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Mt 13,47-53.

HACERNOS DISCPULOS DEL REINO DE LOS CIELOS Tambin es semejante el Reino de los Cielos a una red que se echa en el mar y recoge peces de todas clases; y cuando est llena, la sacan a la orilla, se sientan, y recogen en cestos los buenos y tiran los malos. As suceder al fin del mundo: saldrn los ngeles, separarn a los malos de entre los justos y los echarn en el horno de fuego; all ser el llanto y el rechinar de dientes. Habis entendido todo esto? Dcenle: S. Y l les dijo: As, todo escriba que se ha hecho discpulo del Reino de los Cielos es semejante al dueo de una casa que saca de sus arcas lo nuevo y lo viejo. Y sucedi que, cuando acab Jess estas parbolas, parti de all (Mt 13,47-53).

Por haber entendido el contenido del discurso en parbolas, Jess compara a sus discpulos con los escribas, encargados de la interpretacin de la Ley de Dios y de la instruccin religiosa. A ellos les confiar la misin de hacer discpulos a todas las gentes ensendoles a guardar todo lo que l ha mandado (Mt 28,19-20). Pero igualmente considera que hay escribas que llegan a ser discpulos, es decir, que adhieren a la enseanza de Jess. El Evangelio menciona el caso de un hombre rico de Arimatea, llamado Jos, que se haba hecho tambin discpulo de Jess (Mt 27,57). Por otra parte, la comparacin establecida con el dueo de una casa presenta tambin a Jess como escriba. Porque Jess se llama l mismo dueo de la casa cuando refiere las acusaciones que se hacen contra l (Mt 10,25). De este

modo Jess es un escriba conocedor de los misterios de Reino, que se apoya en lo antiguo para anunciar lo nuevo. Jess asume la tradicin religiosa de su pueblo, sus esperanzas, las imgenes de la Escritura usadas por los profetas. Pero las interpreta a la luz de la Buena Noticia que anuncia. El Reino de Dios, esperado tan largamente, ya ha comenzado y est presente en sus palabras y acciones. La invitacin a ser discpulos del Reino sigue vigente tambin para aquellos que nos identificamos como cristianos. Porque la actitud del discpulo es aprender. De lo que constituye nuestro patrimonio religioso recibido (p.ej. en la catequesis), de aquello que consideramos ya conocido, debemos sacar cada da la novedad del Evangelio, que siempre debe sorprendernos con su enseanza.

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