civilizacin fundamentalmente transplantada, donde el elemento indigena
inicialmente explotado fue no sélo reducido sino también marginado; 0
dicho con palabras de Nelson Werneck Sodré, “Ia colonia fue un objeto”, no
un sujeto con personalidad. Por otra parte mucho importa no dejar de lado
que el proceso de ‘aculturacién’ se haré con africanos arrancados de sus
comunidades primitivas, con portugueses procedentes de un pais semifeu-
dal, y, en menor escala, con los aborigenes en el estadio de desenvolvi-
miento antes sefialado. Las persecuciones a los indios, forzosas al comienzo
para poder asentar el conquistador sus reales en el litoral, se tornaran mas
tarde empresas luerativas al venderlos en la costa de la cual habian huido,
y hasta en el Rio de la Plata. Estas correrias se intensificaron sobre todo
cuando las guerras y la ocupacién holandesa interrumpieron el trafico de
esclavos desde Africa; las bandeiras-hicieron verdaderas razzias utilizando
como pretexto la amenaza de los aborigenes o la busqueda de metales
preciosos;® estas cacerias contribuyeron, de paso, a la ampliacion de la
“frontera’ y posterior ocupacién de vastos territorios. Si a pesar de este
verdadero ‘terremoto cultural’, como ha sido llamado, algiin beneficio ini-
cial pudieron haber sacado los indigenas como resultado de la invasion
europea, habria sido el empleo de herramientas que aliviasen su trabajo y
aumentasen su productividad; pero hay testimonios de que también esto
les fue negado; asi por ejemplo, los herreros se oponian terminantemente a
la ensefianza del oficio; los blancos pobres también se aseguraban de esta
manera el uso casi monopélico de los instrumentos y las ganancias que
podian derivarse de su empleo.5' Mas tarde ‘ennoblecidos’ los colonos
derivaron esos trabajos en los hombres de color.
¥ tal como lo sefiala agudamente Celso Furtado: “El hecho de que desde
el comienzo de Ja colonizacién algunas comunidades se hayan especializado
en la captura de esclavos indigenas evidencia la importancia de la mano de
obra nativa en la etapa inicial de instalacién de la colonia... La mano de
obra africana llegé para [fortalecer] la expansion de la empresa ya estable-
cida. Y asegurada la rentabilidad del negocio entran en escena, en escala
necesaria, los esclavos africanos: base de un sistema de produccién mas
eficiente y mas densamente capitalizado.”52
Las distintas areas productivas, aisladas entre ellas a lo largo de un
dilatado litoral insuficientemente conocido, y apenas vinculadas a través de
la metrépoli, adquieren una singularidad que permitié decir a un historia-
dor que “la colonia tenia el aspecto econémico y demografico de un gigan-
tesco archipiélago”, a cuya cohesién interna contribuyeron, agreguemos
% Jaime Cortesao y Pedro Calmén, ob. cit., pag. 469. Para las bandeiras véase el notable
trabajo de Cassiano Ricardo, La marcha hacia el veste. La influencia de la ‘bandeira’ en ta
formacién social y politica del Brasil, sin nombre de traductor, Coleccién Tierra Firme del
F.C.E., México, 1956,
51 Jaime Cortesao y Pedro Calmén, ob. cit., pg. 424.
°2 Celso Furtado, Formagao Economica do Brasil, Ed, Fundo de Cultura, Rio de Janeiro, 4°
ed., 1961.
69nosotros, tanto una administracién centralista como la religion y la lengua.
Hubo también, més adelante, un intenso desarrollo del comercio, actividad
en la cual Portugal actuaba practicamente como intermediario de la pro-
duccién manufacturera inglesa, y de cuya economia se fue haciendo cada
vez mas dependiente luego del Tratado de Methuen; uno de los objetivos
era evidentemente, ademas del lucro, socavar el rival Imperio espafiol,
sobre cuyas fronteras hicieron los lusitanos amenazadores avances.*9
Estamos, de todos modos, frente a una sociedad predominantemente
rural, de monocultivo, depredadora del suelo, patriarcal, que explota sobre
todo el trabajo eselave (y que para mantenerlo se asegura un intenso
trdfieo negrero), y donde luego del eclipse de los pobladores autéctonos se
producira un intenso proceso de mestizaje.
