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CARTAS A LA JUVENTUD SOBRE JOSÉ ANTONIO

CARTAS A LA JUVENTUD
SOBRE
JOSÉ ANTONIO

MANUEL MARTINEZ FERROL

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CARTAS A LA JUVENTUD SOBRE JOSÉ ANTONIO

ÍNDICE

PROLOGO .........................................................................................................3

Carta primera
29 de octubre de 1933 .......................................................................................5

Carta segunda
La proclamación.................................................................................................7

Carta tercera
Queremos que triunfe España ...........................................................................9

Carta cuarta
El artículo de la revolución ...............................................................................11

Carta quinta
Comunismo y materialismo..............................................................................13

Carta sexta
Comunidad y justicia social..............................................................................15

Carta séptima
Estado, individuo y libertad ..............................................................................17

Carta octava
Del liberalismo y el capitalismo ........................................................................19

Carta novena
Sobre el nacionalismo......................................................................................21

Carta décima
El señoritismo...................................................................................................23

Carta undécima
El General Franco ............................................................................................25

Carta duodécima
Sentido heroico de la milicia ............................................................................27

Carta decimotercera
La juventud.......................................................................................................28

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CARTAS A LA JUVENTUD SOBRE JOSÉ ANTONIO

PRÓLOGO
Aunque no queráis creerlo, resulta un poco difícil lanzarse a esta aventura de
esbozar, aunque sólo sea con unos pocos retazos del pensamiento joseantoniano, las
líneas esenciales que marcaron la vida y la obra de este español. José Antonio, a la
vista de 1975, es todavía un hombre polémico. Un hombre al que se le quiere sacar
de su pensamiento, todo aquello que resulta beneficioso y favorable a la coyuntura de
nuestros días. Su ideario, aunque algunos lo consideren un tanto des f asado, está
ahí, como vigía permanente; porque de él se arrancan y deducen las perspectivas
más alentadoras para la España nuestra de cada día.

Me he permitido en esta serie de cartas no ajustarme a meros datos


biográficos, ni tan siquiera anecdóticos. Pretendo ir más allá, para encararme con el
pensamiento de un hombre que dio la vida por España. No voy a dejarme llevar por
hechos nostálgicos, ni tan siquiera evocadores; solamente trato de presentar a un
José Antonio combativo, cuyo ímpetu juvenil caló en muchos corazones de hombres
de su generación. Este epistolario, que me ha llevado muchos meses de trabajo, de
contemplación de los escritos y discursos de José Antonio; del análisis y reflexión
sobre aquellas parcelas que, a mi humilde criterio, son todavía válidos bastiones de
lección y ejemplo. No pretendo sentar las bases de una tesis romántica, acaudalada
con palabras presas de un encendido sentido de la nostalgia. Porque soy un hombre
que no conoció la guerra, ni tampoco la época gloriosa de un José Antonio valiente y
luchador. Soy muy posterior a todo eso, pero he comprendido que merecía la pena
sentarse a la máquina y reflejar todo lo que buenamente puede dirigirse a nuestra
juventud. Antes, las evocaciones se oían o escuchaban de hombres muy curtidos de
grandes experiencias vitales, asomados quizás a la nostalgia de un pasado. Hoy
podemos hablar entre nosotros. Entre los jóvenes de España que "todavía" quieren
conocer a José Antonio.

No quisiera que el intento literario quedara circunscrito a un oportunismo de


ocasión. Que la semblanza fuese un trillar más la amplia gama política de un hombre
singular. No trato, sin embargo, de descubrir nada nuevo. Solamente intento,
meditado y comedido, de entresacar todos aquellos aspectos, -entre otros muchos,
que posiblemente queden en cartera-, que aún tienen un talante de vigencia. No de
una vigencia "mantenida" en razón de alienantes deseos, sino una vigencia fruto de
una contemplación entre objetiva y desapasionada de frases y pensamientos que si
bien resumen, con su tono y medida, el perfil de una época, hay en su trasfondo una
traslación a nuestro tiempo presente. Ese intento, repito, es como un reto y es el que
marca la pauta esencial de este libro. No es un epistolario para reincidir, sino para
sugerir todo aquello que pudiera invitar al diálogo y a la reflexión. Sin parar en
estaciones de oportunismo o búsqueda de consuelo. Ni tan siquiera de elucubración
sobre frases, hechos y pensamientos que, aun careciendo de una unidad cronológica
formal, sí, en cambio, se transformen en factores determinantes de cómo un hombre
pensó y habló con sentido de comunidad y no de partidismo. Que por encima de todo
creyó en la verdad y la unidad de la Patria; por encima y por debajo de nimias
aspiraciones frívolas. Porque José Antonio fue un hombre combativo hasta el final,
seguido de hombres resueltos a defender la unidad de la Patria, que era lo que
entonces estaba más predispuesto a resquebrajarse.

La contemplación y la reflexión no puede ser una gratuita tarjeta de invitación a


vencer el desaliento con meras palabras. Me explico. No puede resultar gratuita una
llamada a las tesis formuladas por un hombre que sirvieron de cauce a un ancho
panorama de realidades; cuando el desaliento estaba más que afirmado y la
ofuscación diversificada en todos los vericuetos posibles de confusión y desánimo.

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CARTAS A LA JUVENTUD SOBRE JOSÉ ANTONIO

Cuando la España anterior a una conflagración civil se tambaleaba cual barco en alta
mar, metido en el centro de una estremecedora tempestad. Mas no quiero hablar de
guerra, ni de viejas rencillas. Sino de la esperanza nuestra de cada día. No quisiera,
tampoco, que las fechas o las citas invitaran a la sugerencia del matiz reaccionario o
al simple deseo de vivir sobre viejos laureles de tiempos ya pasados. Este hombre
pasó a la historia contemporánea de España pagando el mayor precio. Su vida. Y eso
es demasiado importante como para quedarse con los brazos cruzados y no
manifestar un ineludible deseo de comunicación sobre los distintos estadios de su
pensamiento, extraordinariamente viril y luchador. Me alejo de toda comprometedora
alusión que pueda suponer el tachar este humilde intento como evocación encendida
del pasado ya muerto...

¿Cómo puede morir algo cuando tiene garantía de vigencia? ¿Cómo se puede
arrinconar en un baúl el bagaje alentador del pensamiento joseantoniano? Muchas
incógnitas de estas podrán suscitar que, este autor, está aún arrimado al viejo barco
de las evocaciones nostálgicas. Ni hay edad para ello ni tampoco la larga experiencia
de un pasado lleno de sufrimientos. No quiero ceñirme a ningún eslabón que me una
con el pasado, más o menos inmediato, ni tampoco con el futuro de los que no creen
ya en la vigencia de su pensamiento. A esos, posiblemente, esté dirigido,
esencialmente, este libro. Un epistolario sencillo y humilde, de la mano y la obra de un
hombre que, aún a estas alturas de 1975, puede darnos la clave para remozar
nuestros espíritus y para mirar a España con las constantes vitales de una continua
lucha por la unidad. Porque unidad es la aspiración histórica por la que más han
luchado todos los pueblos. Unidad y valentía para acometer los embates del presente
y del futuro, no dando paso ni tregua a aquello que, simulando este u otro contenido,
quiere ser elemento de disgregación o prototipo de encuadramiento que atente contra
esta elemental misión de nuestro tiempo. La unidad y la superación de los problemas
más inmediatos que, por contemporáneos, exigen la capacidad necesaria para una
solución claramente apetecible por todos. Todo problema contemporáneo sabe
ajustarse a las premisas de una época, pero no por eso se debe olvidar la experiencia
del pasado. Cuando, sobre todo, este es un manantial de lecciones y ejemplos que
siempre hay que mantener en permanente línea de servicio. Un servicio para todos y
una lucha, sin desaliento, para obtener cada día, cada año, cada época, la justicia
social para todos. Si esto puede suponer un retroceso en técnicas de orientación y
planeamiento; si esto, en definitiva, se trata o menosprecia con abstenciones e
indiferencias... jamás podremos pensar en el futuro alentador de las realidades. Sirva
esto como principio a este intento. Porque no es la anticipada expresión de un
prejuicio, sino la sencilla alusión de un planteamiento conforme a unos principios
éticos, cuya tónica se amolda al deseo de seguir redescubriendo o cotejando en el
pensador sus más firmes y permanentes constantes. Con ellos, lo que puede ser
evocación deja más tiempo y espacio al realismo crítico y combativo de un hombre,
que nació para el mundo de la política, teniendo como norte la denuncia sin tregua de
un desolador acontecer español.

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CARTAS A LA JUVENTUD SOBRE JOSÉ ANTONIO

CARTA PRIMERA
29 DE OCTUBRE DE 1933
Esta fecha importante corresponde al día en que José Antonio pronunció, en el
Teatro de la Comedia de Madrid, su discurso fundacional de la Falange. Puso en él
todo el entusiasmo de un hombre de servicio, impaciente por hacer crítica de lo que
en esos tiempos difíciles existía en España y saliendo al paso, con su enorme ímpetu
juvenil, de todas aquellas cosas, actitudes y derroteros confusos por los qué se
atravesaba.

