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las novelas breves, en versos octosilabos que riman dos a dos (masculinos o femeninos). Pero, debido a la ambi- giiedad que existe en la Edad Media en la acentuacién de las silabas en la rima, se encuentran, junto a esos octosilabos, versos de siete silabas femeninos que se convierten en versos de ocho si se acenttia —contraria- mente al uso— su ultima silaba atona (0 relativamente atona). No se puede hablar de géneros literarios en prosa. Sefialemos, no obstante, que las Vidas (biografias) de los trovadores a veces poseen la brillantez y la perfec- cién de pequefios poemas, y que han existido, en fran- cés y en o¢citano, verdaderas novelas 0 epopeyas en prosa. El Roman de Notre-Dame de Lagrasse emplea la materia carolingia y mezcla escenas de amor cortés y hazaiias guerreras. No toda la literatura occitana esta consagrada al amor, pero las canciones, por una parte, y las novelas y novelas breves que lo toman por tema constituyen Jo esencial de ella. Si se considera ademas que en las bio- grafias de los trovadores y en numerosas tensones las ensefanzas tratan a menudo de problemas amorosos 0 se proponen difundir las bellas maneras y la galanteria; que los propios poemas historico-épicos —la Cancién de la Cruzada, por ejemplo— se inspiran en los valores de Paratge y del ideal caballeresco, y que hay amor cortés hasta en el Roman de Notre-Dame de Lagrasse; si se piensa, por tiltimo, en que el Breviari d’Amor no refiere solamente todas las cosas al amor increado en cuanto principio de su unidad, sino que se termina en el plano profano con uni tratado en el que el amor cor- tés se encuentra mal que bien reconciliado con el ma- trimonio, hay que reconocer que, dejando aparte algu- nas composiciones de tono picante y algunos textos di- dacticos, religiosos, hist6ricos 0 cientificos, la casi tota- lidad de la literatura de oc esta consagrada a definir el amor, a celebrarlo 0 a ponerlo en escena. La Fin’ Amor Se puede denominar Fino Amor (amor depurado, noble amor) al conjunto de las teorias eréticas y de los principios morales que se desprenden de ellas; pero también a los comportamientos de urbanidad o de ga- lanteria, socializados y ritualizados, que los manifesta- ron y los hicieron posibles en la buena sociedad. En ra- ¢s mis blando con él: «Por la fe que os debo, por sus actos, sus palabras ¥ st actitud, mas parece ser un anticristo que un enviado de Roma» Murié el 25 de diciembre de 1231 Dante, a quien gustaban sin duda sus poemas de amor, lo puso en su Paraiso, en el cielo de Venus (canto IX, 67-142), donde él mismo menciona «el fuego ardiente que lo animé mientras su edad se lo permitidy. ‘Nos quedan de él unas veinte obras, en su mayor parte canciones de amor. Una de las mas notables es, sin duda, esta «alba» que, en vez de describir, segiin la ley del género, la separacion ‘matinal de los amantes,'se eleva a los temas religiosos. El tono tiene una ele- vacion y una dignidad que son prueba de una elocuencia auténtica y de dotes poéticas innegables, Moneaigua got. Guilhem Montanhagol. Nos quedan de Montanhagol eatorce obras compuestas entre 1233 y 1258. Este poeta, de ori- gen tolosano, fue el protegido de Jai- me I de Aragon y de Raimundo VIL, y parece que paso algunos anos en’la corte de Alfonso X de Castilla, En sus poemas, defendid con ardor ia causa del conde de Tolosa y combatio la 41 opi teligiosa, la cual, al condenar lujo femenino, la prodigalidad caba- Reresea y el amor, iba a terminar con fa Boesia occitana, ‘Esta doble protesta contra la dominacién francesa y el rigo- rismo eclesidstico esti expresada «de sina forma moderada y elegante> (Ca- valiére), 10 que le dia atin mayor fuerza. Habil dialéetico, recoge las teorias de sus predecesores, aquella