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ARTICULOS Y DISCURSOS 247 encumbrado titulo de historiador. Ni ha querido él desmentir, aunque escribiendo Memorias, 0 co- mo si dijésemos recuerdos personales, aque] tex- to de Salustio que desde la publicacién del tomo I adopté como epigrafe de su obra: “En medio de las facciones armadas en guerra civil, el espi- ritu de partido no me ha desviado de la verdad”. Cumplenos hoy anunciar la aparicién del desea- do tomo II de las Memorias de Posada, de mas di- recta y eficaz doctrina que el anterior para la generacién presente, que ver en él, no ya figu- ras, aunque gloriosas, distantes y envueltas en la penumbra de lo pasado, sino a hombres y sucesos que han influido mds de cerca en la actual situa- cién de la Reptblica. A los ochenta y cuatro afios de su edad da el General Posada la tiltima mano al tomo II de su obra, lo entrega a la luz piiblica, y se prepara a trabajar en la composicién del III. Fenémeno es éste de longevidad intelectual y de fuerza de vo- luntad ciertamente extraordinario en la zona e- nervante en que vivimos, y en medio de agitacio- nes politicas que roban la quietud y el animo ne- cesarios para toda labor seria; circunstancia que nos induce a leer el libro que tenemos a la vista con carifioso respeto hacia su autor, y con nuevo motivo de confianza en la yerdad e imparcialidad de quien ha estampado estas solemnes palabras: “En mis cansados dias, préximo ya a dar cuenta a Dios de mi larga vida, no puede suponerse en mi ni ambicién personal ni miras aviesas. El in- terés de mi patria es el tnico mévil que guia mi mal tajada pluma”. 248 MIGUEL ANTONIO CARO a Las Memorias de Posada contienen principal- mente la historia de los partidos politicos y de las eontiendas domésticas de Colombia y de Nueva Granada, escrita por un hombre que “ha corrido Jos azares de cuantas guerras civiles han devasta- do el pais” hasta 1863, y que de ellas supo salir “puro de todo exceso, exento de todo rencor per- sonal”, El tomo II refiere los sucesos de veinte afios (1832-1853). El I sélo habia narrado la época de 1826 a 1831, apenas un sexenio. Pero jqué sexe- nio tan repleto de dificiles y complicados proble- mas, de contrarias amenazas, de soluciones ines- peradas y rudas! ;Qué perfodo tan glorioso, por los hombres ilustres que en él figuraron en pri- mera linea, por las ideas extremadas y grandio- sas que entonces se concibieron y propagaron; pero triste y desgraciado por las catastrofes que sobrevivieron, por el fracaso de esperanzas y de glorias, que trajo consigo el naufragio de Colom- bia! Bolivar, después de coronar la obra de e- mancipacién de las Reptblicas del Sur, vuelve a esta capital con nobles proyectos de reorganiza- cién politica; el partido de la ingratitud y la en- vidia, nacido entre chismes y cautelas, legién os- cura al principio, se determina y robustece; el General Santander, amigo personal del Liberta- dor, pero predispuesto ya al rompimiento, se constituye en centro de una oposicién fecunda en desastres para la patria; el espfritu de discor- dia disuelve la Convencién de Ocafia; la oposi- cién se reconcentra, conspira, y el pufial parri- ARTICULOS Y DISCURSOS 249 cida se afila; Bolivar se salva, como por milagro, de manos de los conjurados en la noche del 25 de Septiembre; pero queda herido en el alma, y su profunda dolencia, contagiando a la Republica que él creé, la amenaza de inminente disolucién; Santander, perdida su causa y alejado de la es- cena, se eclipsa por algunos afios; los amigos del Libertador acuerdan el plan de una monarquia, como medio de asegurar la libertad en el orden; el Libertador, vacilante a veces, inclinado unas al sacrificio de sus glorias, como él crefa, en bien de la patria, reconcentrado otras en sus propios desengaiios, acaba por desaprobar el proyecto de sus amigos, los deja desconcertados, entrega el poder a los Representantes del pueblo, y roido de tristeza, pronunciando proféticos anuncios que aterran, toma el camino de la expatriacién; Su- cre, esperanza de reconstituci6n para Colombia, “columna indestructible de la unién *, legitimo y earacterizado legatario de las glorias del Liberta- dor, muere en la montafia de Berruecos bajo el pufial reafilado que habia errado el golpe el 25 de Septiembre; la Representacién nacional se os- tenta desorientada e impotente; atrévese a ame- nazarla un motin estudiantil, preludiandose ya desde 1830 el “7 de Marzo”, con el triunfo de la pequefiez sobre la debilidad, para contrastar con las grandezas que desaparecen; una reaccién des- esperada, como final llamarada de moribunda ldmpara, brilla en el efimero gobierno de Urda- neta, Gltimo que desfila de la legién gigantesca de la independencia. Bolivar muere bajo el hos- * Calificativo que Ie habia dado 1 General Santander. 250 ‘MIGUEL ANTONIO CARO. pitalario techo de un espafiol; Colombia sucumbe despedazada a manos de sus propios hijos. Tal es el drama grandioso y melancélico que traza el General Posada en el tomo I de sus Me- morias. Leedlo, los que querdis conocer a la gran Colombia y a sus hijos. No se puede negar que la transicién del tomo I al Il, desagrada al lector que se haya interesa- do en la contemplacién de los hechos, y no por culpa, no, del escritor, sino por la diferencia de las épocas. Es, digdmoslo asi, un cambio atmos- _ férico, La impresién es semejante a la que expe- rimenta el que tome la-Eneida después de haber revuelto las paginas de la Iliada. Virgilio es poeta admirable, perfectisimo, a un mismo tiempo ted- logo y sentimental; pero no hay Musa, por sabia y patética que sea, que acierte a dar a Cloanto, a Seresto, a Eneas mismo la grandeza personal de los Héctores y Aquiles. El lector se familiari- za con los semidioses, y anda descontento con todo género de leyenda después de haberle to- mado el gusto a la guerra titanica de diez afios en torno de los muros de Troya. La disolucién de Colombia es como la ruina del sagrado Ilién; el desencanto de nuestra his- toria, que de fabulosa se torna en prosaica. La primera interesa a todo el mundo; la tltima sélo a nosotros, porque es la historia de nuestra des- graciada familia, nuestra propia historia contem- pordnea. Bolivar muere; Garcia del Rio sale del pais; y la gallardia de los dias heroicos se oscu- rece, y la elocuencia queda muda. El partido co- lombiano desaparece de la escena, postergados y dispersos sus hombres importantes. Tras el Con- ARTICULOS ¥ DISCURSOS 251 greso admirable de 1830, ultimo de Colombia, vie- ne el anénimo de 1832, primero de la Nueva Gre- nada. Satélites de satélites salen a figurar en los primeros puestos; aun los hombres distinguidos de la edad anterior, al volver a tomar parte en la politiea, aparecen como sobrevivientes empe- euefiecidos. Sélo de tarde en tarde un Neira repi- te las hazafias mds gloriosas de Paez, y un Julio Arboleda recuerda rasgos del genio del Liberta- dor, y muere como Sucre y donde murié Sucre, invicto y eliminado por el pufial. Pero el vapor de la sangre de hermanos deslustra el brillo de las giorias militares. iEstaré tal vez este desencanto en los ojos del espectador? ;Provendra de que las cosas distan- tes pierden mucho de su groserfa y sus asperezas y se idealizan a nuestros ojos, y las que palpa- mos con las manos nos ofenden y disgustan? ; Na- cera del desdén a veces injusto con que miramos lo que tenemos al lado, lo que nos toca de cerca, despreciandonos a nosotros mismos? Un ingenioso pensador moderno ha consignado la observacién de que “lo que creé primero la na- turaleza con el fin de satisfacer una necesidad, sirve después a manera de adorno”, o en otros términos, que las cosas que fueron titiles, cuando cesan de serlo se hacen bellas. Otro filésofo no menos ingenioso con sus teorias laberfnticas y a- filigranadas, desenvuelve esta observacién apli- candola a la politica, a la histora, al progreso del género humano. Presenta como ejemplo un cas- tillo arruinado: los sefiores feudales que lo cons- truyeron y ocuparon, en nada pensaron menos que en el efecto de la perspectiva; la seguridad 252 MIGUEL ANTONIO CARO de sus personas y bienes fue el tinico objeto que tenfan presente. Mas esas fortalezas que a ellos jes sirvieron de defensa, son hoy para nosotros un objeto pintoresco; esas ruinas, teatro enantes de escenas brutales, son visitadas hoy con curio- sidad artistica, y copiadas por un pincel romén- tieo sirven para decorar salones. Lo propio suce- de, dice Herbert Spencer, con aquellas guerras célebres, que para los hombres que en ellas se mez- claron, fueron negocio harto practico, nada me- siones y otros rigores semejantes, demasiado pro- saicos para los que directamente los experimen- taron; y que hoy dan materia a historias tanto mas divertidas e interesantes cuanto més con- trasten con la realidad de nuestro actual modo de vivir. 4Podremos deducir de aqui que el interés de la historia de la antigua Colombia nace de la dis- tancia? ,Pensaremos que nuestros préceres eran de la misma talla que nosotros, y que ejecutando acciones prosaicas, con fines positivos e intere- sados, tejieron sin saberlo una epopeya brillan- te? gImaginaremos que nuestros remotos dese dientes, més refinados, mds ricos y desocupados que nosotros, estudiardn nuestras tristes guerres civiles, nuestros raquiticos personajes de hoy con el mismo interés que puede despertar la lectura de la guerra de la independencia y de los gran- des hombres que en ella figuraron? No creemos poder halagar esta esperanza, que, por lo demas, es consuelo harto estéril y vacio, para los males que padecemos, No negamos que a la guerra a muerte que desolé a Venezuela es literalmente a- ARTICULOS Y DISCURSOS 253 plicable la observacién antes consignada; ni de- jaremos de agradecer a Dios que en vez de con- templar aquellos horrores a lo vivo, como los con- templaron los contemporéneos, en ciudades des- pedazadas, en rios de sangre, en campos sembra- dos de osamentas, nos sea dado leer todo eso en las tersas y elegantes paginas de Baralt y Diaz. Si cerrando los ojos, nos trasladamos con la ima- ginacién a Araure, y vemos a los infelices que li- pbraron su salud a las hojosas copas de los arbo- les, caer de alli a balazos dando vueltas por el aire —caceria que sencillamente consigna Urda- neta afiadiendo por tnica explicacién que tales eran los tiempos;— si nos figuramos a centena- res de prisioneros ejecutados a lanzadas por A- rismendi en Caracas y La Guaira, o a multitud de mujeres y nifios vagando descaminados en orfan- dad y miseria por las calles de Valencia, todas las fibras de la sensibilidad se estremecen, el dni- mo aterrorizado aparta la vista de tan espanto- sos cuadros, y se reconcilia con los tiempos que aleanzamos. Pero si el horror se aumenta cuanto mas de cerca observamos aquella época, mayor también aparece el valor y audacia de los hom- bres. Cualesquiera que fuesen las consecuencias de la declaracién de guerra a muerte, que segin muchos historiadores resultaron favorables a la causa de la independencia, aunque siempre desas- trosisimas, y fecundas en todo linaje de desérde- nes que todavia nos persiguen, es innegable que el hombre que lanzé aquél reto a la faz de un co- lcso secular, cuando él apenas era duefio del sue- jo que pisaba, m&s que caballero de la Edad Me- dia parece semidiés de la fébula. Y cuando de- 254 MIGUEL ANTONIO CARO rrotado y fugitivo, traza a dos compaiieros fieles el euadro de la reconquista que después Ilevé a cabo, en marcha avasalladora desde Orinoco al Potosi, sas palabras tienen la entonacién y al- cance de profecias. “Bolivar”, dice Posada, “fue siempre grande, aun en los dias de sus errores”; Y Bo sélo fue siempre grande; Bolivar fue tnico. También es cierto que en nuestra historia de la Nueva Granada y Nueva Colombia hay episodios que ofrecen interés. La conspiraci6n de Sarda, por ejemplo, referida al vivo por el General Po- sada, cautiva a teda clase de lectores con las emo- ciones a que convida todo drama misterioso y sangriento, Pero esa curiosidad no es hija de la admiracién. Si aplicamos a las investigaciones histéricas una distincién conocida en el género dramitico, diriamos que la historia de la prime- ra époea es de caracteres, y la de la siguiente de enredo —lo que va de un drama de Séfocles o Shakespeare a una comedia de capa y espada. En la guerra de la independencia hubo barbarie y grandeza: hija de aquella lucha, Colombia apare- cié bajo auspicios gloriosos, con aureola radian- te; la grandeza desaparece; pero en vez de pro- greso a la cultura, penoso es confesarlo, el nuevo liberalismo es retroceso a una especie de salvajez. La distancia realza y hermosea las cosas, es cierto; pero no da grandeza moral a los hombres y @ las épocas que de ella carecieron. Lo que es por naturaleza pequefio no crece engrandecién- dese, sino va empequeiieciéndose més, hasta per- derse en el olvido. La nada es el término de des- arrollo de lo que no merece vivir; y el vacia de muchas cosas pequefias que se van desvanecien- ARTICULOS ¥ DISCURSOS 255 do, es como fondo en que se destaca lo digne de durar, creciendo més y mas en la memoria y es- timacién de los hombres. No; la posteridad no podra confundir los grandes hombres de nuestra historia del presente siglo, con apocadas media- nias, ni menos con figurones ridiculos, mucho menos con criminales afortunados. Fl General Posada, qe andando a par del si- glo, ha presenciado todas las vicisitudes de nues- tra politica, siente el mismo brusco sacudimiento de que hablabamos antes, en el acto de dejar atras y decir adiés a la antigua Colombia. Hé aqui sas palabras: “El cansancio del lector es el escollo en que to- do libro naufraga. ;Sucederd esto al mio? Lar- gas relaciones que pueden interesar al hombre que lee para conocer a fondo los sucesos, acaso fas- tidiaran al que no busca sino el entretenimiento en un libro. {Cémo vencer este inconveniente? Yo no encuentro el medio sino implorando la indul- gencia del lector. Si el triunfo de la verdad le in- teresa, le ruego que continte, aunque se fastidie. Considere también la diferencia de mi pobre pri- mer tomo a este segundo, mas pobre quiza toda- via. En aquel sonaban como el trueno en las nu- bes, como el estampido del caiién en los comba- tes, los nombres gloriosos de Bolivar, Paez, Su- ere, Urdaneta, Santander, Soublette, Montilla, Cérdoba, Padilla.... ;Retumbardn del mismo modo los de los hombres que han figurado en nuestros posteriores desastres politicos? Enton- ces hablaba de Colombia la Grande en su tltima agonia; ahora tengo que delinear la melancélica figura de Colombia Ja pequefia, aborto de un cri- 256 MIGUEL ANTONIO CARO men: entonces hablé de hechos para los cuales las puertas de la posteridad se han abierto; aho- ra tengo que hablar principalmente de delitos contempordneos, frotando heridas no cicatriza- das todavia. ,No es cierto que es grande la dife- rencia?....” Aflige también y contrista el 4nimo la lectura del tomo II de la obra del General Posada, en cuanto semeja nuestra historia