You are on page 1of 28

Historia de la cultura de la España del Siglo de

Oro. Pero, únicamente la cultura escrita, la que


dan, acrecientan y propagan los libros, dejando
aparte los problemas que ofrece la cultura oral,
tan importante en el Siglo de Oro.
Las lineas generales según las cuales la historia ha leído los textos
hispanoamericanos han establecido un «canon» tendencioso, dando
preferencia a unos textos sobre otros. Al hacerlo así hemos falseado la
interpretación de nuestra cultura, negándonos a nosotros mismos. Tal
visión se aplica a todo el proceso literario, pero se ha concentrado con
mayor intensidad en el período colonial. Pues en ese período formativo y
contradictorio en el que dos culturas se funden.
Pues se ha propuesto eliminar el término «literatura» por incómodo y
estrecho, y reemplazarlo por «discurso», que permite introducir formas y
expresiones que han sido consideradas marginales a lo literario, por ser
orales o estar asociadas a manifestaciones culturales de otro orden
(mitológico, iconográfico, etc.)
¿Quién escribe las obras?

¿Para quién se escriben las obras?

¿Quién puede leer?

¿Quién lee en efecto?

¿Quién es el público?
Toda definición de un
público es limitación.
En el caso que nos ocupa, hace falta considerar unos
fenómenos:
— el analfabetismo, general entre los campesinos y
frecuente entre los artesanos;
— el precio de los libros.
…la falta de interés por la cultura en dos grupos sociales:
Los hidalgos y caballeros saben leer y podrían comprar
libros, pero, dedican todos sus ocios a los amoríos o a la
caza.
Los mercaderes, con algunas contadas excepciones, leen
muy poco y no tienen aficiones literarias.
La literatura de entretenimiento no entra por sus puertas,
no llega a los estantes de sus bibliotecas.
Es un hecho que hemos de tener en cuenta si
queremos entender la predominancia
de la ideología aristocrática en esta forma de
«literatura de consumo» que representa la novela
cortesana del siglo XVII. Cierto que esta
predominancia se explica por la importancia
social de la nobleza en España y por la debilidad
correlativa de la burguesía en el mismo país.
Pero se explica también, en parte, por el hecho
de que los elementos más activos y adinerados
que integran dicha burguesía compran muy
pocos libros de entretenimiento.
La situación no es forzosamente idéntica
en toda Europa: en el siglo XV, la alta
burguesía de Florencia se apasiona por el
Decamerón.

Después de lo dicho, tal público se reduce


a los elementos siguientes:
Después de lo dicho, tal público se reduce a los
elementos siguientes:

• la fracción culta de los hidalgos y caballeros;


• la fracción culta del clero, que incluye, como es lógico, el alto clero y
los prebendados de vida económica desahogada (pensemos en Luis de
Góngora o en Juan de Salinas), pero también unos clérigos más
humildes, como Luis de Ferrera, Barcelona).
• los hombres que definiríamos hoy como «técnicos» e «intelectuales»,
categorías éstas mucho menos cuantiosas en el Siglo de Oro que en el
nuestro: letrados, catedráticos, médicos, arquitectos, pintores,
funcionarios, criados del rey o de nobles familias (secretarios,
bibliotecarios, músicos, preceptores).
De este cuadro se desprenden dos conclusiones:

