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HOMERO Y LA FILOLOGIA CLASICA, Leccién inaugural. Basilea 1869 Impdvido me encuentro en Basilea -y aqut estoy solo —quejémonos a Dios-. Y grito en voz alta: ;Homero! ;Homero! Ast cada uno carga con elto. Vaya uno a la iglesia, vaya a casa, y Se ria con fuertes carcajadas. Yano me cuido yo de eso: el més hermoso piiblico escucha mis homéricos gritos yante ellos queda paciente y silencioso. Por alabar este cémico ingenio de verdad (les doy) aqué rendidas gracias. 47 HOMERO Y LA FILOLOGIA CLASICA En nuestros dias, no existe una opinién piblica uni- taria y claramente recognoscible, acerca de la filologia clisica. Esto puede apreciarse por lo general tanto en los circulos de los intelectuales como entre los mismos seguidores de esa ciencia. La causa estd en el cardcter miltiple de la misma, en la carencia de una unidad con- ceptual, en el estado inorgénico de agregaci6n de activi- dades cientificas diferentes que estén unidas, Gnicamen- te, por el nombre «Filologfa», Es cierto que sc pucde re- conocer, sinceramente, que la filologfa, en cierto modo, esta hecha de varias ciencias y como un bebedizo, mez- cla de extrafios jugos, metales y huesos, puesto que en- cierra en si ademés un elemento imperativo monoartisti- co sobre una base estética y ética, 1o cual consiste en un arriesgado conflicto para su Comportamiento meramen- te cientifico, La filologta es tanto unf parte de historia y uuna parte dé ciencia natural como undéparte de estéti Historia en cuanto pretende comprender las manifest ciones de determinadas individualidades populares en imagenes siempre cambiantes, la ley imperante en el flujo de los fenémenos; ciencia natural por cuanto la filologia trata de estudiar a fondo el instinto més pro- 49 NIETZSCHE fundo del hombre, el instinto del lenguaje; y finalmente estética porque dispone la llamada antigiiedad «clési- car, desde la serie de antigitedades, con la exigencia y la intencién de excavar un mundo ideal soterrado, y contraponer el espejo de lo clésico y eternamente valido a Ja actualidad. El hecho de que estas pulsiones en mo- do muy diferente cientificas, as{ como estéticamente 6ticas, se han agrupado bajo un nombre comin, bajo una especie de monarqufa aparente, queda explicado por el hecho de que la filologfa ha sido pedagégica des- de su origen y en todos los tiempos del mismo modo. Bajo el punto de vista pedagégico se ofrecfa una selec- cién de elementos més didécticos y més formativos y asimismo siguiendo una profesi6n prictica, bajo la pre- sién de la necesidad, se ha desarrollado esa ciencia 0 por lo menos esa tendencia cientffica que asf califica- mos nosotros los fildlogos. Las denominadas direcciones fundamentales diferen- tes de la misma han surgido ahora, en tiempos determina- dos, ya con fuerte ya con débil insistencia, en conexién con el grado de cultura y el desarrollo del gusto del pe- riodo respectivo; y cada uno de los representantes de esa ciencia, por otra parte, acostumbran a comprender siem- pre, como las direcciones centrales de la filologfa, aqué- las que son las més adecuadas a su poder y a su querer, de tal modo que la valoracién de la filologfa, en la opi- nién publica, depende grandemente del peso de las per- sonalidades filol6gicas. 50 HOMERO ¥ LA FILOLOGIA CLASICA En la actualidad, esto es, en una época que ha vivido ‘en casi todas las direcciones posibles de la filologia natu- ralezas excelentes, ha crecido demasiado una inseguridad general del juicio y, al mismo tiempo, con ello un ador- meciento imperante de la participacién en problemas fi- Jol6gicos. Tal situacién indecisa y a medias de la opinién Piiblica afecta a una ciencia tan sensible que sus enemi- {80s declarados y ocultos pueden trabajar con un resulta- do mucho mayor. Pero la filologia tiene precisamente un buen niimero de tales enemigos. Donde no se encuentran, Jos burlones, los que estén siempre dispuestos a asestar un golpe a los «topos» filolégicos, al género de los que arrojan ex professo nubes de polvo, quienes levantan y revuelven por undécima vez los terrones de barro, au- mentados ya diez veces antes. Pero la filologia, para esta especie de adversarios, a pesar de todo, es sin duda un asatiempo intl, en todo caso inofensivo e inocente, un objeto de burla, no de odio, Por el contrario; se vive un ‘odio rabioso ¢ impacable contra la filologia en