revolucionaria, de 1832 a esta parte, navegacién sin norte ni bréjula en un mar sin riberas, Nuestros abuelos —los abuelos de la generacién presente, que ya no sus padres, cual solemos decir— trabajaron por conquistar la independencia: fue uno, y ese sin duda, el pensamiento que absorbié sus vigi- lias y dirigié sus esfuerzos encamindndolos a un mismo fin, y este fin se consiguié. A los que mu- rieron en los patfbulos sonrié la esperanza, y los que sobrevivieron, triunfaron, y triunfantes co- ronaron el voto de los pueblos americanos. Pero nosotros ja qué aspiramos, ni qué término han de tener las desastrosas guerras civiles que nos a- rruinan y salvajizan? ,Qué crimen, qué infando delito estamos expiando? gAraron en el mar los que nos dieron independencia? Las palabras del Libertador resuenan en nuestros ofdos, menos como amenazas que como anatemas que se estén cumpliendo con rigor inexorable. “Veo nuestra obra destruida —decia a Péez— y las maldicio- nes de los siglos caer sobre nuestras cabezas co- mo autores perversos de tan lamentables muta- ciones!” Blasfemia seria imaginar que la Provi- dencia no interviene, por vias ocultas, en nues- tras desgracias; pensar que por camino de ex- ARTICULOS Y DISCURSOS 257 piacién, o de escarmiento, o de disciplina, sacan- do como sabe bien del mal, no nos esté guiando con solicitud paternal a nuestros destinos como nacién catélica. Pero no se descubre a nuestra débil raz6n el hilo de este intrincado y revuelto laberinto: los continuos y monétonos sufrimien- tos cortan Jas alas a la esperanza y agotan las fuerzas de la reflexién; y el abatido paciente no aleanza a ver més alld del abandono y miseria en que yace postrado. Entre diferentes modos de escribir historia, hay dos principales: el que prefiere la narracién exacta de los sucesos, dejando en cierta oscuri- dad a los hombres; y el que citando, o mejor di- cho, evocando a las personas, trae a cuentas sus pasiones, las circunstancias particulares en que se encontraron, los méviles escondidos de sus ac- ciones. Creemos que hoy prevalece este método, que puede llamarse biogréfico. Uno de los que con mas brillo lo siguen y defienden, consigna asi su teoria: “La historia universal, la historia de cuanto ha realizado el hombre en el mundo, no es otra cosa, cual yo la concibo, que la histo- ria de los hombres grandes que en ella intervinie- ron”. Nosotros diriamos més bien: detras de los sucesos estan los hombres, y sobre los hombres Dios. Los hechos solos, si no se relacionan con la libre voluntad de los hombres, ni se explican ni excitan interés. Pero las voluntades y pasiones de los hombres no dominan solas; tropiezan con tradiciones seculares, con intereses ya creados, y unas con otras se conciertan o contrarian; efec- tos pequefios o desconocidos producen grandes efectos, y son éstos a las veces los mas inespera- 258 MIGUEL ANTONIO CARO dos y sorprendentes. En suma, la fuerza humana no es independiente ni soberana; va regida, en el movimiento social, por una fuerza superior y divina. Ta falta de color biografico y de intencién fi- Joséfica dafia no poco a la historia de Colombia por Restrepo, obra por otra parte preciosa por el ctimulo de noticias que tras largas y minucio- sas investigaciones, y con espiritu de rectitud y verdad, atesor6 en ordenada serie aquel bene- mérito patricio. La narracién es exactisima, pero sin calor vital, porque éste no es ingénito en los sucesos, les viene s6lo de los seres animados e in- teligentes que los produjeron. En las Memorias de Posada los hombres hablan y se mueven a nuestra vista; los conocemos, y conociéndolos sen- timos por ellos simpatia, carifio, admiracién, o bien listima, desprecio, tal vez horror. Y en cuan- to a intencién filoséfica, el escritor, que no gus- ta de filosofar sin ton ni s6n —y en ello tiene buen gusto— si sabe hacer —y es lo que impor- ta— que los lectores, sin sentirlo, saquen de algu- nas p4ginas de su libro provechosas lecciones de experiencia politica y de filosofia providencial. Cada época suele tener un hombre que dirige el movimiento que la caracteriza. ;Infelicisimos los tiempos en que ningtin hombre superior des- cuella! En esos periodos domina la anarquia, sur- gen los tiranuelos, que son como si dijésemos fal- sos hombres-grandes, azote y oprobio de pueblos corrompidos 0 culpados, En nuestra historia, las primeras décadas del siglo tuvieron sus hombres, mejor dicho, sus mo- narcas. Narifio esta a la cabeza de nuestra trans- ARTICULOS ¥ DISCURSOS 259 formacién politica, y representa a la Patria Boba. En la época marcial que vino después, el genio de Bolivar se levanta, y rige, por natural imperio, una legién de héroes. Bolivar, el libertador; pudo ser también reorganizador; facultades tenia pa- ra serlo, como lo demostré en medio de los afanes de la guerra; pero le faltaron fuerzas para con- trarrestar los elementos destructivos que apa- recieron y le impidieron consolidar su obra. Fracciénase Colombia, y al frente del partido liberal, duefio del teatro, y presidiendo a la Nue- va Granada, aparece el General Santander. En ese momento principia la narracién del tomo II del General Posada, Cuando Santander volvié a Ja patria en 1832, no tenia oposicién. El partido colombiano estaba postrado; todos eran granadi- nos, todos se llamaban liberales. Nunca, acaso, se ha iniciado una administracién bajo auspicios mas favorables, en cuanto a la paz interior; ja- mas se ha ofrecido a un magistrado ocasién mas propicia para afianzar el orden social y la con- cordia de los ciudadanos. Y sin embargo, la Ad- ministracién Santander se sefial6 con escenas san- grientas y execrables; en ella, dividiéndose los granadinos en dos bandos, la discordia asomé a- menazadora; y en seguida estallé una de las gue- rras mas desastrosas que han afligido al pais, y el General Santander, que recibié en paz la Re- publica naciente en 1832, envuelto ya en 1840 en ardiente liza parlamentaria, vacila herido de muerte por recriminaciones de algunos amigos suyos de la vispera; y la altima mirada que lan- za desde su lecho de muerte, no distingue sino los 260 MIGUEL ANTONIO CARO reflejos horribles del incendio que devoraba a la patria. Santander es la figura de aquella época critica y de transicién. Todas las miradas se fijan en él; él, como jefe de la Reptiblica, y como hombre de la situacién, tiene gran responsabilidad ante la historia. Todos los espectadores preguntaran naturalmente: ;Tuvo el General Santander culpa en aquellas desgracias que desde la infancia de la Nueva Granada descaminaron y malearon los destinos de la nacién? ;La habia tenido en la dolorosa agonia de Colombia, anuncio triste de estas mismas desdichas de su hija la Nueva Gra- nada? Y si el General Santander no tuvo en esos desastres parte alguna, ;cémo no supo prevenir- los? Y sin esa visién politica, sin aquel patriéti- co trabajar para el porvenir, y paciente sembrar para otras generaciones, {cémo admitiremos las altas dotes de gobierno que se atribuyen al Ge- neral Santander? Y si las tuvo, gqué graves de- fectos, o'qué malhadadas circunstancias las pri- varon de toda eficacia? Otra cuestién hist6rico-politica se ofrece a la consideracién de los que estudian aquellos tiem- pos: ¢Qué relacién y afinidades median entre el partido colombiano anti-boliviano y el liberal gra- nadino? {Puede considerarse con razén al Gene- ral Santander como padre legitimo del liberalis- mo en nuestra tierra? El General Posada no intenta dar soluciones precisas de semejantes