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Alberto Masferrer

Un andrajo de mi vida me queda: se perdi


en misrrimas luchas lo que era fuerza y flor.
Rateros y falsarios hacen explotacin
de mi luz, de mi anhelo, de mi fe y mi valor.

Cunta odiosa mentira serv, sin querer yo!
Cunto lucro y engao con mi luz se amas!
Porque fui humilde y simple; porque en toda ocasin
cre que quien me hablaba tena sed de Dios.

Lo que no profanaron los dems, lo mejor
que me diera el Destino, eso lo manch yo;
porque siempre fui dbil, inestable, y porque soy
tal vez un pobre loco que enloqueci el fervor...

Y entre el diablo y el mundo hicieron de mi sol,
en vez de luz, tinieblas; en vez de paz, dolor.
Mas yo no culpo a nadie de mis cadas, no;
ni me inquieta un instante mi justificacin:

si por necio o por dbil mi vida fracas
y en mi jardn florecen el mal y el error,
intil ya sera saber si he sido yo
el culpable o la vctima de una maquinacin.

Si el fruto est podrido, es que el gusano hall
en l propicio ambiente para su corrupcin.
Fue la obra de un demonio, del azar o de un Dios?
Es igual... No revive una flor que se agost.

Ahora con los harapos de mi fe y mi valor
y lo que todava me resta de ilusin,
he de alzar un castillo y en l, como blasn,
en un palo de escoba y hecho un sucio jirn,
har flamear al viento mi enfermo corazn.
Y en ese vil andrajo que ser mi perdn
escribir con sangre, menosprecio y rencor
este emblema del hombre que es su propio seor:
Para juzgarme, nadie; para acusarme, yo.

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