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I LOS PREDICADORES DE LENGUAS ORIENTALES NO GRIEGAS Preémbulo Al tratar, hasta ahora, de la literatura homilética griega hemos advertido que muchos de los sermones de los padres griegos no tardaron en ser traducidos a lenguas orientales de dentro y de fue- ra del imperio romano y que una gran cantidad de estos discursos pastorales sélo se han conservado en dichas versiones. En los capi- tulos precedentes no han sido enumeradas todas las piezas litera- tias del campo de la predicacién que han suftido esta suerte; tam- poco tenemos la intencién de hacerlo en los capitulos que siguen. Estos tienen inicamente pot objeto la predicaci6n original en los idiomas orientales antiguos, correspondientes a la €poca patristi- ca. Entran en materia la homilética copta, la armenia y, sobre todo, la sirfaca’. 1. Por set poco original y relativamente tardia la parte que interesa 2 la historia de la predicaci6n, ‘no hacemos objeto de nuestra consideracin la predicaci6n eti6pica. Tardio es igualmente el legado arabe cristiano antiguo. Entre las otras lenguas antiguas, la georgiana ofrece un interés especial como transmi- sora de la herencia homilética patristica griega. Tenemos la suerte de disponer de una buena historia de la literatura georgiana cristiana primitiva, escrita por M. Tarchnisvili yJ. Assfalg, Geschichte der hirchli- chen georgischen Literatur Studi e Testi 185), Ciudad del Vaticano 1955, cuyas indicaciones pueden com- pletarse con lo que dicen G. Garitte, Géorgienne, littérature spirituelle, en DS VI, Patis 1967, col. 24 250, y M. Van Esbroek, Les plus anciens homéliaires géorgiens, Louvain-la-Neuve 1975. Tarchnisvli, p. 428, observa que el primer periodo de la literatura homilética georgiana (antes del siglo x1) no suele offecer sermones para los domingos ordinarios; la mayor parte de los sermones son de fiestas del Seftor, especialmente de Navidad y Epifanta. A estos discursos se afiaden los panegiticos de los santos: los de Ma- ra, Esteban, Jorge y de otros martes. Junto a estos discursos, hallamos sermones ocasionales, que tratan de temas religiosos muy diversos. Estas exhortaciones pastorales reflejan naruralmente la situaci6n de la Iglesia de su tiempo, las controversias doctrinales internas y los problemas de orden religioso. Hay testi- monios para creer que la literatura homilética original en georgiano era ya abundante en el siglo vi 230 Los predicadores sirios El comprensivo lector se har4 cargo de que en una historia de la predicacién de una envergadura como la que tiene la presente no todas las partes pueden ser tratadas con igual amplitud por un mismo autor. Sin embargo, manca quedaria esta historia si no de- dicara una atencién especial a los primeros predicadores no grie- gos de Siria, Egipto y Armenia. 2. Los predicadores sirios. Introduccion En la segunda parte de esta obra, en el capitulo dedicado a los problemas idiomaticos con que se enconttaba la predicaci6n anti- gua, consideraremos las dificultades que tenian los predicadores gtiegos de Jerusalén y Antioquia para hacerse entender del pabli- co de habla siriaca mezclado con el auditorio de habla griega. En ambos grupos de fieles, algunos entendian el lenguaje del grupo contratio, muchos no, aunque tanto el griego como el sitfaco fue- sen lenguas indigenas; lo eran sin duda, pero pertenecian a gru- pos étnicos muy separados el uno del otro, incluso en las grandes ciudades, donde convivian o se mezclaban ocasionalmente estas gentes tan distintas y culturamente no demasiado relacionadas. En toda la provincia romana de Siria, hasta en la parte costanera, donde el griego era lengua habitual, se hablaba el sitiaco, idioma del grupo semita noroccidental, estrechamente relacionado con el arameo. El sirfaco se hablaba pues desde