problemas, ni siquiera los plantea expresamente, pero despierta los unos y sugiere las otras en la mente del discreto lector. Tales puntos debieran discutirse y esclarecerse ARTICULOS Y DISCURSOS 261 en una biografia del General Santander; mas no ha habido pluma alguna, amiga ni enemiga, que haya querido escribirla, no obstante que este per- sonaje’célebre desempefié en su tiempo un papel tan importante, y que tuvo en vida y en muerte tantos apasionados y adversarios, a punto de ser su nombre signo de contradiccién en los debates y conversaciones relativas a los sucesos que ocu- rrieron de 1826 a 1840, Cerrando momentdneamente el tomo II de Po- sada, que principia con el examen de la Constitu- cién de 32, consignemos algunos antecedentes que ayudaran a explicar la conducta del General Santander como primer Presidente de la Rept- blica de la Nueva Granada, en un periodo en que renacieron los partidos politicos que después han ejercido el poder alternativamente en medio de incesantes luchas fratricidas. I Favorece al General Santander, realzando el prestigio de su nombre, haber sido el militar de la independeneia que, al hacerse irremediable la divisién entre venezolanos y granadinos, apare- cié a la cabeza de éstos, agrupados primero como partido, y constituidos después como nacién. Go- za también el General Santander entre sus admi- radores el titulo de hombre de las leyes, que di- cen merecié del mismo Bolivar por sus dotes ad- ministrativas y su adhesién a la legalidad *. * Hombre de la ley, dicen Baralt y Diag, atribuyendo Ia tra se a Bolivar. La version mis general es que el Libertador le ape- Midd hombre de leyes, con respecto a Sucre, hombre de guerra, 262 MIGUEL ANTONIO CARO Nosotros hemos visto siempre en Santander una mezcla de militar venezolano y letrado gra- nadino; y las cualidades y defectos de esas dos condiciones, dificilmente conciliables, combina- das en él por una serie de circunstancias especia- les, explican en gran parte, a nuestro juicio, asi su elevacién al rango de segundo y después émulo del Libertador, como los errores de su conducta varia y las contradicciones y las dificultades de Ja posicién ambigua en que se colocé como Vice- presidente de Colombia. Hl tiempo hizo lo demas. Santander era rayano; y sabido es que la co- marca donde estaba radicada su familia, y donde él recibié las primeras impresiones de la vida, mas pertenece al tipo nacional venezolano que al granadino. No tanto por esta circunstancia, bien que no despreciable para un observador filésofo, nos atrevemos a mirar a Santander como militar yenezolano, cuanto por la conducta que siguié y las opiniones que abraz6 y profes6 abiertamente en la época de la guerra y en la subsiguiente, en que trabajé, aunque con mal éxito, en organizar la Reptiblica Colombiana. Estudiaba Santander en el colegio de San Bar- tolomé de Bogota, a donde le trajo a educar un tio suyo, eclesidstico, y terminaba alli el curso de jurisprudencia, cuando estallé la revolucién. Lan- zase el entusiasta estudiante de leyes, con otros wenes de su tiempo, en los azares de la guerra, hacese militar, sin estudios previos, en la escuela cuando se trateba de designar un General que dirigtese In cam- pafia del Sur. Asi Posada, tomo T. Pero Santander en une de sus cartas se engalana con el titulo de hombre de las leyes, como recibido del General Bolivar. ARTICULOS Y DISCURSOS 263 de los combates, en medio de las penalidades de larga y porfiada campafia; y fuese impulso de sus instintos y cardcter, o dictado de su raz6n, 0 fuerza de las*circunstancias, ello es que el genio de Bolivar, por el prestigio de una inteligencia privilegiada y de una elocuencia incomparable, le dominé por completo; que se hizo agente ciego del Libertador en la guerra, y para la paz adopté con fe profunda los principios politicos procla- mados por el ilustre caraquefio. Fue Santander, en suma, a los principios, servidor y alumno de Bolivar, y no como quiera, sino con la exagera- cién, con el fanatismo con que los discfpulos sue- Jen seguir a los grandes maestros, repitiendo sus errores sin imitar sus virtudes. A los veintisiete afios de su edad inicié San- tander su Gobierno en Bogota, como Vicepresi- dente de Cundinamarca, en ejercicio del poder por ausencia de Bolivar, “manchando”, dicen Ba- ralt y Diaz, “el triunfo de Boyaca con un acto de erueldad initil y por ello altamente criminal’. El 11 de Octubre de 1819 fueron pasados por las armas en Ja plaza mayor de Bogota treinta y ocho individuos que habian sido hechos prisioneros en Boyaca, y uno mas, que a vista de los banqui- llos vertié aquella frase imprudente: Atrds viene quien las endereza, Es de notar que aun cuando aquellos desgraciados, en los partes de Santander y otros documentos de Ia época, suenan como oft- ciales espafioles, no eran sino prisioneros realis- tas, parte oficiales y parte paisanos ‘, espafioles * Sols venegolanos, cinco granadinos y un quitefic. Entre los peninsulares habia varios paisanos y un boticarie. Bjemplo dex ARTICULOS ¥ DISCURSOS 265 sino cuando este remoto e inesperado caso pueda llegar.... Este sefior Barreiro tuvo la bajeza de ofrecer sus servicios a la Repiblica como simple soldado”. De este pdrrafo se infiere, por una parte, que Barrziro estaba aterrado, y no “engreido y tra- tando de fijar la opinién en favor del partido del Rey’, como dice el General Santander en comu- nicacién oficial de la misma fecha; y por otra, que este General solicitaba la aprobacién de Bo- Ifvar como fallo de justificacién inapelable ante los contempordneos y la posteridad, como si los actos humanos fuesen indiferentes y el General Bolivar tuviese el privilegio de ponerles el sello definitivo de virtudes o de erimenes. ;Funesta alucinacién, hija de una especie de idolatria! En la comunicaci6n oficial describe el General Santander en estos términos aquel fusilamiento colectivo que ensangrent6 uno de los arroyos de la Plaza Mayor: “Verificada (la ejecucién) a vista de un inmenso pueblo, los jefes, las tropas, el mismo pueblo, todos han manifestado de un modo muy evidente la satisfaccién y contento que les cabia por esta medida justa. Casi no hubo ciudadano que no viniera al palacio a demostrar su placer”. Después de la horrorosa matanza que en 1814 se ejecut6 en Caracas y la Guaira, el Ge- neral Bolivar dié en San Mateo, por medio del Secretario de Estado, un manifiesto a fin de ex- ‘plicar aquellos rigores como dolorosas represa- lias autorizadas por el derecho de la guerra e impuestas por la dura necesidad. Santander ex- plica la ejecucién de Bogoté pinténdola como una fiesta o regocijo pablico. 