You are on page 1of 208
CT ea AEST eT TS lam ttm Ter] VIDA Y A) Nea oes Nt LUIS LOPEZ DE LAS HERAS, O.P. LOS CANTICOS BiBLICOS DE LA LITURGIA DE LAS HORAS Comentario exegético-espiritual laa) OUI Ze > ge oa Pa i Sun > v Coleccién «Vida y Misién», N° 116 © EDIBESA Madre de Dios, 35 bis - 28016 Madrid Tel.: 91 345 19 92. - Fax: 91 350 50 99 http: /Awww.edibesa.com E-mail: edibesa@ planalfa.es. ISBN: 84-8407-469-2 Depésito legal: M-52.370-2004 Impreso en Espaiia por: A. J. F. Impresores Fuenlabrada - Madrid I. 1. Ill. INDICE 13 Capitulo 1 BENEDICTUS . Introduccién ..... 17 Comentario exegétic 18 Actualizacién ....... 30 Capitulo I MAGNIFICAT . Introduccion .... 37 . Comentario exegétic: 38 . Actualizacién 47 Capitulo 3 NUNC DIMITTIS . Introduccién 55 |. Comentario exegétic 55 |. Actualizacién 59 Capitulo 4 CANTICO TRIUNFAL DESPUES DE PASAR EL MAR ROJO . Introduccion 63 . Comentario exegétic 64 . Actualizacién 67 Capitulo 5 BONDADES DE DIOS E INFIDELIDAD DE ISRAEL . Introduccién nN . Comentario exegétle 72 Actualizacién ...... 77 Ul. I. IL. UL I. I. I. mi. Il. Ill. IIL. Il. 7 Capitulo 6 EL SENOR HUMILLA Y ENALTECE . Introduccisn .... 81 Comentario exégetico 83 Actualizaci6n ......... 88 Capitulo 7 GLORIA AL DIOS BENDITO, CUYO ES TODO . Introduccién ... 93 Comentario exegi ico . 94 ActualiZaciOn oo... cscecssssesseseesssssssesseetesesesssssesssteaeereeee 96 Capitulo 8 BENDITO SEA EL DIOS GRANDE Y MISERICORDIOSO . Introducci6n .... 99 Comentario exegético. 100 Actualizacién 104 Capitulo 9 ALEGRATE, JERUSALEN |. _Introduccién 109 Comentario exegético. 110 Actualizacin 113 Capitulo 10 DIOS, SALVADOR DE SU PUEBLO . Introduccién .... 117 Comentario exegético.. 118 Actualizaci6n ... 122 Capitulo 11 «DAME SENOR, LA SABIDURIA» . Introduccién .... 127 Comentario exegético Actualizaci6n ......... 133 Capitulo 12 SUPLICA POR LA RESTAURACION DE ISRAEL Introduccién aieteeen 137 IL. Il. IL. Il. Ill. IL TL. lm. Comentario exegético ActtralizaciOn .....cccceccssesssssesscsestesessestesessssnesssessesteseeses 142 Capitulo 13 JERUSALEN Y LA PAZ UNIVERSAL . Introduccién ... 147 Comentario exegético. Actualizacién ... 150 Capitulo 14 «TE DOY GRACIAS, SENOR» . Introduccién 155 . Comentario exegético. 156 . Actualizacion ......... 159 Capitulo1S * CANTO DE GRATITUD Y PLEGARIA Introduccién .... 163 . Comentario exegético .. 164 . Actualizacién 168 Capitulo 16 EL MORADOR DE LAS ALTURAS . Introduccién 171 . Comentario exegétic . 172 ACtUaliZaciOM ........scccscesssesseeseeesssecreseessesssesseesereensees 174 Capitulo 17 CANTICO DE EZEQUIAS . Introduccién 179 Comentario exegétic 180 Actualizacién 184 Capitulo 18 CANTO AL DIOS OMNIPOTENTE Y SALVADOR . Introduccion ..... . Comentario exegético Actualizacién ... Capitulo 19 CANTO DE VICTORIA I. Introduccién II. Comentario exegético. II. Actualizacién Capitulo 20 YAHVE DIOS UNICO, CREADOR Y SALVADOR I. Introducci6n ..... 207 II. Comentario exegético. 208 Il. Actualizacién 214 Capitulo 21 GLORIA DE LA JERUSALEN RESTAURADA, ESPOSA DE YAHVE 219 220 225 I. Introducci6n ..... IL. Comentario exegético. I. Actualizacién ... Capitulo 22 «FESTEJAD A JERUSALEN, GOZAD CON ELLA» I. Introduccién .... 231 II. Comentario exegético.. 232 Til. Actualizaci6n..... 235 Capitulo 23 SUPLICA PENITENTE ANTE EL DESASTRE I. Introduccién .... . 239 TI. Comentario exegético. 240 II. Actualizaci6n ..... Capitulo 24 CANTO POR LA LIBERACION Y RESTAURACION 249 250 I. Introduccisn .... II. Comentario exegético .. IE. Actualizacion ...... 253 Capitulo 25 7 OS DARE UN CORAZON NUEVO Y UN ESPIRITU NUEVO TV. IntroducciOn ....s.eceeccss cesses eesssseescssseessseeseeeseessenseneeses 259 I. Ill. IL. Til. . Introduccién . Actualizacién . Introduccién I. Il. . Introduccién IL. Il. Comentario exegético 261 Actualizaci6n .......... 264 ____ Capitulo 26 CANTICO DE AZARIAS . Introduccion .... 269 Comentario exegético . 270 Actualizaci6n ...... 275 Capitulos 27 y 28 CANTICO DE LOS TRES JOVENES Capitulo 29 AL DIOS GRANDE Y SALVADOR Comentario exegétic 288 Actualizacién 292 Capitulo 30 «BENDITO SEA DIOS PADRES DE NUESTRO SENOR JESUCRISTO» . Lntroduccién .... 297 . Comentario exegético. 299 . Actualizacién....... 308 Capitulo 31 HIMNO DEL ANONADAMIENTO DE CRISTO . Introduccién 315 . Comentario exegético.. . Actualizacién ....... Capitulo 32 DE LA SUPREMACIA COSMICA DE CRISTO Comentario exegétic Actualizacién 345 . Introduccion ..... Capitulo 33 HIMNO AL MISTERIO DE CRISTO. 351 II. Comentario exegétic: Il. Actualizacién Capitulo 34 EL CRISTO PACIENTE I. Introduccién 363 Il. Comentario exegético .. Il. Actualizacién Capitule 35 HIMNO AL CREADOR Y REDENTOR I. Introduccién 375 II. Comentario exegétic 376 TI. Actualizacién 381 Capitulo 36 HIMNO POR EL REINADO VICTORIOSO DE DIOS I. Introduccién 385 Il. Comentario exegético . 386 II. Actualizacién ....... 391 Capitulo 37 CANTO DE LOS VENCEDORES DE LA BESTIA 1. Introduccién 395 II. Comentario exegético 396 I. Actualizacién ....... 399 Capitulo 38 HAN LLEGADO LAS BODAS DEL CORDERO I. Introduccién see IL Comentario exegético III. Actualizacién Conclusién PROLOGO Con los Canticos biblicos de la Liturgia de las Horas, inspi- rados por el Espiritu Santo, la Iglesia se dirige a diario al Sefior. Ellos, como los Salmos, son un «espejo de la piedad» del Pueblo de Dios, que vive sus inquietudes, sus alegrias, sus necesidades, sus angustias y dolores y también su felicidad de cara a Dios. En la oracion se refleja la vida: es un rio interior, que se puede ex- presar en palabras; en sus aguas se reflejan nuestras relaciones con Dios, el cielo; y también las margenes y el paisaje por donde se deslizan. Lo es especialmente la oracién inspirada por el Es- piritu Santo. De ahf que la Iglesia de todos los tiempos las haya hecho su- yas sintiéndose retratada en esos cdnticos. Y es que son expre- sién de la vida entera de relacién con Dios de personalidades o tipos especialmente religiosos del Pueblo de Dios. Por ello han servido para expresar los sentimientos de la colectividad mejor que otras muchas de nuestra invencién. El hombre auténticamente religioso de todos los tiempos siente la necesidad de alabar a Dios por su grandeza, la de suplicarle ante sus necesidades, de darle gracias, como les ocurrié a Moi- sés, a David y los profetas; como lo experimentaron también la Virgen y los Apéstoles. E] hombre religioso de todos los tiem- pos pasa por las mismas peripecias y siente la necesidad de diri- girse al mismo Dios de cielos y tierra. De ahi el valor perenne de estas piezas. Estos c4nticos son especialmente privilegiados en la Liturgia de las Horas, pues se usan con més frecuencia que muchos sal- mos. Por ello pensamos que serd interesante estudiar su rica teo- logia, tratando de enriquecer nuestra plegaria; tanto mas que, si de los Salmos hay estudios completos, no conocemos ninguna obra de conjunto sobre éstos. Cierto que las notas del P. L. Alonso Schoekel en su libro «Salmos y Cdnticos del Breviario», tiene notas 6ptimas para captar el sentido