Rigoberta Menchú en La Encrucijada
¿Puede hablar la/el subaltern@?, ¿puede hablar Rigoberta Menchú en condición de subalterna? La respuesta que da Gayatri Spivak a la pregunta retórica que plantea en su célebre intervención “Can the subaltern speak?” es que no, que la/el subaltern@ en tanto tal no puede investirse de una voz porque, precisamente, la posición que ocupa, que nombra su subalternidad, está tan desplazada que “hacerlo hablar sería como la llegada de Godot en autobús”.
Rigoberta Menchú en La Encrucijada
¿Puede hablar la/el subaltern@?, ¿puede hablar Rigoberta Menchú en condición de subalterna? La respuesta que da Gayatri Spivak a la pregunta retórica que plantea en su célebre intervención “Can the subaltern speak?” es que no, que la/el subaltern@ en tanto tal no puede investirse de una voz porque, precisamente, la posición que ocupa, que nombra su subalternidad, está tan desplazada que “hacerlo hablar sería como la llegada de Godot en autobús”.
Rigoberta Menchú en La Encrucijada
¿Puede hablar la/el subaltern@?, ¿puede hablar Rigoberta Menchú en condición de subalterna? La respuesta que da Gayatri Spivak a la pregunta retórica que plantea en su célebre intervención “Can the subaltern speak?” es que no, que la/el subaltern@ en tanto tal no puede investirse de una voz porque, precisamente, la posición que ocupa, que nombra su subalternidad, está tan desplazada que “hacerlo hablar sería como la llegada de Godot en autobús”.
Puede hablar la/el subaltern@?, puede hablar Rigoberta Mench en condicin de
subalterna? La respuesta que da Gayatri Spivak a la pregunta retrica que plantea en su clebre intervencin Can the subaltern speak? es que no, que la/el subaltern@ en tanto tal no puede investirse de una voz porque, precisamente, la posicin que ocupa, que nombra su subalternidad, est tan desplazada que hacerlo hablar sera como la llegada de Godot en autobs. Con esto, Spivak pretende poner en evidencia, deconstruir o desvelar, la construccin literaria de un otro que se opera desde una inteligibilidad colonial o neocolonial y que, como seala Beverley, sirve dos propsitos: por un lado, atenuar (esconder) nuestra angustia ante la realidad de la diferencia (antagnica) y afirmar, al mismo tiempo, la normalidad de nuestra situacin de recepcin. El testimonio del subalterno se inscribe, por lo tanto, en una red de discursos hegemnicos de la clase dominante que, Sklodowska identifica con un discurso de las elites comprometidas a la causa de la democratizacin. En este sentido, el testimonio de Mench comienza, no casualmente, con una crtica/denuncia a la cultura del libro asociada a estas elites y al sujeto/individuo al que sta interpela a los que Mench contrapone, implcitamente, la cultura de transmisin oral y la comunidad como agente colectivo. A lo largo del texto, la crtica se extiende, entre otros, al sistema de educacin estatal guatemalteco y los procesos de alfabetizacin que amenazan la supervivencia de la autoridad de la oralidad en contextos de procesos de modernizacin cultural que privilegian el alfabetismo y la literatura como normas de expresin. No obstante ello, aunque podra parecer paradjico que Rigoberta Mench (podemos, naturalmente, extrapolar la paradoja aparente a otros narradores testimoniales) se sirva precisamente de esa cultura del libro y la tradicin literaria occidental y metropolitana para vehicular su demanda, la paradoja se desvanece cuando concebimos la relacin de poder entre subalterno/opresor como una relacin que ofrece puntos de resistencia desde dentro de la configuracin misma de la relacin de poder (en trminos de Foucault: all donde hay poder, hay resistencia) y no desde una exterioridad. Quizs podramos trazar paralelos entre el You taught me language, and my profit on't. Is, I know how to curse del Caliban de La Tempestad y la apropiacin consciente de Mench de la significancia de la cultura del libro y la literatura en el occidente y su testimonio de denuncia. Como seala Beverley, sin embargo, Mench recurre a este recurso (del libro y la literatura) sin sucumbir a la ideologa nuestra ideologa- humanista de lo literario, o lo que viene a ser lo mismo, sin abandonar su identidad y funcin como miembro de su comunidad. Esto se ve reflejado en numerosos pasajes del texto en que RM utiliza la forma de primera persona del plural y en las insistentes referencias al mi pueblo. Ahora bien, la identificacin de Mench con su grupo no es completa, sino que, antes bien, la narradora se perfila como una intelectual orgnica (en trminos del filsofo italiano Antonio Gramsci) de su grupo o comunidad que le habla a la hegemona en su lugar, en su nombre.
En su intervencin, Beverley pone de relieve dos aspectos inter-relacionados ligados al problema que plantea el testimonio en tanto gnero textual en relacin a su representatividad y a la representacin. Hasta aqu, hemos tratado de lo relativo al problema de representatividad del testimonio (aunque el debate, claro, no se acaba ac). Como vimos durante el anlisis de la controversia que se dio a conocer como Battle of the books, en torno a la legitimidad del testimonio de Mench, Stoll recurre a una cuestin de representacin, a saber el desfasaje o incongruencia entre la narracin de los hechos y [lo que l pretende presentar como] los hechos mismos, en un acto de profunda ingenuidad (si le concediramos el beneficio de la duda), para atacar la representatividad misma del texto. La ingenuidad a que me refiero surge de la pretensin de que puede existir (en trminos de Sklodowska) una relacin de homologa directa entre la historia y el texto y yo agregara, entre historia y cualquier realidad extralingstica. Sklodowska apunta que el discurso del testigo no puede ser un reflejo de su experiencia, sino ms bien su refraccin debida a las vicisitudes de la memoria, su intencin, su ideologa, a la cual, en el caso del testimonio de Mench, se agrega el factor complejizante de la mediacin de la antroploga/periodista Elizabeth Burgos. La falta de honestidad intelectual de Stoll tiene que ver con que al tiempo que seala en el texto de Mench estas contradicciones inherentes, las oculta en su propio texto, mediado por las mismas condiciones de produccin que los del de aquella. El meollo de esta cuestin se remite, en ltima instancia, al problema fundamental de la representacin del lenguaje (o cualquier otro cdigo semitico): ningn discurso es o puede ser coincidente con lo real; toda narracin se desarrolla en parte en un registro imaginario, dice Beverley que luego agrega: La sociedad misma no es una esencia previa a su representacin discursiva, sino precisamente el resultado de luchas para representar y sobre la representacin discursiva. Dicho todo esto, no se puede insistir demasiado, sin embargo, en el peligro que implica una lectura demasiado liberal o construccionista del testimonio bajo la consigna derridiana de que no hay nada fuera del texto: el peligro de diluir lo que es particular al testimonio como forma su capacidad de, en palabra de Margaret Randall, reconstruir la verdad de lo subalterno e imponer este reconstruccin como una demanda tica y poltica al lector.