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La reliquia
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La reliquia

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"La reliquia (1887) es el relato del viaje realizado a Egipto y Tierra Santa por Teodorico Raposo, quien marcha en peregrinaje a la búsqueda de una reliquia como favor hacia su riquísima y beata tía Patrocínio das Neves. El protagonista esconde bajo su supuesta devoción religiosa en realidad una vida disoluta y cínica, con el único deseo de heredar la fortuna de su benefactora. A medida que Queirós describe las peripecias y el carácter de Teodorico, destripa con crítica mordaz y no poca burla la hipocresía de la sociedad portuguesa de su tiempo. Las críticas hacia el conservadurismo, el clericalismo y la intolerancia hicieron de La reliquia una obra desafiante y perturbadora en su época, aunque ha pasado a la historia de la literatura como una de las más brillantes sátiras de todos los tiempos.
LanguageEspañol
Release dateJun 25, 2018
ISBN9788446046028
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    La reliquia - José María Eca de Queiroz

    Akal / Clásicos de la literatura / 15

    Eça de Queirós

    La reliquia

    Traducción, introducción y notas: Rebeca Hernández Alonso

    Profesora titular en la Facultad de Filología de la Universidad de Salamanca, donde imparte diferentes asignaturas relacionadas con la literatura portuguesa, las literaturas africanas de lengua portuguesa y la traducción. Se dedica, así mismo, a la traducción literaria, actividad que desempeña en paralelo a su trabajo docente e investigador.

    La reliquia (1887) es el relato del viaje realizado a Egipto y Tierra Santa por Teodorico Raposo, quien marcha en peregrinaje a la búsqueda de una reliquia como favor hacia su riquísima y beata tía Patrocínio. En realidad, el protagonista esconde bajo su supuesta devoción religiosa una vida disoluta y cínica y su único propósito es heredar la fortuna de su benefactora. A medida que Queirós describe las peripecias y el carácter de Teodorico, destripa con crítica mordaz y no poca burla la hipocresía de la sociedad portuguesa de su tiempo. Las críticas hacia el conservadurismo, el clericalismo y la intolerancia hicieron de La reliquia una obra desafiante y perturbadora en su época, aunque ha pasado a la historia de la literatura como una de las más brillantes sátiras de todos los tiempos.

    «No hay un novelista que se haya reído tan libremente como Eça de Queirós del beaterío católico y de las ridiculeces de una religiosidad mezquina y milagrera.»

    Antonio Muñoz Molina, El País

    «La modernidad de la novela se basa, sobre todo, en el uso de la sátira. Tanto el mundo de Lisboa como el de Alejandría son narrados con un sentido del humor y una evidencia de contraste verdaderamente admirables, además de ir siempre al grano y no consentirse ninguna gracejería facilona.»

    José María Guelbenzu, Revista de Libros

    José Maria Eça de Queirós (Póvoa de Varzim, 1845-París, 1900), máximo representante de la novela realista y naturalista e integrante de la Generación del 70, es una de las más brillantes figuras de la literatura portuguesa. Se graduó en Derecho en la Universidad de Coimbra y se dedicó al periodismo y a las actividades diplomáticas, siendo cónsul en La Habana, Bristol y París. Entre sus obras destacan El crimen del padre Amaro (1875), El primo Basilio y La capital (1878), El conde de Abranhos (1879), El mandarín (1880) y la más importante, Los Maia (1888). La obra de Eça de Queirós se inscribe en el realismo posromántico que se caracterizó por la búsqueda de un ideal de justicia y de conciencia social, y que concebía la literatura como un instrumento para arrancar a Portugal de su retraso endémico.

    Diseño de portada

    RAG

    Imagen de cubierta

    Calle de El Cairo, litografía de Owen Brown Carter, 1806.

    Reservados todos los derechos. De acuerdo a lo dispuesto en el art. 270 del Código Penal, podrán ser castigados con penas de multa y privación de libertad quienes sin la preceptiva autorización reproduzcan, plagien, distribuyan o comuniquen públicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica, fijada en cualquier tipo de soporte.