Con una dialéctica profunda, aunque sencillamente asequible, marcó la pauta


de una serie de puntualizaciones de muy diversa factura; señalando peligros y
situándose en la posibilidad de estar ante un riesgo aún mayor, dispuesto a no cejar
en su esfuerzo, y multiplicar a cualquier precio cuantos aditamentos fuesen
necesarios para lograr unos objetivos, previsoramente estudiados, que llegaran a
buen puerto.

Por eso el Fundador de Falange Española señaló en este vibrante discurso


madrileño todo un programa de acción. Un análisis concienzudo en donde señaló las
premisas fundamentales que debían animar, tanto a él como a los hombres de su
generación -a sus seguidores-, en esa tarea de incorporar a España la esperanza
cierta de un mañana más alentador.

El político español, cuando hace referencia al Estado Liberal, señala que vino
a depararnos la esclavitud económica. Porque a los obreros, con un cierto y definido
trágico sarcasmo, se les decía: "Sois libres de trabajar lo que queráis; nadie puede
compeleros a que aceptéis unas u otras condiciones; ahora bien: nosotros somos los
ricos, os ofrecemos las condiciones que nos parecen". Y luego, más adelante, se les
manifestaba en parecidos términos: "Pero vosotros, ciudadanos pobres, si no aceptáis
las condiciones que nosotros os impongamos, moriréis de hambre, rodeados de la
máxima dignidad liberal".

Como veréis este es un sarcasmo que le hiela la sangre a cualquiera, o que le


crispa los nervios al más pintado. Aquí, si se quiere, ya no se trata de actitudes
meramente ideologizantes; es que maldita la hora en que estas cosas se decían.
¿Para quién podía suponer esto un elemento de convencimiento? Pero ¿acaso podía
ser esta una opción humana? ¿Ni tan siquiera en su más elemental contextura? Esto
suena a miseria. Pura miseria. Y si no, entresaquemos un párrafo del Fundador
cuando dice: "que los trabajadores del campo -los campesinos-, que trabajaban de sol
a sol -como siempre-, y que se doblaban sobre la tierra, abrasadas las costillas, y que
ganaban en todo el año, gracias al libre juego de la economía liberal... setenta u
ochenta jornales de a tres pesetas".

Por eso el pensador manifiesta, en esta otra gran preocupación suya del
mundo del obrero, que: "Por eso tuvo que nacer, y fue justo su nacimiento (nosotros
no recatamos ninguna verdad), el socialismo. Los obreros tuvieron que defenderse
contra aquel sistema, que sólo les daba promesas de derechos, pero no se cuidaba
de proporcionarles una vida justa".

Creo que muchos jóvenes que no conozcan muy a Fondo el pensamiento


joseantoniano quedarán un poco sorprendidos por el juicio expresado en la frase
anterior. Pero a la par de esta honesta observación, José Antonio, a la altura de su
tiempo, señalaba también en este discurso fundacional que "el socialismo, que fue
una reacción legítima contra aquella esclavitud liberal, vino a descarriarse... ". ¿En

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CARTAS A LA JUVENTUD SOBRE JOSÉ ANTONIO

qué se fundamentaba el pensador para hacer esta afirmación? Argüía tres puntos
básicos de este supuesto descarrío: por el hecho de marcar una pauta de
interpretación materialista de la vida y de la historia; de otro lado, un sentido de
represalia y, en último extremo, que era una proclamación del dogma de la lucha de
clases. Porque ese socialismo que analizó José Antonio en su época no era sino una
expresión en donde se suprime lo espiritual; no ve en la Historia sino un juego de
resortes económicos y, entre otras cosas, que la patria es un mito para explotar a los
desgraciados. De ahí que el pensador manifestara que ese socialismo no hablaba
nada más que de producción, de organización económica. Y hasta el extremo de decir
José Antonio: "Asi es que los obreros tienen que estrujar bien sus almas, para que no
quede dentro de ellas la menor gota de espiritualidad".

Otros muy diversos temas planteó el pensador en su vibrante discurso


madrileño. Su expresión más firme es que Falange Española no es de derechas ni de
izquierdas. Porque en el fondo -dijo José Antonio-, la derecha es la aspiración a
mantener una organización económica, aunque sea injusta, y la izquierda es, en el
fondo, el deseo de subvertir una organización económica, aunque al subvertirla se
arrastren muchas cosas buenas.

Al paso de todas estas consideraciones, el pensamiento joseantoniano


mostraba muy diferentes rasgos de análisis de cuestiones palpitantes y actuales. Por
eso indicaba el querer que "todos se sientan miembros de una comunidad seria y
completa". También, "que no se canten derechos individuales de los que no pueden
cumplirse nunca en casa de los famélicos, sino que se dé a todo hombre, a todo
miembro de la comunidad política, por el hecho de serlo, la manera de ganarse con su
trabajo una vida humana, justa y digna".

Al fijar su referencia en el hecho religioso manifiesta que el espíritu religioso -al


que considera clave de los mejores arcos de nuestra Historia- admite que sea
respetado y amparado como merece; pero sin que por eso el Estado se inmiscuya en
funciones que no le son propias ni comparta funciones que sí le corresponde realizar
por sí mismo.

Un párrafo que nos invita a la reflexión de esta síntesis expositiva, es cuando


señala que su movimiento político no es una manera de pensar, es una manera de
ser. Por eso añade, ya en la última parte de su discurso fundacional: "No debemos
proponernos sólo la construcción, la arquitectura política. Tenemos que adoptar, ante
la vida entera, en cada uno de nuestros actos, una actitud humana, profunda y
completa".

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CARTAS A LA JUVENTUD SOBRE JOSÉ ANTONIO

CARTA SEGUNDA
LA PROCLAMACION
Quiero referirme ahora a un discurso importante de José Antonio. Fue
pronunciado en el Teatro Calderón de Valladolid, el 4 de marzo de 1934. Allí el
pensador puso el dedo en la llaga de muchas cosas. Habló con meridiana claridad.
Por aquella época decir las cosas que dijo exigía una valentía sin límites. Porque
resultaba difícil hablar claro, sobre todo cuando acechaba la opresión por todos sitios.
Pero había muchos hombres y mujeres que le escucharon, con expectación,
esperando el momento de oír lo que tanto se ansiaba que dijera. La verdad de
muchas cosas. Con limpieza y estilo sencillo. Asequible a todos, para ser
comprendido. No era la suya una oratoria facilona, entretegida de disquisiciones
conceptuales más o menos al uso; eso nunca lo práctico el pensador porque en su
verbo había un mucho de poesía y otro tanto de clarividencia. Porque José Antonio no
fue nunca hombre dado a hablar dando rodeos. Iba al grano de la cuestión, haciendo
honor a su juvenil talante rebelde y, sobre todo, a su amor por España.

Pues bien, allí, en esa quintaesenciada tierra vallisoletana, hizo la


proclamación de la Falange. Y en momento tan trascendentalmente oportuno planteó
muchos temas, hizo grandes sugerencias y, paralelamente, trazó las líneas maestras
de su pensamiento político.

Y entre esas muchas cosas dijo: "El separatismo local es signo de decadencia,
que surge cabalmente cuando se olvida que una Patria no es aquello inmediato,
físico, que podemos percibir hasta en el estado más primitivo de espontaneidad. Que
una Patria no es el sabor del agua de esta fuente, no es el color de la tierra de estos
sotos: que una Patria es una misión en la historia, una misión en lo universal. La vida
de todos los pueblos es una lucha trágica entre lo espontáneo y lo histórico. Los
pueblos en estado primitivo saben percibir casi vegetalmente las características de la
tierra. Los pueblos, cuando superan este estado primitivo, saben ya que lo que los
configura no son las características terrenas, sino la misión que en lo universal los
diferencia de los demás pueblos". Creo que es una frase para reflexionar.

¿Qué opinaba el pensador de los partidos políticos? A la altura de 1934 afirmó


tajantemente: "Los partidos políticos nacen el día en que se pierde el sentido de que
existe sobre los hombres una verdad, bajo cuyo signo los pueblos y los hombres
cumplen su misión en la vida. Estos pueblos y estos hombres, antes de nacer los
partidos políticos, sabían que sobre su cabeza estaba la eterna verdad, y en antítesis
con la eterna verdad, la absoluta mentira. Pero llega un momento en que se les dice a
los hombres que ni la mentira ni la verdad son categorías absolutas, que todo puede
discutirse, que todo puede resolverse por los votos, y entonces se puede decidir a
votos si la Patria debe seguir unida o debe suicidarse, y hasta si existe o no existe
Dios". Evidentemente el pensador hacía un reflejo claro de la época en que vivió, por
lo que su postura era totalmente contraria al esquema partidista de su época.

Hay, sin embargo, en su amplio discurso, otros muchos aspectos de interés.


