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EUCLIDES DA CUNHA | erS) SERTONES PROLOGO Privo rErMiso al lector hispanoamericano para presentar un libro con- trovertido de un autor también controvertido. Setenta y tantos aiios de reflexiones sobre ambos, efectuadas cn nuestro pais, constituyen un acervo eritico considerable. Mas si, por un lado, las reflexiones aportaron importantes contribuciones para su comprensién, por otro lado suscitaron nuevos problemas. Tampoco se puede dejar de recordar que este libro tiene el don de alinear opiniones radicales, no siempre sensatas, a fayor o en contra. A Jo largo de estos decenios, casi siempre el comentarista ama o detesta a este libro, apasionadamentc. Ese amor y ese odio pasan facilmente del libro a su autor. Su enigmatica personalidad, su vida signada por tragedias increibles, pucden interpo- nerse, inadvertidamente, entre el lector y la lectura. Por eso se ha caido en otra tentacién, Ja de tratar de ignorar al autor para obtener —se pretende— una visién objetiva de la obra. Aqui cl peligro estriba en que se trate de conocer bien [a obra, para caer después de las nubes, cuando se entran a conocer los lances de le vida del autor. El lector puede, entonces, considerarse engafiado a propésito. Por Io tanto, vamos a limpiar cl Area y a contar todo. Pasado el susto, y ya més acostumbrados a los enredados episcdios de Ia vida, padremos detenernos en los comentarios a la obra, No se trata de que lo que sucedié con Euclides da Cunha haya sido tan extraordinario. En tos cnadros habituales de la familia patriarcal brasi- lefta, los hechos son perfectamente comprensibles y hasta corrientes. Quizé se yuelvan chocantes al constatar cémo en un autor de postura tan cientifica la vida haya sido inversamente tan poco cientifica, y que su accién personal haya sido tan irracional. Si hubiese sido un ciudadano comin, habria actuado sin dcsacuerdo alguno, del modo cenvencional que considera la defensa de la honra, de la familia y de Ja propiedad. Pero, siendo como era, un ciudadano célebre, una persona pttblica, una x gloria nacional, la repercusién fue enorme. Por eso mismo, y sin que ello significase trazar excepciones para Jas personas pttblicas y los ciudadanos célebres, se intenté y se intenta, cubrir con un pidico velo su vida priva- da, aunque sus propios actos la hicieron paiblica Finalmente, no hay nada de extraordinario en tratac de matar a una esposa adultera y al rival. Las costumbres fuerzan al hombre traicionado a hacerlo, para mantener su integridad y su respeto. Y podra contar con un jurado benevolente que To absalverd, puesto que se rige por los mismos valores consuetudinarios que él. Hasta hoy las cosas son asi. Y Euclides, excepcionalmente, se comport de manera civilizada durante cierto tiem- po, pues acepté un hijo de otro padre entre sus propios hijos. El hecho es que habla estado un afio lejos de su mujer, que vivia en Rio de Janeiro mientras 41 dirigia la Comisién de Reconocimiento del Alto Purus, en la Amazonia. Habia viajado en diciembre de 1904, regre- sando a Rio en enero de 1906. De vuelta al hogar encontré a su esposa gravida. Meses después nacié un nifio, de nombre Mauro, que vivid ape- nas siete dias y fue reconocido legalmente por Euclides. A fines del afio siguiente nacié otro hijo adulterino. Y, en paz o no, vivieron todos juntos, inclusive los dos hijos mayores de la pareja, Solon y Euclides da Cunha Chijo}, durante un tiempo mas. Consta que Euclides solia decir de la rubia criatura ajena entre sus hijos morenos que era una espiga de maiz en medio del cafetal. Fl desenlace sélo ocurrié cuando Ja esposa, Hevandose a los hijos, aban- doné el hogar y fue a vivir a la casa de Dilermando de Assis, el otro hombre de su vida, El 15 de agosto de 1909, Euclides entra en esa casa, armado, y empieza a disparar. Dilermando y su hermano Dinorah se adelantan para enfrentar a Fuclides, mientras dofia Saninha y Jos nifies se refugiaban en una habitacién de los fondos. Los dos hermanos eran militares, Dilermando cadete del Fjéreito y Dinorah aspirante de Marina. Euclides baleé a Dinorah en la espina dorsal, a consecuencia de lo cual quedé invélido, viendo su carrera interrumpida y suicidindose ayios des- pués. Pero Dilermando tiré certeramente, matando a Euclides. Més tarde, después de juzgado y absuclto como autor de la muerte en legitima de- fensa, Dilermando de Assis se casé con dofia Saninha y tuvieron otros hijos. Parece que su carrera se vio dificultada, pues sicmpre se lo envid a destinos lejanos y fue postergado en Jas promociones. Lo cierto es que cn todo momento y durante su vida entera, se vio obligado a defenderse ptblicamente de las calumnias que continusmente le inferian, habiendo Negada, incluso, a escribir libros para justificarse. Ahora bien, este fue todo un affaire entre militares, ya que Euclides era teniente retirado del Ejército y su esposa era hija de un general. Los poderes constituidos y la opinion publica deseaban con tal ardor la sangre del homicida que la menor duda sobre su inocencia hubiera afec- tado el veredicto. Si en esas condiciones altamente desfavorables no fue x posible declarar a Dilermando culpable, es porque realmente no se encon- tré fundamentacién legal. Euclides fue velado en la Academia Brasilefia de Letras y enterrado con todas las honras piblicas. La nacién se puso luto. Pocos afios después volveria a producirse la misma situacién de enfren- tamiento. El segundo hijo de Euclides, que tenfa su mismo nombre y también se encaminaba a la carreza de las armas, pues era aspivante de Marina, probablementc habia sido criado para convertirse en el vengador del padre y de la honra, de la familia y de la propiedad. En 1916, dentro