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EL PROYECTO DIVINO
Qué Significa Iglesia
El término Iglesia viene de la palabra griega Ekklesía y designa la asamblea del pueblo.
Esta palabra traduce el término hebreo qahal, empleado para designar la asamblea del
pueblo reunido por motivos religiosos (Dt 4, 10).
Los Hechos de los Apóstoles nos presentan a la Iglesia como a la comunidad de los
hombres destinados a la salvación: "El Señor agregaba cada día a la comunidad a los
que se habían de salvar" (He 2, 47b).
Esta comunidad, en la cual y por la cual el Señor realiza la salvación, es fruto de la
Pascua de Cristo. Pero sus raíces arrancan desde los orígenes de la humanidad.
Dios, al crear al hombre, lo hace a su imagen y semejanza (Gén 1, 27). Sabemos que
Dios, aun siendo uno en la naturaleza, es trino en las personas: es Dios-Comunidad que
vive amando.
El hombre debe formar una comunidad que ama, participando así de la felicidad de
Dios. Por eso, le ordena que se multiplique (Gén 1, 28) y le ofrece su amistad (Gén 3,
8).
Este pueblo de Dios tiene principio en la vocación de Abraham. Dios habla a un hombre,
que cree en sus promesas y lo elige como jefe de un pueblo y como bendición de todas
las naciones: "Por ti se bendecirán todas las naciones" (Gén 12, 3). Según la enseñanza
de San Pablo, entrando en la Iglesia de Jesucristo mediante la fe es como todas las
naciones serán benditas en Abraham:
"La Escritura, previendo que Dios justificaría a los gentiles por la fe, anunció con
anticipación a Abraham esta buena nueva: En ti serán bendecidas todas las naciones"
(Gál 3, 8). Se trata, por lo tanto, de un pueblo que nace en la fe, creyendo en la
promesa del Señor.
Con esta Alianza Yahveh viene a ser el Dios de Israel, e Israel el pueblo de Yahveh (Dt
29, 12; Lev 26, 12; Jer 7,23; Ez 11,20).
Se llega al reinado de David, durante el cual se fortalece la unidad nacional. Pero, por
su pecado, Dios le anuncia por medio del profeta Natán la división entre sus hijos
(2Sam 12, 11).
No obstante, la unidad nacional no sufre consecuencia alguna. Será por el pecado de
Salomón que Israel se divide en dos: el reino del norte con capital Samaria y el reino
del sur con capital Jerusalén.
El año 587 a. C., Nabucodonosor ocupó la capital de Judea, Jerusalén, y, a la gente más
preparada del reino, la deportó a Babilonia.
El motivo es siempre el mismo, el pecado: "Tan sólo por orden de Yahveh ocurrió esto
en Judea, para apartarlo de su presencia por los pecados de Manasés" (2Re 24,3).
Después de cincuenta años, la mayor parte de los exiliados regresa bajo la guía de
Esdras para reconstruir el Templo y vivir conforme a la Ley del Señor.
Nueva Concepción
Así fue funcionando la nueva comunidad israelita hasta que llegó el que iba a reunir a
las tribus de Israel y a los otros pueblos de la tierra (Is 49, 6). El Mesías, Jesucristo,
vino a sellar con su sangre la Nueva Alianza entre Dios y los hombres.
PRINCIPALES CONCEPTOS DE ESTA LECCION
•La reunión del pueblo en una comunidad religiosa es una exigencia de la naturaleza
humana. Dios nos ha creado para vivir en comunidad.
•Lo que hace que los hombres se reúnan es el auténtico amor que procede de Dios. El
pecado divide.
•Nueva concepción del Pueblo de Dios: pertenece a él quien observa la Ley divina. No
es sólo cuestión de herencia, sino de aceptación de la voluntad de Dios.
Lección II
La Visión de Hermas
Orígenes, gran teólogo del siglo III, enseñó: "No vayan a creer que es únicamente
desde la venida del Salvador en carne desde cuando yo llamo a la Iglesia su esposa,
ella lo es desde el nacimiento del género humano y desde la creación del mundo. Mas:
teniendo a Pablo por guía, yo descubro todavía mucho más arriba el origen de este
misterio, concretamente antes de la constitución del mundo, es decir, en la mente de
Dios. En efecto, San Pablo nos habla del proyecto divino, que ahora es manifestado por
medio de la Iglesia" (Ef 3, 10-11).
