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ENSAYO-ACTUALIDAD Antonio Elio Brailovsky nacié en 1946, Es licenciado en Economia Politica (UBA, 1969) y profesor titular de Introducci6n al Conocimiento de la Sociedad y el Estado (CBC-UBA, por con~ curso) desde 1985, y profesor titular de Ecologia y Medio Am~ biente de la Universidad de Belgrano desde 1990. Ha sido Convencional Constituyente de la Ciudad de Buenos Aires y ¢ autor de Ios textos bisicos para el capitulo ambiental de la Consti~ tucién de Ja Ciudad. Entre 1998 y 2003 fae Defensor del Pueblo Adjunto de la Ciudad de Buenos Aires. Es autor, entre otros, de los siguientes libros: Buenos Aires y sus rfos (1999), Verde contra verde: as difeles relacones entre economia y ecloga (1992), La ecoegla y e futuro de ta Argentina (1992), Esta, nuestra tinica Tiera (1992), La ecologia ent la Biblia (1993) y, con el sello de Pro Ciencia-CONICET, El am- bicnte en las soiedades precolombinas (1996), El ambiente en la sociedad colonial (1997), El ambiente en la civilizaién grecoremana (1997) y El ambiente en le Elad Media (1997).TTiene tees hijos y dos nietas. Dina Foguelman nacié en Mercedes (Buenos Aires) en 1936. Es bidloga (UBA), ecdloge egresada de la Faculté des Sciences de Montpellier (1966), ex investigadora del CONICET y ex profe- sora de la UBA y de la Universidad de Belgrano. Es también pro~ fesora en diversos posgrados ambientales nacionales. Es autora de seis libros, de 29 trabajos de investigacién y 35 de divulgacién y pedlagigicos de contenido ecoldgico y ambiental publicados, ade~ mis de un libro en prensa y tres inéditos. Obtuvo el premio José Babini (CONICET 1990), ef de Editorial Sudamericana de Ensa~ yo 1991, y el Ricardo Rojas de lz Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires 1990, en colaboracién con Antonio Brailovsky. Ac- ‘tualmente esti vinculada al movimiento de produccién orgini- ca argentino, Este libro ha ganado el Segundo Premio del Concurso “Ensa yo € investigacién periodistica argentina” 1990 de la Editorial Sudamericana, y el Premio Ricardo Rojas de la ciudad de Buenos ‘Aires. ANTONIO ELIO BRAILOVSKY Dina FoGUELMAN MEMORIA VERDE Historia ecologica de la Argentina EI DEBOLSHLO Brava Aeoie| ‘Mono wede/Antosia Bena y Dine Foca 8 Beno Ala: Dbl, 2009. Ed ps Id em (Eyo.Actad) 196N 987513830. {rea Argetioo- Fogulaan ina Tl ABs Primera ediet6n: marzo de 1991 Vigesimoprimera edicién y octava bajo extesello: junio de 2009 Diseiio de la portada: Equipo de disefo editorial {© 1991, Editorial Sudamericana 8. ‘Humberto 1531, Buenos Aires, Argentina Queda rigurosamente prohibida, sin la autorisacin escita de los tialares del copyrighe; bajo las sanciones establevidas en las leyes a reproduceién parcial o total de esta obra por cualquier medio 0 procedimiento, comprendidos la reprografi ye tratamiento informatico,y la distribuclon de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo pablicos. Impreso en la Argentina ISBN 10: 987-1138.30-X ISBN 13: 978.987-1138.30-2 Queda hecho el depésito que previene la ley 11.723. Publicado por Deboslle bao licencia de Editorial Sudamericana SA worverhen.comar ra edicin de 4000 ejmmplaces se termins de imprimir en En. Araoe SLL, ‘Ax San Martin 1265, Ramos Meja, Bs. As, en elmes de jana se 2009, “El Gran Khan ha adoptado otra dispo- sici6n, igualmente dtily sabia. Ha ordenado que a ambos lados de las carreteras puiblicas se planten rboles de wna especie que crece muy alta y gruesa, separados entre sis6lo dos pasos. ¥ estos érboles sirven —ademés de la ventaja de su sombra en el estio— para se- falar el camino e impedix que alguien se aparte de él cuando la tierra esté cubierta por lanieve. ¥ esto es muy dtil alos viandantes, a quienes brinda gran comodidad y seguri- dad, También designa comisionados para vi- agilar el cuidado de los Arboles y el buen estado de los caminos. "Y algo més os contaté: los astrélogos del reino han dicho al Gran Khan que quien plan- ta drboles tiene asegurada larga vida. Y por eso el Gran Seftor gusta de plantar érboles.” Manco Poto, Vigjes, cap. XXVIII Prdlogo La historia no oficial Por qué volver a leer nuestea historia de otra manera? Porque a los argentinos nos falta el pasado. Entre fines del siglo KIX y comienzos del XX se construy6 la llamada historia oficial, una forma de ver el pais que transformaba a algunos hombres en hé- roes homéricos, caricaturas de bronce de si mismos, y a otros en pérfidos villanos. Exte recorte politico de la realidad nos privé de lo més impor- tante de la historia, que es su caricter de experiencia dramitica, compartida por un pueblo, Y asf como perdimos los rasgos huma- nos de préceres y malvados, también perdimos el pafs en el que se movieron, el ambiente que ellos conocieron y transformaron. En este libro hemos desarrollado una forma de pensar nuestra ecologia y nuestra historia de modo entrelazado, lo que nos per- mite entender las dos de otra manera. Asi, aparecen explicaciones de hechos que, sin ese aniliss, se nos presentaban anacrénicos, icracionales, antisociales, 0, por el contratio, excesivamente altrnistas; en sintesis, poco comprensibles. Esta forma de pensamiento ¢s s6lo tna de muchas formas po~ sibles, desarrollada sobre la base de la informacién obtenida acerca de algunos de nuestros recursos naturales, sus manejos, sus triste~ ‘as, miserias y éxitos, y sus consecuencias sobre la calidad de vida de las personas. Esta historia ecoldgica no es solamente una investigacién sobre hechos lejanisimos de nuestro pasado. Fs, también, una herramienta de accién, Esperamos que el conocimiento nos ayude a incluir la aproximacién ecologica en nuestra vida diaria, no sélo como acti- 9 r i ‘tad individual, sino inserta en hibitos sociales. Que podamos pen- sar en cémo consttuir y c6mo evitar que se desnaturalice el medio ambiente. Que nos entrenemos en hacer valer nuestros derechos a tun medio ambiente sano, Nuestra experiencia como docentes y como ecologistas nos impulsé a catalizar esa forma de pensamien- to. Nos importa que muchas personas comprendan que a esta al- tura del desarrollo cientifico, tecnolégico, urbano y demogrifico, 1 <1 interés por la ecologia no es una moda més, sino una imperiosa necesidad. a Qué es la historia ecoldgica A partir de ahora, sale de nuestras manos esta historia y es ecibida por todos aquellos que con sus propias informaciones y sus enfoques coincidentes o altemativos rescatarin el pasado para” ‘construir en el faturo un pais mas ver ‘ fi in pats mas verde. Aveces, leyendo un texto de historia, de economia o de otra ciencia social tenemos la sensacién de que se intenta construit una ciencia tan abstracta que ubica a las personas y a los grupos sociales en un espacio hipotético, més parecido a una mesa de billar que al mundo real. Pero gno se esté olvidando algo impor- ‘ante? Ninguno de los cronistas y viajeros del siglo XIX puede ha- blar de la sociedad sin vincularla a la natutaleza, ¥ esto nos viene desde siempre. :Acaso Herédoto no calificd a Egipto como tin re~ galo del Nilo? También hizo una minuciosa descripcién de la hidrologia de ese rio, que nos ayuda a entender al Egipto de los -—_faraones tanto —o quizd mas— que el incesante recambio de las inastia, - La ecologia, el uso humano de la naturaleza, la relacién de las distineas sociedades con el orden natural estin siempre presentes en los textos hist6ricos clisicos. En el Antiguo Testamento hay = eyes que ordenan no desteuir los bosques ni siquiera en caso de guerra: “Que no es hombre el arbol del campo para venir contra 1i” Dewteronomio, 20; 19). Del mismo modo podemos imaginar la conmocién que para Noé, pastor de ovejas, significé le orden de | salvar también a los lobos. Ovejas y lobos, cedros del Libano en el Antiguo Testamento, | los litios del campo en el Nuevo; la contaminacién y los ruidos de Ja Roma imperial en las sitiras de Juvenal y los nuevos recursos i naturales como el amianto, el petréleo y el carbén de piedra en la j obra de Marco Polo. i 10 3 uw Desde siempre, la historia nos viene ynida al marco natural, aunque este enfoque habia comenzado a debilitarse hacia fines del siglo XIX. ‘Ya Alberdi opinaba que “si en vex de estudiar la historia civil y administrativa de la América colonial, sus politicos modemos hu= biesen estudiado su historia natural, ¢s decir, el suelo que habitan y Jos elementos de riqueza de que son poseedores inconscientes, com prenderian que sila guerra es la causa que la empobrece y endeuda, Ia pazes a causa que puede enriquecedla y sacarla de la pobreza por sus artes favoritas, que son la industria y el comercio”.! Bs decir, que entender la naturaleza nos da mis claves que la sola historia humana. ero hablar de historia ecolégica y relacionarlas condiciones naturales con la evolucién social y politica no significa adoptar tuna actitud determinista. Como veremos més adelante, e! medio natural condiciona, influye, moldea, pero es, a st vez, construi- do o arrasado por las diferentes sociedades humanas que en él se asientan. Esta relaci6n entre naturaleza y sociedad es extremadamente compleja y sutil. Nada tan lejano, entonces, de la enorme simpli- ficacién de Sarmiento al sostener que “la Repiiblica Argentina ‘esti geognificamente constituida de tal manera que ha de ser uni taria siempre, aunque el rétulo de la botella diga lo contrario. Su anura continua, sus rfos confluentes a un puerto tinico la hacen fatalmente una e indivisible” ...]. No hay que quejarse de Buenos Aires, que es grande y lo seri més, porque asf le cupo en suerte,, Debiéramos quejamos antes de la Providencia y pedirle que recti- fique la configuracién de la Tiezra”? Hay tina amptia gama de puntos de vista intermedios que van desde Alberdi (la naturaleza como dlsponibilidad de recursos) has- ta Sarmiento (Ja naturaleza como condicionante social y politico). Entre ambos, la naturaleza puede ser obrador o destino: puede ser 1 destumbrante encuentro con la Tierra Prometida, como en Al- berto Gerchunoff, o la determinacién de nuestra forma de vida, como en Ezequiel Martinez Estrada. Pero éstos son, en todo caso, puntos de vista literarios. En la actualidad las ciencias sociales han olvidado Ia ecologia y, cuando la encuentran, no saben qué hacer con ella, Veamos un poco por qué. 12 Ecologia e interdisciplina La historia comienza a fines del siglo XVII, con la Revolu- cién Industral, El auge del maquinismo impuso la division social del trabajo. Los antiguos artesanos, capaces de hacer por si solos un producto entero, fueron reemplazados por obreros que toman partes cada vez mis pequefias de un objeto que sienten cada vez mis ajeno, Autores con enfoques tan distintos como Adam Smith y Karl Marx nos han dejado brillantes testimonios de como el viejo maestro relojero fue dejando paso al obrero que pinta las letras en los cuadrantes, al que coloca los ees 0 al que ajusta las manecilla. Decenas de personas hacen con mayor rapidez y eficiencia el tra- bajo que antes realizaba una sola. Allé arriba, alguien distinto de ellos velaxé por el sentido del producto terminado. Lo que ocumria con la fibrica era tan evidente y tenfa tantas implicancias sociales que a menudo olvidamos que con Ja ciencia as6 lo mismo. La divisién social del trabajo significé cortar el conocitniento en multiplicidad de pedazos, cada vez més peque- fos, El argumento cra seductor: hoy la ciencia es tan compleja que ya nadie puede repetirla proeza de Leonardo da Vinci, de abarcar por sf solo todos los campos del saber humano. Pintar, disefiar miguinas para volar, construir fortalezase inventar telares seria, en el futuro, obra de personas diferentes. Asi, la respuesta de la ciencia ante la complejidad del mundo fae compartimentarse en disciplinas cada ve2 mas aisladas unas de otras. Asi se formaron los especialistas, definidos a veces como aquellos que saben casi todo acerca de casi nada, ya que para pro~ fundizar sus conocimientos tienen que reducir cada vez mis su campo de acci6n. Y, generalmente, sin tener idea de lo que hacen los otros especialistas. Pero el mundo no es un conjunto casi infinito de pequefios aspectos investigables, sino que es una totalidad. Esto, que hoy nos parece evidente, fue, como todas ls cosas obvias,tardiamente asi- ilado por nuestro sistema cientifico y tecnolégico. Bl avance no fae gratuito, por repentina iluminacién, sino que tuvieron que ‘ocurrr situaciones catastréficas para poder aceptarlo. Esas situaciones se presentaron precisamente cuando nuevos ‘emprendimientos con alta tecnologia parecian prometer el pro= 13 greso ilimitado: Ja gran presa de Asuin, los superpetroleros, las centrales nucleares, las enormes plantas quimicas. En todos estos «casos los éxitos de ingenieria se vieron empafiados, cuando no cuestionados, por los desfavorables impactos que generaron sobre el medio ambiente por no haberse planteado las previsiones ‘multidisciplinarias del caso: la presa de Asuin deprimié Ia agricul- tura y la pesca egipcias, y para colmo de males multiplicé astro- némicamente una enfermedad grave llamada esquistosomiasis; los superpetroleros, cuando se averfan como cualguier barco, cubren con imparables mareas negras, rojas o policromas las costas destina~ das a usos pesqueros y tursticos; las centrales nucleares evidenciaron nno ser tan seguras para el medio ambiente como afirmaron sus cons~ tructores; los habitantes de las ciudades que ongullosamente insta~ Jaron plantas quimicas a veces tienen que elegir entre quedarse en. casa o salir con mascaras antigis. En todos los casos, se pod haberlo ‘previo antes, en lugar de justificarlo diciendo que el deterioro exa cl precio que se debe pagar por el progreso. Pero cuando aparecieron explosivamente los problemas det medio ambiente, las ciencias tradicionales fueron incapaces de re- solverlos. Hacia falta una concepcién integradora, que fuera capaz de conciliar la biologia con la ingenieria, la agronomia con la his toria. Pero gcémo se arma una combinacién de ciencias? Con qué criterios y método pueden usatse y combinarse resultados ori- ginados en ciencias diferentes? 'Y pata es0 sirvi6 el método de la ecologga, ya que esta ciencia no suma o agrupa hechos. Lo que hace es estudiar las interacciones, entre esos hechos, Bseudia los ecosistemnas o sistemas ecolégices, donde Jo fundamental son has relaciones entre sus elementos componentes. El concepto de sistema significa que esas relaciones no se produ ‘cen al azar, sino que resultan de ordenamiientos y funcionamientos de estructuras organizadas de formas determinadas. Tampoco los cambios y teordenamientos son al azar: hay presiones naturales y de origen humano que los provocan. A menudo se trata de hechos estudiados por ciencias diferentes. Para estudiar Ja vida en una laguna el ecélogo pedir informacién a la boténica, la zoologia, la climatologia, la hidrotogia, la geomorfologia, que le darn todos los datos necesarios sobre ese conjunto de seres vivos, sobre su ambiente, sobre sus interacciones. A partir de eso, hard un modelo 4 de comportamiento que le permiti de otros que vayan ocurriendo, De manera que la unién pareci6 légica. Sila pregunta es: “zQué Je vaa pasar a esa laguna sila seguimos contaminando?”, el ecdlogo sera el més indicado para contestarla. Hasta agus estamos hablando solamente de ciencias naturales. Pero sila siguiente pregunta es: “Por qué la estamos contamai~ nando?”, la respuesta s6lo podrd provenir de las ciencias sociales. El paso siguiente fie unir ambos enfoques, el de las ciencias naturales y el de las ciencias sociales, en una perspectiva amplia, que tuviera en cuenta las interacciones entre la naturaleza y la so ciedad. El método usado es el de la ecologia —es decir, el estudio de las interacciones—, pero los contenidos van mucho mis all sighen analizando is relaciones entre camivoros y herbivoros, pero también las formas de apropiacién social de la naturaleza, De este modo se hizo posible recuperar el nexo entre historia y ecologla, que nos venia desde las épocas de Herédoto y que en al diltimo siglo habfamos perdido. predecir hechos, en funcién Las relaciones sociedad-naturaleza En ese libro vamas a estudiar as interelaciones entre naturleza y swiedad en la Argentina durante sus diferentes etapas de desaolo histvc El concepto de las relaciones sociedad-naturaleza surgi6 del anilisis ambiental en América latina, y no por casualidad: se con~ trapone al concepto de relaciones hombre-naturaleza que du- rante gran parte de este siglo primé en los paises desarrollados como forma de diluir responsabilidades sobre consecuencias cxi~ ticables del mal uso de la naturaleza y que sirvié, por ejemplo, para atribuirla mayor parte de las culpas ambientales aa superpo~ blacién, de preferencia la del Tercer Mundo, Hablar de socieda- des implica pattir de la base de que no son los individuos quienes usan la naturaleza, sino las sociedades que los agrupan, e involucra tuna evaluacién critica de las decisiones comadas por quienes las manejan, El concepto adquiere su més amplio sentido cuando se lo ana~ liza como resultante de los estilos de desarrollo que han prevaleci- 15 do histéricamente. En: otras’ palabras; Ja hipétesis que guia esté trabajo, y que se apticard al aniliss de numerosos ejemplos; es qué los estilos de desarrollo elegidos 0 impuiestos por los paises de la regidn han determinado y se han expresado a través de diversas formas de interaccién sociedad-naturaleza.” En este trabajo se procura demostrar que las condiciones ambien tales de un pats extn intimamente vinculadas con el estilo de desarro- lo y con has sucesivasfases de desarrollo por las que ese pafs atraviesa. Enfogue metodolégico La mayor parte de los estudios sobre el ambiente se centran en la descripcién del estado actual de los procesos ambientales y en su representacién geogréfica, A menudo se habla de las condiciones del medio como resultantes de la actividad humana per se, sin una a vinculacién con situaciones historicas concretas. “Seen embargo, que los problemas del medio ambien- te se vinculan con la forma en que una sociedad conereta utiliza su base natural, de qué manera la emplea para sasscer sus necesida- of qué lo hace de esa manera particular. tee jedad humana canblece una rein diferente con a naturaleza: aprovecha distintas porciones y aptitudes de la natura- leza que, como vimos, se organiza en ecosistemas. Esas porciones de las que extrac un aprovechamiento econsmico actual o poten- se denominan recursos naturales. . oa ome sociedades utilizan los recursos naturales de distinta ‘manera: dan tun so productive a unos, depredan otros, mantie- nen otros sin utilizacién. El vinculo material entre unas y otros son Jas tecnologias, como conjuntos de conocimientos y habilidades aplicados ala explotacién de los recursos. Su forma de uso depen de del conocimiento tecnol6gico, pero se vincula también con aspectos econdmicos y de proyectos y modelos sociales y cultura~ tes. Aunque cueste creerlo, para los conquistadores y colonizado- res espatioles, la ciudad de Buenos Aires estaba rodeada por un desiexto que algunas crénicas califican de horible: un espacio cu- bierto de pajonales, por el que podian caminarse 200 leguas sin ver ‘un solo éxbol, y que no cumplia ninguna fancién importante, Hoy 16 lamamos a este desierto la Pampa Htimeda y es una de las bases principales de la economia nacional. Cada organizacién social, entonces, tiene una relacién dife- rente con la naturaleza, En consecuencia, son distintos los impac- tos de sus actividades sobte el medio y, por supuesto, también lo son las consecuencias ecolégicas y sociales de estas actividades. La compleji id de estas interrelaciones es atin hoy poco eva luada por la mayor parte de los desarrollos cientificos. El avance de |a especializacién ha llevado a olvidar el caricter histérico de las relaciones entre sociedad y naturaleza. Asi, los especialistas han inventado una historia sin naturaleza y una ecologia sin sociedad. En este libro las hemos unido, y estas interacciones nos muestran un aspecto desconocido de nuestro propio pais. Definiremos al ambiente como la resultante de interaciones entre sistemas ecoligicos y socoeconémicos, susceptibles de provocar efectos sobre los seres vivientes y las actividades umanas. Esta definicion destaca especialmente el concepto de sistemas, tal como se describieron al hablar de ecosistemas, y el de interaciones, ya que ninguno de los sistemas componentes es exclusivamente definitotio en la forma- ‘ibn del medio ambiente El anilisis de las relaciones sociedad-naturaleza que aqui se presenta es concebido como una aproximacién al anilisis de sis temas complejos, con un enfoque diacrénico, en tanto incluye un estudio evolutivo de dichas relaciones. Las caracteristicas interdisciplinarias del enfoque plantean determinadas peculiarida- des metodolégicas, porque cada uno de los sistemas sintetiza, a su vez, interacciones inherentes a una amplia gama de especialidades del campo de las ciencias naturales y de las ciencias sociales.‘ Més concretamente, los componentes de esos sistemas y de sus interacciones que se consideran mids importantes en Ja construc cién del medio son: * En los sistemas ecoldgicos, la calidad (tipo, estabilidad, renovabilidad, etc.) y cantidad (efectiva y potencial) de los recursos naturales pasibles de explotacién. Es decir, comenzamos inventa- Fiando qué recursos naturales tenemos para después analizar qué ‘hacemos con ellos. Por ejemplo, cuando se construyeron las cloacas de Rosario se discutié si se las hacia terminar en el rio 0 se les daba 7 algiin oto destino. Y la inmensidad del Parana fue el argumento rms concluyente: durante casi un siglo el “Padre de las aguas” reci- bid, pacientemente, miles de toneladas de materias fecales que se cocupé de biodegradar y devolver después a los ciclos naturales, En ‘este caso estamos hablando de recursos que estaban antes de que fa sociedad se constituyera, Pero en ocasiones nos encontramos con recursos que son obra humana, como veremos que ocurtié con el palsje yl suelo pampeanos, que son el resultado del trabajo huma- no, tan artificales como puede serlo una ciudad. + En los sistemas socioeconémicos, a estructura de relaciones esta- blecidas entre los hombres 2 efectos de la produccién, a escala na- cional ¢ intemacional. Un ejemplo significativo ¢s el cultivo de cereales en a regién pampeana, Planteado intitilmente por Belgrano, fae necesario que se modificaran las relaciones sociales locales e in- temnacionales para que es0s ecosistemas fueran utilizados de esa ma- nera durante el proyecto de la lamada Generacién del 80. so del * Bn los nexos teenol6gicos, el grado de desarrllo de as tenolo- _glas productivas utilizadas y sus modalidades. La tecnologia es el instrumento de apropiacin y de transformacién de los recursos ‘Tecnologias Pautas culturales, politicas, ete. a’ | > Modes de <— —epaco | Condiciones de naturales; cada tecnologia tiene un impacto ambiental preciso. Es 3 distinto que estemos inyectando en el ambiente pesticidas 0 Sg detergentes biodegradables 0 materiales radiactivos. Del mismo — > 33 2 modo, efectuar rotaciones agricola-ganaderas tiene efectos dife- rentes de no hacerlas. No se trata s6lo de una contraposicién entyg tecnologias “antiguas” y “modemas”, sino de detectar la expecifici- dad de a incidencia de cada una de elias sobre el ambiente, recursos naturales Formas de modificacién Sistemas ecoldgicos Las interacciones dinémicas de estos tres componentes com- plejos determinan, en cada una de las fases de desarrollo del pafs: Cierto modo de utilizaién de bos recursos naturales enovables y no renovables, lo que implica cierto tipo de racionslidad econ6- —> mica y politica en la utilizaci6n de esos recursos. * zee * Cierto modo de utitizacién del espacio nacional, rural y urbano, Bg como teflejo de las relaciones productivas. fe a 18 calidad de vida del medio ‘Amibos modos de utilizacion estén interrelacionados. En el fon- do son facetas de la misma cosa. El modelo basado en la explota- cién de plata del Potos organiza el espacio asu maners, transforma el pais en un largo camino entre las vetas de plata y el puerto por el «que el metal sale ala metr6poli Esta interrelacin determina, en cada tiempo y espacio parti- cular, cieras condiciones de calidad de vida y deverminadas formas de modificci6n del medio que constituye la base de los habitat huma- 1nos. Volviendo a nuestro dlkimo ejemplo, recordemos que las con- diciones del ambiente laboral en las minas fueron tan duras que en. Potost murié tanta gente como en Auschwitz, También ese mo- deto influyé sobre el habitat urbano: la iebre de la plata cred un 4rea metropolitana en el altiplano, con casi todos los problemas que caracterizan a las grandes ciudades actuales. Las fases de desarollo ‘Vamos a explorar aqui las consecuencias de los conceptos te6~ ricos para cada una de las fases o etapas de la historia argentina Estas etapas se vinculan con diferentes fases de desarrollo econémico-social, en las cuales se adoptaron. cron de Searle y los de pafs que differen cualitativamente unos de otros roolesn ‘Sales reemplazos de tecnologias, de modalidad de uso de los recursos naturales, de organizacién social, con definidas consecuencias ambientales: . Fase colonial (hasta 1810). % Base de los primeros aos de vida independiente 1810-1860). Fase de imescin en i dvsn internacional del eabajo (1860-1930), % Fase de industrializacién sustitutiva de importaciones (1930-1976). * Fase de modernizacion periférica (desde 1976) én esti asociada a acontecimientos En general esta periodizacion esté politicos significatives, con los que se manifiesta con mayor niti- 20 dez el cambio de etapa. De todos modos, como ocurre en todo proceso, existe un continuo de Ientas variaciones imperceptibles hasta que nos encontramos, casi sin saber eémo, con un cambio cualitativo que ya ocurtié hace tiempo y que en el momento no habfamos percibido. En cada una de estas etapas hemos seleccionado modalidades caracterfsticas de uso de los recursos naturales, consecuencias ecolégicas, usos del espacio nacional y urbano, asi como de cali- dad de vida resultante, Estos modelos son, en nuestra opinién, los mis significativos por la magnitud de poblacién y de recursos natu~ rales involucrados y por las consecuencias ambientales emergentes En cada caso, hemos procutado contrastar los hechos efectiva- mente ocurridos con las propuestas alternativas que se plantearon en cada época, La comparacién entre las decisiones tomadas y el conocimiento que se tenfa de los fenémenos permite sefalar en qué casos el deterioro écolégico se origina en la ignorancia y en qué casos existen razones sociales que evan a dejar de lado los conocimientos disponibles. Sin embargo, no pretendemos agotar nuestra historia ecol6gica sino apenas inicia su estudio sistemtico y proporcionar un marco general a quienes vayan a profundizar sobre aspectos parciales. En a metodologia de investigacion hemos puesto el acento en el estudio de los nexos causales entre fenémenos originados en diferentes sistemas, siguiendo criterios que ya hemos desarrollado en otros trabajos, ** La concepeién que aquf se expone fue desarrollada por los autores de este trabajo en un articulo publicado en 1979.7 Puntos de vista similares fueron expresados por otros autores en el mismo periodo."