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Decisiones inteligentes: Por que las decisiones no pueden tomarse a la ligera
Decisiones inteligentes: Por que las decisiones no pueden tomarse a la ligera
Decisiones inteligentes: Por que las decisiones no pueden tomarse a la ligera
Ebook88 pages1 hour

Decisiones inteligentes: Por que las decisiones no pueden tomarse a la ligera

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About this ebook

Buenas decisiones examina cómo los adolescentes toman muchas de las decisiones de sus vidas; incluso decisiones que pueden ejercer un impacto grande en su futuro. No hay una fórmula «mágica» para hacerlo bien. Tomar buenas decisiones exige sabiduría, y en este libro los estudiantes aprenderán cómo adquirir más sabiduría y aplicarla en las decisiones que hacen.

LanguageEspañol
PublisherZondervan
Release dateJun 25, 2013
ISBN9780829779004
Decisiones inteligentes: Por que las decisiones no pueden tomarse a la ligera
Author

Mark Matlock

Mark Matlock has been working with youth pastors, students, and parents for more than two decades. He’s the Executive director of Youth Specialties and founder of WisdomWorks Ministries and PlanetWisdom. He’s the author of several books including The Wisdom On series, Living a Life That Matters, Don’t Buy the Lie, and Raising Wise Children. Mark lives in Texas with his wife, Jade, and their two teenage children.

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  • Rating: 1 out of 5 stars
    1/5
    Empieza bien la primera página...pero cuando comienza a hablar de Dios, la Biblia y su infinita sabiduría lo abandoné. No es un libro para mi.
  • Rating: 3 out of 5 stars
    3/5
    very good

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Decisiones inteligentes - Mark Matlock

CAPÍTULO 1

 ¿CAMINAR

O CORRER?

No soy un gran atleta. Dado que soy el mayor de cuatro hijos varones, podrías pensar que pasé largas horas con un balón en el patio de mi casa, junto a mis hermanos. Sin embargo, yo no soy así. Aparte de una pequeña temporada en la liga local de futbol, no tuve en mi niñez mucha experiencia en los deportes que en mi país son los principales como el beisbol, el baloncesto, o el futbol americano.

Cuando entré en la escuela secundaria, parecía que todos los chicos practicaban al menos un deporte, así que pensé que yo también debía incursionar en alguno de ellos. Estaba buscando un deporte que no tuviera mucho contacto físico. De modo que mis opciones eran el golf y el atletismo. Lamentablemente, el momento dentro del cronograma de clases en el que se practicaban estos deportes era el mismo, así que no tuve más alternativa que escoger uno de los dos.

El golf era un deporte que nunca había practicado en un campo real (salvo por algunas veces en un campo en miniatura). Sin embargo, me encantaba la idea de jugarlo, y estaba muy seguro de que lo disfrutaría. Por otro lado, yo era un corredor bastante rápido, y creía que si podía sobresalir en alguna disciplina, esta era el atletismo. ¿Cuál debía escoger?

Oré mucho antes de tomar mi decisión, y le pedí consejo a todos los que conocía. Pero cuando llegó el momento de tomar la decisión, mi mayor influencia fue mi entrenador. De todas las personas que conocía en ese tiempo de mi vida, era a quien menos respetaba. Mientras estuve en su clase, me puso todos los apodos que puedas imaginarte. Inclusive insultó a mi madre un par de veces. Este hombre no podía entender como un adolescente de 15 años había crecido sin el más mínimo conocimiento de las reglas básicas del futbol americano. Así que él me respondía de la única forma que sabía: humillándome. Pero luego, un día, me vio correr. Cuando terminé se me acercó, puso su brazo sobre mi hombro, y me dijo: Hijo, estás en buena forma. Deberías estar en el equipo de atletismo.

Este momento de aliento fue el que determinó mi decisión final.

Desde ese momento decidí que sería un corredor. Cada día después de clases miraba a varios chicos con pantalones especiales de golf subirse al bus y dirigirse al club local, donde practicarían sus jugadas. Mientras tanto, yo me quedaba en la escuela y corría y corría y corría hasta más no poder. Y cada día me preguntaba si había escogido sabiamente.

Finalmente llegó el día de mi primera carrera. Fui asignado para correr tres kilómetros, ocho vueltas alrededor de la pista, tan rápido como mi cuerpo me lo permitiera. Era un caluroso día de verano, pero yo igual estaba determinado a ganar la carrera y asegurarme un espacio en el equipo titular.

Cuando escuché la señal de inicio, empecé a correr. Después de dos vueltas, vomité en la pista. Pero eso no me detuvo. Seguí corriendo. ¿Les mencioné que estaba muy caluroso el día? Muy pronto, empecé a sentirme mareado y todo me empezó a doler. Volví a vomitar, escupiendo lo último que me quedaba de la pizza de peperoni que había almorzado. Y sin embargo seguí corriendo, hasta el momento en el que me desmayé.

Cuando desperté, tenía mis pies elevados y un tubo de oxígeno en la nariz. ¿Qué sucedió?, pregunté. Tuviste un pequeño ataque cardiaco, me dijo mi entrenador. ¿Gané?, pregunté. Tenía que saberlo …

Mi entrenador se rió, Mark, te detuviste 3 metros antes de la línea de llegada y permitiste que todos se te adelantaran. ¿Qué fue lo que paso?

Volví mi rostro hacia la ventana, y vi la llegada del bus del equipo de golf. Varios chicos se bajaron del bus, con sus refrescos en la mano. Su ropa parecía recién salida de la lavandería. Mientras tanto, mi corazón estaba adolorido, y el interior de mi boca con sabor a vómito.

Golf, pensé, debí haber escogido el golf.

CAPÍTULO 2

DECISIONES,

DECISIONS …

Las decisiones vienen en todas las formas y tamaños. Algunas son pequeñas y no tienen realmente un impacto duradero. Por ejemplo, qué cosa almorzaré, o qué es lo que voy a hacer el fin de semana. Por otro lado, hay algunas decisiones que pueden afectar tu vida en una forma mucho más profunda: qué carrera voy a estudiar y en qué universidad, o con quién me casaré. Algunas decisiones parecen muy pequeñas pero al final se convierten en grandes, y otras parecen grandes en un principio, pero luego nos damos cuenta de que no tenían mucha importancia.

La persona promedio toma cientos de decisiones por día, a menudo sin siquiera darse cuenta de que las está tomando. Por ejemplo: ¿Debo controlar mi temperamento, o me permito perder la razón? ¿Debería hablar y defenderme, o mejor cierro mi boca? ¿Debo hacer algo respecto a las necesidades de la persona que está a mi lado o mejor me hago el distraído? Estas son algunas de las decisiones que tomamos, a veces sin pensarlo mucho.

Por supuesto que no todas las decisione s se toman de esta manera. Algunas requieren que nos tomemos un tiempo para pensarlas muy detenidamente. Algunas involucran saltos de fe escalofriantes, y algunas te hacen un nudo en el estómago y te mantienen despierto toda la noche. Las decisiones de esta clase son las que te hacen meditar sobre lo increíble que es tomar decisiones todos los días, especialmente considerando que

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