Los primeros cristianos se sintieron miembros del pueblo de Dios, que esperó al Mesías
durante largos siglos. Cuando llegó el Mesías lo reconocieron y lo siguieron. Con él nace
el nuevo Pueblo de Dios mediante la Alianza que él pactó con su sangre. Esto lo
encontramos expresamente enunciado en el relato de la última cena: "Esta es mi
sangre de la Nueva Alianza que será derramada ... para el perdón de los pecados" (Mt
26, 28; Lc 22,20; Mc 14,24; 1Co 11,25). Estamos ante una Nueva y definitiva Alianza,
superior a la primera, y, consecuentemente, ante un Nuevo Pueblo de Dios.
Con su muerte Jesús relaciona a los hombres con el Padre en una forma completamente
nueva (Nueva Alianza): el
Perdón de los pecados y la efusión de su amor, el Espíritu Santo, sobre los que se
adhieren a él.
El Concilio nos presenta en forma magistral todo el proceso de maduraci6n del Pueblo
de Dios. Es conveniente que leamos el No. 9 de la Constitución dogmática sobre la
Iglesia (Lumen Gentium).
"En todo tiempo y en todo pueblo es grato a Dios quien le teme y practica la justicia (cf.
He 10, 35). Sin embargo, fue voluntad de Dios el santificar y salvar a los hombres, no
aisladamente, sin conexión alguna de unos con otros, sino constituyendo un pueblo,
que le confesara en verdad y le sirviera santamente. Por ello eligió al pueblo de Israel
como pueblo suyo, pactó con él una alianza y le instruyó gradualmente, revelándose a
Sí mismo y los designios de su voluntad a través de la historia de este pueblo, y
santificándolo para Sí" (LG 9).
Es importante captar aquí dos conceptos: primero, que en todo tiempo y en todo pueblo
uno se puede salvar con tal de que tenga el santo temor de Dios y practique la justicia;
segundo, que Dios ha querido particularmente santificar a los hombres, no
aisladamente, sino mediante un pueblo elegido.
A continuación, el Concilio nos enseña que la elección del pueblo de Israel como Pueblo
de Dios sirvió de preparación para el nuevo Pueblo de Dios:
"Pero todo esto sucedió como preparación y figura de la alianza nueva y perfecta que
había de pactarse en Cristo y de la revelación completa que había de hacerse por el
mismo Verbo de Dios hecho carne. He aquí que llegará el tiempo, dice el Señor, y haré
un nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá ... Pondré mi ley en sus
entrañas y la escribiré en sus corazones y seré Dios para ellos y ellos serán mi pueblo...
Todos, desde el pequeño al mayor, me conocerán, dice el Señor" (Jer 31,31-34). Este
pacto nuevo, a saber, el Nuevo Testamento en su sangre (cf. 1Co 11,25), lo estableció
Cristo convocando un pueblo de judíos y gentiles, que se unificara no según la carne,
sino en el Espíritu, y constituyera el nuevo Pueblo de Dios" (LG 9).
Como se ve en este texto del Concilio, el nuevo Pueblo de Dios se caracteriza en que es
animado por el Espíritu Santo.
La gran originalidad del nuevo Pueblo de Dios es que éste tiene a Cristo como cabeza,
posee una nueva Ley y cuenta con la presencia activa del Espíritu Santo. Entre el
antiguo y nuevo Pueblo de Dios hay grandes diferencias:
"Este pueblo mesiánico tiene por cabeza a Cristo, que fue entregado por nuestros
pecados y resucitó para nuestra salvación (Rom 4, 25), y teniendo ahora un nombre
que está sobre todo nombre, reina gloriosamente en los cielos. La condición de este
pueblo es la dignidad y la libertad de los
hijos de Dios, en cuyos corazones habita el Espíritu Santo como en un templo. Tiene por
ley el nuevo mandato de amar como el mismo Cristo nos amó a nosotros (cf. Jn 13,
34). Y tiene en último lugar, como fin, el dilatar más y más el reino de Dios, incoado
por el mismo Dios en la tierra ...” (LG 9).
El nuevo Pueblo de Dios es también una comunidad peregrina, una comunidad que
camina por el desierto en busca de la patria definitiva y es constituida signo e
instrumento de salvación:
El Concilio nos presenta, pues, a la Iglesia como la continuación del antiguo Pueblo de
Dios, pero abierta a todos los hombres; animada por el Espíritu Santo, proyectada hacia
la patria celestial, activa en el esfuerzo de incluir entre sus filas al mayor número
posible de hombres.