Quiero recogeros algunas frases, con ánimo de que os incite a la reflexión y al
análisis. No se trata aquí de teledirigir opiniones, todo al contrario, sino el plantear
cuestiones para que luego, vosotros, saquéis las conclusiones que creáis necesarias.
José Antonio habló, también, en Valladolid del socialismo y sin aspavientos ni rodeos,
hizo la siguiente sugestiva afirmación: "El socialismo dejó de ser un movimiento de
redención de los hombres y pasó a ser, como os digo, una doctrina implacable, quiso
llegar en la injusticia, como represalia, a donde había llegado la injusticia burguesa en
su organización. Pero, además, estableció que la lucha de clases no cesaría nunca, y,

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CARTAS A LA JUVENTUD SOBRE JOSÉ ANTONIO

además, afirmó que la Historia ha de interpretarse materialistamente; es decir, que


para explicar la Historia no cuentan sino los fenómenos económicos". Por eso el
pensador señala de seguido: "Así, cuando el marxismo culmina en una organización
como la rusa, se les dice a los niños, desde las escuelas, que la Religión es el opio
del pueblo; que la Patria es una palabra inventada para oprimir, y que hasta el pudor y
el amor de los padres a los hijos son prejuicios burgueses que hay que desterrar a
todo trance".

¿Os sirve esto para la meditación y el análisis? Sólo es cuestión de


proponéroslo. Hay cosas sagradas, que deben respetarse.

Contiene el discurso joseantoniano un encendido amor a España, sobre todo


cuando dice: "Lo que queremos es devolver a España un optimismo, una fe en sí
misma, una línea clara y enérgica de vida común".

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CARTAS A LA JUVENTUD SOBRE JOSÉ ANTONIO

CARTA TERCERA
QUEREMOS QUE TRIUNFE ESPAÑA
Cuando José Antonio hablaba en los pueblos lo hacía con el estilo llano de los
mismos. Porque en el pueblo está la esencia de todo país. No era lo mismo que
dirigirse a un auditorio de intelectuales que, por más exigentes, necesitaban de una
mayor profundidad de conceptos. En el pueblo se puede hablar con ese lenguaje
directo henchido de pasión con que el pensador lo hacía ya por costumbre.

De sus muchos recorridos por la geografía hispana, de norte a sur, acude a un


pueblecito de Toledo, llamado Puebla de Almoradiel. Corría el mes de abril de 1934.
Hubo mucha primavera en las palabras de José Antonio. Una primavera fuerte,
serena, radiante y exenta de triunfalismos en boga. Por eso dijo en la citada población
algo que sigue siendo una verdad constante de cada día: "Es preciso venir a hablaros
y ponerse en contacto con los pueblos para aprender lo que es esta España, tan
olvidada o maltratada por muchos y que, sin embargo, vosotros lleváis metida muy
hondo, defendiendo con amoroso afán su nombre y su grandeza".

Más adelante señalaba que nuestra tierra es capaz de proporcionar una vida
libre y verdaderamente humana a doble número de españoles de los que actualmente
viven en ella..."muchísimos en condiciones miserables, incompatibles con las mismas
exigencias del hombre civilizado". Pero al exponer esta rápida visión, José Antonio no
se deja llevar por trasnochados criterios, muestra su inquebrantable rebeldía cuando
apuntilla sin rodeos: "Hoy lleva una vida chata, desfallecida, sin entusiasmos,
encerrada entre dos capas que la asfixian y comprimen. Por arriba le han quitado toda
ambición de poder y de gloria; por abajo, todo justo afán de mejoramiento para sus
gentes humildes".

¿Qué le impulsaba a José Antonio a decir todo esto? ¿A qué conclusión nos
quería conducir? Señaló con limpieza que "ambas" provenían de que "hemos dejado
de ser una fuerte unidad para convertirnos en toda clase de divisiones, con ventaja de
políticos y de la farsa parlamentaria".

Creo, debemos creer, que estas palabras eran poner el dedo en la llaga de
cuestiones palpitantes en su tiempo. No mostraba el más mínimo absentismo cuando
trataba de denunciar, como lo hizo en la provincia de Toledo, situaciones que había
que hacer converger en aspiraciones comunitarias. Por eso, como otro síntoma más
de rebeldía -una rebeldía cimentada en valientes principios-, llegó a manifestar, otra
vez más: "Nosotros no podemos tolerar ni estamos conformes con la actual vida
española". Un clarinazo de atención. Una llamada al pueblo llano que, un poco ajeno
al alambicado mundillo de las políticas, quería pan y justicia. Sin rodeos ni aceptación
de promesas falsas.

Resulta mucho más importante aún, más definitivo en la conducta y en la


expresión del pensamiento político joseantoniano, cuando él dice sin tapujos: "No
queremos que triunfe ni un partido ni una clase sobre las demás; queremos que
triunfe España, considerada con unidad, con un fin universal que cumplir, con una
empresa futura que realizar y en la que se funden las voluntades individuales".

Como habéis podido comprobar, otra de las grandes constantes del


pensamiento de José Antonio es su continua apelación al sentido de la unidad. Pero
no una apelación rutinaria e informal. Una llamada a la necesidad de unidad por
encima de oportunismos o de decrépitas creencias arbitristas. El decía que la vida es

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CARTAS A LA JUVENTUD SOBRE JOSÉ ANTONIO

para vivirla, y que sólo se vive cuando se realiza o se intenta realizar una obra grande,
y nosotros no comprendemos obra mejor que la de rehacer España.

Un hermoso pensamiento que sirve de reflexión para todos vosotros. La


filosofía de la vida y de la existencia, cuando se va hacia una meta común. Una meta
alcanzable solamente a base de esfuerzos denodados, de sentido claro de lo que
queremos de verdad. Lo accesorio, por inútil, resultaría poco adecuado. Bien vale la
pena vivir esa vida cuando laboramos cada día, con nuestros estudios o nuestro
trabajo, hacia una meta individual y colectiva. Vosotros, vuestra formación intelectual
o el esfuerzo cotidiano, también del trabajo de cada día. Bien vale la pena vivirlo así.
De verdad.

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CARTAS A LA JUVENTUD SOBRE JOSÉ ANTONIO

CARTA CUARTA
EL ARTICULO DE LA REVOLUCION
José Antonio, aparte de ser un orador nato -y de eso muchas buenas pruebas
tiene en su labor como parlamentario y abogado en ejercicio-, era también un gran
articulista. Un escritor de calidad incuestionable. Pero, sobre todo, un escritor político.
Bastaría echar una ojeada a sus obras, escritos y discursos para percatarnos de ello.

Buscaba en ellos la síntesis, pero con ánimo de profundizar y sin deseo alguno
de hacer literatura. Rehuía, pues, de frases empañadas por tintes elucubradores y si
había preciosismo en su obra es porque en sus escritos jamás se erradicó un tono
poético salpicado de verdades de a puño. O sea, que cultivaba la realidad de las
cosas de España con expresión poéticamente sencilla y que por lo general calaba -y
de hecho sigue calando- en todas las mentes. Nunca pudo decirse de él -ni siquiera
sus detractores- que era un hombre al que no se le comprendía. Esa es la verdad.

Y la verdad fue, también, cuando desde las columnas del periódico madrileño
"La Nación", acometió la idea de dar su perfil exacto, su criterio sereno, sobre el
concepto revolución.

"Yo calculo que a nadie se le pasará por la cabeza -decía el pensador- el


supuesto de que la revolución apetecida por mí es la "revuelta", el motín desordenado
y callejero, la satisfacción de ese impulso de echar los pies por alto que sienten, a
veces, tanto los pueblos como los individuos. Nada más lejos de mis inclinaciones
estéticas". Con esto queda claro que José Antonio no era hombre propenso a la
algarada, a la rebelión por la rebelión; porque para él su concepto de la política era
una gran tarea de edificación. Y llega a una conclusión: la revolución bien hecha, la
que de veras subvierte duramente las cosas, tiene como característica formal "el
orden".

Esto último, a la vista de sus palabras, podría inducirnos a pensar que José
Antonio era un rebelde-pacífico -aunque existan contrasentidos conceptuales en
ambos términos-, o un ser contradictorio, al manifestarse de tal manera. Pero nada
más lejos de la realidad, pues él afirmaba que "el orden" por sí mismo no es bastante
para entusiasmar a una generación: "Nuestra generación quiere un "orden nuevo". No
está conforme con el orden establecido. Por eso es revolucionaria".

El pensador decía en este artículo que España llevaba varios años buscando
su revolución. Pero... ¿cuál? ¿La de los pigmeos u oportunistas? ¿Los que blandían
el utensilio de la desesperanza o los sinsabores? ¿Los que hablaban por hablar?
¿Los que utilizaban la mentira como argumento para sus razonamientos desvaídos?
¿La de los conformistas enmascarados, parapetados, en el montículo más al abrigo
de sus deseos?

No. El iba más allá de los intereses de grupo. De los mamelucos ceñidos a la
anchura de sus particularistas opciones. José Antonio decía en ese artículo de
periódico que su generación no podía darse por contenta si no veía rotas las dos
losas del pesimismo histórico y de la injusticia social: "Si no se recobra para España
una empresa histórica, una posibilidad, por lo menos, de realizar empresas históricas;
y, por otra parte, si no consigue establecer la economía social sobre bases nuevas,
que hagan tolerable la convivencia humana entre todos nosotros".