todas par tes donde se teme al Idea} como tal, donde el hombre modemo cae de rodillas ante s{ mismo con feliz admira- cién, donde la helenidad es tratada como una referencia superada y, por lo mismo, indiferente. Ante estos enemi- 0S tenemos que contar con la asistencia de los artistas y de las naturalezas artfsticamente configuradas, pues sola- ‘mente ellos son capaces de comprender estos sentimien- tos, del mismo modo que la espada de los barbaros se ccierne sobre 1a cabeza de todo el que pierde de su vista la indecible sencillez y la noble dignidad de lo helénico, 51 NIETZSCHE puesto que no pueden preservarnos de la maldicién de las ridiculas y esciticas aberraciones del gusto y de la aniqui- laci6n mediante la terriblemente bella cabeza de las gor- gonas de lo clésico, ni el progreso todavia tan esplendo- 1050 de técnica e industria, ni el reglamento escolar toda- vvia tan actual, ni la plena formacién politica de las masas que esté tan extendida. Mientras que la filologfa en conjunto se la mira de re- ‘ojo por las dos clases nombradas de adversarios, se dan también, por otra parte, miltiples y muy variadas animo- sidades de determinadas direcciones filol6gicas, las enco- nadas luchas que Ilevan hasta el limite fil6logos contra fi- I6logos, controversias de naturaleza puramente domésti- a, provocadas por una indtil diatriba de escalafon y ce- los reciprocos, pero sobre todo, por la ya acentuada di- versidad y hasta hostilidad de las pulsiones fundamenta- les, agrupadas bajo el nombre de filologta, pero todavia no fusionadas. La ciencia tiene en comiin con el arte que lo més coti- diano le parece enteramente nuevo y atractivo y, como por el poder de cierto encantamiento, lo ve como recién nacido y vivido ahora por primera vez. La vida es digna de ser vivida, dice el arte, la seductora més bella; la vida merece ser conocida, dice la ciencia. Debido a esta con- traposicién resulta a contradiccién intima, y con fre- cuencia tan desgarradoramente manifestativa en el con- cepto y de acuerdo con ello en la actividad de la filologia clisica, conducida por este concepto. Situémonos cienti- 52 HOMERO Y LA FILOLOGIA CLASICA ficamente con respecto a la antigiedad, podemos enton- ces tratar de comprender lo pasado con ojos del historia- dor, o rubricar las formas lingiifsticas de las obras maes- tras de la antigiedad, compararlas y, cuando més, resti- tuirlas a unas leyes morfolégicas, al modo del naturalista: perdemos siempre lo admirablemente conformador, y la fragancia genuina de la atmésfera antigua, olvidamos aquella nostdlgica emocién que transportaba a los griegos nuestros sentidos y gustos con el poder del instinto, como gufa encantadora. A partir de aqu{ debe prestarse aten- cién a una determinada hostilidad y, por de pronto, muy sorprendente que no puede por menos de lamentar siem- pre la filologfa. Nos referimos precisamente a aquellos circulos, con cuya ayuda tenemos que contar con toda se- guridad, de los amigos artisticos de la antigiedad, de los ardorosos admiradores de Ia belleza helénica y de la n0- ble sencillez, entre los cuales suelen manifestarse tonos desafinados como si precisamente los mismos fil6logos fueran propiamente adversarios y devastadores de la anti- giledad y de los ideales antiguos. Schiller reprochaba a Ios fil6logos que habjan roto la corona de Homero. Goe- the fué quien habiendo sido é1 mismo antes un seguidor de las ideas wolfianas sobre Homero, dio a conocer su «disidencia» en estos versos: Con agudo ingenio, como es el vuestro, nos librasteis de toda veneracién, y Ilegamos a conocer muy libremente que la Ilfada s6lo fue una compostura. 53 NIETZSCHE A nadie puede ofender que disintamos pues la juventud sabe encendernos y la consideramos més que a todo y como un todo, alegres la sentimos. Para esta falta de piedad y de gusto por la veneracién, se piensa ffécilmente que tiene que haber una razén més profunda: y muchos vacilan sobre si los fil6logos carecen por lo general de aptit y sentimientos artisticos hasta cl punto de ser ineptos para hacer justicia al ideal, o si hubiera imperado en ellos el espiritu de la negaci6n, una direccién destructiva iconoclasta. Pero si los propios amigos de la antigiledad han significado el carécter con- junto de toda la filologia clésica, con tales vacilaciones y dudas, como algo del todo problemético ;qué crédito tie- nen que recibir entonces las