del Forum de Rio de Janciro, agrede al mismo Dilermando de Assis. Este, que més tarde seria campcén nacional de tiro al blanco, nuevamente es aleanzado por varios dispayos y con un tiro certero mata a Euclides da Cunha, hijo, Nuevo proceso y nueva absolucién por legitima defensa. Varias décadas después, Dilermando le confiaba al escritor Francisco de Assis Barbosa que tenia en el cuerpo cuatro balas que no se habian podido extraer, dos del padre y dos del hijo’. Ese lado, digamos oscuro, de la vida de Fuclides no debe oscurecer su actividad personal de hombre publico. Era hombre publico porque era periodista, era hombre publico porque participd de la agitacién que preparaba Ja cafda del Imperio, era hombre puiblico porque era militar, era hombre publico porque era escritor, era hombre pitblico porque era ingeniero. Hay que pensar cémo era el Brasil en el ultimo cuarto de siglo pasado, un pafs colonial que empezaba a sentir el impacto de Ja Revolucién Industrial. La maquina, cl ferrocarril, la carretera, el sanea- miento, la navegacién fluvial, el proceso de industrializacién en el campo y la ciudad, fueron temas a Jos que Euclides dedicé su pluma y su accién personal como ingeniero. Y no sdlo él, hubo una generacién @ mejor dos, a Jas cuales Ja profesién de la ingenieria les parecia una de las més importantes paca quien deseaba ponerse al servicio de la nacién. Fl mismo Euclides fue profesionalmente ingeniero, el resto cran actividades paralelas gue le permitian equilibrar et presupuesto; e ingeniero-funcio- nario public, como es tradicional en un pais donde [a capa Jetvada siem- pre mamé y hasta hoy mama en las gordas tetas del Estado. En este aspecto, habian empezado a surgit las escuelas de ingenieria que eran Cal revés de lo que pasa ahora), focos de modernidad. Las viejas Facultades de Derecho y de Medicina, donde los hijos de la clase dominante se convertian en ebogados y médicos, trampolin para Ia carrera politica, eran sucedidas por las escuclas técnicas, En Ia capital del pais, Rio de Janeiro, habia dos, Ia Politécnica o Escuela Central, y Ja Escuela Militar. Aunque habia ingresado a la primera, Euclides hizo su curso en Ja segunda, que es gratuita ¢ integra Ja carrera militar, por lo que era frecuentada por los miembros sin fortuna de esa misma clase dominante. % Autores varios, Reportagens quc Abalaram o Brasil, 1973, Rio, Eiiciones Bloch, p. 40, XI Alli ccurre el incidente con el cual, por primera vez, Euclides llama la atencidn publica, cuando, en sefial de protesta contra la monarguia, arroja al suelo su sable en el momento en que e] Ministro de Guerra visitaba la Escuela Militar. Abandona Jos estudios y sélo los retoma después de la proclamacién de la Republica, y acaba por egresar como oficial-ingeniero- militar de 1a Escuela Superior de Guerra. En tal calidad presta algunos servicios, para su formacién, en el Ferro- carril Central del Brasil, en las fortificaciones de los Muelles Nacionales en Rio y en la Direccién de Obras Militares del Estado de Minas Gerais. Desde su graduacién en 1891 hasta 1896 en que se retira como Te- niente Primero, pasa cinco afios de ingenieria militar. En adelante sera ingeniero civil, pero continuard como funcionatio pablico. En esta fun- ciém que ejercera en varios lugares, la obra que qued6 para la posteridad es el puente sobre el xéo Pardo, en Sio José do Rio Pardo, en el estado de $40 Paulo. Ya famoso, después de la publicacién de Os Sertées, y miembro de la Academia Brasilefia de Letras, poco antes de mori, se presenta al concurso por la cétedra de Légica del Colegio Pedro II, en Rio. Situado en un segundo lugar, después de algunos vaivenes, es nom- brado para el cargo, aunque el primer lugar lo habia obtenido Farias Brito, quiz4 el filésofo brasilefio mas importante. En su formacién académica habian predominado las tendencias que marcan a la Fscucla Militar en esa €poca y que, aunque en ella se centralizan, se muestran también en otros sectores de Ja vida letrada brasilefia. Las dos grandes causas de la época son Ja abolicién de la escla- vitud y la implantacién de la Republica. La ciencia, las matemiticas, el positivismo, el determinismo, el evolucionismo son privilegiados; Comte, Darwin y Spencer son los nombres clave. Nunca sobra recordar que el lema de la bandera brasileRa en Ja Repiblica pacificamente procla- mada por los militares en 1889 (un afio despuds de la abolicién de la esclavitud), es Orden y Progreso, directamente copiada de las lecciones de Augusto Comte. En este sentido, la formacién de Euclides no difiere de la formacién de sus contemporgneos. O, para mayor precisién, no difiere de la forma- cién del pequefio sector ilustrado que era parte de la clase dominante y por asi decir, su vanguardia intelectual. Las dos grandes causas de la época, el abolicionismo y el republicanis- ma, mucstran al Brasil un poco descolacado en el contexte de naciones latinoamericanas. Cuando la mayeria de las colonias “al sur del rio Grande” adquiete su independencia de las naciones europeas en Jos ini- cios del siglo xix, el movimiento gencral hace que se transformen simul- téneamente en reptiblicas de hombres libres. En el Brasil, la indepen- dencia que se consigue en 1822, es sélo un trasplante de la metrépoli a la colonia. Cridadosamente preparado desde que Don Joao VI, el rey por- tugués, habia venido al Brasil en 1808, huyendo de las tcopas de Napo- xa le6n, ese trasplante, en verdad, fue una cleccién que hizo la corona por- tuguesa: entre una metrépoli pobre y una colonia rica, prefirié a esta Gltima *, Asi, es el hijo heredero del rey portugués quien proclama Ia independencia, y Ja colonia pasa a ser una nacién independiente, conti- nuando esclavécrata