• La primera es que el público de la literatura de entretenimiento es un


publico reducido: una historia de la lectura y de la cultura en el Siglo
de Oro es y será siempre historia que concierne una corta cantidad de
hombres y mujeres, es y seguirá siendo historia de unas minorías.
• La segunda conclusión es que conviene acabar cuanto antes con unos
clisés. No hubo ni pudo haber lectura «popular» en el Siglo de Oro —
aunque sí existió, muy vivaz, una cultura popular, cultura de tipo oral
y tradicional, a base de refranes, romances y cuentecillos. Tampoco
existió, ni pudo existir, literatura burguesa en la España del Siglo de
Oro
Dentro del público así limitado, ¿se puede
trazar unas líneas divisorias? ¿Saber en qué
categorías se reclutaban, más concretamente,
los lectores de Garcilaso, de Lazarillo, de La
Diana, de La Araucana, de Guzmán, de Don
Quijote? ¿Determinar cuáles fueron los
admiradores de los eruditos italianos, y hasta
dónde arraigó el pensamiento platónico sobre
el amor? ¿Cómo entendían los hombres del
Siglo de Oro los libros que leían? ¿Qué
representaban para ellos dichos libros?
Ahora bien ¿cómo lo hemos de conseguir?
Hace años que las miradas de los que se interesan
por historia de la cultura se vuelven hacia los
inventarios de bibliotecas particulares, el examen
sistemático de prólogos, dedicatorias,
comentarios eruditos, tratados de poética y
retórica, el análisis detenido de las misceláneas.
Llegados a este punto pasamos de una historia de
la lectura a una historia de la cultura propiamente
dicha.
Lo cierto es que no leían estos libros como
nosotros. No podían leerlos, entenderlos
como nosotros. Primero porque formaban
un público relativamente variado y,
segundo, porque vivían estos hombres en
un mundo concreto y mental totalmente
distinto del nuestro, otra evidencia sobre la
cual no cabe insistir.
...la sociología de la producción es
decir la identidad de los
escritores en la España del Siglo
de Oro.
1) Los escritores aristócratas, para quienes tomar la pluma es un arte
noble del espíritu, un lujo en su existencia social palaciega: marqués
de Santillana o Garcilaso de la Vega.
2) Los escritores artesanos, para quienes escribir es una profesión,
una actividad para ganar el pan cotidiano. Entran en esta condición
los juglares medievales, los poetas maestros de capilla (Juan de la
Encina, Lucas Fernández) y los poetas secretarios capellanes del
tipo Lope de Vega hacia 1600. Unos y otros viven de la pluma a la
sombra del roble señorial.
3) Escritores de mercado. El ejemplo más expresivo es Lope de
Vega después de 1610. El teatro fue para él un importante medio de
vida. Por una comedia cobraba poco más de 300 reales. De ellos, el
tipo más frecuente de escritor fue el apoyado por el mecenas.
De ellos, el tipo màs frecuentede escritor fue el apoyado
por el mecenas. Sin embargo, el mecenazgo en España
fue limitado. La burguesía mercantil, protectora de
intelectuales en otros países, fue escasa. Participó más
en el mecenazgo la nobleza, sobre todo en la primera
mitad del siglo XVI. Pero la realidad es que sólo una
minoría de la nobleza ejerció directamente el apoyo a
las actividades de los humanistas. La mayoría se
proyectó hacia tareas de gobierno, guerra o diplomacia.
El proteccionismo nobiliario sólo se dejó sentir -y
únicamente en las ciencias- a fines del siglo XVII.
La Corona ejerció, asimismo, un
notable mecenazgo. La reina Católica
comenzó a estudiar latín en 1482 en
sus esfuerzos por instruir a la nobleza
cortesana. A fines del siglo XVI la
nobleza empezó a ir superando el
tradicional concepto de la
incompatibilidad de las armas con las
letras.
El estatus econòmico de los humanistas estuvo determinado por la
concepciòn – màs bien peyorativa – de las clases privilegiadas de la
cultura
Somos, en efecto, eslavos de la nobleza, y se estima que nos hace gran
honor cuando se nos pide que nos hagamos cargo de la educación de los
jóvenes nobles. Mas la consideración que se tiene a los precptores en las
casas de los nobles es de tal género que la rechazarían por vergüenza los
parásitos, si fueran sensatos, pues hasta los lacayos y los paies la
tendrían a ofensa. Eso y otras cosas mucho más indignas vemos que les
suceden a muchos a diario; y para escapar de ellas, con más honra,
prefiero mi escondrijo en estos cuchitriles de los estudios a vivir
ostentosamente en los espléndidos palacios de los ricos, donde se tiene
en mayor estima a los palafreneros que a los oradores y se mima a los
cocineros. [A. García Matamoros, humanista español]
El arte participó de la misma situación que la literatura. La clientela,
ya eclesiástica (cabildos catedralicios, curas párrocos, frailes,
monjas...), ya civil (cofradías, hermandades, corporaciones,
mayordomos, etcétera), por regla general encargaba pinturas para ser
objeto de la devoción en iglesias, capillas y conventos. Son escasos,
en cambio, los encargos, limitándose éstos a los más domésticos
para los oratorios de las casas o las imágenes religiosas de alcoba.
Los pintores, agrupados en gremios, con talleres de empresa
artesanal y familiar, con una organización aún medieval y una
posición pecuniaria mediocre, tenían que vérselas con unos clientes
o mandatarios que no les concedían una consideración social
semejante a la que ya tenía el artista en Italia o en Francia. Sólo los
pintores de cámara y en especial Velázquez pudieron escapar, en
gran parte, a una situación precaria de trabajo propia de una
sociedad estamental, sin movilidad de clases y lentas reacciones
estructurales.
El Siglo de Oro fue una época de esplendor literario, cultural
y artístico en la que se produjeron algunas de las obras más