expresiones «realistas» y las frases de los hombres del dia? Para responder a los dti- ‘mos, y en este lugar, con referencia al circulo de hombres aqui agrupados, pudiera ser completamente inexacto; si no debe pasarme a mf como a aquel sofista que se puso a alabar y a defender pablicamente a Hércules en Esparta, y fue interrumpido por una voz: «pero quién Ie ha vitu- perado?». Por el contrario, no puedo dejar de pensar en que también en este cfrculo, por una y otra parte, resue- nan algunas de esas consideraciones, como las que pue- den ofrse precisamente con frecuencia de la boca de hombres nobles y artisticamente capacitados, y c6mo un fil6logo honesto no tiene apenas que sentirlas verdadera- mente en lo més doloroso, en momentos deprimidos de 54 HOMERO Y LA FILOLOGIA CLASICA un estado de nimo decafdo. No es posible quiz salva- cién alguna para el individuo ante la divisién anterior- mente descrita: pero Jo que afirmamos y sostenemos co- mo abanderados es el hecho de que la filologfa clésica en su gran totalidad no tiene nada que hacer con estas luchas y tribulaciones de sus seguidores individuales. Todo el movimiento cientifico artfstico en conjunto de estos cen- tauros singulares marcha con una ingente pujanza, pero con ciclépea lentitud hacia la superaci6n de esa sima entre la antigiiedad ideal ~que es tal vez la flor més her- mosa de la afioranza germénica del sur- y la antigiiedad real; y con ello la filologia clésica aspiraba a nada més que a la perfeccién definitiva de su ser, un cerrarse y uni- ficarse de los inicialmente hostiles instintos fundamenta- les y reunidos s6lamente por la fuerza. Puede decirse que el objetivo es inalcanzable, y caracterizar precisamente el mismo objetivo como una pretensién ilégica -esté pre- sente la tendencia, el movimiento en esa linea y yo qui- siera intentar poner en claro de.una vez, con un ejemplo, los pasos més significativos de la filologfa nunca se apartan de la antigiiedad ideal, sino que conducen a élla, y cémo se han edificado s6lo altares més nuevos y més dignos precisamente allf donde se habla abusiva- ‘mente del derrocamiento de los santuarios. Examinemos pues desde este punto de vista la denominada cuestidn homérica, la misma de cuyo problema més importante hablo Schiller como de una barbarie culta. 55 \NIETZSCHE La pregunta por la personalidad de Homero esté uni- da a este importantisimo problema, Se oye ahora por todas partes la insistente afirmacién de que la pregunta por la personalidad de Homero ya no es propiamente oportuna y que ya estamos totalmente alejados de la verdadera «cuestién homérica». As{ puede uno affadir sin duda que por un espacio de tiempo dado, como por ejemplo para nuestra actualidad filolégica, puede alejarse un tanto del problema de la personalidad, el centro de Ia referida cuesti6n: pero importa precisa- ‘mente en la actualidad el delicado experimento de cons- truir los poemas homéricos sin las asistencias propias de la personalidad como la obra de muchas personas. Pero si el centro de una cuestién cientifica se encuentra con ra- z6n en el lugar de donde ha surgido toda la corriente de nuevas opiniones, por tanto, en el punto en el que lai vestigacién cientffica individual se roza con la vida co- lectiva de la ciencia y de la cultura, si por Io mismo se caracteriza el centro segéin una determinacién valorativa hist6rico-cultural, entonces tiene uno que mantenerse junto a la cuestién de la personalidad en el ambito de las investigaciones homéricas, como el meollo propiamente fecundo de todo un ciclo de interrogantes. Pues el mundo moderno, con respecto a Homero, no quiero decir que ha aprendido una gran perspectiva hist6rica, pero la ha pro- bado por primera vez; y sin dar a conocer aqui ya mi opi- nién sobre ello, si esta prueba sobre este objeto se hizo 0 pudo haberse hecho con fortuna, s{ se dio con ello sin 56 HOMERO Y LA FILOLOGIA CLASICA embargo el primer ejemplo para el uso de aquel fecundo punto de vista. Aqui se aprendi6 a reconocer repre- sentaciones concentradas de la vida de los pueblos més antiguos en aparentes figuras estables. Aqu{ se reconocié por primera vez. la admirable capacidad del alma del pue- blo para fundir estados de la costumbre y de la fe en la forma de la personalidad. Después de que la critica hist6- rica se ha impuesto con toda seguridad metodolégica en hacer evaporarse personalidades aparentemente