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Biblioteca Filoséfica FUNDADA POR FRANCISCO ROMERO LEON ROZITCHNER LA COSA Y LA CRUZ CRISTIANISMO Y CAPITALISMO, (EN TORNO A LAS CONFESIONES DE SAN AGUSTIN) 2001 A mis amigos e se han ido antes Raindn Alealde ar Ferndndez, Moreno Diego Garcia Reynaso Julio Gérgano Kalondi Manolo Lamana Ernesto Popper Osvaldo Reig Aristides Romero Lein Sigal Osvaldo Soriano Tamds Vasconi Cacho Vieguez, -Por qué las Confésiones de san Agustin cristiano interpreta~ das por un judio incrédulo? Primero, porque después de 16 si- alos la deuda del cristianismo con la persccucién y el genocidio de los judios no ha sido saldada: los crimenes cometidos en nombre del amor no se redimen, ni el arsepentimiento los alcan- za, Segundo —y es nuestra certeza—, porque pensamos que el capitalismo triunfante, acumulacién cuantitativa infinita de la ri- gueza bajo la forma abstracta monetaria, no hubiera sido posible sin el modelo humano de la infinicud religiosa promovido por el cristianismo, sin la reorganizacién im y siml da en la subjerividad por la nueva religién del Imperio romano. No por nada los andlisis critico-filoséficos que prepararon la formacién social del Estado moderno, y también el adveni- a, comenzaron con la critica a la in social, critica ahora disuelea ‘a opera iencia de esa critica —la religién considerada 10 sélo como hecho de conciencia— y | cabal de la produccién “material” (sensible) de hombres bn —que es previa a la produccién de mercan 1e ver, pensamos, can el politics no alean- un sistema cul- la convierte, encubiert desnudamos, al hacer lo como el mas su me, y mostramos que fs sagrado, también anida el compromiso render un modelo de ser hombre que y refinada, brutal ¢ i mplacable, que seguir preguntindome pot y comprender el camino que nos ofrece we creamos en lo n 105 entonces sobre las transformaciones psi que el smo preparé como do: 1 en el campo de la politica antigua hizo posible jamo que él cree. se: que converjan en el construccién histérica de la subjetividad que arla ayudaré a compren- wrde que se sigue ejercien- cesit6 imponer primero por el te- 10 del hombre, carne sensi- y considerado 1e el cue mero re- ncita- 1 desprecio radical por el premisa del capitalismo, sin el cual cexistido, Puesto que para que haya un sistema ulatinamente todas las cualidades humanas, hasta las s personalizadas, adquicran un precio —valor cuantitativo co- mo “mercancia”, forma generalizada en la valorizacién de todo lo .— fue necesario previamente producir hombres adecua- dos al sistema en un nivel diferente al de la mera economia. La tecnologia cristiana, organizadora de la mente y del alma huma- antecede a la tecnologia capitalista de los medios de produc- cién y la prepara, No por nada cuando triunfa y se “glob; ico abstracto y monetario del capital sélo pate ce, ocupando el leno de la revoluci infinito de la religién crisiana como tinico horizonte supletorios ccémplices asociados en el despojo del cuerpo y del alma Nuestra hipdtesis no deberia ser considerada excesiv pende de Ia eficacia que se le reconozca a la larga duracién del en dl de la impronra religio- jar un tiempo més lento que tiempo histérico, y a la permanen sa. Sélo se necesita post otro ims subterrdneo, de la estratificacién social y ps ca. Aun si aceptamos la primacfa de la produecién econdmica como punto de partida para la comprensién de la historia, debe- mos pensar que desde el origen del cristianismo hasta muestra época, veinte largos siglos, nunca hubo un cambio fundame no simbélico, Durante lo, aun con sus multiples variantes y sus protes- del modelo teligioso ni de su esquem: todo su desarr tantismos, se mantuvo en Occidente hasta nuestros dias la figura de Cristo torturado y ajusticiado como imagen determinante, y las narraciones del Nuevo ‘Testamento como palabra sagrada, No olvidemos que Agustin fue el modelo también de aquellos que se enfrentaron a la Iglesia, para Lutero y para Erasmo. Se diré que la incidencia actual del cristianismo, y sobre to do del catolicismo, es radicalmente diferente a la que tuvo en su "1 cn y en la Edad Media. ;Quién podela negarlo? Sélo decimos si bien ahora, posmodernos, la