*""" A partir del atticulo. ‘Mos expuesto sucesivos avances de investigacion'*™ en diversas publicaciones, en investigaciones regionales,** en actividades de docencia,**"*" de extensién™” y de difu- sign”? Finalmente, el rompecabezas queda armado en este libro y la historia ecol6gica argentina nos permite ver con nuevos ojos nues- tras cosas vieja. ai Un lenguaje desespecializado En la exposicién se pone el acento en ef uso del lenguaje llano, con exclusién de la terminologia técnica usual. En efecto, la experiencia de la década de! 80 indica que buena parte de los «studios interdisciplinarios realizados fueron expresados en la ter~ minologia de todas las ciencias intervinientes, lo que daba por resultado una dificil comprensién de las interacciones y, por ende, tuna menor utilizacién de los resultados. Reciprocamente, el len~ guaje no especializado aparece como el punto de encuentro de especialistas de formaciones muy diversas, entre si y con el pi- blico no especializado, aun a riesgo de caer en redundancias y en alguna imprecision. NOTAS 4. Alberdi, juan Bs Extudlos ecnémios, Buenos Aires, 1934, 2, Sarmiento, Domingo F.: Faamndo, Buenos Aites, EUDEBA, 1960. 3, Seminarios: “Estilos de desarrollo y medio ambiente en América latina”, $. de Chile, 1979, y “Nauwaleza y sociedad”, Caracas, 1979. 4, Gatela, R.A: Conceptual Bramework forthe Analysis of Case Stdies on “Foods Systens and Society", UNRISD/79, Ginebra, 1979. 5, Foguelman, Dina: Aproximacin a la evaluacibn ambiental del Eje Fls- ial ndustial, Fondo Nacional de Ordenamiento Ambiental, Buenos Aires, 1979, y en lo referente a las relaciones causa-efecto: Foguelman, Dina; Brailovsky, Antonio E,, y Boiry Lilian: Bvaluacdn ambiental de Salto Grande, Buenos Alres, C.T.M., 1980. 6, Brailovsky, A. Es “Medio ambiente, marginalidad y subdesarro- Ilo: el caso de Formosa”, en Realidad Eeonsmica, N° 38, Buenos Aires, cenvero-marzo de 1980. 7, Foguelman, D., y Brailovsky, A. E.: “Ambiente y fases de desarro- Ilo en Argentina”, en Comercio Exterior, México, septiembre de 1979. 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Ey Foguelman, Di: “La naturaleza (qué le dio al pas)”, en Todo ex Historia, julio de 1987 22, Brsilovsky, A.., y Foguelman, D.: “Coasecuencias ambientales del proceso de industralizacién en la Argentina”, en Revisa de Economia, Santa Fe, julio de 1985. : 23, Foguelman, D.: “Causas y consecuencias de transformac nes de sistemas alimentarios vidas (S te. . en zonas semidridas (Santiago del Este- ro)", Buenos Aires, CEPA-CONICET, 1986-87, publicado en Va- + sos autores: Biosphere Changes and Foods Systems, IFIAS-UNRISD, en prensa, 23, 24 Foguelman, Dis Impacto dela generalize del modelo de agriculture ‘permanente ela Pampa Ondalada(departansento Belgrano, Santa Fe), Bue~ ‘nos Aites, CEPA-CONICET, 1988. 25, Foguelman, D.: Programa de ecologia, Ciclo Bisico Comin, UBA, 1985, 26, Brailovsky, A. E. Programa de recursos naturales dela Argenti= 1a, CBC-UBA, 1985. 27, Foguelman, D.; Brllovsky, A.E.,y Vigil, C.: Proyecto para la materia Sociedad, Medio Ambiente y Recursos Naturales, CBC-UBA, 1988. 28, Brilovky, A. E, y Foguelman, D. (comps): Bl agua en Buenos Alves, curso de edacacin a divancia, UBA XXI, Editorial Fratema, 1988, "2p Foguelman, D; Zeballos de Sito, Ma ot als Usa mie ibn sobre nuestra fauna, curso de educaci6n a distancia, UBA XXI, 1988. 30. Brallovsky, A. E.,y Foguelman, D.: Enteevisa en diario Tiempo “Argentino, 10/9/1984; “Agriculeaa incaica: aprendiendo a ayudar a la natutalees en Expreso Inagnaro, setiembre de 1979; "A veces no live ve, decia Darwin", en Indusnia Textil, NP 49, 1987; “Inundacion de Viedina”, en Industria Text, julio de 1987; “El suefo ecologista de Siméa, Bolivis", en el diario Rio Negro, 18/10/1988, También en ls novelas Brilovsky, A. Ex El azalt al dele, Buenos Aires, Sudamericana-Planeta, 1985, y Tiompo de opresén, Buenos Aites, Editorial de Belgrano, 1986. 24 2 El ambiente en la época colonial LA DESTRUCCION DE LA AGRICULTURA INCAICA La historia ambiental de la Argentina se inicia con una de las catstrofes ecologicas mis serias que hayan ocurrido en el pafs: la destruccién del sistema incaico de agricaltura en terrazas, perpe= ‘ada por los conquistadores espaitoles, Este desequilibrio ecoldgico fue la principal herramienta utilizada para consolidar una conquis- ta que, de otro modo, hubiera resultado politicamente inestabe. Porque la nica manera que tenia tun puftado de hombres de hacer petdurable su dominio sobre un pueblo entero era destruyendo los medios de subsistencia de esa poblacién. Para verlo con mayor laridad, tenemos que hablar de la agricultura incaica E] impetio ineaico fue un espectacular ejemplo de eficiencia cen el manejo de la tierra y en el respeto al equilibrio ecolégico de Ja regi6n. Ningiin sistema posterior consiguié alimentat a tanta poblacién sin degradar los recursos naturales. Los incas basaron su ivilizaci6n en una relacién arménica con su ambiente natural, integrado por los frigiles ecosistemas andinos, y desarrollaron com- plejos y delicados mecanismos tecnol6gicos y sociales que les per- mitieton lograr una sélida base econdmica sin deterioros ecolégicos. Se pueden ver aiin las terrazas de cultivo, construidas como largos y angostos peldatios en los fildeos de las montafas, sosteni- dos por piedras que retenfan la tierra fetil. Las terrazas cumplian la fancién de distribuir regularmente la humedad. All el agua de via iba filtrindose lentamente desde los niveles superiores a los “ inferiores, utilizindose plenamente la escasa cantidad de liquide 25 disponible. En las éreas mis lluviosas y en las de mayor pendiente, las terrazas permitian evitar la erosién, al impedir que el escu- srimiento superficial del agua de lluvia arrastrara las particulas del suelo. También facilitaron el aprovechamiento de los diversos pi- sos ecolégicos. Pero las terrazas no eran solamente defensivas, sino que consti- tuian la base de un trabajo posterior. Ese espacio se rellenaba con tierra traida de zonas més bajas y se abonaba con suelos lacustres y algas, lo que significaba un acto de verdadera construccién det suelo agricola El suelo de les terrazas se mezclaba con guano, el excremento de aves marinas acumulado en las islas y costas. Este recurso era cuidadosamente administrado, porque de él dependia en buena medida la alimentacién de la poblacién: para extraerlo, cada aldea tenga asignada una parte de isla 0 costa, marcada con mojones de piedra que no era permitido alterar. “Habfa tanta vigilancia en guardar aquellas aves, que al tiempo de Ia erfa a nadie era Ifcito ‘entrar en las isla, so pena de la vida, porque no las asombrasen y echasen de sus nidos. Tampoco era Kieito matarlas en ningéin tiem- po, so la misma pena”, dice el Inca Garcilaso de la Vega.” Se practicaba regularmente el barbecho, es decir, el descanso del suelo para permitirle recuperar su fertilidad en forma natural. En la costa y los valles fertiliaban con cabezas de pescado, que enterraban con semillas de mafz en su interior. Para este cultivo también utilizaron excrementos humanos secados al soly pulveri~ zados. En el esfuerzo por alimentara una poblacién en crecimien- to, no hubo recurso que dejara de utilizarse. - Habfa muy poco suelo que fuera naturalmente apto para el cultivo y habia que construirlo metro a metro, Su explotacién no hubiera sido posible sin riego, porque la mayor parte de la zona andina es frida o semifrida. Habfa que ir a buscar el agua a las nacientes de los arroyos y encauzarla mediante tna red de canales. Se describen algunos principales, de muchos kil6metros de largo y hasta cuatro metros de didmetro, pero aun para una pequefia su- perficie aterrazada se consideraba que valfa la pena hacer un canal de gran longitud. Para eso, se hacia un surco a Jo largo de las montaias y se lo cubria con grandes losas de piedra unidas con tierra para que el ganado no lo destruyese. A veces, al cruzar un 26 valle, eta necesatio sostener el canal sobre columnas para que el nivel del agua no perdiese altura, construyéndose acueduetos si- milates a los romanos. En el actual territorio argentino, los cronistas espafioles sefialan aque los habitantes de los Valles Calchaquies “‘siembran con ace- quias de regadio" "En la antigua ciudad de Quilmes encontraron tuna represa, prolijamente confeccionada en piedra, aprovechando una depresion natural del terreno, De ella salfa un canal de riego.” En Catamarca existen restos de terrazas con lajas verticales adosadas, que facilitan la condensacién de as gotas de rocio. De este modo, wransformaban al rocio en un recurso productivo y lo utilizaban para el riego. El origen de estas tecnologias esti ligado a la lenta evolucién del poblamiento andino. En el noroeste del actual territorio ar- gentino, los cultivos en terrazas estuvieron ampliamente difndi- dos. Algunas terr2zas fueron construidas durante el imperio incaico, en tanto que otras corresponden a culturas previas que habfan al- canzado wn alto grado de desarrollo. En algunos valles andinos se encuentran restos de técnicas de cultivo que aparecen como antecesoras de las terrazas incaicas. Por ejemplo, en Iglesia (provincia de San Juan), unos mil aiios antes de Colén se desarrollé una cultura que construy6 obras de regadio, las que permitieron el cultivo de tierras que no pueden ponerse en produccién con las tecnologias actuales. Se trataba de grandes siste- mas de piedra, que recolectaban el agua de los arroyos y la desvi ban por medio de acequias hacia las parcelas de cultivo, Cuando estos canales pasaban por terreno arenoso, impermesbilizaban su fondo con piezas de cerimica. Los sitios de cultivo son terrenos deprimidos artficialmente, a los que llegan los canales. Estin rodeados por un borde de piedras que cumplia la misma fanci6n de defensa que su equivalente en las terrazas incaicas. Se trata, bisicamente, del mismo principio: hacer plano un relieve escarpado, proteger los bordes de las parcelas para cvitar la erosi6n y regarlas artificialmente por medio de canales y cisternas. La diferencia entre las precarias acequias indigenas y las gran- des obras de ingenieria incaicas no estriba en los principios * ecol6gicos que la rigen sino en la organizaci6n social que las sus 2 tenta, Las comunidades familiares descubrieron la forma de culti- vat los Andes sin erosionar el suelo, pero fue necesaria una organi zaci6n social més complejaa fin de que esa tecnologia sirviera para alimentar a millones de personas. EI mafz y la papa constituian la base de la alimentacion, esen~ ialmente vegetariana, pero también se cultivaban unas cien espe cies més, debido a un cuidadoso trabajo de domesticacién efectuado a lo largo de varios siglos. La tecnologia de conservacién de ali- rmentos estaba adecuadamente desarrollada: para cames, el secado y salado en forma de charqui. Para la papa, el chufio: papa helada ala intemperie, desecada por congelamiento (liofilizacién) y mo- lida, ‘También tenfan una ganaderia muy desarrollada, la que com- binaban con un manejo racional de la fauna silvestre. Utilizaban. amas y alpacas como bestias de carga y para la produccién de lana y came; de esta dltima consumfan muy poca cantidad. En cambio, su dieta era rica en proteinas vegetales. Empleaban las vicutas y alpacas para produccién de la mis fina Jana, destinada al inca y a su corte, Las vicuiias no pudieron ser domesticadas, por lo que las capturaban, les cortaban la lana y las volvian a soltar. Lo hacfan en grandes cacerfas anuales, en las que tenfan especial cuidado en no lastimar a ningéin animal. Nunca las exquilaban a fondo, para que no comtiesen el riesgo de morir de fiio. Es decir, que consideraban a los animales salvajes como un recurso que debfa ser cuidado y utilizado racionalmente. Este conjunto de pricticas evidencia un muy clevado desarro- lo tecnolégico logrado sin mecanizacién alguna: las piedras“se partian y pulfan golpedndolas unas con otras, y se ubicaban a pul 30, Con ayuda de sogas pero sin poleas, rolos ni ruedas. Los metales se fundian sin fuelle, soplando ef fuego a pulmén a través de tabos de cobre. Los inicos instrumentos de labranza fueron las azadas para deshacer terrones, y palos aguzados para remover el suelo y ‘enterrar las semills El Ginico recurso abundante parece haber sido el recurso ht mano, por lo cual no se desarrollé ninguna técnica de ahorro de mano de obra. Por el contrario, el pleno empleo era prioritario. No tener trabajo era tan mal visto que aiin en la actualidad puede verse a las kollas hilar mientras caminan, y los viejos tenfan la obli- 28 gacién explicita de eliminar los piojos, que era una forma de cui- dar el estado sanitario de la poblacién. En el imperio incaico cada uno cultivaba la tierra que le habian adjudicado (nadie era propietario), pero ademés, en forma colecti- va, trabajaban las tierras destinadas a mantener a los sacerdotes y al Inca, quien a su vez asignaba el producto al mantenimiento de la nacion. Es decir que, ademis de lo que el agricultor consumia, producia reservas colectivas que se almacenaban en grandes gal- pones, alo largo de las ratas, ‘Todo se contabilizaba mediante un sistema decimal que se ano- taba en cordones de diferentes colores (quipus) que se enviaban al Inca. Con el mismo sistema, se lo mantenia informado anualmen- te y en forma exacta de la composicién de la poblacién, de los nacimientos y de las muertes. A pesar de los avances de la compu tacién, hoy ningiin pais cuenta con informacién tan actualizada Esta informacién se le hacia llegar por medio de correos (chasquis) que cortian por excelentes caminos en forma tan sincronizada que las noticias vigjaban a razén de 500 kilémetros diatios. Las reservas permitian mantener a los que no estuvieran en condiciones de trabajar, a la corte, a aldeas que hubieran suftido una sequia, a asentamientos en formacién que atin no tuvieran cosechas. En todo momento los soldados podian encontrar vive- res, vestidos, calzados y armas para hasta treinta mil combatientes en un solo galpén. Las reservas bélicas eran necesarias para este imperio en expan- sién, aunque no se usaban en todos los casos. A veces lograban la expansion por el convencimiento, como en el caso del “reino de Tucma” (Tucumén), cuyos embajadores fueron a oftecer vasallaje al Inca, Extraiio imperialismo éste, que podia expandisse a partir del consenso que creaba, al ofrecer una organizacién social mis deseable que la de los pueblos vecinos. La primera medida luego de una conquista era la construccién de caminos que anexaran las nuevas tierras, la capacitacién de arte~ sanos, agricultores, ingenieros y burécratas en escuclas especiales y la inieiacién de Jos cultivos. El conjunto componfa un sistema muy estable que permnitia mantener a los combatientes —no habfa casta militar—, a la burocracia administrativa y a la nobleza. 29 Boo! ‘Con tan poca maquinaria, la mano de obra pasaba a tener una importancia fandamental y era considerada un recurso valioso que, al igual que el suelo, el agua, ef ganado, el guano, era preciso ‘mantener y conservar. A la época de la llegada de los conquistado— xes espaiioles habia una poblacion estimada entre 10 y 30 millones de habitantes, perfectamente vestidos y alimentados, con un siste- mma de seguridad social que alcanzaba a los huérfanos, alas vidas, 4 losancianos y a las familias de aquellos que habfan sido convoca~ dos a las armas, Este sistema de seguridad social se reflejaba incluso en aspectos tales como el orden de prioridad asignado a las tierras de cultivo: “Mandaba el Inca que las tierra de los vasallos fuesen preferidas a las suyas, porque decian que la prosperidad de los stibditos redun- daba en buen servicio pata el rey; que estando pobres y necesita~ dos, mal podian servir en la guerra ni en la pa2”,* dice el Inca Garcilaso La organizacién por la cual se logré Ia preservacién y el desa- rrollo de los recursos humanos y naturales es el rasgo caracteristico del imperio incaico. ste era en realidad reciente; no tenfa mas de cuatio siglos. La base econémica que permiti6 organizar las préc~ ticas de produccién agraria y de conservacién de Ia naturaleza pre~ cexistente era * El imperio (representado por el Inca, considerado de origen, divino) era el propietario de todas las tiexras y clemés recursos na~ turales, lo que fcilité el manejo integrado de esos recursos. * Bt desarrollo de complejos sistemas administrativos de edu- cacién y control de la fuerza de trabajo. * Cada familia disponia de tanta tierra como necesitara para su subsistencia, pero ni un centimetro més, No habSa moneda ni es clavos; tampoco habia latifundios ni guerras por la propiedad pri- vada de hombres o de bienes. * Dentro de su comunidad, el campesino era un trabajador libre porque sélo estaba regido por un ordenamiento global que abarcaba a la sociedad entera, personificada en el Inca y represen 30 ‘ada localmente por la burocracia del imperio. Ese ordenamiento regulaba todas las horas de todos sus dias y los de toda su familia habia castigos por perder el turno de riego, por sembrar 0 cose- char fuera de las fechas preestablecidas, por no casarse y, en gene- ral, por cualquier actitud calificada como antisocial El resultado fue una sociedad centralizada y fuertemente auto- ritatia, que aplic6 ese autoritarismo para superar las fetes restric- ciones ecolégicas del ambiente andino, proporcionando a esa poblacién los niveles de vida mis altos de su historia. “Todos universalimente sembraban lo que habjan menester para sustentar sus casas —dice el Inca Garcilaso— y asf no tenian nece- sidad de vender los abastecimientos, ni encarecerlos, ni sabjan qué cosa era carestia. {.,.] De manera que lo necesario para la vida humana, de comer y de vestir y calzar lo tenian todos, que nadie podfa llamarse pobre ni pedir limosna. Todos sabian tejer y hacer sus ropas, y asi el Inca, con proveerlos de Jana, los daba por vesti- dos. Todos sabian labrar ls tierra y beneficiasla, sin alquilar otcos obreros. Todos se hacian sus casa, y las mujeres eran las que mis sabfan de todo. Habfan tanta abundancia de las cosas necesarias para la vida humana, que casi se daban de balde.”* COLONIZACION ¥ DESERTIZACION Cuando legaton los espafioles, de todo lo que vieron, sélo les interes6 el oro y la plata para enviar a la metr6poli y para su enti- quecimiento personal. Se repartieron has tierras y eschvizaron a sus pobladores. Introdyjeron “el ganado y el cultivo de la alfifi, del trigo, de la vid, por el tnico medio practicable en una regién donde las tierras eran tan escasas y que consistia en el traslado de los indios y en su sustitucién por el ganado y los cultivos comerciales.” [...] Para el espaiiol, no sélo las innovaciones eran Iucrativas, sino que Ja propia despoblaci6n no presentaba mayor inconveniente, ya que haba gente de sobra para compensar tal pérdida, y sobre todo, porque el sistema debilitaba, como se queria, alos pueblos some- tidos y expulsaba del campo a los contingentes necesatios para la 31 cexplotacién de las minas y la edificacién de las nuevas iglesias, palacios y casas, enganchados como mifayos, o para el servicio do- méstico, en calidad de yanaconas; o aun permitia obtener esclavos para las haciendas que comencaban a creatse en el altiplano y Ja costa Desorganizado el sistema de proteccién social de una pobla- cién cuya iniciativa se habia aletargado por siglos de regulacién autoritaria, se sucedieron épocas de hambrunas. Una enfermedad hasta entonces desconocida, la viruela, encontr6 a los indios sin resistencias naturales. Entre el hambre, las epidemias y el brutal trabajo en las minas, se calcula que después de 150 afios de con- ‘uista s6lo quedabe del 4 al 5 por ciento de la pablacién anterior a la Hlegada de los esparioles. La red de riego quedé casi paralizada por falte de mantenimiento. Las terrazas y los acueductos fueron abandonados. Dice Gatcilaso que “los espafioles, como extranje~ 105, no han hecho caso de semejantes grandezas; antes parece que, a sabiendas 0 con sobra de descuido, han permitido que se pierdan todas”.” Al mismo tiempo, la introducci6n del arado por los espafioles “ocasiona un verdadero retroceso en Ia agricultura, por lo menos cn los indices de produccién”.* En efecto, el uso de arados cons- titufa una tecnologfa adaptada 2 condiciones diferentes, de las cua les l escasa pendiente era determinante. Al utilizarlos en la regién andina, se desarticularon los delicados equilibrios ecol6gicos que sustentaban el sistema de cultivos incaicos y en poco tiempo los surcos del arado se transformaron en circavas de erosién. Final: mente, la erosién del suelo fe tan acentuada que gran cantidad de 4reas de cultivo debieron ser abandonadas completamente. Este fenémeno es paralelo al proceso de desertizacién de am- plias zonas explotadas por los incas. Se abandoné la estrategia de ‘manejo de cuencas hidticas, y en dreas de escasez de lefa se corta~ ton los érboles que protegian las nacientes de los acroyos. De este modo, los arroyos se secaton y disminuyeron las posibilidades de sustentat poblacién en esas tierras, Por ese motivo en la quebrada de Humahuaca “el agua ha ido disminuyendo a través de los tiem~ os; por ello los campos regados fueron reduciéndose en superfi- cie y las acequias rebajando su altura a medida que era necesatio abandonar las terrazas mis elevadas. Esto est muy claro en Coctaca, 32 donde actualmente, por falta de agua, no se culeiva ni la décima parte de los terrenos que utilizaron los indigenas, cuyas admirables acequiias no Hevan ya una gota de agua.” EI paso siguiente fue la organizacion del sistema de explota~ ci6n en grandes haciendas, Sobre lo que quedaba de los valles que habian alimentado a tanta gente se estructura Ja produccién co- mercial, no para subsistencia, sino para el mercado. El Nuevo ‘Mando conoce asi, por primera vez, la paradoja de una agricultura que provoca hambre en vez de saciarla, En 1573 Jerénimo Latis de Cabrera informa al rey de Espaiia de la existencia de mas de seiscientas poblaciones que debian al- bergar a unos treinta mil indigenas, que se extinguieron ripida- ‘mente por él esclavizante trabajo a que fueron sometidos en las encomiendas. Un jesuita explica que en Tucumin “atribuyen la disminucién de indios en aquel paisa los malos tratamientos que Jos espatioles les daban por causa del cultivo, recoleccién, carda e hilado” del algodén.” Este ataque a los naturales del pais no se detuvo en las perso- pas ni en su suelo, sino que alcanz6 también a animales y plantas. La vicuiia comenz6 a ser muerta para aprovechar su lana, mien- tras que los conquistadores utilizaron muy pocas de las plantas cultivadas antes de su legada. Aigunas, como el maiz, el tomate y la papa, modificaron radicalmente Ja diesa de varios paises eu- ropeos y posibilitaron usta expansi6n considerable de Ia pobla- cidén de esos paises. Pero las dems plantas cayeron en el olvido, desplazadas, a ve~ «es por el trigo, la cebada y el algodén, otras veces por el desierto. Algunas de estas plantas se extinguieron, especies que perdieron sin duda las vatiedades mis productivas, que provenfan de una cuidadosa seleccién efectuada durante muchos siglos. Otras sub- sisten como curiosidad, convertidas en “plantas de pobres”, sin que se haya intentado utilizarlas en una escala distinta de la econo- mia de autosubsistencia, Valdria la pena recordar que uno de los cultivos mis importantes del mundo actual, la soja, fue durante siglos considerada también como una ‘planta de pobres” y des- preciada por esa razén. Veamos algunos ejemplos (que incluyen vegetales de la zona andina y de fuera de ella):*""-°" 33 * La quinoa (Chenopodium quinoa). Es una especie en vias de extincién. Se trata de un cereal, del cual son comestibles las hojas y el grano, Puede utilizarse para elaborar harinas, preparar sopas, guisos, etc., con una alta concentracién vitaminica. La planta re~ siste las peores condiciones de altura y sequedad de la Puna. “El earwi, altramuz o lupino perla (Lupinus mutabilis), Es una Jeguminosa que se culkiva con facilidad y resiste las heladas, la se~ ‘quia y muchas plagas. Su semilla contiene tanto aceite como Ja de soja y macha mas protefna * El mango (Bromus mange), cereal extinguido en cultivo. Agim se encuentran plantas silvestres en Neuquén y Rio Negro, * El madi (Madta sativa), planta anual con granos oleaginosos. Fue cultivada en Neuguén y Rio Negro, pero se extinguié antes del siglo XEX, sustituida por el olivo. Esta no era una planta desconocida, Su uso estuvo ampliamen- te difundido en Chile y ffacasaron los intentos de reintroducirla en nuestro pais. Un diario de Buenos Aires testimonia en 1819: “EL ‘madi es una planta indigena o propia de Chile, de cuyas semillas (que produce en gran abundancia) se extrae una cantidad prodi- giosa de accite dulce, de buen sabor, claro y del mismo color que él de las aceitunas. Se cultiva en abundancia en la campafia de Chile, principalmente en la provincia de Concepcidn, y su acei- te sirve para los mismos usos que el de las aceitunas”. Agregan que “el olivo no es de todos los climas, ni produce todos los alos con igual abundancia; pero el madi produce sus semillas y pros- Pera anualmente, en todos los diversos temperamentos de Chi- len Citan a un cura francés, el P. Feuille, quien lo califica de “acei- te admirable” y agrega que “para mi es mis dulce y de sabor més agradable que Ja mayor parte de nuestros aceites de aceitunas, y su