biblico exegético de los mis- mos. Pero pienso que convendria destacar ese mismo aspecto exegético, asf como su teologia y valor para la vida. Se imponia ante todo colocarse en la perspectiva misma de los antiguos escritores sagrados 0 de sus primitivos usuarios; es decir: en su contexto vital o existencial, viendo asj el alcance de los asertos desde el punto de vista primigenio. De ahf la Intro- duccion que preside el estudio de cada cantico, intentando colo- car cada pieza en su contexto literario e histérico. A ello parecia légico afiadir un Comentario exegético de tipo medio —ni dema- siado breve ni tampoco demasiado amplio y técnico— y finalmente la Actualizacidn de cada pieza; su aplicaci6n a la vida cristiana y religiosa de hoy, intentando descubrir las resonancias de las mis- mas en la vida de quienes hoy las usamos. Sin embargo a la hora de abordar ésta, que puede ser la apor- tacién mAs original, habremos de tener en cuenta dos cosas: la gran riqueza de la palabra de Dios, y la dificultad de atender a las multiples situaciones andlogas de la vida humana. En todo caso esperamos que las mismas alegadas sugieran al lector otras mu- chas similares. Una cosa previa a esas las actualizaciones es que con frecuen- cia me ha parecido conveniente hacer una sintesis teoldgica del cantico en cuestién para destacar asi mejor las lfneas doctrinales esenciales y facilitar nuestro cometido. La vuelta sobre los mismos textos bajo otra perspectiva explicara algunas repeticio- nes. Por lo demas, hemos procurado ilustrar las expresiones de estos canticos ante todo por la misma Biblia, especialmente por los Salmos, que serdn ya vida para quienes lleven no poco tiem- po rezdndolos. Frecuentemente nos hemos limitado a remitir a 14 dichos pasajes de la Biblia para no sobrecargar el texto y aburrir al lector. Las referencias a otros autores son minimas. Todo ello esperamos que contribuya a rezar, usando estas pie- zas, mds «sabiamente», como deseaba también el salmista que lo hicieran los mtisicos, que acompafiaban los Salmos: Tocad con maestria (47,8). En cuanto a la versiOn de los textos biblicos usaremos la de la Biblia de Jerusalén, en general; en la de estos Cdnticos y la de los Salmos, la de la Liturgia. En cuanto al orden, hemos empezado por los tres canticos que decimos a diario: el «Benedictuas», el «Magnificat» y el «Nunc dimittis», para seguir luego con los demas segun el orden de nuestra Biblia. Capitulo 1 BENEDICTUS (Luc 1, 68-79) (Todos los dias, en Laudes) L INTRODUCCION El Benedictus, la iltima pieza sdlmica de los laudes de todos los dias, fue el canto que pronuncié Zacarfas, el padre del Bau- tista, algunos dias después del nacimiento de su hijo. Segtin los més de los comentaristas lo habria proferido al octavo dia del na- cimiento del nifio, el de la circuncisién e imposicién del nom- bre. Zacarias «pidié una tablilla y escribié: Juan es su nombre. Y todos quedaron maravillados. Y al punto se abrié su boca y ha- blaba, bendiciendo a Dios» (Le 1, 64-65). Pero también pudo ocurrir posteriormente. San Lucas distin- gue entre «bendecir a Dios» (v. 64) y profetizar (v. 67). El Bene- dictus es la respuesta profética al gran interrogante que la libera- cién de la mudez del padre y demds circunstancias maravillosas concurrentes en el nacimiento de San Juan Bautista provocaba en la gente: «; Qué serd este nifio?». Porque la mano del Seftor estaba con él (v. 66). Y el evangelista afiade: «Zacarfas, su pa- dre, quedo lleno del Espiritu Santo, y profetizé diciendo (v. 67) “Bendito sea el Senor, Dios de Israel, etc.” » (v. 6888). Tal es el marco del Benedictus, en el que Zacarias, a la luz del Espiritu Santo, contempla la salvacién comenzada y el gran pa- pel de su hijo en esa perspectiva salvifica. La divisién del cntico en estrofas no es uniforme en los au- tores: quién la divide en tres, quién en cuatro, cinco (como la Li- 17 turgia) y hasta en siete disticos. Sila divisién estructural es d cil, desde el punto de vista del contenido es facil, pues cor claramente de dos partes: alabanza a Dios por la salvacién me- sidnica comenzada(v. 68-75) y papel del Precursor con alusién al Mesias (v. 76-79). A esta divisién nos atendremos. I. COMENTARIO EXEGETICO 1“ Zacarias alaba a Dios por la salvacién mesidnica comen- zada (68-75). «Bendito sea el Sefior, Dios de Israel». — Esta expresi6n la en- contramos al fin de varios salmos del Salterio'. No pocos del mis- mo son una alabanza a Dios por sus maravillosas intervenciones en la creaci6n y en la historia de la salvacién. Todas esas inter- venciones son beneficios divinos y es l6gico responder a ellos ensalzando al Sejior: «Bendito sea Dios... que nos ha bendeci- do» (Ef 1, 3). Justo es que Zacarias también lo haga. Ahora, que ha experi- mentado en su propia vida la intervencién de Dios; ha conocido por revelacién divina el sentido mesidnico del nacimiento de su propio hijo; lo ve ahora todo en una luz mas concreta después de la visita de Maria... Desde que comenzé esta historia con la apa- ricidn del angel en el templo (1, 8ss) se han ido acumulando los argumentos para pensar en Ja nueva y grande intervencién de Yahvé, Dios de Israel: la concepcidn del nifio en la edad avanza- da de los padres y Ja esterilidad de la madre, la visita de Maria y el salto misterioso de la criatura en el seno materno, la recupera- cién del habla el dia octavo de su nacimiento... Dios intervenia de nuevo en la historia de Israel. ¥ sus inter- venciones actuales en realidad eran el fin al que se ordenaban ‘CF. Salm41, 14; 72, 18; 106, 48 y cf. 89, 52. (2) OF. 1, 17 con los v. 32 y 4. todas las anteriores. E] Mesias, esperado durante siglos, estaba a la vista. Si los salmistas, impresionados por las intervenciones divinas en la historia de la salvaci6n habian cantado «Bendito sea el Seftor, Dios de Israel», mucho mas justo era cantarlo ahora ante la intervencién presente, que era la mayor y corona de todas ellas. Zacarfas, pues, Ileno del Espiritu Santo, el creador de los profe- tas y el motor de la més auténtica oracién ?, prorrumpe en esta misma alabanza: «Bendito sea el Sefor, Dios de Israel». Dice «el Dios de Israel», porque considera la salvacién me- sidnica desde la perspectiva del pueblo escogido: para él es ante todo esta salvaci6n; y por él Ilegard a todos los pueblos, pues su eleccién era en beneficio de todos: «Por tu descendencia seran bendecidos todos los linajes de la tierra», habfa dicho Dios al patriarca Abrahan (Gén 12, 3; 22, 18). La idea de la visita de Dios es un concepto frecuente en el Antiguo Testamento; tiene un doble sentido: Dios visita ya para socorrer, ya para juzgar o castigar. Cuando visita a sus amigos, como alos hebreos oprimidos en Egipto, el resultado es la salva- cidn >. La visita de Dios a su pueblo se consideraba como el dia del triunfo de Israel *: las visitas son prueba del amor miseri- cordioso del Sefior hacia su pueblo °. La visita presente es de favor (cf. Salm 106, 4). En Hech 15, 14 se emplea ese mismo verbo para indicar la intervencién gra- ciosa de Dios en casa de Cornelio: Dios les visitd, purificando sus corazones y dandoles el Espiritu Santo (Hech 15, 8s). «Porque ha... redimido a su pueblo» (literalmente: «realiz6 la redencién»: o «Ly¥trosis»). Este vocablo griego significa «re- dencién», «rescate», «liberaci6n» de los enemigos. Dios la ha- bia realizado con frecuencia a fin de que su pueblo pudiese ser- vir mejor al Sefior: asi habia sido la de Egipto (Ex 4, 23) y asi fueron las demas; eso mismo es lo que piensa también Zacarfas, > Cf. Is 61, 1; Os 9, 7; Rom 8, 26. 