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TIO LENCHO ‘Gran eave de Jo que conocimos alguna vez como tio Lencho, fre algo tan escueto y poco espiritual como una { mayiscula; un hueso, donde habfan tallado 2 navaja tna cara fituday estrecha, que apenas'se dejaba initar de frente, tmientras su estatura espigada sobre- salfa bastante-més de lo corviente. Esto le obligaba a hacer inclinaciones en las puerias; pero también podta ser el tmico que consiguiera respirar aire puro en medio de ura multitud. pe 3. yh brid Mientras anduvo entre nosotros, vistié: siempre blusa y pantalén de dril blanco, lo que nos da por resultado un continente pucblerine poco descollante; solo que él supo mantener en todo tiempo la austeri- dad de su dibujo de caballero mesurado, fortalecids por una estrigta economia dle carnes; el pelo cano y ondulado, disciplinadamente unido al créneo, y por sobre todo el color azul de sus ojos (ciertamente dormides, como_si no lo acompafiaran totalmente) que le otorgaba una evidente superioridad frente a ls paleta_indefinida (el tono aguarapado, que cdominaba en todo el resto de la familia. No llegéa tener mujer propia, ni tampoco le conocimes alguna aventura prolongada que diera algo qué hablar. Tampoco el juego 6 el alcohol lo seduje- ee SALVADOR GARMENDIA ron, como le ocurriaa lamayoria de nuestros varones; de modo que su celibato se mantavo en estricta sequia, demostrando, a los ojos de todos, a misma teaidex que ostentaba su bastén de vera amarilla, un apéndice que lo acompaié durante la mayor parte de su vida tit, como si él y su garrote hubieran nacido de un mismo yientres En realidad, esa planta tan poco ornamental que fue mi tfo, supo mantener, por encima de nuestra familia, un resplandor de-yanidad y asombro. que evébimos con orgullo; y ejerefamos la protece su persona con toda diserecién, procurando que mantuviera alejado de todo contacto pemicioso, ¢% pecialmente de nosotros mismos, que siempre supi- fal coameraiia diane rahate papetsie beeps Pero el: caso es que: fueron pasando, los afos; pasando y levantando polvo por én: medio de-noso- tros; y- como todo lo que ha de venir llegaré alguna ver, on su dia, nuestra familia, que casi inexplicable- jrende. habte per peictido-cobieda bajo urhaiinio techo durante una buena parte de su historia, co- ‘menzé a presentar rajaduras y desprendimientos en su Hele tonics sci aie eae Vu ceei joes aeCae: ‘mestio ele grandes turbulencias Papé, como era de esperarse, permanecié unido a nosotros, sus ocho véstagos, con mamé a la cabeza, ‘mientras sus hermanos iban: escapando en direcciones. diferentes; no-asi tio:Lenche, que siguié conservando su lugar ex la casa, graclas ¢ su natwraleza refractarla que le ascguraba una severa inmunidad frente a las perturbaciones familiares. Un ramal, unio indisolu- 30 Tigstencwo blemente a la gran tripa umbilical por la que-papa se alimentaba de nosotros, resistid estoicamente las tem- pestades. Creo que tio Leucho, al igual que su hee ‘mano mayor, papa, nunca tuvo verdadera curiosidad por averiguar de qué manera los alimentos se las arreglaban. en nuestra casa para trasladarse a su boca, puntual ¢ infalibiemente tres veces cada dla, como pajaros- que vuelven distraidamente a sus nidosy y cémio, también, sus eamias, pantalones y piezas de ropa interior, volvian a aparecer, alrsidanadas y obe= dientes, cada mahana, en mitad de su cama, como st Ja misma santa Lucfa-entrara con ellos en sus brazos por la ventana. Claro que allf estaba el taller de costura de mamé, clevandose como el tinico soporte financiero de la familia, con sus dos operarias raquiticas, que-comfan sentadas en silletas de suela en un rine de la cocina, siempre neutras€ indiferentes al ruido: del mundo, como unas mufieeas de Hoffmann elaboradas pobre- mente en casa, con le poco que tenfamos amano, de modo: que apenas: conseguian remedae la vida muy medianamente; pero era que el trabajo de nuestras mujeres (metiendo en la cuenta a dos tias viejass no tias