concre- tas, es licito caracterizar el primer experimento como un suceso importante en la historia de la ciencia, prescin- diendo por completo si, en este caso, ha salido bien, El proceso natural es que a un hallazgo, que hace épo- ca, acostumbran a preceder una serie de espectaculares presagios y observaciones singulares preparatorias. Tam- bién el referido experimento tiene su atractiva historia previa, pero en una lejanfa sorprendentemente amplia en el tiempo. Friedrich August Wolf ha situado precisamen- te la cuesti6n alli donde la antigtiedad griega la dejé caer de las manos. El punto culminante al que llegaron los es- tudios hist6rico-literarios de los griegos y asf también el centro de los mismos, la cuestién de Homero, fue la épo- ca de los grandes framéticos _alejandrinos La cuestion homérica ha tenido que recorrer la larga cadena de un proceso evolutivo uniforme hasta este punto culminante, cuyo titimo eslabén y tanto como el tiltimo, el que era alcanzable para la antigtiedad en general, aparece el pun- to de vista de aquellos graméticos. Ellos concibieron la 37 NIETZSCHE Miada_y la Odisea como creaciones del sinico Homero: ellos 10 explicaron como psicolégicamente posible, que obras de carécter tan vario procedieran de un tinico ge- nio, en oposicién a los corizontes que significan la skep- sis tltima de ocasionales individualidades singulares de la antigiiedad, pero no propiamente de la antigiiedad. Pa- ra explicar la diferente impresi6n conjunta de ambas epo- peyas con la aceptacién de un tinico poeta, se tomé co- mo recurso la longevidad y se compar6 al poeta de la Odisea con el sol decadente. Para las diversidades de la expresi6n lingtifstica e ideolégica estaba el ojo de aquel critico de agudeza y perspicacia incansables; pero, al mismo tiempo, se habia dispuesto una historia de la poe- sia homérica y de su tradicién, segdn la cual no es a Ho- mero, sino a sus redactores y cantores a quienes se acha- caron estas diversidades. Se imaginaban que la historia de Homero se habia propagado oralmente durante mucho tiempo y un improvisador y no menos olvidadizo cantor Jas habja expuesto a los incultos. En un momento dado, en tiempos de Pisistrato, los fragmentos que pervivian oralmente debieron ser reunidos en un libro; pero se per- mitié a los redactores tomarse la libertad de apartar lo flojo y perturbador. Toda esta hiptesis es la mAs impor- tante en el dmbito de los estudios literarios que tiene que iedad; principalmente lo es el reconoci- miento de una divulgacién oral de Homero, en oposicién, ‘al empuje de la costumbre de una época erudita en libros, un admirable punto culminante de la cientificidad de los antiguos, Desde aquellos tiempos hasta los de Friedrich 58 HOMERO Y LA FILOLOGIA CLASICA August Wolf, tiene uno que dar un salto a través de un inmenso vacfo; pero pasando esta frontera encontramos precisamente la investigacién de nuevo en el punto en el que habia surgido la fuerza de la antigledad para proce- der més lejos: y es indiferente que Wolf tomase como tradicién segura lo que la antigiiedad misma habia esta- blecido como hipétesis. Como lo distintivo de esta hip6- tesis puede ser caracteristico que, en sentido estricto, ha debido comenzarse en serio con la personalidad de Ho- mero, que se presuponga legitimidad y consonancia in- tena en las manifestaciones de la personalidad en gene- ral, que con dos maravillosas hipstesis afiadidas borre co- ‘mo no homérico todo lo que contradiga esta legitimidad. Pero este mismo rasgo fundamental, de querer reconocer una personalidad comprensible en lugar de un ser sobre- natural, pasa asimismo por todos aquellos estadios que conducen hasta aquel punto culminante y por cierto con una energia cada vez mayor y con una creciente diafani- dad mas comprensible. Lo individual se siente y se acen- ta cada vez con més fuerza, y la posibilidad psicol6gica de un Homero tinico es exigida con mayor vigor cada dia, Desde ese punto culminante procedamos gradual- mente hacia atrés y nos encontraremos con la opinién de “Arist6teles) sobre el problema homérico. Homero repre- Senta para Arist6teles el artista inmaculado y perfecto, consciente claramente de sus fines y de sus medios: pero se muestra ademés una minorfa de edad todavia en la cri- tica hist6rica, en la entrega sencilla a la opini6n popular que asignaba a Homero también el ideal de todas las epo- 59 NIETZSCHE, peyas