Una extensa referencia a un trabajo ya clasico de Gilberto Freyre quizds
faeilite la mejor comprensién de los complejos procesos a los cuales nos
estamos refiriendo.
“En el Brasil, las relaciones entre los blancos y las razas de color, desde la
primera mitad del siglo XVI, estuvieron condicionadas, de una parte, por el
sistema de produccién econémica y, de la otra, por la eseasez de mujeres blane
entre los conquistadores. El anicar no sélo ahogé las industrias democraticas de
palo brasil y de pieles, sino que esterilizé la tierra en una gran extension en
derredor de los ingenios de azicar para los esfuerzos de la policultura y Ia ganade-
ria. Y exigié una enorme masa de esclavos. La eria de ganado, con posibilidades de
vida demoeratica, se trasiada a los sertones. Desarrollése en la zona agraria, con la
monocultura absorbente, una sociedad semifeudal; una minoria de blancos y blan-
coides dominando patriarcalmente, poligamos, desde lo alto de las casas-grandes de
piedra y cal, no sdlo a los esclavos criados en montones en las senzalas, sino
también a los labriegos de aparceria, los agregados, moradores de casas de adobe y
de paja, vasallos de las casas-grandes en toda la extensién de Ja palabra.”"54
Y¥ agrega mas adelante:
“La mestizacién, que se practicé ampliamente aqui, corrigié la distancia social
que en otra forma se habria conservado enorme entre la casa-grande y la senzala.
Lo que la monocultura latifundiaria y esclavista realiz6 en el sentido de la aristocra-
tizacion, dividiendo a Ja sociedad brasileha en sefiores y esclavos, con una rala e
insignifieante proporcion de gente libre intercalada entre los extremos antagénicos,
fue en gran parte contrariado por los efectos sociales de la mestizacién ...”°°
$3 Stanley J. Stein y Barbara H. Stein, La herencia colonial de América Latina, trad. de
Alejandro Licona, Ed. Siglo XXI, México, 1970. Para estos autores, “Methuen levé a
Portugal, y a su colonia Brasil, a una red de imperialismo econémico cuyo centro era
Inglaterra” (pag. 24).
“4 Gilberto Freyre, Casa-Grande y Senzala. Introduccién a la historia de la sociedad
patriareal en el Brasil, trad, de Benjamin de Garay y Lucrecia Manduca, prologo y cronologia
de Darcy Ribeiro, Biblioteca Ayacucho, Caracas, 1977, pags. 7-8. Esta obra notable para su
época (la edicién original portuguesa es de 1934) y de gran influencia, esta tefida de fuertes
prejuicios. El tiempo transcurrido va destacando tanto su perdurable importancia como sus
limitaciones: la ambigitedad del género y la falta de rigor metodolégico. De todas maneras no
es preciso compartir sus apreciaciones para valorar la riqueza de su contribucion.
5 Ibidem, pag. 8.
70Y para no extender demasiado la cita, resefiemos con Freyre, que “La
formacién patriarcal del Brasil se explica, tanto en sus virtudes como en sus
defectos, menos en términos de ‘raza’ y de ‘religion’ cuanto en términos
econémicos, de experiencia de cultura y de organizacién de la familia, que fue
aqui la unidad colonizadora,”5¢
Caracterizada de este modo, y muy sumariamente, la sociedad —y dejando
de lado su desarrollo histérico a través de los diversos ciclos posteriores al del
palo brasil, es decir, los del azicar, metales preciosos, ete.— preguntémonos,
como lo hace N. Werneck Sodré, a quien seguimos en este aspecto, acerca de
la funcionalidad de la cultura en aquel medio, o dicho con otros términos, si era
necesaria o superflua para ese ‘modelo’ y cuales fueron sus notas distintivas.