carnales, sino agregadas a la casa) nunea interesé demasiado a los varones de la casa. Los mas jévenes, las ocho eonsecuencias de una sigilosa actividad noc urna, que al parecer conocié sus afios de esplendor, limitabamos: nuestra. participacién a espiar por un agujerite a las clientas del taller de costura, cuando se levantaban’ el vestido ‘para probarse las hechuras dlelante de un gran espejo colgante. (Afios después, cuando hacia mis primeras lecturas dle cuentos de Hoffmann, sentfa que una’ imagen 31 SALVADOR RMENDIA traspasaba la pagina y se proyectaba en esa cercania inasible de la memoria: me veia amt mismo, agachado delane del agajero de la sala de: costura, espiando hacia una realidad distinta a lo comin; un otro: hdo turbador; enfebrecido, llena de sobresaltosy porque hubo mucho de ficcién. extravagante, eémica casi siempre, en toto le que yo habia sido cuando nifo, y eel mundo contrahecho que entonces me rodeaba, construido al capticho de cabezas adultas, dudosa- mente eticrdas,) Pero el caso es qué ni tio Lencho ni papa, contri- buyeron alguna vee al sostenimiento material de ta casa; y si bien el segundo consiguid: pasar ante el mundo por corredor de inmuebles, todss sabfamos que las especies que pudo haber offecide al mercado 11 esa actividad salieron siempre de su imaginacién; mientras soportabamos, de puertas adentro, su condi- ci6n verdadera de enfermo crénico: una cadena de dolencias, todas aburridas ¥ lemvtas, le hicieron chan- sdeteae por la casa la mayor parte de los dias desu vida En cuanto a tio Lencho, el oficio antes de su caida fue el de perfumi Je conocimas Preparaba sus liquidos y sus mixturasy en lo que Uamébamos: en casa el Jaboratorio; una instalacién misteriosa, ocalta en un pequetio cuarto, que é mismo se habfa hecho construir en un extremo del solar uniendo tablas:y hatas de zine. La puerta de ese estrecho santuario permaneci6 siempre cerrada para todo el resto de Ja familia. Transcurridos algunos dfas-de encierro, én eb:inte= rior de_aquella-especie de goncha de molusco que despedia:olores, tio: Lencho salfa de nacvo al sol, 32 Tio LEN ‘como si apareciera por: entre-los hastidores de un ‘escenario caracterizado para tina comedia de equive: con: sombrero de paja de alas anchas, cubierto’ de barni2, plateado. centelleante; pantalones. a. rayas, ccuyos filos podian:cortar como euchillos; fa corbata como una gran pieza ce vajila floreada y un baston= ito de offiamo flexible, que sustitufa a su vera, y silbsba en-su mano derecha como una especie de cluende festivo. En una pequera maleta verde, de lata, slesde donde nos sonrefan las ms vitarminadas denta- dluras del cine de esos afios, acarreaba mi tio sus productos de: tocadot (cudn lejos anéébamos de la verdad, pobres incautos), que iban a ser colocados de en casa por log puchlos vecinos; asf que una ver pasada la mere ea cll Aprtacrevestrincatce nosotros por lo menos durante tres-o cuatro semanas, Papé también solie borrarse de nuestro panorama por temporadas breves, aunque sus escapadas. munca lo llevaron més al de los limites de nuestro vecinda- rio, Un dia nos enterdbanos de que habs vuelto a cescaparse-en silencio. ySx duende aleobélico ler habia atespado nuevamente, toméndolo de las narices, y lo arrastraba hacia los mostradores; cantinas y pulperias de donde comerzabsn a llegarnos, bi pronto, vo- lando por sobre los tejados, los primeros partes de hratalla alaridos, injurias, salpicaduras de natives ro- tas... En fin; que una buena maans lo: trafan de vegreso &-casa, roto: envejecida, roncando de una manera tan aparatosa como si las visceras combustio- nadas se le atarugaran en la bocay Dormiriaentonces durante una noche descomunal, cuya duracién podia alcanzar hasta tres dias, cuando menos; al cabo de los cuales retoaba sin dificultad, 33 SALVADOR GARMENDIA xo tardaba en abandonar fs cama, volvis a agarrar el aso y Finalmente quedaba incorporado a fa hortnal dad. Y fue precisamente al término de’ uno de esos intervalos alcohélicos, cuando