el sudeste del Asia me- nor hasta el sur de Palestina y, por el lado oriental, hasta la fronte- ta del imperio romano con Persia. El idioma sirfaco, aun siendo anterior a nuestro Sefior Jesucristo, no adquirié un verdadero des- atrollo literario sino con la llegada del cristianismo y cuando éste fue adoptado en las tierras mencionadas. En la época patristica el centro preponderante de la cultura sirfaca era la ciudad de Edesa, antigua capital del reino de Osroene, en Mesopotamia. Aqui no podemos entretenernos en la consideracién de la importancia que tuvo la cultura sirfaca en el ctistianismo. Interesante a nuestrc propésito es saber que el mundo cristiano sirfaco tuvo la suficier idiosincrasia para formar su liturgia peculiar, lo cual presup la existencia de una vetsiOn propia de la Sagrada Escritura y 231 Predicadores de lenguas orientales no griegas la creaci6n de una propia parénesis, o sea, de una predicacién que correspondiera al modo de ser y de pensar de un pueblo que no era griego. Los sitios, ciertamente, adoptaron, asimilandolos a su modo, elementos de los griegos, de los cuales no dejaban de depender desde el punto de vista cultural. Como hemos dicho, la relacion de los sirios con los griegos, sobre todo en Antioquia y Jerusalén, era inmediata. En Jerusalén los predicadores se servian de intér- pretes para evitar que los sitios que asistian a la predicacién que- daran privados de la palabra de Dios. En Antioquia Juan Crisésto- mo se apenaba al observar la presencia, en la Iglesia, de siréfonos que no entendian su palabra. Nos ocupatemos en su lugar de tales problemas. Nuestro cometido es demostrar ahora como la Iglesia sitiaca tuvo su propia predicacién, a su modo y con grandes figu- ras en el ministerio de la palabra. El géneto homilético fue designado por los sitios con el nom- bre de memre (memra en singular, mimro en el sitiaco occiden- tal). Viene del verbo ear, «dijo», y equivale a discursos, sermo- nes, a los Jogoi de los griegos. Los memre se dividen en dos grupos: los construidos en prosa y los de forma métrica. Estos alti- mos, que son la mayoria, son de versos isosilabicos, que no van agrupados en estrofas. San Efrén, en sus poemas homiléticos, em- plea versos heptasilabos, divididos en dos medidas ritmicas de tres y cuatro silabas. Poetas predicadores posteriores a Efrén emplean otras medidas. Los memre se distinguen de otros cantos poéticos, los madra- she, madroshe en sitiaco occidental, de contenido y de forma liri- ca més elevada; son los himnos propiamente dichos y no pertene- cen al género parenético, por mas que algunas veces resulta dificil hacer la distincién, ya que el madrasha puede revestit también forma didactica, mientras que el memra puede convertitse facil- mente en himno y perder su forma rigurosamente homilética. De hecho, para instruir a los fieles en los misterios de Cristo durante las solemnidades, los tiempos littirgicos y en otras ocasiones, algu- nos predicadores sirios, san Efrén en particular, se sirvieron de los madrashe, cayos vetsos de tipo responsotial eran repetidos por el auditorio. 232 Efrén Muchos de los madrashe tienen una larga extension. No me- nos prolijos suelen ser los memre. Esta caracteristica nos ayuda a comprender mejor la naturaleza de la parenética siriaca, tipica- mente oriental, aunque en la homilética bizantina hemos encon- ttado ya ejemplos de sermones de tipo himnédico que se aproxi- man mucho al género sitfaco por su forma y su longitud. En efecto, los memre no desempefiaban exactamente la misma fun- cién del discutso pastoral que nosotros entendemos ordinaria- mente por homilia o sermon. Eran largas meditaciones sobre los temas que proporcionaban las festividades, o sobre asuntos de ca- racter ascético, o eran pronunciadas —mejor dicho, cantadas— con motivo de