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Fly You To The Moon (Primer Volumen De La Saga Romántica Y Erótica Stardust)
Fly You To The Moon (Primer Volumen De La Saga Romántica Y Erótica Stardust)
Fly You To The Moon (Primer Volumen De La Saga Romántica Y Erótica Stardust)
Ebook123 pages1 hour

Fly You To The Moon (Primer Volumen De La Saga Romántica Y Erótica Stardust)

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About this ebook

Tras la muerte de su padre, lo último que quiere Ava Windsor es dejar la Tierra y trasladarse a una colonia lunar de la Élite durante los próximos diez meses. Nicolas, un medio-tío a quien ella ni siquiera recuerda haber conocido, será su tutor hasta que cumpla los veintiún años, hasta entonces no está autorizada para tocar el dinero que su padre le ha dejado. El ser hija única de un padre de la Élite desheredado y una madre plebeya lo hace todo mucho más complicado.
Pero sobrevivir entre los Elitistas de Luna Seis, quienes tratan a los plebeyos como sirvientes, debería haber sido el último de sus problemas. Nicolas Carter no es como ella esperaba. Condena el estilo de vida de la Élite, es mucho más joven que su padre y, sin duda, mucho más atractivo.
Diez meses en la luna parecen una eternidad si sabes que no deberías enamorarte de tu tutor… pero no puedes evitarlo.
Una dulce y picante novela romántica para los amantes del género Jóvenes Adultos con una pizca de ciencia ficción.
NOTA SOBRE EL CONTENIDO: debido al contenido adulto, recomendada para lectores mayores de dieciocho. 
LanguageEspañol
PublisherJocelyn Han
Release dateOct 27, 2014
ISBN9781633393424
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    Fly You To The Moon (Primer Volumen De La Saga Romántica Y Erótica Stardust) - Jocelyn Han

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    1.

    Ella odiaba ese lugar.

    El pensamiento seguía rondándole la cabeza y no se iba.

    Ava lanzó una mirada malhumorada hacia la plataforma. Los cruceros espaciales iban aquí y allá, sobrevolando en silencio y dejando pasajeros en la terminal de Luna Seis. Los pasajeros parecían bien vestidos, sin arrugas en la ropa y cuidadosamente peinados.

    Al contrario de ella, parecían ricos. Todas las personas que la rodeaban pertenecían a la Élite y eso no cambiaría en un futuro próximo. Estaría atrapada en ese lugar durante los próximos diez meses.

    Cuando su pad sonó sobre su regazo, Ava recogió el aparato con indiferencia y miró la pantalla. ¡Oye! ¿Qué tal la luna de toda la vida?, decía.

    Era un mensaje de su amiga Georgie. Por un segundo, Ava temió echarse a llorar. El ser consciente de que tendría que echar de menos su antigua vida y a toda la gente que había en ella tras la muerte de su padre, volvió a golpearla como un mazo. Era evidente que Georgie estaba intentando animarla pero había tenido el efecto contrario.

    Aún podía evocar vívidamente el momento en que su vida se había desmoronado: esa mañana fría en la que el Prefecto del pueblo había aparecido frente a la puerta de su casa para decirle que su padre nunca volvería a casa. Era injusto que muriese de un ataque al corazón a la edad de cuarenta y dos, sin una sola vez en la vida en el que hubiese estado enfermo. Y justo cuando pensaba que las cosas no podían ir peor, el albacea de su padre le había hecho una visita a la dilapidada mansión en la que ella y su padre habían vivido. Le había dicho que el dinero de su herencia estaba bloqueado en alguna cuenta bajo el nombre de su medio-tío, quien también resultaba ser su tutor legal hasta que ella alcanzase los veintiuno.

    ―Lo siento muchísimo, Señorita Windsor ―se había disculpado el notario―. Su padre redactó su voluntad para que usted no tuviese que vivir en la pobreza. Él confiaba en su medio hermano. El resto de los Windsors no la habrían apoyado si esto le hubiese ocurrido cuando sólo era una niña.

    Y era por eso que se había visto obligada a dejar el pueblo de Sutton para irse a vivir con su medio-tío, un hombre a quien no había visto desde que tenía cinco años. Sabía que no era el fin del mundo. Ahora tenía veinte, así que solo tendría que vivir en  Luna durante diez meses más, pero ese tiempo parecía prolongarse infinitamente en frente de ella. Amaba la Tierra. Vivir en la luna e intentar integrarse con la Élite más rica que había emigrado desde el Imperio Británico y la Gran Alemania, no estaba precisamente entre los primeros puestos de su lista de deseos.

    Ava suspiró, pasándose la mano por su pelo negro azabache. Por supuesto, debía sentirse agradecida de que su familia perteneciese en parte a la Élite. Su padre había quebrantado las convenciones sociales al casarse con una mujer común, pero nunca habían sido realmente pobres. Habían sido bastante solventes, manteniéndose siempre a cierta distancia de la Élite. En lugar de eso, se habían mezclado con los plebeyos. La mala noticia era que el tío Nicolás era parte de la inmaculada familia Carter. Encajar con esa gente en su casa sería, cuanto menos, todo un reto.

    ni rastro del tío nic. luna = rebosante de esnobs ricos, gnial..., escribió.