453-12 -- - CO EO ——————— 266 MIGUEL ANTONIO CARO Les treinta y ocho prisioneros habian sido o- frecidos por Bolivar a Samano en canje de pri- sioneros patrictas. Santander no tenia conoci- miento de la respuesta que hubiese de recibir la comisién despachada con tal fin por el General Bolivar, solamente “preveia que no podria efec- tuarse el canje”. Y aunque en Cartagena habia distinguidos ‘patriotas que pudicran correr peli- gro con ia noticia del fusilamiento de Barreiro y sus compafieros, el General Santander confiaba en que el Gobernador evpafiol a todo trance harfa efective, como lo hizo realmente *, el indulto en que esos beneméritos granadinos habian sido com- prendidos. Dificilmente se hubiera hallado un General gra- nadino que tuviera valor para ordenar una eje- eucién semejante; porque los oficiales granadi- nos, aun en medio de la guerra a muerte, se dis- tinguieron siempre por un corazén humanitario y compasivo. Fue un granadino, el Sr. Zea, quien primero protesté contra el fusilamiento del 11 de Octubre, denunciandole al Congreso de Angostu- ra. “Bolivar —dice Restrepo— lo sintié vivamen- te por Ja mala idea que las naciones cultas forma- rian de nosotros, cuando trataba de cimentar su opinién ¢n nuestro favor. No improbé oficial- mente aquella ejecucién, pero si en conversacio- a un @lscurso que en 1849 promnci6 el mismo General San- ‘tentier on Ia Camura de Represontantes, dijo refirténdore « aquellos tempos anteriores: Cartarena estaben nuestros compstrio~ tas CastiNo, Gutiérrez, Santa Maria, Mutts, Pardo, ete, ete, vi- ‘endo twanquilos bajo el Gobierno espafiol después de indulta~ dos, y el Gobsrnador ensmtgo, lejos de haberlos asegurado en prisién o maltratédolos de otro modo, les dié su pasaporte park que sallegen « reunirse a nuestro #jérclto”. ARTICULOS ¥ DISCURSOS 267 nes privadas, negando la necesidad que se alega- ba para haberla adoptado y la falta de tropas con que custodiar a los prisioneros”. Palida seria aquella ejecucién si hubiéramos de compararla con las hecatombes sangrientas de Venezuela en 1814. ;Por qué, pues, mereci6 tan amargas censuras, a punto de obligar al General Santander a publicar un extenso manifiesto des- tinado a justificar su conducta? ,Qué motivo particular causé el escéndalo que entonces se pro- dujo? Que aquel acto de crueldad —dicen Baralt y Diaz— era “una parodia extempordnea de la guerra a muerte, y los motivos que la determina- ron habian cesado”. No sélo diremos nosotros re- medo extempordneo, sino e«céntrico. En las pro- vincias del interior de la Nueva Granada no ha- bia podido aclimatarse la guerra de exterminio; rechazabala el caracter de los habitantes. En 1814 las tropas de Urdaneta, acostumbradas a la carni- ceria, hicieron acd un ensayo, inmolando a cuatro o cinco espafioles pacificos vecinos de Tunja y Sogamoso, y el efecto fue malisimo, el Congreso granadino condené el atentado, y las gentes de Bogota, horrorizadas, se armaron para defender- se contra aliados tan feroces. Verdad es que Mo- rillo habia sacrificado en los patibulos a nuestros hombres mas ilustres; pero aun asi, el frenesi de la venganza no habia encendido la indole mansa de nuestras poblaciones. Nos ha parecido digno de atencién aquel acto, por demas conocido y ruidoso, con que inicié el General Santander su gobierno, porque sirve grandemente a determinar el cardcter personal de este magistrado, sus primitivos entronques 268 MIGUEL ANTONIO CARO politicos, y la tendencia caracteristica de ulte- riores administraciones suyas. Cuando el Gene- ral Santander ordenaba la ejecucién solemne de treinta y nueve prisioneros, y cuando mds ade- lante la defendia impugnando en tono enérgico como utopias noveles y perniciosas las “ideas fi- lantrépicas” de Zea, que fueron también las de los préceres de la independencia granadina, de- mostraba que venia a introducir un sistema mi- litar desconocido en el pais, muy diferente del que sirvié a Narifio para rodearse de americanos y espafioles, y contrario a nuestro cardcter na- cional; sistema que si en épocas anteriores pudo alcanzar ventajas en guerra desesperada, no de- bia producir, y no produjo, sino amargos frutos de discordia, aplicado después de alcanzada la emancipacién, a la obra de organizar la Repibli- ca. Tha, pues, mds lejos que Bolivar: cuando Bo- livar, después de cosechar laureles ensangrenta- dos, dedicaba entre bosques de olivos un monu- mento a la Amistad, Santander queria llevar ade- lante la persecucién implacable sacdndola de su tiempo y de su esfera, y convirtiéndola de nece- sidad en sistema. : Establecié el General Santander un Gobierno militar (su Vicepresidencia de Cundinamarca no fue otra cosa, segtin confiesa Restrepo) ; hacia uso de violencias, y aconsejabalas al Libertador como necesarias. En 3 de Diciembre del mismo afio 19, le decfa: “Fue aprehendido el Gobernador espafiol del Chocé, don Juan Aguirre, y fusilado acto continuo. ;Cudntos diablos menos tenemos por consecuencia de Boyacé!” En 5 del mismo mes; “Me traen de Neiva al famoso Segovia, con quien pienso romper una fiesta muy solemme en esta plaza piblica”. En 10 del propio mes, refi- riéndose a varios prisioneros traidos de lejanos puntos a la capital: “Todos tomaran un premio correspondiente a sus maldades, con inelusién de diez y ocho que aqui tenia atin gastando los vive- res. Me parece que pueblo que presencia la ejecu- cién de un godo hace sacrificio por su libertad. En Octubre fusilaba a Barreiro y sus eompafieros porgue nada favorable se prometia de tenerlos arrestados; en Diciembre pasa por las armas a otros, que estan gastendo los viveres. En 1821 de- efa a Bolivar: “General mfo, no se conffe mucho con sus prisioneros espafioles; al fin son males. Recomiendo la lectura de la adjunta Gaceta, por si estas ideas las hubiere Ud. olvidado en estos wltimos afios de su filantropia”. Pero no sélo quie- re que se use de rigor con los godos, sino también con los generales granadinos que alimentan en- tre si desavenencias. Con respecto a éstos, dice en carta de 19 de Septiembre de 1820: “No hay remedio; es preciso todavia ahorear gente sin proceso ni juicio”. En su sentir muchos de sus eompatriotas “merecian de justicia el asiento de Piar”; e hizo en efecto que lo ocupase, en 1826, el Coronel L. Infante, héree de Boyacd, juzgado y condenado por un crimen de que con toda pro- babilidad estaba inocente, no sin que tal ejecu- cién, interpretada desfavorablemente, Mevase el alarma y la desconfianza al 4nimo de los genera- les venezolanos, influyendo no poco, sin que San- tander lo imaginase, en la separacién de Vene- zuela. Aun hombres pacificos e inofensivos, sélo til 270 MIGUEL ANTONIO CARO dados por sus opiniones privadas, fueron deste- rrados arbitrariamente. En 1820 salieron expul- sados para Casanare varios eclesiasticos ancianos y respetables. Al oficial que los conducia (Capi- tan Sanchez) se le dié orden (que autégrafa he- mos visto) de que pusiese ofdo atento a las con- versaciones de aquellos desafectos, y que si ver- tian expresiones mal sonantes contra el Gobier- no, los pasara por las armas, sin darles mas tiem- po que el necesario para auxiliarse reciprocamen- te —porque Santander, que era creyente, nunca deseuidaba en tales casos, hay que hacerle justi- cia, la concesién de auxilios espirituales *. Toda- via en 1823, bajo el imperio de’ la Constitucién de Ciicuta, discutiase en Zl Patriota (papel de di- mensiones diminutas que redactaba el mismo San- tander) la cuestién propuesta por un peridédico de Caracas, a saber, si debia o no expulsarse a los espafioles y realistas que aunque pacificos, no se hubieran comprometido en favor de la causa republicana. Hl Patriota en vez del in dubiis abs- tine, se declaraba, como méxima mas segura, por la de Sancho Panza cuando aconsejaba a D. Qui- jote matar por lo que pudiese resultar, que bien podia ser el muerto algtin enemigo de su merced. La cita era jocosa; pero la doctrina demasiado seria, © Sobre esa expulsion de eclesiasticos, v. Groot, Historia ecle- siéstica, tomo III, p. 27. Hl Sr. Groot no habla de Ia orden da- da a Sénchez, porque no Ia vid sino después de publicada su Historia; pero al verla record6, y nos dijo, haberle oido al mismo Sanchez, que recibié una orden semejante y que no tuvo oca- sién de cumpliria, porque los eclestisticos expulsos no vertieron sino palabras de conformidad y resignacién cristina. Cast todos ellos