y mondrquica, teniendo como rey un portugués, igual- mente heredero del trono de Portugal. Sdlo mucho después serian libe- rados Jos esclavos, en 1888, y un afio mds tarde, en 1889, se adoptaria Ja forma republicana de gobierno. En ese mismo descompas con relacién al contexto latinoamericano deben buscarse las razones por Jas cuales el Brasil siguié siendo un pais de inmenso territorio y no se dividié en yarlas naciones menores. Con un solo rey a su frente, y un rey que recibia a la colonia intacta y Ja conservaba intacta independiente, la centralizacién estaba garanti- zada; ain més, esta centralizacién se habia hecho a sangre y fuego en la époea colonial y después tuvo que ser, como ocurrié en varias oca- siones, preservada también a sangre y fuego, Antes de la independencia de 1882, varios movimientos habian aspirado a liberarse del dominio portugués. Y, como regla, eran republicanos y localistas. Si independen- cia al mismo tiempo significaba repiblica, por otro lado no significaba gran nacién, Eran siempre pedazos del pais que estaban en el horizonte de esos movimientos para ser sustraidos a la condicién colonial. Ni es preciso decir que todos fucron duramente reprimidos. Los ideales de la Revalucién Francesa y de la guerra de independencia norteamericana habian alimentado los anhelos de liberacién en toda Amé- rica Latina. Las palabras de orden provenian del Iéxico de esos dos eventos. Por eso, no debe admirar, aunque no tenga ningiin fardamento histérico, y se encuentra notablemente desfasado en cuanto a los avances socioeconémicos y politicos, que Fuctides da Cunha Cy no sélo él en el Brasil) trate de asimilar Ja proclamacién de la Republica a la Revolu- cién Francesa. En sus poemas juveniles figuran cuetro sonetos dedicados a los Hderes de Ia Revolucién Francesa, titulados Dantén, Marat, Robes- pierre y Saint-Just. De tal manera, cualquier cosa que pareciese amena- zar remotamente Ja consolidacién del nuevo régimen republicano era tildada en seguida de reaccionaria y restauradora. Asi les parecla a los contempordneos cualquier perturbacién del orden. Fue necesario que pasasen varias décadas antes de que se dejase de aplicar el mote de ro- nérquico al minimo signo de descontento. Toda la obra de Euclides da Cunha estd profundamcnte comprome- tida con ese encuadre de ideales. Adcem4s de Os Sertées, donde analizé una rebelién rural, traté temas variados de politica nacional e internacio- nal, cuestiones sociales, literatura, geografia y geopolitica, proyectos eco- némicos. Esos temas fueron objeto de articulos y después se reunieron » Maria Odila Silva Dias, “A internalizagéo da metrépole”, en 1822 - Dimensées, org. por Carlos Guilherme ‘Mota, 1972, Sao Paulo, Ed, Perspective. xT en libros. Dos de esas colecciones fueron publicadas aim en vida del autor, en 1907, con Ios titulos de Contrastes e Confrontos y Perit versus Bolivia. Pero escribié muchos otros, sea de periodismo militante, sea informes oficiales, discursos publicos y conferencias, que fueron reco- gidos en la edicién de la Obra Completa que la compafiia José Aguilar Editora publicd en Rio, en 1966. Aunque no era Euclides un debutante en el periodismo, pues antes habia escrito no s6lo en periddicos escolares sino también en los diarios més renombrados de Rio v de Sio Paulo! fue en 1897 que publicd dos articulos que se vinculan con el libro que lo haria célebre. Con el titulo de “A nossa Vendéia’, ambos aparecieron con el intervalo de algunos meses, en el diario O Estado de Sioa Paulo. En sos articulos, por primera vez, Euclides cxamina los sucesos que se estén produciendo desde hace algdn tiempo alld lejos, en el sertén de Bahfa. EL primer articulo, evidentemente, fue provocado por la flagrante derrota de la tercera expedicién militar cnviada contra Ja aldea de Canudos. El 3 de marzo de 1897, el comandante de la expedicién, coronel Moreira César, es herido en combate, muere, y las tropas se baten en retirada. El articulo, publicado diez dias después, sorprendentemente, casi no se refiere al aspecto guerrero del episodio, haciendo m4s bien un andlisis del medio geogrdfico. Se detiene en las caracteristicas del suelo, en el sistema de vientos, en el clima, en la vegetacién, construye uma teoria sobre la seguia endémica de esa regidn, examina la hidrografia, destaca el relie- ve y la topografla. Parece que estos factorcs habien sido muy importantes en Jas tomas de decision en la guerra y en las dificultades que las fuerzas armadas oficiales encontraron. Sélo al final alude a los hombres que viven en esc medio, para considerarlos frutos obvios de él, trazando una r4pida analogia entre esa revuclta y la de los campesinos de la Vendée. En ese articulo esid cl embrién de Os Sertées, Se advierte la preocu- pacién por estudiar cuidadosa y “cientificamente” el medio ambiente, de establecer la determinacién del medio ambiente sobre el hombre y sus acciones, de enfrentar el enigma de la formacién étnica de esos hombres. El paralelo con la Vendée se debe a que, considerando Ja instauracién de la Republica en el Brasil en pie de igualdad con la Re- volucién Francesa en Francia, un movimiento insurreccional en el serton slo puede sex contrarrevolucionario. La Revolucién Francesa tuvo su po- tencial innovador desafiado, dentro del mismo territorio de la nacién, por Jos campesinos de la provincia de la Vendée, que en 1793 se levan- taron en armas exigicndo Ia restauracién del Ancien Régime con rey y todo. Lo que sucedia ahora en ef Brasil, aunque un siglo después, debia ser Ia misma cosa. Un grupo de gente desconocida, perdida en el seno + Buena investigacién hecha por Olfmpio de Sowza Andrade, que figura en ja citada Obra Completa de Aguilar. Ver también, del