vida de cada sujeto se orga stanciada ya de las regulaciones y de los temores antiguos, sus jerarquias y fantasmas, sin embargo la imagen de ese re- crucificado a muerte permanece organizando la subjetivi- + ¥ quizds por eso mismo, el cris- ismo esti unido indisolublemente al capitalismo. Y no sdlo vos que Max Weber, c ino, expone. Por eso nos interesd mas bien encontrar el fundamento de fico en lo més espectficamente religioso. Y nos pregunta~ ¢s posible que cada creyente, con el contenido del imagi- cripto en la Teologfa de la Liberacién, pueda hacer una ex 1p Bt Pp pe itica en sw exencia diferente a la politica que combate. Pre- mente fundamento de dominacién en lo que tiene precisa- te de religioso. Mas todavia: pensamos que aun los hombres giosos estamos determinados férreamente, mis alld de estras decisiones conscientes, en la conformacién de nuestro io més hondo, por la cultura cristiana de Occidente — luidos—. Y por es0, histéricamente, el cristianismo ¢ produciendo en masa a hombres subjetivamente someti- dos, no sélo por el terror y la amenaza externa en sus cuerpos — les que organizan la singularidad de cada ico ciudadano posmoderno. ul a occidental, no ya sélo a la historia econémica del capita- o y de su origen, sino a la historia més densa de la configura- neasmal de nuestra cultura? Porque esta con- carne sensible q ‘econémicas que el capitalismo instaura. El an sideraba la expropiacién del cuerpo del tabajador en el proceso productivo, pero no la historia previa de la expropiacién mitico- teligiosa del cucrpo vivo, imaginario y arcaico, que consticuye — creemos— el presupuesto también de toda relacién econémica. Pese a saberlo, Marx se hacfa ilusiones al respecto: pensaba que cuando triunfara la racionalidad cientifica la vigencia social de los mitos y de las scligioncs se desvaneceria, {Qué quiere decir Marx, sin embargo, cuando afirma que el cristianismo con su culto del hombre absiracto es la forma de tel gién mds adccuada al “abajo indiferenciada” que requicre un sis temia productor de mercancias? El trabajo indiferenciado procede del cuerpo desvalorizado, despedarado y cuantificado, pero ¢s el ctistianismo quien prepara ese desprecio hacia el “uso de los cuer- pos” que el capital expropia. Se requirié primero que el cuerpo de la madre genitora, con cuya imagen cada hombre anima ain el suyo, fuera excluido en la Virgen como cuerpo de vida. Esta ne- gacién tuvo que penecrar, para ser eficaz, hasta lo inconsciente. Por &so el cuerpo de la madre virgen es la primera maquina soci abstracta productora de cuetpos convocados por la muerte. Co- mo si el capital religioso cristiano, espiritual y patriarcal, engen- dara por si mismo, adelantando el uso que el capitalismo habria al hijo crucificado como mercancfa sagrada para negar su materia viva que va al muere: construitlo en tanto fisicamente I que anuncia nto necesario. Aunque del Hijo crucificado por el pital econémico s6lo conocemos su historia final profana: la storia de su engendramiento industrial en el usufructo y el mar- de los hombres que fabrican cosas. Pero el capi- No intentamos con las comparaciones revalorizar ni presti- ala religién judfa —ni a ninguna otra—, Pero hay diferen- is en sus mitos que deben ser reconocidas. La Biblia judia nos 2 el raconto mitico-histérico de un pueblo durante muchos Biblia cristiana nos cuenta la fibula mitica de un solo nbre en la brevedad de una vida, Sélo confrontaremos el es- ‘smo planteado en el mito judio y en el mito cristiano, y histéricas. No nos preguntamos si Dios existe. ‘ilo nos interesa, siguiendo la experiencia que nos narra Agustin mo, comprender mediante qué recursos se lo construye sub- mente a Dios para que produzca esos efectos en la realidad ica. Entender también el momento donde la politica rebel- de y resistente al poder del imperio romano es suplancada por la n de Estado en una estrategia de dominacién. Y al hacerlo, sforma un hecho eminentemente politico —Ia rebelién del juudio Jestis contra el poder religioso ¢ imperial— y lo convierte en un hecho puramente religioso —Cristo hijo de Dios y resu- recto, que muere no por haber enfrentado al Imperio sino para urgar con su muerte