3 Cf. Ex 3, 16; 13, 19; 30, 12; Gén 50, 24-25. “Cf. Sap 3, 7 y Judt 8, 33. 5 Cf. Le 7, 16; Ex 3, 16s. como diré mas tarde: «para concedernos que, libres de temor, le SiVamos...» Sin embargo / esta nueva visita o intervencién divina en pro de los suyos tendrd un cardcter muy diferente de las precedentes: no les librard del yugo de los romanos, sino que sera mds espiri- tual de lo que pudiera sospechar Zacarias. «Suscitdndonos una fuerza de salvacidn / en la casa de Da- vid, su siervo». La salvaci6n mesidnica ha comenzado, pues Dios «ha susci- tado una fuerza de salvacién»... (literalmente: «un cuerno de sal vaci6n»). El «cuerno» es simbolo de la fuerza. Tal simb6lica se basa en el toro. Por extrafio que nos parezca Horacio habla en el mismo sentido: «Afiades cuernos (fuerza, potencia) al pobre»® (11). En el salmo 18, 3 Dios mismo es calificado de «cuerno de salvaci6n», mientras en Ezequiel leemos: «Aquel dia Yo haré que le brote un cuerno a la casa de Israel y a ti (el profeta) te permi- tiré abrir la boca» (Ez 29, 21). El Salmo 132 parece referirse al Mesias con una expresién similar: «El Sefior ha jurado a David una promesa que no retractard...A uno de tus descendientes pon- dré sobre tu trono... Suscito un cuerno para David, / enciendo una ldmpara para mi Ungido» (12). Tal poder salutifero ha sido suscitado por Dios en la casa de David: Zacarfas sabe que Maria es la Madre del Mesfas y su ori- gen davidico: «en casa de David, su siervo». David es «siervo de Yahvé»’. Jestis, el Mesfas prometido, es «el vastago del tronco de Jesé», de que hablara Isaias (Is 11, 1), de la casa 0 dinastia davidica. La visita de Dios, la redencién, la salvacién, el dominador que surge de la dinastia de David...: todo ello indica que la gran esperanza de Israel, acariciada durante siglos, esta a punto de realizarse. ° Cf. HORACIO, Carm., Ill, 21, 18. 7 Cf. Hech 4, 25; 1s 37, 35; Jer 33, 22. 26; 34, 23; 34, 27s; ete. 20 «Seguin lo habia predicho desde antiguo / por boca de sus santos profetas (v. 70). Todo el profetismo hebreo convergia hacia eso: la salvaci6n por medio del Mesfas. Ya Natan (2 Sam 7, 11) habfa predicho a David en nombre de Dios que colocarfa en su trono a un descen- diente suyo para siempre. Desde tan lejos venja esta profecia, que se habfa esclarecido notablemente en el siglo VIII a. C. con Is el profeta mesianico por excelencia® . Zacarfas califica a los profetas de «santos»: es el epfteto que solfa acompajfiar a dicha palabra (Sap 11, 1); estaban consagra- dos al servicio de Dios (Jer 1,5); eran siervos de Yahvé?. «Es la salvaci6n que nos libra de nuestros enemigos /y de la mano de todos los que nos odian» (v. 71). Este versiculo es la explicaci6n del v. 69. Alli hablaba de «cuer- no 0 fuerza de salvacién». Ahora precisa de qué salvacién se tra- ta. Dios ha suscitado en la casa de David una fuerza salvifica para arrancar al pueblo del poder de sus enemigos, para salvarlo de la mano de quienes les odian. En conformidad con el paralelismo sinénimo, frecuente en la poesia hebrea, las dos partes del versi- culo expresan la misma idea en dos férmulas similares, inspira- das en el Salmo 106: «/ncrepé al mar Rojo y se secé /los condu- jo por el abismo como por tierra firme / ; los salvé de la mano del adversario —literalmente: del que los odiaba-los rescaté del putio (mano) del enemigo». (Salm 106, 9-10). La liberacién del Exodo es el tipo de todas las demas. Los enemigos, que acaso tiene presentes Zacarias, pueden muy bien ser los enemigos externos: los gentiles y mAs en particular los romanos, bajo cuya dominacién estaban. Esto estaria en con- formidad con las ideas de la época sobre el Reino mesidnico y parece corresponder a lo que expresa mas abajo (v. 74-75). Sin embargo en la economia religiosa del pueblo judfo Dios libraba a su pueblo, entregado antes a los enemigos por sus pe- * CP. Is 7, 10ss; 8, 23- 9, 6; 11, 1-9. ° Cf 2 Rey 24, 2; Jer 7, 25; 25, 4; 26, 5; 29, 19; ete. 21 cudos, cuando éste se habfa arrepentido de sus extravios (cf. li Iro de los Jueces). Toda liberacin politica era también el comien- zo de una restauracin religiosa: del retorno a la fidelidad para con Dios y a Ja obediencia a la Ley. Para Zacarfas la liberacién de los enemigos no es simplemen- te la apertura a una perspectiva de liberacién temporal y de pros- peridad material. La liberacidn de los enemigos, en la que pien- sa, eS una situacién mejor para servir a Dios, como ocurrié con la del Exodo. «Realizando la misericordia que tuvo con nuestros padres, / recordando su santa alianza» (v. 72). Es el mismo pensamiento del Magnificat (v. 54b-55). Con el envio del Mesfas Dios ejerce la misericordia que manifesté a «nuestros padres». Estos no son sdlo los patriarcas, sino todos los judios anteriores a Zacarfas. Dios manifesté su misericordia, olvidando y perdonando sus pecados. Si por sus pecados no me- recfan los dones divinos, que Dios les dio por misericordia jcuanto menos podian merecer el don presente del Mesias con su libera- cién!... La «Alianza» segin el Lev (26, 42) no es sélo la del Sinai, sino también la establecida con Abrahan, Isaac y Jacob (cf. Salm 105, 8-10). Seguin dicho pasaje del Levitico Dios se acuerda de su «alianza» después que el pueblo pecador se ha humillado y aceptado el castigo. Entonces: « Yo me acordaré de mi alianza con Jacob, y de mi alianza con Isaac; y recordaré mi alianza con Abrahan; y recordaré la tierra» (Lev 26, 42). Esto puede expli- car que en el cdntico de Zacarias el «recordando» venga después del «realizando»: el recuerdo de Dios daria la raz6n de su accién misericordiosa. El principio, pues, del v. 72, tocante a la accién misericordiosa de Dios, puede referirse al perd6n de los pecados de los padres. Sin embargo hay quienes piensan tratarse simple- mente de la realizacién de las promesas misericordiosas hechas alos padres, que ya sofiaron con este dia: «Abrahdn, vuestro pa- dre, vio mi dia y se alegr6» (In 8, 56). «Y el juramento que juré a nuestro padre Abrahdn» (vy. 73). 