mismo autor, Historia e Inter- pretago de “Os Sertdes”, 1966, Sdo Paulo, Ed. EDART, 3* ed. xIV del sertén, estaba enfrentando y derrotando a las fuerzas del Ejército Nacional, movida por razones ignoradas. No podia dejar de ser un peli- groso intento de restauracién mondrquica contra el régimen republicano nuevo (ni siquiera diez afios de existencia) que, a su vez, encarnaba Jos ideales revolucionarios franceses de 1789. Por eso, Canudos era “A nossa Vendéia’. Digase por anticipado que Euclides superd esa propo- sicién y que cuando escribié Os Sertées ya no creia en clla. Conyocada la cuarta y poderosa expedicién a comienzos de abril, no por eso sti curso caminé mas de prisa. Dificultades de toda indale com- plican la victoria que parece a la vista, dado el volumen de los medios movilizados para conquistarla, Y entonces, a mediados de julio, Euclides publica su segundo articulo bajo ¢l mismo titulo. Vuelve a insistir en las dsperas condiciones de la naturaleza y del adversario que los soldados deben enfrentar, Esta vez se detiene en la accién militar, tejiendo al- gunos comentarios, todos favorables y justificatorios, sobre las razones que hactan demorar ef desenlace de la campaiia. Aqui aparece otro rasgo de Os Sertées donde estarA presente un minucioso andlisis de cada paso del Ejército en guerra, 10s aciertos y equivocaciones, las posibles alternativas, las responsabilidades asumidas ¢ no. En fin, una postura de estratega del Ejército. En Os Sertées, Fuclices, aunque deplora Ja suerte de Jos insurrec- tos y la crueldad con que fueron tratados, al mismo tiempo, come si no hubiese ninguna contradiccién en eso, sefiala la estrategia que habria vuelto més eficiente la accidn del ejército. Pero ¢l tiempo de revision todavia no habia Ilegado; en este segundo articulo de “A nossa Vendéia”, el sertanejo aim es una incdégnita a la cual se le aplica un reconfortante estereotipo —es “el enemigo”— y cl soldado brasilefio alin es el héroe. La publicacién de esos dos articulos debe de haber influido para que se produjera en el destino de Euclides un cambio importante. Pues esa camparia, en la cual a esta altura convergian tropas del pais entero bajo el mando de tres generales, no se decidie. Esperdbase de ella que fucse fulminante, ya que no habia posibilidad alguna de comparacién entre las fuerzas em choque. De un lado estaba el Tjército, equipade con el inds moderno armamento, incluyendo armas de repeticién y cafiones, coman- dado por una oficialidad de carrera ya yeterana de otras represiones, dotado del entusiasmo guerrero de quicn va a defender uma causa justa, ardiente de animacién republicana, Ademas, muchas de las fuerzas que operaban en esta guerra ya habian tomado parte en otras campafias pacificadoras, pues lo que no faltaba en esa época eran rebcliones y levantamientos internos. Del otro lado habia unos pobres diablos analfa- betos, que dispontan de armas muy primitivas, cuchillos, hoces, fusiles obsoletos que funcionaban con pélvora improvisada y balas de picdra. EF] volumen de la campafia era respetable; y, debido a su interminable acrastrarse, el mismo Ministro de Guerra termind por dejar su oficina en Rio de Janeiro, por entonces capital del pais, para mudarse al sertén, xv instalando su cuartel general en Monte Santo, cerca de Canudos. En su comitiva va Euclides da Cunha, oficialmente agregado al Estado Ma- yor. Iba en una posicién privilegiada, ya que, si su misién era sélo hacer reportajes para ef diario O Estado de Sao Paulo, tenia una situacién mejor que la mayoria de sus colegas. Para ser considerado un reporter, Euclides acumulaba calificaciones. Ya habia escrito extensamente en varios diarios y desde hacia varios afios; era autor de dos articulos que trataban precisa- mente sobre esa guerra; y, calificacién no menos valiosa que las otras, era militar. éPor qué ese sibito interés de la prensa por esa Jejana rebelién? Pocos temas —y casi siempre fucron temas relacionados con la seguridad ma- cional— habian obtenido de Ja prensa brasileiia tal wnanimidad de opi- nién y de exploracién. En 1897, y especialmente a partir de la derrota de la Expedicién Moreira César en marzo, es imposible abrir un diario brasilefio sin que ese tema ocupe sus mds importantes espacios. Aquello que anteriormente era noticia esparcida se vuelve seceién fija, con titulo propio y en la primera pagina. E impregna todas las categorias en que se dividen las notas del diario. La Guerra de Canudos invade el edito- tial, la erénica, el reportaje, el anuncio y hasta el humor. Como fuerte vehiculo de manipulacién, antes de Ia era de la comunicacién electrénica, el diario, al servicio de corrientes politicas a quienes interesaba crear pénico y concentrar las opiniones alrededor de un solo enemigo, presté servicios inestimables, Como no era una invasién, no se podia contar con un enemigo externo; estaba aqui, bien a mano, y tan marginado que ni siquiera podria protestar contra el papel que le atribuian, de un enemigo interno. La funcién de la prensa fue ser portavoz de las refe- ridas corrientes, lanzando un grito de alerta y de convocatoria del cuerpo nacional amenazado por la subvcrsién interna. No fue la primera ni serd la diltima vez que la prensa se presta a eso; basta abrir el cjemplar de hoy. Mas ciertamente, en el caso del Brasil, fue de un pionerismo, extraordinario. Y cuando ese pionerismo sirve mds para avergonzar que para honrar, la eficacia del vehiculo, como sucedié en tal momento, es enorme, Los diarios de Ja época son pélvora pura. Cuando legé a Rio y a Sao Paulo Ja noticia de la derrota de la Expedicién Moreira César, Ja agitacién de Ie calle —que, claro estd, no es espontdnea, tiene sus lideres que la conducen hacia