nuestros pecados. Esta conversién narrada, ionalizada, transfigura toda la memoria his sufti- era en las Confesiones de san Agustin se prepara el Manual Instrucciones para la sujecién social por el dominio reli- na nueva politica para organizar la subjetividad de los os del nuevo Imperio. consecuencias de la aplica nes econdmicas precapitaliscas’, como lo hace Marx para la economia, sino también en las “formaciones psicol6gicas (subj tivas) precapitalistas” que estén contenidas en los mitos “sagra- de Occidente: en ambas biblias. Estas determinaciones sim- o-imaginarias religiosas son histéricamente mds estables y mb intes relaciones econémicas. Deve- tenaz del lugar donde la re iste instala: nos confirma, desde la antropologta, “le invariancia del inconsciente nuclear a través del tiempo y de las generaciones” (p. 115, Femme et Mythe), que es lo més dificil de aceptar por la "aun la més pensante y politizada.! ;Acaso la formacién primera, centeada en Cristo hace ya veinte siglos, no permanece todavia inscribiéndose de generacién en generacién en la subjetividad arcaica, aunque las formaciones sociales adul- tas se hayan transformado? No ignoramos que hay un largo proceso donde las formas de dominacién social, religiosa, politica, cconémica, juridica y arcistica han creado otras nuevas desde esta matria que fue el ctistianismo. Sin embargo, la formacién religiosa y social prime- ra centrada en la configuracién compleja del modelo de Cristo cn la Trinidad Sagrada, ;no permanece todavia arraigada en la subjetividad de cada uno, pese al hecho de que las otras forma iones histéricas y sus diferentes periodos —Ia revol ién bur- guesa de 1789 para el caso— se hayan desarrollado como si la hubieran transformado? El cristianismo en tanto religién y cul: tura sigue ocupando y moldeando en Occidente un estrato, el areaico, siempre presente en todos y por momentos —en smentos de repliegue de la poblacién aterrorizada por las crisis les, econdmicas y politicas semejantes a los que e viendo ahora— nuevamente cmergente y necesario, En Agustin mos vi- «queremos atisbar al menos la Idgica obscura de esta emergencia. Mm Para entrar en tema podriamos partir de una pregunta inge- ins personal e inocente: zpuede alguien, tun hombre, Agus- el caso, renuinciar a Cuerpo, al sexo (al amor de In mu- todavia al hombre moderno con el de la te cambia la parte de fuera, Ke qui oh jet), para dase tinicamente a la salvacién en Dios, en lo més abs- 0, sentido sin embargo como lo mis préximo? Partimos des- la pregunta més intima y menos “econémica”. No ya sélo a las mujeres con los milltiples ritos de purificacién, como «esitan los judios ortodoxos para poder gozar timida y piidica- mente de ellas, excluyendo la amenaza destructiva de sus impul- sos desbordantes ¢ impuros. No, en el modelo se trata de radiarlas absolutamence del anhelo sensible y sensual del hombre: convertir los vientres femeninos en un sagratio in- ido. Y que, apoyado en la culpa de ese pecado mortal por lencia, producto de la desobediencia en el Paraiso, jioso cristiano » sélo la cafda del hombre —con el pecado original de Adin y \— sino la caida del Imperio romano. Més atin, que intente ficar desde esta fantasia pueril pero tan honda su cardcter de universal y necesaria. Y que ese pensamiento, convertido Iglesia de piedra, haya dibujado el modelo triunfance que cul- en el Occidente capitalist, pese a las apariencias de un orde sexual incontenible que indicarla lo contrario. Reducido el cristianismo a un empobrecido “paganismo” de idualidad aislada, intimo y subjetivo, resumido el lleno io la reserva jurdsica de los animales mitol6gicos que en los espacios misteriosos y secretos de la vida— a pocos idolos primarios que el terror patriarcal de su mono- : con los dioses antiguos, se expresaba la la vida comunitaria, la elaboracién popular de los, janos que la gente del pueblo escribfa en ese libro de los mitos. Reverdecié entonces el sujeto aislado con as de su fuero intimo, constrefido a la unica teatrali- muerte, encarnado en los emperadores, y los obispos le imponfan. Pero existe otra condicién no del Bajo Imperio, “el mds antiguo de los estados totalitario;” (Marrou, pag. 