sobre todo que vela en el amor un principio natu- ral de virtwd, y no duda en proclamar, €n una expresién concisa —que no es una que «de amor procede castidad» (d'amor mou castetatz). Pu- tificado, ideatizado, él puede ser, efecto, wun principio de virtud conei- Tiable con el amor de Dios» (Coulet) Montanhagol es, junto con Aimerie de Peguilhin, tolosano como é, el iinico trovador que protesté contra el matrimonio de Beatriz de Provenza y Carlos de Anjou (1246), que hacia caer a Provenza bajo la dominacién fran- Amaut Daniel. Navido en Riberac (Dordofia) antes de 1150, Armaut Da- niel estuvo en relacion con su compa- riots y contemporinco Rertrit de Born, Su actividad poctica debio de ejercerse entre 1180 y 1200. (os quedan de é! dieciocho compo- zon de su misma complejidad, es necesario distinguir tres niveles en este inmenso edificio tdeolégice: La Fin’Amor es en primer lugar un juego cortés que se basa en la urbanidad y las buenas maneras en el interior de una sociedad aristocritica capaz de practi- carlas. A continuacién, es un arte de amar, conven nal y completamente tedrico, sin relacién directa con la pasion, y que regula el intercambio de buenos modos que asegura a [a dama [a celebridad mundana y al amante el beneficio —unilateral— del amor. Consti- tuye, por tltimo, una regulacién del acto carnal, de c: racter idealista y fijado por el uso, bajo la forma de una prueba de continencia combinada con iniciativas erdti- cas que implicaban por parte de la dama un compro- miso mas serio, mas peligroso y, por consiguiente, mis sincero, Este ultimo aspecto de la Fin’Amor es lo que constituye para nosotros lo esencial de la erética meri- dional, aunque los trovadores no hayan hablado de ello ‘ino con discrecién. El juego cortés La preocupacién de mejorar las costumbres ya apa- rece en Guillermo IX, El quiere que las personas «or- denen su comportamiento de modo que agraden y que en las cortes se evite hablar como un villano». Sin em- bargo, es probable que las costumbres de verdad no se perteccionaran sino lentamente. A juzgar por lo que ocurria todavia en las pequefias cortes del Carcassés y el Albigeois en tiempos de Peire Vidal y de Raimén de Miraval (1200-1209), las damas se comportaban a veces mas groseramente que las villanas. Hacian ruido du- rante las recitaciones poéticas, tomaban a mal los cum- plidos, no dudaban en insultar o en hacer golpear por sus servidores a los trovadores de baja extraccién que no les habian gustado, ete. El amor «caballeresco» —a pesar de las protestas elevadas por los trovadores— les interesaba mucho més que el amor cortés. Es muy sig- nificativo el que Ja biografia de Raimén de Miraval sélo nombre, entre los admiradores de Loba de Cabaret, a grandes sefiores, y especialmente al conde de Foix (del que parece que tuvo un hijo), Peire Vidal, trovador, sélo aparece en ultimo lugar... Los maridos y los amantes caballerescos de esas damas no valian mas que ellas, Si consentian en tomar parte en el juego, es decir, ea conversar con ellas en un tono cortés, era para mejor engafiarlas y embaucarlas. Es evidente que apreciaban mas los valores, mas viri- les, de la aristocracia guerrera que los del amor depu- rado, Se comprende que a los trovadores les costas: mucho imponer a esos barones y seforas el respeto completamente nuevo de la amistad cordial. No obs- tante, parece que consiguieron difundir en los castillos una elegancia de buen tono, y codificar, si no la real dad, al menos las actitudes externas del amor. Para los trovadores, todas las damas estin dotadas de mérito y de valor por el hecho mismo de su catego- ria social (el Paratge), por el hecho, tanibién, de la so- brestimacién de cortesia de Ja que sistematicamente son objeto. No hay‘ que dejarse engafar por las expre