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OBRAS PASTORALES Y ORATORIAS pe. D. IGNACIO MONTES DE OCA Y OBREGON OBISPO DE LINARES ~ DOCTOR EN TEOLOGIA Y AMBOS DERECHOS C. DE LA R. ACADEMIA ESPANOLA Tomo I] MEXICO IMPRENTA DE IGNACIO ESCALANSE BAJOS DE SAN AGUSTIN N. 1 1884 CONTIENE ESTE TOMO Tres oraciones finebres, y varios sermones, discursos y homilias de circunstancias, Apvertencia Previminar. IL coleccionar sus obras pastorales y oratorias, se ha propues- (Ae y to el autor que cada tomo contenga materias completas con total independencia de las demfs. A este fin no incluyé en el tomo primero mds que piezas referentes 4 su gobierno de) obispa- do de Tamaulipas, dejando para el presente algunos discursos que, aunque compuestos durante su episcopado en aquella: regién, poco 6 nada tenfan que ver con dicho gobierno. Se afiadiefon, por vf@ de no- tas, algunos documentos importantes, y lo que se denomind «Paginas sueltas de la Historia del Concilio Vaticano», En diversas épocas se habia instado al autor para que publicase, 5 permitiese que otros publicaran, en forma de libro corresporidencia . VI que durante el Concilio envié de Roma 4 la « Revista Universal. » Razo- nes poderosas, que no es del caso expresar, lo habian movido 4 negar- se 4 tales deseos; no siendo la menor el considerar que muchas cartas habfan perdido su interés, y que el resto no bastaba para componer un volumen de regulares dimensiones. En la presente coleccién encontré el modo de satisfacer 4 sus amigos, reduciendo 4 ocho breves capitulos los dos libros, de mds de veinte cada uno, que constituian la obra pri- mitiva. En el primer tomo se pusieron por orden cronoldgico todas las pie- zas, as{ pastorales como oratorias, asi sagradas como profanas. En este segundo tomo no pudo guardarse el mismo orden, conteniendo dis- cursos sagrados predicados por el autor en un perfodo de tiempo que comprende veinte afios, en diversos lugares y paises, antes y después de su elevacidn al episcopado, antes y después de su traslacién de Ta- maulipas 4 Linares. Por veneracidn al augusto Difunto, se did el primer lugar al elogio finebre de Pio IX, de santa memoria; y naturalmente siguieron las otras oraciones fiinebres. Junto 4 un sermén de Epifania, predicado en 1863, aparece otro sobre igual asunto pronunciado diez y ocho afios més tarde, Después de un sermén al inaugurarse un nuevo temploen Silao, en 1868, se ha colocado el sermén con que el afio préximo pa- sado se solemnizé la bendicién de un santuario en Monterrey. A un discurso para una misa nueva, sigue otro para la consagracidén de un Obispo; y de igual manera se han ordenado los demés, no por fechas, sino por analogia de asuntos. Muchos de los discursos contenidos en este tomo ban visto ya la luz publica, y han sido recibidos no sin agrado: otros son inéditos, y aun- que de poco mérito, se han incluido en la coleccién en obsequio de los noveles predicadores que puedan pasar los ojos por el libro. Suce- de 4 cada paso 4 quien tiene de repente que preparar un sermén, que se encuentra perplejo, y necesita orientarse, leyendo algtin discurso re- ciente sobre el asunto que se le ha encomendado, de preferencia 4 otros VIL de época remota, aunque infinitamente superiores. Con este objeto se han insertado el ferverin para una primera comunién, la platica 4 los confirmandos, y algunos otros. El tercer tomo contendrd, si Dios permite al autor publicarlo, los actos referentes 4 su episcopado en Linares, y varios discursos sagrados y profanos pronunciados en esa época. El cuarto y quinto se compon- drén exclusivamente de piezas destinadas 4 sacerdotes, El autor da las gracias 4 sus venerables colegas en el episcopado por la proteccién que han empezado 4 dispensar 4 su obra, y que espera no le negardn en lo futuro. Enero de 1884. ELOGIO FUNEBRE De Nvesrro Saytisito Papre EL Para Pio 1X, PRONUNCIADO EN Las SOLEMNES EXEQUIAS CELEBRADAS EN LA IGLESTA PARROQUIAL, ve Tawetco, EL Dia 8 DE Manzo vE 1878, TRIGESINO DE LA MUERTE DE Su SaNTrDap. ERIT EXIM MAGNUS. Ha DE SER GRANDE, Luc. I, 15. A no hay duda, Hijos mios. Por mas que pon- gamos en cuestidn la autenticidad de la triste noticia; por mas que desconfiemos de Ia veraci- dad del alambre telegrafico; por habituados que estemos a ver desmentidas mafiana, las nuevas que hoy se nos trasmiten de allende los mares, nuestra desgracia es cierta, nuestro luto seguro, nuestra