celebradas de la literatura en español. En realidad abarca dos
siglos; comienza en 1492 con la publicación de Gramática
castellana de Antonio de Nebrija y llega a su fin en 1681
con la muerte del dramaturgo Pedro Calderón de la Barca.
El Siglo de Oro comienza con el Renacimiento y termina con
el Barroco, dos movimientos marcadamente distintos.
El Renacimiento se caracteriza:
-por un renovado interés en el mundo grecolatino, y por ende el
Humanismo;
-por el antropocentrismo, el optimismo, la secularización, la
curiosidad científica, la confianza en la razón y la exaltación de la
naturaleza de este mundo.
-La estética renacentista valora las formas equilibradas y
armónicas, y la idealización de la realidad.
-Además, surge un nuevo prototipo del caballero: ya no basta ser
experto en las armas, como en la Edad Media, sino también en las
letras y artes. Es guerrero y a la vez poeta.
A nivel histórico y social, es una época marcada por el apogeo del
Imperio español. Reina en España la Casa de Austria o de Hasburgo,
un periodo de gran expansión imperial tras el descubrimiento de las
Américas, la Reconquista, la unificación política y religiosa de
España por los Reyes Católicos, la expulsión de los judíos. El
imperio español crece bajo el reinado de Carlos I/V (1516-56) y se
culmina bajo Felipe II (1556-98). Después de Felipe II se agudiza la
decadencia del imperio español: Felipe III (1598 – 1621), Felipe IV
(1621 – 1665), y Carlos II (1665 – 1700).
Causas:
• Guerras religiosas, la • A los judíos se les expulso el 31
Contrarreforma, recesión de Marzo de 1492 y a los
económica y estancamiento social... moriscos entre 1609 y 1614.
• Las gentes vivían una existencia Pero los conversos de cualquier
tensa: origen estuvieron siempre bajo
• alojamiento de tropas, pago de sospecha y perseguidos pos la
impuestos... Inquisición. Muchos artistas eran
• Las exclusiones por cuestiones de descendientes de conversos:
raza y religión hacían que mucha Fray Luis de León, Santa
gente viviera bajo sospecha Teresa de Jesús, San Juan de
escondiendo sus orígenes y
viviendo una existencia precaria... la Cruz, San Ignacio de
Loyola, etc…
Un sentimiento de confusión y malestar dominaba toda la
sociedad. Hasta un 80% era analfabeta a comienzos del siglo
XVI. No podía leer libros ni producir literatura. Accedían al
mundo de la poesía a través de las canciones y de los actos
colectivos en los que se cantaba o recitaba. La transmisión oral
de la poesía era esencial para conocer la literatura de esos
siglos. Junto a las canciones de transmisión oral, que podían
llegar a todas las gentes, había otra poesía de transmisión
escrita, a la que tenían acceso las minorías cultas, las clases
privilegiadas. Aunque nunca hubo una separación tan rígida
Pero lo que le faltaba en paz y estabilidad, le sobraba en
arte y literatura. Pero, “Esplendor en el arte” no quiere
decir “serenidad en la vida”, ni siquiera significa
“bienestar económico”... Y ni los galeones que llegaban
de las Indias cargados de plata podían frenar el vértigo
de una sociedad que vivía sin saber exactamente dónde
terminaban sus fronteras en Europa (continuas guerras
en Flandes, Italia, el Mediterráneo…) y América.
Los profundos cambios que experimenta la sociedad del siglo XVII
(Barroco) alterarán la visión del mundo frente a la que tuvieron los
renacentistas.
Durante este periodo, en que reinan Felipe II, Felipe III, Felipe IV y Carlos
II, España está en un declive, debido a guerras constantes, crisis
económica, el despilfarro de la corte, división entre cristianos viejos y
cristianos nuevos, y la Inquisición, entre otros factores. Es una época de
inestabilidad, inquietud, pesimismo y, sobre todo, desengaño. La economía
en crisis, los trastornos monetarios, la inseguridad del crédito, las guerras
económicas y el creciente empobrecimiento de las masas, crean un
sentimiento de amenaza e inestabilidad de la vida social y personal, que
están en la base de la gesticulación dramática de la cultura barroca.
Hay un rechazo de las expresiones de ideología moderna que
se producen en otros países europeos, de ahí que el país se
cierra a todo contacto cultural con el resto del continente. En
vez de seguir desarrollando la labor intelectual, la filosofía
racional y las investigaciones científicas, hay una vuelta
hacia el teocentrismo. La Contrarreforma juega un papel
clave en esta desvalorización de la vida terrenal y en el
abandono de la cosmovisión humanista del Renacimiento.
Por ende, se agudiza la preocupación por la muerte y la
religión. El mundo es falaz, y la verdad, que suele ser triste y
dura, se esconde detrás de una superficie respladeciente e
ilusoria.
En la literatura y en el arte, este nuevo clima se manifiesta en el
exceso de artificios y adornos, la inestabilidad, la disonancia, los
contrastes (el clarosuro) y la desmesura, a diferencia del
equilibrio y la armonía que caracterizaron el Renacimiento.
Aparecen los contrastes en la confluencia de lo sagrado con lo
profano, lo trágico con lo cómico y lo grotesco con lo sublime.
Esta honda crisis es la que lleva a una nueva metafísica o a una
nueva actitud ante el mundo. Por esta razón abunda la poesía
sobre las ruinas, el paso del tiempo que todo lo destruye, la
caducidad de la belleza, lo efímero de la existencia, derivando en
melancolía, pesimismo y desengaño, que lleva a la idea de que la
vida es sueño o simplemente nada.
En el resto de Europa, se propagan
las ideas de Lutero y Erasmo, y éste
último tiene una gran influencia en
España.
Frente a la Reforma protestante la
iglesia Católica se ve obligada a
iniciar su propia reforma, la
Contrarreforma

You might also like