se encontré com una novedad inesperada. Qué le pasa x Lenche? —pregunté asombrado. —Esté enfermo —respondié. mami—, Se esta quedando paralitico (Coie! ‘Vio Lencho se tullfa, en efecto, El mismo dia en que apd contrajo la diltima ce sus demencias temporales, el tfo principié a-sufrir de una leve cojera. Dos dias mis tarde, a medida que iban Megando a casa los partes de batalla, tio ya no pudo levantarse de su silla en el comiedor, teniendo que ser transportado en andasa su cama. Alli le encontré su hermane cuando se precipité en la habitacién: —Lencho, gqué tienes? —lo interrogé, con un ligero suste en la. voz, Elenfermo quiso balbucir alguna respuesta, perg ya si lengua habfa quedado convertida en lo que seguiria siendo en adelante: un pedazo de came que habla sido. herviday puesta a enfriar y devuelta a su lugar de costumbre, afin de que durmiera para siempre entre sus muelasg Ante nuestros ojos asombrados, los esfuerzos del hombre por moverlos labios ¥ alzar un poco ba cabeza en la almohada se prolongaron indtiimente por algu= nos segundos angustiosos. Slo consiguié separar los labios unos pocos milimetros con extrema dificultad., Su cara quedé reducida a-una crispatura sin forma, y finalmente un sonido muy débil tembl6 en esa boca 34 secai un sonido sia traduceién posible, que al prolon- garse unos justantes, nos revelé por fin su patético Significado: por primera yee en nuestras vidas, lo ofamos llorar. En los dias que siguieron, consiguis: hacer unos poces visajes con los brazos. Después, sélo los ojos pucieron sostener tn poco de animacién inteligente, pero trémult y desesperada, como. si. ellos solos pretendieran juntar fueras, que no tenfan y que tampoce hubieran podide encontrar, para expresarse por sf mismos) En adelante, sélo esos ojos consiguieron reflejar el ardor inconforme, ¢l ansiade la-vida que pugnaba por aleanzar dem que habla quedado fundida a fa almohada. Sills? —grit6 papa, al escuchar el diagnéstico que acaba de pronuneiar el doctor. —Cuatro cruces, sefior. Un pequefio cementerio privado. La espiroqueta pallda'se ha estado comiendo vivo a:su hermano. Puedo asegurarle que él jamas poch pptopios pies. —Pero,,. como, —Su enfermedad es el producto lamentable de una vida de excesos, sefior mio, Treinta aiios de aguar: dhiente y putas, El tuvo que ser un libertinoy de eso no ne cabe la menor duda. A partir de ese momento, la vida verdaders del perlumista fue aparceiendo y ramifiegndose por en Inedio de nasotres, a medida que’ un inenarrable memorial de egeindalos ». perversidades convirtio a ‘a porcién de nuiestra sangre en un fantasma ubicuo capiz de espantar en cien lugares diferentes: en un elaine; desde una méscara de cero volver a abandonar la cama, al menos: por Sus 35 SALVADOR GARMENDIA mismo momento. Asi la erénica de sus correrias fue formand wn éspeso volumen, recbida por boca de extrafios que nos visitaban con este slo. fin desde pueblos vecinos, 0 por medio de cartas:y mensajes furtivos-que podian aparever en cualquier momento por debajo de la puerta de la calle o en Ja letra de alguna’ mano misteriosa, dejada en las paredes del zaguin. Asi supimos que-aquel inofensive comercio de perfurnista no fue en realidad otra cosa que un ropaje de teatro, destinado a ocultar ante nosotros el charla- tin itinerante que habia sido mi tio manipulador de filtros amorosos, esencias africanas, sahumerios, tisa= nas abortivas y_pécimas recomendadas para el ardor viril; al paso que sus impetus venéreos, desaforados, fueron enzarzando toda una-cadena de escéndalos que estremecieron los puchlos vecinos, entre los cuales se escurria escudado en nombres diferentes; todos Jos ‘cuales eran pronunciados entre signos de admiracién, tanto en las casas del pecad come en los garitos y los bolos sComo seductor y padrote, sus frutos hubiesen podtito poblar los bancos de una escuela: primariay Destroné grandes reputaciones aleohoheas, humillé prestigios de tahtires y sembré cornamentas suntuo- -gas-en cabezas de