orfandad inevitable. Pio IX ha muerto. La cabeza de la Iglesia 4 que perte- necemos, nuestro Padre y favorecedor especial ha des- aparecido para siempre. Esa figura gigantesca, que por tantos afios nos habiamos acostumbrado 4 mirar.sobre 4 el solio de San Pedro, ya no nos sostendré con sus pa- labras, ya no nos estimulard con su ejemplo, ya no nos animara con su fortaleza. El Pontifice augusto que eri- gid nuestra didcesi de Tamaulipas, que os proveyé de Pastor y consagré 4 vuestro primer Prelado, ha pagado 4 la naturaleza el imprescindible tributo. Menos hieren las flechas, cuando las vemos venir con tiempo sobre nosotros, dice San Gregorio, minus jacula Seriunt que previdentur,; pero hay desdichas que mien- tras mds previstas mds abruman; mientras mds espera- das més afligen; mientras mds diferidas mds anonadan, Tal sucede, Hijos mios, con el golpe que la Providencia Divina acaba de mandarnos. Hace largos afios que la muerte de Pio IX era el tema ordinario de las conver- saciones entre amigos y enemigos; cada bendicidn te- miamos fuese la ultima, cada palabra la postrera, cada vez que besdbamos su planta, crefamos no volver 4 go- zar de igual felicidad. Y sin embargo, Pio IX vivia, Pio 1X reinaba, Pio 1X con su vida milagrosamente pro- longada, burlaba las infandas esperanzas de los enemi- gos de la Iglesia. Pero ya Ilegé también para el Vicario de Cristo la hora que presto 4 tarde tiene que sonar para todo mortal, y de que no quiso eximirse ni el Hijo de Dios. Lloremos, Catélicos, sobre esa tumba gloriosa, Depositemos nuestras flores en el sepulcro de ese hom- bre verdaderamente grande: grande como rey, grande como Pontifice, grande como santo. Si ha habido algu- no de los descendientes de Adan, 4 quien pueda con jus- ticia Iamarse, como la Escritura apellida al Bautista, grande por excelencia, evit enim magnus, este hombre es sin duda el glorioso Pontifice que acaba de desaparecer. 5 Cualquiera otro elogioseria rebajarlo; cualesquiera otras palabras nada afiadirian 4 su gloria; por mas que hojea- se los fildsofos antiguos y los Padres de la Iglesia, por mas que buscase textos en las Sagradas Escrituras, na- da podria hallar que os diera mas cabal idea de su gran- deza. Grande fué Pio IX antes de la exaltacién al sacerdo- cio, grande cuando recibié la imposicién de Jas manos. Grande se mostré bajo la mitra episcopal, y grande con la purpura cardenalicia. Grande fué al aceptar la triple diadema del Supremo Pontificado, grande entre las acla- maciones del pueblo, y entre la mofa de los ingratos que tan mal pagaron sus beneficios. Grande fué perdonan- do, y grande sosteniendo los derechos de la Iglesia. Grande fué al afiadir una nueva corona 4 la Madre de Dios, y grande al definir en pleno Concilio las prerroga- tivas pontificias. Grande lo contemplamos en sus triun- fos y progresos, grande en su bien conducida retirada, en su gloriosa derrota, en su larga prisién. Grande fué en su vida, grande en su muerte; grande es sin duda en el trono de gloria 4 que el Sefior lo haconducido. Pue- blos de la tierra, generaciones todas, rodead esa tumba, y decid si habéis contemplado jamds tanta grandeza. Yo, Sefiores, deslumbrado con tanto brillo, embarga- da mi mente con la pena, sobrecogido de temor ante un espectdculo nuevo en mi vida, el dolor, el estupor, la ad- miracién anudan mi lengua, y no puedo mas que repetir maquinalmente las palabras del Eclesidstico: Ved afd, ved aht al sacerdote grande, Catdlicos 6 heterodoxos, cris- tianos 6 infieles, adictos al Pontificado 6 enemigos de la Iglesia de Cristo, mirad ahi al varén intachable, amigo 6 de Dios y de los hombres, que fué agradable 4 Jehova en los largos dias que peregrind sobre la tierra. Mirad, mirad al sacerdote insigne en quien nadie pudo hallar jamés la menor mancha; que 4 los ojos del Sefior fué jus- to, y 4 los del mundo santo y glorioso. Ved, ved ahi al sacerdote grande; ecce sacerdos magnus qui in diebus suis placuit Deo et inventus est Justus. En verdad, Sefiores, que no voy 4 tejer su elogio, ni a trazar la historia de su pontificado. Si tal fuera mi mi- sién, preferirfa guardar silencio por ahora, y esperar 4 que de otras comarcas Ileguen las elocuentes palabras que ilustres varones pronunciardn en loor de Pio IX, para repetiroslas después, como eco humilde. Pero el primer Pastor de Tamaulipas tiene una deu- da muy especial hacia el Pontifice que acaba de exhalar