    Se escuchó el trinar de uno de los altavoces que anunciaba las llegadas. Distraídamente, Ava lanzó una mirada hacia el reloj de la pared opuesta de la plataforma. Quince de noviembre de 2196. Hacía trece años su madre había muerto de una misteriosa enfermedad que había azotado al pueblo de Sutton. Hacía diez días su padre también había fallecido. Y ahí estaba ella, sola, esperando ser recogida por un hombre en quien su padre había confiado lo suficiente como para hacerle su tutor.

    Entornó los ojos cuando un hombre alto de pelo negro vestido con ropa negra y sencilla apareció al final de la plataforma. Miró a su alrededor, buscando, y entonces cruzó la mirada con la suya. Una ligera sensación de decepción creció en su estómago cuando el hombre echó a andar hacia ella y se dio cuenta de que el tío Nicolas ni siquiera se había molestado en ir a buscarla él mismo. Había enviado a uno de sus sirvientes; sin embargo, su decepción se tornó en entusiasmo cuando se acercó. El hombre que iba hacia ella era guapísimo. Ava tragó saliva cuando vislumbró sus anchas espaldas, su cadera estrecha y sus rasgos bien esculpidos. Aquello podría acabar siendo muy interesante. De pronto, vivir en la luna no parecía tan malo después de todo.

    ―Hola ―se dirigió a ella el hombre, deteniéndose justo delante―. ¿Ava Windsor?

    Ava se levantó del banco para darle un apretón de manos.

    ―Esa soy yo ―confirmó―. Te ha mandado el tío Nicolas, ¿no?

    Él esbozó una sonrisa y sus ojos verdes enmarcados con oscuras pestañas la miraron sorprendidos.

    ―No exactamente ―respondió―. Yo soy Nicolas Carter.

    Venga ya.

    Ava se lo quedó mirando, bastante segura de que tenía la boca abierta de par en par debido al asombro. Siempre que pensaba en el medio-hermano de su padre se imaginaba a un hombre de mediana edad con barba negra y algo de barriga, y de ninguna forma a ese alto, musculoso y guapo hombre de pelo ondulado marrón oscuro y ojos verde esmeralda que tenía delante. La última vez que había visto al tío Nicolas tenía cinco años y el hombre parecía viejísimo, pero casi todo el mundo se parecía a esa edad.

    ―Tú... ¿eres el tío Nicolas? ―balbució.

    ―Llámame solo Nicolas ―dijo―. O Nic.

    ―Vale. Nic. ―Tragó el nudo que tenía en la garganta―. No tenía ni idea de que fueras tan... joven.

    «Y sexy», añadió mentalmente.

    Su medio-tío le tocó un mechón de pelo de forma ausente.

    ―Esto es lo que recordaba de ti de cuando te conocí hace años ―dijo―. Tu precioso pelo negro y tus brillantes ojos azules. Te pareces mucho a tu padre.

    Ava intentó con todas sus fuerzas no sonrojarse. Por alguna razón, que Nicolas le tocase el pelo le pareció muy íntimo.

    ― ¿Qué edad tenías cuando nos conocimos? ―preguntó ella.

    ―Diecisiete. ―Frunció el ceño―. Siento mucho no haber visitado a tu padre más a menudo en la Tierra. Vino a Luna Seis varias veces pero tú siempre te quedabas con tu madre o con tu niñera.

    Ava hizo rápidamente los cálculos en su cabeza. Eso significaba que el tío Nicolas tenía treinta y dos ahora, una edad no muy apropiada para ser el tutor de alguien.

    Mientras tanto, Nic se agachó para recoger sus maletas.

    ―Deja que te ayude con el equipaje.

    Mientras caminaban hasta el final de la plataforma y se dirigían hacia el llamativo Solar que les esperaba a la salida de la terminal, Ava observó discretamente a Nicolas. No podía dejar de mirarle. Sus ojos recorrían sus anchas espaldas y su culo firme, acentuado por el ceñido traje negro que llevaba puesto. Nicolas era el hombre más atractivo que había visto en mucho, mucho tiempo. Mientras él colocaba las maletas en el coche que levitaba en silencio junto a la acera, la joven cerró los ojos con un repentino enfado. Ahora su vida sí que era un asco.

    2.

    ― ¿Por qué nunca viniste con tu padre a visitar Luna?

    Nicolas condujo el Solar lejos de la terminal de cruceros. Poco después los edificios eran sólo una diminuta mancha en la distancia. Habían dejado la agrupación de edificios que rodeaban a la estación Luna Seis y se encaminaban hacia la ciudad. Todo lo que Ava había visto hasta el momento se encontraba atrapado bajo la gigante cúpula que filtraba la luz solar y suministraba oxígeno y agua a la sexta ciudad lunar. Afuera, el mundo no tenía aire y era oscuro y terriblemente frío.

    ―Porque no es natural ―dijo con brusquedad―. La gente no está destinada a vivir aquí.

    Nicolas se echó a reír a viva voz.

    ―¿En serio?

    Ava bajó la vista a sus manos. Sus dedos manoseaban con nerviosismo la tela simple marrón de su vestido.

    ―La luna parece muy misteriosa desde la Tierra ―dijo en voz baja―. Es como si nos guiara, rodeando nuestro planeta, protegiéndonos. Eso es lo que

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