padres de familigy Estoy seguro de que no pude haber en todo aquel distrita, ni lo haba, tal vex en mucho tiempo, en el mundo, un libertino tan. prolijo, amparado en: una caparazon de tal maneta adusta y desabrida, Pues bien: en uno de esos dias, nuestro estado mayor tomé la determinacién de allanar el xborato- tio, recinto que seguiamos mirando con tentadora 36 Tio LENCO desconfianza en su retiro, convencidos de que en su interior algtin secreto de naturaleza viscosa y nausea bunda se pudeia lentamente- Roto el candado y abierta la puerta, una oleada de perfume y hedores confiundidos, cuyo crecimiento ya habia rebasado la eapacidad del local, pasé rugiendo por encima de nosotros, se derramé en eb patio, y subié a los-tejados hasta hacerse presente en las casas diel vecindatio, Al mismo tiempo, ya los muchachos nos habjames deslizado por entre las piernas de los mayores y habfamos cruzado el umbral, cuando unes zritos escandalizados de mamsi-nes: hicieron: salir en volandas del recinto, Regresamos a él, como no es diffeil imaginarla, escurriéndanos secretamenté por un agujero que conseguimos abrir en el techo y asf pudimos posar la mirada, por primera y tinica vez, en tuna visién extravagante que a todos nos clavé. por igual en el piso, Cubria aquellas paredes un muestrarto insolente de recortes, cramos ¥ fotografias del natural de mujeres semidesnudas o desnaclas completamente, solas 0 en corrillos, de pie « sentadas, yaciendo en almohadones, dlanzando o jugueteando, en medio dle una profusi6n viluctada de vellos pablicos, traseros sorprendides en. poses obsequiosas, mamas exuberantes; y en medio de ‘odo esto, el fantasma de una mano de tio Lencho que parecfa moverse de un punto a otro, lépiz en mano, hacienda. intervenir partes masculinas, gphiestas y cesuberantes; queentraban con arrogante familiaridad on lugares. que la naturaleza parece haber destinado a (tins. ines Durante el primer afio de sw enfermedad, Lencho cestuvo al cnidado de nuestra familia, hasta un dia en. 37 SALVADOR GARMENDIA que mamé resolvié ponerlo-en circulacién, Desde ese momento, el carapacho fue obligado a recorrer varias veces en diversos sentides el pais familiar, siendo recibido, de peor en mejor gana, en una u otra casa, 38 fuera por unas pocas semanas o por largos perio: dos. Una que otra vez lvia a caer entre nosotros, (okie prin edocs eae esqueleto ya apenas sobresaia de la cama Fue, pues, en el altimo jalén de esta travesfa accidentada, cuando tio Lencho: fue depositade en Barrioajuro, un vecindario que ayud6 a construir y detender uno de los hermanos de mama, mi tio. Julian, ‘en la falda de un cerro de verra leonada, frente al mar Caribe. La manera como esta bartiada vino a figurar entre los mucios nacimientos apresurados. que continua- mente tienen lugar en: los farallones de ln costa constituye una de esas historias que se desencadenan ene! términode unas pocas horas, pero que, al mistno tiempo, chvuclven la existencia de montones de seres. Con licencia de ustedes, me detendré a: contarla brevemente Una mafana, mi tio Julién se puso al frente de una cuadrilla de sin techo que habia ido recalectando en distintos lugares del litoral, y marché con ella, en silencio, a-un lugar que: habia escogide previamente en las vecindades de Catia la Mar; un peiidn salitroso. que hundia su nariz en el mar. EI risco se elevaha en punta buscando les nubes, sin albergar en sus paredes nds que cactus y acacias raquiticas, pero los insurgen- tes, sin dejarse ganar por ef desaliento a la vista de aquella acumulacién de sed vuelta piedray emprendic~ ron el ascenso, formando una linea sinuosa, encima de 38 tio LENcHo ‘a cual se movian toda clase de enseres domésticos, tablas y cachivaches de las més variadas procedenciasi, como los sobrevivientes del naufragio en alguna no- vela de aventuras, que se disponen a tomar posesién del pedazo de mundo que les tocé en suerte. Asi, se dispersaron por la tierra inhoyada, donde cada cual (un mayor ntimero de padrotes: en: el colectivo, Los segundos, andarian regados por alli, intentando fomentar nuevas eolme= has de desposefdos), en nombre de sus sangres, poddia escoger la parcela de su preferencia y-disponerse a ‘evantar cuanto antes su vivienda, Pronto, el dia cuaj6 por encima del mar y las wedida que entraba el mediodia, se fixe vientres que de montaiiagy a lenando el aire: de esa sustancia del Caribe, seca y luminosa, en donde eb tiempo: parece atascarsea Roznaron machetes y excardillas y pronto fueron spareciendo Tas primeros claros en la vegetacién Los mésculos brillaron bajo el sol metilicos chachos semidesnudos volaban excitados en todac direeciones, entre los aullidos de las mujeres, apitanas de grupo que Hamaban indtilmente al or- den, Hl rancherio ya empezaba a mostrarse desde abajo. {hn un momento, parecié que el suelo recalentado habe principiado a agrietarse por muchos higares a \\n mismo tiempo, dejando escapar espirales y nubes de humo ceniciento, crando las mujeres encendieron logones de lefia y-se emper6 a preparar el almuerza, Se trabajé hasta después de media noche, de modo jie los colonos pudieron descansar por primera vez. tnjo unos techos frégiles, casi enteramente simulados, (jue crujian y temblaban con el viento, 39 LVADOK GARMENDIA Despertaron, a pleno da, en sus:casas de aire y todos salieron y se encontraron y se miraroi a las caras como si despertaran de una borrachera, toxpey encegiiécidos en medio del derrame solar; porque la Iizno parects venir de las nubes sino subir hacia elas; como un desprendimiento:de enengia salido de un mar escamoso y sanguineo, que brillaba alld abajo: No habia avanzado mucho la mafana, cuando tres patrullas dela. Policfa: Municipal se’ detuvieron al horde de Ia carretera que-pasa al pic del cerro. Los uniformados hajaron, sicudiendo sus sabes, como dando a entender que se hallaban dispuestos 2 lanvzarse inmediatamente:ai combate; sin embargo, se quedaron allfaguardando sus drlenes con las Cabezas levantadss, las bocas abiertas y lus ojos achicados por el ardor del: sol, observando’ con. incredhlidad -al enemigoque aguardaba, dispersoven toda Ia falda del cere: los restos de un ejérito desafortunado, que ‘nicamente habia conocido-derrotas. Los pequeios grupos familiares parecfan posar en silencio para una fotografia’ del diario de mariana, jumto_a sus montones de desperdicios, embriones de hn heal ess ERT RSE clan cnande. Abundaban las mujeres, con sus cries més recientes en brazos'y muchos otros, alrededor, que ya habfan sido, entregados al suslo. Los adalescentes apenas si evaban algin apo encima, y mostraban los mésculos graciosamente-dibujados, que brillahan bajola humedad de la piel como herramientas nuevas. La ley permanecio en ke misma actitud un buen rato, hasta que su Oficial, mediante un gesto. xago, cuyo sentido fue inmediatimente interpretado por el grupo, ordend ef regreso a las-patrullas y éstas no 40 rio LENeHO tardaron en hacer camino en despaciosa fla india, opacas y decepcionadas, como si siguieran’ aun cortejo finebre. Tio Julian contindossiendo:el amo del barrio: En sus mejores tiempos, brillé entre sus vecinos como curan- loro, a ratos picapleites y lider vecinal; yast vio erecer on paz su fima, a medidaque la comunidad se expand y la viviendlas, por lo'menos uinas cuantas de ellas, fueron adquiriendo alguna clase de formali- dacl urbana, Pues bien; tfo Julidn fueel tinico jefe de familia que recibié con entusiasmo la encomienda de albergar a tio Lencho en st casa {Yo lo cuiral —grité muchas veces, zanqueande y manoteando’ por el cuarto—. iJuro por mi madre «que lo curo! —replios otras cien veces, dando vueltas one un obseso delante de la cama del vullide: ‘Tio Lencho To seputa con los ojos, el tinico punto de su_cuerpo al cual se aferraba la vida como un par de garras. Sin duda, algiin presentimiento fatidico daba ‘tas en su cabeza. —Desniidentor {LHI grito estall6 de repente; y de inmediato’ sus

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