PRESENTACION
«MI HISTORIA LE parecié una novela, y seguramente
fingida,, reconoce Servando Teresa de Mier (1763-
1827) que tal fue la reacci6n de uno de sus
interlocutores cuando le narré sus peripecias. Iden-
tificacién entre la vida agitada y la -novela, entre
ésta y lo que colinda con la mentira y la exagera-
cion, No era para menos cuando el relato central de
Jo vivido por este sacerdote mexicano lo confirma:
el -cuento», casi increible, de una serie de carceles,
sucesivas fugas, detenciones, las maniobras de una
perpetua persecuci6n y de una constante movili-
dad. Fabula y ficcion en el ms viejo sentido: en el
de Simbad el Marino o Ulises. Sin embargo, hechos
reales, acaso magnificados, desproporcionados,
como el mismo género «novela» que es por si mismo
algo -creible-. Ya varios lectores han puesto en guat-
dia sobre el exaltado ego» de fray Servando, lo que
no resta interés o importancia a sus hechos y a sus
textos. Etemo ir de un sitio para otro, comtin, por
otra parte, a otros latinoamericanos de su tiempo,
miembros de la galeria de los -precursores»: el pe-
ruano Juan Pablo Viscardo, el venezolano Francisco
de Miranda.
Espafia lo recibe en los peores calabozos: como
eran de males y cémo se fuga alcanzan el mejor
humor de sus p4ginas. Pero la estancia en ese reino
le depara tres tipos de conocimiento. Para un hispa-
noamericano de finales del siglo XVII y primera
mitad de la siguiente centuria los dias finales de la
época colonial y comienzos de la Independencia—
una aguda sensibilidad de «americano» o «indiano-.
Es mas, sus pesares vienen de serlo y de ta condi-
5cidn de subdito de segunda categoria. De hecho, en
Espafia tecibe ayuda de habaneros, colombianos,
quitefios, mexicanos, a quienes considera compa-
ttiotas y fo exaspera la diferencia: en su patria,
Andhuac, era libre y feliz, en la Madre Patria es un
eterno perseguido. Como va buscando justicia-, es
decir, justificarse ante las autoridades, su actuacion,
que él dice bien intencionada, topa con los mecanis-
mos burocraticos de las Cortes corruptas y venales.
No queda entonces sino un paso Para que sus pagi-
nas destilen un furibundo antiespafiolismo, casi una
deyenda negra-: slo encuentra paisajes yermos,
pueblo ignorante y citadinos inmeorales. Sus chis-
peantes descripciones de Madrid han sido compara-
das con los dibujos, grabados y pinturas de Goya:
“En ninguna parte de Europa tienen el empefho que
las espafiolas por preseniar a la vista los pechos, y
las he Hegado a ver en Madrid en el paseo publice
con ellos totalmente de fuera, y con anillos de ore
en los pezones. Lo mismo que en ios dedos de los
pies, enteramente desnudes, como todo ef brazo
desde el hombro-,
Perscguida, escapado, no le queda otra salida que
huir a Francia, que en ese momento vive bajo la era
del terror revolucionario. Una paradoja que mas tar-
de novelara Alejo Carpentier en FI siglo de las iuces:
por la ruta de los Pirineos escapan las victimas de la
monarquia y la inquisicién espafiola, hacia Espana
emigran los mondrquicos y los sacerdotes franceses
espantados. Por esta raz6n, fray Servando seria pa-
froco en Paris. En Francia entabla relacién con el
también itinerante venezolano Simén Rodriguez. De
Lutecia se va, a pie, a Italia. Roma, la ctudad eterna,
no edifica su moral. Sus narraciones de la peninsula
parecen un macabro cuadro barroco: supersticio-
nes, ignorancia, pueblo dado al juego de la loteria y
a carnavales estrepitosos, depravacién, mujeres ho-
Tribles, no deja de anotar este hombre de quien se
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