objetivos especificos— ¢contra quién se dirigi6? ¢Se invadié el palacio de la presidencia de la Republica, se arrojaron bombas en embajadas, se atacaron cuarteles, se agredié la ban- cada bahiana en e] Congreso? No: se empastelaron cuatro diarios monér- quicos, tres en Rio y uno en Sio Paulo. El saldo de muertos ese dia registra sélo uno, un petiodista llamado Gentil de Castro, abiertamente filiado a grupos monérquicos, abatide en un atentado en una plaza en Ja capital del pais. XVI Cuando la nacién atravesaba una época de gran inestabitidad econd- mica y politica, la conocida téctica de atribuix la culpa a un enemigo que es enemigo de todos fue utilizada con felicidad. Recordemos a los judios en la Alemania de Hitler. El fantasma de la época era la monar- quia, Pero los mondrquicos eran pocos y demasiado conocidos; se trataba de algunos figurones del Imperio que atm sobrevivian, pues la mayorla de ellos se habia adhcrido el nuevo régimen. La joven Repiiblica que a esta altura no habia cumplido su primera década, ya habia tenido que enfrentar dos gucrras civiles, Ia Revolucién Federalista, que habla mantenido al extremo sur en pic dc gacrra durante algunos afios, y la Revuelta de la Armada. Y aunque fucron rebeliones confusas y no se sabe muy bien qué pretendian —probablemente, esto sélo se sabe con certeza cuando ganan y no cuando abortan— fucron inmediatamente calificadas de monarquicas. Pero, en ambos casos, sc trata de revueltas institucionales, la primera con jefes politicos conocidos y la segunda abar- condo una parte de la Marina. En el caso de Canudos hubo una feliz coincidencia. De hecho, aquel conglomerado de gente perdida en Jos confines del sertén sélo tenia, cuando Ia tenia, una vaga idea sobre lo que significaba vivir bajo un régimen republicano y ya no bajo un régimen monérquico. Se sabe, por ejemplo, que Anténio Conselheiro encontraba inmoral que los republi- canos hubiesen expuisado del Brasil a la familia real, en la cual figuraba Ja Princesa Isabel que habia firmado la ley de beracién de los esclaves. Muchos de éstes se contabar entre los seguidores de Anténio Conselbeiro. Otra restriccién que hacia era Ia institucién del casamiento civil, que Je quiteba el matrimonio su carécter de sacramento y lo transformaba en un contrato como cualquier otro. Estas dos objeciones se encuentran documentadas en un manuscrito atribuido a Anténio Conselheiro, que retine sermones y prédicas, recientemente publicado'. Lo que bastaba para que el poblado de Canudos fuese transformado en foco de una cons- piracién restauradora con ramificaciones nacionales e internacionales. Una vasta red mondrquica, con sede en Paris, Nucva York, Londres y Buenos Aires, munida de recursos financicros infinitos, enviando conti- nuamente armamento modernisimo a través de sus eficientes canales secretos, providenciando especialistas extranjeros que venian a entrenar a los rebeldes, se ponfa en movimiento para tomar el poder en el Brasil *, De todo ese movimiento, Canudos cra apenas cl foco provoeador, abicr- tamente insurgente, que aglutinaria al Ejército mientras el resto del pais quedaria desguarnecido y serfa presa facil de las fuerzas conspiradoras. 3 Ataliba Nogueira, Antéuio Conselheiro y Canudos, 1974, Sia Paulo, Comp. Editora Nacional, * Ver, por ejemplo, en Jos mtimeros del 2 de agosto de 1897 y del 7 de agosto de 1897, det diario caricca Folha da Tarde, los telegramas enviados por tos corres- ponsales en el Exterior. xv Ek tinico problema es que nada de eso existia ni Antdnio Conselhciro estaba informado. A Ja acusacién de mondrquico vino a sumarse otro elemento forma- dox de Ia feliz coincidencia: el desconocido rostro del encmigo. Nadie sabla quién era, qué pretendia, qué lo motivaba, por qué resistia, en nombre de qué luchaba, qué [o hacia apegarse con tanta furia a ese desierto de piedra y cactos tan alcjado del alcance de cualquier camino. Tanto més fécil para proyeetar en él Jo que sc quisiese, toda especie de miedo, de horror, de repulsa. Con seguridad no era brasilefio, Era otra gente, otro pueblo, hasta otra raza. Los diarios de la ¢poca, en su irresponsabilidad, se encargeban de divulgar toda especie de repre- sentacién en que los sertanejos aparecian con epitetos de animales, mons- truos, seres imaginarios, cualquier cosa que los despojase de su obstinada Inumanidad. Tal vocabulario no es privilegio de los periodistas; de A se sirven politicos destacados, jefes militares, hombres publicos dedicados a_la defensa del fiberalismo, como Rui Barbosa. Este ultimo, por ejen- plo, en una conferencia pronunciada en la capital de Bahia y que fue publicada en quince partes por el diario O Comércio de Séo Paulo Cedicioncs del 9 de junio al 7 de julio de 1897), califica a Jos canu- denses de “horda de mentecatos y galeotes” y los considera un caso de policia. Debe de haberse producido un alivio general cuando se pudo nombrar al enemigo. Tenga en consideracién el lector que él no era un ex politico del Imperio ni su hijo o primo, que no era un militar en rebelién, que no era un esclavo negro, que no era indio, que no era un ciudadano. Ex su primer articulo de Ja dupla “A nossa Vendéia", Luclides lo Nama sertanejo y tabaréu, sinénimos de habitante del interior. Ya en el segundo articulo utiliza el vocablo que estaba en boga en los periédicos para desig- narlo: jagunco. En ese segundo articulo, tanto como en los reportajes que hace como enviado especial de O Estado de Séo Paulo, conjunto que més tarde rete en libro bajo el titulo de Didrio de uma Expedigéo, la palabra aparece subrayada denotando su extrafieza. Més tarde, en Os Sertées, el subrayado desaparece, la designacién estd incorporada a la norma del discurso. Las comparaciones