acontecimientos, generalmente desgracias, que im- ptesionaban a los fieles y que eran aprovechadas por los predica- dores desde el punto de vista pastoral. No todos estos temas 0 asuntos eran expuestos en una sola ocasién, sino que algunos de ellos se cantaban distribuidos en varias homilfas y en dias sucesi- vos. De otro modo no podemos entender su enorme extensién. Ya hemos insinuado que un género homilético de este tipo no podia set ejecutado, en Oriente, sino en forma de canto y acom- pafiado, sin duda, de un instrumento 0 de varios; sabemos que el arpa eta uno de ellos’. El canto o melodia habia de ser mas 0 menos improvisado sobre un tema concreto, que con frecuencia aparece indicado al principio del memra. Acaso el canto tradicio- nal de los arabes de nuestros dias no esté muy alejado de aquella miisica antigua. 3. Efrén De familia cristiana Efrén nacié en Nisibe (Nesibin), Mesopo- tamia del norte, durante los primeros afios del siglo Iv. Jaime y Vologeses, obispos de dicha ciudad, ascetas y personas cultas, in- fluyeron en la formaci6n espiritual de Efrén, el cual fue consejero de los obispos que sucedieton a los referidos. Cuando Nisibe cay6 TD GE Fitén, Sermén sobre nuestro Sefor (véanse las notas 3 y 4 del capitulo siguiente), I (exor dio), p. 1. 233 Predicadores de lenguas orientales no griegas bajo el dominio persa en 363, Eftén pas6é a Edesa, donde fue con- sejero del obispo Narsés y tuvo parte, probablemente, en la fun- daci6n de la escuela llamada «de los persas», de orientacién natu- ralmente antioquena, aunque conviene observar que Efrén, desconocedor del griego, se mantuvo muy independiente de las influencias teolégicas contemporneas'; asi la copiosa produccién literaria de este doctor de la Iglesia que vivia en un extremo del imperio romano, perteneciente a una etnia concreta muy suficien- te a si misma, no se hace eco, al menos de un modo notable, de las controversias trinitarias de la €poca; por el contrario, aparece como transmisor de las doctrinas cristianas anteriores. La defini- cién con que ha sido distinguido Efrén, «la citara del Espiritu San- to», es justificada, pues Efrén es el mayor poeta de la escuela siria- ca, de tan exquisita produccién. Con eso no queremos decir que no hayan existido poetas sirios antiguos de mayor fuerza poética que él. De todos modos, Efrén, mas poeta que prosista y dotado indiscutiblemente de una sublime inspiraci6n, es cuantitativa- mente el primeto de los poetas sitios. Es el gran clsico de la literatura sirfaca. Como predicador pre- senta algunos problemas’. La predicacién, en su sentido mas co- min, fue una prdctica pastoral poco ejercida entre los antiguos si- roparlantes. Efrén era Gnicamente didcono (habia recibido la ordenacién en Nisibe, su iglesia originaria), mas esta particulari- dad no me parece determinante ni extraordinaria en la carrera de Efrén como predicador. Acaso el hecho hipotético de que fuera un buen cantor, ademas de poeta, fue decisivo para el despliegue de su actividad homilética. De su predicacién en prosa conocemos un solo ejemplo: el Serm6n sobre nuestro Senor Jesucristo®; en todo caso, se trata de una prosa llena de antitesis y de paralelismos ret6ricos, muy propios del lenguaje poético y, por consiguiente, muy acercado al género de los memre y, en cierto modo, alejado de los tratados no homiléticos, como son, por ejemplo, los co- 1. CF. O. Rousseau (art cit. en la bibliografia general). Los supuestos contactos de Eftén con Basi- lio de Cesarea y con otros padres griegos pertenecen a la leyenda, 2. Me ha sido inaccesible el estudio de S. Sebu sobre la contribuciéa de san Efrén al desarrollo predicacién cristiana, publicado, en rumano, en «Studii teologice» (23 serie) 19 (1967) 467-481. 