siones grandilocuentes de su vocabulario. Nunca se trata aqui mas que de cualidades mundanas. El mérito, el valor, es sencillamente el renombre que una dama se granjea por su gentileza, por el encanto de su trato y su conversacién. Como hoy —y aunque sea vieja, fea o de- sagradable— tiene derecho al homenaje de los hombres bien educados. Pero ademas era necesario que fuera ca- paz de responder con elegancia a un cumplido y de eludir un requerimiento indiscreto con bastante tacto y fineza como para que el adorador rechazado no se sin- tiera herido y concibiera incluso el orgullo, como dice Raimon de Miraval, de verse tratado como un personaje de importancia. En la sociedad cortés todg, reposaba so- bre las bellas palabras y las bellas apariencias. Asi pues, la dama tenia que estar bien enseviada, debia ser 97. El trovador Arnaut Daniel. 38. El Roman de la Poire. El caballero y sus misicos delante de la ventana de la duma. 39. El Roman de la Poire. Paginas siguientes: 40. El Monje de Montauddn, representado como religioso, con un bro en la mano. 41. Raimbaut d’Aurenga en traje se- Horial sigiones lirieas, entre ells una sexing, género que parece que invents él. De Greer un pasaje muy diseutido de Dante, habria escrito también novelas (cimitadas de los poemas narratives franceses?), per no hay nada cierto s0- bre ello, Este poeta obscuro, que pertenece al trobar clus, fue sin duda uno de los mejores obreros —el miglior fabbro (Dante)— del arte de esa epoca, el cual se apoyaba mas sobre la acrobacia ve bal que sobre la invencion de corres- pondencias poéticas entre las palabras ¥ las cosas. Dante To consideraba uno de suy mds ilustre predecesores, y Pe trarca lo aclamaba con el hermoso nombre de »gran maestro de amor» Hoy somos menos sensibles a esa virtuosidad un tanto estéril y que no utiliza apenas fos auténticos recursos poéticos de las palabras. No obstante, fa armonia de sus versos es siempre rara, brillante ¥ segura, y los juegos rit- mnicos suelen sugerirle corresponde: cias poeticas mis_profundas. Algunas de sus canciones presentan, en medio de sutilezas algo pneriles, algunos her- mosos versos ya «imallarmeanos» 45, El monje de Montaudén. Se Wamaba Peire de Vic, nacid en Viesur-Core {Cantal fe el jo menor de uns fe milia noble. Entré de muy joven en el monasterio de Aurillac y Mego a ser prior de Montaudin al sudeste, viz, fe Clermont-Ferrand), Mas tude, se hizo juglar para incrementar, con los dones que recibiera, los bieses de su (Orato. Fue protegido por el rey Al- HI de Aragon y por Ricardo Conte rin de Leda. Con ser religioso, com- Uso poesias atrevidas y, en particular, dos ¢ensés con Dios, en una de las cua Jes nos muestra a las Santas Imige- nes queiindose de que las mujeres tusaran demasiados «afeites» y no que- dara bastante pintura para ellas. A imitaciin de Peire d’Alvemha, es- eribié también una euriosa sitira liters- via contra dieciséis trovadores de su tiempo y tontra si mismo. Segin su biogralia, habria muerto en Espafa, en el peiorato de Villafranca (Villefranche-de-Conflent, sobre el rfo Tét, cerca de Prades, actualmente en el Roselléa francés). Su, obra, compuesta en la seguoda mitad del ‘siglo XII, comprende diect- nueve obras, entre las cuales se en- cuentran cuatro poemas humoristicos 46 capaz de poner la misma buena cara que hubiera pues- oe su amigo a todos los barones presentes en la gran sala. No obstante, los trovadores habian logrado persua- dir a las damas de que su mérito —por innato que fue- ra— era de todos modos susceptible de aumentar o dis- minuir y de que ellas podian aumentarlo «amando» a hombres capaces de perfeccionarlas. Era necesario, si elias deseaban subir de Prix, que se mostrasen déciles a la ensenanza de los trovadores que las celebraban y ensalzaban. Su «gloria» era entonces reconocida en los pequefios cendculos que ellas animaban y podia, si su abit poeta era célebre, extenderse a las cortes ve- cinas. Las trovadores exigieron de la dama ideal tantas, si no mas, cualidades intelectuales como encantos fisicos. Tal vez porque es mas facil, en ciertos casos, alabar a una mujer por sus virtedes que por sus atractivos, pero también porque era necesario, para que la cortesia fun- cionara correctamente, que una mujer de mundo su- piera retener a sus huéspedes —después de haberles acogido con amabilidad— eliminando de su conversa- cién las disputas, las querellas y la maledicencia: no debia hablar més que de amor, de generosidad, de be- Ilas hazaias. Eva igualmente indispensable que tuviera suficiente sutileza para distinguir 5 que habia de ver- dadero y de falso en los rumores que los maldicientes hacian correr sobre su antigo... La dana no baloeia’side ark que un bello objeto al ue contemplar si no hubiera tenido una importante mcién social que cumplir. Ella es quien dispensaba el Joy, es decir, la alegria, la felicidad del amor. Sin duda, al nivel del juego cortés el Joy coincidia simplemente con el placer que los hombres sienten en presencia de mujeres bonitas, aun cuando no estén enamorados de ninguna en particular, Las mujeres tenian e] deber de mantener este Joy indiferenciado y unilateral haciendo que su sociedad fuera la mas agradable posible. Por su parte, los hombres bien criados, los «valien- tes», estaban obligados a honrar a todas las damas y a cumplimentarlas, pues se suponia que ellas encarnaban el Joy; las cualidades que los tovadores exigian de ellos reposaban esencialmente en el respeto y la hu- mildad. Tenian que hablar a las damas en un tono de dulzura amable y empleando tan sélo expresiones esco- gidas —jaquéllas cuyo modelo les oftecian los trovado- res!—. Sobre todo, no habia que parecer hurajio 0 preo- cupado en sociedad. (Raimon de Miraval se jacta de su humor invariable, de su dominio de sf). Como la dama siempre esté «riente», el hombre siempre esta son- riente (ja menos que quiera probar a su amiga que el amor lo mata!). Un hombre discreto nunca se vanagloria de sus aventuras galantes. El secreto es una regla en los efreu- los corteses, en los que los fanfarrones son tan temidos como los maldicientes. Como enseiia Raimén de Mira- val, vale mas decir bellas mentiras sin consecuencias que revelar cosas verdaderas que convendria callar. Por ultimo, huelga decir que un hombre galante nunca cen- sura a su dama. jEsta no tiene ningtin defecto! Y, si le da consejos, es siempre en el marco de una « de esta forma con la mejor intencién, Asi se creian més facil- mente unos idolos intocables. Por tanto, se quiera 0 no, hay que afiadir a los grados convencionales de la corte- sia la contemplacién de la dama desnuda. Pero a finales del siglo XII el gusto que siempre habian mostrado las mujeres pot las pruebas de conti- nencia que respondian a su necesidad de seguridad y halagaban a su lentitud sexual, se conjugé con las nue- vas exigencias de los amantes corteses (mas 0 menos tentados por los ideales «caballerescos»: un Raimén de Miraval, por ejemplo). Y se inventé entonces el ensayo probatorio en la cama, el assag. Antes hemos admitido. que el cuarto grado del Cursus honorum del amor (el estado de drutz) coincidia con el de «amante colmado» (es decir, de adorador que ha recibido el beso ritual). 46. El trovador Raimén de Miraval, tedrico del amor cortés. 