murleron a poco de haber Iegado al lugar de su confina~ miento. =e ARTICULOS ¥ DISCURSOS a71 Querfa, por tanto, el General Santander que continuase un gobierno militar, ejercido por él mismo, y miraba de mal ojo los esfuerzos que al- gunos abogados que sobrevivieron a la cuchilla pacificadora, hacian por establecer un orden le- gal cercenando el poder ilimitado que militares como Santander ejercian a titulo de conquista, a punto de hacerse proverbial el dicho de que “mien- tras hubiera libertadores no habria libertad”. En 1820 decia al Libertador: “Tiene Ud. muy sobra- da raz6n para temer servir entre unos hombres ingratos, interesados y enemigos de las casacas de colores. Yo tengo aqui seis u ocho de estos hombres que de buena gana los volveria godos para ahor- carlos. Todos iran al Congreso, y todos estamos temblando de lo que van a hacer; me aseguran que dicen ya que todo cuanto ha hecho el Congre- so de Guayana ‘ con respecto a Cundinamarca es nulo.... Desespero por saber ciertamente esta cosa, porque al ser cierta, los mandaré a la escua- dra por sediciosos. El corifeo es el Dr. Herrera”. En 1823 eseribia: “En la Camara de Represen- tantes se ha votado el desafuero del ejército li- bertador, siendo los mas acalorados los sefioritos que ahora vienen a figurar después de haber su- frido a Morillo y a Saémano”. Todavia en 1840, después de tantas vicisitudes, herido en la fibra de su orgullo de libertador, negaba en cierto mo- do titulos politicos a los que no hubiesen comido, como él, carne sin sal en la campafia del Llano; y entonces fue cuando el Sr. Pombo, que habia sido * Congreso venezolano en que no tuvieron representacién los granadinos. Del de Ciicuta, cuando tha = reunirse, decia con des- precio Santander: “eso que Maman Congreso”. 272 MIGUEL ANTONIO CARO Secretario de Gobierno de Santander en su ad: ministracién anterior, y en ese momento, como civil, era uno de los aludidos, contesté oportuni- simamente: “Es verdad que no fui de los que co- mieron carne sin sal en Casanare en 1819, pero la comi muy salada de burro en Cartagena, en el punto avanzado de la Popa en 1815”. Los prineipios del General Santander en asun- tos politicos, no teoria precisada por el estudio y la meditacién, sino inspiracién de su caracter, y lecci6n de la experiencia, y reflejo también de las ideas del Libertador, eran aquellos que con- currian a establecer gobiernos s6lidos y fuertes. En relaci6n de la campafia de 1819 que en elogio del Libertador escribié y publicé anénima el Ge- neral Santander en Santa Fe, leemos: “Seis afios empleamos ensayandonos con el sistema federal, y bien a costa de nuestro honor y de nuestras vi- das.... La experiencia ha confirmado en el Ge- neral Bolivar la persuasién de que pueblos en re- volucién a quienes era desconocido el nombre de libertad, no pueden gobernarse por el sistema fe- deral, sino por un Gobierno enérgico cuyas pro- videncias no admitan observaciones ni contradic- cién”. Detestaba la federacién; y el mismo Dr. Azuero, campeén mas adelante de las ideas fede- rativas, que abrazé el General Santander acciden- talmente en 1828 como arma de oposicién a Boli- var, le ayudaba en 1823 a combatirlas *. La pala- bra “federacién” pronunciada en Quito y en Ca- racas “era capaz de hacerle hufr mds all4 de los * “Aguero, Torres y yo hemos atacado por la imprenta a los federalistas: cuantos discurses hey en In Gaceta de Colombia son mios". (Carta al Libertador, fecha 6 de Febrero de 1823). ee = ARTICULOS ¥ DISCURSOS 273 mares” porque para él desorden y federaci6n eran sinénimos *. Queria la union de Colombia bajo un Gobierno central, y que este Gobierno tuviese todas las con- diciones de firmeza; e inclinandose a la monar- quia constitucional electiva, m&s bien que al sis- tema republicano, fue el primero que la propuso al Libertador desde 1819. En 26 de Septiembre de 1820, después de amenazar, como hemos visto, con remitir a la escuadra, al Dr. Herrera y otros abogados republicanos, elegidos para la Consti- tuyente de Cucuta, decia el Libertador: “Ser Pre- sidente no lo he sofiado jamas, porque no me ca- be que sea Util, ni politico, ni prudente, ni justo, el que Ud. deje de serlo, y mi voto en el Congreso como Diputado sera que sea Ud. Presidente a vi- da, aunque declamen, y lo figuren coronado Em- perador de los colombianos; y esta opinién la he comunicado a otros dos Diputados que pensaban lo mismo y no tenfan valor para expresar su sen- timiento” . Todavia en 1825 no dudaba afirmar que “la gente republicana es infernal”. Y en 3 de Diciembre de 1826, reconciliado con Bolivar, des- pués de los desabrimientos que ocurrieron entre los dos en la marcha del Libertador a Bogota, pre- cursores de la gran catastrofe, escribia al General * Carta de 6 de Noviembre de 1823. Otras muestras de su everson al sistema federal: “Nuestros buenos politicos (de su propio interés) nos quleren romper Ia cabeaa con federacién. Ya, seré por lo mucho que les cuesta encontrarse con patria y desti- nos". (Set. 1823). “A mi me parece que hemos hecho bastante con haber hecho caller al partido Iberal-federalista”. (Marzo 1825). ® Sobre un brindis de Santander por el mismo tiempo y en el mismo sentido, véase Mosquera, Ezamen critico, tomo 11, p. 223, 274 MIGUEL ANTONIO CARO Santa Cruz, ofreciéndole poner cuanto estuviera a su alcance para popularizar y que se llevase a efecto la confederacién de Colombia, Pert y Bo- livia “bajo el gobierno vitalicio del Libertador”. No es probable que estas manifestaciones, a fines de 1826, el afio que engendré la discordia en Co- lombia, fuesen respecto de Bolivar tan sinceras, como las anteriores, ni que cl General Santander creyese practicable aquella confederacién conti- nental, que D. Jeronimo Torres y otros amigos verdaderos de Bolivar calificaron en el Congreso de 1827 de quimérica y de porfiada propuesta ; pe- ro la idea que proclamaba el General Santander la vispera del dia en que habia de declararse la guerra a muerte a Bolfvar, proponiéndolo jefe vitalicio de la América Espafiola, era congruente con las que siempre habia manifestado desde 1819. Las relaciones entre Bolivar y Santander fue- ron por algunos afios las de la m4s cordial co- rrespondencia entre un caudillo ilustre y uno de sus més adictos Generales. Luégo que entré Bo- livar a Santa Fe en 1819, por una de las primeras providencias que dicté adjudicé al General San- tander su haber militar de $ 20.000 en una ha- *cienda y una casa, asigndndole como recompensa extraordinaria el exceso del valor de estas fincas sobre la dicha cantidad ". En el Congreso de 1821 debiése exclusivamente a recomendaciones del Li- bertador que Santander fuese elegido Vicepresi- dente de Colombia en vez de Narifio, en votacién refiida, después de varios escrutinios. Si la elec- ¥ Decreto de 12 de Septiembre de 1819. ee a a ae ARTICULOS ¥ DISCURSOS 275: eén hubiera recaido en Narifio, y Santander hu- biera sido destinado a la campafia peruana, jcudn diferente cuerte habria tocado a Colombia! Gra- dos militares, recompensas pecuniarias, la direc- cién, en fin, del Gobierno de Colombia, todo lo habia recibido Santander de manos de Bolivar, y por ello le hacia continuas protestas de adhesién y gratitud. “;Qué honor, mi General —le decia en 182i— me ha hecho el Congreso poniéndome en segundo lugar después de Ud.! Yo no sé si un coraz6n el m&s ambicioso a la gloria y al poder dejaria de estar satisfecho”. ;Y quién dudara de la sinceridad que respiran frases como éstas: “Ella (Ja estrella de Colombia) nos