    Nota editorial:

    Para la correcta visualización de este ebook se recomienda no cambiar la tipografía original.

    Nota a la edición digital:

    Es posible que, por la propia naturaleza de la red, algunos de los vínculos a páginas web contenidos en el libro ya no sean accesibles en el momento de su consulta. No obstante, se mantienen las referencias por fidelidad a la edición original.

    Título original

    A relíquia

    © Ediciones Akal, S. A., 2018

    para lengua española

    Sector Foresta, 1

    28760 Tres Cantos

    Madrid - España

    Tel.: 918 061 996

    Fax: 918 044 028

    www.akal.com

    ISBN: 978-84-460-4602-8

    Caricatura de Eça de Queirós realizada por Rafael Bordalo Pinheiro para el Álbum das Glórias (1880-1902), Biblioteca Nacional, Lisboa.

    INTRODUCCIÓN

    Viajaban de manera espectacular, como romeros, con más pedantería que sentimiento; iban a Tierra Santa, lo que parece que era en ese tiempo una especie de excursión de escépticos endeudados con la fe cristiana y para traer reliquias a las tiítas.

    Agustina Bessa-Luís, Fanny Owen[1]

    En el siglo XIX la cultura europea experimentó un marcado interés por Oriente: escritores, pintores e intelectuales viajaron a los territorios situados al este de Europa con el fin de pensar, describir y sistematizar aquellas culturas y pueblos que eran vistos como exóticos y ajenos. Este afán por crear un Oriente imaginado y deseado por Europa ha sido analizado con profundidad por el intelectual palestino-estadounidense Edward W. Said en su célebre ensayo Orientalismo, publicado en 1978. En esta obra, Said reflexiona acerca de los procesos de producción de conocimiento ligados a la creación de una realidad oriental por parte de académicos, científicos y artistas principalmente franceses y británicos que, por la expansión napoleónica unos y la consolidación de su imperio los otros, viajaron con la finalidad de construir una imagen propia de Oriente a través de sus observaciones. Además de analizar los estudios sobre Oriente de descriptores tales como Silvestre de Sacy, Edward William Lane o Richard Francis Burton, Said en su ensayo también contempla la literatura de estilo oriental que se desarrolló en la Europa decimonónica «basada frecuentemente en las experiencias personales vividas en Oriente»[2] de escritores como Nerval, Renan, Disraeli o Flaubert. De estas experiencias surgirían obras capaces de crear un Oriente literario y a las que Said define como «sólidamente enraizadas en una dimensión imaginaria irrealizable (excepto desde un punto de vista estético)» [3]. A pesar de que en el siglo XIX el imperio colonial portugués no tenía en Asia su principal terreno de expansión territorial[4], Portugal a través de Eça de Queirós –una de sus más universales figuras literarias junto con Camões y Pessoa–, participa de un modo manifiesto en esta afición orientalista. La reliquia de Eça de Queirós, la novela que aquí nos ocupa, puede inscribirse de un modo indiscutible en la literatura que encuentra en Oriente el escenario de su narración, algo que, como veremos más adelante, no es una excepción dentro de la producción literaria de este autor.

