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Pf. H. DIDON De la Orden de Hermanos Fredicadares esucristo Beri ef hodie, ipse ef in secula ‘TRADUCCION DE D. Enrique Alvarez Leyra PROLOGO DE D. Pascual Boronat, Pbro. Tomo I CON CENSURA ECLESIASTICA VALENCIA-1904 HENRI DIDON ‘Yfroz o2den del Roo, ‘Ys. Foss ‘Maria Laroca, Ger nezal de los [sezmanos ‘jpszedicado2es, Ios, los infascziz tos, hemos lefso atentamente el libzo que lleva poz titulo Jesucristo, por el I. Widdn, Lectozr en Sageada Leolos gia, de los ‘Deemanos ‘ipPredicadozes. Io solamente toda la parte dognatica de este libro esta confozme con las ensefanzas ae la Teologia, si que, A su ves, la parte histézica, noblemente compzendiva yp aplicada, El autor muestza 4 Jesucristo en el medio en que ba vivido, BominaAndolo poz la divinivad del objeto que se p07 pone p de los medios que emplea, Si alguna ves usa el lens Guaje de los adversaziog, se ve en seguida que su peincipal objeto es combatizles en su tezzeno y lo consigue, especial mente cuando thvoca contza gus teorias de impieaad «A priori» los azgummentos positivos de la historia. A ou ves, la forma, sencilla y noble A la paz, zesponde A la grandesa del agunto, “fso2 estos motivos, ceeemos al presente libzo digno ve sez publicado, . ‘Roma F2. Albertus Leptoi, 5.58, mang in Collegio 8. Thoma te atte, stud Regen 2. Joachim Bheetie, 10, B. 3. sb, Hector ImpriaaTUR 2. Joseph Maria Laroca, ‘APaglatee Gencrat Ged. Reeieat, Renerendo Padre: El Santo Padre ha recibido con vuestra deferen- te carta del 15 del corriente el ejemplar que le habcis dedicado de vuestra obra publicada con el titulo de Fesucristo. Este filial homenaje ha sido acogido por Su Santidad con particular satisfaccién, porque se trata de un trabajo que, ocupdndose de asunto de tanto interés en nuestra época, ha atrafdo ya sobre si la atencién y el elogio de los hombres cultos, y que producira seguramente abundantes frutos en beneficio de los fieles. El Augusto Pontifice os agradece por estas ra- zones el valioso presente, y os prodiga un justisimo elogio por haberos dedicado con el mas laudable celo 4 dar el esplendor debido 4 la personalidad santisima de Nuestro Divino Redentor, y como prenda de paternal benevolencia, os envia desde el fondo de su alma la Bendicién Apostolica. Al notificaros estos extremos, doy asimismo las mds expresivas gracias por el ejemplar que ha- béis tenido la atencién de remitirme, y con los sen- timientos de una particular estimacién, quedo DE VUESTRA REVERENCIA AFECTISIMO EN EL SENOR, Th. Cord, Romppllla Roma. BIOGRAFIA Nacié Enrique Did6n el 17 de Marzo de 1840 en Touvet, pueblo situado en el valle alto de Graisivandau, entre la Gran Cartuja y las fronteras de Saboya, é hizo golemne profesién «de ser de Dios y de la Orden hasta Ja mueries el 21 de Noviembre de 1858 en Tolosa, cuna de su Orden, en donde después de cuarenta y un alos de infatigable trabajo y propaganda, la muerte debfa lamarle inespera- damente & su seno, brinddndole con el eterno descanso. EI sabio delfinés brillaba entee sus hermanos por su inteligencia luminosa y pe~ netrante, por su amenidad cautivadora y por la gravedad de su cardcter, manifes- tada desde muy joven. . Serla muy prolijo y nos obligarla 4 dar més extensién de Ja que en realidad debe corresponder 4 una répida biografia, enumerar el trabajo de propaganda de esta gloria de los Dominicos, sus actitudes maravillosas para las ciencias hist6rico- crlticas, su elocuencia briosa y candente, heredera legitima de los triunfos dé La- cordaire y Monsabré, sus amigos, su fe inquebrantable, poderosa palanca de que se servia para.su apostolado, coronado siempre por el