Por eso, a continuación, hace un somero repaso histórico para manifestar que
España creyó que había llegado su revolución un 13 de septiembre de 1923, y por

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CARTAS A LA JUVENTUD SOBRE JOSÉ ANTONIO

eso estuvo al lado del general Primo de Rivera. Pero como la del 14 de abril de 1931,
también se fue a pique. "Y esa revolución, largamente querida y aún no lograda,
¿podrá "escamotearse", podrá "eludirse", como, al parecer, se proponen Acción
Popular y los radicales conversos? Eso es absurdo; la revolución existe ya, y no hay
más remedio que contar con ella. Vivimos en estado revolucionario".

Como podréis ver, José Antonio no esquivaba nunca la realidad. Y mucho


menos cuando tenía que matizar. Expresarse con la claridad del agua cristalina, sin
recorrer vericuetos que le distrajeran de su principal misión. De desbaratar
encubrimientos y monsergas. De ser un paladín de la realidad histórica de España.
Negándose a personalismos de secta o de grupo. Porque la noria de los arrimados a
un empeño frío, iba a cesar de revolotear por los aires junto al círculo concéntrico los
"compañeros de viaje". Era el relevo que el pueblo español, entre confuso y excitado,
esperaba cada día. Un hombre salió al paso. Con una prosa nueva. Un nuevo sentido
de la orientación y, sobre todo, con la brújula puesta hacia un norte de esperanzas
ciertas.

Quisiera que pensárais un poco, también, en todo esto. Porque a más de uno
se le indigestaría ese artículo brioso y combativo. Sobre todo cuando intentaba borrar
viejas apetencias y proponer una perspectiva a la que había que incorporar
ilusionadas esperanzas de servicio.

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CARTAS A LA JUVENTUD SOBRE JOSÉ ANTONIO

CARTA QUINTA
COMUNISMO Y MATERIALISMO
En otro capítulo de este libro hemos hecho alusión al socialismo. Podría servir
de piedra de toque inicial al plantearnos la visión del pensador en torno a estas dos
cuestiones.

Señalaba que si la revolución socialista no fuera otra cosa que la implantación


de un nuevo orden en lo económico, no nos asustaríamos. Lo que pasa, como sigue
añadiendo, es que la revolución socialista es algo mucho más profundo. Es el triunfo -
agrega- de un sentido materialista de la vida y de la historia. Y, también, entre otras
muchas diferentes cosas, "la sustitución de la libertad individual por la sujeción férrea
de un Estado que no sólo regula nuestro trabajo, como un hormiguero, sino que
regula también, implacablemente, nuestro descanso".

Con este clarín de atención el pensamiento político de José Antonio, animado


por la problemática de su tiempo, acude al planteamiento de toda clase de
refutaciones de orden social y político. Su "status" ideológico no deja nada olvidado
en el cuarto trastero. Ni tampoco tiene en perspectiva ninguna clase de impedimentos
formales que le permitan sugerir cuestiones, para plantearse las antítesis necesarias
en contraposición con la crisis que se avecinaba, por muy diferentes derroteros, para
tomar posiciones y procurar opciones.

Por eso, el 17 de noviembre de 1935 manifestaba que "el movimiento ruso no


tiene nada que ver con aquella primavera sentimental de los movimientos obreros; el
comunismo ruso viene a implantar la dictadura del proletariado, la dictadura que no
ejercerá el proletariado, sino los dirigentes comunistas servidos por un fuerte ejército
rojo". Y más adelante, en este afán de descubrimiento de un peligro inminente sobre
la España de pre-guerra, el pensador añadía: "El régimen ruso en España sería un
infierno. Pero ya sabéis por Teología que ni siquiera el infierno es el mal absoluto. Del
mismo modo, el régimen ruso no es el mal absoluto tampoco; es, si me lo permitís, la
versión infernal del afán hacia un mundo mejor". Por eso sugiere, contemplando, no
solamente previsiones, sino lo que la historia había ya deparado, que "el régimen ruso
ha venido a nacer en el instante en que el orden social anterior, el orden liberal
capitalista, estaba en los últimos instantes de sus crisis y en los primeros de su
definitiva descomposición".

Otra de las preocupaciones del pensador lo fue el sentido materialista de la


existencia. La misma problemática de la libertad, pues, frente al desdeñoso "Libertad
¿para qué?" de Lenin, él afirmaba la libertad del individuo, por reconocer al individuo.
Por eso añadía: "Nosotros, tachados de defender un panteísmo estatal, empezamos
por aceptar la realidad del individuo libre, portador de valores eternos". Estas últimas
palabras las pronunció el 28 de marzo de 1935.

En su "Carta a un militar español" apuntaba con certeza de observador agudo


y consciente cuestiones muy palpitantes. De un lado la interrelación entre "izquierdas"
y materialismo; de otro, el de las mismas "derechas" con su conjunto de privilegios e
insolidaridad.

Respecto a los conceptos de izquierda -que hemos barajado sucesivamente


en otras tantas ocasiones- señala que están formadas por dos grandes grupos. De un
lado una llamada "burguesía predominantemente intelectual. De formación extranjera,
penetrada en gran parte por la influencia de instituciones internacionales". Decía que
esta parte de las izquierdas era incapaz de sentir a España de una manera

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CARTAS A LA JUVENTUD SOBRE JOSÉ ANTONIO

entrañable. De hecho el pensador apuntilla que "todas las tendencias disgregadoras


de la unidad nacional han sido aceptadas sin repugnancia en los medios
izquierdistas".

Sobre esta primera parte hemos de quitar, quizás, para su correcta


apreciación, cualquier dosis de apasionamiento infundado. No pensar que eso era
manifestado teniendo como objetivo la expresión de un patrioterismo fácil y poco
convincente, cuando era en su tiempo otra la intención. Cabe pensar que en esa
época, el país adolecía del más elemental nivel educativo y cultural. El pensador
intentaba en esa manifestación, no despreciar olímpicamente las influencias externas,
sino partir de una concienciación clara de nuestro "status" cultural, en definitiva, de
nuestro patrimonio, que suficientemente sólido mostrara unos niveles de eficacia en la
conciencia de las gentes.

El segundo aspecto que señala está en la afirmación de "una masa proletaria


completamente ganada por el marxismo. La política socialista, extremadamente
pertinaz y hábil, casi ha llegado a raer de esa masa la emoción española". Por eso no
se anda con rodeos cuando afirma que "el marxismo, si triunfa, aniquilará incluso a la
burguesía izquierdista que le sirve de aliada. En esto la experiencia rusa es bien
expresiva".

¿Y respecto a las derechas? Esto también es harina de otro costal. Porque


como señala él, esas "derechas" invocan grandes cosas, tales como la patria, la
tradición, la autoridad... pero tampoco son auténticamente nacionales. No escatima
palabras José Antonio cuando se acerca a su radiografía de las derechas -donde
según él y, creo, que según todos, militan los privilegiados-, "que si tuvieran un
verdadero sentido de la solidaridad nacional, a estas horas ya estarían compartiendo,
mediante el sacrificio de sus ventajas materiales, la dura vida de todo el pueblo". Es
ahí, en ese preciso momento, en ese instante cumbre, si es que llegara a producirse
algún día, cuando "tendrían autoridad moral para erigirse en defensores de los
grandes valores espirituales. Pero mientras defiendan con uñas y dientes el interés de
clase, su patriotismo sonará a palabrería; serán tan materialistas como los
representantes del marxismo".

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CARTAS A LA JUVENTUD SOBRE JOSÉ ANTONIO

CARTA SEXTA
COMUNIDAD Y JUSTICIA SOCIAL
Una de sus preocupaciones también fundamentales fue la de definir, con
sustantividad y sentido de lo auténtico, el concepto de Patria. Para él ella era el único
destino colectivo posible, de tal manera que la configura, sobre una base física, una
diferenciación en lo universal. Por eso la Patria es, para José Antonio "Lo que une y
diferencia en lo universal el destino de todo pueblo". O lo que es lo mismo, una unidad
de destino en lo universal. Pero sobre todo, señala, una Patria que nos una en una
gran tarea común, porque tenemos una gran tarea que realizar.

Hace hincapié más adelante, que "queremos el orgullo recobrado de una


Patria descargada de chafarrinones zarzueleros". Y a la Patria que el pensador aspira
no es sino aquella que es exacta emprendedora, armoniosa e indivisible y, sobre todo,
como unidad de destino superior a las pugnas entre los -partidos, los individuos, las
clases y las tierras distintas. Con este pensamiento, no solamente se reafirma una vez
más el sentido de unidad que siempre preconizó, sino su amplio deseo de recurrir a
las serias verificaciones que conduzcan, no a una disgregación progresiva, sino a una
conjunción de esfuerzos continuos, renovadores y sugerentes.

Por eso a José Antonio le dolían muchas cosas en su época. Sobre todo
cuando decía y se refería al hombre que trabajaba de sol a sol por un plato de
gazpacho; mas, sin embargo, dice cómo se llega a descubrir en los confines de los
páramos españoles gentes con ojos iluminados, como en los mejores tiempos,
capaces de toda empresa, pero viviendo una vida miserable y dolorosa.