    En 1926, más de dos décadas y media después de la muerte de Eça de Queirós, el hijo del escritor publicó un libro titulado O Egypto. Notas de viagem, en el que reproduce los cuadernos que Eça llevó en su travesía por Egipto y Palestina. En la introducción a esta obra, el hijo del escritor destaca lo sugerente del estilo literario de su padre, la capacidad de evocación de su modo de narrar, y a este respecto afirma que «las descripciones de La reliquia están hechas a partir de pequeñas notas sobrias, y tan precisas que inmediatamente sugieren un paisaje, el calor, la fatiga, el sol»[5]. Entre el 23 de octubre de 1869 y el 3 de enero de 1870, el escritor portugués Eça de Queirós, que en aquel entonces tenía 24 años de edad, realizó un viaje a Egipto junto a su amigo el conde de Resende, hermano de quien años más tarde se convertiría en la mujer de Eça, Emília. La finalidad primera de esta travesía era asistir, el 17 de noviembre de 1869, a las fiestas de inauguración del canal de Suez en Port Said; además, visitarían Cádiz, Gibraltar, Malta, Alejandría, El Cairo, Beirut, Siria y Palestina. Como habían hecho anteriormente Flaubert y Nerval, autores admirados por Eça, el escritor portugués recogió sus impresiones sobre Oriente en sus cuadernos de viaje. Como ellos, dejó patente su deslumbramiento ante ciertos aspectos paisajísticos, culturales y sociales, y como ellos, también, reflejó en ocasiones, y de forma notoria, el hastío que llegó a producirle la experiencia oriental. En sus cuadernos de viaje, es posible apreciar cómo Eça observa Oriente a través de su propio imaginario occidental construido a partir de sus lecturas de Balzac, Las mil y una noches, Las flores del mal de Baudelaire o de las ilustraciones de Gustave Doré.

    En este viaje, y debido a los fastos dedicados a la inauguración del canal de Suez, Eça de Queirós encuentra a parte de lo más granado de la sociedad europea de su tiempo: la emperatriz Eugenia de Montijo, el emperador Francisco José I o el constructor del canal Ferdinand de Lesseps. En El Cairo pudo ver en el hotel Shepheard’s, donde se hospedaba, al escritor orientalista francés Theophile Gautier a quien admiraba. Eça ficcionará, años después, este episodio con Gautier en su obra Correspondencia de Fradique Mendes. Memorias y notas, publicada en 1900. También en Egipto se encontró con el egiptólogo August-Édouard Mariette en «el salón de la Ópera» cuando les presentó un corresponsal del Times. Podemos imaginar la profunda impresión que este viaje a Oriente causó en Eça de Queirós, algo que atestigua su amigo Jaime Batalha Reis en la introducción que escribió en 1903 a la obra Prosas bárbaras, donde se recogían algunos textos dispersos de Eça. Así, observa Batalha Reis que, al regresar de su viaje, las ideas estéticas del escritor portugués se habían «modificado y entrado en una fase de transición»[6]. A su vuelta, Eça hablaba continuamente de Flaubert, sobre todo de sus obras Salambó y la Tentación de San Antonio. Otras lecturas que Eça de Queirós realizó en ese tiempo, según Batalha Reis, fueron La vida de Jesús y el San Pablo, de Renan, autor que ya había leído antes de su viaje, y Las memorias de Judas de Petruccelli della Gattina[7]. Estos autores, como se verá más adelante, tuvieron una notable influencia en el proceso de composición de La reliquia. Jorge Luis Borges afirmó que «como su Portugal, que amaba con cariño, Eça de Queirós descubrió y reveló el Oriente»[8]. De hecho, la visión de oriental de Eça de Queirós contribuye a la composición del atractivo sensorial y plástico de su proyecto estético por cuanto su presencia es continuada en sus obras, en las que aparece con un mayor o menor protagonismo, como un paisaje privilegiado de la acción, o como una evocación o referencia lateral a la historia.

    ESBOZO BIOGRÁFICO DE EÇA DE QUEIRÓS

    José Maria Eça de Queirós, una de las más brillantes figuras de la literatura portuguesa, nació en Póvoa de Varzim en 1845, fruto de una relación clandestina entre sus padres, José Maria de Almeida Teixeira de Queirós y Carolina Augusta Pereira de Eça[9]. El hecho de que sus padres no estuviesen casados en el momento de su nacimiento y sólo contrajesen matrimonio cuatro años después, en 1849, marcó la infancia del escritor[10]. Debido a esta compleja situación familiar, Eça de Queirós pasó sus primeros años lejos de sus padres: primero en Vila do Conde, donde vivió con su madrina, y tras la muerte de esta, en 1851, en Verdemilho, donde permaneció con sus abuelos paternos. En 1855, después de morir su abuela, los padres de Eça de Queirós decidieron llevarlo a Oporto, donde ellos vivían con los hijos que habían tenido después de casarse, e internarlo en el Colegio da Lapa de Oporto. Durante sus años en esta institución portuense, Eça conoció al escritor Ramalho Ortigão quien fue su profesor y una figura relevante en su vida[11].