9) triunfal ndo con el cris- tianismo de Estado a todos los idolos de las multiples culturas que habia albergado en su pantedn; quedaban reducidas todas ellas a esta forma terminal y tinica que el terror del fracaso histé- rico les impuso: el dominio de la Iglesia Catélica, su imperial su- cesora. La narracién mitica pagana, que encarnaba la densidad mileiple de la vida humana, quedé reducida entonces a un dra- ma dogmatico cuyos personajes congelaban la elaboracién de los fantasmas jugados en los libres intercambios simbilicos e imagi- narios, corporales y colectivos. Ahora se vefan reducidos y lleva- dos a transitar sélo por el desfiladero estrecho de las formas ca- nOnicas familiaristas que ratificaban —ese es el acuerdo atracti- vo— las expectativas ms primarias: se congelé el mito complejo colectivo y arcaico— como complejo fami mente, y se excluyd su fundamento social y politico de la con- ciencia pensante. En las tres Personas de la ‘Trinidad Santa resul- taban absolutizados los modelos fijados por el poder de una vez para siempre, de las cuales la figura materna genitora queda cxorcizada, y con ella inferiorizada toda la nacuraleza. El cuerpo negado y temido de a Magna Macer— se transfor- ico institucion: cional y ascé- lesia que servird de soporte al sola- madre mé en cuerpo su contrario 0, la “nomenklacura” de la ino del Emperador romano en el Imperio evangelizado como lo cs siempre, por el tertor y la amenara. El amoroso Agustin pudo ser considerado entonees “el primer tedrico de la Inguisicién” (Brown), | cristianismo tradujo la sensibilidad c imaginacién en me- fria y racionalidad pura, poniendo al lado de las abstrac- ipremas y més sutles la presencia de fetiches empobreci- ompafiantes imaginarios ascéticos y quejum- las coordenadas abstractas y vaciadas a. Se dio por acompaiiamiento un tinico un fcono crucificado y torturado a muerte, Cristo derramando lé- grimas de sangre por su corazén circuncidado y coronado de es- pinas. Fueron condenados entonces todos los creyentes a leer en su tétrico cadiver, ajusticiado por el derecho romano que atin nos rige, el término anticipado de la vida aterrada, que sigue impreg- nando de angustia y de muerte a tanta empresa humana. Vv En este abordaje Agustin sdlo me interesa por el aparato de dominacién y de guerra con el que construy6 la subjetividad del hombre bajo la insignia del amor y de la verdad. Esto es lo que atin sigue vigence. Agustin supo encontrar el lugar intimo donde el poder vivifica y encrespa lo emotivo, enardece los fanta nds siniestros, para poner en acto al cuerpo y en esa hora tetrible en que el viejo mundo se decrumba uncielo a los cartos de guerra del poder politico y econémico, para el caso “la patria, defendida ‘por los cuidados del emperador celestial’ (VMI, xx}, 27, Confesiones) al que Agustin, dindole esta nueva denominacién religiosa, ahora se encomienda para evitar la muerte. Sabe cual fue la experien aque suftié Jestis por la arbitratiedad terrorifica y despiadada de la sticia del Estado: “en guiem el principe de este mundo no hallé nada digno de muerte y no obstante le dio muerte” (id.), y quiere ponerse a salvo del cerror irracional y arbitrario del Imperio paga- no dentro del Imperio cristiano, De las Confsiones ala Ciudad de Dios, tal es el via crucis que lleva del nuevo Padre al Estado. Con el cristianismo se produce la igualacién més inespera- da del pensamiento con la accién, y la penetracién mds profunda de la legalidad externa convertida en interna, Un ejemplo apare- ce en lo que el catolicismo lama la “justicia nueva, superior a la antigua’, es decit la justicia eristiana, interna, posterior a la justi- judia, externa, de los diex mandamientos: “Habéis ofdo que se dijo: no cometerds adulterio, Pues yo [Jestis} os digo: Todo el que mira a una mujer des ya cometié adulterio con ella en el corazén” (Mateo, 5, 275 Biblia de Jerusalem). Codiciara la mujer con el pensamiento, sentir sélo el deseo e imaginar el goce con ella es declaratse culpable, como si hubie- ra realmente fornicado: “ye cometié adulterio con ella en el cora- zn", La persecucién més honda fue alcanzada: sentir interna- mente un deseo imaginario es igual a