cémicas, el Margites. Vayamos desde Aristételes hacia atrés, entonces nos encontramos cada vez més la incapacidad de comprender una personalidad; se aumenta cada vez més la historia sobre el nombre de Homero y cada época tiene su grado de critica sobre cudnto y qué puede pasar por homérico. Involuntariamente se percibe, ‘en este lento proceso hacia atrés, que se da un perfodo canterior a Herédoto) en el que se iba identificando una pleamar apreciable. de grandes epopeyas con el nombre de Homero. Trasladémonos a la época de Pisfstrato: asf la palabra «Homero» abarcaba entonces una més heterogéneo. {Qué significaba entonces Homero? Esté claro que aquella época se sentia capaz de comprender cientificamente una personalidad y los Ifmites de sus ma- nifest es. ‘Homero se habfa conve aqui casi en una cAscara vacfa) Aqui se nos presenta la cuestion ms importante: qué hay anterior a este perfodo. {Se ha vola- tilizado poco a poco la personalidad de Homero en un nombre vacfo, porque no podian comprenderla? O%se ha personificado entonces toda Ja poesia heroica en un mo- do popular sencillo y se ha explicado con la figura de Homero? (Se ha hecho un concepto de una persona una persona a partir de un concepto?) Esta es propia- mente la «cuesti6n homérica», ese problema central de la personalidad. Pero la dificultad, para responder a esta pegunta, se agranda si se busca una respuesta desde otra posicién, a 60 forge 2a err RES HOMERO Y LA FILOLOGIA CLASICA, saber, desde el punto de vista de la historia recibida. Lo mismo que hoy resulta dificil y se exige un esfuerzo rigu- oso para aclararse uno sobre la paradoja de la ley de la gravitacién, a saber que la tierra cambia su forma de mo- vimiento, si otro cuerpo celeste cambia su posicién en el espacio, sin que exista un ligamento material entre am- bos: del mismo modo cuesta esfuerzo actualmente llegar a la impresi6n plena de aquel admirable problema que, pasando de mano en mano, ha perdido cada vez més su impronta originaria altamente sensacional. Existen obras poéticas con las cuales el énimo se hunde para emulacién de los més grandes genios, con los que se han dado los modelos para todos los periodos artisticos, que no habfan sido nunca alcanzados: y sin embargo el poeta que las compuso es un nombre vacfo, quebradizo, en el que no se comprende, en caso alguno, el niicleo seguro de una personalidad potente. «{Pues quién se atrevié a luchar con los dioses, la lucha con el uno?», dijo el mismo Goethe, quien tanto como cualquier otro genio ha debati- do ese misteriorso problema de la inasequibilidad de Ho- mero. Por encima de esto mismo aparecié el concepto de poesta del pueblo para que sirviera de puente: un poder ‘mis profundo y originario que el de un individuo creador debfa haber actuado aqui, el pueblo més feliz en su perfo- do felicfsimo, en la més alta actividad de la fantasfa y de a fuerza poética configuradora, debiera haber producido aquellos poemas inconmmensurables. En esta generali- dad, el pensamiento de una poetizacién del pueblo tiene algo embriagador, se siente el amplio y prepotente desen- 61 NIETZSCHE cadenamiento de una propiedad popular con su deleite artistico y uno se alegra de este fenémeno natural como se disfruta con un caudal de agua incontenible y torren- cial. Pero tan pronto como uno quiso acercarse a este pensamiento y mirarlo de frente, entonces se puso sin quererlo una masa popular poética en lugar del alma poetizadora del pueblo, una larga serie de poetas popula- | res, en quienes lo individual no contaba, sino en quienes un golpe de la ola de! alma del pueblo, la fuerza intuitiva i del ojo del pueblo, una plenitud no debilitada de la fanta- | sfa popular, se hacia potente: una serie de genios autécto- nos pertenecientes a una época, a un género poético, a una materia, Pero una representacién semejante hacia desconfiar con raz6n: la misma naturaleza, que con tan rarfsimo y costoso producto envuelve al genio tan escasa y econé- micamente, {debiera haber sido derrochona, con inexpli- cable humor, precisamente en un tinico punto? Aqui vol- vi6é otra vez. ahora la inquietante pregunta: jacaso tampo- co es suficiente un tinico genio para explicar la existencia presente de aquella excelencia inalcanzable? Ahora se aquella excelencia y singularidad. £ pImposible encontrarlo en el dispositive de las obras —€ompletas, decia una faccién, pues