    Tras su paso por Oporto, inició sus estudios universitarios de Derecho en la Universidad de Coímbra. Allí, decepcionado con la formación recibida, se involucró en el teatro académico de la universidad. Durante el tiempo en el que permaneció en Coímbra, Eça de Queirós coincidió con el futuro presidente de la República Portuguesa Teófilo Braga y con el célebre intelectual y poeta Antero de Quental, quien le enseñaría «lo que era la humanidad, Hegel, Comte, Proudhon, Renan, Littré, la lucha de clases, todo ese patrimonio nuevo de la cultura occidental»[12]. En 1866, el mismo año en el que publicó su primer folletín en la Gazeta de Portugal, Eça concluyó sus estudios de Derecho y se mudó a Lisboa en el mes de julio donde permaneció hasta diciembre, cuando se marchó a Évora para ejercer durante algunos meses labores periodísticas en diferentes publicaciones. El 23 de octubre de 1869 partió, como ya se ha indicado, a Egipto y a Tierra Santa, un viaje que marcaría su vida y su obra y que quedó reflejado de una manera sensible en La reliquia. En enero de 1870 llegó de nuevo a Lisboa y en julio de ese mismo año fue nombrado administrador del concejo de Leiria, cargo que ocupó hasta junio de 1871 cuando cambió una vida que se le antojaba aburrida y provinciana por la carrera diplomática que le permitió viajar por buena parte del mundo. En 1872 comenzó sus actividades como cónsul en las Antillas Españolas. De este modo, se trasladó a La Habana, desde donde tuvo la oportunidad de visitar Estados Unidos y Canadá, estuvo en Pensilvania, Nueva York, Chicago y Ontario. Eça de Queirós permaneció en Cuba hasta finales de 1874 cuando fue trasladado a Reino Unido. Durante su estancia británica, Eça fue cónsul en Newcastle y a partir de 1878 en Bristol. Fue en su época inglesa cuando se publicaron algunas de sus obras más emblemáticas: en 1875 sale a la venta la primera de las tres versiones que escribió de El crimen del padre Amaro[13], en 1878 publicó El primo Basilio, en 1887 La reliquia y un año más tarde Los Maia. En agosto de 1888, el escritor fue nombrado cónsul en París y en 1900 fueron publicadas otras dos de sus grandes obras: La ilustre casa de Ramires y la Correspondencia de Fradique Mendes. Memorias y notas. Ese mismo año, José Maria Eça de Queirós murió en su casa de Neuilly en París[14]. Después de su muerte, aún salieron a la luz algunas de sus obras como La ciudad y las sierras (1901), Prosas bárbaras (1903), La capital (1925) o Alves & Cía (1925).

    EÇA DE QUEIRÓS, LA ESCUELA REALISTA Y EL CONTEXTO SOCIOPOLÍTICO

    La obra literaria de Eça de Queirós constituye en sí misma el inicio y el culmen de la escuela realista-naturalista en Portugal y de su estética. Como indica Elena Losada Soler, si el «realismo-naturalismo español es un concierto polifónico con varias voces al mismo nivel [Galdós, Clarín, Pardo Bazán, Blasco Ibáñez], el realismo-naturalismo portugués, en cambio, es casi un solo a cargo de Eça de Queirós, con un coro a gran distancia: Fialho de Almeida, Teixeira de Queirós, Júlio Lourenço Pinto y Abel Botelho»[15].

