilidad y al menos ha logrado
cambiar a la forma de un lobo cachorro. No es exactamente
feroz, pero es un paso en la dirección correcta.

—Hey, doc —le digo a Adam, manteniendo mi voz


tranquila.

Él resopla.

—Te sorprendería el poco entrenamiento médico que


recibimos los Mogadorianos. No es una prioridad cuando la
mayoría de tus soldados son desechables. —Adam gira su
cabeza para mirar a Marina—. Su pulso es fuerte, sin
embargo. Incluso yo puedo decir eso.
Asiento. Eso es exactamente lo que quería oír. Recorro el
espacio entre nosotros y rasco a Dust en la nariz. Una de sus
patas traseras empieza a palpitar en respuesta, aunque no
estoy segura si es porque lo está disfrutando o si son los
efectos secundarios de su electroshock.

—Se ve un poco mejor —le digo a Adam.

—Sí, va a estar aullándole a la luna en poco tiempo —


Adam responde, mirando por encima de mí como siempre
lo hace—. ¿Y tú? ¿Cómo te sientes?

—Cómo mierda.

—Lo siento, no pude hacer más —dice Adam. Cuando la


batalla en el Santuario llegó a su fin, Adam y Mark trajeron a
Marina a la nave de Lexa antes de que Setrákus Ra pudiera
matarla. Eso es lo que provoco que Sarah y yo nos
enfrentáramos solas contra Setrákus Ra.
—Hiciste lo suficiente. Salvaste a Marina. La trajiste de
regreso aquí. Yo…

Mi mirada se desvía involuntariamente hacia Sarah. Adam


se aclara la garganta para llamar mi atención. Sus ojos se
posan en los míos, amplia y firmemente.

—No fue tu culpa —dice con firmeza.

—Escuchar eso no lo hace más sencillo.

—Necesitaba decirlo. —Ahora es el turno de Adam de


romper el contacto visual. Él mira el cuerpo acurrucado de
Ella y frunce el ceño—. Espero que lo hayas matado, Seis.
La cosa es que, ya sabes, si hubieras sabido las
consecuencias, no lo hubieras hecho.

No interrumpo a Adam, a pesar de que lo que está


diciendo sobre mí podría no ser cierto. Es raro sentir
esperanza de que mate a Setrákus Ra al mismo tiempo que
me siento culpable por lo que le sucedió a Sarah, todo esto
empeora por una corriente interna de temor de que no
sirviera de nada todo esto. Soy un desastre.

—Respeto eso de ustedes —Adam continúa—. La


mayoría de ustedes los Garde, tienen fuerza y compasión en
su interior. Es lo opuesto de mi pueblo. Yo… trato de que
no me importe lo que sucedió.

En el Santuario, Adam tuvo su momento cuando


consiguió hacer temblar a Setrákus Ra. Esto fue antes de que
Eli rompiera el hechizo que unía su vida a la de su malvado
bisabuelo. Incluso sabiendo que iba a matar a Eli, Adam se
fue directo a la yugular de Setrákus Ra.

—Tu gente —Adam continúa después de un momento—


, toma en cuenta los costos, llora sus pérdidas, trata de hacer
lo correcto. Envidio eso. La capacidad de saber qué es lo que
está bien sin —sin tener que luchar en contra de tu
naturaleza.

—Te pareces a nosotros más de lo que crees —le digo.


—Me gustaría pensar que si —Adam responde—. Pero a
veces no estoy seguro.

—Tenemos que pesar todas las cosas —le digo—. No es


una cuestión de naturaleza. Es una cuestión de seguir
adelante y hacer lo mejor.

Adam abre la boca para responder, pero las palabras no


salen. Está mirando más allá de mí. Un suave resplandor azul
emana por encima de mi hombro.

Me giro para ver que Ella se ha sentado sobre su cama.


Todavía crepita con la energía Loriense, sus ojos color
marrón fueron completamente reemplazados por ojos color
azul cobalto. Cuando habla, su voz tiene ese extraño eco,
como cuando Legado hablaba a través de ella.

—No tienes de que sentirte culpable —le dice a Adam—.


Sabía lo que ibas a hacer tan pronto como bajé del Anubis.
Te estaba esperando.
Adam se queda mirando a Eli. —No yo—yo ni siquiera
sabía lo que iba a hacer cuando bajaste del Anubis.

—Oh, sí lo sabías.

Adam mira hacia otro lado, claramente incómodo bajo la


mirada de Ella. Si está aliviado de que Eli lo perdonara por
lo que pasó en el Santuario, no lo demuestra.

—Y Seis. —se gira hacia mí ahora—. Al salir de este


mundo, Sarah pensó en muchas cosas. Sobre todo en John y
su familia. Pero también pensó en ti, y en cómo se alegraba
de que estuvieras aquí para cuidar de John y al resto de
nosotros.

— ¿Estabas en su cabeza cuando murió? —le pregunto a


Ella, tratando de entender su nuevo y ampliado legado.

Se pellizca el puente de la nariz y cierra los ojos, lo que


provoca que la habitación se oscurezca un poco.
—Todavía estoy acostumbrándome a lo que puedo hacer.
A veces es difícil... desconectarse.

— ¿Eso es en todo lo que estaba pensando?

La pregunta viene de Mark. No estoy segura de cuánto


tiempo ha estado despierto y escuchando nuestra
conversación. Mira a Eli con esperanza desesperada, y noto
que su labio inferior tiembla. Ella le devuelve la mirada con
frialdad, y me pregunto si se le freirían algunos circuitos
emocionales durante su encuentro con Legado.

— ¿Qué es lo que realmente quieres preguntarme, Mark?


—Ella le pregunta con calma.

—Yo… nada. No es importante —Mark contestó,


mirando de nuevo hacia el suelo.

—Cruzaste su mente, también, Mark —dice Eli.

Mark traga saliva cuando oye esto y asiente, tratando de


no mostrar ninguna emoción. Estudiando a Eli, no estoy
segura de sí está diciendo la verdad o simplemente está
tratando de hacer que Mark se sienta mejor. Sus ojos
eléctricos son ilegibles.

—Estamos aquí —Lexa anuncia por el


intercomunicador—. Vamos a aterrizar.

Lexa aterriza la nave en un amplio campo abierto junto a


una pequeña cabaña de troncos. Viendo por la ventana el
lugar, es difícil creer que es aquí donde el gobierno está
planeando su contraataque contra los Mogadorianos.
Supongo que es una especie de punto estratégico. Con el sol
apenas elevándose sobre el lago Erie, llamaradas de luz color
rosa ondulan a través de la superficie del agua. Es una escena
tranquila y se vería totalmente como un refugio hippie de
yoga si no fuera por la presencia de los soldados armados y
sus Humvees2 camuflados en la línea de árboles.

2
Vehículo de alta movilidad multipropósito
Hay dos grupos esperándonos afuera de la cabaña e
incluso en mi estado de movimiento, es fácil leer la situación
basada en la distancia entre las facciones. En el primer grupo
está nuestra gente —John, Sam, Nueve, Malcolm, y una
chica que reconozco de la cumbre telepática de Ella, pero
cuyo nombre no conozco. Detrás de ellos, separados por
unas treinta yardas, hay un contingente de personal militar
que ven nuestra nave con gran interés. Me parece que a
pesar de que los militares están trabajando junto con la
Garde, siguen estando muy al pendiente de nosotros. Juntos,
pero aparte.

En ese grupo de soldados, reconozco a la agente Walker.


Mientras observo, aplasta con nerviosismo un cigarrillo y se
gira para responder a una pregunta formulada por el hombre
mayor de pie junto a ella. Él está claramente a cargo. El tipo
luce un plateado corte de pelo de y un curtido bronceado,
como si ellos simplemente lo hubieran sacado del campo de
golf. Se parece a una de esas personas mayores que todavía
están ahí fuera corriendo maratones, todo postura rígida y
fibrosos músculos. Lleva un traje militar formal cubierto con
una cantidad estúpida de medallas. Está rodeado por una
media docena de soldados con rifles de asalto para nuestra
protección, estoy segura. Dos chicos de su séquito destacan;
son gemelos si no estoy equivocada, y al parecen son de mi
edad, demasiado jóvenes para ser realmente soldados
enlistados, aunque llevan los almidonados uniformes de
color azul claro correspondiente a los cadetes.

Observo todo esto durante los pocos segundos que tarda


Lexa en extender la rampa de salida y apagar la nave.
Examinar nuestro entorno es una buena distracción, una
manera de evitar mirar a John. Su cara es una máscara, su
mirada es fría, y aún no he descubierto qué diablos voy a
decirle.

Nuestro devastado grupo de batalla camina lentamente


por la rampa. Escucho los murmullos de nuestros
observadores militares y no puedo dejar de notar lo rastreras
que se ven las caras de nuestros amigos. Estamos cubiertos
de sangre y suciedad, golpeados, exhaustos. Además, Eli está
emitiendo ese débil resplandor de energía Loriense. Lucimos
terribles.

Malcolm trae una camilla y la empuja a través de la hierba


para llegar con Adam, quién trae a Marina en sus brazos. Me
toma un segundo darme cuenta de que Mark no ha bajado
de la nave; se quedó junto al cuerpo de Sarah.

Antes de que pueda detenerlo, Sam me envuelve en un


abrazo. Sólo cuando sus brazos me rodean me doy de lo
mucho que estoy temblando.

—Ahora estas bien —susurra en mi enmarañado pelo.

Me contengo, tratando de no quebrarme a pesar de lo mal


que me siento, y, me liberó de los brazos de Sam. Miro hacia
John, pero él ya está de pie junto a Marina, con las manos
brillando suavemente mientras le sostiene la cabeza. Hay una
mirada de profunda concentración en su cara mientras la
cura, y se tarda tanto tiempo que comienzo a contener el
aliento, preocupada de que el daño infligido por Setrákus Ra
sea peor de lo esperado. Después de un largo momento en el
que todos los relojes se detuvieron, John retrocede con un
drenado suspiro. Marina se mueve un poco en la camilla,
pero no despierta.

— ¿Está…? —Adam empieza a preguntar.

—Estaba muy mal, pero va a estar bien —John responde,


su voz es completamente neutral—. Sólo necesita descansar.

Después de eso, John se aleja del grupo y camina por la


rampa de la nave.

—John, espera —me escucho decir, a pesar de que no


tengo ni idea de lo que voy a decirle.

Se detiene y mira por encima de su hombro hacia mí,


aunque no me mira a los ojos.
—Lamento no haber podido… no haber podido
protegerla —le digo, mi voz se escucha temblorosa y,
aunque estoy mortificada de admitirlo, un poco
desesperada—. Juro que lo maté, John. Atravesé su maldito
corazón.

John asiente, y puedo ver una vena en el cuello espasmos,


como si estuviera tratando de controlarse.

—Nosotros no somos los culpables de las acciones de


nuestros enemigos —John me responde, y lo que dijo suena
vacío, ensayado, como si supiera que esta conversación iba a
suceder. Sin decir una palabra más, sube la rampa y
desaparece en la nave de Lexa.

Le sigue un silencio sombrío. El personal militar regresa a


la cabaña, que debe tener unos muy grandes niveles
subterráneos para dar cabida a todos ellos, y Nueve
comienza a guiar a nuestro grupo al interior después de que
ellos entran. Miro por donde despareció John, Sam se queda
persistentemente a mi lado.

—Lo siento, Seis, pero no lo conseguiste.

Es Eli. Está de pie junto a mí, mirándome con esos ojos


vacíos de todo excepto de energía Loriense. Debo parecer
temblorosa de nuevo, porque Sam pone su brazo alrededor
de mí, sosteniéndome.

— ¿No conseguí qué?

—Matarlo —responde Eli—. Lo heriste, pero… todavía


puedo sentir que está allí afuera. Setrákus Ra está vivo.
TAN PRONTO COMO ESTOY A BORDO DE LA
NAVE, BERNIE Kosar se detiene frente mí. Su cola está
entre sus patas, y extiende las patas delanteras hacia fuera,
arqueando su espalda baja, con la cabeza hacia abajo. Es
como si estuviera inclinándose ante mí o esperando a que le
pegue fuertemente con un periódico enrollado. Desde el
fondo de su vientre, deja escapar un aullido bajo y triste.

Me toma un segundo darme cuenta de por qué está


haciendo esto. En Chicago, la última vez que vi a Sarah,
envié a BK con ella. Le había dicho a BK que la mantuviera
a salvo.
Oh Dios, BK, no es tu culpa, le digo telepáticamente. Me
arrodillo, pongo mi brazo alrededor de su cuello peludo y lo
abrazo fuertemente. BK babea sobre mi mejilla y se queja.
Las lágrimas brotan en mis ojos, las primeras que han salido
desde que escuche el hilo de la voz de Sarah
desvaneciéndose a través de mi teléfono vía satélite.

Las lágrimas no son lo mío. Primero Seis, ahora BK —la


culpa que sienten, me destroza. Sarah también era su amiga.
Ellos sienten esta pérdida al igual que yo, y es peor para ellos
por el hecho de que piensan que me defraudaron, que voy a
culparlos. Debería haber hablado con Seis, debería haberle
dicho algo más, pero simplemente no podía encontrar las
palabras adecuadas. Debería haberle dicho que sólo hay dos
personas que hago responsables de lo que le ocurrió a Sarah.

Setrákus Ra.

Y yo.
Nunca he sido bueno en expresar ese tipo de
sentimientos, hablar sobre mí, mis miedos y debilidades. En
realidad, sólo hay una persona con la que me he sentido
realmente cómodo hablando de esas cosas.

Sarah.

Me pongo de pie, me adentro más en la nave y la veo. En


la iluminación tenue de la nave, tendida en una cama, con
una sábana hasta la barbilla —ella podría estar durmiendo.
Su pelo rubio está disperso en la almohada debajo de ella. Su
piel es pálida, muy pálida, el color ha desaparecido de sus
labios. Avanzo hacia adelante sintiéndome como si estuviera
en un sueño.

Mark James también está aquí, sentado junto a la cama de


Sarah. Se pone de pie cuando me acerco, y estoy vagamente
consciente de la mirada asesina en su rostro. Por un
segundo, creo que podría interponerse en mi camino.
Viéndome debe de pensarlo mejor, porque se hace a un
lado a toda prisa. La ira en sus ojos es sustituida por
curiosidad, como si yo fuera un animal extraño.

O como si fuera un alienígena, capaz de hacer cosas que


no puede entender.

No dice nada cuando me arrodillo junto a Sarah. Tiro de


la sábana que cubre su cuerpo, y se pega del lado en el que la
sangre de sus heridas ya se ha secado. Está toda desgarrada.

Siento como si tuviera que llorar. O gritar. Pero todo lo


que siento es un vacío.

Y entonces mis manos se extienden hacia adelante, sin


pensar, actuando con una combinación de instinto y
desesperación. Presiono en sus heridas, siento su fría piel
bajo mis dedos, y dejo que mi energía curativa fluya dentro
de ella.
Cuando Sarah y Ella fueron acribilladas con fuego de
cañón en la Base de Dulce, me las arreglé para curarlas.
Estaban a punto de morir, y logré salvarlas. Tal vez… tal vez
aún haya esperanza ahora.

Mis manos se calientan. Brillan. La piel pálida de Sarah se


tiñe de rosa de pronto, y mi corazón late como loco.

Es un truco de la luz. Mi legado no está funcionando. No


hay chispa en Sarah que pueda volver a encenderse.

Dejo que el poder se filtre a la distancia. Ahora que he


visto de primera mano las heridas de Sarah, las horrible
visiones que me persiguieron durante horas y que esperé a
que desaparecieran. Se han convertido en realidad. Con
manos temblorosas, cubro el cuerpo de Sarah con la sábana.

No es en los detalles morbosos en lo que me encuentro


centrado. Eso no se quedará en mí. Es su cara —teñida de
azul en la tenue luz. Ella no parece sentir ningún dolor; no
hay líneas de arrugas en su piel y sus ojos están cerrados. Los
labios de Sarah se fruncieron para siempre en una casi-
curiosa sonrisa. Me inclino y beso suavemente esa sonrisa,
no me sorprendo por lo frío de sus labios. Entonces bajo mi
cabeza, descansándola en su pecho. Probablemente parece
que estoy escuchando el latido de su corazón, pero sólo
estoy diciendo adiós.

No lloro. Ella no querría que lo hiciera. Sin embargo, el


insomnio que sentía antes, se ha ido. Siento que por fin
puedo descansar, aquí, con Sarah.

—¿Eso es todo?

Mark. Me había olvidado por completo de que él estaba


en la habitación conmigo.

Levanto la cabeza y me giro lentamente, sin ponerme de


pie. La cabeza de Mark está inclinada; mirándome fijamente,
abriendo y cerrando los puños.
— ¿Qué? —pregunto, sorprendido por lo cansado que
sueno.

—Yo dije, ¿eso es todo? —repite, las palabras suenan


más duras ahora—. ¿Eso es todo lo que vas a hacer?

—No hay nada más que pueda hacer, Mark —le contesto
con un suspiro—. Se ha ido.

— ¿No puedes traer de vuelta a los muertos?

—No. No soy un dios.

Mark niega con la cabeza como si esperara esa respuesta y


aun así se siente decepcionado. —Mierda —se dice,
entonces me mira directamente a los ojos—. ¿Para qué
diablos sirves?

No voy a hacer esto con él. Aquí no. Jamás. Me pongo de


pie lentamente, le hecho una última mirada a Sarah y camino
en silencio hacia la rampa de salida de la nave.

Mark se interpone en mi camino.


—Te he hecho una pregunta —dice.

Por un momento, su tono de voz me regresa a la


secundaria de Paraíso. Sé que no es el mismo atleta que me
atormentaba a mí y a Sam —ahora tiene un aspecto salvaje y
una mirada obsesionada en sus ojos, el cabello despeinado y
la ropa sucia, esto avergonzaría hasta el infierno al viejo
Mark James. Pero sigue siendo un maestro en poner esa voz
de macho alfa. Le hace parecer más grande de lo que es en
realidad.

—Mark —le digo a modo de advertencia.

—No puedes simplemente alejarte de esto —responde.

—Fuera de mi camino.

Él me empuja. El contacto de hecho me sorprende y me


hace tropezar unos pasos hacia atrás. Lo miro fijamente.

—Estás enojado; estás sufriendo… —le digo a Mark,


manteniendo mi voz calmada a pesar de que quiero gritarle.
Como si no me sintiera de la misma manera. Como si no
quisiera golpear una pared—. ¿Pero esto… nosotros? ¿Pelear
por ninguna razón? No va a pasar.

—Oh, ahórrame tu rutina de gran-hombre, John, —dice


Mark—. Yo estaba allí cuando ella murió. Yo. No tú. Pasó
sus últimos momentos en el maldito teléfono contigo,
hablándote. Tú. El tipo que provoco que la mataran.

Duele escuchar que lo que dice Mark es lo mismo que yo


había estado pensando.

—Estábamos enamorados —le digo.

Mark rueda los ojos hacia mí.

—Tal vez. Tal vez realmente lo estaban. Pero —vamos.


Un misterioso nuevo chico llega a la pequeña ciudad, y oh,
tiene súper poderes. Y, oh, está tratando de salvar el mundo.
¿Qué chica no cae en esa mierda, eh? Mierda, mírame,
también estoy aquí. Al igual que el cabrón de Sam Goode. A
todos nos liaron en su torbellino de sufrimiento.

—Ella no cayó en nada. Yo no la engañe. —Mis palabras


son más agudas ahora. Sus palabras están empezando a
meterse bajo mi piel—. Estábamos enamorados antes—
antes de que incluso supiera de mí y lo que soy.

— ¡Pero tú lo sabías! —Mark grita, dando un paso hacia


mí— Siempre supiste lo que significaba estar cerca de ti y
aun… ¡aun así saliste con ella! ¿En todas esas ciudades a las
que viajaste antes de Paraíso, con cuántas… con cuántas
chicas saliste?

Niego con la cabeza, perdiendo el hilo de lo que Mark


está tratando de demostrar.

—Con ninguna…

— ¡Exactamente! Te mantuviste en tus pantalones


porque sabías que estar cerca de ti era una sentencia de
muerte. Excepto con Sarah. Simplemente no podías dejarla
en paz. Fuiste egoísta, o te sentías solo, o lo que sea; y tú…
tú provocaste que la mataran. Estaría viva y feliz si sólo
hubieras ido a otra ciudad, John. Sí, toda esta invasión
todavía estaría pasando, pero tengo la sensación de que las
naves de guerra Mogadorianas están muy lejos de Paraíso.
Sin ti, sin tus pendejadas, al menos ella habría tenido una
oportunidad.

No sé cómo responder. Parte de lo que Mark dijo es


cierto, pero ignora gran parte de lo que Sarah y yo
compartíamos. Tal vez fue egoísta de mi parte involucrarla,
excepto que cada vez que trataba de alejarla ella volvía. Sarah
tomo sus propias decisiones. Ella era fuerte y me hizo más
fuerte. Y fue la primera persona en la Tierra que me hizo
sentir como si realmente tuviera la oportunidad de una vida
normal, como si hubiera algo más que simplemente correr
sin fin y luchar. Sara me dio esperanza. Pero no tengo las
palabras para explicárselo a Mark, y tampoco quiero. No
necesito defenderme.

—Tienes razón —digo con frialdad, con la esperanza de


que esto sea suficiente para poner fin a esto.

— ¿Tengo… tengo razón? —Mark pregunta con


incredulidad, sus ojos muy abiertos— ¿Crees que eso es lo
que quiero oír?

Suspiro.

—Mark, la verdad es que no me importa lo que quieras.


Nunca me ha importado.

A continuación me golpea. Veo venir el golpe a una milla


de distancia, pero no me molesto en defenderme. Es un
gancho corto que me pilla justo en el estómago y me hace
aspirar aire con fuerza. No es la primera vez que Mark me ha
golpeado, y golpea con fuerza —tal vez un poco más duro
de lo que recordaba. Pero he recibido una gran cantidad de
disparos en los últimos meses, son más duros de lo que
Mark podría imaginarse, y apenas si sentí esté golpe.

Cuando no reacciono al primer golpe, Mark intenta con


otro. Sin embargo, su corazón no está en esté golpe. Lanza
un puñetazo a mi cabeza, pero parece cambiar de opinión en
el último momento, y su puño simplemente pega en la
esquina de mi mandíbula. La fuerza de su propio golpe hace
a Mark a un lado, donde tropieza con una de las camas
vacías, aterrizando en una incómoda posición sentado.

Se queda allí, mirando al suelo, e inhala profundo,


respirando agitadamente. Puedo decir que está tratando de
no llorar.

— ¿Te sientes mejor? —pregunto, frotando el centro de


mi tórax.

—No —responde—. No, no lo creo.


— ¿Y cuando terminemos esta guerra y destruyamos a
todos los Mogs que se interpongan en nuestro camino? ¿Te
sentirás mejor entonces?

Mark me mira, y lo que veo en su cara me sorprende. Es


pena. Me di cuenta de lo que acabo de decir en realidad no
era una pregunta para él. Es una pregunta para mí. Tengo un
poco de miedo de averiguar la respuesta.

—Eso no va a traerla de vuelta —dice.

No respondo. Le echo una última mirada a Sarah y


camino de regreso hacia la salida de la nave. En la puerta,
hago una pausa y doy media vuelta.

— ¿Harías algo por mí? —Le pregunto, mi es voz baja,


sin emociones.

Mark frota su pulgar por los nudillos.

— ¿Qué?
—Voy a conseguir que nuestros amigos militares nos
presten un vehículo. Estamos a sólo unas pocas horas de
Paraíso. ¿La lleva…? —Mi voz se quiebra, y me apoyo con
una mano en el frío metal de la puerta—. ¿La llevarías a
casa?

Mark resopla. Cuando habla, la amargura regresa a su


voz.

—Claro, John. Sé que estas ocupado, por lo que voy a


hacer la parte más difícil por ti. ¿Debo decirle a su mamá que
le mandas saludos?

Cierro los ojos, respiro profundamente y exhalo.

—Gracias, Mark —digo sin sentirlo realmente, y


entonces lo dejo a él y al cuerpo de Sarah atrás. Camino a
zancadas por la rampa de la nave y por el césped, en
dirección a la cabaña poco imponente donde actualmente se
esconde la mejor esperanza de la humanidad para sobrevivir.
El sol está saliendo, hay una franja de color naranja brillante
en el horizonte, calentando el azul frío del lago. Pienso en el
pálido rostro de Sarah, en sus fríos labios, y entonces
recuerdo cómo el sol se filtraba a través de su pelo rubio y
en lo que se habría convertido para mí un momento como
este, mientras ella apretaba mi mano de esa manera, y no
pudimos compartirlo juntos.

Hago los recuerdos a un lado. Enterrándolos en algún


lugar profundo. Me dirijo dentro de la cabaña con un
propósito y solo un propósito.

Solía pensar que podría haber algo más para mí aparte de


correr y pelear.

Ahora todo lo que me queda es matar.


CUANDO ME DEPIERTO, ME TOMA UN
MOMENTO darme cuenta de dónde diablos estoy. Algo del
arte malo del motel se me queda viendo desde las paredes
con paneles de madera. Estoy toda enredada en una sábana
rasposa. Debo haber estado dando vueltas como loca. Siento
como si sólo hubiera dormido durante unas horas.

El Patience Creek Bed & Breakfast. Un antiguo lugar de


reunión de espionaje de la época de la Guerra Fría. Sam me
puso al corriente de los detalles, mientras que me cargaba
por los pasillos. Estaba tan agotada y delirante, que estoy un
poco sorprendida de recordar algo de lo que me conto.

Sam.
Está a mi lado. Al otro lado de la cama. Ya está despierto
y sentado, con los pies sobre el piso, de espaldas hacia mí.
No se ha dado cuenta de que estoy despierta todavía. Sam se
rasca el cuello y bosteza. Se quita la camisa de dormir, y lo
veo extender la mano hacia la gastada camiseta gris que
cuelga en el respaldo de una silla, se concentra y hace flotar
la camisa hacia él con telequinesis.

Sonrío somnolienta. Es difícil creer que esté es el mismo


chico torpe que estaba por los pasillos de la secundaria de
Paraíso que casi consigue que lo maten la noche que nos
conocimos. Eso no fue hace tanto tiempo, pero mucho ha
cambiado. Sam todavía sigue siendo delgado y un poco
larguirucho, sin embargo, hay una capa de músculo en él
ahora. Y luego están las cicatrices, rosadas, frescas y
levantadas en las muñecas y los antebrazos, resultado del
tiempo que Sam pasó siendo torturado por Setrákus Ra.
Le pongo una mano en su espalda y la deslizo por su
columna. Él brinca, pierde la concentración, y su camiseta
cae.

—Buenos días —le digo en voz baja—. Es de mañana,


¿cierto?

—Es casi mediodía —Sam responde dándose la vuelta


hacia mí con una sonrisa. Sus ojos me miran por un
momento pero luego se sorprende a sí mismo, se ruboriza y
mira hacia otro lado con timidez.

Se me ocurre entonces que no estoy usando nada de ropa.

Ahora recuerdo lo que pasó. Después de que Eli me dio


la noticia de que no maté Setrákus Ra, me vine abajo. Una
vez que Sam me trajo a su habitación, me recomendó
encarecidamente que tomara una ducha, y lo hice, lavando el
polvo verde-gris de lo que solía ser el Santuario junto con la
sangre seca de Sarah. Recuerdo muy claramente la forma en
que la mugre se agrupó alrededor de los dedos de mis pies y
se fue en círculos por el desagüe. Inhale vapor y presioné mi
frente contra las frías baldosas, dejando que se me arrugara
la piel y se pusiera colorada por el calor.

Y luego, en algún momento, me metí en la cama. Sam


trató de permanecer despierto, pienso, pero no pudo
lograrlo. Y no me había dejado nada limpio para ponerme,
así que. . .

—Había dejado algo de ropa sobre la mesa —Sam dice


con cautela.

—Oh, imagino que lo hiciste —digo en voz alta. Una


túnica holgada con estampado de flores y unos vaqueros que
parecen peligrosamente acampanados me esperan al otro
lado de la habitación. Supongo que tenemos que aceptar
cualquier prenda sobrante que esté flotando alrededor del
escondite. Al menos espero que estén limpias.

—Yo, eh, bueno, sólo me quedé un poco dormido


aquí… —Sam avanza torpemente—. No quería despertarte.
Lo siento si lo hice —Uh, de todos modos, podemos
conseguirte tu propia habitación…

—Está bien, Sam. Relájate —le contesto sentándome, no


se siente muy modesto. Avanzo silenciosa hacia él, pongo un
brazo por encima de su hombro y engancho el otro
alrededor de su cintura, abrazándolo cerca. Su piel se siente
caliente contra la mía.

—Después de lo que paso, pensé que harías… no lo sé.


Me harías a un lado otra vez —Sam dice en voz baja, medio
distraído, probablemente sea a causa de que lo estoy besando
en la parte posterior de su cuello.

—No —le contesto.

—Bien —murmura.

Está bien, quizás este no sea el momento más adecuado.


Todavía tengo muchas cosas en mi mente y en mi
conciencia, pero si algo he aprendido de John y Sarah, es que
tienes que aprovechar estos momentos, no huir de ellos.
Nunca se sabe cuándo podría ser la última oportunidad.

Por supuesto, somos interrumpidos unos dos minutos


después por un golpe en la puerta. Sam salta de la cama
como si fuera a meterse en problemas, se pone la camisa y se
va a la puerta. Voltea hacia atrás a verme, y le sonrío,
cubriéndome con la sábana hasta la barbilla.

Sam abre un poco la puerta. Me sorprendo al ver a los


jóvenes gemelos que vi ayer cuando llegamos, los que
estaban con que el general Lawson que por lo que Sam me
dijo es el tipo que está a cargo.

Uno de ellos sólo mira fijamente a Sam, completamente


inexpresivo. El otro, un poco más amable, pero todavía
económico con sus palabras, anuncia: —Hay una reunión.

—Está bien —responde Sam—. Estaremos listos en un


minuto.
Los gemelos levantan una ceja al unísono cuando Sam
utiliza el "estaremos". Él les cierra la puerta en sus narices.

—Supongo que estamos de vuelta —me dice.

—De regreso a la guerra —le contesto con una sonrisa


agridulce.

Cuando empiezo a vestirme, asiento con la cabeza en


dirección a la puerta. Hay mucho acerca de nuestra situación
que todavía no conozco. Mejor resuelvo mis dudas antes de
dirigirnos a esa reunión con los militares.

— ¿Qué pasa con los gemelos?

—Caleb y Christian. —Sam me dice sus nombres y se


encoge de hombros—. Son un par de chicos de la escuela
militar. Ellos son NTALs.

—Sí, ellos parecían nenas.

Sam se ríe.
—No, no ‘nenas’. ‘NTAL’. N-T-A-L. No sé por qué
esperaba que supieras el nuevo y flamante acrónimo que el
gobierno acaba de inventar. Significa: Nativo Terrícola
Afectado por Legados.

— ¿Afectado? —Hago una pausa mientras me pongo la


camisa—. Hacen que suene como una cosa mala.

—Sí, utilizan 'aumentado' en lugar de ‘afectado’ cuando la


Garde está cerca, pero mi padre vio uno de los correos
electrónicos internos. —Sam se encoge de hombros como
disculpándose, como si fuera el embajador de toda la
humanidad—. Creo que los responsables de eso todavía no
están del todo seguros si los Legados son una buena cosa
para un grupo de adolescentes humanos en crecimiento.
Están preocupados de que pueda haber inconvenientes o
efectos secundarios.

—Sí, uno de los efectos secundarios es que hace que les


sea mucho más difícil a los Mogs dispararte a la cara.
—Vamos, yo sé eso —responde Sam—. ¿Pero para un
humano promedio, sin embargo? Esto es mucho para
asimilar. Quiero decir, tenemos dos tipos totalmente nuevos
de vida inteligente para asimilar en nuestras cabezas, y eso es
antes de llegar a la parte en la que ustedes los Lorienses nos
mutaron.

Alzo una ceja.

—Mutaron en el buen sentido —añade Sam.

—Entonces, ¿qué pueden hacer los gemelos? —le


pregunto, yendo de regreso.

Se encoge de hombros.

—Sólo telequinesis, por lo que se.

Estoy completamente vestida, pero todavía tengo más


preguntas. Me paro frente a la puerta con las manos en las
caderas.

—Así que el tipo Lawson. ¿Cuál es su cargo?


—Él era el presidente del Estado Mayor Conjunto en la
década de los noventa, supongo. Retirado.

Le doy a Sam una mirada de perdida.

—Presidente del Estado Mayor Conjunto es, como, el


puesto militar de más alto rango de América. Le informa
directamente al presidente, bla bla bla. —Sam se frota la
parte posterior de su cuello—. Yo tampoco sabía muy bien
lo que era, y eso que nací en este planeta.

—De acuerdo, ¿entonces qué ocurrió con el actual


presidente?

—Era de ProMog. Trajeron de regreso a Lawson porque


se había retirado hace tanto tiempo, que nadie se molestó en
corromperlo. Es como la versión humana de este lugar.

—Hablando de ProMog, vi a la agente Walker dando


vueltas la otra noche, también —digo, mi voz un poco
aguda—. ¿Confías en ella? ¿Confías en este tipo Lawson?
—Con Walker todo está bien. Luchó junto a nosotros en
Nueva York. En cuanto a Lawson. . . —Sam frunce el
ceño—. No lo sé. Es difícil para mí confiar en cualquier tipo
de organización después de lo de ProMog, pero tendrían que
estar locos para volverse contra nosotros ahora…

Mientras Sam habla, un viejo televisor posado sobre un


soporte contra la pared del fondo de repente se enciende
con un estallido de estática. Los dos nos volteamos hacia esa
dirección.

— ¿Qué demonios? —Pregunto.

Sam se frota las sienes.

—Este lugar tiene el cableado viejo o algo. La televisión


probablemente está llena de arañas.

—O de cámaras ocultas.

Sam me sonríe.
—Espero que no. De todos modos, no creo que estén lo
suficientemente organizados para espiarnos todavía.

Sam llega a la TV y pulsa el botón de apagado. No pasa


nada.

— ¿Ves? Roto —dice, antes de golpear el lado lateral del


televisor—. ¡Venga!

Cuando Sam habla, toda la electrónica en la habitación —


el televisor, la lámpara de mesa de noche, el antiguo teléfono
rotatorio — vuelven a la vida por un segundo. Un estallido
de estática del televisor, un destello de luz de la lámpara, un
estridente ring del teléfono. Sam no se da cuenta. Está
demasiado ocupado desconectando el televisor de la pared,
lo que provoca que finalmente se apague.

— ¿Ves? Estaba loca. Todo el lugar es una locura.

Lo miro.

—Sam, no es el cableado. Eres tú.


— ¿Qué soy yo?

—Hiciste lo mismo con todo los demás aparatos


eléctricos —le digo—. Creo que estás desarrollando un
nuevo legado.

Las cejas de Sam se levantan, y baja la vista hacia sus


manos.

— ¿Qué? ¿Tan pronto?

—Sí, llegan rápidamente una vez que la telequinesis se


manifiesta —le contesto—. Viste a ese niño en la cumbre
telepática de Eli. El alemán.

—Bertrand el apicultor —dice Sam, recordándome su


nombre—. Daniela tiene uno, también. Supongo que no
pensé que fuera a pasar tan poco tiempo para mí. Todavía
me estoy acostumbrando a la telequinesis.

No sé quién es Daniela, pero asiento de todos modos.


—La Entidad sabía que el mundo necesita que lo
protejan a toda prisa.

—Eh —dice Sam, reflexionando sobre esto—. De modo


que, es algo relacionado con la electrónica.

Se voltea de nuevo hacia el televisor y dirige sus manos


hacia él. Emite una ráfaga telequinética que golpea al
televisor en su soporte haciéndolo caer al suelo con un
fuerte golpe.

—Vaya.

—Bueno, al menos tienes telequinesis.

Sam se voltea hacia mí.

—Si tienes razón, ¿cómo consigo que funcione?

Antes de que pueda decirle a Sam que no tengo ni idea,


somos interrumpidos por otro golpe en la puerta. Un
segundo más tarde, uno de los gemelos nos dice con voz
apagada.
—Uh, lo que sea que están haciendo ahí, ¿podría esperar?
El general Lawson nos dijo que si no nos reuníamos con
todo el mundo a las novecientas, patearía nuestros culos.

Intercambio una mirada con Sam.

—Hablaremos de esto más tarde —le digo.

Él asiente, y abre la puerta para reunirnos con los dos


sombríos cadetes militares. A medida que avanzamos por el
pasillo, Sam se le queda viendo a cada lámpara que está en el
techo como si fueran un enemigo que necesita ser
conquistado.
NO HAY MUCHO PARA CONVERSAR, LOS
GEMELOS NOS GUÍAN a través de los serpenteantes
corredores del subsótano. Pronto estamos afuera de la sala
de conferencias. Malcolm llega al mismo tiempo que
nosotros de un pasillo diferente y se dirige hacia nosotros.
Los gemelos entran como un dardo a la sala, probablemente
preocupados por llegar tarde, mientras que los hombres
Goode y yo nos quedamos afuera.

Malcolm pone una gentil mano en mi hombro.

— ¿Cómo lo llevas, Seis?

Fuerzo una sonrisa.


— Lo estoy llevando —le echo un vistazo a Sam, y la
sonrisa ya no parece tan forzada. —, su hijo está
ayudándome a no perder la cabeza.

Sam se sonroja y se aparta un poco de su padre.

Malcolm le da una palmadita en la espalda.

— Bien, bien —dice. —, en tiempos como estos,


necesitamos apoyarnos los unos a los otros.

— ¿Cómo sigue Marina? — le pregunto a Malcolm. Lo


último que supe de ella, es que la llevaron dentro de la
cabaña en una camilla.

— Los médicos dicen que sus signos vitales son fuertes, y


ella despertó hace poco para comer algo —Malcolm
responde. —. Sí, John la curó, pero cuando el daño es tan
grave, no querrás apresurar nada. Ahora ella está
descansando.
— Seis estuvo preguntando sobre Lawson —Sam le dice
a su papá, bajando la voz. Me mira. —. Mi padre estaba con
la gente de Walker en Ashwood hasta que todos tuvieron
que evacuar. Después estuvo en… ¿dónde estuviste?

— En la Base de la Libertad. Me encontré con el


presidente — Malcolm dice con una sonrisa divertida. —,
me dijo que era un gran fan de mis documentos de
comunicación intergaláctica. Un mentiroso experto.

—El presidente, ¿está aquí ahora? — le pregunto.

—No, me fui de la Base de la Libertad a toda prisa para


volver a conectar con ustedes, pero lo último que supe es
que iban a mantener a Jackson en movimiento.
Manteniéndolo a salvo de esa manera.

—Huyendo —le digo —, sí. He estado en esa situación.


—Un hecho interesante que recogí. . . — Malcolm baja la
voz, a pesar de que estamos solos. —La hija del presidente,
Melanie, es una de ustedes.

Mis cejas se levantan.

—Espera. ¿Cuándo se reportaré para el deber?

La sonrisa de Malcolm se oprime.

—No creo que eso vaya a suceder. Pero, al menos, eso


significa que tenemos al presidente de nuestro lado.

—Y Lawson le reporta directamente a él…— Sam trae


de regreso a su padre a lo que estábamos hablando
originalmente.

—Ah cierto. Bueno, es un hombre difícil de entender —


Malcolm dice pensativo. —, parece que es una persona de
fiar, aunque tiene un tipo de implacable piedad pragmática.
Es un poco de la vieja escuela, como suele decirse. Como
mínimo, todos queremos lo mismo.
— Sí, a los mogs muertos— le contesto, y asiento hacia la
sala de conferencias. —. Veamos qué es lo que tiene que
decir.”

Cuando entramos, la mayor parte de nuestro grupo ya


está sentado alrededor de una mesa larga, ovalada. John está
sentado en un extremo, un poco encorvado. Lexa se sienta
junto a él, los dos están sumidos en una conversación en voz
baja. Lexa sostiene algo para que John lo examine, y lo
reconozco como uno de los dispositivos de camuflaje que
recuperamos en México. Esa es nuestra clave para poder
atravesar los escudos que rodean cada nave de guerra mog.

John mira en mi dirección cuando entro, y prácticamente


me congelo. Sin embargo, él asiente hacia mí, y a su vez yo
asiento hacia él, después inmediatamente regresa a su
conversión con Lexa. Creo que nos enfocaremos en el
trabajo a realizar y nos lamentaremos después.

Eso es bueno.
Nueve se sienta al otro lado de John, y junto a Nueve está
Ella. Sus ojos no han dejado de brillar intensamente, lo cual
está atrayendo una gran cantidad de miradas de los militares
agrupados en la habitación. Al tomar asiento, Nueve se
inclina hacia Eli

—Por lo tanto, Lite-Brite3, ¿es esto una cosa permanente


o puedes apagarlo?

Estudio a Eli buscando una reacción. Estoy feliz de ver


una pequeña y avergonzada sonrisa cruzar su rostro. La niña
solía tener un flechazo con Nueve, y que él se esté quejando
de su espectáculo de luz logra llegar hasta el fondo de ella.
Así que todavía queda un poco de la vieja Eli. Antes de
responderle a Nueve, Eli se concentra, y la energía cobalto
chispea provocando pequeños escalofríos a su alrededor.

—¿Mejor? —le pregunta.

3Lite-Brite es un juguete electrónico cual fue introducido en los Estados Unidos en 1967 por la compañía Hasbro. Lite
Brite permite la formación de dibujos iluminados por medio de estaquillas de colores en un tablero negro.
—Recuérdame tener las gafas de sol a la mano cuando
estés cerca— Nueve responde.

Eli sonríe, esta vez con más facilidad, y se inclina hacia


Nueve.

—Seis —Sam me da un codazo —. Esta es Daniela.


Nosotros la conocimos en Nueva York.

Al otro lado de la mesa frente a mí se encuentra la chica


delgada con el pelo trenzado que vi por primera vez en la
reunión en el sueño de Eli y luego otra vez la noche anterior.
Se balancea embarazosamente, luce mucho más que un poco
incómoda de estar sentada en esta sala.

—Mucho gusto —le digo —. Sam me dijo que ya has


desarrollado un legado además de la telequinesis.

—Disparo rayos de mis ojos que transforman lo que sea


en piedra, al parecer —Daniela dice con cautela. Deja caer su
cabeza, y sus trenzas rebotan —. Habría puesto mi pelo
hacia arriba si hubiera sabido que la gente iba a identificarme
por un estúpido súper poder.

—Lo entiendo— Nueve dice, señalándola. —, es porque


eres Medusa.

—Sí, bobo —dice Daniela, rodando los ojos —. Lo


entiendes.

—Ella me agrada —le digo a Sam.

A pesar de que nadie nos obligó a elegir asientos en los


extremos opuestos de la mesa, hay una línea muy clara entre
nosotros y el personal militar que nos superan en número de
casi tres a uno. Todos ellos están al otro extremo donde
Lawson está sentado a la cabeza. La más cercana a nuestra
parte de la mesa es Walker, una zona de seguridad humana,
hay asientos vacíos a cada lado de ella. Ella mira hacia abajo
a las notas delante de ella, ninguno de los otros tipos del
gobierno hace ningún esfuerzo para charlar con ella.
Los gemelos están sentados un poco más atrás, uno a
cada lado de Lawson. Se ven como guardaespaldas. Diablos,
se me ocurre que la mayoría de la gente en esta sala esta
armada y protegerían a un tipo como Lawson antes que a
nosotros. Además de los tipos oficiales sentados en la mesa,
hay un grupo de soldados colgando de las paredes, sus rifles
apuntan hacia abajo pero todavía sin estar cargados y listos.
Estoy bastante segura de que podríamos acabar con todo el
grupo, armas y todo, pero eso no significa que no esté un
poco preocupada por estar en un cuarto reducido con toda
esta potencia de fuego.

En la pared detrás de Lawson hay una enorme pantalla


táctil que muestra un mapa de todo el mundo. Hay zonas
resaltadas con siniestras y rojas firmas de calor: La Ciudad de
Nueva York, Los Ángeles, Londres y unas veinte más. Es en
esos lugares donde deben estar las naves de guerra de
Setrákus Ra. Entonces, solamente en los Estados Unidos,
hay un montón de puntos verdes, mucho más pequeños que
las naves de guerra, pero numerosas. Al mirar más de cerca,
me doy cuenta de que todos esos puntos forman círculos
sueltos alrededor de las firmas de calor mogadorianas. Estos
puntos deben ser las células de las que Caleb estaba
hablando, pequeñas pero organizadas y listas para
contraatacar.

Cuando miro hacia abajo de la pantalla, atrapo a Lawson


mirándome. Él ha estado viéndome mientras evaluaba su
mapa. Asiente levemente hacia mí antes de regresar su
atención al resto de la habitación.

—Creo que ya podemos comenzar —Lawson anuncia, su


voz es casual pero fuerte, con un suave acento sureño.
Todas las demás conversaciones se detienen
inmediatamente.

Echo un vistazo alrededor. Mark y Adam todavía no han


llegado. Abro la boca para decir algo, pero Lawson ya ha
comenzado a hablar.
—Para todos aquellos que no me conocen, yo soy el
General Clarence Lawson —El general dice esto para
nuestro grupo, ya que no me cabe la menor duda de que
todo el ejército y los lacayos del gobierno lo conocen muy
bien —. El presidente me ha concedido completa autoridad
para coordinar la respuesta del país a la invasión
Mogadoriana.

Lawson hace una pausa y espera una respuesta. Ninguno


de nosotros dice nada. Personalmente, no estoy segura de lo
que él espera de nosotros. ¿Nuestra propia presentación?
Echo un vistazo a través de la mesa y veo que John mira
fijamente al general, esperando a que él continúe.

Lawson se cruza de brazos y se aclara la garganta.

—Hazme saber si voy demasiado rápido para ti —dice


con una sonrisa seca —. No soy un hombre que desperdicia
sus palabras, y no a menudo me encuentro hablando de
cuestiones estratégicas con adolescentes civiles, ya sean
extraterrestres o no.

—No podrás ir demasiado rápido para nosotros —dice


John, su mirada es inquebrantable.

Lawson asiente una vez, después mira a los humanos en


la habitación. —En cuanto al resto de ustedes, tenga en
cuenta que estos jóvenes probablemente han matado a más
alienígenas hostiles que todas las ramas combinadas de
nuestro servicio armado. Respeten eso y respeten su
presencia.

No sé qué pensar de este tipo. En un instante se está


burlando de nosotros por ser jóvenes y al siguiente está
cantando nuestras hazañas a expensas de su gente. Tal vez es
sólo uno de esos tipos que intenta mantener a todos en
estado de alerta a través de la negatividad constante.
Lawson agarra una tableta y presiona un botón. Un reloj
de cuenta regresiva aparece en la pantalla detrás de él,
resaltado con rojo y en negativo.

—Estamos a aproximadamente diez horas de que se


cumpla el tiempo límite que dio Setrákus Ra para la
rendición incondicional, la cual también incluía una demanda
para entregar a toda la llamada garde "renegada", así como a
los NTALs. Para su conocimiento, solamente Moscú ha
cumplido con este ultimátum. El gobierno ruso comenzó a
arrestar a decenas de jóvenes la noche de ayer. Nuestros
agentes informan que muchos de ellos ni siquiera han
desarrollado legados, que probablemente en realidad sean
agitadores anti-gobierno y que la administración vio esto
como una oportunidad de deshacerse de ellos al mismo
tiempo que serenan a los aliens hostiles.

—Tendrá que hacerse algo al respecto —John interviene.


Su voz es fría y autoritaria.
—Estoy de acuerdo. Aunque los abusos humanitarios de
otros gobiernos no serán una prioridad —Lawson responde
—. Francamente, debemos tener en cuenta lo afortunados
que fuimos de que sólo los rusos cedieran ante los aliens
hostiles. Hemos sido capaces de comunicarnos con la
mayoría de nuestros aliados internacionales y los estamos
animando a que evacuen las ciudades amenazadas por las
naves de guerra, mientras que de forma encubierta se
organiza el contraataque en caso de que logremos quebrar
los escudos Mogadorianos. Sin embargo, si Setrákus Ra
ejecuta los ataques que prometió —en Nueva York o
Beijing— no estoy seguro de si estos otros países tengan la
capacidad de mantener el rumbo. Creo que todos estamos de
acuerdo en que estamos contra reloj. No es si Setrákus Ra
cumple sus amenazas, es cuando.

A la mención de Nueva York, Daniela se aclara


ruidosamente la garganta. John la mira, luego mira a Lawson.

— ¿Cuál es la situación en Nueva York? —él pregunta.


—La misma —responde Lawson —, las tropas
Mogadorianas están en el suelo de Manhattan, con nuestras
fuerzas de trabajo clasificando y evacuando los barrios
exteriores. Tampoco es prioridad en este momento, a menos
que la nave de guerra regrese.

Daniela no reacciona mucho a la noticia. Pero con lo


último que dijo Lawson, sus labios se curvan en un apretado
ceño fruncido, y comienza a tamborilear sus dedos sobre la
mesa frente a ella, luce como si necesitara desquitarse con
algo. Me pregunto si perdería a su familia en la ciudad. Me
pregunto si todavía están atrapados allí.

—¿Están siguiendo al Anubis? — John pregunta.

—Lo estamos. Después de atacar a su gente en México, la


nave insignia Mogadoriana no volvió a Nueva York. Nuestro
reconocimiento muestra que está en Virginia Occidental
sobre una de montaña en Hawks Nest State Park. Algunos
agentes de ProMog que hemos interrogado indican que este
lugar es…

—Sí, sí —interrumpe Nueve, claramente aburrido —, la


mayoría de nosotros hemos tenido la suerte de mierda de
estar atrapados en ese lugar una o dos veces. Es su gran
base.

Cuando Nueve termina de hablar, Lawson permite el


silencio subsiguiente. Detrás de él, los gemelos se erizan ante
esta ruptura del decoro. Lawson mira a Nueve como si fuera
un cadete fuera-de-línea, pero Nueve no se da cuenta. En
cambio él ha regresado a hacer garabatos de explosiones en
un pedazo de papel de la papelería del Ejército de los
Estados Unidos.

—Nosotros estamos conscientes de la base —dice John


diplomáticamente. O tal vez sólo sin ninguna emoción —,
nos infiltramos una vez, pero no habíamos tenido los
recursos para atacar adecuadamente hasta ahora.
Lawson asiente y parece que está a punto de responder.
Antes de que él pueda hacerlo, me inclino hacia delante para
mirar a Eli. Tal vez ella sabe por qué está estacionado en
Virginia Occidental y no ha cumplido con ninguna de sus
amenazas.

—Eli, ¿por qué Setrákus Ra detuvo la Anubis en ese


lugar? ¿Qué es. . . que es lo que está esperando?

Todos los ojos se giran hacia Ella, a pesar de que la gran


mayoría de los militares lucen incómodos por estar
recibiendo información de una niña preadolescente que
chispea con energía de otro mundo. Eli se ve igual de
incómoda con toda la atención, y emite una llamarada
inofensiva de energía Loriense cuando abre la boca para
responder.

— ¿Quieres…?— Eli vacila. — ¿Quieres que haga


contacto con él?

—Whoa, espera— le digo.


— ¿Puedes hacerlo sin que se dé cuenta? — John le
pregunta a Eli — ¿Sin ponerte en peligro?

—Creo que sí. Si soy lo suficientemente rápida —dice


Eli, y antes de que cualquier persona pueda protestar, cierra
sus ojos. El resplandor que emana de su piel se intensifica
una vez más. Todo el mundo en la sala se queda en silencio,
mirando a Eli con cautela. Es un poco como estar en una
sesión espiritista.

—Es una telépata —explica Sam sin convicción, mirando


a las caras de desconcierto de alrededor.

Con un jadeo, Eli abre los ojos. Un montón de gente


salta, yo incluida. No puedo evitarlo. Ella es un poco
espeluznante.

—¿Estás bien? —John le pregunta.

Eli asiente, tomando una respiración profunda —Casi me


detecta —dice, hay una nota de orgullo en su voz —, su
mente está ocupada. Fue gravemente herido — Aquí Eli me
mira, y mi estómago se aprieta. —. Sus ayudantes nacidos de
verdad lo colocaron en los tanques para acelerar el proceso
curativo.

—Ellos usan los tanques para crear a sus soldados —


John comienza a explicarle a Lawson.

—Ya sabemos lo de los tanques— dice, haciendo esto a


un lado — ¿Tienes alguna idea de cuándo terminara con. . .
lo que sea que esté haciendo? ¿Cuándo reanudará los
ataques?

Eli niega con la cabeza —Sus heridas fueron casi


fatales— dice —. Lo habrían matado si no tuviera sus
aumentos.

Siento una breve hinchazón de orgullo con eso. Orgullo y


un dolor masivo de que haya sido una oportunidad
desaprovechada. Si sólo lo hubiera golpeado un poco más
fuerte.
— ¿Estamos hablando de horas? ¿Días? ¿Una semana?
—Lawson persiste.

—No estoy segura. Unas horas más, supongo, pero


probablemente no serán días… —Eli ladea la cabeza,
recordando otro detalle que claramente la preocupa —.
También hay otros ahí abajo con él.

— ¿En los tanques? —John le pregunta.

—Sí —responde Eli.

Nueve hace una mueca. — ¿Ósea que, están flotando en


materia pegajosa juntos? Maldición, eso es repugnante.

—Los tanques funcionan de una manera diferente a la de


antes, ahora funcionan con el poder qué… que nos robó —
Ella continúa. —, mientras se cura, Setrákus Ra también
trabaja. Él está —no sé qué es lo que está haciendo
exactamente. Los otros que están con él, los está
convirtiendo en algo nuevo.
No me agrada como suena eso. A juzgar por las caras de
alrededor de la mesa, a nadie le agrada. Recuerdo esa visión
del pasado en la que Setrákus Ra estaba —como empeñado
en darle legados a la gente. Eso tiene que ser lo que está
haciendo ahí abajo.

Antes de que pueda decir algo, Lawson silba, su cabeza


ladeada. — ¿Qué les robó Setrákus Ra?

Eli me mira primero a mí y luego a John, como si pidiera


permiso para decirle a Lawson que Setrákus Ra extrajo un
montón de energía Loriense del suelo en México. No sé lo
honesto que se supone que debemos ser con estas personas;
mi instinto me dice, que no mucho. Estoy segura de que
todo el mundo en nuestro lado de la mesa se ha dado cuenta
lo que esta mierda significa, pero que no parece prudente
compartir esa información con los militares. No hay
necesidad de asustarlos más de lo que necesario. O de darles
una idea sobre lo que puede pasar cuando horriblemente se
explota un recurso.
Me siento aliviada cuando John sutilmente niega con la
cabeza en respuesta a Eli.

Ella se gira hacia Lawson —Algo valioso para nuestra


gente —dice ella.

Lawson parece saber que hay más en la historia, pero no


presiona en el asunto. En su lugar, le hace un gesto a uno de
los oficiales que está de pie junto a la puerta. El tipo se va
inmediatamente, a buscar algo para su jefe. Tengo una
sensación de hundimiento. Las misteriosas señales con la
mano siempre son una mala señal.

—De acuerdo, entonces. Si estamos listos para discutir


las oportunidades de contraataque —comienza Lawson.

—Ya era hora —murmura Nueve.

—Debemos de tener todos nuestros activos de


inteligencia disponibles —termina Lawson.
En ese momento, el oficial que Lawson envió corriendo
al pasillo hace un segundo regresa. Él dirige a dos guardias,
ambos armados con rifles de asalto y en uniforme de
combate. Ellos no miran al prisionero que se interpone entre
ellos, encadenado de pies y manos, y que luce cerca del
agotamiento.

Ese prisionero es Adam.


POR ALGUNOS MINUTOS, REALMENTE PENSÉ
que esta reunión podría pasar sin algún contratiempo y
podría rápidamente regresar a mis propios planes de derrotar
a Setrákus Ra. Supongo que subestime la profunda estupidez
del gobierno.

Seis es la primera de pie cuando ellos traen a Adam en la


habitación, sus cadenas haciendo un sonido seco de metal.
Ella se levanta tan rápido que su silla cae detrás. Algunos de
los soldados armados en la habitación están al borde de la
ansiedad de levantar sus armas en una fracción. Cuando ella
se levanta, también lo hacen Sam y Nueve.

— ¿Que es toda esta mierda? —Seis grita a Lawson


mientras apunta a Adam.
—Está todo bien, Seis —Adam dice cansadamente, sus
ojos se posan en los guardias armados —, estoy bien.

Nueve gira alrededor para mirar a los guardias con una


mueca. Él asiente a un chico cuyo dedo esta enroscado justo
en el gatillo de su rifle de asalto.

—Él está con nosotros, Viejo —Seis gruñe a Lawson


ignorando el intento de Adam de apaciguar la situación. —,
es nuestro amigo.

Lawson ni siquiera se ha movido de su asiento. De hecho,


él no parece impresionado por toda la situación. Me
pregunto si este es él intentando conseguir estar sobre de
nosotros con algún propósito, tratando de ver que tan lejos
puede él empujarnos, preguntándose qué clase de aliados
seremos.

—Su amigo —Lawson responde calmadamente —, es un


miembro de una raza alienígena hostil que está empeñada en
el sometimiento de este planeta. Lo trajeron aquí a la puerta
de la mejor esperanza de la humanidad para resistir y
esperaron, ¿qué? ¿Qué lo dejaríamos vagar por ahí
libremente?

—En esencia —Nueve dice.

Cuando ella entró por primera vez en la habitación,


percate la manera la que Seis miro las armas militares.
Reconozco esa mirada. Ella está descubriendo nuestras
oportunidades de tomarlos en una pelea. Pienso que no
esperaba que las cosas se pusieran así, debo de admitir que
hice mis propios cálculos similares. Es un instinto de
supervivencia que probablemente nunca se nos quitará.

Juzgando por las miradas aprensivas en las caras de


muchos soldados, ellos también hicieron los cálculos. Ellos
no conocen a Seis o algunos de los otros, pero estoy seguro
que ellos han visto videos u oído rumores acerca de lo que
hice en la ciudad de Nueva York.

Ellos saben que no pueden ganar.


Pienso en Sarah. Sé que ella me diría que me mantenga
calmado, y que ella estaría bien. No quiero herir a nadie.
Necesitamos trabajar con esta gente si vamos a salvar al
planeta. Sé eso. Pero ellos también necesitan saber de lo que
somos capaces, especialmente el General Lawson. Él
necesita saber que no somos una herramienta en la guerra
contra Setrákus Ra.

Él es nuestro.

Me levanto muy despacio para que así nadie más se ponga


nervioso. Mientras lo hago, miro alrededor y uso mi
telequinesis para expulsar el cartucho de cada arma de fuego
en la habitación. Los ojos de los soldados se ampliaron
cuando cayeron sus municiones en la alfombra.

Todos están mirándome ahora. Bien. Camino alrededor


de la mesa y me acerco a los dos guardias que están
sujetando los brazos de Adam.

—Retrocedan —les digo. Ellos lo hacen.


Adam cruza mirada conmigo, y lo veo mover sutilmente
su cabeza, como si no quisiera que haga una escena. Pero
tengo que aclarar mi punto.

Enciendo mi Lumen, mi mano esta blanca y caliente en


cuestión de segundos. Alcanzo cuidadosamente las cadenas
de Adam y las derrito para que sus manos estén libres.

Con eso hecho, me giro alrededor y miro a los otros. Los


tipos del gobierno todos traen la misma expresión, entre
algún punto de enojo y miedo. Algunos de nuestra gente —
como Daniela y Sam— parecen nerviosos. Otros, como
Nueve y Seis, me miran con un ánimo diabólico. La agente
Walker, sorprendentemente, esconde una sonrisa asombrada
detrás de su mano.

Me concentro en Lawson. Su expresión permanece


completamente controlada y neutral.

— Podrías sólo haber preguntado por las llaves —me


dice él.
—Nosotros no le respondemos a usted —replico,
poniendo mi ahora fría mano en el hombro de Adam —,
usted no toma decisiones sobre nosotros. Entiende, ¿Señor?

—Entiendo, y no pasará otra vez —Lawson replica sin


resentimiento. Su suavidad es casi preocupante. —,
necesitan entender, que tenemos que asegurarnos de que
su… su amigo aquí, estuviera a su nivel.

—Y usted necesita entender que estamos yendo tras


Setrákus Ra tan pronto como mi gente esté bien —digo y
tan pronto como yo esté lo suficiente fuerte, casi añado. Tan
pronto como haya añadido tantos legados como sea posible
a mi arsenal. —Vamos a matarlo y enterrarlo dentro de su
montaña— continuo— ¿Cómo se alinea eso con sus
proyectos para un contraataque?

—Suena bastante bien —Lawson dice, y me hace una


seña de para que tome mi asiento otra vez. Le doy un
codazo a Adam y dejo que él tome mi silla a la cabecera de la
mesa.

Con la situación relativamente calmada, Seis y los otros se


sientan otra vez. Los soldados a nuestro alrededor no hacen
algún movimiento para alcanzar sus cartuchos. Mientras
todos están acomodados otra vez, Seis se dirige al otro lado
de la mesa a Adam.

— ¿Estas bien?

Él asiente rápidamente, apagando toda la situación,


incluso cuando aún hay esposas en sus muñecas. —Todo lo
que hicieron fue preguntarme algunas cosas, Seis. No es gran
cosa.

Cruzo mis brazos y miro a Lawson. — ¿Entonces qué


más hay que discutir?

Lawson se aclara la garganta, aun imperturbable. —


Mientras nosotros apoyamos su asesinato contra el líder
mogadoriano incondicionalmente, nosotros tenemos algunos
asuntos que necesitan ser resueltos. Así como algunas otras
preguntas y preocupaciones.

—Asuntos urgentes —repito pesadamente —. Preguntas


y preocupaciones.

—Por ejemplo —Lawson continua —, estoy al tanto que


ustedes recientemente usaron una especie de extra-sensor de
percepción para comunicarse con lo que se cree que fueron
cientos de NTALs a través del mundo.

Parpadeo a eso. Él está hablando acerca de la telepatía en


la que Eli nos metió. Por un segundo, estoy fuera de balance,
no estoy seguro de como Lawson podría posiblemente saber
de eso. Luego miro encima de su hombro a los dos gemelos
cara de roca — Christian y Caleb — quienes han estado
rondando alrededor de Lawson constantemente desde que
llegamos aquí. Ellos tienen legados, así que por supuesto que
estaban en la habitación cuando conocí a todos los nuevos
humanos poderosos. Ellos deben haber reportado los
detalles a Lawson. Si no fueron ellos, entonces fue la hija del
presidente.

—¿Qué con eso? — le pregunto.

— Bueno, John, esos son cientos de menores quienes tú


estás reclutando de todo el mundo. Hay ciertas
preocupaciones del bienestar de esos niños.

Les mando una mirada seria a los gemelos que flanquean


a Lawson antes de responder, esperando que él aprecie la
ironía.

—No va a haber ningún lugar seguro en este planeta


pronto —le digo a Lawson. —, ellos necesitan entrenar lo
único que podamos enseñarles.

—Entiendo eso —Lawson responde —, pero tú


entiendes por qué podría poner a algunas personas
nerviosas, ¿no lo crees? ¿Tú construyendo un ejército de
nuestra gente joven?

Niego con la cabeza con incredulidad y espero que mi


expresión transmita cuán ridículo encuentro este disparate
burocrático. Casi me lleva afectuosamente de regreso a los
días en los que huíamos.

— Nosotros no estamos construyendo nada —digo,


entonces miro a los gemelos. —ustedes dos. ¿Les ordené
venir aquí? ¿Forcé a los otros?

Los gemelos parecen sorprendidos de que se les hable


directamente. Se intercambian una mirada, y luego miran a
Lawson por permiso.

—Hablen libremente —dice él.

—No. Tú no hiciste nada como eso —Caleb replica


inmediatamente, su hermano sentado ahí con cara de roca.
Caleb señala a Nueve. — Ese nos llamó a todos nosotros
debiluchos, sin embargo.

Nueve se encoje de hombros ante eso.

Miro a Lawson. — ¿Satisfecho?

—Por ahora —él replica —, al menos dennos una


advertencia si van a hacer algo por el estilo otra vez.

Miro. — ¿Tú dijiste algo acerca de preocupaciones


urgentes?

Lawson señala el mapa detrás de él, que representa las


posiciones de dos docenas de naves Mogadorianas.

—Como dije, estamos todos tratando de cortar la cabeza


de la serpiente. Demonios, enviaremos tantos respaldos
como podamos con ustedes a Virginia Occidental mientras
logremos permitirnos el lujo de prescindir —Lawson
empieza. —, pero ahora mismo el enemigo piensa que
estamos panza arriba. Cuando ataquemos, ¿Qué pasa con
esas ciudades? Todos están en modo de evacuación ahora,
pero no es fácil mover millones de personas. Un ataque con
Setrákus Ra podría abrir batallas en cada frente.

Lexa habla. —Como la única sobreviviente la vieja


invasión Mogadoriana a nuestro planeta, recuerdo lo
suficiente de cómo cayó, déjeme decirles algo, sus tácticas
han cambiado. Ellos dejaron hecho un desperdicio nuestro
planeta en horas…

—Alentador —Lawson responde.

—Ellos quieren ocupar la Tierra, no convertirla en un


lugar inhabitable—Lexa continua — ¿Sin saber que ellos nos
han dado alguna ventaja?

— ¿Podría Setrákus Ra estar fanfarroneando? — Lawson


pregunta. —Es verdad que mi gente quiere captar— dice
Adam con un ceño fruncido profundo —, todas las
probabilidades, la flota no es capaz de otro viaje
intergaláctico. Ellos necesitan quedarse aquí. Pero si piensan
que de algún modo limitan su voluntad de destruir incluso
decenas de ciudades, los subestiman.

—Así que estamos de regreso en la cuenta regresiva para


el juicio final— Lawson replica —una vez que ataquen a Ra,
nosotros tenemos que asumir que la cuenta regresiva se
detendrá y la destrucción empezará.

— ¿Qué pasa cuando se recupere y se dé cuenta de su


fecha límite pasó mientras estaba lamiendo sus heridas? —
Seis se interpone —. Él nos atacara de todas maneras.

—Exacto —Lawson asiente. —. Los ataques son


inevitables de cualquier manera. Eso no significa que
queramos apurarlos. Queremos estar tan preparados como
podamos estar. Conseguir tener tantos civiles seguros como
podamos. Usen cada minuto de este retraso que nos han
dado.

—Tú quieres que esperemos —digo, apretando mis


dientes. Por lo contrario aun necesito más tiempo para
recolectar legados, estoy ansioso por una pelea. Por ahora, es
por lo que estoy viviendo. Sentarse en esta junta ha sido lo
suficientemente difícil. — ¿Por cuánto?

— No va a ser fácil coordinar una serie de ataques


internacionales contra la tecnología superior del oponente,
—Lawson dice —. Hemos recibido los dispositivos de
camuflaje que su equipo descubrió desde México, y nuestros
chicos de ciencia están tratando de realizar ingeniería inversa
a la de ellos.

La gente de Lawson probablemente ha gastado más


tiempo con esos dispositivos de camuflaje que el que yo he
gastado. Lexa —a quien conocí en persona esta mañana—
me trajo la tecnología Mogadoriana como prioridad. Ellos
no parecen tan impresionados. Cajas negras y solidas con
unas cuantas entradas y cables, cerca del tamaño de un libro
de bolsillo, pero es la clave de las armas humanas teniendo
una oportunidad. Las entregamos a Lawson unas horas antes
de esta junta. Conservamos la ya instalada en la nave de
Lexa, y aparte una para mí.

—Puedo ayudar con eso —Adam dice a Lawson. —.


Conozco la tecnología bastante bien.

—Lo aprecio, Sr. Mog —Lawson replica. —Aun si


desciframos los dispositivos y los ponemos en producción,
aún tenemos que poner esta tecnología en las manos de
nuestros aliados por todo el mundo. Ahora que sabemos
cómo se ven, otros países, en particular la India, han tenido
cierto éxito derribando los Skimmers durante escaramuzas y
excluyendo los propios dispositivos de camuflaje.
Suponiendo que vamos más allá de los escudos, todavía
estamos evaluando si vamos a estar mejor servidos
intentando abordar estos buques por la guerra o depender de
misiles balísticos.

—Ningún acercamiento será fácil —Adam replica. —


¿No podrían sólo atacarlos con un arma nuclear?
Lawson entrecierra los ojos. —Nosotros estamos
evacuando nuestras ciudades en peligro, joven, pero aún hay
gente allí abajo. Una guerra nuclear esta fuera de discusión
aquí en América. No puedo decir lo mismo de otros
países…

—Lo suficientemente malo para hacer estallar esas naves


gigantes sobre las ciudades —Daniela murmura.

Lawson levanta la mano. — Un problema a la vez.


Independientemente de qué enfoque tomamos, los
dispositivos de camuflaje siguen siendo nuestro mayor
obstáculo. Estamos trabajando con una increíblemente
pequeña reserva cuando necesitamos uno por nave o uno
por misil. Y luego está el pequeño asunto de llevarlos a las
manos de nuestros aliados— Lawson pausa para tomar
aliento. — ¿Qué tanto tomaría tener suficientes a la mano
para montar un ataque a las naves?

— ¿Todas ellas? — pregunto. —¿Al mismo tiempo?


—Así es como estas operaciones funcionan, John.
Nosotros los golpeamos con todo al mismo tiempo para
maximizar nuestra única ventaja… el elemento sorpresa. Si
dejamos que ellos conozcan que podemos romper sus
escudos demasiado pronto, los parámetros cambian. Ellos
tal vez estén un paso adelante en sus ataques. Ahora mismo,
ellos tienen su bota en nuestros cuellos; ellos piensan que
estamos acobardados, estamos listos para la pelea. Ellos no
saben todavía que tenemos un cuchillo debajo de la manga.
Pero necesitamos esa tecnología. Y estamos contra de reloj.
¿A menos que sepas cuando Setrákus Ra estará en esta pelea
suya? —pregunta él, mirando a Eli

Ella sacude su cabeza.

—Entonces tú entenderás que tan precaria es nuestra


situación —Lawson concluye—. Probablemente sólo
consigamos una oportunidad en esto, y necesita ser rápido.
Tomo todo esto, un poco sobre mis talones. Lawson no
pinta una linda pintura. Tal vez no estoy en la mentalidad
correcta para ayudar a coordinar un contraataque
internacional. Para mi suerte tengo refuerzos.

Seis mira con atención por la mesa a Ella. —Hay nuevas


rocas de Loralita creciendo por la tierra, ¿correcto?

—Sí —Eli dice —, puedo sentirlas.

Seis chasquea sus dedos. —Ahí está. Usamos eso para


entregar los dispositivos de camuflaje alrededor del mundo.

Lawson me mira. — ¿Estas son las rocas que


mencionaste a los NTALs en tu… ah… sesión informativa
psíquica, no?

Asiento.

—Mmm — Lawson mira al mapa sobre su hombro—.


Una vez que nos enteramos de ello, animamos a nuestros
compañeros internacionales a bloquear cuantas puedan
encontrar

Sacudo mi cabeza. — ¿Lo hicieron?

—Sí, John, por supuesto que lo hicimos. Dicho esto,


algunos líderes se han reído abiertamente de mí cuando les
pedí desviar recursos a guardar algunas rocas mágicas. Sin
mencionar, que sólo nosotros sabemos la localización de una
fracción donde crece la Loralita.

— ¿Cuántos humanos-garde han sido interceptados?


pregunto, con mi voz fría.

—Unos cuantos — Lawson replica cautelosamente. —,


por su propia protección. La mayoría de ellos están en el
exterior. Asumiendo que sobrevivieron los siguientes días,
tal vez podamos discutir como los entrenarán. Con
supervisión apropiada, desde luego.
No me gusta esto. Se siente como si estuviéramos dando
mucho, demasiado fácil, entregando la localización de la
Loralita a Lawson, sin mencionar a los novatos Humano-
Gardes en los cuales él esta tan interesado. Pero, ¿Qué
opción tenemos? Prácticamente hablando, usar las rocas de
Loralita es nuestra única manera de tener un contraataque
listo y rápido.

—Los ayudaremos a localizar el resto de la Loralita— le


digo a Lawson. —, una vez que estemos listos para mover
los dispositivos de camuflaje.

Lawson ser ríe de mi concesión renuente pero se mueve


rápidamente —Ese es el transporte al cuadrado de distancia.
Aún no resuelve el problema de la cantidad.

—Si no podemos hacerlo lo suficientemente rápido,


tendremos que conseguir más —digo, el principio de un plan
está tomando forma en mi cabeza.
Nueve me sorprende con un aullido. —Tal vez
deberíamos ir a algún lugar donde sepamos que hay muchos
de ellos.

— ¿Y dónde es eso?— Lawson pregunta.

—Una de las naves de guerra— replico.

— ¿No acabas de explicar?— Lawson chasquea,


rompiendo por un momento su rutina de abuelo paciente. Él
se detiene a si mismo rápidamente. —Si nosotros los
atacamos a ellos —cualquier ataque— arriesgamos que ellos
dejen hecho desperdicio otra de nuestras ciudades.

— ¿Qué tal si pudiéramos entrar y salir de una de sus


naves sin ser vistos?— Digo esto a Lawson, pero es a Seis a
quien estoy viendo. Ella me sonríe. Le sonrió de regreso —
¿Qué tal si pudiéramos traer un batallón de dispositivos de
camuflaje antes de que los Mogs siquiera notaran que faltan?
—Esto…— Lawson rosa con su mano su mentón,
considerándolo. —Podría vivir con eso.
AQUÍ ESTÁ LA LISTA DE TAREAS PENDIENTES.

Entrar a hurtadillas a bordo de un buque de guerra


Mogadoriano.

Robar cada dispositivo de camuflaje que tienen sin que


los Mogs lo noten.

Armar a los gobiernos del mundo para un gran


contraataque.

Mientras tanto, aprender cada legado que mi mente pueda


atrapar.

Matar a Setrákus Ra.

No necesariamente en ese orden. Especialmente no el de


“aprender cada legado”. Porque si voy a entrar a hurtadillas
a bordo de un buque de guerra Mogadoriano de la forma en
que lo estoy planeando, hay un legado en particular que voy
a necesitar primero.

Tengo que aprender a volar.

La reunión se acaba después de que le prometo al general


Lawson que tendremos en marcha un plan encubierto para
atacar a un buque de guerra Mogadoriano para el final del
día. Con suerte, Ella tendrá razón y Setrákus Ra estará fuera
de acción durante al menos ese tiempo. Es apenas incluso
mediodía todavía y me siento como si ya hemos quemado
demasiado del día.

Mientras todos se apuran a través de los pasillos de


Patience Creek para realizar sus tareas, yo halo a un lado a
Adam. Él se ve pálido, como de costumbre, con la adición
de unos círculos oscuros alrededor de los ojos. Todo el
mundo en la reunión tenía un poco de desgaste similar sobre
ellos. La fatiga de la invasión se está insertando.
— ¿Estas bien?—le pregunto — ¿Qué te hicieron?

Adam me mira fijamente, moviendo la cabeza —Estoy


bien, John. No fue nada. Yo debería preguntarle cómo lo
estás pasando.

Me imaginé que iba a venir. Todos los que conocían a


Sarah – desde Sam hasta Walker—, todos ellos me miran
como si yo pudiera desmoronarme en cualquier momento.
Odio eso. No quiero ser mimado. Quiero pelear. Al menos
tenía la esperanza de que en lo que a Adam se refiere,
recibiría un alto con la simpatía. Nunca pensé que anhelara
algún tipo de fría lógica Mogadoriana.

—Estoy tratando—, le digo y estoy sorprendido por cuán


afilada es mi voz.

—Muy bien — Adam responde, obviamente captando la


indirecta. Él levanta sus manos para mostrar sus muñecas
donde las esposas todavía están unidas a ellas— ¿Te
importaría quitármelas el resto del camino?
—Si seguro. Las olvidé.