PRINCIPALES CONCEPTOS DE ESTA LECCION
•Desde el principio del cristianismo, la Iglesia fue considerada como la continuación del
"Pueblo de Dios" y tiene sus raíces en la mente de Dios, cuando creó al género humano.
•Aunque en "todo tiempo y en todo pueblo es grato a Dios quien le teme y practica la
justicia", sin embargo Dios quiso salvar a los hombres, "no aisladamente, sino
constituyendo un pueblo que le confesara de verdad y le sirviera santamente".
•El antiguo Pueblo de Dios existió para preparar la nueva y perfecta Alianza; entre el
antiguo y nuevo hay continuidad y superación.
• La singularidad del nuevo Pueblo es que éste tiene a Cristo como cabeza, posee una
nueva Ley y cuenta con la presencia activa del Espíritu Santo.
•Pertenecer al nuevo Pueblo de Dios supone ser parte de una comunidad que camina
por un desierto en busca de la justicia definitiva y es constituida signo e instrumento de
salvación.
Lección III
Ante todo hay que decir que no nos contentaremos sólo con las conocidas citas que
hablan de su fundación, sino que procuraremos profundizar más ampliamente sobre el
pensamiento de Jesús al respecto.
El empieza su predicación anunciando la llegada del Reino de Dios para todo el pueblo.
Entre los depositarios de la acción salvadora de Jesús sobresalen dos grupos de
personas: los discípulos (Lc 10, 1) y los apóstoles (Mt 10, 5; Mc 6, 7; Lc 9, 2).
Los Discípulos
Todo esto nos hace comprender cómo Cristo pensó en su pueblo nuevo y con cuánta
riqueza de enseñanza quiso estructurarlo.
Todos estos temas, que hemos mencionado y corroborado con abundantes citas, nos
ayudan a comprender cómo debemos vivir nosotros que formamos el nuevo Pueblo de
Dios.
Además del grupo de los discípulos, que se distinguen de toda la masa de personas que
se acercan a Jesús, encontramos en los evangelios la presencia de otro grupo,
más reducido, de doce hombres, que siguen más de cerca al Maestro y luego son
investidos de una gran misión.
Las citas, que se refieren a los "doce", son también abundantes y significativas.
Generalmente se les llama "apóstoles", aunque en algunos casos se les dice también
"discípulos" (Mt 10, 1; 11, 1; 26, 20). La institución de este significativo grupo la
presentan los tres sinópticos, dándonos hasta los nombres de cada uno (Mt 10, 2-4; Mc
3, 16-19; Lc 6, 13-16). También el libro de los Hechos nos recuerda los nombres de los
apóstoles, que perseveraban en la oración (He 1, 13-14).
Otro particular que nos ofrecen los evangelistas es que de cinco de ellos se relata la
vocación; son: Simón, Andrés, Santiago, Juan y Mateo. He aquí las citas
correspondientes a estas vocaciones: Mt 4, 18-22; Mc 1, 16-20; Lc 5, 1-11; Jn 1,35-42;
Mt 9,9; Mc 2, 13-14; Lc 5, 27-28.
El evangelio de Mateo subraya la misión y los poderes que se les otorgó, como quienes
fueron escogidos para continuar la obra escatológica de Jesús: "Id proclamando que el
Reino de los Cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, purificad leprosos,
expulsad demonios" (Mt 10,7-8).
Una idea fundamental que nos guía en la interpretación de que Cristo fundó su Iglesia
sobre los apóstoles la encontramos en el motivo por el cual el mismo Señor escogió a
"doce", y no a diez o a trece. Como el pueblo de Israel, "pueblo de Dios", se había
formado partiendo de los "doce" hijos de Jacob, así la Iglesia, nuevo Pueblo de Dios,
arrancaría de los "doce" apóstoles. Esta intención la encontramos expresada claramente
en Mt 19, 28: "Yo os aseguro que vosotros que me habéis seguido, en la resurrección,
cuando el Hijo del Hombre se siente en su trono de gloria, os sentaréis también
vosotros en doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel". Un texto paralelo a
éste lo encontramos en Lc 22, 30.
También el Apocalipsis hace una directa mención de que los apóstoles son los cimientos
de la ciudad celestial: "Tenia una muralla grande y alta con doce puertas; y sobre las
puertas, doce Ángeles y nombres grabados, que son los de las doce tribus de los hijos
de Israel ... Las murallas de la ciudad se sientan sobre doce piedras, que llevan los
nombres de los doce apóstoles del cordero" (Ap 21, 12-14).