    Podemos preguntarnos cómo llega Eça de Queirós a inaugurar en Portugal esta corriente literaria, y a desarrollarla y cultivarla hasta alcanzar su máximo esplendor y hacerla crecer, a través de su genio artístico, en modernidad. Si el escritor británico Julian Barnes afirma en su obra El loro de Flaubert que la experiencia en Oriente del escritor francés marcó su paso del romanticismo al realismo y que fue en este viaje en el que concibió de una manera clara el personaje de Madame Bovary[16], algo similar puede decirse que sucedió con Eça de Queirós. En su biografía del escritor portugués, João Gaspar Simões afirma que Eça «en 1869 era parnasiano con pretensiones satánicas» y que fue en su viaje a Oriente cuando comenzó a interesarse por el género de la novela y la estética realista a través de sus lecturas de Renan y de Flaubert, especialmente de su Madame Bovary[17]. Aparte de este viaje oriental de Eça de Queirós en el que estuvo acompañado por las lecturas de estos dos autores franceses, la llegada del realismo a Portugal se vio definida por una serie de circunstancias de carácter cultural e intelectual que acabaron marcando el desarrollo de la personalidad literaria de Eça.

    En primer lugar, cuando Coímbra pasó a ser, en 1864, una ciudad ligada a París a través de la vía férrea, los estudiantes de su universidad empezaron a tener acceso a libros franceses, ingleses y alemanes, traducidos al francés, que proyectaban una Europa enfocada al progreso, la ciencia y los avances de la humanidad. Así, las lecturas que algunos universitarios de Coímbra hicieron de Comte, Flaubert, Proudhon, Renan o Strauss, entre otros, facilitaron que se comenzase a observar de un modo crítico la situación política, religiosa, social y cultural de Portugal. Es en este contexto cuando en 1865 tiene lugar la polémica conocida como Questão Coimbrã que definiría a la llamada Generación del 70, de la que forma parte, entre otros intelectuales, Eça de Queirós. Esta polémica enfrentó a un grupo de estudiantes de la Universidad de Coímbra, encabezados por Antero de Quental y Teófilo Braga, con los defensores de una lírica romántica de corte arcádico, representados por António Feliciano de Castilho, poeta perteneciente a la segunda generación romántica portuguesa, quien se había erigido en protector y padrino de aquellos autores que continuaban cultivando esta forma de poesía. La Questão Coimbrã estalla, entonces, en el año 1865, con la publicación de la carta-posfacio que Castilho escribió al libro Poema da Mocidade, del por entonces joven poeta Pinheiro Chagas[18]. Por una parte, Pinheiro Chagas ya había criticado en algunas publicaciones lisboetas a Antero de Quental y Teófilo Braga; por otra, en su carta-posfacio, Castilho reprobaba a los jóvenes poetas de Coímbra y su modo moderno de entender la poesía. La crítica de Castilho, fechada el 27 de septiembre de 1865, fue contestada el 2 de noviembre de ese mismo año por Antero de Quental en un opúsculo publicado con el título de Bom Senso e Bom Gosto en el que Antero subrayaba la importancia de que los jóvenes poetas escribiesen una poesía que sirviese como vehículo de la revolución y del «Ideal» para las transformaciones que ese momento de la Historia exigía. Además, Antero criticaba en su opúsculo la poesía fútil y provinciana de Castilho y sus seguidores. Estas dos posturas, la de Antero y la de Castilho, encontraron diferentes apoyos que prolongaron la polémica durante meses.