el ultimo suspiro. Como catdlico, he venido en medio de mi pueblo 4 deshojar flores sobre su tumba y a ofrecer por su alma bendita el incienso de mis tibias oraciones. Como Obispo, os he convocado 4 asistir al solemne sa- crificio en que mis manos han inmolado, en honra y sufragio suyo, al Cordero inmaculado. Pero como con- sagrado por sus augustas manos, como favorecido por Pio IX, algo mds le debo, y seria un ingrato si en este dia tristisimo me contentase con tributarle un homenaje ordinario. En su regia antecdmara, en su ejército, en su dorado calabozo, de cerca lo vi, de cerca lo traté, y me colmé de beneficios su soberana munificencia. A mi Jefe, pues, 4 mi Soberano, mi Amo, mi Bienhechor y mi Pa- dre, os convido 4 llorar y admirar. Quédese para otros el compilar la crénica de su larguisimo reinado, el escri- bir la historia del Concilio por él convocado, el enume- 7 rar los concordatos hechos por su orden, los monumentos debidos 4 su regia liberalidad, los establecimientos por él fundados. A otros toca hacer resaltar la sabidurfa de su politica, la prudencia de sus concesiones, la oportuni- dad de su resistencia; otros en fin, santos como él, po- drdn (permitidme esta reminiscencia de Santo Tomas) podrdn encarecer las virtudes del Santo que ha sido tras- ladado 4 los cielos. Mi tarea es mds humilde, mds facil, mas’ sencilla. Se reduce a dejar al corazén Ilagado exha- lar libremente sus gemidos, y 4 recordaros, 4 mas de al- gunas fechas importantes, unos cuantos sucesos de los mds prominentes, presenciados no pocos por quien hoy - os invita 4 mezclar vuestro llanto con sus lagrimas de gratitud. Era Ia primavera de 1792. Las brisas del Adridtico mecian en la pintoresca Sinigaglia la noble cuna de un infante, que al mismo tiempo que las rosas de Mayo, ale- ’ graba la ya fecunda unién de Jerénimo Mastai y su es- posa Catarina Solazzi. Oriunda de Lombardia, hacia tiempo que la ilustre familia se hallaba establecida en los Estados Pontificios, y més de un siglo que el titulo de Conde se habia conferido 4 sus primogénitos por el Duque reinante de Parma y Plasencia. E\ apellido Ferreti se habia afiadido al de Mastai, en consecuencia de una alianza con una rica heredera de este nombre, y en el escudo de armas de Pio IX, nos hemos acostum- brado 4 ver unidos al leén del segundo, las barras corres- pondientes al primero. Aquel nifio, destinado 4 una vida casi tan larga como la del Apéstol predilecto de Jesus, 4 llevar cual éste, sin morir, la corona del martir, y 4 cuidar como él de la hon- ra de la Virgen Santisima; aquel nifio, de quien ya desde entonces podia decirse como del Bautista: este peque- fiuelo sera grande delante del Sefior, porque la mano de Dios esta con él, Ate puer magnus coram Domino, nam et manus ejus cum ipso est; aquel nifio tres veces privilegia- do, al recibir en la sagrada fuente, juntamente con el 9 nombre de Maria, el del Precursor y eldel Evangelista; fué puesto bajo el amparo de tan esclarecidos protects: res." El nombre del glorioso Principe del Colegio Apos: télico 4 quien estaba destinado 4 suceder un dia, y el del santo agricultor espajiol, le fueron afiadidos por su pia- doso tio y padrino el.Canénigo Mastai, quien al regene- rarlo en las aguas del bautismo el dia siguiente 4 su nacimiento, lo Ilamé Juan Marta, Juan Bautista, Pe- DRO, IsrpRo. Apenas nacido, resonaron en la vecina Francia aque- llos gritos baquicos que inauguraban una éra de sangre y de horrores, de trastornos radicales y cambio total en principios, en ideas, en la vida social, religiosa y politi- ‘ca del orbe entero. No era aquel el siglo de la electrici- dad ni del vapor; pero en alas de la fama Ilegaron las infaustas noticias 4 perturbar la paz de los apartados moradores de las riberas del Adridtico. ;Penetraron las nuevas ideas en la familia Mastai-Ferretti, como mas tarde se le eché en cara, 6 fueron por ella miradas con ’ horror y rechazadas de su seno? Los hechos, Sefiores, hablan mas alto que las conjeturas, y sabemos que el padre del futuro Pontifice, gonfalonero de su ciudad natal, en tiempo de la ocupacién francesa se mantuvo fiel 4 su soberano; y aunque templada con aquella suave pruden- * cia y contemporizacién que legé en herencia 4 su augus- ta prole, desplegé gran firmeza ante el invasor. Sabemos que uno de los hermanos del Conde, padecié dura pri- sién por haberse rehusado 4 reconocer la autoridad del jefe