Todas estas citas no tienen que hacernos perder de vista lo que dijimos en el capítulo
"El Nuevo Pueblo de Dios": la Iglesia es fruto del misterio pascual.
Fruto de la Pascua
Como la primera Alianza dio inicio al Pueblo de Dios, así la "Nueva" Alianza da inicio al
"Nuevo" Pueblo de Dios.
Este concepto nos lleva a considerar la Iglesia como fruto del Misterio Pascual.
Pero ¿cómo actúa el Espíritu Santo en su Iglesia? Principalmente por medio de los
apóstoles.
Para Lucas, los apóstoles son una institución decisiva para la Iglesia naciente. El
número "doce" es institucional y debe ser restablecido, cuando se disminuye con la
muerte de Judas. El que lo sustituya debe ser uno de los varones "que nos han
acompañado en todo el tiempo en que el Señor Jesús estuvo y anduvo con nosotros,
empezando desde el bautismo de Juan hasta el día en que nos quedamos sin él" (He 1,
21).
Los apóstoles son jefes y jueces escatológicos ante la Iglesia universal. En torno a ellos
se reúne la primera comunidad de Jerusalén a la cual pertenecen "las mujeres y María,
la madre de Jesús, y sus hermanos" (He 1, 14).
Cristo escoge a Pedro para una misión especial (Mt 16, 13-19; Jn 21, 15-18). Entre los
apóstoles destaca Pedro, de tal modo que se habla de "Pedro y los demás apóstoles"
(He 2,37), "Pedro con los once" (He 2, 14), "Pedro y los apóstoles" (He 5, 59). El es
también el portavoz de ellos (He 1, 15; 2,14. 37ss; 3, 1. 3. 6. 11-12; 4, 2.8. 13. 19;
8,20). El tiene la dirección de la comunidad. Por su iniciativa se completa con Matías el
número de los doce (He 1, 15ss). Ananías y Safira ponen "una parte del precio de la
finca vendida a los pies de los apóstoles" (He 5, 2), pero después lo presentan a Pedro
(He 5, 3. 8ss). Los Hechos también nos muestran a Pedro como iniciador de la misión
entre los gentiles (He 9, 32. 34. 38ss). La acción del Espíritu Santo en los apóstoles es
evidente. Pero también en esto Lucas pone en primer plano a Pedro. Es él quien habla
en presencia del sanedrín "Lleno del Espíritu Santo" (He 4, 8). Pedro y Juan piden el
Espíritu Santo para los samaritanos, quienes lo reciben mediante su
imposición de manos (He 8, 15ss); mentir a los apóstoles es "mentir al Espíritu Santo"
(He 5, 3) o "tentar al Espíritu del Señor" (He 5, 9); el Espíritu Santo habla a Pedro (He
10, 19). La determinación de los apóstoles y los ancianos en Jerusalén es una
determinación del Espíritu Santo: "Hemos decidido el Espíritu Santo y nosotros... " (He
15,28).
San Juan
Según San Juan, la Iglesia es esencialmente la comunidad de los creyentes que viven
de Jesús. Esta comunidad puede ya reconocerse en el grupo de los discípulos del Jesús
terreno y se manifiesta en el tiempo del Jesús glorificado, es decir, del Espíritu. "Dicho
esto, sopló sobre ellos y les dijo: Reciban el Espíritu Santo" (Jn 20, 22).
Pero San Juan nos permite reconocer también ciertas estructuras de este grupo, es
decir, de la Iglesia.
La misión que reciben los discípulos no es genérica, sino que constituye la continuación
de la unión salvífica de Jesús: "como tú me has enviado al mundo también yo los he
enviado al mundo" (Jn 17, 18). Los discípulos continúan la misión de Jesús como
enviados suyos (13, 20). El pasaje más claro es 20, 21, donde el Resucitado dice
solemnemente a los diez discípulos: "La paz con vosotros. Como el Padre me envió,
también yo os envío”.
Luego les confiere el poder de retener o perdonar los pecados.
También se advierte el principio de la tradición. Esto se insinúa en los versículos 14, 26;
15, 26; 16, 13ss. Según este principio, la predicación del Espíritu Santo es
interpretación de la tradición. El Espíritu "no hablará por su cuenta, sino que hablará lo
que oiga... Recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros" (16, 13-14). Si no hubiera
Espíritu, todo lo que Jesús "ha dicho" no sería más que un suceso incomprendido del
pasado, un hecho muerto.