Para formarnos una imagen mas completa tampoco podemos dejar de lado un
elemento tan significativo como es la lengua. Al lado del portugués (culto y
popular) se propago inicialmente el tupi (lingua geral) utilizada por los
mismos ocupantes para comunicarse con las distintas tribus. Tal fue la impor-
tancia adquirida por el tupi que, por un momento, llegése a prohibir su empleo
en el puilpito (1727), donde era ampliamente utilizado. A este serio obstaculo
para la comunicaci6n stimese otro factor: el empleo del latin por parte de los
religiosos.
Ahora bien, una sociedad asentada sobre el latifundio, donde estaban
ausentes, como es obvio, casi todas las manifestaciones de la vida urbana,
tenia requerimientos muy especiales y adjetivos. Sus escasas expresiones
culturales revestian fundamentalmente un caracter ornamental, libresco,
verbalista; carecia, como carece toda cultura forénea, de rasgos nacionales
que la definan y le den personalidad; de donde resultaban manifestaciones
alienadas. (Las pocas obras de los grandes cronistas e historiadores que
supieron ver el paisaje y el hombre y comprender la especificidad de sus
problemas, son las excepciones que confirman la régla.) A esto debe sumarse
el profundo desprecio expresado por parte de los blancos por el trabajo
manual, por las actividades practicas o las labores mecanicas, asociadas todas
estas tareas al trabajo servil considerado degradante e indigno de un hombre
libre.
La educacién formal estuvo a cargo, fundamentalmente, de la Compania de
Jesiis que se convirtié en el Brasil, como en tantos otros lugares, en la orden
educadora por excelencia; su ensefianza elemental se confundia con su funcion
catequistica y en los pocos colegios existentes el propésito era reclutar sus
propios cuadros.
Digamos ahora algo acerca del primer nivel. Contrariamente a lo que
afirman ciertos autores,’ si la educacién aparentaba ser gratuita lo era, en
efecto, pero sdlo para quienes estaban en condiciones de hacer donativos y
contribuciones para el mantenimiento de la Orden; abundan los testimonios
eneste sentido. Ademds, el escaso ntimero de alumnos que concurrian puede
56 Ibidem, pag. 9.
5 Tito Livio Ferreira, Historia da educagio lwsobrasileira, Ed. Saraiva, San Pablo, 1966,
pags. 17-21, quien confunde buenas intenciones cun realidul, e historia con retorica.
7inferirse tanto del ‘modelo’ de sociedad que estamos considerando como de las
numerosas referencias dispersas que aparecen en las obras de grandes cronis-
tas como Gabriel Soares de Souza, José Anchieta, y tantos otros. “La escuela
cumplia una funcién, pero no como lugar de aprendizaje”, observa N. Wer-
neck Sodré; complementando dicho concepto recordemos que J. R. Moreira
escribia que la educacién jesuitica no era popular ni profesional. “Aunque la
intencién fuese proteger al indio, a éste se lo estaba desguarneciendo del
‘escudo protector’ de su propia cultura”, como dice G. Freyre.
En cuanto a los colegios, cuyo acceso estaba limitado no s6lo por razones de
orden econémico sino por las exigencias de purezade sangre, constituian poco
menos que los tnicos centros de actividad cultural. Se acercaban alos mismos
tanto por razones de prestigio como por ser el tinico medio que podia permitir-
les mas adelante completar sus estudios en la Metrépoli, y asi incorporarse a
laburocracia y administraci6n del Imperio, que no dejaba de ser una forma de
desarraigo. Ofrecian ademés los colegios, y el dato no parece desdefable, una
de las pocas posibilidades que brindaba la Colonia de romper con la rutina de
la casa-grande para participar en las complejas ceremonias barrocas con sus
fiestas, musica, fuegos de artificios, torneos, ete., y muchas otras actividades
tan rebuscadas como desvinculadas de la realidad y de los problemas que ésta
planteaba. Todo esto, como es de suyo evidente, contribuia a incrementar el
aislamiento de las clases superiores, marginandolas del medio, sumergiéndo-
Jas en una “cultura deshuesada”. Dada la inexistencia de estudios universita-
rios en el actual territorio del Brasil durante el periodo colonial, por esos ¢o-
Jegios pasaba el destino de los pocos jévenes que aspiraban a cursar estudios
superiores (salvo que prefiriesen las érdenes religiosas); asi el derecho, que se
cursaba en Coimbra (Portugal), vy en mucho menor escala, la medicina en
Montpellier (Francia). Pero entiéndase bien, esto en modo alguno significa
negar la presencia de manifestaciones perdurables; éstas, si bien escasas,
eran por lo general contradictorias con los ideales y la lengua del medio.