José Antonio fue un hombre sensibilizado ante todo lo que le rodeaba. No se


le puede reprochar que fuese indiferente a nadie ni a nada. Y se mostraba todo lo
necesariamente irascible al manifestar con ardorosa valentía: "No puede permitirse
que todo un pueblo sirva de campo de experimentación a la osadía o a la
extravagancia de cualquier sujeto".

También en lo exhaustivo de su programa político, José Antonio preconizaba


la necesidad de dos cosas: una nación y una justicia social. Por ello consideró, sin
paliativos de ninguna clase, que "no tendremos nación mientras cada uno de nosotros
se considere portador de un interés distinto, de un interés de grupo o de bandería". Y
lo que es más significativo todavía que "no tendremos justicia social mientras cada
una de las clases, en régimen de lucha, quiera imponer a las otras su dominación". Es
este el claro reflejo de su asistencia, su complacencia, hacia todo aquello que tuviese
los suficientes visos de autenticidad como para que tuvieran una proyección
comunitaria y no partidista. Mostrándose, sin duda, en franca contraposición con el
régimen de lucha de clases.

Toda esta terminología política, todos estos conceptos, son lo suficientemente


nítidos, como para ubicarles en la más estricta parcela de la clarividencia. Con su
caudal inagotable de sugerencias.

En su criterio de valoraciones destaca, sobre todas, su concepto del trabajo:


"El trabajo es el mejor título de dignidad civil". Por eso aludía a que nada podría
merecer más la atención del Estado que la propia dignidad y el bienestar de los
trabajadores. Razón por la que abogaba un plano humano y digno de existencia. Y
añade el pensador a tenor con esta predisposición: "Y esto no por limar las uñas al
peligro revolucionario, sino porque es profundamente justo".

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CARTAS A LA JUVENTUD SOBRE JOSÉ ANTONIO

Y mucho más todavía se nos muestra incisivo cuando también, explica que la
bandera de lo nacional no se tremola para encubrir la mercancía del hambre. En estos
dos últimos puntos creo están muy bien reflejadas sus delimitaciones conceptuales.

Un hombre, en definitiva, que supo, en tiempos difíciles y confusos, abordar


con sobriedad el concepto de comunidad y de plantear, en las más diversas tribunas y
escritos, la necesidad de una justicia social para todos. Ambas constantes, de
vigencia absoluta en cuanto a la calidad y entidad de su mensaje, pueden ser los
elementos válidos que nos inclinen a reflexionar una vez más en cuestiones tan
trascendentales como apremiantes. Analizó estas cuestiones no bajo posturas
románticas o meramente teorizantes. Su caudal de impresiones y su misma filosofía
política estaba inserta en la realidad de lo cotidiano. A todo lo cual puso imaginación y
realismo, con una forma clara de hablar y sin que se le escapasen las claves
fundamentales. Por eso su técnica de expresión no quedó relegada al olvido o la
indiferencia. Supo matizar y ahí radicó esencialmente la profundidad de su filosofía
política. Sus disecciones eran realizadas con evidente pericia. De ahí que su
pensamiento político, los contenidos de sus escritos y discursos, hicieran la clara
formulación de temas orientados siempre a una exposición somera y detenida. Con
afán de denuncia y con los firmes propósitos de señalar un camino y una meta
adonde llegar, si para ello se derrochaban los esfuerzos necesarios.

En estas otras preocupaciones suyas, como las de la Patria y la justicia social


creo que están perfectamente identificadas sus posturas. Valía, pues, la pena
dedicarle nuestra atención en la convicción de no haber perdido el tiempo.

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CARTAS A LA JUVENTUD SOBRE JOSÉ ANTONIO

CARTA SÉPTIMA
ESTADO, INDIVIDUO Y LIBERTAD
Tres importantes capítulos de estudio en la mentalidad joseantoniana. Para él
el Estado puede considerarse como realidad sociológica cognoscible por el método
completo de normas, al que es aplicable el método de las ciencias del "deber ser", de
las ciencias normativas. Por eso señala que la pugna entre individuo y Estado no
tendría interés jurídico, se reduciría a una investigación de causalidad indiferente para
el problema del "deber ser".

Su gran preocupación por el hombre y la libertad le llevó a múltiples


consideraciones. Cuando habla del hombre primitivo, que no reconocía la libertad y se
dejaba llevar de sus impulsos; por eso estimó que el hombre de las primeras edades
era libre y con plena libertad. Tendría que llegar el momento en que surgiese una
entidad -como él mismo señala-, que pusiese veto a sus impulsos para que se diese
cuenta de esa libertad de manifestación de sus tendencias. "Hasta que no aparece un
conjunto de normas capaz de cohibir los movimientos espontáneos de la Naturaleza
no se plantea el problema de la libertad; en suma, hasta que no hay Estado".

Su disquisición sobre las derechas y las izquierdas es rigurosa, históricamente


válida. Por eso manifiesta que las "derechas" son las que consideran que el fin
general del Estado justifica cualquier sacrificio individual, y que se debe subordinar
cualquier interés personal al colectivo. Pero, ¿y las "izquierdas"? Para el pensador las
"izquierdas" ponen como primera afirmación la del individuo, y todo está supeditado a
ella; lo supremo es su interés, y nada que atente contra él será considerado como
lícito.

En su continua y latente exposición de los conceptos de unidad y destino, el


pensador clarifica que el anarquismo es indefendible, porque, siendo la afirmación
absoluta del individuo, al postular su bondad o conveniencia ya se hace referencia a
cierto orden de cosas, el que establece la noción de lo bueno, de lo conveniente, que
es lo que se negaba. Así llega a la conclusión de que el anarquismo es como el
silencio: en cuanto se habla de él se niega.

Señala que el Estado se encastilla en su soberanía, mientras que el individuo


en la suya; manifiesta que los dos luchan por su derecho a hacer lo que les venga en
gana. ¿Un pleito sin solución? La solución que apunta José Antonio es que
desaparece ese antagonismo destructor en cuanto se concibe el problema del
individuo frente al Estado, no como una competencia de poderes y derechos, sino
como un cumplimiento de fines de destinos.

Es por esta razón por la que el pensador fija sus concepciones de la patria y el
individuo. A la Patria como unidad' de destino en lo universal, mientras que el
individuo es el portador de una misión peculiar en la armonía del Estado. Veréis que
José Antonio busca posturas coherentes con definiciones eficaces, sin hacer
conjeturas que le retraigan o hagan sucumbir sus conceptos en vagas expresiones.
Por eso, planteando la opción del individuo, señala que "si nadie existe sino como
ejecutor de una tarea, se alcanza precisamente la personalidad, la libertad y la unidad
propias "sirviendo" en la armonía total". ¿Por qué todo esto? Sencillamente porque él
cree que nadie se siente doble o disperso, contradictorio entre lo que es realidad y lo
que en la vida pública representa. Luego ¿y el individuo ante el Estado?: lo considera
como cumplidor de una función, y no por medio de los partidos políticos, ni como

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CARTAS A LA JUVENTUD SOBRE JOSÉ ANTONIO

representante -nos sigue diciendo- de una falsa soberanía, sino por tener un oficio,
una familia, por pertenecer a un municipio.

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CARTAS A LA JUVENTUD SOBRE JOSÉ ANTONIO

CARTA OCTAVA
DEL LIBERALISMO Y EL CAPITALISMO
A José Antonio, como buen universitario, le gustaba hablar también, y mucho,
de los problemas del mundo. En este sentido habría que recordar una conferencia
que pronunció en el Círculo Mercantil de Madrid, hace ahora cuarenta años. En
principio habría que pensar, objetivamente, que en tantos años han cambiado muchas
cosas. Eso es objetivamente cierto. Pero bien valdría la pena trazar los rasgos
esenciales, contemplar su conocimiento de los problemas universales.

En su análisis expositivo planteó por siglos las siguientes cuestiones:


consideró que del siglo XIII al XVI el mundo vivió una vida fuerte, sólida, en una
armonía total; todo esto empezó a ponerse en duda a partir del XVI hasta llegar al
XVII en que ya no se creía en nada. Henos aquí que en el XVIII las mejores sátiras
contra su sociedad son aplaudidas y celebradas por la misma sociedad a la que
satirizaba.

Dos temas capitales traza en su larga conferencia. De un lado hace el análisis


de cómo en el siglo XIX va a influir poderosamente la obra de Rousseau titulada "El
contrato social". José Antonio manifiesta que en esta obra se quiere negar la
justificación de aquellas autoridades recibidas tradicionalmente o por una designación
que se suponía divina o por una designación que en la tradición se apoyaba.
Rousseau -sigue diciendo- quiere negar la justificación de esos poderes y empezar la
construcción de nuevo, sobre su nostalgia de la libertad. Y para esgrimir su propia
teoría acude a las fuentes del filósofo ginebrino, entre las que deduce la afirmación
"roussoniana" de que "contra las libres voluntades de los que integran una sociedad
no puede levantarse ninguna forma de Estado". Tiene que surgir un "contrato" en
donde el concurso de las voluntades engendra una voluntad superior, una voluntad
que no es la suma de las otras, sino que es consistente por sí misma. Por lo que
considera que esa voluntad soberana, desprendida ya de las otras voluntades, es la
única que puede legislar; esta es la que tiene siempre razón.