3. Bd. E. Beck, Des heiligen Ephraem des Syrers Sermo de Domino nostro (CSCO 270-271: Serip- tores Syri 116-117), Lovaina 1966. de 234 Eftén mentarios a los libros del Antiguo y del Nuevo Testamento y el Diatessaron‘. Ciertas dudas acerca de la verdadera naturaleza parenética de la prosa en cuestién vienen en primer lugar de su prolijidad. En su edicién més reciente comprende 53 paginas°. El orador se di- rige muy particularmente a Dios en forma de alabanza y también aalgunos de los personajes biblicos que entran en escena. Sin em- bargo, al final del discurso, Efrén se dirige al pGblico en general, exclamando que «cada uno de nosotros se convierta en un lugar de hospedaje» para nuestro Sefior Jesucristo®, indicio de que este memra no era un tratado, sino un discurso destinado a un audito- tio. En su forma actual se trata quiz4 de un serm6n retocado y am- pliado para su divulgacién. En los mzemre métricos —la forma preferida por Efrén para la pre- dicacién— encontramos formas mAs declaradamente homiléticas; el autor, aun cultivando la himnodia dirigida a Dios, se vuelve con ma- yor frecuencia a los . Su estilo po€tico, exdtico, 20. Cf. Fabregas-Olivar, 92. 21, . Entre las traducciones se cuen- tan muchos elementos de la predicaci6n, y ya hemos visto que nu- merosos setmones de los padres gtiegos se han salvado gracias a las versiones atmenias, y gracias a los traductores armenios se sal- varon igualmente otros escritos cristianos antiguos. En el siglo V se llev6 a cabo la traducci6n al armenio de la Biblia. Se empezd 251 Predicadores de lenguas orientales no griegas por traducir del siriaco el Diatessaron de Taciano; poco después se tradujo la Biblia entera, aunque hay que esperar los alrededores del afio 700 para poder hablar de una Vulgata armenia. En el mis- mo siglo V los armenios se crearon, en su lengua, una liturgia propia, la cual acusa una dependencia de la bizantina, no de la sitfaca. Los inicios temporales de la literatura armenia, 0 sea, el si- glo V, representan la €poca de oro de estas letras. Pasado dicho siglo, la literatura armenia empieza a delatar una decadencia. Fue bajo la influencia bizantina, sobre todo a través de Cesarea de Ca- padocia, y la sitfaca, a través de Edesa, como los armenios empe- zaron a formar su literatura, cuya unidad homogénea se mantuvo a pesar de las divisiones politicas y geograficas, ya que Armenia se hallaba situada entre dos grandes rivales politicos: el impetio de Bizancio y el persa. Esto motivo la division territorial de Arme- nia en 387; de todos modos, el pais habia de sufrir muchas otras desmembraciones, mutilaciones y vicisitudes politicas que todavia perduran. La predicaci6n cristiana debié de empezar entre los armenios antes de la creacién de su escritura. Era, sin duda, una predica- cién que seguia el modelo de los misioneros cristianos, tanto bizantinos como sitios; no podemos saber cémo se desarrollaba el ministerio de su palabra. Los primeros autores que escribieron en armenio, cuyas obras conocemos, demostraron tener aficién por la historiografia de un modo particular, mas no faltan entre ellos tedlogos y especialmente homiletas, que son los que van a retener ahora nuestra atenci6n. Avancemos la observacién de que en la consideracién de la literatura homilética armenia tro- pezaremos con una dificultad especial, muy constante: la incerti- dumbre de muchas atribuciones. Otra dificultad proviene del hecho de que numerosos estudios sobre la literatura que ahora nos ocupa son accesibles finicamente a los conocedotes del arme- nio moderno. El mencionado Mesrop, llamado también Mashtots, fue un predicador ambulante, al modo de los misioneros. Su Vidz escrita por Koriun y que parece ser un panegirico pronunciado en oca- sién del traslado de sus despojos en 455, seis afios después de su 252 La predicacién en lengua armenia muerte, habla de sermones y homilfas