éxito, y su. tes6n admira- ble, del que puede darnos una prueba su excursién 4 Ja Palestina, traspasados ya Jos limites de la edad viril, y el enorme trabajo en ella verificado para dar cima 4 este monumental edificio de [a literatura religiosa que hoy damos traducido 4 nuestros lectores. Las iglesias de Marsella, Londres, Claremont, Lieja; las de Santiago del Alto- Paso, San Germén de los Prados en Paris, en 1866, 67 y 68, la catedral de Soissons, San Antonio de Compiegne, las de San Julian y Ia catedral de Nancy, la de San Mauricio de Lille y otras muchas, han sido testigos de la elocuencia arrebatadora del P. Didén, y aun ee conserva en la memoria y en el coraz6n de los fieles el eco de aquellos acentos que el amor de Dios y su divina Madre inspiraban al sabio Dominico, En 1879, ou la iglesia de San Felipe de Roule, empez6 las célebres conleren- cias sobre el divorcio, tema candente en aquellos dias, y con el que el P. Didén legé al mas alto grado de su oratoria, atrebatando al aumeroso pablico que acudia, A cllas Avido de oir su palabra. Nombrado Predicador General 4 consecuencia de sus triunfos oratorios en ta Magdalena de Paris durante la Cuaresma, Prior més tarde del convento de Arcueil, que ensanch6 considerablemente sus dominios escolfsti« cos bajo su inteligente direccién, hasta llegar al estado floreciente en que hoy se encuentra, su vida adquiri6 tal actividad, que apenas puede comprenderse c6mo en tan corto espacio de tiempo pudo realizar sus miltiples deberes, Cuando se dirigia 4 Roma, intentando llevar 4 cabo un penoso trabajo que, relacionado con os estudios hist6ricos respecto 4 Jesucristo, 4 los que era muy aficionado, le habia eneargado un editor, Ie sorprendié ta muerte en Tolosa cl 14 de Mayo de 1809. La fatal noticia causé gran sensacién en todo el orbe cristiano. Cuando el Cardenal Rampolla se Ja comunicé al Gran Le6n XIII, el anciano Pontifice ex- clam6, juntando sus manos: «Qué pérdida tan grande para Ia Iglesial Le loro y Ze encomiendo & Dios». ‘Tal es 4 grandes rasgos Ia bidgrafia del autor del Jesucristo, Mucho més diria- mos, pero seguramente nuestros lectores estardn impacientes por penetrar en el suntuoso palacio que Ia literatura “religiosa de este siglo ha erigido en honor al Divino Redentor, y no queremos retrasar e] momento de saborear las be- Iezas de este gran libro, que sin duda alguna ha de ser manantial de estudios religiosos para todos aquellos que buscan las fuentes de conocimiento de estas cuestiones siempre palpitantes. Ex. Trabucror PROLOGO Nos hallamos intimamente persuadidos de que no necesita de prélogo enco- midstico la obra de un sabio tan univergalmente reconocido como el P. Didén, miembro ilustre de la familia dominicana y heredero legitimo de las glorias més puras dela elocuencia que han brillado desde el pilpito de Nuestra Senora de Pacis. ¥ porque nos hallamos persuadidos de semejante verdad, es por lo que nos hemos atrevido 4 acceder 4 los buenos deseos del amable traductor de Ja joya més preciada con que el célebre dominico ha honrado 4 la moderna literatura francesa. Ni hemos de juzgar la meritisima obra del P. Didén, ni estimar la pericia y en- tnsiasmo con que D. Enrique A. Leyra la ha traducido, conservando las hermosas cualidades que resplandecen en el original. Hay juicios que por lo pedantescos re- sultan mAs perniciosos que los temerarios. Hay clogios que, por el interés y la pa si6a que los inspiran, merecen el anatema de los admiradores del criticismo que informa el libro del célebre dominicano. Es indudable que la verdadera crit admirables de la vida de Nuestro Sefior Jesucristo, El desconocimiento de los a hist6rica ha logrado