—Era más importante la entrega del mensaje a ese tipo


de Lawson que liberarme de las cadenas —dice Adam —.
Lo entiendo.

—Bueno— le contesto con una pequeña sonrisa—. Tú te


veías incómodo.

—También todos esos soldados— Adam se ríe—, fue un


buen movimiento. Mostraste fuerza.

Enciendo mi Lumen de nuevo, esta vez enfocándolo de


forma que se limita simplemente a la punta de mi dedo
índice. Cuidando de no quemar a Adam, derritiendo a través
de los mecanismos de bloqueo en los puños hasta que caen
abiertas.

— ¿Qué tipo de preguntas te hicieron? —Pregunto,


mientras que Adam se frota trayendo sensación de nuevo en
sus muñecas.
— Como te dije, no fue tan malo. Querían saber de
armas y de los esquemas de las naves. Ellos querían saber
acerca de la estructura del gobierno y milicia Mogadoriana,
que es fácil porque son básicamente la misma cosa. Querían
saber qué va a pasar a la sociedad Mog si Setrákus Ra es
asesinado —Adam se encoge de hombros—. Yo les hubiera
dicho todas estas cosas, incluso si ellos no me hubieran
encarcelado y mantuvieran despierto toda la noche.

—Eh —digo, pensando por un momento. De hecho,


había una pregunta que nunca había pensado en hacerme.
— ¿Qué pasará cuando matemos a Setrákus Ra?

Adam me sonríe, apreciando la certeza en mi voz. Luego


se pasa una mano por el pelo negro fibroso, con una mirada
reflexiva.

— Bueno, no recuerdo un momento en que no hubiera


un… —Amado Líder— No tengo ningún concepto de lo
que nuestro mundo era antes. Demonios, no creo que mis
padres pudieran recordar. Setrákus Ra volvió a escribir los
libros de historia, por lo que, según ellos, no éramos mucho
más que animales antes de que él apareciera y nos resucitara.

—Creo que es mucho pedir que simplemente renuncien y


se marchen—respondo.

—Sin escarbar la Tierra como Lorien, la flota no tiene


suficiente combustible para ir a ninguna parte —Adam se
detiene pensativo—. Durante un tiempo suficientemente
largo, sin embargo, podrían desaparecer…

— ¿Qué quieres decir?"

—A pesar de su bravuconería en ese llamado Gran Libro


suyo, Setrákus Ra en realidad nunca solucionó los problemas
de fertilidad de nosotros los nacidos de verdad. Se puede
hacer crecer un sinfín de soldados de nacidos en tanques.
No cambia el hecho de que la tasa de natalidad de los
nacidos de verdad está totalmente estancada.
— Así que los nacidos de verdad morirán lentamente —
digo, tratando de mantener la voz adecuadamente sombría
teniendo en cuenta a quien me acompaña, pero en realidad
no siento nada por la lenta extinción de Mogadorianos—. Y
¿Los nacidos en tanque?

—Por lo que yo sé, el secreto de la creación de ellos


moriría con Setrákus Ra. — Adam ve mi sonrisa y levanta
una mano en advertencia— Deben darse cuenta de algunas
cosas sobre mi pueblo, John. En primer lugar, la gran
mayoría se traga por completo la idea retorcida de Setrákus
Ra del Progreso Mogadoriano, y todos ellos creen que es
imposible matar a Setrákus Ra. Eso es lo único que los ha
mantenido en línea de todos estos siglos. Cuando lo mates,
desconectaras los nacimientos en tanque y tal vez algunos de
los Mogs como yo bajen sus armas.

— ¿Tú crees que puede haber otros como tú?—, Le


pregunto, interrumpiéndolo. Siempre pensé en Adam como
único y consideraba a su ver la luz un efecto secundario de
su roce con Número Uno.

Mira lejos—... No sé. He conocido a otros que pensé... tal


vez... No estoy aún seguro que estén vivos en este
momento— Adam se sacude esto —. El punto es, incluso
sin Setrákus Ra, todavía tendrás una raza fuertemente
armada de fanáticos que cree poder hacerlo bien. ¿Cómo me
imagino que eso sería? En primer lugar, los nacidos de
verdad deciden quién es más fuerte por la voladura de unos
a otros con la tierra como su campo de batalla. Entonces el
que sea que sobrevive intenta seguir donde quedó Setrákus
Ra. Hay un montón de generales, como mi padre, que
pensaría que están siguientes en línea.

—No van a tener éxito— digo con aire ausente. En


verdad, estoy pensando en la idea de Mogs volándose por
los aires. Si tan sólo pudiéramos acelerar esa parte del
proceso.
—A largo plazo, no. Eso siguen siendo años de conflicto,
John. Aquí en la Tierra.

—La humanidad sería un daño colateral —digo, teniendo


en cuenta los efectos de una guerra civil Mogadoriana. Las
pérdidas de vida serían como la ciudad de Nueva York de
nuevo. A menos que los Mogs hicieran sus combates sobre
las ciudades que ya fueron evacuadas…

—De todos modos, en primer lugar tenemos que matar


en realidad a Setrákus Ra, ¿verdad? — Adam dice, dándome
una palmada en la espalda—. Vamos a salir adelante
nosotros mismos.

—Voy a tirar todo lo que tengo en él— digo—. Y algo


más.

—Vamos a ayudar, también, sabes. Tienes amigos en


esto.

Asiento con la cabeza. —Sí. Por supuesto. Yo sé eso.


Adam comienza a caminar hacia el ascensor y me
propone que lo siga. — ¿Tienes unos minutos? Hay algo
más que quiero mostrarte.

Alzo las cejas y sigo en pos de él. Los tipos militares que
van y vienen por los pasillos muy iluminados nos dan a los
dos un gran rodeo. Me pregunto de cuál de los dos tendrán
más miedo.

Hice una exploración superficial de las instalaciones de


Patience Creek cuando llegué por primera vez,
familiarizarme con las áreas - los cuartos de dormir oficiales
donde estamos alojados, los cuarteles, las celdas de
detención, el gimnasio, el garaje y pasando por alto las áreas
donde los militares están haciendo su cosa . No estoy seguro
de lo que Adam podría haber descubierto en el breve tiempo
que estaba prisionero que no he visto ya. Por otra parte, un
lugar construido como un refugio para los espías tendría un
montón de secretos.
—Después que me interrogaron, me llevaron aquí—
explica Adam mientras nos montamos en el ascensor para
bajar dos niveles—, creo que no tenían muchas esperanzas
de este proyecto diera sus frutos, por lo que lo sacaron fuera
del camino.

El nivel al que salimos es principalmente de


almacenamiento. Yo pase bastante rápido durante mi paseo.
La mitad de las bombillas en el pasillo necesitan ser
cambiadas. Adam me lleva por unas pocas habitaciones
completamente llenas de cajas polvorientas de raciones secas
y cajas de Tang, además de un espacio de almacenamiento
desordenado con sillas de playa de estilo años setenta y una
red de voleibol apolillado. Por último, nos volteamos en una
esquina, y Adam abre una puerta a una sala abarrotada de
pilas de libros. Una biblioteca. A primera vista, me doy
cuenta de que la mayoría de estos libros de tapa dura
amarillentas están dedicados a los temas que a un espía le
podría ser útil en caso de apuro post-apocalíptico:
volúmenes en jardinería, reparación de electrónicos y
tratamiento médico.

Me estremezco. La pequeña habitación se llenó con los


sonidos ásperos y guturales de Mogadorianos ladrando el
uno al otro.

En un escritorio en el medio de la habitación, hay una


gran pieza de equipo electrónico que me parece vagamente
familiar. Las voces Mog emanan de eso. Es
aproximadamente del tamaño del salpicadero de un carro y
lo cubrieron con perillas y medidores extraños. La cosa
parece que alguien recientemente le prendió fuego y luego la
dejó caer por el costado de un edificio. Está conectada a una
maraña de cables y baterías, al parecer emanando una gran
cantidad de energía.

Entonces me doy cuenta. Lo que estoy viendo es la


consola de control de un Skimmer Mogadoriano, arrancada
del resto de la nave. El aparato se encuentra conectado,
gracias a un cableado complejo, y eso significa que el
comunicador está activo.

Sentado frente a la consola diseccionada esta un tipo de


piel aceitunada al cual le pondría unos treinta años. Su pelo
oscuro es corto, y sus mejillas están perdiendo terreno
contra una barba de unos pocos días de antigüedad. Creo
que lo he visto antes, aunque no estoy bastante seguro del
lugar dónde y cuándo.

— Adam, estás de vuelta —dice el hombre, moviendo la


cabeza con cansancio —, ha estado bastante tranquilo.

De allí es donde yo lo conozco. Formó parte del grupo


que llevó Walker hasta Ashwood Estates después de que
ellos estaban con los Mogs.

—Estaba preocupado de no volverte a ver cuando los


soldados te arrastraron fuera —dice Noto—. Se volvió
bastante orwelliano por un minuto.
Adam me sonríe — ¿Ves? Yo te dije que mi detención no
fue del todo mala. Hice un amigo. He estado ayudando a
Noto con sus habilidades lingüísticas Mogadorianas.

— ¿Usted habla su idioma?— Pregunto, con una mirada


nueva hacia el hombre.

—Era el enlace con los Mogs durante mis días ProMog,


—explica Noto— .Recogí algunas frases aquí y allá. Puedo
entender mientras que hablen lento y tipo jardín de niños.

Doy un paso dentro de habitación, mirando a los


cuadernos abiertos en abanico sobre el escritorio. Están
llenos de símbolos que reconozco como letras
Mogadorianas, cada una representada por una traducción
fonética.

—Estamos monitoreando la comunicación entre los


buques de guerra Mogadorianos—dice Adam —, he cifrado
este módulo para que no sepan que estamos escuchando.
—Con la seguridad que has descargado aquí, podemos
transmitir, y ellos todavía no serían capaces de
encontrarnos— Noto dice con admiración.

Ahora comprendo por qué Adam se ve tan


completamente agotado. No sólo el interrogatorio lo
mantuvo despierto toda la noche. Ha estado sentado aquí
escuchando estas transmisiones Mog, sabiendo que él es el
único que puede traducirlas.

— ¿Cuánto tiempo se tarda en enseñar Mogadoriano


básico?— Le pregunto con una mirada a Noto.

Noto recita una serie de ruidos ásperos— No es tan


difícil.

Adam se ríe— Su acento es cada vez mejor, pero sólo


dijo que le gustaría un estómago lleno de sanguijuelas.

Noto hace una mueca— Me pareció que estaba pidiendo


un poco de café.
—Ayudé a Noto hacer una lista de palabras clave para
escuchar —Adam me dice—. 'Amado Líder' distintivo de
una llamada de buque de guerra, ' Garde' cada vez que oye
estas palabras, se asegura de marcar la transmisión.

—Estoy grabando todo en caso de que necesite volver a


escucharlo— dice Noto—. Lo que suele suceder.

—Esto es bueno. Va a ser muy útil saber lo que se están


diciendo los Mogs —les digo, poniendo una mano sobre el
hombro de Adam—. Sin embargo, no te desgastes. Vamos a
necesitarte.

Adam asiente con la cabeza— Lo sé. No lo haré.

Me despido del Agente Noto, a continuación llevo a


Adam al pasillo donde podemos hablar en privado.

—Así que, de lo que se ha escuchado hasta ahora, ¿Qué


están diciendo los Mogs?— Le pregunto.
—Se están volviendo locos sobre Setrákus Ra —
responde—, bueno, volviéndose tan locos como los Mog
nacidos de verdad se pueden volver. Hay mucha
preocupación acerca de por qué no ha ordenado el ataque o
hecho ningún anuncio a la flota, pero no lo contradecirán,
porque hacerlo es más o menos la traición. Ellos están
como… ' Este es buque de guerra Delta, a la espera de
órdenes, se solicita la orientación del Amado Líder ".

—¿Eso solo te dice que están volviendo loco?

—Los Mogs no van por ahí pidiendo órdenes, John.


Ellos hacen lo que se les dice. Hablan cuando se les habla.
Ellos no hacen un estímulo pasivo- agresivo a su líder.

—Y, ¿No ha habido ninguna respuesta por parte del


Anubis o de la base de Virginia Occidental?

—Nada—Adam confirma—Silencio de radio.

— Hmm.
El plan que he estado formulando es un poco loco, una
gran cantidad de peligro, y, ya sabes, que no me importa
tanto como probablemente debería. Reflexiono sobre todo
lo que Adam me ha hablado de la cultura Mogadoriana, en
particular, la probabilidad de que lleguemos a una guerra
civil, una vez Setrákus Ra este muerto. Si la llevaran a cabo
entre sí, sería mucho más fácil para el resto de nosotros. ¿Y
si hubiera algo que pudiéramos hacer para acelerar ese
proceso? ¿Para hacer que los Mogs estén en las garganta del
otro antes de Setrákus Ra incluso se convierta en cenizas?

Un poco de guerra psicológica.

Antes de que pueda seguir ese pensamiento, Noto asoma


la cabeza fuera de la biblioteca y le hace señas a Adam—
Están de repente hablando un montón— dice.

Adam y yo trotamos de vuelta a la habitación. Ladeo mi


cabeza para escuchar la transmisión que llega, pero todo me
suena como un ladrido enojado. Aunque, el Mogadoriano
que esté emitiendo seguro esta emocionado.

Viendo los ojos de Adam estrecharse lentamente, puedo


decir que esto no es una buena noticia. Después de unos
segundos, se vuelve hacia mí.

—John, debemos buscar a los demás—dice—. Alguien


ha cometido un terrible error.
NUNCA PUBLIQUES NADA EN INTERNET. ES
como la regla #1.

Cierto, todos nosotros hemos roto la Regla #1 en algún


punto y hemos terminado siendo cazados por los mogs
como resultado. Porque a veces la desesperación es mayor
que el deseo de no ser estúpidos. Solo lo haces. Sin pensarlo.

Pero hombre, aun con eso es tonto publicar cosas en


internet.

El vídeo, obviamente grabado con un teléfono celular,


comienza con un estruendoso torrente de agua. Una enorme
cascada que reconozco al instante como una de las Cataratas
del Niágara, aparece en pantalla. Quien esté filmando está de
pie sobre un afloramiento de césped a nivel con la caída de la
cascada.
— ¡Oy, este maldito ruido…!

La cámara se mueve como si el que está sosteniendo el


teléfono se alejara de la cascada. En aquellos pocos segundos
de movimiento, soy capaz de recoger algunos detalles: una
chica rubia, que luce como si debiera estar cantando tirolés
sobre un sixpack de cervezas importadas, se coloca cerca del
borde del acantilado justo al lado de una protuberancia
irregular de piedra azul de otro mundo.

Loralita. Un nuevo afloramiento, justo como Ella dijo


que habría.

Antes de que pueda examinar la piedra más de cerca, la


cámara se estabiliza y gira alrededor, por lo que podemos ver
directamente la cara, marcada de acné, de un mugriento
adolescente. Es flaco, con un mohicano decolorado hasta ser
casi blanco y tiene rastros de pelillos en el rostro. Lleva un
chaleco de dril rasgado cubierto de parches, una camiseta
raída, y aunque no puedo ver sus pies, casi puedo garantizar
que está meciendo botas de combate. Por supuesto, lo
reconozco desde la cumbre telepática que Ella hizo para
nosotros. Es uno de los niños que parecieron de los más
ansiosos en prestar atención a la llamada para la acción de
John.

A pesar de que se alejó de la orilla, el niño todavía tiene


que gritar para ser oído por encima del ruido de la cascada.

— ¡Hola, John Smith y sus súper-amigos! ¿Están ahí


fuera? Nigel Rally aquí. Nos reunimos en... uh. La cosa. He
encontrado sus malditas piedras y ya sabes, ha sido un
estallido de auténtica risa alrededor del mundo y todo, pero
¿En qué punto vas a venir a recogernos?

No me extraña en absoluto que estos gardes


internacionales estén perdidos y confundidos. John les dijo
que vinieran a ayudarnos y Eli les explicó que podían utilizar
las piedras de Loralita para teletransportarse alrededor del
mundo simplemente imaginando una ubicación. Pero
Setrákus Ra se estrelló en nuestra reunión antes de que les
diéramos alguna idea concreta de cómo encontrarnos, lo cual
no es una tarea exactamente fácil considerando que estamos
en la clandestinidad.

—Me encontré con un par de los otros mientras tomaba


el tour, ¿eh? — Nigel continúa, y gira la cámara alrededor de
su entorno—. Bravo John Smith, protector del mundo y
ausente hermano mayor que se ha olvidado por lo visto de
venir por nosotros.

Detrás de Nigel, está la muchacha rubia que vislumbré


antes. Junto a ella, hay un robusto muchacho con un
sacudido cabello castaño que agita torpemente. Lo
reconozco inmediatamente como el alemán de la reunión,
Bertrand, el apicultor que puede controlar a los insectos.
También, estando un poco lejos de los demás esta una
muchacha asiática de aspecto frágil que mira fijamente sin
expresión a la cámara antes de sacudir un signo de paz poco
entusiasta.
—Ellos son Fleur y Bertrand —narra Nigel—, y por ahí. .
. Bueno, creo que se llama a sí misma Ran. No habla ni un
poco de inglés, no desde que el ave mega-psíquica con los
ojos brillantes detuvo la traducción de todos modos.

Nigel voltea la cámara en torno a sí mismo.

—Miren, estamos en las Cataratas del Niágara, por si no


se han dado cuenta todavía. Memoricé tantos puntos en ese
mapa que nos mostraste durante cinco segundos como pude,
pero nunca he estado en los Estados Unidos, así que tuve
que ir por Europa durante un rato hasta que me encontré
con Bertrand. Recogió algunos otros en el camino..... —
Nigel suspira—. Muchos extraños lugares en tu mapa, John
Smith. ¿Nuevo México? ¿Qué demonios ves en ese lugar,
eh? Estúpido, lo apuesto. Bertrand vino aquí una vez para
unas vacaciones familiares, por lo que. . . —Nigel baja la
voz—. Si me lees, mayor John, estamos a la espera de una
camioneta. Si no, bueno, supongo que sólo tendremos que
empezar a caminar hacia la nave de guerra alienígena más
cercana y esperar lo mejor, ¿eh? Hasta luego.

Y con eso, termina el clip de YouTube. Se une al hilo de


comentarios en el video donde Sarah hace la introducción al
mundo de John, y que ya tiene toneladas de me gusta y
opiniones. Nigel publicó su video hace tres horas. Yo, John,
Adam, Nueve, Eli, Sam y Daniela estamos todos recogidos
alrededor de un teléfono celular que Daniela robó de uno de
los soldados.

Estamos todos amontonados en la habitación de John.


Antes de empezar el video, no pude dejar de tomar nota de
algunos de los detalles lúgubres de la habitación de John. En
la cama en la que no ha dormido, y hay marcas de
quemaduras en el cursi papel pintado, como si hubiera
golpeado la pared con su Lumen encendido. Nadie habla
sobre esto, aunque Sam levanta una ceja cuando me atrapa
mirando.
—Fleur es mía —dice Nueve tan pronto como el vídeo
se ha terminado.

Le doy un codazo en las costillas, y Daniela hace una


cara.

—Eres repugnante.

—Estoy solo —responde Nueve.

—Este video fue publicado hace tres horas —explica


Adam, ignorando a Nueve—. He estado supervisando las
transmisiones Mogadorianas, y parece que acaban de
enterarse de esto. Las naves de guerra más cercanas a las
Cataratas del Niagara están en Toronto y Chicago. Enviaran
Skimmers.

—Publicar en la web —dice Nueve, chasqueando la


lengua—. Error de principiante.
—Hemos estado todos allí —digo—. Así que, los Mogs
tienen una ventaja sobre nosotros. Vamos a conseguir
algunos aviones y saldremos hacia allá.

—Queremos mantener esto en secreto, razón por la cual


nos estamos escondiendo aquí —contesta John—. Es mejor
si lo hacemos nosotros mismos sin que la gente de Lawson
se entere.

Le lanzo a John una mirada interrogativa.

—No estoy seguro de cuáles son sus intenciones con la


Garde humana —explica John—. Hasta que decidamos si
es de confianza, quiero que nuestra gente sea la que los
traiga. No quiero dejar que Lawson decida quién está listo
para pelear y quién necesita de su 'protección'.

—Whoa, hey, ¿Qué tipo de intenciones son las que te


preocupan? —pregunta Daniela.
—No lo sé —dice John con un suspiro—. ¿Alistamiento
obligatorio en una organización militar secreta? ¿Quién sabe?

—Aprendes a no ser tan confiado de la gente con poder


cuando has pasado por tantas cosas —le digo a Daniela.

Ella asiente con la cabeza.

—Suena totalmente cómico.

—Ya he llegado a Lexa telepáticamente —dice Eli, sus


ojos siguen crepitando con energía Loriense—. Ella está
preparando nuestra nave.

—Bien —dice Nueve, y aplaude—.Vamos a salvar


algunos novatos.

—Necesito que te quedes aquí conmigo —dice John, e


inmediatamente el entusiasmo en la cara de Nueve se borra.

—Aw, vamos —responde Nueve—. ¿Para qué demonios


quieres que me quede?
— ¿Crees que no preferiría estar luchando allá afuera? —
Le pregunta John, con tono de resignación—. Tenemos
preparaciones que hacer si nos vamos a colar en una nave de
guerra. Necesito tu ayuda con eso. Seis puede con las
Cataratas del Niágara.

—Tú sabes que sí —Le sonrío abiertamente a John,


sintiéndome tan impaciente como Nueve por regresar afuera
y pelear. Miro alrededor a los otros—. ¿Qué hay del resto de
ustedes?

—Yo debería de quedarme atrás y supervisar las


comunicaciones de los Mogs. No saben que los estamos
escuchando, por lo tanto seré capaz de decirles cuál es su
situación —dice Adam—. También supongo que tengo que
ayudar a Malcolm y a algunos de los ingenieros con la
replicación de los dispositivos de camuflaje.

—Estoy contigo —me dice Sam.


—Yo también, parece que esto se va a poner bueno —
responde Daniela.

—Y yo —dice Ella.

Todos nos detenemos cuando dice eso. Vi a Ella morir


justo ayer. No estoy totalmente segura de si ella ya está lista
para el combate. Ella debe de darse cuenta del cambio en el
ambiente —probablemente porque puede leer nuestras
mentes. Eli pone sus manos en las caderas.

—Si los Mogs llegan primero y estos otros Garde tienen


que aprender sobre la marcha, puedo rastrearlos
telepáticamente —dice, con una nota de desafío en su voz,
todavía toda resonante y parecida a Legado—. Voy a estar
bien.

—Eso es suficiente para mí —le digo.

—También para mí —añade John—. Llévense a las


Quimaeras con ustedes.
—Vamos a llevarnos un par —digo—. No voy a dejarlos
a ustedes sin refuerzos en caso de que algo se venga abajo.

John asiente con la cabeza.

—Solo asegúrense de empacar suficiente potencia de


fuego para noquear cualquier cosa que sea enviada por los
Mogs.

—Oh, no te preocupes —le digo—. Vamos a hacer algo


más que noquearlos.

Quince minutos después estamos en el garaje subterráneo


del Patience Creek. Como el resto de este escondite
polvoriento, el garaje no es tan sofisticado como el de otros
lugares militarizados que hemos visto, particularmente los
mejorados por tecnología Mogadoriana como Dulce y
Ashwood. Aun así, el garaje es grande y de techo alto, con
espacio suficiente para almacenar un convoy de Humvees
blindados y un par de tanques. Espero que el techo
abovedado se abra por sí mismo y que se extienda una
rampa para salir, pero los espías de la vieja escuela que
construyeron este lugar no pensaban de esta manera. En su
lugar, hay un enorme túnel excavado en una de las paredes,
apenas iluminado y nada especial, simplemente son
secciones gruesas de madera que retienen la tierra apisonada.

El túnel es lo suficientemente amplio para pasar un


tanque a través de él, y conduce a una cueva de aspecto
inocente a unas pocas millas de distancia del Patience Creek.
Si el pequeño Bed & Breakfast que esconde todo esto está
en el medio de la nada, entonces la salida de la cueva se
encuentra al este de la nada. Básicamente, nunca nos verán
llegando o viniendo.

Lexa voló nuestra nave a través del túnel la noche


anterior. Lo consiguió, a pesar de que estaba un poco
apretado. Ella ya tiene la rampa extendida y la nariz
apuntando hacia la salida cuando entramos en el garaje.
En camino hacia aquí, recogimos dos de las quimaeras en
el pequeño laboratorio de Malcolm Goode. Al oírlos hablar
de él, la mayoría de los chicos militares creen que Malcolm
es una especie de genio excéntrico. Tal vez lo es, en cierto
modo. El grupo de animales al azar se mantiene como
mascotas y no han hecho nada para disuadir a la gente de esa
noción. Aunque Walker y su equipo conocen a las quimaeras
de nuestro enfrentamiento en el Complejo Ashwood, aún
seguimos tratando de mantener su existencia en secreto.

Nunca se sabe lo que algunos de estos tipos de gobierno


entusiastas pueden obtener si se les da la oportunidad de
experimentar con una forma de vida extraterrestre.

Tomamos a Regal, cuya forma preferida es un halcón, y


Bandit, que se pone de mal humor en su forma de mapache.
Las otras quimeras se quedan atrás con el papá de Sam,
observando mientras corre una serie interminable de pruebas
en el dispositivo de camuflaje Mogadoriano, tratando de
encontrar una manera de copiar su frecuencia. Adam está
con él, haciendo sugerencias sobre qué tecnología de la
Tierra puede ser capaz de igualar la señal. Hasta ahora no
han tenido suerte, y tampoco lo tiene el equipo de ingenieros
militares que trabajan al lado de ellos.

En el garaje, Lexa desciende de la rampa para reunirse


con nosotros.

— ¿Todo listo para irnos? —le pregunto.

—Acabo de terminar el diagnóstico —responde Lexa—.


La presionamos bastante duro al salir de México, y recibió
algunos disparos del Anubis. Sin embargo, la vieja
muchacha está lista para volar.

Daniela sacude la cabeza y mira fijamente a la nave.

—Estoy a punto de subirme a un OVNI —dice.

—Sí, lo estás —contesta Sam. Me dirige una sonrisa


suave, luego conduce a Daniela y a las quimaeras a bordo.
Como yo, Ella no los sigue inmediatamente. Toma una
profunda respiración, estremeciéndose, me mira con sus
ojos parpadeantes y luego camina penosamente por la
rampa. Dudo hasta que Lexa me toca en el codo.

—Todo está bien —dice tranquilamente—. Yo. . . he


limpiado todo.

Asiento con la cabeza hacia ella.

—Tantos malos recuerdos en esta nave.

—Lo sé —dice Lexa—. Cuando la guerra haya


terminado, tú puedes ayudarme a destruirla.

Sonrío ante la idea, tanto de la de destruir esta nave


como de la guerra terminada. Subo por la rampa, siguiendo
unos pasos detrás a Lexa.

En la parte superior de la rampa, hago una pausa para


mirar alrededor del resto del garaje. Hay un puñado de
soldados dando vueltas por aquí abajo, asegurándose de que
los vehículos están en condiciones de funcionamiento. Sé
que nos han visto. Algunos de ellos incluso nos miran
directamente. Sin embargo, ninguno de ellos muestra algún
signo de intentar detenernos.

Viendo hacia el ascensor, me doy cuenta de que ahí están


Caleb y Christian. Ellos no estaban aquí cuando entramos.
Alguien debe haber registrado nuestra presencia, y esos dos
vinieron a observar. Ambos me miran, sus expresiones en
blanco. Sonrío y los saludo, a pesar de que los tipos me dan
escalofríos. Ellos no me reconocen en absoluto.

Así que Lawson sabe que estamos dejando la base. Oh


bien. Ese es un problema que tendrá que tratar con John.

Dentro de la nave, la zona de pasajeros esta impecable.


Utilizando los controles de la pantalla táctil que cubren las
paredes, Lexa extiende algunos asientos desde el piso y todos
se abrochan el cinturón de seguridad. Bajo el piso, las camas
están ocultas ---incluso en la que Sarah Hart dio su último
respiro. De repente mi boca se siente seca. Odio estar aquí.

Tomo el asiento del copiloto junto a Lexa mientras ella


enciende la nave. Sam viene detrás de mí y se inclina hacia
abajo, con la mano en la parte posterior de la silla.

— ¿Estás bien? —me pregunta tranquilamente.

—Estoy bien —digo rápidamente.

Sam mira sobre su hombro como si tratara de imaginar la


espantosa escena que tuvo lugar aquí ayer. Él niega con la
cabeza.

—Todavía no lo puedo creer —dice—. Sigo esperando


que ella simplemente, no lo sé, surja de algún lugar. Viva. . .

Cuando Sam se calma, me dirijo a Lexa.

—Los Mogs tienen ventaja sobre nosotros —le digo—.


Tenemos que llegar a las Cataratas del Niagara a toda prisa.
—Oh, no te preocupes —responde mientras lentamente
se amplifica la potencia de los motores—. Vamos a ir rápido.
—Lexa mira hacia atrás a Sam—. Será mejor que te pongas
el cinturón de seguridad.

Pongo mi mano sobre Sam.

—Vamos a concentrarnos en la gente que aún podemos


salvar, ¿De acuerdo?

Sam me hecha un último vistazo antes de que retirarse a


la zona de pasajeros y se pone el cinturón de seguridad. Tan
pronto como se oye el click del cinturón en su lugar, Lexa
empuja hacia delante la palanca de aceleración.

— ¡Aquí vamos!

La nave vuela hacia el túnel. Aparte de un silbido de aire,


el despegue es completamente silencioso, los motores
ronronean con calma mientras aceleran rápidamente. No
puede haber más de un par de pies de distancia entre
nosotros y las paredes que recorremos. Hay un par de veces
donde juro que oigo que la nave raspa en el túnel. Lexa se
enfoca hacia el frente, manejando las curvas como si
hubiera hecho esto cientos de veces.

—Oh, mierda, oh mierda, oh mierda… —escucho a


Daniela murmurar detrás de mí.

Cuando giramos en una suave curva, vemos el cielo, un


punto blanco en un principio que se hace más grande y más
grande a medida que seguimos hacia adelante. Y luego, con
un lanzamiento que se siente casi físico, estamos afuera, al
aire libre, ganando altura, elevándonos en primer lugar sobre
un camino de tierra y luego sobre el lago Erie. No puedo
evitar dejar salir un suspiro de alivio al dejar el túnel
claustrofóbico detrás de nosotros.

— ¿Suficientemente rápido para ti? —Lexa pregunta con


una sonrisa.

— ¡Sí! —Daniela grita desde la parte posterior.


—Podrías haber esperado hasta que estuviéramos aquí
afuera para acelerar realmente —digo, aunque no puedo
evitar sonreírle a Lexa.

— ¿Dónde estaría el desafío en eso? —contesta.

Incluso con Lexa volando a toda velocidad, estamos


todavía a una hora de distancia de las Cataratas del Niágara.
Una vez que está claro que el curso está configurado y
estamos en camino, me desabrocho y entro a la parte
posterior para comprobar cómo están los otros.

Al igual que en el viaje a México, Ella se acurruca con sus


brazos alrededor de las rodillas y los ojos cerrados.
Curiosamente, las quimaeras parecen atraídas hacia ella,
estando acurrucadas a su lado. Me pregunto si eso es debido
a la energía Loriense que fluye a través de ella o porque
parece que necesita un poco de consuelo.
Al otro lado del pasillo, Daniela mira a Ella como
tratando de entenderla. Me mira cuando me acerco y asiente
en dirección de la joven.

— ¿Qué pasa con ella? —pregunta con cautela.

—Ella…

Eli abre un ojo e interrumpe.

—Yo fallecí ayer. Por poco de tiempo.

—Oh —responde Daniela.

—Y luego me vinculé con una entidad divina que todavía


habita en mí.

—Está bien, eso es normal.

—Tomara algo de tiempo acostumbrarse —Eli admite,


luego cierra sus ojos de nuevo.

Daniela me da una mirada con sus ojos abiertos como si


fuera a preguntar si todo eso era real. Me encojo de
hombros, y Daniela deja escapar un suspiro, encorvada en
su asiento.

—Hombre, debería haberme quedado en Nueva York.


Teníamos extraterrestres, sí. Pero no eran extraterrestres
zombies.

—No soy un zombie —dice Ella sin abrir sus ojos.

Junto a Daniela, Sam ha sacado un videojuego de manos


de aspecto antiguo de uno de sus bolsillos.

—Enciéndete —susurra con insistencia al videojuego—.


Enciéndete.

Él mira hacia arriba cuando intuye que tanto Daniela y


como yo estamos mirándolo.

— ¿Qué? —dice.

Ladeo mi cabeza.

— ¿Por qué tienes eso?


—Esa cosa de los años ochenta; no puedes hablar con él,
loco —agrega Daniela.

Señalo al juego.

—Hay un botón de encendido al lado.

—Pensé que habías dicho que de todos modos no tiene


baterías.

Sam parece brevemente inquieto ya que lo


bombardeamos con preguntas y comentarios. Respira
hondo.

—Encontré algunos —Sam le responde distraídamente a


Daniela, mirándome—. Y no lo traje para pasar el tiempo
antes de salvar a algunas personas. Lo traje para intentar
recrear lo que sucedió antes. ¿En nuestra habitación?

Daniela levanta las cejas.

—Oh, ¿lo que ocurrió en su habitación?


—Sam hizo que las luces parpadearan —contesto.

— ¿Hiciste eso? —Dice Daniela, sonriéndole a Sam hasta


que él se sonroja un poco.

—Literalmente —dice—. Pienso —bueno, Seis piensa—


que podría estar desarrollando otro legado… que tal vez
puedo controlar la electrónica o algo así.

Daniela se cruza de brazos.

—Hombre, eso es mucho mejor que los ojos de piedra.

Tomo asiento junto a Sam de manera que ahora él está


entre yo y Daniela, luego, me inclino hacia adelante para
mirar a la otra chica.

— ¿Cómo supiste que estabas desarrollando otro legado?


—le pregunto, preguntándome si se siente diferente con los
humanos.
—Se sentía como si mi cabeza fuera a estallar si no lo…
No lo sé. ¿Dejaba salir? —Responde Daniela—. Mi
adrenalina bombeaba. Todo sucedió muy rápido.

—Eso tiene sentido —digo—. Muchos llegan de esa


forma. Tienden a llegar cuando realmente los necesitas. Tus
instintos toman el control. Después de eso, aprendes a
controlarlos.

Daniela me escucha, y luego se inclina hacia atrás y


comienza a masajearse las sienes. . Mira fijamente a la pared
enfrente de nosotros.

—Sí, puedo sentirlo en mí ahora. Podría hacerlo de


nuevo si quisiera sin tanto dolor.

—Por favor, no conviertas la nave en piedra mientras


estamos volando —dice Sam, luego me enfrenta—. Mi
telequinesis se produjo cuando John estaba a punto de ser
mutilado por un Piken. Sería bueno si pudiera conseguir que
este nuevo legado llegue sin toda la cosa de una situación
desafiando a la muerte. Es decir, si los Legados se
manifiestan cuando realmente los necesitamos, yo diría que
ahora, teniendo en cuenta la situación del planeta entero,
realmente los necesitamos.

—Así que sigue intentando —le digo, instando a Sam a


mirar a su antiguo videojuego—. Tal vez debas imaginarte
que algo terrible está a punto de suceder.

Frunce el ceño.

—No debería de ser difícil.

Sam vuelve a hablar con insistencia a su videojuego. No


pasa nada. Cada pocos minutos, cierra los ojos y aprieta los
dientes, como tratando de ponerse en el modo correcto de
pánico y terror. Hay gotas de sudor en su frente. Aun así, no
puede conseguir que el videojuego se encienda. Apoyo mi
cabeza hacia atrás, cierro los ojos y escucho su mantra.

—Enciende, enciende, enciende. . .


—Estamos a diez minutos —Lexa llama desde la cabina
poco tiempo después.

Abro los ojos y lanzo una mirada hacia la cabina del


piloto. El asiento del copiloto está ahora ocupado por Regal,
el halcón esta posado en el respaldo de la silla, la vista al
frente ya que vamos zumbando a través de las nubes. Eli
todavía está descansando los ojos o meditando, no estoy
segura en que. Mientras tanto, Bandit camina de un lado a
otro en el pasillo frente a nosotros, esperando ansiosamente
a que aterricemos. Daniela observa el ritmo del mapache,
luciendo un poco nerviosa a medida que nos acercamos a lo
que podría ser una batalla. Se me ocurre que esto es todavía
extraordinariamente nuevo para ella. Ni siquiera había tenido
legados hace una semana sin embargo, ahora ella tiene que
acostumbrarse a cargar hacia situaciones peligrosas junto a
unos animales exóticos cambia formas.

—No te preocupes. Podemos manejar esto. —Me inclino


a través de Sam para decírselo a ella, aunque no tengo ni idea
de a lo que nos estaremos enfrentando una vez que
lleguemos a las Cataratas del Niágara.

—Estoy bien —me tranquiliza Daniela.

Me giro hacia Sam para decirle algo, pero me detengo


cuando noto la mirada de profunda concentración en su
rostro. Sus cejas están arrugadas, y está mirando hacia abajo
a ese inerte videojuego como si fuera su peor enemigo.

—Enciende —dice a través de sus dientes apretados.

Realmente brinco cuando cuándo el videojuego da


señales de vida. Sam casi deja caer la cosa mientras vuelve a
sonreírme.

— ¿Viste eso? —Exclama.

—Nuh-uh —Daniela responde, inclinándose—. Tu dedo


estaba sobre el botón.

— ¡No lo estaba!
— ¡Lo hiciste, Sam! —Digo, apretando su pierna. Estoy
muy contenta por él, mi sonrisa es casi del mismo tamaño
que la de él.

Eli abre sus ojos para ver la escena, con una pequeña
sonrisa en su rostro.

—Felicitaciones, Sam.

— ¿Se sintió diferente? —le pregunto—. ¿Recuerdas


cómo lo hiciste?

—Es difícil de explicar —dice Sam, mirando hacia abajo


al videojuego, casi como si todavía no pudiera creer lo que
acaba de ocurrir—. Traté de imaginar los circuitos. Al
principio solo era, como, una imagen borrosa en mi cabeza.
No sé cómo luce el interior de un videojuego o cómo
funciona. Pero entonces, no sé, la imagen comenzó a
ponerse más y más clara. Como si un plan de acción se
estuviera formando en mi mente. En un primer momento
fue todo absurdo, pero gradualmente se convirtió en algo. . .
No sé. ¿Algo lógico? Como si estuviera aprendiendo de la
máquina. O como si la máquina me estuviera diciendo cómo
funciona. ¿Tiene sentido?

—No —responde de inmediato Daniela.

—Suena un poco similar a la forma en que uso mi


telepatía —dice Ella.

Me encojo de hombros hacia Sam.

—Como sea que funcione. ¿Crees que puedas hacerlo de


nuevo?

—Creo que sí —dice Sam, y una vez más se concentra en


el videojuego. Esta vez alza la voz como si estuviera
regañando a una mascota por mal comportamiento—.
Apágate.

El videojuego parpadea y se apaga.

—Bien —dice Daniela—. Realmente lo estás


consiguiendo.
En lugar de felicitar a Sam, Inclino mi cabeza hacia un
lado. Algo no está bien. El viento afuera de la nave es de
repente mucho más fuerte. Me toma un momento darme
cuenta del por qué.

—Estamos cayendo —observa Eli.

Los motores de la nave han dejado de zumbar.

— ¡Chicos! —La voz de Lexa viene de la cabina, con una


leve nota de pánico—. ¡Tengo algún tipo de mal
funcionamiento aquí! ¡Mis sistemas simplemente están
muertos!

Desde la cabina, escucho a Lexa golpeando las palancas y


dando palmadas a los botones, maldiciendo cuando no
hacen nada para activar sus sistemas de nuevo. Detectando
el problema, Bandit se coloca debajo de un asiento y pone
sus patas sobre su cabeza. Nos estamos deslizando ahora, y
un vistazo rápido a la ventana me muestra que perdemos
altitud rápidamente. Un campo de golf pasa por bajo de
nosotros, una pequeña ciudad, un río.

Daniela y yo miramos fijamente a Sam instantáneamente.


Sus ojos son grandes. Traga con fuerza.

—Oops.
— ¿ESTÁS SEGURO DE QUE DEBERÍAMOS DE
HACER ESTO? — Me pregunta Nueve

—No tenemos otra opción

Caminamos por uno de los muchos pasillos del Patience


Creek. Mientras que la presencia militar tiene la mayoría de
estos pasillos canturreando de actividad a medida que
realizan su operación, esta parte está desolada. Estamos en
una pequeña sección que fue construida para encerrar
prisioneros, hasta el momento solo tenemos uno.

—Todos esos nuevos Garde apareciendo por todo el


mundo, no crees que uno de ellos podría tener el legado de
volar.
—Quizá uno de ellos lo tenga —respondo—, pero no
tenemos tiempo para encontrarlo.

—Está bien, está bien —Nueve finalmente sede,


moviendo la cabeza—. Solo que quede claro que no estoy de
acuerdo.

—Si lo sé. Atravesaste un poste en su pecho hace un par


de días.

—Ah, ese es un hermoso recuerdo.

—Tus intenciones están claras.

—Si intenta algo, lo mataré.

Miro a Nueve.

—Lo sé. Porque crees que te traje.

Nueve y yo dejamos de hablar cuando llegamos a la sala


acolchada donde Cinco está encerrado. La puerta de acero
reforzado solo tiene una pequeña portilla con una manivela
de tres palancas como las que se encuentran en la bóveda de
un banco o en un submarino. Hay dos guardias parados al
frente, lucen como marines con un aspecto severo cargando
rifles de asalto automáticos que nos les ayudarían mucho si
Cinco lograra salir. Ambos lucen sorprendidos de vernos.

—Lo necesito —le digo a los guardias, asintiendo hacia la


puerta de acero.

Ellos intercambian una mirada.

—Él es un prisionero —dice uno de ellos.

—Lo sé. Él es nuestro prisionero —respondo.

—Definitivamente no estamos planeando dejarlo libre —


añade Nueve.

Uno de los guardias se va a un lado y murmura algo en el


walkie-talkie. Dejo que todo esto suceda. Para que parezca
que respeto la autoridad de Lawnson.
El guardia regresa, se encoge de hombros produciendo
un tintineo de llaves.

—Al general le gustaría que vayas a verlo... por otro


asunto —el guardia me dice mientras desbloquea el
mecanismo que sostiene una manivela de tres palancas en su
lugar

—Ooh, estas en problemas —Nueve dice.

—Le puedes decir que lo iré a ver apenas termine lo que


tengo que hacer aquí —le contesto al marine.

Ahora sé que Lawson ya sé entero que Seis y los demás


dejaron la base sin decirle; no tengo ninguna intención de
perder mi tiempo explicándole nuestros movimientos, si el
los desea saber, él puede buscarme. Tengo cosas que hacer.
Por supuesto, no le dije nada de eso al guardia.

La rueda emite un sonido cuando el guardia la mueve, la


puerta se abre y los guardias se apartan rápidamente.
—Me preguntaba cuando me visitarían.

Cinco está sentado en el piso acolchado de su celda con


las piernas cruzadas y sonriéndonos a Nueve y a mí. Sus
brazos están asegurados en una camisa de fuerza, sus piernas
en un pijama que le queda suelta y sus pies están descalzos.
El piso debajo de él es como un gran cojín. No hay nada en
este cuarto para que Cinco pueda tocar para activar su
externa. En el peor de los casos puede convertir su piel en
algodón.

Yo no supervisé el encarcelamiento de Cinco. No estaba


en un estado emocional para preocuparme por él, por eso
Nueve y Sam se encargaron de eso. Viendo el cuarto
acolchado, piensas que fue construido especialmente para
encerrar a Cinco. Por suerte para nosotros los espías que
construyeron este lugar estaban preparados para cualquier
posibilidad, incluyendo una donde alguien perdiera la cabeza
en un escenario post-apocalíptico.
La cara de Cinco aún sigue magullada e hinchada en
donde Nueve lo pateo después de la batalla en la Isla de la
Libertad. Cuando encerraron a Cinco acá abajo, Nueve y
Sam le quitaron el mugriento parche de gasa que tenía sobre
la cuenca donde estaba su ojo. La cuenca vacía me mira
fijamente.

—Necesito tu ayuda —digo. Las palabras dejan un sabor


amargo en mi boca.

Cinco mueve la cabeza para que su ojo bueno se centre


en mí.

—Tú me salvaste la vida John. Sé que nunca confiaras en


mí, no después de todo lo que paso, pero estoy a tu servicio.

A mi lado, Nueve gruñe.

—Quiero vomitar.

Cinco se gira hacia Nueve.


—Yo aceptó las responsabilidades de mis acciones,
Nueve. Sé que lo que hice estaba... equivocado. ¿Pero
cuando vas a aceptar tu parte?

— ¿Mi parte?

—Siempre diciendo pura mierda —Cinco gruñe—. Si


solo te callaras de vez en cuando...

—Entonces mis bromas te convirtieron en un traidor


psicótico —responde Nueve. Me doy cuenta de que tiene los
puños cerrados. El me mira—. Esta es una idea estúpida,
John.

Niego con la cabeza.

—Miren, cuando todo esto termine, si ustedes dos


quieren encerrarse en una jaula de acero y arreglar su mierda
de una vez por todas, eso estará bien para mí. Pero no
podemos perder tiempo ahora.
Nueve frunce el ceño y se queda callado. Cinco continúa
mirándome como si pudiera ver a través de mí. Un segundo
después, Cinco chasquea su lengua.

—Qué diferencia de hace un día —dice Cinco. Luego se


dirige a Nueve como si yo no estuviera en el cuarto—. Ayer
él estaba haciendo todo lo posible para evitar que nos
matáramos el uno al otro, ¿recuerdas? El niño bueno. Ahora
todo cambió. —Me consuela con una mirada que casi luce
orgullosa—. He visto esa mirada en tus ojos, John. Antes no
estabas listo pero ahora lo estás.

— ¿Listo para qué? —pregunto, pateándome por dentro


por la facilidad con la mordí el anzuelo.

—Para la guerra —Cinco responde—. Listo para hacer


todo lo que sea necesario para ganar. Quizás listo para dar
más de lo necesario, ¿hmmm? —Él mira a Nueve de
nuevo—. ¿Lo ves también, o no? Él es como nosotros
ahora. Sediento de sangre.
Nueve no responde inmediatamente. Él tiene una mirada
incierta en su cara; y, me doy cuenta, de que a pesar de que
odia a Cinco, lo que ha dicho de mí toca algo en él. ¿Cómo
no habría de cambiar después de lo que pasó? Si estoy
sediento de sangre significa que estoy luchando por hacer lo
que sea necesario para acabar con Setrakus Ra, entonces no
estoy avergonzado por ello.

Ignoro todo lo que pasa y miró a Cinco a su único ojo.

—Necesito que me enseñes a volar —digo.

Cinco se concentra un momento y luego flota arriba del


piso acolchado. Cruzando las piernas y con la cabeza rapada,
flotando a cuatro pies del piso, él se ve como una versión
retorcida de un monje.

—Esto es lo que quieres —pregunta.

Estudio la forma de como vuela.

—No es suficiente.
El me frunce el ceño.

—Tú tienes el legado para copiar otros legados como


Pittacus Lore, ¿cierto? Vi lo que hiciste en Nueva York con
la nueva chica y su visión de piedra. Tu solo debes observar
el legado, así que observa.

No es tan fácil como Cinco piensa. Primero que nada,


estaba desesperado, lo que siempre ayuda para aprender
Legados. Además pude sentir como trabajaba el Legado
cuando trataba de sanar el dolor de cabeza de Daniela. Mi
Ximic se topó directamente con su Legado floreciendo y
pude sentir como trabajaba este. Creo que por eso fui capaz
de copiar el legado de sanar de Marina sin saber que lo
estaba haciendo y porque fui capaz de copiar la invisibilidad
de Seis sin muchos problemas. Ya había sentido esos
Legados antes, fueron usados en mí, toque su poder. Mirar a
Cinco flotar alrededor como un buda sociópata no es muy
bonito.
—Con Daniela, fue el calor del momento. Además, pude
sentir como funcionaba el Legado —le explico a Cinco—.
Mirarte a ti no ayuda mucho.

—Hemos volado antes —Cinco me recuerda—. El


primer día que nos conocimos. ¿No te acuerdas como se
sintió?

—Probablemente como ser cargado por un gordo cabrón


—responde Nueve.

Ignorando a Nueve, cierro mis ojos y trato de recordar


cómo fue volar con Cinco. El sentimiento de ir en contra de
la gravedad, mis piernas colgando, la idea de que Cinco me
podría dejar caer en cualquier segundo...

Miro a mis pies, sin sorprenderme de verlos todavía en el


piso.

—Recuerdo como se sentía ser cargado —digo—. Es


muy diferente a propulsarme en el aire.
—Volar es igual que la telequinesis —dice Cinco después
de un momento—. Es como cuando visualizas un objeto y
quieres hacerlo flotar en el aire. Te imaginas haciéndolo y lo
haces. Ustedes ya hicieron esa mierda millones de veces
como yo, ¿cierto?

Nueve y yo murmuramos en acuerdo.

—Bueno, imagina que estás haciendo eso con tu propio


cuerpo —continua Cinco. Sacude su camisa de fuerza e
inmediatamente frunce el ceño. El trata de extender sus
brazos pero se olvida de que estos están sujetos a su
pecho—. Extiende tus brazos e imagina que hay cuerdas en
ellos, tirando de ti hacia arriba.

—Como un títere —dice Nueve

—Como un actor en un show. —responde Cinco,


molesto—. Elévate del escenario, elegantemente.

—Como perdedor —dice Nueve.


—Inténtalo John —dice Cinco gentilmente—. Extiende
tus brazos. Imagina que estas a salvo atado a las cuerdas.
Imagina que tu telequinesis puede manipular esas cuerdas y
luego deja de imaginarlo y hazlo.

A pesar que no me siento totalmente cómodo tomando


clases de Cinco, extiendo mis brazos. Me concentró y trato
de imaginar cuerdas atadas a mí alrededor, conectadas al
techo, como Cinco dijo. Yo manejo las cuerdas con mi
telequinesis. Imagino mis pies dejando el suelo, mi cuerpo
flotando en el aire.

Y luego pasa. Algo hace clic, y siento que mis zapatillas


pierden contacto con el suelo. Son a lo mucho unas pulgadas
pero estoy volando.

—Ahora relájate. —dice Cinco, susurrando—. Está bien,


concéntrate en mantener tu cuerpo recto. Continua
manteniendo tu cuerpo arriba con las cuerdas.
A pesar de que Cinco dice eso. No pude evitar mirar a
bajo para ver mi progreso. Hay un metro de espacio vacío
desde donde cuelgan mis pies. Y viendo que están
completamente desorientados. Mi instinto es de agitar mis
brazos como si perdiera el equilibrio. Rápidamente, me voy
hacia adelante, continuo flotando pero ahora de manera
horizontal, mirando al piso.

— ¡Concéntrate! —Grita Cinco—. ¡Recuerda las cuerdas!

Los gritos no ayudan. Imagino las cuerdas pero en lugar


de tirarlas hacia adelante suavemente, les doy un frustrado
tirón mental. Me voy hacia arriba, siento como mi columna
vertebral choca fuertemente contra el techo y luego caigo de
cara. Por suerte para mí la celda de Cinco es acolchada.

Detrás de mí, escuchó a Nueve tratando de ahogar una


risa. Empujó mi cuerpo con las manos y rodillas y fulmino a
Nueve con la mirada.

—Pudiste agarrarme.
Nueve sonríe e imita el movimiento de mis brazos
cuando trataba de equilibrarme en el aire.

—Oh hombre, eso fue demasiado bueno. No estaba


pensando.

Me levanto. Cinco continúa volando frente a mí sin


esfuerzo alguno. El no piensa que mi fracaso haya sido
divertido como Nueve lo cree.

—Es un comienzo —dice Cinco, y se encoge de


hombros a través de su camisa de fuerza—. No te
recomiendo practicar donde haya un techo como esté, yo
aprendí volando sobre el agua, así no duele tanto.

— ¿Cuánto tiempo? —pregunto—. ¿Cuánto tiempo te


tomo aprender a volar?

Cinco bufa.

—No es como lanzar bolas de fuego, John. Es como


aprender a caminar de nuevo. Toma meses.
Sacudo mi cabeza.

—No tengo meses. Necesito volar hacia una de las naves


de guerra lo antes posible.

Cinco levanta una ceja.

—Bueno ahora, eso suena interesante.

—No estás invitado —dice Nueve rápidamente.

Cinco suspira.

—Si estas determinado de hacerlo por tu cuenta, hay otra


técnica de entrenamiento que podemos probar.

— ¿Cuál es esa?

Apenas he terminado la pregunta cuando Cinco me


golpea en el estómago con su hombro. Se me va el aire
inmediatamente. Él es como una bala de cañón. No tiene
brazos para sujetarme por eso debe mantener presionando
mi abdomen firmemente con su hombro. Caemos fuera de
la celda de Cinco, pasando a Nueve, quien no reaccionó
rápidamente. Los marines de afuera gritan sorprendidos.
Bajamos la guardia un segundo y esto sucede. ¿Cuán
estúpidos podemos ser?

Cinco me golpea contra la parte de arriba de la pared


opuesta de su celda, de modo que la parte superior de mi
cabeza roza el techo. Escuchó los gritos de los soldados,
escuchó como apuntan sus armas.

— ¡No! —Nueve grita—. ¡Le darán a John!

Cinco vuela lejos de mí, y comienzo a deslizarme hacia


abajo de la pared. Pero él no me está dejando ir, solo está
tomando una mejor posición. Cuando caigo, el envuelve mi
pecho con sus piernas. Uno de mis brazos queda atorado en
la llave que hizo con sus piernas.

Enciendo mi lumen con mi mano libre y agarro la pierna


de Cinco, tratando de liberar mi cuerpo. Quemo la parte
delantera de su pijama, escucho la piel de su pierna crepitar y
luego…

¡Whoosh!

Toda la piel de Cinco se convierte en fuego, su externa se


activó. A pesar de que soy inmune al fuego, me voy hacia
atrás sorprendido. La camisa de fuerza se quema y se cae,
fragmentos ardientes caen al piso. Ahora ya no necesita sus
piernas para sujetarme. Él se agacha y sujeta mi garganta con
una de sus manos en llamas.

—Gracias por el fuego, John, eres predecible, pendejo


arrogante.

El vuela y me golpea contra el techo. Luego baja


inmediatamente lanzándome contra el suelo. Nueve salta
hacia nosotros, y Cinco me balancea a un lado como un
escudo humano. Escucho a Nueve gruñir mientras mis
piernas lo golpean en la cabeza. Cinco empieza a volar
conmigo a gran velocidad sobre el pasillo.
— ¿La primera vez que te lleve volando? Dios, ¡no sabes
que ganas tenia de soltarte! Es tiempo de compensarlo.

Es vertiginoso. Nosotros vamos cruzando puertas de


golpe, dentro de celdas vacías, dentro de nuevos pasillos
donde los soldados gritan con pánico. Cinco toma cualquier
oportunidad para golpearme contra la pared o el techo o el
suelo. Es difícil hablar cuando la superficie de tus costillas se
están quebrando, estoy desorientando. Alcanzó a ver a
Nueve detrás de nosotros, está corriendo por las paredes
usando su legado anti gravedad para evitar chocar con algo.
Cinco también debe de verlo, porque se da la vuelta y se
dirige hacia Nueve como un meteoro. Nueve tiene que
hacerse a un lado para evitar chocar contra Cinco y
quemarse, antes de que Nueve se recupere, ya hemos girado
otra esquina.

Estoy solo.
Gracias a que soy aprueba de fuego, no estoy preocupado
por que la piel de Cinco esté literalmente en llamas. La
manera en que sujeta mi cuello es lo que me preocupa.

Cada vez que Cinco me estrella contra una nueva


superficie, su agarre se afloja un poco, y me permite respirar.
Por la forma en la que está zarandeándome, esto se está
convirtiendo en una verdadera batalla para conseguir
oxígeno.

— ¡El Amado Líder vino a mí en un sueño! —Cinco


grito en mi cara. El cuenco donde estaba su ojo está
envuelto en llamas—. ¡Él dijo que me perdonaría si le decía
dónde encontrarte! ¡Le dije que haría algo mejor que eso y te
mataría con mis propias manos!

Un gruñido de furia sale de mi adolorida garganta.


¡Suficiente!

Bajo mis dos puños hacia el antebrazo de Cinco en un


intento de romper su agarre. El gruñe pero no suelta mi
cuello. Nos golpeamos contra la pared, el techo, siempre
usándome como amortiguador. Apoyo mi cabeza hacia atrás,
asegurándome de apuntar directamente a Cinco y luego dejo
que la visión de piedra de Daniela salga.

Él es muy rápido. Al instante de que el rayo sale de mis


ojos, Cinco levanta un brazo para evitar que el rayo le caiga
en la cara. Una mano menos alrededor de mi cuello, pienso.
Cinco deja salir una risa de susto mientras su mano se
convierte en piedra, entonces estampa la nueva extremidad
de plomo directo en mí cara. El continúa con la presión,
cubriendo mis ojos para que no pueda usar mi visión de
piedra.

Es un comienzo. Ahora puedo respirar con solo una de


las manos de Cinco sujetándome. No solo eso, he logrado
ganar algo de ventaja. Lo sujeto alrededor de su cuello y lo
tuerzo, damos vuelta hasta que chocamos y caemos. Nos
golpeamos contra algo —debe ser el suelo, todavía no puedo
ver— y me doy cuenta de que Cinco debe seguir
sujetándome. Teniendo el control ahora, pongo todo mi
peso contra Cinco, lo estrangulo contra el suelo una y otra
vez.

Quita su mano de piedra de mis ojos, ahora puedo ver


una mirada de dolor cruzando por su rostro. El fuego que
cubría su cuerpo desaparece, dejando algo frágil, una piel
normal. No me detengo. Continúo estrangulándolo. Ahora
es Cinco a quien le falta el aire.

— ¡John… John… mira abajo! —se las arregla para decir.

Posiblemente sea otro truco, pero hay algo en la forma en


que lo dice, toda la malicia se fue de su voz.

Miro abajo y veo el suelo, quince pies abajo de nosotros.


No estoy presionando a Cinco contra el suelo, lo estoy
presionando en contra del techo.

Estoy volando en completo control.


—Tu dijiste… tu dijiste que era el calor del momento —
Cinco gruñe—. Pensé que un poco de motivación podría…
podría ayudarte a aprender. A hacerlo… a hacerlo por
instinto.

No sé qué decir. Dejo salir una respiración que silva entre


mis dientes y mi furia desaparece, mientras sostengo a Cinco
en contra del techo. Despacio —en control ahora— floto
hacia el suelo. Miró alrededor. Estamos en un pasillo de la
sección de la enfermería de la base. Todo está vacío. A la
distancia, escuchó pasos en un pasillo cercano.
Probablemente Nueve y los soldados tratando de
alcanzarnos.

—Había mejores formas de hacerlo —digo, mirando a


Cinco. Ignorando el hecho de que está completamente
desnudo, toda su ropa se volvió ceniza cuando su cuerpo se
convirtió en fuego.
—No puedes discutir los resultados —responde Cinco,
encorvando. Sosteniendo su brazo que convertí en piedra
frente a su cara. Puedo decir por cómo se mueven sus
músculos, que está tratando de mover su dedo pero no es
suficiente—. Se siente raro.

Cinco convierte todo su cuerpo en piedra como la de su


mano. Cuando regresa a la normalidad su mano sigue siendo
de piedra. Frunce el ceño.

—Mierda. ¿Esto es permanente?

—No lo sé —le digo—. Puedo intentar curarlo.

—Hazlo por favor —Cinco dice, y extiende su mano.

Tomo la mano de Cinco y dejo que mi legado fluya.


Toma un poco más de esfuerzo de lo normal, mi Legado
tiene que trabajar dentro de la fría piedra y encontrar un
tejido vivo que reconstruir. Eventualmente, la piedra
empieza a desaparecer, revelando una piel lisa debajo.
—Quizás solo deja mi dedo meñique —dice Cinco
rápidamente, con una idea que se le ocurrió en ese
momento—. No necesito mi meñique.

Hago una mueca. Él quiere que deje uno de sus dedos así
para siempre ser capaz de convertir su cuerpo en piedra.
Muevo mi cabeza.

—Eso no sucederá.

—Vamos John —él dice y me sonríe. Hay sangre en sus


dientes—. ¿No confías en mí?

En respuesta, curo el resto de su mano. Pero no dejo ir su


brazo.

—Cuando nosotros peleábamos, tú dijiste que Setrákus


Ra vino en tus sueños. ¿Solo estabas tratando de
provocarme?

—No, si sucedió —Cinco responde—. No acepté su


oferta porque no creo en lo que dice ese viejo bastardo.
Antes de que suelte a Cinco, Nueve sale disparado de una
esquina.

Con mi oído mejorado, puedo distinguir otra docena de


pies a unos segundos detrás de él. Además puedo escuchar
los clics de las armas automáticas. Inmediatamente levanto
mis manos en dirección a Nueve y pongo mi cuerpo entre él
y Cinco. Después de la peligrosa escena de Cinco, no quiero
que esto se me vuelva a salir de las manos.

— ¡Estoy bien! —Grito—. ¡Solo fue un malentendido!

Nueve patina al detenerse, con los puños cerrados. Infla


sus mejillas con esfuerzo, luego alza una ceja, mirando más
allá de mí.

Detrás de mí, Cinco gruñe con sorpresa.

—Uh, John… —Cinco articula.

Me doy la vuelta para ver a Cinco parado como una


estatua. Apenas puede respirar. Un carámbano se cierne en
el aire frente a su cara. El carámbano destella en el pasillo
iluminado, afilado como un puñal. El fragmento congelado
está a un pelo del ojo que le queda a Cinco.

Marina esta parada a unos pies detrás de Cinco, lo


suficientemente atrás como para que Cinco no pueda
agarrarla. Su cabello oscuro está completamente enmarañado
a un lado de su cara. Ella luce como si recién se hubiera
levantado, excepto por sus ojos —estos están abiertos y
deslumbrantes, fijos en Cinco.

—Marina, tranquila… —empiezo a decir. Pero ella no me


escucha.

— ¿Que te dije Cinco? —pregunta Marina, su voz es


fría—. ¿Qué te dije que pasaría si te volvía a ver de nuevo?
—¡SE SUPONE QUE TENDRÍAMOS QUE ESTAR
SALVANDO AL MUNDO de malvados alienígenas y en
cambio, estamos a punto de morir en un choque de avión!
—Daniela gime, su cara presionada contra la ventana más
cercana—. ¡Qué desastre!

—No vamos a morir— Lexa dice bruscamente desde la


cabina de mando—. Puedo aterrizar esta cosa sin energía,
solo que no será agradable.

Desagradable suena como si fuese un eufemismo. Un


vistazo por la ventana me muestra que estamos todavía muy
arriba. Las copas puntiagudas de los verdes árboles se
asoman por abajo. Lexa planea vagamente en círculos,
tratando de refrenar nuestro descenso lo máximo posible.
Sin energía, la nave se mece de un lado a otro con cada
ráfaga de viento y puedo sentir a Lexa tirar de los controles
cada vez que esto ocurre, para mantener la trompa de la nave
quieta. Más o menos, le ha sido posible mantenernos
relativamente estables. Una vez que golpeemos esos árboles
vamos a rebotar como locos.

Sam está de pie en medio del pasillo. Se ve aterrado. No


puedo culparlo, dado que este descenso abrupto es, más o
menos, su culpa.

—Esta nave está jodidamente condenada —me murmuro


a mí misma.

— ¡Enciéndete! —Sam grita como por vigésima vez—.


¡Nave! ¡Te ordeno que te vuelvas a encender!

—No funciona. Los sistemas aún están muertos y yo


estoy totalmente bloqueada —Lexa llama desde la cabina del
piloto—. Intenta de una forma más agradable.
Sam se aclara la garganta y su voz aumenta una octava,
como si le estuviera hablando a un bebé.

— ¿Nave? ¿Por favor vuelve a encender?

Nada ocurre.

— ¡Maldita sea, enciéndete!

Lo agarro por los hombros y hago que me mire.

—Ahora solo estás gritando; entiendes eso, ¿no?


Necesitas concentrarte. Deja de alterarte y usa tu Legado.

—No sé cómo, Seis. Gritar es lo único que realmente me


ha ayudado hasta ahora.

—Lo hiciste antes con el video juego. Solo… no sé.


¿Visualiza?

—Voy a hacer que nos matemos —Sam gruñe.


—He visto muy pocos futuros en donde eso ocurre, Sam
—Ella interrumpe. Aún está calmadamente sentada en su
silla, Sam la mira fijamente.

— ¿Ves? Muy pocos —le digo a Sam.

Sam traga fuerte.

—No es de mucha ayuda.

La nave de repente se tambalea hacia la derecha. Lexa


maldice y lucha contra la columna de viento, intentando
corregir el curso. Definitivamente, acabamos de ganar más
velocidad descendente.

—Seis, quizás puedas ayudarme con el problema del


viento —Lexa llama sobre su hombro.

—Buena idea —respondo, empiezo a alejarme de Sam.


Sus ojos se ensanchan inmediatamente, como si yo lo
estuviera abandonado. Agarro sus hombros y los presiono—
. Relájate, puedes arreglar esto, yo solo voy a ralentizarnos
un poco para tener más tiempo.

Voy a la ventana más cercana y me concentro en el clima


de afuera. Hay un cielo azul y claro afuera. Me concentro en
el viento —que sopla fuerte a esta altura, pero no tan fuerte
como para que no pueda controlarlo. En lugar de que nos
embista contra un costado de la nave, controlo el viento para
que la dirección cambie, pasándolo a través de la panza de la
nave, amortiguándonos. Combinado con la cuidadosa
navegación de Lexa, pronto estaremos descendiendo
suavemente, como una hoja atrapada en una brisa.

Nos he detenido un poco. Esta nave debe pesar media


tonelada. No seré capaz de mantenernos flotando por
siempre, no sin ayuda de los motores. Es solo cuestión de
tiempo.
Estoy segura que Sam sabe esto. Él sigue intentándolo,
con diferentes tonos de voz, ordenándole a los motores que
vuelvan a andar. La nave no lo está escuchando, creo.

En mi visión periférica, noto que Ella sale de su silla,


pequeñas motas de energía azul crepitan por las esquinas de
sus ojos. Sostiene a Bandit bajo uno de sus brazos. El
mapache enloqueció cuando empezamos a caer. Tan pronto
como Eli lo agarró, él se tranquilizó. No entiendo porque
estaba tan asustado, de todas maneras, a diferencia de
nosotros él puede desarrollar alas. Eli estudia a Sam un
segundo.

Asiente una vez, como si hubiera sacado una conclusión.

—Antes dijiste que habías imaginado el funcionamiento


interno del video juego y eso te había ayudado, ¿verdad? —le
pregunta.

—Dije que habían aparecido en mi cabeza


repentinamente —Sam responde. Sam deja correr ambas
manos a través de su cuero cabelludo—. No sé cómo
ocurrió.

—Está bien —Ella responde—. Dame un segundo.

Sam parpadea hacia ella, intentando humedecer sus


labios. Sam observa a Eli cuando se pasea casualmente hacia
la cabina del piloto. Me doy media vuelta, para mirar
también, aun prestándole la mayoría de mi atención a la
redirección del viento.

—Esta cosa tiene paracaídas, ¿cierto? —Daniela me


pregunta.

—No te preocupes —le respondo mirando a Eli—. Creo


que lo tenemos controlado.

Daniela me mira como si estuviera loca. Ella no está


acostumbrada a toda esta cosa de escaparse por los pelos.
—Tú si sabes cómo funciona esta nave, ¿cierto? —Ella le
pregunta a Lexa, situándose a la derecha del piloto—.
Podrías, digamos, ¿imaginar el motor?

— ¿Qué? Si, supongo —Lexa responde. Aunque está más


concentrada en conducirnos hacia una parcela de llanuras
ahora visibles en el horizonte. No hay suficiente espacio para
aterrizar limpiamente, pero por lo menos, no seremos
lanzados en medio de los árboles.

— ¿Podrías hacerlo justo a hora? —Ella pregunta


pacientemente—. Solo... visualiza el motor o el sistema de
energía o.... No sé. Lo que creas que Sam arruinó.

—Estoy un poco ocupada con... —Lexa responde


bruscamente, entonces lo piensa mejor. Se asegura de que
los controles estén apuntando a la dirección correcta antes
de recostarse y cerrar por un segundo los ojos—. Listo,
estoy imagi...
Lexa se detiene de repente con un estremecimiento,
como si un escalofrío hubiera subido por su columna
vertebral.

—Gracias, lo tengo —Ella dice.

Lexa abre los ojos, presiona por un momento el puente


de su nariz antes de volverse a concentrar en los controles.

—Eso fue raro —murmura.

—Sam, voy a enviarte esta imagen —Ella dice


acercándose a Sam a través de la cabina del piloto.

—Enviármela, ¿cómo? —pregunta, aunque la respuesta


es obvia. Telepáticamente. La cabeza de Sam da un tirón
hacia atrás y sus cejas se alzan—. Oh, de esa manera.

—Intenta con tu Legado ahora —Eli sugiere, se inclina


contra la puerta de la entrada de la cabina del piloto y
suavemente acaricia el pelaje de Bandit. Está muy segura de
sí misma. Suelto mi agarre del viento un poco. La nave se
inclina de repente un poco hacia la izquierda. Daniela es la
única que lo nota y deja salir un pequeño gemido de
desesperación; todos estamos concentrados en Sam.

Sus ojos se ponen vidriosos y mira fijamente a lo lejos.


Como si hubiera algo flotando ahí afuera que solo él puede
ver. Sus labios se mueven sin palabras mientras susurra
rápidamente, como si estuviera haciendo una cuenta rápida
hasta mil.

—Nave, enciéndete y estabilízate, devuelve el control al


piloto —dice confiadamente.

Inmediatamente hay un zumbido de actividad bajo


nuestros pies. Los motores de la nave vuelven a la vida y hay
un satisfactorio coro de vítores y silbidos de la cabina del
piloto. Nos nivelamos y empezamos a ganar altura.

—Todo bien —Lexa dice—. Crisis superada.

Me alejo de la ventana y sacudo a Sam.


— ¡Lo hiciste!

Sam me sonríe, atontado, como si no estuviera seguro de


lo que hizo.

—Lo hice —repite.

—No nos mataste, hurra —Daniela agrega


sarcásticamente.

—Me sentí como si estuviera sobrecargado o algo —Sam


dice. Su mirada se posa en Eli—. Como si estuviese
conectado con la máquina. Logré hacer que todo esto
funcione...

Ella se encoge de hombros.

—Yo solo tomé lo que estaba en la mente de Lexa y te lo


di a ti. Eso es todo.

—Esto significa que debes entender a la maquina antes


de controlarla —digo, pensando en voz alta.
—Pero con el video juego, yo solo me senté junto a él,
pensé sobre él y eventualmente la imagen vino a mí —Sam
cuenta—. Y apagar la nave, eso fue un total accidente. Como
si me hubiera extralimitado.

—También hablaste chistoso esta última vez —Daniela


dice—. Como un robot.

— ¿Lo hice? —Sam pregunta y levanta una de sus cejas


hacia mí.

—Lo hiciste —digo—. Parece que todavía tenemos


trabajo que hacer para entender este legado.

—Hombre, necesito un Cêpan —Sam dice rascándose la


parte trasera de su cuello.

Lexa se aclara la garganta.

—Se ven vivos todos. Nos acercamos a las Cataratas del


Niágara. Y ya cuento dos…no, tres Skimmers.
Todos los del fondo guardan silencio y se ponen serios.
La tremenda majestuosidad de las Cataratas del Niágara se
vuelve visible cuando Lexa desciende y pasamos rápido por
encima de ellas. Como era de esperarse, las cataratas están
completamente vacías de turistas. Con el mundo en guerra,
nadie tiene tiempo para contemplarlas.

Me doy cuenta de un brillo azul cobalto en la ladera de la


montaña cerca de las cataratas. Esa es la nueva piedra
Loralita, por la cual nuestros nuevos Garde se han estado
teletransportando.

Y ¿estacionados alrededor de ella? Los tres Skimmers que


Lexa divisó.

— ¿Los ven?

—Si —respondo—. Ningún movimiento, creo.

—Espera; déjame acercar la imagen un poco más.


Oigo a Lexa golpear ligeramente unos comandos en su
consola. Un momento después la vista de la ventana se
difumina y entonces se expande. Ahora observamos más de
cerca la piedra de Loralita y las naves que la rodean. La
cámara que debe estar montada en la panza de la nave, sin
esfuerzo, sigue la piedra mientras nos deslizamos por encima
de ella.

—Whoa —Daniela dice—. Cool.

Ahora puedo observar más detalles de los tres Skimmers.


Solo uno de ellos se ve intacto, con su rampa extendida y la
puerta de su cabina de mando abierta. Del segundo
Skimmer brota una capa de humo negro que sale de su
motor, como si algo hubiera explotado hace poco ahí. Y el
tercer Skimmer está volcado sobre un lado, a la mitad del río
que corre hacia las cataratas. La nave incluso ahora se
estremece, en cualquier momento la corriente se lo llevara
río abajo.
Parece que los Mogadorianos tuvieron más de lo que
esperaban. Incluso así, no veo señales de vida ahí abajo. Eso
me pone nerviosa.

— ¿Qué quieres hacer? —Lexa pregunta.

Pienso acerca de eso un segundo.

—Llévanos abajo, a la intemperie. Nuestra llegada no fue


nada sutil. Cualquiera con ojos probablemente ya nos ha
visto.

—Piensas que los Mogs podrían estar esperando para


dispararnos justo ahora —Sam dice con el ceño fruncido
mirando la escena en la pantalla mientras Lexa nos desplaza
alrededor para el aterrizaje.

—Podría ser una emboscada —digo.

—O puede que ellos tengan más naves. Quizá llegamos


muy tarde. Puede que ellos ya hayan agarrado a esos niños y
regresado a su nave de guerra —sugiere Daniela con
gravedad.

—Esperemos que no —replico.

Lexa aterriza, lo más cercanamente posible a la piedra


Loralita, cerca del Skimmer intacto. Ahora que estamos en
tierra, ella regresa las ventanas a la normalidad. Eli se queda
mirando fijamente a la piedra brillante, pareciendo
hipnotizada.

—Necesitamos ayudar al gobierno a asegurar el resto de


estos lugares —dice después de un momento—. Si los mogs
los encuentran primero, la nueva Garde podría terminar
teletransportandose justo a sus manos.

— ¿Puedes conectarte con ellos de nuevo? —le


pregunto—. Si ellos están viniendo a luchar, podríamos
decirles a todos que se teletransporten aquí.

Ella sacude su cabeza.


—Mi rango ya no es tan fuerte.

—Podemos postearlo en YouTube —dice Sam con


sequedad.

—No YouTube, nunca —replico—. Tendremos que


confiar en que Lawson y su gente harán lo correcto con
ellos.

—Por suerte, estoy con ustedes chicos y no detenida —


dice Daniela.

Lexa nos coloca en un ángulo para que nuestra rampa de


salida quede hacia las cataratas. Eso quiere decir que ninguna
amenaza podrá llegar a nosotros por detrás, y podremos usar
la nave como cubierta por si es una emboscada. Cualquier
Mog que busque atacarnos, vendrá desde el pequeño bosque
verde del norte. Ese pequeño bosque esta medio inundado
por el río que corre hacia las cataratas, por lo que tendremos
una ventaja si nos mantenemos en el suelo.
— ¿Listos? —pregunta Lexa.