realizarlo con la persona externa y real —con ella— que nos atrae. Ahora se castiga la in- izar el acto; por s6lo sentir las ganas. Dupli- legalidad, redobla la ley externa y politica del César conver- nte —desear a una mujer— estd en el origen de la vida, e5- igualacién y reverberacién en lo arcaico del desco aduleo se convierte en el fundamento de la prohibicién més profunda de de imaginar y de pensar por lo tanto —pues todo pensar sa sobre fondo de lo imaginario y del afecto. Esta igualacién desorbitada y monstruosa del pensar subjeti- |a realidad objetiva permite desde la realidad politica pene- en el dominio més profundo y personal del sentis, imaginar y de cada sujeto, quien de ahora en adelante debe amticipar- se y contener, negando, el desborde de su anhelo espontinco més o, el que brota de su corazin deseante, sin poder experi- propia condicién humana y orientatla socialmente. De la nueva afirmacién religiosa profundiza el espacio se conviere, pretendiendo en terror ala corporcidad pulsional y a la vida, en su afin persecutorio, ve visiones: toma las alego- se trata de buir y no Jas mujeres. La metéfora, asi entendida y la con sus contenidos fantasmales y los tert0- tiendo primero el cucrpo tertestre de las diosas madres, y al crans- formar la materia de la vida alcanzar la eternidad y la superviven- ndefinida por ottos medios. Los titos paganos de adoracién a Magna Mater eran ritos de fecundacién y produccién dedica- dos a la tierra y ala naturaleza. Con el cristianismo la Magna Mater pagana fue excluida y reprimida del imaginario masculino. La razén patriarcal y abstracta que la domina culmina necesaria- mente en la razén técnica, ligada al produetivismo infinito del ca- pitalismo, no a la satisfaccién del deseo vivo, y da muerte a la na~ raleza como antes dio muerte a los cuerpos vivos para salvar el alma, Para lograr dominaula y calcularla era necesario rendir a la naturaleza previamente en sus propias fibras; aterrorizarla en el ndamento més vivo de la carne gozosa y apoderarse de las ganas del cuerpo atertado y contenido. Habia que concebirla como na- turaleca muetta en su transformacién desmesurada. El Dios del cristianismo, espiritu eterno ¢ inmutable, fue el primer patrén de medida de las cualidades humanas despreciadas. {Qué meramorfosis se produce desde el origen del deseo y ganas en la corporeidad, que tiene al cuerpo de la madre, pri- ‘mer objeto de amor, para que ese impetu haya podido culminar en anhelo de acumulacién cuanticativa en el “cuerpo” numérico del capital, pero también para que necesite cobijarse en el cuerpo ico de la butocracia eclesidstica de la Madre Iglesia? Es lo que nos preguntamos. Podria decirse también que el cristianismo cexpresa la profundizacién en las relaciones de la esclavitud anti- ‘gua, hasta alcanzar una técnica subjetiva de dominio preparada is mecanismos psiquicos. Con el cris- no ar el conocimiento de muerie misma en tanto sentimiento subjetivo slo la antigua amenaza real y externa de muerte— se convirtié en una técnica objetiva de dominio, y apoyandose en el modelo agustiniano-paulista, penetré en la historia hasta un limite antes desconocido. Es ese cuerpo nuevo asi fraccionado, no el antiguo, invadido por un terror diferente, aquel del cual el capital se apropia, Por eso, en momentos en que se alcanza la sociedad gl balizada y el capitalismo criunfa, gno serd la matriz.h ico cristiano, susticuto degradado, tual idénea de reemplazo que la Iglesia le deja disponible al hombre al concederle en usufructo y sustituro de su cuerpo, per- dido y aterrorizado, sélo el cuerpo materno en tanto cuerpo mis- tico, para que por fin se logre realizar el encuentro entre la Ciu- dad del Capital y la Ciudad de Dios agustiniana? El cristianismo describe, configura y codifica entonces una nueva modalidad colectiva de enfrentar un derrumbe histérico. Por cso hasta un historiador catélico, Marrou, pudo decir en qué consiste el aporte de Agustin para la historia: “nos ensefia, con su ejemplo, un arte de vivir en tiempos de catdstrofe” (p. 10). Vv No es extrafio que Agustin haya recurrido a las Confésiones como forma retdrica de su filosofia teolégica. Es el lugar clave, su propia