esclarecer pitsajes cuales 6, cuando menos, su falsa interpretaci6n haba suscitado en el terreno de la herejfa millaces de encrgiimenos més que ap6stoles, y asi se explica que Gibbs: Strauss, Salvador y Renda hayan logrado sorprender la voluntad de no pocos es- critores y pensadores que figuran en el campo racionalista y se afanan en alean~ za prosélitos entre los que postergan los fueros de Ja inteligencia 4 los de la ima- ginaci6n, exaltada por un fanatismo refido con toda accién heroica, con toda virtud religiosa, con toda vietud eivica. Desde fas alturas de la filosofia y desde las regiones sevenas de a eritica hist6- rica se ha abusado del dogmatismo contra las rotundas afi rmaciones de los Evan- rancia hanse aprovechado de la gelistas. Las escuclas miticas de-Alemania y negaci6n como de base obligada, imprescindible 'y sistemética para levantar un xv soberbio edificio con materiales prestados por el espiritu maligno, ¥ las doctrinas corruptoras descendidas del terreno en que se desarrolla sin trabas la teoria miti- a, logran fécilmente trascender 4 ciertas esferas, pero en forma tan ut6pica, que ase 4 prohijar teorias tan absurdas y flamantes ni el mismo Rousseau atrevi como las que, y sirva de ejemplo, predica Tolstoi referentes al destino del hombre, ‘Ningan pensador desconoce que entre la inmensa baratinda de pasiones y teorfas que se entronizan hoy para estrellarse mafiana con estrépito y vergiienza contra la roca inconmovible de la Iglesia catélica, ocupa lugar preeminente la sen- Uidad, que, unida al orgullo saténico, es capaz de revolver e] mundo, trastor- nando ef juicio de fos hombres de estudio, de los que si mismos se aman sabios, de los que creen en su ciencia més que en su conciencia. ¥ aparecen escue+ las, programas, teorias, en Jos que al través de frases cultas y formas elegantes se descubren los caracteres de {a terrible exprésién estampada por Voltaire en los pliegues de Ja bandera tremolada por Ja Revoluci6n francesa. Contra Jesucristo se levantan hoy calumnias estupendas; el espfritu de investi- 4 la blasfeinia; la rebeldia satdnica reviste su fealdad gacién abre nuevos caminos con ef brillanté ropaje de una moral novisima, para mejor asestar sus golpes al Co- raz6n sagrado de Jests, intentando desangrar ¢l manantial de vida que de El fluye,.., pero las fuerzas del averno no podran prevalecer contra Ia piedra incon- movible sobre que descansa Ja Igtesia nuestra Madre. i 4 la critica, ni la Blosofia, ni 4 Ia investi- La Verdad no teme é la cienci gaci6n, ni al progreso de las artes. La verdad y el bien no se repelen. La bondad y Ia belleza se completan, Cierto, y con certidumbre que infunde el desaliento en los tibios, indudable, evidente, claro como la luz meridiana, que el espfritu maligno conquista nuevos y numerosos adeptos, formando poderosa falange ansiosa de borrar hasta ef nombre de Jestis en las modernas sociedades; e! mundo se conmueve; los tronos de los reyes se bambolean, amenazando cubrir entre sus escombros Jos rastros de justicia y autoridad escapados de la hecatombe originada por el retroceso al’ paganismo; pero la corrapcién de abajo y el orgullo de arriba son impotentes para lograr su objeto final. Y Jesucristo permanece siempre el mismo. Ante las acusaciones impfas de escuelas aristocréticas, con antifaz més 6 me- nos cientifico, surgen, por la gracia divina, poderosos atletas. Ayer Veuillot, hoy Did6n, mafiana el que Dios depare. Ante la corrupcién y desenfreno de escuelas democriticas, no faltan humildes servidores de Jesucristo que, con la palabra y el ejemplo, con Ja pluma y Ia espa~ da, con Ja oracién y la limosna, se hallan siempre dispuestos, mediante