Otro objetivo de su análisis lo centra en torno al economista escocés Adam


Smith. Para el que el mundo económico era una comunidad natural creada por la
división del trabajo; que era, más que fenómeno consciente, todo lo contrario,
inconsciente y espontáneo. Por eso sale al paso el pensador manifestando "que los
hombres se habían ido repartiendo el trabajo sin ponerse de acuerdo; a ninguno, al
proceder a esa división, había guiado el interés de los demás, sino la utilidad propia".
De ahí que señale que el capital, según Adam Smith, sea la condición indispensable
para la industria, puesto que la condiciona.

Hace alusiones elocuentes en torno al liberalismo y al capitalismo. Del


liberalismo dice que. tiene su gran época, aquella en que instala todos los hombres en
igualdad ante la ley, conquista de la cual ya no se podrá volter atrás nunca. Y
señalando que "lograda esta conquista y pasada su gran época, el liberalismo
empieza a mostrarse sin nada que hacer y se entretiene en destruirse a sí mismo".

Con respecto al capitalismo hace una crítica sagaz y profunda. Comienza


diciendo que "cuando se habla del capitalismo no se hace alusión a la propiedad
privada; estas cosas no sólo son distintas sino que casi se podría decir que son
contrapuestas". Por eso analiza críticamente que el capitalismo, en cuanto a sus
efectos, trató casi por entero de aniquilar la propiedad privada en sus formas
tradicionales. Para esclarecer esto señala que "el capitalismo es la transformación,
más o menos rápida, de lo que es el vínculo directo del hombre con sus cosas en un

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CARTAS A LA JUVENTUD SOBRE JOSÉ ANTONIO

instrumento técnico de ejercer el dominio". Por eso se muestra claro y objetivo al


señalar que la propiedad antigua, la propiedad artesana, la del pequeño comerciante,
es como una proyección del individuo sobre sus cosas.

Mas no cree el pensador ni en lo uno ni en lo otro. Y su crítica sobre el


izquierdismo y el derechismo adquiere esta vez rasgos mucho más completes y
definitivos; lo constante de las izquierdas es interesarse por la suerte del individuo
contra toda arquitectura política, como si fueran términos contrapuestos. De ahí que
José Antanio califique al izquierdismo de corrosivo disolvente, muy apto para la
destrucción y casi nunca apto para construir. Por lo que respecta al derechismo, a los
partidos de derecha, señala que enfilan precisamente el panorama desde otro
costado: se empeñan en mirar también con un solo ojo, en vez de mirar claramente,
de frente y con los dos. Una nota más que define al derechismo es que quiere
conservar la Patria -como él mismo dice-, quiere conservar la unidad, la autoridad
pero se desentiende de esta angustia del hombre, del semejante que no tiene para
comer.

Al exponer ambos puntos de vista, no quiere sino descubrir las apariencias


formales de dos posturas contradictorias y nada coincidentes, individualmente, con las
propias exigencias nacionales. Porque unos invocan a la Patria sin sentirla ni vivirla
del todo, mientras que les otros atenúan su desdén, su indiferencia por el problema
profundo de cada hombre, con fórmulas que, en realidad, no son más que mera
envoltura verbal, que no significa nada.

Por eso llega a conclusiones definitivas. Sobre todo cuando manifiesta que "la
única manera de resolver la cuestión es alterando de arriba abajo la organización de
la economía". Una revolución que, como dice, no va a consistir en la absorción del
individuo por el Estado en el panteísmo estatal.

¿A qué aspira, pues, la filosofía joseantoniana? Lo dijo en ésta su conferencia


en el Círculo Mercantil madrileño: "Precisamente la revolución total, la organización
total de Europa, tiene que empezar por el individuo, porque el que más ha padecido
con este desquiciamiento, el que ha llegado a ser una molécula pura, sin
personalidad, sin sustancia, sin contenido, sin existencia, es el pobre individuo, que se
ha quedado el último para percibir las ventajas de la vida". Por eso quiere significar en
este su pensamiento, claramente definidor de ser el impulsor y protagonista de un
"nuevo humanismo". "Toda la organización, toda la revolución nueva, todo el
fortalecimiento del Estado y toda la reorganización económica, irán encaminados a
que se incorporen al disfrute de las ventajas esas masas enormes desarraigadas por
la economía liberal y por el conato comunista".

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CARTAS A LA JUVENTUD SOBRE JOSÉ ANTONIO

CARTA NOVENA
SOBRE EL NACIONALISMO
El nacionalismo -siempre de mano del diccionario-, es la preferencia o
exaltación por lo que es propio de la nación a la que se pertenece. La primera
acepción es bien clara, no necesita de más alusiones. También, es doctrina que
reivindica para la nación el derecho de practicar una política dictada por la exclusiva
consideración de sus intereses y reafirmar una personalidad propia completa. La
última acepción rubrica y clarifica aún más tal concepto: movimiento de los individuos
que toman conciencia de constituir una comunidad nacional en razón de los vínculos
históricos étnicos, lingüísticos, culturales, económicos, etc. que les unen.

Decía el pensador que la tesis romántica de nación iba encaminada a la


descalificación; esto es, a la supresión de todo lo añadido por el esfuerzo (Derecho e
Historia) a las entidades primarias, individuo y pueblo. El Derecho -como él nos dice y
siendo como fue un gran jurista- había transformado al individuo en persona; la
Historia había transformado al pueblo en "polis", en régimen de Estado. Con estas
premisas quería José Antonio llegar a la conclusión de que "el individuo es, respecto
de la persona, lo que el pueblo respecto de la sociedad política". Hay en él una
preocupación fundamental, como se deduce, entre la dualidad individuo y persona.
Por eso, en su opinión, la verdadera unidad jurídica es la persona: "esto es, el
individuo, considerado, no en su calidad vital, sino como portador activo o pasivo de
las relaciones sociales que el Derecho regula; como capaz de exigir, de ser compelido
(obligado con fuerza), de atacar y de transgredir (quebrantar una ley)".

Por eso, cuando el pensador se sumerge en los conceptos de lo nativo y la


nación, señala que el romanticismo era afecto a la naturalidad. La vuelta a la
Naturaleza fue su consigna. "Con esto, la "nación" vino a identificarse con lo "nativo".

"Los nacionalismos más peligrosos, por lo disgregadores -señala-, son los que
han entendido la nación de esta manera. Como se acepte que la nación está
determinada por lo espontáneo, los nacionalismos particularistas ganan una posición
inexpugnable". Sin embargo, nos señala peligros y previsiones al decirnos muy
concretamente: "Es torpe sobremanera oponer a los nacionalismos románticos
actitudes románticas, suscitar sentimientos contra sentimientos. En el terreno afectivo,
nada es tan fuerte como el nacionalismo local, precisamente por ser el más primario y
asequible a todas las sensibilidades. Y, en cambio, cualquier tendencia a combatirlo
por el camino del sentimiento envuelve el peligro de herir las fibras más profundas del
espíritu popular, y encrespar reacciones violentas contra aquello mismo que pretendió
hacerse querer." En sus profundas disecciones del alma hispánica, supo ahondar en
tan capitales cuestiones con pleno sentido, no sólo de la objetividad, sino, también, de
la comprensión. Sobre todo cuando apuntilla con clarividencia que "cuando se ofende
uno de esos sentimientos primarios instalados en lo -profundo de la espontaneidad de
un pueblo, la reacción elemental en contra es inevitable, aun por parte de los menos
ganados por el espíritu nacionalista. Casi se trata de un fenómeno biológico". Por eso
señala José Antonio que atentar contra esto constituye una "política- tosca", o, lo que:
es lo mismo, grosera e inútil.

Por eso llega al convencimiento de que hay que plantearse el concepto de "
nación ". Y para ello le sirve como pauta los conceptos de individuo y persona que
arriba hemos expresado. Porque como él dice: "así como la persona es el individuó
considerado en función de la sociedad, la nación es el pueblo considerado en función
de universalidad".

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CARTAS A LA JUVENTUD SOBRE JOSÉ ANTONIO

Su discurso fluye con trazos firmes y seguros. No escapa nada a su


apreciación y en su estructura básica, en su entramado de conceptos, llega a unas
conclusiones llenas de honestidad. No busca caer en una esfera de particularistas
puntos de vista. Huye de cualquier apreciación que pueda ser divagatoria o
inconclusa. Se sumerge, no en un ancho mar de confusiones, sino de problemáticas
que tiendan a proporcionarle la clave más adecuada a una clarificación.

Por eso señala, ya en sus párrafos finales, algo relativo al positivo mundo de
las relaciones paterno-filiales: "La veneración a los padres está tan clavada en
nosotros que nos parece como si fuera el más espontáneo de los afectos. Tal es,
entre otras, la dulce recompensa que se gana con el esfuerzo por mejorar; si se
pierden goces elementales, se encuentran, al final del camino, otros tan caros y tan
intensos que hasta invaden el ámbito de los viejos afectos, extirpados al comenzar la
empresa superadora". Y, luego, para llegar a una conclusión definitiva manifestando
que: el corazón tiene sus razones, que la razón no entiende... Pero también la
inteligencia tiene su manera de amar, como acaso no sabe el corazón.