francés, y que toda la familia Mastai sufrié grandes vicisitudes 4 consecuencia de su patriotismo y lealtad. -Vemos igualmente al nifio Juan Mastai, en aquella épo- 2 10 ca de entusiasmo marcial y de furor revolucionario, en- viado 4 la temprana edad de once afios, no 4 un colegio militar ni 4 una escuela ndutica, sino al seminario ecle- sidstico dirigido en Volterra por los religiosos que fun- dara San José de Calasanz. Pero en vano te afanas, tierno nifio, en seguir una senda por que Dios no parece Ilamarte. Esos violentos ataques epilépticos, que empiezan 4 afligirte 4 la edad de diez y seis afios, te hacen intitil para el sacerdocio. Es verdad que un afio después te confiere la tonsura el venerable Prelado de Volterra, Monsefior Incontri; pero es debido 4 su amistad con tu piadosa madre, y las sa- gradas érdenes te seran negadas por él y por todos. Mar- cha, marcha 4 Roma, 4 proseguir tus estudios eclesidsti- cos; todo seré en vano, alli recibirdés nuevas pruebas de que no te llama el Sefior al santuario. En efecto, Sefiores, en 1810 invadieron los franceses a Roma, y el enfermizo Abate Mastai se vid obligado 4 volver al seno de su familia, y 4 abandonar carrera y es- tudios. En breve tiempo todo cambié en Europa y en la Peninsula Italiana, y el joven tonsurado recibidé so- lemne intimacién de presentarse, no ante su Obispo 4 recibir las érdenes, sino ante el Virrey de Italia, 4 for- mar parte de su guardia de honor. jBendita epilepsia! Esta impidié al seminarista desenvainar la espada, y preservé 4 la Iglesia un gran Pontifice. La Providencia abatié al Coloso, restablecié en su trono al Vicario de Cristo, y en 1814 el joven Mastai presenciaba en Roma la entrada triunfal del augusto Pio VII, de vuelta de su inicuo cautiverio. Los nombres del Abate Graziosi, del Canénigo Storace, de Monsefior Caprano, quedardn con- 11 signados en la historia, mds todavia que por su saber como tedlogos y jurisconsultos, por haber formado como profesores y amigos al futuro Jefe de la Cristiandad. El Venerable Siervo de Dios, Vicente Maria Strambi, Obis- po de Macerata, contard entre sus méritos el haber guiado los primeros pasos del que fué mds tarde Pio IX, por la senda del evangelista y del misionero. Los habitantes de la provincia de Sinigaglia conservaron por mucho tiempo la memoria del celo, sencilla elocuencia y fervor apostélico del menorista Mastai, que acompafié 4 aquel Prelado en sus tareas, en las misiones que 4 tantos con- virtieron, hacia mediados de 1818. Contaba ya veintiseis afios, y su salud algtin tanto mejorada le permitié recibir el subdiaconado en Diciembre de 1818, y en Marzo de 1819 el orden jerarquico del diaconado. Veis, Sefiores, que desde la aurora de su vida se con- sagr6 voluntariamente al Sefior; que no hay en la histo- ria de su juventud ni descarrios ni devaneos, que desde muy temprano dié su nombre 4 la milicia de Cristo, de buena voluntad y aun antes que sus tiernas manos pu- diesen sostener el sable que jamas empufid. Veis que desde su infancia se acostumbré 4 los combates y 4 las luchas, y en tan dura escuela fué adquiriendo su alma ese temple de acero, de que did muestras hasta sus ulti- mos instantes. No todos quizd comprenderéis cudnta constancia, cuanta fortaleza, cudnta grandeza se necesi- tan para continuar una carrera literaria cuando todo nos induce 4 cortarla; para obstinarse en penetrar en el san- tuario cuando los hombres, y 4 veces aun Dios mismo parecen repelernos; para escuchar la voz del Sefior que interiormente nos sefiala un camino, y exteriormente 12 parece indicarnos otro totalmente contrario. Cuando la salud falta sobre todo, cuando el cuerpo esta débil, si el alma no es muy grande, ella también se doblega, y se rinde, El joven Mastai-Ferreti triunfé con su constancia de todos los obstdculos, y vencedor aun de la terrible epilepsia, fué por fin ordenado sacerdote el Sdbado de gloria de 1819, por Monsefior Caprano, Arzobispo de Icomio, en la capilla de la habitacién que el Prelado ocu- paba en Roma, en el espléndido palacio de los Dorias. II Hay en Roma una iglesia, que no figura por cierto en primera linea, entre las trescientas que se elevan en la Ciudad Santa. Ni todos los viajeros la visitan, ni se halla su descripcién en todas las guias de forasteros: esta dedicada 4 la Madre de la Virgen Santisima, y se desig- na con el nombre de Santa Ana de los Carpinteros. Este pequefio