que hacia Mesrop!. Que sepamos, no se han conservado escritas las palabras del santo mi- sionero. Considerar a Mesrop, como algunos han hecho, como autor de la coleccién de sermones y cartas llamada Yajapatum, equivalente al griego Stromata (tapices), es una suposicion total- mente gratuita. La coleccién consta de 23 piezas o fragmentos, de contenido moral sobre todo, aunque también doctrinal’. El esti- lo sufre de una literatura todavia en estado de formaci6n; sin em- bargo, la expresién es algunas veces fogosa y emplea buenas im4- genes y ejemplos muy aptos. Como buen catequista, el autor instruye sobre Dios y los misterios de la fe con un tono a veces apologético, tal como convenia a unos cristianos de una Iglesia na- ciente. El autor eta, sin duda, un asceta; la mayor parte de las ins- trucciones est4 dedicada a exhortar a la penitencia y al ejercicio de la virtud. Mucha importancia se da también a la oracién por los difuntos. Es dificil saber hasta qué punto estos escritos represen- tan una predicacién viva. De un discipulo de Mestop, el obispo Ananias de Siunij, tene- mos dos verdaderas homilfas, una de ellas sobre Jonas, de estilo tipoldgico, en la que Jonas es comparado con Adan y con Jesucris- to. La otra homilia es sobre san Juan Bautista>. No es muy sot- prendente que en ambas homilias apatezca citado Filén, pues ‘Ananias habia pertenecido al grupo de los traductores que se de- dicaton a la bisqueda de textos antiguos, no Ginicamente cris- tianos. Otro grupo de sermones ha sido atribuido a Elishe o Eliseo, historiador y exegeta, que también parece haber sido presbitero y asceta. Los sermones tratan del bautismo de Jesucristo, la trans- figuraci6n, la pasion, el entierro, la resurreccion y las apariciones del resucitado, la oracién por los difuntos y del juicio final, entre otros asuntos. Eliseo es igualmente autor de una Exhortacion a los ascetas, de un comentario a los libros de Josué y Jueces y de una 1. De la Vide de Mesrop por Koriun utilizo la traduccién alemana de S. Weber, Ausgewablte Schriften der armenischen Kirchenwater: I, 181-232 (BKV 57), Munich 1927. Existe una edici6n inglesa por B. Norehad, The life of Mashtots, Nueva York 1964. 2, Ed. armenias de Venecia 1737 y 1838. Traduccién alemana en J.M. Schmid, Reden und Werke des bl. Gregor des Erleuchters, Patriarch von Armeniem, Ratisbona 1872. 3. Edicién neoarmenia de Ananias: Venecia 1899. 253 Predicadores de lenguas orientales no griegas explicacién del padrenuestro. Si recordamos que un discipulo de Mesrop hacia citaciones de Filén, no nos sorprender4 que también Eliseo citara este autor en su exhortaci6n a los ascetas; se refiere concretamente al tratado Sobre la vida contemplativa. Hay que advertir, con todo, que no solamente es discutida la autenticidad de estos sermones, sino la misma cronologia de Eliseo, situado por algunos en el siglo V, mientras que otros lo colocan en el vi‘ Juan, del antiguo linaje de los Mandakuni, vivié en pleno si- glo V; murié hacia el afio 490. Fue patriarca de los armenios y es celebrado como uno de los grandes pastores espirituales de su pueblo. Acaso la autoridad de que disfruté sea la causa de que le haya sido atribuida una coleccién de unos treinta sermones’, de los cuales s6lo veinticinco parecen auténticos. Son piezas literarias alabadas desde el punto de vista estilistico por los conocedores del armenio antiguo; el lenguaje esta Ileno de fervor. Desde el punto de vista pastoral estos discursos son notables, aunque no todos los criticos valoren a Juan del mismo modo: algunos lo encuentran re- petitivo y exagerado, es un moralista que cuando trata de un vicio en concreto, lo presenta como el peor de todos, y que adopta con demasiada frecuencia un estilo terrorifico. Los discursos tienen como tema la penitencia, el ayuno, la