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¿Instituciones geriátricas, depósitos o antesalas a la muerte?

La institucionalización del anciano es el “ingreso voluntario o no de un anciano en una


institución de atención específica o permanente, suponiendo el alejamiento del entorno
familiar y la permanencia en el nuevo hábitat institucional”.
Si bien en la actualidad sólo un 2% de los ancianos reside en instituciones y
establecimientos geriátricos, aunque pareciese una cifra irrelevante, la tendencia marcar
un constante aumento. Aún cuando en las instituciones geriátricas no logran
satisfacer las necesidades básicas de los ancianos.
Las causas más frecuentes de institucionalización están dadas por problemas de
convivencia familiar (ante la presencia continua del anciano, por haberse jubilado por la
pérdida de autonomía de la persona para realizar sus actividades cotidianas), por
necesidades (por no contar con medios económicos de subsistencia y de vivienda digna,
por no tener familia y encontrarse solo), por necesidades sanitarias (por demandas
asistenciales, por requerir en forma continua numerosos recursos terapéuticos). Sin
embargo, “entre las consecuencias de la institunacionalización del anciano se puede
mencionar la desvalorización de sí mismo, la pérdida de roles, el deterioro senil de su
personalidad por disminución de la actividad y disminución de su panorama de
existencia”.1
No obstante, para algunos ancianos, especialmente aquellos que han perdido numerosas
de sus capacidades y carecen de una red de apoyo familiar y social que les provea los
cuidados necesarios; el ingreso a una institución tiene ventajas, al no tener que realizar
tareas para los cuales ya no cuenta con la energía necesaria y encontrarse en compañía.
Así mismo puede resultar provechoso para aquellos ancianos que precisan asistencia
terapéutica continua. Sin embargo se ha visto que la asistencia brindada en los
geriátricos presenta sus deficiencias, desde las estructuras edilicias, las cuales no se
adecuan a las necesidades de los “huéspedes”, hasta la asistencia ofrecida por el
personal de enfermería, las cuales sólo perciben a los individuos desde las afecciones
que limitan a su autonomía y no como un ser holístico. Lo cual produce en los ancianos
pérdida paulatina de la identidad, originando la aparición de depresión y conductas
abandónicas acelerando el fin de la vida. No cumplimentándose la disposición del
Artículo Nº1 de la Ley Provincial 7872, donde dice que “se considera establecimiento

1
García Pintos. 1997.
geriátrico privado a toda institución asistencial, no estatal, destinada a acciones de
fomento, protección, recuperación y rehabilitación de la salud bio-psico-social de
ancianos, para el cuidado, alojamiento y recreación de los mismos y a cualquier otra
prestación de servicios asistenciales que contribuyen a mejorar la calidad de vida de la
población de la tercera edad”.
Otro aspecto a tener en cuenta es el cambio percibido por el adulto mayor en el
momento de la internación o de ingreso a la institución, en donde prevalece los
sentimientos de carga e inutilidad. La rutina institucional se encarga de profundizar en
los residentes este sentimiento, mediante prácticas sobreprotectoras, los ancianos dejan
de realizar las tareas que aun pueden realizar, convirtiéndose así en objetos pasivos de
existencia. “Entre los efectos negativos que tiene la internación sobre la persona se
encuentran trastornos del sueño, en la alimentación, del humor y de conducta, como
ansiedad intensa y tristeza”2.
Es decir, la institucionalización del anciano ha demostrado ser un recurso poco
eficiente, ya que si tomamos como referencia la escala de necesidades de Maslow; las
necesidades fisiológicas se encuentran alteradas debido a trastornos de alimentación,
sueño, entre otros. Como así también las necesidades de protección y seguridad, ya que
las disposiciones del Artículo Nº1 de la Ley Provincial 7872 no se cumplen; las de amor
y pertenencia ya que hay pérdida de roles, alejamiento de su entorno familiar; la
necesidad de autoestima también se ve alterado, ya que el anciano llega hasta estados
depresivos y abandónicos, entonces podemos decir que las necesidades básicas de los
ancianos no se encuentran satisfechas, por lo tanto no hay calidad de vida. Por lo tanto,
debemos preguntarnos: ¿qué son los viejos?, ¿experiencia de vida o rastrojos de vida?
Por eso ante la posibilidad de institucionalización nos corresponde como enfermeros dar
a conocer todas estas irregularidades con el fin de mejorar la asistencia brindada en
estas instituciones y ofrecer alternativas a las familias, para evitar el desarraigo del
anciano de su entorno afectivo y sociocultural.
“Bienaventurados aquellos que me facilitan el paso final a la patria de Dios con
amabilidad y buenas formas”.3

2
Matusevich Daniel y Szulick Judith. 1997.
3
Hermanitas de los ancianos desamparados.

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