color es el mismo”, Servia para alimentacién, para iluminacién y ara ka fabricacién de jabones. El aceite se exttafa por presi6n 0 por infusién en agua hirviendo. “Todo indica —concluye el diario— que esta planta debe ve~ nir a Buenos-Ayres con abundancia, y puede abastecer al pais a 34 corto precio.” Indicaba més adelante que un aumento de la de~ ‘manda podria reducir aun més los precios del aceite de madi. * Bl amaranto (Amaranthus caudatus). Es una planta anual que aleanza unos dos meteos de altura, debido a que su fotosintesis es excepcionalmente eficiente. Es parecido Jos cereales y produce vvainas grandes, similares a las del sorgo. Su contenido en hidratos de carbono es parecido al de los verdaderos cereales, pero el de proteinas y grasa es superior. El pan hecho con barina de amaran- to tiene un delicado aroma a nuez. Su semilla tiene un elevado porcentaje de lisina, un aminofcido que en general falta en las proteinas vegetales. * La ajipa (Pachymhisu gjipa), de ralz carnosa como la remola- cha, pero emparentada con los porotos, Se cultivaba en el noroes- te argentino, y actualmente esti en vias de extincién. * El yacon (Polymnnia edulis), perenne de la familia del giraso. Se comen sus raices gruesas y camosas. De reducida difusin actual cn Salta y Jujuy. # La oca (Oxalis tnberosa). Sus tubérculos amarillos 0 rosados tienen gusto a casiafias. Se cultiva actualmente en Ja Puna de Salta ¥y Jujuy hasta los 4.000 metros sobre el nivel del mar * El ulluco (Uillucus tuberosus), Suele lamérselo “papa lisa”. Se ccultiva entre los 3,000 y los 4.000 metros de altura en la Puna * La achira (Canna edulis), de geuesos rizomas comestibles; se cultiva en forma reducida en Salta y Jujuy, pero se puede dar hasta ‘en Buenos Aires, * El jamaichepeque (Maranta arundinacea), herbicea perenne de zonas tropicales. Se cultivaba en el noree de la Argentina; sus ‘gruesos rizomas producen una fEcula alimenticia Asi, el destino de los dominados fue suftido por los hombres y " porsu ambiente: ls poblaciones dispersadas y hambreadas, los tem- 35 pos demolidos, las terxazas y los acueductos abandonados, la tierra ‘erosionada, secos los arroyos, muertos los aninnaes, olvidadas sus plantas LOS PRIMEROS CRONISTAS: LA NATURALEZA COMO ENEMIGO Ahora nos interesa conocer la visién opuesta de la misma realidad; es decir, cémo vefan los primeros conquistadores la nnaturaleza americana, Esa misma naturaleza que habfa sido cuida- dosamente administrada y preservada por las civlizaciones preco- ombinas aparece como hostil alos primeros conquistadores. Pasa Jos que salfan de su pueblo y se iban a corter mundo, los rios aparecian como demasiado caudalosos, las Uanuras demasiado ex- tensas, los animales extrafios y todo en América tenia las propor ciones de la desmesura, Se encontraron con un mar de agua dulce, tan enorme que nadie lo hubiera crefdo rio; con la leyenda de ciudades cuyas casas eran de plata con los tejados de oro, y tam bién descubrieron una flor puesta alli por Dios para recordar con su forma el drama de la Pasién. En este tablado de maravillas, la vida podia perderse a cada instante: América era hostil, lo eran sus rfos y sts plantas, suis indios 'y sus animales. Cuenta un cronista que los tigres se comieron a los primeros seis hombres que tocaron tierra en la expedicién de Pe- dro de Mendoza. - En América parecian no regir lasleyes de la naturaleza. Crist6- bal Colén ve sirenas en la desembocadura del Orinoco y también se encuentra con un rio cuyas aguas erat tan calientes que no se podia meter la mano en ellas.” ‘Antonio Pigafetta, el cronista de Hernando de Magallanes, cree vver plantas que caminan, Los habitantes de la Patagonia le parecen gigantes: “Este hombre era tan grande que nuestra cabeza legaba apenas su cintura. Las mujeres no son tan grandes como los hom- bres, pero en compensacién, son més gordas. Sus tetas, colgantes, tienen mis de un pie de longitud. Nos parecieron bastante fea; in ‘embargo, sus maridos mostraban estar muy celosos”."* De aqui rnacié una leyenda de gigantes que, durante un siglo, pobl6 de 36 \ estos seres los mapas del sur del continente. Bn todos ellos se ad vertfa que Ja Patagonia (extendida por algunos hasta la actual pro- vincia de Buenos Aires) era “tierra de gigantes" Por la misma época, se imprimia en Italia un libro que mostra ba grabados de unos hombres con cabeza de perro que aullaban a Ja Tuna y eran niuy communes en el actual territorio brasilefio.”” Un viajero que pas6 por Buenos Aires a principios del 1700 nos habla de un pajaro “habitante de las lejanas montafias” que durante el dia sigue el curso de! ol, com los ojos fjos en él, y de noche ora su ausencia. También menciona un monstruo cuadriipedo con cabeza humana, con un gran ojo en medio de la frente, largas orejas y labios de mujer, que no s6lo describe sino también di- buja” Pero el horror a la nataraleza alcanza su méximo en el libro que dio nombre a nuestro pais, en La Argentina, el poema de Mar tin del Barco Centenera.” Este autor, apenas sube por el Delta, advierte que “el tio hace aqui muchos islones/poblados de onzis, tigres y leones”, y lena la tierra de una zoologia fantéstica, dictada por el miedo. Describe perros que morian bailando, arrojindose voluntariamente en el fango ardiente de una laguna. Habla de un animalito Iamado “carbunclo”, pequefio, con un espejo en la frente, “eluciente como la brasa ignita en recio letio”. Encuentra la tierra lena de amenazas, Los peces atacan al hom- bre, aun después de la muette: “Un pez palometa que frefa / pen- saba una mujer enharinado / de la sartén salt6 muy de repente / y el dedo le corté redondamente”. En los rfos acecha el peligro: un hombre “en Ja boca de un pez perdido habia / Jo que el pez le corté con gran porfia”. Se cruz6 con una sirena y la describe “en medio de esta laguna y atin gimiendo / y sus doradas ctines esparciendo”. En otro lugar escuchan raidos misteriosos y piensan “que son diablos que vie~ nen en pos de ellos / y vuelven erizados los cabellos”. Habla de ‘mariposas que se vuelven ratones y que terminan siendo una plaga peor que la langosta. Después de describir varias clases de gusanos, explica: “De unos y otros he comido”. El magnifico especticulo de las cataratas le provoca estas re- flexiones: “Ariba de aqui estin los remolinos / que es cosa de admizar y gran espanto [...] Un peiasco terible esti tajado / dea 37 = do se arroja y cae muy farioso, / El estruendo que hace es muy sobrado / y el humo al aire tiene tenebroso. / Las aves huyen de 1, los animales, / en oyendo su estruendo sin pereza / caminan no parando apresurados / y con el temor las colas enroscadas”. En esta tierra hostil, Jos hombres de la expedicién de Mendoza se comieron los caballos y las ratas, las piernas de un ahorcado, y tuno de ellos, el brazo de su propio hermano.” Los de la expedi~ cin de Caboto iban de isla en isla del Paran’ buscando serpientes y “el que podia haber a las manos una culebra 0 vibora y matarl pensaba que tenia mejor manjar de comer que el rey”. ‘También comfan os0s hormigueros y se quejaban amargamente por ello: “La came de este animal es sucia y de mal sabor, pero como las desventuras y necesidades de los espafioles fueron mt chas y muy extremadas, no se ha dejado de probar a comer”.* Entre las cosas sorprendentes que se les cruzan estén los zorrinos, animal que “da un tal olor aborrecible, que da mucha pena y pa- rece que se entra a la persona en las entrafias”.** A cada paso, les lama la atenci6n lo que encuentran por st fealdad, es decir, por sus diferencias con lo que ya conocian. Véa~ se, por ejemplo, esta descripci6n del tapir: “Es animal bien extra fio, que siendo de una especie es semejante a muchas 0 un monstruo natural compuesto de varias especies. Es del tamafio de un bor co, el pelo castafio y largo; la cabeza de jumento, las orejas de mul, los labios de becerro. En el hocico tienen una trompa que alargan cuando se enojan”. En sus entrafas “a veces se encuentra la piedra bezoar mis estimada que la de los guanacos, por ser mas eficaz antidoto contra el veneno, como enriquecido de mis pode- rosa virtud”.* Si decian esto del tapir, qué no dirfan del yacaré: “Se le cree a este pez yacaré un animal sumnamente horroroso y dicen que debe ser un basilisco y que envenena y hace gran daio en ls Indias”. En otra edicién, aparece indias, en mindscula, aludiendo a las supues- tas costumbres sexuales de este reptl. "Y cuando este pez o animal sopla su aliento a alguno, entonces éste debe morir, pero todo esto es fibula, También se cuenta que no hay mis medio de acabar con este pez gue el de mostrarle un espejo y tenérselo por delante, porque él mismo se mire, porque asi, al ver su propia fealdad, tendré que caer muerto al punto.” 38 i Otro animal fantistico es el yaguaro, del que “suponen que escarba con prontitud increfble por debajo del agua ls barrancas de ]os tios, hasta que as hace dertocar sobre las embarcaciones”.* Elmiedo ala naturaleza aparece asociado al miedo a jos hom bres que vivian en ese ambiente. Los indios eran seres monstrao- 408, que no se sabia si tenfan alma como el resto de los hombres. Cuando finalmente un Papa decidié que sla tenian, aparecieron innumerables tratadistas que, con abundancia de citas de Aris- tételes, explicaron que los indios eran débiles mentales y que es0 Jos convertia en siervas a natura, es decir, hombres cuya constitu- ci6n natural los hacia més aptos para la servidumbre que para la libertad.” Abonaron esta opinién los testimonios de viajeros, misione- x05 y cronistas que trataron con los indios en los primeros tiem- pos de la conquista, Asf, Del Barco Centenera afirma que los indios del Chaco comen cristianos y que él y sus compafieros sélo consiguieron salvarse porque los indios tenfan cosas mejores para comer, ya que la came de eristianos era “también por des brida aborrecida”. Otros verin hombres con cola en Chiloé y Tierra del Fuego. Por su parte, un misionero describe esta escena: “Entrando de repente en los pueblos, como fieras acometen al rebaiio, hacen presa de los muchachos que pueden para su comida. Suelen andar vagando de noche pot los campos, como borrachos 0 locos. Co- men brasas de fitego como si fireran guindas. Dudoso es de creer, y yo confieso que lo tuve por patrafia, pero desengaiiéme la expe- riencia que hizo uno en presencia mia, mascando carbones encen- didos como un tere6n de azticar”.” La intencion de este mensaje es clara: estos seres tan poco hu- ‘manos que mastican fiego y comen personas no pueden ser con- siderados como iguales a los europeos. La esclavitud sera el tratamiento mis piadoso que pueda darseles. Dos siglos més tarde todavia se encuentran rastros de este miedo a la naturaleza americana, esta vez usado como pretexto “cientifico” para bloquear su explotacién productiva. Félix de ‘Azara, un autor partidario de estimular la ganaderia extensiva en el Rio de la Plata y desalentar la agricultura y la industria, se esfuerza por demostrar la rareza de las condiciones meteorolégi- 39 i |) ' cas americanas. Afirma que “una tempestad el dia 7 de octubre de 1789 arrojé piedras de hasta diez pulgadas de difmetro a dos Teguas de Asuncién” Y por sino bastaran estos bloques de hielo de veinticinco cen- imetros que caian del cielo, se dedica a hablamos de los rayos: “En cuanto a rayos —afirma—, caen diez-veces mis que ent Espa fia, sobre todo si viene la tormenta del noroeste”. Explica que eso no puede deberse a bosques ni a serranfas, y concluye que “es preciso conjeturar que aquella atmésfera tiene mis electticidad o ‘que posee una cualidad que condensa mas vapores y que los preci- pita ms prontamente, causando los meteoros citados”. sta no era una opinién aislada, sino que se enmarcaba en una corriente de pensamiento que volvia a insistir en lo extrafia que cra la naturaleza en América. En fecha tan tardia como 1790,,los sabios de la época afirmaban que en todas las Indias de Occidente —y aun en Jas 2onas tropicales~ la tierra era tan fifa a 6 0 7 pulgadas de profandidad que los granos se helaban al sembrarse. Por eso, explican, los drboles de América, “en lugar de extender sus raices perpendicularmente, las esparcen sobre la tierra, hori~ zontal, evitando por instinto el hielo interior que los destruye”.” Asi, Jos naturalistas inventan una ecologfa tan fantistica como Ja zoologia de los primeros cronistas. La tierra americana era tan haelada que enfiiaba el aire y por es0 en los trépicos no habia ani~ males grandes. De alli deducian que las serillastrafdas de Buropa no podrian germinar, y que silo hacian, darian unas plantitas ra quiticas, tan endebles como los animales domésticos que se imz portaban. ‘Contaban el fracaso de un comerciante que en 1580 habia tra- tado en vano de aclimatar guindos. Del tigo, sembrado con gran des cuidados, decian que sélo producfa una hierba espesa y estéril ‘que habia obligado en muchas regiones a abandonar su cultivo. De la vifia decian que no prosperaba, aun plantada en zonas seme~ jantes a las regiones de los grandes viiiedos de Europa, Del café, que no podia engaftar el gusto de quien hubiese probado los de Oriente. Del azéicar, que era preferible cualquier otra la del Bra- sil, considerada como la mejor de América. Poco a poco, esta naturaleza va siendo dominada, y su degra dacién se presenta como mejoramiento. A fines del siglo vit se 40 decia que esa frildad del suelo americano se iba transformando por el continuo tréfico, por el talado de los érboles y matorrales, pot la “sequedad” de las lagunas y “el calor de las habitaciones”, que templaban “la constitucién del aire”. ‘También la agriculeura calentaba la tierra, por Ja labranza, que al remover el suelo facibitaba la entrada de los rayos del sol, y ppor las “sales de las hojas y plantas que, acumuladas en una larga serie de afios, forman por su corrupcién un mejoramiento natu ral”. como Jo habfan deducido al observar, sobre todo, el cre~ cimiento extraordinario de algunas plantas “en terreno allanado por el fuego”. Es decir, que para “mejorar” un bosque habia que quematlo y que la obra humana deseable era acelerar en pocos aiios el mismo proceso de depredacién de la naturaleza que habia necesitado muchos siglos en Europa. A lo largo de nuestra historia volver a repetirse muchas veces esta concepcién de la para y simple des truccién como objetivo, a veces con una finalidad productiva, ottas por una mera deformacién cultural. EL RECURSO MINERO: LA PLATA DEL POTOSI El abandono de algunos recursos tiene como contrapastida ly explotacién intensiva de otros. La economia colonial esti orienta da hacia la extraccin de metales preciosos. Su obtencién condi- ciona todas las dems actividades, influye fuertemente en la Aistribucién espacial de la poblacién y genera definidas condicio nes de calidad de vida, La estructura productiva colonial tiene por finalidad principal Ja satisfacci6n de las necesidades de circulante de Ja metrdpoli. De ‘una amplia gama de posibilidades de extraccién de excedentes (dada, por una oferta natural extremadamente rica y ampliamente diversificada y una abundante poblacién indigena) se adopta una solucién muy restringida: la especializaci6n de la colonia en la produccién de una finica mercanecia, la mercancia dinero. La historia econémica de Buenos Aires comienza mucho antes de su fundacién por Garay. En realidad, empieza en una fifa no- che de 1545 cuando el indio Huallpa se perdié en los cerros 4 = altoperuanos buscando una llama. Encendié una fogata para ca- lentarse y ls piedras le devolvieron el reflejo. Bl cerro era de plata. jPétojsil, dijo (ha brotado). Y durante doscientos afios la gente continué creyendo que la plata del Potosi crecta como las plantas, renovindose continuamente, al tiempo que la sacaban y embarca- ban para Europa. Comenzaba la era de la plata. La posesion de territorios coloniales suplié en Espafia al de~ sarrollo artesanal e industrial, proveyendo la capacidad de com~ pra de esos productos en los mercados europeos. El metilico, segiin Quevedo, nace en las Indias honrado / donde ef mundo le acompaia / viene a morir en Espaita /y es en Génova enterrado, El metal nace en el cerro del Potosi, actualmente en territorio boliviano. De alli baja una larga corriente de-plata, que crea ent su trayecto centros comerciales y artesanales en toda la region central de nuestro territorio. La economfa minera da su nom- bre al rio de la Plata, més tarde a nuestro pais y genera una particular organizacién del espacio nacional. Potosi se transfor- ma en el centro de la vida colonial durante los sighos XVI y XVI De 1503 a 1660 llegan a Espafia 16 millones de kilos de plata, al triple de las reservas totales europeas, originadas en su mayor parte en las minas del Potos!, Siguiendo la doctrina mercantilista que identificaba la mercancia dinero con la riqueza misma—, las autoridades coloniales no regularon la produccién de plata, con lo cual generaron en su pais una acelerada inflacién y provocaron Ja ruina de gran ntimero de actividades artesanales . En los extremos del Jargo camino seguido por la plata se desa~ rrollaron dos ciudades muy distintas. En uno de ellos, Buenos Ai- res, como el puerto necesatio para comunicar Potosi con la metrépoli, Un puerto cuyo movimiento no guardaba relacién con las actividades productivas de las reas nds préximas a él, sino que era la continuidad lejana de las riquezas del Potos!. Los lingotes de plata legaron a representar hasta él 80 por ciento del valor de las mercaderias que salian por Buenos Aires. La mayor parte de lo que ingresaba era contrabando. Se forms asi una ciudad predominai temente comercial, cuya riqueza no se basaba en Ja produccién sino en el intercambio, caracteristica que tendra su importancia politica en los afios subsiguientes. 42 En la otra punta del camino, Ja Villa Imperial del Potosi, ciu- dad fantéstica que en 1660 contaba con 160,000 habitantes, igual que Londres y més que Sevilla, Madrid, Roma o Paris. La plata llend la ciudad de riquezas y ostentacién: al igual que en la corte del rey Arturo, de todas partes Hlegaban caballeros y soldados de fortuna, cubiertos con lujosas corazas, para sostener duelos con los campeones de la Villa; y los relatos de estos duelos, hechos por ‘cronistas de la época, parecen péginas de un libro de caballerias. Se construyeron 36 iglesias y en 1658 una procesién recorrié las ea- les empedradas especialmente con lingotes de plata.“ Si hablamos de Potost es porque esta ciudad sintetiza una serie de problemas ambientales caracteristicos de la época, pero ademas prenuncia los de Ja nuestra: urbanizacién desordenada, contami- racién del aire, del agua y del suelo. Recordemos que estamos ante una de las ciudades mis importantes del mundo. Lo primero que vemos ¢s el diseito urbano. Las leyes de In- dias tenian normnas muy rigurosas que establecian la forma de las calles, su disefio en tablero de ajedrez, la distribucién de funcio- nes de las distintas actividades, de los edificios piblicos y religio- 305, etcétera, En Potosi no, hubo nada de eso. La ciudad nacié como un campamento minero, consteuido por gente de paso aque esperaba hacer fortuna en un par de afios y después irse cuando se agotaran les vetas, Pero el metal tardé dlos siglos en comenzar a escasear y en ese tiempo se hizo un asentamiento de formas tan confuasas como las grandes ciudades actuales. Sus habitantes “de nada cuidaton menos que de la poblaci6n”, segéin dice un trata- dista de la época,” quien agrega que “cada uno se situé donde guiso, de manera que fueron formando unas calles demasiado angostas y largas, para asegurar el tréfico y abrigarse de los vien- tos fifos de la sierra” Potosi ¢s una ciudad sucia y muchas de sus calles “estin siem- pre inundadas de inmundicia”, Por la actividad de ia ciudad y la cantidad de animales que entran y salen “es inmensa la cantidad de basura que se recoge; y con la que han ido arrojando a los extre- ‘mos del pueblo, se han formado unos cerros que casi igualan a los edificios mis altos de la Vill”.* ‘También el agua vena contaminada, ya que la ausencia de tun disefio urbano planificado hacka que las cafierias que lleva- 2 bban agua a la ciudad pasaran primero por el hospital. Tanto los, cafios de agua limpia como los de aguas servidas eran de barro cocido, con frecuentes grietas. El resultado es que “se filtran recfprocamente las aguas, de unos a otros”. De este modo, ocurre «que “las aguas puercas con que se han purificado los patios de la enfermeria, infecten las demas aguas con que se mezclan, cau- sando, cuando no sea enfermedad, un notable asco al vecin= dario” Pero los mayores efectos eran los vinculados directamente con Ja explotacién minera, De lo que actualmente es el norte de la Argentina, de Bolivia y de Peri, Potosi recibe mano de obra. La ‘ita era la obligaciGn de los pueblos indios de entregar cierta can- tidad de miembros aptos para realizar trabajos durante un lapso determinado. El virrey Toledo creé las reducciones de indios, que actuaron como “formidables proveedoras de mano de obra obli- gada".” Si bien recibian un slario por st trabajo, puede calificrselo de una forma disimulade de esclavitud, ya que “slo bajo el Kti- go” pudo ese sistema funcionar con eficiencia, Agreguemos que se parecfa tanto a la esclavitud que fueron necesarias ordenanzas pposteriores para evitar que aparecieran falsos mineros pidiendo que Jes repartieran indios, los que después eran vendidos a los mineros, de verdad. Esta orientaci6n en el uso de los recursos provocé una notoria sobteutilizacién de los recursos humanos, manifestada en la degra- dacién y destraccién fisica de gran cantidad de hombres a lo largo de varios siglos. Las estimaciones oscilan, segiin los autores, entre tresy ocho millones de muertos, una magnitud comparable ala && Jas victimas de Auschwitz, Segiin testimonio de Mariano Moreno, ‘de las cuatro partes de indios que salen para la mita, rara vez regresan las tres ente- 133". EI humo de los hornos contaminaba el aire de tal manera «que no habia pastos ni sembrados en un radio de seis leguas alrede- dor del cerro, y sus efectos sobre los hombres eran igualmente deteriorantes. El dominico fray Domingo de Santo Toms lo cali- ficaba de “boca del infierno”. El padre Calancha afirmaba que morfan diez indios por cada moneda, y un virrey del Peri, el conde de Alba, decia que, de exprimirse esas monedas, se les saca~ xfa mds sangre que plata, 44 La base de esa gran urbe industrial era el cerro Rico, que estaba horadado por cinco mil bocaminas, que se juntaban den- t10 como los huecos de una esponja. Para extraer el mineral, pasaban los indios de la superficie helada a la temperatura ar- diente del socavén, “y ordinariamente los sacan muertos y otros quebrados las cabezas y piernas y en los ingenios cada dia se hieren”.” Los mitayos hacian saltar el mineral a punta de barre- tay después lo subian cargindolo a la espalda, por escalas, ala luz de una vela La muerte por accidentes no era el ‘nico riesgo, ni siquiera el principal. En Potosi encontramos las primeras intoxicaciones ma- sivas provocadas por la contaminacién industrial. La molienda del mineral se efectuaba en trapiches movidos por energia hidraulica. Las mazas “levantan tanto polvo con el impulso, que no pods suftirlo quien no esté acostumbrado a respirar dentro de estas ofi- cinas”.” Ese polvo genera la silicosis, enfermedad caractevistica de los mineros, que provoca serias lesiones pulmonares El mayor problema, sin embargo, fire el envenenamiento con ‘mercutio. La toxicidad de este metal es conocida desde hace rmu- cho tiempo. ¥ en la actualidad es uno de los mayores tiesgos vin- cculados con fa contaminacién industrial. Sus principales efectos son neurolégicos: provoca temblores asociados a un estado de ri- gidez muscular; contracciones dolorosas; alteraciones en la voz, que pierde sus modulaciones y se vuelve monétona; trastornos de caricter; ceguera. Con frecuencia provoca también lesiones en el estémago y en los riflones. En dosis elevadas es mortal” En Potost se utilizé el mercurio para extraer la plata por amal- gama, Se mezclé el mineral en polvo con el mercurio en grandes, ccubas calentadas con pasto seco por falta de lefia. Cuando los mi- netos terminaron con toda la vegetacién natural del cerro y sus alrededores, dejaron entibiar al sol la mezela, pero mandaron a los Indios a amasarla diariamente con los pies, para acelerar la incor- poracién del mercurio al metal. En ambos casos, los vapores t6xi- C08 hicieron estragos en los trabajadores. Segin una investigacién ‘efecruada por Juan de Solérzano en 1619, “el veneno penetraba en la pura médula, debilitando los miembros todos y provocando tun temblor constante, niuriendo los obreros, por Jo general, en el espacio de cuatro afios”.”* 6 El insumo estratégico para la producci6n de plata es el mercu- rio, y ia forma en que se manejé refleja Ia actitud de la Corona hacia ef desarrollo de sus colonias. Se establecié el monopolio real para a produccién y venta de mercurio. A fin de asegurar un mer ‘cado ampliolse prohibié mezclar el mexcurio con hierro al prepa ark extraccién por amalgama, ya que esta mezcla permitia ahorrar ‘mercurio. (Este ahorro hubiera disminuido la contaminacién.y No solamente se obligé a los empresarios mineros a usar la tecnologia mas costosa, sino que se encareci6 deliberadamente este insumo. El graeso del mercurio utilizado era importado de Espa- fia, de los yacimientos de Almadén, Se redujo a propésito la pro- duccién de las minas peruanas de Huancavélica, que podrian haber abastecido cOmodamente las necesidades del Potosi, y, durante largos afios, se las mantuvo clausuradas. Cuando no alcanzaron los envios de mercurio espafiol, la Corte prefirié comprarlo en Ale mania antes que activar los yacimientos locales, a punto tal que el descubridor de una mina de mercurio préxima al Potost fue asesi-~ nado para evitar su explotaci6n.”” Esta forma de usar los recursos naturales y humanos tiene su correspondencia en la forma de usar el espacio. Potost organiza el espacio econémico de la colonia. De Chile recibe trigo, potros, came seca, pieles y vinos; de Peri recibe mercurio cuando el fey lo permite. Desde el actual terrtorio argentino se envia carne seca, vinos, aguardientes y tejidos a lomo de mula, cuya ctia se hace com el propésito de “adaptar los equinos a las necesidades como bestias de carga y a ls condiciones ambientales”.