limosna, los debetes sacer- dotales, la detraccién, la caridad, la envidia, la ira, el odio, la ven- ganza, el vicio de robar, los juramentos, la embriaguez, los malos espectaculos, el divorcio, la lujuria, las enemistades, las catastro- fes producidas por el granizo, la devocién hacia el sacramento de la eucaristia, y otros asuntos. Mambre Verzanog o Vercanol (nombre que quiere decir «lec- tot» o «amigo de leer, y que podriamos quiz4 traducir por «bi- bliéfilo») pertenecia al grupo de los «santos traductores». Se sitéa, Por consiguiente, en el siglo v. Parece haber comentado por es- crito el Evangelio de san Juan. Hay editadas bajo su nombre tres homilias. La mas famosa es la que comenta la resurreccién de 4, Ed.: Obras de nuestro santo Padre Eliseo Vardapet, Venecia 1838 y 1859, en armenio. Varda- pet significa «maestro», de modo que aparece adjunto a los nombres de otros personajes de que tra- ramos. 5. Ed. armenias: Venecia 1836 y 1860. Traduccién alemana después de una de J.M. Schmid en BEY, Ratisbona 1860, la de J. Blatz y S. Weber, en Weber, 0.c., Il (BKV 58), 29-269. 6. Venecia 1833 y 1894, en armenio. 254 La predicacién en lengua armenia Lazaro’; esta pieza aparece en la tradicién manuscrita atribuida también a Juan Criséstomo y a Elishe. Las otras dos homilias, que son para el domingo de Ramos, se apartan mucho, estilisticamen- te, de la homilia sobre la resurrecci6n de Lazaro; ésta es elogiada como una pieza oratoria sobria en retérica y rica en contenido’. Poco podemos decir de otros predicadores armenios del si- glo v y de la época inmediatamente posterior. De Eznik, nacido en Kolb, cerca del monte Ararat, sabemos que también formaba parte del grupo de los «santos traductores» y que fue colaborador de Sahak y Mesrop; es una figura importante en el campo de las letras armenias. Se dice de él que fue predicador, mas no ha llega- do hasta nosotros ningiin serm6n suyo. A David, llamado «el Invicto», mas filésofo que tedlogo, van atribuidos una Homilia sobre la santa crux y contra los nestorianos y unos escolios a cinco de los discursos de Gregorio de Nacian- z0?. La autenticidad de estos esctitos de David no queda nada garantizada. En conclusién, podemos decir que la joven Iglesia de Armenia desarrollé una admirable actividad literaria. La accién misionera, que obtuvo una r4pida y sélida conversion de los armenios al cris- tianismo, no podia ser sino fruto de una intensa actividad cate- quética. La acelerada cristianizacién del pueblo armenio y su pro- greso en la fe explican que las homilias y sermones que conocemos del siglo v, verdadero siglo de oro de la literatura armenia, pefte- nezcan ya a una literatura desatrollada desde el punto de vista ho- milético. Naturalmente, es una homilética poco original. La joven Iglesia de Armenia dependia de la cultura cristiana sirfaca y sobre todo de la bizantina. Los armenios aceptaron la fe de Nicea, Constantinopla y Calcedonia. Su primera predicaci6n adopté una actitud celosamente polémica contra Nestorio, Teodoreto de Ciro y otros 88 (1975) 103-112 (cf. ibid. 76 [1963] 55-77). Sobre otro panegitico de igual tema y atribuible al mismo autor véase P.J. Sijpesteijn, A Panegyric on John the Baptist: ibid. 96 (1983) 231-237. Sobre Diéscuro véase la siguiente nota 10. 8. CEG. Lafontaine, Une homélie copte sur le diable et sur Michel, attribube 2 Grégoire le Théo- Jogien, cLe Muséon» 92 (1979) 37-60. 