descubra e- ternamente la gloria de Ud. para no serle ingra- tos! Me vanaglorio de que jamds perteneceré a este niimero”. “Ya estard Ud. cansado de recibir homenajes de los pueblos; el mejor que tiene us- ted hasta més alld del sepulero, son nuestros co- razones”. %Qué causas produjeron aquel rompimiento ab- soluto, aquel apartamiento de por vida, origen de tantos desastres, entre el caudillo a quien Santan- der apellids “cl hombre de lo heroico y lo extra- ordinario”, y Santander mismo, que respecto a Bolivar se lamaba a si propio “el hombre de la gratitud”? ;Fue por ventura ese rompimiento re- sultado de alguna diferencia radical y profunda entre las opiniones politicas de uno y otro Gene- ral? Ya hemos visto cudén de cerca seguia Santan- der las ideas del Libertador declardndose expre- samente contra los liberales demagogos, y c6mo Jejos de cejar en Ja profesién de la teorfa de los “gobiernos fuertes”, la exageraba, en la practi- = 276 MIGUEL ANTONIO CARO ea, con rigores extempordneos, y en el Consejo propeniendo una confederacién continental, y la presidencia vitalicia del Libertador. ,Una devo- cién incondicional al imperio de las leyes, escri- pulos de una conciencia constitucional intransi- gente habrian de apartar a Santander de Bolivar a causa de las facultades extraordinarias, aun- que emanadas de la Constitucién misma, que e€- jercié el ultimo cuando volvié a Colombia en 1826? Esta fue el arma que esgrimié contra Bolfvar la oposicién eneonada que surgié entonces, revis- tiéndose con el titulo catoniano de partido consti- tucional. Pero Santander en 21 de Diciembre de 1826 Ilamé a aquellas actas de dictadura, que el mismo Libertador habia mirado con recelo, pro- clamaciones y muestras de ilimitada confianza que le acababan de dar los pueblos; afiadia que la tierra entera se ocupaba de admirar a Su Exce- lencia el Libertador; que las circunstancias en que se hallaba colocado Bolivar le inspiraban con- fianza (a Santander) para someterse a sus de- signios, y que repetiria con Camilo Torres, que “un rasgo de Bolivar imponia mas en la opinién ptibliea que todas las declamaciones envenenadas , de los calumniadores”. ;Qué més? De Enero a Mayo de 1827 ejercié el General Santander un mando ilegal apoyado en una autorizacién del Li- bertador, redactada y presentada a la firma por el mismo Santander con fecha falsa, para que a- pareciese despachada del Rosario de Ctcuta, a donde debia tocar —y no tocé6— el Libertador en su marcha a Venezuela. Posada califica eso de “sainete vergonzoso” que basta, afiade, a quitarle ARTICULOS Y DISCURSOS 277 ‘ al General Santander el titulo de hombre de las leyes”’. No: la raz6n serena no es la unica facultad de los hombres, que dotados de sensibilidad ceden muchas veces al impulso de sus pasiones. Ni son el amor a la verdad y la justicia, y la ley del de- ber, méviles frecuentes en tiempos infelices y re- vueltos. Relaciones personales y casuales, miulti- ples errores, el interés que extravia y la pasién que ciega, la ambicién imperiosa, la fuerza de las circunstancias que arrastra, entran por mucho para explicar la conducta de los hombres y las e- voluciones de la politica. Con la historia de los hombres se mezcla misteriosamente el progreso de las ideas; con la lucha de los partidos se en- treteje la pugna de los principios; y afiliados a un bando, por interés individual o colectivo, sir- ven o dajian los hombres, muchas veces sin que- rerlo ni pensarlo, a la causa de la civilizacién. EL GENERAL SANTANDER ADICION AL PRECEDENTE ARTICULO Los modernos radicales, cuyos principios anar- quicos quedaron consignados en la Constitucién ~ de 1863, han solido invocar el nombre del Gene- ral Santander, presentandole a la admiracién pt- blica y casi divinizandole como a padre del libera- lismo novisimo. A demostrar la falsedad de esta genealogia politica, encamindbase en buena parte la anterior “Ojeada sobre el origen de nuestros partidos”, que publicada en El Repertorio Colom- biano, quedé ineonclusa. 278 MIGUEL ANTONIO CARO El General Santander rompié con el Liberta- dor, no por otro motivo que por emulacién perso- nal, engendrada per la larga ausencia del Gene- ral Bolivar. Santander, como Vicepresidente de Cundinamarca, quedé encargado del mando su- premo, lo ejercié por algunos afios, y al volver el Libertador Presidente, no pudo resignar sin dolor Jo que habia peseido con amor. Jnde irae. En el primer afio de ausencia se celebré con piiblico re- gocijo el dia de San Simé6n, natalicio de Bolivar; mis tarde cayé en la cuenta de que él no se llama- ba Simén sino Francisco. Los anarquistas empe- zaron a rodearle, y buscaron en é] el centro de que carecian y que necesitaban para formalizar su oposicién. Pero estas condiciones ocasionales nunca se basaron en la uniformidad de princi- pios, y cuando se ha logrado el objeto inmediato de la alianza, vuelve e] General Santander a pro- fesar y a practicar sus principios propios. Enemigo del sistema federativo, que apellida infernal, lo acepta de malisima gana en 1828, por ser el de sus amigos, y sélo como bandera de gue- rra, con animo de repudiarlo luégo, como lo repu- dié en efecto, cuando volvié en 1832 a ejercer la Presidencia. Bajo su inspiracién la Nueva Gra- mada se constituye como Reptblica unitaria, con legislacién centralista y por extremo severa. Abo- rrecedor de fos “filantropos” y de la “filantro- pia”, como Napoleén de los “ideédlogos”; partida- rio de la pena de muerte por delitos politicos, cen- sura, sin embargo, las ejecuciones de los cons- piradoves del 25 de Septiembre, que segtin apare- ce de sus declaraciones, se comprometieron con la gonvicci6n de que era Santander el jefe secreto ARTICULOS Y DISCURSOS: 279 del movimiento; pero en 1832, Presidente electo de la Nueva Granada, se deniega a honrar la me- moria de los amigos sacrificados en otra época, inspira una ley “sobre conspiradores”, la mas ri- gurosa de cuantas han regido en Colombia; con- firma sentencias de muerte por simples conatos de revolucién, preside a las ejecuciones colectivas de 1834, y autoriza la muerte secretamente dada a Sarda, la accién mds negra que registra nuestra historia. En 1840, representante y jefe de la oposicién parlamentaria, viendo comprometidos a sus ami- gos en un alzamiento injustificable, se limita a abogar en la Camara porque se use de lenidad y se indulte a los prisioneros; pero su personal a- migo, el Coronel Acosta, le arguye en esta forma: “Un respetable diputado, jefe de la Administra- cién anterior, ha dicho que el Gobierno tenia el deber de usar de la mayor clemencia con los que se rebelasen; afortunadamente este principio es falso, y si fuere cierto, con él se haria el proceso de su propia Administracién, que no sélo no brin- dé indultos a los facciosos durante aquel perfodo, sino que se opuse constantemente a que el Con- greso los concediera” *, “El General Santander —dice Posada, recordando aquel incidente— pa- lidecié al verse apostrofado con tanta energia por uno de sus mayores amigos; pero nada contesté, ni podfa contestar, porque el cargo era fundado”. Argiifdo de contradiccién, con mayor vehemencia y mas concretos cargos, en la misma sesién, por * Diario de Debates de 1840. Sesion del 27 de Marzo, el Coronel (después General) Borrero *, el Gene- ral Santander qued6 tan hondamente herido, que enfermé gravemente, y murié luégo (6 de Mayo), dejando vacantes su silla en la Camara y la jefa- tura del nuevo partido a quien él —dice Posada— no habia podido contener