histéricas que Fuclides hace en aquel segundo articulo no son de las més lisonjeras para el encmigo. Sceuramente no lo hace a propésito, pero las analogias que Ie acuden son todas racistas. O bien el Ejército brasilefio enfrentando a los sertane- jos se compara a los romanos enfrentando a los barbaros, o bien a europeos modernos enfrentando negtos en el Africa, La concepcién subyacente es de un embate entre civilizacién y salvajismo, entre raza superior y raza inferior. + Con dos ediciones: Canudos - Didrio de uma Expedicfo, organizada por SimBes des Ress, 1929, Rio, Joe Olympio Editors; y, Cammdos ¢ Inedios, organizada por Olimpio de Souza Andrade, 1967, 8. Paulo, Editora Melhoramentos. XV E] término jagengo, desde entonces incorporado a las letras patrias sin subrayado, tiene un campo semantico fluctuante. Usado alternada- mente con el de cangaceiro, significa guardaespaldas a sueldo. Sélo que jagungo es mas usado en los sertones del norte de Mimas Gerais y de Bahia, micntras cangaceito es mas corricnte en los estados del nordeste, como Sergipe, Alagoas, Paraiba, Pernambuco, Rio Grande do Norte y Ceara. En cuanto al origen de estos términos, cangaceiro es el que vive debajo del cangage, siendo cangage el conjunto tipico de armas que usa —dos cartucheras cruzados al pecho, dos mochilas colgadas de los hom- bros y ievadas debaje de los brazos, pufial, pistola y rifle. No se debe olvidar, por su importancia emblematica, el conocido sombrero de cuero con sus adornos. La palabra jageco se debe a un traslado por metonimia, pues es el mismo nombre de la vara con punta de hierro que se usa para conducir ganado, instrumento de trabajo obligatorio para el habitan- te pobre de las zonas pecuarias extensivas que componen el sertén ?. De ahi hasta la ampliacién e utilizacién que el término tuvo y tiene, corre mucha agua. De cualquier manera, jagungo se usd y se usa hasta hoy para designar bandido, hombre violento que anda armado sin ser parte del aparaio del estado o de las fuerzas armadas regulares. Llamar a los canudenses jagungos era lo mismo que Hamarlos, a todos e indiscrimina- damente, bandidos. Como se ve, la denominacién de jagungo referiase a la especificidad del enemigo por un lado y por el otro se usaba con todas sus connotaciones peyorativas. En ef Diério de uma Expedigéo, como se titulé el conjunto de repor- tajes que Euclides escribié como enviado especial del O Estado de Sao Paulo, se percibe cudm poco asistié Euclides a la guerra. Cerca de dos tercios de los reportajes relatan el viaje para llegar all4, y apenas el tercio restante es narrado pox testimonio ocular. Una de las dificultades de la lectura de Os Sertdes reside exactamente en eso: dada la eleccién del foco narrativo, cl lector no sabe con qué tipo de fuente estd luchan- do. Por eso, quede aqut Ia informacién, Euclides envié su primer repor- taje de los vivaques que constitutan el cerco de Canudos fechado el 12 de setiembre, habiendo presenciado, en consccuencia, menos de un mes de la guerra, que terminaria el 5 de octubre. La trayectoria que el pensamiento de Buclides recorrid en relacién con Io que pensaba sobre esa guerra cs pasible de ser acompafiada en las sucesivas paginas de ese Didrio. Ademds, no es muy diferente de lo que ocurxié a los demés periadistas. El cotejo entre los reportajes mucs- tra algunas constantes reveladoras. De inmediato se advierte que los periodistas se ditigian a Canudos sabiendo de antemano Io que iban a informar. Los primeros materiales enviados son siempre una serie de 1Para un estudio de] origen de Ja palabra jagunco y de sus usos, ver José Calasans, “Os jagungos de Canucdos”, en Revista Caravelle, N° 15, 1970, Toulouse, Coleccién ce los’ Cahiers du Moade Wispanique et Luso-Brésilien editados por 1a Universidad de Toulouse. xx férmulas. Los rebeldes son monérquicos, bandides, fandticos, herejes, perversos, animalescos, traicioncros, sirven a intereses reaccionarios ideologias exéticas, no son brasilefios. Los soldados son patriéticos, heroi- cos, abnegados, sublimes en su entrega a la causa republicana, eficientes, disciplinados, civilizados. La Repiiblica est4 en peligro, urge salvarta a cualquier precio. Aim no estaba de moda hablar de un bafio de san- gre y el genocidio atin no era calificado como una estrategia moderna. Mas a cierta altura de los reportajes se advierte que la observacién comienza a hacer peligrar las formulas. Los periodistas empiezan a des- confiar de que no estén tan bien informados y empiezan a registrar sus dudas. Y casi todos empiezan @ escandalizarse con las practicas que pre- sencian. Cuando la guerra termina, y de la manera como termind, estan todos contrariados y a disgusto. Todos los grandes diatios brasilefios mandaron enviados especiales al escenario de la guerra, y en algunos casos el periodista era también un combatiente. Fuera de O Estado de Sao Paulo, publicaron rcportajes en serie los siguientes diarios: Gazeta de Noticias, A Noticia, Jornal do Bra- sil, Jornal do Comercio, O Pats, Repitblica, todos de Rio; Didrio de No- tetas y Jornal de Noticias de Bahia. Entre los periodistas figuran los nombres de Lelis Piedade, del teniente coronel Siqueica de Menezes (con el seudénimo de Hoche), del coronel Favila Nunes, del capitan Manuel Benicio, del mayor Manuel de Figueiredo, de Alfredo Silva, y del mayor Constantino Néri. Sin duda, el mejor reportaje es cl de Manuel Benicio para el Jornal do Comércio. Emplea menos férmulas que los demas, baja a minucias como él precio de la comida y del jabén para lavar Ia ropa, describe la desorganizacién y el hambre que él mismo y los soldados estén pasando, cuenta la mala localizacién del campamento responsabilizindola por el hecho de que los