9 Cuando Dios vio la decisién de Abrahdn de llegar hasta lo Ultimo en su camino con El: de no detenerse ni siquiera ante el sacrificio de su querido hijo por amor a Dios, el Sefior impidié el sacrificio y afiadié: «Por Mi mismo juro —cf. Hebr 6, 13-. que por haber hecho esto, por no haberme negado tu hijo, tu tinico, Yo te colmaré de bendiciones y acrecentaré muchisimo tu des- cendencia, como las estrellas del cielo y como las arenas de la playa... Por tu descendencia se bendecirdn todas las naciones de la tierra, en pago de haber obedecido tui mi voz» (Gén 22, 16- 18). El Mesias es el cumplimiento de la «Promesa»: de todas las promesas e instituciones, de todas las esperanzas y anhelos de la antigua Alianza, pues Dios habia de «recapitular todas las cosas en Cristo» (Ef 1, 10). La fe de Abrahan con su decisi6n de seguir a Dios en su camino hasta el fin fue una bendicién para él, para su descendencia y para toda la humanidad. Este aspecto universalista y espiritual que trae a la mente el recuerdo de la promesa hecha al patriarca, corrige asf el particu- larismo que parecia insinuar el Benedictus. «Para concedemos que libres de temor, / arrancados de la mano de los enemigos, /le sirvamos con santidad y justicia, /en su presencia todos nuestros dias» (v. 74-75). Con estos dos versiculos termina esta primera parte; recogen la finalidad de las acciones salvificas de que nos habla: la visita de Dios, su misericordia, la promesa jurada hecha a Abrahan... Todo es «para concedernos que, libres de temor..., le sirvamos con santidad y justicia... todos nuestros dias». La «Promesa> primordial hecha a «los primeros padres», sus- cit6 la esperanza con los deseos de liberacién y esos anhelos de la humanidad no han caido en el vacio. Dios mismo, Ileno de mi- sericordia y fiel a sus palabras, ha salido magnificamente y de un modo inaudito e inconcebible al encuentro de ellos. En el éxodo de Egipto Israel fue arrancado del poder de sus enemigos y vino a ser un pueblo libre para poder servira su Dios. Libres de la esclavitud, dieron culto al Sefior y El hizo de ellos 23 su «propiedad personal», «un reino de sacerdotes y una nacion santa» (Ex 19, 5s). El ideal mesidnico de los israelitas piadosos era la liberacién de los enemigos: el reinado del bien, de la paz y de la felicidad. En tiempos de persecuci6n no es facil para la mayoria dar un culto digno a Dios. El Mesias habria de aportar la liberacién con todos esos bienes. Con la liberaci6n y la paz podrian servir al Sefior «con santi- dad y justicia en su presencia todos los dias». La «santidad» de- nota las disposiciones interiores del alma; y la «justicia», la prac- tica de la virtud y el cumplimiento de los preceptos divinos (cf. 1, 6). Tal parece la interpretacién mas natural de esas palabras. Sin embargo otros quieren entender por ellas la ausencia de pe- cado -santidad negativa—y / 0 también: la bondad en las relacio- nes del hombre con Dios y de los hombres entre si. «En su presencia». — Dios se le aparecié a Abrahan y le dijo: «Yo soy el Shadday, anda en mi presencia y sé perfecto» (Gén 17, 1). La historia de Noé empieza asi: «Noé fue el varén mds justo y cabal de su tiempo. Noé andaba con Dios» (Gén 6, 9). De Henoc, que «agradé a Dios, se dice también que anduvo con Dios (Gén 5, 22. 24). El autor de Hebr ve en ellos, como en Abrahan, modelos de fe, que vivieron con temor de Dios «abe- deciendo los mandatos divinos» (Hebr 11, 5ss). «Andar en la presencia de Dios» equivale a «caminar por sus sendas», a cumplir los mandamientos o normas dadas por El. Tales exigencias tienen una contrapartida: la de la presencia activa de Dios en favor de los suyos. Una presencia protectora, benéfica, fuente de bienestar y felicidad. «Si camindis segtin mis preceptos y guarddis mis mandamientos... os enviaré las lluvias a su tiempo..., daré la paz a la tierra..., os haré fecundos «Estableceré mi morada en medio de vosotros y no os recha- zaré. Me pasearé en medio de vosotros, y seré para vosotros Dios: y vosotros seréis para Mi un pueblo. Yo soy Yahvé, vuestro Dios, que os saqué del pats de Egipto, para que no fueseis sus esclavos; rompi las coyundas de vuestro yugo y os hice andar con la cabe- 24 za erguida» (Lev 26, 3. 6. 11-12). La presencia de Dios es fuente de alegrfa: «Grita de gozo y regoctjate, hija de Sidn, / pues he aqui que Yo vengo a morar dentro de ti» (Zac 2, 14) «Lanza gritos de goz0, hija de Sion..., alégrate y exulta de todo corazén, / hija de Jerusalén, Yahvé, Rey de Israel, en medio de ti, / no temerds ya ningun mal»... «j;No tengas miedo, Sién, /no desmayen tus ma- nos /Yahvé tu Dios esta en medio de ti, un poderoso salvador /. El exulta por ti, / te renueva por su amor» (Sof 3, 14-17) 2° El papel del Precursor (v. 76-79). «Y a ti, nifo, te llamardn profeta del Altisimo, / porque irds delante del Senor a preparar sus caminos, / anunciando a su Pueblo la salvacién, / el perdén de sus pecados» (v. 16-77). Zacarias se dirige ahora a su hijo. No es que lo haga porque piense que milagrosamente va a comprender sus palabras: se di- rige a ét para manifestar los designios de Dios sobre el nifio. Y asi dar al mismo tiempo la solemnidad requerida por el ordculo. El nifio «serd llamado profeta delAltisimo»; es decir: sera pro- feta del Altisimo. A propésito de Jestis el angel habia dicho: «serd llamado Hijo del Altisimo» (1, 32). El angel le habia dicho a Zacarias a la hora de su anunciacion: el nifio «serd grande ante el Sefior.. ; estard lleno del Espiritu Santo ya desde el seno de su madre y a muchos de los hijos de Israel les convertird al Se- for su Dios y le precedera con el espiritu y el poder de Elias...» (1, 15-17). Es lo mismo que dice al presente Zacarfas: que su hijo va a ser un profeta u «hombre del Espiritu» (Os 9, 7b), portavoz de Yahvé, como Elias y los demas profetas, cuya palabra era po- derosa’® (32); lleno ya del Espiritu de Dios desde el seno mater- no, como Jeremias (Jer 1, 5). Tiempo hacia que en Israel no se vefa un profeta''. Dios habia hecho desaparecer la institucién profética por causa de los abusos de los falsos profetas”? . Juan el "Cf. Eclo 48, 1-10; Os 6, 5a. "Cf, Salm 74, 9; 1 Mac 4, 46; 9, 27; 14, 41. " Cf. Zac 13, 2; Jer 23, 9-ss; Dt 12, 3-6. a6 Bautista va a ser el tiltimo de los profetas del Antiguo Testamen- to, pues precederd inmediatamente la venida del Sefior, segtin ha- bia anunciado el Angel (1, 17) y en conformidad con la profecia de Malaquias: «He aqui que Yo envio a mi mensajero a allanar el camino delante de Mi, y enseguida vendré a su templo el Se- jior, a quien vosotros buscdis; y el Angel de la Alianza, que voso- tros desedis» (Mal 3, 1). Lareminiscencia de Isafas (40, 3)-«pre-_ arad los caminos del Sefior» —nos indica eso mismo: a este pasaje se referira mds tarde el Bautista ya en accién, definiéndose a sf mismo (cf. Jn 1, 23). No se trata de una preparacién material de los caminos, se- gun costumbre de aquellas regiones a la venida del rey o del emperador, ni del heraldo que precedia a estos personajes, invi- tando a tener a punto Ja recepci6n y el hospedaje: se trata de co- sas espirituales, como indica el versiculo siguiente: de la salva- cién y perd6n de los pecados. Ir «delante del Sefior a preparar sus caminos»: seré el Pre- cursor del Sefior. ;De qué Sefior? -;De Dios Padre 0 del Mesias, su Hijo? ~Zacarfas une la accién