262 La predicacién copta atribuido un panegirico de san Miguel; sorprende, en esta obra, un explicito antifeminismo, aunque el autor distinga entre muje- tes buenas y malas. Por su parte, Macario merecié ser elogiado por su amigo Diéscuro, si el elogio conservado es auténtico!. Del si- glo vi es el panegirico que hizo el monje Esteban, futuro obispo de Hnes (Heracledpolis Magna), en alabanza de Apolonio, supe- tiot del monasterio de Isaac, del cual habia sido monje Este- ban!!. Una homilfa contra los libros biblicos apécrifos, muy di- vulgados en el ambiente copto, como los escritos gndsticos, lleva el nombre de Juan, obispo de Paralos o Paralios'? (atabizado en El-Burullus o Burlus), en el delta del Nilo; este prelado vivid en el paso del siglo Vi al Vl. Hay motivos para dudar de la naturale- za patenética de la pieza; acaso no se trate de una homilia; sin embargo existen en arabe y etidpico otras homilfas que llevan también el nombre del mismo autor. Otro obispo llamado Juan, que ocupé la sede de Shmun (Hermonépolis Magna, Sheunem dicen los arabes) durante la segunda mitad del siglo VI, es autor por lo menos de dos encomios: de san Marcos y de san Anto- nio®; mas, aunque tengan la forma de discursos, ¢son verdade- tos setmones? Los panegiricos de los santos, muy proximos al gé- nero hagiografico, eran apreciados por los coptos, como lo eran los ejemplos y las narraciones edificantes“; ahora bien, algunos pa- negiticos dejan ver un origen literatio no homilético. De Constan- tino, que vivid en los afios del tr4nsito del siglo vi al vil y fue obispo de Siut (Licépolis, Assewt en arabe), existen igualmente encomios: dos de san Atanasio, otto de san Jorge y dos del marti Claudio. De Benjamin, que fue patriarca de Alejandria del 626 3. G. Lafontaine, Un éloge copte de saint Michel, attribué a Macaire de Thow, «Le Muséon» 92 (1979) 301-320. 10. D.W. Johnson, A Panegyric on Macarius Bishop of Théw attributed to Dioscorus of Alexan- dria (CSCO 415-416: Ser. Copt. 41-42), Lovaina 1980. 11, KH. Huhn, A Panegyric on Apollo, Archimandrite of the Monastery of Isaac, by Stephen, Bishop of Heracleopolis Magna (CSCO 394-395: Ser. Cops. 39-40), Lovaina 1978. 12, Cf. A. Van Lantschoot, Fragments coptes d'une homélie de Jean de Parallos contre les héréti- ques, en Miscellanea G. Mercati, | (Studi ¢ Testi 121), Ciudad del Vaticano 1946, p. 296-326 13. G. Garitte, Panégyrique de saint Antoine par Jean, évéque d'Hermonopilis, OCP 9 (1943) 100-134 y 330-365. 14. CE.CD.G. Miller, Einige Bemerkungen zur «Ars praedicandis der alten koptischen Kirche, ele Muséon» 67 (1954) 259-264: Eradhlungen. 15. T. Orlandi, Constantin’ episcopi urbis Siout encomia in Athanasium duo (CSCO 349-350: 263 Predicadores de lenguas orientales no griegas al 665, se ha conservado una homilfa sobre el milagro de Cana’, De Juan, patriarca alejandrino de 681 a 689, conocemos un enco- mio del mértir Menas!’. De Zacarias de Shou tenemos una ho- milia pata la Hypapante y otta sobre Jonas. Mencionemos final- mente a Demettio, autor de un sermon de Navidad, de una exhortaci6n a la penitencia y de piezas hagiograficas!®. Demetrio es presentado como obispo de Antioquia; podemos suponer que se trata de un autor fingido por los coptos. Aun admitiendo que algunas de las piezas literarias que aca- bamos de citar no sean sermones verdaderos por su origen, son, no obstante, testimonios de la homilética leida en las iglesias cop- tas. Si queremos ahora resumir en un cuadro general los temas de la predicaci6n en copto!’, podemos decir que ésta se divide en homilias esttictamente dichas (explicaciones a lecturas biblicas), sermones sobre los angeles y Maria virgen, panegiricos de persona- jes biblicos y de otros santos o de figuras monasticas (que son dis- cursos muy narrativos), algunos sermones heortfsticos (pocos son los que se consetvan) y circunstanciales. La homilética copta es es- pecialmente exhortativa y moralizante, también la panegirica. Cuando los discursos pastorales no son muy nartativos 0 enco- mifsticos, los oradores procuran mantener un contacto muy hu- mano con el auditorio. El empleo de citas biblicas no es excesivo; al lado de éstas encontramos algunas citas de los padres. Corres- ponde