Yo asiento, y ella despliega la rampa. Nadie empieza a


disparar. No estoy segura de poder oír disparos de cañones
por encima de la cacofonía de las cataratas, de todos modos.

—Adam debe estar en el comunicador —le digo a


Lexa—. Llámalo, cuéntale que llegamos y ve si él recogió
alguna charla de los Mogs. De todos modos, ten la nave
preparada para salvarnos el culo en caso de que tengamos
que irnos a toda prisa.

—Lo tengo —Lexa responde.

Extiendo mi brazo, e inmediatamente Regal aterriza sobre


mi antebrazo, cuidando que sus garras no se encajen muy
fuerte.

—Explora esto —le digo a la quimaera y el aletea lejos, a


través de la puerta de salida hacia el cielo azul. Comienzo a
acercarme a la rampa después de que se va, haciéndole señas
a Daniela—. Vamos, toma el frente conmigo. Cualquier cosa
que se vea hostil, anda y conviértelo en piedra.

Daniela sonríe, pero puedo notar que está nerviosa.

—Hagámoslo.

Con Daniela y yo liderando el camino, comenzamos


nuestro descenso por la rampa. Miro hacia un lado,
rápidamente, sintiendo movimiento. Pero es solo Sam
recogiendo una dentada roca del río con su telequinesis.

Él se encoge de hombros hacia mí.

—En caso de que necesite golpear a alguien —dice


calmadamente.

Daniela mira alrededor mientras caminamos a la redonda


del frente de la nave y nos acercamos al Skimmer quemado.
Bandit está a nuestro lado mientras nos movemos
lentamente al norte. El mapache se ha puesto más grande
desde que aterrizamos, hinchado, sus garras son ahora de
una longitud viciosa. El rasguña la tierra, listo para atacar
ante la primera señal de peligro. Sus garras juntan una
sustancia gris caliza que inmediatamente reconozco.

Ceniza Mogadoriana. Bastante fresca, considerando que


no se ha desparramado por completo aun. Y ahí, al lado de
las cenizas, las armas abandonadas de un nacido en tanque
asesinado. Hubo definitivamente una guerra aquí, y los Mogs
fueron víctimas.

—Los novatos hicieron algo de daño —digo.

—No bromeas —Sam replica, visualizando el Skimmer


humeando. Examinándolo más de cerca, parece como si una
granada hubiera estallado justo en su cabina de mando. Algo
exploto, eso seguro. No estoy segura de que.

Miro por detrás de nosotros y veo a Ella a la deriva de


nuestro pequeño grupo. Dirigiéndose hacia la piedra de
Loralita, lo que la pondría al descubierto.
—Ella —le silbo—. Mantente cerca.

Ella ondea su mano hacia mí sin quitar su mirada de la


piedra.

—Estaré bien, Seis.

Sam y yo intercambiamos una mirada.

—Supongo que te pones bastante atrevido cuando


puedes ver el futuro —Sam dice.

—O cuando ya moriste una vez —le respondo.

Confiando en que Eli puede cuidar de sí misma, dirijo a


los demás cautelosamente hacia el bosque. Pasamos el
Skimmer que aterrizo a salvo, luego el borde cercano del río
y el Skimmer que se volcó en las profundidades. Daniela
pone una mano en mi brazo.

— ¿Escuchaste eso?
Al principio, no escucho nada salvo el agua. Pero después
distingo un zumbido monótono, agudo e incesante. Bizqueo
hacia el Skimmer en el río. Luce borroso, de alguna extraña
manera….

Insectos. Incluso medio sumergido en el agua, la nave


Mogadoriana está cubierta por un enjambre de insectos.
Tiene que haber miles de ellos, abejas y jejenes y moscas y
quien sabe que más, yendo y viniendo por los respiraderos
del motor, arrastrándose sobre la cubierta blindada. Solo se
separan cuando el agua del río salpica hacia ellos.

—Tiene que ser trabajo del apicultor —dice Sam.

—Tiene que serlo —concuerdo. Después nos movemos


hacia delante. Me estoy sintiendo mucho más confiada
acerca de esta misión. De hecho, no parece ser un rescate
para nada.
Desde arriba, sonando sobre el golpeteo de las olas y el
zumbido de los insectos, llega un penetrante grito. El llanto
de un halcón. Regal enviando una advertencia.

— ¿Qué diablos es eso? —exclama Daniela, apuntando al


cielo.

Desde la línea de los árboles, un objeto brilloso fue


lanzado directamente hacia nosotros. Este flota a través del
aire en un arco imposible —hay telequinesis guiándolo,
seguramente. Si tengo que adivinar, diría que alguien acaba
de arrojarnos una piña de pino. Excepto que nunca vi una
titilando con ondas rojas de energía carmesí.

Una imagen del Skimmer explotado que acabamos de


pasar viene repentinamente a mi mente.

—Dispárale —le digo a Daniela.

No tuve que molestarme; ella ya estaba en eso. Una


corriente de energía teñida de plata brota desde los ojos de
Daniela —la fuerza de esto luce realmente dolorosa, y
Daniela grita cuando ocurre. Su objetivo es acertado, y
pronto la resplandeciente piña de pino no es más que un
pedazo de piedra volando a través del cielo.

Sin esperar a que tenga alguna posibilidad, golpeo la roca


con mi telequinesis. Aterriza a unas veinte yardas frente a
nosotros e inmediatamente explota, la energía roja de la piña
cargada tritura el caparazón de piedra de Daniela. Somos
golpeados por unos pocos pedazos, pero de manera
inofensiva. No estoy segura de como hubiese sido la
explosión si Daniela no la hubiera amortiguado.

— ¡Allá! —grita Sam, señalando al borde del bosque.

La veo también. La chica Japonesa de aspecto frágil del


video. Está de pie donde los árboles menguan, cerca del río,
en el agua poco profunda. Debe haberse estado escondiendo
desde antes y salió de su cubierta mientras nos acercábamos.
Hay un corte arriba de su ceja, y la sangre gotea desde un
costado de su cara. Ella tiene raspones, y, en sus brazos,
puedo ver marcas de quemaduras de cañones Mogadorianos.
Nos mira fijamente, de manera incierta.

Luego, ella rápidamente se agacha y toma un puñado de


rocas. En sus manos, estas comienzan a brillar.

—No hagas eso —grito cuando la chica balancea su


brazo hacia atrás como si fuese a tirar.

—Tranquila, Ran, tranquila —grita una segunda voz. Es


el chico Británico tipo punk que filmo el video que nos trajo
hasta aquí. Nigel, creo que era su nombre. Sale de entre los
arboles salpicando a través del agua poco profunda, y agarra
a Ran por la cintura.

Ran rompe su ataque cuando Nigel la agarra y la levanta.


Las piedras se liberan de sus manos y se estrellan en el agua.
Unos pocos latidos de corazón más tarde, media docena de
géiseres de agua explotan hacia arriba donde las piedras
detonaron.
—Ella hace granadas —dice Sam—. Eso debería de ser
útil.

—Eso es rudo. ¿Porque no pude tener ese?—Daniela se


queja, rascando su cabeza.

Sujetando a Ran con un solo brazo, Nigel ondea su mano


hacia nosotros. Los otros dos —Bertrand y Fleur— emergen
cuidadosamente de los árboles. Los dos sujetan cañones
Mogadorianos. Tengo una extraña sensación de nostalgia
viendo a este estrafalario grupo. ¿Es así como lucíamos antes
de sobrevivir a aquellas primeras batallas?

—Buenas tardes aliados alienígenas —grita Nigel


alegremente avanzando hacia nosotros al frente de los
demás—. Sí que se tomaron su maldito tiempo en llegar.
—MARINA, NECESITO QUE TE CALMES.

Probablemente es una mala elección de palabras. Me doy


cuenta inmediatamente.

—No me digas que me calme, John —ella contesta


acaloradamente—. Me despierto. No sé dónde estoy. ¿Y
este… este bastardo es la primera cosa que veo?

El carámbano letalmente afilado continúa flotando a una


pulgada del ojo bueno de Cinco. Podría intentar usar mis
poderes para alejarlo, pero hay tanto la posibilidad de
desarmarla, como de accidentalmente clavarlo en la cara de
Cinco durante el forcejeo. Cinco debe saberlo. No se mueve
para nada, se congela ante el arma de Marina, con las manos
extendidas a sus lados para mostrar que está desarmado.
Desarmado y totalmente desnudo, de hecho.

—Estás a salvo —le digo a Marina.

—Discúlpame, pero no parece ser de ese modo —ella


replica.

Miro sobre mi hombro. Detrás de mí, muy abajo en la


habitación, hay una docena de soldados pesadamente
armados. Sus armas no están levantadas. No creo que ellos
sepan cómo reaccionar ante esta escena, pero siguen sin ser
una presencia acogedora. Nueve está unos cuantos pies
delante de ellos, con sus brazos cruzados, su boca cerrada.
No debería esperar que defienda a Cinco. De hecho, puede
que sea una muestra de auto-contención de parte de Nueve
el que no esté animando a Marina.

—Estamos en una base militar secreta fuera de Detroit


—le explico a Marina, manteniendo mi tono neutral—.
Fuiste herida en la batalla contra Setrákus Ra. Te curé, y has
estado descansando.
—Entonces Setrákus Ra está vivo.

—Sí —replico—. Aunque Seis lo hirió gravemente. Aún


no se ha recuperado del ataque. Tenemos tiempo, no
mucho, pero el suficiente para planear nuestro siguiente
movimiento...

— ¿Y qué hay de él? —El carámbano se agita enfrente


del rostro de Cinco con énfasis. Cinco se estremece. El
pedazo de hielo se inclina peligrosamente cerca en respuesta,
y él se pone rígido nuevamente.

—Capturamos a Cinco en Nueva York. Es nuestro


prisionero.

—No luce como un prisionero.

—Estaba ayudándome con algo. Va a volver a su celda


ahora. ¿Verdad Cinco?
El ojo de Cinco se mueve brevemente en mi dirección.
Traga con fuerza y voltea su cabeza con precaución para
asentir.

—Si —dice en voz baja.

Marina hace una mueca de desprecio cuando él habla. Me


voltea ver, y puedo notar que, mezclado junto con la rabia y
la confusión que le trae ver a Cinco, ella quiere creerme.

—Por favor, Marina —digo—. Sé lo que hago.

Lentamente, ella comienza a bajar el carámbano. Tan


pronto como está fuera de su cara, Cinco se precipita
rodeándome, dejándome a mí en medio del camino entre él
y Marina. Él la observa, una mezcla de miedo y vergüenza en
su rostro, y entonces se desliza hacia el suelo, junto con
Nueve y los soldados.

—De todos los horrores de la guerra que he visto, este es


el peor. —Nueve observa mientras un Cinco desnudo se
acerca. Algunos soldados se ríen. Sacudo mi cabeza. Esa es
exactamente la clase de comentarios que podrían sacar a
Cinco de sus cabales.

Para mi alivio, Cinco cuadra sus hombros y no responde.


La multitud de soldados se acercan hacia él, mirándolo y
murmurando. Cinco los ignora a todos. Por ahora, parece
satisfecho con simplemente regresar a su celda por voluntad
propia. Eso es algo bueno. Quizá está aprendiendo a escoger
sus peleas.

— ¡Se acabó el espectáculo, gente! —exclama Nueve,


moviendo a todos afuera. Él sigue a Cinco a la vuelta de la
esquina, su voz es ensordecedora mientras le grita a un
soldado— ¡Haga su labor patriótica y consíganle a este chico
unos pantalones!

Ahora sólo somos Marina y yo. Ella hace flotar el


carámbano sobre sí, y lo toma del aire, rompe la afilada
punta y presiona lo que queda contra su frente. Me mira con
una sonrisa insegura.

—Lo siento si reaccioné… mal. Al despertarme y verlo


ahí, yo… estoy intentando no ser tan… vengativa.

—Reaccionaste como yo lo hubiera hecho —le digo a


Marina. Hago un gesto hacia el pedazo de hielo en su
cabeza—. ¿Cómo te sientes? ¿La cabeza sigue molestándote?

—Sólo es un pequeño dolor de cabeza —ella replica—.


Recuerdo a Setrákus Ra estampándome contra el suelo y
luego…

—Estabas en muy mal estado —digo—. Te curé lo mejor


que pude.

—Salvaste mi vida —Marina dice, tocando mi brazo—.


Estaba cerca de la muerte. En el precipicio. Estoy segura de
que eso es un hecho.
Levanto una ceja ante eso. Marina tiene razón; ella apenas
estaba viva cuando la nave de Lexa llegó aquí. Pero por la
manera en que habla de ello, puedo decir que hay algo más.

—Mientras estaba inconsciente, soñé con Setrákus Ra. O


más bien, él invadió mi sueño. Él quería… —Una imagen de
profunda repulsión cruza el rostro de Marina. Ella se
estremece. El hielo en su cabeza truena y se expande, una
capa fresca de escarcha cubre sus dedos—. Él tomó la
apariencia de Ocho. Trató de convencerme de… morir.

Miro hacia la dirección por la que Cinco se fue. Él


mencionó un sueño sobre Setrákus Ra, también. Supongo
que sólo porque necesite recuperarse físicamente, no
significa que el bastardo no puede seguir fastidiándonos
telepáticamente.

—Él apareció en el sueño de Cinco, también —le digo a


Marina—. Le pidió que nos diera la espalda.

Marina arquea una ceja.


— ¿Y lo hizo?

—Él dice que no —respondo. Le creí a Cinco cuando


dijo que no nos traicionaría, pero sé que eso suena poco
creíble para Marina—. De cualquier modo, lo trajimos aquí
con los ojos vendados. No podría entregarnos aunque
quisiera.

—Setrakus Ra debe haber acudido a mí porque era


vulnerable y a Cinco porque… bueno, su historia…—
Marina hace una pausa, pensando en voz alta—. ¿Alguien
más ha…?

—No, he visto a todos esta mañana; me habrían


mencionado algo. —le digo a Marina, aunque algo golpea en
el fondo de mi mente.

—Así que Cinco y yo somos blancos fáciles —Marina


dice, frunciendo el ceño—. Vaya, eso es desalentador.
—Está desesperado —digo, aunque no estoy seguro de si
en verdad creo eso—. Él no sabe dónde estamos, pero
sabemos que está herido, y sabemos dónde encontrarlo. Tan
pronto como arreglemos algunas cosas para los militares,
vamos a ir a Virginia Occidental, y vamos a terminar con
esto.

Marina se queda en blanco ante mi mención de los


militares. Se me ocurre lo mucho que se ha perdido en el
corto tiempo que ha estado inconsciente. La dirijo hacia la
habitación médica. No hay mucho dentro. Excepto por
algunos catres separados por cortinas, y equipos de
monitoreo, el lugar está completamente vacío siendo Marina
la única paciente. Ahora que estamos solos, la actualizo de
manera rápida. Le cuento sobre la batalla en Nueva York, la
llamada del presidente, el origen del Patience Creek y la
asignación del General Lawson como comandante especial.
Sé que sueno como un desabrido comandante informando a
un soldado, pero no puedo evitarlo.
Marina escucha con paciencia, pero noto que sus ojos se
entrecierran mientras me estudia de cerca.

—John —ella me interrumpe cuando pauso para tomar


aire—. ¿Dónde están los otros? ¿Todos están bien?

Miro hacia el suelo. Entonces se me ocurre el por qué he


estado dándole una narración tan detallada. Obviamente,
Marina debe saber lo que sucede en nuestra guerra, pero es
más que eso.

Ella no lo sabe.

Estoy evitando decirle sobre Sarah.

No he tenido que hacerlo aún. No he tenido que darle las


noticias. Ni siquiera he dicho las palabras.

Marina me mira con expectación. Ella sabe que algo no


está bien.
—Sarah, ella… —cubro mi rostro con las manos. No
puedo mirar a Marina mientras lo digo, tengo que mirar al
suelo—. Ella no lo logró.

Marina se cubre la boca con una mano.

—No.

—Ella estaba intentando ayudar a Seis, y Setrákus Ra…


—Sacudo mi cabeza, sin querer imaginarlo—. Ella salvó a
Seis, incluso herida, pero perdió demasiada sangre…

Marina me abraza. Uno de sus brazos se posa alrededor


de mis hombros, el otro detrás de mi cabeza y me aprieta
con fuerza. Sólo es cuando siento sus brazos rodeándome
que me doy cuenta de cuán tenso he estado, tan rígido que
apenas puedo relajarme en el abrazo. Eso no detiene a
Marina. Dejo salir una profunda exhalación y estoy
sorprendido de sentirme a mí mismo estremecerme. Ha sido
todo tan caótico… No me di cuenta de cuanto necesitaba
algo como esto. Por un momento, descanso mi frente contra
el hombro de Marina, y siento como algo dentro de mí se
rompe. Mi visión se pone borrosa y abrazo a Marina de
vuelta, probablemente más fuerte de lo que debería, aunque
ella no me dice nada.

Me doy cuenta de que mis mejillas están húmedas.


Rápidamente, dejo ir a Marina y seco mi rostro.

—Dios, John, lo siento tanto. Yo… —Marina se detiene


y baja la vista hacia sus manos—. Si no hubiera estado…
Hubiera podido hacer algo. Podría haberla salvado.

—No —respondo—. Ni siquiera pienses eso. No es


verdad, y pensar en ello no lleva a ninguna parte.

Ambos nos quedamos en silencio, sentándonos uno al


lado del otro en uno de los rígidos catres de la enfermería.
Marina se inclina sobre mí y toma mi mano. Ambos
miramos abajo, hacia los azulejos manchados del suelo.
Después de un momento, Marina comienza a hablar con
suavidad.

—Después de que Ocho fue asesinado, estaba muy


enojada. No solo fue por el modo en que ocurrió. No sólo
fue porque estaba enamorándome de él. Fue… todos hemos
perdido gente antes, ¿Sabes? Pero Ocho, él fue… Él fue la
primera persona con quien imaginé un futuro. ¿Tiene
sentido? Habiendo crecido en el convento, con Adelina
evitando mi entrenamiento, negando la guerra… Era obvio
que un desastre se aproximaba y no estábamos tomando
ninguna precaución. Como si el infierno estuviera siempre a
la vuelta de la esquina, a tan solo unas cicatrices más de venir
por mí. Recé con las hermanas, oyéndolas hablar acerca del
Cielo como los humanos lo imaginan, pero nunca me atreví
a imaginarme a mí misma en ese mundo. Nunca imaginé
algo después… Después de todo. No hasta que conocí a
Ocho. Pude imaginar qué pasaría después cuando estuviera
con él. Y el presente, también mejoró. Cuando Cinco mató a
Ocho, todo eso se fue. Me sentí… Sigo sintiéndome…
engañada, creo. Estafada.

Asiento junto con las palabras de Marina.

—Conocí a Sarah justo después de la tercera cicatriz,


cuando era el siguiente. Marcado por la muerte. Debería
haber sido el peor momento de mi vida, pero de alguna
manera, al encontrarla, ella hizo que todo fuera mejor. Mi
Cêpan, Henri, pensó que estaba loco. Pero creo que él lo
entendió, eventualmente. Ella me dio una razón para luchar.
Como lo que dijiste, sentí que finalmente había algo más allá
de sólo sobrevivir por sobrevivir. Y ahora…

—Ahora —Marina repite, su voz es triste y pensativa—.


¿Ahora qué hacemos?

—No queda nada qué hacer, excepto terminar con esto


—digo, sintiendo mis músculos tensarse ante las palabras.
Marina no deja su agarre en mi mano.
—En el Santuario, antes de que Setrákus Ra lo
destruyera, la entidad Loriense me dejó hablar con Ocho —
dice Marina. La miro estupefacto. No sabía siquiera si algo
como eso era posible. Ella sonríe con tristeza en respuesta—
. Fue muy breve, sólo unos cuantos segundos. Pero era
realmente él, John. Me dio fe en que puede haber algo más.
No todo es oscuridad y muerte.

Aparto mi vista de ella. Sé que está intentando darme


esperanza. Pero no estoy listo para eso aún. La única cosa
que quiero es venganza.

—Después de eso, tuve cierta sensación de paz. Mi ira se


había ido —Marina ríe ásperamente, como si estuviera
recordando lo que pasó hace unos minutos, cómo casi le
saca el ojo que le queda a Cinco—. Obviamente no duró
mucho. He intentado, siempre he intentado, vivir con honor,
de manera correcta, de la manera en que los ancianos
hubieran querido. Por sobre todo lo que ha sucedido, he
intentado permanecer siendo yo misma. Pero todo lo que
necesito es ver a Cinco en el pasillo, para sacar lo peor de mí,
y hacer que la rabia regrese.

—Quizá eso no es lo peor de ti —le digo a Marina—.


Quizá es justo lo que necesitamos ser ahora mismo.

— ¿Y que seremos después, John?

—El después ya no importa en absoluto —le digo—. Ya


hemos perdido demasiado. Si no ganamos, si no detenemos
a Setrákus Ra, ¿Entonces para qué fue todo esto?

Siento cómo las manos de Marina han comenzado a


emanar un frío doloroso. En vez de retirar mi mano,
enciendo mi Lumen, regresando el calor a ella.

—Sin Sarah, no me importa lo que pase conmigo —


continúo—. Sólo quiero destruirlos a ellos, destruir a
Setrákus Ra, de una vez por todas. Eso es lo único que
importa ahora.
Marina asiente. Ella no va a juzgarme por mis palabras.
Creo que ella entiende. Ella sabe cómo es querer empujarte a
ti mismo hacia adelante, mantenerte momentáneamente de
caer a pedazos.

—Sólo espero que quede algo de las personas que


éramos, algo de nosotros para reconstruirnos, cuando todo
termine —Marina dice en voz baja.

—Yo también —admito.

—Bien —ella responde—. Ahora, comencemos.


LEXA MANTIENE EL VUELO DETRÁS DE LAS
CATARATAS DEL NIÁGARA bajo y cauteloso. No
queremos aparecer en ningún radar Mogadoriano si es que
están enviando más naves dentro del área. Estoy junto a ella
en la cabina, el campo de batalla de la cascada desaparece
detrás de nosotros.

La voz de Adam se oye clara y emocionada desde el


comunicador.

—Tengo mucho que contarles de la nave de guerra en


Chicago. Están perdiendo varios de los Skimmers que
enviaron a las Cataratas del Niágara. Y otra nave está en
camino hacia allá desde Toronto; ustedes deberían salir justo
por delante de ella —informa Adam—. El nacido de verdad
al mando está preocupado de que sus Skimmers no se hayan
reportado. ¿Supongo que eso es trabajo de ustedes, cierto?

Me río entre dientes.

—De nosotros no. De los novatos.

—Oh, bien por ellos —replica Adam, su sorpresa es


audible.

—Acabaron con una tripulación de Mogs, es como una


iniciación —digo casualmente. Lexa alza la vista ante esto,
con un apretado ceño fruncido en su rostro. Miro lejos de
ella.

—Probablemente ayudó que los nacidos en tanque


tuvieran órdenes de atraparlos vivos —agrega Adam.

— ¿En serio?

—Sí. Creo que el comandante quería hacer de ellos un


regalo para Setrákus Ra.
Ruedo mis ojos.

—Bueno, pues la jodió.

—Como sea —Adam continúa—, este comandante,


ahora está solicitando permiso para desviarse de su posición
en Chicago, especialmente desde que las órdenes de
bombardeo no llegaron como se les había prometido. Él
quiere asediar la piedra de Loralita en las Cataratas del
Niágara en caso de que más Gardes se teletrasporten a través
de ella.

Hago una mueca. Eso es exactamente por lo que Eli


estaba preocupada.

—No encontrarán nada —le digo a Adam—. Nos


ocupamos de la piedra.

De regreso a las Cataratas del Niagara, mientras que Sam


y Daniela ayudaban a los cuatro nuevos Garde a entrar en la
nave, me dirigí hacia donde Eli estaba teniendo un contacto
un poco raro con el afloramiento de la roca azul cobalto.
Tenía sus brazos envueltos alrededor de la piedra lisa, su
mejilla presionada a su lado. Esta latió con energía Loriense,
y por un momento me preocupé de que fuera a
teletrasportarse muy lejos. O fuera a hacer algo aún más
extraño.

—Eli, ¿estás lista para ir…? —Pregunté suavemente, no


queriendo molestarla.

No respondió de inmediato. La piedra de Loralita


parpadeó brillantemente por un momento, de repente era
transparente, venas de energía eléctrica eran visibles en su
interior. Entonces, un momento después, la piedra se
desvaneció, el azul cobalto se filtró lejos y la piedra parecía
embotada, como cualquier número de rocas que sobresalen
alrededor de las cataratas. Ella volteó, frunció el ceño y
desempolvó sus manos.

—Lista —me dijo.


No me moví. En cambio, señalé la piedra.

— ¿Qué acabas de hacer?

—Lo apagué —contestó—. No quiero a nadie


teletrasportándose por aquí si los Mogadorianos saben de
ello.

Miré de la piedra a Eli.

— ¿Puedes hacer esto? ¿Controlarlas?

—No lo sabía hasta que lo intenté —contestó Eli, sus


ojos estaban literalmente resplandecientes—. Desde el
Santuario, desde que yo... caí dentro de la energía, me he
sentido conectada.

— ¿Conectada con qué? ¿Con Lorien?

—Esté, sí. Y con la Tierra. Y con todo. Sin embargo, se


está desvaneciendo. Lo que sea que Legado me dio, no creo
que sus efectos vayan a durar. —Eli comenzó a caminar
hacia la nave—. Vamos. Necesito tener una conversación
muy desagradable con John.

Asentí como si hubiera entendido lo que Ella estaba


diciendo. Decidí que era bueno para todos nuestros intereses
dejar que Eli hiciera sus cosas. Ella ha pasado por mucho,
visto más de lo que yo puedo imaginar. Dejar que ella se
encargue de lo místico. Y yo me encargo del trabajo sucio.

—Seis, ¿estás ahí?

La voz impaciente de Adam viene a través de la radio. Me


había distraído, pensando en Eli y su efecto sobre la Loralita.
Desde su asiento detrás de los controles, Lexa me mira
detenidamente con su ceja levantada.

—Sí, perdón, estoy aquí —respondo—. ¿Cuál ha sido la


respuesta de los Mogs? ¿Van a mover esa nave?

—No saben qué diablos están haciendo. Con Setrákus Ra


fuera de servicio, solo se están gritando los uno a los otros.
Algunos piensan que Setrákus Ra agradecería la decisión del
comandante de perseguir a la Garde; otros piensan que está
loco por cuestionar las órdenes del Amado Líder de
permanecer en su sitio. Realmente ustedes arruinaron toda
su operación, Seis.

Me estaría mintiendo a mí misma si no sintiera un poco


de orgullo por las palabras de Adam. Aun así una molesta
voz en mi mente sabe que eso no es lo suficientemente
bueno. Eventualmente, Setrákus Ra se levantará, y esta
ventaja temporal se habrá ido.

—Su cadena de mando está empezando a desmoronarse,


—Adam continúa, enérgico—. Es decir, no hay ninguna
página en el Gran Libro que diga a los Mogs que hacer si su
líder inmortal repentinamente desaparece. John y yo creemos
que deberíamos explotar eso seriamente antes de que
Setrákus Ra despierte y reafirme su control.

— ¿Tienes ideas?
—Creo que sí. —Adam se detiene—. Aunque, sería un
poco peligroso.

— ¿Qué no es peligroso? —contesto

Cuando Adam está fuera del comunicador, Lexa llama mi


atención. Puedo decir que tiene algo que contar, por lo que
me quedo en la cabina.

—Esos niños que recogimos... —dice tranquilamente.

— ¿Sí?

— ¿Piensas que están listos?

— ¿Estábamos nosotros nueve listos cuando abordamos


esta nave? —respondo.

Lexa me lanza una mirada. Yo miro fijamente hacia atrás,


y finalmente ella se gira hacia la ventana delantera, dando el
asunto por terminado. Me aparto de su lado y abro la puerta
al área de pasajeros, me apoyo contra el marco y vigilo a
nuestros recién llegados.
Ahí está Fleur, su rubio cabello echado hacia atrás y
húmedo de sudor y agua del río. Ahora entiendo porque
Nueve estuvo jadeando como el perro de una caricatura
cuando la vio en el video. Ella es hermosa, excepto ahora ya
que tiene quemaduras de cañón en la parte alta y baja de sus
brazos, en sus hombros y en un lado de su cuello —tiene la
piel carbonizada, con ampollas y burbujas de carne. Ella
tiembla cuando Daniela le pone cuidadosamente una
comprensa fría en sus heridas.

—Estarás bien —Daniela le dice—. John puede curar


esas quemaduras en un segundo. Quedaras como nueva.

Fleur asiente, aunque que su movimiento parece bastante


incómodo, ella tiene que hacer un esfuerzo para responderle
a Daniela con un inglés acentuado.

—Tú has... Te ha pasado antes, ¿cierto?

Daniela sopla uno de los mechones de su cara.


—En realidad, hasta ahora he sido bastante buena
evitando que me disparen. Solo he estado haciendo toda esta
mierda de defender el planeta desde que la invasión
comenzó, creo. Así que llevo poco tiempo en esto.

—Oh —Fleur responde. Se ve casi decepcionada—. Creí


que eras una de ellos, o al menos que habías, ah, estado
haciendo esto desde hace un tiempo.

Daniela sonríe pero niega con la cabeza. Es loco para mí


que Daniela esté actuando como una Garde veterana. Ella
sobrevivió a NY; eso no es una pequeña hazaña, pero no
significa que no sea una novata. Nosotros los Garde
originales tuvimos años para entrenar para una batalla como
esta, estos niños nuevos no tendrán ese lujo. Ellos están
siendo lanzados directamente a la guerra.

Daniela me pilla mirándola. Deja a Fleur con la


comprensa fría y camina para unirse a mí en la puerta de la
cabina de mando.
— ¿Todo bien? —le pregunto.

—Vivirán —ella responde—. El chico bicho, no dejó que


lo revisara.

Ella está hablando de Bertrand. A través de la puerta


abierta, puedo verlo acostado en su lado del área médica. Se
ve como un maldito oso Teddy. Él fue herido con
quemaduras de cañón, como Fleur. Pero la mayoría de ellas
están en su espalda y trasero.

— ¿Porque no? —le pregunto a Daniela.

—Ya sea porque no quiere que le vea el culo, o porque


está avergonzado por huir de los Mogs —ella dice.

—Él solo corrió después de usar sus bichos para dañar el


motor de uno de los Skimmers y hacerlo chocar —le digo—.
No tiene nada de vergonzoso, mierda. ¿Sabes cuantas veces
corrí o me volví invisible para esconderme en mis primeros
días? No siempre puedes pelear.
Daniela ríe.

—Primeros días jóvenes —repite—. Eres que... ¿Dos


años mayor que ellos? Si... realmente eres una chica muy
vieja, Seis.

—Se siente de esa manera —le digo, dirigiéndole una


sonrisa. Daniela tiene razón, ellos cuatros son, solamente,
uno o dos años menores que yo, máximo. De todas formas,
los tomo como solo niños. Demonios, Ella parece mayor
que este grupo. De todas formas, quizás estoy muy
confundida con la edad.

Mi mirada se posa en Nigel. Él fue la esencia de la


confianza en ese vídeo de Youtube, el líder indiscutible de
este incongruente grupo. Él todavía está intentando
demostrar eso, sus brazos están extendidos a través de dos
espaldares de las sillas, queriendo verse súper casual en su
primera vez volando en una nave espacial alienígena. Todo el
traje de Punk rockero, ahora salpicado de sangre y lodo, lo
hacen lucir como un niño jugando a vestirse. Mientras lo
observo, mete una de sus manos flacuchas en su chaleco y
saca una descuidada caja de cigarrillos. Se las arregla para
encontrar uno en el manojo y lo pone entre sus labios.
Cuando intenta encenderlo, no puede manejarlo, sus manos
tiemblan demasiado.

—No puedes fumar aquí —le digo. Eso no es verdad, no


hay ninguna regla sobre fumar en una maldita nave y si las
hubiera, no me importaría si las rompen. Solo quiero darle
una excusa a Nigel para que deje de pelear contra el
encendedor.

Nigel aparta los cigarrillos y me mira con una sonrisa


torcida.

—Esperaba que ustedes los alienígenas tuvieran una


perspectiva mejor ilustrada sobre el cáncer de pulmón, con
sus poderes curativos y todo eso —Nigel dice ansioso,
crujiendo sus nudillos—. Así que... ahora vamos hacia la
siguiente batalla o...

—Puedes relajarte —le digo—. Ahora vamos a un lugar


seguro. Con suerte, no habrá más batallas por hoy.

Ellos no deberían de estar luchando.

Una voz en mi cabeza. En la última fila del área de


pasajeros, Eli mira por encima del espaldar de su asiento. Sus
ojos eléctricos se encuentran con los míos.

¿Qué quiere decir? le preguntó telepáticamente. Recordando


el comentario de Lexa acerca de si este grupo estaba listo.

Ellos están siendo muy valientes, pero hay mucho miedo. Ella dice.
Nosotros nacimos en una guerra, Seis. Incluso, yo tuve años para
prepararme para esta posibilidad. Ellos han tenido horas, nosotros
deberíamos protegerlos, no enviarlos a la batalla.
Como si fuera una señal. Fleur comienza a llorar
calladamente. Daniela va hacia ella y gentilmente acaricia su
espalda.

¿Qué otra elección tenemos? le preguntó a Eli. Es ahora o


nunca, vencer o morir.

Cuando todo estaba perdido, los ancianos nos enviaron aquí para
pelear otro día. Eli responde. Setrákus Ra no quiere destruir la
tierra, quiere colonizarla, si no podemos detenerlo y fallamos. Esos
nuevos garde podrían ser la esperanza para la revolución que se avecina.

Es un oscuro pronóstico, digo.

Cuando puedes ver el futuro, empiezas a planear para las


eventualidades.

Mirando alrededor de la cabina, me doy cuenta de que Eli


podría tener razón. Algunos de estos niños se volverían una
carga si los llevamos al asalto a la base de Setrákus Ra.
Tendríamos que gastar la mitad de nuestro tiempo
asegurándonos de que no los maten.

Bueno, Eli agrega, hay una excepción.

Las dos volteamos a ver a Ran, sentada rígidamente con


las manos en sus rodillas, las palmas arriba, casi como si
estuviera meditando. De los cuatro, ella es la única que no se
ve abatida. Ella estaba lista para dispararnos cuando
aterrizamos en las cataratas y hubiera pasado, sí Nigel no la
hubiera detenido. Ella tiene la pinta de una sobreviviente.
Ran me siente mirándola y mira en mi dirección. Según
Nigel, ella apenas si habla un poco de inglés. Ella me
mantiene la mirada por un segundo, asiente una vez y vuelve
al concurso de miradas fijas con la pared.

¿Cuál es su problema? Le preguntó a Eli.

Ella ya ha aguantado grandes pérdidas y mucho dolor. Ella


responde críticamente. Ella es una guerrera, Eli pausa. Lo siento,
Seis. No debería estar fisgoneando en sus mentes y no debería estar
diciéndote todo esto.

Me cruzo de brazos y pienso sobre estos cuatro. Sobre el


surgimiento de los nuevos Garde al rededor del mundo,
sabiendo que Ella todavía está escuchando.

¿La Entidad pensó en los humanos a los que les concedió legados?
¿Fue por pura estúpida suerte? ¿Fueron seleccionados por su potencial?
¿La Entidad los puso en los lugares donde sabía que los
necesitábamos?

Podrías hacer las mismas preguntas sobre nosotros. Eli responde.

Esa no es una respuesta.

¿No lo es?

Le doy a Eli una mirada de disgusto. Pero sus ojos ya


están cerrados. Ya no está en mi mente.

Quizás es mejor no saber cuánto de nuestras vidas es


suerte y cuanto es destino. Es mejor mantenernos andando
hacia adelante. Sí podemos mantenerlos vivos lo suficiente,
quizás esos niños reflexionarán acerca de las mismas
preguntas existenciales en su camino para hacer algo heroico.
Con suerte, yo estaré viva y retirada en una isla para ese
entonces.

Una isla con Sam. Si hay alguien en este planeta que se


haya ganado sus Legados es él. No hay forma de que sea
solo coincidencia. Todo lo que él y su familia han hecho para
ayudar a la Garde, la Entidad debió haber reconocido eso. Él
es la única pieza sobre toda esta mierda de Legados
cósmicos que tiene sentido para mí.

Veo a Sam en la puerta de la cabina de mando. Él mira


fijamente por fuera de la ventana, mordiéndose el labio,
perdido en sus propios pensamientos. He visto esa mirada
antes, así como también he visto el gesto que le sigue; sus
cejas están alzadas, y se estremece como si lo hubieran
salpicado con agua fría. Así es como Sam luce cuando se la
ha ocurrido una idea.
Se mueve de su sitio rápidamente y dirige su mirada en mi
dirección. Sonrojándose un poco cuando se da cuenta de que
lo he estado mirando todo este tiempo.

—Hey, ¿puedo revisar algo en la cabina de mando? —


pregunta.

Levanto una ceja.

—Tú no nos harás casi chocar de nuevo, ¿o sí?

—Eso no lo planee, es decir, no.

Con una larga mirada hacia Eli, camino con Sam hacia la
cabina de mando y cierro la puerta detrás de nosotros. Lexa
levanta la mirada como si una multitud hubiera entrado.

—Todavía tienes uno de esos dispositivos de camuflaje


Mogadorianos conectado aquí ¿cierto? —Sam pregunta.

Lexa asiente y señala un lugar debajo de los controles,


donde un manojo de cables han sido arrancados de la
consola y conectados a lo que parece una caja negra.
—Justo ahí.

Sam se agacha para echar un vistazo, entonces toma la


caja entre sus manos. La estudia.

— ¿Que está haciendo? —Lexa me pregunta—. ¿Debería


preocuparme?

—Sam me aseguró que no nos hará chocar

—Oh. Bien —Lexa responde.

Con Sam absorto en el dispositivo de camuflaje, me


siento en el brazo de la silla de Lexa.

—Hey, lamento sí te contradije antes —digo—. Pienso


que tienes razón. Alguno de esos chicos probablemente no
están listos. Lo hicieron bien hoy. Quizás tuvieron un poco
de suerte, pero otros como Ran y Daniela... —sacudo la
cabeza.
—Sabes a lo que me refiero —Lexa dice—. Cierto, no
soy un Cêpan, pero ellos necesitan entrenamiento antes de
hacer algo.

—No podemos esperar que todos ellos peleen. No aún


—concuerdo—. Casi parece cruel hacerlos cargar contra
Setrákus Ra en este punto.

—Siempre pensé eso sobre ustedes los garde —ella


responde—. Y tú tuviste años para entrenar y prepararte,
gracias al hechizo protector. No hay nada que proteja a esos
humanos.

Sam levanta la mirada del enredo con el dispositivo de


camuflaje.

—No sé qué harán con los otros humanos aumentados,


pero cuando vayamos en contra de Setrákus Ra, no hay
manera de que me quede sentado.
Decido que, quizás, es buen momento para cambiar de
tema.

—¿Qué estás haciendo allá abajo de todas formas?

El levanta el dispositivo de camuflaje.

—Creo que con mi Legado, no sé, quizás, pueda hablar


con esta cosa. Mi papá y los otros científicos han estado
tratando de duplicar la frecuencia. Quizás yo pueda ayudar
de alguna manera.

Si Sam está en lo correcto, él puede usar su legado para


crackear la frecuencia del dispositivo de camuflaje. Entonces,
él obtuvo el legado que exactamente necesitamos. Eso no
puede ser cosa de la suerte, ¿cierto? Es el destino.

Le sonrío a Sam.

—Si puedes descifrar eso, Sam. Haré que te construyan


una estatua.
Sam me sonríe de vuelta y entonces vuelve a manipular el
dispositivo de camuflaje. Hecho un vistazo sobre mi
hombro, a la cabina y vuelvo a considerar a los humanos que
hemos reclutado.

Sam, Daniela, los otros...

Para mí, parece que como si estuviéramos apuntando


hacia la batalla final, pero no tiene que ser de esa manera
para ellos.

Podríamos lanzar todo lo que tenemos en contra de


Setrákus Ra y todavía no aseguraríamos la victoria. O
podríamos proteger a algunos de ellos, dejarlos listos para
tomar las riendas por si nosotros fallamos.

Suspiro, me pregunto si es así como los Ancianos se


sintieron antes de enviarnos aquí. No es una cosa fácil,
decidir cuánto sacrificar.
VOY EN CAMINO DE RECIBIR A EL GRUPO que
regresa de las cataratas del Niagara cuando me encuentro
con la agente Walker. No estoy tan sorprendido de verla salir
penosamente de una de las pequeñas cocinas retro hacia una
de las salas de conferencia subterráneas; estoy sorprendido
de ver lo que está llevando.

Una bandeja ataviada con vasos de poliestireno llenos de


café recién hecho.

Cuando ella me ve, Walker mira hacia otro lado, a pesar


de que el pasillo está vacío e inevitablemente nos cruzaremos
el uno con el otro. En todo este tiempo, esta es la primera
vez que he visto a Karen Walker avergonzada.
—¿Esto es lo que te tienen haciendo? —pregunto,
tratando de mantener cualquier rastro de burla fuera de mi
voz. Los viejos hábitos son difíciles de dejar.

Walker frunce el ceño.

—Como han caído los poderosos, ¿eh? Esto es lo que


pasa cuando Lawson y su gente quieren discutir algo
delicado. Me envían por los encargos.

—No lo entiendo. ¿Por qué querrían ellos excluirte?

Ella lanza un bufido ante eso.

—Era ProMog, John.

—Eras ProMog. Básicamente eres la única razón por la


que fuimos capaces de detener a esas personas.

—Una vez fuiste un traidor, siempre serás un traidor, es


el pensamiento de Lawson —explica Walker—. No lo culpo
por ser cauteloso. Demonios, yo estaría en una celda, o peor,
si no hubiese ayudado a localizarte en Nueva York. Ellos no
confían en mí completamente, y probablemente nunca lo
harán.

—Yo confío en ti —digo, aunque las palabras suenan


bastante vacías—. Más que el resto de ellos, de todas
maneras.

—Sí, gracias —dice ella, haciendo un gesto para


terminar—. La única razón por la que sigo aquí es porque
Lawson cree que yo podría ser capaz de manejarte. Que
poco sabe él. . .

Ahogo una risita ante eso, y Walker se permite una


pequeña sonrisa.

Pocos minutos después, en el hangar, reconozco la


verdad en lo que dijo Walker cuando veo al pequeño grupo
que Seis lidera fuera de la nave. Cuatro nuevos Garde, dos
de ellos heridos, todos con la vista clavada sobre la fuerte
presencia militar como niños con ojos desorbitados en un
viaje de campo de pesadilla. Todos lucen como si fueran a
desplomarse por el agotamiento si no estuvieran tan
abrumados y asustados.

Marina y Nueve están parados a mi lado para dar la


bienvenida a los recién llegados. Seis y Eli lucen aliviadas y
felices de ver a Marina en pie y andando. Marina les da una
rápida sonrisa a ambas antes de correr hacia adelante, e
inmediatamente apartar a Fleur y Bertrand del resto para
atender sus heridas. Si alguien puede tranquilizar a estos
niños, es Marina.

Nueve abre la boca para decir algo. Estoy esperando uno


de sus típicos comentarios escandalosos hacia los
asustadizos chicos nuevos. Sin embargo se frena a sí mismo
y en lugar de eso se vuelve hacia mí.

— ¿Esto es lo que estabas esperando cuando hiciste el


llamado por nuevos combatientes? —me pregunta Nueve en
voz baja.
Sacudo la cabeza. No estoy seguro de lo que estaba
pensando cuando le sugerí a un puñado de humanos sin
entrenamiento que se levantaran y defendieran su planeta
contra un perverso enemigo con antecedentes de destruir
mundos enteros.

Nueve pone su mano sobre mi hombro.

—Estamos por nuestra cuenta como siempre, hermano.


Olvida al ejército; olvida a estos niños. Lo haremos nosotros
mismos. Como siempre.

—Necesitan nuestra protección —le digo a Nueve—. Y


más entrenamiento del que podemos darles en veinticuatro
horas.

Nueve saca un poco el pecho.

—Déjame pensar a mí acerca de su entrenamiento,


Johnny. Soy bueno para esa clase mierda.
—Vamos —Sam les está diciendo a los humanos, ahora
que Marina ha terminado de sanarlos—. Los llevaremos
adentro y les daremos un recorrido. Siento decirlo, es tan
raro y gubernamental como parece. Pero es seguro.

Nueve y yo observamos mientras Sam y Daniela guían a


los cuatro a través del hangar subterráneo hacia el elevador.
Eso es bueno. Tal vez encuentren más fácil hablar con otros
humanos de lo que se encontrarían hablando conmigo; Sam
y Daniela pueden ser como consejeros acompañantes en este
bizarro nuevo mundo en el que acaban de aterrizar. Veo a
los cuatro mirándome furtivamente, especialmente el chico
británico, Nigel, y fuerzo lo que espero sea una sonrisa de
bienvenida. Él aparta la mirada. Desearía tener otro discurso
para dar, pero no lo tengo. No tengo más palabras.

Seis se acerca con Nueve y conmigo, sus manos metidas


en los bolsillos.

— ¿Cómo estuvo? —le pegunto.


—Pues, derribaron tres Skimmers Mogs antes de que
llegáramos —dice ella—. No es broma.

—Estoy detectando un ‘pero’. . . —dice Nueve.

—No parecen estar listos —concluye Seis—. Quiero


decir, tal vez si tuviésemos un par de meses o incluso unas
pocas semanas para entrenarlos. En este momento, todo es
fuerza bruta.

— ¿Cuál es tu problema con la fuerza bruta? —pregunta


Nueve.

—No estoy diciendo que no sería útil, si lo quieres mirar


de esa forma —dice Seis—. Es solo que. . . no lo sé. Puedo
decir que algunos de ellos no lo lograrían. Ya sé que los
ancianos no tuvieron problema con perder a algunos de
nosotros para proteger a la mayoría. No estoy segura de que
yo sea igual.
—Los soldados mueren; así es como funciona —dice
Nueve, mirando hacia el elevador. Los chicos nuevos están
entrando ahora, y todos obtenemos una vista del trasero de
Bertrand, expuesto donde fue quemado por los cañones.
Nueve suspira—. Pero esos definitivamente no son
soldados.

—Les hice un llamado a todos para pelear —digo en voz


baja, mirando hacia el piso—. Debí haberles dicho que se
concentraran en sobrevivir. Como lo hicimos nosotros
durante los primeros años. Ahora, en lugar de eso, los he
arrastrado a una batalla de la cual puede que no regresen.

—Bueno, solo los que sean suficientemente idiotas como


para escucharte en primer lugar —añade Nueve
encogiéndose de hombros.

—Su mejor oportunidad de sobrevivir a largo plazo sigue


siendo encontramos y recibir entrenamiento —dice Seis—.
Lo que necesitamos hacer es asegurarnos de que esas piedras
de Loralita a las que los enviaste estén seguras y a salvo.

En ese momento Ella camina hacia nosotros. Había


estado parada en la rampa de salida de la nave, mirando el
techo abovedado del hangar.

—Yo puedo ayudar con eso —dice.

—Eli sabe dónde están todas las piedras —me recuerda


Seis.

Ella levanta la mirada hacia mí.

— ¿Podemos hablar a solas, John?

Había estado planeando hablar con Eli cuando regresara,


de todas formas. Necesito que me enseñe como imitar su
telepatía —ser capaz de comunicarme con los demás será
crucial para todo lo que tenemos planeado. Aunque, por
alguna razón, siento una verdadera sensación de aprensión
cuando ella me lo dice.
—Seguro, Ella. ¿Ahora mismo?

—Dentro de un momento. Necesito preparar algo —dice


ella, luego camina hacia el ascensor. Los mecánicos
trabajando en los vehículos del hangar paran lo que están
haciendo para mirar el rastro de energía Loriense que
chispea de sus ojos, cómo flota por el aire igual que la estela
de un cometa y luego se disipa hasta volverse nada.

—¿Que fue todo eso? —pregunta Nueve en voz baja. Le


doy una mirada inquisitiva a Seis.

—Tus suposiciones son tan buenas como las mías, John


—dice ella—. Creo que la chica tiene muchas cosas en su
mente.

Debí haberle preguntado a Eli donde quería que nos


encontráramos. Gasto más tiempo del que debería vagando
por los pasillos del Patience Creek buscándola. En un punto,
paso por el laboratorio donde Sam y Malcolm trabajan duro
en revertir la ingeniería del dispositivo de camuflaje
Mogadoriano. Desde el pasillo, puedo escuchar a Sam
repetir:

—Emite esa frecuencia —casi como si fuera un mantra.


Seis mencionó que él está desarrollando un Legado que le
permite comunicarse con las maquinas. Hasta ahora, no
suena como si el dispositivo de camuflaje estuviera
escuchándolo.

Mientras camino, Bernie Kosar sale trotando del


laboratorio de los Goode, donde ha estado pasando el
tiempo con las otras quimaeras. Hago una pausa para
rascarle detrás de las orejas.

¿Quieres ayudarme a localizar a Ella? Le pregunto, usando mi


telepatía animal.

BK menea la cola y empieza a guiarme pasillo abajo, de


vuelta por donde vine. Parece feliz de tener algo que hacer,
sus pequeñas patitas de Beagle saltando, su cola recta detrás
de él. Llegamos al elevador, y, una vez dentro, BK se para en
sus patas traseras de modo que puede presionar con su nariz
el botón que lleva a la superficie.

¿Qué haría yo sin ti, BK?

Las puertas del ascensor se abren, y justo en frente de mi


hay una pared de madera. Empujo con ambas manos y se
desliza hacia delante fácilmente, sus goznes bien aceitados.
Me encuentro dentro de una habitación con look retro,
ahora en el último piso del Patience Creek, en el nivel sobre
tierra, la parte del complejo que luce exactamente como un
motel abandonado porque, para todas sus intenciones y
propósitos, es realmente uno. La habitación en la que estoy
huele a humedad, la cama doble luce como si no hubiese
sido usada en años y motas de polvo cuelgan en el aire. A
través de la ventana —una ventana real con auténtica luz
solar, no como las simuladas en las habitaciones
subterráneas— puedo oír las aves cantando a lo lejos en las
últimas horas de la tarde. Empujo el estante colgante de
vuelta a su lugar para esconder el elevador.
Con toda la acción y facilidades bajo tierra, y considerado
que la entrada vehicular está cerca de dos millas de distancia
vía túnel, nadie pasa mucho tiempo aquí arriba. Sé que
Lawson tiene unos pocos guardias posicionados en el
terreno, por si acaso, pero el Patience Creek ha sobrevivido
todo este tiempo porque nadie está interesado en una cabaña
abandonada en el medio de la nada. Especialmente no los
extraterrestres invasores.

BK continúa guiándome, afuera y luego bajamos por un


pasillo con paneles de madera, dejando un rastro de huellas
en el piso. Ya podría encontrar a Ella yo mismo; ella dejó su
propio rastro de marcas en el polvo acumulado, pero no me
molesta tener a BK al lado.

Encontramos a Eli en la que alguna vez fue una sala de


estar adyacente a la ahora vacía recepción del Patience Creek.
Doy un rápido vistazo al espacio encima del mostrador
donde hay una cabeza de alce disecada. La cual contiene una
cámara escondida. Lo recuerdo de haber revisado las redes
de seguridad anoche. Me pregunto si alguien está
vigilándome ahora mismo. Imagino que Lawson tiene los
ojos puestos en mí y en los demás constantemente. Es lo
que yo haría si los roles estuviesen invertidos. Al menos no
me ha presionado o tratado de interferir con nada de lo que
estoy haciendo.

Las paredes en la sala de estar están alineadas con


estantes para libros llenos ya sea de amarillentos volúmenes
de los setentas o aplastadas cajas de juegos de mesa. Todos
los muebles están cubiertos por lonas excepto por el
comedor central, que Eli ha destapado. Cuando entro, ella ya
ha bajado un pesado atlas de uno de los estantes y está en el
proceso de marcarlo en diferentes puntos con lapicero azul.

—Ya casi terminó —dice ella, sin levantar la vista para


mirarme. Pasa a una página dedicada a la costa occidental de
África y empieza a garabatear un grueso punto azul en el
extremo sur del continente.
BK se sienta a mí lado, su cola dando golpecitos en el
piso. Inclino la cabeza, tratando de obtener una mejor vista
de lo que está haciendo Ella.

—Sabes, tenemos computadores allí abajo —le digo,


sintiendo la necesidad de romper el silencio.

—No me quise arriesgar poniendo esta información en el


sistema antes de que tuvieras una oportunidad para mirarla
—responde Eli sin rodeos—. Además, tenía que ponerla en
algún lado antes de que desaparezca de mi memoria. —
Vuelve las páginas hasta el frente del atlas, donde un mapa
del mundo ya ha sido marcado con pequeños puntos azules,
luego empuja el libro a través de la mesa en mi dirección, sus
brillantes ojos fijos en mí—. Listo.

—¿Qué es esto?

—Un mapa.
—Ya sé eso. —Miro los cincuenta y algo lugares
garabateados en el mapa mundial, luego paso las páginas y
encuentro los mismos puntos reproducidos en mapas más
detallados mencionando longitud y latitud.

—Seis probablemente te dijo, me conecté con la piedra


de Loralita en las Cataratas del Niágara. Las pude ver todas.
Las piedras, los nuevos afloramientos. Fue hermoso, John.
Como raíces creciendo a través del mundo entero. Puedo
hacer eso por mi unión con Legado. Aunque no va a durar
mucho. Estoy empezando a sentir que mi conexión se está
desvaneciendo, mi cerebro está volviendo a la normalidad.
Voy a extrañarlo pero al mismo tiempo no lo haré, ¿sabes?
Me hace sentir conectada con el planeta pero distante de las
personas. Como sea, estoy divagando. Lo siento.

Sacudo mi cabeza ante el estallido de conversación de Eli,


todavía pasando las páginas del atlas.
—¿Todas estas están activas? ¿Podría un Garde usar
cualquiera de estas para teletransportarse?

—Claro. Deberías darle esto al Sr. Gobierno. Él necesita


asegurar estos sitios. Los nuevos Garde podrían estar
teletransportándose a sí mismos hacia el peligro. —Ella hace
una pausa, aun estudiándome—. A menos que tengas una
mejor idea.

Frunzo el ceño ante la idea de entregar esta información a


Lawson. Aun así, ¿Qué otra opción tengo? No puedo
mantener seguros a todos los Garde por mi cuenta. Necesito
llegar a un acuerdo respecto a eso. Debo aceptar ayuda,
incluso si viene de personas en las que no termino de
confiar.

Cierro el atlas y pongo una mano sobre la portada. Atlas


Mundial 1986. Paso los dedos sobre el dibujo en relieve de la
Tierra.

—Realmente cambiamos este lugar, ¿No?


—Ese es nuestro Legado —responde ella—. No será
algo malo si logramos salvarlo.

—¿Es eso una profecía? —pregunto—. ¿Viste el futuro?

Eli aparta la mirada.

—No. Estoy tratando de dejar de hacer eso.

Mi primera reacción es la de pensar en todo el valor


estratégico que perderíamos si Eli decide ignorar sus visiones
del futuro. Me inclino hacia adelante, poniendo mis manos
sobre la mesa entre nosotros.

—¿Por qué harías eso? —pregunto, manteniendo mi voz


neutral.

—A veces no tengo elección; una visión solo viene a mí


—explica Eli, escogiendo sus palabras cuidadosamente—.
Esas son suficientemente difíciles de controlar. Pero cuando
busco algo, con todas las variables, todos los futuros
posibles. . . solo complican las cosas. Saber que algo va a
pasar, inevitablemente cambia la forma en la que actuamos,
lo que cambia las posibilidades, lo que a su vez cambia el
futuro, lo que significa que no hubo razón en prever las
cosas en primer lugar. He, incluso peor, a veces se sabe lo
que pasará pero aun así se es incapaz de cambiarlo. Nunca se
sabe cuál de todos esos escenarios es en el que estas
atrapado hasta que es demasiado tarde.

Recuerdo una de las conversaciones que Ella y yo


tuvimos en su espacio mental. Le pregunté si había visto una
versión del futuro donde salíamos victoriosos en contra de
los Mogs. Me dijo que lo había hecho, pero que no me
gustaría el precio. Asumí que se refería a que yo moriría en la
batalla —no estaba del todo cómodo con la idea en aquel
momento, pero he estado preparándome para ello en estas
últimas pocas horas.

Ahora, no estoy tan seguro de que sea eso lo que ella


quiso decir.
—Ella, ¿Tú sabias lo que iba a pasar en México? ¿Sabías
lo que pasaría con Sarah?

—Sí —responde ella.

Mi boca se seca.

—Tú…

Me detengo. No sé qué decir. Mis puños se abren y se


cierran. El calor sube por mis dedos y me doy cuenta que
estoy a punto de encender mi Lumen. Tomo una profunda y
temblorosa respiración, mirando a Eli.

Mi lado racional sabe que ya no se puede hacer nada.


Pero esa fría parte de mí, la parte que ha estado a cargo
desde que Sarah murió, quiere concentrarse en la misión.
Pero otra de mi quiere gritar con furia incoherente ante la
injusticia de todo esto.
¡Ella pudo haberme advertido! pienso. Pudo habérmelo
dicho, ¡Yo podría haber hecho algo! O aún mejor, ¡ella pudo
haberle advertido a Sarah!

Les dije a todos ellos que corrieran. La voz de Ella suena clara
en mi cabeza. Debe estar leyendo mis pensamientos. Incluso
cuando sabía que ellos no lo harían, traté de convencerlos. Y, John,
¿habrías querido que esa decisión pesara sobre ti? ¿Habrías querido
escoger entre Sarah y ganar esta guerra?

Yo habría encontrado otra manera, respondo, apretando los


dientes.

Claro que lo habrías hecho. Su voz es cortante, incluso en mi


mente. ¡Hay una infinidad de formas! Tal vez habrías salvado a
Sarah a expensas de alguien más. O tal vez solo hubieses retrasado su
muerte, como lo que paso con Ocho y su profecía. Ese es mi punto,
John. Esa es la razón por la que ver el futuro no es bueno. Sabes,
pensé que yo tenía que morir para que nuestros amigos sobrevivieran a
la batalla en el Santuario. Me arrojé dentro de esa energía Loriense
pensando que eso sería todo, pero. . . yo no había visto todas las
posibilidades. Te volvería loco tratar de sortear a través de todas esas
posibilidades, de todas esas segundas opciones.

Nuestros ojos están fijos el uno en el otro. La habitación


está totalmente en silencio. Si alguien está viéndonos a través
de la cámara de seguridad, pensaría que estamos inmersos en
un épico concurso de sostener la mirada.

¿Por qué me dijiste todo esto?

Porque me siento culpable, John. Pensé que debías saberlo. Porque


sabía que me pedirías dejarte copiar mi poder, la clarividencia, y pienso
que no deberías hacerlo.

—Muy bien, Ella; por favor, solo sal de mi cabeza.

Eli estrecha los ojos mirándome.

—Tú estabas en mi cabeza —dice ella, ambos hemos


vuelto a usar nuestras voces—. Fuiste tú quien lo inició.

—¿Lo hice?
Eli asiente y camina hacia la ventana. Se abraza a sí misma
y mira hacia afuera al lago tranquilo.

—No estoy sorprendida de que obtuvieras la telepatía —


dice ella—. La he usado en ti suficientes veces. Además, si
puedes hablarle telepáticamente a una quimaera, no es un
salto muy dramático hacerlo con una persona.

Aclaro mi garganta y trato de poner a un lado la


conversación que acabamos de tener.

— ¿Algún consejo?

—Apunta tus pensamientos —dice ella con un


encogimiento de hombros, sin mirarme—. Dirígelos y ellos
encontraran su objetivo.

— ¿Qué hay de cuando no puedo ver a la persona o


estamos separados por una larga distancia? ¿Cómo lo haces
en ese caso?
— ¿Alguna vez has. . .? —Eli hace una pausa
esforzándose por poner sus pensamientos en palabras—.
Digamos que estas en una casa y sabes que alguien está en
otro cuarto. Tú de cierta forma sabes, instintivamente, que
tan alto tienes que gritar para lograr que te escuchen,
¿comprendes?

—Eso supongo.

—Piensa en ello de esa manera —dice Eli—. Entre mejor


conoces a la persona, mas familiares son sus mentes para ti,
y más largo se hará tu alcance. Ya te darás cuenta con la
práctica. A veces se siente más natural que la forma
tradicional de hablar. Al menos para mí.

No estoy seguro de que más decir. Ya tengo lo que quería


y más de lo que pedí. Tomo el atlas de la mesa y lo pongo
debajo de mi brazo.

—Gracias, Eli —digo. Esperando no sonar demasiado


frío, inseguro de poder decir algo más acogedor.
—Por nada.

Miro afuera de la ventana. El sol se ha empezado a poner,


la luz tornándose a un pálido gris.

¿Qué legados más necesito que me hacen falta?

La Externa de Cinco y el Legado sísmico de Adam serian


buenos; la teletransportación de Ocho seria increíble. Si
tuviera tiempo, tal vez podría meditar sobre aquella vez que
usé las piedras de Loralita, tratar de recordar la sensación y
encontrar alguna manera de reproducirlo con mi Ximic.

Si tuviera tiempo. Ya se está haciendo tarde.

Tomo mi camino hacia el elevador. De vuelta a las


profundidades del Patience Creek.

Invisibilidad. Vuelo. Telepatía.

Estas son las herramientas que tengo.

Son suficientes.
Suficientes para abordar una nave de guerra
LA ESPERA TIENE QUE SER LA PEOR PARTE.

El sol se ha ido, pero no es algo que se pueda apreciar


aquí, en nuestra más reciente guarida subterránea. Patience
Creek aun zumba con energía; los soldados que trabajan en
la logística y formación buscan la manera de contratacar a los
Mogs. Con ayuda de Sam y Malcom, los investigadores están
tratando de descifrar cómo funciona el dispositivo de
protección, con los oficiales ordenando un esfuerzo bélico
internacional. Adam contribuyó con todo lo que sabía, y
ahora se encuentra en la planta baja ayudando a monitorear
las comunicaciones Mogadorianas.

Ahora mismo, nada de eso me involucra.

—El pent-house de Nueve, en serio era de lo mejor—


digo jalando mi cabello hacia atrás mirándome al espejo
inconscientemente—. Creo que nunca aprecié realmente lo
grandiosas que eran esas ventanas.

Marina ríe en voz baja. Está sentada enfrente de mí, del


otro lado de la mesa en una de las tantas salas de Patience
Creek. Hay un burrito instantáneo a medio comer, ahora
frío, en medio de nosotras. En este lugar la variedad de
alimentos es bastante deficiente, y ninguna de nosotras tiene
mucho apetito.

Marina me sonríe— ¿Recuerdas la cena que tuvimos


antes de viajar a Florida? ¿Todos nosotros juntos?

—Sí, antes de que todo se fuera al carajo.

—Esa fue una buena noche. —Marina ríe por lo bajo—.


Debimos, no lo sé, haber tomado fotografías o algo. Como
la gente normal lo haría.
La sonrisa de Marina se desvanece lentamente. Puedo
adivinar que está pensando en Ocho. Trato de levantarle el
ánimo.

—Dios, recuerdo lo harta que estaba del pent-house de


Nueve, porque se la pasaba semidesnudo creyéndose un
maldito playboy. Aunque de cualquier manera, eso superaba
por mucho aquella comunidad Mog abandonada y este
asqueroso sótano.

Marina se ríe de nuevo. Se estira sobre la mesa y pone su


mano sobre la mía. La miro a los ojos, sintiéndome cansada
y sin ánimos, tal vez por eso estoy un poco aturdida y
nostálgica.

—Seis —dice Marina con una voz suave—, puedo


decir… que nunca hice amigos antes, cuando estaba en el
convento. Estaba sola.

—Eh… Okay…
—Y entonces llegaste tú…—hago una mueca cuando sus
ojos empiezan a humedecerse— Tu estuviste ahí para mí en
los peores momentos, Seis. Siempre me has hecho reír y me
has apoyado. También me has cargado, literalmente. Solo
quiero decirte que, por mucho, tú eres mi mejor amiga.

Soplo un mechón de cabello fuera de mi rostro— Oh,


maldita sea Marina, no hables así. Es de mala suerte.

Marina suelta una risita— Necesitaba decirlo.

—No, claro que no —le respondí y apreté su mano—.


Pero de todas formas siento lo mismo por ti.

Alguien carraspea. Ambas levantamos la mirada hacia la


puerta al mismo tiempo. John está parado ahí, sosteniendo
un Atlas con tapas de piel, y páginas amarillentas bajo el
brazo. Tiene grandes ojeras bajo los ojos, y sus hombros
hundidos. No creo que pueda lucir de otra forma después de
lo que ha pasado recientemente.
—Hey —dice él.

—Hola de nuevo —respondo—. ¿Dónde has estado?

John mira con fijeza una silla vacía en nuestra mesa. Algo
en él no lo ha dejado relajarse, ni por un par de minutos.

—He estado trabajando en algunas cosas —dice—. Voy a


ver a Lawson. No me importaría algo de compañía.

Intercambio una mirada con Marina y ambas nos


ponemos de pie.

—Claro —digo—. ¿Sólo vas a socializar o…?

—Ya hemos perdido suficiente tiempo aquí —responde


rápidamente—. Necesitamos empezar a planear nuestro
siguiente movimiento.

Asiento con aprobación, y los tres en el salón empezamos


a navegar entre los pasillos.
— ¿No deberíamos reunirnos con los demás? —pregunta
Marina.

—No quiero interrumpir a Malcom y a Sam mientras


están trabajando —John replica—. Nueve no es la persona
más diplomática, y Adam probablemente no sería
bienvenido en esta reunión.

—¿Y Ella?

John tensa su boca— Ella no necesita estar presente. —


Hay un tono cortante en las palabras de John.

— ¿Tuvieron su conversación? —pregunto.

—Sí.

— ¿Y?

— ¿Podemos dejarlo para luego, Seis?


Miro a Marina, que sacude su cabeza sutilmente, para
hacerme saber que debería dejar a un lado el asunto. Sigo su
advertencia y seguimos caminando en silencio.

Lawson ha instalado su oficina en una parte del complejo


llamada “Centro de Inteligencia”. Pasamos por habitaciones
llenas de oficiales de comunicaciones, coordinándose con
gobiernos alrededor de mundo.

Hay mucho ruido; cerca de una docena de idiomas siendo


pronunciados al mismo tiempo. Los buques de guerra
Mogadorianos alrededor del planeta, aún no han atacado.
Ninguno se ha movido, excepto por el Anubis llevando a
Setrakus Ra a Virginia Occidental y la nave que atrajimos a
las Cataratas del Niágara. Por el estruendo en el lugar, es
claro que los humanos están usando cada segundo de esta
calma para prepararse.

Los gemelos, Caleb y Christian, están haciendo guardia


frente a una puerta cerrada al final del pasillo. Marina no ha
tenido la oportunidad de conocer a estos dos bichos raros,
así que pone su gentil sonrisa y extiende una mano hacia la
cara inexpresiva de quien creo es Christian.

—Hola, soy Marina —dice ella—. Tengo entendido que


recibieron legados. Es increíble que les haya pasado a ambos.
Si gustan hablar de ello…

Christian solo la mira inexpresivamente y ni siquiera se


mueve para tomar su mano, como si ni siquiera entendiera lo
que está diciendo. Caleb rápidamente se interpone. Estrecha
flojamente la mano de Marina como si estuviera llena de
gérmenes.

—Uh, te lo agradecemos —dice bruscamente, luego mira


a John—. El general Lawson te espera desde hace horas.

—No he tenido mucho tiempo libre que digamos —


replica John—. ¿Está ahí adentro o qué?
Caleb se hace a un lado de mala gana y unos segundos
después también Christian, con la mirada fría todo el
tiempo. Seguimos a John dentro de la oficina de Lawson y
Marina me lanza una mirada.

—¿Qué pasa con ellos? —pregunta Marina.

—Ni idea —respondo—. Creo no todos los humanos


con Legados son tan encantadores como Sam.

Marina me da una sonrisita. Nos quedamos en silencio


mientras miramos a nuestro alrededor la oficina de Lawson.
Es una oficina ordinaria con un destartalado escritorio
donde Lawson se sienta en una silla con soporte para la
espalda, unas sillas plegables delante de él, una mesa liviana
pegada a la pared, con una pequeña cafetera destilando café
en polvo, proporcionado por el ejército.

Lo que realmente atrae mi atención, la razón por la que


estoy segura de que Lawson no se movió aquí abajo, es la
pared llena de monitores detrás de su escritorio. Las
pantallas muestran todo tipo de cosas; algunas muestran
imágenes granuladas de los buques de guerra, que deben
venir directamente de cámaras puestas en las ciudades
ocupadas. Otras están en sintonía con los pocos canales de
noticias que aún son capaces de transmitir, y algunas más
están ajustadas al video de seguridad del Patience Creek
mismo.

Lawson se aparta de las pantallas tan pronto como


entramos. Se levanta, frota una mano contra el frente de su
uniforme y sonríe de manera amigable.

—Ah, hola jóvenes —dice, dirigiéndose a nosotros tres.


Nuestras miradas carecen de amabilidad, por lo que se dirige
primero a Marina—. Me alegra verla levantada y andando,
señorita.

—Gracias. —repone Marina.

—No he escuchado sino cosas buenas de ti. —continua


Lawson.
—¿Qué… qué ha escuchado? —Marina levanta una ceja.

— He oído que eres una sanadora, lo que, si me


preguntas, es el mayor poder que tu gente ha podido
desarrollar —baja su voz con complicidad—. También he
escuchado de mis chicos que eres tan dura y peligrosa como
un carámbano de hielo.

Marina enrojece ante la mención a su enfrentamiento con


Cinco. Antes de que alguien hable, John se apresura.

—Usted quería verme.

Lawson asiente y vuelve a tomar asiento, hace un gesto


hacia nosotros para sentarse en las sillas plegables puestas en
frente de su escritorio. Todos permanecemos de pie.

—Sí, quiero hablar contigo —Lawson dice a John, luego


me señala—. Quiero saber por qué Seis aquí presente, y
algunos de tus otros socios dejaron la base. Ahora que está
de vuelta y que trajo algunos NTAL’s con ella, no me
importa tanto.

—No tenía por qué importarle —digo.

—Sí, bueno, me preocupo por ustedes —me dice


Lawson, jugando su rol de abuelo amigable. Vuelve la
atención de nuevo a John—. Tal vez empezamos con el pie
equivocado antes. Soy consciente de que ustedes no están
acostumbrados a trabajar con otros. Y deberían darse cuenta
de que es una experiencia extraña para mi gente, también.
No quiero que sientan que estoy amenazando su autonomía.
Dudo que pudiera hacerlo, incluso si quisiera. Pero estamos
luchando por un objetivo común aquí. Sería ideal si
supiéramos lo que el otro está haciendo.

—Estoy de acuerdo —John dice, aunque suena como si


sólo quisiera que el viejo cerrara la boca.

Lawson se pasa una mano por su cabello plateado,


centrando su atención en mí otra vez— Por ejemplo, su
operación las Cataratas del Niágara, causó que el buque de
guerra que se encontraba en Toronto se moviera hacia
nosotros. Es el primer movimiento que hemos visto de parte
de los hostiles desde que Setrákus Ra quedó en silencio.
Causó un gran revuelo que pudo haber sido evitado si fueran
más abiertos conmigo.

—Nadie ha sido bombardeado aun ¿O sí? —pregunto—.


No se ha hecho ningún daño.

—No, Esta vez no —responde Lawson entre dientes—.


Los canadienses tenían unidades colocadas en torno a ese
buque de guerra, que tendrán que ser recolocadas de nuevo
en las Cataratas del Niagara, lo que será un dolor en el culo.
Por otra parte, un importante centro de población que no
había sido evacuado está totalmente fuera de la mira, al
menos por ahora. Pero ¿Y si eso hubiera ocurrido en otra
lugar del mundo, donde nuestros aliados no son tan
disciplinados? Eso podría haber creado algunas dificultades.
—No va a suceder de nuevo —dice John, con su acuerdo
socavado por un tono desdeñoso. Pone el Atlas que ha
estado sosteniendo encima del escritorio de Lawson—. He
marcado las ubicaciones de las piedras de Loralita aquí.

Lawson sonríe y pone una mano en la parte superior del


Atlas— Ah, con baja tecnología. Me gusta.

—Necesitamos que estos sitios estén asegurado antes de


que los Mogs puedan encontrarlos —John continúa—.
Especialmente si desea utilizarlos para transportar los
dispositivos de camuflaje.

—Me aseguraré de que así sea —Lawson palmea el


Atlas—. Y voy a conservar esto en la base de datos para
investigar. No hay pérdida.

—Es posible que también más Gardes humanos se


teletransporten en esos lugares, también —agrego—. Así
que asegúrese de que nadie se meta con ellos. Mog o
Humano.
Lawson se acaricia la barbilla, bien afeitada, incluso en
tiempos como como estos— ¿Crees que tenemos alguna
intención de hacer daño a estos jóvenes dotados? —se
pregunta, sonando ligeramente ofendido.

Todos hablamos a la vez.

—Tal vez no hacer daño… —Marina comienza


diplomáticamente.

—Reclutarlos. —dice John.

—Explotarlos. —lanzo.

—…Simplemente no queremos que nadie se sienta


obligado a hacer algo para lo que no están preparados —
concluye Marina.

Lawson nos mira fijamente por un momento. Voltea


hacia a la puerta, asegurándose de que está cerrada, por lo
que, probablemente, los gemelos no pueden oír lo que está a
punto de decir.
—Mira, voy a ser directo —dice—. Va a haber personas
en nuestro gobierno, maldita sea, en las naciones de todo el
mundo, que van a ver a estos jóvenes dotados como. . .
armas. Han visto lo que sucedió con ProMog. Pon un poco
de poder extraterrestre delante de estas personas y van a
vender sus almas, estaremos condenados a la invasión.

—¿Y no eres una de esas personas? —John le pregunta.

—No, hijo, no lo soy —responde Lawson—. Soy un


hombre viejo que estaba feliz jugando golf hace unas
semanas. No estoy interesado en obtener algún beneficio o
poder. Estoy interesado en mantener este mundo a salvo.
Creo que ustedes pueden ser una fuerza del bien. Lo he visto
todo: la curación, el auto-sacrificio. También he conocido a
ese tipo de un solo ojo que tienen abajo en el sótano. No
queremos ni uno más de esos ¿verdad?

Echo un vistazo en dirección a Marina— No,


definitivamente no.
—Hago todo por mantener el mundo seguro. Entrenar a
tu gente, poniéndolos en posiciones donde puedan usar sus
dones para el bien común —John está a punto de decir algo,
pero Lawson levanta una mano—. Todas estas son sólo
palabras, si no ganamos esta guerra. Y serían unos tontos si
no desconfían de mí. Pero cuando todo esto termine, quiero
que se involucren. Quiero que ustedes me digan qué es lo
mejor para estos jóvenes, para nuestro planeta. Y quiero que
colaboren para que eso suceda.

Los tres de intercambiamos miradas. Si Lawson nos está


manipulando, está haciendo un muy buen trabajo. Pero a
juzgar por la expresión distante de John, no estoy segura de
todas sus preocupaciones se han ido. O quizás, tal como yo,
está dándose cuenta de lo inútil que es discutir sobre el
futuro, enfrente de amenazas de muerte inminente.

Me aclaro la garganta y el cambio de tema— Por lo tanto,


sobre estos dispositivos de camuflaje…
—Todavía no ha habido progreso de parte de I&D en la
elaboración de nuestra propia versión. —responde Lawson,
aliviado de estar hablando otra vez de nuestros planes.

—Está bien —dice John—. Estamos listos para robar


algunos, y esa nave que la Garde humana atrajo a es un
blanco perfecto. Aislada, distanciada, enorme.