    En segundo lugar, a finales de la década de 1860, y ya en Lisboa, Eça de Queirós y otros compañeros como Teófilo Braga o Manuel de Arriaga, quienes se convertirían años después en presidentes de la República de Portugal, los escritores Ramalho Ortigão y Guerra Junqueiro, o futuras notables figuras de la intelectualidad portuguesa como Oliveira Martins o Adolfo Coelho, constituyeron un grupo de intelectuales y amigos que se hizo llamar el Cenáculo y en cuyas reuniones, literarias y bohemias, se leía a Baudelaire, a Leconte de Lisle o a Flaubert y se escuchaba la música de Mozart y Beethoven. En 1871, después de una serie de viajes a París, a América y a la isla de San Miguel, en su Azores natal, Antero de Quental regresó a Lisboa y, marcado por sus lecturas de Proudhon, se erigió en una suerte de mentor del Cenáculo. Influenciados por la situación europea del momento, por la caída del régimen de Napoleón III y el surgimiento de la Comuna de París, este grupo de intelectuales llevará a cabo una serie de acciones cuya finalidad será renovar la nación portuguesa de acuerdo con las iniciativas que se estaban desarrollando en otros países de Europa[19]. De este modo, surgieron en 1871 las Conferências Democráticas no Casino Lisbonense, un ciclo de intervenciones a cargo de algunos miembros del Cenáculo, cuya finalidad era atender a la transformación social, moral, religiosa y política de los pueblos, modernizar la nación portuguesa, conocer los avances que estaban teniendo lugar en otros países de Europa y agitar en la opinión pública las grandes cuestiones de la filosofía y de la ciencia moderna.

    Debido a su contenido político y de subversión, esta iniciativa impulsada por Antero de Quental fue clausurada por el ministro del Reino de Portugal António José de Ávila antes de que llegaran a pronunciarse todas las conferencias programadas. Entre quienes sí pudieron participar en las Conferencias del Casino, antes de la prohibición de las mismas, podemos destacar a Antero de Quental quien, además de encargarse de la sesión inaugural, pronunció la conocida conferencia sobre las Causas de la decadencia de los pueblos peninsulares; otros participantes fueron Adolfo Coelho, quien habló acerca de la necesidad de renovación del sistema educativo en Portugal o Augusto Soromenho quien, en una conferencia titulada La literatura portuguesa, se alejó del espíritu del ciclo al enaltecer la creación literaria romántica y el espíritu literario de Chateaubriand. Eça de Queirós, por su parte, intervino con una conferencia cuyo título fue anunciado como La nueva literatura y a la que el propio escritor denominó El realismo como nueva expresión del arte. A pesar de que no se conserva una copia de esta conferencia, es posible conocer parte de su contenido a través de las notas que aparecieron en la prensa del momento. Según se recoge en estas notas, en su aproximación teórica a la escuela realista, Eça criticó la literatura romántica que en esos momentos se estaba produciendo en Portugal tanto en los géneros narrativo, lírico, dramático como en la crónica periodística y se apoyó en el pensamiento de Proudhon y Taine para sostener la necesidad de revolucionar las letras portuguesas a través del realismo con el fin de ligarlas al tiempo en el que se vivía y a las necesidades que ese tiempo exigía. Así, abogó por un arte basado en la observación, en su vínculo con la sociedad y lo real, en el que ya parece hacerse patente una aproximación estética al naturalismo.

    LA RELIQUIA DENTRO DE LA OBRA DE EÇA DE QUEIRÓS

    El poeta portugués António Nobre[20], quien visitó en un par de ocasiones a Eça de Queirós en 1890 en el consulado de París, le contó en una carta a su hermano Alberto, cómo Eça, al hablarle del volumen de sus libros, le dijo que La reliquia «representaba tres Reliquias», y que fue necesario refundirla y corregirla en tres ocasiones para conseguir la forma que finalmente acabó teniendo la novela[21]. El proceso de escritura de La reliquia se inició en 1879-1880, cuando Eça de Queirós comenzó a gestar esta obra en Lisboa[22]; el autor trabajó en ella durante su tiempo de cónsul en Bristol, así como durante la breve temporada que tuvo que pasar en Portugal en 1884 debido a una indisposición física[23]. El hecho de encontrarse alejado de su país natal condiciona los procesos de creación literaria del escritor portugués, como así se lo confiesa en una carta de 1878 a su amigo Ramalho Ortigão:

    Estoy convencido de que un artista no puede trabajar lejos del medio en el que está su materia artística: Balzac […] no podría escribir la Comedia humana en Mánchester, y Zola no lograría hacer una línea de los Rougon en Cardiff. Yo no puedo pintar Portugal en Newcastle. […] De modo que estoy con la siguiente crisis intelectual: o tengo que regresar al medio en el que puedo producir, por proceso experimental −es decir, ir a Portugal− o me tengo que entregar a la literatura puramente fantástica y humorística. Falta saber si tengo o no un cerebro artístico[24].