vida, desde el cual descifra los supuestos que unen los dos extremos de todo planteo consecuente: por una parte la for- ‘én infantil y social, imaginaria y consciente, y por la otra las cemisas que organizan el pensar y la accién adulta, para alcan- su conclusién politica. Lo que comienza con el drama sosla- o de la nifiez culmina con el drama adulto de la politica. Lo ue comienza con las Confésiones culmina con la Ciudad de Dios © suplencia del Imperio Romano interiorizado, Lo que co- nza con el derrumbe del mundo an\ io Catélico. Desde este campo de subjetividad asf constituido ueden leerse las categorias definitorias de las posiciones politi- cultura occidental y cristiana.? Hay que tener presente culmina en el Im- ‘mismo de una manera mucho més precisa, y mc! para el pensamicnto que piensa que el tiempo del catolicis n de los ciudadanos porque los concep- 2s, econémicas, politicas, militares y de Qué pensarian entonces evan que la imagen del crucificado fue primero la atertorizadora ame- naza de la dominacién romana en cada sujeto vivo. A esa imagen le agrega ahora, en nosotros, la del desaparecido, encapucha- do, torturado y asesinado por nuestros militares dlos otra ver por la figura de la madre Viegen, santa generala de las fuerzas armadas, apoyados por la Iglesia que, coherente, sa fieé la tortura nueva sobre el fondo de la tortura antigua. demuestra de la que hablo. trativasy la gestion pil reoteoria del reconciliable. Dos mura dela Ley estén en caus: os del poder encarmado; el otro, el sonia) y el estudio de la Ley la logics del juridismo ruido sobre un equivoco: de qu que los Occ: ios ono) desde ef momento jo Imaginaio” (Pieme Le Colofén Se diré que recurrimos en exceso a Ia interpretacién “ coanalitica”; afirmarlo se ir el psicoanilisis freudiano a su (© no considerarlo en canto psicolegta trascendencal, como queria Merleau-Ponty). Pero Agustin mismo nos autoriza a s psicoldgicas estan en clave ontoldy Jo més temido y nos propone instalarlo en lo més re- céndito de cada hombre —pero primero debe mostrar esa efica- como ejemplo, en sf mismo. Por eso nos ct fesiones, su propia historia para que tomemos el ¢j lamiento subjetivo narra la experiencia admi sé —y proponerse como mod de la amenaza de 1ra profunda, es ir un espacio interno para preservarnios del acosado y suefia despierto y consteuye la mitologi crrorizante que se prolongari en el occidente cristiano dur: siglos. Las Confériones claboran una figura poner de cuando se icga, y lo constituye como sujeto nuevo; lo abisal se hace pre- sente porque fue activado hasta sus primeras marcas. “La elevada erdad no se abre sino a aguel que entra en la filosofia todo entero y tar slo conta farcn inelecua, que ale” (K. aspes, San in todas sus cualidades sensi- sual del Ocvidente’, dice’ Js seyuidores ay la como un silogismo afectivo, pensado desde cuerpo y con el cuerpo, su narracién perteneceria al género de la novelada o de la fabu a slo la descrip- ieraria de una vida sin pretensiones de imponerse como modelo verdadero para todos sus semejances. No se hubiera con- vertido en el modelo espiritual para el occidente cristiano. Si se hubiera quedado en una confesién personal su propuesta no ten- mostracién vi tal, peligroso para la libertad humana, Por eso insistimos en t0- marlo tan en serio, Tan en serio que nos lleva a tratar de com- io de verdad —en verdad distinto al suyo— todas las descripciones c en detalle —y con qué minucia! su vida, demosteativos de la verdad que enuncia. Por primera vez tenemos acceso a la elaboracién d ia subjetiva reli- de los conceptos racionales sobre cuyo saliendo del campo imaginario de quien las produce como o, afirmacién teolégica y fantas- magoria psicolégica convergen en las Confésiones. Momento para preguntarse por la caida de los imperios fio que algunos posmodernos hayzn encontrado en la figura el modelo de soluciéa que vuelve a mostrarnos el It mite ante otta nueva decadencia? ZEs suficiente reemplazar el “Pour Marx” de Althusser con el “Pour saint-Augustin” de un postmarxista ignoto frustrado del 68, Claude Lorin sea dicho, para enfrentar la catéstrofe presente? m4

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