Una cálida poesía adorna esta prosa, entre radiante y sugestionadora. Hay en
sus frases un hondo sentido de la humanidad por las cosas de los pueblos y sus
hombres. No se sustrae a nada que pueda suponer el ejercicio de superficiales
creencias. Creyó en todas estas cosas y las expuso con valentía. Permitirnos la idea
que todo esto queda como desfasado es negarse un poco a sí mismos. Al intenso
clima de afectividades que nos rodean. Declarar invalidez al espejo de nuestras
emociones cotidianas. Porque para José Antonio la persona y su entorno social y
humano fue una de las constantes permanentes de su dura batalla por el ejercicio de
una verdad. Por la búsqueda de un camino de concienciación que, lejos de ser
arbitrario y supuestamente subjetivo, hiciera desplazar aquellas actitudes
descorazonadoras o carentes de realismo intimista... que no servían sino para negar
principios de inalterable vitalidad.

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CARTAS A LA JUVENTUD SOBRE JOSÉ ANTONIO

CARTA DECIMA
EL SEÑORITISMO
Echemos de nuevo mano al diccionario. El "señoritismo" es la cualidad o
actitud del señorito, mientras que el señorito tiene sus diversas acepciones. En
nuestro país esta denominación se ha aplicado, en diversas comisiones y con
carácter despectivo, a aquellas personas ricas y de vida ociosa que han ejercido
cierta influencia política.

José Antonio dice que el "señorito" es la degeneración del "señor". El señor


era tal señor -nos sigue diciendo- porque era capaz de "renunciar", esto es, dimitir
privilegios, comodidades y placeres en homenaje a una alta idea de "servicio". Creo
que con estas palabras será más que suficiente deducir su clara idea de este
fenómeno de individuo -existente en todas las sociedades y en todas las épocas-,
como elemento excesivamente adicto a las actitudes acomodaticias, impasible y
perfecto adulador de aquello que más le conviene.

Pero el señorito, al revés que el señor, cree que la posición social, en vez de
obligar, releva. Releva, como nuestro pensador dice, del trabajo, de la abnegación y
de la solidaridad con los demás mortales. Este concepto de "declinación" es algo
consustancial al "ismo", así como a los individuos que lo practican. No sea este el
empeño de ironías al caso, pero el país sigue estando lleno de "señoritos", de
indiferentes, por decirlo de alguna manera, a la problemática del presente. De
cómodos seres a quienes les importa un bledo el desaliento de los demás.

Sigamos con la idea del pensador. Lo dijo el 25 de enero de 1934. "Como aquí
no se engaña a nadie, quede bien claro que nosotros, como todos los humanos que
se consagran a un esfuerzo, podremos triunfar o fracasar. Pero que si triunfamos no
triunfarán con nosotros los "señoritos". Creo que con esto queda dicho mucho de lo
que el fenómeno "señoritismo" suponía en aquel tiempo. ¿Su aplicación al presente?
Ya lo hemos dicho. Que en todas las épocas ha habido "señoritos", de clase elevada,
cuya atención a sus propios problemas les exime de toda preocupación ajena. Su
indiferentismo raya en lo insultante. Porque insultante y criticable debe ser todo
aquello que se erige en inductor de indiferencias hacia todo aquello que debe ser
preocupante para todos. Los señoritos de hoy no son solamente los que cultivan su
asistencia a los "reductos" propios del capitalismo moderno, sino aquellos que se
encasillan y amarran a su pedestal, con actitudes unilaterales y desvelos más
afirmados a su propio peculio que a los intereses comunitarios. De eso habría que
hablar no poco. Para iras de muchos y alegría de otros tantos. Pero, como nos dice
José Antonio, "la Humanidad tiene sobre sus hombros demasiadas cargas como para
que unos cuantos se consideren exentos de toda obligación".

Por eso tenemos que estar con él cuando señala que "el ocioso, convidado a
la vida sin contribuir en nada a las comunes tareas, es un tipo llamado a desaparecer
en toda comunidad bien regida". Naturalmente que la juventud española, la
verdaderamente responsable, nace sin este sello sobre todo cuando sabe anteponer,
con valiente actitud, una identificación con los valores formales y serios que deben
adornar a todo ser humano. Ese sentido de participación en el entramado de la
problemática colectiva que es, por otra parte, signo consustancial de nuestra
generación. Una generación abierta, no al desencanto, sino a la lucha para la
consecución de cuantos elementos sean válidos para su integral formación. El cuido
del intelecto y forja del espíritu ante la adversidad aunque para algunos suene esto a
débil aserto monacal, conforme a los tiempos que vivimos...

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CARTAS A LA JUVENTUD SOBRE JOSÉ ANTONIO

En este sentido podríamos destacar al universitario, consciente con sus


estudios y con la problemática que le rodea; al propio trabajador que se abre paso en
la vida, a base de derrochar no pocos esfuerzos. Al joven que marcha de su pueblo
en busca de nuevos horizontes, aunque eso sea una gesta que marque en su vida la
huella imborrable de haber dejado, a' veces para siempre, su primer solar. Su primera
casa y hasta, incluso, el perfil costumbrista de sus años de familia. No se trata aquí de
hacer una sociología de estos problemas. Vamos más a la sustancia juvenil, aquella
que prodiga sustantivas preocupaciones, con su sello de rebeldía y menosprecio por
aquello que atenta contra todos. Porque "el papel de invitado que no paga lleva
camino de extinguirse en el mundo". Para bien, como dice José Antonio, de los
humildes, que en número de millones llevan una vida infrahumana, a cuyo
mejoramiento tenemos que contribuir todos.

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CARTAS A LA JUVENTUD SOBRE JOSÉ ANTONIO

CARTA UNDECIMA
EL GENERAL FRANCO
José Antonio evidenció siempre un limpio estilo de hombre de milicia. De
militancia y servicio a las causas justas. De hombre que, según algunos, pudo haber
sido un buen militar. No sé si esto puede ser algo aventurado, pero ya en su familia
tenía el gran ejemplo de su padre, que fue un soldado ejemplar. Tenía el pensador un
aire castrense en su forma de vida, en su disciplina individual; en su sentido de las
cosas y en su encendido amor a España. Amor, disciplina y afán de servicio como las
más firmes características que podemos contemplar en toda su trayectoria. Impulsor y
protagonista de un nuevo humanismo, con su sentido ascético y militar de la vida,
donde consideró al hombre como portador de valores eternos.

Un 24 de septiembre de 1934, dirigió una carta el General Franco. En ella dijo


y puso de manifiesto las muchas embaucadoras situaciones, la atmósfera caliente y
amenazadora de cosas que se avecinaban. Porque a España se la quería en el fatal
barro de la perdición. Estaba en peligro la esencial arquitectura de la Patria, manejada
desde oscuros pasadizos para conducirla a no sé qué extrañas situaciones. A no sé
cuántas sustracciones de su misión irreversible, estaba inclinada en un fiel de balanza
con un incierto camino por el que discurrir. Iba hacia el comunismo con paso decisivo,
manejada subterráneamente por un coro de materialistas que interpretaban, en una
orquesta monocorde, los tonos más adecuados a la partitura que allende nuestras
fronteras llegaba. Por eso José Antonio escribió al General Franco para decirle que
"una victoria socialista tiene el valor de invasión extranjera, no sólo porque las
esencias del socialismo, de arriba abajo, contradicen el espíritu permanente de
España; no sólo porque la idea de patria, en régimen socialista, se menosprecia, sino
porque de modo concreto el socialismo recibe sus instrucciones de una Internacional.
Toda nación ganada por el socialismo desciende a la calidad de colonia o
protectorado".

El pensador puso un gran empeño en esa carta histórica al Caudillo porque


descubría manejos y denunciaba la difícil situación que se podría plantear al país, al
pueblo, por los derroteros que maquinalmente se preparaban. José Antonio admiraba
al General Franco. Por eso le escribía que no eran pocos los alijos de armas
almacenadas que existían esperando el momento de lanzarse a un terrorismo
callejero y confuso, mientras que desde las altas esferas se quedaban con los brazos
cruzados. Era época de caos. De continuas incertidumbres. Por eso decía en su
epístola: "Ya conoce usted lo que se prepara: no un alzamiento tumultuario, callejero,
de esos que la Guardia Civil holgadamente reprimía, sino un golpe de técnica
perfecta, con arreglo a la escuela de Trotsky, y quién sabe si dirigido por Trotsky
mismo (hay no pocos motivos para suponerlo en España). Los alijos de armas han
proporcionado dos cosas: de un lado, la evidencia de que existen verdaderos
arsenales; de otro, la realidad de una cosecha de armas risible.
Es decir, que los arsenales siguen existiendo. Y compuestos de armas
magníficas, muchas de ellas de tipo más perfecto que las del Ejército regular. Y en
manos expertas que, probablemente, van a obedecer a un mando peritísimo".