templo, célebre hoy en el orbe entero, se halla- ba decorado suntuosamente el dia de Pascua de 1819. Por primera vez el Abate Mastai, recién ordenado pres- bitero, celebraba el santo sacrificio: habia obtenido, al recibir las ultimas ordenes, las licencias necesarias para ejercer el santo ministerio, aunque 4 condicién de ser siempre asistido de otro sacerdote, por temor de nuevos ataques epilépticos. Los nifios del vecino hospicio formaban devota coro- na en derredor del nuevo presbitero, de cuyos labios esta- ban acostumbrados 4 oir continuas platicas espirituales. La compaiiia de estos desvalidos era su delicia, aun an- tes de su ascenso al sacerdocio, y nombrado director del establecimiento por el Papa Pio VIL, dejé alli indeleble memoria de su caridad y de su celo, de su dulzura y de su firmeza, de sus virtudes y santidad. - Parece que Roma, tan abundante en eclesidsticos y 4 en religiosos, en institutos de piedad y en practicas devo- tas, presentara un campo bien estrecho para el sacerdote sin cura de almas que quiera ejercitar su celo apostdlico. Y no es asi, Sefiores. Un jardin mientras mas cultivado, mayor necesidad tiene del cuidado del jardinero. Las florecillas que en medio de un inculto campo no Ilaman la atencién si crecen con poca simetria, 6 tienen sus pé- talos algun tanto manchados, en el pensil de noble quin- ta nos parecen defectuosas si el viento las doblega, si el polvo empaiia el brillo de sus hojas. Asi es que de con- tinuo las observamos, y aun sin tener encargo especial, nos acercamos 4 regarlas, 4 enderezarlas, 4 limpiarlas. Asi acaece en la Ciudad Eterna con las flores de pie- dad y de religién; y el celo del sacerdote Mastai-Ferre- ti, nombrado casi al tiempo de su ordenacién canéni- go de la Basilica menor de Santa Maria in Via Lata, encontré donde ejercitarse, y no permanecié por cierto indtil. Presto fué Iamado 4 mayores tareas. Escuchad, Se- fiores: que esta parte de su vida muy directamente nos toca. Era el afio de 1823. Las inmensas posesiones de Es- pafia en este lado del Atlantico, después de luchas mas 6 menos largas y sangrientas, se habian emancipado de la antigua metrdpoli. Una multitud de Republicas ha- bian nacido en Ia América del Sud, que formadas por manos inexpertas, gobernadas por hombres no acostum- brados al mando, resentidas de los trastornos sufridos, y que jay! tenian que continuar por largos aifos, forma- ban entidades de cardcter confuso, indeterminado, indis- tinto, en lo social, en lo politico, en lo religioso. Ni 35 reconocia su independencia la Madre-patria, ni tenfa modo de sujetarlas. Ni rompian ellas del todo con las antiguas tradiciones, ni adoptaban en su totalidad un nuevo sistema. Se jactaban de ser catdlicas antes que todo, y sin embargo, reducian 4 la prdctica teorias disol- ventes poco en harmonia con los principios de la Iglesia. La mayor parte de las didcesis estaban vacantes; la dis- ciplina del clero mucho habia sufrido en las recientes guerras; el pueblo se iba resintiendo cada dia mds de la falta de pastores. Por otra parte, los nuevos gobernan- tes, al par que negaban todo derecho divino y clamaban contra las prerrogativas de los reyes, se arrogaban los antiguos derechos de los monarcas espafioles, y preten- dian ejercer en el santuario una influencia indebida. Era indispensable atender 4 esta parte tan numerosa cuanto lejana del Rebaiio universal confiado 4 Pedro; y si bien los vinculos diplomaticos que ligaban al Sobera- no temporal de Roma con el rey de Espafia, impedian al primero tener relaciones oficiales con los que el se- gundo consideraba Estados rebeldes, el Soberano espi- ritual del universo no podia prescindir del deber y de- recho de apacentar 4 todas sus ovejas. A tratar, pues, si posible fuere, con los gobiernos que, aunque republica- nos, se pregonaban catdlicos en el Sud del Continente Americano; 4 atender de cualquier modo que fuese 4 aquella porcidn de la grey, poniéndose en contacto con el pueblo, si no se podia con los gobernantes, envid el Pa- pa Pio VII, como delegado suyo, 4 Monsefior Muzi, y en calidad de auditor le acompaiié el Canénigo Juan Mastat-FErrerTI. No era entonces una travesia del Océano lo que es 16° én esta época de adelantos materiales: un viaje de re creo, de corta duracién y comparativa seguridad. Era preciso cruzar la inmensidad de los mares en frdgiles carabelas, atenidas al soplo siempre incierto de