de Dios a la del Mesfas, en el cual se manifiesta Dios mismo. Aquf no se destaca el papel hu- mano del Mesias. Cuil sea el sentido auténtico de la profecia, nos lo daran los hechos, cuando el evangelista empiece a relatar la vida ptiblica de Jesiis... {Cémo preparara el Bautista los caminos del Sefior? «Anunciando a su Pueblo la salvacion, /el perdén de sus pe- cados» (v.77). Juan Bautista dard a conocer al pueblo que la salvacién no con- siste en ningtin suceso politico nacional, sino en el perdén de los pecados: ésa es la mds genuina noci6n de salvacion. Juan no per- donard los pecados, pero anunciar4 que la salvacién ha comen- zado y que el perfodo del perdén de los pecados esta abierto, lo cual es preludio de la salvacién final. Predicar4 «un bautismo de penitencia para remision de los pecados» (Mc 1, 4). La idea mesidnica es espiritual y est4 muy por encima de la concepcién contemporanea, terrena y nacionalista, que se habfan A formado los coetdneos, ansiosos de la restauraci6n de la monar- quia de David. Si bien antes Zacarias aludié a la liberacién de los enemigos, tal liberacién se ordenaba a un servicio mas fervoroso del Sefior «en santidad y justicia en su presencia todos los dias». Ahora sin género de duda indica que la salvaci6n no signifi- card liberacién de los romanos, sino «el perdén de los pecados»: renovaci6n interior cosa que Dios realizard por su Hijo, el Mesias. «Por la entrafiable misericordia de nuestro Dios, / nos visita- ré el Sol que nace de la alto, para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte; para guiar nuestros pasos por el camino de la paz» (v. 78-79). El perdon de los pecados es un efecto de la misericordia de Dios, como lo es la venida de su Hijo en carne mortal. «En esto se manifest6 el amor que Dios nos tiene: en que Dios envio al mundo a su Hijo para que vivamos por medio de El. Enesto con- siste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que El nos amé y nos envié a su Hijo como propiciacién por nuestros pecados» (1Jn 4, 9s). Ese amor no ha sido un amor cualquiera: Zacarias lo califica de «misericordia entrafiable»; literalmente: «entrafias de su mi- sericordia». Esto nos trae ala memoria el «rajamim» hebreo: las visceras, el coraz6n, como sede de los afectos mds tiernos: del amor, de la compasi6n, etc.' . Con ello se expresan los sentimientos de «mi- sericordia y compasién de Dios», su amor tierno™. Esa es también la idea del verbo correspondiente «rajdm»: se compa- decid de alguien conmovido por un amor tierno» aplicado a Dios. En conclusién podemos decir que el envio del Hijo se debe a un amor profundo y compasivo de Dios, conmovido por la pro- "Cf. Gén 43, 30; 1 Rey 3, 26; Prov 12, 10. '§ Cf. Is 63, 7. 15; Salm 79, 831 19, 77; 145, 9; etc. 'S Cf. Habac 3, 2; Lam 3, 32; Ex 33, 19. 27 funda miseria humana. El Apéstol escribira: «Dios, rico en mi- sericordia, por el grande amor con que nos amé, estando muer- tos acausa de nuestros delitos, nos vivificd juntamente con Cris- to...» (Ef 2, 4s). Gracias a esta profunda misericordia nos va a visitar el Hijo de Dios: «Nos visitard el Sol que nace de lo alto»: es el comienzo de la salvacién; pero el Hijo de Dios se manifestara mas tarde, so- bre todo en su vida ptiblica. «El Sol que nace de lo alto». El término del original es «anatolé, que literalmente significa «el astro que se levanta»; es decir: la regi6n por donde se levantan los astros, el Oriente- cf. Anatolia —. Puede decirse del sol y de cualquier astro que sube por el horizonte. Como inmediatamente va a indicar la finalidad con la frase «para iluminar...» es evidente que se refiere al sol. Ya Malaquias habia profetizado: «Para vosotros, los que teméis mi nombre, brillard el sol de justicia con la salvacién en sus rayos» (Mal 3, 20). La luz es el simbolo de los bienes mesianicos: «Arriba, res- plandece Jerusalén, que ha llegado tu luz/y la gloria de Yahvé sobre ti ha amanecido. / Pues mira cémo la oscuridad cubre la tierra, /y espesa nube a los pueblos; / mas sobre ti amanece Yahvé /y su gloria sobre ti aparece. / Caminardn las naciones a tu luz /y los reyes al resplandor de tu alborada» (Is 60, 1-3). En nues- tro caso pudiera significar la salvacién mesidnica o denotar al Mesias mismo. El contexto favorece mds a esta segunda interpre- tacidn, que ademas, puede corroborarse con Jer 23,5: «Mirad que vienen dias -ordculo de Yahvé- en que suscitaré a David un Ger- men justo. » Mas tarde el profeta Zacarias ver en ella el nombre mismo del Mesias: «He aqui que Yo voy a traer a mi siervo Ger- men»'¢ 43), En los dos pasajes de Zacarfas la version griega de los LXX ha traducido la palabra «Germen» por «anatolé», el tér- mino de Lc aqui, traducido en la versién litirgica por «Sol». Tal '6 Zac 3, 8b; en 6, 12 dice: «He aqui un hombre cuyo nombre es Ger- men», 28 expresiOn indicaria al mismo tiempo la dignidad sobrehumana del Mesias. «Para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte» (v. 79). La «sombra de muerte» es sencillamente una sombra muy espesa «tsalmiit» en hebreo y no «tsalmawet»: «sombra de muer- te» etimolégicamente, segtin la puntuaci6n masorética, seguida también por los LXX y la versién de la Vulgata. Habida cuenta de lo precedente tenemos que decir que tal os- curidad —esas «tinieblas y sombra mortal 0 espesa»— es la del pecado. En el Salmo 106, 10 se habla de prisioneros en términos parecidos: estaban cautivos por causa de sus pecados. El Mesfas viene a esclarecer esas tinieblas, segtin la famosa profecia de Isaias (8, 23 - 9, 6), especialmente el pasaje: «El pueblo que andaba en tinieblas /vio una luz intensa. / Sobre los que vivian en tierra de sombras /brilld una luz» (Is 9, 1). San Mateo citard esta profecia con ocasién de establecerse Jestis en Cafarnatin (Mt 4, 14-16). Los beneficiarios de esta luz ante todo son los judios; pero lo van a ser de una manera especial los paganos, sumidos en las ti- nieblas del pecado y de la idolatria. En el canto primero del Sier- vo de Yahvé se dice de El: «Te he destinado a ser alianza del pueblo /y luz de las gentes» (Is 42, 6 b). «Para guiar nuestros pasos / por el camino de la paz» (v.79 b). Con esa luz podremos dirigir nuestros pasos por buen cami- no y no errar en la noche del pecado, alejados del fin debido: «Me levanté de la fosa fatal, de la charea fangosa; /... y asegur6 mis pasos», dice el salmista (Salm 40. 3). «El camino de la paz» es el que conduce a la paz, indicada en los v. 74 y 75; aunque tam- bién es el camino de la paz de la conciencia, que no conocen «los malos» (Is 59, 8): «Los malos son como mar agitada / cuando no puede calmarse, / cuyas aguas lanzan cieno y lodo. “No hay paz para los malvados” —dice mi Dios» (Is 57, 20-21). Una y otra parte del Benedictus terminan en lo mismo: en la vida santa ante el Sefior o en el camino de la paz. Esa paz es ya paz con El y Ileva al descanso eterno. 