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Pequeños cuentos misóginos
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Ebook93 pages1 hour

Pequeños cuentos misóginos

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About this ebook

Con una misteriosa simplicidad de estilo, Highsmith convierte a los vecinos de al lado en psicópatas sádicos, encerrados entre las vallas blancas de su jardín y el césped recién cortado. En las historias oscuramente satíricas, muchas veces de hilarante mordacidad, que componen Pequeños cuentos misóginos, Highsmith trastoca nuestras nociones convencionales del carácter femenino, revelando el poder devastador de aquellas criaturas que alguna vez nos parecieron familiares ?«La bailarina», «La novelista», «La ñoña»? y que se destruyen a sí mismas y a todos los hombres que las rodean.

LanguageEspañol
Release dateApr 18, 2006
ISBN9788433942081
Pequeños cuentos misóginos
Author

Patricia Highsmith

Patricia Highsmith (1921-1995) es una de las escritoras más originales y perturbadoras de la narrativa contemporánea. En Anagrama se han publicado las novelas Extraños en un tren, El cuchillo, Carol, El talento de Mr. Ripley (Premio Edgar Allan Poe y Gran Premio de la Literatura Policíaca), Mar de fondo, Un juego para los vivos, Ese dulce mal, El grito de la lechuza, Las dos caras de enero, La celda de cristal, Crímenes imaginarios, El temblor de la falsificación, El juego del escondite, Rescate por un perro, El amigo americano, El diario de Edith, Tras los pasos de Ripley, Gente que llama a la puerta, El hechizo de Elsie, Ripley en peligro y Small G: un idilio de verano, los libros de relatos Pequeños cuentos misóginos, Crímenes bestiales, Sirenas en el campo de golf, Catástrofes, Los cadáveres exquisitos, Pájaros a punto de volar, Una afición peligrosa y Relatos (que incluye los primeros cinco libros de cuentos de la autora, tres de los cuales –Once, A merced del viento y La casa negra– no habían aparecido hasta ahora en la editorial) y el libro de ensayos Suspense. Fotografía de la autora © Ruth Bernhard - Trustees of Princeton University

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Rating: 3.709302434883721 out of 5 stars
3.5/5

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  • Rating: 5 out of 5 stars
    5/5
    This book is a short collection of seventeen very short stories of Patricia Highsmith. Some of these would almost qualify to be considered flash fiction, only two or three pages in length. The entire book is only 134 pages long.In typical Highsmith fashion, these tales contain elements of macabre, horror, mystery, thriller, and irony. A few are downright gruesome and a little frightening, especially the lead story, “The Hand,” in which a young man asks his girlfriend’s father for her hand ( in marriage) and is literally presented with her hand. Some of the stories are darkly funny. While I enjoyed all of the stories, some of my favorite stories in the book are “The Coquette,” “The Invalid, or, The Bed-Ridden,” “The Breeder,” “The Fully-Licensed Whore, or, The Wife,” “The Silent mother-In-Law,” “The Prude,” and “The Perfectionist.” While some of the tales contain elements of misogyny, I did not find this to be a strong element in the book. Few of the male characters in the book were what would be considered misogynist in nature.I thoroughly enjoyed this collection of stories and highly recommend it.
  • Rating: 4 out of 5 stars
    4/5
    One piano went through the roof, a bit separated from the student who was still seated on the stool, fingering nothing. A dancer at last made a few complete revolutions without her feet touching the ground because she was a quarter of a mile high, and her toes were even pointing skyward. An art student was flung through a wall, his brush poised, ready to make the master stroke as he floated horizontally towards a true oblivion.According to the back cover blurb, this Penguin 60 'contains seventeen menacing spine-chillers full of simmering malice' in its 90 pages. I'd agree about the malice, but seeing the characters get their comeuppance is amusing rather than scary, so I didn't find them the least bit spine-chilling. Most badly-behaved woman: Thea in "The Perfect Little Lady"Most sympathetic man: Douglas in "The Breeder" Most spine-chilling moment: the end of "The Mobile Bed-Object" Most surreal scene: the exploding art school in "The Artist"
  • Rating: 5 out of 5 stars
    5/5
    It does just what it says on the cover. The book is around 120 pages, and each story is between 2-6 pages long, with most falling in the 2-4 page range.Each story takes a different female stereotype and tells a little tale about the life of that woman, usually from her point of view, though sometimes the story sympathizes with the husband et al. All are told with an extreme sense of humor, which normally stays firmly on the side of satire, but doesn't hesitate to go over-the-top when necessary (in one memorable instance, an art school is blown up and the students are described as still doing their various activities while flying through the air).The stereotypes/caricatures are very exaggerated and generally hilarious. There's a female writer who neglects her husband and personal life in order to exaggerate it and add sordid details in the book she's working on, there's the young girl who wears a lot of makeup and pretends not to want the sexual attention she gets, there's a woman who lives a happy life where she is "traded" among rich men, there's a wife who tricks her husband and neglects birth control until they have a family of 14 children... you get the idea.I read this after "Animal Lover's Book of Beastly Murder," and unlike in that collection, the women don't always die in the end, nor do they necessarily come out any worse for wear in some cases. I was laughing at the extremely twisted sense of humor the entire time I was reading it, and enjoyed it immensely.