En San Juan encontrarnos también indicaciones sobre los sacramentos. Del Bautismo se
habla expresamente en el diálogo con Nicodemo (3, 11ss). Mientras Juan Bautiza con
agua, Jesús bautizará con el Espíritu Santo (Jn 1,33).
El Cap. 6 está dedicado por completo a la Eucaristía, manifestándonos la esencia y la
importancia de este sacramento. Al final del evangelio encontrarnos al Resucitado que
celebra la Eucaristía con los discípulos, dándonos a entender el autor que esta
celebración está arraigada en la Iglesia.
Por último recordamos el encargo y el poder que Jesús otorga a sus discípulos de
perdonar los pecados (20, 23).
San Pablo
San Pablo, más que hablar de Pueblo de Dios, prefiere hablar de Iglesia. Solamente dos
veces encontrarnos la primera expresión (Rom 9, 25ss; 2Cor 6, 16b); mientras
término Iglesia llena las cartas del Apóstol. Este vocablo arranca del concepto de
comunidad del A.T. (qahal) y la llama el "Pueblo de Dios" "Comunidad de Dios, Iglesia
de Dios" (1Co 1,2; 10,32; 11,16.22; 15,9; Gál 1,13; 1Tes 2,14; 2Tes 1,4),
especificando y completando más, dice: Iglesia de Dios en Jesucristo (1Tes 2,14; Gál
1,22; 1Tes 1,1; 2Tes 1,1). Del contexto se desprende que la Iglesia es la continuación
de Israel y que éste tiene su cumplimiento en ella.
San Pablo habla de la Iglesia universal, llamándola simplemente Iglesia (1Co 10,32;
11,22; 12,28; 15,9; Gál 1,13; Fil 3,6), y de las Iglesias particulares. Estas son la Iglesia
de Dios que se manifiesta en Corinto, en Roma, en Tesalónica o en cualquier otro lugar.
Es por eso que el apóstol exhorta a vivir en la unidad, porque todos forman el cuerpo
de Cristo (Rom 12,5; 1Co 12,12.27).
Para San Pablo, la Iglesia es también el "Cuerpo de Cristo". Esto quiere decir que la
Iglesia es Cristo en su cuerpo. Por eso lo llama "Cabeza del Cuerpo, de la Iglesia" (Col
1,18) en virtud de la ordenación dispuesta por Dios (Ef 1,22). Mediante la idea de la
cabeza queda claro que esta ordenación de Cristo a la Iglesia implica una superioridad
de Cristo y una subordinación de la Iglesia con respecto a él. Cristo es el fundamento
imperecedero de la Iglesia y su meta permanente.
Otra semblanza, que nos revela San Pablo de la Iglesia, es la de "Templo de Dios".
Conviene tener presente tres textos que se complementan mutuamente. El primero es
1Co 3,16ss: "¿No sobéis que sois santuario de Dios y que el Espíritu de Dios habita en
vosotros? ... el santuario de Dios es sagrado, y vosotros sois ese santuario". La Iglesia
es el lugar donde habita el Señor.
El segundo texto es 2Co 6,16: "¿Qué conformidad entre el santuario de Dios y el de los
ídolos? porque nosotros somos santuarios de Dios vivo". La comparación nos subraya
más la necesidad de vivir en auténtica santidad.
El tercer texto es Ef 2,21: "En Cristo toda edificación bien 'trabada' se eleva hasta
formar un templo santo en el Señor". La idea de la construcción nos lleva a participar,
cada quien con su vocación específica, activamente en la formación de la Iglesia.
Los apóstoles y los diáconos sufren persecuciones por la predicación. El libro de los
Hechos está lleno de las amenazas, prisiones, flagelaciones y muertes sufridas por los
pregoneros del evangelio (He 4,3.5.25-29; 5,17-18.26-28. 41-42; 6,11-15; 7,54.57-
60; 13,50-52; 14,5; 15,26; 16, 19-24; 17,5-7).
Todos se sienten y se llaman "hermanos" pero esto no quiere decir que todos son
iguales en el servicio que tienen que dar. Algunos son "profetas" (He 11, 27ss; 15,32;
21, 10). Entre los "hermanos" se distinguen los "apóstoles" (He 11,1; 12, 17). También
se habla de "presbíteros" (He 14,23). Estos son constituidos por los apóstoles,
mediante la imposición de manos; están encargados de vigilar por la comunidad (20,
28); tienen, juntamente con los apóstoles, poder de decisión en materia de doctrina y
gobierno (He 15, 6).