29 I. ACTUALIZACION La idea central del Benedictus es la «salvacién», término que se repite tres veces en él (v. 69, 71 y 77) y en el que se sintetiza todo el himno. La mirada profética aqui parte de la acci6n salvifica divina al presente, salta a David y llega hastaAbrahdn, a quien Dios hicie- ra la promesa cf. v. 68-70). Luego se define esa salvaci6n. La salvaci6n tiene dos aspec- tos: uno negativo y otro positivo; es «liberacién de» y «salvacién para». Dios libra a su Pueblo de los enemigos, del miedo (v. 71 y 74), de los pecados, perdondndoselos (v. 77) y esa liberacién es salvacién para que le sirvan en santidad y justicia todos los dias de su vida (v. 75), caminando por las sendas de la paz /e ilumi- nados por el Sol de justicia (v. 78-79), anunciado por Juan(v. 76- 77). Asi ha visto las cosas San Lucas, quien nos da una visi6n fa- cil de aplicar a la vida del cristiano de hoy. Lo que caracteriza al tiempo como Historia de la Salvacién son las intervenciones de Dios en él. La irrupcién de lo divino en nuestra historia es lo que le cualifica por los elementos sobrena- turales que Dios introduce en él: por ello podemos hablar de Historia de la Salvacién. La historia de la salvaci6n ahora, como siempre, arranca de la misericordia entrafiable de Dios y su fidelidad a las promesas y a la alianza. El pueblo de Israel habja sido infiel una y otra vez. Dios le habfa castigado muchas veces; pero no habia roto nunca su alianza con él: permanecia inconmoviblemente fiel a las pro- mesas hechas a los patriarcas. Por ello visita favorablemente a su pueblo una vez mis; y esta visita, que canta el evangelista con Zacarias, es el culmen de todas las dem4s. En ella aparece mas claro que en ninguna otra que Ja historia de la salvacién parte de la misericordia entrafiable de Dios. Si Dios habia probado su amor misericordioso con tantas intervenciones en el pasado, la En- caraci6n de su Hijo, era la prueba mas grande de su amor pro- 30 fundo. Dios es amor, que se da hasta el extremo: Dios mismo en persona viene a hacerse uno de los humanos, cosa que sobrepa- saba con mucho todas las expectativas. Nuestra misma historia de la salvaci6n individual es también obra de la misericordia de Dios: nadie puede merecer por sus propias fuerzas naturales lo sobrenatural. Ante esta gran historia, conocida por la experiencia de las inter- venciones de Dios 0 con un conocimiento vivo, es l6gico pro- rrumpir: «;Bendito sea el Seftor, Dios de Israel!». Toda persona que conoce de ese modo esta historia se siente impulsada a ben- decir al Sefior; y cuanto mds grandes sean las luces de Dios, mas. El alma contemplativa, especialmente abierta a esas intervencio- nes divinas, vive facilmente en una atmésfera de alabanza, resul- tando una caja viva de resonancia, que bendice a Dios por su dignacién en comunicarse a los hombres. Dios «ha visitado y redimido a los hombres» y sigue hacién- dolo. Sigue haciéndolo en Ia Iglesia y en los individuos. Dios visita a las almas de muchas maneras, como Io saben especial- mente las mas experimentadas en la vida espiritual'’ y lo hace en la Iglesia y por la Iglesia, el pueblo redimido por El, prolon- gaci6n de la Encarnacién: «Como me envié mi Padre, asi os en- vio Yo a vosotros» (In 20, 21). «Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discipulos a todas las gentes bautizandolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Es- piritu Santo; sabed que Yo estoy con vosotros todos los dias has- ta el fin del mundo» (Mt 28, 18s). La Iglesia es la esfera de la salvacin, presente en el mundo. Su misi6n trasciende a la de las sociedades terrenas, en las cua- les se inserta. Apoyada en Dios no puede fallar. Dios contintia en ella la historia de la salvaci6n. En ella y por ella Dios realiza la salvaci6n segtin sus promesas. "Cf. San JUAN DE LA CRUZ, Céntico Espiritual, 1, 15-19; XII, 2- 6; etc. at Hoy entendemos mejor el concepto de «liberacidn» que el de «salvaci6n». Pero la salvacin es liberacidn. Dios nos libra «de nuestros enemigos y de la mano todos los que nos odian» (v.71). Desde luego nos libra del dominio del infierno y del dominio interior de todos los demas enemigos. Sin embargo serfa equivo- cado pensar que la liberacién divina es liberacién de toda opre- si6n en este mundo, En la Biblia se habla de muchas liberacio- nes: de la liberaciGn escatolégica, que es liberacion de todos los males, incluida la misma muerte; de la liberacién mesidnica; y de otras muchas liberaciones concretas. La liberacion de que habla frecuentemente el Antiguo Testamento es de males terrenos; pero los profetas acentian la liberacién del pecado, obstaculo de las anteriores, La salvaci6n 0 liberacién que predica Jestts esta en esa misma linea: El viene ante todo a liberar del pecado. Esa es la salvacién esencial. El cristiano tiene que ver la liberacién desde este punto de vista teolégico; debe promover toda liberaci6n justa, condenando la opresién econémica, social y politica, que de or- dinario son fruto del pecado y fuentes de pecado. Sin embargo la Iglesia y el cristiano saben que no les faltaré la opresién, puesto que su camino no puede ser diferente del de su Maestro: si a El le persiguieron, también perseguirdn a sus discfpulos (Jn 15, 20), como antes persiguieron a los profetas (Mt 5, 11-12): «Os he dicho estas cosas para que tengdis paz en Mi. En el mundo tendréis tribulacién. Pero dnimo: Yo he vencido al mundo» (In 16, 33). Jestis nos libera de la sujecci6n interior a los enemigos; y nos libra de nuestros miedos reales 0 ilusorios, que nos esclavizan, puesto que El ha destruido la muerte y conforta al cristiano con su gracia para hacer frente a la misma muerte. S6lo la vida de fe puede aportar al cristiano Ja serenidad y calma frente a ciertas situaciones interiores 0 exteriores que le pueden intimidar, aco- bardar o paralizar. Dios es mas grande que todos los peligros; El es el Sefior de la naturaleza y de la historia, Padre amoroso que tige los destinos del universo y de sus hijos. El es mas que todos: mas que el infierno y todos sus satélites. Y sabe arrancar de la 32 mano de los enemigos. El protege a quienes se refugian en El, como canta el salmista del Salmo 91, cuyo amparo, refugio y alcazar es el Omnipotente: «No temerds el espanto nocturno, / ni la flecha que vuela de dia... ; a sus Gngeles ha dado 6rdenes/ para que te guarden en tus caminos»; «caminards sobre dspides y viboras, / pisoteards leones y dragones» «Dichoso a quien auxilia el Dios de Jacob, / el que espera en el Senor su Dios, / que hizo el cielo y la tierra, / el mar y cuanto hay en 61...» (Salm 146, 6). Dios permite las tempestades en la Iglesia y en la vida del individuo para probar nuestra fe; mds de una vez tendria que decirnos como a los Apéstoles: «; Por qué estdis con miedo, hom- bres de poca fe?» (Mt 8, 26). El es el «Padre Todopoderoso», como confesamos en el Credo. En nuestra época debemos des- cubrir de un modo especial estas verdades y vivir de ellas. La liberacion de Jestis ante todo es «el perdon de los pecados» (v. 77). Esta es la mayor y més basica de las liberaciones. Con ella vendré un dia la liberaci6n de todos los males, cuyo origen ha sido el pecado. La fe en Jestis nos capacita para vencer el terror de la misma muerte y por ello también de los enemigos. Pero seria equivoca- do creer que Dios ahorra a sus elegidos la cruz del terror o creer que les hace pasar por encima de todas las tempestades sin temor ninguno: Cristo mismo en Getsemani experiment6 «pavor y an- gustia» (Mc 11, 13); el temor que se dice no ser compatible con el amor perfecto (1Jn 4, 18) es el temor al Juicio condenatorio de Dios. Sin embargo la fuerza de la salvacidn, que nos viene por Jestis, triunfa de todos los enemigos y de nuestra propia debili- dad: «Grandes aguas no pueden apagar el amor, ni los rios anegarle» (Cant 8, 7); «Si Dios estd con nosotros ;quién contra nosotros? ;Quién nos separard del amor de Cristo? ;La tribu- lacidn? ;La angustia? En todo esto salimos vencedores gracias a Aquel que nos amé» (Rom 8, 31. 