™ Tucumén y Santiago del Estero le proporcionan ropas de algodén. De las minas deLa Carolina (San Luis) le Hega oro en grandes cantidades para su acu~ fnaci6n, la que debia efectuarse en Potos! porque las autoridades coloniales privilegiaban el control de las actividades econémicas por encima del desarrollo regional. El alejamiento de las costas actué como una forma de protec~ cionismo de hecho, estimulando una economia autosuficiente, al tiempo que la demanda del Potost alent6 la producci6n para el consumo, Sin embargo, esta compleja gama de actividades se de- sarrollé ocupando una fraccién muy reducida del territorio colo~ nial. El pats tiene la forma de un largufsimo camino que une Buenos Aires con Lima y Potost, segin el actual trazado de la ruta 9, con 46 gota algunos desvfoslaterales que levan a San Juan, a Mendoza, a Co- srientes, a Paraguay. Pero la mayor parte del terrtorio, os tierra de indios, o es el desierto. LA PAMPA HUMEDA. UN DESIERTO INHOSPITO ‘Los conquistadores encontraron desierta la pampa y no hicie- ron nada por poblarla ni por explotar sus recursos naturales. Vea- mos las razones de esta conducta y las causas de este despoblamiento. Llamamos regién pampeana a una amplisima estepa herbécea de unos 52 millones de hectireas, de temperaturas benignas, tla vvias repartidas en forma relativamente regular a lo largo del afioy suelos profiandos con alto contenido de materia orginica En tiempos prehist6ricos, esta pampa estuvo habitada por gran- des animales, cuyos esqueletos petrficados descubrié Ameghino cerca de la costa, en las proximidades de Mar del Plata, ;Qué ha- fan alli? Una hipétesis razonable es que muchos de esos animales no faeran oriundos de la pampa, sino que viniesen en grandes migraciones, provocadas por cambios ecolégicos ocurridos en sus lugares de origen. Es probable que, “huyendo de las condiciones ~ enexttemo desfavorables del interior, grandes cantidades de ma ifferos legasen a morir entre los médanos de la costa, atraidos por ha ilusién de un precario refugio".” Estos animales eran: el megaterio, un herbivoro del tamafo de un hipopétamo; el toxodén, también enorme, o el gliptodonte, un peludo de dimensiones de pesadilla. Tan grande era el gliptodonte, que los primeros naturalistas de nuestro pais afirma- ron que los hombres primitivos utilizan su caparazn como vi+ vienda, afirmacién que no esté demostrada. Estos animales pastaban en una amplia Hanura cubierta de pajonales de gran altura. Esa llanura tenfa pocos érboles, y en ver~ dad no se sabe si eran pocos 0 poquisimos, como tuvo después, pero hay quien sostiene que los tuvo en alguna cantidad, y que después los fre perdiendo. Los animales que hemos nombrado tenfan un depredador na- tural, un mamffero més pequeiio que ellos, pero con buena espe- cializacién para la caza: el hombre. En 1915 se encontré un toxodén a fsil con una punta de piedra clavada en un hueso, sefal de que alguien intent6 cazario y el animal escapé herido.” Pero la inci dencia humana en su extincin no parece deberse a la caza, sino a Ja mayor frecuencia de incendios, ocasionados por los primeros ‘grupos humanos. Es significative que hayan sobrevivido s6lo los animales adaptados a convivir con cierta frecuencia de incendios. Esto significa que las actividades humanas podsian haber tenido ‘una incidencia ambiental de envergadura, aun en épocas prehisté- ricas, Ello provocé alteraciones en la ecologia de las pampas. La mis importante fue su despoblamiento, Los hombres eran cazadores y debian desplazarse hacia donde encontraran su alimento, Con la desaparicién de fos grandes ma- miferos prehistéricos disminuyeron enormemente las posibilida- des de caza en la regi6n, los hombres debieron emigrar y la pampa se transformé en un desietto. Los hombres se fueron a los bordes de la pampa, siguiendo a Jos guanacos, hasta lugares como las sierras de Tandil y de la Ven- tana. El guanaco era la base de la dieta del hombre prehispanico. ‘También su cuero proporcionaba vestimenta y era insustituible en Ia confeccién de los “toldos” que usiban como habitacién, Es decir, que la distribuci6n de los hombres en el espacio estu- vo determinada por la de Jos guanacos, “Estos animales —dice Guillermo Madrazo— prefieren, como es sabido, territorios ven- tilados y frescos, lo que estarfa en relaci6n con su extrema sensibi- lidad hacia las picaduras de los insectos. Y estos dltimos —la “sabandija’ « que aluden los antiguos vigjeros (jejenes, mosquitgs, tébanos)— eran abundantisimos en Ia pampa deprimida virgen. Existen referencias de que la ‘sabandija’ era tan agresiva en los sitios bajos que en ocasiones los propios caballos sedientos debian refugiarse en lo alto de los médanos donde corria la brisa, sin po- der acercarse a la orilla de las lagunas."* Con los guanacos en la regién serrana y en la Patagonia, en tuna tierra sin drboles y sin cuevas, con pocos cursos de agua y ccon bastantes lagunas saladas, la pampa estaba lejos de parecerse a tun paraiso. Recién se poblé con la expansién de la hacienda cimarrona, multiplicada a partir de las pocas cabezas que trajeron los espaiioles. 48 SI ne El sentimiento de lo infinito Pampa es un término indigena que significa lanura. Para Humboldt su aspecto “llena el alma del sentimiento de lo infini- to." Su vegetacién natural son las gramineas. Dos siglos atris se trataba de altos pajonales,interrumpidos de cuando en cuando por uun ombéo un pequefio monte de chafiar. La ausencia de arboles se explica por la densidad del pajonal, que sombreaba las semills y has plantas jovenes e impedia su desarrollo Un viajero asombrado afirma en 1691 que “de Buenos Aires a (Cordoba se extiende una llanura de més de 200 leguas, en la que no se ve un solo rbol”.” Si, a pesar de todo, algén érbol conseguia crecer, era dificil que durase mucho; en zona de frecuentes tormentas eléctricas y de abundancia de pastos secos, los incendios de campos fueron muy frecuentes. Es probable que esos incendios hayan terminado con cualquier Arbol que se aventurara en el interior de ta pampa, a excepeién precisamente del ombit, cuyo caticter pricticamente incombustible lo mantenia a cubierto, y del chaftar, cuya brotacién por las raices se activa por el fuego. A pesar de todo, habia arboles, pero no en plena llanura, sino en las mirgenes de los rios y arroyos. Sauces, ceibos, sarandies, acacias negras formaban un espeso bosque de ribera que en los arroyos menores se unia por encima para crear un bosque en galeria con un microclima mucho mis hiimedo, bajo el cual vi- vian abundantes aves acuéticas, como las garzas; peces como el dorado; reptiles como la tortuga de agua, o mamiferos como la nutria 0 coipo, Con las inundaciones, en el Delta y rfos mayores se les agrega~ ban jaguares que venfan flotando en grandes balsas de camalotes por el Parand y el Unuguay, y que se refugiaban entre los arboles de la orilla. Desde ls primeras épocas de la conquista, su abundan- Para ver las dificultades de este descubrimiento, contemos un poco cémo se llevé a cabo la segunda expedicién. Salié Garciz con'una escolta de indios amigos y unos treinta hombres entre soldados y peones. “Atravesaron al Salado —dice Parish— en un lugar que en su poca hondura daba paso seguro a las carretas, no pasando su ancho de diez a doce varas. El lugar del paso estaba poco antes de llegar a su unién con el arroyo de las Flores, después del cusl se hace el rio més caudaloso, aumentando sut ancho en la estacién del inviemo hasta trescientas varas, no pudiéndose enton- es pasar sino en canoa. Al dia siguiente, por el paso de las Toscas cruzaron el Saladillo, arroyo que desagua en el Salado un poco iis ariba del de las Flores, hacia el cual procedieron por campos may entrecortados, por pantanos, que Jos obligaban a desviarse continuamente del camino recto,"™"* Después explica que los ingenieros tenfan que esconderse para hacer ls observaciones de latitud, porque los indios desconfiaban del aparato que usaban (un quintante) y presumifan que servia para comunicarse con los demonios. Esto los obligé a hacer algunas observaciones de noche, ala luz de las estrellas, en vez de utilizar la * del sol. 101 “Como dos leguas mis alld del paso por donde cruzaron el Flores reconocieron su unién con e! Tapalquén en un gran panta~ no. El arroyo de las Flores no es en realidad sino el desaguadero de aquel rio, que se encontré ser més salado atin que el Salado. Se ‘encontraron muchos tigres en los espesos pajonales que cubren sus dtgenes, que, sin embargo, no causaban gran dafio, comparado con el que hacian los tabanos y mosquitos, de cuyas venenosas ppicaduras no habia escape.” Observe el lector la sorpresa de descu~ brir la provincia de Buenos Aires a comienzos del siglo XIX. Esto se refuerza con el relato de lo que le ocurrié a Martin Rodriguez, cen 1823, es decir, cuando ya habia transcurtido un cuarto de milenio desde la segunda fandacién de Buenos Aies. “Las tropas salieron de la guardia del Monte el 10 de marzo —sigue contando Patish—, y apenas habian pasado el Salado, cuan- do se encontraron en medio de bafiados al parecer interminables, ccubiertos de cafias y juncos més altos que la cabeza del caballo, siendo sobremanera dificil arrastrar pot entre ellos las carretas y la artlleria, Sin embargo, fueton saliendo como pudieron hasta lle~ gar a una laguna, a.la que dieron por la pureza de sus aguas el nombre de Laguna Limpia!siendo absolutamente necesario hacer alto alli afin de recéfiocer los campos antes de seguir adelante. "Hasta entonces habjan sido torpemente extraviados por sus baqueanos, cuyo tinico conocimiento del campo parece que habia sido adquirido saliendo a veces en busca de nutrias, que se en- cuentran en grandes cantidades en estos bafiados; pero la caza de las nutri y la marcha de un ejército acompafiado de bagajes, ca- rretas y attilleria, son cosas muy distintas; siendo extrafio que to- dos los cafiones y bagajes no se quedasen enterrados entre las citnagas.” ero silos baqueanos se perdian en la pampa, puede imaginar- se lo que les ocurriria en el resto del pais. En su expedicién al Paraguay, Belgrano observa: “Sali de Curuati-Cuatié con todas las divisiones reunidas, dirigiéndome al rio de Cottientes, el paso que se llama de Caaguazd, por campos que parecia no hubiese pisado Ja planta del hombre, faltos de agua y de todo recurso, sin otra subsistencia que el ganado que levabamos”.*” Asi, los ejércitos libertadores atraviesan un pais misterioso, que més parece extran- ero que propio. 102 En ese territorio apenas delineado por mapas inciettos, ¢s po- sible cualquier especulacién. Aparecen proyectos fantisticos, como Ia idea de Rivadavia de cavar un canal navegable que uniera ‘Mendoza con Buenos Aires) Su discusién legislativa puede damos tuna idea de lo poco que sabfan sobre el pats los hombres que lo estaban gobernando. En el debate (efectuado en 1826), Paso dijo que no sabia qué aguas podfan ser utilizadas para Ilenar ese canal, y que en todo caso serfan més ditiles para el riego. Le contesté Vélez Sarsfield, quien defendi6 con entusiasmo la idea del canal, por el ahorro de tiempo y dinero que significaria sustituir carretas por barcos. Vargas, en ‘cambio, expres6 algunas dudas: “No se nos da una idea topogrifica de los terrenos por donde deban venir esas aguas —dijo—; tam- poco se nos designa qué rfos las han de suministear”, El Gnico que planted una negativa rotunda fue Manuel Dorrego, quien afirmé que “cualquiera que haya transitado por esos lugares donde quiere hacerse el canal, conace que no hay un contingente de aguas capaz de hacerlo medio navegable”.”" Pero ‘esta negativa parece haberse fundamentado més en motivos poli- ticos que en un mayor conocimiento de los recursos realmente disponibles, ya que al afio siguiente cambié la situacién politica. Dorrego pasé a ser gobernador y manifest6 su intencién de “e- ‘conocer el curso del rio Colorado hasta su firente, con el loable propésito de exablecer una mavegaci6n comercial de Mendoza 4 Buenos Aires”.””” Muchos afiés més tarde, Sarmiento resucité la idea, al sostener gue usando las lagunas de Guanacache “y el navegable Desagua- deta” podian acortarse las distancias entre Cuyo y Buenos Ai res. Pero después de una afirmacién tan tajante, vuelve atrés y platitea el problema en sus justos términos, es decir, reconociendo gue no tenia forma de saber si esa navegacién era posible. “El Departamento Topogrifico —agrega— debiera promover un sis tema seguido de explotacién en los rios, para asegurarse de los que sean navegables y de los que pueden ser canalizados.'zQué sabe- mos hoy del Negro, del Colorado, del Bermejo, del Pilcomayo, de los lagos de Guanacache y otras vias de transporte, sino lo que . Ros han dejado los jesuitas y algunos exploradores mandados por Ja corona espaitola?” 103 \ El desinterés por un aumento de la produccién —y, por con siguiente, por un mayor uso de los recursos naturales— impidié el conocimiento del pais)A menudo esa ignorancia se tradujo en la inferioridad militar de las tropas nacionales frente a los indios. Por ejemplo, én 1857 el coronel Emilio Mite dtigié una expedicion contra los rangueles. Salié sin baqueano, quizé por confiar dema- siado en sus mapas, ya poco de andar “los rigores de Ia sed comen- zaron a hacerse sentir, por lo cual decidi6 buscar le laguna Trenel, que se sabia capar de aliviar al ejército en el desierto, Alllegara wn cruce de rastrilladas, se erré en la direccién del camino, yendo a darse finalmente en una charca que no hizo sino exasperat la sed. No qued6 otro arbitrio més que emprender la retirada, abando- nando artilleria y municiones” }"" Estanislao Zeballos comenta que Jas fuerzas del corone! Mitre fiieron batidas “por el mis formidable enemigo que pueda encontrarse en la pampa: la sed”."** En reali~ dad, fie derrotado por su caricter de extranjero que intenta reco~ eer un pais desconocido. Lo mismo ocurriré cada vex que se repartan tierras alos amigos del gobierno de tumno, prictica que se inicia con la enfiteusis de Rivadavia y continiia hasta fines del siglo XIX, Se afirma que “es imposible hacer un mapa veridico en un pafs inexplorado por los gedgrafos. Ha sucedido que los compradores de un lugar se en- cuentran con que éste dista 10 0 12 leguas de Ta posicién que le asignan nuestros soldados”.”” LOS CAMBIOS ECOLOGICOS (En esta pampa tan poco conocida que hasta los baqueanos se perdian, estaban ocurriendo una serie de cambios a gran veloci- dad-}Podemos calificar a esas modificaciones como un desequil brio ecolégico de envergadura. Aunque este término se suele reservar en el lenguaje corriente para los cambios desfavorables al hombre, lo cierto es que se traté de una alteracién irreversible en tun sistema que habia permanecido estable hasta exe momento, Habfamos hablado del nicho ecolégico vacio que representaba la inexistencia de grandes herbfvoros. Su introduccién y repro- duccién masiva provocaron grandes alteraciones en la vegetacin 104 pampeana: Darwin cruz6 en 1825 la provincia de Buenos Aires de sur a norte. Anota que “me he quedado sorprendido con el mar- «cado cambio de aspecto del campo después de cruzado el rf0 Sala- do! De una hierba gruesa pasamos a una alfombra verde de pasto fino.“Ante todo creo deber atribuir este cambio a una modifica- cin en la naturale del sacto; pero los habitantes me airman que ¢s preciso atribuir esta mudanza a la presencia de los cuadripedos,) Exactamente el mismo hecho se ha observado en praderas de fa América del Norte donde hierbas comunes y rudas, de cinco a seis pies de altura, se transforman en césped en cuanto se introducen alli animales en suficiente némero”.”* De los enormes pajonales del alto de un hombre se pasa, por accién del ganado, a un paisaje como el que describe Carlos Burmeister: “Nos encontramos ya sobre la pampa y vemos exten- derse ante nuestra vista una planicie sin fin, cuyo suelo esté cubier- to de un pasto fino tan alto que Ilega a as radillas, Ningiin objeto de alguna particularidad se destaca alli Sobre esta plataforma mo- nétona, pero no desolada, se avanza hora tras hora y dias tras dias, sin otra perspectiva de cambio que tal vez un rebatio de pastoreo, tun venado sorprendido, una hilera de carretas de bueyes, una ranchera de paisanos 0 una pequetia laguna; tampoco existen ros caudalosos en las pampas, slo pequefios arroyos de un caudal in- ‘constante cruzan agui y acullé la Hlanura”.”* Pero quizis este paisaje domesticado haya sido una aspitacién tan fuerte de los argentinos, que pocos afios mis tarde parecian haberse olvidado de los cambios que habia suftido la pampa. As, Sarmiento se veria obligado a decir que “los que ereen que los campos de Buenos Aires han sido siempre tales como los vernos hoy, cubiertos de ganaderia, é0s no conocen Ja transformacién ‘que la tierra salvaje experimenta gradualmente, Estas tiers fixeron pajonales hasta San José de Flores. Fueron pajonales cubiertos de pantanos. Cuando en ellos se echan ganados, se convierten en te- rrenos llenos de gramineas, porque el ganado cultiva a su manera, rompiendo la espesura primnitiva, lo que permite a los rayos del sol penetratla y disecarla”.** Ladescripeién es correcta, pero las razones del cambio ecol6gico provocado por el pastoreo son més complejas. Sobre este tema + hemos formulado algunas hipétesis que nos permitirin compren- 105 der el comportamiento ecolégico de la pampa durante este pe- rfodo. | (n la pampa previa a le conquista, la ausencia de herbivoros importantes permitia que ls patos complieran su ciclo biolgico completo. Nacian, crecfan a gran altura, se reproducian y morlan. dlejando los grandes pajonales secos que caracterizaron a la llanura vieja Estos pastos estaban adaptados @ los suelos en los cuales s¢ aban desarrollado. Es decir, suelos ricos en materia orginica (que eran el resultado de la descomposicién de los pastos) pero pobres en nitrogeno ficilmente asimilable (el que habia estado fjado en Jos vegetales existentes). En consecuencia, fos pastos se adaptaron ‘un ritmo biologico lento, de varios afios de duracién, y, al mis- mo tiempo, fueron responsables de lo prolongado de ese ciclo, debido a la lentitad de su propia descomposicién. ; Ta introduccién del ganado significé un saibito enriquecimiento ‘del suelo pampeano| Después de muchos miles de aiios de ausen- cia de animales grandes, aparecen, se multiplican y mucren millo~ nes de vacas y caballo. Gus deyecciones y sus restos reactivan el reciclado del nitrégeno y provocan un desequilibrio ecol6gico de ‘magnitud, El rapido reciclado del nitrogeno provocé un fendme no conocido como rejuvenecimiento del ecosistema. A mis nite geno, més posibildades de crecimiento para las iy anuales, ppastos més verdes y blandos, de crecimiento répido\fambién es- timula el rebrote de los misrnos pajonales anteriores;que van sien~ do ramoneados por el ganado y reemplazan sus tallos viejos por ‘otros nuevos. Estos cambios implican la ereacién y el Ilenado de nuevos nichos ecolégicos, es decir, de nuevas oportunidades de desarrollo para otras especies animales y vegetales. "Todo esto nos explica la coexistencia de pastos duros con pas~ tos blandos, pero atin nos falta comprender la desapaticién de unos en beneficio de los otros. Aqui es probable que hayan influido las quemazones, frecuentes en tna zona de tormentas eléctricas y po- blada por tribus que las efectuaban como ayuda para la caza y la guerrs.‘EA tal sentido, los cambios ecoldgicos que ficilitaron la expansién de los ganados posibilitaron también la repoblacién de Ja pampa por parte de cibus indgemss, las que, asu ver, wtilizaron cl fuego con frecuencia. Asi, los cambios sociales y ecol6gicos apa~ zecen profiindamente entrelazad 106 ‘Veamos la desctipcién de un incendio de campos, suftido por Ja ya mencionada expedicién de Martin Rodriguez:”” “Un hura- cin desatado lanzaba hacia ellos nubes de negro humo seguidas por inmensas llamaradas que se extendian por todo el horizonte, ¢ indicaban muy claramente la aproximacién de una de esas terti- bles quemazones no poco comunes en las pampas después de un tiempo seco, cuando el pasto, los juncos y los cardos, prendiendo fuego ficiimente, hacen que las lamas se extiendan sobre la faz del campo, envolviéndolo todo en una comiin y horrible destruccién. "Los gauchos a la primera sefial de peligro tienen algunas veces bastante presencia de dnimo para prender fuego inmedia- tamente a los pastos que estén por delante a sotavento, por cuyo medio consiguen despejar un espacio en que refugiarse antes que Ja conflagracién general llegue a alcanzarlos; pero no siempre hay tiempo para hacer esto, y mucho menos para salvar 1os ro- deos y majadasde las que perecen grandes cantidades en ese devorador elemento. Parece que en esta ocasi6n los baqueanos, perdieron el juicio del mismo modo que el camino; y ano haber sido por el feliz descubrimiento de ana pequefia laguna que ha- bia en aquellas inmediaciones, a la que se arrojaron hombres y bestias, arrastrando consigo las carretas, todo el ejército habria tenido el mismo trégico fin. Alli permanecieron por tres horas ‘con el agua al pescuezo, mientras la quemaz6n rugia espantosa~ mente @ su alrededor. Pasadas esas horas, y consumido ya todo hrasta la raiz, s6lo quedé un yermo asolado en todo lo que alcan- zaba la vista, cubierto de una negra capa de cenizas y carbones. iHe aqui lo que es la guetta en las pampas! Las mejores tropas del mundo, si no perecen entre los pantanos y tembladerales, pue- den ser asadas vivas, sin posibilidad de salvacién”. Pero ademis(desde principios del siglo pasado, el fiego se utiliz6 como herramienta para el manejo agrario)“Cuando se re~ corte la llanura —dice Darwin— es costumbre prender faego a las hiierbas; eso han hecho hoy los soldados, por lo cual vemos de noche magnificas conflagraciones y el horizonte se ilumina por ‘todas partes. Se incendia la Hanura para achicharrar a los indios que puedan verse rodeados por las llamas, pero principalmente’ para mejorar los pastos. En los llanos cubiertos de césped, pero no fre- “ euentados por los grandes rumiantes, parece ser necesatio destruir 107 por medio del fuego lo superfluo de la vegetacién, de manera que pueda brotar otra nueva cosecha.""* ‘Un aspect interesante de esta prictica es que, debido a la ex- tension del terzitorio y su escaso poblamiento, hubiera sido muy dificil de implementar por cada ganadero en su propio campo. De manera que se convirtié en una prictica social, y el incendio de campos fue costumbre de los gauchos en sus viajes” \LEl incendio destraye el pajonal seco y posibilita‘tl rebrote de tall6s tiemos, También acelera el reciclado de los nutrientes, de- volviendo al suelo las sustancias que se encontraban en los tallos secos. En realidad, el fitego forma parte de la dinémica normal de ‘ecosistemas de llanura como jos pampeanos, y su uso como berra~ mienta de manejo no fue més que una aplicacién de fenémenos naturales observados. ‘Al mismo tiempo, el fiaego reduce la vegetacién al nivel del suelo y fuerza a competir por la luz a las distintas especies entre si. En presencia de abundante nitrégeno, el pasto blando gana la ca~ rrera, crece més ripidamente y sombrea al pasto duro, impidién— dole su desarrollo. En apariencia, final feliz. De una situaci6n de equilibrio con pastos duros se pasa a otra situacién de equilibro con pastos blan- dos y de mayor receptividad ganadera. Solamente que el cambio en el ecosistema no tiene por qué terminar justamente donde es conveniente para el ganadero. “jSe cree que para ahi el movi~ miento y la transformacién de las plantas?”, se pregunta Sarmien- to. ¥ no, los cambios en la vegetaci6n continéan, ya que el nuevo equilibrio alcanzado no ¢s lo suficientemente estable. El primer sintoma es el enmalezamiento, Cardos vistos por Sarmigato’y descriptos por Hitighiff, quien se impresioné al ver ‘en Entre Ros cardos de gran altura y hormigueros que alcanzaban tamaiios similares.” Elcardo es la primera seftal del sobrepastoreo y su crecimiento vvertiginoso se vincula con el elevado tenor de nitr6geno del suelo. Diferentes viajeros notan la presencia del cardo en la proximidad de los ranchos.”' En el desierto, el cardo sirve como indicador pata saber los sitios en los que han asentado campamentos indige- nas.” Pero también los cardos ocupan los caminos. Dice German Burmeister: “Con sorpresa comprobé que en las orillas de estas 108 huellas profundas, producidas por largo’ afios de trifico, crecian plantas totalmente diferentes a las del vecino suelo de la pampa” 'Y atribuye esa diferencia “al abono que se origina por la caida del estiércol que despiden bueyes y caballos que transitan en estos caminos”.”* Sobre la altuta y densidad de esos cardales, podemos recordar el relato de Darwin, quien pregunté si existian salteadores de ca- minos y le contestaron que todavia no, que aparecerfan cuando crecieran los cardos, Asombro grande del inglés, hasta que descu- brié en Areco unos cardales eapaces de albergar a los cuarenta Iadrones de Las mil y una noches, “En cuanto los cardos crecen todo lo que han de crecer —dice—, los llanos que recubren se vuelven impenetrables en absoluto, excepto en algunos senderos, verdade- 1~ laberinto conocido s6lo por los ladrones, que se guarecen alli en esa estacion, y salen a robar y asesinar a los viajeros.”