—La estupidez en YouTube a veces vale la pena —


agrego.

—Voy a juntar un pequeño equipo e infiltrarnos a bordo


y robar los dispositivos —John continúa—. Estamos listos
para partir lo más pronto posible.

Lawson asiente— Excelente. Voy a querer tener a uno de


mis equipos en un lugar cercano, por si acaso las cosas se
descontrolan y necesitan una extracción.

—No tengo problema con eso, mientras no sean


descubiertos —responde John.
Marina ha estado en silencio durante este tiempo. Ella se
queda mirando a uno de los canales de noticias, viendo
escenas de Londres. Miles de personas marchan por las
calles, evacúan con sólo las posesiones que pueden cargar en
sus brazos, mientras que un buque de guerra se cierne en el
fondo.

— ¿Que se está haciendo para proteger a la gente en las


ciudades con los buques de guerra? —pregunta— Los
Mogadorianos inevitablemente intensificarán su ataque…

—Todas, excepto unas pocas ciudades tienen una


evacuación en progreso —responde Lawson—. Que yo
sepa, la mayoría de ellas estaban en un ochenta por ciento de
reubicación. Este día extra realmente nos compró un poco
de tie…

Lawson es interrumpido por un repentino golpe en la


puerta. Antes de que pueda responder, un agente del FBI
con una oscura barba de cinco días entra, a pesar de que los
gemelos tratan de bloquearle el paso. Lo reconozco como
Noto, el hombre al que Adam está enseñando a hablar
Mogadoriano, abajo en el subterráneo.

—Disculpe, señor —le dice a Lawson antes de que


vuelva su atención a John—. Deberías venir a nuestra
estación de monitoreo. Algo está sucediendo.

Eso no puede ser bueno.

Nosotros tres, junto con Lawson, los gemelos y Noto,


nos damos prisa hasta donde Adam está supervisando las
transmisiones Mogadorias. En el camino, Noto nos lleva tan
rápido como puede.

—Los capitanes de los buques de guerra Mogs iban y


venían como han estado durante todo el día, especialmente
desde del que uno desobedeció las órdenes y se trasladó a su
nave a Las Cataratas —Noto explica a toda prisa—. Justo
ahora, una nueva voz apareció en…
— ¿Setrákus Ra? –pregunto interrumpiéndolo.

—No, una mujer —Noto responde—. Ha estado dando


un discurso, suena como si estuviera poniendo a todos en su
lugar. Adam se ve…

Se ve molesto, eso es obvio, tan pronto como entramos


en la habitación. Adam se sienta en el borde de la silla, las
manos unidas firmemente delante de él, sus ojos oscuros con
la vista fija en la consola del Skimmer. Por supuesto,
reconozco aquella voz, y por qué Adam le dirige una mirada
tan asesina al instrumento que la produce.

—Phiri Dun-Ra —exclamo.

— ¿Quién? —John pregunta, dirigiéndose a mí así como


todos en la multitud congregada alrededor de Adam.

—La persona más desagradable, incluso para términos


Mogadorianos —dice Marina.
—Ella es la perra que estaba a cargo de entrar en el
santuario —le digo a John—. Nos encontramos con ella.

—Casi nos mata a mí y a Dust —añade Adam en voz


baja, sin apartar los ojos de la consola, escuchando cada
palabra que sale de la voz áspera de Phiri.

—La última vez que la vi, ella estaba arrastrando a


Setrákus Ra dentro de la Anubis —digo.

El General Lawson se aclara la garganta— Hijo, ¿Qué


está diciendo?

Adam toma una respiración profunda y la deja salir


silbando entre sus dientes— Está haciendo entrar en pánico
a los capitanes nacidos de verdad, reprendiéndolos por
dudar de su Líder. Ella dice que el retraso en el ataque es
intrascendente, que la humanidad es débil mientras que la
victoria Mogadoriana está asegurada.

Lawson se tensa ante esto.


— ¿Mencionó que empalé su Amado Líder? —pregunto.

—Por supuesto que no —Adam protesta—. Ella afirma


Setrákus Ra ha estado ocupado terminando la obra de su
vida de elevar a la raza Mogadoriana. Que lo que ha logrado
es poco menos que un milagro, y los fieles serán
recompensados. Mientras que para los escépticos, no habrá
nada otra cosa que dolor.

—Gobernando a ‘copela o cuello’ —murmura Lawson.

—¿Qué clase de milagro podría obrar ese monstruo? —se


pregunta Marina.

—Sabemos cuál es el trabajo de su vida —digo—. Lo


vimos en esa visión.

—La energía que robó del santuario —John dice en voz


baja—. El proceso que vimos en la visión de Eli,
convirtiéndola en esa baba negra. Debe de haber regresado a
trabajar en eso.
—No entiendo qué mierda significa eso —interrumpe
Lawson—. Pero suena como si el tiempo se nos estuviera
acabando.

Adam levanta una mano cuando el discurso de Phiri


Dun-Ra sube en crescendo. Su boca cuelga abierta, como si
no pudiera creer lo que está escuchando.

—Ella clama… ella afirma que gracias a la sabiduría de


Amado Líder, ha sido bendecida con Legados —dice Adam,
el sonido de la escandalosa risa de Phiri Dun-Ra casi
ahogando su voz.

—Mierda —exclamo—. Aun suponiendo que es


verdadero, lo que tiene no son Legados.

—Vimos que lo hizo —rememora Marina, una nota baja


de miedo en su voz—. A la gente que trabajo con él en esa
máquina, les dio telequinesis.
—Esas personas lucían enfermas. Monstruosas. —esa
observación viene de Caleb, las primeras palabras que ha
dicho desde que llegamos aquí. Lo miro, tiene la vista hacia
abajo, en el dorso de sus manos, como si estuviera buscando
que algo anormal pasara a través de las venas. Su hermano,
Christian, por su parte, permanece completamente inmóvil y
en silencio.

—Ha tenido cientos de años para perfeccionar su


experimento —puntualiza John—. Lo único que necesita es
acceso a más material.

—El cual le ayudamos a conseguir —digo, sacudiendo la


cabeza.

Una nueva voz se apodera de la emisión. No es una voz


en absoluto, de hecho. Un grito. Un grito de angustia de lo
que suena como un muchacho siendo torturado. La sala se
queda en silencio cuando Phiri Dun-Ra reanuda su discurso
con más que los gritos, su tono optimista y astillante.
— ¿Qué diablos es eso? —pregunta Lawson.

Adam traga con dificultad— Ella dice que es un Garde


que capturaron en la Ciudad de México. Un humano. Están
extrayendo sus Legados. Están matándolo.

—Apágalo. —dice Marina, luciendo como si estuviera a


punto de vomitar.

Adam se vuelve primero a mí, luego a John. Nosotros


dos asentimos. No podemos quedarnos escuchando eso sin
poder hacer nada.

—Hazlo. —dice John.

Adam de inclina hacia adelante, pero no apaga la emisión.


En cambio, toma un micrófono y abre un canal.

Lawson es el primero en intentar detener a Adam, y los


gemelos siguen su ejemplo; pero John pone una mano sobre
el pecho del hombre mayor, deteniéndolo.
—¿Pueden rastrear nuestra señal? —susurra Lawson con
los ojos muy abiertos.

—No —John susurra—. Él ya se encargó de eso. Somos


un fantasma.

Lawson no parece del todo convencido. Mira a Noto. El


agente asiente de manera cortante, afirmando lo que dijo
John.

De todos modos, ya es demasiado tarde. Adam ya


empezó a hablar.

—Phiri Dun-Ra está mintiendo —Adam anuncia en


inglés, a pesar de que amplifica la aspereza de su voz,
utilizando ese acento gutural Mogadoriano. Él debe haber
escogido el Inglés para nuestro beneficio, para que Lawson
sepa que no está delatando ningún secreto—. Lo que ella
está diciendo, sólo está destinado a aumentar su propio
poder.
Los gritos del fondo se cortan. Unas voces confusas
responden en Mogadoriano. La voz de Phiri Dun-Ra se
escucha sobre todos ellos.

—¿Eres tú, Adamus? —pregunta ella, riendo—. ¿Cómo


conseguiste interferir en este canal, pequeño?

Adam no le hace caso, presiona— Mi nombre es Adamus


Sutekh, hijo del general Andrakkus Sutekh. Me enfrenté a mi
padre en combate y lo derroté. Tomé la espada de su mano
cadavérica, y la utilicé para lo que fue creada. La utilicé para
matar a un Loriense; un Loriense que se hacía llamar
Setrákus Ra.

Ahora hay gritos. Gritos indignados en Mogadoriano de


una docena de voces diferentes. No puedo evitar sonreír en
el caos y el pánico creado por sólo unas pocas palabras.

Phiri Dun-Ra grita para ser oída sobre los demás—


¡Estos son inventos de un nacido de verdad sin honor! ¡Un
traidor de nuestra raza!
— ¡Entonces deja que el Amado Líder me responda! —
Adam grita de vuelta— ¡Quizá no pueda hablar por el
agujero que hice en su pecho! Phiri Dun-Ra sabe la verdad,
hermanos y hermanas, ahora busca gobernarnos a través de
las mismas mentiras que Setrakus Ra usó por siglos. ¡No
dejen que eso suceda!

— ¡Esas son blasfemias! –aúlla Phiri.

— ¡Deja que él responda, entonces! —Adam grita de


nuevo— Deja que el eterno e inmortal Setrakus hable, si aún
le queda aliento qué respirar.

Por un momento, todas las líneas se quedan calladas,


esperando que algo pase.

Solo es Phiri Dun-Ra, que ha caído en silencio.

—Pagarás —ella dice finalmente, su voz fulminante de


odio—. Pagarás por tu falta de fe.
Hay un ‘beep’ afilado, el sonido de ella cortando
comunicación. Inmediatamente, docenas de capitanes en los
diferentes buques de guerra que han estado escuchando la
transmisión completa, comienzan a ladrarse unos a otros.

Adam apaga su micrófono, y se voltea para mirarnos.

Ahora —dice—, los dejamos matarse entre ellos.


A SYDNEY LE TOCA LA PEOR PARTE.

El capitán de la nave de guerra comienza un bombardeo


completo a la ciudad unas horas después de que Adam
interrumpió el discurso de Phiri Dun-Ra. El capitán a cargo
declara esta destrucción en nombre del Amado Líder, un
fiero sacrificio por la muerte de Sétrakus Ra. Adam explica
que él se está dando a lucir; el capitán quiere quedar bien en
caso de que Setrákus Ra este vivo, y apuntarse para el cargo
de Líder en caso de que no.

Imágenes de la Ópera de Sydney4 en llamas, el puente


detrás de ella colapsando, se transmiten por los canales de
noticias que aún quedan por el mundo. Es difícil de
observar, sabiendo que nuestra mentira acerca de Setrákus
4La Casa de la Ópera de Sídney es una construcción expresionista con un diseño radicalmente innovador, conformado por una serie de grandes conchas
prefabricadas, cada una tomada de la misma semiesfera, que forman los tejados de la estructura.
Ra ha sido la que ocasionó esto. Adam luce al borde del
colapso. Lawson mueve su cabeza, con expresión severa.

—La guerra psicológica tiene costos —dice de manera


comprensiva, pero muy realista. Tengo el presentimiento de
que tendría una diferente perspectiva si fuese alguna ciudad
estadounidense la que estuviera ardiendo—. Si es de algún
consuelo, mis fuentes me dicen que Sydney fue evacuado
casi en su totalidad.

— ‘Casi’ —Adam repite.

—Sí, casi —Lawson replica—. El daño colateral no


siempre puede ser evitado. Es horrible, pero tienes que
aprender a vivir con ello —Él pausa seriamente—. No
esperaba tanta simpatía de uno de tu especie.

Adam observa al General —Por supuesto que no.

No digo nada. Sólo me hago una nota mental del nombre


del Mogadoriano. Rezza El-Doth. Lo agrego a la lista de
Mogs que voy a matar.
Es media noche. Los tres de nosotros -Adam, Lawson y
yo- somos los únicos que siguen en la sala de monitores
horas después de la sorpresiva transmisión de Adam. Los
demás se fueron a descansar, algo que probablemente
debería estar haciendo, pero no me siento capaz de hacer.
En su lugar, me encorvo en mi silla y escucho mientras
Adam describe robóticamente las muchas transmisiones
pasando en el comunicador Mog. A mi lado, Lawson
mantiene sus ojos en una tablet, monitoreando reportes de
todo el mundo.

—Admiro el valor que les tomó realizar una maniobra


como esa —Lawson continua—. Estaban conscientes de las
consecuencias. Hicieron las cuentas y calcularon que los
beneficios sobrepasaban los costos. Por supuesto, que si las
cosas no hubieran salido como planearon, estaríamos
teniendo una conversación muy distinta, ¿no es verdad?

Miro a Lawson. Él se me queda viendo, evaluándome.


Otra vez me quedo en silencio. Él está en lo correcto,
pienso. Tan pronto como Adam me dijo acerca de la
discordia entre los Mogs en la ausencia de Setrákus Ra, supe
que teníamos que explotarla. Adam accedió. Como Lawson
dijo, sabíamos que podría haber peligros.

En realidad, no me importó en absoluto.

Lo de Sydney fue mal, pero en otros lugares, Adam ha


ocasionado mejores efectos.

En Beijing, donde el ejército Chino había estado


resistiendo a los Mogadorianos en gran medida y lanzando
algunos contraataques bastante imprudentes, los Mogs
mandaron sus Skimmers de regreso a la nave de guerra. El
capitán declaró que él quería escuchar órdenes del Amado
Líder antes de desperdiciar uno más de sus nacidos en
tanque en asegurar la ciudad. Ninguna respuesta ha llegado
de Virginia Occidental, lo que significa un respiro para los
chinos.

Mientras tanto, el capitán de la nave en Moscú se declaró


él mismo el nuevo Amado Líder. Supongo que se le subieron
los humos después de ver qué tan rápido los rusos
colaboraron con su intento de invasión. Esta declaración no
le agradó al capitán de la nave estacionada en Berlín; él
desvió su nave con intensión de asesinar al usurpador.

Las dos naves se encontraron sobre Kazajistán y


empezaron a combatir una contra otra. Afortunadamente,
esto paso sobre la Estepa de Kazajistán, lugar que es
escasamente poblado. Por la falta de espectadores en la
escena, los reportes que vienen de fuera del área son vagos.
No estamos seguros de sí acabaron uno con el otro,
luchando hasta un punto muerto, o si alguno de ellos salió
victorioso. Pero no hay resultados negativos para nosotros,
supongo.

Y, tal vez lo mejor de todo, la nave posicionada sobre São


Paulo simplemente se fue. Floto hacia arriba, fuera de la
atmósfera, y aparentemente está orbitando en la luna. La
nave simplemente silencio la radio. Ni idea de que está
pasando con esa embarcación.
El resto de los Mogadorianos de la flota ignoraron a
Adam, escogiendo creerle a Phiri Dun-Ra. Aunque la
división entre ellos, las está empezando a ser evidente. Al
parecer no son una fuerza tan imparable como decían ser.
Tres naves fuera de combate, y ni siquiera hemos salido de
Patience Creek. Aún quedan veinte, pero esto es un
progreso.

Aun así esta victoria se siente vacía para mí. No es


satisfactoria. Mis manos están demasiado limpias.

Ambos, Adam y yo, nos perdemos en un silencio


reflexivo, Lawson continua reverberando nuestro éxito.

—Un riesgo estratégico —dice él reflexivamente—.


Ustedes muchachos, serán excelentes generales algún día.

—Mi intención es continuar mi lucha en el frente de


batalla. —digo, finalmente rompiendo mi silencio.

—Bueno, esa es la clase de lujos que puede darse un


hombre joven. —Lawson replica. Se pone de pie y truena su
espalda. En las horas de silencio desde que irrumpimos en la
discusión Mogadoriana, las cosas se han calmado. Ningún
nuevo descubrimiento ha llegado desde hace un rato, sólo
los usuales informes de estado. Creo que nuestra estratagema
ha producido todos los resultados que van a suceder.

Lawson mira directo a mí— Es tarde. O mejor dicho, es


muy temprano. Voy a intentar descansar los ojos antes de
que montemos esta operación. Deberías hacer lo mismo,
John.

Le doy al general un saludo perezoso, y el responde con


una pequeña sonrisa. El viejo asiente cortantemente a Adam
y sale, dejándonos a nosotros dos solos. Adam se sienta
desplomado al frente de la consola, sus ojos agotados.

— ¿No planeas dormir para nada? —le pregunto.

— ¿A caso tu sí? —responde.

Nos ponemos tan cómodos cómo es posible.


Cruzo mis brazos y dejo mi mentón contra mi pecho.
Ocasionalmente salto ante la voz de algún Mogadoriano
gruñendo a través de comunicador, pero Adam no se
molesta en traducir nada de ello, lo que significa que no
puede ser importante. Vamos a abordar una de esas naves de
guerra en unas cuantas horas. Va a ser el primer combate el
cual he enfrentado desde que empecé a recolectar Legados,
mi primera oportunidad de probar esos nuevos poderes.

Mi primera oportunidad de venganza.

Realmente debería dormir. Es irresponsable de mi parte


seguir evitándolo. Pero la última vez que lo intente, todo lo
que podía ver era el rostro de ella…

No puedo seguir haciéndome esto.

Me levanto y alzo mis brazos sobre mi cabeza. Se sienten


pesados. Todo se siente así. El aire se siente denso, casi
como si estuviera nadando en él. Finalmente, ese
sentimiento de agotamiento que he estado experimentando
desde que llegamos aquí, está empezando a cobrar efecto.
—Me avisarás si ocurre algo importante, ¿verdad? —le
pregunto a Adam.

Él no responde. Mantiene su rostro hacia a otro lado,


mirando intensamente a la consola. Las comunicaciones
Mogadorianas han caído en reciente silencio. Por alguna
razón, en lugar de preguntarle a Adam que demonios es lo
que pasa, no digo nada y sólo camino afuera de la habitación.

Y entro a la cueva.

Este no es Patience Creek. He estado aquí antes.

Estoy en un corredor largo y con poca luz. Las paredes


son de piedra de color oxido con vigas de acero. El aire es
caliente, rancio y apesta como algo podrido y aún con vida.
Doy una vuelta completa y trato de orientarme. Si bajo el
pasillo en la dirección donde se inclina suavemente, sé que
llegaré al área donde se encuentran los pikens, krauls y
cualquier número de criaturas retorcidas que hayan sido
creadas. Si voy subiendo, donde la luz es más brillante,
eventualmente llegare a un bloque celdas.
Esto es Virginia Occidental, debajo de la montaña. Los
cuarteles generales de los Mogadorianos.

Me siento atraído hacia las celdas, así que empiezo a


caminar lentamente en esa dirección. Gritos sordos me
alcanzan más adelante. Mantengo mi paso casual y relajado.

No soy estúpido. Esto es un sueño. Y estoy feliz de


seguirle la corriente.

Sé quién me está esperando adelante, y me alegro. Quiero


mirarlo a los ojos.

Alcanzo el área donde una sala en la cueva ha sido


abarrotada con celdas claustrofóbicas. Cada puerta reforzada
es equipada con un vidrio a prueba de balas en la ventanilla,
para espiar a las deplorables condiciones dentro. Las
primeras celdas que paso están vacías. Luego paso por una
donde una chica de cabello negro, presiona su cara contra el
vidrio. Sus ojos y boca han sido cosidos permanentemente
con alambre.
Es Seis.

Me quedo mirándola. En cierto punto por fin consigo


despegar mi vista de ella mientras el horror y la repulsión
corren a través de mí.

Esto no es real. Él está tratando de jugar conmigo, y no


va a funcionar.

Otra visión terrorífica me saluda en la siguiente celda.


Nueve, la vez que lo conocí, excepto que ahora hay una
sábana sangrienta atada alrededor se su cuello, colgando de
una viga. No desperdicio mucho tiempo mirándolo,
mayormente porque no me convenzo que sea real ni por un
segundo.

— ¿Por qué no paras con estas mierdas y te muestras? —


digo en voz alta, sabiendo que él puede escucharme—Esto
se está poniendo aburrido.

Adelante, los gritos son más estruendosos. Me acerco


hacia una habitación que recuerdo como la sala de
interrogación de los Mogs. Hay una ventana para observar el
interior. En la mitad de la sala, hay un conjunto de gruesas
cadenas que cuelgan del techo.

Sam está atrapado entre las cadenas. Esos gritos son sus
gritos. Un viscoso ácido negro chorrea del metal y quema
cicatrices nuevas en sus muñecas.

Setrákus Ra está de pie enfrente de Sam, pero no en la


forma en la que estoy acostumbrado a verlo. Su cabeza no es
pálida y bulbosa con venas negras, él no mide 3 metros y
tampoco tiene esa gruesa cicatriz morada rodeando su
cuello. Este Setrákus Ra es joven, como el hombre que vi en
la visión de la historia de Lorien. Su cabello negro está
peinado hacia atrás hacia una especie de pico, sus rasgos son
muy afilados y severos, pero luce claramente Loriense.

Él es uno de mi gente. El pensamiento sigue siendo difícil


de asimilar.

Actúa como si no me hubiera visto, aunque sé que eso no


es verdad. Después de todo, él me trajo aquí. Estoy de pie
afuera del cuarto de interrogación, mirándolo. Setrákus Ra
camina de un lado a otro, y cada vez que él pasa enfrente de
las cadenas, después de bloquear con su cuerpo de manera
momentánea mi vista, la persona atada en su dispositivo de
tortura cambia.

Sam se convierte en Seis, sus gritos llenan la sala.

Luego Adam.

Marina.

Nueve.

Sarah.

Golpeo el vidrio que separa el pasillo de la sala de


interrogación. Se rompe fácilmente y no duele para nada.
Floto por encima del muro a la altura de la cintura y aterrizo
a pocos pasos de distancia de Setrákus Ra. Él se voltea
mirándome, sonriendo casualmente como si nos hubiéramos
encontrado en la calle.

— Hola, John.
Trato de mantener mí mirada lejos de la visión de Sarah,
torturada e inconsciente, que está detrás de él.

Ella no es real. Ella no está más aquí. Ella ya no sufre


más.

Doy un rodeo mirando a mí alrededor y silbando entre


mis dientes.

—Sabes, en su tiempo, estos sueños solían asustarme.

—¿Lo hacían?

—Ahora sé que sólo eres tú, actuando en medio de la


desesperación.

Setrákus Ra sonríe indulgentemente y se cruza de


brazos— Tú me recuerdas tanto a él —dice—. Mi viejo
amigo Pittacus Lore.

—No soy como él.

—¿No?

—Él te mostró su piedad. Yo, Voy a matarte.


Setrákus Ra camina en círculos, poniendo el cuerpo de
Sarah en medio de nosotros dos. Él le da a ella un empujón
gentil, y ella comienza a mecerse de atrás hacia adelante, una
y otra vez, como una muñeca poseída.

— ¿Cómo está mi bisnieta? —él pregunta, como para


empezar una charla casual.

Mis ojos buscan los de Sarah, luego se posan otra vez en


Setrákus Ra.

—Mucho mejor que cuando la tenías secuestrada contigo.

—Ella volverá conmigo —él replica con una sonrisa—.


Una vez que termine con el resto de ustedes, ella regresara a
mí.

— ¿Tu ejercito regresara también? —Pregunto,


inclinando mi cabeza—. Mientras te lamias tus heridas y te
escondías en mis sueños, ellos te han abandonado.

Su expresión es oscura, y me siento contento de haber


golpeado su ego. Camina lejos de Sarah y se dirige hacia mí.
—Los Mogadorianos siempre fueron para mí una
herramienta, John. Una especie de animales castrados que
hicieron su propio mundo inhabitable con su amor visceral
por la guerra y la contaminación —Él escupe en el suelo—.
Los humanos serán mucho mejores que eso una vez que
hayan sido sanados por mí. Los otros serán polvo en el
viento.

—¿Es esto por lo que me trajiste aquí? —pregunto,


mirando a esta versión más joven de mi más odiado
enemigo— ¿Para ilustrar lo malévolo que eres? Porque lo
entiendo.

Setrákus Ra sonríe, se acerca, estudiándome. Sus ojos no


son la estéril tinta negra que he visto antes. Son oscuros pero
normales, sin cambiar a través de los años de
experimentación. La mente enferma detrás de ellos aún es la
misma.

—Soy viejo, John —él dice—. Esas visiones en las que


mi bisnieta nos puso, para ver mi juventud otra vez… Sentí
algo como nostalgia. Una vez Pittacus Lore fue mi amigo. Si
él sólo me hubiera escuchado, si hubiéramos trabajado
juntos, podríamos haberle evitado al universo tanta muerte.
Podríamos haber reanimado toda la vida.

—Aww… ¿necesitas un amigo? ¿De esto es de lo que se


trata? ¿La parte donde me ofreces una oportunidad de unir
nuestras fuerzas?

Setrákus Ra me mira. Sólo estamos separados por unos


cuantos metros ahora. Tengo que recordarme a mí mismo
que esto no es real. Que no tiene sentido abalanzarme y
tratar de matarlo.

Incluso aunque lo deseo desesperadamente.

—No, John. Cuando te permití vivir en Nueva York,


prometí que te dejaría ver este mundo arder. He intento
cumplir mi palabra.

—¿Entonces qué?
—Como dije, me recuerdas a Pittacus —Setrákus Ra
responde. Él se dirige nuevamente a Sarah, acaricia su brazo
enfermizamente azulado y sostiene las cadenas donde su
cuerpo cuelga—. Trate de mostrarle, justo como ahora te
mostraré. Quiero que sepas lo que te estás perdiendo.

Setrákus Ra tira fuerte de la cadena. Imposiblemente, con


una lógica única de las pesadillas, la celda entera colapsa. El
cuarto está inundado de esa viscosa lama negra.

—Quiero que sientas mi poder.

Es como una represa rompiéndose. En cuestión de


segundos, estoy inundado en la tinta liquida. Es fría y babosa
contra mi piel. Trato de nadar lejos de ella, pero rápidamente
sobrepasa mi cabeza, metiéndose en mis ojos, y
eventualmente entrando en mis pulmones.

Entro en pánico y pataleo. Por un momento, olvido que


esto sólo es un sueño.
Hay algo pesado dentro de mí ahora, como si mis
entrañas estuvieran llenas con ese grueso lodo. Mi piel
escoce. Se siente como si millones de pequeñas bocas
estuvieran tratando de roerme.

Pero puedo respirar. Estoy vivo. Darme cuenta de ello


me ayuda a calmarme.

Puedo ver, que no hay nada a mí alrededor excepto solida


e impenetrable oscuridad. Mientras floto a través del lodo
aceitoso, miro hacia abajo a mis manos y enciendo mi
lumen. Funciona; la luz hace un halo a mí alrededor.

El efecto solo dura un momento. En mis manos


brillantes, puedo ver las venas de un color azul cobalto
correr bajo la piel. El oscuro líquido, colándose dentro de las
puntas de mis dedos para consumir la energía, y
comenzando a comerme por dentro.

— ¿No se siente bien?


Miro hacia arriba. Setrákus Ra flota en la oscuridad sobre
mí. Él ha dejado de ser del joven Setrákus y ahora se ve
como lo esperaba: horrible. Está semidesnudo, tal vez
completamente desnudo, la lama, gracias al cielo, obscurece
su cuerpo de la cintura para abajo— su piel
sorprendentemente pálida en la oscuridad, la cicatriz purpura
alrededor de su cuello. Sus ojos, huecos y vacíos como una
calavera, me taladran.

Hay una herida abierta en el pecho de Setrákus Ra. Es


una cuchillada justo a la izquierda de su corazón. Eso debió
ser cuando Seis lo atacó. Estuvo tan malditamente cerca.
Zarcillos de lama traspasan su piel agrietada, adentrándose
en su cuerpo. La sustancia no está sanando la herida; está
llenándola, reemplazando el horrible hoyo con un pedazo de
obsidiana pura.

Otro cuerpo flota enfrente de Setrákus Ra. Es una mujer


Mogadoriana con cabello negro recogido en trenzas gruesas.
Noto que ella tiene cicatrices de quemaduras por todas sus
manos. Parece estar inconsciente. Setrákus Ra envuelve sus
manos sobre las de ella, y toda la sustancia babosa
rodeándonos se mueve a su voluntad, adentrándose en su
piel, transformándola.

Abro mi boca, y aunque la sustancia llega a mi garganta,


encuentro que aun puedo hablar.

—Es aquí donde te encuentras, ¿verdad? —digo—. Esto


es real. Tu gran idea de progreso, es… son estas aguas
negras.

Setrákus Ra me sonríe a mí— Te resistes. Pero aquí,


John, aquí controlo el destino de todas las especies. Aquí,
hago Legados. Tomo lo mundano y lo cambio, mejorándolo
a mi parecer.

Él levanta su mano, dos dedos extendidos hacia mí, y mi


brazo se alza en respuesta completamente fuera de mi
control. Mi lumen brilla, la lama incorporándose alrededor
de mi mano. Se siente como si mi piel se estuviera
descarapelando.
Una bola de energía Loriense es arrancada de mi mano.
Mi lumen se apaga en tanto la energía flota atravesando el
lodo. Es lentamente comida, transformada, hasta que
Strákus la guía a la mujer mogadoriana. Su cuerpo se
convulsiona por un momento, mandando andas a través del
líquido.

Entonces fuego la rodea. Ella voltea su cabeza y gruñe


hacia mí, con sus dientes afilados, como un animal salvaje.

—Soy el creador ahora, John —Setrákus Ra dice—. Ven.


Obsérvalo por ti mismo.

Mis manos se sacuden. Mi lumen no funciona. La


oscuridad me rodea…

— ¡John… John!

Mis ojos instantáneamente se abren. Adam me sostiene


por los hombros, sacudiéndome. Estoy de vuelta en el
subterráneo de Patience Creek, no estoy ahogándome en
aquella porquería negra, y mis legados no han sido robados
por un Mogadoriano.

—Te quedaste dormido —Adam dice, con los ojos muy


abiertos y mirándome fijamente—. Y entonces, bueno…

Miro hacia abajo. Mis manos, las cuales están


descansando en los brazos de la silla, dejaron huellas
ennegrecidas. Mi Lumen debió haberse activado mientras
estaba en la pesadilla. El olor a plástico quemado llena la
habitación.

—Lo siento… —digo, poniéndome temblorosamente de


pie.

Adam vacila, esperando una explicación— ¿Estás bien?


—finalmente pregunta.

—Sí, estoy bien —digo, caminando lentamente fuera de


la habitación.

No habrá más siestas para mí. No hasta que todo esto


termine.
—SÓLO NECESITO UN POCO MÁS TIEMPO CON
ESTO —Sam dice—. Juro que puedo hacer que funcione.
Es decir, que ya podría estar funcionando. No tengo manera
de saberlo…

Está amaneciendo. Sam camina de lado a lado al pie de


nuestra cama, hablando rápido. Noto un montón de latas
aplastadas sobre el escritorio detrás de él, todos sus logos
muy viejos, probablemente vencidos. Supongo que la soda
rancia todavía tiene un montón de cafeína. Lo observo con
paciencia y una pequeña sonrisa en los labios.

—Mi padre trató de darme un curso intensivo de


electromagnetismo —continúa Sam—. Las frecuencias,
ultravioleta, ah, la ionósfera. ¿Sabes lo que es la ionósfera?
Niego con la cabeza.

—Está bien, yo tampoco. Es decir, no sabía hasta que mi


padre me lo explicó, y ahora tengo una vaga idea. La
ionósfera es parte de la atmósfera. Es como campo de fuerza
natural. Las ondas de radio rebotan en ella. Si quieres
entender cómo funciona un campo de fuerza en la ciencia
ficción, debes empezar con eso. O al menos era ciencia
ficción hasta que los extraterrestres vinieron a la Tierra y
cambiaron nuestra comprensión de, bueno, todo.

—Estás yéndote por las ramas, Sam.

Anoche ya estaba en la cama cuando Sam entró en la


habitación. Escuché somnolienta mientras se quejaba sobre
cómo Malcolm le había hecho ir a la cama, como si fuera un
niño y no alguien tratando de salvar el mundo. Dio vuelvas y
vueltas junto a mí, hasta que se fue al escritorio a trabajar. Y
por trabajar quiero decir susurrarle órdenes sin sentido a
varios aparatos; la ahora infame Game Boy, varios teléfonos
celulares, tablets, un e-reader. La voz tranquila de Sam me
arrullo hasta dormirme.

—Lo siento. Entonces, algunos de los ingenieros que


trabajan en el dispositivo de camuflaje trataron de entrar en
detalle acerca de los campos de fuerza, ¿Sabías que los
militares ya tenían un prototipo funcionando? Mantiene las
cosas ocultas, pero no se puede ver a través de ella, te
encuentras protegido, pero ciego. Como sea, creo que han
empezado a considerar una pérdida de tiempo explicarme
todo esto cundo técnicamente abandoné el colegio.

—Ellos están corriendo un riesgo inmenso al


subestimarte —digo con una sonrisa somnolienta.

Sam sostiene el dispositivo de camuflaje Mogadoriano,


desinstalado de nuestra nave en una mano, y un viejo
teléfono con tapa en la otra, alzándolos como si fuera una
balanza.

— ¿Te estás burlando de mí?


—No. Continúa.

—Entonces, mi padre y el equipo de científicos, ya han


descubierto los fundamentos de cómo funciona esta cosa —
dice Sam, levantando la caja negra que permite a los
Skimmers pasar a través de los campos de fuerza de los
buques de guerra—. Se emite una frecuencia ultrasónica que,
de acuerdo con los tipos de la planta baja, es posible de
replicar sin ningún problema. Lo que los está frenando es
que la onda de sonido es, complicada, de alguna manera, esa
onda envía un paquete de datos al buque de guerra. Ese
paquete de datos identifica el Skimmer como aliado. El
problema es que está escrito en un código que no
entendemos, que no podemos incluso crear aun, en un
lenguaje informático que ninguna de nuestras computadoras
está programada para escribir…

—Sam —le digo, interrumpiendo tan pronto como hace


una pausa—, estoy segura de que todo esto es muy
interesante, pero…
—Nah, no, no lo es —Sam responde con una sonrisa
tímida. Deja a un lado el dispositivo de camuflaje para poder
frotar la parte posterior de su cuello—. Muy bien, yendo al
grano…

—Por favor.

—Todos esos tipos de abajo, que están tratando de


copiar el paquete de datos de esta cajita. Pero eso es difícil,
porque A: No tienen tecnología Mog con que trabajar, y B:
todavía necesitarían aprender a utilizarla si la tuvieran. Así
que estaba pensando, ¿por qué no dejamos que las máquinas
hagan el trabajo por nosotros?

—Okey…— Digo, moviendo mi mano para apresurarlo.

Sam sostiene el teléfono plegable— He estado hablando


con este chico aquí.

—¿Hablando con él?

—Bueno, hablándole a esto, pero no contesta. No es


como si esta cosa fuera a responder —Abre y se cierra el
teléfono como si fuera una boca—. Sólo he estado
diciéndole que copie la señal del dispositivo de camuflaje.
Toda la cosa. Sonido y datos. Es decir, no es necesario
entender cómo funciona esto, Seis; simplemente debemos
usarlo y ya.

Echo un vistazo más de cerca el teléfono celular— ¿Por


qué elegiste un teléfono tan mierdoso?

—Me es más fácil trabajar con cosas viejas porque son


menos complejas —dice encogiéndose de hombros—. Son
mejores escuchando.

— ¿Y crees que funcione? ¿Qué te escucha?

—No sé —dice Sam—. Puedo decir que está emitiendo


la frecuencia, pero no puedo decir si está copiando el
paquete de datos también. A menos que….

—A menos que lo utilices para pasar a través de un


campo de fuerza.

—Bingo —dice él, y me tira el teléfono.


Lo tomo y le doy vueltas en mis manos. El plástico está
caliente al tacto, y sólo tiene la batería aproximadamente al
83 por ciento.

—La batería se descarga rápidamente cuando se está


emitiendo la frecuencia, y lo hace constantemente una vez
que se da la orden —dice—. Cuando se apaga, el teléfono
olvida lo que le dije. Incluso con estas limitaciones, creo que
podría hacer una diferencia.

Asiento con la cabeza, recordando cómo Lawson planea


coordinar un asalto en todo el mundo a los buques de
guerra. Suponiendo que todo vaya bien esta mañana y
podamos robar los dispositivos de camuflaje a bordo del
buque de guerra de las Cataratas del Niagara, ¿Cuántos
vendrían siendo? ¿Unos cientos de dispositivos de
camuflaje? Eso significa unos cientos de misiles alrededor
del mundo para bombardear esos enormes barcos de guerra.
¿Cuántos golpes se necesitaría para hacer caer una de esas
naves colosales? Me parece que querrían tantos tiros como
sea posible, quizás algo más.

Miro detrás de Sam. Él tiene todos sus dispositivos


conectados a un par de enchufes, sobrecargándolos.
También un extintor cerca, por si acaso

Dándose cuenta hacia dónde estoy observando, él dice—


Si esto funciona, ya les he enseñado a esta docena de cosas a
hablar como dispositivo de camuflaje. Me estoy volviendo
muy bueno en eso, creo. Se siente cada vez más fácil de
todos modos. Aunque, podría solo estar creyendo que
funciona pero no, como si fuera un placebo de Legados —
Sam suspira cansado y aleja ese pensamiento de su mente—
Voy a usar mi legado en cada aparato que pase por mis
manos hasta que lo confirme de alguna manera —suspira—.
O tal vez sólo he perdido uno de los últimos días de mi vida
hablándole a un montón de celulares como idiota. No es la
gran cosa.
Me impulso sobre la cama y lo beso— De ninguna
manera. Va a funcionar.

Sam me devuelve una sonrisa, sosteniendo mi mano—


Sólo ten cuidado allá, ¿De acuerdo?

—¿Dime cuándo no tengo cuidado?

En el hangar, un gran espacio se ha despejado, los


Humvees militares se estacionaron paralelamente a una
distancia imposiblemente cercana a las paredes, dispuestos
cuidadosamente, uno al lado del otro, para que puedan
acelerar ordenadamente cuando fuera necesario en un
convoy de respuesta rápida. Por la precisión de la alineación,
puedo decir que fue hecho por los conductores más diestros,
o por telequinesis.

La nueva Garde; Nigel, Fleur, Bertrand, Ran, y Daniela,


están formados lado a lado en este espacio abierto. Se ven
adormilados, nerviosos, excitados. Daniela asiente la cabeza
cuando me atrapa mirándola, le sonrío.

Caleb y Christian resaltan, más parecidos a un duo de


marines observando la lección, que de sus nuevos
compañeros Garde tomándola. Como de costumbre,
Christian tiene la expresión dura como piedra. Caleb, por
otra parte, parece más atento que su hermano.

—Así que, primera lección. Todos tienen telequinesis,


¿cierto? —Nueve camina a través de la línea de nuevos
reclutas, esperando por respuestas. Me estremezco cuando
veo lo que tiene en su mano. Una pistola semiautomática,
probablemente prestada, o tal vez robada de uno de los
soldados en la formación. Nueve la hace girar en su dedo
índice como si fuera un vaquero del lejano oeste.

Ellos asienten en respuesta. A excepción de Daniela,


todos parecen intimidados por Nueve en su modo de
sargento duro. Tienen razón en estarlo, ya que tan pronto
ellos responden, Nueve les apunta con el arma
—Genial. Entonces, ¿Quién quiere intentar detener una
bala?

—Pff, voy convertir tu trasero en piedra si me apuntas


con eso— dice Daniela.

Nueve sonríe y se asegura de apuntar lejos de Daniela. Si


no conociera mejor a Nueve, tal vez intervendría. No es tan
estúpido como para dispararle a alguno de ellos… al menos
no creo.

Nigel mira la fila de compañeros Gardes. Cuando está


claro que nadie más va ofrecerse voluntario, Nigel se arma
de valor y de un paso hacia el frente.

—Muy bien, amigo —dice, alza la mano en una señal de


alto cuando Nueve lo apunta con el arma—. Quiero
intentarlo.

Nueve sonríe— Es valiente de tu parte, John Lennon.

—John Lennon era un pendejo.


—Como sea —Nueve continúa—. Apuesto a que tenía
más sentido común que tú, novato debilucho. Detener balas
es una cosa de clase avanzada para la que definitivamente
ninguno de ustedes está preparado. Y de todos modos, si
estás peleando con un Mog, esos bastardos usan armas de
energía. No puedes usar telequinesis con energía. ¿Cuál es la
cosa más segura, fácil e inteligente que hacer?

—Desarmar al enemigo. —Caleb contesta desde la


formación.

Nueve apunta hacia el con su mano libre del arma— Muy


bien, gemelo rarito número uno —Él mira a Nigel—.
Inténtalo, tira el arma de mi mano.

Nigel frunce el ceño como si estuviera molesto por haber


sido puesto en ridículo. Entonces, hace un movimiento con
su mano como si agarrara y jalara el aire. Nueve tropieza
hacia adelante como si jalaran su brazo, pero no pierde su
agarre sobre el arma.
—Lo haces con una cantidad de fuerza decente —dice
Nueve—. Pero estás tirándome todo el brazo. Concéntrate
sólo en el arma. Sé preciso. ¿Alguien más quiere probar? —
Nueve mira hacia hilera de reclutas, observando de reojo a
Ran, la pequeña niña japonesa que dirige su mirada confusa
hacia él— ¿Entiende algo de lo que estoy diciendo?

—No dice mucho —responde Fleur—. Pero creemos


que sí entiende.

—¡Eh! —dice Nueve apuntando el arma hacia Ran. En el


momento que lo hace, ella cierra la mano, y el cañón de la
pistola se arruga como papel, el mecanismo del gatillo
pellizca el dedo de Nueve, y deja caer el arma con un grito.

—¡Joder, así se hace! —Exclamo.

Nueve luce molesto, pero sé que es puro espectáculo.


Está tan impresionado como yo. Mira de nuevo al grupo y
asiente con la cabeza—. Esa es otra manera de hacerlo.
Hay una pequeña conmoción en el ascensor cuando John,
Marina, y Adam entran. Eli y Lexa los siguen unos pasos
detrás, junto con Bernie Kosar dando saltitos. Por último
entra Dust, de nuevo en forma de lobo, pareciendo mucho
más saludable que la última vez que lo vi. Todo el mundo
viene hacia mí a excepción de Lexa, que sigue hacia la nave
para encender sus motores.

Es tiempo de irnos.

Tomando la mirada de John, Nueve camina por la fila de


Garde humana y les entrega armas descargadas.

—Practiquen entre ustedes —dice—. Vuelvo más tarde, y


espero que su nivel de rudeza se haya multiplicado, como…
por diez.

Daniela levanta una ceja, mirando de Nueve, a John y a


mí— ¿Qué están haciendo? ¿Nos van a dejar aquí?

John nos guía hacia la nave de Lexa, y todo el grupo de


humanos, Lorienses, y Mogadoriano reformado, se reúnen
en la base de la rampa. Incluso Caleb y Christian se unen al
pelotón improvisado.

—Vamos a atacar encubiertos en uno de los buques de


guerra Mogadorianos —explica John, con voz ronca. Parece
que no ha dormido nada—. Sólo yo, Seis, y Adam
abordaremos la nave. Los demás que nos acompañan serán
nuestro respaldo, estrictamente en caso que las cosas salgan
mal —Él mira a los humanos—. Ustedes deben quedarse
aquí, entrenando sus poderes. No los necesitamos en esta
misión. Es un riesgo innecesario.

Fleur y Bertrand se ven aliviados. Daniela sacude la


cabeza y clava un dedo en el pecho de John— Te salvé el
culo en Nueva York —puntualiza ella, apuntando con el
pulgar a los otros seres humanos. — ¿Y ahora qué? ¿Estoy
siendo degradada a novata con todos estos perdedores?

—Nos prometiste acción. —se queja Nigel también.

John suspira— Miren, nosotros hemos estado haciendo


esto mucho más tiempo que ustedes. Fue estúpido de mi
parte pedirles que se lanzaran a la lucha sin el entrenamiento
adecuado. En este momento, lo mejor que pueden hacer
para ayudar a la Tierra es volverse más fuertes, mejorar. Su
oportunidad ya llegará.

Nigel mira a Bernie Kosar— ¡Llevas contigo un perrito!

—También tienen un lobo —señala Bertrand—. ¿Puedo


preguntar por qué tienen un lobo?

—Ese perrito haría que te mearas en los pantalones. —


Nueve le responde a Nigel.

—Los NTAL’s no están autorizados a participar en esta


operación, de cualquier forma. —Caleb señala.

—Oh, cállate Capitán América —responde Nigel—.


Estoy listo para luchar.

—Ay, niño —dice Nueve condescendiente. Luego tiñe


sus palabras de acritud— No lo estás.

—Mira, esto es lo que en realidad John está diciendo —


digo, cruzándome de brazos—; en el caso de que nos maten,
que no está totalmente fuera de lo posible, dependerá de
ustedes salvar el mundo. Por lo tanto, es mejor si no van allá.

—Pero qué franca, Seis. —murmura Marina, sacudiendo


la cabeza.

Nueve aplaude algo ansioso— Hagámoslo.

Dejamos la Garde humana en el hangar y abordamos la


nave de Lexa. Minutos después, nos aseguramos a los
asientos y salimos disparados del túnel, tomando la misma
ruta exacta a la de hoy.

Una vez que estamos en el aire, John se pone de pie.

—Hay una cosa que no mencioné antes —anuncia


John—. No quería que los militares se enteraran de esto.

Todo el mundo mira con curiosidad a John— ¿De qué


estás hablando? —pregunto.

—No sólo vamos a robar los dispositivos de camuflaje


—explica—. Vamos a secuestrar el buque de guerra también.
HAY UN PELOTÓN DE OPERACIONES
ESPECIALES CANADIENSE acampando en una arboleda
tres millas al sur de las Cataratas del Niágara. Ellos son
alrededor de cincuenta hombres, fuertes, entrenados para
moverse rápido, también equipados con pesadas armas de
fuego, incluyendo misiles dirigidos desde tierra. El buque de
guerra por el que llegamos aquí para secuestrar no es visible
desde donde ellos están estacionados. Los soldados
permanecen fuera de vista, por obvias razones. Aun así,
tienen algunos exploradores vigilando alrededor de las
cataratas del Niágara, transmitiendo imágenes granuladas del
buque de guerra que asoma; Skimmers peinando los
alrededores, tropas en tierra inspeccionando la piedra de
Loralita dormida.
Nos proporcionaron toda esta información tan pronto
como aterrizamos, sin interferir en nada más posteriormente.

Podría acostumbrarme a la hospitalidad Canadiense.

Si las cosas van mal en la nave de guerra, este pequeño


equipo de Operaciones Especiales cubrirá nuestra retirada.
Nuestra supervivencia, según su oficial al mando, es su única
prioridad. Ellos fueron informados de nuestro ‘valor
estratégico’.

Todo esto es gracias al General Lawson. Supongo que a


veces no es tan malo tener al gobierno de tu lado.

En la nave de Lexa, ahora estacionada junto a los


Humvees de Operaciones especiales, abrocho sobre mi
pecho un chaleco improvisado. Un dispositivo de camuflaje
está conectado a la parte delantera, conectado a una batería
apresuradamente sujetada en la parte baja de mi espalda.

Esto es lo que me va a meter a bordo de la nave.


— ¿Estás seguro de que no puedo ir? —Nueve me
pregunta por vigésima vez.

—Sólo puedo llevar a dos —replico—. Seis debe venir


por si echo a perder nuestra invisibilidad y Adam es
obviamente crucial para…

—Volar tu nave robada —Adam interrumpe sacudiendo


la cabeza. Lo miro, atrapándolo pasando su mano a través de
su pelo negro. Parece escéptico. De hecho, la mayoría de mis
amigos se ven escépticos desde que di a conocer mi plan de
comandar la nave. Adam continúa —. Sabes, yo solo he
piloteado naves de guerra en un simulador. No es un trabajo
de una sola persona. No si quieres tener las armas en línea,
también.

—Tengo fe en ti —digo—. En el peor de los casos, la


estrellamos contra las Cataratas. Una menos por la cual
preocuparnos.

— ¿Cuantos Mogadorianos van a haber en esa nave? —


pregunta Marina, dirigiéndose a Adam.
Él me dirige una mirada de incertidumbre antes de
responder.

—Miles, probablemente —él dice—. Para obtener el


control de la nave, tendremos que hacernos con el puente.

— ¿Y el puente dónde está? —le pregunto a Adam.

—Asumiendo que nos metemos a través del hangar,


estaría en el extremo opuesto de la nave.

—Miles —Marina repite.

—Por lo menos somos afortunados de que algunos estén


patrullando el área alrededor. Eso los dispersará un poco. —
agrega Adam, aunque suena aprensivo.

—Es un ejército —puntualiza Marina. Ella sacude su


cabeza—. Esto es de locos John. Robar el dispositivo de
camuflaje bajo sus narices es una cosa, pero hacer todo esto
solos…

—No vamos a estar solos.


Con el chaleco atado de forma segura a mi pecho, abro la
cremallera del bolsillo del frente. Inmediatamente, Bernie
Kosar se encoge al tamaño en un ratón. Con una mirada a su
compañero quimaera, Dust hace lo mismo. Dejamos el resto
de las quimaeras en Patience Creek con instrucciones de
vigilar a la Garde humana. Me agacho y recojo ambas
quimaeras, depositándolas a salvo en el bolsillo de mi
chaleco. Mariana levanta una ceja hacia a mí.

—Así que en vez de miles contra tres, ahora son miles


contra cinco —replica Marina. Se aclara la garganta—. John,
sé cómo te estás sintiendo…

La corto con un movimiento de mi mano y encuentro sus


ojos. Sé que las probabilidades parecen malas. Sé que he
parecido muy frio los últimos días y quizás un poco loco, y
sé que la sensación que estoy provocando a mi alrededor no
ha mejorado desde el oscuro sueño que compartí con
Setrakus Ra la noche anterior. Puedo decir por la forma en
que ellos me están mirando que veo un poco desquiciado.
Incluso consciente de que es cierto, sé que puedo lograrlo.
Siento el poder corriendo a través de mí.

Una nave de guerra no es suficiente para detenerme.

—Tienes que creer en mí —insto a Marina, manteniendo


mi tono mesurado, con la esperanza de que ella pueda sentir
mi certeza, verla en mis ojos—. Sé lo que estoy haciendo. Lo
tengo bajo control.

—Miren —dice Seis antes de que Marina o Nueve


puedan presentar más quejas—. Adam y yo nos vamos a
enfocar en sacar los dispositivos de camuflaje fuera del
Skimmer sin ser vistos, como teníamos planeado
originalmente. Y John se va a concentrar el mantener a raya
a los Mogs. Si el mata a varios miles de ellos en el proceso,
qué mejor. Si no, lo rescatamos.

Marina exhala por su nariz.

— ¿Cómo sabremos si están en problemas?


Ella levanta su mano. No ha dicho mucho desde ayer, y
me alegro por eso. La última vez que hablamos, fue una
charla difícil de asimilar. El brillo en sus ojos está un poco
más atenuado que ayer.

—Les revisaré telepáticamente. —Eli dice.

—Y si estamos en problemas, me escucharas llamándote


—agrego.

—Ah –dice Marina, con la cabeza inclinada—. Ahora


puedes hacer eso.

Lexa se inclina contra la puerta de la cabina, escuchando


todo lo que decíamos sin comentar—. Tenemos un segundo
dispositivo de camuflaje instalado en nuestra nave —dice—.
Atravesaremos el campo de fuerza sin problema, solo deben
dejar una puerta abierta para nosotros.

—Eso no será necesario —repongo.


Seis resopla– Te dejaremos una entrada, Lexa —me
dedica una significativa mirada—. Mejor prevenidos que
estúpidos.

—Y traigan a algunos de los Canadienses con ustedes —


agrega Adam. Me mira—. Tú sabes, por si nos encontramos
con algún obstáculo.

Yo vuelvo a chequear que todo esté seguro con mi


chaleco y que el dispositivo de camuflaje este activo, entones
doy una última mirada hacia los otros y digo— ¿Estamos
bien?

Cuando nadie contesta inmediatamente, bajo la rampa de


metal de la nave de Lexa y entro al brumoso aire de la
mañana. Hay un escuadrón de soldados en pie cerca,
esperando para ver si los vamos a necesitar para algo. El
resto de su unidad forma un perímetro suelto y cauteloso en
los árboles. Todavía es extraño para mí, estar
constantemente rodeado de hombres y mujeres armados que
esperan que los lidere. O que los salve. Tomo una
respiración profunda e inclino mi cabeza hacia atrás,
mirando al cielo gris y las cimas puntiagudas de los pinos.

— ¿Estás seguro de que sabes lo que estás haciendo?

Esa es Seis, al lado mío, su voz baja para que los demás
no escuchen. Adam permanece unos metros detrás de ella,
todavía en la rampa.

—Tengo que hacerlo —le digo, mi voz baja también—.


Necesito saber de qué soy capaz.

— ¿Sabes que todo esto es un poco suicida, no?

—Estoy lejos del suicidio —replico con gravedad.

—Solo recuerda, no estás haciendo esto tú solo —replica


ella y palmea mi hombro—. Conozco la sensación de querer
lanzarte con todo contra tu enemigo, hasta que él se haga
pedazos o tú te hagas pedazos, pero…

Mientras ella habla, un recuerdo emana de la superficie de


la mente de Seis con tal fuerza que es imposible para mí
ignorarlo. Todavía estoy tratando de dominar toda esta cosa
telepática. La parte más difícil de esto es dejar que los
pensamientos de los demás se mantengan en privado.
Simplemente vienen corriendo hacia mi mente, no deseados,
como esta visión de Seis parada en frente de un enorme
hueco en el suelo, el viento remolinándose alrededor de ella,
escombros de metales y rocas atravesando el aire. A su otro
lado del hueco esta Setrákus Ra, huyendo sobre sus talones,
empujando contra ella con su propia telequinesis. Y al lado
de ella…

A su lado esta Sarah. Ella jala del brazo de Seis, tratando


de conseguir que se retire del torbellino de metralla
alrededor de ellas.

México.

Me estremezco ante el recuerdo- todo esto inundando mi


cerebro en menos de un segundo, y Seis deja de hablar para
mirarme divertida.

— ¿Estas bien?
—Estoy bien —digo y me contengo telepáticamente,
cerrando mi mente. Necesito más práctica con muchos de
estos poderes, pero no hay tiempo para eso.

Seis me frunce el ceño, pero no presiona. Ella alcanza su


bolsillo y deja ver un avejentado teléfono con tapa que ella
abre para revisar la pantalla.

— ¿Qué es eso? —pregunto, esperando cambiar de tema.

—El intento de Sam de imitar el dispositivo de camuflaje


—ella aclara, sosteniendo el celular—. Quiere que lo pruebe
antes de que se le agote la batería.

No me sabía que Sam había hecho un progreso con eso.


El teléfono no es mucho, pero Sam nunca me ha
decepcionado. Toco el dispositivo de camuflaje
Mogadoriano enganchado en mi chaleco— ¿Deberíamos
usar ese en vez de este?

—Uh, no experimentemos mientras estamos volando —


Adam dice, uniéndose a nosotros—. Si todo sale bien,
tendremos muchas posibilidades de probar el dispositivo de
Sam.

Seis asiente en acuerdo y guarda el celular.

Los miro a ambos. — ¿Listos?

—Listos —Adam contesta.

Seis nos mira a nosotros dos— ¿Cómo lo haremos,


exactamente?

Toma un poco de trabajo para que nos arreglemos. Seis


se pone en mi espalda, en una posición a cuestas, sus piernas
enganchadas en mi cintura. Abrazo a Adam por detrás, mis
manos cruzadas a través de su pecho. Desde ahí, Seis puede
pasar por mí y alcanzar el hombro de Adam con su mano,
en caso de que tenga que tomar control y hacernos
invisibles. Siento a BK y Dust retorciéndose en el bolsillo de
mi pecho tratando de ponerse cómodos. Debemos vernos
bastante ridículos; puedo ver sonrisas débiles y cejas
levantadas en los oficiales de Operaciones Especiales
cercanos, y estoy muy seguro de escuchar silbando a Nueve
desde la nave de Lexa.

La vergüenza es solo temporal porque nos volvemos


invisibles rápidamente.

— ¿Lo estás haciendo tú o yo? —Seis pregunta.

—Mejor que lo hagamos los dos —le digo—. Yo solo he


tenido el Legado por unos poco días. Puedo cometer un
error.

—Oh, eso es alentador —dice Adam sarcásticamente.

—No te preocupes —le digo—. Realmente es el vuelo lo


que me preocupa.

—Pero estamos a punto de…

Antes de que Adam termine ese pensamiento, nos lanzo


al aire. No es el despegue más agraciado. Es más fuerte de lo
necesario pero sirve. Pronto estamos elevándonos sobre las
copas de los arboles a alta velocidad. Recuerdo lo que Cinco
me enseño, básicamente no pensar mucho en lo que hago y
confiar en mis instintos. Eso significa ir rápido y hacia
adelante. Adam agarra con fuerza mis brazos con sus manos
y puedo escuchar a Seis reír contra mi oreja mientras el
viento golpea nuestros rostros.

—Esto es tan raro —admira Seis—. Me siento como un


fantasma.

—Esperemos no ser uno pronto —grita Adam de vuelta.

Es definitivamente extraño: ser invisible, volar a través


del aire, como si fuésemos la brisa misma. Desearía tener
más tiempo, o quizá la capacidad, para apreciar esto. Todo
en lo que puedo pensar es en lo que viene adelante, y pronto
se hace visible.

El bulto gris acero de la nave de guerra en forma de


escarabajo se cierne sobre las Cataratas del Niágara,
proporcionando una sombra oscura sobre el agua corriendo.
Esta nave no es tan grande como el Anubis. Pero sigue
siendo una vista aterradora de contemplar.
—Ahí está la piedra Loralita —indica Seis—. Ese, uh, gris
anodino ahí abajo.

Miro hacia un pedazo de desierto al nivel del inicio de las


cataratas. No puedo identificar la piedra desde esta altura,
pero si puedo notar fácilmente a la multitud de
Mogadorianos que aseguran el área. También puedo ver los
tres Skimmers hundidos que fueron tomados por la Garde
humana. Más de las pequeñas naves navegan a través del aire
alrededor del buque de guerra, patrullando los bosques
cercanos en pequeños círculos. Vuelo más cerca de la nave
de guerra mientras miro hacia abajo.

—John —Adam me advierte mientras evalúo la patrulla


de Mogs— ¡John!

Busco con la mirada justo cuando escucho el zumbido


vibratorio del motor de un Skimmer. Está prácticamente
justo encima de nosotros. El piloto no puede vernos, pero
igualmente está volando peligrosamente cerca. Nos desvío
con fuerza hacia la derecha y apenas evito que seamos
cortados por una de las esbeltas alas del Skimmer.

—Mierda —grita Seis. Sus uñas arañan mi cuello mientras


casi pierde su agarre.

Hacemos unas volteretas. Los giros me desorientan, y por


un momento estamos cayendo en picada hacia la corriente
debajo. Mis dedos se aflojan, y Adam se resbala unas pocas
pulgadas lejos de mí. Lo agarro fuerte por debajo de las
axilas.

Apretando mis dientes, nos estabilizo y me pongo a volar


derecho de nuevo. Todos nos agarramos un poco más fuerte
ahora.

—Perdón —digo.

—Retiro todas las dudad que tenía acerca de tu plan —


dice Adam, sin aliento—. Si eso significa no volver a volar
nunca más contigo, robaré una docena de naves.
El Skimmer que casi nos tira, vuela sin prisa dentro del
hangar de la nave, las puertas quedan abiertas detrás de este.
A pesar del susto, esta es una sincronización perfecta.
Duplico la velocidad, intentando pasar a través de esas
puertas.

Mientras nos acercamos a la nave, el campo de fuerza


finalmente se hace visible. No lo puedes ver realmente hasta
que estas corriendo directo hacia él. Una vez que estamos a
menos de cien yardas más o menos, el aire alrededor de la
nave parece curvarse como la líneas de calor que flotan
sobre el pavimento en días calurosos. Puedo distinguir un
tipo de malla con energía, como una red rodeando la nave de
guerra, lo que le da una débil tonalidad roja. Esto me
recuerda al aura que rodeaba la base de la montaña de
Virginia Occidental, la que me hizo sentir enfermo por días
después de haber corrido de cabeza hacia ella.

—Estamos seguros de que el dispositivo de camuflaje va


a funcionar, ¿verdad? — pregunto, demasiado tarde, no hay
manera de que tenga tanta habilidad en volar para frenar
justo ahora.

—Noventa y nueve por ciento seguro —replica Adam.

Golpeamos el campo de fuerza.

Y pasamos a través de él.

Hay un débil zumbido en mis oídos y una vibración


eléctrica en mis dientes mientras pasamos a través del campo
de fuerza, pero además de eso, estamos bien. Nos impulso
hacia adelante, disminuyendo mi velocidad para no chocar
cuando lleguemos al hangar; segundos después estamos
dentro de la nave, justo cuando el Skimmer que seguíamos
toca suelo para aterrizar.

Nos mantengo flotando por un momento, así puedo


agarrarle la corriente a las cosas. Aunque Eli me haya
conducido por el Anubis, nunca había estado realmente en
una de estas naves. La bahía de atraco es enorme, el techo es
alto, con docenas de Skimmers arreglados en filas ordenadas.
Parece que solo tienen un cuarto de su flota rondando las
cataratas, y eso es algo bueno para nosotros dado que
necesitamos esas naves estacionadas si las vamos a
desmantelarlas. A demás de los Skimmer, no hay mucho más
pasando aquí, solo un montón de maquinaria de reparación,
unos poco desintegradores y algunos taques de combustible.

Hay alrededor de unos cincuenta Mogadorianos,


dedicados al trabajo en distintas tareas, incluyendo la
pequeña tripulación del Skimmer que seguimos hasta aquí.
Ellos salieron de su nave y comenzaron el repostaje.

Lentamente, nos establezco sobre la cubierta. Los zapatos


de Adam hacen un chirrido cuando tocan el piso de metal, y
casi pierde el equilibrio.

Ninguno de los Mogs se da cuenta.

Seis, ¿Tienes a Adam? le pregunto telepáticamente.

Siento el brazo de Seis tensarse en mis hombros mientras


hablo en su mente. Ella cambia de posición,
presumiblemente para tener un mejor agarre sobre el
Mogadoriano. Lo que no es exactamente fácil, ya que no nos
podemos ver entre nosotros.

Lo tengo ella piensa de vuelta después de un momento.

Dejo ir a los dos, ahora manteniendo solamente mi


propia invisibilidad.

Voy a despejar la habitación.

Necesitas ayud…? piensa ella, pero corto la telepatía antes


de que cualquier otro pensamiento me llegue.

No necesito ayuda.

Cuidadosamente, enrollo la manga de mi camisa. Esto era


algo que no quería que los demás me vean usando, temeroso
de los malos recuerdos que podía traer a los demás. En
realidad, estoy un poco contento de no tener que verlo yo
mismo, continuando invisible como estoy. Debería instarme
a mí mismo de preguntar en qué me he convertido.
Despliego cuchilla de Cinco de mi antebrazo. Se la
quitamos a en Nueva York, y yo la tomé de la cosas de
Nueve esta mañana. Es la herramienta letal perfecta para
este trabajo. Aguja filosa y sigilosa.

Floto a través del hangar así que no hago ningún ruido.


Hay un panel a un lado de la habitación con un
intercomunicador y algunas pantallas de video.
Comunicaciones. Hay dos Mogs situados ahí mientras me
aproximo, mirando las transmisiones en vivo enviadas por
los Skimmer patrullando las cataratas.

Conduzco la espada de Cinco dentro de la base de sus


cráneos, uno después del otro, tan rápido que ninguno de los
dos se dio cuenta de que estaban siendo atacados.

Me doy vuelta. Ninguno de los mecánicos o pilotos


Mogadorianos lo ha notado.

No le voy a permitir a ninguno de ellos llegar a mí. No le


voy a permitir a ninguno de ellos pedir por ayuda.
Metódicamente empiezo a trabajar mi camino a través del
hangar. Recojo primero a los rezagados, los que están
aislados. Puedo flotar justo encima de ellos, justo en frente
de sus horribles caras, y la espada va fácil. Ninguno consigue
ni siquiera gritar. En cierto punto, quizá después del décimo
o vigésimo, mi mente se pone en piloto automático.
Comienzo a sentir que ni siquiera soy yo quien hace esto.
Que solo está sucediendo en frente mío.

Soy un fantasma. Un fantasma vengador.

Es rápida la manera en la que mato. Misericordiosa. Una


mejor muere que la que estos bastardos le dieron a la gente
de Nueva York o cualquiera de los otros millones de
personas que han asesinado.

Sarah.

Después de unos pocos minutos, uno de los


Mogadorianos dispara una alerta. Era de esperarse
eventualmente con todo el polvo flotando a través del aire,
con sus números reducidos a la mitad. Empiezan a buscar a
su alrededor frenéticamente. Uno de ellos grita algo en
Mogadoriano y cae sobre sus rodillas, luciendo histérico. Un
par de los otros sigue su ejemplo. No estoy seguro de que
hacer con eso. La mayoría de ellos corren hacia los
bastidores de desintegradores o a la formación de Skimmers
no tripulados.

Láseres de fuego chisporrotean a través del aire desde la


dirección del panel común. Disparos de desintegradores que
no puedo ni siquiera ver. Al parecer Seis y Adam se
ayudaron a ellos mismos, y después redoblaron los refuerzos
para asegurarse de que los Mogs sean acabados. Inteligente.

Supongo que si necesite una pequeña ayuda después de


todo.

No requiere mucho tiempo para que el hangar sea


despejado. No preparados y luchando contra oponentes
invisibles donde creían que estaban seguros, los Mogs no
tuvieron ni una chance.
Cuando el último de los Mogs es solamente una cubierta
granulada en el parabrisas de uno de los Skimmers, me
vuelvo visible. Seis y Adam siguen mi ejemplo, ahora
sosteniendo espadas. Adam me mira, ojos abiertos, quizá un
poco abrumando por la matanza.

—Mierda John —dice seis, alzando una ceja ante mi


elección de armamento. —. Eso fue bastante intenso—Seis
trota hacia las puertas dobles que separan el hangar del resto
de la nave y chequea por si hay refuerzos esperando.
Nosotros cortamos a los Mogs antes de que pudieran dar
alarma, pero alguien pasando por aquí podría haber
escuchado las espadas. Ella levanta los pulgares hacia arriba
—Todo bien.

Atrapo la mirada de Adam y señalo al sitio en donde el


Mog cayó sobre sus rodillas.

—El que entro en pánico ¿Que estaba diciendo?


Adam traga fuerte. —Él decía que Setrakus Ra realmente
los había abandonado. Que sus vidas estaban terminando
ahora que el amado líder estaba muerto.

— Así que algunos de ellos realmente creían eso—


pregunta Seis.

—Oh, sí— replica Adam. — Especialmente cuando John


empezó a ir como todo un Dios de la ira.

—Ellos no han visto nada todavía— contesto.

Abro el bolsillo de mi chaleco y finalmente dejo suelto a


Bernie Kosar y Dust. Ellos se transforman en la forma de
Beagle y lobo pareciendo muy contento de estar fuera del
cautiverio. Dust empieza a olfatear alrededor del piso,
eventualmente haciendose su camino a la salida con Seis. BK
se sienta a mi lado y lame la punta de mis dedos. Si un perro
puede parecer preocupado, él lo hace. Lo ignoro.
— Okey, ¿Cuánto tiempo tomará antes de que noten que
tomamos toda una división entera?- pregunta Seis,
caminando más cerca ahora que Dust vigila las puertas.

Adam se encoge de hombros. — Depende de cuando se


supone que tenía que salir la siguiente patrulla.

—No se preocupen— les digo, dando zancadas hacia las


puertas dobles. —Enfóquense en conseguir separar esos
dispositivos de camuflaje. Yo veré el resto de la nave.

—Ten cuidado— me dice Seis.

Y luego atravieso las puertas, BK y Dust pisando mis


talones. El pequeño pasillo fuera del hangar está vacío, asi
que me tomo un momento y me arrodillo para hablar con las
quimaeras.

—Cuiden mi espalda— les digo—. Puedo hacer esto


tanto como nadie llegue por mi espalda, me tome por
sorpresa. Y tampoco queremos que nadie consiga llegar a
Seis y Adam.
Mientras hablo, la quimaeras se transforman en criaturas
más imponentes. Siguen en forma perruna, pero están más
musculosos y con garras afiladas, piel curtida duradera y
colmillos malvados. La única forma por la que puedo
distinguirlos es por la franja de pelaje gris que Dust siempre
tiene en su espalda baja.

—Buen aspecto, muchachos— les digo, me paro y


comienzo a profundizarme en la nave.

Hay una reclusa en la siguiente puerta que requiere un


poco de fuerza para activar. A través de esta, el pasillo se
abre, rojo encendido y austero, con puertas ramificándose a
ambos lados. Hay un par de Mogadorianos caminando justo
hacia mí, ambos estudiando un mapa digital de las cataratas
del Niágara.

Vuelo hacia adelante. Apuñalo al primero en el ojo y


agarro al segundo por la garganta.

—¿En qué dirección está el puente? — le pregunto.


Él apunta hacia adelante con su cabeza. Quiebro su
cuello.

No quiero a ninguno de estos bastardos siguiéndome,


asique tomo cada cuarto, uno por uno,. Dejo el puente para
lo último.

La primera zona a la que entro se ve como un cuartel. Las


paredes son apanaladas, con estrechas camas tipo cuchetas.
Los nacidos en tanque duermen prácticamente uno sobre
otro. Hay cientos de Mogs aquí ahora, en reposo, muchos de
ellos conectados con vías intravenosas a ese cieno negro que
Setrakus Ra ama tanto, mejorándose a ellos mismos mientras
dormitan. Supongo que duermen por turnos, descansando
hasta el siguiente asalto.

Hoy, su despertador son bolas de fuego.

Extiendo mis manos y dejo salir por la punta de mis


dedos tanto fuego como puedo manejar. Lo dejo salir hasta
que mi ropa realmente comienza a humear. Pronto, hay una
pared de crepitante fuego saliendo de mí, rugiendo dentro
del cuarto. Huelo plástico quemado y olor a tueste podrida
que se que es el cieno negro hirviendo.

El fuego comienza a expandirse más allá de mi control.


Se me ocurre que no quiero infringirle ningún daño
irreparable a la nave. Tan pronto como ese pensamiento
cruza por mi mente, la sensación de mis manos cambia. Me
voy de puro fuego dentro del cuarto a pulverizar el espacio
carbonizado con hielo y escarcha.

Uno de los legados de Marina. Sin darme cuerna si quiera


que había recogido ese. Funciona de manera muy similar a
mi lumen, eso igual que poner el auto en reversa.

Los Mogs que lograron escapar de sus literas y evitaron


incendiarse, son rápidamente interceptados por una descarga
de carámbanos de hielo.

Arrasar con los cuarteles consigue su atención. Mientras


me voy, un pequeño grupo de Mogs se precipita hacia abajo
por el pasillo en dirección a mí. BK y Dust los despachan
rápidamente, saliendo de cuartos adyacentes justo cuando los
Mogs se acercaban a mí.

Me doy cuenta de que los Mogs no están preparados para


esto. No están preparados para nada.

Ahora saben cómo se siente.

Me vuelvo invisible antes de entrar al siguiente conjunto


de cuartos. Inmediatamente, soy saludado por una voz
robótica que alterna entre el inglés y el Mogadoriano.

— “Ríndanse o mueran” — dice la voz. — “Bajen sus


armas”. ” Amado líder.”

Me doy cuenta de que es un curso de idioma. Los


Mogadorianos han estado puliendo sus habilidades en Ingles.
Y eso no es todo…

Más a dentro del cuarto, distingo un campo de tiro.


Gente en forma de blanco gritando y corriendo contra un
fondo siempre cambiante de las ciudades más famosas de la
tierra: Nueva York, Londres. Hay un marcador digital para la
puntuación de los tiradores, que actualmente se encuentra en
cero dado que el programa ha sido abandonado.

Los Mogs entrenando acá me escucharon llegar.

Han abandonado sus tareas y formado dos grupos a


ambos lado de la puerta, desintegradores listos. Si hubiese
entrado aquí, me habrían descubierto.

Demasiado mal. Soy un tipo de objetivo diferente.

Tranquilamente entro al medio de la habitación y me


vuelvo visible. Los Mogs gritan sorprendidos y abren fuego.
Rápidamente, me vuelvo invisible de nuevo y vuelo por
encima del fuego de sus desintegradores. Terminan
triturándose entre ellos en medio del fuego cruzado.

A los sobrevivientes los termino mientras floto sobre


ellos. Apuñalándolos con la espada de Cinco, arruinándolos
con fuego y hielo a corta distancia, convirtiendo a otros en
piedra con una mirada.
Pocos de ellos tratan de salir de la habitación. BK y Dust
los esperan, saludándolos con garras y rechinando sus
dientes.

En cierto punto mientras estoy despejando el cuarto de


entrenamiento, una alarma chirriante comienza a dispararse.
Se hace eco por la nave entera y es acompañada por el
parpadeo rítmico de luces rojas que corren a través de las
paredes y el techo.

No más elemento sorpresa. Ahora saben que estoy


llegando.

Cuando comienzo a hacer mi camino al puente, el pasaje


esta sospechosamente vacío de enemigos. Rondando a poco
pasos detrás de mí, tanto BK como Dust dejan salir gruñidos
de advertencia. Los Mogs han caído casi seguramente de
nuevo en una posición defensiva, un punto de ahogo, donde
puedan lanzarme con toda su potencia de fuego.

Bueno, veamos qué es lo que tienen.


Dos puertas dobles altas están en frente mío. Detrás de
ellas está el puente. La alarma sigue sonando; las luces siguen
parpadeando.

Cuando estoy a menos de veinte pies de ellas, las puertas


se abren con un fuerte ruido hidráulico.

A través de las puertas hay una amplia escalera que


conduce hacia arriba. Encima de las escaleras puedo apenas
vislumbrar ventanas en forma de cúpula en el área de
navegación del puente. El cielo azul de Canadá es visible. La
nave es controlada desde aquí. Seguramente, un comandante
nacido de verdad está allí arriba en algún lugar.

En las escaleras, entre mi meta y yo, hay alrededor de


cientos de Mogadorianos. La primera fila sobre sus
estómagos, la siguiente fila en una rodilla, la siguiente de pie,
la fila detrás de esta encima del primer escalón, y así
sucesivamente llenando la escalera completa. Uno de ellos
sostiene un desintegrador apuntando en mi dirección.

Hubo una vez, en la que esto me hubiese aterrorizado.


— ¡Vengan! — Les grito.

El pasillo chisporrotea con energía cuando cientos de


desintegradores son disparados a la vez.
— ¿CREES QUE ÉL ESTÁ BIEN? — ADAM
PREGUNTA.

Aparto mis ojos de la puerta de salida del hangar por un


momento para lanzarle a Adam una mirada. Él no se da
cuenta porque tiene la cara enterrada en una maraña de
cables y cordones eléctricos. Está tumbado sobre su espalda
debajo del salpicadero roto-abierto de un skimmer. Sus
manos trabajan rápidamente para desconectar el dispositivo
de camuflaje.

—John sigue con vida, si eso es lo que quieres decir— le


respondo. Hasta ahora, ninguna nueva cicatriz ha quemado
su camino a través mi tobillo.

Adam se sienta. Me quedo cerca, agachada, la cabina de


este último Skimmer estaba abierta. Traigo un cañón mog y
apunto hacia la puerta, en caso de que algún mog logre pasar
a John e interrumpa lo que estamos haciendo. Hasta el
momento, todo ha estado tranquilo.

—Eso no es lo que quise decir, y lo sabes— Adam


responde.