35. 37). Todo nos viene por Jestis, que «nos amé y se entregd» por nosotros (cf. Gal 2, 20). El amor ademis libra del tormento de Ja mala conciencia. Pasadas las mayores pruebas se disipa el temor y brilla nue- 3 vamente y m4s espléndido el Sol, pues la Sabiduria «al princi- pio le llevard (al justo) por recovecos, / miedo y pavor hard caer sobre El, /con su disciplina le atormentard /y le pondrd a prue- bacon sus preceptos; / mas luego le volverd al camino recto, /y sus secretos le revelard» (Eclo 4, 17s). También de esos temores libra un dia Jestis. Todas esas liberaciones tienen una finalidad precisa, como la tuvo la del Pueblo de Dios, arrancado de la esclavitud de Egipto: «servir al Sefior con santidad y justicia en su presencia todos los dias» (v.75). La vida cristiana es una vida de liberados por Cris- to para servir a Dios (Rm 6, 13): «al presente, libres del pecado y esclavos de Dios, fructificdis para la santidad» (Rom 6, 22). «Porque ninguno de nosotros vive para si mismo; como tampo- co muere nadie para sé. Si vivimos, para el Sefior vivimos; y si morimos, para el Sefior morimos. Asi que ya vivamos, ya mura- mos, del Sefior somos» (Rom 14, 7s). Y servimos al Sefior, sir- viendo a los demas por caridad (Gal 5, 13). La persona realmente «liberada» vive asi su vida para Dios: s6lo piensa en servirle y agradarle, subordinando a eso sus gus- tos y conveniencias. Ha descubierto que «servir a Dios es reinar» y «todo lo estima por basura con tal de ganar a Cristo» (Flp 3, 8). Vive por amor para Dios, que es Amor (1Jn 4, 8. 16). Y, pues- to que «donde estdé vuestro tesoro alli esté vuestro coraz6n» (Le 12, 34) y su tesoro es Cristo, le es facil vivir en presencia de Dios todos sus dias. Asf se acerca a la plenitud de la salvacién. En una perspectiva asf esté la misién del Bautista en el «Benedictus» y hay que ver también la del cristiano. Todo cris- tiano participa de la condici6n profética de Cristo. Por ello le con- viene en general lo que se dice de] Bautista. Y conviene de una manera especial a quienes por «vocaci6n» participan mas de ese carisma profético, como son los religiosos, los sacerdotes y pre- dicadores. Los profetas eran tales por el Espiritu Santo que les ungia al efecto; fue también el que capacité al Bautista para su ministerio (Lc 1, 15-17). Por el Espiritu Santo los cristianos fervorosos, los 34 religiosos y sacerdotes, sern heraldos de Cristo, dando un buen testimonio de El, como los Apéstoles (Hech 1, 8): son «precur- sores de Cristo», que preparan su venida a las almas. Atin los religiosos contemplativos més retirados son testigos eficaces de la presencia del Reino de Dios en el mundo. Anuncian también «al Sol que nace de lo alto». Jestis es ese «Sol»: «luz de luz, Dios verdadero de Dios ver- dadero» que vino a iluminar nuestras tinieblas y nuestras som- bras «para guiar nuestros pasos por el camino de lapaz» (v.79). La paz, a la que El conduce, es la paz de la conciencia y la paz con Dios y con los hombres. Mas tarde dira Jess mismo: «Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no camina en tinieblas, sino que tendré la luz de la vida» (Jn 8, 12). El es «la nube lumi- nosa» de nuestro éxodo hacia la Tierra Prometida del cielo: es el «Dios con nosotros, que nos ha venido por la Virgen Maria. El nos guia y nos protege, asegurdndonos el éxito de nuestra pere- grinacién. Laluz y lapaz estan aqui intimamente unidas, como también en la vida cristiana La luz nos orienta en el camino auténtico; res- tablece el orden en nosotros mismos; crea relaciones de amistad con Dios y con los demas, y nos da la paz de los hijos de Dios. La paz mesianica segiin las visiones del profeta Isafas proviene de la luz de Yahvé, a la que marchan todos los hombres (Is 2, 2- 5): «Nadie hard dao, nadie hard mal /en todo mi monte santo, porque la tierra esta llena del conocimiento de Yahvé,/ como lle- nan las aguas el mar» (Is 11, 9). El Benedictus es una visi6n inspirada del comienzo del gran Dia de la salvaci6n mesianica. Una pagina 6ptima para iluminar desde el principio del dia cada una de nuestras jornadas: las pe- quefias unidades del Dia de la salvacién, presidido por la Encar- nacién del Hijo de Dios. Que cada dia al amanecer, cuando re- cordamos todo esto, nos visite Dios con su gracia, para que nuestra oracién sea més auténtica y percibamos mejor cémo al- borea ya el gran Dia de la Eternidad. 35 Capitulo 2 MAGNIFICAT (Le 1, 46-55) (Todos los dias, visperas) J. IN[RODUCCION Todas las tardes en Visperas decimos este bello canto de Ma- ria, la Madre del Sefior. Ella habfa experimentado grandes cosas: el mensaje del angel con todo lo que hubiera precedido en las re- laciones con Dios de la «llena de gracia»; la encarnacién del Hijo de Dios en su seno por obra del Espiritu Santo, que al venir so- bre ella la Ilenaria de su fuerza, de su luz y de su amor. Habia hecho el largo camino de Nazaret a Ain Karem, unos 150 km. — sus tres dias de camino- absorta sin duda en estos tltimos acon- tecimientos de su vida, totalmente inesperados. Y ahora, al Ile- gar a casa de Zacarias, se encuentra con nuevas maravillas: el Bautista salta de gozo en el seno materno, su prima Isabel cono- ce por revelaci6n el misterio acaecido en Maria, se considera indigna de que la visite la Madre del Sefior y la proclama bien- aventurada por haber creido (Le 1, 42-45). El «Magnificat» es la respuesta de Maria a esas alabanzas. Ella, que se habia definido la «Esclava del Sefior» (1,31), refiere todo a Dios, a quien alaba con el himno, reconociendo todo lo grande que Dios ha hecho en Ella; alaba la acci6n salvifica de Dios en su Pueblo: una accién que ahora va a llegar a su culmen y cum- plimiento sélo por el poder y misericordia de Dios. Marfa, Ilena del Espiritu Santo, y con tantos motivos para ala- bar a Dios, podia hacerlo mucho mejor que los cristianos primi- tivos. aq 1] himno esta cargado de reminiscencias biblicas. La Virgen por su conocimiento de la San Escritura y sus largas meditacio- nes, asi como por la inspiraci6n del