dentro de los limites de una moderacién decorosa, en la que por su parte se mantuvo siempre, pues aun en sus ataques y censuras al Gobierno guardaba cierta compostu- ra, sin faltar nunca a la dignidad que da el habito del mando y que se manifiesta en el porte y en los modales *. En aquellas mismas sesiones, y aludiendo a su Administracién, inculpada por algunos Repre- sentantes, proferia el General Santander estas palabras, dignas de memoria, por lo mucho que distan de las declaraciones de sus fingidos disci- pulos: “Uno de los historiadores modernos de la Revolucién de Espafia, a quien se concede juicio e imparcialidad en sus escritos, ha consignado una m4xima que yo desearia ver-esculpida en la puerta de la casa de Gobierno, y en la de las Se- cretarias de Estado, por el bien y la utilidad que resultaria de ajustarse a ella: Los Gobiernos —di- ce— estdn obligados, aun por su propio interés, a sostener el decoro y dignidad de los que les han precedido en el mando; si no, el ajamiento de los unos tiene para los otros consecuencias amargas”. Santander incurrié en inconsecuencias; pero cualquiera distinguiré en ellas lo que él profesa- " Borrero Tue provocado por una violenta acusacién personal que le dirigié el Generel Antonio Obando, partidario de Santan- der, y hombre vulgar y de ninguna habilidad parlamentaria. * Posada, Memorigs, tomo II, cap. XLVI. ARTICULOS ¥ DIECURSOS 281 ba cordialmente de lo que aceptaba por necesi- dad. Sus principios politicos eran mejores que su eardeter, y que la aplicacién que de ellos hacia, mezclada a veces de pasién, y por extremo riguro- sa. El tmico entronque —triste por cierto— que pudiera alegar el moderno partido radical, para probar que de alla en algtin modo procede, seria la ensefianze de filosofia sensualista y utilita- ria que el General Santander toleré, y que ellos en époea en que tanto se han ilustrado estas cues- tiones, han mantenido en los Colegios ptblicos, con terquedad y fanatismo impio, aferrandose aun @ los textos, en aquella época flamantes y easi tinicos aqui, hoy anticuados, y relegados aun por los mismos libre-pensadores de mas luces y mas progresistas. Mas lo que de parte de Santander fue toleran- eia imprudente y funesta, después ha formado parte de un sistema deliberado de guerra a la Iglesia y a toda religion, a que Santander no ha- bria cooperado jamas. 5 El General Santander no era metafisico ni te6- logo, y entendia torcida o confusamente en al- gunos puntos dogmaticos y morales el catolicis- mo; pero nunca fue anticatélico por sistema. Co- mo particular profes siempre la fe catélica, cum- plia con sus deberes religiosos, y a sus victimas no negé nunea los auxilios espirituales. Permitia, con gran dafio de los intereses religiosos, que A- zuero, su amigo, ensehase sensualismo; pero cuan- do este dogmatizante acus6 en el Congreso al ce- loso predicador Dr. Margallo, que combatia des- de el palpito sus ensefianzas, el General Santan- 282 ‘MIGUEL ANTONIO CARO der declaré que si se dictaba orden de destierro como se pretendia, contra el Dr. Margallo, él, co- mo Presidente, no respondia de la paz publica, con lo cual quedé protegido y autorizado el vene- rable sacerdote. Margallo predicaba con apost6- lica libertad, y Santander solia asistir a sus ser- mones. Loquebar in conspectu regum et non con- fundebar. De las “filosofias” de Azuero debia de tener in pectore mal concepto, cuando en 1836, tratandose de designar el candidato de su parti- do a la Presidencia, y dividida la opinién de sus amigos, escribia al Dr. Cuervo: “Mi candidato ha sido Obando: no he estado por Azuero, porque este hombre con sus teorias nos Uevaria al fon- do del abismo”. A tltima hora las circunstancias Je hicieron aceptar, mal de su grado, la candida- tura del utopista. Hay mas: el General Santander consideré siem- pre la religién como esencial elemento del orden social; y en 16 de Diciembre de 1819 su Gobierno, por la Secretarfa de Gracia y Justicia, expedia la siguiente circular: “El Gobierno de la Republica, Protector de la Iglesia Catélica, ha acordado auxiliar la jurisdic- cién eclesidstica contra los principios subversi- vos del dogma y de la disciplina que desgracia- damente pudieran introducirse por una que otra persona ignorante o de mala intencién, Aunque el Gobierno no puede permitir el establecimiento del Tribunal de la Inquisicién, opuesto a la sua- vidad de la doctrina de Jesucristo e instituido por los tiranos, que a la sombra de la Religién han pretendido mantener los pueblos en una vergon- zosa servidumbre, tampoco puede permitir que ARTICULOS ¥ DISCURSOS 283 corran doctrinas impias y escandalosas. Con su acuerdo el Ordinario eclesidstico ha diputado al Dr. Francisco José de Otero, Cura de la parro- quia de las Nieves de esta capital, para que conoz- ca en las causas que puedan suscitarse en esoa materia, de un modo regular y conveniente al es- piritu del Evangelio y al sistema liberal que ha adoptado la Nueva Granada. Por consiguiente S. E. ordena a V. S., que recibiendo requerimiento de dicho Dr. Otero para intimar a alguna perso- na su presentacién en esta capital con el objeto de defenderse de los cargos que puedan resultar- le en asunto de esta naturaleza, proceda V. S. a prevenir y disponer se verifique dicha presen- tacién, con las reservas que el caso exija por la trascendencia que pueda traer la divulgacién de hechos en materias tan delicadas. Digolo a V. S. de orden de S. B. para su cumplimiento en sus casos, procediendo sin estrépito alguno y con la prudencia necesaria. “Santafé, 16 de Diciembre de 1819” ‘. Es decir, que el General Santander restable: en lo que le es esencial, el Tribunal de la Inqui cién, quamvis carebat nomine. En su testamento declar6 Santander que era eatélico; y murié confortado con los sacramen- tos de la Iglesia, que pidié, y le fueron adminis- trados por el Ilmo. Sr. Mosquera, Arzobispo. de Bogota. Santander obedecié, como todos los hombres i6 * Acuerdos de la Secretaria de Gracia y Justicia, M. 8, de In Biblioteca Nacional. Este documenito esta rubricado por Santan- der. mae MIGUEL ANTONIO: CARO. polfticos, al espiritu de su época; y en muchos casos se mostré inconsecuente, descaminado por la ambicién y la crueldad y por especiales cir- cunstancias; pero las maximas que profesd, cuan- do hablaba y escribia con franqueza e indepen- deneia, y su conducta general en los dos periodos en que ejercié el mando, facilmente demuestran. lo que le caracterizaba como hombre politico, y eudin faltos de razén y justicia los federalistas y enticatélieos que en tiempos posteriores le han proclamado precursor de este nuevo género de li- beralismo. CENTENARIO DE BELLO Noviembre 29 de 1881. Varias ciudades de la América Espafiola cele- bran hoy con fiestas literarias e] primer cente- nario del nacimiento de BELLO. Nacié D. Andrés BELLO en Caraeas el 29 de No- viembre de 1781, y muri6é en Santiago de Chile e} 15 de Octubre de 1865. Admiramos en BELLO la universalidad de sus facultades, la amplitud de sus estudios y la mul- tiplicidad de sus investigaciones; porque fue poe- ta Jo mismo que matemAtico; fildlogo, filésofo, publicista; periodista y catedrAtico; director de Ja instruccién piblica en Chile, y alma de Ia can- cilleria de aquella Republica, y redactor de la le- gislacién civil de aquel pueblo, Admiramos en BELLO Ja estampa de perfeccién que puso en tedas sus obras. Cada una de ellas, en las diversas materias que cultivé, parece largo

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