—Quieres decir psicológicamente— le digo.

“—Sí.

Salimos de este skimmer y pasamos al siguiente. Coloco


el dispositivo de camuflaje en una caja de herramientas,
apilado junto a los otros que hemos hurtado.

—Creo que él está tan bien como cualquiera de


nosotros— le digo. —, quiero decir, ¿qué esperabas?

—No lo sé— Adam admite —. Pero él me asusta un


poco.

No respondo a eso. Estaría mintiendo si dijera que los


cambios que han tenido lugar últimamente en John no dan
algo de miedo. Sigue siendo el mismo chico que conozco,
confiado, amable —solo, que al máximo. Con poder. Y un
hambre de venganza.

Tal vez eso es exactamente lo que necesitamos en este


momento. Una alarma comienza a sonar, y las luces de la
bahía de aterrizaje empiezan a apagarse y prenderse. Adam
saca otro dispositivo de camuflaje antes de mirarme con las
cejas arqueadas.

—Ya sé que es una mala señal— le digo.

Adam se encoge de hombros. —Es la alerta máxima.


Para intrusos o ataques.

—Así que ellos saben que estamos aquí.

—Nos iban a encontrar eventualmente, ¿ahora? Si John


va a la misma velocidad con la que salió de aquí abajo, esa
alarma está unos veinte minutos retrasada para hacer algún
bien.

Nos movemos al siguiente skimmer, ahora mi agarre es


un poco más fuerte sobre el mango del cañón. Antes de
subirnos, algo llama mi atención. Un zumbido desde el
sistema de comunicaciones de la bahía de aterrizaje. Toco el
hombro de Adam.

— ¿Qué es eso?

Ladea su cabeza para escuchar, pero él no puede oír por


encima de la alarma. Corremos hacia el panel de control a
tiempo de escuchar una brusca voz ladrando en
mogadoriano. Adam inmediatamente mira hacia la entrada
totalmente abierta de la bahía de aterrizaje, por la que
entramos, al cielo azul y al aire fresco de ahí afuera.

—Los skimmers que estaban patrullando detectaron la


alarma; están pidiendo confirmación.

Cuando Adam dice esto, un par de pequeñas naves


exploradoras salen a la luz, dirigiéndose hacia la zona de
aterrizaje.

—Grandioso— le digo —. Prepárate para pelear.


—No necesariamente —Adam responde. Sus dedos se
ciernen, suspendidos sobre un botón rojo en el panel de
control. Las dos naves se acercan zumbando. Pongo una
mano sobre la nuca de Adam, lista para volvernos invisibles
en cualquier momento. Pero cuando los skimmers están a
punto de llegar a la bahía de atraque, Adam aprieta el botón.
Dos pesadas puertas blindadas se cierran automáticamente
como mandíbulas de justo delante de los skimmers, sellando
la zona de aterrizaje.

Los skimmers no tuvieron oportunidad de cambiar de


curso. Hay una sacudida cuando ambas naves chocan al lado
de la nave de guerra. Adam y yo nos balanceamos hacia atrás
y hacia delante por la fuerza. Puedo escuchar a las naves
explotando por el impacto, y una delgada lengua de fuego se
las arregla para pasar entre las gruesas puertas blindadas.

—Eso debería mantenerlos afuera por un tiempo —


Adam dice. Él presiona unos cuantos botones más en el
panel de control para bloquear a las puertas blindadas en su
lugar.

—Bien hecho — digo —, ahora sólo tenemos que


preocuparnos por los miles de Mogs con los que estamos
atrapados aquí.

En ese preciso instante, la puerta lateral que conduce a la


bahía de aterrizaje se abre de golpe. Inmediatamente giro mi
cañón hacia esa dirección, la el dedo apretando la mitad del
gatillo.

—Tranquila, sólo soy yo —dice John.

John entra a zancadas a la habitación, BK y Dust


pisándole los talones lucen monstruosos. Las dos quimaeras
montan guardia en la puerta, mostrando los dientes, listos en
caso de que cualquier Mog siguió a John a través de la nave.
John respira muy fuerte, y está literalmente echando humo.
Su camisa se incendió en algunas partes, y hay quemaduras
de cañón en sus hombros, brazos, pecho y piernas. Ni
siquiera parece haberse dado cuenta. Adam y yo
intercambiamos una mirada.

—John, ¿estás…? — Niego con la cabeza, sintiéndome


como una idiota por preguntarle si está bien. —Estás herido.

John se detiene frente a un estante con arsenal


Mogadoriano. Se mira a sí mismo, incluso como si no se
hubiera dado cuenta.

—Oh, sí —dice. Él empieza a correr sus manos sobre las


heridas que puede ver en sus brazos, usando su legado de
curación para sanarlas, y luego se detiene. Entrecierra los
ojos por un momento, y las heridas a través de todo su
cuerpo comienzan a cerrarse al mismo tiempo.

—Whoa, eso es nuevo— le digo.

—Sí— responde John, luciendo un poco sorprendido de


él mismo. Sus ojos están distantes, como si todavía estuviera
bajándole la adrenalina de la batalla. —Todo parece. . . más
fácil desde que empecé a usar realmente mi Ximic.
Adam se desliza hacia la puerta para comprobar el pasillo.
Se toma un momento para rascar a Dust detrás de las orejas,
cuando lo hace, provoca un ruido como de papel de lija
gracias a la forma bestial de Dust. La inmensa cola de Dust
golpetea en el suelo de metal.

—Tranquilo— Adam repite, teniendo en cuenta la


condición de John. — ¿Ya los. . . ya los has matado a todos?

John se agacha frente al estante de armas. Hace a un lado


pistolas y paquetes de baterías, en busca de algo.

—No. Hay un montón de ellos —dice con sencillez. —


Estoy reagrupándome. Y ellos también. No sobrevivirán a
otra ronda.

— ¿Qué estás buscando? — pregunto.

—Granadas o cualquier explosivo —dice —. Algo que


pueda lanzarles.

— Hay algunas latas de combustible allí —señalo.


John voltea a ver los tanques utilizados para rellenar los
skimmers. Levanta uno con su telequinesis.

—Esto es perfecto. Creo— Él mira a Adam. —. La nave


puede soportar la explosión de uno de estos, ¿verdad?

Adam frunce los labios.

—Probablemente. Yo no querría volarla en el espacio


exterior después, pero debe manejar bien la atmósfera de la
Tierra.

—Genial —John responde. Él mira la caja llena de


dispositivos de camuflaje. — ¿Ustedes van bien?

—Casi hemos acabado —digo.

En ese momento, Dust deja escapar un gruñido bajo, y


Adam se aleja de la puerta. BK arquea su espalda y se
agacha, listo para saltar. Desde donde estoy, puedo oír la
puerta hermética abriéndose justo afuera de la bahía de
aterrizaje.

—Algo se acerca —Adam susurra.


—Creen que estoy herido —dice John, y voltea sus ojos.
—Imagine que enviarían a unos cuantos para acabar
conmigo.

John corre directamente a la puerta y, un segundo


después, cuando la puerta se abre, da rienda suelta a un rayo
de vibrante energía plateada de sus ojos. Corro a su lado a
tiempo para ver una docena de mogs con cañones, todos
ellos ahora convertidos en piedra, atiborrados en el pasillo
fuera de la puerta. John levanta su mano, y el aire se enfría.
Un puñado de carámbanos de hielo del tamaño de una viga
de acero salen volando desde su palma, desintegrando a los
mogadorianos de piedra.

—Aprendiste ese también, ¿eh?

—Algunos legados encajan en su lugar más fácil que


otros.

Con los Mogs despachados, John se voltea hacia mí. Es


como si él solo hubiera aplastado una mosca.
—Estoy a punto de tomar el puente— dice. —. Podría
usar su ayuda.

Momentos después, estamos siguiendo a John a través de


las salas segmentadas de la nave de guerra. Parece una zona
de guerra aquí. Tengo que taparme la boca y la nariz con mi
antebrazo a causa de la cantidad de cenizas mogadorianas
que están en el aire, por no hablar del humo negro que surge
de una sección donde parece que un infierno se desato.

— ¿Tú hiciste todo esto? — pregunto.

John asiente. Trajo uno de los tanques de combustible


con él, cargándolo todo el tiempo con su telequinesis.

— ¿Para qué necesitas eso? — Pregunto, señalando con


la cabeza el tanque. “Parece que tú Lumen estaba trabajando
muy bien.

Él flexiona sus manos en respuesta. Me he doy cuenta de


que su piel es de color rosa brillante, como si hubiera metido
sus manos en agua caliente. Al parecer, eso no se cura con el
resto de sus heridas.

— Puede que haya usado en exceso los incendios— dice


John pensativo. —Freí algunas terminaciones nerviosas o
algo así.

—Supongo que todavía tienes algunos límites.

—Aparentemente —John frunce el ceño ante el


pensamiento. —A propósito, hay un montón de ellos con
barricadas frente al puente. Es un cuello de botella. Fui
mano a mano contra ellos durante todo el tiempo que pude.
Decidí que necesitaba ponerme creativo.

“Mata inteligentemente, no estúpidamente,” le digo con


sequedad.

Es sólo un corto paseo a través de más escombros y


matanza hasta el pasillo que lleva al puente. John nos detiene
en seco con una mano levantada, sin dejarnos dar la vuelta
en la esquina.

“Imagino que le dispararan a todo lo que se mueve en


este punto,” dice John.

“Estrategia lógica,” Adam responde.

John dirige su mirada hacia el tanque de combustible, y el


aire en el pasillo comienza a enfriarse. Poco a poco, una
concha de hielo comienza a formarse alrededor del tanque
metálico hasta que ya no es visible. Cuando la congelada bola
de demolición está lista, John forma afilados carámbanos a
través de su superficie. Algunos de estos se agrietan y se
rompen, y John tiene que volver a hacer el trabajo.

“No he dominado exactamente esto,” dice, mientras


Adam y yo observamos.

“Lo estás haciendo bien,” le contesto. “Mierda. Mejor


que bien.”
Después de unos minutos de trabajo, John tiene una bola
de hielo con un núcleo de combustible.

“Vas a arrojárselos,” observo.

John asiente.

“¿Quieres ayudarme? Podría utilizar fuerza telequinética


adicional.” Cuando asiento, John se gira hacia Adam y las
quimeras. “Esto probablemente no va a acabar con todos
ellos, pero va a sacudirlos. Cuando escuches la explosión,
ven de inmediato.”

“Hecho,” Adam responde, preparando un cañón que


recogió en la bahía de aterrizaje.

John toma mi mano, después flota el tanque de


combustible cubierto de hielo frente a nosotros para que
podamos poner una mano sobre eso. Nos volvemos
invisibles, desapareciendo el largo tanque junto con
nosotros, y giramos en la esquina. Mi mano comienza a
entumecerse, pero la temperatura no parece molestar a John.
Hay quemaduras de cañón en las paredes de la anterior
escaramuza de John con este montón de mogs arraigados. Al
final del pasillo, cerca de un centenar de nacidos en tanque
están agrupados hombro con hombro arriba y abajo de una
corta escalera. El aire entre nosotros y ellos está lleno con
partículas. Sus cañones apuntados, listos para disparar, pero
todo lo que ven es un pasillo vacío.

Eso cambia cuando John y yo lanzamos hacia ellos la


bola de hielo a exceso de velocidad. Resulta visible tan
pronto como dejamos de tocarla y debe verse como un
peñasco aparecido de la nada. La empujamos entre los mogs,
aplastando a los primeros. Después la movemos de lado a
lado, empalando a un montón más en los picos.

Los mogs se recuperan de la sorpresa y rápidamente


comienzan a disparar contra nuestra congelada arma. Ellos
empiezan a despojarla de sus picos y a quitarle pedazos.
Algunos empiezan a lucir confiados.
Pero entonces uno de ellos dispara hacia el centro y
detona el tanque de combustible.

La explosión resultante termina tirándome. John se va de


lado, golpeando su hombro contra la pared, pero mantiene el
equilibrio. Mis oídos zumban. El pasillo se llena de asfixiante
humo negro, al menos hasta que conjuro un poco de viento
para enviar todo ese aire tan al puente mogadoriano.
Mientras Adam me ayuda a ponerme de pie, veo que BK y
Dust cargar por el pasillo, abalanzándose sobre los pocos
rezagados que sobrevivieron a la explosión.

“Eso funcionó mejor de lo esperado,” dice Adam.

“Ay. No jodas,” le contesto.

Desde el puente, podemos oír gritos en mogadoriano.


Estos no son los gritos de batalla. Estos son gritos de
desesperación, y están siendo respondidos por una voz
femenina fría que reconocería en cualquier sitio.
Phiri Dun-Ra. Alguien, probablemente el capitán de la
nave, tiene a Phiri Dun-Ra en el comunicador.

“¿Qué están diciendo?” John le pregunta a Adam cuando


nos reponemos y empezamos a caminar hacia el puente.

Adam se endereza para escuchar. Pequeños incendios,


montones de cenizas y trozos de hielo rápidamente
derritiéndose abundan en la escalera.

Subimos con cuidado.

“El comandante, está reportando que su nave está bajo


ataque. Él está pidiendo refuerzos. Quiere hablar con el
Amado Líder,” Adam traduce.

“¿Van a enviar refuerzos?” John le pregunta.

Adam niega con la cabeza.

“Ella está culpando al comandante. Diciéndole que no


debería haber dejado su posición en Chicago. Dice que esto
es un castigo por su falta de fe, que él no es digno como
comandante.”
Resoplo.

“Danos un poco de crédito, Phiri. Venga.”

Entramos al puente como si fuéramos los dueños de esta


nave de guerra porque, francamente, lo somos. Hay un
domo de cristal que se extiende desde el techo hasta el suelo,
por lo que podemos ver ampliamente las Cataratas del
Niagara. Hay una docena de estaciones con sillas unidas,
cada una de ellas ocupadas por mogadorianos encargados de
volar la nave de guerra en lugar de pelar. El comandante,
vestido con un severo uniforme negro y rojo que está
cubierto con más adornos que cualquier otra persona, está
delante de una pantalla holográfica que esté emitiendo
actualmente una imagen de la fea cara de Phiri Dun-Ra. De
hecho ella nos ve entrar en la habitación antes que cualquiera
de los otros mogs, sin decirle nada más al comandante, corta
la señal.

“Supongo que no quería charlar,” digo.


La mayor parte de los Mogs inmediatamente se levantan
de sus estaciones y apuntan sus cañones hacia nosotros. Yo
les arranco las armas de sus manos con mi telequinesis, y
John empala a cada uno de ellos con una lanza de hielo.
Estos son mogs nacidos de verdad, no los interminables
nacidos en tanque, y ellos no se desintegran tan rápidamente
como los otros. De hecho, algunos de ellos sólo se
desintegran parcialmente, dejando atrás sus medios
formados cadáveres.

El comandante, de ojos salvajes, en un gesto que él debe


de saber que es inútil, saca una espada como la que el padre
de Adam llevaba a todas partes y nos grita.

“¡Nunca tomaran mi nave—!”

Antes de que él pueda terminar la frase, una ráfaga de


fuego de cañón mogadoriano le vuela la cabeza. Todos nos
volteamos hacia un joven que sostiene un cañón mog, su
cara es una mezcla entre alivio y resignación. John levanta la
mano para acabar con este último sobreviviente nacido de
verdad con una estaca de hielo.

“¡No!” Adam grita, y pisa en el suelo.

Una onda sísmica hace que todo la nave de guerra de un


bandazo, y que el suelo donde Adam azoto el pie se arrugue
como papel de aluminio. John en realidad estuvo a punto de
caer, pero sólo por un momento. Él usa su legado de vuelo
para flotar en posición vertical, luciendo desconcertado
mientras mira fijamente a Adam.

“¡No —no lo mates!” dice Adam.

El mog en cuestión, probablemente de nuestra edad y


fornido, con el corto pelo oscuro, arroja a un lado su cañón
y cae de rodillas delante de nosotros.

“Mi nombre es Rexicus Saturnus,” dice el mog, aunque


tengo la sensación de que Adam ya sabía esto. “Y estoy a su
merced.”
EL CHICO SE HACE LLAMAR REX PARA
ABREVIAR.

Resulta que esta es la segunda vez que Adam le salva la


vida. La primera fue tras una explosión en la Base de Dulce.
Adam cuidó de Rex hasta que se recuperó después de eso, y
los dos viajaron juntos durante un tiempo. Eventualmente
Rex ayudó a Adam a tener acceso a las instalaciones de la
Isla Plum, es ahí donde estaban experimentado con nuestras
quimeras Incluso ayudo a Adam a escapar una vez que las
quimeras fueron liberadas. Rex se justificó con saldar la
deuda que tenía con él en vez de reconocer que traicionaba a
su propia raza, aunque ambos ya la habían traicionado.
—¿Crees que podemos confiar en él? —me pregunta
Nueve.

—Adam lo hace —le contesto—. Pasaron semanas


juntos. Adam lo cuidó hasta que él se recuperó.

—Sí, pero… —Nueve baja la voz—. Nos guste o no, él


es uno de ellos.

Nos encontramos en el puente de la nave de guerra,


ocupada solo por nuestra gente. Volamos la nave de guerra
lentamente sobre el río del Niágara buscando un lugar
seguro para aterrizar para así poder recoger al escuadrón
canadiense de Operaciones Especiales. Lexa trajo a Nueve y
a los demás aquí una vez que el cielo se despejó de skimmers
rezagados y las tropas mogarodianas fueron eliminadas.

La nave de guerra se hizo cargo de todos ellos sin ni


siquiera usar todo el poder de sus cañones de energía. Adam
y Rex manejan las armas, trabajando juntos.
—Él mató a su oficial al mando —le digo a Nueve—.
Nos ayudó a acabar con los mogs afuera de la nave de
guerra.

—Fue pura desesperación —Nueve responde—. El tipo


hubiera hecho todo para salvar su propio culo. Ya sabes que
a los nacidos de verdad no les importan ni una mierda los
nacidos en tanque. Probablemente habría hecho estallar a un
millón de ellos si eso significaba que podía seguir respirando.

—Tal vez tengas razón.

Nueve y yo estamos en la torre del comandante


observando las diversas estaciones que hay abajo. Desde
aquí, podemos ver a Adam y a Rex piloteando la nave y
hablando entre ellos sin ser escuchados. Seis y Marina están
con los dos mogs, mirando los controles y hablando con
Adam.

—¿No crees que sean capaces de cambiar? —Le


pregunto a Nueve—. Adam cambió.
—Sí, pero siempre pensé que era porque se tiró a Uno o
algo así.

Lo miro con una expresión cansada.

—¿Qué? —responde.

Niego con la cabeza.

—De todos modos, Rex es sólo un mog. Aunque


quisiera traicionarnos, ¿Piensas que él podría hacer algo?

Lo que digo sin palabras es que acabo de aniquilar una


nave repleta de mogadorianos. Que uno quede vivo no va a
detener lo que tengo planeado. En cuanto a mi pregunta
sobre si los mogadorianos pueden cambiar, ni yo mismo
estoy seguro de la respuesta. Es más fácil si me los imagino
como enemigos feroces que nunca atienden razones, que
son incapaces de conocer la justicia o misericordia. Pero
cuanto más conozco a Adam y ahora a Rex, cuanto más veo
a mogadorianos como aquellos que murieron pensando que
su "dios" Setrákus Ra los había abandonado, más me
pregunto si no han sido reprogramados completamente
como un pueblo. ¿Con el tiempo, podrían cambiar? No voy
a dejar de luchar y preguntar a los invasores si les gustaría ser
rehabilitados. Es demasiado tarde para eso. Pero me
pregunto qué pasará una vez que corté la cabeza de su
retorcida sociedad —una vez que mate a Setrákus Ra.

Tengo la intención de descubrirlo pronto.

—Él no tiene malas intenciones.

Nueve salta visiblemente, y mis hombros se tensan


cuando Eli sale desde detrás de nosotros. Sonríe un poco, y
por un momento me pregunto si se encuentra bien por lo
espeluznante que ha estado últimamente. Sus ojos chispean
con la energía loriense mientras nos escanea a ambos

—Maldita sea, Eli —dice Nueve, recuperando el


aliento—. ¿Has leído su mente o algo así?

—Sí —responde ella—. Ha estado poniendo en duda la


moralidad de los mogs desde que se encontró por primera
con Adam. John, él ha estado muy asustado de jugársela por
nosotros hasta que le diste la oportunidad.

—Bueno, eso me haría dormir mejor si pensara dormir


en algún lugar de esta asquerosa nave —dice Nueve,
perdiendo el interés—. Tal vez deberíamos hacer que Adam
hable amablemente con el resto de los mogs, ¿eh? Ir como
todo un trabajador social sobre ellos.

Haciendo caso omiso de Nueve, me dirijo a Eli.

—La piedra de loralita cerca de las cataratas que


desactivaste. ¿La puedes reactivar?

—Sí —responde ella.

—Entonces vamos.

—Bueno, adiós —dice Nueve, frunciendo el ceño


mientras salimos.

Guio a Eli a través de los pasillos vacíos de la nave. Las


huellas de mi batalla con la tripulación están en todas partes:
quemaduras, escombros, paneles dañados. Ninguno dice
nada hasta que llegamos a la bahía de aterrizaje. Eli
finalmente se rompe el silencio.

—Estás enfadado conmigo.

Paso la mano por mi pelo, parece pegajoso y enmarañado


con sudor.

—Yo…no. Sí. No lo sé

—Deseas que le hubiera advertido a Sarah. O que te


hubiera advertido a ti.

Niego con la cabeza.

—No importa ahora, ¿verdad? —camino lentamente


hacia abajo y me volteo hacia ella—. En tus visiones…

—Te lo dije; ya no veo hacia el futuro.

—Cuando lo hacías. ¿Me viste así? ¿Viste en lo que me he


convertido?

—¿En qué te has convertido, John? —Eli me pregunta,


inclinando la cabeza.
Muerdo el interior de mi mejilla antes de contestar.
Recuerdo las miradas que estaba recibiendo de Seis y Adam
durante nuestro ataque a la nave de guerra.

—En algo a lo que mis amigos le temen.

Tentativamente, Eli se acerca y acaricia mi brazo


mirándome.

—Ellos no te temen, John. Ellos temen por ti.

Niego con la cabeza. Lo que sea que eso signifique. Ya he


perdido demasiado tiempo aquí. Todavía hay mucho por
hacer.

Por supuesto, a pesar de que estoy haciendo lo mejor


para no demostrarlo, me siento cansado de una manera
como nunca antes me he sentido. Es más allá del
agotamiento. Es como si cada átomo se estuviera dividiendo,
como si hubiera explotado, excepto que mi cuerpo aun no lo
sabe. Empujar tanto poder a través de mí, usando tantos
legados diferentes, tiene un precio. Me movía por pura
adrenalina para el final de la batalla.

Pero todavía estoy de pie. Eso significa que todavía estoy


luchando.

Entramos en la bahía de aterrizaje. Lexa se coloca al lado


de su nave, una nave loriense que sobresale como una
pulgada entre todos esos skimmers alineados.

—¿Necesitan un viaje de regreso hacia abajo? —


pregunta, pareciendo ansiosa por bajar de la nave.

—Está bien. Yo puedo.

Levanto a Eli por cintura, y volamos a través de las


reabiertas puertas blindadas de la bahía de aterrizaje, hacia el
cielo azul. Me duele el cuerpo por el esfuerzo, pero de esta
manera no desperdicio ni los segundos que le hubiera
llevado a Lexa encender su nave.

Es un corto viaje de regreso hacia las cataratas y a la


latente piedra de loralite. Más abajo, diviso los restos de los
skimmer, es el resultado de hayamos utilizado sus propias
armas contra ellos. También puedo ver la mayor parte de
nuestros amigos canadienses, asegurando un perímetro
alrededor de la piedra.

—Te estás volviendo bueno en esto —Eli dice mientras


aterrizamos.

—Si gracias.

Los soldados cercanos nos miran boquiabiertos. Todavía


no están acostumbrados a ver gente volando por ahí,
supongo. Mientras caminamos hacia la piedra de loralite, Eli
se voltea hacia mí.

—Vas a ir tras Setrákus Ra pronto, ¿verdad?

Asiento con la cabeza.

—Necesitaras mi Dreynen —dice ella.

—Lo sé.

—Honestamente, me sorprende que aún no hayas tratado


de aprenderlo.
Miro hacia la nave de guerra que se cierne sobre nosotros.

—Necesitaba los otros legados primero. Para asegurarme


de que tenía el poder para pasar a través de los guardias de
Setrákus Ra y llegar a él. El Dreynen solo tiene un propósito.
—Al igual que todos los legados que he observado, creo que
puedo sentir el Dreynen al acecho dentro de mí. Una
negatividad, un vacío, una ausencia fría. En verdad, no he
querido aprenderlo. Se siente mal.

Como si hubiera leído mi mente, Eli me da una mirada


sombría.

—Cuando yo era prisionera en la Anubis, Setrákus Ra me


hizo practicar en Cinco. No fue divertido.

—Practicar en Cinco. Debería haber pensado en eso —


digo, medio en broma.

—Setrákus Ra puede quitar los legados con solo pensarlo.


No he llegado a ese nivel todavía. Aun estoy atorada en
cargar los objetos. Tal vez aprendas más rápido que yo…
—Eso es exagerar —le digo—. Ni siquiera lo he
intentado.

Eli frunce los labios.

—En realidad, tal vez eso sea lo mejor. Hacer un arma


cargada con Dreynen, como la que tenía Pittacus Lore. De
esta manera, incluso si él desactiva tus legados, todavía tienes
algo con que atacarlo.

—Buena idea —le contesto, subconscientemente tocando


la espada de Cinco, enfundada y oculta en mi antebrazo—.
¬Gracias.

Desde nuestra izquierda, uno de los soldados de alto


rango se acerca tímidamente sosteniendo un teléfono
satelital. Hago una pausa para tratar de reconocerlo, y Eli va
sin rumbo fijo, en dirección de la piedra de loralita.

—Tu oficial al mando está en la línea —el soldado dice,


sosteniendo el teléfono.
—No tengo un oficial al mando —le contesto. El
soldado se encoge de hombros, luce como si sólo fuera el
mensajero.

Tomo el teléfono, sabiendo que es Lawson a la espera de


un reporte de situación. Antes de hablar con él, veo a Eli
envolver sus brazos alrededor de la piedra de loralita. Va de
un aburrido y ordinario gris a un azul brillante en cuestión de
segundos. Algunos de los soldados que miran exclaman ohh
y ahh. Eli pone su mejilla contra la piedra, dejando que la
energía restaurada pulse a través de ella.

—Habla John —digo en el teléfono.

—¿Qué es eso de que has tomado el control de una nave


de guerra mogadoriana? —Lawson ladra en el teléfono.

—Pensé que ya que estaba allí… —respondo.

Lawson suspira en mi oído.

—Bueno, supongo que eso hace que sea una menos de


esas grandes hijas de puta que tenemos que hacer caer. Por
otra parte, probablemente sólo hayas cabreado a Setrákus Ra
aún más. Siento que este alto al fuego no va a durar mucho
más tiempo, así que continúa tomando sus naves.

—Eso ya no será necesario —digo—. Tenemos lo que


querías. Solo debes conseguir coordinarte con los otros
ejércitos. Diles que vayan a las locaciones de loralita que te
mostré, y tendrás a mi gente con los dispositivos de
camuflaje allí.

—Espero que con eso sea suficiente —Lawson se


queja—. Estos cabezas hueca no han avanzado mucho. Por
otra parte, todo lo que necesitamos es que derribes esas
naves de guerra… Diablos, sabes que aún están flotando
sobre Washington y Los Ángeles, ¿verdad? Por no hablar de
la mismísima gran puta en Virginia Occidental.

Miro hacia el cielo, mientras Lawson habla. ¿Podría


hacerlo de nuevo? ¿Tomar otra nave de guerra aun
sintiéndome así? Flexiono mis manos, sintiendo el ardor en
los dedos que no he sido capaz de quitar. Le pregunté a
Marina si podía utilizar su legado de curación en ellos, pero
ella dijo que no podía sentir nada malo. La única explicación
es que llevé mis poderes demasiado lejos, y mi cuerpo está
diciéndomelo. Al igual que no podemos curar el cansancio,
no podemos curar el agotamiento de los legados.

¿Cuántos combates más puedo enfrentar antes de que


necesite un descanso en serio? Un descanso. Eso es
gracioso. Como si hubiera tiempo para eso con las naves de
guerra cerniéndose todavía sobre una veintena de ciudades,
sólo esperando a que Setrákus Ra termine con sus enfermos
experimentos, que termine de hacerse más fuerte, para
finalmente atacar. No hay tiempo para descansar. Así que la
pregunta es, ¿Hasta dónde puedo esforzarme —cuánto daño
puedo hacer— antes de que finalmente colapse?

Supongo que lo averiguaré.

—Veré lo que puedo hacer. Mientras tanto, asegúrate de


que la gente esté lista para lanzar el ataque tan pronto como
sea posible.
Antes de que Lawson pueda responder, cuelgo.

Habiendo terminado con la piedra de loralita, Eli camina


de nuevo hacia mí. Le lanzo el teléfono satelital, y ella lo
coge con las dos manos.

—Dile a los demás que deben coordinarse con Lawson


en la entrega de los dispositivos de camuflaje —digo—. Nos
encontraremos en Virginia Occidental. Traigan la nave de
guerra. Tomaremos la Anubis y terminaremos con Setrákus
Ra de una vez por todas.

—Um, está bien —dice Eli, y levanta una ceja—. ¿Qué


vas a hacer?

Miro en la dirección de nuestra nave de guerra robada,


todavía visible en el horizonte.

—Voy a repetir la actuación.

Los ojos de Eli se ensanchan.

—¿Otra nave buque de guerra?

—Sólo estoy entrando en calor.


—Espera, John…

Antes de que Eli pueda tratar de convencerme de lo


contrario, estoy de vuelta en el aire, alejándome de las
Cataratas del Niagara. Así es como tiene que ser. Tengo que
seguir adelante. No importa lo cansado que me sienta, tengo
que mantenerme luchando.

El sol ya se está ocultando en el cielo. Me tomó la mayor


parte del día llegar hasta aquí, tomar esa nave de guerra,
organizar a todos. Demasiado lento. Empujándome a mí
mismo a volar más rápido, con una extraña sensación de que
es como bucear sobre la superficie de una piscina, de cabeza
hacia DC. No soy un GPS, no sé exactamente a dónde voy,
pero imagino que si me dirijo al sureste empezare a ver
lugares de interés y ciudades que reconozco y,
eventualmente, mi objetivo.

Me digo que va a ser más rápido de esta manera, más


eficiente, y que en última instancia es más seguro para los
demás. Aun así, creo, que debería haber traído al menos a
Bernie Kosar conmigo. Él y Dust cuidando mi espalda fue
invaluable, y él podría haberse quedado en el bolsillo de mi
chaleco hasta que lo necesitara.

Oh, maldita sea. Mi chaleco.

Bajo la vista hacia mí y niego con la cabeza. Soy un idiota.


Recibí algunas severas quemaduras de cañón durante mi
ataque a la nave de guerra. El dispositivo de camuflaje que
había atado a mi pecho junto con el paquete de baterías que
proporcionan su energía ambos están completamente fritos.
Estoy volando por ahí con dos piezas inútiles de plástico
atadas a mi cuerpo.

Con un movimiento de disgusto en mi cabeza, me


desprendo del chaleco y lo dejó caer al suelo.

No puedo volver a las Cataratas. Eli sin duda ya les habrá


dicho a los demás, y trataran de convencerme de no ir por
mi cuenta. Una parte de mí sabe que esta es una loca idea y
que ni Seis ni Marina dudarán en restregármela en la cara.
No, no puedo volver allí.
Voy a tener que hacer una parada en el Patience Creek.
Tengo una mejor oportunidad de no ser detectado allí.

Por suerte, no estoy demasiado lejos de lago Erie, y una


vez que me esté allí no será difícil volver a trazar el vuelo que
Lexa tomó hoy. Después de sólo unas pocas redadas en
direcciones equivocadas —y un tramo donde me encontré
atrapado en un banco de nubes incapaces de navegar— veo
el cartel de motel en la orilla del lago. Incluso con los giros
equivocados, el viaje fue todavía más rápido de lo que habría
sido en nuestra nave. Y no he hecho más que empezar a
utilizar esté legado de vuelo.

Mi plan es volar a través de la caverna a unas pocas millas


al sur del complejo, dispararme por el túnel y entrar
directamente en el garaje subterráneo, donde sé que los
dispositivos de camuflaje se encuentran. Dentro y fuera.
Excepto que cuando sobrevuelo por la cabaña, algo no se ve
del todo bien.
El sol está empezando a esconderse, provocando que los
árboles dibujen largas sombras sobre el terreno. Sabía que
Lawson tenía unos pocos soldados ocultos aquí, en calidad
de centinelas. Tal vez la iluminación del sol está interfiriendo
con mi visión, pero juro que no veo a ninguno. Vuelo bajo y
noto algo más.

Hay un SUV del gobierno negro estacionado en el


camino de grava justo en frente de la casa. Eso es raro. Este
lugar se ha mantenido en secreto porque todos usan la
entrada de la caverna. Ningún agente de Lawson sería tan
tonto como para aparcar un vehículo del gobierno tan a la
vista, justo en frente de esta ubicación súper secreta.

Pero entonces recuerdo, le presté uno de esos coches a


otra persona. Por una cuestión personal.

Mark James.

Aterrizo a unas pocas yardas del porche del Patience


Creek. A mi izquierda, hay un neumático atado a la rama de
un antiguo árbol de arce que se balancea suavemente de atrás
hacia adelante. Todo parece tranquilo y normal, pero una
extraña sensación de que estoy siendo observado me pone
nervioso.

Veo a Mark de inmediato. Se pone de pie en el umbral del


Patience Creek, de espaldas a mí. La última vez que lo vi, era
un desastre y me dio un puñetazo en la cara. Ahora él esta
rígido, con la cabeza inclinada de una manera extraña.

—Mark —digo con cautela—. Estás de vuelta.

Se voltea hacia mí, todos sus movimientos son


temblorosos y espasmódicos. Lo veo de inmediato —la
palidez de su piel, las oscuras venas negras que forman una
telaraña en su mejilla. Los ojos de Mark están abiertos
ampliamente. Está llorando, pero aparte de eso su rostro está
completamente desprovisto de emociones. Noto que sus
dedos se tensan en garras, como si estuviera paralizado.

—Lo… lo siento, John —se las arregla para balbucear.

—Mark…
—Ellos me… me… obligaron...

Casi me las arreglo para moverme a tiempo. Tres zarcillos


de cieno negro son lanzados hacia mí, la punta de cada una
afilada como una broca de taladro. Uno perfora en la parte
posterior de mi hombro, el otro a través de mi cadera y el
tercero penetra en mi axila cuando yo levanto el brazo para
defenderme. Se siente como ser apuñalado por algo vivo,
algo que se entierra y cava más profundo en mí. Mi legado
de curación entra en acción, tratando de luchar contra ellos.
Cuando lo hace, un ácido quema a través de cada
terminación nerviosa. Grito y caigo de rodillas.

—Lo obligamos —dice una femenina voz alegre—. Pero


no hemos tenido que esforzarnos mucho.

La reconozco desde el comunicador mog y de las


historias de los otros. La nacida de verdad de pie sobre mí es
Phiri Dun-Ra.

Me giro en torno a la hierba para conseguir verla. Todo el


brazo izquierdo de Phiri Dun-Ra ha desaparecido,
reemplazado por una masa de cieno negro, espeso y
aceitoso, con forma de árbol muerto, obra de Setrákus Ra.
Los tres zarcillos arponeándome, salen desde ella. Trato de
sacarlas de mi cuerpo con mis manos desnudas, pero el
cieno se endurece a mi tacto, se convierte en un material
afilado, y solo tengo éxito en cortarme las manos.

Trato de empujarla lejos con mi telequinesis. No


funciona.

Nada funciona.

Mientras lucho, veo chispas de energía loriense pulsando


fuera de mí, viajando por mi conexión con Phiri Dun-Ra y
canalizándose en el interior de su brazo. Sus ojos se ponen
blancos por un momento. Luego extiende su brazo normal,
la palma hacia arriba.

La mano de Phiri Dun-Ra brilla. Una bola de fuego con


llamas purpuras se eleva de su palma.
—Oh, esto es bueno, John Smith —dice ella—. Podría
acostumbrarme a esto.

Más mogs comienzan a emerger de los árboles alrededor


del Patience Creek. No sé cómo no los percibí, si son tantos.
Pero entonces veo un poco más allá de la sombra —
literalmente salen de donde antes no había nada— y me doy
cuenta de que están teletranportándose de alguna manera.

Setrákus Ra ha tenido éxito. Algunos de estos mogs,


como Phiri Dun-Ra, tienen legados. No —no puedo
llamarlos así. Son algo enfermos.

¿Qué palabra usó Setrákus Ra? Aumentaciones. Eso es lo


que son estos retorcidos poderes.

Un viejo nacido de verdad, calvo e imposiblemente


delgado, llega al lado de Phiri Dun-Ra. Sus ojos están
totalmente negros acristalados. Me ignora, mirando a Mark.
El mog delgado realiza un movimiento con su dedo en
dirección de Mark, y soy vagamente consciente de un sonido
como de langostas moviéndose a través.
El cieno negro debajo de la pálida piel de Mark se mueve,
y se ve obligado a caminar. Se tropieza por los escalones del
Patience Creek, con sus manos sacando algo de su chaqueta,
cada uno de sus movimientos se ven dolorosamente
forzados.

—Hemos oído historias sobre esas herencias que los


lorienses recibieron de sus padres fallecidos o de quién sea
—Phiri Dun-Ra dice coloquialmente, sonriendo—.
Pequeños recuerdos de su planeta muerto. Aquí entre nos,
John… El Amado Líder también guardo algunas cosas.
Recuerdos. Trofeos para ayudarle a recordar su primera gran
conquista.

Mark tiene en sus manos algo que se parece a una cuerda,


excepto que es de color morado oscuro y reluciente. Algo
que no se encuentra en este mundo.

Reconozco eso. Por supuesto que reconozco eso. Desde


la visión del pasado.
Es el nudo corredizo que Pitaccus Lore ato aquella vez
alrededor del cuello de Setrákus Ra. El que le dio su cicatriz.
Recuerdo de la visión de Eli que el material se denomina
Voron, que sólo creció en Lorien y que mi legado no cura
sus heridas.

Mark se arrodilla y pasa el nudo por encima de mi cabeza.

Phiri Dun-Ra me sonríe.

—El Amado Líder pensó que disfrutarías de la ironía


—¿ÉL HIZO QUÉ? —EXCLAMA MARINA.

Eli solo se encoge de hombros y mira hacia sus pies.

—El…

—Ella si te escuchó —le digo a Eli, mis labios


fruncidos—. Ella solo no puedo creer que John hiciera algo
tan completamente estúpido.

A mi lado, Nueve se levanta y patea un gran penacho de


tierra del suelo.

— ¿Qué demonios, Seis? ¿Ahora somos algo así como los


asistentes? Esto es una mierda.

Los cuatro estamos parados en un claro a


aproximadamente una milla río arriba desde las Cataratas del
Niagara. Nuestra nave robada esta aparcada a unos pocos
cientos de yardas más allá, empequeñeciendo los escasos
arboles cercanos, con su rampa de salida tan grande como
un tanque extendida. En mi periferia sigo vislumbrando la
monstruosa nave, y cada vez, tengo que resistir la urgencia
de correr y cubrirme. Es difícil asimilar que es nuestra ahora.

Marina recorre su cabello con ambas manos.

—Hablé con él sobre esto, sobre controlar su ira…

Nueve ahoga una risita.

— ¿Eso fue antes o después de que intentaste apuñalarle


la cara a Cinco con un trozo de hielo? ¿Por segunda vez?

—Después, de hecho —responde Marina secamente—.


Pensé que estaba manejando su dolor, al menos. Pero volar
completamente solo a luchar contra otra nave. Dios mío,
Seis, eso es suicidio.

—No lo sé —respondo—. Tú no lo viste allá arriba. Era


casi imparable.
—No está pensando —dice Marina, sacudiendo
enfáticamente su cabeza.

—Una parte de él realmente cree que puede hacer esto


por su propia cuenta —añade Eli—. Y la otra parte no
quiere ver que nadie más salga herido. Está convencido de
que lo mejor para todos será que él haga esto solo.

Todos quedamos en silencio por un momento,


sopesando las palabras de Eli. Es bastante obvio, al menos
para mí, que ella extrajo esos sentimientos del cerebro de
John. De ninguna manera él le confiaría algo así a ella.

—Aw, al diablo con esa mierda de la nobleza —dice


Nueve—. Esta también es nuestra guerra. Voy a patearle el
trasero cuando regrese.

— ¿Se dan cuenta de que lo que nos encargo es muy


importante también, no? —pregunto, mirando a los demás.
No quiero gastar más tiempo hablando sobre John—.
Repartir estos dispositivos de camuflaje potencialmente
salvará muchas vidas. Esta es la clave para que la humanidad
pueda ganar la guerra.

Nueve tose y se aleja. Marina lanza un suspiro y cruza los


brazos sobre su pecho, medio girándose para concentrar la
vista en el río. Eli solo se queda ahí parada, aun sosteniendo
el teléfono satelital que le dio John. Bajo la mirada hacia mi
propio teléfono, el que Sam me dio, el cual espero este
imitando la frecuencia del dispositivo de camuflaje.

Le queda diecisiete porciento de batería. Una vez eso se


acabe, de acuerdo con lo que dijo Sam, este viejo celular de
mierda olvidará las instrucciones que él le dio. Será mejor
que nos demos prisa con esta prueba.

Tan pronto como me empiezo a preocupar porque se nos


está agotando el tiempo escucho el rugido de un motor. Un
jeep sale a la vista, rebotando sobre el áspero terreno del
claro, con Lexa al volante.

Lexa frena en frente de mí y se baja, el motor queda en


marcha.
—Justo a tiempo —le digo.

—Los canadienses solo dijeron que preferirían que no lo


estrelláramos —dice Lexa encogiéndose de hombros—.
Fueron muy corteses al respecto.

—Si todo sale bien, su auto estará perfectamente —


respondo.

Adam aparece en la entrada de la nave, encima de la


rampa. Rex está parado detrás de él –-más bien escondido
detrás de él—luciendo tan tímido como un ratón. Doy unos
pocos pasos hacia la nave y les hago señas con la mano.
Mientras tanto, Nueve viene trotando para unírseme.

—¿Todo listo? —grito, poniendo ambas manos alrededor


de mi boca.

—¡Sí! —Grita Adam de vuelta—. ¡El campo de fuerza


funciona completamente!

Echo un vistazo hacia la nave. No puedo ver el campo de


fuerza desde esta distancia. Al igual que antes, cuando
estábamos volando hacia él, realmente no se puede ver la
delgada energía azul hasta que estas casi sobre ella. Me
inclino un poco más cerca de la nave. Nueve pone una mano
protectora en la parte superior de mi brazo.

—¿Qué demonios estás haciendo? —pregunta.

Miro rápidamente su mano.

—Te pregunto lo mismo.

—No querrás acercarte demasiado a esa mierda —dice


Nueve—. Una vez tuve que cuidar de Johnny hasta que
recuperó su salud después de haber chocado de frente
contra uno de esos campos de fuerza.

—Sé lo que estoy haciendo —respondo, y me sacudo su


agarre.

Me acerco a la nave tanto como puedo, justo hasta que el


campo de fuerza se vuelve visible. Luego, usando el talón de
mi zapato, trazo una línea en el césped.
—Ese es nuestro objetivo —digo al tiempo que troto de
vuelta con los demás—. Si logramos pasar el jeep más allá de
esa línea con el dispositivo de camuflaje de Sam
incorporado, sabremos que funciona.

—¿Por qué molestarse con el auto? ¿Por qué no solo


flotar el dispositivo de Sam a través del campo de fuerza con
nuestra telequinesis?” pregunta Marina.

—Sabemos que los dispositivos de camuflaje de los mogs


puede cubrir un vehículo completo —dice Lexa—. No
sabemos si el de Sam tiene el mismo alcance.

—Asumiendo que funciona —añade Nueve.

Tomo el teléfono y lo ubico en el panel de control del


jeep. Luego retrocedo y miro alrededor.

—¿Eso es todo lo que necesitas hacer? —pregunta


Marina levantando una ceja.
—Eso supongo —respondo—. Sam dijo que la cosa esta
enviando constantemente la frecuencia de camuflaje o el
paquete de datos o cómo demonios se llame.

—Paquete de datos. —Gime Nueve—. Esto es aburrido.


Saben, de hecho estoy esperando que el jeep explote para
que podamos ver algo de acción.

—Muy lindo, Nueve —dice Marina.

Lo ignoro sacudiendo una mano.

—¿Listos para empujar esta cosa?

Lexa pone sus manos en la parte trasera del jeep, el cual


sigue encendido en neutro.

—Lista —dice ella.

Todos nos quedamos mirándola. Finalmente, Nueve se


ríe.

—Aw, señorita, nosotros no empujamos de esa forma —


le dice.
Lexa regresa y nosotros cuatro —Nueve, Marina, Eli y
yo— nos concentramos en el jeep. Lo deslizamos hacia
adelante con nuestra telequinesis. El auto despide tierra y
césped, las llantas girando, moviéndose rápidamente.

—Con calma —advierto a los otros—. No queremos que


explote si golpea el campo de fuerza.

—Un verdadero voto de confianza para el trabajo de tu


novio —murmura Nueve.

Frunzo el ceño. Va a funcionar y —incluso si no lo


hace— al menos Sam está intentándolo, no está solo
quejándose acerca no poder matar cosas como Nueve. Abro
la boca para responder bruscamente, pero Marina lo hace
primero.

—¿Piensas que es solo coincidencia, Nueve, que uno de


nuestros aliados más cercanos manifestara exactamente el
legado que necesitamos para contrarrestar la invasión
mogadoriana? —Marina sacude la cabeza fervientemente—.
Es la voluntad del mismo Lorien que hayamos recibido este
don.

Con eso siento que Marina incrementa su empuje


telequinetico contra el jeep, acelerándolo a una ritmo
vertiginoso hacia el campo de fuerza. Nueve cierra la boca y
observa con el resto de nosotros. A escondidas de los
demás, cruzo los dedos.

El jeep cruza la línea que hice en el suelo.

Su parte frontal da un tirón hacia arriba como si acabara


de chocar contra un gigantesco bache. El parabrisas y todas
las ventanas colapsan hacia adentro. Se produce un resonar
magnético desde el campo de fuerza que puedo sentir hasta
en mis dientes.

Pero lo atraviesa. Mayormente intacto.

Marina y Eli dejan salir gritos de triunfo simultáneamente.


Me vuelvo para ver a Nueve y le doy una amplia sonrisa. Él
se encoge de hombros.
—Hurras para Sam —me dice.

Adam baja corriendo la rampa de la nave para examinar el


jeep. Desde el otro lado del campo de fuerza aun activo, nos
grita:

—Fue un poco brusco, ¡pero funcionó!

Adam se inclina sobre el jeep y retira el celular del panel


de control. Trata de sostenerlo entre dos dedos pero termina
dejándolo caer —incluso desde aquí, puedo decir que la cosa
esta ardiendo. Una voluta de humo se levanta desde donde el
teléfono está quemando el césped.

—Sin embargo creo que solo se puede usar una sola vez
—concluye Adam.

—Peor es nada —dice Nueve.

Emocionada, tomo el teléfono satelital de Eli y marco el


número de Sam.

—¡Sam! —Exclamo tan pronto como escucho su voz.


—¡Hola! —responde él, sonando aliviado—. Apenas nos
enteramos. ¿Chicos, realmente robaron una nave de guerra
completa?

—Eso no importa —respondo—. Pero esto sí. Escucha


—tu cosa, el celular. ¡Funcionó! Explotó justo después y tal
vez no fue el viaje más delicado al atravesar el campo de
fuerza, pero funcionó.

Escucho como Sam vitorea a lo lejos. Probablemente está


cubriendo el micrófono del teléfono con la mano.

—¡Funcionó! ¡Mi legado funcionó! —le oigo gritar a


quien sea que este en la habitación con él. Inmediatamente
se produce un clamor de voces.

—Esto es asombroso —dice Sam, hablando nuevamente


conmigo—. He hecho más desde esta mañana, solo en caso
que se necesitaran. Los otros chicos aquí piensan que, ahora
que tenemos tecnología terrestre imitando la frecuencia, tal
vez será más fácil de replicar. Ya sabes, sin necesidad de usar
un súper-poder.
—Eres un héroe, Sam —le digo con una gran sonrisa. A
mi lado, Nueve rueda los ojos, pero también está
sonriendo—. Empezaremos a entregar los dispositivos de
camuflaje muy pronto. Prepara todas tus cosas para que
podamos repartirlos.

—Lo haré —responde él—. Yo…

Un fuerte estallido en su lado de la línea corta lo que dice


Sam. En el fondo, escucho a Malcolm decir:

—¿Qué rayos fue eso?

—¿Sam? —pregunto, mi entrecejo fruncido con


preocupación.

—Hey, lo siento —me dice—. Algo acaba de explotar.


Probablemente los chicos nuevos entrenando.

Antes de que pueda responder, oigo un inconfundible


sonido de traqueteo en el lado de Sam. El ruido suena como
fuegos artificiales detonando en la distancia, pero hace
mucho tiempo aprendí lo que realmente significa ese sonido.
Son disparos.

Y no se detienen.

Ahora, las voces alrededor de Sam son murmullos. Todo


el mundo está escuchando. Sostengo el teléfono mucho más
fuerte. Siento un apretón en la boca del estómago.

—Sam, háblame.

Al escuchar la aprensión en mi voz, los otros a mí


alrededor detienen lo que están haciendo y se acercan. Las
sonrisas de nuestro exitoso experimento con la nave se
desvanecen lentamente.

—Seis. . . —la voz de Sam es apenas un susurro—.


Seis, creo que estamos bajo ataque.
DEJAN SÓLO SUFICIENTE HOLGURA EN EL
EXTREMO DEL NUDO corredizo para que no corte
inmediatamente mi cabeza. En vez de ejecutarme, hacen que
Mark sostenga la cuerda como una correa. Mientras me
arrastro hacia adelante a través de los tablones de Patience
Creek, hacia el elevador oculto que a los Mogs les tomo dos
minutos enteros encontrar, puedo sentir el collar afilado
como hojilla raspando contra mi garganta cada vez que caigo
incluso un poco más atrás.

Peor que esos recortes, es el dolor de los tres tentáculos


aceitosos que me conectan a Phiri Dun - Ra. Todo mi
costado arde como si algo en ebullición y cáustico se
derramara debajo de mi piel y se difundiera a través de mi
cuerpo. Phiri Dun - Ra camina junto a mí, ya que estoy
siendo arrastrado después de Mark. Ella juega con una
pequeña brasa de fuego de color púrpura que flota en su
palma. Puedo sentir que me está drenando. Se siente como
puntos de sutura siendo soltados y arrancados desde algún
lugar muy dentro de mí. Ella me está quitando mis legados.

El peor dolor, sin embargo, es saber lo que viene.

Muerte. Destrucción. Fracaso.

─Mark...─me las arreglo para ahogarme con un soplo de


dolor.─ Ayúdame... detenlos.

Ni siquiera vuelve la cabeza. Puedo ver en las venas el


flujo negro latiendo en su cuello, y puedo sentir al Mog
delgado, el que tiene algún tipo de control mental trabajando
sobre Mark, que está parado cerca.

Phiri Dun - Ra se ríe cuando escucha mi súplica.

─Es un gran honor que el Amado Líder visite a uno en


sueños─ dice ella. Extingue el fuego en su mano para poder
rizar el cabello de Mark. ─Este pequeño humano, demostró
tener una mente muy abierta. Él quería algo, algo que
ustedes no estaban dispuestos a darle. Quería que el Amado
Líder restaurare su pequeña amiga...

Sarah.

No dispuesto a darle. Dios mío, hubiera traído a Sarah de


nuevo de entre los muertos en un latido del corazón si
estuviera dentro de mi poder. ¿Qué Mark piensa Setrákus Ra
era capaz de eso? ¿Lo convencieron de eso?

¿Les trajo el cuerpo de Sarah?

Me las arreglo para agarrar la parte larga de la soga con


una mano. Tiro de ella, tratando de llamar la atención de
Mark.

─No lo hiciste, Mark ─gruño. ─Dime… dime que no lo


hiciste.

Phiri Dun - Ra se ríe tontamente. ─Como si el Amado


Líder desperdiciaría un regalo así en un simple humano. No,
su amigo tenía dudas. Pero para entonces, ya era demasiado
tarde. Sabíamos dónde encontrarlo. Nos vimos obligados a
interrumpir su duelo.

Paraíso. Siguieron a Mark a Paraíso. Setrákus Ra irrumpió


en sus sueños y lo manipulo, al igual como trató de hacer
con Marina y Cinco, luego lo capturaron cuando Mark entró
en razón. Supuse que había pensado en todo el mundo al
que Setrákus Ra podría haber llegado, pero me había
olvidado por completo Mark. ─No fue difícil para nosotros
conseguir tu ubicación por él, ─ continúa Phiri. ─Nuestro
pequeño humano hace lo que sea que le pidamos.

Miro el temblor de la mano de Mark en la soga. Sus


nudillos son un de blanco intenso. Sus músculos están
rígidos. Está luchando contra su control, pero es en vano.

─Te haremos como el pronto, ─me dice Phiri, y noto al


Mog delgado humedeciéndose los labios con anticipación.
─Pero primero te quiero todo para mí.

Uno de los tentáculos de Phiri se retuerce dentro de mí,


el dolor se dispara a través de mi centro y me dejo caer sobre
mi costado. Me dejan quedarme allí por un momento, sin
aliento.

Con los ojos llorosos, trato contar cuántos de ellos hay.

La habitación del frente de Patience Creek está repleta de


nacidos en tanque armados de cañones. En un rincón, han
apilados los cuerpos de los soldados que custodiaban el nivel
de la superficie. Por la mirada de ellos, murieron de forma
rápida y salvaje.

Además de Phiri Dun - Ra, diviso otros tres nacidos de


verdad aumentados.

Ahí está el Mog delgado. El que ejerce el control sobre


Mark. Se pone de pie, viendo a Mark de cerca, con sus
manos de araña entrelazadas detrás de la espalda. Si quiero
salvar a Mark, voy a tener que sacarlo del camino.

Luego está el Mog sombra. Es joven, tal vez sólo unos


pocos años mayor que Adán. A medida que observo, que
sale de una sombra como si fuera un charco de agua,
emergiendo a través del suelo. Él trae consigo un par más de
guerreros Mog. Es la forma en que son tele transportados
sin ser vistos.

─Únete al equipo en la entrada de la cueva. Nadie sale


vivo. ─ordena Phiri, y el Mog sombra desaparece de nuevo
en el suelo. El hecho de que ella está usando mi idioma no se
me pasa por alto. Phiri Dun - Ra me quiere hacer saber que
hay otro escuadrón colocado en la entrada de vehículos de
Patience Creek. Ella quiere que sepa que todo el mundo está
atrapado aquí abajo.

Ella quiere que yo sepa lo inútil que es esto.

Por último, de pie justo en frente del ascensor está el


Piken - Mog. Los otros tres aumentados que he notado al
menos en su mayor parte parecen Mogadorianos. Éste es
extravagante, con un cuerpo de tamaño normal conectado a
un torso que es completamente desproporcionado. De pie
mide cerca de dos metros y medio de altura a pesar de la
espalda encorvada, su piel es gris cuero como un Piken y
tiene los músculos llenos de esteroides para hacer juego. Sus
dedos son largos, gruesos y terminan en garras afiladas como
cuchillas. Su cabeza, está enterrada en una masa palpitante
de músculos del cuello, es de tamaño normal a excepción de
la mandíbula, que sobresale de su cara, creando una sobre
mordida con colmillos. Lo más repugnante de todo es que es
posible ver las costuras donde su pálida piel de Mog es
estirada y desgarrada en este nuevo cuerpo.

Se ve como si le doliera, y él parece que está furioso por


ello. Gruñe y se desplaza de un pie a otro, esperando una
orden.

Veo que Phiri mira una de las cámaras de seguridad. No


parece preocupada. ─Seguramente ellos saben que ya
estamos aquí, ─dice ella, luego se vuelve al Piken - Mog.
─Ve allá abajo y di hola.

El Piken - Mog responde con un gemido, a continuación,


al abrir la puerta del ascensor espía y salta abajo hasta el eje.

Pronto, a través del suelo, escucho disparos y gritos.


Con una sonrisa, Phiri Dun - Ra me mira.

─ ¿Cuántos Garde hay aquí, ¿eh? ─Me pregunta. ─


¿Cuántos de sus amigos llegare a erradicar hoy?

─Yo no… Yo no voy a decirte una mierda.

Phiri tuerce los ojos y saca una pistola fuera de su cadera.

Apunta en la parte posterior de la cabeza de Mark.

─ ¿Quieres decirme ahora? ─Me pregunta, golpeando la


base del cráneo del Mark con su arma.

Cuando siente la boca del cañón contra su cabeza, Mark


logra zafarse. Algo dentro de él, un instinto de supervivencia,
le permite luchar contra el control del Mog delgado. Deja
caer la soga, flexionando los dedos como si finalmente
tuviera sensación de vuelta en sus manos, y se vuelve a Phiri
Dun - Ra. Da un paso vacilante hacia la mujer. Eso es lo más
que puede hacer. Motas de saliva salen de sus labios mientras
gruñe, la fuerza de luchar contra el control mental
Mogadoriano es evidente. Phiri ni siquiera se inmuta.
Ella mira al Mog delgado. ─Está luchando contra ti.

—Le dará un aneurisma a su frágil cerebro antes de


vencer mi voluntad ─responde simplemente el Mog delgado.

Los ojos del Mog delgado se estrechan, y cada músculo


de Mark se pone rígido, como si hubiera sido electrocutado.
Se pone de puntillas, antinaturalmente tenso, haciendo
estallar sus articulaciones y con los dientes apretados. Él deja
escapar un grito ahogado.

— ¿Ves?, —dice el Mog delgado.

Phiri Dun - Ra enfunda su arma y se agacha sobre mí. —


La verdad es que no importa cuántos de tus amigos estén ahí
abajo. Independientemente vamos a matarlos. Solo disfruto
verte retorcer.

De cerca, la masa de fluido que sustituyo el brazo de Phiri


huele a carne podrida. Si sólo se moviera un poco más, un
poco más cerca de mi cara…
—Tu sabes, John, nuestros caminos se han intersectado
antes una vez, —continúa. —Yo estaba a cargo de las
operaciones en Virginia Occidental, cuando ayudaste a
Número Nueve a escapar. ¿Sabías eso? Que… ese
desafortunado incidente me envió a México como castigo.
Obligada a trabajar en el problema imposible del santuario.
Resulta que todo lo que tenía que hacer era esperar a que tu
idiota Loriense aparecieras.

Ella se pone de pie y extiende los brazos, los tentáculos


excavan en mí torciéndose y jalando. Me alegro por el dolor;
hace que sea fácil de ocultar mi decepción. Casi la tenía a un
tiro.

Tengo una jugada desesperada. Un truco oculto,


literalmente, bajo la manga. Los Mogs son demasiado
confiados en su control para registrarme en busca de armas.
Todavía tengo la espada de Cinco que envainé en mi
antebrazo.

Sólo necesito un momento oportuno para atacar.


— ¿Qué es lo que a los humanos les encanta decir? Todo
sucede por una razón. —Phiri se ríe, pasando. —Mira lo
lejos que he llegado, John. En cierto modo, es todo gracias a
ti.

Aprieto los dientes y la miro a los ojos. —Ustedes no


van… ustedes no van a ganar.

—Mm- hmm, Sr. Gran Héroe. Vas a encontrar una


manera de salvarlos a todos ellos, ¿verdad? —Phiri mira por
encima a Mark, todavía congelado en esa posición
incómoda, todavía temblando ligeramente mientras lucha
contra el control del Mog delgado. —Veamos.

El tentáculo enterrado en mi axila de un tirón se suelta.


Es un alivio momentáneo del dolor. Veo que la extremidad
de Phiri se retuerce a través del aire, su extremo afilado
como una daga.

No hay nada que pueda hacer. Sucede demasiado rápido.


Phiri impulsa el tentáculo en la parte inferior de la mandíbula
de Mark y a través de la parte superior de la cabeza. Hace un
espasmo, sus ojos muy abiertos, pero sin ver. Ella lo sostiene
allí por un momento, atravesado por su tentáculo, de modo
que yo pueda echarle un vistazo. Luego lo tira libre y deja
caer el cuerpo de Mark en el suelo junto a mí.

Grito. Por la ira, por el dolor, por el terror.

—Oh al fin, —me dice Phiri.

Me cierro la boca. No puedo quitar mis ojos del cuerpo


de Mark, sus ojos muertos mirándome directamente a los
ojos. Esto es mi culpa.

Al diablo con esto. Si voy a morir, que sea en mis


términos.

Con una ráfaga de movimiento, hago estallar la hoja de


Cinco de su vaina en mi antebrazo y rebano a través de los
dos tentáculos que todavía me penetran. Ella grita y
retrocede. Los supurantes apéndices chisporrotean cuando
golpean el suelo. Ya, apenas segundos después de que los
corto, los tentáculos comienzan a regenerarse.
Tenía la esperanza de que mis legados vinieran
inundándome de nuevo. Este no es el caso. Todavía hay
restos de Phiri Dun - Ra retorciéndose dentro de mí. Puedo
sentir mi legado de curación tratando de entrar, tratando de
luchar contra ellos. Me pongo de pie intentando generar una
bola de fuego o para encender mi visión de piedra. Esos
poderes no responden. Ellos ponen demasiada tensión física
en mi cuerpo, que todavía está demasiado drenado desde el
ataque.

Un nacido en tanque me da un cachazo en la cabeza con


su pistola. Estoy cayendo de vuelta al suelo. El tiempo
parece ir más despacio.

Mi telepatía. Al menos puedo usar eso. A pesar de que mi


cuerpo se debilita, mi mente es sonido.

Tan pronto como abro mi mente, me estremezco. Hay


mucho miedo y dolor que se irradia desde los subniveles de
Patience Creek que se filtran cuando uso la telepatía. Me
endurezco, concentrándome en alcanzar una mente que me
alivia que aún está por ahí.

¡Sam! Le grito telepáticamente.

Puedo sentir dónde está. Corriendo por un pasillo,


Malcolm junto a él, un puñado de científicos y soldados a
ambos lados. Sam tiene un gran peso en la espalda, un
paquete lleno de electrónica al azar, en su mayoría teléfonos
celulares.

Su experimento con su legado tecnológico. Debe haber


funcionado. Y ahora podría estar condenado...

¿John? ¿Estoy alucinando esto? Sam piensa.

No, yo estoy arriba.

Oh, gracias a Dios-

Me tienen, le digo a Sam. Mark los condujo hasta aquí. No por


elección. Tienen Leg-aumentos.

Mierda —Mark —nos está atrapando aquí abajo.


Pensamientos de Sam vienen en una ráfaga confusa. Tengo
la sensación de que él derrapa en una parada, Malcolm
agarrándolo por el brazo. Voy a ayudarle, John. ¡Ya voy!

¡No! Pienso de nuevo, sopesando las posibilidades de Sam


contra los Mogs frente al valor de lo que él lleva, la
importancia de preservar su legado. Podría ser la mejor
esperanza de la humanidad. Tienes que escapar! Hay una
gran cantidad de ellos en la salida del metro, pero creo que la
mayor parte de los que tienen poderes están conmigo.
Encuentra una manera de atravesar y…

No logro terminar ese pensamiento. Una sacudida fresca


del dolor apuñala a través de mí, los tentáculos de Phiri
hacen tres nuevos agujeros en mi espalda. Solamente unos
segundos han pasado. Una vez más, mis legados se sienten
fuera de alcance. Un grupo de nacidos en tanque me clavan
en el suelo y me quitan la espada de Cinco.

—Buen intento, —Phiri dice con una sonrisa de regodeo.


Ella toma el extremo de la soga que dejo Mark, y me preparo
para lo que sigue. Phiri parece saber exactamente lo que
estoy esperando, porque su sonrisa sólo se ensancha. —Oh
no, John. Tú no vas a morir todavía.

Ella me arrastra hacia adelante. Me apresuro detrás de ella


ya que la alternativa es una garganta degollada.

El ascensor está a la espera y abierto. Hay un charco de


sangre fresca en el suelo y abolladuras en sus paredes. El que
estaba defendiendo el ascensor en la planta baja debe haber
caído presa del Piken - Mog.

—Ven, vamos a ir a saludar a tus amigos, —dice Phiri.

Phiri, el Mog delgado y una escuadrilla de nacidos en


tanque me rodean en el ascensor. Descendemos unos pocos
pisos. Trato de echar un vistazo para saber exactamente
donde estamos, pero no puedo estar seguro. Todas las salas
de aquí abajo se parecen. ¿Dónde están Lawson y Walker?
¿La Garde humana? ¿Sam y Malcolm?

Espero que estén en un piso diferente. Espero estén


encontrando una salida.
Un nacido en tanque toma la iniciativa, Phiri y el Mog
delgado detrás de ellos, y me veo forzado a arrastrarme junto
Phiri. Ellos no encuentran ninguna resistencia fuera del
ascensor. Pasamos por unos cuerpos (soldados) que han sido
prácticamente rasgados miembro a miembro.

—Espero que deje algunos para nosotros, —dice el Mog


delgado secamente.

Los primeros disparos se producen cuando doblamos una


esquina. Un puñado de marines se puso en cuclillas en una
zona de cocina y logran matar a tiros a unos pocos nacidos
en tanque. Los Mogs devuelven el fuego, pero los soldados
han arrojado los muebles en el pasillo y para ponerse a
cubierto detrás de ellos.

—Atrápalos, —dice Phiri Dun - Ra.

El Mog delgado sonríe. Él ahueca sus manos delante de la


boca y sopla hacia fuera. Esporas negras diminutas se
levantan de sus palmas y flotan por el pasillo. Trato de gritar
una advertencia, pero Phiri gira sus tentáculos dentro de mí.
Los soldados no están en absoluto preparados para este tipo
de lucha. ¿Cómo podrían estarlo? Yo nunca he visto algo
así. Las esporas se dirigen directo a ellos, como si tuvieran
mente propia, deslizándose a través de las brechas de la
barricada. No puedo ver exactamente lo que sucede, pero
puedo oír ruidos arcadas. Entonces, silencio.

El Mog delgado hace un movimiento de elevación con las


manos, y los marines se levantan como uno. Vetas negras se
han extendido debajo de la piel de la cara. Se mueven de la
misma manera que Mark, como marionetas, sus ojos
completamente aterrados mientras sus cuerpos ejecutan las
órdenes del Mog delgado.

Ahora, la escuadra de marines está a la cabeza de los


Mogadorianos.

Pronto, nos encontramos con otro grupo de soldados que


tratan de bloquear un pasillo. Ellos dudan, al ver a sus
amigos caminar hacia ellos.

—Mátenlos, —susurra el Mog delgado.


Sin dudar, la mente controlada de los marines da rienda
suelta sobre sus compañeros, disparando
indiscriminadamente. Los Mogs nacidos en tanque miran
con alegría. El pasillo se llena de humo de los disparos. Phiri
Dun - Ra se ríe cuando miro a otro lado.

— ¿No es divertido?, —se pregunta.

De repente, el rifle de asalto de todos los marinos en


control mental es arrancado de sus manos por una fuerza
invisible. Los nacidos en tanque elevan sus desintegradores y
son desarmados súbitamente también.

Telequinesia.

Es como Nueve les enseñó. Desarmar a sus oponentes.

—Maldita sea, —escucho la voz de Nigel. — ¡Cuidado,


Ran, esos son amistosos!

Un momento más tarde, cuando estalla el pasillo, sé que


la chica japonesa no escuchó.
Ran debe haber lanzado uno de sus proyectiles con carga,
porque los cuerpos vuelan por todas partes. Algunos de ellos
son los soldados mentalmente controlados y algunos de ellos
son nacidos en tanque, muchos de estos últimos se
desintegran por la fuerza. Me tiro hacia atrás también, y
como resultado puedo sentir la soga excavando en mi cuello,
la sangre caliente se derrama abajo por mi hombro. Sólo
estoy vivo porque el impacto ha causado Phiri Dun - Ra
soltara la correa.

Mis oídos pitan. El pasillo está aún más lleno de humo


que antes. Veo al Mog delgado y algunos nacidos en tanque
desarmados ponerse a cubierto en una habitación vacía en el
pasillo. Trato de arrastrarme lejos, pero los tentáculos de
Phiri están todavía perforándome. Ella no está a la vista y
todavía estoy atascado con ella de alguna manera.

Al menos puedo deshacerme de este lazo. Lo alcanzo


para sacármelo.

Espera.
No me veo. No puedo ver mis manos, mis brazos, mi…

Somos invisibles.

Phiri Dun-Ra está usando mi legado. Ella está


haciéndonos invisibles.

Parpadeamos de nuevo a la visibilidad por un momento.


El control de Phiri es inestable. Pero ella me ve jugar con la
soga del cuello, e inmediatamente sus tentáculos se retuercen
dentro de mí. Mis manos caen lejos de mi cuello y me toma
por mi sección media.

Entonces somos invisibles de nuevo.

Como el humo empieza a aclararse, veo Ran y Nigel


avanzar poco a poco en su camino por el pasillo. Fleur y
Bertrand están con ellos también. Todos ellos están armados
con rifles de asalto a excepción de Ran; ella tiene una vieja
novela de bolsillo apretada en sus manos, brillante, cargada
con su legado explosivo. Ya tienen un montón de rasguños y
cortes, y todos ellos se ven bastante inestables.
Están caminando hacia mi derecha, lo que significa que
están caminando hacia la derecha Phiri Dun-Ra.

—¡Cuidado! —Grito. — ¡Devuélvanse!

Juntos, saltan con el sonido de mi voz.

Pero ellos no me pueden ver.

Y ahora es demasiado tarde.

Phiri Dun-Ra aparece de la nada. Yo también, y el verme,


con una correa, empalado, a cuatro patas, es exactamente la
distracción que los Mogs necesitan. Los cuatro Garde
humanos me miran en estado de shock y terror. Incluso Ran
permite que el resplandor se desvanezca de su proyectil.

—¿Jo-John? —Tartamudea Nigel, con los ojos abiertos.

—¡CORRE!, —grito en respuesta, a pesar de que sé que


es demasiado tarde.

Antes de que los demás puedan actuar, Phiri Dun-Ra


descarga.
En primer lugar, extiende la palma de la mano hacia
Fleur. Seis carámbanos, puntiagudos y filosos, el agua
congelada no es clara como cuando Marina o yo utilizamos
este legado, pero estas están teñidas de un color óxido feo, y
como cohete van al pecho de Fleur. La chica se arruga con
un jadeo que es mojado con sangre.

—¡No! Fleur! —grita Bertrand. El niño trata de hacer


algo heroico. Él se agacha y agarra a Fleur por los hombros,
intentando sacarla del peligro.

Phiri Dun-Ra los envuelve a ambos en una bola de fuego,


las llamas teñidas de púrpura y con olor a neumáticos
quemados.

Estas son versiones corrompidas de mis legados que está


usando para matar a la Garde humana que fui lo
suficientemente estúpido para invitarlos aquí. Los jure
entrenar y proteger. Quiero cerrar los ojos y dejar de ver.

—¡Perra! —grita Nigel, sus ojos se llenan de lágrimas. Se


las arregló para levantar su arma, pero Phiri Dun - Ra tuerce
el cañón hacia abajo con la telequinesis. Cuando aprieta el
gatillo, el arma se vuelve en contra en sus manos. Nigel grita.
No estoy seguro de dónde ha golpeado o lo mal que esta (no
importará en un momento).

Excepto que allí esta Ran. Por suerte, Nigel tropieza hacia
atrás en ella. Ella lo agarra por el pescuezo y lo arroja abajo
en un pasillo contiguo. Con una mirada de despedida a mí,
Ran hace lo que le dije. Ella corre, empujando a Nigel herido
a medida que va, justo por delante de otra de las bolas de
fuego de Phiri Dun - Ra.

Ella va tras ellos, pero pongo todo mi peso. Sus


tentáculos cavan más profundo en mi cuerpo, y puedo
saborear la sangre en la boca. Sin embargo, la freno, y
sabiendo que ella me necesita mantenerse en contacto
conmigo para mantener mis legados robados, ella no les da
caza.

—Sólo estas retrasando lo inevitable, John, —dice ella.


Phiri mira hacia abajo a los dos cuerpos —Bertrand y Fleur,
apenas reconocibles, su piel esta carbonizada y negra —un
nuevo tentáculo sobresale de su masa de brazos aceitosa,
sondeándolos. Ella suspira. —La chispa en estos dos apenas
había comenzado aún, ¿eh?

—Los escogiste antes de que estuvieran maduros, —dice


el Mog delgado mientras él y el otro nacido en tanque salen
de la habitación donde se habían puesto a cubierto. El
nacido en tanque registra alrededor, agarrando sus pistolas.

Phiri Dun-Ra recoge mí correa —Nunca la saque de mi


cabeza —y el Mog delgado se encoge de hombros. Ella me
mira. —Me pregunto, ¿es así como se sintió tu camino en la
matanza través de nuestro buque de guerra? — Ella hace un
sonido que está cerca de ronroneo. — ¿Disfrutaste tanto
como estoy disfrutando de esto?

Ella le da a mi soga un tirón, y nos estamos moviendo de


nuevo. Como ella me arrastra más allá de Bertrand y Fleur,
los alcanzo. Sé que es inútil (estoy separado de mis legados,
siempre y cuando Phiri Dun-Ra me controle) pero albergo
una esperanza desesperada de que de alguna manera voy a
ser capaz de empujar un poco de mi legado de curación en
ellos. Mis dedos apenas se las arreglan para rozar el hombro
de Fleur; no pasan nada, y entonces soy obligado a seguir
adelante.

Nos dirigimos por el pasillo, por donde Nigel y Ran


huyeron, el nacido en tanque una vez más va a la cabeza. En
este punto, la única cosa que puedo hacer para ayudar es
enlentecer el ritmo de los Mogs. Haciendo caso omiso del
roer del collar, sigo la marcha de Phiri tan lentamente como
puedo.

No es del todo una estrategia defensiva, soy consciente de


que mi visión comienza a nadar. Estoy perdiendo mucha
sangre. En un momento dado, me caigo en los codos y
escucho que algo en mi hombro se rompe. Hay tanto dolor y
estoy muy desorientado, ya ni siquiera estoy seguro de dónde
estamos en Patience Creek.

No puedo creer que así es cómo terminara.


Se escucha el sonido de luchas fuera alrededor de toda la
base. A lo lejos, soy consciente de los disparos y los gritos.
Los ecos de las batallas perdidas en las inmediaciones. Nos
ceñimos a los pasillos silenciosos, cazando rezagados.

—Allí!, —grita el Mog delgado.

Miro hacia arriba justo a tiempo, mirando por entre las


piernas de Phiri Dun - Ra, como patina una persona solitaria
a la vista. El nacido en tanque inmediatamente apuntar y
abre fuego abierto.

—¡Mierda! —Sam grita mientras se sumerge para


cubrirse a la vuelta de una esquina.

Oh no. No Sam. Por favor, no Sam. No quiero ver esto.

No corrió como se lo dije. Él no escapó. Está solo ahora.


No sé qué le pasó a Malcolm y los otros científicos, a las
Chimæraes que estaban con ellos, pero no puedo ayudar solo
imaginar lo peor. Antes de que desaparezca de vista, me he
dado cuenta de que Sam no lleva más la pesada mochila. Tal
vez la escondió en alguna parte, o tal vez se perdió durante
los combates.