éste es totalmente de- fectuoso, pero s{en cada poema, generalmente en lo indi- lual, no en el todo! Por el contrario, otra faccién hacia “ valer para s{ la autoridad de Aristételes, quien admiraba 62 HOMERO Y LA FILOLOGIA CLASICA, al méximo la naturaleza «divina» de Homero, precisa- mente en el proyecto y en la eleccién del todo; si este proyecto no resultaba tan netamente acabado, seria esto asi una deficiencia que habria de atribuirse a la tradicién y no al poeta, la consecuencia de superproducciones y de intrercalaciones, por las que haya ido quedando oculto Poco a poco el niicleo originarig’ Cuanto la direccién pri- mera més buscaba desigualdades, contradicciones y des- conciertos, tanto mas resueltamente la otra desechaba to- do lo que oscurecia, segin su sentimiento, el plan origi- nario, para tener en las manos, a ser posible, Ia epopeya primera que habia quedado interrumpidasLa segunda di- reccién consistfa esencialmente en que se atenfa al con- cepto de fir genTo)que hace época como el fundador de @) las més grandes, cpopeyas artisticas.®La otra direccién, Por el contrariSYacilaba entre la aceptacién de un sinico @) genio y un némero de poetas secundarios menores, y otra hipétesis que necesitaba por lo general solamente una sucesi6n de cantores individuales hébiles, aunque medio- ‘fs, ¥ que presupone una misteriosa corriente continua y tun profundo impulso popular artistico, que se manifiesta en el cantor individual como en un medium casi indife- rente. En la consecuencia de esta direccién se basa el que se presenten las incomparables preferencias de los poe- ‘mas homéricos, como expresién de aquel impulso miste- riosamente creciente, Todas estas direcciones parten del hecho que hay que resolver el problema de la persistencia de aquellas epope- 63 oan Aramereencrenenene eee me \NIETZSCHE yas desde el punto de vista de un juicio estético: se espe- ra la resoluci6n del correcto establecimiento de la linea divisoria entre el individuo genial y el alma poética del pueblo. {Hay diferencias caracteristicas entre las mani- festaciones del individuo genial y del alma poética del pueblo? Pero este enfrentamiento total est4 injustificado y con- duce al error. Esto nos lleva a la siguiente consideracién. En la estética modema no se da oposicién alguna més pe- ligrosa que la de poesia popular y poesia individual o, como suele decirse, poesia artistica. Esto es el contragol- Pe ©, si se quiere, la supersticién, que conllevaba consigo el descubrimiento de la ciencia hist6rico-filolégica con las més ricas consecuencias, el/descubrimiento y acién del alma popular.)Pues con ella se habia prepara- do el terreno para un tratamiento aproximéndose a lo cientifico de la historia, que hasta entonces y en muchas formas hasta ahora, era una simple coleccién de materia- les, con la intencién de que estos materiales se amonto- nen hasta lo infinito y no lograra descubrir ley y regla de este embate de las olas eternamente nuevo. Ahora se comprende por primera vez el poder més largamente sen- tido de las més grandes individualidades y de los fen6- ‘menos de la voluntad, en cuanto es el minimum miniis- culo del hombre individuo; se reconoci6 ya cémo todo lo que se refiere verdaderamente a la grandeza y con ampli- tud, en el reino de la voluntad, no puede tener su rafz pe- netrando hasta lo més profundo en la efimera ¢ impotente 64 HOMERO Y LA FILOLOGIA CLASICA figura individual; se pudo pensa € por fin en los grandes instintos de las masas, las pulsiones inconscien- tes de los pueblos como los verdaderos portadares y pa- Tancas de la llamada Histor jversal. Pero la llama que iluminaba novedosa, también lanzaba su sombra: y ésta es precisamente la superstici6n antes referida que oponfa Ia poesfa popular a la poesfa individual y ademas extendfa, de manera sospechosa, el concepto dei alma del pueblo, confusamente entendido, al del espiritu del pue- blo. Por el abuso de una conclusién certeramente seduc- tora por analogia, habfa llegado también hasta el reino del intelecto y de las ideas artisticas, para emplear aquella Proposici6n de la mayor individualidad que tiene su valor nicamente en el reino de 1a voluntad. Nunca la masa, tan desagradable y afilos6fica, ha sido més halagiiefta. mente cautivada que aqui, donde se le puso la corona del ‘genio sobre su cabeza calva, Uno se imaginaba, poco més (© menos, del mismo modo que alrededor