™* Pero ademis, la colonizacién de los ecosistemas pampeanos por el cardo aparecfa como un fendmeno pricticamente inevita- ble, ya que los mismos pobtadores éran quienes facilitaban su difusién.En efecto, la total ausencia de lefia hacia que en cada rancho 3¢ juntasen enormes cantidades de tallos secos de cardos. Asi, las semillas se distributan en las proximidades de los sitios poblados, los animales las pisaban y enterraban, facilitando asi su germinacién y expansiénEl cardo es un ejemplo muy claro de cémo las lamadas plagas y malezas no son fenémenos exclusiva- mente naturales, sino que son el resultado de determinadas ac- ciones humanas, que levan a la multiplicacién de una especie en forma que resulta econémicamente perjudicial. Comentando este mecanismo, D’Orbigny se referia a la ripida difusion del cardo “por el suelo de la Repiblica Argentina, difusién que hace te- mer para el porvenit que cubra por completo la provincia de Buenos Aires” Vale la pena describir el aspecto de este paisaje y sus efectos sobre la vida cotidiana, tan dificiles de imaginar en la actualidad. “El aspecto de la planicie variaba durante lo que alli se llama un atio de cardos —dice Guillermo Enrique Hudson—, cuando éstos, que generalmente crecen en aislados manchones, invaden por to- dos lados, y durante una estacién entera cubren la mayor parte de “ Ios campos. Las plantas, en estos aos exuberantes, crecian tan 109 _gruesas como espadafias o juncos en sus lechos y eran més altas que de costumbre, alcanzando hasta casi tres metros. "Parado entre los cardos, en exe momento se podia, en cierto sentido, oftlos crecer, ya que las inmensas hojas se libertan con un brinco de su acalambrada posicién, produciendo un sonido chisporroteante... [Para el gaucho}, su pequefio rancho de adobe, bajo de techo, quedaba asf en condiciones idénticas a las de una Jat, pues los altos cardos lo cercaban y le impedian divisar a la distancia. A caballo, encontrabase obligado a no apartarse del es- trecho sendero del ganado y a encoger o levantar sus piernas para librarlas de las punzantes espinas. Era un aio de angustia, por el temor al fuego, y una época de grandes zozobras también, cuando los relatos de robos y otros crimenes llegaban al lugar, especial- mente para las pobres mujeres que quedaban tanto tiempo solas en sus ranchos encerradas por el denso crecimiento de esa marafia.”™* Entonces/el sobrepastoreo altera el suelo y abre el camino de las malezas,\y los pobladores o sus animales se encargan de sem- brarlas,}*Pfevengo que el cardo, la cicuta, la ortiga —advierte ‘Sarmiento— no son plantas indigenas de este pais, sino que han venido de Europa como el trigo y la cebada. Tras ellas vienen la cepa caballo y el abrojo. Mas tarde, el maldecido abrojo reemplaza al cardo y al pasto. "He recorrido Ja campafia de Buenos Aires desde Santa Fe y hasta San Nicolés y hay cuatenta leguas de abrojos que vienen invadiendo toda la campafia. He visto. decretos impotentes man dando extirpar el abrojo que ya esteriliza Ja tierra, He oido a un estanciero pobre de la campafa que tenia una miajada de ovejas y me decta: Este aio no podremos mantenemas porgue ha venido la cepa caballo y nos ha invadido. Asi ha sido toda la tierra y por eso ha venido la agricultura, porque el sudor del hombre Ia contiene en sus extravios.”2” Puede ser til retener la iiltima fase: ef sudor del hombre la con- tiene en sus extavtos, porque contiene el embrién de la estrategia de manejo agrario de Ja pampa que sera utilizada durante Ia belle époque argentina, Exa necesario contener los extravios de la natura~ leza, que se reflejaban en el enmalezamiento de los campos. Para «so serviri el sudor de los inmigrantes arrendatarios que, ellos si, servirin a la patria cultivando el suelo, Pero un cambio de esa 10 envergadura en el uso de los recursos naturales requeriré de pro- fandos cambios sociales, los que comenzarin a producirse a partir dela Organizacion Nacional. _ Eleardo es sélo un ejemplo, como surge dela cita de Sarmien- to. Una caractetistca de los ecosistemas pampeanas es su falta de resistencia a las invasiones. En 1930 Parodi encontré en la Pampa Hiimeda 318 especies vegetales autdctonas y 170 especies exéti- as," Esta relacién fue tomada por autores europeos como signo de ecosistema no estabilizado, no primigenio o desestabilizado.”*?° Ello significa la presencia de muchos nichos ecolégicos vactos y su continua ocupacién por especies que a menudo resultan perjudi- ciales para las actividades humanas. EL EXCESO DE RECURSOS NATURALES Durante las primeras décadss de vida independiente, la pre- ‘ocupacién por conservar los recursos naturales es casi nllajLa vi- sién que predomina es la de wn continente vacio, con todos los recursos subutilizados y al que sélo le falta el hombre, Segiin la descripcién de Sarmiento: “La inmensa extensién del pais que esti cen sus extremos, ¢s enteramente despoblada, y rfos navegables pose que no ha surcado ain el frdgil barquichuelo. El mal que aqueja a Ja Repiiblica Argentina es la extensi6n; el desierto la xodea por todas partes, se le insintia en las entraftas; la soledad, el despoblado sin una habitacién humana, son por lo general los limites in- cuestionables entre unas y otras provincias. Alli la inmensidad por todas partes, inmensa la Hanura, inmensos los bosques, inmensos los ros, el horizonte siempre incierto, siempre confundiéndose con la tierra entre celajes y vapores tenues que no dejan en la lejana perspectiva sefialar el punto en que el mundo acaba y prin- Gipia el cielo”. En este contexto, no hay nada por conservar: todo sobra, todo es excesivo, todo puede ser usado sin limites. La caza se practica en agran escala: en San Luis “se hacfan batidas en los montes, 0 cerco, en el que se entraron miles de avestraces y iebres, a las playas de la laguna” (del Bebedero). Una vez concentrados, “se entraban a + bolear”.”” Siempre la abundancia: “En las comrerias por la pampa, iit [jams faltan bichos que bolear: avestruces, gamas, guanacos, Hie bres, gatos monteses, 0 peludos, o mulitas © pichis o matacos que azar”? Del mismo modo, en Entre Rios afirman que “la caza en la provincia es tan abundante que puede decirse que es una plaga. Hay tanta y tan abundante que es dificil detallarla. Son tan nume- rosas algunas de estas razas que la mayor parte de la gente de la campafia se alimenta una parte del afo de s6lo la perdiz y los loros. La caza de cuadripedos y anfibios también es uno de los ramos que deben hacer la tiqueza de aquel pais por su abundancia, sien do de preferencia las abundantes yeguadas alzadas, el venado, la liebre; el cerdo cimarrén, la abundante nutria y la capinguara (car~ pincho). Esta dima especie es tan abundante que en tiempo de secas quedan perdidas, lo que se secan las Jagunas”.™* Lo mismo ocurtia con la pesca, ya que “el pez es tan abundan- tey tan numeroso que dificilmente se podra nombrar”** En 1827 un viajero cuenta que, sobre el Parand, “capturamos en un instan- te varios dorados, de mas de un metro de largo cada uno”. ‘Aun en una zona tan érida como la Patagonia, era posible en- viar una expedicién militar casisin viveres, ya que “nos mantenia~ tos de lo que producfa el campo por la caza que hacfan los indios y inilicianos, trayéndonos perdices, gue abundan mucho, quir- quinchos, avestruces, huevos de éstos medio podtridos, gamas y ‘otros animales silvestres?.” Y también: “Se nos preséntan unas partidas de cerdos silvestres bastantes bravos, a los que acometen Jos indios y milicianos”.# Las poblaciones de animales salvajes eran tan numerosas que Guillermo Enrique Hudson se dedicaba a observar venados de Jas pampas (actualmente en extincién) en las proximidades de Quilmes: “Siempre encontrabamos cuadrillas de venados en los, campos en que mis florecian los cardos silvestres. Nos complacia atrimatnos a ellos y contemplar sus amarilla siluetas destacdndo- se entre el cardal verde grisiceo, mirindonos inméviles, para sdbitamente girar y huir a escape, prorrumpiendo en un grito sibilante, al propio tiempo que el viento nos trafa a ks narices su tufo almizclado”."* “En aquellos ejanos dias —agrega—, la aves abundaban excesivamente por todas las pampas donde pastorea- ban las ovejas. Por aquellos aios, contabanse pocos cazadores de 42 aves silvestres. El pais no habfa sido invadido por inmigrantes europeos destructores de pajaros.” Efectivamente, en Tandil las perdices eran “tan abundantes y tan mansas que las matibamos con rebengues”.™” En la Banda Oriental eran tan comunes y ficiles de atrapar “que, en caso de necesidad, habriamos podido matarlas por centenares todos los digs”! (En muchos sitios la fauna aparece como una amenaza. Dos ‘especies actualmente al borde de la desaparicién eran consideradas como muy peligrosas para las actividades productivas y la misma seguridad fisica de la poblacién, En Cascaty (Corrientes), después que un yacaré atacara a una persona, “el comandante ordend dedi- car una semana a perseguirlos y se calculaba en varios millares el timero de yacarés muertos en menos de 15 dias”,** Io que puede ‘damos una idea de su densidad en esa zona de esteros y bafiados. Los pobladores tuvieron menos suerte con los jaguares, ya que éstos impedian la cria de ganados. En la isla de Meza (Corrientes, Junto a Apipé) debieron abandonar una explotacién porque “los Jaguares, acantonados en gran nimero en los bosques que ocupan toda la parte no desmontada, en poco tiempo destruyeron todos Jos animales”. ‘Como suele ocurrit ctuando se abren nuevas tietras a la explo~ tacién, se producen desequilibrios ecol6gicos que favorecen la expansion de plagas/La naturaleza vuelve a ser vista como un ene= migo. La agricultura correntina sufie el ataque de los loros “que devoran una espiga en un instante”. Para combatitlos, se con= ‘rata a mujeres lamadas loreras, quie recorren los sembrados ha- ciendo ruidos para intentar espantarios Pero la peor de las plagzs era, como siempre, la langosta. “Lo destruyen todo, tanto y aun mas que los incendios anuales del ‘campo que, por lo menos, no atacan las ramas altas de los érbolFes Nada puede detener su avance invasor ni desviarlo. Pude verlas cubrir los Arboles de tal forma que las ramas se doblan con su peso. Elagua del Parand lleva a veces bancos enteros de langostas ahoga- das, que sirven de alimento a los peces.”** (En este contexto de abundancia y exceso, en el que se espera que la naturaleza provoque las peores catistrofes, era extremada- mente dificil pensar en alguna clase de medidas conservacionistas. 113 ‘i snto aparece la preocupacién por A pesar de todo, en algiin momento apare ° ve los recursos faunisticos Heguen a escasear, En 1821 Martin Rodriguez emite un decreto regulando la caza} er licito hacer * "Sélo los meses de abril, mayo, junio y julio, s 7 Ja caza de nutrias. Toda licencia para la caza de nutrias Aebest ‘expresar el tiempo y los Iugares en que ha de hacerse; y ha de preceder el informe de la policia.” La caza de perdices para el mercado de la ciudad no se haré sino por e! tiempo que la policia publicari cada aio.’ ® “Queda probibida hasta nueva orden fa caza de avestruces.” * A pingiin individuo le sera licito hacer correrias de ningéin género en propiedad particular, sin licencia del poseedor. to con- traventores de las pohibiciones anteriores incutrtan en ls penas establecidas contra los ladrones cuatreros. Por supuesto que no habja ninguna manera de acer fective el control de lo que se pretendia prohibir, de manera que la norma «qed en el papel, Haba adem na ran de fondo ara que no se cumpliera: todos los testigos de la época hablan de Ia ferocida del gaucho y dela aparenteiniferencia con que dabayrecibia ha muerte, Estos hombres, tsatados como un recurso inagotable en ‘guerras y fortines, no tenfan motivos para dar a los animales un trato mejor que el que ellos mismos recibian. Pata vera efiacia y continuidad de los controles, siemos que en el verano que va defines de 1827 a principio de 1828 es deci en la €poca del ato en la que Martin Rodtiguez habia intentado prohibir la caza de mutrias) se sactficaron y vendieron tres millo- nes de ejemplares de esta especie. * Sasa, ons cables minus dposconeso- bre a caza de “bichos” y el destino de sus cueros y plumas, En vez de dejar al peén como duetio de estos despojos, lo obli 2 ven desl a expataz, como una forma de controle us suborina ¢ impedirles toda actividad independiente.™* Mas adel antes 9 78 desde el gobierno, intenta un control de la caza de nutrias, funda- 4 do en argumentos de tipo nacionalista. Como una gran parte de la poblacién rural estaba sirviendo en la milica, “los beneficios de la ‘matanza de nutaias recatan exclusivamente sobre ios extranjeros”>” Por eso el gobierno suspendi6 la caza hasta que los soldados fueron licenciades. ‘Como vimos anteriormentet ia presencia del vacuno significé el desplazamiento de otros herbivoros de su habitat originario}En | costa patagénica, en las proximidades de Carmen de Patagones, “antes de que poblaran fa costa los ganados, habia muchos pecaries, Jos que desaparecieron por completo después”. Alli mismo se observaba “gran niimero de esqueletos de ciervos, que me demos- traron que debia haber habido muchos de esos animales antes de su aniquilamiento” Pronto'las normas de regulacién alcanzan al ganado vacuno, que al reproducirse por si mismo se comportaba, de hecho, como un recurso naturilisEn 1816 se prohibe Ia matanza de vacas en todo el territorio’de la provincia de Buenos Aires, debido al con- sumo excesivo provocado por las guerras.“® En 1821, Martin Rodriguez vuelve a prohibirla, esta vez porque los malones obli- gaban alos estancieros a vender su hacienda antes de que cayera en ‘manos de los indios, con lo cual los precios habian bajado en exce- so. En ese momento, algunos especuladores hicieron grandes for- tuunas comprando ganado a los estancieros de la frontera. Uno de ellos, Juan Manuel de Rosas, escribe a su socio Anchorena: “Creo que habta en la campafia mucho miedo de indios; por lo tanto usted vea si algunos timidos dan ganados baratos y compre tres 0 ‘cuatro mil cabezas para nuestras estancias”.*° Esta prohibicién queda derogada después de una expedicién contra los indios. Del mismo modo, en 1830 “se prohibfa la matanza de yeguas y 1s extracci6n de sus cueros, a fin de que no fieran a menos hs faenas de los saladeristas'."™ También en 1824 vuelve a prohibirse Ja matanza de yeguas én toda la provincia de Buenos Aires ® Bs decir, que la forma de explotacién ganadera llevaba a que, en determinadas ocasiones, las normas sobre manejo del ganado fueran similares a las que se establectan para la fauna silvestre. La ganaderia extensiva tena atin mucho de similar a la caza del va- cuno. 115 LA FAUNA PATAGONICA Existen ejemplos puntuales de interés por la preservacién de recursos faunisticos, pero son extremadamente escasos. Hay, sin embargo, una excepcién importante, que es la referida a Ia fauna patag6nica. Para comprender su importancia econémica, debe te- nerse en cuenta que la apropiacién directa de recursos fauntsticos tuvo un peso enorme durante los siglos XVIII y buena parte del XIX. E] comercio internacional tenfa una orientacién diferente dela actual, La expansién de las exportaciones britinicas de texti- les de invierno (lanas) no aleanzaba aiin a cubrir todas los renglo~ nes de la demanda europea. La importancia de las pieles de animales salvajes en la inidu- mentatia de la poblacién durante el crudo invierno europeo era ‘muy superior a la actual Y por sobre todas las cosas habia una gran demanda de grasas animales, utilizadas para la iluminacién antes que se extendiera el uso del petréleo. (Recuérdese que Buenos Aires se ilumind con aceite de potro y velas de sebo, subproducto de los saladeros, durante la mayor parte del siglo XIX.) Del mismo modo, parte de Europa se iluminaba con aceite de ballena y con velas fabrica~ das con esperma (grasa extraida de la cabeza de ballenas y cacha~ lotes) Fro los recursos faunisticos del hemisferio norte eran limita~ dos. Después de varios siglos de explotaci6n intensiva, la fauna ‘europea yla de Jos mnates del norte comenzé a decrecer, desapate~ ciendo numerosas especies. Esto impulsé a buscar sus equivalentes cn los mares austraes. El interés por la fauna y los manejos econémicos ligados con ella aparece como una de las cansas de la conquista britinica de las jslas Malvinas. El breve periodo de administracién argentina de Jas islas se habia caracterizado por un intento de efectuar un ma~ nejo més racional de los recursos naturales. En fecha tan temprana como 1813 se otorga permiso a un bergantin para cazar Lobos marinos en el archipiélago, lo que equivale a prohibit la caza sin permiso* lLas actividades de caza de lobos marinos aumentaron notable~ mente a partir de 1819, con el descubriiniento de las islas Shetland 116 ca de anfibios del Sur. La cantidad de barcos loberos fire tan importante que hhacia 1820 Buenos Aires y Montevideo eran los puertos més im- portantes del mundo vinculados a este comercio, Entre 1820 y 1822, solamente en las Shetland se registra la presencia de 91 bar- cos de caza. A esta altura quedaban muy pocos lobes marinos en Jas islas Malvinas, y los barcos cazadores debian emigrar més hacia el sur, aunque continuaran utilizando las Malvinas como base de operaciones. En 1820 toma posesién de las Malvinas en nombre del gobier- no argentino el corone! Daniel Jewett. En ese momento haba mis de 50 buques ingleses y norteamericanos ocupindose de la caza de anfibios y la matanza del ganado de las iss, “Uno de los principa- les objetivos de mi cometido —dijo— es evitar la destruccién desatentada de las fuentes de recursos necesarias para los buques que de paso o de recalada forzosa arriben a estas islas.”™” Es decir, tuna propuesta conservacionista y de administracién racional de recursos naturales, En forma simultinea, el Consalado de Buenos Aires se ocupé de apoyar una empresa que proponta la caza de lobos marinas “en algunas de las isas que en la altura del Polo Sur de este continente se hallan inhabitadas”.** El primer intento de ocupacién productiva de las islas comres- ponde a Luis Vernet. Vernet llev6 a las islas a un centenar de hombres, entre gauchos e indigenas, para la cia de ganado, y co- lonos y balleneros europeos, expertos en agriculeura y pesca. A cambio de su compromiso de establecer una colonia, recibié del gobiemo argentino la desgravacién de sus actividades por 20 aflos y la exclusividad de la pesca y caza de anfibios en las isas y en la costa del continente al sur del rfo Negro. Este proyecto requeria la presencia de una autoridad que con twolara Ia depredacién que hacian los pesqueros extranjeros del principal recurso del archipiélago. Por eso, en 1829 se designa comandante de ls islas a Vernet, con poderes politicos y militares, El decreto, que eva la firma de Martin Rodriguez, establece en tuno de sus puntos que “el comandante politico y militar hard ob- servar por la poblacién de dichasislas as leyes de la Repiiblica y ‘cuidard en sus costas de la ejecucién de los reglamentos sobre pes- 117 ‘Tanto este texto como el anterior sobre reglamentacién de la caza reflejan la concepeién de uso ordenado y racional de los re~ cursos naturales que caracteri26 al equipo de Rivadavia. Las difi- cultades de implementacién se deben a que muchas de la ideas de este grupo eran totalmente anacrénicas por adelantadas; no ca~ bian, no tenjan sentido para las necesidades de la época. Eran un ideal, ni siquiera una copia de realidades europeas. El intento de Vernet de cumplir con sus instrucciones motivé iuna serie de incidentes con buques norteamericanos y britinicos, que culminaron con la ocupaci6n inglesa a las islas. Los primeros tiempos del dominio britinico se caracterizan por la depredacién en gran escala de los recursos naturales. Contintia fa caza de lobos ma rinos hasta que resulta dificil encontrar ejemplares, a punto tal que ‘en 1908 se los consideraba extinguidos. El interés de los cazadores se desvia entonces hacia los pingtiinos, cuya caza se hace en gran escala, ¥y contingia hasta la generalizaci6n del petr6leo como combustible. ‘Se menciona que en 1882 habia en las islas millones de pingtii- nos y que se los mataba para hervir sus pieles y obtener aceite. Se necesitaba matar 17,5 animales para obtener un litro de aceite, asungue esta cifia debe ser aumentada si se tiene en cuenta que la misma grasa del animal servia como combustible. Un célculo moderado habla del exterminio de 2,5 millones de pingiiinos.”” Del mismo modo, en la segunda mitad del siglo XIX se extingui completamente el zorro-lobo malvinero, tinico carnfvoro origi- nario de las isas. En cuatito al territorio continental argentino, la depredacién. se llevé a cabo en parte por las dificultades para realizar controles ‘en un pais extenso y poco poblado. La destrucci6n de recursos fue sds intensa en Jos casos en los que habfa un destino industrial (en cuyo caso se sistematizé la caza y se hicieron inversiones, lo que valia la pena si el recurso estaba concentrado), que cuando se destinaba al consumo local. Era dificil tener criterios conser- vacionistas cuando no se conocia el territorio y cuando extranje- ros cazaban animales que no tenfan uso en el pats. Eran animales {que no tenian una utilizacién definida y el europeo tiene tradi- ci6n de cazador-exterminador. Pero estas dificultades explican s6lo una parte de los hechos. La realidad es que las pocas veces que alguien quiso cuidar un 8 recurso natural y puso empeiio en hacerlo, consiguié algunos re- sultados parciales. Véase lo que ocurti6 con el comandante Oyuela en Carmen de Patagones: “Impuso a la pesca que hacian los ex- tranjeros de los elefantes y lobos un derecho provisional de 5 pesos fuertes por tonelada y dicté un reglamento de policfa prohibiendo {que se matasen hembras ylobos afin pequeiios. Alegando que esto cera desusado, los pescadores se resistian a dicha imposici6n y caso hhubo como ef de la fragata francesa Cométe que contest6 que la pagaria a cafionazos. Sucesivatnente, prohibié la matanza de lobos alos extranjeros, concediendo el privilegio a los naturales, de quie- nes aqueéllos debian comprarlos. Pero, por desgracia, tal habia sido el desorden con que antes se habfa hecho la matanza de lobos y elefantes, y la disminucién consiguiente de ellos, que Oyuela la prohibié completamente durante varios aiios”.?" Este antecedente demuestra la factibilidad del control de re~ cursos fiunisticos cuando existe un fancionario leal, dispuesto a pelearse con las ffagatas en vez de asociarse a ellas. Por alguna raz6n, esta clase de hombres no abunda en la época que estamos considerando. Sia ello se une la ausencia de una conciencia y una politica conservacionistas, s6lo nos quedan Jos testimonios de la depredacién, ‘Acesa zona Ilegaban barcos de diversos pafses, que se dedicaron ‘a atacar las colontias de elefantes marinos, cuya grasa era vendida en. Europa como aceite de ballena. A principios del siglo XIX, la extraccién de aceite de foca era de unas 50 a 60 toneladas anuales, de acuerdo com las reglamentaciones de las autoridades coloniales. Pero la independencia signific6 la ausencia de control de las costas australes, ya que, a pesar de las propuestas de Belgrano, no se for- 1é tna marina mercante nacional. Esos barcos extranjeros com- pitieron por la destruccién del recurso natural: hacia 1815-1820, Ja extracci6n de aceite de foca era del orden de las 2.000 toneladas anuales, lo que equivale a unos 40,000 elefantes marinos muertos por temporada. Las técnicas de caza eran extremadamente destructivas, ya que atacaban las colonias con lanzas, garrotes y armas de fuego durante la época de pariciones, que era cuando la mayor cantidad de ani- sales permanecfa en tierra, Se mataban las crfas muy pequefias, aunque su rendimiento en aceite era muy bajo, Sélo se aprovecha- 9 ba la grasa del vientze del animal pero no la de sus visceras, lo que significaba desperdiciar la mitad del aceite disponible. ‘A-esto se unié el hecho de que los elefantes marinos carecian de enemigos naturales en tierra, porlo cual no habian desarrolla~ do ninguna defensa ante ataques efectuados fuera del agua. A punto tal, que las hembras podian continuar dormidas bajo el sol, aun después de la masaore de sus congéneres, sin que las despertasen ni siquiera los balazos. Sélo lo hacfan cuando los marineros, creyéndolas muertas, les clavaban cuchillos para em pezar a extraerles la grasa.” Con ests pricticas, no sorprende saber que en 1828 sélo se obtuvieron 18 toneladas de aceite de foca; casi no quedaban ani~ ‘males, cuya distibuci6n alcanzaba anteriormente hasta la entrada del rio de la Plat Y¥ no es que se hubieran ido més hacia el sur para escapar de la persecucién. En esas remotas iss también estaban desaparecien- do, Unos afios mis tarde, cuando el Nautilus pase frente a las costas axgentinas, Julio Verne recogers las palabras del capitin Nemo: “EI 15 de marzo dejamos atris la latitud de las islas Shetland y Oteadas del Sur, y alli me dijo el capitin (Nemo) que antigua inente mumerosas tribus de focas habitaban aquellas tierras; pero Jos balleneros ingleses y norteamericanos, en su genio de destruc cién, sacrficando los adultos y las hembras prefiadas, habian con- seguido dejar el silencio de la muerte donde antes existia Ia animacién de la vids LOS CAMBIOS SOCIALES ‘Los cambios en las modalidades e intensidad de uso de los recursos naturales implican cambios sociales de envergadura, En la primera mitad del siglo XIX, la superficie utilizada de la pampa bonaerense crece a més del doble. “AI sur del Salado ha surgido, sobre un vacio demogrifico y econémico, una vasta zona de lati- fandio ganadero, donde los hacendados no han necesitado, para afirmar su hegemonia, desplazar a grupos rivales, donde se han hecho (0 salvado) las mis de las grandes fortunas privadas de la provincia existentes hacia mediados del siglo." 120 Durante todo este periodo, las politicas de distribuci6n de tie~ nas son muy similares, a pesar de los vaivenes politicos: se declama una estrategia de favorecer a los més necesitados y se aplica en la realidad un fortalecimiento de la gran propiedad territorial. Bn 1812, Rivadavia afirma que su objetivo es “repartir gratuitamente os hijos del pais” la tierra, ya que ellos, “siendo victima de la ‘codicia de los poderosos, viven en la indigencia y el abatimiento, con escindalo de la razén y en perjuicio de los verdaderos intere- ses del Estado”.”