combatientes sean alcanzados y muextos dentro de Jas tiendas. En fin, su zelato es tan vivido que, naturalmente, la cobertura que hace es bruscemente interrumpida y él se retira a Rio de Jancivo después de enviar un dltimo reportaje fechado el 24 de julio, sin cubrir, por lo tanto, el perfodo decisive y final de la campaita. Quien perdié fue el registro histérico. Mas tarde, Manuel Benicio escribird un libro sobre la guerra, titulado O Rei dos Jagungos, pero lamentablemente sin la fuerza de las notas periodisticas. Fste libro sale en 1899, tres afios antes que Os Sertoes. Como periodista, Euclides tiene una postura peculiar que se podria definir como altanera, Las férmulas estén presentes, asi como el desper- tar del conflicto de conciencia, del mismo modo que en Ios reportajes de los demés. Mas él se rehusa a ver todo lo que no sea grandioso y heroico. Asi, un incidente que empaiid el brillo triunfal de la partida del Ministro de Guerra y que ocurrié en el mismo navio en gue él viajaba —un voluntario reclutado a la fuerza se arrojé al mar para xx huir, pero fue pescado, el pobre, de vuelta— encuentra registra en otros reportajes pero no en el suyo. Alfredo Silva relata el episodio en su primera nota para A Noticia, con fecha de publicacién del 10/11 de agosto y fecha de escritura el 4 de agosto, ya en Bahia; también cuenta que el inmediato estaba con célico. La férrea censura que los periodistas afrontaban y contra la cual protestaban, a punto de pasar informaciones veladas sobre ella a los Iectores, no es, ni de lejos, mencionada por Eu- clides, siquiera en Ja mds vaga de las alusiones. La prdctica de atroci- dades, tales como el degiiello sistemdtico de los prisioneros y que él mismo denunciar4 apasionadamente cinco afies mds tarde en su libro, no existe en sus notas; pero Lelis Piedade y Favila Nunes Jo informan. El comercio de mujeres y nifios comprados por los vencedores tampoco existe. Mientras tanto, el Comité Patriético de Bahia intervino en eso con energia, rescatando a los nuevos esclavos en Ja medida en que pudo hacerlo y publicando su informacién con la firma de tres de sus miem- bros, en Ios diarios, inclusive en O Comércio de Sao Paulo. Si ahora se adoptan huerfanitos vietnamitas en un gesto de caridad cristiana miblica, para redimirlos del mal ¢ integrarlos a los valores de Ja sociedad bur- gucsa occidental. en Ja época era costumbre adoptar jaguncinhos. Hasta generales de Ta guerra lo hicieron conforme cuentan Jos periodistas. Eucli- des también consiguié uno, mas no menciona cl hecho en sus reportajes. Y aunque no lo registra en los repartajes, est la anotacién en su libreta de campo, sélo akora publicada: "Noto con tristeza que el jaguncinho que me fue dado por el general continiia enfermo y quiz4 no resista el viaje hasta Monte Santo” *. El Didrio de uma Expedicao, 2 medida que progresa, va torndndose oscilante en lo que dice respecto de !as convicciones iniciales del perio- dista, perturbado por la resistencia sorprendente de los insurrectos, ante Jos cuales no consigue esconder su admiracién. Mas a cada rato recae en consideraciones sobre la existencia de almin misterio detrds de ese fenémeno, y a veces termina sus telegramas con un "jViva la Repiblica!”, o “jLa Repdblica es inmortal!”. Y no era sélo él; como todos se creian en plena Reyohucién Francesa, también Jos militares participantes de la campafia se dirigian unos a Jos otros con el epiteto de Ciudadano. El final de la guerra y la manera como ese final fue conseguido cau- saron un trauma cn el sector ilustrade de 1a sociedad brasileita. Como el poblado no se rendia, fue ocupado de a poco en sangrientas batallas v la solucién final fue lograda por [a utilizacién de una forma primitiva de napalm. Sisteméticamente, sc arroi4 kerosene encima de Jos ranchos, después de Io cual se tiraban hombas de dinamita, cuya explosién provo- caba incendios generalizados. Periodistas y soldados vieron a los habitan- 1 Euclides da Cunha, Caderacta de Campo, 1975, Sd0 Paulo, Ed. Cultrix, INE, org. por Olimpo de Souza Andrade, p. 55. XX tes de Canudos incinerados, vieron cuerpos en amas, vieron mujeres con sus hijos en brazos arroigndose al fuego. Si en el inicio del conflicto la reclemacién general pedia el exterminio, y la hacian Jos estudiantes, los diputados y senadores, Ios intelectuales, los periodistas, Ios militares, entonces el viraje cra completo. Fin el momento en que el exterminio era efectivo, todo el mundo se escanda- lizaba. En el nivel del discurso, los términos peyorativos aplicados a tos canudenses son sustituides por las palabras “brasilefios” y “hermanos”. Muertos, se vuelven humanos y compatriotas. Rui Barbosa, una gloria nacional, que antes los habia calificado de "horda de mentecatos y galeo- tes” los Hama ahora “mis clientes” y declara que va a pedir habeas corpus para ellos, para los muertos, es claro’. Manifestaciones de pro- testa surgian por todo el pais; entidades ptiblicas y privadas rehisan participar en [as conmemoraciones de Ja victoria. La vergiienza nacional es general. EF] Efército queda cubierto de oprobio. Pasado el peligro, viene el remordimiento. Hay un prcceso generalizado de mea culpa. Los libros sobre la guerra en tono de demuncia empiezan a aparecer y culminan con Os Sertées. El proceso arriba descrito explica en gran medida el inmediato y extraordinario éxito de Os Sertdes y la elevacién de su autor a la celebridad. Como todo gran libro, también éste organiza, estructura y da forma a tendencias profundas del medio social, expresindolas de manera simbélica. Parece como si el proceso de expiacién de ta culpa colectiva hubiese alcanzado su punto més alto en este libro. E incluso el recelo manifestado por Euclides