    Del mismo modo, Eça de Queirós compaginó la escritura de La reliquia con la de otra de sus obras más representativas, Los Maia. La novela que aquí nos ocupa fue publicada por primera vez por entregas en la Gazeta de Notícias de Río de Janeiro, entre el 24 de abril y el 10 de junio de 1887[25]. Antes de que concluyese la publicación de los 48 folletines en la Gazeta, y a pesar de que, por contrato, la obra no debería ser editada hasta la finalización de las entregas[26], apareció la novela completa en Portugal, publicada por la Librería Internacional de Ernesto Chardron, Lugan & Genelioux Sucessores, de Oporto, la actualmente celebérrima librería Lello e Irmão. La recepción de la novela fue dispar: desde el entusiasmo de algunos críticos que veían en ella una obra maestra, como Luís de Magalhães o Mariano Pina[27] al fastidio del gran escritor portugués Camilo Castelo Branco quien muy despectivamente consideró que novelar la Pasión de Cristo por boca del personaje de Teodorico Raposo era una idea desafortunada «fruto del histerismo de una imaginación estrambótica o una neurosis del talento»[28]. Del mismo modo, Camilo se lamentó de que La reliquia fuese la única aportación de la filosofía racionalista de la península Ibérica a los modernos estudios de la Cristología[29]. En junio de 1887, Eça de Queirós decidió presentar esta novela al concurso literario D. Luís, convocado por la Real Academia das Ciências de Lisboa, de cuyo jurado formaba parte Pinheiro Chagas[30]. Eça le confesó a su amigo Ramalho Ortigão que su finalidad no era ganar un premio que sabía que no le concederían, sino divertirse con «la actitud que tendría la Academia ante don Raposo»[31]. El premio finalmente fue otorgado a la obra O Duque de Viseu, de Henrique Lopes de Mendonça y La reliquia resultó criticada por Pinheiro Chagas con dureza, debido a su contenido y a su composición formal: le parecía que la parte central de la novela había sido concebida como un texto aparte y que su función en el conjunto era cuestionable por cuanto no tenía ninguna repercusión en la construcción que del personaje de Teodorico Raposo se hacía a lo largo de la obra[32]. Estas opiniones de Pinheiro Chagas crearon una nueva polémica entre él y Eça dentro del panorama literario portugués de la época.

    En relación a su recepción en España, La reliquia fue, desde un primer momento, aplaudida. Por ejemplo, en 1889, Emilia Pardo Bazán la definió como «una de las obras más singulares que ha producido la reciente literatura»[33]. Valle Inclán llevó a cabo la segunda traducción de La reliquia al español en 1902[34]. Por su parte, Miguel de Unamuno indicó en 1904 que La reliquia, junto con La ciudad y las sierras y la Correspondencia de Fradique Mendes, era «lo mejor» de Eça de Queirós[35]. Algunos años después, Carmen de Burgos, Colombine, también elogió esta obra queirosiana a la que calificó de «admirable»[36].