* También “a los extranjeros que se dediquen a la cultura de los campos se les dari tienras suficientes, se les auxiliasé pata los primeros establecimientos rurales, y en el comercio de sus productos, gozarin de los mismos derechos que los naturales del pais”. Quince afios mis tarde insisten en que no se debe “permitir gue los campos de propiedad piblica vengan a ser el patrimonio de unos pocos, con grave perjuicio de la prosperidad piiblica y de 1a industria particular de la tlase més numeros2”.” Pero, al mismo tiempo, su prictica concreta apunté a consolidar el latifindio, como lo revelan los estudios sobre las superficies ororgadas y sus benefi- ciatios. Esta diferencia entre lo que se dice y lo que efectivamente se hace va refle}indose en los textos de los decretos, que van dismi- rnuyendo las exigencias de poblar el territorio que se hacian a los beneficiarios de las tierras. Asi, en 1816, al entregarse campos al sur del Salado, se establecia fa obligacién del adjudicatario de construir ranchos y corrales, armar a sus peones y plantar “cuatro cuadras cuadradas de monte con cuatro mil Arboles de duraz~ no”? Estos requerimientos se reducen progresivamente hasta que en 1858 la dinica obligacién es “construir dos ranchos y un pozo de balde, ¢ introducir cierto nimero de haciendas”.”” Ya no se habla de poblar ni de forestar, ni de construir corrales. De hecho, el tinico costo que se computaba al instalar una estancia era eldel ganado, ya que la tierra era otorgada en forma prictica~ mente gratuita, En este contexto de produecién sin poblamiento, el recurso mis escaso es e} hombre y los precios relativos reflejan su escasez, Asi, en 1847, un “potro chiicaro” vale 10 pesos; los patros elegi- dos, sin domar, valen 50, Pero un buen caballo manso vale 500. Es ‘decir, que el animal, criado a campo abierto, tiene un precio muy 121 bajo; lo que lo valoriza es el trabajo que hacen sobre él. Un viajero explica que el precio de una oveja en Tandil es “algo menos que el valor de un huevo”. ¥ agrega: “Las ovejas se desarrollan y multi- plican sin el menor trabajo de sus propietarios, Las aves de corral exigen mayores cuidados y atenciones”.” ‘Las faenas rurales —que durante la época colonial habfan esta~ doa cargo de esclavos— requieren mano de obra asalariada. Para disciplinatla (y, al mismo tiempo, para mantener bajos los salarios) se establece la obligatoriedad del trabajo. Una disposicién de 1815 ordena que todos los habitantes de la campafia bonaerense debe~ xin tener una papeleta de conchabo, sin la cual serdn tenidos por ‘yagos sin oficio. En pocos afios aparecen medidas similares en todo ¢l pais; las toman Mariano Vera en Santa Fe en 1816, Artigas en la Banda Oriental en 1815, Ramirez en Entre Rios y Corrientes en 1816, San Martin en Cuyo en 1817." Bi mecanismo represivo se complementa con el permanente endeudamento de los asalariados con sus patrones, un rasgo carac~ tetistico de las grandes haciendas sudamericanas. De este modo, el abandono de trabajo sin pago de la deuda queda definido como ‘robo, en tanto que la continuiidad del empleo s6lo lleva al aumen- to de ese endeudamiento, Esta modalidad de uso de los recursos naturales genera una sociedad que en muchos aspectos recuerda a las comunidades feudales, “Por aquella extensién sin limites —dice Sarmiento— estin espareidas aqui y allé catorce citudades capitales de provin- Cia, Bl desierto las cizcunda a mas o menos distancia, las cerca, Jas oprime; la naturaleza salvaje las reduce a unos estrechos oasis de civilizacién enclavados en un Ilano inculto de centenares de millas cuadradas, apenas interrumpido por una que otra villa de consideracién. (...] La sociedad ha desaparecido completamen- te, queda sélo la familia feudal, aislada, reconcentrada, y no ba- biendo sociedad reunida, toda clase de gobierno se hace imposible: Ja municipalidad no existe, la policfa no puede ejer- cerse y la justicia civil no tiene medios de aleanzat a los delin- cuentes.”™ ‘La consecuencia inmediata es la formacion de ejércitos priva~ dos, organizados por los estancieros. Los Colorados de Monte, de Rosas, es la mis famosa de esas fuerzas, pero no la nica. Terrate~ 122 * Chiquita los que se salvaron”. nientes unitarios y federales arman a sus peones para cuidar sus propiedades en Ia lucha contra los indios, contra sus vecinos 0 contra el gobierno. LAS LIMITANTES ECOLOGICAS. Este modelo de uso de los recursos parpeanos tiene algunas Jimitantes ecol6gicas. La principal de elas es el problema del agua, decir, la alternancia de sequias e inundaciones, que ya hemos registrado en el periodo colonial. Esta ganaderia extensiva depen de enteramente de las condiciones climiticas, ya que el hombre no ha hecho nada para evitar sus consecuencias desfavorables. ‘A apenas un mes y medio de la Revolucién de Mayo, el Ca- bildo denunciaba los efectos econémicos de una sequia: “Por la cescasez de pastos en Ia campafia, se hallan muy aniquilados los ganados, lo cual motiva un exceso notable en su precio”. Los testimonios sobre variaciones climiticas estacionales son ‘muy numerosos: “Pasamos sin dificultad el rio Samborombén dice un vigjero—, completamente seco por la falta de Duvias. [Pero] desde el invierno, el rio Samborombén erece con extrema rapidez, y al acercarse al rfo de la Plata se convierte en un verdade- +0 torrente. Poco tiempo ateés, una persona de las vecindades ha- bia perdido 6.000 ovejas de buena cria como consecuencia de una crecida del rio”.™ En Chascomis, “el paisaje presenta un aspecto muy diferente durante el verano o en pleno invierno, En esta tiltima estacién el agua cubre casi la mitad del distrito y en verano los pastos se secan 4 causa del intenso calor. La abundancia de pasto durante el verano depende de la extensién que ha sido cubierta por el agua durante €l invierno; asi se explica la pobreza de algunas grandes estancias donde los campos son muy ondulados”.** En cambio, el diario El Censor se preocupa por una sequia invernal. Y en 1819, “después de un afio sin lover, estallé una gran tormenta que dio tanta agua, que los estancieros del norte de Ia provincia de Buenos Aires, al hacer el recuento de sus animales, muy pocos hallaron, pues las cortientes empujaron hacia Mar 123 Pero ademés existieron sequias excepcionales, que para Darwin ‘curren aproximadamente cada quince afios. A éstas se agregan situaciones verdaderamente catastroficas, que se registran una vez por siglo, Ha habido gravisimas sequias en los afios 1574/76, en 1614/17, en 1771/73, en 1827/32." Es interesante reproduc la descripcién de Darwin sobre este iiltimo fenémeno: “Llimase gran seta al perfodo comprendido entre los afios 1827 y 1832. Durante ese tiempo cay6 tan poca lluvia, que desaparecié la vegetacién y los mismos cardos dejaron de brotar, Secéronse los arroyos y el pais entero tomé el aspecto de un camino polvoriento. Esa sequia se hizo sentir sobre todo en la parte septentrional de la provincia de Buenos Aires y en la parte meridional de la provincia de Santa Fe. Gran niimero de aves, de animales salvajes, de ganado vacuno y caballar, murieron de hambre y de sed: Un hombre me conté {que los ciervos tomaron la costumbre de ir a beber al pozo que se vio obligado a cavar para sumministrar agua a su familia; las perdices apenas tenfan fuerzas para huir cuando se las perseguia. Estimase porlo menos en un mill6n de cabezas de ganado las pérdidas sufti- as sélo por la provincia de Buenos Aires. Los animales abandona- ban las estancias, dirigiéndose al sur, donde se reunieron en tan gran niimero, que el gobierno se vio obligado a enviar una comi- sién pata tratar de dirimir las contiendas que surgian entre los pro- pietatios. [Ademids] el suelo habfa permanecido seco tanto tiempo ¥ existia en él una cantidad tan enorme de polvo, que en este pais tan Ilano habian desaparecido todos los linderos y las genttes ya no ‘encontraban los limites de sus respectivas propiedades "Las bestias de ganaderia se precipitaban por ir a beber en el Parana en tebaiios de muchos miles de cabezas; agotados por la falta de alimento esos animales, érales imposible volver a subir Juego las escurridizas margenes del rio y se ahogaban. El brazo del rio que pasa por San Pedro estaba tan lleno de cadaveres en putre— faccién, que un capitin de barco me dijo haberle sido imposible pasar poral: tan fétido era el olor. Sin duda alguna, perecicron ast cen el rio cientos de miles de animales, viéndose flotar sus cadéveres descompuestos dirigiéndose hacia el mar.” Problemas similares ocurren en el resto del pais. En Santiago del Estero, una inundacién “ha arrastrado con todos los edificios de campo que no tenfan altura suficiente para resistir, sembrados y 124 parvas de trigo; ha perecido todo el ganado que no pudo hui, y Jas gentes fueron sorprendidas”." Las irregularidades del régimen hfdrico actuarin como factores limitantes, no solo del modelo productivo de la época, sino de otras formas de explotacién que se intentarin posteriormente. Cada vez, la llegada de una inundacién o una sequia sorprendera a los produc tores agrarios y al gobierno, con escasas 0 ninguna previsién toma- da, como si no hubiera suficientes antecedentes sobre ells, Nadie recoge la propuesta de Ramén Larrea y Ambrosio Cramer, quienes en 1828 sugerfan “la construccién de un puente dique en el paso denominado La Postrera, en el curso inferior del Salado bonaerense, [para] el mantenimiento de un caudal de aguas, permanente en el nombrado curso fluvial, de suma utilidad en tiempos de sequia”.** Nos interesa esta propuesta porque es un importante antecedente del proyecto de Ameghino de aplicar en el Salado una estrategia de manejo integral de la cnenca hidrica. A pesar del consenso técnica, esta estrategia sigue sin aplicarse, un siglo y medio después. YY como cualquier pretexto es bueno para repartir tierras alos amigos, en 1832 Rosas ls entrega “a porcién de familias indigentes por los estragos que ha causado la calamidad de la extraordinaria seca, que atin se est sintiendo en el territorio de la provincia”? EI problema hidrico no pasaba solamente por la alternancia centre inundaciones y sequias. También estabe el desconocimiento del régimen de aguas subterrineas, que impedia 0 difcultaba el poblamiento de amplias regiones. Véase, por ejemplo, la carta que envian los realistas prisioneros en Las Bruscas, un lugar pr6xi~ mo ala actual ciudad de Dolores: “Hlasta el agua llegard a faltar~ nos —dicen—; no es éste un mero temor infundado: la sequedad y los calores consumen el todo o la mayor parte de esas laguna la poca agua que les queda sélo sirve para fomentar més la corrup- ién, pudriendo con su humedad la espadatia que cris, haciéndose incapaz de beberla, y aumentando la malignidad del aire con sus efluvios. Tampoco nos queda el recurso de los pozos: la experien- cia nos ha enseiiado ya que el agua que prestan los hasta aqui cavados ¢s salobre ¢ impotable. [Esta] ha sido sin duda la causa de aque se haya tenido que abandonar en dos ocasiones, que se ha intentado poner estancia en €l”.? 125 La escasez de maderas se une a los problemas hidticos para actuar como factor limitante. Como los primeros terrenos que se ‘ocupan son Jos que tienen menos limitaciones, toda expansion de la frontera agropecuaria significa avanzar sobre tierras con mayo- res restricciones que las ya ocupadas. La duplicacién de la superfi- cie pampeana representa el enorme esfuerzo de superar esas limitaciones. Por esa raz6n, viajeros y exploradores insisten en las excepcio- nes cada vez que encuentran territorios con menores restricciones ‘ecologicas. Asi, Mansilla lama la atencién sobre campos cordobe- ses: “Alli hay pastos abundantes, lefla para toda la vida y agua Ja que se quiera, sin gran trabajo, como que inagotables comrientes, artesianas surcan las pampas convidando @ la Jabor. Cada médano cs una gran esponja absorbente: cavando un poco en sus valles, el agua mana con facilidad”™* Como hemos visto, un lugar con pastos, agua y lefia seguros representa algo parecido al Paraiso, por contraste con las duras condiciones pampeanas. EL DETERIORO DE LOS ECOSISTEMAS ero en los lugares en que el recurso existe, seo depreda como si su disponibilidad fuese infinita. En el Delta del Parand, “grin riimero de carboneros acude todos los afios @ hacer su provision de carbén, llegando a ahumar todo el pafs a veinte leguas a la redonda. Su modo de fibricacién es de los mis viciosos, por lo {que el producto resulta muy malo y se pierde mucha cantidad de ‘madera, sin que por cierto la merma sea excesivamente considera ble, ya que los bosques ocupan una superficie de gran extensi6n, y sin que los toxpes explotadores se preocupen mayormente por él pues las islas son del dominio piiblico, de manera que cada cual puede disponer de la madera como le plazca”.** En las décadas siguientes, los carboneros fueron avanzando so- bre montes cada ver més lejanos, a medida que destrufan los bos- {ques proximos a Buenos Aires y a las ciudades de la zona litoral. La escasez de combustibles fe tal, que cuenta D’Orbigny de un hor~ no de ladsillos en San Pedro que quemaba huesos de animales muertos en las estancias vecinas. Este combustible se utilizaba en dai 126 toda la pampa, donde también se empleaban enormes cantidades, de cardos, 0 se asaba la carne alimentando el fuego con la propia grasa del animal La necesidad de madera fue tal, que durante fe guerra con el Brasil se envié un grupo a fortificar la isla Martin Garcia, pero “para formar las explanadas se tocaba una gran dificultad, cual era Ia falta de tablaz6n en Buenos Aires, que no la habia”. Por eso, ” _ Bn 1821 se aprueba una ley que autoriea la construccién del puerto de Buenos Aires. Para financiarlo, se contrata el empréstito 133 Baring, que después sera gastado en otras cosas. Mediante la mis~ sma ley, e trae al pais un ingeniero hidraulico que disefa un siste ‘made bombeo mediante traccién animal para llevar agua del tio a tun depésito elevado, “También pide ensayar la extraccién de agua de la napa subte~ rrinea y defiende piblicamente este punto de vista. El ingeniero Bevans, dice un diario de la época, “es de parecer que el agua que se encuentra en los pozos de esta ciudad, es puramente una filtra- ci6n de las del rio; y que deben hacerse experimentos para saber si a mayor profundidad del nivel de estos pozos, se encontraran ono aguas manantiales”.*"" Agrega que en Londres el abastecimiento de agua es individual a partir del agua subterrinea. “La prudencia exige se cave y taladre la tierra en Buenos Aires hasta una profun- didad considerable, antes de determinarse a establecer cualquier miquina costosa para abastecer la ciudad con aguas permanentes.”” Este recurso “no s6lo pode abastecer la ciudad, sino también ser una fuente inagotable de riquezas para toda la campafia”. ‘Esta tlkima fiase es especialmente importante, porque, como hemos visto antes, el desconocimiento del regimen de agua subte~ rrinea fue el principal factor limitante para el uso productivo y la cocupacién estable de una muy amplia zona de la regién pampeana, Es posible que el no haberse tomado en serio a Bevans haya signi- ficado un retraso de varias décadas en el uso de esos recursos natt- rales. El motivo iiltimo parece haber sido de prejuicio social: los textos que acabamos de citar revelan que user agua subterrinea era ‘costumbre de pobres y, por ende, toda solucién que implicara sw utilizaci6n era rechazada por la clase gobernante. Esto podria ex- plicar el ensafiamiento oficial con Bevans; los gobiernos de Viamonte y Toms Guido no solamente lo despiden sino que ade~ mis eliminan el cargo, con general beneplicito. El diario El Men sajero Argentino comenta: “...y aungue el empleo que se dio al Jefe de aquel Departamento, de facilitar la comunicacién entre nues~ tras antipodas, por medio de un barreno que atraviese el globo que hhabitamos, habria sido un suceso importante y digno de su autor. Sin embargo, hoy no estamos para maravillas”.”* Elantecedente de Bevans se repetiré indefinidamente durante los siglos XIX y XX. La Argentina dilapidard fortanas por esta inveterada costumbre de ahorrarse el sueldo de sus cientfficos. 134 Las experiencias realizadas con agua subterrinea fracasaron de- bido, en buena medida, ala hipétesis de Bevans de que la napa se recargaba por filtracién del rio, antes que por aceién de las luvias. En consecuencia, se cavé una galeria filtrante para obtener agua, pero se lo hizo cerca de la costa. El agua obtenida result salitrosa, deduciéndose de ali la mala calidad del agua subterrénea, Sin em- bargo, lo que ocurrié fue que en las zonas bajas hay sedimentos salinos, debido a la elevacién del nivel del mar (intrusiones mati- nas) en épocas geologicas anteriores. Alli el agua subterrinea es necesariamente salads, lo que no significa que lo sea en zonas mis alkas, a las que el mar no liegé nuncs. Otro factor que llevé a descartar aguas —esta ver de buena calidad— fue el haber utilizado el jabén como indicador de potabilidad. En efecto, se consideraba no potable el agua que cor taba el jabon, efecto que, como hoy sabemos, no guarda ninguna relacién con su potabilidad. En consecuencia, se seguia usando el agua del rio, sujeta a la fiscalizacién de la policia municipal, la que “siempre se ha encas~ gado de que las aguas que se usan en la ciudad sean limpias y buenas”. La ciudad era abastecida con unos 200 carros aguateros y la policfa fjaba el precio del agua, calculado segiin el costo de los insumos. Esta relacién no era idilica, sino conflictiva, como vimos ‘en las memorias de Berutti: ademis de diserepancias por el precio del agua, habia conatos de huelgas y castigos al adulterarse las me~ didas con que el producto se expendia, ‘Continuaron, sin embargo, los proyectos para mejorar el abaste- cimiento, Carlos Enrique Pellegrini preparé un proyecto pata born- bear agua filtrada a un depésito desde el cual se distribuiria a los ‘arros aguateros, sin encontrar ningtin apoyo oficial ni privado. Con los desagites pluviales ocurrié Io mismo que con el agua potable: se sucedicron los proyectos, sin que se llevaran a cabo las inversiones necesarias. En 1823, el diario El Cemtinela critica los pantanos que se forman en las calles. Recomienda “construir acue- ductos subterréneos bajo las calles, por donde corriesen las aguas al 40”. En caso contrario, propone cavar pozos de “12 14 varas de profundidad”, que “servirian de sumideros”, pata desagiie.** Diez afios mis tarde, el gobernador Viamonte ordens al jefe de Policia “allanar los obstaculos que se opongan al curso de ls aguas, 135 plaviales, segiin inclinacién del terreno”, y “abrir la calles y cami- znos que ain se mantengan cerrados y cuya apertura es reclamada por la conveniencia piiblica”.”* En realidad, ambos fenémenos estaban muy vinculados y su origen era el crecimiento anarquico Ge la ciudad, de que hablabamos mis arriba. Dicho crecimiento, al hacerse de cualquier modo, bloqueé el escurrimiento natural y facilitd el anegamiento de amplias zonas de la ciudad. La contaminacién industrial El saladero es Ja principal transformacién de materias primas en esta sociedad ganadera. Los primeros saladeros se instalaron durante el siglo XVIII y ya en 1801 se anotaban treinta en el Rio dela Plata, que empleaban en conjunto a mil hombres y fienaban 120,000 novillos anualmente. La mayor parte de ellos estaba sobre el Riachuelo. Esta localizacién no era antojadiza, sino que se ori ginaba en hs vieja leyes de Indias, que ordenaban que los estable~ cimientos contaminantes estavieran Jocalizados aguas abajo de las ciudades. Se creé asi una zona de concentracién de actividades contaminantes, que persiste hasta el presente. Esto nos muestra la enorme inercia que tienen las funciones urbanas. O, silo preferi~ ‘mos, la Ientitud con que cambian las ciudades. Hubo, sin embargo, una excepcién importante: Juan Manuel de Rosas tena tal pasién por las fuenas rurales que instalé su sala~ dezo en Palermo, sobre el arroyo Maldonado, a pocos metros de su propia casa." Para ver Jo que significaba tener un saladero por vecino, tenemos que describir un poco esta actividad. Se trataba de establecimientos que operaban en gran escala, bbasindose en el principio de divisién del trabajo, y con una alti- sima eficiencia en los aspectos de carniceria. “Cinco minutos después que el animal ha sido muerto, su came esté salada”, dice D'Orbigny, quien agrega: “Su cuero lo.estin envenenando y deshecho sus huesos, y la grasa de las entrafias estin hirviendo para extracr de ellas el aceite, y el trabajo prosigue durante todo cl dia con la misma rapidez y regularidad de una méquina”. Nosotros acotamos que esos venenos usados para curtir el cuero se iban después al agua del Riachuelo. Lo mismo ocurrfa con la 136 sangre, los desperdiicios y el agua usada para hervirlos. Aclaremos que toda la eficiencia estaba en Ia destreza de los gauchos que enlazaban alos animales, los mataban y los descuartizaban, por- que la calidad del producto resultante seguia siendo tan mala como en la época colonial, Pot obra de los saladeros, Guillermo Enrique Hudson llama- ba a Buenos Aires “la ciudad més pestilente del globo”. Y nos da la siguiente explicacién: “La sangre, tan abundantemente vertida cada dia y mezclada al polvo, habia formado sobre todo el terre~ no una costra de medio pie de espesor. Dejo al lector el cuidado de imaginar el olor que se desprendia de esta costra, como asi- mismo de las barticas de los despojos de carne y huesos que se tiraban por cualquier parte, en mont6n. Pero no, eso no puede ser imaginado” Y mis tarde o mas temprano, por inundaciones, por Iluvias © por vertimiento deliberado, todo eso iba a pararal Riachuelo, que recibié de este modo sus primeras heridas. Mientras tanto, el olor se extendia por toda la ciudad. Un tes ‘igo de la época dice que “el olor de los saladeros no es por cierto muy agradable, y en la misma ciudad de Buenos Aires, cuando el viento sopla del lado de Barracas, lugar donde estin reunidos, el tafo se hace insoportable, especialmente si se esti preparando hari~ na de huesos”.*” Asi, el Riachuelo fie contaminéndose cada vez més. Como dice Martinez Estrada, “el pobre Riachuelo arrastra sus seculares detritus de las curtidutias y los saladeros, lavindose constantemen- te en su misma suciedad, como lady Macbeth en su remordimien- to, Sangre, materias orginicas, desperdicios. Por la mafana, el grande tio se ilumina con brillos argentados; por las tardes e! Ria= chuelo profiindiza su lobreguez de tinta china y emana olores enervantes”.™" Finalmente, esta contaminacién del Riachuelo provocé algu- nna reaccién de las autoridades. En 182, con la firma de Martin Rodriguez y Bemardino Rivadavia, aparece un decreto que aleja del centro de la ciudad los depésitos de cueros y ls fundiciones de velas, por los olores que emitfan, También se manda “al otro lado del Riachuclo” a fos saladeros, fibricas de velas y curtiembres. Es evidente que se atiende s6lo ala contaminacién del aire, no a la 137 del agua, ya que esos establecimientos continuaban arrojando sus desperdicios al Riachuelo, s6lo que lo hactan un poco mis lejos de fas areas mas densamente pobladas. En 1830 se prohibe arrojar al Riachuelo los desperdicios de la faena de los saladeros. Es el primer intento. Mis tarde se gastarin toneladas de papel sellado en sucesivos ¢ initiles decretos, leyes, resoluciones y ordenanzas para tratar de salvar al Riachuelo de la muerte, UN PAIS EN GUERRA. Uno de los signos distintivos del uso de 1os recursos naturales ‘en esta etapa es la incidencia de los contflictos bélicos. Guerra de la Independencia, guerra con el Brasil, guerras civiles, bloqueo angloftancés, crean condiciones de inestabilidad que hacen dificil pensar en el largo plazo. El primero de los conflictes tiene que ver con qué sectores sociales seri los beneficiarios de los cambios iniciados en 1810. “Alrespecto, dice Juan José Castelli que ‘'siendo los indios iguales a todas las demis clases en presencia de la ley”, ordena promover su beneficio en todos los ramos, con particularidad sobre reparti- miento de tierras”2” En forma similar, Moreno seftala que “los americanos deben apresurarse 2 expiar las injurias cometidas con- tra los barbaros, deben atraerlos a su sociedad, mostrindoles los beneficios que ello es proporciona”."” Por su parte, Artigas regla- ‘menta la entrega de tierras y establece que “los negros libres, los ambos de esta clase, los indios y los criollos pobres, todos podrén ser agraciados con suertes de estancia”.™* Estas voces aisladas no lograrén modificar la tendencia general: para unitatios y federales, la Gnica propuesta que se debia seguir on los indios fue el genocidio. Esta expresi6n refleja un concepto distinto del de "guerra de fronteras”, Se procuraba el exterminio de Jos indios, no su sometimiento, Las pruebas al respecto son rnumerosas y muy contundentes. Para Jos fines de este trabajo mos bastari con presentar el testimonio de Darwin, un vigjero que no puede ser considerado como simpatizante de la poblacién indige- ha, “Cuinto més hosrible —dice— es el hecho cierto de que se 138 pee asesina a sangre fifa a todas las mujeres indias que parecen tener mis de veinte afios de edad. Cuando protesté en nombre de la humanidad, me respondieron: ‘Sin embargo, gqué hemos de ha- cer? ;Tienen tantos hijos estos salvajest””"* ‘Como consecuencia de este estado de guerra permanente, im- portantes recursos naturales permanecen subutilzados —e incluso désconocidos, como vimos anteriormente— debido a que no eran accesibles. Del mismo modo, la estructuracién del espacio nacio- nal se resiente, lo que hace que dicho espacio sea mejor utilizado por los indios que por los blancos. Ademsis,'el estrangulamiento de las economfas regionales en favor de Ja aduana del puerto de Buenos Aires fie reitido por rnumerosos caudillos de interior. La respuesta econ6mica ala aduana portefia fue el establecimiento de numerosas aduanas interiores, lo que hizo en la practica que cada provincia tuviera su propia poli- tica arancelaria, La Argentina es un conjunto de unidades econd- micas autosuficientes, de limites imprecisos También esti Ia incidencia de los continuos enfrentamientos armados. Durante los conflictos, las distintas fuerzas én pugna se nuteiezon del saqueo de los territorios ocupades. Los recursos dis~ ponibles fueron tratados con un criterio minero, sin preocupacién alguna por su renovabilidad. “No recuerdo que en lis primeras ‘expediciones al interior se comprase jamis un caballo, disponién- dose de todos sin distinei6n —cuenta José Maria Paz—. Pero esto no era lo peor, sino el desorden, el desperdicio y Ta destruccién, sin mayor utilidad pablica.””” ‘Como en toda guerra, las condiciones sanitarias empeoraron notablemente: las epidemias acompafiaron a los ejércitos. En el caso del Ejército del Norte, fixe necesario “abandonar Jujuy, pue- blo donde reinaba la terciana (fiebre paliidica) hasta el extremo de infestarse tanto el eército, que legé el caso de no haber quién montase guardia”. Tuvieron que “llevarlo a un pats benigno don- de se repasiera”. La demanda de soldados rest6 mano de obra para las activida~ des productivas, muchas de las cuales debieron ser abandonadas. Por ejemplo, en 1810 el Cabildo de San Juan escribe a la Junta, advirtiéndole que “la escasez de brazos para sus labranzas contri- bard a la destruccién de aquel pueblo”. 