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Pequeños cuentos misóginos - Maribel De Juan

perfeccionista

LA MANO

Un joven le pidió a un padre la mano de su hija y la recibió en una caja; era su mano izquierda.

PADRE: Me pediste su mano y ya la tienes. Pero, en mi opinión, querías otras cosas y las tomaste.

JOVEN: ¿Qué quiere usted decir con eso?

PADRE: ¿Tú qué crees que quiero decir? No me negarás que soy más honrado que tú, porque tú cogiste algo de mi familia sin pedirlo, mientras que cuando me pediste la mano de mi hija, yo te la di.

En realidad, el joven no había hecho nada deshonroso. Simplemente, el padre era suspicaz y mal pensado. El padre consiguió legalmente hacer responsable al joven del mantenimiento de su hija y le exprimió económicamente. El joven no pudo negar que tenía la mano de la hija… aunque, desesperado, la había enterrado ya, después de besarla. Pero la mano iba para dos semanas.

El joven quería ver a la hija, e hizo un esfuerzo, pero se encontró bloqueado por los comerciantes que la asediaban. La hija estaba firmando cheques con la mano derecha. Lejos de haberse desangrado, estaba lanzada a toda marcha.

El joven anunció en los periódicos que ella había abandonado el domicilio conyugal. Pero tenía que probar que lo hubiera compartido antes. Aún no era «un matrimonio», ni en el juzgado ni por la iglesia. Sin embargo, no había duda de que él tenía su mano y había firmado un recibo cuando le entregaron el paquete.

–Su mano, ¿para qué? –preguntó el joven a la Policía, desesperado y sin un céntimo–. Su mano está enterrada en mi jardín.

–¿Es que, encima, es un criminal? No solamente desordenado en su manera de vivir, sino, además, un psicópata? No le habrá usted cortado la mano a su mujer?

–¡No! ¡Y ni siquiera es mi mujer!

–¡Tiene su mano, pero no es su mujer! –se burlaron los hombres de la ley–. ¿Qué podemos hacer con él? No es razonable, puede que incluso esté loco.

–Encerradle en un manicomio. Además, está arruinado, por tanto tendrá que ser en una institución estatal.

Así que encerraron al joven y, una vez al mes, la chica cuya mano había recibido venía a mirarle a través de la alambrada, como una esposa sumisa. Y, como la mayoría de las esposas, no tenía nada que decirle. Pero sonreía dulcemente. El trabajo de él comportaba una pequeña pensión que ella cobraba ahora. Ocultaba su muñón en un manguito.

Debido a que el joven llegó a estar tan asqueado de ella que no podía ni mirarla, le trasladaron a una sala más desagradable, privado de libros y de compañía, y se volvió loco de verdad.