47. El Roman de la Rose, de Guillaume de Lorris y Jean de Meun. Un jazer cortés 0 «en- ‘sayo» probatorio. Gui d'Ussel. Hubo, a principios del si- wlo XIif, cuatro trovadores de Ussel (Corrie). Gui, cosenior de Ussel, que era sin ducia el menor de esa casa, re- nuneié probablemente a sus derechos para hacerse candnigo de Brioude y de Montlerrand. Eble y Pedro eran sus hermanos, y Elias su primo (de este tl- timo s6lo Se conserva una contribucion alos jocs partits de Gui), La obra de Gui —el mejor dotado de los cuatro— es bustante importante: ‘ocho canciones, tres pastorelas y diez joes partits (con Eble, Elias y Maria de Ventadom). Estos poemus, escritos su mayor parte en un lenguaje armo- nioso y elegante, poseen ademas el mérito de inforniarnos, a veces con precisién, de puntos discutidos de ea- suistica amorosa. (Lu tenson con Elias =N'Elias a son amador— wos aclara perfectamente la naturaleza real de las pruebas eriticas: el assai y el jazer Drobatorio). Gui d’Ussel dejé de escribir por or den de Pedro de Castelnau, legado del papa Inocencio II] (1208). Murié poco antes de 1225, 48, Gui d'Ussel, candnigo de Brioude V, trovador, 49. Juego de la yalina © ‘oleccién de motetes. Siglo xi? Eso no era mas que una comedia social, En realidad, el drutz, el amante carnal, era el que habia sido admitido o. Se conocén sus modalidades, La ue tomaba la iniciativa de invitar a su enamorado a pasar uma noche con ella (una sola, en principio). Le hacia jurar —antes de «acostarlo» en su cama— que no haria otra cosa con ella mas que estre- charla en sus brazos (tener), besarla (baisar) y acari- ciarla (manejar). El «hecho» (el acto carnal normal) es- taba prohibido, y sobre todo la violencia a la que tantos hombres de aquella época estaban tentados de recurrir cuando se encontraban en presencia de una dama de- sarmada. El vocabulario empleado no importa mucho aqui. En Raimon de Miravai el término de assais de- signa sobre todo las pruebas morales en el curso de las cuales la dama juzgaba las cualidades corteses de su amigo: la discrecién (el celar), la manera de cumpli- mentar (blandir) y la forma de «servir» y honrar (servir y onrar). El ensayo erdtico se designaba mas bien con la palabra jazer (el «acostarse>). Es evidente que el jazer representaba para el amante una recompensa infinitamente mas halagadora que el beso ritual. Su institucién cambiaba completa: mente la significacion de la erética occitana, disminuia la diferencia existente entre el amor cortés y el amor «caballeresco» (0 aristocratico) y daba mas consistencia al amor, cuya esencia, cuando seguia siendo platénica, era tan dificil de captar (¢c6émo distinguir una sonrisa de urbanidad de una sonrisa de amor?) Eso se ve bien por el ejemplo de Raimén de Miraval, que se muestra menos desconfiado y celoso con respecto a una dama de la que ha obtenido el jazer que con respecto a aqué- lla de la que no ha obtenido mas que una sonrisa o el beso ritual. E] hecho de haber sido mejor tratado —o igual gue sus rivales bastaba para hacerle mas indul- gente para con su dama y sobre todo para tranquilizarlo en el aspecto del pundonor. Raimén de Miraval fue el primero —al parecer— que se atrevié a invertir el orden de las recompensas de amor. Inspirandose en la erética caballeresca ~per- tenecia a una familia noble poseedora de feudos— pro- clama abiertamente que el jazer debe preceder a todas las demas sefiales de dileccién, platonicas u honorifi- cas. Y como habla incluso del Mds (0 resto), se puede pensar que no se contenta con el jazer cortés, relativa- mente continente, sino que pretende no fijar ningun li- mite a la expresion carnal de la pasion, André Le Cha- pelain, en su De arte honeste amandi (1185), ya habia Raimbout de Vaqueiras. Desvendiente de una familia de le pequefia nobleea, Raimbaut naci6 a fines del siglo Xi en el castillo de Vaqueiras (cantin de Beaumes,, Vaucluse) en tieras del principe de Orange, su primer protec- tor. Se vinceld luego al marques Boni facio II de Monferrato (1192-1207), quien se to Ilevd consigo a Oriente y le otorgé ciertas seiiorias en