    EJES TEMÁTICOS DE LA RELIQUIA

    La reliquia es una obra de múltiples lecturas en la que se entrelazan de un modo magistral el presente y el pasado, la realidad y la fantasía, el realismo derivado de la observación y el realismo de carácter arqueológico basado en la documentación. Cuando, en 1887, Eça de Queirós publica La reliquia, es ya un autor conocido y admirado en Portugal gracias a sus novelas El crimen del padre Amaro y El primo Basilio, con las que inició de un modo decisivo un nuevo cambio de rumbo en la literatura portuguesa, hasta entonces caracterizada por los preceptos ya caducos del romanticismo. Así, la obra de Eça de Queirós se inscribe, según lo que hemos visto, en el realismo-naturalismo, escuela literaria en la que encuentran su punto de anclaje algunas de sus obras maestras, como las ya citadas El crimen del padre Amaro, El primo Basilio o Los Maia. Sin embargo, en el caso de La reliquia, Eça de Queirós no se ciñe a la estética realista-naturalista y explora otros cauces narrativos. En una de sus cartas, datada en 1877, Eça de Queirós afirma «yo busco filiarme en estos dos artistas: Balzac y Flaubert… Esto bastará para comprender mis intenciones y mi estética»[37]. No obstante, la genialidad de Eça de Queirós es la que rige su proyecto literario y estético, en el que, en ocasiones, es posible encontrar también una evasión de los preceptos exigidos por el realismo. La frase que funciona como lema de la novela La reliquia «Sobre la fuerte desnudez de la verdad, el manto diáfano de la fantasía» es una muestra de la tensión con la que el autor portugués explora los límites del modo de hacer literatura en la época.

    Si las primeras novelas de Eça de Queirós supusieron una sacudida en la literatura portuguesa de su tiempo, La reliquia causará un enorme desconcierto en su país. Ya que, si bien los hechos que la enmarcan son conformes a los parámetros establecidos por la escuela realista, la parte central de la novela parece alejarse de ellos y mirar hacia otro tiempo, hacia otro espacio, hacia otra sensorialidad. La sensibilidad que marca el juego literario que, como lectores, nos propone La reliquia es la tensión entre la realidad y la fantasía, la vigilia y el sueño, el costumbrismo de una determinada parte de la sociedad y la evocación, el encuentro completamente nuevo con un episodio histórico de sobra conocido en la historia de Occidente a través de una nueva mirada y una percepción inédita. La reliquia, novela que, como es característico en el proyecto literario del autor portugués, se ve marcada por la ironía y por la sátira, recoge las memorias de su protagonista, Teodorico Raposo, quien ya desde una edad adulta, decide contar una serie de episodios de su juventud que marcaron su transcurso vital para, además de darlos a conocer, articular una respuesta a las falsedades vertidas sobre él por el personaje de Topsius, un sabio alemán con el que el protagonista coincidió en una peregrinación a Oriente.

    La narración se inicia con el nacimiento de Teodorico y cuenta cómo, por diversas circunstancias, pasa a vivir bajo la custodia de su tía materna, la señora doña Patrocínio das Neves, una mujer soltera y enormemente acaudalada que surge como una doña Perfecta galdosiana llevada al extremo. Si en los inicios de la narración, los padres de Teodorico son descritos como personas capaces de vivir de un modo agradable y expansivo, la señora doña Patrocínio das Neves, que recibirá el apelativo de tiíta por parte de su sobrino, se muestra desde un primer momento obsesionada por la religión y horrorizada por el más mínimo atisbo de humanidad a su alrededor. Teodorico crecerá así en un ambiente religioso, rígido, puritano y beato, en el que la fe aparece encarnada por lo material, por el conjunto prolijo de riquezas, deseadas y respetadas por todos aquellos que la acompañan, una serie de personajes pertenecientes a diferentes estamentos de la sociedad lisboeta, serviles a la riqueza de su tía. Rodeado por estas circunstancias, Teodorico Raposo luchará sibilinamente por ocultar su verdadera forma de ser, y las pulsiones vitales que de ella derivan, con el fin de conseguir y no perder la generosa herencia que, una vez desaparecida doña Patrocínio, podría llegar a ser suya[38]. Para conseguir esta herencia, Raposo, cuyo nombre significa «zorro» en portugués, modifica, en apariencia y sólo ante su tía, su manera de ser y de actuar para acomodarse a las expectativas de la mujer y se ve obligado a embarcar en una peregrinación a Tierra Santa, con la finalidad de obtener la indulgencia tanto para él como para doña Patrocínio y conseguir una reliquia para ella milagrosa y capaz de curar todos sus males. En

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