Cuando se volvió loco, todo aquello que le había sucedido, el haber pedido y recibido la mano de su amada, se le hizo inteligible. Comprendió la horrible equivocación, crimen incluso, que había cometido al pedir algo tan bárbaro como la mano de una chica.

Habló con sus captores, diciéndoles que ahora comprendía su error.

–¿Qué error? ¿Pedir la mano de una chica? Lo mismo hice yo cuando me casé.

El joven, sintiendo entonces que estaba loco sin remedio, puesto que no podía establecer contacto con nada, se negó a comer durante muchos días y, al fin, se tumbó en la cama de cara a la pared y murió.

OONA, LA ALEGRE MUJER DE LAS CAVERNAS

Era un poco peluda, le faltaba un incisivo, pero su atractivo sexual era perceptible a una distancia de doscientos metros o más, como un olor; quizás fuese eso. Toda ella era redonda, su vientre, sus hombros, sus caderas eran redondas, y siempre estaba sonriente, siempre alegre. Por eso gustaba a los hombres. Siempre tenía algo cociendo en una olla sobre el fuego. Era mansa y nunca se enfadaba. Le habían dado tantos garrotazos en la cabeza que su cerebro estaba confuso. No hacía falta golpear a Oona para poseerla, pero esa era la costumbre, y Oona apenas se molestaba en esquivar el cuerpo para protegerse.

Oona estaba permanentemente preñada y nunca había experimentado el comienzo de la pubertad, ya que su padre se había aprovechado de ella desde que tenía cinco años, y después de él, sus hermanos. Su primer hijo nació cuando ella tenía siete años. Aun en avanzado estado de gestación abusaban de ella, y los hombres esperaban impacientes la media hora o así que tardaba en parir, para lanzarse de nuevo sobre ella.

Curiosamente, Oona mantenía más o menos constante el índice de natalidad de la tribu; en todo caso, la población tendía a disminuir, ya que los hombres desatendían a sus mujeres porque estaban pensando en ella o, a veces, morían al pelear por ella.

Finalmente, Oona fue asesinada por una mujer celosa, a quien su marido no había tocado desde hacía muchos meses. Este hombre fue el primero que se enamoró. Se llamaba Vipo. Sus amigos se habían reído de él por no tomar a otras mujeres, o a la suya propia, en los momentos en que Oona no estaba disponible. Vipo había perdido un ojo luchando con sus rivales. Era un hombre solo de mediana estatura. Siempre le había llevado a Oona las piezas más selectas que cazaba. Trabajó mucho para hacer un adorno de pedernal, convirtiéndose así en el primer artista de su tribu. Todos los demás utilizaban el pedernal solamente para hacer puntas de flecha y cuchillos. Le había dado el adorno a Oona para que se lo colgara al cuello con una cinta de cuero.

Cuando la mujer de Vipo mató a Oona por celos, Vipo mató a su mujer impulsado por el odio y la ira. Luego cantó una canción que sonaba fuerte y trágica. Siguió cantando como un loco, mientras las lágrimas corrían por sus barbudas mejillas. La tribu pensó en matarle, porque estaba loco y era diferente a todos, y le temían. Vipo dibujó figuras de Oona en la arena húmeda de la orilla del mar; luego, imágenes de ella sobre las rocas lisas de las montañas cercanas, imágenes que se veían desde lejos. Hizo una estatua de Oona en madera; después, una en piedra. Algunas veces dormía con ellas. Con las torpes sílabas de su lenguaje formó una frase que evocaba a Oona siempre que la pronunciaba. No era el único que aprendió y pronunció esa frase, ni el único que había conocido a Oona.

Vipo fue asesinado por una mujer celosa cuyo hombre no la había tocado desde hacía meses. Su hombre le había comprado a Vipo una estatua de Oona por un precio muy elevado: una enorme pieza de cuero hecho con varios pellejos de bisonte. Vipo se hizo con ella una hermosa casa impermeable, y aún le sobró suficiente para vestirse. Inventó unas frases acerca de Oona. Algunos hombres le habían admirado, otros le habían odiado, y las mujeres le odiaban todas, porque las

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