muda- bles vientos, expuestas no sdlo4 las borrascas, sino 4 los asaltos de piratas, que ya descaradamente, ya cubiertos con pabellén de beligerantes, surcaban las aguas en to- das direcciones en busca de botin. A todos estos ries- gos, y 4 otras mil aventuras, se vid expuesta y sujeta la Delegacién Pontificia, que habiéndose hecho 4 la vela del puerto de Génova en el tempestuoso Octubre de 1823, arribé 4 principios de Enero del afio subsiguiente 4 la remota Monte Video. Casi contaba ya treinta y dos afios el auditor Mastai: gcémo es que siendo de noble alcurnia, de relevantes prendas y conocido del Pontifice, no lo vemos figurar 4 la cabeza deesa misma misién votraparecida? ¢Cémoacepta y se contenta con un puesto, honroso, si, pero subalterno, y que quizds otro de su linaje y carrera habria desdefia- do? jAh, Sefiores! Bendigamos 4 la Providencia los que respiramos el aire de la América Espafiola. Si adorna- do de la mitra episcopal, y teniendo que guardar toda la reserva y etiqueta de Delegado Apostdlico, hubiera visitado Pio IX nuestro Continente, de poco le habria servido su largo viaje para el gobierno de la Iglesia. Pero en la posicién en que vino, estuvo en intimo con- ‘tacto con el clero y el pueblo, con los personajes mas distinguidos y con los mds humildesigualmente. En su larga residencia en Santiago de Chile, en los meses que permanecid en Monte Video y en Buenos Aires, duran- te las penosas y largas jornadas 4 través de las Pampas, 17 aun mas desiertas que ahora, y de la Cordillera de los Andes, que sdlo cortaban entonces senderos poco practi- cables, aprendié perfectamente nuestro idioma castellano; conocié 4 fondo nuestras costumbres hispano-america- nas; estudié nuestro porvenir. Asi es que, aunque el objeto especial de la misién que mandara Pio VII no se cumpliera, merced 4 la extrafieza del Gobierno de Chile, el oculto designio de la Providencia al enviar has- ta la remotisima Patagonia 4 quien destinaba para go- bernar la Iglesia Universal, tuvo su pleno cumplimiento. Testigos somos, Sefiores, los que hemos experimentado el tacto especialisimo del Pontifice que lamentamos, en el régimen de la Iglesia Americana. Quien ha visto al primer Enviado de la Santa Sede 4 nuestra México, salir desterrado por uno de nuestros muchos gobiernos; quien ha visto al Nuncio que poste- riormente arribé 4 nuestras playas, vilipendiado por el mismo Emperador que con urgencia lo flamara; quien sabe que igual suerte ha cabido en Colombia y alguna otra Republica 4 Internuncios y Delegados; quien ha visto desgarrados los concordatos del Ecuador y Gua- temala, y ha oido lamentarse en tiempos no lejanos 4 mu- chos de los que han venido al Nuevo Mundo con misiones del Supremo Jerarca, no extrafiard por cierto que Mon- sefior Muzi, con su auditor, se embarcaran de Nuevo en Monte Video en Febrero de 1825, y que, al llegar 4 Roma el mes de Junio rindieran al nuevo Pontifice Leédn XII cuentas poco lisonjeras de las recién formadas Repitblicas. Admitido en la Prelatura Romana Monsefior Mastai- Ferretti, se le confia la direccién del grande Hospicio 3 18 de San Miguel; y alli quizd, en medio de tantos jévenes destinados 4 ser artistas, se perfeccioné su gusto por las Bellas Artes, de que nos ha dejado huellas indelebles en los monumentos erigidos durante su reinado; gusto, por otra parte, innato en Pio IX, como en todo el que abre los ojos bajo el bello cielo de Italia. Ill Era ya tiempo que se abriese un campo mas vasto 4 aquel cuyo teatro habjan de ser el Universo y la Histo- ria, En Febrero de 1827 la Ciudad de Spoleto quedé viu- da de su Pastor, el distinguido Monsefior Mario Ancajani, y en el Consistorio de Mayo del mismo ajfio, Monsefior Mastai-Ferretti fué preconizado Arzobispo de la ilustre Ciudad. éQuién no conoce en Roma la Basilica de San Pedro zz Vineulis? Edificada por la Emperatriz Eudoxia para guardar unas cadenas, que como dice un escritor contem- pordneo, “simbolizan con ser cadenas de hierro la verda- dera libertad del mundo,” el artista contempla extasiado bajo sus bévedas la obra maestra de la esculturacristiana, el Moisés de Miguel-Angel; el Catdlico adora los hierros que en Jerusalén primero, y después en la prisién Mamer- tina, sujetaron al Apéstol San Pedro, y que un milagro unié en la forma que dun hoy dia sorprende al viajero. Bajo sus bévedas fué electo Pontifice el grande Hilde- brando, aquel Gregorio VII