139 “Los testimonios de la época sefalan las consecuencias de Ins ‘exacciones compulsivas. Ea 1810 habia en la provincia de Entre Rios 5,5 millones de cabezas de ganado, las que “han desaparect- do como el humo”,”® ya que en 1823 no pasaban de 100. 000 cabezas, “Los Llanos de La Rioja estin hoy desiertos —dice Sar- niento_—, Donde hace veinte afios pacian tantos millares de reba fios, vaga tranquil el tigee.”*" Por supuesto que la reciproca también es cierta En Corrientes, Entre Rios, Misiones y Santa Fe se hicieron sa- queos en la fronters: “Aquellos campos que antes estavieron desier~ tos, por efecto de ls guesasintestins, se cubrieron en poco tiempo the inmensos tebaiios robados a los brasileiios”.*" La cantidad de ganado as incorporada leg6 a ser tal que la sobreoferta hizo bajar su precio. ’Ademis del deterioro del aparato productivo, los conflctos bélicos obligaban a una orientacidn improductiva del gasto pabli- co. De 1820 a 1840 era habitual que alrededor de la mitad de los presupuestos provinciales se destinaa a gastos de guerra, De 1840 2 1850 la provincia de Buenos Aires destin6 la mitad de su presi peso a gastos militares y entre el 30y e 40 por ciento al pago de Ja devda paiblica” Ello contrasta con la gestion de San Martin, al gobernar las provineias de Cayo de 1814 a 1817 mientras formaba el Ejército de los Andes, Organiza una economia de guerra en el sentido moderno del término, al procurar el incremento de la produccién yl estimulo a la actividad econémica, como bases de sustentacion del esfuerzo bélico. Incluso utiliza formas de energfa que no eran de uso corriente en el pais. Para vestir al Ejército de los Andes, manda constrair “un batin movido por agua por el sistema de los molinos” >" El uso de maquinas hidriulicas similares estaba exten~ ddido en Espafia—Cervantes describe una en el Quijote—, pero no cera habitual en nuestro pats. Lamayor parte de los gobernantes impone contribuciones for- zosas para adquitir pertrechos 0 confisca los elementos Giles que feneuentra a st paso. San Martin se orienta a a instalaci6n de esta blecimientos que produzcan localmente los bienes necesarios. De este modo, la economia local genera los excedentes necesatios para sustentat el esfuerzo de guerra, sin deteriorar demasiado su capaci- 140 oe eee dad productiva, Tales resultadi i ictiva, Tales resultados se Jogran mediante una activa inervencin etal en todos es Srdener dela vida econémiea, a que se planifica a tal extremo que (seg s pl -gin palabras del propio San Martin) “las fortunas particulares casi son del publica” EL FIN DEL MODELO De 1840 1860 e producen cambios sustanciales que prefign- ran la etapa sigente. En primer lugar, se produce una acum Cin de caps, len, debido a es condiciones devel aladas, pero significativa. Se recomponen los rodeos perdidos (¢s decir, se produce una repoblacién ganadera), se restablecen parcialmente las economiasregionales y se instalan nuevas indus ti. aia 1850 hay en la cudad de Buenos Aires mis de mal establecimientos manuface cxabeineon mantis» punta ue un jer a En segundo lugar, se producen cambios en el mercado inter- nacional que levarén 3 otra modslidad de uso de los recursos en la ‘Argentina; desaparece la esclavitud, con lo cual el saladero inicia wa decal epo qu mente demand de ees reales lanas. El pais tiene aptitud ecoldgica para produciclos, pero este cambio en el uso de los recursos Tequiete profndas ee ions en a ptt, potion yl pate maint ino de los eambios mis importantes, en lo que hace al uso de tos recursos naturales, es el referido a a libre navegacién de los ios. Para la legislacién colonial y para la de los primeros afios de vida independiente, los rios interiores s6lo podian ser navegados Poros naturales del pats En numerass pacosinterprovinciles convenios entre pases limitrofes se estabecié la ibertad de maven gacién para los ribereios, que es completamente distinto de ex- tenderla a los buques de todas las banderas, En tal situacién, los rmercantes extranjeros que desearan remontar los tios nacionales 0 los rios compartidos debian pagar u 1s os compas debian pagar un peaje especial y la autoridad Estas norma, , por otra parte, eran similares a las vigentes, mayor parte del mundo. Sin embargo, las potencias, vndsespee sionaton para lograt el libre ingreso de sus barcos. Al respecto, es 14 interesante la fandamentacién expuesta por el ministeo francés Louis ‘Adolphe Thiers (el mismo que afios mis tarde fusilaria a los comu- neros de Paris); “La riqueza del pais, esos ios, que estén bordeados por ricas tierra, deben estar abiertos. Sino lo estin, veréis que tam~ [poco podtisis comerciar con ellos sin pagar un peaje, Sabéis con qué dinero paga él [Rosas] esas tropas? Las paga ccon los peajes de los sios. Cuando le haydis hecho dueiio de esos rios, le habréis dado el verdadero poder; cuando le haydis dado las bbocas de esos rios le habréis dado el medio de hacerse respetar y habréis perdido los medios de comerciar sélidamente y le habréis centregado todo el comercio del pais”. Por oposicién, Alberdi habia recomendado: “Firmad tratados pperpetuos de libre navegaci6n”,™® y en un sentido similar se ex- ‘Presa Sarmiento, Toda la propaganda de los emigrados contra Rosas se basa en abrir los rios a la navegacién de todas las banderas. El bloqueo anglofrancés —al que hay que considerar como una ver~ dadera guerra de conquista—~ tiene ¢] mismo objetivo, Al pronunciarse Urquiza contra Rosas, recibe el apoyo finan- ciero y militar del Imperio del Brasil. A cambio del mismo, se compromete a “emplear toda su influencia cerca del gobierno que se organizare en la Confederacién Argentina para que ésta acuerde y consienta la libre navegacién del Parana y de los dems afluentes del rio de la Plata”. Una vez instalado en el gobierno, el propio Urquiza firma un decreto por el cual declara “que la navegacion de fos rios Parand y Uruguay seria permitida a todo buque mer ante, cualquiera que sea su nacionalidad, procedencia y tonela~ je”. ¥ lo extendia a “Ja entrada inofensiva de los buques de guerra ‘extranjeros”.® Inmediatamente Urguiza firma tratados con Gran. Bretafa, Francia y Estados Unidos en los que se compromete a permitir esa navegaci6n a perpetuidad, aun en caso de guerra. Los constituyentes de 1853 ratfican esos tratados ¢ incorporan sus principios bisicos en la Constitucién Nacional. En la misma, suprimen las trabas impuestas al trifico fluvial (articulos 11 y 12), decretan la libertad de navegar y comerciar (articulos 14 y 20) y abren los rios interiores a todas las banderas (articulos 26 y 67, inciso 99). Esta insiseencia en los rios es especialmente significa tiva, ya que la Constitucién hace muy escasas referencias al uso de los recursos naturales 142 La importancia de este tema no es solamente coyuntural, sino «que hace ala orientacién del desarrollo y al modelo de pafs al que se aspira, Al decretarse la libre navegacién de los rios termina la etapa de las economfas regionales autosuficientes y la Argentina comienza su insercién en el sistema de la division internacional del trabajo. NOTAS 202. Belgrano, Manuel: Medios generales..., op. cit., en ref. 175. 203. Moreno, Mariano: Representacén de los hacendados de las campaiias del Rio de la Plata, en “Escritos de Mariano Moreno”, Biblioteca El Ate~ reo, Buenos Aires, 1896. 204. Ferns, H. 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Moreno, Manuel: Vida y memorias de Mariano Moreno, op. cit. en ref. 187, 212, Rivadavia, Bernardino: decreto del 4/9/1812. 213. Garcia, Pedro Andrés: Diario del viaje a Salinas Grandes (Cathué), 1810, en Biblioteca de Mayo, tomo IV. 214, idem anterior. 215. idem anterior. 216. Parish, op. cit,, en ref. 205. 217. Belgrano, Manuel: Expedicén al Paraguay, en Biblioteca de Mayo, tomo Tl, 1960. 143 218, Martinea Sierra: op. cit, en refi 149. 219, D'Orbigny, op. cit, en ref. 91 220. Sarmiento, Domingo Faustino: Avginépols, Buenos Aires, La Cultura Argentina, 1916. 221, Martinez Sierra: op. cit., en ref. 149, 222. Zeballos, Estanislao: Calloueurd y la dinatia de los Piedre, Buenos Altes, Hacherte, 1961. 223, Zeballos, Estansla Viaje al pats de fos oraucanas, Buenos Aires, Hachente, 1960. 224, Darwin, Charles: Un naturalista en ef Plata, Buenos Aives, CEAL, 1978. 225, Burmeister, Carlos: “Viaje por los Estados del Plata", en Revista de Historia de Rosario, avo IV, N° 12, diciembce de 1966. 226, Sarmiento, Domingo F.: discurso promunciado en la Camara de Dipurados dela Nacién, sesién del 30/11/1860, en Obras completas, tomo XIX, pig. 157. 227, Parish: op. cit, en ref 205, 228. Darwin, op. cit, en ref, 224 229. D'Orbigny, op. cit. en ref. 91 230. Hinchiiff, T Vigje al Plata en 1861, Buenos Aites, 1955. 231, De Azara, op. cit, en ref. 101 232. D'Orbigny, op. cit, en ref 91. 233. Cit. en Mirabén, Max: Genin Burmeister su vide, su obra, Ea. Colerales Argentinas, 1968, 234, Darwin, op. cit, en ref 224 235, D'Orbigny, op. cit, en ref 91. 236. Hudson, Guillermo Enrique: Allé Ij y hace sempo, Buenos Aires, Peuser, 1947, 237, Sarmiento, op. cit., en tel. 226. 238, Parodi, L. Rs “Ensayo ftogeogréfico sobre el partido de Perga~ rmino”, en Revista dela Facultad de Agronoria y Veterinaria, vol. VII, N° 1, Buenos Aires, 1930. 299, Ellenberg, H.: Wald in der Pampa Argentnieus?, Geobot, Inst der Eidg. Tech, Hochschule, Rubi, Zurich, H. 37, 1953. 240. Schmnithusen, J.: “Die rumliche Ordnung der chilenischen Vegetation”, en Borner Geograph, Abhand, N° 47, 1956. 241. Sarmiento, Domingo F.: Faand, op. cit, en ref. 2 242. Pueyrredén, Manuel Alejandro: Historia de mi vida, en Bibliote- ca de Mayo, tomo Il, 1960. 243. Mansa, Lucio Vicente: Una exaust ls nds ranguels, Buenos Aires, EUDEBA, 1967. 144 244. Almanagie ply de comerio pa 1826, plogo de Eovigue M. Barba, Bueno Ale, donee fan 19680 245 dem anterior, 246. D'Orbigny. op. cen e691. 247. Relain des padecinentesy scans sates a conde cabaileria Faustino Ansay be * ese (1810-1822), pat, en Biblioteca de Mayo, 248. idem anterior, 249, Hudion, Gilt B. op. ten ref 236 250. Mae Cant, op it en el 207 251. DOwigny, op. ce en ve. 91 252. {dem anterior 253. idem anterior. 254, idem anterior. 255. idem anterior. 286. Zin, op ity ent 196 287. D'Orbigny,op- ce, en ef 258. Rows, Juan Manel dhs s mayndamos deta, « Buenos Aires, 1951 259, Mac Cann, op, cit, en ref 207, 260. D'Onbigny, op. cit, en ref 91. 261. idem anterior. 262: Zinn, op. i en. 196 263. Ibarguren, Carlos: juan Manuel de Ross, Buenos Aires, 1930. 428 ening Fanci, Apert dlp do Ee ada, 1821-1882, La Plata, Archivo Hist6rico de la Provincia de Buenos nad 182 Provincia de Bueno 265, idem anterior. 266, Moreno, Juan Carlos: La recupecién de lar Malvinas, Aires, Plus Ultra, 1973, Meee ces 267, Fonseca Figueira, José Antonio da: David Jovet, una i vid Jewet, na bcgafla para Ushi des abi, Baenos Ae, Suerte Panes, BOS 268. Thanks, op. cit, en ref 129. ogo Pais Aledo: Ls ies Matis, Buenos Ais, Clad, 57. " . 210. Corea Luna, op. cit, en ref 146. 271, Maeso, justo: nota ala obra de Parish, Woodbine: Buenos Aires Yous OP. cit, en ef 205 272. D'Osbigny, op. cit, en ref 91 273. Verne, Julio: Veinte mil lxguas de viaje submarin, és wos. leg aie submarine, Plaza y Janés, 145 274, Halperin Donghi, Tulio: “La expansién ganadera en la campa- fia de Buenos Aires”, en Desarolla Ezonémico, Vol. 3, N° 4-2, abrilse- tiembre de 1963. 278, Rivadavia, decreto cit, en ref. 212. 276, Rivadavia, Bematdino: decreto de 1827 277. Oddone, op. cit, en ref. 208, 278, Decreto del 25/11/1816, cit. en Berro, Rolando Doreas: Nues- ‘ta Seiora de los Delors, La Plata, Archivo Histbrico de la Provincia de Buenos Aires, 1939, 279, Decteto del 1/6/1858, 280. Mac Cann, op. ct, en ref 207. 281. Halperin Donghi, op. cit, en ref. 274 282, Sarmiento, op. ct., en ref 241 283. Cabildo, 1/7/1810, en Leyes y decreas promulgados en la provincia de Buenos Aires, 1877 284, Mac Cann, op, cit, en ref 207. 285, idem anterior. 286, El Censor, 5/6/1817, en Biblioteca de Mayo, tomo VII. 287, Bowa, Vicente Ratl: Historia de Zirat, La Plata, Archivo Hist6- rico de la Provincia de Buenos Aires, 1948. 288. Diaz, Femando Maximo: La propuesta de Ameghino par el manejo de as inundacones y sequas, publicaciOn de la citedra de Recursos Natu rales de la Argentina del Ciclo Bisica Comin, Universidad de Buenos Aires, 1985, 289, Darwin, op. cit, en ref 224. 290. El Comeo de las Provinces, 6/2/1823, en Biblioweca de Mayo, tomo X. 201. Martines Sierra, op. cit, en ref. 149, 292. Oddone, op. cit, en ref. 208. 293. “Memorial de jefés y oficiales espafoles prsioneros al Supremo Director de las Provincias Unidas”, Las Brucas, 1/11/1817, en Bibliote- a de Mayo, tomo IV. 294, Mansilla, op. cit, en ref. 243, 295. D'Onbigny, op. cit, en ref. 91 296. Segui, Juan Francisco: Apuntes de familie, Biblioteca de Mayo, tomo Ill 297, Proctor, Roberto: Namaiones por ef vigje de le conilea de los Andes, 1824, Buenos Aires, La Cultura Argentina, 1920, 298. D'Orbigny, op. ct, en ref 91 299. {dem anterior. 300. £1 Censor, 19/12/1818, en Biblioteca de Mayo, tomo VII 146 301. Bolivar, Simén: decreto del 19/12/1825, Chuquisaca, Bolivia, 302, Rosa, José Maria: Defensa y péida de nuesta independenciaecons- ‘mica, Buenos Ales, 1973, 303. Matheu, Domingo: Autobiografia, cap. rel al ao 1819, en Bi- biioteca de Mayo, tomo Il. 304, Pueyrredén, Juan Martin de: Memoris 1819, en Biblioteca de Mayo, tomo Il 305. Sarmiento, op. cit. en ref. 241 306. Wagemann, Emnst: Estnituray ritmo de la economia mundil, Bar~ celona, Ed. Labor, 1933, 307. Rosa, op. cit, en ref. 302, 308, Asamblea del Afio XIII, 4 de agosto de 1813, en Biblioteca de Mayo, tomo XIX 1 parte 309, El Censor, 26/2/1818, en Biblioteca de Mayo, tomo VIIL 310. El Censor, 24/4/1817, idem anterior. 311, Bl Continela, 18/11/1822, Biblioteca de Mayo, tomo IX, 1* parte 312, La Abeja Argentina, 15/6/1823, Biblioteca de Mayo, tomo Vi. 313, La Ingenieria... op. cit, en rel 200. 314. El Mensajero Argentino, 28/3/1827. 315. {dem ref. 313. 316, Martinez Sierra, op. cit. en ref. 149, 317. Vidal, Emeric E.: Picturesque illutrations of Buenos Aires and Mon te Video, 1820. 318. La arguitecura en Buenos Aires (1850-1880), MCBA-UBA, 1965. 319. Berutsi, Juan Manuel: Memorias curiosas, ref aio 1827, Bibliote~ ca de Mayo, tomo IV. 320, idem anterior, ref. aio 1829, 321. EI Centinela, 15/12/1822, Biblioteca de Mayo, tomo TV, 1 parte 322. EI Mensajero Argentino cit. en ref. 200, 323. La Ingenieria... op. cit, en ref 200. 324. EI Censor, 18/7/1818, Biblioteca de Mayo, tomo Vill 325. El Centinela, 28/9/1823, Biblioteca de Mayo, tomo IX, 1* pare 526. La Ingenieria... 6p. eit. en tet. 200, 327. Del Pino, Diego A.: “El Maldonado, arroyo de Palermo", en La Gaceta de Patermo, Buenos Aires, 1987. 328. D'Orbigny, op. cit. en ref. 91 329, Hudson, op. cit. en ref. 236, 330. Seymour, op. cit., en ref. 197. 331, Martinez Estrada, Ezequiel: La cabeza de Goliat, Buenos Aires, - CEAL, 1968. 147 332, Castelli, Juan José: Orden expedida en Tiknanaco, 25/5/1811, en Biblioweea de Mayo, tomo Xill 333. Moreno, op. cit, en re, 187. 334. Artigas, José Gervasio: Reglamento prover, cit. en Lara, Rati Yo soy Andresto Aniges, Buenos Aires, Cartago, 1984 1383, Darwin, op. cit, en ref 224. Véase, también, su descripeién de tos onas, a quienes llama “asquerosos fueguenses” 336, Para consatar el rechazo de Darwin hacia los pueblos Hamados primitivos y sus concepeiones racista, véase Darwin, Charles El oigen el kambre, Buenos Aires, 1938. 1337. Paz, José Maris: Notas a Belgrano, op. cit, en ref 217 338. Pueyrredén, José Cipriano: Contstacén ol cata annima contra Juan Marin de Pueyredén, Biblioteca de Mayo, tomo It. 339, Cabildo de San Juan ala Junta Provisional Gubernativa: ofcio del 24/9/1810, Biblioteca de Mayo, tomo X. 340, Almanaque poltzo.., op. cit, en ref. 244 341, Sarmiento, op. cit, en ref 241 342. D'Osbigny, op. ci, en ret 91. 343. Burgin, Miron: Arpecas econdmicos del federlismo argentino, Solar-Hachette, Buenos Aires, 1969. 344, Espejo, Gerénimo: El par de los Andes: ena histica de las aperaciones del Ejérto de los Andes para a restawracion de Chile en 1817, Buenos Aices, C. Casaville Editor, 1882, 2345, San Martin, Jo de: Carta del 21/10/1816 Juan M. de Pueynedn, cit, en Berdiales, Germin: ElIij de Yapeyl, Buenos Aires, ACME, 1954 346. Martin de Mousty, cit. en Ros, op. cit, en ref 302 “47, Gaver, Jaime: Rosa y la naveqcn de musts ros, Buenos Aires, 1955, 5348, Alberdi, Juan Bautista: Bases, Buenos Aires, 1938, 349. Gaver, op. cit, en re. 347 350. idem anterior. 351. Véanse os citados ariculos de la Constitucién Nacional 148 Insercién de la Argentina en la division internacional del trabajo (1860-1930) EL MODELO DE PAIS Bajo el impulso de una muy sostenida demanda briténica de alimentos y matetias primas, los sectores dirigentes orientan el uso de los recursos naturales con un criterio de especializacién, La Argentina ingresa en la divisién internacional del trabajo como productor de lanas, carnes y cereales. Tanto los sectores dirigen- tes como el capital internacional bloquean cualquier diversifica- ” ‘Unos afios més tarde, como esa ley marco no dio los resultados esperados, se vuelve a prohibir la contaminaci6n. La ley 4.198 de 1903 significa una ampliacién del texto de la anterior, en la medi~ da en que detalla aspectos que aqueélla habia dejado implicitos. La ley se aprueba en medio de un clima legislative de total desinterés: Diputados la trata dos afios después que el Senado y la discusién completa ocupa menos de una pagina del Diario de Sesiones, Stu aprobacién parece una forma de dejar las conciencias en paz para pasar 2 otro tema. De todas maneras, nos interesa su texto porque constituye un reconocimiento del problema y de la necesidad de tna accién «stata al respecto.”" El primer articulo faculta al Poder Ejecutivo 217 para “adoptar dentro del tertitorio de la Capital Federal todas las medidas conducentes a impedir la contaminacién del agua del rio de la Plata y Ia de la segunda napa, cominmente Hamada se- risurgente, en cuanto ella pueda afectar a provisién en la pobla~ ibn”. Todas las medidas, dice la ley. Nétese el poder que se otorga al Ejecutivo, el que no llegé a utilizar ni siquieta una fraccién del “Las casas particulares —continga la ley en su articulo 29—, establecimientos industriales y otros cualesquiera, que directa 0 indirectamente arrojen sus aguas servidas al rio de la Plata, 0 @ cursos de agua que en él desemboquen, en parajes donde puedan producir la contaminacién a que se refiere el articulo anterior, quedan obligados a depurarlas previamente, dentro de los plazos ¥y con los procedimientos que al efecto establezca el Poder Ejecu- tivo.” ‘Aun mis: a ley establecia una autorizacién previa del Poder Ejecutivo para el establecimiento de “cualquier fabrics o taller, 0 casa habitaci6n” con desagiie de aguas servidas al rio de la Plata 0 sus afluentes (Art. 3°), Bl cuatto articulo prohibfa la perforacién de pozos en condiciones tales que contaminasen las napas de agua. Se establecia que el Poder Ejecutivo ejerceria las inspec- ciones necesarias, con facultades “para clausurar cualquier esta blecimiento insalubre mientras no se ponga en condiciones reglamentarias” (Art. 6°) Ena realmente una ley muy buena. Tanto, que después no hubo gobierno capaz de hacerla cumplic La contaminacién y ta primera muerte del Riachuelo Las sucesivas prohibiciones de las descargas contaminantes muestran su escasa efectividad, Por decreto del 10 de febrero de 1860 se probibe que se arrojen al Riachuelo los desperdicios de Ja faena de los saladeros “por la necesidad urgente de disminuir la putrefaccién de sus aguas”. 'Y como no pas6 nada, en 1868, a impulos de la epidemia de célera, el gobernador Alsina ordena a los saladeros destruir los re- siduos en otra forma que no fuera arrojarlos al Riachuelo y man- 218 tener las instalaciones en perfecto estado de higiene. También les prohibia efectuar la fiena de ganado en ese lugar. Como suele suceder, se movieron intereses y Alsina tuvo que reconsiderar su prohibicién. A menos de dos meses, vuelve a au- torizar las faenas de los saladeros, con una serie de condiciones: que los saladeristas quemaran diariamente los residuos sélidos, que los residuos que se conservaran para usarlos como combustible debfan ser regados con alquitrén y que s6lo se podian tirar al Ria~ chuclo los residuos liquidos (el agua de cola, el sueto de la sangre y la salmnera). Pare ver el caso que le hicieron a tan cuidadosa reglamenta~ ci6n, basta con leer los diarios de la €poca. Por ejemplo, La Nacién Argentina denunci6: “El olor inmundo esparcido el domingo a la noche por toda la ciudad ha venido a recordamos que los saladeros del Riachuelo continitan con autorizacién del gobierno sus pesti~ feras fuenas, y a delatarnos la contravencién de los saladeristas a las disposiciones superiores que les prohiben arrojar las aguas de cola sin desinfectarlas previamente”.** En 1869 H. Armaignac describe un paseo hasta Barracas: “El trayecto entre Buenos Aires y Barracas no oftecfa en aquel enton- ces nada de interesante: el paisaje era bastante monétono, pues s6lo se encontraban campos incultos, ranchos de chorizo o de adobe con techo de paja. Pronto llegamos a un pueblo de calles fangosas bordeadas de casitas mal construidas y mal ventiladas. Tropeziba~ ‘mos de vez en cuando con algunos espantosos negocios decorados pompesamente con el nombre de hotel o de café; alli vefamos hombres semidesnudos, cubiertos de sangre y hablando en vasco. Un olor a veces a cuemo quemado, otras a restos de animales putrefactos impregnaba nuestra pituitaria. Ei aire estaba plagado de moscas inmundas que nos cubrian la ropa, el rostro, las manos, ¥ no podiamos abrir la boca sin poner los dedos delante, por te- mor de tragar algunos de esos atroces insectos [...) “En todas partes se veian charcos y arroyos de sangre, y los restos de animales ofrecian abundante alimento a los habitantes del aire de los que acabo de hablar. Cientos de hombres ensangrenta- dos, con los pantalones arremangados hasta medio muslo, se mo~ vian en medio de esa horrible carnicerfa o pisoteaban monticulos de came sanguinolenta [...] 219 A pesar de que la mayor parte de los residuos de esos estable- ccimientos se emplearan ya fuese para Ta industria o para el alum= brado, siempre quedaba gran cantidad de desperdicios inutilizables; y no sabiendo qué hacer con ellos st os arrojaba todos los dias aun anoyo de poca anchura y poca profundidad llamado Riachuelo, que va desembocar casi alas puertas de Buenos Aires. De resultas de tales operaciones, las aguas del arroyo, sujetas al flujo y reflujo, tenfan en suspensién gran cantidad de materias orgénicas animales que se iban depositando poco a poco en su fondo hasta formar bancos de varios metros de espesor, incesantemente removidos ‘por la corriente y por los barcos” 5” ‘A comienzos de 1871, en plena epidemia de fiebre amarilla, el diario La Necién publica la siguiente descripcién del Riachuelo: “Bl lecho del Riachuelo es una inmensa capa de materias en pu trefaccién, Su corriente no tiene ni el color del agua. Unas veces sangrienta, otras verde y espesa, parece un torrente de pus que cescapa a raudales de la herida abierta en el seno gangrenado de la tierra, Un foco tal de infeccién puede ser causa de todos los fagelos, el célera ylafiebre. {Hasta cudndo inspiraremos el aliento y bebe- remos la podredumbre de ese gran cadaver tendido a espaldas de nuestra ciudad?” Ademés de su fuerza testimonial, este texto nos permite re- construir con un grado razonable de precisién los mecanismos ecolégicos que Mevaron a la muerte del Riachuelo. En primer lugar, la descripcién corresponde sin ninguna duda a un rio eutroficado, Es decir, un rfo que ha recibido un exceso de aportes ~ de sustancias quimicas —no necesariamente téxicas—, pero que ¢s incapaz de asimnilarlas totalmente sin alterar la calidad del agua. Cuando el agua tiene mal olor, significa que la cantidad de oxigeno disuelto en ella ha disminuido por debajo de los nive- les que permiten la vida de los organismos animales y vegetales que lo poblaban, los que han sido reemplazados por organismos anaerobios. En este caso se trata de la fermentacién anaerobia —capaz de producirse en ausencia de oxigeno— de los barros de fondo, formados por la descomposicién de algas y la materia org- nica arrojada como efluente a las aguas. ‘Todos los testimonios de la época son coincidentes en el sentido de que la cantidad de materia orginica arrojada al Riachuelo fe 220 7 rnésallé de la capacidad ecolégica del io para depurar esos efluentes. ‘También Juan B. Alberdi manifest que, “convertido en fango po- drido, forma un foco permanente de infeccién y peste”! * ‘Agreguemos que los afluentes del Riachuelo también llegaban muy contaminados. Por ejemplo el Cildéfiez, que atravesaba el matadero, recibia el nombre de arroyo de la Sangre, Io que da una idea muy grifica del estado en que se entcontraba."* ‘Otra de las fuentes de contaminacién del Riachuelo fue la que- ma de residuos. El Ferrocarril Oeste tenia un ramal, llamado el Ferrocarril de las Basuras, que bajaba pot Loria y Oruro hasta la quema, que quedaba junto al Riachuelo, Esta proximidad signifi- ca que cada lluvia arrastraba materiales en descomposicién y ceni- as hacia el Riachuelo.