Veamos, en este sentido, apenas dos ejemplos del siglo XVII, pero donde se
advierte idéntico estremecimiento contempordneo. La produccién del P.
Antonio Vieira, misionero con verdadera sensibilidad por las condiciones del
indio y del negro, defensor preocupado por su destino, y cuyos sermones
—como aquel Serméo dos cativos y tantos otros— hoy se siguen releyendo
como alegatos escritos en enérgica prosa, tan disonante de la convencional y
alambicada de su tiempo. Otro tanto podria decirse de Gregorio de Mattos,
quien rechaza por estrecha la lengua culta admitida y ensefada, incorporan-
dole voces procedentes de dialectos. negros e indigenas, y también giros
tomados del portugués cotidiano, para expresarse con tono satirico y epigra-
mético. No es casual que desterrado a Angola, sus poesias ‘populares’ —reco-
gidas por la memoria colectiva— fuesen multiplicadas por las guitarras ano-
nimas.5°
5* Nelson Werneck Sodré, Histéria da leteratura brasileira, Seus fundamentos economicos,
Livraria Olympo, 3* ed., Rio de Janeiro, 1960, pags. 80 y 82.
72Era a todas luces coherente con ese ‘modelo’ la politica adoptada por las
autoridades de desalentar cualquier tipo de actividad cultural; lo prueba no
sélo la tardfa instalacién de la imprenta sino también las severas medidas
represivas adoptadas para impedir, enérgicamente, todo intento de difun-
dirla. Veamos algunos elementos de su protohistoria, asf, en la Carta Real del
8 de junio de 1706 se manda “secuestrar las hojas impresas y notificar a sus
duefios, y a los oficiales, que ni imprimiesen ni consintiesen que se impriman
libros en hojas sueltas”. Otro intento effmero también fracasé; por Real
Orden del 10 de mayo de 1747 se mandé secuestrar y remitir a la Metrépoli la
tipografia, alegando que “no es conveniente se impriman ahora papeles, ni
puede ser de utilidad a quienes trabajen en el oficio, donde los costos son
mayores que en el Reino, pues alli pueden ser impresos los libros y papeles al
mismo tiempo que desde alli deben proceder las licencias de la Inquisicion y
del Consejo Ultramarino, sin las cuales no pueden imprimirse ni hacer circu-
lar las obras”.5° En sintesis, la imprenta se instalaré en Brasil s6lo en 1808,
casi tres siglos después de la mexicana.
Es evidente que dentro de ese ‘modelo’ el clima cultural maduré tardia-
mente; y no puede alegarse para demostrar lo contrario, como se ha hecho
algunas veces, que durante las colonias se hayan escrito crénicas, cartas e
informes de enorme valor documental y literario, si tomamos en cuenta cuan
tardiamente se publicaron ciertos trabajos que estan entre los mas notables;
asi alguno de Pero Vaz de Caminha publicése por vez primera en 1817; otro de
Gabriel Soares de Souza en 1825; de Pero Lopes de Souza en 1839 y del
“mestre” Joao en 1845.
5 Carlos Rizzini, O livro, o jornal e a tipografia no Brasil. 1500-1882, Lib. Kosmos, Rio de
Janeiro, 1945, pag. 310; tratase de una obra documentada aunque discutible.
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