el reino de Salonica. El marqués murié en 1207 y Raimbaut poco tiempo después. Raimbaut, cuya obra es abundante y variada, es tno de lox mejores trovado- res provenaales, Varias de sus cancio- de melincolia y de sinoeridad, de decepcidi incluso, que sorprenden en un poeta de esa poca. Cultivé Felizmente géneros po- pulares como el alba o la estampida y ‘compuso también una tensén algo pi- cante con una genovesa, quien le res- ponde verdemente en su dialecto, de modo que Raimbaut es también uno de as italianos, Se ién con gusto su Guerra de lay dames, en ta que supone cue tas mujeres mas hermosas de Italia, que venido para asediar a Beatriz tse trata de Beatriz de Monferrato, esposa de su protector), resultan vencidas por esta, {os primeros ee Poseemos unas caarenta poesias liri- eas de Raimbaut, a las que hay que aftadir un descort escrito en cinco len- guas (provenzal, italiano, francés, gas- én y galego) y tres epistolas dicigidas al marqués de Monferrato. definido el amor cortés como una mezela de amor pla- ténico y de amor sensual, precisando que si la dama te- nia confianza en su amigo, y si tal era su deseo, podia concederle ef don total de su persona. Raimén de Mira- val no pide otra cosa. Pero con la introduccién de una ceremonia tan rea- lista, gacaso el edificio de la cortes{a no corria el peli- gro de destruirse, o al menos de perder todas sus carac- teristicas originales? No lo creemos. No hay ninguna contradicci6n entre el espiritu de la Fin’Amor y el que anima a Haimén de Mitaval. Esta vez es a la mujer a quien se pide que se arriesgue con confianza en el amor, pero el poeta no renuncia por ello a afirmar la primacia del sentimiento cordial sobre el deseo fisico. Solo es verdadero, sélo es esencial el amor que pro- cede del alma, pero una mujer no puede demostrar ver- daderamente que fo siente més que accediendo al «acto», Miraval no renuncia en absoluto a la felicidad de amar y ser amado sinceramente, es decir, al Joy, pero quiere que, lejos de destruir esta felicidad, sea fk posesion lo que la cimiente. E] amor comienza en el acto y se consuma en la unién de los corazones. De- nde del amor espiritual, de la ee del Joy Cesperit del Joy), de modo que el plaver de los senti- dos no es posible —para las gentes bien naci ono representa mas que malignidad si no esti ligado a una exaltacién espiritual previa, Estas ideas, que hoy parecen tan naturales, no lo eran hacia 1209, en visperas de Ja crazada contra los al- bigenses. Apenas se empezaba a comprender —la evo- lucién de Jas costumbres ya habia suscitado una cierta emancipacién moral de la mujer— que el amor debia encontrar sw wnidad y que la unién de los corazones debia ir acompamada de la armonia de las sensibilida- des, De todos modos, la fidelidad reciproca tendia a convertirse en el principio dominante de la erética. Si el amor no puede unir mas que a dos corazones, con mayor razdn sélo puede unir a dos cuerpos. En las mu- jeres, ¢no se coufundiria c} amor hipécritamente cortés con la venalidad 9 Ja lubricidad, si no se mostrara tan apegado a la fidelidad como a su propia esencia? Pa- rece, por lo demas, que éstas, que en Jo sucesivo no tendrian que temer tanto el desamor después de la sa- tisfaccién y que nunca entendieron nada de los grados de _continencia inventados por los hombres, saludaron con entusiasmp la idea de que el amor sin acto era tan absurdo como ef acto sin amor. En este aspecto, Rai- mén de Miraval mareé un viraje decisivo en la historia del sentimiento, ‘90. Raimbout de Vegueiras, armado y cabalgando, (Las miniaturas raramente representan al caballo y a su ccba- Hero vistos de frente). 51. Pareja de amantes tufendo el latid. Siglo XIV. Cubterta de expejo. Museo de Cluny.

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