* Hemos olvidado lo que puede llegar a ser la quema de basuras de-una gran ciudad, por lo cual nos parece conveniente transcribir tun informe municipal de 1904, que la describe: “Respecto de las, condiciones actuales de la quema, debemos insistir sobre la urgen- te necesidad de suprimir esa montafia de més de un kilémetwo de extensién de materias putrescibles, formadas en el lugar del vaciadero de basuras desde el afio 1871 hasta la fecha. “BI campo destinado a la quema abarca muchas hectareas, esté sembrado de lomas y monticulos que alcanzan diez y doce metros de altura sobre el nivel det suelo. Su aspecto es singular y repug- nante, el humo oscurece el horizonte, y emanaciones péstilenciales de toda clase impregnan la atmésfera densa y héimeda. El suelo, impregnado de agua y resicuos orginicos, se huunde bajo el pie y con frecuencia se ve escapar por sus grietas humo y vapores origi- nados por la fermentacién paitrida del terreno, Centenares de hom- bres, mujeres y nifios dle aspecto miserable revuelven los montones para separar las materias explotables. Esta operacin, que facilta la descomposicién y fermentacién de Tas materias orginicas, cuyas emanaciones respiran no s6lo fos que revuelven Ja basura sino todo el personal de limpieza, alcanza a infectar el aire hasta muchas ccuadras de distancia”, Esta descripci6n nos permite entender la enorme incidencia de Jos basurales en la contaminacién del agua, tanto superficial como subterrinea. Agreguemos que siempre se cligen como basurales los terrenos que no tienen otros usos més rentables. Casi siempre 221 Be son tierras bajas, proximas a rfos y atroyos que terminan afectados por los liquidos desprendidos. Pero veamos ahora el fendmeno desde el punto de vista del Riachuelo, ‘La primera consecuencia sobre el ecosistema fue, sin duda, la mortandad de peces provocada por los compuestos de arsénico uutilizados por las curtiembres. Algo similar ocutritia con la sosa y Ja potasa cétstica empleadas por las jabonerias, cuyas descargas afec~ tarlan a los peces, al principio en la zona inmediata al vertido de Jos efluentes, y posteriormente esa zona se irfa extendiendo.** Sin embargo, los peores efectos no parecen haber provenido del envenenamiento sino de la asfixia causada por la desaparicion del oxigeno disuelto, consumido durante ! proceso natural de descomposicién bacteriana de fos desechos orgénicos que recibia el pequefio curso de agua Los peces sienten la filta de oxigeno y emigran o mueren. La sienten en forma diferencial: los primeros afectados son los carnf- vyoros como el dientudo o Ja tararira, que por su mayor movilidad tienen requerimientos mis altos de oxigeno. Les siguen los herbi- vvoros, cuyos ritmos vitales mis lentos les permiten sobrevivir en condiciones un poco peores. ‘Quedan los animales menos exigentes en oxigeno: los peces de fondo, tales como el sibalo, los crusticeos (como el camarén de ro), moluscos (mejillones), algunas especies de gusanos, en un ambiente ya altamente deteriorado: poco queda ya del barto de fondo, sepultado por acumulaciones de residuos orginicos, y el ‘agua tiene un color verde clato salvo en los puntos de descarga industrial. En este momento el tenor de oxigeno baja un poco mis (y ‘estamos hacia 1870) y comienzan a morir las algas verdes, Las xeem- plazan las algas lamadas azules, que no son en realidad azules sino de tun color verde oscuro y pueden observarse en las correderas del borde de veredas. Estas algas suelen tener un crecimiento explosivo en presencia de fsforo, comiin en efluentes orginicos. Proliferan con tenores muy bajos de oxigeno y dan la apariencia de “agua verde y espesa” que describe la citainicial del diario La Nacién. Su descomposici6n termina con ¢ poco oxigeno que le quedaba al Riachuelo, Con ellas mueren peces, crusticeos, bactevias aerobias y 222 demés organismos preexistentes. Quedan duefias del ambiente las bacterias anaerobias, organismos capaces de vivir sin oxigeno, las «que comienzan a producir metano y acido sulthidrico: el Riachuelo adquiere asi el olor caracterstico de la putrefaccién. La contaminacién del Riachuelo generé preocupacién s6lo en la época de la fiebre amarilla, De ese afio es la protesta de La ‘Nacién y st reclamo por sanear el Riachuelo, En el mismo afio se autoriza por otra ley al gobierno provincial a hacer los gastos ne~ ccesarios en las obras de canalizacién y limpieza del Riachuelo. De esa época es el argumento de Alberdi, quien afirma que el problema de la contaminacién no se soluciona mientras el puerto esté en Buenos Aires, Alberdi recomienda “la remocién de su causa inmediata: el puerto, que debe ser Hevado a otra parte. Asi, Ja jjusticia misma pone a Buenos Aires este dilema de bandidos: la bolsa o la vida, Si Buenos Aires quiere vivir, debe ir con el puerto y Ja aduana a otra parte, Los mataderos, los siladeros, las barracas, las inmigraciones sucias, las pestes y las comitivas de la muerte fastuosa”. 5 Pero después de haberse muerto, el Riachuelo resucitd por un breve tiempo. Esta resurreccién tiene que ver con el pinico gene- ral provocado por la epidemia de fiebre amarilla de 1871. La opi nnién piblica responsabilizé de esta epidemia a la contaminacion provocada pot los saladeros y al ambiente insalubre que éstos ba- bian creado en las inmediaciones del Riachuelo aungue, como vimos, las causas eran otras En realidad, el Riachuelo era inocente de la epidemia, pero sus desbordes no lo fueron, En efecto, ef agente transmisor, el ‘mosquito, proliferé espectacularmente en los charcos costeros que dejaba el Riachuelo después de una lluvia torvencial Inocentes o culpables, los siladeros eran undnimemente odia~ dos por la poblacién porteia, por lo cual el Congreso de la pro- vincia de Buenos Aires termina por sancionar el 6 de setiembre de 1871 una ley que establece que “quedan absolutamente prohibi- das las faenas de los saladeros y graserfas ubicados en el Municipio de la Ciudad y sobre el rfo de Barracas y sus inmediaciones”. Ter minaron yéndose al pueblo de Atalaya, donde fueron decayendo, arruinados por el fin de la esclavitud y el comienzo del frigorifico, hrasta desaparecer hacia 1904, 223 El afin de descontaminaci6n los siguié hasta alli. Por ejemplo, so paisaje. H. Armaignac, el mismo francés que regres6 asqueado Ja ley 430 autoriza a Miguel Puiggari a introducir, sin pagar dere- del Riachuelo unos afos atris, nos describe el aspecto de Barracas chos aduaneros, méquinas y elementos quimicos para la desinfec hacia 1880: “Campos incultos se han transformado de pronto en cién de saladeros de la provincia de Buenos Aires." magnificas quintas, ¢ inmensas plantaciones de eucaliptos cubrie- Y aqui nos interesa el debate que se produjo en la Camara de ron de vegetaci6n euas Hanuras antes Sridas y quemadas por el sol Diputados de la provincia de Buenos Aires el 7 de agosto de 1871. Gracias a los tramways y al médico precio de sus boletos, las co- Allise enfzentaron dos proyectos sobre os saladeros: uno de sanear miunicaciones se han vuelto sumamente ficiles; los bonitos pue- sus efluentes y el otro de erradicar los establecimientos. El tono del blos de Flores, Belgrano y Barracas oftecen deliciosos lugares de debate es sorprendentemente actual. El proyecto de sanear incluye vveraneo alas familias pudientes de la capital, que van alli a aprove- la posibilidad de “arrojar al mar [es decir, al rio de Ia Plata} los char el descanso y los encantos del campo, sin descuidar por eso residuos liquidos, 0 usarlos para fabricar abonos artificiales”.*” sus negocios y obligaciones”” Existia una propuesta del ingeniero Bateman de construir un emi- [uJ] Magnificas quintas han sustituido a Jas barracas de zine sario (es decir, un cafio largo) que enviara los contaminantes rio que antafio servian de almacenes 0 depésitos de came salada o de adentro. cueros; casas elegantes y confortables se levantan en lugar de las Marcé del Pont sostuvo que “ningiin derecho puede haber chozas donde s¢ refugiaban los numerosos obreros ocupados en para corromper ni el suelo, ni el agua, ni el aire”. Por su parte, esas inmensas carnicerias”: Elizalde dijo que “el Riachuelo, como via pablica, como todo lo En este idilico lugar, él Buenos Aires Rowing Club organiza que es de uso comin, no es de los saladeros, es de todos. Ellos, regatas a partir de 1873. Las mismas duran hasta 1905, momento para explotarsu industria, no tienen derecho a envenenar el agua” en que el estado del agua hace mudar esta institucién hasta el Ti- En cambio, Montes de Oca refiere el problema al contexto sre. Queda el més popular Club de Regatas de Avellaneda, cuyos ambiental de la ciudad: No nos alvidemosf..} de que muy cerca tniembros continuarin aventurindose por las aguas de tinta china bbasura que no se ha tocado, que hay corrientes subterrineas en recreativo. No solamente de los ricos, como dice Armaignac, sino Buenos Aires de liquidos en putrefaccién, que es positiva la co- de Buenos Aires hay terrenos de anegaci6n, que hay quintales de Por unos pocos afios la costa del Riachuelo es un lugar de uso de todas as clases sociales. municacién entre los pozos y las letrinas de la ciudad, que esta Pero cuando pasa el panico provocado por la epidemia, pare- ciudad no tiene desagiie de ninguna clase, que no hay anchas ca~ _ ce que todos se olvidan del estado de las aguas del Riachuelo y Iles, que no hay plazas [...] tenemos en Buenos Aires infinitas |—_s6o se interesan por su fancién portuaria. Por ley 820 se ordena causas de producir enfermedades, epidémicas 0 no”. su canalizacion.“” Nosotros agregaremos que la canalizacién del En diltima instancia, por mis que la depuracién fuera técnica~ Riachuelo habfa sido ordenada varias veces con anterioridad, la mente viable, nadie crey6 que los saladeros Hegaran a ponerla en | primera de las cuales fue el 24 de enero de 1811. Pero esta vez prictica, de modo que votaron su erradicacién. Unos afios mas hubo fondos para hacerlo: por ley 960 se otorgan créditos presu- tarde, se discute si corresponde indemnizarlos, habida cuenta de | puestarios. que habian legado al Riachuelo por una invitacién oficial. En el ‘La canalizacién implica, simulténeamente, un intento de me- debate, Lucio V. Lopez defiende a las industrias contaminantes: | —_jorar sus condiciones ambientales y sti navegabilidad. En efecto, “{en] Manchester y otras ciudades hay un gran ndmero de fabricas tun curso de agua recto tiene una mayor velocidad que uno sinuo- mis insalubres que los sladeros, y que sin embargo estin estable~ so, To que permite mayor oxigenacién de sus aguas. Al mismo cidas en el centro de Ja ciudad, sin causar perjuicio a Ja salud’ tiempo se pens6 que la rectificacién ayudaria a la salubridad de las dijo.* Por un breve periodo el Rachuelo vuelve a ser un hermo~ | orillas, al disminuir los riesgos de inundaciones. De hecho, ocu- 224 225 rid al revés, ya que se estrangularon los meandros que permitian el desagiie del bafiado de Flores, el que empeord sus desbordes.* Comienza entonces una afiebrada secuencia de obras, traspasos de incumbencias y discusién de fondos para ampliaciones, en la cual se pierde completamente el aspecto ambiental de las obras ‘para centrarse exclusivamente en los usos portuatios del Riachue~ Jo. La historia de la contaminaci6n vuelve a tepetirse en términos muy similares a los que hemos descripto: el puerto actiia como elemento de atraccién de industrias, las que vuelcan sus efluentes sin ningéin control. Por otra parte, la extensién de los servicios cloacales, de la que hemos hablado anteriormente, representé arrojar tuna mayor masa de desechos a los cursos de agua. La primera forma de contaminacién volvié a ser orginica: se instalaron ffigorificos cuyos desechos, unidos a los del matadero que traia el Cildafiez y a los de la quema de basuras, volvieron a pudrir el agua del Riachuelo, Detris vino la contaminacién inorginica, iniciada por los efluentes de las tintorerfas industriales y las ibricas metabirgicas. Al haber una mayor proporcién de con- taminacién inorginica, es probable que el proceso haya tenido sus diferencias con la primera de sus muertes. En la segunda muerte del Riachuelo, el envenenamiento jugé un papel quiz tan im- portante como la asfixia en su muerte anterior. Mas tarde el petro leo terminé por pintarlo todo de negro. Hay un filtimo intento de salvarlo, hecho esta vez durante la presidencia de Yrigoyen. Se trata de la sencilla y eficaz idea de reemplazarlo en sus funciones por una cloaca artificial. Bl propio Yrigoyen nos cuenta, entusiasta, que “el saneamiento del Ria~ chuelo ha merecido especial atenci6n, disponiéndose la continua Cin de los trabajos para la construccién del conducto de desagtie de los establecimientos industriales de Avellaneda, obra que debe- x4 complementarse en adelante con el saneamiento de dicha ciu- dad, Las aguas del Riachuelo han mejorado notablemente con las, medidas adoptadas, y han de alcanzar el estado higiénico deseable, utia vez que se habilite el nuevo conducto en construccién y las demés obras proyectadas?.* Estos sucesivos facasos muestran que el tema ambiental no tiene solucién a partir de medidas aisladas, sino que requiere un abordaje globalizador del problema. 226 EL FIN DEL MODELO Este modelo de pais fimcioné como un engranaje absoluta- mente accitado, ya que era la contrapartida local de un estilo de desarrollo que operaba a escala mundial. Por diversas zones, que ‘ya hemos expuesto en otra parte,” este modelo se derrumbé. Es decir, no fue decayendo gradualmente sino que lo hizo de un dia para otro. Exactamente el Viernes Negro de octubre de 1929, cuando cayé la Bolsa de Nueva York y los especuladores se tira- ban por las ventanas de los edificios de Manbattan. Los paises cen- trales dejaron de comprar mercaderias argentinas y el esquema de producit vacas y trigo y comprar todo lo demas afvera comenz6 a hacer agua por los cuatro costados. NOTAS, 352, Seymour, Richaed A., op. cit, en ref. 197. 353. Foguelman, Dina; Aparicio, Susana eal: Causas y conseruencias de trensformacionesen eosstenas smirides. Santiago del Estero, un enfogue procesual, informe elevado « CONICET, inédivo, CEPA, Buenos Aires, 1987. 354, Grela, Picido: El Grito de Alona, Ed. Tierra Nuesta, Rosati, 1958, 355. Calvo, Bernardino: "Economia nacional y colonialismo inter Historia integral argentina, N° 4, Las Bases dela Expansion, CBAL, Buenos Aives, 1971 356. Ley de FF.CC. Nacionales N° 531, det 9/9/1872, Registro Nacional, 1870/73, pég, 293. 357, Dorfinan, Adolfo: op. cit, en ref 171 358. Zigon, Ana Teresa: “El marco ideolégico de la conquist del esierto”, en Todo es Historia N® 232, stiembre de 1986 359. Prado, Manuel: La guens a! malén, Buenos Aires, EUDEBA, 1960. 360. Darwin, Charles, op. cit, en sof. 224, 361, Carta de Nicolis Avellaneda a Alvaro Barvos del 20 de agosto de 1875, en Barros, Alvaro: Indies, fonter y seguridad interior, Buenos Ales, Hachete, 1975. 362. Alsina, Adolfo: Memoria especial de 187, et. en Justo, Libor: 227 prblogo « Expedizn al Gran Lago Nolwe! Bugpi, por Conrado Villegs, Buenos Aires, EUDEBA, 1974. 363, Zeballos, Estanislao: La conguista de 15.000 leguas, Buenos Ai- 1s, Hyspamérica, 1986. 364. Memoria del Ministerio de Guerra y Marina, presentada al ‘Congreso Nacional en 1874 365. Sabato, Hilda: Cepitalismo y ganadera en Buenos Airs, Buenos ‘Aires, Sudamericana, 1989, 366, Memoria, op. cit, en ref. 364. 367. Guerrino, Antonio Allberto: La medina en a conguista del deser ‘0, Buenos Aires, Cireulo Militar, 1984, 368. Zeballos, Estanislao: Vigj al pas de ls arawanos, Buenos Ales 369. Guerrino, Antonio A.: op. cit, en ref. 367. 370. Justo, Liborio: Los inperos del dsievo, CEAL, Col. Polémica, Buenos Aires, 1972. 371. Cimara de Dipuados de la Nacién, Diario de Sesiones, sesin del 1° de octubre de 1875. 372, Guerrino, Antonio A.: op. cit, en ref. 367. 373, Siegrist de Gentile, Nora, y Martin, Maria Haydée: Gropoltca, hen y tenia a tavts de la conguista del deserto, Buenos Aires, EUDEBA, 1981 374. Guerrino, Antonio, A.: op. cit, en ref. 367, 375. Camara de Dipusados de la provineia de Buenos Aices, Diario de Sesiones, 25 de setiembre de 1878. 2376. Teniente coronel Teodoro Garcia, Pudn, 18 de octubre de 1878. Cit. en Marines Sierea, op. cit. en ref 149, 377. Teniente coronel Marcelino Freire, 20 de octubre de 1878, cit cen idem anterior. 378, Prado, Manuel, op. cit, en ref 359, 379. 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Caleulado sobre datos de: Diatio de Sesiones de ta Cimara de Diputados, sesign del 24/8/1891, pig. 567. 529. Tipos de interés en: Wagemann, Ernst: op. cit, en ref 306, 530. Cémara de Diputados, Diario de Sesiones, sein del 24/8/1871, pig. 578 531. idem, pig. 368 532. Bralovsky, Antonio: Historia dels ess anentina, Ved. Edito~ wil de Belgrano, Buenos Aires, 1982. 533, Diario de Sesiones de la Ciara de Diputados de la Nacién, sesin del 5/8/1903, pig. 435. 534. idem anterior, pig. 434 535. Panetieri: op. cit, en ref 499, 536. Gutiérrez, Leandro H.: Mendigos y vagabundos, Buenos Aires, CEAL, Col. La Vide de Nuestro Pueblo N° 10, 1982. 537. Passarelli, Bruno: La inmigracén italians, Buenos Aives, CEAL, Col, Documentos de Polémica N° 26, 1973. 538. 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DE LOS RECURSOS Durante este perfodo se produjeron los efectos sucesivos de la crisis internacional, de la Segunda Guerra Mundial, de la recons- trucci6n europea de posguerra y dela revolucién tecnolégica. Los tues primeros actuaton como un proteccionismo de hecho, al li- ‘mitar las compras argentinas en el exterior. El mismo proceso res- tringié las exportaciones de manuficturas y capitales de los paises industrializados, disminuyendo asi sus posibilidades de penetrar en el mercado argentino. Por su parte, la revolucién tecnol6gica de- terminé los limives de un modelo basado en la autarquia econémi- ca. La crisis de 1929 no afecta en forma simulténea a todas las actividades productivas, De 1928 2 1932 los precios mayoristas agropecuatios descienden el 44,1 por ciento, en tanto que los pre- cios industries ascienden el 3,4 por ciento. El poder de com- pra de las exportaciones disminuye proporcionalmente. A pesar de ello se procura bloquear toda tentativa de industrializar al pais. Para un ministro de Economia de la época, “fabricar carne o trigo no es menos respetable que fabricar calcetines o tornillos o vigas de hierro”.*” Con ello se intenta mantener un modelo de uso de Jos recursos que resulta disfuncional con respecto a la situacign ‘econémica local e internacional. Inicialmente se responde 2 la crisis con un esquema de despil- farro, ya que el Estado subsidia Iz destrucci6n de cosechas para 237 impedir la baja de precios. El trigo y el maiz se queman en las, calderas de las plantas eléctricas y de las locomotoras a calidad de vida se deterioré debido ala desocupaci6n en las ciudades y a la sobreexplotacién de la mano de obra en las zomas rurales. En la ciudad de Buenos Aires el promedio de vida era de 34 afios. En 1952 el deterioro de la salud pablica fue al que el 47 por ciento de los jévenes convocados a cumplir el servicio militar result6 inepto.** Scalabrini Ortiz sostiene que haba en la Argentina “més de tres millones de hombres inactivos, que vegetan perseguidlos por la policia, la critica de los diarios y la mas indigna miseria”.” Paralelamente el encargado de negocios briténico informs a su gobierno que la crisis ayndé a disminuir el salario real, bajando asi los costos industrales. Esta circunstancia, dijo, hizo que “exista en la Repiiblica Argentina mano de obra buena y barata, que no est& echada a perder y es complaciente y volun tariosa".” El menor costo de la mano de obra comenzé a operar como incentivo para la ampliacién de la actividad industrial. El aumento del precio de los productos industriales hizo rentable la transferen- cia de recursos del agro a la industria. De este modo, disminuyé la subutilizacién de recursos industrializables, a la vez que se afecté negativamente la intensidad de explotacién agropecuaria, Estos fenémenos coincidieron con el auge de la inversi6n ex- tranjera, El proceso de sustituci6n de importaciones en la Argen- tina és, en buena medida, la otra cara del proceso de sustitucién de exportaciones efectuado por las economias industializadas. Se crean filiales que dependen del aprovisionamiento de equipos e insumos por parte de la casa matrz, saltando asi las barreras ereadas por la reducci6n del comercio mundial. La division internacional del tra~ bajo y del uso de los recursos naturales no desapareci6, sino que asumié tna forma més compleja.” Con respecto a la utilizacién del espacio regional se reafirma la hegemonta industrial de Buenos Aires y se modifican parcialmen- te los papeles respectivos de la Capital Federal y las provineias, pero no las relaciones entre ambas: a partir de la década del teinta, ‘Buenos Aires recibe materias primas del interior para su transfor- macién, y Je devuelve las manufacturas producidas. 238 Durante la Segunda Guerra Mundial yen los primeros aftos de {a posguerra la Argentina acumtula excedentes de divisas, origina- dos en los altos precios de su produccién exportable. La politica econdmica acelera y orienta la tendencia iniciada con la crisis mun- dial. De 1946 2 1955 se estatiza el comercio exterior y ls utilida- des obtenidas por la venta de cereales se orientan hacia el financiamiento de la industria, la que permite una utilizacién mis eficiente de la produccién agraria y de los recursos naturales. El ‘capital privado recibe estimulos para la produccién de bienes de consumo, en tanto que et Estado se orienta especialmente hacia la industria pesada y la producci6n de energia, El caticter sustitutivo de importaciones define la orientaci6n ge- netal del proceso industrial y acta como principal elemento ex- plicativo de dicha modalidad. Se procura abastecer al mercado interno con una serie de bienes finales que en la etapa anterior se adguirian en el exterior. En consecuencia, la industrialzacién co- mienza pot los bienes finales y slo mis tarde avanza en forma significativa hacia los bienes intermedios. Este proceso reconoce subetapas muy definidas: a partir de 1930 se produce un proceso de acumulacién del capital que des- carga el peso de la crisis sobre los sectores de menores recursos. La rentabilidad empresarial se sustenta en desocupacién masiva, bajos salatios y condiciones de trabajo, de nivel y calidad de vida extre- madamente deficientes, En contraste con esto, a partir de 1946 el proceso de acumula- cin se basa en la ampliaci6n del mercado interno. Ello significé la introducci6n al circuito de produccién-consumo de grandes con- tingentes laborales que habian permanecido al margen de él 0 con tun grado menor de integracién. Al respecto, opinaba Perén en 1944: “La Repaiblica Argentina produce en estos momentos el doble de lo que consume, es decir, que la mitad de lo que consu- me sale al exterior. Yo me pregunto si cuando termine la guerra seri posible seguir colocando nuestros productos. gCudl seri la situacién de nuestra industria, de nuestra producci6n? Habra una paralizacién del 50 por ciento y veremos a un millon de argenti- nos desocupados que no tendeiin en qué trabajar ni con qué vivir. No habré otro remedio que aumentar el consumo, (el que] sola- mente podré aumentarse elevando los sueldos y salarios para que 239 Bo cada uno pueda consumir mucho més de lo que consume actual- mente”? 1a caracteristca distintiva de esta etapa industrial es: un ereci- miento simulténeo de la pequefia y de la gran empresa. Este ¢s un. fenémeno complejo, sobre el cual los analistas no han llegado a un. acuerdo, Por una parte, debe decirse que los capitales necesarios para el proceso de sustitucién de importaciones provinieron en una me- dlida sustancial de sectores que ya manejaban mercados altamente concentrados. Es decir, que puede hablarse de una sustitucién de impottaciones por inversiones extranjeras, ya que gran cantidad de empresas que vendian ala Argentina desde sus casas matrices pasaron a hacerlo radicadas en el pais. En 1935 el cincuenta por ciento del capital industrial era extranjero.”” Pero al mismo tiempo la gran ampliacién del mercado interno hizo posible una industria de tipo artesanal, integrada por peque~ fios establecimientos productores de bienes finales, que operaban con una alta intensidad de mano de obra y muy baja sofisticacion tecnolégica. Un dato significative es que entre 1935 y 1954 los establecimientos industriales que ocupaban obreros se duplicaron, en tanto que los estrictamente familiares que no ocupaban mano de obra asalariada crecieron mis de diez veces.*"' Simultineamen- te la gran industria requitié un importante desarrollo de talleres petiféticos (abastecedores, reparadores, etc.) que generaron la pe- quefia industria complementaria de la grande. El resultado es una estructura altamente concentrada, donde se encuentran empresas muy grandes y un gran mimero de pequetios, talleres que las complementan, Una medida de estas diferencias: en 1954 solamente 88 grandes fabricas (es decir el 0,06 por ciento de! total) ocupaban el 15,7 por ciento del personal obrero total. En el otto extremo, la mitad de los establecimientos no ocupaba obreros, sino sélo mano de obra familie. La subetapa siguiente (1950-1976) puede calificarse como de intensificaci6n industrial, en la medida en que se caracteriza por tuna mayor integracién vertical de la industria, Se saturan las posi- bilidades de expansin industrial sobre a base de bienes de const ‘mo y se avanza en la sustitucién de importaciones de insumos y bienes intermedios. 240 Sin embargo, existen algunos ejemplos espectaculares de ex- pansidn en la produccién de bienes de consumo, como la radica- cién de fibricas de automotores. Al final de la etapa, la fabricacién de receptores de TV blanco y negro. A pesat de esos avances, el mecanismo es insuficiente para inamizar al conjunto de la industria, Las ramas industciales tradi- cionales se mantienen en un crecimiento puramente vegetativo y de escaso desarrollo tecnolégico, en tanto que las més dindmicas son las industrias que producen para otras industri. En estos aftos se produce una creciente concentracién econd- mica en Ja industria, asociada a aumentos de las inversiones de capitales extranjeros. Pero el avance de la concentracién no es uniforme a lo largo del tiempo, sino que se fortalece en los mo- mentos de recesién y se debilita con la expansi6n econémica ge- neralizada."” Por eso a veces las grandes empresas presionan al Estado por la adopcién de politicas econémnicas recesivas que con- tribuyan a fortalecer su posicién en el mercado. Estos cambios econémicos condicionan diferentes maneras de usa los ecosistemas, como veremos luego. Como es obvio, afectan el nivel y la calidad de vida de la poblacién LA ECOLOGIA URBANA: SE FORMA EL GRAN BUENOS AIRES Entre 1930 y 1960 se produce un proceso de migraciones inter ‘nas masivas. ActGan simultineamente factores de expulsién de po- blacin de las &reas rurales y factores de atraccién y de demanda de mano de obra en la mayor parte de los centros urbanos del pai especialmente en el Gran Buenos Aires, El Sistema Metropolitano Bonaerense (SIMEB), que cubria el 28,6 por ciento de la pobla-

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