que, victima de la tirania, acabé sus dias en destierro glorioso, En ese recinto re- soné la voz de San Leén Magno, el vencedor de Atila; ese pavimento sostiene el mausoleo (aunque vacio) del valeroso Julio II, que al frente de su ejército defendié 20 los derechos sagrados y el territorio de la Iglesia Ro- mana. ¢Fué coincidencia, fué presentimiento, fué augu- rio? Aquel que debia morir en prisién como Pedro, que habia de gemir en destierro como Hildebrando, que es- taba destinado 4 ver 4 un Atila, jay! no sdlo acercarse sino derribar los muros de Roma, y por ultimo que, aun- que sin vestir la coraza como Julio, tendria como él que levantar un ejército y enviarlo al combate; aquel sacer- dote 4 quien tantas vicisitudes reservaba la suerte, en los ambitos de la Basilica Eudoxiana recibid de manos del Cardenal Castiglioni, que después fué Pio VIII, la consagracién episcopal. Permitid, Sefiores, que no me detenga 4 narraros las piadosas obras y fundaciones de Monsefior Mastai en Spoleto, ni en Imola, 4 cuya sede mas tarde fué trasla- dado. El establecer hospicios, llevar hermanas de San Vicente 4 los hospitales, y monjas del Buen Pastor 4 las casas de arrepentidas; el ocuparse constantemente en la predicacin y en la visita de la didcesi; el dirigir en per- sona los retiros espirituales del clero; corregir con ma- no firme los abusos y reformar la disciplina; el llevar, en suma, la vida irreprensible y santa, que 4 su discipulo ordenaba el Apdstol, formarian por si solos el panegiri- co de cualquier Prelado; y no son, sin embargo, el punto culminante de la vida episcopal de Pio IX. La Peninsula Itdlica, y en especial los Estados Pon- tificios, se hallaban en una efervescencia terrible; las sociedades secretas se agitaban sordamente, y la tempes- tad estaba préxima 4 estallar. En todas partes se ha- cia necesaria una vigilancia sin tregua, y una severidad que rayaba en rigor. En todas partes se excluia de la 21 sociedad 4 los poco adictos al Gobierno legitimo, y los que abrigaban ideas avanzadas se guardaban bien de mostrarse en los palacios de los gobernadores y Prela- dos. Sdlo bajo el techo del Arzobispo de Spoleto ha- Ilaban todos abrigo y amistosa acogida. Alli estaban seguros de persecuciones y atropellos; alli, por ultimo, se salvaron de la muerte, merced al hospitalario Prelado, muchos de los conspiradores de 1830, y entre otros, Se- flores, grecorddis? aquel que en el trono de Francia fué después perseguidor de Pio IX,y se llamé Napoledn III. ¢Arguyen esta benevolencia y mansedumbre ideas liberales en quien tan generoso se mostraba? ;Desdecia esta conducta en un Prelado de la Iglesia? ¢Tenfan ra- z6n los que disuadian 4 Gregorio XVI de conferirle el capelo cardenalicio, repitiéndole que en casa de Mastai hasta las paredes respiraban liberalismo? Permitid, Se- flores, que para una respuesta tan ardua, Ilame en mi auxilio 4 San Gregorio Magno. “Hay muchos males, dice, que tiene que tolerar el Obispo, aun cuando los vea claramente, aun cuando los conozca, aun cuando los palpe, porque si noes el tiempo oportuno, ni se presenta una ocasién favorable, ¢de qué le sirve intentar una correccién imposible y aun perni- ciosa? Monnulla autent vel aperte cognita mature tolleran- da sunt, cum videlicet rerum minime opportunitas congrutt, ut aperte corrigantur. ;Pobre inexperto médico! {De qué te servird querer cerrar esa llaga, cuya profundidad aun no has sondeado, cuyos bordes estén inflamados y no se prestan 4 una inmediata curacién? No tienes medicinas 4 propésito, tus instrumentos estén enmohecidos, la en- fermedad aun no hace crisis: triste de ti, si por excesiva 4 22 ansiedad festinas la inoportuna curacién. A un alivio aparente y momentdneo sobrevendra una gravedad re- pentina, y se apresurard la muerte que quizds podre- mos dilatar. Manz secta immature vulneva deterius infer- vescunt,et nisi cun tempore medicamenta conventant, constat procul dubio, quod medendi officium amittant. No imites, oh Prelado, la imprudente conducta del novel cirujano. Mientras llega el tiempo de corregir 4 tus stibditos, sui- frelos con paciencia, tratalos con benignidad, toma sobre ti mismo las culpas que no puedes evitar, y preséntate cargado con ellas, como victima expiatoria al Padre de las misericordias. Asi el Rey David, Pastor de pue- blos, se queja de que los pecadores han fabricado sobre sus agobiadas espaldas ponderoso edificio de abrumado- ra iniquidad. No parece sino que hablando en nombre de los futuros apéstoles de la Iglesia de Jestis, dice gra- ficamente: Llevo como carga sobre mis hombros 4 aque- llos pecadores cuyos yerros me es imposible corregir; | con tan pesado fardo avanzo por el escarpado sendero que el Sefior me sefiala, y aguardo sin inmutarme la ho- ra oportuna de la liberacién y la justicia, que el Todo- poderoso hard sonar cuando le plazca. Sed cum tempus subditis ad correptionem queritur, sub ipso culparum pon- deve patientia presulis exercetur. Unde bene per poalmis- tam dicitur: Supra dorsum meum fabricaverunt peccatores (Ps. 128, 3). 