Espiritu Santo, pudo muy bien aplicar a su situaci6n diversos pasajes de la Escritura. Los intérpretes no estan de acuerdo en la divisién del mismo. Hay quiénes ven en él dos estrofas, mientras otros lo dividen en tres o cuatro y hasta cinco. Vamos a seguir la division de la Litur- gia, que, no sin /égica, lo divide en cuatro: 1* El Dios grande que mira a los humildes (v. 46-48a); 2 Maria, dichosa por la obra de Dios en Ella (v. 48b-50); 3* Dios humilla a los soberbios y ensalza a los humildes (v. 51-53); 4* La accién misericordiosa de Dios con Israel segitin sus promesas (v. 54s). Il. COMENTARIO EXEGETICO 1°. El Dios grande que mira a los humildes (v. 46-48a). «Proclama mi alma la grandeza del Senior, / se alegra mi es- piritu en Dios mi salvador» (v. 46-47). El primer verbo literalmente habrfa que traducirlo «engran- dece». Sin embargo evidentemente tiene el sentido de «ensalzar, proclamar grande», como en los Salmos 34, 4 y 69, 31. Ambos estiquios son paralelos. El Sefior y Dios son lo mis- mo, al igual que en Hab 3, 18, muy parecido a este pasaje; «mas yo en Yahvé (el Sefior) exultaré; / me alegraré en el Dios de mi salvacién». También son idénticos aqui alma y espiritu: no se contrapo- nen como en San Pablo (1 Tes 5, 23); si asf fuera, tendria que decir al revés, pues para el Apéstol el alma es el principio de las emo- ciones sensibles, cual es la alegria. Marfa exulta de gozo, se ha alegrado y se alegra por la En- carnaci6n. Y su gozo se transforma en alabanza. Tal alabanza, Fvy 38 como en los Salmos similares, brota espontdnea ante «la expe- riencia» de la actuacién magnifica de Dios, que lo es de su gran- deza: asi ocurrié al paso del mar Rojo y en otros momentos de la historia de Israel’ . Lo que produce en Marfa el gozo y con él la alabanza es la experiencia de «la grandeza del Sefior», de su accién salvifica realizada en Ella en la Anunciaci6n: la de la salvaci6n mesidnica deseada desde antiguo por Patriarcas y Profetas, por el pueblo de Israel y en algtin sentido por toda la humanidad, y que se cumple ahora. Marfa, aunque, como Habacuc hable de «su sal- vador», piensa en todo eso por la accién divina en Ella. Dios ha venido a ser «su salvador» y asf lo es para todos. La expresién de Maria nos lleva al nombre de Jestis con sus significado: «le pondrds por nombre Jestis, pues El salvard al pueblo de sus pe- cados» (Mt 1, 21). Todo esto penetra en Maria hasta el fondo de su alma y de su espiritu y le hace prorrumpir en alabanzas y gratitud a Dios. So- bre todo por el contraste entre «la grandeza» de Dios, que se ha acercado a Ella, y su «pequefiez»: «Porque ha mirado la humi- lacién de su Esclava» (v. 48). Esa experiencia de la grandeza de Dios y las cosas ocurridas en Ella tienen su raz6n tltima en la predileccién de Dios por los humildes, los pobres, los pequefios, entre los cuales se coloca Maria. Ya a la hora de la Anunciacién lo hizo, definiéndose «la Es- clava del Seftor» (1, 38). Ahora acenttia su humildad, hablando de su bajeza. El término griego «tapéinosis», usado aqui, no designa la vir- tud de la humildad, sino la humillacién; es decir: la condicién oscura, ignorada, que era la de Maria. Puede denotar atin mas: circunstancias humillantes. Tal expresién nos recuerda el caso duro de Ana, la madre de Samuel, que emplea la misma formula "Cf. Ex 14, 31-15, Iss; Juec 5, 18s; Udit 16, 13s; Is 6, 1-3. 29 (f Sam 1, 11). Sin embargo hay una diferencia importante: Ana pide a Dios que se digne «mirar su humillacién»; es decir, su si- tuaci6n dolorosa, humillante, y la haga fecunda para que su rival no la zahiera. Maria constata que Dios «ha mirado su humilla- ci6n» sin explicar en qué consistia. El salmista del Salmo 30/31 dice, segtin el texto griego de los LXX: «Exultaré y me alegraré por tu misericordia, / porque has mirado mi humillacién («ta- péinosin») | y has salvado mi alma de las necesidades» (v. 8). Tal es el sentido més ordinario de «tapéinosis» = (humillacién): una situacién humillante 0 una humillacion transitoria. Pero puede designar también un estado de abatimiento o una condicién hu- milde ordinarios. En el] Eclesidstico podriamos tener una buena ilustracion de la expresién mariana: «La sabidurta del humilde («tapeinoti») le hace erguir la cabeza, /y le da asiento entre los grandes» (v. 1); y luego en el v. 12 dice: «Hay quien es débil.., falto de bienes.» mas los ojos del Seftor le miran para bien, / EL le recobra (literalmente, «le levanta») de su humillacién («ta- peindseos»). Aqui se trata de un hombre de condicién modesta, preferido por Dios a los grandes. No quita que en la vida de Maria hubiera humillaciones, pero basta su condicién modesta o humil- de para que la Virgen hable asi: jElla, una mujer de condicién humilde, hecha Madre del Mesjas, del Hijo de Dios! Eso es lo que la saca de Si. 2° Maria, dichosa por la obra hecha por Dios en Ella(v. 48b- 50). «Desde ahora me felicitardn todas las generaciones» (v. 48b). Por eso mismo: por haber sido constituida Madre del Salvador. Ya su prima santa Isabel, la habia proclamado tal por haber crei- do (v. 42 y 45). En Israel cuando nacia un nifio se proclamaba dichosa a la ma- dre". * Cf. Gén 30, 13; Le 11, 27. 40 Pero en el caso de Maria esto tiene mucho més alcance: no la felicitaran sdlo los parientes y conocidos, sino «todas las gene- raciones», que reconoceran a su hijo como Mesias e Hijo de Dios. Noes posible separar el nombre del Hijo de el de su Madre: quien glorifique a Cristo habré de glorificar a su Madre, por quien nos ha venido. Isabel la habia proclamado «dichosa por haber cretdo»; Ma- rfa dice que la proclamaran dichosa por lo que Dios ha hecho en Ella: «Porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mi: / su nom- bre es santo /y su misericordia llega a sus fieles /de generacion en generacion» (v. 49-50). . En el Dt. leemos: «El serd el objeto de tu alabanza y El Dios, que ha hecho por ti esas cosas grandes y terribles que tus ojos han visto» (Dt 10, 21). Las cosas grandes en el caso de Marfa son las relativas a la Encarnacién del Hijo de Dios en sus entra- flas. Maria, segtin costumbre en Israel entonces, no pronuncia el nombre de Dios: «santo y terrible es su nombre» (Salm 111, 9), pero nos da una nocién muy alta del Sefior: es el « Poderoso, cuyo nombre es santo y cuya misericordia atraviesa todas las edades»: poterftia, santidad y misericordia son los rasgos con que define Maria a Dios, sintetizando la idea del mismo en el Antiguo Tes- tamento. El «Poderoso» nos lleva al poder infinito de quien es el Sefior de la naturaleza y de la historia: del Creador y Rector del univer- so”, Su poder, que no tiene limites, ha podido realizar esas ma- ravillas. «Sunombre es santo»: los semitas, cuando pronuncian el nom- bre divino, suelen afiadir un calificativo. El sentido, pues, seria: «el Poderoso, cuyo nombre es santo». La santidad en el Antiguo Testamento denota la trascendencia y también la perfeccién moral. ® Cf. Salm 24, 89. 41

You might also like