El nacido en tanque va tras Sam. Tienen que saltar hacia


atrás cuando se utiliza una pistola láser para cegar con fuego
desde la esquina.

— ¿John?, —grita. — ¿Eres tú?

—Sam… —Yo suspiro débilmente. —Sam, sal de aquí.

—Voy a salvarte, John!, —grita de nuevo.

Phiri Dun-Ra se ríe. —Oh, que conmovedor. Consigue a


éste y tráiganmelo. Quiero hacerlo lento.

Según lo ordenado, los guerreros van disparados


descuidadamente a la vuelta de la esquina. Phiri, el Mog
delgado, un puñado de nacidos en tanque y yo no quedamos
en la retaguardia, a salvo de cualquier fuego láser. Puedo oír
los pasos de Sam golpeando por el pasillo, corriendo lejos de
sus atacantes.

—Fuera luces!, —grita sin aliento. — ¡Fuera luces!


Los halógenos del techo se apagan por orden de Sam.
Ahora sólo el fuego desintegrador Mogadoriano ilumina el
camino. Phiri gruñe con impaciencia.

Tengo la sensación de que Sam nos lleva a alguna parte.


Giro la cabeza de lado a lado, tratando de averiguar dónde
estamos. Es difícil en la oscuridad, y en los destellos de luz
del fuego láser, todo lo que puedo distinguir es una serie de
puertas idénticas cerradas.

Durante los alegres gritos Mog y descargas


desintegradores, escucho un fuerte sonido metálico, como
un pesado cerrojo que es abierto. Más adelante, una puerta
cruje abierta. ¿Sam se encerró en alguna parte? ¿Lo hizo con
seguridad?

De pronto, el pasillo oscuro se hace una zona mucho más


tranquila. Los disparos se detienen. Escucho un gruñido de
dolor seguido de un ruido como una bocanada de aire que se
exhala.
Ese es el sonido que hace un nacido en tanque cuando se
convierte en cenizas.

Phiri Dun-Ra y el Mog delgado intercambian una mirada.

Nos detenemos cuando el grupo a la cabeza se queda en


silencio.

Desde la oscuridad, escucho golpes metal contra metal.


Rítmico y con eco.

Clang. Clang. Clang. Clang. Clang

Suenan como aplausos.

Con Phiri Dun-Ra distraída, me las arreglo para


arrodillarme. Ahora me doy cuenta donde nos encontramos.
Esas habitaciones idénticas en ambos lados de mí son celdas.
Sam no estaba cerrando una puerta.

Él estaba abriendo una celda.

—Usted parece bastante buena matando, señora, —una


voz familiar gruñe desde la oscuridad.
Phiri Dun-Ra pone su mano en frente de ella y crea una
bola de fuego que ilumina todo el pasillo. Luego toma un
paso involuntario hacia atrás.

Cinco está parado en el medio del pasillo a unos diez y


ocho metros de distancia. Él lleva nada más que sus
calzoncillos de algodón y una bata abierta. En una mano
sostiene una pistola Mogadoriana, que golpea contra el lado
de la cabeza, creando el sonido del timbre metálico.

Cada pulgada de su cuerpo carnoso ha tomado el mismo


brillo como aleación de pistola de metal gris del
desintegrador. En su otra mano sostiene un guerrero Mog
por la garganta. Con un apretón, Cinco le rompe el cuello, el
Mog se hace polvo en su mano, que luego Cinco frota sobre
su pecho desnudo. La llama de la bola de fuego de Phiri Dun
- Ra se refleja en el ojo restante, ancho y trabado. Cuando
habla, es a través de una disparatada amplia sonrisa.

—Vamos a ver cuál de los dos es mejor.


APRIETO MIS MANOS EN EL RESPALDO DE LA
SILLA DE LEXA al tiempo que me inclino sobre su
hombro. A través del parabrisas de la nave, veo las copas de
los arboles pasar volando, los caminos debajo son un
borrón. Incluso aquí dentro, el sonido del viento a través del
casco de la nave es fuerte, un rugido constante.

—¿Esta cosa no puede ir más rápido? —le pregunto a


través de mis dientes apretados.

Lexa da media vuelta de sus controles para darme una


mirada, como de, ¿me estas preguntando eso en serio?

Hay un pequeño triangulo rojo parpadeado en su consola.


Va demasiado rápido. Podría quemar los motores si continúa
a este ritmo.
No me importa. Necesitamos regresar a Patience Creek.
Necesitamos regresar allí ahora mismo.

En el asiento del copiloto, está parado BK con sus patas


delanteras en el tablero de control. Su peludo cuerpo
erizado, espalda recta, mostrando los dientes. Es una flecha
apuntando a Patience Creek. Sabe que nuestros amigos están
en problemas; tal vez tiene laguna clase de sentido animal
sobre la gravedad de la situación.

Perdimos nuestro contacto con Sam poco después de que


nos dijo que Patience Creek estaba bajo ataque. Antes de que
se cortara la comunicación, pude escuchar el sonido de
disparos y gritos, todos humanos.

Los Mogs no gritan realmente, supongo.

Una vez que perdimos la conexión con Sam, no pudimos


tenerlo de vuelta al teléfono. Aun peor, no pudimos
contactar a nadie en ninguno de los números que tenemos
de Patience Creek. Tampoco pudieron los Canadienses
cuando les pedimos ayuda.
Y eso nos trae aquí, volando en esta maldita nave hacia
otra tragedia más.

Echo un vistazo detrás de mí, al compartimiento de los


pasajeros. Nueve se pasea de adelante hacia atrás.
Continuamente levantando los puños como si fuese a
golpear algo, y luego lanzándolos de vuelta hacia sus
costados en un gesto de rabia. No ha parado de moverse
desde que todos subimos a bordo. Le gritaría que se quedara
quieto si no me estuviese sintiendo exactamente de la misma
forma. Completamente inútil.

Marina y Eli están sentadas en el lado opuesto de cada


una. Eli tiene los ojos cerrados, tratando de usar alguna clase
de magia telepática. Tiene la cara en tensión y hay un punto
de sangre bajo su nariz. Marina capta mi mirada y sacude la
cabeza ligeramente.

—Ya no es tan fuerte como era antes, —dice Marina


suavemente.
He notado que el brillo de energía Loriense que rodeaba a
Eli después de que se lanzara en la fuente de energía de la
Entidad se ha ido desvaneciendo gradualmente durante los
últimos días. Luce especialmente apagado después de que
ella reactivó la piedra de Loralita en las cataratas del Niagara.
En aquella reunión con Lawson, ella fue capaz de espiar a
Setrákus Ra telepáticamente estando a cientos de kilómetros
de distancia. Ahora, tratar de alcanzar Patience Creek con su
mente parece demasiado esfuerzo.

—Que mejor momento, —digo.

Marina extiende un brazo y aprieta mi mano. —Sam va


estar bien, —me dice ella.

Me toco el puente de la nariz. —Si claro. Tú no sabes


eso.

— Es el destino, Seis. Lorien no le habría dado esos


legados —a él o a ninguno de los otros humanos que se han
unido a nuestra pelea —si ellos no estuviesen destinados a
jugar un rol importante en la batalla final.
—Tú tienes muchísima más fe de la que yo tengo, —le
digo a Marina amargamente. —Todo esto es al azar, si me
preguntan. Quiero decir, si tener Legados es obra del
destino, ¿cómo explicas un pedazo de mierda como Cinco?
¿O Setrákus Ra?

—Yo… —Marina sacude la cabeza sin saber cómo


responder.

Eli abre los ojos, respira profundamente y se limpia la


sangre de la nariz. Luego me mira y niega con la cabeza.

—Aún estamos demasiado lejos, —dice. —No puedo


alcanzar a nadie. No sé lo que está ocurriendo.

—¿Qué hay de John? —pregunto. —¿Pudiste localizarlo?

—Lo intenté, —responde ella. —Él también se encuentra


fuera de alcance.

Me muerdo los labios para contenerme de gritar por la


frustración. Vaya momento tan terrible el que escogió John
para salir corriendo por su propia cuenta. No es como si él
pudiera haber sabido que los Mogs fueran de alguna forma a
seguirnos a Patience Creek, pero maldición, lo necesitamos
con nosotros justo ahora.

—¿Puedes algo así como —le hago señas a Eli —sacarle


el jugo a tu poder? ¿Sumirlo en un sueño como lo hiciste
antes?

—Eso no… —Eli frunce el entrecejo y aparta la mirada


de mí. —Mi encuentro con Legado, el poder que obtuve,
supongo que solo fue temporal. Estoy regresando a la
normalidad, y la energía está volviendo a donde pertenece.

Me paso los dedos por el cabello y masajeo mi cuero


cabelludo. —Así que eso es un no.

Un pitido agudo desde la cabina de pilotaje llama mi


atención. —Esa es nuestra nave de guerra, —Lexa me llama
de vuelta. —Están tratando de abrir un canal de
comunicación.
Dejamos a Adam, Dust y Rex atrás en las cataratas del
Niagara, operando la nave lo mejor que pueden con una
tripulación de dos personas. Nos están siguiendo detrás,
pero en términos de velocidad, esa gigantesca nave no es
capaz de igualar la pequeña nave de Lexa.

Salto de vuelta a la cabina al tiempo que Lexa oprime un


botón que proyecta una imagen holográfica de Adam en una
esquina del parabrisas. Está parado en la elevada plataforma
de mando de la nave, y con nada más que vacío detrás de él.
Se ve pequeño y fuera de lugar. Estoy esperando que
pregunte si hemos recibido alguna respuesta de Patience
Creek. Sin embargo, tan pronto como Adam me ve, empieza
a presionar botones en la consola que tiene al frente.

—Chicos, voy a enviarles una transmisión, —dice Adam


en tono grave, y en un apuro. —Esto está siendo
transmitido en vivo ahora mismo.
—¿De qué estás hablando? —pregunto, confundida. Solo
no registro la idea de que pudiera haber algo mucho más
urgente que ir a donde nos dirigimos.

—Cada una de las naves en la flota está recibiendo esto,


—dice Adam. —y por lo que puedo decir, él ha hackeado
cada uno de los satélites que aún se encuentran activos para
transmitir a los canales de noticias restantes también.

—¿Quién…?

Antes de poder terminar mi pregunta, Adam pasa a un


lado de la pantalla. La nueva imagen me corta la respiración,
y tengo que sentarme en el brazo del asiento de Lexa.

Es Setrákus Ra. Vivo y completamente bien.

—¿Acaso no he sido paciente? —pregunta, sus oscuros


ojos mirando directamente a la cámara.

La toma de Setrákus Ra es del pecho hacia arriba. Está


sentado en un ornamentado asiento que puede describirse
mejor como un trono. A sus espaldas, puedo ver la pared de
piedra de una caverna. Lleva puesta una camisa roja como la
sangre, botones abiertos más abajo de la mitad de su
esternón. Es un estilo ridículo, pero también es un mensaje.
Un mensaje para mí.

No hay cicatriz en su pecho. Ninguna marca. Nada.

—Mis naves permanecen suspendidas sobre sus ciudades


más importantes en el mundo. Ya debería estar claro que su
planeta está acabado. Y aun así, se siguen resistiendo…

El tono de Setrákus Ra es uniforme y condescendiente.


Marina, Eli y Nueve se agrupan detrás de mí mientras él
prosigue.

—¿Se hizo cirugía plástica o algo? —pregunta Nueve. —


¿Qué le paso a su cara?

Miro más de cerca. Los rasgos de Setrákus Ra continúan


tan marcados como siempre, su cabeza sigue rapada, la
cicatriz purpura en su cuello todavía hinchada. Piel pálida,
ojos oscuros, y aun así… Luce menos demacrado que la
última vez que lo vi.

Ya no luce tan viejo o ni cercano a monstruoso. Luce


mucho más como la versión joven de Setrákus Ra que todos
vimos en la visión de Eli.

—Él puede cambiar de forma, ¿no? —pregunta Marina.


—No, —responde Eli. —El cetro que usaba para hacerlo
quedó destruido en Nueva York. Esto… esto es algo más.

—Lorien, —digo. —Tiene que ser por la energía


Loriense que robó.

—Le di a la humanidad un ultimátum, —continua


Setrákus Ra. —Rendirse incondicionalmente y entregarme
aquellos humanos infectados con legados. Únicamente los
sabios líderes de Rusia vieron la sabiduría en mis palabras.
Solo ellos entendieron que estos legados que ahora afectan la
humanidad son un mal, algo contagiado por una especie
alienígena que fue extinguida por su propio exceso de
orgullo y confianza. Son una enfermedad que únicamente yo
puedo curar.

—Yo no soy un maldito alien extinto, —gruñe Nueve.

Setrákus Ra pone una mano sobre su pecho, como si


estuviese sintiendo alguna emoción. —Yo entiendo lo difícil
que pueden ser los cambios de paradigmas. Entiendo que
reconocer la sumisión de la humanidad es problemático para
los no iluminados. Yo no soy un monstruo. No deseo ver
sus ciudades arrasadas, derramar sangre innecesariamente, y
por lo tanto permití que la fecha límite que establecí
caducara. Le di tiempo a la humanidad para entrar en razón.
Les mostré misericordia.

Setrákus Ra se inclina hacia la cámara, e instintivamente


retrocedo de la pantalla.

—No más, —dice él, su tono voz repentinamente frío.


—Esta transmisión está siendo enviada simultáneamente a
todos los capitanes de mi flota. Mis leales seguidores, la
humanidad se ha rehusado a aceptar el Progreso
Mogadoriano. Debemos enseñarles el camino. Los
guiaremos hacia la iluminación a través del fuego y la sangre.

Marina se cubre la boca con ambas manos. Eli mira como


puñal a la pantalla. Lexa se enfoca en pilotar, llevando los
motores de la nave más allá de sus límites. Nueve aprieta los
puños, sus nudillos crujiendo. Yo miro fijamente el punto
donde herí a Setrákus Ra en el pecho, donde casi lo maté.
No lo suficiente. Nada fue lo suficientemente bueno.

Setrákus Ra respira profundamente y grita. —¡Todas las


naves! ¡Abran fuego!
CINCO VUELA HACIA NOSOTROS A TODA
VELOCIDAD. El sostiene su pistola de rayos con él, sin
molestarse en disparar. Golpea la línea de guerreros Mog
como un torbellino, derrumbando sus cráneos con el mango
de su arma. A medida que desintegra a un Mog, agarra una
segunda pistola de la mano que se desintegra del Mog.
Cuando uno de los guerreros intenta saltar sobre su espalda,
Cinco lanza un codazo feroz, su caparazón metálico causa
un resonante crujido. Empuja a un Mog atrás con su
telequinesis, le hace rebotar contra la pared, y luego le da
cabezazos contra el suelo.

Nunca he estado tan feliz de ver Cinco.

—¡Traidor! El Amado Líder te dio todo! —Phiri Dun-Ra


le grita a Cinco. Ella desata una bola de fuego hacia su
dirección. Cinco regatea a un lado — su bata de baño se
incendia — pero el calor no daña su piel metálica.

—¡No me diste nada! —Cinco grita y arroja una de sus


pistolas de un extremo a otro a Phiri. Golpea a la derecha
entre los ojos y la deja noqueada en sus pies. La sangre
oscura cubre su cara, su nariz está rota.

Si yo fuera Phiri Dun-Ra, habría agarrado la pistola con


mi telequinesis, sin ningún problema. Me doy cuenta de que
sólo porque Phiri es capaz de robar mis legados, no quiere
decir que sabe cómo usarlos. Ella está atacando con un
legado a la vez, tratando de hacer el mayor daño sin hacer
nada para defenderse.

Me da una abertura.

Con Phiri aturdida, envuelvo mis manos alrededor del


nudo de la soga y tiro de esta fuera de su alcance. Lo saco de
mi cabeza antes de que cualquiera de sus compinches me
pueda detener. La mayoría está demasiado distraídos con
Cinco de todos modos.
Ahora sólo debo sacar sus tentáculos que me perforan de
mi espalda.

Phiri empuja hacia arriba sus codos, sacudiéndose del


golpe de Cinco. Me lanzo hacia adelante desde las rodillas y
conduzco mi antebrazo derecho a su garganta, tratando de
derrumbar su tráquea.

Ella gorgojea una vez y luego reacciona. Siento una


sensación de desgarro en la espalda ya que los tentáculos de
Phiri me levantan de ella. Me vuelcan y me envían
directamente hacia arriba, de cara contra el techo y luego de
vuelta al suelo.

Estoy aturdido, el viento golpea fuera de mí, un diente


flojo en mi boca. Todavía estoy enganchado a Phiri Dun-Ra.
Puedo escuchar su tos, así como el sonido sordo de Cinco
apaleando para hacerse camino a través de un escuadrón de
nacidos en tanque.

Cuando mis ojos finalmente se concentran, veo que el


Mog delgado se acerca a los límites de la batalla. Ahueca sus
manos delante de su boca y exhala otra nube de esas
esporas que utilizó para el control de la mente de Mark y los
soldados. En la oscuridad del pasillo, la única luz que brilla
es la bata de Cinco ardiendo, las esporas parecen una nube
de arañas.

—Cinco! —Me las arreglo para gritar, saboreando algo de


mi sangre. —¡Cuidado! No respires aquello!

Cinco golpea uno de los últimos nacidos en tanque en el


suelo justo cuando termino mi advertencia. Gira la cabeza,
confundido, y ve las esporas que van hacia él. Su pecho se
hincha mientras trata de contener la respiración, pero ya
están todas sobre su boca y su nariz. Se mueven con una
mente propia, forzando su camino hasta su nariz y por sus
labios.

No. Si controla la mente de Cinco, todo se habrá perdido.


Nadie va a sobrevivir en este lugar.
Trato adelantar al Mog delgado, pero los tentáculos de
Phiri todavía están cavados en mi espalda. Estoy demasiado
débil.

Las venas negras reveladoras ya se están extendiendo por


la cara de Cinco. Su agarre se afloja en su pistola, y su piel
vuelve a la normalidad. Su espalda se arquea mientras la bata
quemándose entra en contacto con la piel normal.

—Sí…, —el Mog delgado manda. —No luches contra él.

Cinco le da una mirada asesina al Mog delgado. Él está


congelado en su lugar, sin embargo, sus músculos están
temblando, fuera de su control.

—Oye.

El Mog delgado se las arregla para dar media vuelta al


sonido de la voz. Sam, después de haber deslizado fuera de
una de las celdas cercanas, aprieta el gatillo de un cañon en
quemarropa. El disparo se estrella en la parte posterior de la
cabeza del delgado Mog limpiamente. El pasillo de repente
se llena de las esporas, como un estallido de piñata. Es como
si toda la cabeza del Mog delgado estuviera llena con
crecimientos mohosos, las cosas ahora están flotando
inofensivamente en el piso, donde se marchitan y se
convierten en cenizas.

Confundido, Cinco estornuda y escupe, sacudiéndose el


apoderamiento del Mog delgado.

—John, —comienza a decir Sam, pero luego sus ojos se


ensanchan, y se sumerge de nuevo en la celda, justo por
delante de una pieza irregular de hielo de color oscuro.

Phiri Dun-Ra está de nuevo de pie. Ella me tambalea


hacia ella usando sus tentáculos. Con la mayor parte de sus
refuerzos muertos, sus ojos son de repente salvajes y
desesperados.

—Extracción! —grita en un auricular. —Necesito una


extracción!
Cinco aprieta el piso sobre ella, agarrándola por el cuello
con las dos manos. Su piel es moteada blanco y negro como
las baldosas del suelo. Phiri deja una gota de fuego suelta en
la cara de cinco, pero sólo se chamusca su caparazón y lo
hace enojar más. Sus manos se aprietan alrededor de su
cuello.

Es un alivio cuando uno de los tentáculos de Phiri se


desliza fuera de mi espalda. Esa sensación no dura mucho
tiempo.

Phiri azota su apéndice aceitoso alrededor del cuello de


Cinco y lo levanta del suelo de modo que sus pies ya no
tocan el suelo de baldosas. Su piel pierde su capa endurecida
(ahora está de vuelta a la normalidad) y Phiri es capaz de
exprimir su garganta cerrada con su tentáculo.

Ahora es Cinco quien respira con mucha dificultad.

—Vamos a ver lo que tienes para mí, muchacho, —dice


Phiri. El extremo afilado de sus tentáculos abofetea la cara
de Cinco, buscando el espacio del ojo vacío. Va a unirse a
Cinco como se ha unido a mí.

Eso es cuando veo la hoja de Cinco abandonada en el


suelo. Uno de los Mogs convirtiéndose en cenizas debió
haberlo llevado cerca.

—Cinco!, —grito, tratando de llamar su atención ya que


comienza a ponerse azul. Estiro mi pierna todo lo que puedo
y pateo la hoja hacia él. Espero que pueda escucharla
deslizándose por el suelo.

Antes de Phiri pueda conectarse con Cinco, este utiliza su


telequinesis para tomar su espada y atar la correa a su brazo.
Es tan natural, me da la sensación de que no es la primera
vez que Cinco práctica ese movimiento. Y lo que viene
después... bueno, sé que Cinco tiene experiencia en esta
área...

Con alegría maníaca, Cinco apuñala a Phiri Dun-Ra. Él


corta a lo lejos al tentáculo alrededor de su cuello hasta que
sea nada más que pulpa y que sea capaz de dejarlo caer al
suelo. Su piel adquiere una textura endurecida de nuevo,
justo a tiempo para absorber un estallido desesperado del
fuego de Phiri. Sin inmutarse, Cinco va directo a la masa de
lodo pegada a su hombro, mutilando hasta que los
tentáculos caigan al suelo y se conviertan en cenizas. Phiri
grita de frustración, así como su apéndice enfermo ha vuelto
a crecer. Cada vez que lo hace, Cinco parece más contento
de tener otra oportunidad de acuchillar lo que ve. Casi me
había olvidado lo sádico que es.

—¡Sólo mátala, Cinco! —le grito, retrocediendo por el


suelo y haciendo una mueca cuando noto el tamaño del
rastro de sangre que dejo atrás.

—No me apresures, —gruñe.

El Mog sombra surge de la oscuridad detrás de Phiri


Dun-Ra. Esta debe ser la extracción estaba pidiendo a gritos
hace unos segundos. El envuelve sus brazos alrededor de la
cintura de Phiri y da un tirón hacia atrás, las sombras como
el líquido alrededor de ellos, tragándoselos.
Excepto que Cinco no la suelta. Entierra su espada en el
hombro de Phiri y se lanza ahora a través de las sombras tras
ellos. La tele transportación es totalmente silenciosa. Un
segundo están aquí y el siguiente el pasillo está
completamente quieto. Dondequiera que al Mog sombra
llevó a Phiri, llevo Cinco con ellos.

—John!

Sam cae de rodillas en el suelo junto a mí. Puedo decir


por la mirada en su cara que soy un desastre. Hay heridas
punzantes en mi costado y en mi espalda, huesos rotos en mi
brazo y heridas profundas alrededor de mi cuello. Todo está
pegajoso con mi sangre.

—Estoy… Estoy bien, —le digo.

—Mierda, no, definitivamente no lo estás, —responde.


—¿Lo puedes curar?

—Me estoy curando, —le digo.

Sam me mira hacia abajo. —No. Estás sangrando.


—Esto… va a ser lento.

Ahora que estoy separado de Phiri Dun-Ra, siento mis


legados regresando poco a poco. Con un poco de esfuerzo,
levanto mi brazo y examino la herida punzante debajo de él.
El aceite negro se está filtrando lentamente fuera de mí,
expulsado por mi legado en su lucha por unir mi cuerpo.
Una vez todo esto esté fuera de mi sistema, espero que mis
poderes estén totalmente cargados. Sólo será cuestión de que
yo tenga la fuerza para usarlos.

Sam se rompe un trozo de su camiseta y lo sujeta a mi


cuello.

—Este corte no se cierra ni un poco, —dice.

—No, —le digo. Débilmente sostengo la soga. —Usaron


ese nudo corredizo en mí. Como Pittacus la utilizo en
Setrákus Ra.

—Oh hombre, vas a tener una cicatriz, —murmura Sam,


moviendo la cabeza.
Hay movimiento en el techo. Veo al Mog sombra justo a
tiempo. El cae de la oscuridad con los pies por delante, un
cañón nos apunta. Viene a acabar con nosotros.

Empujo a Sam fuera de mí y ruedo sobre mi espalda. La


explosión quema a la pared entre nosotros. Sam reacciona
rápidamente, consiguiendo su pistola empezando a
devolver el fuego. El Mog cae directamente hacia abajo, en
otra mancha de sombras en el suelo, y desaparece a través de
ellos.

—Manten la cabeza cubierta, —advierto mientras me


siento, agarrando la soga.

El Mog sombra sale de una de las celdas oscuras detrás de


mí. No giro a tiempo, pero Sam usa su telequinesis para
golpear la pistola del Mog a un lado. Su último disparo
chisporrotea en el suelo junto a mí. Con un gruñido
frustrado, nuestro enemigo otra vez se zambulle hacia algo
de oscuridad.

Arrojo la soga hacia él.


No es mi idea más brillante. Sin mi telequinesis, no hay
manera de hacer aquel tiro. Por suerte, Sam se da cuenta
rápidamente y usa su propia telequinesis para dirigir mi lazo
improvisado. Conseguimos pasar la soga alrededor de la
cabeza del Mog sombra antes de que desaparezca, y tiro
hacia atrás con las pocas fuerzas que me queda.

Estoy esperando para cortar su cabeza limpiamente, pero


no hubo suerte. El Mog sombra se detiene a mitad de la tele
transportación, sumergido en la sombra hasta la cintura, y
agarras la soga. Es una guerra de fuerza, y él está ganando. El
nudo corredizo, manchado de sangre, empieza a deslizarse a
través de mis manos.

—Detrás de ti! —grita Sam.

Me las arreglo para dar una mirada por encima del


hombro. Las piernas del Mog sombra están a nueve metros
bajando por el pasillo. Sólo va a seguir tele transportarse a
través de la oscuridad hasta que nos desgastemos. La cuerda
se desliza un poco más de mis manos.
—Luces! —Sam grita.

Al mismo tiempo, todas las luces del pasillo se encienden


de nuevo más brillantes que nunca. No hay más sombras.

El Mog deja escapar un suspiro. Su torso se desploma en


el suelo delante de nosotros, y sus piernas caen detrás de
nosotros. Ha sido cortado en una perfecta línea recta a
través de la cintura. Tiro de la soga a través de su cuello con
poca resistencia —comienza ya a desintegrarse.

—Bien hecho, —le digo a Sam mientras se arrodilla a mi


lado.

—Ese chico realmente me estaba molestando, —otra vez


preocupándose excesivamente por el corte en mi cuello. —
Amigo, esto va a necesitar puntos de sutura.

Le pongo mi mano encima mientras él me aplica presión


en la herida. —Sam, ¿dónde está tu papá…?

—Él está bien! Quiero decir, la última vez que lo vi. No


había salida, así que él y los otros científicos se escondieron
en la antigua biblioteca. Las quimaeras fueron mantenerlos
seguros. Él tiene mis dispositivos de camuflaje caseros. Me
escapé a, uh, para soltar a nuestro psicópata-arma secreta
antes de que papá me pudiera parar. —Sam respira y mira
alrededor. — ¿Dónde está Mark?

Comprimo mis labios y sacudo mi cabeza. Sam aparta la


mirada.

—Malditos, —dice silenciosamente. —Malditos por toda


esta mierda.

Los dos quedamos cayados al escuchar el sonido de los


disparos desde un pasillo contiguo. Los disparos son
cortados por un rugido de animal, gritos desesperados
inmediatamente después. Eso tiene ser gigante, el aumentado
deformado que vi arriba, el Piken- Mog. Está cerca.

Sam me mira. —¿Puedes luchar?

Hago una mueca y me las arreglo para crear una bola de


fuego débil con mi Lumen. Tan pronto como lo hago, mi
legado de curación deja de funcionar y mi torso es pura
dolor. Extingo la llama y me concentro en curarme,
sacudiendo mi cabeza a Sam.

—Todavía no, —digo.

—Entonces mejor nos movemos, —responde. —A


menos que quieras probar el truco del lazo de nuevo.

—No, gracias, —digo. —Esto no puede tele


transportarse. Derriba paredes.

Sam coloca sus brazos debajo de mí y suavemente me


ayuda a ponerme de pie. Pongo mi brazo bueno sobre sus
hombros, el otro apretado contra mi estómago, y avanzamos
rápidamente por el pasillo. Sam tiene un brazo alrededor de
mi cintura, y el otro está apuntando con una pistola en línea
recta. Detrás de nosotros, los pasos pesados y gruñidos del
Piken- Mog hacen eco, escuchándose poco a poco más
distantes.
— ¿Sabes lo que pensé el primer día cuando te conocí en
la escuela?— Sam me pregunta, en voz baja, respirando con
dificultad.

Alzo una ceja ante la pregunta. —Uh no. ¿Qué?

— Pensé, aquí hay un tipo que me va hacer que lo lleve a


mitad de camino a través de la ciudad de Nueva York y,
posteriormente, a través de una base militar subterránea ultra
secreta mientras que sangra por todo el lugar. Espero que
podamos ser mejores amigos.

Realmente me río de esto, aunque haga daño a mis


costillas perforadas. —Te has vuelto muy bueno en eso, —le
digo.

—Sí, gracias, —contesta Sam con una sonrisa seria.

Bordeamos alrededor de una esquina, y un disparo


suena. Siento que la bala zumba justo por delante de mi
mejilla.
—Alto el fuego! —grita la agente Walker. —Maldita sea,
son nuestros!

La agente Walker está de pie con un fusil de asalto listo,


con la cara manchada de ceniza, con una quemadura de
pistola de aspecto repugnante en una de sus piernas. Delante
de ella, uno de ellos todavía apunta una pistola en nuestra
dirección, son los gemelos, Caleb y Christian. El que tenía
los ojos apagados, fue quien no disparo. Caleb le da un
puñetazo en el brazo para conseguir que baje por fin su
arma.

—Lo siento, —dice Caleb, apuntando con la cabeza hacia


la pistola de Sam. —Vimos la pistola volteando la esquina
y…

—No se preocupe, —dice Sam. —He estado recibiendo


disparos durante un largo tiempo.

—Dios mío, si tú estás aquí, ¿cómo es que estamos


perdiendo?
Ese comentario, dirigido hacia mí, viene del General
Lawson. Él está encajonado entre Walker y los gemelos,
como si fueran sus guardaespaldas. —Ha abandonado por
completo su actuación de abuelo imperturbable. Lawson se
ve como mierda. Su uniforme está desgarrado y manchado
de sangre, tiene una herida abierta sobre la ceja y se ve unos
diez años mayor de lo que recuerdo.

—Consiguieron que cayera, —le dije con los dientes


apretados. —Estoy fuera de combate por el momento.

—Consiguieron todos cayéramos, —dice Walker mirando


en dirección de Lawson. Ella se acerca a mi lado y ayuda a
Sam a mantener a mi peso. —Te… vas a curar, ¿verdad?

En gran parte, —contesto. Las perforaciones recién están


empezando a cerrar, residuos de aceite negro se expulsan de
estos.

—¿Hay algún lugar seguro?, —pregunta Sam.


—Hemos intentado romper sus filas en el garaje, —dice
Lawson, oscureciendo su expresión. —Se sufrieron grandes
pérdidas, mientras que no paraban de traer refuerzos. Tienen
un teletransportador.

—No más, —dice Sam.

—¿Sabía usted acerca de eso? —Lawson pregunta,


mirándome. — ¿Que tienen legados?

—Esos no son los legados. Son copias enfermas.


Aumentos, —digo. —Pero no, son algo nuevo.

—Se robaron eso de ti, —dice Lawson, sumando dos y


dos. —Esto es de lo que nos hablaba en la reunión el otro
día.

—Debemos seguir avanzando, —dice Walker.

Lawson niega con la cabeza, sin dejar de mirarme. —No


estaba plenamente informado de cuán jodidos estamos.
—Estábamos doblando hacia los ascensores, —Walker
dice, retomando. —Esperábamos que hubiera menos
resistencia.

—Podría ser, —digo. —Cinco sólo inhabilito el


escuadrón que vino conmigo. No estoy seguro cuantos más
hay, pero...

Todos podemos escuchamos al mismo tiempo. Fuertes


pisadas que vibran por el pasillo. Demasiado cerca.

—Hay uno grande, —les digo. —Está cazando. Esta…

—Desgarrando a la gente, dice Lawson. —Hemos visto


los cuerpos.

Sam mira a Christian. —Probablemente escuchó tu


disparo.

Seguimos adelante, apresurándonos a través de un pasillo,


zigzagueando por otro. Sin embargo, el Piken-Mog tiene
nuestro olor. Puedo oírlo detrás de nosotros, cada vez más
cerca, gimiendo con entusiasmo.
Me doy cuenta de que yo soy yo quien nos enlentece.
Doy un vistazo por encima del hombro y veo su sombra
gigantesca moviéndose por el pasillo que acabamos de dejar.

—Vayan, —les digo a los demás. —Lleguen al ascensor.


Voy retenerlo.

No tengo ni idea cómo voy a hacer esto, pero ellos no


tienen que saberlo.

—John, no seas estúpido, —dice Sam. Me arrastra por el


camino, y me siento impotente al no poder detenerlo.

—Eres un niño valiente, —refunfuña Lawson. —Pero


usted es nuestro mayor activo. Si vamos a salir de esto, lo
vamos a necesitar.

El Piken-Mog aparece a aproximadamente cuarenta y


cinco metros por el pasillo. Ruge, emocionado porque
finalmente nos tienen en la mira. La cosa, apenas más que un
animal, golpea sus puños gruesos contra la carne que tiene
cicatrices de sus abultados pectorales.
Lawson se gira hacia Caleb y Christian. —Estén alertas.

Los gemelos asienten a la misma vez. Christian


inmediatamente da la vuelta y comienza a caminar derecho
hacia el Piken-Mog.

—¡Alto! —le grito, luego miro directamente a Lawson—


¿Estás loco? No puedes simplemente enviarlo a morir!

Al principio, el Piken-Mog parece confundido por todo


esto, algún resto de su cerebro nacido natural registra que
este solitario humano debe estar loco. Pero entonces, con
una línea de baba colgando desde su mandíbula, el Piken-
Mog va a la carga, dirigiéndose hacia Christian.

—Está bien, —interrumpe Caleb. —Mira.

Por supuesto que veo. No pudiera apartar la mirada si


quisiera, incluso mientras regresáramos por el pasillo.
Christian descarga su pistola en el Piken-Mog, pero las balas
son absorbidas o desviada por su gruesa piel.
Lawson hace una mueca. —Esperaba que las balas
hicieran el trabajo

—Ese es su plan? —Sam grita, con los ojos abiertos.

El Mog tamaño gorila alcanza a Christian en segundos y


aplasta con su mano la cabeza del niño. Le levanta y le
aplasta primero contra la pared, luego contra el suelo.
Christian no hace ruido. Hasta sigue disparando.

Y luego, después de un golpe particularmente asqueroso


contra el suelo, Christian se evapora en un estallido de
energía azul. El Piken-Mog se ve aturdido.

—¿Qué cara… —Sam exclama.

A mi lado, Caleb comienza a brillar. Todo su cuerpo


comienza a vibrar, desdibujándose, dividiéndose aparte.

Un segundo más tarde, hay dos más de él. Dos nuevas


dos versiones de Caleb. Sus ojos parpadean, para orientarse,
y luego miran al original. Caleb asiente con la cabeza hacia el
Piken-Mog, y saltan a la batalla sin esperanza.
Él nunca tuvo un hermano gemelo. Es un legado. Puede
duplicarse a sí mismo.

—Dos a la vez, —dice Lawson. —Cada vez mejor, hijo.

—Gracias, —Caleb contesta ya que nos retiramos. Parece


un poco tambaleante. Detrás de nosotros, escucho la paliza
del Piken-Mog a estos nuevos gemelos. Un vistazo sobre mi
hombro revela que están jugando mejor que Christian,
usando el golpear y correr para distraer a la bestia. Ellos no
van a durar mucho tiempo, pero al menos deberían
detenerlo un tiempo.

—Tengo preguntas para ti, —le digo a Caleb.

—Me imaginé que las tendrías, —dice, sin mirarme a los


ojos.

—Pero todos ellas pueden esperar, excepto una, —


continúo. — ¿Cuántas copias puedes crear?

—No las suficientes —responde, tragando saliva. —Es


difícil. Estoy... Yo sólo estoy aprendiendo.
—Esa bestia está recibiendo las balas como si fueran
mosquitos, —añade Sam. —Tenemos que perder a esta cosa
hasta que uno de nosotros, uh, hasta que uno de nosotros
con todos los legados pueda acabarlo.

Me echo un vistazo a mí mismo, mirando a mis heridas.


Más de cerca ahora. Puedo sentir mi poder regresar
lentamente. También me siento mareado a causa de toda la
sangre perdida.

Nuestro grupo toma algunas curvas por los pasillos


subterráneos sinuosos. Creo que hemos doblado hacia atrás
en este puntos. Pasamos cuerpos, lugares donde las batallas
tuvieron lugar, pero nadie está vivo. Hay una gran
probabilidad de que seamos los únicos que quedan.

Muy pronto, oímos los pasos retumbantes de nuevo. Los


gruñidos, el arrastre de nudillos.

—El bastardo no se rinde —dice Lawson.


Trato de encender mi Lumen como una prueba, pero otra
vez mi cuerpo está en agonía. Cada centímetro de mí tiene
que estar dedicado a mi curación en este momento.

Nos dirigimos otra esquina y… —Mierda!

Una línea de Mogs nacidos en tanque con sus pistolas


apuntan a nuestra dirección bloquean todo el pasillo. Walker,
aún en uno de mis brazos, me empuja con fuerza hacia un
lado y trae su rifle. Mientras caigo hacia el suelo, golpeando a
Sam conmigo, la agente pulveriza a toda la línea de Mogs.
Trozos de ellos rebota a través del pasillo.

Los Mogs están congelados en piedra.

—¿Qué demonios?, —dice Walker.

—Realmente salvaste nuestras vida, —dice Sam.

—Cállate, Goode.

Miro alrededor. —Daniela estaba aquí, si…

Un rugido desde detrás de nosotros. El Piken-Mog


nuevamente está a la vista.
—Por aquí! —Caleb grita, ya ayudando a Lawson a
colocar dos Mogadorianos de piedra. —Estos, al menos, le
deben reducir la velocidad.

No estoy tan seguro de eso. El Piken-Mog está cargando


duro, sus hombros abajo... Va a atravesar a través de
nosotros y los Mogs de piedra. Es ahora o nunca. Al diablo
el dolor. Comienzo a construir una bola de fuego en mis
manos, aunque el hacerlo hace que todo mi cuerpo agonice.

—¡Al suelo! —alguien grita.

Agacho la cabeza justo cuando un rayo de plata de


energía sale desde detrás de las estatuas Mog y le da al Piken-
Mog. Se extiende a través de su cuerpo de forma masiva,
lentamente envolviéndolo en un revestimiento de piedra. Se
congela a unos nueve metros de nosotros, los puños en altos
en el aire, con la boca abierta en un grito sediento de sangre.

Después de usar su mirada petrificadora, Daniela se frota


las sienes como si tuviera un dolor de cabeza. Viéndonos a
mí y Sam, ladea su cadera y levanta una ceja.
—¿Es este, así como, mi rol como oficial con ustedes?
Convertidor de monstruos en piedra y salvadora de culos?
Porque... —Daniela se calma después de ver cómo me
encuentro.

—Maldición, hombre.

—Sí, gracias por la ayuda, —digo, apretando su hombro


mientras escalo a través de su pared de estatuas. Daniela está
raspada como todos, pero en general luce en muy buena
forma. Hay Mogs de piedra por todas partes en este pasillo.
Ella ha estado usando a su legado.

—Oy, lo hizo, —señala Nigel. Él y Ran están


acurrucados entre algunos las estatuas de los Mogs,
utilizándolos como un escondite. El chico británico esta
pálido, las heridas que sufrió contra Phiri Dun-Ra todavía
sangran.

Asiento con la cabeza, sintiéndome culpable, porque los


defraudé. Demasiada muerte aquí. Demasiada destrucción.
—Vamos, —digo. —Vamonos fuera de aquí.

Patience Creek ha quedado en silencio. Sin nada


persiguiéndonos o disparando contra nosotros, nuestro
grupo heterogéneo toma al ascensor sin ningún problema.
Aún funciona, aunque tenemos que dedicar algún tiempo a
despejar un par de cuerpos. Hay un montón de ellos. Y no
los suficientes supervivientes.

Nos dirigimos al nivel más inferior primero y nos


encontramos con Malcolm, junto con algunos científicos, al
Agente Noto y las cinco quimaeras. Todos los animales lo
lograron a través de la batalla con nada peor que alguna piel
chamuscada y, en el caso del Bandit, una cola destrozada.
Todo el mundo, los seres humanos y Chimareas por igual,
nos vemos francamente agotados.

Después de eso, empezamos a buscar en los otros pisos.


No encontramos nada más que muerte, hasta llegar al nivel
más alto, aquel en el que Lawson hasta entonces mantenida
en su centro de control. Allí, nos atrae el sonido de
televisores sintonizados lo que suenan como una docena de
noticieros aterrorizados.

Cinco se encuentra en la oficina de Lawson, de espaldas a


la puerta, viendo las noticias en el muro de pantallas.
Extiende su espada cuando nos oye llegar, pero rápidamente
la enfunda una vez que se da cuenta de que no somos Mogs.

—Ella se escapó, —simplemente dice Cinco, sonando


frustrado. —Tenían un área algunas millas al sur de aquí en
el bosque. Se fueron cuando se dieron cuenta de que la
marea estaba cambiando. Sé cómo funcionan. Van a estar
arriba pronto con refuerzos.

Sam y yo entramos en la habitación con cautela mientras


Cinco habla, el resto de nuestro grupo espera afuera. Cinco
lleva un conjunto de trajes que él encontró ahí en Patience
Creek o despojo de un soldado muerto. Supongo que esto
último es lo más probable teniendo en cuenta las
salpicaduras de sangre en el camuflaje.
—¿Vas a tratar encerrarme de nuevo? —Cinco pregunta,
mirándome por encima del hombro.

—No, —le contesto.

—Bien.

Sam y yo nos paramos junto a Cinco, los tres miramos a


los monitores. El bombardeo Mogadoriano ha comenzado.
Estamos viendo imágenes de al menos diez ciudades
diferentes, todos ellas borrándose lentamente por el fuego de
las naves de guerra. Mis ojos saltan de catástrofe en
catástrofe, finalmente miro el Arco del Triunfo, ya que se
desmorona por el centro, sus dos pilares que se rompen y
cae uno contra el otro.

—Este planeta es pan tostado, —dice Cinco.

Sam no le hace caso y me mira. —¿Y ahora qué, John? —

—Lanzamos todo lo que tenemos contra ellos,— digo


inmediatamente, mirando en dirección de Cinco. —Todo. Y
terminamos esta guerra, o morimos intentándolo.
NO TENEMOS TIEMPO PARA LLORAR A
NUESTROS MUERTOS. A nuestros amigos, y a los que
apenas tuvimos la oportunidad de conocer. No tenemos
tiempo para lidiar con cuántas vidas se perdieron, o la
responsabilidad que tenemos por ello.

Es probablemente lo mejor.

En el momento que Lexa aterriza la nave afuera del


Patience Creek, la masacre ha terminado. Llegamos justo a
tiempo para ayudar a los sobrevivientes a escapar. No
queremos estar aquí cuando los mogs envíen refuerzos. Hay
otros campos de batalla que necesitan de nuestra atención.

Volamos en la noche, dejando la extraña cabina y sus


túneles secretos atrás.
Las noticias corren por todas las partes del mundo.
Algunas ciudades ya han caído como resultado de que las
naves de guerra abrieran fuego. Otras se mantienen fuertes,
luchando en un juego prolongado del gato y el ratón contra
las tropas terrestres de los mogs, manteniéndose un paso por
delante de los bombardeos de las naves de guerra. Algunos
ejércitos se han retirado, a la espera de poder lanzar un
contraataque.

Están esperando nuestra ayuda.

—Un asalto coordinado utilizando la tecnología de


camuflaje que nos han proporcionado, —dice Lawson, una
vez más, repasando los detalles. Su teléfono vía satélite ha
zumbado sin parar desde que lo recogimos él y a los otros.
—Todos nuestros aliados (Inglaterra, China, Alemania, La
India, y todos los países con alguna capacidad militar)
contraatacaran al mismo tiempo, antes de que los
extraterrestres hostiles se den cuenta de que hemos
atravesado sus escudos. Lanzaremos todo lo que tenemos
contra ellos, mientras aún tenemos el elemento sorpresa. —

—Y mientras eso sucede, nosotros llegamos a Virginia


Occidental, —John dice. —Acabamos con Setrákus Ra y
destruimos lo que sea que construyo allí.

John se ve terrible. Las heridas que sufrió a manos de


Phiri Dun-Ra han sanado a excepción de los cortes de su
cuello, pero su palidez sigue siendo dramática, las bolsas bajo
sus ojos ahora son de un color morado oscuro. Con todos
nosotros amontonados en esta pequeña nave, John es una de
las pocas personas que se sienta. Parece que lo necesita.
Mientras que él habla sobre el plan con Lawson, Marina cose
el más profundo de los cortes en su cuello. Él se estremece
un par de veces. Nosotros no pensamos en traer a uno de
los médicos del ejército sobrevivientes a bordo con
nosotros. Ha pasado un tiempo desde que no somos capaces
de simplemente curar una lesión.
—Ya sabes… —Lawson dice pensativo, mirando a Sam.
—Si este joven puede hablar con las máquinas, debe ser
capaz de comunicarse con las naves de guerra del enemigo.
Lo podríamos utilizar para derribar sus escudos.

Los ojos de Sam se ensanchan por una fracción de


segundo. —Yo… tendría que estar muy cerca, —dice,
tratando de ser útil. —Y no estoy seguro de cuánto tiempo
dura exactamente…

—Ni como el demonio vas a usarlo, —digo,


interrumpiendo. —Sam es el único que ha sido capaz de
copiar la señal, y ¿estás hablando de mandarlo a volar
dentro de veinte diferentes zonas de guerra para que pueda
gritarles a sus naves? ¿Qué no ha hecho suficiente ya?

Lawson me mira con una ceja levantada. —Eso era sólo


una idea. Es cierto que el riesgo parece mayor que la
recompensa.

—Nos apegaremos con el plan original, —dice John. Sam


me da una mirada de alivio. Sigo mirando a Lawson.
—Si esto no funciona…, —comienza Lawson.

—Funcionara, —John insiste.

—Si no funciona, no puedo hablar por todos los países


del mundo, pero la posición de los Estados Unidos es que si
el enemigo es invencible, nos centraremos en salvar vidas.

—Estás hablando de rendición, —digo.

Los labios de Lawson forman una línea apretada. —Ya


no habrá más pérdidas —responde. —Viviremos para luchar
otro día. Conservar el mayor número de vidas posibles.

John y yo intercambiamos una mirada. Si nuestro


contraataque falla, es probable que no estemos vivos para
ver lo que sigue a continuación de todos modos. Así que lo
que Lawson haga en ese futuro sombrío no importara
mucho.

—Haga lo que tenga que hacer, —dice John.

Dejamos a Lawson en un campo abierto a las afueras de


Pittsburgh. Hay un convoy militar esperándolo, son los
remplazos para los escuadrones que murieron en el Patience
Creek. Los faros de los todoterrenos son la única
iluminación que hay aquí. Una brisa fresca sopla a través del
campo, meciendo la maleza. Nuestro grupo (lorienses, garde
humana, amigos, sobrevivientes) sale de la nave de Lexa.
Poco a poco, los humanos comienzan a dirigirse hacia el
convoy, los científicos y el puñado de soldados
sobrevivientes cojean. Adondequiera que vayan,
seguramente va a ser más seguro que quedarse con nosotros.

—Tengo equipos esperando junto a las coordenadas que


me diste, protegiendo esas rocas exóticas suyas, —dice
Lawson. —Están esperando por ti. Una vez que estén listos,
iniciaremos nuestro ataque.

—Estamos en eso, —John responde.

—¿Cómo planean exactamente los ejércitos de la Tierra


acabar con las naves de guerra? —pregunto, la curiosidad
consigue sacar lo mejor de mí.
—Cada país es un poco diferente, —Lawson responde
con gravedad. —Por lo que he oído, China y algunos otros
están planeando atacar con energía nuclear. La mayoría de la
Unión Europea no quiere correr el riesgo de las
consecuencias, por lo que están planeando intentar con el
bombardeo de misiles. La esperanza es que sus grandes
cascos no puedan absorber mucho daño una vez que tú
hayas acabado con los campos de fuerzas.

—¿Y Estados Unidos? —John le pregunta.

Lawson sonríe. —En mi opinión, estamos tomando una


página de tu libro, John. Volaremos con el mayor personal
que tenemos directo a sus gargantas, abordaremos esas naves
y mataremos a balazos a cada maldito extraterrestre que
veamos.

—Me gusta —le digo.

Lawson asiente. Engancha sus pulgares a las hebillas de


su cinturón y nos mira. Luego asiente para sí, como si
estuviera convencido de que somos su mejor oportunidad.
O resignado a que somos lo único que tiene. Difícil de
decidir.

—Supongo que eso es todo, —dice el general. —Nos


vemos en el otro lado.

Dicho eso camina a través del campo hacia el convoy.


Caleb, cuyo hermano gemelo aparentemente nunca
realmente existió, empieza a seguirlo.

—Caleb, espera, —dice John.

Con una mirada nerviosa a Lawson, Caleb se detiene a


mitad de un paso y regresa con el resto de nosotros. Él se
encuentra junto a Nigel y Ran. La muchacha japonesa es
ilegible como de costumbre. Nigel, por otra parte, parece
agitado. Toda la bravuconería de antes se ha ido. Su raída
camiseta de Misfits aún tiene las manchas de sangre del
Patience Creek. A pesar de que Marina curó sus heridas, este
último combate dejo algo más que marcas físicas en el
británico. Daniela se encuentra junto a los dos, mirando por
encima de ellos. No estoy exactamente segura de lo que
ocurrió dentro del Patience Creek, pero parece que la dura
chica de ciudad ha desarrollado ciertos sentimientos de
protección con estos otros dos de la garde humana.

—Los ancianos de nuestro planeta nos enviaron a la


Tierra para mantenernos a salvo, por querían que un día
estuviéramos listos para luchar y vengar a nuestro planeta,
—dice John, frente a los humanos. —Hoy es ese día.
Adónde nos dirigimos, no es una batalla para la que estén
listos. Hemos entrenado toda nuestra vida para esto. En
cambio su entrenamiento acaba de empezar. Su día llegará.

Daniela abre la boca para protestar. Atrapo su mirada y


sutilmente muevo la cabeza, señalando con una mirada a
Nigel y Ran. Ella entiende el mensaje y se queda en silencio.

—Gane o pierda, mañana, el mundo será un lugar


diferente. Se van a necesitar protectores. Eventualmente,
serán ustedes. —John mira a Sam, que se encuentra cerca y
pone una sonrisa. —Por ahora, sin embargo, creo que los
futuros protectores necesitan protección. Todos nosotros
teníamos un hechizo grabado en fuego en nuestros tobillos
que nos mantenía a salvo, al menos por un tiempo. No
podemos hacer eso para ustedes, pero podemos darles algo
más… —

No estoy segura de lo que John está hablando hasta que


Regal, nuestra quimera con forma de halcón, se posa en el
hombro de Caleb. El muchacho salta, calmándose sólo
cuando queda claro que las garras del ave no lo van a
atravesar. Regal extiende sus alas y desacomoda el pelo de
Caleb.

Bandido, el mapache, araña la pierna de Nigel con sus


patas negras hasta que el británico se ve obligado a
levantarlo. Gamera, rodando por la hierba en forma de
tortuga, termina mirando a Ran. Ella se agacha para acariciar
con un dedo la frente escamosa, y, por primera vez, la veo
sonreír.

—Su nombre es Gamera, —Malcolm le dice a Ran. —Le


puse ese nombre en honor a mi viejo monstruo favorito.
Ran se queda mirando inexpresivamente a Malcolm.

—Luchó contra Godzilla, —explica aún más.

Por lo menos debe entender "Godzilla", porque Ran


rueda los ojos y vuelve a acariciar la tortuga.

La quimera con forma de Golden Retriever, Biscuit, al


que Sara era especialmente aficionada, deambula a lo largo
de Daniela, moviendo alegremente la cola cuando Daniela
comienza a acariciarlo detrás de las orejas. Me doy cuenta de
un destello de algo en la cara de John; es difícil de decir por
la oscuridad, pero parece contento.

Y por último, con la imposible agilidad para un felino de


su circunferencia, Stanley salta a los brazos de Sam. Él ríe, y,
con ese sonido, la opresión en mi pecho se alivia. Había
estado tan aterrada de que algo horrible le hubiera sucedido
a Sam en el Patience Creek y que íbamos a estar separados
cuando sucedió, igual que John y Sarah. Sólo ahora soy
finalmente capaz de relajarme un poco.
—Muy bien, Stanley, está bien, —dice Sam, cargándolo,
el gato ronronea en sus brazos. —Ahora podemos hacerlo
oficial.

Nueve frunce el ceño. —Necesitas cambiarle el nombre a


ese estúpido gato.

—Estas quimaeras serán sus protectoras hasta que


lleguen a comprender plenamente sus legados, —John
continúa, mirando a Bernie Kosar, que, en su forma de
beagle, se sienta tranquilamente a sus pies. —Y después
serán sus aliados más valiosos. Un día, con suerte, vamos a
ser capaces de ayudarlos más, de entrenarlos igual que
nuestros Cêpans nos entrenaron…

Cinco, apartado de todo el mundo, se ríe tenebrosamente


de eso. Todo el mundo mira hacia su dirección, la mirada de
Marina es particularmente fría, y él se aleja más en respuesta.

—Pero hasta ese día… — John continúa, y entonces se


calla. Él no sabe qué decir. O tal vez no cree que ese día
llegue jamás.
—Pateen muchos culos y hagan sentir a la Tierra
orgullosa, —Nueve termina por él.

Después de eso, Caleb, Nigel y Ran dicen adiós y se


dirigen al convoy de Lawson. Daniela se rezaga un poco
más. Ella me da un gran abrazo, luego se gira hacia John y
Sam.

—Tú sabes, soy lo suficientemente ruda para ayudarlos a


ustedes con su misión, —dice ella. Sacude su pulgar por
encima de su hombro hacia los otros humanos. —Pero
alguien tiene que vigilarlos.

John asiente, sonriendo cansadamente. —Ten cuidado,


Daniela.

—No mueras, —ella responde, a continuación, se une a


los otros.

Sam acaricia la cabeza de Stanley, una ceja levantada hacia


John.

—Sé que no estás esperando que me vaya con ellos.


—No, —John responde con un movimiento de cabeza.
—Tú estás atrapado con nosotros.

Malcolm se cruza de brazos, mirando a Sam. —También


me quedo. Tu madre me mataría si te dejo enfrentar el fin
del mundo sin algún tipo de supervisión.

Deslizo mi brazo alrededor de la cintura de Sam y


descanso mi cabeza en su hombro. —En serio, —le digo,
regañándolo. —Llama a tu mamá.

La agente Walker es la última en llegar al convoy. Ella se


pone delante de nuestro grupo torpemente, mirando de mí a
John y luego a Nueve. Por último, suspira.

—Solo quiero decir… —Ella vacila. —Solo quiero decir


gracias. Por darme la oportunidad de solucionar un poco del
daño que cause. Por… —Ella niega con la cabeza y agita sus
manos. —Gracias.

—Ni lo menciones, —dice Nueve.


—Cuida de los niños, Walker, —John responde. —
Necesitan a alguien que esté atento con ellos. Alguien que no
sólo quiera utilizarlos por sus poderes. Esa podrías ser tú.

Walker asiente, se voltea y se dirige hacia los faros del


convoy. Pronto los faros se convierten en luces traseras, y
entonces nos quedamos solos en el campo oscuro.

Sam y yo. Malcolm y Lexa. John y Bernie Kosar. Nueve.


Marina y Eli. Cinco. Soy la única que rompe el silencio.

—Vayamos a ganar esta guerra.

Una vez más Lexa nos lleva al norte de las Cataratas del
Niagara. El viaje es tranquilo y sombrío, todo el mundo está
demasiado cansado o pensando demasiado, para decir
mucho. John cae dormido por lo que debe ser la primera vez
en varios días, Marina está junto a él, con los ojos atraídos
por la herida en su cuello que desafía su capacidad de
curación. Cinco decidió no ir en la nave, sino volar junto a
ella, una decisión con la que creo que todo el mundo está
agradecido.
Sam y Malcolm utilizan el tiempo para llamar a la mamá
de Sam. Es una conversación entre lágrimas, una que trato
de no escuchar a escondidas. Al otro lado de la nave, frente a
mí, Nueve llama mi atención.

—¿Debe de ser agradable tener gente a la cual decirle


adiós, eh? —dice en voz baja.

Arrugo la frente. —Nadie le dice adiós a nadie, Nueve.

—Vamos, Seis. ¿De verdad crees que eso es cierto?

Cuando llegamos a las Cataratas del Niagara, Adam y Rex


ya han terminado de preparar nuestros encargos. Los dos
mogs han empacado enmochilas de alta resistencia (cortesía
de los canadienses) dispositivos de camuflaje recogidos
limpiamente de los skimmers de nuestra nave de guerra
robada. En esas mochilas dividimos los teléfonos celulares y
los aparatos de los que Sam ha hablado que pueden copiar la
señal de los dispositivos de camuflaje.
Nueve mira a Rex. —¿Si yo vuelvo a comprobar estas
mochilas, voy a descubrir que tú, ya sabes, saboteaste algo de
la mercancía?

Rex pasa una de sus manos por su pelo corto y negro,


inseguro de cómo responder. Adam da un paso adelante.

—Ya basta, Nueve, —dice. —Rex es firme en su


decisión. Podemos confiar en él. —

—Todo esto, se siente como lanzarle piedras a un dios —


Rex dice en voz baja, observando las mochilas. —Yo solo
espero que sea suficiente para hacer caer al Amado Líder.
Eso… eso sería algo digno de ver.

—Bueno, al menos es optimista, —Nueve dice


secamente.

En total, cada mochila tiene aproximadamente treinta


dispositivos de camuflaje. Una mochila por cada zona de
guerra.

—¿Será suficiente? —pregunta Marina.


—Tiene que serlo, —John responde.

Eli dirige el tráfico. Es la que sabe la ubicación de las


piedras de loralita, los nuevos afloramientos que surgieron
de la tierra desde que despertamos a la Entidad.

Según Lawson, debería haber gente esperando en cada


punto para recibir nuestras entregas. A partir de ahí les toca
a ellos decidir cómo utilizar los dispositivos de camuflaje.
Solo espero que tengan planes sólidos.

—Sólo tienen que imaginarse el lugar al que van, —Eli


explica mientras estamos en un semicírculo alrededor de la
piedra de las Cataratas del Niagara, el opaco resplandor azul
que emite la piedra es la única luz. —Si tienen problemas,
puedo ayudar… poniendo una imagen en su mente. Cuando
me uní con Legado, vi todas las piedras de forma simultánea,
por lo que sé cómo luce su entorno.

—Eso es bueno, —dice Sam, mirando hacia abajo a la


lista de ubicaciones. —Cabeza de León es un lugar y no una,
uh, cabeza de león real, ¿verdad?
Eli lo mira. —Yo te ayudaré, Sam. No te preocupes. —

Nueve levanta la mano. —Si nos imaginamos la cabeza


de un león real…

—No —Eli termina su pensamiento. —No vas a


teletransportarte dentro león.

Me permito una frágil sonrisa. Están bromeando; con


todo lo que ha pasado, ellos aún pueden hacer eso.

—Vamos a acabar con esto, —dice John enérgicamente.

Nos dividimos en grupos de dos para hacer las entregas.


Nueve y Marina. Sam y yo. Puesto que nadie quiere
emparejarse con Cinco y nadie quiere quedarse atrás con él,
John acepta ir con él. El resto de nuestro grupo se queda
atrás. Adam y Rex suben a Malcolm a la nave de guerra para
mostrarle algunos de los controles, con la esperanza de que
pueda ayudarle al piloto en el porvenir de nuestro ataque
masivo a Virginia Occidental.

—¿Lista? —me pregunta Sam.


—Lista, —le contesto, y, tomados de la mano, con la
mochila de los dispositivos de camuflaje colgadas sobre el
hombro de Sam, tocamos la piedra de loralita y enfocamos
una imagen mental que Eli nos envía telepáticamente.

Un cálido resplandor de energía cae sobre nosotros, y un


segundo más tarde los dos estamos protegiendo nuestros
ojos. Es de madrugada en Sudáfrica, y estamos de pie en la
cima de la montaña Cabeza de León. Hay adoquines que se
cruzan con jardines cuidados (un lugar para que los turistas
tomen fotografías). La piedra de loralita sobresale justo por
debajo de ellos, agrietando los adoquines y desplazando las
plantas. La vista desde aquí es impresionante y vertiginosa.
Estamos al nivel de las nubes. Si me giro a mi izquierda, veo
el océano azul cristalino, el sol pinta de oro a través de las
olas. Si me giro a mi derecha, veo los atestados edificios
blancos de Ciudad del Cabo.

La escena sería pacífica, si no fuera por el helicóptero


ralentí que está a pocos metros de distancia. Sus rotores
hacen un constante whup-whup-whup, pisoteando la
tranquilidad de la mañana. Hay un grupo de soldados
camuflados de pie mirándonos de cerca. Cuando aparecimos
de la nada, algunos de ellos brincaron, y un par de ellos están
apuntando sus rifles de asalto en nuestra dirección. La
mayoría de ellos lucen completamente imperturbables.
Supongo que se acostumbraron a las cosas locas que
suceden durante una invasión extraterrestre.

Dos de los soldados avanzan lentamente hacia nosotros y


agarran la mochila de Sam. No nos dicen nada, y no les
decimos nada. Pronto todos ellos se han amontonado en el
helicóptero y se van a derribar la nave de guerra más
cercana. Está en Johannesburgo, creo.

—Bueno, un gracias hubiera estado bien, —Sam se queja.

Me encojo de hombros y me volteo para disfrutar de la


vista. Es lo suficientemente bonita para hacerme olvidar, por
cinco segundos completos, lo que estamos haciendo aquí y
las desalentadoras probabilidades a las que nos enfrentamos.
—Ya sabes, siempre he querido ver el mundo —digo.

—Te refieres a verlo sin estar corriendo por tu vida o


luchando contra un señor de la guerra extraterrestre.

—Sí, —le digo con una sonrisa maliciosa. —Creo ustedes


los terrícolas las llaman vacaciones.

Sam se acerca furtivamente a mi lado, y juntos


contemplamos el océano.

—Tal vez cuando… —Él empieza a decir algo, a


continuación, se calla.

Lo miro. —¿Tal vez cuando…?

Sam mira sus zapatillas deportivas. —Iba a decir que a lo


mejor cuando todo esto termine podríamos tomar unas
vacaciones. No debería hablar de eso. Haciendo planes. Es
decir, con todo lo que ha sucedido. Ocho, Sarah, Mark…—
Sam sacude la cabeza. —Todavía no lo puedo creer, ¿sabes?
Ni siquiera puedo hacerme a la idea de lo que ha pasado.
Estas personas que vi crecer, que he conocido toda mi vida.
Por Dios, todo el mundo. Todo está de cabeza.
Probablemente estamos a pocas horas de morir. Y estoy
pensando en vacaciones. Se siente mal.

Paso una mano por la nuca de Sam, enredo mis dedos en


su cabello y le doy un tirón. —Nadie morirá, Sam.

—Ay. Todos el mundo está muriendo, Seis. Quiero


decir… como en todos lados.

—Vamos a lograrlo, —le digo, acercando su rostro. —Y


si piensas que estás a punto de morir, Sam, quiero que
recuerdes este momento. Recuerda que estamos luchando
por esto, por el futuro. Nuestro futuro.

Sam inhala profundamente. —Bien. Bien, tienes razón.


—Él mira por encima de su hombro a la brillante piedra de
loralita que está esperando para llevarnos de regreso a las
Cataratas del Niagara y luego a nuestra próxima entrega. —
Deberíamos ponernos en marcha.
Inclino mi cabeza hacia atrás y tomo una respiración
profunda (el aire es fresco y frío a esta altura, con un poco
de aroma a océano).

—Un minuto, —le digo, mis dedos entrelazados con los


suyos. —Un minuto para mirar el mundo.

Y así nos quedamos allí durante un minuto. Apreciándolo


todo.

Hacemos lo mismo cuando nos teletransportamos a las


arenas del Sahara, el aire es seco y causa ampollas, la piedra
de loralita se ve igual que un oasis resplandeciente.

Y otra vez cuando llegamos al Monte Zao en Japón, la


piedra de loralita de allí está al lado de un lago del cráter
volcánico e incluso brilla más que la piedra. La nieve sopla
sobre nuestras caras, y nos echamos a reír. Los soldados
japoneses recogen el equipo y nos miran como si
estuviéramos locos, como si estuviéramos perdiendo el
tiempo.
Podemos tomarnos unos minutos.

Nos detenemos en Portugal. Nos detenemos en el


interior Australia. Un minuto extra en cada lugar, un minuto
que no tiene otro propósito más que el de verlo todo. Son
unas vacaciones de cinco minutos.

Al poco tiempo se ha acabado. Las entregas están hechas.


Estamos de regreso en las Cataratas del Niagara, es mitad de
la noche y sólo tenemos un último destino. Virginia
Occidental.

Sam y yo compartimos una última sonrisa y luego


tomamos nuestras posiciones. Nos alistamos para hacer lo
que necesita hacerse.

Al amanecer, de una manera u otra, todo esto habrá


terminado.
NUESTRA NAVE DE GUERRA VUELA HACIA
VIRGINIA OCCIDENTAL.

La noche se desliza a través de las enormes ventanas del


puente Mogadoriano. Las estrellas titilan sobre nosotros,
mientras que debajo, las luces de las calles y casas iluminan la
tierra. Esta parte del noreste de Estado Unidos aún no ha
sido tocada por la invasión. Me pregunto si a alguien ahí
abajo se le ocurrirá mirar hacia arriba y ver nuestra masiva
embarcación Mogadoriana con forma de escarabajo. ¿O sólo
lucimos como otra nube oscura atravesando el cielo?

Enciendo mi Lumen. Se siente bien tener mis legados en


forma y de vuelta después de lo que Phiri Dun-Ra me hizo.
Es como si mis ojos fuera capaces de ver a color otra vez.
Sigo sintiendo el embotador dolor de sobreuso dentro de mí,
como un hilo deshilachándose lentamente en mi pecho, sin
mencionar la sensación de quemadura en mis manos que no
se va. Ignoro todo eso tal como ignoro el agudo dolor de la
herida en mi cuello, aún fresco por los inexpertos puntos de
sutura que marina hizo Marina.

Extiendo mi mano como un sable y hago que un pequeño


fuego concentrado salga de mis dedos. Aumento la
temperatura hasta que es un chorro candente, un soplete de
mi propia creación. Luego me pongo a trabajar.

Estoy solo en la cubierta de observación, un pequeño


balcón diseñado para ser cómodo para los estándares
Mogadorianos, ubicado sobre el puente. Abajo, la mayoría
están trabajando en los preparativos para nuestro ataque.
Tenemos nuestra ruta trazada, y, afortunadamente, mantener
altitud y volar en una línea recta, son cosas que Rex puede
hacer por sí solo. Lexa observa sobre su hombro, intentando
captar algunas cosas en caso de que necesite ayudar a pilotar
más tarde.
Hay cuatro estaciones de armas, una por cada cuadrante
de la nave, y cada uno incluye un surtido de botones que
comandan diferentes armas junto con pantallas holográficas
para apuntar. También hay una quinta estación que opera el
cañón de energía principal, una versión más pequeña del que
está en el Anubis, que es capaz de borrar con rapidez
bloques enteros de edificios. De acuerdo con Adam, se
supone que hay equipos de ingenieros en las cubiertas
inferiores encargados de cargar las celdas de energía y
asegurarse de que las armas no se sobrecalienten.

Los maté a todos, así que solo nos queda esperar que
nada se quede sin baterías o explote.

Malcolm está sentado en una de las estaciones de armas,


con Cinco dándole un rápido curso sobre cómo operar las
armas. Sorprendentemente, Cinco se porta muy paciente con
él.

Recuerdo Chicago, cuando ambos se unieron a nosotros


por primera vez, el padre de Sam siempre fue muy amable
con Cinco. Él ha sido bueno con todos nosotros, en
realidad. Enfoco mi oído en su dirección, mientras la
explicación de Cinco termina.

—¿Te importa si pregunto cómo sabes todo esto?—


pregunta Malcolm a Cinco.

Cinco pasa una mano sobre las briznas de cabello que


sobresalen de su cuero cabelludo.—Se suponía que yo
comandaría una de estas—repone simplemente.—Al menos
eso fue lo que él me dijo.

—Ya veo— dice Malcolm. Hay un silencio incómodo. —


¿Podrías mostrarme de nuevo como desplegar los alerones?.

—Claro

Detrás de Malcolm y Cinco, Sam y Adam están de pie


frente a la estación de comando. Adam está instruyendo a
Sam sobre diferentes funciones de la nave. Le ilustra cuales
son las consolas que controlan los escudos, los motores, y
los soportes vitales. Le da a Sam una idea de cuales sistemas
son absolutamente necesarios y cuales podemos llegar a
perder en algún apuro. Lo que esperamos es que Sam sea
capaz de usar su legado para comunicarse con la nave,
dándole comandos de manera verbal para reemplazar los
puestos de docenas de los equipos de ingenieros que
sencillamente no disponemos.

Seis está sentada cerca, mirándolos con una sonrisa


entretenida. Yo escucho.

—¿Sabes?— dice Seis. —La última vez que él se


comunicó con una nave, casi la estrella.

—¡Oye!— replica Sam. —Eso no es justo.

Adam frunce el ceño a Sam. —Quizá debería estar


anotando algunas de estas cosas.

Sabemos que el Anubis nos espera en Virginia


Occidental. La nave estandarte de la flota Mogadoriana se
interpone entre nosotros y Setrákus Ra. Necesitamos
derribarla con una fracción de tripulación sin entrenamiento.
Ambas naves están escudadas, pero el Anubis tiene armas
más grandes. De acuerdo con Adam, nuestros escudos se
desintegrarían más rápido que los Mogs.

Es algo bueno que trajéramos algo más que solo sus


armas.

Me concentro de vuelta hacia el sonido chisporroteante


de mis manos. Mi candente soplete de Lumen está
comenzando a funcionar.

Sostengo en mis manos la soga de Voron que una vez


causó de la cicatriz de Setrákus Ra, y ahora también de la
mía. Haciendo una inspección más cercana ya que no está
atada a mi cuello, luce como una enredadera que
encontrarías colgando en la jungla, excepto que tiene la
textura de plástico endurecido. Cada borde está agudamente
afilado, y mientras lo derrito, procuro no cortar mis dedos.

El material que solo se puede encontrar en Lorien, brilla


de un morado profundo mientras se calienta y comienza a
tomar la consistencia de la cera de una vela. No dejo que el
material derretido caiga al suelo. Lo atrapo con mi
telequinesis, y comienzo a reformarlo.

Cuando termino, he transformado la soga en algo más


parecido a una daga.es casi tan largo como mi antebrazo, con
un improvisado mango donde hice que el Voron se
acampanara alrededor de la empuñadura. El sable por sí
mismo tiene forma de diamante, con cuatro filos y una
aguda punta al final. Le doy vueltas en mi mano, compruebo
el peso y doy varias estocadas hacia adelante y hacia atrás.

Esto es lo que usaré si logran quitarme mis legados de


nuevo. Pondré esta arma justo a través del corazón de
Setrákus Ra.

—Genial— dice Nueve desde la entrada.

Estaba tan concentrado, que ni siquiera escuché a Nueve


acercarse. Él me una amplia sonrisa, observando fijamente el
sable. La hago flotar hacia él con mi telequinesis, la toma del
aire, haciendo algunos movimientos con ella.
—Nada mal— concluye, flotándola de regreso a mí. —
Extraño mi báculo, amigo. No puedo creer que esa se
rompiera.

—Sí, y yo extraño mi escudo— respondo, inclinando mi


cabeza en dirección a Nueve. —¿Y, que sucede?

—Eh…— Nueve entra en la habitación y se reclina


contra la barandilla al borde de la cubierta. Baja un poco su
voz. —Yo, ah… Quería decirte que siento la vez que te
pateé el trasero en Chicago.

De verdad resoplo de sorpresa ante eso. —Nueve,


¿Qué…?

—Y también en Nueva York cuando eché a perder


nuestro asalto al aplaudir con esos estúpidos guantes
sónicos. Lo siento por eso también.

—Okey— digo, levantando las manos. —¿Qué estás


haciendo?
—También por todas las veces que dije algo estúpido que
te molestó, o que casi hace que te maten. Lamento todo eso.

—Muy bien, mira, si estás haciendo todo esto porque


crees que tal vez moriremos allá, no es necesario.

—Oh, no hay “tal vez” para mí— Nueve dice,


mirándome directo a los ojos –Yo definitivamente voy a salir
vivo de toda esta mierda. Tú, por otro lado, tienes todo ese
asunto del ‘Vuelo solo por mi cuenta y no necesito amigos’,
como si solo fueras a pelear hasta quemarte. Como si no te
importara lo que pase contigo —comienzo a protestar, pero
Nueve levanta una mano —.No, es cool. El resto de ellos
quizá no lo entienda, pero yo sí. Déjalo todo en el campo de
batalla. Haces lo que tienes que hacer, viejo. Pero no quiero
que mueras mientras aún tengo toda esta mierda la
consciencia.-

—Está bien, Nueve — respondo, sacudiendo la cabeza.


—Estás perdonado.
—Y también— continúa él —deberías saber que
preferiría que salieras vivo de ésta junto conmigo. Eres mi
hermano. Y, ah… eso sería lo ideal.

Antes de que pueda detenerlo, Nueve me tiene atrapado


en un abrazo de oso. No dura mucho, y termina con él
dándome palmadas en la espalda, lo suficientemente fuerte
como para hacerme toser. —Siempre has sido el mejor
subordinado que un chico podría desear— Termina.

—Vete a la verga, Nueve— respondo.

Él me sonríe. —Te veo afuera, Johnny.

Nueve me deja solo en la cubierta de observación.


Engancho la daga de Voron en una de las presillas del
pantalón. Nos acercamos a Virginia Occidental ahora.
Debería bajar y prepararme. En vez de eso, me quedo aquí
arriba, pensando en lo que dijo. ¿Tiene razón? ¿Y si en
realidad no quiero sobrevivir? Intento imaginar un
“después”, un mundo donde hemos derrotado a Setrákus Ra
y sigo vivo. Solía soñar con ello como si fuese el propósito
de mi vida.

Ahora, no puedo imaginarlo.

No hay una gota de miedo en mí. El miedo, supongo,


está basado totalmente en la anticipación. Preocuparse
porque las cosas no van a salir de la forma como has
planeado, que algo va a doler; el temor a que el sufrimiento
se avecine. Todo eso se va una vez que simplemente aceptas
el final.

No es tan malo, saber que no hay un futuro. Es liberador.

En mi camino hacia abajo, me topo con Marina. Está


parada en las escaleras, sus brazos cruzados, viendo a
nuestros amigos mientras se familiarizan con la nave de
guerra. Sé exactamente hacia donde está mirando ella.

Cinco. Sus hombros están encorvados mientras se sienta


en una de las consolas de armas, generando un diagnóstico
mientras Sam y Malcolm miran. Él debe sentirla
observándolo, pero escoge soportarla en vez de enfrentarla.
Cuando me acerco, noto que el aire alrededor de Marina está
un poco más frío.