ante la publicacién demostrd ser in- fundado, pues los poderes constituidos y el mismo Ejército recibicron el libro con inmenso alivio?. Adin hoy, este libro dificil, muy comprado y poco leido, figura obligatoriamente en los estantes de los hogares brasi- lefios medianamente cultivados. La mayoria de sus poscedores ni sabe qué hay dentro del libro, pero sabe que debe enorgullecerse de él. Por otro lado, un pueblo capaz de tal esfuerzo de autoeritica es un gran pueblo, Nos equivocamos, pero publicamos nuestra confesién y arrepentimiento, Que eso no resucife a los injustamente mucttos ni abra Jos ojos para que se modifique la situacién de los que viven en injusticia, es frrelevante. En cambio, tenemos en nuestro acervo cultural nacional un libro como Os Sertées. Entre el fin de la guerra, el 5 de octubre de 1897 y Ia publicacién de Os Sertées el 1° de octubre de 1902, pasan cinco afios. Son los aitos en que Euclides se dedica a recoger informacién sobre la campafia, en libros y diarios, tanto como a estudiar teorias que le auxiliasen a com- prender lo que habia pasado. Es el conmovedor esfucrzo de un intelectual 1 Estas afirmaciones se encuentran en forma de notas para un discursa piiblico ave Rui Barbosa finalmente no pronuncié, Ver Oliimpio de Souza Andrade, Historia @ Interpretacéo de “Os Serties”, 1966, Sin Paulo, Ed. EDART, p. 144. + Anténio Candido, “O escritor e o piblico”, Literatura ¢ Sociedade, 1965, Sao Paulo, Comp. Editora Nacional. Xx honesto, diplomado como profesional liberal en los mayores centros ur- banos del pais, que trata de entender a su propio pueblo. Dos factores Jo atrapan seriamente. Primero, tener que lidiar con un movimiento religioso a partir de una formacién cientifica y positivista. Segundo, la diferencia entre cl sertanejo brasilefio y cl campesino europeo, éste afe- rrado a la ticrra, con honda tradicién y costumbres bien conocidas. La vision por cierto es determinista, Io que ya se evidencia en las tres partes en que se divide ef libro, tituladas “A Terra”, “O homem” y “A luta”. Euclides intenta demostrar que, dado el medio ambiente natural y dado el medio ambiente social que incluye la raza, sélo podia ocurrir lo que ocurrié. Para él, geografia y clima determinan la constitucién de Jos agrupamientos humanos, mientras la raza determina el tipo psicoldgico v cl comportamiento colectiva +, De los cruzamientos raciales entre indios y blancos, (pocos negros en su opinién), en el aislamiento del desierto, el resultado seria el mestizo, de temperamento inestable, presa facil de todo tipo de supersticiones e incapaz de construir una cultura. En mo- mentos de crisis, saldrian a flote las caracteristicas de las razas inferiores que habian cntrado en Ja mezcla v que se realizan en el misticismo. Grosse modo, esa cs la explicacién que encuentra para el fenédmeno. In- fluide por los tedricos del comportamiento anormal de las multitudes —tema que habia marcado el nacimiento de las ciencias sociales en el siglo x1x, estando el pensamiento eurapeo atin confundide por los hechos de Jas turbas desenfrenadas de la Revolucién Francesa— Euclides se ve frecuentemente cn dificultades para explicar el desempefio innovador de esos mestizos degenerados. Al mismo tiempo que afinma y reafirma su teoria racial, va mestrando la inventiva increible de los canudenses, que desarrollan sofisticadas tacticas de gucrrilla para enfrentar una guerra de tipo convencional. Euclides las admira v registra, sin advertiy la contia- diccién en que cae. ¥ atin provocan la admiracién del lector actual, incluso después que el mundo conocié las proezas de Jos vietcongs en este campo. La repeticién inecsante de afirmaciones contradictorias ofrece la posi- bilidad de que se Iean des libros en uno solo. En uno de ellos los rebeldes son heroicos, fuertes, superiores, inventivos, resistentes, impavides. En cl otro son ignorantes, degenerados, racialmente inferiores, anormales, atributos que impregnan también, por extensién, a su lider, Antinio Conselheiro, y a 1a misma aldea donde vivieron. Fuclides, movilizando sus conocimientos de militar y asumiendo su postura de estratega, critica Asperamente Ia incficiencia del Ejército, al mismo tiempo que se emocio- na con sus grandes arrebatos 0 con actos de heroismo individual de los soldados. Como esas afirmaciones surgen entrelazadas, el resultado Tite- rario es Ia presencia constante de Ia figura de la antitesis y del oximoron. * Antonio Candide, “Euclides da Cunha socidlogo’, O Estado de Sao Paulo, ni- mero del 13 de diciembre de 1952. XXL El sertanejo es un Hércules-Quasimodo; Anténio Conselheiro podria tanto haber ido a parar ab hospicio como a la Historia, cierta regién del pais es una Siberia canicular, el coronel Moreira César podria recibir la ca misa de fuerza o la ptirpura, el sertén es el paraiso, Esa exasperada manera de escribir, tratando de reunir en un solo plumazo dos extremos, con- fiere una enorme tensién dramatica al texto. Incluso en las dos primeras pattes, antes de entrar propiamente en su tema de historiador de la guerra, Ta descripcién del medio geogréfico y del hombre que vive en él es concebi- da con recursos de ficcién dramdiica. Los elementos naturales actiian como fuerzas vivas, el suelo se retuerce y estalla, las plantas agreden con sus es- pinos ardientes, las aguas se precipitan, las tinieblas saltan, el dia fulmina *. La antitesis incluye también el contacto draméatico del intelectual con el pueblo al que pertenece. ¢Cémo obtener una combinacién armoniosa, una sintesis entre lo que fue aprendido en los libros y en Ja convivencia urbana, con ¢sos extraiies peligrosos, tan brasilefios como nosotros? ¢

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