Una severa voz de alarma. Y este capítulo importante en la vida y la obra de


José Antonio hay que someterlo a nuestra consideración en la medida de cómo un
hombre supo acudir a las fuentes más seriamente comprometidas con la unidad de la
Patria. José Antonio contaba en su larga carta la publicidad, los carteles y las
frivolidades de los hombres encargados del orden público. Su mismo absentismo, su
indiferencia, podía conducir a un camino nada pródigo en realidades nacionales. Si no
en separatismo, terror y abandono de un país en manos dispuestas a convertirlo,

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CARTAS A LA JUVENTUD SOBRE JOSÉ ANTONIO

mediante sus presumibles adoctrinamientos, en negación de los principios espirituales


y morales que adornaban su tradición y su permanencia. "Dios quiera que acertemos
todos en el servicio a España", esas fueron las palabras que cerraron la misiva del
pensador a un brillante y joven general, como lo fue Francisco Franco.

Una carta para la posteridad y que podernos juzgar siempre oportuna. La


combatividad del pensador llegaba a todos los lugares, a todos los hombres y contra
todo lo que se quería erigir como espuela de destrucción y muerte de nuestros más
sagrados principios.

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CARTAS A LA JUVENTUD SOBRE JOSÉ ANTONIO

CARTA DUODECIMA
SENTIDO HEROICO DE LA MILICIA
Para el pensador la milicia era una exigencia, una necesidad ineludible de los
hombres y de los pueblos que quieren salvarse. Desea, ante todo, el encuadramiento
de una fuerza jerárquica y disciplinada y con la acción de una sola táctica generosa y
heroica.

Por eso considera que la milicia iza su banderín de enganche en todas las
esquinas de la conciencia nacional, como escribió en "Haz" el 15 de julio de 1935.
Manifestando que "es la Patria quien necesita de nuestro esfuerzo y de nuestros
brazos; ella es quien nos manda uniformar, formar todos como uno, vestir las camisas
azules de la Falange. La Patria' es quien borda con manos de mujer -de madre, de
novia-; sobre el pecho, exactamente encima de la diana alborotada del corazón,
ansioso de lucha y sacrificio, el yugo y el haz, las flechas de nuestro emblema".

Mas para José Antonio no fue lo fundamental la apariencia externa. La


vestimenta. Había principios más importantes, tales como la concienciación del
individuo en su deber de servicio a la Patria. Concepto que no se pierde en el
transcurso de los años, sino que se amolda a fórmulas nuevas, pero siempre en el
contexto del más puro estilo. Atendiendo al servicio de un país que se muestra bajo la
adopción de posturas realistas y serenas. Dando paso y cabida a aquello que es
trascendente y definitivo. Yendo al fondo de las cuestiones serias y de los
compromisos sinceros.

El sentido de la milicia en José Antonio es de servicio continuado y entero. De


pasión por la España nuestra de cada día, a la que hay que procurar siempre albas
henchidas de esperanza.

Se puede hablar a la vista de 1975, de servicio, cuando nos compenetramos,


lo más perfectamente posible, con nuestra actitud de amar a la Patria tomando como
base la aplicación en nuestro estudio y nuestro trabajo. De cultivar los rudimentos
necesarios para servir a España desde cualquier puesto de trabajo. De ser
responsable y concienciarse con los problemas de los demás. No dejarnos llevar por
la falsa ironía del desmadejamiento, el conformismo o la comodidad. Ser incómodos
en la medida que ello suponga un servicio a nuestra formación y a los demás.
Incómodos y rebeldes ante la injusticia, la incomprensión y quienes creen siempre
haber hecho todo, cuando aún no han empezado a realizar casi nada.

La militancia y el servicio pueden cumplirse desde los ángulos más diversos.


Quizás con menos acento romántico, pero sí con una decidida actitud por comprender
los problemas de los demás. De los humildes y de los que ansían la paz y la justicia.
Porque por el pan, la paz y la justicia hay que estar en permanente servicio. La
juventud es la vigía del futuro y la mejor levadura para remozar las decididas
aspiraciones de futuro. No caer en el olvido de un mañana pasajero, sino mejor y más
comprometido con un destino de paz y solidaridad. Lo demás sería perder
lamentablemente el tiempo, sobre todo, cuando hay tanto que hacer y poderosas
razones por las que luchar.

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CARTAS A LA JUVENTUD SOBRE JOSÉ ANTONIO

CARTA DECIMOTERCERA
LA JUVENTUD
A José Antonio, como hombre joven, le preocupaba la juventud. En sus
escritos y discursos puso de relieve ese ardoroso deseo de definirla, de ubicarla en
sus funciones y ponerla siempre al borde los cometidos más difíciles.

Pocos hombres han habido en España que hayan definido a la juventud con
tanta pasión y con tanto sentido de la realidad. Por eso, llevado de su siempre
manifiesta objetividad, llegó a decir que "todas las juventudes conscientes de su
responsabilidad se afanan en reajustar el mundo". Es este un principio válido y
universalmente aceptado.

O cuando señala que "ningún régimen se sostiene si no consigue reclutar a su


alrededor a la generación joven, en cuyo momento nace, y para reclutar a una
generación joven hay que dar con las palabras justas, hay que dar con la fórmula
justa de expresión conceptual". Vosotros, jóvenes, que os habéis encarado con estas
cartas, podéis reflexionar aquí en algo que es una constante en todos los tiempos. En
los de antes como los de ahora, porque el pensador no quiso hablar nunca con
sentido de mera actualidad, sino con preocupación honda de futuro. Por eso señala
también algo importante cuando dice de ella: "Es necesario que seáis los aguafiestas
de España; que cada uno os convirtáis en un aguijón para hacer ver a todos que no
nos resignamos con semejante estado de cosas. Esta es nuestra tarea, y para ella es
preciso reclamar un primer puesto".

Y como hombre político preocupado por las "izquierdas" y las "derechas"


aporta su visión en ambos péndulos, en los siguientes textuales términos: "Los
muchachos de izquierda y de derecha que hoy se sienten a la intemperie no tenían,
en el fondo del alma, vocación parcial, partidista: llevaban dentro la imagen imprecisa
de una España entera, completa, armoniosa".

Porque él decía que ni los jóvenes de izquierda eran tales, ni los de derecha
de derechas. Quería decir esto de los dotados de sensibilidad suficiente como para
percibir su tragedia interior; otros tienen, desde que nacen, almas de viejos
corrompidos. Por eso más adelante añade a este respecto que "en la derecha y en la
izquierda tuvieron que alistarse los mejores de quienes componen nuestra juventud,
unos por reacción contra la insolencia y otros por asco centra la mediocridad".

Vivió, pues, José Antonio, una época difícil para la juventud. Para una juventud
que tenía vacías perspectivas de esperanza y realización. Basculante y carente de
armonía, de un ideal por el que enfrentarse y luchar. Todas estas carencias cabe
pensar que eran por falta de unos ideales que condujeran a una meta firme y segura,
por donde discurrir, no con la monotonía de los tiempos, sino creciéndose y
afirmándose en el servicio a España que es siempre lo que importa.

El legado de José Antonio es así de armonioso y convincente. Porque, aparte


de poner toda su alma en ello, hasta que la muerte lo separó irremediablemente de
todos, empleaba un lenguaje carente de apreciaciones vagas e imprecisas.

Para él el fenómeno educación era fundamental y lo quería como modo de


encaminarse a formar un espíritu nacional, fuerte y unido, y a implantar en el alma de
las juventudes la alegría y el orgullo de la Patria. Porque su juventud, la de su tiempo,
se vio sometida a los más crudos vendavales, de desconcierto y confusión. Por eso
tenemos que vanagloriarnos un poco, que hablara en términos exactos y

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CARTAS A LA JUVENTUD SOBRE JOSÉ ANTONIO

comprometidos, con ese sello permanente de rebeldía y combatividad. Elementos tan


consustanciales a todas las juventudes, de antes y de ahora. Mas como la trayectoria
es larga, hay que seguir andando por un sendero que exige redoblados esfuerzos
para una renovación continua. Para un enriquecimiento. Porque no nos podemos
parar en la fácil posada de lo cómodo y asequible, cuando la juventud tiene que ser el
empeño difícil de cada día. De despertar las inquietudes y ser ese primer puesto que
reclamaba el pensador.

Por eso creyó que "desbordando sus rótulos, los muchachos de izquierda y
derecha que yo conozco han vibrado juntos siempre que se ha puesto en juego algún
ansia profunda y nacional".

A tenor con esto y para terminar esta otra epístola, habría que recordar una
frase que, también invita a la reflexión: "La revolución hemos de hacerla todos juntos,
y así nos traerá la libertad de todos, no la de la clase o la del partido triunfante: nos
hará libres a todos al hacer libre y grande y fuerte a España. Nos hará hermanos al
repartir entre todos la prosperidad y las adversidades, porque no estaremos unidos en
la misma hermandad mientras unos cuantos tengan el privilegio de poder
desentenderse de los padecimientos de los otros".

Sea este tema de la juventud el que nos preocupe cada día. Y que veamos en
el estudiante o en el obrero o campesino, en el que va a la oficina o acude a la
fábrica, el espejo de un hombre deseoso de prosperar y buscar el cauce de la
felicidad de cada día. Contra las adversidades y la dificultad de los tiempos que nos
ha tocado vivir. Pero que no se empañe su servicio a España. Desde cualquier puesto
de trabajo.

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