Marina mira hacia mí, y sus labios se tuercen hasta


fruncirse.

—Ya sé lo que vas a decir— le digo. —No podemos


confiar en él. Es peligroso. Con lo cual estoy de acuerdo.

—Y yo ya sé lo que tú vas a decirme— responde ella,


imitando mi tono. —Él es un mal necesario, el enemigo de
mi enemigo es mi amigo, tiempos desesperados requieren
medidas desesperadas.

—Dime que no uso esa cantidad de clichés— ella frunce


el ceño hacia mí. Yo froto mis manos para calentarlas. —Él
salvó vidas en Patience Creek, Marina. Salvó mi vida.

—Sí, escuché acerca de su… demostración.— responde


ella, una nota de disgusto en su voz. —Sam me dijo cuánto
disfrutó lo que estaba haciendo, cómo pudo haber
simplemente matado a Phiri Dun—Ra pero en lugar de eso
se mantuvo cortando repetidamente su brazo. Si nos
permitimos volvernos así de despiadados y brutales,
¿Realmente ganamos?

Pienso en cuantos Mogs maté durante mi ataque a esta


nave. Y luego recuerdo cómo Cinco me miró cuando hablé
le por primera vez en Patience Creek. Cómo me dijo que yo
era como él ahora.

Una sombra debe pasar por mi rostro, porque Marina


presiona mi brazo.

—Lo siento, no pretendía sermonearte.— dice ella. —


Solo quiero que recordemos, que en cuanto a Cinco
concierne, matar a un enemigo en común no lo convierte en
nuestro aliado. Usarlo como un arma no significa que está
salvando vidas voluntariamente.

—Normalmente estaría de acuerdo contigo. Pero no esta


noche.-
Marina asiente lentamente, resignada al hecho de que
estará peleando al lado de Cinco. —¿Y qué hay después,
John? ¿Él pagará por lo que hizo?-

Ahí está esa palabra de nuevo. “Después”. Desvío mi


vista de Marina.

—El Después será para ti.—le digo.

Ella comienza a hacerme otra pregunta, pero ya estoy


recorriendo el resto de las escaleras. Adam entra en mi
campo de visión mientras ingreso a zancadas dentro del
puente.

—Ya casi llegamos.— dice él. —No quiero que nos


acerquemos demasiado, en caso de que tengan tropas
exploradoras desplegadas.

—Muy bien.— respondo, y miro hacia Eli. Ella se sienta


en una de las estaciones abandonadas masajeándose las
sienes. —¿Lograste crear ese mapa?
Ella asiente. —Ya lo escanee. Malcolm me ayudó a
estimar la escala.— Ante esto, el papá de Sam inclina un
sombrero imaginario.

—Proyectándolo, ahora.— Adam dice.

Una amplia sección de los ventanales que van desde el


suelo, hasta el techo del puente, se opaca, y un segundo
después, un mapa tridimensional de la base Mogadoriana en
la montaña aparece en pantalla. No tiene la mejor calidad
exactamente, teniendo en cuenta que Eli y Malcolm la
produjeron a mano, y de memoria. Pero es acertada. Las
memorias fueron tomadas de mí, de Nueve, de Seis, de Sam
y de Adam. Todos hemos estado dentro de esa montaña
antes; todos cargamos con visiones de su interior, incluso
aunque estén coloreadas con pánico, caos o tortura. Eli se
sentó con cada uno de nosotros por algunos minutos, tomó
esos recuerdos y los convirtió en algo tangible.

—Muy bien, una vez que hayamos terminado con el


Anubis, vamos a atacar aquí.— indico la entrada a la caverna
en la montaña. Mientras la entrada se encuentra a nivel del
suelo, esta está más o menos en la mitad del mapa. Los
Mogs excavaron en la montaña hacia arriba y debajo de la
entrada. —Aún tenemos el dispositivo de camuflaje aun en
la nave de Lexa. Ella nos hará pasar a través del campo de
fuerza y luego se retirará a una distancia segura hasta que
necesitemos extracción. Seremos Seis, Marina, Nueve,
Adam, Cinco y yo allá abajo.

Sam frunce el ceño ante esto, como esperé que lo hiciera.


—¿Qué haremos el resto de nosotros?

—Primero, Eli coordinará a los diferentes grupos


telepáticamente. En caso de que Setrákus Ra nos quite
nuestros legados, quiero un grupo de respaldo para traer a
Eli y que use su Dreynen para aumentar nuestras
posibilidades.— Eli asiente, aunque luce incómoda ante la
perspectiva de encontrarse a su bisabuelo de nuevo. —Hasta
entonces, el resto de ustedes estarán volando esta nave y
destruyendo todo lo que salga de la montaña que no seamos
nosotros. Con tu legado Sam, harás mejor quedándote aquí
arriba.

Nueve chasquea sus dedos hacia Rex y atrae la atención


del Mogadoriano, e ojos bien abiertos. —Y no intentes
ninguna mierda. Mi compañero aquí, Sam Goode, te matará
si lo haces.

Sam suspira y le da una mirada de disculpa a Rex. —No


voy a matarte.— dice Sam, aunque que inmediatamente
reconsidera esa declaración. —Quiero decir, lo haré si
intentas algo, pero parece que eres un buen tipo, así que, no
lo hagas. Te daré una paliza.

Adam le da unas palmadas en el hombro a Rex. El otro


Mog sacude su cabeza y se vuelve con gran interés en los
esquemas enfrente de él.

—Estamos esperando recibir fuerte resistencia en las


cincuenta yardas entre el campo de fuerza y la entrada.—
continúo. —Vamos a usar la fuerza bruta para hacernos
camino.
Cinco y Nueve sonríen ante esto.

—Excepto por Cinco.— continúo, y su rostro cae. —


¿Qué?— protesta.

Volteo hacia él. —Tú vas a volar con Seis y Adam a


través de la entrada, siendo invisibles.

Seis mira en dirección a Cinco. —Estarás cuerdo por el


momento, ¿Verdad?

—Sí.— Cinco responde con brusquedad. Mantiene su ojo


en el mapa y toma una respiración profunda. —Es una
buena estrategia.

—Nadie te estaba preguntando.— dice Marina.

Continúo antes de que la situación pueda calentarse más.


—Una vez dentro, Seis y Adam intentarán desactivar los
escudos de la base.— señalo una sección elevada sobre la
entrada. —No estamos seguros con exactitud de dónde
están esos controles, pero Adam piensa que están por aquí.
Mientras ellos hacen eso, Cinco atacará a los Mogs desde
atrás.

Sam levanta una mano. —¿Qué estaremos haciendo el


resto de nosotros aquí arriba?

—Una vez que los escudos estén abajo, esperamos que


ustedes chicos, nos apoyen desde el aire. Querrán tener el
cañón de energía listo para disparar.

—Tenemos una montaña que derribar.— Seis añade.

—Exacto. Vamos a enterrar a Setrákus Ra ahí. Pero


primero tenemos que asegurarnos que cualquiera los
retorcidos experimentos que ha creado sean destruidos —
señalo a las profundidades de la montaña, debajo de los
enmarañados corredores y a lo largo de los estrechos
puentes de roca. Recuerdo los sonidos que venían de esas
profundidades la última vez que visité la base de la montaña;
gritos animales, alaridos torturados. —Si Setrákus Ra está en
alguna parte, está ahí abajo. Ahí es donde los tanques están.
Ahí es donde trabaja con sus experimentos.
—Asumes que no vendrá a decirnos hola cuando
entremos.— dice Nueve

—Tienes razón.— concuerdo. “Él debe acudir a luchar


contra nosotros. De cualquier forma, él y todo lo que ha
tocado, queda destruido. Para cuando el sol salga, él es polvo
en un maldito cráter.”

—Haces que suene tan fácil.— murmura Cinco.

—Oh, no será fácil.— replico. —Pero podemos hacerlo.


Tenemos que hacerlo.

——Esto es todo.— añade Seis. –Esto es por todo.

Puedo notar a algunos de mis amigos mirarme de manera


expectante. Trato de pensar en la clase de discurso que
habría dado unos días atrás, cuando Sarah estaba viva.

—Miren, no hay nada más que pueda decir. Hemos


llegado hasta este punto juntos, y vamos a atravesar esto
juntos. No más huir, no más esconderse, no más palabras.
Pelearemos hasta ganar.-
Todos asienten alrededor. Miro cada rostro, miro cada
par de ojos u ojo, y estoy sorprendido por cuán calmado me
siento. Miro más allá del mapa de la montaña en la ventana,
hacia la noche. A las estrellas afuera.

Es el momento.

—Voy a explorar la Anubis.— digo. —Les diré, cuando


esté despejado para que se aproximen.

—Cuídate.— Marina dice, sus palabras repetidas por la


mayoría de los otros.

—Adam, ayúdame a abrir la compuerta, por favor.—


pido de mi camino de salida. El Mogadoriano levanta una
ceja hacia mí, sorprendido de que le pida ayuda con una
tarea que sabe que podría hacer por mí mismo. Pero no dice
nada. Simplemente asiente y me sigue por el pasillo.

Juntos, caminamos por los corredores vacíos de la nave.


Los signos de nuestro reciente ataque siguen ahí, cenizas
Mogadorianas crujiendo bajo nuestros pies. Adam no dice
nada. Espera a que yo hable.

—Escucha.— comienzo, cuando estoy seguro de que


estamos fuera del rango de cualquier oído sobrehumano. —
Una vez que deshabilites el campo de fuerza, necesito que
vuelvas a la nave.

—Okay…—Adam dice.

—Es posible allá abajo que las cosas no salgan como lo


planeado— continúo. —Si ese es el caso, te lo haré saber
telepáticamente. Cuando te lo diga, no importa que, no
importa quien a bordo quiera detenerte, tienes que disparar
el cañón de la nave. Destruir la montaña. Borrarla. No
importa si alguno de nosotros sigue adentro. Setrákus Ra y
su trabajo no pueden volver a ver el amanecer.

Adam se detiene a medio paso, y toma mi brazo. —


¿Hablas enserio?

—Sabes que lo hago.


Su mano se tensa en mi brazo, luego lo suelta. Mantiene
su tono calmado. —¿Por qué… Por qué me pides que haga
esto, John? Porque soy el Mogadoriano significa que ¿soy
frío y sin corazón? ¿Que no me importa lo que les pase a
ustedes?

—No.— digo, tomándolo de los hombros. —Sé que te


importamos, Adam. Sé que te mataría hacerlo. Pero también
sabes que tengo razón. Que detener a Setrákus Ra es más
importante que… que todo. Si sucede lo peor de lo peor,
aprieta ese gatillo.

Adam sostiene mi mirada por unos segundos, luego


desvía la vista. Camina hacia atrás así que mis manos caen de
sus hombros.

—Está bien, John.— dice simplemente.

—Okay.

En realidad no necesito que me ayude con la compuerta.


Solo, paso a través de la desolada bahía de aterrizaje de la
nave, abro la salida y vuelo hacia la noche. La tierra salvaje
pasa debajo de mí, pacífica y sin tocar. El viento golpea mi
ropa, frío contra el sudor de mi espalda.

La montaña se levanta. De un morado oscuro en la


noche. Esperándome.

Me hago invisible.

El Anubis flota sobre la montaña, un guardián insectóide.


Su casco metálico refleja la luz de la luna. Reflectores del
vientre de la nave peinando el lado de la montaña, el espacio
claro alrededor de la entrada a la caverna, el ralo bosque más
allá. Están esperándonos. El Anubis hace un círculo lento
alrededor del pico de la montaña, merodeando justo como lo
hizo en la Ciudad de Nueva York.

Esta vez, no estoy huyendo.


Desde mi bolsillo trasero, saco mi teléfono satelital.
Marco el número programado para Lawson. Dos simples
palabras.

—Abran fuego.

No espero una respuesta. Sé lo que pasará. Pronto,


alrededor del mundo los contrataques comenzarán.

Tiro el teléfono. Dejo que se estrelle en los bosques unas


millas abajo. No lo necesito más. No más charlas, no más
política.

Alcanzo a Seis telepáticamente.

—El Anubis está sobre la montaña. Prepárense.

Miro atrás en la dirección de la que vine. Nuestra nave


está demasiado lejos para ver, pero las nubes de tormenta
no. Espesas y oscuras, manchando las estrellas, arruinando
lo que era un perfectamente claro cielo nocturno. Los
relámpagos se sacuden entre ellas, el viento se levanta y
puedo escuchar granizo a la distancia. Retumban alrededor
de mí. Alrededor del Anubis.

Será una tormenta como los Mogadorianos no han visto


jamás.

Estamos en camino.
—GANA DE ALGO DE ALTURA, REX,— DICE
ADAM. —Quiero sobrevolar por encima de ellos. ¿Está
bien para ti, Seis?-

—Sí—, le contesto distraídamente. —Lo tengo cubierto-

Estoy parada justo en frente de las enormes ventanas en


el puente de nuestra nave de guerra, con las manos
levantadas en el aire, moviendo los dedos. Puedo ver las
caras de los otros reflejadas en el cristal, pero estoy más
centrada en lo que está fuera. Moviendo en los hilos
indelebles de la atmósfera que sólo yo puedo sentir y
acariciar el viento para que haga pido. Si no fuera por la
gruesa lámina de vidrio frente a mí, podría alcanzar y tocar
las nubes turbulentas que he creado.

Una tormenta. Una tormenta más grande de lo que nunca


he creado antes. Con los años, he confiado principalmente
en la caída de rayos, vientos fuertes, aumentos repentinos de
nubes como cubierta—Efectos rápidos. No muchos pueden
estar en contra de la madre naturaleza por mucho tiempo.
En realidad nunca he necesitado construir y sostener una
fuerte tormenta masiva antes.

Bueno, Katarina siempre decía, el descubrimiento nace de


la desesperación.

—La visibilidad es muy mala,— dice Rex a Adam.

—Está bien,— responde Adam. Eli se encuentra junto a


él, con los ojos en blanco viendo todo lo que ve John. —
Sabemos a dónde nos dirigimos, y nuestro objetivo es difícil
de no ver. Solo sigamos subiendo.

He rodeado nuestra nave de guerra con nubes de


tormenta y niebla. Rayos caen y chisporrotean justo en
frente de nosotros, su brillo molesta un poco mis ojos.
Nuestra nave es grande, pero mi frente de tormenta es más
grande. Se extiende a casi una milla de ancho y sube, sube,
como una gigantesca ola que se arrastra a través del cielo.
Adam ha desencadenado un dispositivo de codificación para
el radar por lo que, entre eso y la estática de los rayos,
debemos estar causando estragos en los sensores del Anubis.
Ellos definitivamente sabrán que estamos llegando, pero no
sabrán dónde exactamente nos estamos escondiendo en la
tormenta. Hasta que sea demasiado tarde.

Marina se encuentra a mi lado. Ella está lista para mejorar


mi tormenta con trozos de hielo cuando sea necesario. Por
ahora, limpia un poco de sudor de mi frente.

—Lo estás haciendo muy bien, Seis— dice ella.

No es hasta que trato de sonreírle y escucho mis dientes


castañear que me doy cuenta que estoy temblando.

Sigue adelante. Incrementa tormenta. Cada vez más


grande.

El viento aúlla afuera, puedo escucharlo incluso aquí


adentro.

Los truenos retumban.


-Imaginen la expresión de sus caras,— comenta Cinco
desde su lugar en uno de los paneles de armas. —
Probablemente se están cagando en los pantalones.

—Cállate,— responde Nueve automáticamente.

El borde de mi tormenta alcanza el Anubis. En un


primer momento, las nubes se rompen a través de su campo
de fuerza, manteniendo el aire dentro de un ciento de yardas
de su nave completamente claro.

— ¿Sabemos si el clima romperá sus escudos?—


pregunta Sam

—Averigüémoslo— dice Adam. –Déjalo caer, Seis.

En mi mente, agarro un rayo. Sólo uno pequeño, una


prueba, y lo lanzo contra el campo de fuerza del Anubis. La
ráfaga de electricidad, se dobla y repelida por la tecnología
Mogadoriana.

—No parece como hubiera penetrado— informa Rex,


sonando ansioso.
—No, no importa—respondo con los dientes apretados
—Estamos lo suficientemente cerca ahora. No necesito
romper su campo de fuerza. Puedo rodearlo.

Dejo que las oscuras nubes y la ondulante niebla se unan


alrededor del Anubis, ocultándonos, cegándolos más allá del
alcance de su campo de fuerza. Entonces, manteniéndolo,
empiezo de nuevo. Mi mano izquierda da vuelta por encima
de mí, girando el viento, la construyéndolo, creando presión.
Esta vez, la tormenta se crea dentro de sus escudos

—El aire. . .—digo. —El aire me pertenece.

El viento fuera del Anubis grita, la presión cae. El viento


se curva en un vórtice, va tan rápido como puedo hacerlo,
lo suficientemente rápido para arrancar árboles de raíz y
destrozar módulos de armas, tan rápido que estoy
empezando a sentirme un poco mareada. El vórtice se
divide, luego se divide de nuevo. Tres pequeños embudos
encima del casco de metal oscuro de la nave de guerra,
rasgando su armadura, sacándolo de su ordenado vuelo
estacionario. Tres tornados para tirar a este bastardo al suelo.
Envío algo de lluvia también, y, a mi lado, Marina presiona
sus manos en el cristal. Congela el agua al tiempo que cae en
el Anubis, agregando peso, espero que este dañando
funciones importantes.

— ¡Está en retirada!— Grita Rex. — ¡El Anubis se está


retirando!

—Eso no es bueno— responde Adam. —Seis necesita


crear el clima en el dentro del perímetro de su campo de
fuerza para derribar sus sistemas.

—Manténganme. . . unh. Manténgame cerca— gruño.

Mientras más se aleja el Anubis de nuestro escondite en


las nubes, más difícil es para mí mantener el control del
clima alrededor de ella. El esfuerzo es inmenso, cada patrón
del clima tira de una parte de mí, que requiere mi atención.
Para mantener nuestro camuflaje junto con el ataque al
Anubis, necesito que estemos dentro de unos pocos cientos
de yardas el uno del otro.
Por el rabillo del ojo, algo brillante rojo explota en el aire
fuera de nuestra nave. Un segundo más tarde, vuelve a
ocurrir. Al igual que fuegos artificiales estallando.

— ¡Están disparando contra nosotros!— Grita Sam.

—Son disparos ciegos—- Adam responde con calma. —-


Tranquilos, no pueden ver….

Explosión. El suelo entero se mueve, nuestra nave


vibrando. Hemos sido golpeados. Por un momento, todo el
mundo es de color rojo. Es el escudo de nuestra propia nave
de guerra activándose en respuesta al ser golpeado por la
explosión de energía del Anubis, el impacto que ilumina el
campo de fuerza exterior. Esto efectivamente destaca
nuestra ubicación para los Mogadorianos.

—-¡Nos ven!— Grita Rex. —-Bloqueando. . .

— ¡Sosténganse! grita Adam.

El siguiente impacto es peor. Es un torrente constante de


la energía que mece nuestra nave .Choco con Marina, y
ambas caemos al suelo. Todos los demás se aferran a sus
puestos. Una sirena comienza sonar a todo volumen en el
interior de la nave de guerra, la misma que sonó, cuando
fuimos nosotros los que estaban haciendo el ataque.

—-¡Los escudos han caído en un cuarenta y ocho por


ciento!— Dice Rex.

—-Cuarenta y ¿qué?— Exclama Sam. —- ¡Creí que estos


campos de fuerza eran impenetrables!

—-Impenetrables para sus armas", dice Adam al tiempo


que comienza a presionar botones a toda prisa en la consola
de comando. —-Están recargando su cañón principal. No sé
si a sobrevivamos otro golpe.

Nueve se acerca nos ayuda a Marina y mi a levantarnos.


Me duele la cabeza, y me doy cuenta que hay un pequeño
corte en mi frente. Por un momento, perdí mi
concentración, y eso fue todo lo que se necesitó. Mis
tormentas han comenzado a disiparse. Peor aún, debajo de
nosotros, el Anubis se está moviendo fuera del alcance de
mis legados.

—-¡Date prisa y electriza sus traseros! me grita Nueve.

Aprieto mis manos contra el cristal. —-¡Acérquenme!

—-Ayúdame, Rex,—- dice Adam. —Desvía todos los


sistemas innecesarios para recargar los escudos.
Posiciónanos de modo que podamos conseguir un tiro claro
a ellos con nuestro cañón.

Rex salta de su consola de navegación, y Lexa se sienta


donde él estaba. Moviendo las palancas, nos mantiene
flotando por encima de la Anubis, nos acerca cada vez más.

—-Aquí vienen,—- gruñe Cinco.

Desde mi punto de vista, veo el Anubis abrirse, y un


enjambre de moscas sale desde uno de sus lados. Skimmers
(Exploradores). Las pequeñas naves saliendo desde el
Anubis y se mueven a través del cielo nocturno hacia
nosotros. Con sus dispositivos de protección todavía
equipados, esa armada va a pasar a través de nuestro campo
de fuerza y atacar con facilidad nuestra nave de guerra.

—-¡Armas listas!– Adam grita a Malcolm y Cinco, quienes


inmediatamente teclean en sus puestos.—-No se molesten
en disparar hasta que el radio del escudo de la Anubis este
despejado.

—¿Cómo sabremos…?— Malcolm comienza a


preguntar, un anillo de sudor visible alrededor de su cuello.

— ¡Ahora!— ladra Adam.

La nave de guerra se balancea cuando Malcolm y Cinco


comienzan a descargar las armas auxiliares. El efecto es
como un grupo de cincuenta pistolas Mog disparando al
mismo tiempo. Cinco dispara salvajemente, su respiración
afilada y agitada, mientras que Malcolm se toma su tiempo y
sigue sus objetivos de forma metódica. Sólo se necesita un
disparo para derribar un Skimmer, pero hay como un
maldito montón de ellos.
Me doy cuenta de que algunos de los Skimmers que
vienen toda velocidad hacia nosotros caen del aire sin
siquiera ser golpeados. Siempre antes de que suceda un brillo
plateado ilumina el Skimmer y luego cae como una
roca…porque es una roca. Ese es John allí afuera, invisible,
volando, usando su visión de piedra para actuar como
defensa.

—-¡Más cerca!— Grito por encima del hombro,


reuniendo los vientos de nuevo.

—Estoy en eso— Adam responde. —Rex, ¿cómo están


esos escudos?—

Rex corre apresuradamente a un teclado. Cuando


contesta, suena aterrado.

—Yo…Lo siento; No logro redirigir la energía, Soy un


navegante; esta no es mi área de trabajo—

— ¿Nos estas saboteando, perdedor?— gruñe Nueve.


— ¡No!— Responde Rex. —Lo juro, necesito otro
minuto o dos—

— ¡Déjame intentarlo!— Dice Sam, quitando el sudor de


su frente. — ¡Todo el poder a los escudos!—

La sirena de la nave de guerra se detiene. Las armas dejan


de disparar.

Y empezamos a caer.

— ¡Dime que no acabas de apagar otra nave la nave!—


Grita Lexa.

—Uh, yo— Sam comienza a responder.

—Todo el poder a los escudos— repite Rex, luego más


fuerte, como si estuviésemos condenados. — ¡Todo el poder
a los escudos significa que no podemos volar!—

—Puedo arreglarlo— dice Sam. Él mira a Adam.

—Restablecer la energía de los motores— dice Adam con


forzada calma. —Empieza por ahí, Sam—

— ¡Energía a los motores!— Grita Sam.


. Nada cambia. Sam se repite las palabras, pero o bien la
nave no está escuchando o el legado de Sam no está
funcionando. Detrás de mí, puedo oír Rex golpeando su
consola furiosamente.

Estamos cayendo.

Mis pies realmente se levantan del piso del puente.


Marina me agarra, y Nueve la agarra a ella. Gracias a su
legado de anti gravedad, sus pies nunca dejan el piso.
Mantengo con la tormenta agitándose, incluso a medida que
comenzamos a caer en picado hacia el Anubis.

— ¡Vamos, pedazo de chatarra Mogadoriana!— grita


Sam. — ¡Encender motores! ¡Dame algo!

—Espera— dice Adam, mirando por la ventana a lo que


estoy viendo. —Está bien. Estamos bien

Una ráfaga de rayo de energía rojo viene hacia nosotros


desde el cañón principal de Anubis. Nuestros escudos saltan
a la vida, y esta vez puedo sentir el calor penetrar. La ventana
frente a mí, gruesa como ladrillos, comienza a agrietarse.

— ¡Los escudos resisten!— informa Rex. — ¡Apenas!

—Creo que salvaste nuestros traseros, Sammy!— dice


Nueve. —Durante unos minutos, de todos modos

—Todavía estamos cayendo, tontos— añade cinco.

—Bien— dice Adam. —Vamos a embestirlos. ¿Seis?

— ¿Sí?

—Necesito todo lo que tienes. Derríbalos

Nos desplomamos hacia el Anubis. Me concentro. Un


Skimmer choca con nuestro casco, explota, y un pequeño
incendio estalla a la vida en una esquina del puente. De
hecho, puedo sentir el viento silbando a través de las grietas
en frente de mí, mientras aceleramos

Ese es mi viento allí afuera.

Nos acercamos más y más. Cayendo.


Alzo las manos de nuevo, moviéndolas en el aire vacío.
Un tornado, otro. Lluvia helada que Marina refuerza con
trozos gigantes de hielo. Todo esto es enviado hacia el
Anubis, todo el peso del cielo, arrancando los paneles de
metal y despedazando sus cañones.

Veo energía reuniéndose en su cañón principal. La luz


roja es como un ojo de buey. Es como enhebrar una aguja,
mando un rayo justo a través de él. Hay un flash, un chillido
eléctrico, y los cañón explotan en un halo de fuego. Cuando
el cañón principal es disparado, se lleva un gran pedazo de la
nave con él. Pequeñas explosiones estallan a lo largo de toda
nave de guerra.

El Anubis se tambalea.

— ¡Sigue adelante!— Grita Rex. — ¡Podrías acabar con


sus sistemas!

Le envío un rayo a través de la cabina de pilotaje, justo a


través de las ventanas donde estaría parada si estuviera en
aquella cubierta en lugar de ésta. Empujo mi viento por allí,
rompiendo, volteándolo todo, de adentro hacia afuera. Veo
cuerpos de Mogs succionados hacia la noche, tragados por
mi tornado.

Vamos a chocar. Campo de fuerza contra campo de


fuerza. No sé qué demonios sucede a continuación.

Nueve tiene una mano alrededor de mi cintura, otra


alrededor de Marina. Él nos mantiene estables, con sus
propios pies pegados al suelo.

—Sabes, si voy a morir, podría haber peores situaciones...

Desearía tener la energía para abofetearlo. Toda mi ira,


años y años de sufrimiento y miedo, los descargo en esta
tormenta. El remolino es lo suficientemente fuerte que los
árboles de la ladera son arrancados y lanzados a arder contra
el campo de la fuerza del Anubis.

Hasta que uno de ellos no lo hace.

— ¡Sus escudos cedieron!— Grita Rex.


—Debiste haberlos destrozado— me grita Adam. ¡Sigue
así! ¡Sujétense!

Chocamos contra el Anubis. Nuestro propio campo de


fuerza colapsa parte de su casco con un chillido eléctrico y
un chirriar metálico que hace que mis huesos vibren. Más
incendios comienzan en el puente, consolas chispeando y
explotando por el impacto, y Marina se aparta de Nueve para
extinguirlos con toques de hielo.

El Anubis voltea, de punta a punta.

Está cayendo.

Una torre de fuego color naranja explota en el aire


cuando el Anubis colapsa en el campo de fuerza alrededor
de la base de la montaña, rebota y se estrella contra el suelo.
Cae dando vueltas por el bosque, despedazándose en el
trayecto, rompiéndose, dejando una masiva zanja en la tierra.

— ¡Propulsores!— Adam grita. —Sam, haz que vuelvan


los propulsores
— ¡Nave! ¡Encender propulsores!— No pasa nada. —
¡Maldición!

—Eli, estoy tratando de imaginar el aspecto que tienen. . .


.— Eso es. El mismo truco que usamos en las cataratas del
Niagara.

—Hecho— Eli dice inmediatamente. —Ahí va, Sam

— ¡Ah. . . propulsores! ¡Nave, devuélveme


propulsores!— Funciona. La nave obedece.

Nos nivelamos. Nosotros no chocamos. La ansiedad en


estómago se calma.

Y la tormenta afuera se disipa, revelando nada más que


restos en llamas debajo.

Todo el mundo lanza gritos de júbilo en el puente.


Marina me abraza. Lo mismo hace nueve. Yo le doy un
codazo en el estómago.

Esto no ha terminado todavía.


Doy vuelta para mirar a través de nuestra ventana rota.
Estamos flotando sobre la montaña ahora, a unos pocos
cientos de yardas de su campo de fuerza. Toda la zona esta
iluminada por los rastros de fuego que dejó el Anubis. Los
veo ahí abajo, acumulándose fuera de la entrada cavernosa a
la base. Una horda de Mogadorianos, sus pistolas apuntando
hacia arriba en dirección a nuestra nave.

Tal vez sea mi imaginación, pero creo que esos imbéciles


se ven asustados
TRATO DE NO MIRAR FIJAMENTE DEMASIADO
TIEMPO a la franja de destrucción ardiente creada por el
Anubis estrellado. Todavía hay trabajo que hacer, pero la
vista de la nave de guerra rota en piezas en la ladera de la
montaña me da un estremecimiento innegable.

Aún invisible, vuelo por debajo de uno de los Skimmers


que sobrevivió al choque titánico de las dos naves.
Rápidamente, desato un torrente de hielo que congela el
motor. La pequeña nave cae como una roca directo hacia la
multitud creciente de Mogs nacidos en tanques fuera de la
entrada de la base.

Por un momento, el cielo está despejado. Me he hecho


cargo de todos los Skimmers que no fueron destruidos por
nuestra nave de guerra.
Hay una explosión a mi derecha. Los Mogs abajo no
están felices. Algunos están disparando con sus
desintegradores, y otros se están soltando con lo que parecen
bazucas. Nada penetra el escudo de nuestra nave.

No están preparados para este tipo de ataques. ¿Por qué


habrían de estarlo? Los campos de fuerza de sus bases, por
no mencionar sus regulares armas de energía, son suficientes
para repeler cualquier cosa que los humanos pudieran
lanzarles.

El exceso de confianza consigue que mueras.

Vuelo detrás de la seguridad del campo de fuerza de


nuestra nave y regreso a bordo. Los otros me están
esperando en la bahía de aterrizaje.

Estoy empapado por la lluvia y sangrando desde mi


cuello. Los puntos de sutura se salieron mientras estaba
afuera usando mi visión de piedra para derribar Skimmers,
todo mientras también esquivaba lanzas de energía desde el
Anubis y era sacudido por las ráfagas de viento de Seis.
Seis luce casi tan desaliñada como yo. Su pelo es un
desastre enredado, como si hubiese estado tormenta,
sudoroso y enmarañado en su cara.

—Hasta ahora todo bien— dice ella.

—La tormenta más hermosa que he visto jamás— le


digo.

Lexa ya está en la cabina de su nave mientras, con Marina


dirigiendo los cañones. Adam se sienta en el fondo, con un
desintegrador Mogadoriano sobre su regazo. Evita hacer
contacto visual conmigo. Noto un susurro en el frente de su
camisa y me doy cuenta de que Dust está con él, la Chimaera
se encoge tomando la forma de un ratón gris hasta que sea
tiempo de unirse a la lucha. Nueve entra en la nave y Bernie
Kosar viene saltando detrás de él. Cinco sigue después de
Nueve pero se detiene en frente de mí y de Seis, su único ojo
recorriendo el espectáculo de luces del exterior.

—Sabes, van a dispararnos en pedazos en el minuto que


volemos fuera de aquí— dice.
—No si les damos algo más a lo que dispararle— le
contesto.

Seis y yo apresuramos a Cinco dentro de la nave,


entramos tras de él y cerramos la puerta detrás de nosotros.

— ¿Listos para irnos?— le grito a Lexa.

—Cuando digas— replica ella.

Sam y Rex, ahora a cargo del tripular nuestra nave, nos


tienen posicionados de tal manera que la puerta de la bahía
de aterrizaje está justo por encima de la horda de Mogs
reunida debajo. Ellos poblaron la zona de la entrada de la
puerta de la montaña, disparando a través del campo de
fuerza que impide que nosotros les devolvamos el ataque.
No han derribado las defensas de nuestra nave aún, pero eso
no les impide seguir intentándolo. Supongo que los volvimos
locos cuando derribamos su nave insignia.

—Muy bien, todos lo que tengan telequinesis, sujeten


esos Skimmers— digo, señalando las docenas de naves Mog
que desmontamos de sus partes antes. –Volquémoslos.
Lexa…

—Usa esas naves como escudos— ella termina mi idea. –


Lo tengo, John. La infiltración no tardará más de 10
segundos.

Nueve hace sonar sus nudillos. –Estamos listos

Como grupo, ejercemos nuestra telequinesis para empujar


los Skimmer dañados fuera de las puertas de la bahía de
aterrizaje. Para los Mogs allá abajo, debe verse como que
están siendo bombardeaos, aplastados por docenas de sus
propias naves. Lexa dirige nuestra nave hacia a fuera con las
demás. Si no fuese de noche, si no hubiese tanto caos, los
Mogs serían capaces de diferenciar nuestra nave de las
demás. En cambio, le disparan a todo; la oscuridad cobra
vida con el resplandor del fuego de los láseres.

Por un momento, estamos en caída libre. Todos nos


agarramos de los respaldos de nuestros asientos o de los
arneses de seguridad. Absorbemos unos pocos golpes de la
lluvia de disparos de los desintegradores pero nada que nos
desvíe de curso o produzca un daño real.

Está extrañamente silencioso a bordo de la nave.

Los primeros Skimmers comienzan a golpear el campo de


fuerza de la montaña y explotan encima de los Mogs. Nada
logra cruzarlo, por supuesto. Eso no impide que algunos de
los más estúpidos se dispersen o busquen una cubierta.
Pequeñas bolas de fuego agujerean el campo de fuerza, y es a
través de ese calor que pasamos.

—Aquí vamos— dice Lexa.

En el último momento posible, ella hace una maniobra y


nos saca de la caída libre en la que estábamos, nos nivela y
nos coloca a nivel del suelo. Ella aterriza nuestra nave justo
encima de unas pocas docenas de Mogs, aplastándolos
contra el piso. Ahora que somos la única nave que logró
atravesar el campo de fuerza, ellos enfocan todo sus disparos
en nosotros. Nueve abre la rampa de salida de una patada,
dándoles la bienvenida.
— ¡Vamos!— grita él al tiempo que los silbidos y siseos
de fuego laser llenan el aire.

Cinco salta hacia Seis y Adam, los agarra a cada uno con
un brazo carnoso, y los conduce volando hacia la salida. Se
vuelven invisibles antes de salir fuera de los confines de la
nave. Cinco es un volador habilidoso; tengo que confiar en
que él los va a llevar a salvo por encima de la masa de Mogs
y conseguir dejarlos en la entrada.

Eso nos deja a mí, Nueve, Marina y BK para liderar el


ataque.

Ninguno de nosotros dice nada mientras nos abrimos


paso en medio del caos, directo hacia cientos de Mogs que
están listos para matarnos. No necesitamos discutir
estrategia. Ya hemos hecho esto antes.

Tan pronto como despejamos la rampa, Lexa corre su


nave para que no sea dañada. Sin embargo, no vuela
directamente hacia arriba. En cambio, despega acelerando
hacia adelante, rompiendo a través de la primera ola de
Mogadorianos. Estoy agradecido por eso.

El fuego de los desintegradores, quema el aire a nuestro


alrededor. Con el caos creado por la salida de Lexa, las
explosiones de arriba y el hecho de que todos están apiñados
juntos frente a la entrada de la caverna, los Mogs tienen las
mismas probabilidades de golpearse entre ellos que de
golpearnos a nosotros. Aun así, Nueve y Marina no pierden
nada de tiempo, usando telequinesis les arrancan las armas
lejos de su alcance. Para luego traerlas abajo y estrellarlas
sobre las cabezas de los Mogs.

Le doy rienda suelta a mi visión de piedra, pasándola por


la fila de Mogs más cercana. Tan pronto termino de hacer
eso, Marina atraviesa esas estatuas Mogadorianas con
carámbanos de hielo. Sus cuerpos se rompen en fragmentos
que Nueve atrapa con su telequinesis y los pone a girar
alrededor nuestro. Es como si estuviésemos rodeados por
una lluvia de meteoros de partes rotas de cuerpos
Mogadorianos. Todos los escombros nos sirven para actuar
como escudos, desviando la mayoría de los disparos de los
Mogs.

Hay uno pocos Piken dispersados entre la multitud de


Mogs. Las grandes bestias están son golpeadas por toda la
violencia, pasando a través de los nacidos en tanque para
atacarnos. Horribles como siempre, con su musculoso
cuerpo que luce como si alguien hubiese cruzado a un buey
con un gorila, y luego agrego colmillos, garras y piel gris
escamosa, brevemente recuerdo como una de estas cosas
solía aterrorizarme. De vuelta en Paraíso, solamente un
Piken arrasando en torno a nuestra escuela casi mata a todo
nuestro grupo.

Ahora, me mantengo en mi sitio.

El Piken más cercano a mí, se encuentra con proyectiles


de fuego que salen de las palmas de mis manos extendidas.
Este grita y se cuece, su grueso cuerpo engullido por las
llamas. Lo tomo con mi telequinesis y lo arrojo de vuelta
dentro de la multitud, esperando que aplaste a algunos Mogs
antes de que se desintegre completamente. Bernie Kosar se
aferra a un segundo Piken. Mi viejo amigo ha tomado una de
sus figuras de batalla favoritas: poderosas alas, cuerpo de
león, y cabeza de águila –esencialmente, un grifo. Con un
batir de sus alas alcanza al Piken, luego atraviesa su pico por
la columna vertebral de este.

Otro Piken se lanza sobre Marina. Nueve se interpone


entre ellos y golpea limpiamente a través del hocico del
Piken. Agarra la parte inferior de la mandíbula de la bestia y
la eleva, rompiendo su cabeza en partes antes de lanzarla a
un lado. El brazo de Nueve está todo desgarrado por
meterlo dentro de la boca del Piken, pero Marina lo cura
rápidamente.

Lanzo bolas de fuego hacia los Mogs. Cuando el fuego de


los cañones se vuelve muy pesado, creo un poco más de
cubierta con mi visión de piedra. Presionamos hacia delante,
ganando terreno. Los Mogs comienzan a retroceder hacia la
entrada de la caverna.

Eso no dura mucho. Cinco aparece detrás de ellos, su


cuerpo completamente de metal, sosteniendo un cañón con
una mano y blandiendo su espada con la otra. El incendia un
manojo de Mogs antes de elevarse. Con gozo metódico,
Cinco lanza balas de cañón repetidamente a la multitud,
aplastando Mogs bajo su pesado cuerpo de metal,
levantándose, apuñalándolos con el filo de su espada,
derribando a cualquiera a su alrededor después toma vuelo
de nuevo para repetir el proceso.

—John— una calmada voz habla en mi mente. Un cese


temporal a la locura que me rodea. Es Eli. –Seis dice que los
escudos han caído.

Miro alrededor. Hemos reducido el número de Mogs aquí


afuera, pero todavía queda mucha lucha por hacer. Tengo
quemaduras de desintegradores en mis brazos y en mi pecho
que sano rápidamente. Nueve y Marina necesitan sanarse
constantemente entre batallas también. Cinco es el único que
luce como si estaría feliz de cargarse a los nacidos en tanque
por el resto de la noche. Tiempo de terminar esto.

Marina, la alcanzo telepáticamente. Dame un iglú.

Marina reacciona inmediatamente. Crea una cúpula de


hielo gruesa y robusta sobre ella y Nueve. Tan pronto como
ésta es creada, golpeo la estructura con mi visión de piedra,
transformándola de hielo a roca sólida. Luego corro hacia
delante, uniéndome a ellos debajo de ésta. BK corre dentro,
también. Cinco ve lo que estamos haciendo y lanza un
bufido. En lugar de cubrirse aquí con nosotros, él
simplemente vuela lejos de la lucha. Los Mogs corren hacia
nosotros, pero Marina y yo sellamos rápidamente la entrada.

—Dulce bunker— comenta Nueve en la oscuridad.

Abran fuego. Le digo a Eli telepáticamente.

Nosotros cuatro nos apiñamos debajo del iglú de piedra


mientras nuestra nave de guerra bombardea a los Mogs que
la rodean. El suelo tiembla, el aire se pone tan caliente que
Marina tiene que comenzar a generar campos de frio para
evitar que nos cocinemos. Se forman grietas en nuestra
estructura improvisada, y llueven pedazos sobre nuestras
cabezas; pero rápidamente las sello con mi visión de piedra.

Esto solo dura alrededor de unos treinta segundos.

Cuando el tiroteo se detiene, Nueve derriba la cubierta de


piedra con su telequinesis. Afuera, el suelo está
completamente quemado. Una gruesa capa de polvo cuelga
del aire, y trozos retorcidos de desintegradores derretidos
adornan el piso.

La entrada a la base de la montaña está libre.

Cinco vuelve flotando desde arriba. —No quedaron


muchos en el interior— dice con una loca sonrisa. –Ellos
entraron en pánico cuando les derribaron la Anubis y se
apresuraron afuera para honrar a su Amado Líder.
— ¿Lo viste?— le pregunto. – ¿Alguna señal de Setrákus
Ra?

El sacude su cabeza. –Probablemente está escondiéndose


abajo en los tanques.

Nos tomamos un momento para recuperar nuestra


respiración, luego nos movemos hacia dentro del complejo
cavernoso. El lugar es justo como lo recuerdo. Los muros de
piedra gris están suavemente pulidos, acentuados cada veinte
pies más o menos por un conducto de energía o lámparas
halógenas. El aire es frio aquí adentro, el sistema de
ventilación a su máxima potencia. A nuestra izquierda, hay
una escalera excavada en la roca que conduce hacia arriba
donde pensamos que están los cuartos de control. A nuestra
derecha, un túnel se dirige hacia abajo, más profundo dentro
de la montaña, hacia los tanques.

Él está esperándonos allí. Lo sé.

Un puñado de nacidos en tanque salen a la carga desde el


túnel. Rezagados que se perdieron la verdadera lucha. Los
despacho con una bola de fuego. Casi como una idea de
último momento.

No hay señal de Seis y Adam aún.

— ¿Que estamos esperando?— se queja Cinco. Él y


Nueve presionan hacia delante, en dirección al túnel
inclinado hacia abajo, como si estuviesen en una
competencia por llegar primero. Marina y BK permanecen a
ambos lados de mí.

—Seis dice que le des un minuto – la voz de Eli entra en


mi mente.

— ¿Hay algún problema?— pienso de vuelta hacia ella.


Estoy por alcanzar a Seis con mi propia telepatía, descubrir
que la está retrasando, cuando un grito de dolor delante
llama mi atención.

—Ese fue Nueve— dice Marina, alarmada.

Corremos hacia delante y abajo, con BK pisando nuestros


talones, dentro del estrecho túnel. Nueve y Cinco, ansiosos
por mas combate y buscando lucirse cada uno, se fueron
muy por delante de nosotros. Mientras corremos, el aire se
vuelve húmedo y pesado, cargado con un olor como a carne
podrida bañada en gasolina.

Después de un rápido giro a través del delgado corredor,


Marina y yo emergemos en la cámara central de la cavernosa
base de la montaña. Aquí, una espiral rocoso sobresale hacia
abajo a lo largo de las paredes. Pasando docenas de túneles,
surcado aquí y allá por puentes de piedra en forma de arcos.
Dos grandes columnas corren desde el piso hasta encima del
techo. La última vez, recuerdo cuan de lleno de
Mogadorianos estaba este lugar, como la estructura me
recordaba a una colmena y los Mogs insectos. Ahora, el lugar
está completamente vacío.

La cornisa termina a media milla de un taque tipo lago


lleno del negro lodo Mogadoriano. Lo recuerdo siendo verde
la última vez que estuve aquí y apestando a químicos, pero
esto fue antes de que Setrákus Ra llegara a la Tierra y pusiera
sus experimentos realmente a trabajar. Hay maquinas allá
abajo ahora, sobresaliendo del lago de cieno negro como
máquinas de petróleo. Incluso desde esta altura, puedo ver la
ocasional chispa azul de la energía Loriense burbujeando
hacia arriba desde la cosa pegajosa y después, justo con la
misma rapidez, se disuelve.

— ¡Ahí!— grita Marina agarrando mi brazo.

Nueve está de pie en la cornisa justo debajo de nosotros,


agarrando su cara. Sostengo a Marina y nos vuelo hasta él.

—Esa cosa salió de ningún lado— gruñe Nueve. Un lado


de su cara está quemado y agrietado, como si hubiese sido
salpicado por químicos, mechones de cabello de ese lado de
su cabeza ahora blanquecinos. Rápidamente, Marina apoya
su mano contra la mejilla de Nueve y comienza a sanarlo.

— ¿Donde--?

No necesito terminar mi pregunta. Los veo, deslizándose


por debajo del aire de nuestra ubicación actual. Cinco vuela
en zigzag, tomando distancia de un Mogadoriano nacido de
verdad, definitivamente un aumentado, uno que también
puede volar. Me recuerda a un fantasma, de forma andrajosa,
volutas de sombras se arrastran hacia fuera desde la parte
inferior de su cuerpo. Salto fuera de la cornisa y vuelo hacia
abajo para ayudar a Cinco. BK me sigue, de vuelta en su
forma de grifo. Miro rápidamente por encima de mi hombro
y veo a Nueve, curado, corriendo hacia abajo también,
usando su Legado de anti gravedad para pegarse a las
paredes. Marina se aferra a él, en una montada sobre su
espalda.

Mientras me acerco, obtengo una mejor vista de este


último aumentado. Toda la parte inferior de su cuerpo ha
desaparecido. De la cintura para abajo no es nada más que
sombras semisólidas. Los extremos de las sombras ondean
de ida y vuelta como la cola de un pez y lo impulsan a través
del aire. Peor aún, su mandíbula y una buena porción de la
parte superior de su pecho igual faltan. Se ve como si
estuviese atascado en un grito perpetuo, un rocío verde
acido chorrea de su boca. Eso es lo que quemó a Nueve, y lo
que actualmente atormenta a Cinco, el rocío derritiéndose
incluso a través de su piel encapsulada en metal.

El aumentado no me ve venir. Está por sobrepasar


nuevamente a Cinco cuando lo golpeo a toda velocidad con
ambos pies en medio de sus omoplatos. Lo inmovilizo así y
lo empujo unos doscientos pies abajo, hacia la cornisa,
donde se aplasta con un repugnante sonido húmedo y deja
de moverse.

Cinco aterriza a mi lado, sin fanfarroneo, desliza su


espada a través de la parte posterior de la cabeza del
Aumentado ya muerto. Asegurándose, supongo. Él mira
hacia mí, y, por primera vez, veo algo como horror en el ojo
de cinco.

— ¿Viste esa cosa?— me pregunta.

—La vi
— ¿Por qué…?— él sacude la cabeza. –Él le prometió a
los Mogs, me prometió a mí, nuevos legados. ¿Quién querría
algo como eso?

Sacudo la cabeza y me acerco a Cinco, tocando las


secciones erosionadas de sus brazos y hombros para poder
curarlas. Él se aleja por un momento después se calma y deja
que ocurra.

—Él está loco, Cinco— digo. —Fuiste engañado por un


loco.

—Tiene que morir.

—Finalmente, estamos de acuerdo en algo— dice Nueve


saltando de la cornisa que está arriba de nosotros. Marina se
baja de su espalda y estudia al Aumentado muerto.

—Esto es una abominación— dice ella. —Él ha


transformado el trabajo de Lorien en algo… algo…—
Marina cubre su boca con el dorso de su mano y se aleja. Su
camino la lleva hacia la entrada del túnel más cercano, donde
inmediatamente ella se congela. –Oh… oh mi Dios.

Nos apresuramos hacia ella.

Es el olor lo que me golpea primero. El olor podrido, el


hedor a descomposición, todo haciéndose mucho más
ineludible por el calor agobiante de aquí debajo, cerca como
estamos ahora de los tanques de cieno negro.

Hay cuerpos apilados hasta lo alto en este túnel. Algunos


tienen el pelo negro y la piel pálida de los Mogadorianos.
Esos están medio desintegrados, deformados, con sus
extremidades despedazadas, trozos polvorientos. Otros son
humanos sin lugar a dudas. Lucen como si hubiesen sido
drenados, su carne gris y fruncida, venas negras secas visibles
debajo de su piel. Parece como si él hubiese succionado la
vida fuera de ellos. Una mirada más de cerca revela que, a
pesar de su apariencia marchita, los cuerpos humanos son
exclusivamente de adolescentes.
Recuerdo a Lawson contándome acerca de cómo Rusia
estaba entregando supuestos Garde a los Mogadorianos, y
esto recae en mí. Estos son nuestros. La Garde humana
cuyos países se rindieron, y otros que fueron rastreados por
su gente. Él extrajo la chispa Loriense justo fuera de ellos.

Contemplando esto, inconscientemente, he sacado mi


espada Voron, que ahora resplandece con energía de color
rojo opaco. Viéndola en mi mano, Nueve da un paso atrás.

—Cuidado con eso, Johnny— dice débilmente. Sus ojos


están llenos de lágrimas por la imagen de los cuerpos.
Marina cubre su cara. Cinco simplemente mira fijamente.

He cargado mi daga con Dreynen sin notarlo. Cuando


hablé con Eli, me preocupaba no ser capaz de usar mi Ximic
para copiar este poder por lo antinatural que se siente. Pero
no, nunca he querido separar tanto a alguien de Lorien como
a Setrákus Ra.

Giro lejos de esta última atrocidad, me paro al borde de la


cornisa y grito.
— ¡SETRAKUS RA!

Hay un estruendo encima de nosotros, polvo de roca


proviene del techo. Se siente como si la tierra misma se
hubiese movido. No estoy seguro de si eso fue causado por
mi grito o por algo más.

Y no me importa. Porque veo movimiento abajo. En el


centro del lago de cieno Mogadoriano.

Setrákus Ra emerge del lodo aceitoso, elevándose desde


las profundidades. Las lombrices de cieno no gotean desde
el, más bien se deslizan por debajo de su piel como si
estuviesen buscando refugio. Tiene puesta la armadura
Mogadoriana negra y roja que he visto antes, ornamentada y
vistosa, con una fluida capa negra pegada abultados
hombros. Su bulbosa, pálida cabeza, recubierta con gruesos
mechones de pelo oscuro. Eso es nuevo. Igualmente, sus
facciones ya no están tan hundidas, ni tan viejas. Incluso la
cicatriz purpura alrededor de su cuello ha comenzado a
desvanecerse. Él está más joven, más sano, de lo que alguna
vez lo vi. Flota con sus manos extendidas a sus lados, como
un salvador retorcido.

Él estira su cuello para mirarnos y sonríe. –


Bienvenidos— dice. Notando el túnel ante el que estamos
parados, baja su vista y frunce el ceño, burlonamente
respetuoso. –Por favor, no se ofendan ante la vista de mis
fallas. Ellos no fueron aptos para llevar mis dones. Como
todos ustedes, ellos no estaban listos para el progre…

No más malditas palabras.

Le lanzo una bola de fuego. Sin esperar que lo golpee,


solo como intento de cubrir mi acercamiento. Vuelo hacia
delante, temerario, tan rápido como puedo. Detrás de mí,
siento a los demás avanzar también. Esto es.

Asesinar o ser asesinado.

Setrákus Ra alza su mano, y un pedazo de cieno en forma


de escudo se extiende desde su palma. Mi bola de fuego es
absorbida. No importa.
Con él distraído, le arrojo mi daga. Uso mi telequinesis
para aumentar su velocidad.

La hoja se clavando justo en su hombro, enterrándose a


través de su armadura. Una herida que no va a poder curar
gracias al Voron y no más legados gracias a mi Dreynen.

Excepto que, parece muy fácil. Casi como si él hubiese


querido acertara.

—Muy bien John— dice Setrákus Ra con aires de


suficiencia. –Has dominado el Dreynen.

Nada pasa. Él sigue flotando. Sigue sonriendo.

—Has cortado esa parte de Lorien que todavía vive en


mí. No seré capaz de quitarte tus Legados— Setrákus Ra
continua conversacionalmente. –No va a importar.

Setrákus Ra se saca la daga fuera de su hombro y la lanza


de nuevo hacia mí. Vuelo a un lado, y detrás de mí, Nueve
sostiene el arma con su telequinesis.
—Estoy más allá de eso ahora. Más allá de Legados. Sus
poderes provienen de un ser primitivo sin rima ni razón. Mis
aumentos son de mi propia elección, limitados no por una
entidad externa sino solo por mi propio genio. Que, debo
agregar, es extraordinario.

La herida en su hombro no se cura. En su lugar, se llena


con cieno negro.

A penas tengo tiempo de procesar esta información,


cuando me impulso a mí mismo hacia adelante, enfurecido.
Si el Dreynen no funciona, hay otras maneras.

Fuerza bruta.

Golpeo a Setrákus Ra con mi puño, el apenas se mueve.


Rápidamente, enciendo mi Lumen, mis puños llenos de
calientes llamas blancas y lanzo un golpe, dos golpes, tres
golpes. Él mueve su cabeza hacia el otro lado, justo lo
suficiente cada vez, a una velocidad imposible.
El próximo golpe lo agarra. Huelo carne quemada cuando
su mano cubre la mía. El parece no notarlo.

—Después de todos estos años— Setrákus Ra dice, los


dos cara a cara. — ¿Sigues sin entender?

Cinco choca contra la espalda de Setrákus Ra y comienza


a golpearlo. Apuñala con su espada la garganta de Setrákus
Ra, su espalda, a través de su cara.

Cada herida, es rápidamente cubierta por el cieno negro.

El brazo libre de Setrákus Ra gira 180 grados alrededor de


su propio eje. Su mano se da la vuelta como si él estuviese
doblemente articulado, y, sin apartarse de mí, agarra a Cinco
por la garganta. Ahora se aferra ambos.

—Nunca podrán ganar— Setrákus Ra termina su


oración. –Fueron enviados aquí solamente a morir.

Luego aplasta mi mano. Siento cada dedo romperse, cada


nudillo comprimirse. El dolor es insufrible. Me arroja lejos
de él con tanta fuerza que pierdo el control de mi vuelo.
Afortunadamente, Nueve salta en el aire y me agarra
alrededor de la cintura. Marina, posicionada en la cornisa,
crea un tempano de hielo sobre el cieno negro, donde Nueve
y yo podemos aterrizar a salvo.

Nueve me mira, con ojos salvaje. – ¿John, que… Qué


demonios son esos poderes?

Trago fuerte, tratando de sanar mi mano rápidamente,


haciendo una mueca cuando mis huesos comprimidos crujen
volviendo a su lugar. –No lo sé.

Mientras tanto, Setrákus Ra retuerce su brazo a su


posición normal, todavía sosteniendo a Cinco por el cuello.
Cinco ha dejado de apuñalar al Mogadoriano y en su lugar
esta palanqueado desesperadamente los dedos de Setrákus
Ra.

—Tú— Setrákus Ra dice. –Una de mis más grandes


decepciones. El poder que pude haberte dado, chico…
Setrákus Ra agarra levanta una mano. Las puntas de sus
dedos brillando, cada una de ellas terminada garras afiladas
como navajas. Él quiere que observemos. Está jugando con
nosotros.

Tiro de Cinco con mi telequinesis. Siento que Nueve y


Marina hacen lo mismo. No somos lo suficientemente
fuertes para arrancarlo del agarre de Setrákus Ra.

Hay un penetrante chirrido de metal, y luego Cinco


comienza a gritar. Setrákus Ra arrastra sus filosos dedos a
través de la cara de Cinco, rebanando su piel de metal como
si fuese mantequilla. Luego la arranca, como si quitase una
máscara, y lanza el pedazo de rostro metálico un lado.

Cinco ya no está gritando. No sé si está consciente o


incluso vivo.

—Déjame mostrarte lo que te perdiste, traidor— dice


Setrákus Ra.
El brazo de Setrákus Ra se estira como si estuviese hecho
de goma. Y sumerge a Cinco dentro del espeso líquido
Mogadoriano. Ahora, Cinco patalea, y brevemente cambia la
consistencia de su piel, tomando la propiedad del cieno.
Mientras miro, fragmentos de energía azul clara son
succionados de Cinco y se sumergen en el lodo.

Solo toma unos pocos segundos para que Cinco deje de


moverse. Setrákus Ra deja que su cuerpo se hunda bajo la
superficie del lodo. Agarro mi tobillo pero no hay ninguna
cicatriz nueva. Ya sea porque Cinco sigue vivo de alguna
forma, o porque Setrákus Ra y su lodo lo despojaron de la
energía que concede sus Legados y por eso el encantamiento
ya no lo reconoce.

Una sola burbuja se eleva a la superficie del cieno,


revienta, y luego el oscuro lago queda inmóvil. No hay forma
alguna de que alguien pudiera sobrevivir a eso.

Setrákus Ra se gira hacia nosotros. Sonríe.


—Nunca se pretendió que ustedes, niños, vivieran tanto
tiempo— dice. –Una discrepancia que pronto voy a
remediar.
LOGRAMOS LLEGAR A LA SALA DE CONTROL
DE LA BASE EN LA MONTAÑA, solo quedan seis Mogs
en un lugar que podría albergar cinco veces ese número.
Todos están pegados a un banco de monitores instalado en
la pared de la cueva, fijos en las pantallas que muestran el
exterior de la base. En esas pantallas, el resto de nuestro
grupo está destruyendo la gran cantidad de nacidos en
tanque que protegen la entrada a la montaña.

Adam y yo somos invisibles. Estos seis no nos oyen


entrar. Le doy un apretón en el brazo, preguntándole si está
listo para acabar con este grupo. Él toca mi mano dos veces
lentamente. En señal de que esperemos.

Observando más de cerca, me doy cuenta de que estos


Mogs son nacidos de verdad. Todos llevan pistolas, pero no
parecen del todo ansiosos por correr afuera y unirse al
combate.

Un nacido de verdad, un hombre con un estúpido


mohawk, dice algo en Mogadoriano a una mujer también
nacida de verdad con largas trenzas. Ella le responde
inmediatamente. Están discutiendo. Los otros se unen.

De repente, mohawk apunta su pistola a la cara de


trenzas. Ella devuelve la amenaza. En cuestión de segundos,
todos se están apuntando armas entre ellos, aun ladrando
ásperas palabras en Mogadoriano.

Es una situación tensa con la cual estoy feliz de


contribuir. Usando mi telequinesis, presiono el gatillo de uno
de sus cañones, luego otro. Los nacidos de verdad hacen el
resto, gritando con ira y disparándose entre ellos. En apenas
segundos, todos han caído. Unos pocos comienzan a
desintegrarse en pedazos.

Suelto el brazo de Adam, y nos volvemos visibles otra


vez. Él infla sus mejillas con un suspiro, mirando con
decepción los nacidos de verdad muertos en el suelo, y luego
empieza a buscar en los paneles de control para encontrar el
que maneja el campo de fuerza de la montaña.

—¿Por qué estaban peleando?— le pregunto. Igual que


antes con los Mogs, mis ojos son arrastrados hacia la batalla
teniendo lugar en las pantallas.

—El del mohawk quería saber cómo pudo pasar esto.


Quería saber porque el Amado Líder permitiría que el
Anubis callera, por que dejaría que la Garde llegara tan
lejos— explica Adam llanamente. —La mujer, ella dijo que
Setrákus Ra se había vuelto loco, que las mejoras son
perturbadoras. Los demás dijeron que eso era una blasfemia
y. . .— Él mueve una mano en el aire, indicando que ya
conozco el resto.

—Ohm, — respondo, mirando a la mujer Mog en el piso.


A diferencia de los demás, esta no se ha desintegrado del
todo. La muevo con la punta del pie, y su cabeza se mueve a
un lado. Es raro para mí cuando dejan cuerpos. Me hace
sentir algo que casi llamaría culpa. —Tal vez debimos
haberla ayudado.

Adam niega con la cabeza. —Habría tratado de matarnos,


— responde.

—Rex no lo hizo.

—Si hay otros Mogadorianos simpatizantes como Rex,


no los encontraremos en el fragor de la batalla, —responde
él.

Adam encuentra la interface correcta y comienza a


presionar algunos botones. Un símbolo parpadeante aparece
en su pantalla—una advertencia en algún lenguaje. Él hace
un ruido de exasperación e inserta un comando diferente.

—Tengo que pasar un protocolo de seguridad, — dice.


—Verifica si hay algún pase de seguridad en esos cuerpos.

Rápidamente, reviso los uniformes Mogadorianos.


Encuentro un chip plástico en el bolsillo frontal del primer
nacido de verdad examino, lo soplo para remover la ceniza y
se lo entrego a Adam.

—Excelente, — dice él. Inserta la llave, tira de una


palanca, y segundos después hay una fuerte exhalación
eléctrica. Adam se gira hacia mí. —Escudos fuera.

—Asombroso — respondo. Siento un cosquilleo en mi


mente, es como si por un momento alguien más tomara
espacio en mi cerebro. Esa es Eli registrando.
Probablemente ya ha informado a John de nuestro progreso.
Uno mis manos en un aplauso. —Vamos a darle.

—Espera, — titubea Adam. —Hay algo que necesito


decirte antes…antes de que sea demasiado tarde.

Giro mi cabeza a un lado. — ¿Justo ahora?

Adam asiente, sus labios una apretada línea. —John me


ha pedido que vuelva a nuestra nave de guerra y destruya
esta montaña. Si no matan a Setrákus Ra…él quiere que la
derrumbe incluso si alguien sigue aquí adentro.
Medito esto por un momento. —Muy bien. ¿Y?

— ¿Y? — responde él, incrédulo.

—Sí, ¿Y qué? Si no matamos a Setrákus Ra, entonces


probablemente estaremos muertos de todas formas, ¿No? —
me encojo de hombros. —Has lo que él te dijo.

— ¿Qué hay acerca de vivir para pelear otro día?

—Creo que estamos a punto de quedarnos sin más días,


¿No crees? Es hora de acabar con esto, de una manera u
otra.

Si Adam tiene más protestas que hacer, son interrumpidas


por un parpadeo de luz en los monitores. Ambos nos
giramos para mirar al tiempo que nuestra nave de guerra
abre fuego contra los Mogs afuera, John y los demás
refugiados a salvo en lo que parece el caparazón de una
tortuga hecho de roca.

—Pronto estarán adentro, — digo. —Bajemos para


encontrarnos con…
Mi oración termina en una tos húmeda. Miro hacia abajo
a mi propio cuerpo, confundida por un repentino dolor en el
pecho.

Hay un afilado tentáculo de espeso fluido Mogadoriano


sobresaliendo debajo de mi seno izquierdo. Asestó justo en
mi espalda, entre los omoplatos. Puedo sentirlo, punzando y
quemando dentro de mí. Probablemente perforó un pulmón.
Me quedo sin respiración, hay sangre en mis labios.

—Oh— es todo lo que pienso para decir.

— ¡Seis! — grita Adam.

—Oh, como esperé que fuesen ustedes dos, — dice una


voz familiar detrás de mí.

Giro mi cabeza porque soy incapaz de mover el resto de


mi cuerpo, tal como estoy, empalada por un tentáculo.

Phiri Dun-Ra está parada en la puerta de la sala de


control. Sus mutaciones son justo como John las describió:
una enfermiza masa de retorcido fluido negro implantado a
sus hombros donde deberían estar sus brazos.

Me ha asesinado. No puedo creerlo.

Dust es el más rápido en actuar. Arremete desde al lado


de Adam, su forma de lobo creciendo gigantesca, pelaje gris
erizándose encima de su musculosa espalda, dientes
chasqueando. Embiste a Phiri Dun-Ra con sus enormes
patas delanteras, noqueándola de sus pies. Cierra los dientes
en frete su cara, pero ella logra retroceder la cabeza justo a
tiempo para evitar ser mordida. Uno de sus tentáculos se
enrosca alrededor del hocico de Dust, amordazándolo. Los
demás apuñalando su cuerpo. Aun así, la Chimaera forcejea,
enterrándole las garras y presionado hacia abajo con su peso.

Como resultado del ataque de Dust, el tentáculo de Phiri


sale de mi cuerpo. Probablemente habría caído de bruces si
Adam no hubiese estado ahí para sostenerme. Él presiona
una mano en mi herida, ayudándome a recostarme en la
pared. Mi sangre borbotea sobre su mano, y puedo asumir
por el pánico en sus ojos que no luce para nada bien.

—Seis, necesitamos llevarte con Marina o John…

Adam es interrumpido por un quejido, y luego un gran


peso se estrella contra nosotros. Es Dust, arrojado por las
enfermizas implantaciones de Phiri Dun-Ra. Su pelaje
empapado de sangre, perforaciones causadas por los
tentáculos de Phiri a lo largo de todo su cuerpo, que se
encoge rápidamente. Dust trata de tambalearse de vuelta a
sus pies y casi lo logra antes de que sus patas cedan. Sus
oscuros ojos se enfocan en Adam mientras yace a su lado, se
queja una vez y luego se queda inmóvil.

Adam grita.

Ahora Phiri Dun-Ra acaba de ponerse de pie, su cara y


pecho cubiertos por las marcas de las garras de Dust. Adam
levanta su pistola y dispara. Le asesta una vez en el pecho,
pero los dos disparos siguientes son absorbidos por sus
tentáculos. Ella corre de vuelta a la entrada y afuera,
apresurándose para cubrirse.

— ¡Seis! — es la voz de Eli en mi mente. — ¡Enviaré a


los demás para ayudarte!

— ¡No! —pienso de vuelta, obligándome a ponerme de


pie. —Nos encargaremos esto. Diles que se enfoquen en
Setrákus Ra.

—Pero…

Imagino a Phiri Dun-Ra tomando control de mis legados


o los de Adam, usándolos para ir detrás del resto de nuestros
amigos, para luego quitarlos del camino. Pienso en las
órdenes secretas que John dio a Adam, en cómo se supone
que él destruya la base en la montaña si algo sale mal. Y al
mismo tiempo pienso en Eli, arrojándose a sí misma dentro
de un torrente de energía Loriense porque sabía que eso
significaba derrotar a Setrákus Ra.

Prioridades. Sacrificios.
Detenemos a Phiri Dun-Ra aquí. Nos aseguramos de que
los demás no tengan ninguna sorpresa aguardando detrás de
ellos.

Me balanceo de vuelta a mis pies aunque no es nada fácil.


Cuando trato de tomar una respiración profunda, la
respuesta de mi cuerpo es disparar un terrible dolor a través
de mi pecho. Se siente como si tuviera todo mi lado
izquierdo agujereado. Sin embargo, puedo seguir peleando.

Tengo que hacerlo.

Cubro mi herida con una mano lo mejor que puedo, y


cojeo en busca de Adam. Él ya ha se ha hecho camino a
través del pasillo, iracundo, persiguiendo a Phiri Dun-Ra.
Hace un par de disparos más con su pistola. Ella salta,
enrosca su tentáculo alrededor de una estalactita y se levanta
a sí misma sobre el ataque de Adam. Luego se columpia de
vuelta hacia Adam.

Phiri Dun-Ra patea la pistola fuera de la mano de Adam.


Antes de que pueda apuñalar a Adam con su tentáculo, la
empujo con mi telequinesis y la estrello contra una pared. La
mantengo ahí presionada, un peso telekinetico contra su
pecho. Los músculos en su cuello se tensan mientras trata de
lanzarse hacia adelante y no puede.

—Seis, tú…— Adam parece sorprendido de verme en


pie, como si fuese a sermonearme por estar de vuelta en la
pelea. Trato de absorber una respiración mientras mantengo
mi agarre telekinetico sobre Phiri y me siento como si
estuviera a punto de vomitar, me apoyo sobre la entrada de
la sala de control.

—Estoy bien, — jadeo. —Acaba con ella.

Adam gira hacia Phiri, y, por supuesto, ella empieza a


hablar.

— ¿No te molesta estar en el lado perdedor de la historia,


Sutekh?— pregunta Phiri, un gran tono de desesperación en
su voz.
— ¿Así es como ganar luce para ti, Phiri?– responde
Adam secamente, levantando su pistola.

Phiri continúa divagando, chillando. —Cuando estas


batallas sean añadidas al Gran Libro, tú serás una
advertencia, una nota para los traidores, un…

—Ya cierra la boca, —le digo.

Ella se contorsiona en vano contra telequinesis, incluso


sus mutados implantes se revuelven inútilmente, capaces
únicamente de retorcerse contra la pared. A diferencia de
México, Marina no está alrededor para contenernos de
matar a esta perra. E incluso si estuviera, después de lo que
le hizo a John, a Dust, a todos en Patience Creek, no creo
que Marina pondría ninguna objeción.

El sonido de un cañón pone fin a los pretextos de Phiri


Dun-Ra. Mi espalda quema.

Phiri Dun-Ra suelta una carcajada.

Adam da vuelta, con los ojos bien abiertos.


Echo un vistazo detrás de mí. Y veo a la mujer nacida de
verdad con las trenzas, la que pensamos que estaba muerta,
medio sentada.

Ella acaba de dispararme en la espalda.

Adam le dispara de vuelta, remueve su cabeza


limpiamente.

Pero la sorpresa del nuevo dolor fue suficiente. Por el


más breve de los momentos, pierdo mi agarre sobre Phiri
Dun-Ra. Sus tentáculos se liberan. Dos encajan en el
abdomen de Adam, y él se dobla inmediatamente. Los otros
se lanzan por mí, pero me tiro hacia atrás, dentro de la sala
de control, evadiéndolos. A pesar de todo el dolor que estoy
sintiendo, trato de atrapar a Phiri Dun-Ra con mi
telequinesis.

Ella da un fuerte pisotón en la tierra, y un tremor sísmico


me lanza hacia atrás, chocándome fuerte contra una de las
metálicas estaciones de computadora. Hay un crujido debajo
de nosotros como viejas rocas cambiando y chocando
juntas. Toso sangre sobre el tambaleante piso.

Phiri Dun-Ra ríe animadamente. — ¡Increíble! No estaba


segura si tendrías alguna chispa Loriense de la que
alimentarme, Adamus. Pensé que simplemente eras una
mejora prematura, un experimento fallido. — Phiri chasquea
los labios, como si estuviera tratando de identificar lo que
está saboreando. — ¡Pero realmente eres como ellos! ¿Te
hará feliz saber que eras especial? ¿Lo peor de ambos
mundos?

Adam cuelga lánguidamente de los tentáculos de Phiri.


Puedo ver partículas de energía Loriense parpadeando a
través de la espesa masa de sus mortales extremidades,
arrancadas de Adam y transfiriéndose a ella. Trato de
empujarme hacia arriba, pero mis brazos no responden.

Lentamente, Adam levanta su cabeza, apartando


mechones oscuro cabello fuera de sus ojos. Clava la mirada
en Phiri Dun-Ra.
—Soy como ellos, — dice a través de dientes apretados.
—Pero también soy como tú.

Adam hunde las manos en la negra sustancia de los


tentáculos. Ambos jadean—ella en shock y él por el dolor—
al tiempo que el fluido se fusiona con sus manos. Él tira
hacia atrás, y la sustancia comienza a desprenderse del
muñón en el hombro de Phiri y a unirse con Adam. Debe
reconocer su genética Mogadoriana. La enfermiza sustancia
esta enredada entre los dos. El flujo de energía Loriense
desde Adam hacia Phiri se detiene.

— ¿Qué. . .? — Comienza ella a decir, con ojos salvajes.

Adam da un pisotón en la tierra. Un poderoso temblor


se extiende desde él.

El rugido resultante es ensordecedor. El piso de la


caverna se quiebra, estalactitas se sueltan desde arriba. Un
abismo se abre debajo de los dos Mogadorianos. Phiri Dun-
Ra trata de retroceder, trata de buscar el borde a tientas con
sus brazos, sus tentáculos. Pero Adam la sostiene
fuertemente.

Ambos caen en la oscuridad.

— ¡ADAM!— grito. A pesar del dolor desgarrador en mi


pecho, me lanzo de golpe hacia el borde del recién creado
precipicio. Trato de alcanzarlo con mi telequinesis.

Demasiado tarde. Nada más que sombras. Él se ha ido.

—Adam…— digo, mis manos colgando flácidamente en


el abismo, sangre fluyendo en las rocas debajo de mí.
TODO.

Todo lo que tengo, se lo lanzo a él.

Primero, mi lumen. Mi más viejo, y más confiable legado.


Me alejo volando del tempano de hielo que Marina hizo,
dejo a Nueve detrás y aplasto a Setrákus Ra con dos
torrentes idénticos de fuego. Su estúpida capa se incendia, su
armadura se enciende al rojo vivo. Miro como en su pálida
piel burbujea y se carboniza, se despelleja y, en un parpadeo,
se suavizada por arterias de la sustancia que circula a través
de su cuerpo.

Él ni siquiera parece incomodarse por mi ataque. Es


como si él no sintiera ningún dolor. Él solo flota encima de
su lago de mierda negra, mirándome desde arriba, una
exasperante mueca de sonrisa en su rostro.

—¿Es eso lo mejor que puedes hacer?— pregunta.


Setrákus Ra vuela hacia mí a una velocidad que yo no
podría duplicar y me golpea directo en el esternón. Hay púas
creciendo de sus nudillos que no estaban hace un segundo, y
oigo mis costillas crujir. Caigo hacia atrás en un afloramiento
rocoso al borde del tanque, patinando hasta detenerme con
los codos. Inmediatamente, empiezo a curar mis costillas
rotas.

Voy a necesitar seguir sanándome tan rápido como él me


hiera y espero que pueda encontrar alguna manera de
terminar con él.

Con un rugido, Bernie Kosar vuela hacia Setrákus Ra. En


su forma de grifo, él es un oponente formidable, incluso si
Setrákus Ra se está moviendo a súper velocidad. Tal vez una
buena mordida podría hacer la diferencia.

BK nunca logra llegar.

Setrákus Ra levanta una mano, y la sustancia del lago se


esparce alrededor de BK. Forma una jaula sobre él, como
algo sacado de un zoológico, las barras secciones de espeso
fluido negro. Rasgando y mordiendo, BK no puede salir
libre de ahí. Lentamente la jaula empieza a contraerse a su
alrededor, forzándolo a cambiar de forma en una más
pequeña y más pequeña para no ser aplastado.

—Nunca terminé mi trabajo con las quimæras,— musita


Setrákus Ra, mirando como la el lodo negro engulle a BK.
—Gracias por traerme una.

La jaula deja de comprimirse cuando BK se transforma a


la forma de Beagle. BK trata de hacerse más pequeño y pasar
a través de las barras, pero toda la cosa se cierra
instantáneamente como un cajón. No lo puedo ver más. BK
flota en una burbuja solida del líquido justo encima de la
superficie del lago.

Al menos, por cómo se oye, Setrákus Ra no planea


matarlo ahora mismo.

No puedo decir lo mismo del resto de nosotros.


Cuando me tambaleo de vuelta a mis pies, Setrákus Ra
aterriza unos cuantos metros adelante. Sostiene sus manos
como un santo en el cristal manchado de una ventana. Mis
labios hacen una mueca de disgusto.

—Como insectos ante un gigante,— dice él. —Así


ustedes niños caen ante un dios.

—Tú no eres un dios,— replico, lanzándole una bola de


fuego, que él simplemente absorbe.

Él suelta un bufido. “Ustedes Lorienses, tan piadosos aun


en el final. La cosa a la que adoran, la Entidad que ahora se
esconde debajo de la tierra, no es nada más que un recurso.
Como oro, como agua. Ustedes le oran a un rio mientras yo
creo represas. Ustedes confían en los caprichos de la
naturaleza mientras que mi intelecto cambia galaxias. ¿No
ven ahora lo que mi trabajo, mi progreso, tiene el poder de
crear?-
—¡Yo veo a un solitario viejo idiota viviendo en una
maldita cueva!— grita Nueve mientras se lanza desde un
costado.