al gusto narrativo el uso de ejemplos, recuerdos de hechos milagrosos y anécdotas, que sirven para despertar el interés de los oyentes o para entretener su atencién y hacer mas comprensible la doctrina expuesta. En general, la predicacién copta no es muy retorica. Quiza la lengua copta, falta de una buena tradici6n lite- raria, no daba pie a una mayor ostentaci6n retérica. El lenguaje es llano, sencillo, por lo general, aunque no carente de ciertos re- Ser. Copt. 37-38), Lovaina 1974. G. Garitte, Le panégyrique de 8. Georges attribué 2 Constantin d'As- siout, eLe Muséon» 67 (1954) 271-277. M. Godron, Textes coptes relatifs a saint Claude d'Antioche (PO XXXV, fasc. 4) Paris 1970, p. 508-669. 16. C.D.G. Milller, Die Homilie ther die Hochzeit 2u Kana und weitere Schriften des Patriar- chen Benjamin I von Alexandrien, Heidelberg 1968. 17. J. Drescher, Apa Mena, El Cairo 1964 (texto safdico con traducci6n inglesa) 18. H. De Vis, citado en la siguiente nota 20, I, p. 127-197 19. C.D.G. Miller, o.c., p. 231-270. 264 La predicacién copta cursos, como el apéstrofe y las parafrasis en las narraciones biblicas y, a veces, un cierto gusto por la teatralidad en las descripciones. No podia ser de otro modo en esta lengua oriental y que se halla- ba muy bajo el influjo del helenismo decadente. Ciertas formas literarias acusan una elaboracién de los textos originalmente homiléticos. El tener que ser incorporados a homi- liarios para setvir de lecciones en el oficio divino o para ser em- pleados como lecturas privadas de edificaci6n, explica la elabora- cidn de los textos, con alteraciones mas o menos notables, mas 0 menos perceptibles. Asimismo la longitud considerable de algu- nos sermones induce a pensat que tenemos, en algunos de estos textos, homilfas originalmente mas breves y que han sido con- vertidas, después de la predicacién, en tratados destinados a la lectura. Algunos aspectos particulares de la predicacién copta haran que volvamos a ella en el curso de la presente obra. Afiadamos Ginicamente ahora, a titulo de conclusién, que si la literatura ho- milética en copto, en parte todavia inédita, no es muy considera- ble ni cuantitativa ni cualitativamente, los sermones originales coptos, ademas del interés que no dejan de tener dentro de la his- toria general de la predicaci6n, tienen una importancia especial: como la literatura copta no offece tratados teoldgicos, es en los sermones donde hay que buscar de un modo particular la evolu- cién del pensamiento teolégico de los coptos; en ellos viene ex- puesta su doctrina més o menos sistem4ticamente, menos que més; sin embargo, son las fuentes principales”. 20. La mejor sintesis sobre la antigua predicacién copta es la obra de C.D.G. Miller, Die alte koptische Prediigt (Versuch eines Uberblicks), Heidelberg 1954, libro que, como el articulo citado del mismo autor, ha de ser perfilado por los descubrimientos y ediciones recientes. Pueden completarse las indicaciones de ediciones de textos y las referencias bibliograficas, hasta ahora sefialadas, con estas ottas: H. De Vis, Homélies coptes de la Vaticane, 1, Copenhague 1922 y Il, 1929. E.A. Wallis Budge, Coptic Martyrdoms etc. in the Dialect of Upper Egypt, Londres 1914; Miscellaneous Coptic Texts in the Dialect of Upper Egypt, Londres 1915; Saint Michael the Archangel, Londres 1894. Tito Orlandi, Omelie copte, Turin 1981, ademas de una visién general en Ia introduccién, con muchas indicaciones bibliogréficas, oftece una traduccién italiana de homilias coptas (que llevan los nombres) de Pedro de Alejandrfa, Atanasio de Alejandria, Cirilo de Alejandria, Didscuro de Alejandria, Teodosio de Ale- jandtfa, Constantino obispo de Siout, Juan obispo de Shmun, Benjamin de Alejandria y Juan de Alejandra 265

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