de un hueso se le van poniendo nuevas cortezas, se pensaba que aquellas Poesfas de masas surgfan asi como se forman las avalan- chas, a saber, siguiendo la corriente, en el flujo de la tra- dicién. Pero se estaba poco inclinados a aceptar ese pe- quefio nticleo de la menor manera posible, de modo que se lo pudiera también deducir ocasionalmente, sin apenas perder nada de la masa total. Para este parecer pues, la tradici6n y lo transmitido son exactamente lo mismo. Pero ahora no existe en NIETZSCHE y también la psa popular naturalmente, necesita de un se enfrentamiento, en su mo- do més abusivo, = un sentido s6lo cuando se entiende como poesfa individual, aquélla que no ha crecido sobre un terreno de sentimientos populares, sino que retrocede .un creador impopular y en un ambiente impopular, que hubiera sido acomodado en cierto modo en el gabinete de estudio de los intelectuales. Con la supersticién que asume una masa poetizadora est4 unida la otra, en cuanto la poesfa popular esté limita- da por un espacio de tiempo dado a cada pueblo, y des- pués se extinga: como ocurre por cierto en la consecuen- cia de esa primera superstici6n. En lugar de esta poesta popular, que se va extinguiendo paulatinamente, aparece, segiin esta opinién, la poesfa artistica, la obra de cabezas singulares ya no de una masa conjunta. Pero las mismas fuerzas que actuaron antiguamente, siguen también ac- tuando aiin ahora y la forma en que actéian ha seguido siendo todavia precisamente la misma. El gran poeta de \do aun poeta del pueblo y nenor sentido que lo fuera un viejo poeta popular en un periodo iletrado. La tnica diferencia entre ambos se refiere a algo completamente distinto del modo de ori- ginarse sus poemas, a saber, a la propagacién y expan- siGn, en resumen, a la tradicién, Pues ésta, sin la ayuda de las letras encadenantes, es lanzada a la eterna corriente y al riesgo para asumir en s{ elementos extrafios, restos 66 HOMERO Y LA FILOLOGIA CLASICA de aquellas individualidades a través de las cuales condu- ce el camino de la tradicién. Apliquemos todas estas proposiciones a los_poemas nada con la teorfa y, en todas las circunstan- iduo poético. Surge asf la ta- rea de comprender lo individual y de diferenciarlo clara- ‘mente de aquello que ha sido arrastrado, de algiin modo, en la corriente de la tradicién oral ~algo as{ como el ele- ‘mento més considerablemente valioso de los poemas ho- méricos-. La historia de Ia literatura desde entonces ha cesado de ser un registro o de poder serlo, Hagamos la prueba de recoger y formular las individualidades de los poetas. El método leva consigo un cierto mecanismo: debe aclarar- se y, por consiguiente, debe derivarse de fundamentos, por qué esta o aquella individualidad se muestra de ésta y no de otra manera. Ahora se usan los datos biogréficos, el entomo, sus relaciones, los sucesos epocales y se cree haber preparado la individualidad deseada con la mezcla de todos estos ingredientes. Se olvida por desgracia que precisamente el punto motriz, lo individual indefinible, no puede proceder como resultado. Cuanto menos se esta seguro acerca de la época y de la vida, tanto menos se puede aplicar ese mecanismo. Pero con s6lo tener las obras y el nombre, ya la cosa est4 mal para la prueba de la individualidad, por lo menos para aficionados a ese mencionado mecanismo; y especialmente mal, cuando 67 NIETZSCHE las obras estén perfectamente acabadas para ser poemas populares. Pues en lo que esos mecénicos pueden captar todavia primeramente lo individual, en las divergencias del genio popular, en las deformaciones y en las Iineas cocultas: por consiguiente cuanto menos deformaciones tenga la poesfa tanto mds desvafda resultard la caracteris- tica el poeta individual. Todas esas deformaciones, todo lo flojo y desmesura- do que uno cree encontrar en los poemas homéricos, se estaba inmediatamente dispuesto a atribuirlo a la maldita tradici6n. {Qué quedé entonces como lo homérico indi- vidual? Nada més que una serie selecta de pasajes espe- cialmente bellos y destacados, segtin una direcci6n subje- tiva del gusto. La personificacién de singularidad estéti- ca, que el individuo reconocié segin su aptitud artistica, 41 la llam6 hoy Homero. Este es el punto central de los errores homéricos. Pues el nombre Homero, desde el principio, no tiene relacién necesaria alguna con el concepto de perfeccién estética, rij