21 dorso guippe onera sustinemus. Supra dor- sum igitur suum fabricasse peccatores gueritur, ac st aperte dicat: Quos corrigere nequeo, quast superimpositum onus porto. (Regula Pastoralis, Par. II, c. 10.)” Si, segtin la politica humana, fué error lo que tanto recomienda en los Obispos el Magno Gregorio, no sabria 23 yo, Sefiores, definirlo. Seria preciso comparar Ia historia moderna de Spoleto con la de otras ciudades, cuyos jefes espirituales y temporalés otra tactica siguieran, y ver en cual‘cundié mds y mas pronto la gangrena social y reli- giosa. En todo caso, cuando se trata de misericordia y dulzura, todos los actos que de tales virtudes emanan nos seducen y enamoran; y no lejos de pensar de este modo parece haber estado el austero Pontifice Gregorio XVI, cuando 4 despecho de oposiciones, lo nombré Cardenal de la Santa Iglesia Romana, aunque reservandoselo iz pectore, el 23 de Diciembre de 1839. Conviene, Sefiores, que os fijéis en esta fecha, por mds de un motivo importante. Notad que en 1839, Juan Ma- ria Mastai-Ferretti era ya personaje importantisimo; que no podia dar un paso sin ser observado por todos; que habja [legado a la mds alta dignidad de la Iglesia, ex- cepto el Sumo Pontificado; que sus deberes episcopales lo retenian en su didcesi, y que los tinicos viajes empren- didos en esta época de su vida, fueron de Spoleto 4 Ro- ma, y 4 su nueva didcesi de Imola, 4 que acababa de ser trasladado el mismo afio, el 17 de Diciembre. Recordad también, que doce meses después, en 14 de Diciembre de 1840, fué ya proclamado Cardenal Presbitero, y que habiéndole cerrado y abierto la boca segin el rito, ¢ im- puéstole el simbdlico capelo, le fué. asignada como titulo cardenalicio, la Iglesia de San Pedro y Marcelino. * Torna, torna 4 tu didcesi revestido de la mistica pir- pura y ligado 4 la Santa Sede con vinculos mds estre- chos que nunca. Ese vivo rojo que cubre tu cuerpo te * Estas fechas hacen patente que el Yan Ferretti-Mastai, que por este tiempo en- tr6 on una logia masénica en PALERMO, no fué el Cardenal Mastat-Ferretti 24 recuerda continuamente, que has jurado defender los derechos espirituales y temporales de la silla de Pe- dro, usgue ad effusionem sanguinis, aunque fuere preciso derramar hasta la ultima gota de tu sangre preciosa. Presto se trocar la tunica purptirea por la candida ves- te del Vicario de Cristo; pero tus promesas subsistirdn como siempre, y habra que unir la firmeza del soberano 4 la innata dulzura de tu alma. 25 IV En efecto, Sefiores, el 6 de Junio de 1846, un inespe- rado correo de Roma vino 4 sacar al Cardenal Obispo de Imola de sus sagradas ocupaciones. Gregorio XVI ha- bia muerto: el Cénclave iba 4 reunirse: como miembro del Sacro Colegio, era menester que acudiese sin demo- ra dla eleccién del nuevo Pontifice. jCudntas veces he oido hacer reminiscencias de ese cé- lebre conclave! Quién auguraba la tiara 4 este Purpu- rado; quién la prometia 4 aquel; quién la daba al antiguo Secretario de Estado de Gregorio; quién 4 tal 6 cual amigo del Austria, entonces cuasi omnipotente en Italia. Pero ninguna conjetura, ninguna probabilidad, ningun augurio favorecia 4 Mastai—Ferretti; y cuando la sefial conocida anuncid la eleccién, sin proclamar al nuevo Pon- tifice por la hora avanzada de la noche, A los parientes y amigos de un Cardenal bien diverso se enviaron correos con erradas noticias. Lapane habemus: resond el 17 de Junio en las alturas del Quirinal; éexemos Papa, clamaron en breve todas las ciudades de Italia y del orbe; y ese gran gozo 4 que ex- citaba al mundo catdlico el Purpurado pregonero detan fausta noticia, axnuntio vobis gaudium magnum, se tornd en breve en verdadero frenesi, al saber que el benévolo

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