Antes de que los Hechos de los Apóstoles hablaran de los "presbíteros", nos narran la
institución de los diáconos que vienen a ayudar a los doce en el servicio de las mesas
de los necesitados (He 6, 1-6).
4.Los evangelios nos hablan de "discípulos", que Jesús forma según la nueva Ley:
quiere que lo sigan, cargando la cruz, negándose a sí mismos y que sean sal de la tierra
y luz del mundo (Mt 10, 38; 5, 13-16).
En las relativas citas encontrarnos el estilo de vida del que decide ser
cristiano.
7.Hay otro grupo, más restringido, que el Señor escoge y forma para cuidar el nuevo
Pueblo de Dios, que son los doce apóstoles. El número doce, querido por Jesús, habla
del "antiguo" Pueblo de Dios, que encabezaron los doce hijos de Israel. Ellos juzgarán a
las doce tribus de Israel. Sobre ellos descansan "las murallas de la ciudad" (Mt 19, 28;
Ap 21, 12-14).
9.La Iglesia nace de la Pascua del Señor. El mismo día de la resurrección, Jesús asigna
a los apóstoles la tarea de continuar su misión: "Como el Padre me envió, también yo
los envío" (Jn 20, 21; Mt 28, 19).
11.El nuevo Pueblo de Dios es animado por el Es-píritu Santo. Al presentarse por
primera vez el Resucitado a los apóstoles, les confiere el Espíritu Santo: "Reciban el
Espíritu Santo" (Jn 20, 22). Después de este don, les da el poder de
PRINCIPALES CONCEPTOS DE ESTA LECCION (cont.)
perdonar los pecados (Jn 20, 23). En la última aparición recordada por San
Mateo, les da la orden de bautizar. En la última Cena les dio poder de celebrar la
Eucaristía.
5.Uno de los apóstoles es escogido como jefe de ellos. Es Pedro que ocupa en las
narraciones evangélicas siempre un lugar de preferencia (Mt 16, 13-20; Jn 21, 15-18;
He 2, 14; 9, 32ss).
7.Es una Iglesia animada por el Espíritu Santo y alimentada por la Palabra y la
Eucaristía (He 2, 42. 46)
11.Pablo es el que más nos habla de la Iglesia. Para él la Iglesia es el Pueblo de Dios,
Cuerpo de Cristo y Templo de Dios. Predomina en él la concepción de una comunidad
carismática animada por la presencia activa del Espíritu Santo.
13.Las comunidades que nos presentan los Hechos de los Apóstoles se caracterizan por
estos elementos importantes: la enseñanza de los apóstoles, la convivencia, la partición
del pan y la oración.
los ángeles, implorándoles la ayuda de su intercesión. Los santos, que tienen nuestra
misma naturaleza, nos sirven de maestros en el camino a la santidad con su vida. El
amor a los santos tiende a Cristo y termina en Cristo, que es corona de los santos (LG
50).
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a) Dialoga
Se trata de una actitud nueva sumamente evangélica de una Iglesia que percibe los
logros y fracasos del mundo para leer en ellos los signos de los tiempos y buscar la
respuesta inspirada. Toda la constitución pastoral "Gaudium et spes" pone a la Iglesia
en un estado de diálogo.
b)Escucha
Antes de ser maestra, la Iglesia escucha la Palabra de Dios. La constitución dogmática
sobre la divina revelación "Dei Verbum", elimina todo prejuicio en contra de la Biblia y
demuestra la necesidad que hay de escuchar la Palabra de Dios. "Es tan grande el
poder y la fuerza de la Palabra de Dios, que constituye sustento y vigor de la Iglesia,
firmeza deje para sus hijos, alimento del alma, fuente límpida y perenne de vida
espiritual (DV 21). Es necesario tener presente que la misma Constitución dogmática
une la Escritura con la Tradición: "La Tradición y la Escritura constituyen el depósito
sagrado de la palabra de Dios, confiado a la Iglesia" (DV 10). El mismo número
concluye: "La Tradición, la Escritura y el Magisterio de la Iglesia, según el plan de Dios,
están unidos y ligados, de modo que ninguno puede subsistir sin los otros" .
c) Ora y celebra
Otra Constitución, la "Sacrosanctum Concilium" presenta a la Iglesia como una
comunidad orante. La oración oficial de la Iglesia se llama Liturgia. En ella "Cristo
asocia consigo a su amadísima esposa la Iglesia". "Toda celebración litúrgica, por ser
obra de Cristo sacerdote y de su Cuerpo, que es la Iglesia, es acción sagrada por
excelencia, cuya eficacia,
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