tampoco con la Iliada y la Odisea. Homero_como poeta de la Iliada y de la Odisea no es una tradici6n ho- mérica, sino un juicio estético. El tinico camino que nos conduce al tiempo de Pisis- trato y leva adelante por encima de la significacién del nombre de Homero, pasa por un lado a través de rumores ciudadanos homéricos: de los que resulta lo inequivoco, mo se han identificado en todas partes poemas épicos homéricos y Homero, mientras que él no pasa en ninguna 68 HOMERO Y LA FILOLOGIA CLASICA parte, en otro sentido, mas que como poeta de la Iiada y de la Odisea, mas 0 menos que de la Tebaida o de otra épopeya ciclica. Por otra parte, la antiquisima leyenda habla de una rivalidad entre Homero y Hesfodo, de modo que se adivinaban dos direcciones épicas al mencionar estos nombres, la heroica y la dialéctica, y por consi- guiente la significacién de Homero se puso en lo material y no en lo formal. Aquella fingida rivalidad con Hesfodo tampoco muestra apenas todavia un presentimiento cre- puscular de lo individual. Pero desde el tiempo de Pisis- trato, por el proceso evolutivo, sorprendentemente répi- do, del sentimiento de belleza entre los griegos, se fueron percibiendo cada dia mAs claramente las diferencias esté- ticas valorativas de aquellas epopeyas: la Iliada y la Odi- sea emergieron de la corriente y desde entonces queda- ron en la superficie para siempre. Con este proceso esté- tico de segregacién, se estreché cada vez mas el concepto de Homero: la antigua significaci6n material de Homero, el padre de la poesia épica de los héroes, se cambié a la significaci6n estética de Homero, el padre de la poética en general y al mismo tiempo su prototipo inalcanzable. A esta remodelacién le acompaiié una critica racionalis- ta, la cual pas6 a hacer de Homero el hombre admirable, un posible poeta, la que hizo valer las contradicciones materiales y formales de aquellas numerosas epopeyas contra la unidad del poeta y quitar ese pesado fardo de epopeyas ciclicas poco a poco de los hombros de Home- 10. NIETZSCHE Por tanto, Homero como poeta de la Iiada y de la Odisea es un juicio estético. Con eso no se afirma en ‘modo alguno todavia nada, sin embargo, para con el poe- ta de las referidas epopeyas, que é1 también sea una mera fantasfa, en verdad, una imposibilidad estética: lo cual serd la opinién de unos pocos fildlogos. La mayorfa afir- ‘ma més bien que, para el esbozo total de un poema, co- mo la Ilfada, lo propio es un individuo, y éste es precisa- mente Homero. Se tendré que admitir lo primero, pero yo tendré que negar lo segundo, segiin Io dicho. También dudo si la mayorfa ha legado al reconocimiento del pri- ‘mer punto desde la consideraci6n siguiente, EI plan de una epopeya tal como Ia Iliada, no es un todo, no es un organismo, sino un ensarte, un producto de la reflexi6n que procede segtin reglas estéticas. Cierta- mente la medida de la grandeza de un artista est4 en c6- mo éI puede abarcarlo inmediatamente con una vision de conjunto y desarrollarlo ritmicamente. La riqueza inmen- sa, en imégenes y en escenas, de una epopeya homérica, hace casi imposible semejante visién de conjunto, Pero donde no e8 posible la visin general artistica, se acos- tumbra a ensartar conceptos sobre conceptos y a imagi- narse un orden siguiendo un esquema conceptual. Esto surtird efectos de manera tanto més perfecta, cuanto el artista que lo ordena, utilice las leyes estéticas fun- damentales de manera més consciente: hasta podré susci- tarse la ilusién como si se hubiese imaginado él la totali- dad, en un instante vigoroso, como un todo intuitivo. 70 HOMERO Y LA FILOLOGIA CLASICA La Iliada no es una corona, sino una guimnalda de flo- res. Se han introducido el mayor nimero de imagenes en un cuadro, pero el compositor no se preocupaba de si el agrupamiento de las imAgenes reunidas era ademés agra- dable y ritmicamente bello. Pues sabia que el todo no en- traba en consideracién para nadie, sino s6lo los detalles. Aquel enfilamiento puede haber sido como manifesta cin de un entendimmiento en arte todavia poco desarro- lado, aun menos comprendido y generalmente menos apreciado, pero imposible que fuera el hecho propiamen- te homérico, el suceso que hace época. Mas bien, el plan s precisamente el gltimo producto y con mucho poste- rior a la notoriedad de Homero. Aquellos pues que

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