Nueve lanza un puñetazo que Setrákus Ra esquiva


fácilmente. Mientras Nueve tropieza e intenta recuperar su
equilibrio, Setrákus Ra lo agarra por el cabello y lo lanza hala
hacia atrás. La mano de Setrákus Ra es plana, sus bordes
brillando relucientes como el filo de una espada. La lanza
con un movimiento cortante en picada contra el cuello de
Nueve.

Tiro de Nueve hacia mí con mi telequinesis antes de que


Setrákus Ra pueda córtale la cabeza. Él se queda con un
puñado del cabello de Nueve en su mano, arrancado
directamente desde su cabeza.

La velocidad. La invulnerabilidad. Cambiar su cuerpo en


cualquier forma enferma que él pueda imaginar. Es loco
pensar que alguna vez fui intimidado por Setrákus Ra
cuando lo único que podía hacer era cambiar de tamaños y
cancelar nuestros legados.

Este monstruo delante de mí es mucho peor. —¿Alguna


idea?— me dice Nueve.

—Flanquéenlo,— replico, y nos separamos. Nueve


sostiene mi daga. —¿Puedo?

—Hazme el honor.

Tratamos de mostrarnos confiados, pero puedo decir que


Nueve ha sido sacudido por el poder de Setrákus Ra.
Estamos en problemas.

Con una sonrisa burlona, Setrákus Ra empieza a avanzar


hacia nosotros. Antes de que él se acerque demasiado, él es
acribillado por una bola de hielos desde el techo. Él es un
alfiletero, con estacas de hielo clavadas de arriba abajo por su
espalda.

—¡Todo lo que has provocado es dolor y sufrimiento!—


le grita Marina. —¡Todos esos cuerpos regados allá arriba!
¿Para qué? ¿Para qué pudieras confeccionar esos espantosos
poderes?

Setrákus Ra deja salir una risita sofocada. —Oh no,


querida. Lorien es tacaño con sus regalos. Las miserables
chispas que se esconden dentro de todos ustedes, son meras
gotas. Necesité acceder directamente a la fuente para crear lo
que ves aquí.— Posa una mano vanidosamente en su propia
mejilla. —Drenar a esos otros fue meramente un periodo de
prueba de mis aumentos. Ellos murieron en servicio del
glorioso progreso.

—¡Estás loco!— Marina objeta. —Con todo y tu


supuesto ingenio, ¡Nunca has creado algo tan bello como
Lorien lo hizo!

Una repentina ola de calor emana de Setrákus Ra, y las


estacas de hielo se derriten en él. Entonces se da la vuelta
para hacer frente a Marina, su apariencia está cambiando. Su
piel se oscurece a un color caramelo, y en su cabeza brota
una bola de rizado cabello negro.
—¿No lo he hecho?— pregunta él. Su rostro, su voz—ha
tomado la forma de Ocho.

Marina se retrocede horrorizada al tiempo que él flota


hacia ella.

—¿No te prometí reunirte con tu amado?— Setrákus Ra


pregunta, sus ojos llenos de malicia que Ocho nunca tuvo
estando en vida. –Eso aún podría ser tuyo, querida Marina…

Usando mi visión de roca, convierto la mitad de su


cuerpo en granito solido conectado al piso de la cueva, así
que ahora Setrákus Ra es una estalagmita elevándose encima
de las rocas. Él mira hacia abajo, hacia él mismo— abandona
la apariencia de Ocho, su versión joven regresa — y hace
una cara.

—Primitivo,— gruñe.

Primitivo o no, lo ralentiza. Nueve va contra él, corre por


la formación de la roca que hice y golpea fuertemente a
Setrákus Ra con mi daga de Voron. Atascado en su lugar,
Setrákus Ra no lo puede esquivar, y Nueve destroza una
gran parte de su cara. Por un momento, pienso ver sangre.
Pero luego el fluido Mogadoriano llena la herida, se recoge
sobre sí, y luego su cara está de vuelta a la normalidad.

Aun así, él fue herido. Podemos encontrar maneras de


herirlo.

Cuando como Nueve va por otro ataque, empujo con mi


telequinesis. Hago presión en la armadura que Setrákus Ra
usa, aplastándola, compactándola, esperando apretar sus
tripas. Puedo sentir la fuerza de Marina añadida a la mía, y
pronto estamos apretando su armadura como una lata.

Rugiendo, Setrákus Ra rasga su armadura suelta y la tira a


un lado. Él esta con el pecho desnudo ahora. Justo encima
de su corazón, en el lugar donde Seis lo empaló, hay una
masa palpitante de fluido negra, como una araña en el centro
de su telaraña.

La cosa no se concentra así en ninguna otra parte de su


cuerpo. De ahí debe ser donde se deriva todo su poder.
—¡Nueve!—En vez de hablar, esta vez uso mi telepatía.
No quiero que Setrákus Ra sepa que ya lo descubrimos. —
¡Ve por el corazón!

-Duh- piensa él de regreso.

Setrákus Ra golpea las rocas que construí alrededor de sus


piernas para librarse, como si no fueran más que guijarros.
Tan pronto como está libre, activo mi visión de piedra y lo
atrapo de nuevo. Al mismo tiempo, Marina lo aprisiona con
otra barricada de hielo. Él aplasta las dagas congeladas,
gruñendo, distraído.

—Esto se está volviendo tedioso— dice él.

Y luego Nueve está sobre de él, lanzándose con por la


daga de Voron, obteniendo potencia de un poderoso salto,
arrojándose con todo su poder.

Apuñalando a Setrákus Ra directo en el corazón.

Nueve entierra la espada hasta la empuñadura. La punta


sobresale a través de la espalda de Setrákus Ra.
Setrákus Ra baja la vista hacia el arma. Sonríe.

—¿Es esta una historia para niños?— pregunta, sonando


entretenido. —He pasado siglos perfeccionando mi trabajo.
¿Y ustedes piensan…. ¿Qué? ¿Qué hay un punto débil?

Él toma un profundo respiro, y la espada, junto con la


mano de Nueve aún en la empuñadura, son succionados
dentro de la masa negra en su pecho. Setrákus Ra mira hacia
Marina.

—Contemplen, una demostración.

Nueve grita. Su brazo primero se torna azul, como si la


circulación hubiese sido cortada, luego de un gris marchitado
y finalmente tan negro como la sustancia. Los músculos se
derriten, su piel cuelga en sus huesos. Es como ver
intervalos fotográficos de su brazo en descomposición.

Setrákus Ra otra vez se libera de la roca que puse


rodeando sus piernas, pisando fuerte y patea a Nueve en el
pecho. Nueve sale volando hacia atrás.
Su brazo se queda con Setrákus Ra. Cuelga desde su
pecho por un momento, y luego es como si la sustancia
empezara a digerir el miembro, rompiéndolo, arrastrándolo
dentro de Setrákus Ra. Cuando el proceso ha terminado, el
brazo es totalmente absorbido. Nueve esta tirado en el
suelo, agarrándose el espacio vacío donde solía estar su
brazo. Marina salta hacia él, con los ojos salvajes.

—Oh Dios, Oh Dios,— ella murmura, agarrando el


hombro de Nueve. No hay sangre; la carne esta seca y
muerta. Aun así, ella activa su legado curativo e intenta. . .
intenta algo.

Setrákus Ra avanza hacia ellos, humedeciendo sus labios.

Vuelo hacia delante— visión de roca, un bombardeo de


hielo, una bola de fuego— trato de detenerlo.

No soy lo suficientemente fuerte.

Él toma mi cabeza, palma mi rostro y me estrella contra


el piso de roca.
—Tú serás el último, Pittacus— dice.

Sangre fluye de mis ojos. Mareado y confuso, aturdido,


me levanto sobre mis rodillas mientras Setrákus Ra habla
delante de mis amigos.

No podemos ganar esto.

Marina alza sus manos, y un muro solido de hielo los


separa a Nueve y a ella de Setrákus Ra. El Mogadoriano
suspira, molesto y golpea directo al muro.

Mientras esto pasa, uso mi telepatía. Buscando la mente


de Adam. En el calor de la batalla, no se me ocurrió hasta
ahora que Seis nunca apareció. Tal vez regresó a la nave de
guerra con Adam por alguna razón, y me permito esperanza
brevemente.

Nada. No puedo encontrar la mente de Adam.

O la de Seis.

Una fracción de segundos pasa telepáticamente, pero se


siente como una eternidad de búsqueda. Finalmente, puedo
hacer contacto con Eli, aun flotando sobre la montaña en
nuestra nave. La ansiedad emanando de su mente es palpable
tan pronto nos conectamos. Ella anticipa mis preguntas.

—Adam… Adam cayó en un abismo con Phiri—Dun-


Ra,— Eli me dice. —Y Seis está mal herida. Creo que ella
esta inconsciente.

Maldición.

Cambio de la mente de Eli a la de Sam. Lo puedo sentir


allí arriba, paseándose de ida y vuelta, mirando la oscura
entrada de la base Mogadoriana desde las ventanas de la
nave.

—Sam.— Hago un esfuerzo por mantener mis


pensamientos calmados y serenos. Como si mis amigos no
se estuvieran muriendo. Como si no estuviera perdiendo esta
guerra.

—Necesito que hagas algo por mí.-


—¿John?— Su mente casi salta hacia la mía. Nuestra
conversación entera toma lugar en el espacio de uno de sus
pasos, su pie flotando sobre el piso del puente. —¿Qué está
pasando? Eli no dice.

—Necesito que hagas algo por mí.

—¡Lo que sea!

—Usa tu legado. Ordena a la nave que destruya la


montaña.

—….¿qué?

Imágenes vienen de primer plano de la mente de Sam. Él


y yo estamos caminando a través de los pasillos de la
secundaria de Paraíso. Nueve sosteniéndolo en una llave de
cabeza. Más prominentemente, él y Seis parados una
maravillosa vista en la cima de una montaña en algún lugar,
contemplando un claro y cristalino océano.

—Es la única manera de detenerlo, Sam. ¡Él es fuerte,


pero podemos atraparlo aquí abajo!
—¡No! ¡No lo haré! ¡No mientras ustedes estén aun ahí
abajo!

Toda esta conversación telepática pasa a la velocidad de


mis pensamientos mientras me pongo de pie, mientras
Setrákus Ra corre hacia Nueve y Marina. Estoy fuera de
tiempo —él está allí; necesito actuar.

—Levántate, Nueve, por favor,— Marina suplica, aun


tratando de curar la carne muerta en su hombro.

Sostengo la conversación con Sam en mi mente,


dejándolo ver lo que veo, vuelo hacia Setrákus Ra, esperando
conseguirle a Marina más tiempo.

Él me anticipa. Me da un contragolpe con una fuerza que


hace crujir mi barbilla y me manda al suelo de la cueva
rompiéndolo, rozando delante de los fragmentos rotos de la
muralla de Marina.

Nueve aún sigue en el suelo, gimiendo y sacudiéndose,


probablemente entrando en shock. Marina presiona sus dos
manos en su muñón. Nuestros legados de curación no
reconstruyen miembros. No hay nada que podamos hacer.

Setrákus Ra toma a Marina del cabello y la levanta del


suelo. Ella patalea lazándole una bofetada a la cara. Ella
golpea el mismo punto donde Nueve lo cortó con la espada
de Voron hace un minuto.

Setrákus Ra la suelta, retrocede y se aprieta la mejilla.

Esa parte de su cara se cae, el aceite negro que la sostenía


se adentra en su cuerpo.

Marina y yo hacemos contacto visual.

—¿Qué hiciste?— mi pensamiento golpea su mente con


urgencia.

—¡Curarlo!— ella responde. —¡Todavía estaba usando


mi legado!

Recuerdo la ciudad de Nueva York, antes de la invasión.


El secretario de defensa Sanderson y la lama negra corriendo
por sus venas. Me tomó varios minutos y agotador, pero fui
capaz de drenar esa porquería fuera de su cuerpo usando mi
legado de curación.

Podemos matar a Setrákus Ra. Sólo tenemos que hacerlo


Loriense otra vez. Tenemos que quitarle esas mejoras y
destruir lo que quede del hombre.

Marina ya captó la idea. Ta pronto como como Setrákus


Ra se recupera, ella avanza hacia delante rápidamente, con la
mano extendida en su dirección.

Setrákus Ra la esquiva de lado. Él la atrapa por el codo y


retorciendo el brazo de Marina detrás de su espalda y
dislocándole el hombro. Entonces él la golpea en el rostro
con sus garras, abriendo unos rasguños profundos en
diagonal por toda su cara. Mientras tanto, su propio rostro
enfermo ya ha sido restaurado por el fluido.

Vuelo hacia Setrákus Ra antes de que él termine con


Marina. Enrollo mis piernas en su pecho y agarro ambos
lados de su cabeza, transmitiendo tanto de mi legado de
curación hacia él como puedo. Al mismo tiempo, junto tanta
fuerza como puedo y nos vuelo a través de la cueva,
esperando que manteniéndolo lejos de sus tanques lo debilite
un poco más. Puedo sentir las mejoras dentro de él, el aceite
burbujeante en cada parte de su cuerpo. Hay más de eso
dentro de él que lo que queda de humano. Siento como si
estuviera intentando hacer retroceder una ola gigantesca.

Aun así, tengo que intentarlo. Esta es la única manera de


que termine.

Setrákus Ra grita mientras lo fuerzo a sanar. Pero


rápidamente, él pelea devuelta. Él me muerde encima del
hombro, su boca es horriblemente grande, dientes afilados, y
arranca un trozo de carne.

—¡John!— grita Marina. Su brazo colgando flácido a su


lado, sangre cayendo desde su rostro, ella se aproxima para
ayudar.

Púas del fluido endurecidas salen del cuerpo de Setrákus


Ra. Una atraviesa mi pierna, otra mi costado, otra mi
hombro. Ni siquiera estoy seguro de que él este controlando
esto o es una reacción a mi sanación, como si la lama
estuviera tratando de escapar. De cualquier manera, ahora
estamos clavados juntos. Otra púa cae y por poco alcanza el
ojo de Marina antes de que derrapara deteniéndose a unos
cuantos metros de distancia.

Redirijo un poco de mi sanación a mis propias heridas.


Tratando de cerrarlas tan rápido como Setrákus Ra pueda
hacerlas y al mismo tiempo haciendo retroceder la
perversidad que se esparce a través de él.

Mientras mi legado de sanación es dirigido al cuerpo de


Setrákus Ra, la lama se fusiona alrededor de nosotros en una
masa de tentáculos retorciéndose. Marina no puede acercarse
más.

—¡Vete!— le grito. — ¡Toma a Nueve y salgan de aquí!

—¡No te voy a dejar!


—Seis está arriba en las cavernas de arriba; ella necesita
que la sanen,— le digo, apretando mis dientes contra mi
dolor. — Por favor…gah…por favor, Marina… ¡VETE!

Marina mira hacia mí, con lágrimas en los ojos. Apenas y


puedo verla a través del desastre de líquido negruzco
agitándose a mí alrededor. La veo mirar hacia arriba dudosa,
hacia el camino en espiral que lleva de nuevo a la superficie,
y luego regresa la mirada hacia Nueve.

Con un gruñido, Nueve toca la pierna de Marina. Él se


estremece.

—Justo… justo como lo practicamos,— dice él


delirando, transfiriéndole legados a ella.

Recuerdo eso. Captura la bandera en Chicago. El equipo


de Nueve ganó porque él le prestó su legado anti
gravitacional a Marina.

Marina carga a Nueve con su brazo bueno. Ella también


tiene la fuerza de él. Con una última mirada hacia mí, ella
corre directo hacia la pared, dejando abajo el borde rocoso
mientras sale a la superficie.

Por medio de mi telepatía, Sam ha sido testigo de toda la


escena. Él siente lo que estoy sintiendo. El flujo y reflujo del
dolor, las partes rasgadas alrededor de mi cuerpo.

—Sam. Los otros están saliendo. ¿Lo harías ahora, Sam?-

—John…— su tristeza fluye dentro de mí, peor que todo


el dolor.

Él lo hará. Sé que lo hará.

Apago la telepatía. Me concentro sólo en sanar. Dejo salir


toda la energía Loriense almacenada dentro de mí como una
cascada.

Rezo para que sea suficiente.

Estoy cara a cara con Setrákus Ra. Nosotros dos


encerrados juntos. Mi sanación continua vertiéndose dentro
de él, y, con cada segundo, su joven rostro se derrite, el
aceite negro forzado a retirarse. Su pálida piel regresa, su
cabeza calva y bulbosa, las mejillas hundidas, la cicatriz
latiente purpura. Él me gruñe. Escupe en mi cara. Me da
cabezazos.

En sus oscuros ojos, por primera vez, veo duda. —Voy a


matarte,— gruñe él, su aliento es caliente e inmundo contra
mi rostro.

Sé que esto es verdad. Voy a morir aquí abajo. Enredado


junto con mi peor enemigo. Sanándolo, incluso mientras él
me desgarra.

—Tú…— Una burbuja de sangre explota cuando trato


de hablar. —Tú morirás primero.

Un tentáculo, afilado como una navaja y frío como hielo,


penetra mi abdomen. Me abre.

Emano calor, energía curativa hacia él. Miro como su cara


se torna gris y arrugada. Un hombre de siglos.
La lama negra se fusiona alrededor de mis piernas. Las
presiona como un bicho, mis huesos crujiendo como leña
quemándose.

Más sanación. Un poco para mi cuerpo —sólo lo


suficiente para poder continuar— y el resto para él.

Un pedazo de lama curtida cae de él hacia el piso de la


cueva y se convierte en ceniza. Setrákus Ra grita.

Él rasga mi caja torácica. Sus garras enterradas


profundamente en mi carne, desgarrando huesos. Él está
tratando de sacar mi corazón.

Resiste, John.

Lo dejo desgarrarme. Concentrándome en el cálido


resplandor. Yo podría derretirme en ese resplandor…

—¿Tú realmente… realmente crees que puedes


vencerme?— él se burla. Una vena negra se revienta en su
frente.
—Lo he hecho todos estos años, ¿Qué son unos pocos
minutos más?

—Siempre fuiste un tonto, Pittacus.

—Yo no soy Pittacus Lore,— digo con mis dientes


agrietados. —Soy el Número Cuatro. Soy quien te mató.

Un temblor. La cueva entera empieza a sacudirse. Por mi


vista periférica, veo un vivido flash de luz roja.

El bombardeo ha empezado.

Gracias Sam.

Sólo mantenlo aquí. Entiérralo aquí, con todos sus


horribles experimentos.

La marchita y horrible cara delante de mí ríe


maniáticamente.

Cierro mis ojos.

Traigo a mi mente una imagen de Sarah. Ella sostiene una


cámara, toma una foto y me sonríe.
Dejo mis legados salir en un torrente. Todos ellos. Hasta
que no queda nada.
MI CONSCIENCIA REGRESA LENTAMENTE. El
suelo de la caverna vibra bajo mi cara, un estruendo más
fuerte que el trueno que sacude todo el complejo. Me muevo
peligrosamente cerca del borde del abismo en el que Adam y
Phiri cayeron. Con un gemido, ruedo lejos del borde, sobre
mi espalda, y trato de sentarme.

—Ugh. . .

Mi boca sabe a sangre. Cada respiración se siente como si


estuviera rodando sobre vidrios rotos. La montaña tiembla
de nuevo, y polvo de roca cae desde el techo. Cierro los ojos
para evitar que el polvo entre en ellos. Tal vez, pienso, voy a
mantenerlos cerrados un poco más.

— ¡Seis! ¡Mantente despierta! ¡Levántate!


Eli, su voz me llega a través de un megáfono
directamente a mi cerebro, tan fuerte que hace que me duela
la cabeza.

—Me levanto, me levanto— le contesto en voz alta


mientras lucho por sentarme. Me duele doblarme de esa
forma, y tengo que ahogar un chillido. — ¿Que está
pasando?

—Vamos a demoler la montaña,— Eli responde. —Sam


ya la tiene en la mira, pero no dispararemos el cañón
principal hasta que salgas.

—Supongo que será mejor que me levante, — gruño, y


lucho por ponerme de pie.

Así que Sam ha sido forzado a jugar el papel que le


correspondía a Adam —si todo sale mal, derriba el conjunto.
Adam. . . no pude alcanzarlo a tiempo. Me asomo por
encima del borde del abismo, pero no veo nada que no sea
rocas dentadas y sombras. Sin embargo, algo lo largo del
borde me llama la atención. Un espeso rastro de sangre que
antes no estaba ahí y que se extiende desde la sala de control
hasta el precipicio.

El cuerpo de Dust no está donde cayó. ¿La quimera aún


seguía con vida? ¿Cayó al precipicio después que Adam?

Ahueco mis manos alrededor de mi boca y grito hacia el


abismo.

— ¿DUST? ¿ADAM?

No hay respuesta. Los gritos provocan una punzada de


dolor en mis pulmones. Tengo mis dos manos sobre el
agujero que hay en mi pecho y retrocedo tambaleante, me
recargo contra la pared más cercana.

—Marina y nueve están en camino, — Eli me guía. —Se


reunirán contigo en la entrada principal.

Puedo llegar hasta ahí. . . creo.

Lentamente, comienzo a moverme por los pasillos


retorcidos de la caverna. Tengo que hacer una pausa para
recuperar el aliento unas cuantas veces, y en cada ocasión
debo tragar de vuelta un poco sangre. Echo un vistazo por
encima de mi hombro y noto que estoy dejando un rastro de
mi propia sangre. Mirar hacia atrás hace que me sienta un
poco mareada, mis ojos están nebulosos.

Sigo adelante. Ahora en línea recta. Casi he llegado.

— ¡Seis!

Tropiezo en la entrada principal al mismo tiempo que


Marina emerge del estrecho pasadizo que se interna más
profundo en el complejo. Nueve está sobre su hombro
como si fuera un saco de patatas. Nunca supe que Marina
fuera del tipo fisicoculturista —Nueve debe haberle
transferido sus legados antes de venirse abajo. Me
estremezco cuando veo la condición en la que está Nueve—
inconsciente, con la cara pálida, sin un brazo. Marina trata de
llegar a mí con su brazo libre, pero su hombro está
dislocado, por lo que termina sacudiendo con torpeza su
hombro en mi dirección.

— ¿Dónde están John y Cinco?— Le pregunto.


—Cinco. . . nadie merecía morir así, Seis, ni siquiera él. —
Marina sacude la cabeza con disgusto cuando ella me da las
noticias, evitando mis ojos. —John todavía está abajo,
peleando contra Setrákus Ra hasta que podamos dejar caer
este lugar encima de él.

Como para puntualizar las palabras de Marina, otro


temblor pasa a través de la base de la montaña. Ese debe de
ser Sam, demoliendo muy lentamente la guarida
Mogadoriana.

Marina le echa un vistazo al agujero en mi pecho, y su


boca se abre con sorpresa al ver que todavía estoy pie. —
¿Puedes seguir adelante? Te curare una vez que estemos a
salvo —

—No, — le digo. —Cúrame ahora.

Ella mira hacia el techo. —Pero. . .

—Eli, si estás escuchando, ¡dile a Sam que detenga esa


mierda!
—Tú no viste en lo que Setrákus Ra se ha convertido, —
Marina dice, con los ojos abiertos. —Seis, esta podría ser la
única manera de detenerlo.

Cuando Adam me habló sobre hacer colapsar esta


montaña, estuve de acuerdo. Pero eso sucedió cuando ese
era el último recurso, cuando ninguno de los nuestros se
había quedado aquí luchando contra Setrákus Ra.

Bueno, todavía sigo aquí.

—A la mierda con eso, — le respondo a Marina. —No


voy a dejar que John sea un mártir por sí mismo. Voy a bajar
allí. Cuando saque a John, puedes seguir adelante y dejar que
esta montaña caiga sobre lo que quede de Setrákus Ra

Añado la última parte más para Eli, que estoy segura de


que está escuchando todo telepáticamente, que para Marina.
Quiero que Eli le retransmita esto a Sam.

Que mantenga este lugar en pie. Que me deje tener una


oportunidad.
Marina me mira a los ojos, y puedo decir que está
intentando decidir si me ha perdido o no. Entonces
cuidadosamente coloca a Nueve en el suelo, el gran chico
gime con delirio, y presiona su mano buena contra mi pecho.

A medida que su fría energía curativa fluye dentro de mí,


tomo con avidez la primera respiración profunda desde mi
pelea con Phiri Dun-Ra.

—Debería ir contigo. . ., — dice Marina. Su mirada se


desvía hacia Nueve.

—No, él no luce bien, — le contesto. —Quédate con


Nueve; asegúrate de que no muera. Nadie más morirá hoy,
¿de acuerdo?

Marina termina de curarme. Ella agarra mi mano.

—Ten cuidado, Seis, — dice.

Me siento rejuvenecida, me apresuro en la dirección por


la que Marina acaba de salir. Recuerdo muy bien este lugar
—no hace mucho tiempo que me escapé de ésta caverna.
Nunca pensé que vería el día en que estaría corriendo de
vuelta a sus profundidades, sobre todo no cuando volarla en
pedazos es una alternativa viable.

No dejaré que John muera aquí abajo. Él piensa que


puede ganar esto sin el resto de nosotros, piensa que tiene
que cargar con todo esto para compensar lo sucedido con
Sarah.

Él no tiene por qué hacerlo solo.

Así que corro. Mis pies golpean con fuerza contra el


terreno desigual. Pronto, estoy corriendo por la saliente en
espiral, adentrándome más y más. Puedo ver el depósito de
desagradable cieno negro a continuación. Sé que es donde
ellos están. Evito el obstáculo de un trozo de roca caída,
paso por debajo de unas estalactitas caídas y salto de la
saliente a uno de los estrechos puentes de piedra para
ahorrar tiempo. El descenso es vertiginoso, y mi corazón late
con fuerza.
Ya en el fondo, reduzco la velocidad y me vuelvo
invisible. Tan pronto como llego a la orilla del lago de cieno,
me detengo en seco.

Un lío de cieno negro se extiende por el piso de piedra de


aquí, como si un globo lleno de ese material hubiera
explotado. Algunos de los pedazos se mueven de ida y vuelta
en el suelo como si fueran peces fuera del agua. Sin
embargo, la mayor parte del cieno está seco y endurecido.

John se encuentra en el epicentro de todo esto. Él luce


como si lo hubieran arrojado a un triturador de carne. No
hay una pulgada de su cuerpo que no esté empapada de
sangre. Su piel está triturada, mutilada, sus huesos se asoman
en diferentes lugares. Creo que sus piernas y brazos están
rotos. Miro su pecho durante unos segundos, con la
esperanza de ver que suba y baje.

Él no se mueve.

Recuerdo la forma en que era la primera lo rastreé hasta


Paraíso. Atractivo y valiente, tan ingenuo. Listo para poner
su vida en peligro. Recuerdo haber sostenido esas manos —
ahora sus dedos están destrozados, cortados como
listones— y recuerdo el calor, la comodidad que él siempre
me dio cuando lo necesitaba.

Murió aquí abajo, solo.

Debería gritar. Pero después de todos estos años, todas


estas muertes, la rabia y el dolor no se sienten como antes.
Solo fría determinación.

Terminare esto.

Me trago la bilis y giro mi atención a la otra forma que


está en el suelo de la caverna. Frágil y marchito, es un
anciano, su piel es gris con manchas en algunos puntos y, en
otros, es de un negro endurecido como el cieno que está
esparcido en el suelo. Incluso mientras lo miro, esas partes
oscuras de su cuerpo se desintegran lentamente, al igual que
la ceniza del final de un cigarrillo. El anciano deja un rastro
de hollín de la sustancia mientras se arrastra a través de las
rocas, avanza poco a poco hacia el lago de cieno, con su
mano nudosa extendida.

La cicatriz púrpura alrededor de su cuello es


inconfundible. Setrákus Ra. Aún con vida. Pero apenas.
Centímetro a centímetro, él se arrastra hacia el cieno.

Avanzo. Con mis ojos fijos en Setrákus Ra, no noto la


daga Voron que John hizo hasta que mi pie choca contra
ella. La cuchilla se desliza con un ruido a un par de metros a
través de las piedras.

Recojo la daga. Cuando miro de nuevo hacia él, Setrákus


Ra se ha volteado de lado. Sus oscuros ojos explorando el
entorno, en busca de la fuente del ruido.

Su nariz está completamente ausente, sólo hay un


esquelético agujero en la parte frontal de su rostro, y su boca
está completamente vacía de dientes.

Tiene miedo.

Me vuelvo visible y lo miro a los ojos.


—Hola, anciano.

Él deja escapar un gemido, se pone sobre su vientre de


nuevo y aumenta el ritmo de su arrastre hacia el cieno.

Lo alcanzo con facilidad, le doy una patada en el costado


y le doy la vuelta. Mi pie en realidad hace un agujero en su
cuerpo, es como patear una colmena. Su pecho es
esquelético, cóncavo, con un espacio oscuro donde debería
estar su corazón. Él lanza un golpe descuidado hacia mí con
una mano cuyas puntas son garras en proceso de
desintegración. Aparto su mano con un golpe y me dejo caer
sobre él, clavando mi rodilla en su vientre.

—En unos pocos minutos, este lugar se vendrá abajo


cayendo encima de tus restos, — le digo a Setrákus Ra,
manteniendo mi voz fría y calmada. —Quiero que sepas que,
después de eso, voy a localizar cada maldita copia existente
de tu estúpido libro y voy a quemarlos. Todo tu trabajo,
todo lo que hiciste…se convertirá en nada.
Trata de decir algo, pero no puede. Tuerzo mi rodilla más
abajo.

—Mírame, — le digo. —Así es como luce el progreso,


perra.

Clavo la daga Voron en un lado de su cuello, justo en la


cicatriz. Setrákus Ra gorgotea. Y lo rebano de nuevo.

Dejo caer la daga y me levanto.

Sostengo la cabeza de Setrákus Ra en mis manos.

Sólo tarda unos pocos segundos antes de que comience a


desintegrarse. Espero hasta que todo se desintegra, las partes
del señor de la guerra Mogadoriano, el destructor de mi
mundo, asesino de mi gente, de mis amigos, pasando a
través de las yemas de mis dedos como si fueran oscuro
confeti.

Sacudo el polvo de mis manos.

Se escucha un estallido húmedo detrás de mí. Me volteo


para ver una burbuja de cieno negro brotar sobre el lago.
Bernie Kosar sale libre, sacudiendo su pelaje, e
inmediatamente salta al suelo. BK me mira y suelta un
pequeño, gemido lastimero.

Ambos vamos al lado de John. Es un desastre, casi


irreconocible. BK se acuesta boca abajo junto a él y lame su
mano. Toco la frente de John, suavizado un poco el pelo
rubio pegajoso de sangre.

—Tú estúpido idiota, — le susurro. —Todo terminó, y ni


siquiera lo sabes, maldito imbécil.

John jadea.

Salto hacia atrás, sorprendida en un primer momento, las


lágrimas escuecen en mis ojos. Es un ruido seco, y todo su
cuerpo se arquea. Él tiene espasmos, tose, tiembla en mis
brazos. Me aferro más fuerte a él. Cuando miro hacia abajo,
veo que sus heridas están empezando a mejorar.
Lentamente, casi imperceptible en comparación con la
rapidez con la que normalmente se curan, pero están
sanando.
Sus ojos están cerrados por la hinchazón. Una de sus
manos agarra mi brazo débilmente.

— ¿Sarah. . .? — él susurra.

Lo beso. Es solo un beso rápido en los labios, lágrimas


corren por mi cara. Estoy segura de que a Sam no le
importará. Teniendo en cuenta las circunstancias, apuesto a
que él besaría a John también.

John sonríe un poco, a continuación, cae inconsciente de


nuevo, su respiración es irregular pero constante.

BK adopta su forma de grifo, y, con mucho cuidado,


acomodo a John sobre su espalda. Subo detrás de él.
Volamos hacia arriba, hacia la salida de la cueva, dejando
atrás el oscuro hedor del mundo Mogadoriano.

—Eli, chicos, — le digo al aire, esperando que alguien


esté escuchando telepáticamente. —Estamos en camino.

En el exterior, el amanecer está apenas comenzando.


PRÓXIMAMENTE EN LA INVASIÓN. UNA
MIRADA ATRÁS, entrevistamos-zzt- los valientes
miembros de la Onceava Brigada Real Australiana-zzt-
quienes protagonizaron una audaz incursión a una nave de
guerra mogadoriana el Día de la VH . Pero primero-zzt-¿Los
lorienses? ¿Dioses? ¿Héroes? ¿Inmigrantes Ilegales?
Nuestro-zzt-nuestro panel lo discute.

Apago la televisión. Tiene una terrible recepción aquí de


todos modos. Con el ruido de fondo ido, puedo centrarme
totalmente en mi limpieza. Mi mano se siente un poco
adolorida agarrando el cepillo, empujando hacia adelante y
hacia atrás a través de la pared de piedra. Sería más fácil usar
mi telequinesis, pero me gusta el trabajo. Se siente bien usar
mis manos, preocuparse en estas manchas de pintura antigua
hasta que se desvanezcan o hasta que mis antebrazos estén
demasiado cansados para continuar.

Solía haber una pintura de Ocho siendo asesinado por


una espada en está pared. Ahora ha desaparecido por
completo. Fue la que froté primero. La única profecía que
queda aquí es la pintura de la Tierra dividida por la mitad,
una parte viva y la otra muerta, con dos naves acercándose al
planeta desde lados opuestos. La estoy restregando ahora.

Realmente me gusta esta última, razón por la cual la he


guardado para el final. Mi lectura es que el pintor no sabía
quién iba a ganar la guerra en la Tierra. Es por eso que la
dejó tan vaga. Aún tiene que irse. Estoy tratando de no
detenerme mucho más en el pasado. Quiero que este lugar
sea sobre el futuro. Así que sigo restregando.

—Creo que ya está limpio, John

La voz de Eli me saca de mi trance. No estoy seguro de


cuánto tiempo he estado fregando la pared. Horas, tal vez.
Los músculos en mi brazo están entumecidos.
Probablemente he estado puliendo la piedra desde hace un
rato, la pintura está completamente borrada.

—Me distraje un poco —digo tímidamente.

—Sí, he estado sentada aquí desde hace diez minutos —


ella contesta.

Eli me rastreó hace unos meses atrás y ha estado


rondando desde entonces. Todavía no estoy exactamente
seguro de cómo lo hizo. Supongo que ser una telépata
probablemente la ayudó.

En el Himalaya, pensé que había encontrado un buen


lugar para esconderme por un rato, para conseguir que mi
cabeza se aclare. Oí acerca de esta caverna por Marina y Seis.
Cuando estaban siendo perseguidas por la India, esta cámara
de profecías sufrió derrumbes después de un ataque mog.
Había llegado con la intensión de excavar y ver si algo podía
salvarse, pero esos Nacionalistas de Ocho-Visnú ya se me
habían adelantado. Al parecer, la cueva es un lugar venerado
por ellos. Ya habían empezado a cavar y me dejaron
sumarme a sus esfuerzos sin hacer preguntas. Estos días,
aseguraron el área, mantienen a los excursionistas arbitrarios
lejos y generalmente se mantienen lejos de mí. Supongo que
alguno de ellos pudo filtrar mi ubicación a Eli, pero lo dudo.

Mirándola, creo que todavía hay algo un poco fastidioso


sobre ella. La extraña chispa que solía estar en sus ojos ha
desaparecido, aunque ahora, bañado en el azul cobalto de
esta caverna, veo algo de Lorien persistiendo en sus pupilas.
Tal vez ella me vio a mí y a mi proyecto en una de sus
visiones y decidió venir a ayudarme.

No me importa la compañía.

Eli ha crecido mucho en los últimos doce meses, entró en


esos desgarbados años de adolescencia que no extraño ni
siquiera un poco. Su rostro está bronceado, su cabello está
trenzado como uno de los locales. Eli va a la escuela en el
pequeño pueblo de la montaña, y los otros siete niños en su
clase fingen como si ella no fuera diferente en lo absoluto.
Eli se sienta con las piernas cruzadas sobre la enorme
mesa que he instalado en el centro de esta cueva —mi
proyecto— recogiendo un hilo de la lona con el que la he
estado cubriendo eso.

—Así que, las paredes están limpias —Eli dice.

—Sí.

—Ahora no tienes razones para retrasar las cosas.

Miro lejos de ella. Me ha estado instando casi a diario


para salir e ir en busca de los demás. Siempre pretendo —
que el trabajo que estoy haciendo aquí no era sólo para mí.
Sin embargo, creo que una parte de mí vino para disfrutar de
la soledad y el sentimiento arraigado del Himalaya. ¿Cuándo
fue la última vez que tuve la oportunidad de alojarme en
algún sitio sin tener que mirar constantemente sobre mí
hombro?

Además, estoy un poco nervioso por rastrear a todo el


mundo. Mucho puede cambiar en un año.
Detrás de su espalda, Eli saca la caja de cigarros echa de
madera donde he estado guardando las otras piezas de mi
proyecto. Ella lo sostiene hacia mí.

—Me tomé la libertad de conseguir esto para ti —ella


dice—. Puedes irte de inmediato.

Estrecho mis ojos.

—Espero que no veas a través de mis cosas.

—Vamos, John. Somos telépatas. Sabes que los límites


son difíciles.

Tomo la caja.

—Lo único que quieres es ver de nuevo a Nueve.

Sus ojos se ensanchan

—¡Hey! ¿Ahora quien está espiando?

Eli tiene razón, sin embargo. Es hora. No puedo seguir


aplazándolo.
Fuera de la cueva, hay un poco de nieve en la montaña.
Corro hacia abajo por el camino pedregoso, en el día
soleado, sintiendo el clima cálido mientras bajo. El aire es
fresco y limpio, tomo una respiración profunda, deseando
saborearlo, o tal vez queriendo ahogarme. Paro justo antes
de llegar al pequeño campamento que es el hogar de un
grupo rotativo de Soldados Nacionalistas de Ocho-Visnú.
Uno de ellos me reconoce y saluda con la mano. Yo lo
saludo de vuelta

Tomo una respiración profunda. Voy a perder mi


soledad.

Entonces salto en el aire.

Ha pasado un tiempo desde que he volado. Aunque estoy


un poco oxidado, soy mejor ahora de lo que era hace un año.
Cuando me elevo a través de las nubes, sintiendo su
humedad fría en mi piel, tengo que resistir la tentación de
gritar. Se siente bien estar aquí; se siente bien estar estirando
mis legados de una manera en la que no la he hecho antes.
Se siente bien estar volando hacia una situación que no
será mortal.

Bueno, espero que no de todas formas.

Por supuesto, tan pronto como tengo ese pensamiento,


dos patas gigantes aparecen justo entre mis omóplatos y me
envían cayendo hacia la tierra.

Grito mientras me dirijo a mí mismo a la derecha. Tan


pronto como estoy seguro de estar flotando, el grifo pasa de
nuevo. Lo esquivo a través de las nubes, evitando su pico,
sus garras —riendo todo el tiempo.

—¡Siento no haberte dicho adiós! —Le grito a BK—.


¡Has estado asoleándote a ti mismo en algún lugar, bobo
perezoso!"

La quimera parece aceptar mis disculpas, porque en vez


de venir en otro ataque, él vuela junto a mí. Me engancho en
una de las enormes alas con plumas de mi viejo amigo y él
tira de mí por un rato, riendo y acariciando su piel. Antes de
dejar el espacio aéreo de la India, BK me da un rugido
amigable, y regresa

—Estaré en casa pronto, BK! —le grito en el viento.

Pongo mis brazos a mis costados, mantengo las piernas


juntas, la barbilla presionada en mi pecho. Esta es mi postura
más aerodinámica. Me vuelvo invisible y me instalo,
vaciando mi mente al igual que cuando estaba lavando las
paredes de la caverna. Supongo que me he convertido en el
tipo de persona que medita.

Va a ser un vuelo largo.

Están construyendo la Academia en una apartada parcela


de bosque justo al otro lado de la bahía de San Francisco.
Cuando desciendo, puedo ver el Puente Golden Gate y la
ciudad más allá. Debajo de mí, nuevos dormitorios y salas de
conferencias construidos se elevan en el verdor, grúas y
camiones de cemento estacionados donde el trabajo todavía
no está terminado. Es como una pintoresca escuela privada,
si se ignora lo que se esconde más allá del perímetro de las
zonas boscosas: una cerca electrificada, alambre de púas,
soldados fuertemente armados patrullando la única carretera
de salida de la Academia.

Aparentemente, todo eso es lo que mantiene a la Garde


Humana segura. Sin embargo, me pregunto qué pasaría si
uno de los gardes humanos decidiera que tuvo suficiente
escolaridad y quisiera pasear fuera del campus. ¿Los soldados
de la puerta lo permitirían?

No he reflexionado sobre esta cuestión durante mucho


tiempo. Esa no es la razón por la que estoy aquí.

Aún con toda su seguridad, la Academia no está


preparada para voladores invisibles. Aterrizo en el campus
sin ser detectado.

Este lugar fue construido como parte de la declaración


del Gobierno Garde, un conjunto de leyes aprobadas por las
Naciones Unidas después del día de la victoria humana.
Adolescentes de todo el mundo serán enviados aquí para
aprender a controlar sus poderes y, eventualmente para
trabajar en el mejoramiento de la humanidad. También hay
otras leyes, cosas sobre los lorienses y los mogs, reglas acerca
de cuándo pueden utilizarse legados, ese tipo de cosas.

Para ser honesto, no las he leído realmente.

El campus en gran parte está ahora desierto. Por lo que


he escuchado, actualmente los estudiantes en formación aquí
son quienes no han tenido lugar a donde ir. Los que
perdieron a sus familias durante la invasión. El resto no se
revelará hasta dentro de unos meses, cuando el lugar se abra
verdad.

En la entrada, hay un fundido poster de una imagen que


circuló por todas partes durante el esfuerzo de limpieza que
siguió a la invasión. En ella, la hija del presidente está de pie
a horcajadas sobre un montón de escombros en la Ciudad de
Nueva York, con su súper-fuerza para levantar una pila de
escombros, de manera que una madre aferrada a su dos
jóvenes niños puedan escapar de debajo. En el fondo, ondea
una glamurosa bandera americana desbaratada. Las noticias
afirmaron que la familia había estado atascada allí durante
una semana, pero siempre he pensado que todo el asunto
estaba organizado. Inspirador, sí. Pero organizado.

En la parte inferior del cartel, el eslogan: FUERZAS


PACIFICADORAS GARDE DE LA TIERRA –
USTEDES SON LOS GUERREROS DEL NUEVO
MUNDO.

Todavía invisible, camino por los pasillos de la Academia.


No toma mucho tiempo hasta que oigo los sonidos del
entrenamiento. Me dirijo a esa dirección, sabiendo que es
donde el estará.

En un enorme gimnasio, un puñado de niños practica su


telequinesis el uno con el otro. Pares de ellos echan balones
hacia atrás y hacia adelante sin usar las manos, y, cada vez,
que sopla un silbato, agregan otra bola a la mezcla. Cuando
un grupo deja que uno de sus balones caiga, sueltan un jadeo
colectivo y empieza a correr vueltas.

Nueve observa todo esto desde una pasarela superior. Él


está vestido como un entrenador de fútbol, pantalón de
chándal y una sudadera con capucha. Una de sus mangas
dobladas hacia arriba debido a su brazo faltante. Su oscuro
pelo recogido en una cola de caballo. Pensé que tal vez el
gobierno se lo haría cortar, pero no tuve esa suerte.

—Profesor Nueve, ¿Cuánto tiempo tenemos que estar


haciendo esto? —se queja uno de los niños, y yo tengo que
contener mi risa.

—Hasta que me canse de verte arruinándolo, McCarthy


—Nueve ladra de vuelta.

Floto hasta la pasarela y aterrizo suavemente junto a


Nueve. Él detecta el movimiento y vuelve la cabeza, al
tiempo que me hago visible.
—Miren a este traidor, trabajando para el gobierno…
oof!

Nueve casi me tira de la pasarela con su abrazo de un


brazo. Cuando ha terminado de exprimir la vida fuera de mí,
el me rodea con su brazo estudiándome como yo
secretamente lo estudiaba.

—Héroe Johnny, santa mierda. —Nueve sacude la


cabeza—. Estás aquí.

—Estoy aquí.

Detectando un cese del movimiento de los niños de


abajo, Nueve regresa a verlos. Todo su grupo de gardes
huérfanos han dejado de practicar para vernos. Para verme a
mí en particular.

—¿Qué demonios? —El grita—. Regresen a trabajar,


ustedes gusanos.

A regañadientes, los niños hacen lo que dice. No puedo


evitar burlarme del control que Nueve tiene sobre ellos. Gira
hacia mí y me pellizca la mejilla, donde me doy cuenta que
tengo una irregular barba creciendo. Probablemente ha
pasado unos meses desde que me afeité.

—Esta “pelusa” se supone ¿qué es para pasar de


incognito? —Pregunta Nueve—. No está funcionando.

—Profesor Nueve, ¿huh? —Respondo, sonriente.

—Correcto —dice, inflando su pecho.

—Tú nunca terminaste la secundaria, hombre.

—Es un título honorario —responde con una sonrisa


diabólica—. Mírate, todo un hombre solitario de montaña y
mierda. ¿Dónde has estado? Ya sabes, no fue nada cool de tu
parte que te fueras saltando lejos de nosotros después de que
mi culo lisiado gastara una semana de tiernos cuidados para
devolverte tu salud.

Resoplo.

—Tú no me cuidaste. Estabas echado en la siguiente


cama.
—Sí, proveyéndote de importante apoyo emocional

Sé que Nueve está bromeando, pero hay un poco de


verdad en lo que dice. Después de Virginia Occidental, tan
pronto como me sentí mejor, me alejé de los otros. Froto la
parte trasera de mi cuello.

—Me siento mal por eso. Necesitaba aclarar mi cabeza


después de…

—Ah, cállate —me dice Nueve, palmeándome el


hombro—. Estás de vuelta ahora. —Él asiente hacia los
niños de abajo, muchos de los cuales todavía están
mirándonos furtivamente, fallando sus lanzamientos
telequinéticos y así corriendo un montón de vueltas—.
¿Quieres decirles unas palabras a la próxima generación?
Ellos se comen esa mierda. Estos son mis favoritos. Los
jodidos estos. Me recuerdan a nosotros.

Doy un paso detrás de la barandilla de la pasarela y


sacudo mi cabeza.
—No estoy listo para algo como eso —digo. Detrás de
mi espalda, tiro la cajita que he estado llevando conmigo
desde el Himalaya—. En realidad vine a darte algo. A Lexa,
también si está por aquí....

Nueve levanta una ceja.

—Sí, vamos a decir hola. Tengo algo que quiero


mostrarte.

Nueve les da permiso de irse a sus alumnos y me lleva a


una oficina de construcción en el tercer piso del piso. Esta
mira fuera hacia el extenso campus, o lo hará una vez que se
hayan puesto las ventanas: ahora, hay un montón de lonas
azules que cubren los espacios que se abren en la pared.
Lexa está sentada detrás de un escritorio, mirando una
computadora multipantalla. Como Nueve, se viste casual y
parece a gusto aquí. Su sonrisa es amplia cuando me
reconoce, e inmediatamente abandona sus pantallas para
darme un abrazo.

—Así que, ¿También eres profesora? —Le pregunto.


Lexa se burla.

—No, Nueve me ha dejado atrás en eso. He vuelto a mi


función favorita: hacker benevolente. —Ella me hace una
seña para ir al otro lado de la mesa—. Compruébalo tú
mismo.

De un vistazo, es difícil tomar toda la información que


fluye a través de las pantallas de Lexa. Hay mapas del mundo
con pequeños puntos azules, múltiples motores de búsqueda
pescando el internet, foros de redes oscuras y encriptadas
cajas de información viajando a toda velocidad en medio de
datos cifrados que no entiendo.

—Entonces, ¿qué estoy mirando?

—Estoy guardando informes de la garde —explica—.


Borrando su información si es que se hace pública.
Manteniendo a sus familias escondidas. Incluso una vez que
están bajo la protección de la Academia, no se puede ser
demasiado cuidadoso. Sin mencionar que, algunos gobiernos
todavía no están súper entusiasmados con toda la iniciativa.
—¿Esto es necesario?

—Es mejor prevenir que lamentar —ella responde—.


Lawson y otras personas de la Garde Terrestre han sido
buenos con nosotros, pero…

—Pero luego hay mierda como esta que le hace a uno


preguntarse —Nueve interrumpe, entregándome un trozo
de papel de aspecto oficial del gobierno. Le doy una rápida
lectura.

Yo, el suscrito, afirmo que soy un ser humano


naturalmente nacido en la tierra y un ciudadano honrado de
la Nación Garde Terrestre. Con mi firma ofrendo un
juramento a la Garde Terrestre, una división pacificadora
plenamente sancionada creada por las Naciones Unidas y
administrada por los Estados Unidos. Solemnemente juro
que voy a defender el planeta y los mejores intereses de mi
nación y sus aliados contra todos los enemigos, terrestres y
extraterrestres; que llevaré la verdadera fe y fidelidad a la
Garde Terrestre; que sólo utilizaré mi legado en el servicio
de mi planeta; y que obedeceré las órdenes de la tierra
conjuntamente con el nombrado Garde de Alto mando,
según las normas y el código uniforme de justicia militar

Levanto la mirada hacia Nueve, sintiéndome un poco


aturdido.

—¿Es esto legal?

—No lo sé, John. Soy profesor, no un abogado.

—Lawson nos asegura que solo es una formalidad —


Lexa interrumpe—. Pero estamos manteniendo los ojos
abiertos por si acaso.

—Bueno, si alguna vez parecen no estar al nivel… —


Comienzo a decir, entonces ellos dos ven lo que he traído
conmigo.

En la ciudad de Nueva York, la reconstrucción todavía


está en progreso. Un año más tarde y aún siguen acarreando
los escombros de los bombardeos mogadorianos. En los
lugares que ya han terminado de limpiar, equipos de
construcción están preparándose para poner el horizonte de
la ciudad de vuelta. Un proceso similar está ocurriendo en las
principales ciudades de todo el mundo. El Día de la VH no
estuvo sin víctimas o daños.

Floto encima de una obra en construcción, sonriendo


ante un destello familiar de energía plateada. En un hoyo en
el que algún día habrá un rascacielos, Daniela usa su visión
de piedra para apuntalar una sección rajada de la fundación.

—Mierda —refunfuña un tipo con casco—. Sigue así, y


me voy a quedar sin trabajo, cariño.

—No soy tú cariño, anciano —Daniela contesta, y se


abre paso a codazos entre una muchedumbre de obreros de
la construcción. Por la forma en que la ven pavoneándose,
sonriendo e intercambiando miradas, creo que esto podría
ser una escena bastante común.

Daniela trepa fuera del sitio de construcción y se dirige a


la acera, donde es abordada por una mujer de mediana edad
que camina con un bastón. La señora deja de abrazar a
Daniela, y Daniela se inclina hacia el golden retriever que la
mujer sujeta con una correa. La mujer parece familiar, y me
lleva un minuto el averiguar por qué.

—Se te olvidó tu almuerzo, bebé —dice la mujer.

—Gracias, mamá —responde Daniela.

No todas las escenas que me encuentro durante mi viaje


alrededor del mundo son dulces. Algunos finales no son tan
felices.

Es de noche en Montreal cuando encuentro a Karen


Walker. Ella camina a través de un casi desierto
estacionamiento de aeropuerto, una gabardina elaborada
para protegerla del frío aire nocturno, un periódico
escondido bajo el brazo, con sus tacones haciendo clic.

Sólo hay otra persona en el aparcamiento prolongado —


un hombre pálido de mediana edad con un terrible peinado
cruzado, que arrastra una mullida maleta con ruedas detrás
de él.

Uno de los postes de luz del estacionamiento está


apagado, dejando una pequeña fila de coches bañados en
sombras. Cuando el hombre llega a esa sección, Walker le
grita.

—¡Perdóneme! —Llama, agitando el periódico—.


¡Excusez-moi! ¡Dejó caer su periódico!

El hombre se da la vuelta, desconcertado.

—¿Huh? Ese no es…

Fft-fft.

Dos disparos silenciosos salen de la pistola escondida


dentro de su periódico, uno en el pecho y otro en la cabeza.
El hombre nunca lo vio venir. Él cae, y Walker va hacia él
inmediatamente. Comienza a arrastrar su cuerpo hacia el
espacio sombrío que hay entre dos coches.
Le hecho una mano con mi telequinesis, apareciendo a
unos pocos pies de distancia. Ella salta, apuntando su
pistola hacia mí, entonces la baja rápidamente y finge que no
estaba sorprendida en primer lugar.

—John.

—Karen —respondo—. Espero que tengas una buena


razón para esto.

—La tengo —responde.

Walker abre la maleta del hombre muerto y deja caer a un


lado un montón de ropa. Ella cava alrededor hasta que
descubre un manoseado ejemplar de la Biblia. Abre el libro,
revelando que está ahuecado.

En el interior hay tres frascos de aceite negro. Se me pone


la carne de gallina al verlo.

—¿Cuánto más de eso está afuera en el mundo? —Le


pregunto.
—No lo sé —dice Walker—. Cualquier cantidad por
encima de ninguno es demasiado para mí.

Walker saca un vial propio de dentro de su gabardina. Por


el olor a huevo podrido, creo que es ácido sulfúrico. Con
cuidado, vierte un poco en cada uno de los frascos
mogadorianos, destruyendo el contenido.

—¿Quién era este hombre? —Le pregunto.

—Sólo un nombre en una lista —responde ella,


mirándome a los ojos—. Una lista muy larga. Sabes. Podría
necesitar algo de ayuda para hacer esto.

Tomo mi caja de cigarros y la abro.

—Podemos hablar sobre eso pronto.

Ver aquel el lodo me hizo volver a nuestra última batalla


contra Setrákus Ra. Todo lo que pasé con Setrákus Ra
parece un sueño. Recuerdo cómo rompía mi cuerpo, como
lo destruía, y recuerdo una visión de Sarah, una alucinación
en la que se inclinaba para besarme, para hacerme seguir
adelante.

Recuerdo volar. Hacia arriba, hacia afuera, dejando el


calor detrás, escapando del hedor de la muerte. Recuerdo el
suave pelo de Bernie Kosar hundido contra mi cara.

Recuerdo el sonido de alguien llorando, y recuerdo


pararme en seco, aún dentro de la montaña. Recuerdo poder
abrir mis ojos lo suficiente como para ver una criatura de
pelaje gris, un lobo en parte pero con piernas como las de
una araña, cubierto de sangre seca, inmóvil. Una quimera
congelada en su última forma.

Y recuerdo a Adam acunando a su quimera, Dust, y


llorando en el pelaje de su cuello.

—Él me arrastro hasta afuera. . . . Él me salvó. . . —


recuerdo a Adam diciéndoselo a Seis, delirante, cerca de su
propia muerte.
Cerré los ojos por un rato después de eso. No pude
soportar ver nada más.

Ya me enteraría de lo que sucedió después. Sobre como


Dust se lanzó en picada después de que Adam cayera, tomó
una forma que le permitió salir del abismo y arrastró a Adam
lo más lejos que pudo de las cavernas. Tuvo que morder a
Adam para llevarlo a un lugar seguro, y, después de su
muerte, uno los colmillos de Dust aún estaba incrustado en
el hombro de Adam.

Ahora Adam lleva ese colmillo alrededor de su cuello,


atado a una correa de cuero liso. Es una de las pocas
comodidades que están permitidas aquí en Alaska.

Cuando lo encuentro, Adam está de pie delante de una


pequeña hoguera, con las manos metidas en un raído abrigo
de invierno. Hace mucho frío aquí fuera. El cabello oscuro
de Adam, más largo que antes, sobresale por debajo de un
sombrero de lana. Aunque está abrigado, él tiembla. La nieve
sopla por todos lados. Es media tarde, y no hay ninguna luz
del sol. Esta parte de Alaska —cincuenta millas al norte de la
ciudad más cercana— no tiene mucha luz en esta época del
año.

Esté especialmente construido campo de prisión es


donde la ONU puso a los mogadorianos que se rindieron.
Los únicos que fueron capturados. Los nacidos en tanque
lucharon hasta el final; no conocían nada mejor. A los
nacidos de verdad, no obstante, el sentido de auto-
conservación hizo reaccionar a algunos de ellos,
especialmente una vez que Setrákus Ra fue asesinado.

Hay una docena de casas comunales con calentamiento


irregular, alimentos lanzados desde el aire y nada más. Un
pueblo de mogadorianos en medio de la nada —un pueblo
con un perímetro de soldados de la ONU que superan a los
mogs sobrevivientes en números de veinte a uno en todo
momento. Hay misiles dirigidos hacia aquí
permanentemente. Aviones no tripulados diseñados para
soportar las inclemencias del clima mientras sobrevuelan el
lugar.

Se hablaba sobre la ejecución de todos ellos. Aún se habla


de eso. Por ahora, los mogs capturados se quedaran aquí y
esperaran.

—¡Renuncio a las enseñanzas del Gran Mentiroso! —


grita un mog con cicatrices en la cabeza calva donde labró
sus tatuajes. Lanza una copia de El Gran Libro a la hoguera,
y un pequeño corrillo de mogs, Adam y Rex entre ellos,
pasan al frente para abrazarlo y felicitarlo.

Tal vez hay esperanza para la rehabilitación.

Otro grupo más grande de mogs observa a los


quemadores de libros. No hay más que malicia en sus ojos.
Uno de ellos destaca particularmente para mí.

Es una chica de cabello oscuro unos años más joven que


Adam con sus mismos rasgos afilados. Esta chica y su grupo
parece que no buscan otra cosa que no sea matar a los
seguidores de Adam, y, a juzgar por los rasguños y
moretones en las caras de algunos de los amigos nacidos de
verdad de Adam, ya ha habido intentos.

Adam les devuelve la mirada a los descontentos nacidos


de verdad que lo observan, él levanta la barbilla en desafío.

Una sirena suena por encima de sus cabezas. Una


advertencia de que los mogs deben dispersarse. Una de las
reglas aquí es que no se supone que se reúnan en grandes
números.

Cuando los mogs castigados regresan a sus indigentes


literas, yo floto hacia abajo a un lado de Adam.

—Probablemente no sería una buena idea para mí ser


visto aquí, ¿eh? —le susurro sin volverme visible. La sirena
suena lo suficientemente fuerte como para enmascarar mi
voz.
Todo el cuerpo de Adam se tensa, sus puños se cierran, y
por un momento creo que está a punto de lanzarme un
golpe. Está al máximo y el miedo se apoderó de él.

—Relájate —le digo—. Soy yo.

Adam rápidamente recupera la compostura. Se arrodilla


en la nieve y pretende atar su bota. Los otros mogs de su
grupo se dirigen hacia el mal humor de la casa comunal,
dándonos espacio.

—John —Adam dice en voz baja, el fantasma de una


sonrisa en su cara—. Es bueno ver. . . ah, es bueno escuchar
tu voz.

Pongo mi mano sobre el hombro de Adam sin volverlo a


él invisible. Dejo que mi Lumen se active un poco,
irradiando algo de calor.

—Me vas a echar a perder —dice con un suspiro.

—Podría sacarte de aquí ahora mismo —le digo—. Nadia


se dará cuenta.
—Mi gente se dará cuenta cuando no haya nadie aquí
para defenderlos de los demás —responde tristemente—. Y
además, técnicamente, puedo irme en cualquier momento.

Eso es verdad. Debido a su papel en la lucha contra la


invasión mogadoriana, Adam recibió un indulto impulsado
por el propio general Lawson. Pero decidió no utilizarlo.
Cuando los nacidos de verdad fueron capturados y enviados
a Alaska, Adam ya estaba esperándolos aquí.

—Vi a una chica entre la multitud que se parecía a ti —le


digo tentativamente, sin saber que tan entrometido debería
ser.

—Mi hermana —Adam responde con tristeza—. Ella


amaba a nuestro padre. Creo que ahora me odia, pero tal vez
un día. . .

—¿Qué hay de tu madre? —pregunto.

Adam niega con la cabeza.


—Ella desapareció. Tal vez murió luchando en la
invasión, tal vez está escondida. Una parte de mí espera que
aparezca aquí un día, y otra parte de mí espera que no lo
haga.

—No quieres que ella tenga que vivir aquí —le digo.

—Más bien estoy preocupado de qué parte elegiría ella —


dice Adam—. Es triste, John, pero esté es mi deber ahora.
Hago más bien aquí del que podría hacer en cualquier otro
sitio.

Dejo que eso me hunda. No me gusta ver a mi amigo


aquí, agrupado con el resto de ellos, así que no quiero irme y
estar de acuerdo. Pero él podría estar en lo cierto.

Tomo la mano de Adam y presiono un objeto de mi caja


de madera contra su mano. Él mira hacia abajo, sorprendido
con el resplandor azul cobalto que se irradia desde su palma.
Rápidamente, se esconde lo que le di por debajo de su
camisa.
—Para cuando estés listo.

Ya me he desviado del camino al visitar Alaska antes que


mi próximo destino. Es la última parada que voy hacer en
Norte América. Ya ha pasado el tiempo suficiente.

No he regresado a Paraíso desde que Sam y yo nos


colamos en la ciudad para buscar el búnker oculto de su
padre. Casi hago que me maten esa noche, pero tenía que
tratar de ver a Sarah.

Rompo a sudar frío tan pronto como la pequeña ciudad


está a la vista. Mis ojos se dirigen a la casa de los James. El
techo se derrumbó, las partes aún están negras y
carbonizadas. Ellos nunca reconstruyeron después del
incendio que ocurrió durante la fiesta de Mark, aquel en el
que quede atrapado viéndome obligado a saltar por la
ventana.
Nunca simpatice con Mark. Nunca nos agradamos. Sin
embargo, él hizo todo lo posible para ayudarnos. Él hizo lo
correcto, y murió de una horrible manera que no merecía.
En todas las retrospectivas que han estado reproduciendo en
la televisión, nadie menciona a Mark James.

Algún día, creo que tal vez me gustaría localizar a su


padre. Hice algunas investigaciones rápidas en internet pero
sólo pude enterarme de que él abandonó el trabajo de sheriff
y dejó Paraíso. Me gustaría decirle lo que pasó con Mark y lo
que hizo por nosotros antes de morir, incluso si él no quiere
escuchar eso.

Hay algunas cosas para las que aún no estoy listo. Esa es
una de ellos. La otra también está aquí.

Aterrizo en el patio trasero de la familia Goode, feliz de


encontrar a Malcolm trabajando en el jardín. Me toma un
minuto vigilándolo el darme cuenta de por qué el parche de
tierra en el que está trabajando luce tan extraño —es donde
estaba su bunker secreto. Parece que Malcolm y la Sra.
Goode decidieron nivelar el viejo pozo por el que se llegaba
a la cámara secreta de Malcolm. En el fresco suelo, ellos han
plantado flores de todos los colores concebibles. Asumo que
el cuerpo de Pittacus Lore aún está enterrado allí, y si es así,
me imagino que él estaría contento con este lugar de
descanso.

Malcolm me abraza por un largo tiempo cuando lo


sorprendo. Lagrimas brotan en mis ojos cuando lo hace. Es
por el lugar. No puedo dejar de pensar en todo lo que pasó
aquí. No puedo dejar de imaginarme, que por un segundo,

Malcolm es Henri.

Después de que le doy el mismo regalo que les he dado a


los otros, Malcolm intenta hacer que me quede para la cena.

—No puedo —le digo—. Todavía hay mucho por hacer.

Él mueve la cabeza con pesar.

—Sigues salvando al mundo, ¿eh?

—No es nada grave —le contesto—. Voy a visitar a Sam.


—¡Dile que llame a su madre! —Malcolm dice con un
movimiento de cabeza—. Y dile que tendrá que regresar a
casa eventualmente y terminar la escuela secundaria o él
nunca entrara en una buena universidad. Hay un límite en la
cantidad de vacaciones que un hombre joven puede
permitirse, independientemente del número de planetas que
haya ayudado a salvar.

Riendo, prometo decirle a Sam todo eso. Entonces salgo


volando del patio trasero de Malcolm, y me vuelvo invisible
de nuevo y aterrizo a unas cuantas casas más adelante.

En la casa de Sarah Hart.

Me paro en el camino de entrada, sin volverme visible, sin


moverme. Es justo como lo recuerdo. Me imagino trotando
por la acera y tocando el timbre de la puerta, lo emocionado
que estaría de verla, con mi corazón acelerado. Ella
invitándome a pasar, y su casa tendría un olor increíble como
siempre lo tenía, y nosotros…
No hay movimiento en las ventanas. La casa está a
oscuras. Hay un letrero de A LA VENTA clavado en el
patio delantero.

Me he imaginado esto cien veces en el último año. Cómo


iba a venir aquí y tocar el timbre como en los viejos tiempos.
Cómo me gustaría ver a los padres de Sarah y decirles lo
mucho que quería a su hija, lo mucho que significaba para
mí, lo mucho que significaba para el mundo, aunque muchas
personas no lo sepan y lo mucho que siento haberla
arrastrado a todo lo que pasó. Les diría que la echo de
menos cada día. Y entonces me tiraría a su merced.

Lo he imaginado tantas veces, pero no puedo hacerlo. No


puedo caminar esos pasos.

Tengo demasiado miedo. No quiero ver la expresión en


sus ojos. No quiero lidiar con el dolor que les he causado.

Tal vez algún día voy a estar listo.

Hoy no.
En su viaje por Europa, Seis y Sam han llegado hasta
Montenegro cuando me pongo al corriente con ellos. Están
acampando en una parte aislada de Playa Jaz. Incluso por la
noche, el agua brilla como el cristal, las olas de color púrpura
junto con las colinas cercanas crean un impresionante
contraste.

Estoy feliz por ellos —la forma en que han viajado, todo
lo que han visto en un año— y, al mismo tiempo, mi
corazón duele porque no he sido yo el que lo ha hecho.

En la playa, encuentro su fogata y su tienda de campaña,


pero no encuentro ni a Seis ni a Sam. No, para encontrarlos
solo necesito seguir el rastro de ropa hasta la orilla del agua.
Yo los veo por ahí, sus siluetas a la luz de la luna, enredados
juntos en el agua.

Me río en silencio y miro hacia otro lado.


No voy a ser un mal tercio aquí, incluso si los echo
terriblemente de menos. Tampoco he hablado con seis desde
—bueno, desde que me salvó la vida. Una vida que estaba
más que listo para dejar. Como con la familia de Sarah, no
estoy seguro de lo que voy a decirle a ella. Por ahora, mejor
me voy sin decir nada.

Desde el interior de mi caja de madera, saco dos


colgantes. Están hechos con piedra loralita que astillé de la
roca principal en el Himalaya. Ambos tienen grabado el
símbolo loriense de la Unidad. Pongo estos colgantes en sus
sacos de dormir y encuentro un trozo de papel para
escribirles una breve nota. Les hago saber cómo funcionan
los colgantes, que sólo necesitan visualizar el Himalaya y con
eso deben de llegar a la cámara que he preparado, en la que
he fregado el pasado y preparado para el futuro.

Escribo que espero verlos pronto, y lo digo en serio.


Marina es la más difícil de encontrar. Si no fuera por sus
esporádicas llamadas telefónicas a Eli en los últimos meses,
podría haberme tomado semanas rastrearla. Cuando le
preguntaba sobre Marina, Eli siempre se quedaba en silencio.
Dijo que Marina no se parecía a ella misma. Que parecía
paranoica. Enojada.

La encuentro navegando una lancha motora entre las islas


desiertas del Pacífico Sur. Tiene la cara quemada por el sol,
el pelo ondulado crujiente por el agua salada, y hay bolsas
profundas bajo sus ojos. Me da la sensación de que ella ha
estado sola por un tiempo —reconozco las señales; Las he
visto en mí mismo. Sus labios se mueven cuando ella no está
hablando, sus manos tiemblan, sus ojos no siempre están
enfocados.

Fuimos criados en una guerra, y ahora —ahora somos


libres. Todo el mundo está manejando esto de una manera
diferente.
Cuando aparezco frente a ella, ella no se sorprende tanto
como los demás.

—¿Estás realmente aquí, o ya me volví realmente loca?


—me pregunta.

—Estoy aquí, Marina.

Ella sonríe con esa sonrisa amable, paciente. Estoy feliz


de ver eso.

—Gracias a Dios —dice ella—. Apareciste en un buen


momento.

No le pregunto a dónde vamos. Ella conduce la lancha


con determinación, como si ya hubiera realizado este viaje
antes. Me inclino hacia atrás y dejo que el roció haga
cosquillas en mis mejillas, siento como el sol cae a plomo
sobre mi cuello y mis hombros.

Eventualmente, Marina me entrega un teléfono celular.


Nuestros dedos rozan, y noto que ella está helada.
—Vi esto en Internet, y yo… yo no podía dejar que se
fuera —dice ella.

Ella reproduce un vídeo que descargó de YouTube. Por


supuesto que reconozco la escena. Es la montaña de Virginia
Occidental, o lo que queda de ella. En realidad, es un cráter
lleno de escombros quemados, el resultado final de nuestro
bombardeo contra ese lugar infernal. El video fue grabado
una semana después de nuestra última batalla allí, cuando
varias agencias del gobierno habían comenzado a recoger los
restos.

Cuando un equipo mueve unas rocas, algo los derriba. Un


borrón sale disparado hacia arriba de entre los escombros
como un misil y desaparece en el cielo. La cámara trata de
seguirlo, pero no es lo suficientemente rápida.

—Nunca tuvimos esa cuarta cicatriz, John —Marina dice,


su voz un poco inestable.

—Tal vez el hechizo se rompió —le digo.


—Pensé eso por un tiempo. Traté de convencerme de
eso. . . —Ella niega con la cabeza—. Conozco los tipos de
lugares que le gustan. Lo recuerdo de. . . de cuando nos
contó sobre él. Cálidos y tropicales. Aislados.

—¿Y?

—Lo encontré la semana pasada —dice Marina.

Marina detiene el motor de la lancha cuando nos


acercamos a una pequeña isla. Probablemente me tomaría
menos de una hora recorrer todo su perímetro. Sólo hay
arena blanca y un pequeño grupo de palmeras. Nos
acercamos a la deriva, adentrándonos con las olas.

El individuo que está en la playa con una caña de pescar


de madera en la mano se ve terriblemente flaco. Desde
donde estamos, puedo ver el contorno de sus costillas y su
columna vertebral. Hay jirones sueltos de piel en sus brazos
y vientre, de donde perdió peso demasiado rápido. Más
desconcertante son las manchas oscuras de su piel, como
tumores, como dura obsidiana, que hacen un mosaico de su
piel. Tal vez eso es el resultado de ahogarse en el lago de
cieno de Setrákus Ra. Otra desfiguración permanente que
combina con el ojo que le falta.

Ese de ahí definitivamente es Cinco. No hay forma de


que no nos vea. No hay ningún barco lo suficientemente
lejos que no pueda ver con su ojo. Probablemente nos
escuchó venir a millas de distancia.

—Cuando lo vi morir, John, lo único en lo que podía


pensar era en lo horrible que había sido eso. Por morir de
esa manera. . . —Marina comienza vacilante, mirando a
través de las aguas poco profundas a Cinco—. Pero también
sentí —no estoy orgullosa de admitirlo— también sentí que
hubo justicia en eso. Que al fin había conseguido lo que se
merecía.

Marina se abraza a sí misma. Incluso en el sol, una ligera


capa de escarcha se forma en su piel.

—He orado, John. He… he tratado de superarlo, como la


mayoría de los otros lo han hecho. Pero las muertes me
persiguen. No sólo la de Ocho, también la de Sarah y Mark,
la de Adelina y Crayton, todas las personas que vimos en la
montaña, los millones que murieron en el bombardeo. Y
pienso que… ¿Cómo puede alguien superar eso?
¿Cómo? ¿Cuándo todavía hay gente como él en el mundo?
¿Cuándo no hay justicia?

Trago saliva.

—No lo sé, Marina.

—He estado viniendo aquí por una semana. Sentándome


aquí. Observándolo. Él sabe que estamos aquí, obviamente,
incluso si no dice nada. Es como… es como si él esperara a
que tenga el valor de hacerlo. O como si estuviera pidiendo
eso. Él quiere que le ponga fin a su miseria.

Mirando a través del agua, Cinco se ve en mal estado.


Abandonado a su propia suerte, no estoy seguro de cuánto
tiempo más durará aquí afuera.
—Me dijiste, John, que era decisión mía lo que le
sucediera a él. El después, tú dijiste. Pero yo no quiero esa
responsabilidad. No quiero seguir cargando con eso… con
él, con la guerra, con todo esto. Es demasiado que soportar a
solas.

Pongo mis brazos alrededor de Marina. Ella es fría al


tacto, por lo que enciendo mi Lumen, contrarrestando su
frío. Llora, es un sollozo duro, y luego pone una mano sobre
su boca. Ella trata de detenerse, sabiendo que Cinco
probablemente está escuchando.

—Vamos a salir de aquí —digo, sacando el último de mis


colgantes—. Deja que te lleve a algún lugar donde podamos
averiguar qué es lo sigue. Juntos

Marina duda, mirando a Cinco.

—¿Qué pasa con él?

—Él es un fantasma —le contesto—. Nosotros no.


Marina regresa al Himalaya conmigo. Cuando ella ve lo
que he hecho con la cueva, con la cueva de Ocho, pasa sus
manos a través de los lugares donde las profecías estaban
talladas, sintiendo la suavidad de la piedra nueva, la
posibilidad de un lienzo en blanco. Ella al fin deja llorar.

Después de eso, Marina se para justo frente a mí. Se


acerca y toma mi cara entre sus manos.

—Gracias, John —dice en voz baja. Las lágrimas no se


han secado en sus mejillas. Yo frotó algunas de esas lágrimas
a lo lejos. Ella me besa. No sé lo que significa.

Tal vez no significa nada.

Marina se sonroja, me sonríe y se aleja lentamente. Le


sonrío de regreso. Esta cueva del Himalaya es de repente
mucho más cálida.

Tal vez significa algo.

En el centro de la caverna, retiro la lona para mostrarle a


Marina en lo que he estado trabajando el último año. Forjada
con los árboles que corté de la ladera de montaña, es una
mesa que utiliza la piedra de loralita como base.

Es enorme y circular y modelada con mis recuerdos de la


mesa que estaba en el centro de la Cámara de los Ancianos
en Lorien. Al igual que con los colgantes, he utilizado mi
Lumen para quemar el símbolo loriense de la Unidad en la
madera.

Con el tiempo, los otros vendrán. Algunos sólo de visita,


algunos para una estancia prolongada. Un día, espero, esto se
convertirá en un lugar donde se intercambien las grandes
ideas. Un lugar a salvo de la corrupción y la mezquindad de
los gobiernos. Un lugar donde la seguridad de la Tierra y la
felicidad de su gente estén aseguradas.

Hay amenazas que aún enfrenta este planeta —amenazas


que necesitan un frente unido de lorienses, seres humanos e
incluso de mogs. Nos reuniremos aquí para resolver los
problemas —nosotros, la garde, nuestros viejos aliados y los
que ni siquiera hemos conocido aún.
Mientras tanto, tenemos más que cosas suficientes que
averiguar, juntos y separados. Encontrar nuestros lugares en
este nuevo mundo, hacer las paces con los que hemos
herido, la altura de nuestro potencial —estas son las cosas
que asustan de verdad.

Hay una diferencia entre la mesa que construí aquí y la


mesa utilizada por los Ancianos. No tallé nueve espacios
específicos en la madera. No hay lugar para Loridas, o
Setrákus o Pittacus. Ni siquiera hay nueve sillas. Hay tantas
como necesitamos que haya, más que suficientes en esté
cuarto. Y si se llena demasiado de gente, podemos estar
apretujados.

Ya he terminado con los números

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