los auxilios de la gracia, 4 sellar con su sangre el amor que profesan al Cracificado. Militia est vita hominis super terram, Pero esa lucha no es de hoy, ni ‘de ayer, -nicesaré mafiana, Si falta la brega, si cesa la batalla, no es vida la vida humana, 'Y Dios no escasea los consuelos 4 los que le sirven; pero su dulzura, su beati~ tud, no & todos los que le sirven les es dado probarlas, Somos tan pocos los que seguimos 4 Jest hasta el Calvario! Dios, repitaimoslo, no escasea Jos consuelos 4 los que bien le sirven. El nombre de Jess es la dltima y mAs consoladora aspiraci6n en la vida del catélico, La muer~ te es para el creyente un medio con el ewal logra la felicidad suprema La vida de Jesucristo es manantial fecundo & inagotable de vida y de progre- so, Yen tanto son mis perfectos Ia sociedad y el individu, en cuanto es més exacta la imitacién de los ejemplos y doctrina que nos legs el Redentor del mundo. La paz y el orden no existen fuera de la justicia, ni menos contra ella. Apar- tarse del Justo, equivale 4 engrosar las filas de la milicia capitaneada por el Malig- no. Por eso mismo, y abonado por e! testimonio de la Historia, Jesucristo ha sido, es y seré la luz de Tas naciones, el faro del progreso, el esplendor por excelencia del orden, la verdad, el camino y la vida, Si borrésemos el Cristianismo de las piginas de la Historia, nos veriamos obli- gados 4 asistir al entronizamiento del Paganismo en la sociedad, en la familia y en l individuo, De abf el mérito de los que trabajan en recordar al creyente y ensefiar al in- erédulo fas doctrinas del més santo de los maestros, del mas sublime de los héroes, det més sabio de Ios perfectos, del mas humilde entre los santos, del m&s amigo de los pobres, del Justo por excelencia. Para el inerédulo de corazén pervertido no hay remedio sino en Ia oracién humilde y feevorosa, en la penitencia y en las précticas devotas del cristiano, copia fiel de Jesds. Para el sabio envanecido, nada mejor que el estudio sincero de obras como la del P, Enrique Didén. Provechosos resultados puede producir en nuestros compatricios la lectura de este libro, y por ello enviamos la enhorabuena més cordial al traductor y 4 su benemérito protector nuestro quetido amigo D. Felipe Gil, bajo cuyos generosos auspicios se ha editado, Pascuan Borovar, Péro, JESUCRISTO INTRODUCCION.—LA CRITICA Y LA HISTORIA EN UNA VIDA DE JESUCRISTO esucrtsto es el gran nombre de la historia. Hay otros que son como emblema de muerte para la humanidad; el del divino Redentor es e] tinico adorado 4 tr: de los siglos por todas las razas y por todos los pueblos. Este nombre es conocido en toda la tierra. Hasta entre los salva- Jes, entre fas tribus degeneradas de la especie humana, Jos apéstoles incansables de su fe propagan la nueva de su muerte en la cruz; la hez de la humanidad puede salvarse adordndole. Los indiferentes, en las modernas sociedades, reconocen sin discusién que nadie ha sido mejor para los pequetios y para los’ miserables, Los mis gloriosos genios del pasado estarfan olvidados si, ya en monumentos—palacios, obeliscos 6 tumbas,—ya en testimonios escri- 2 sesscrisro tos—papirus, pergaminos, medallas, ladrillos, etc.—no nos hubiesen dejado algin recuerdo. Jess sobrevive en la conciencia de los suyos: he aqui su testimonio, sit monumento indestructible. La Iglesia fundada por Il, Mena el espacio y el tiempo con su nombre. Lo conoce, fo adora; como ese nombre vive en ella, ella vive en El, todos, sin excepeién, que Jesucristo es el Hijo unico de Dios hecho hombre, concebido por el Espiritu Santo en las entraitas de la Virgen; que ha venido 4 este mundo 4 sufrir y 4 morir por salvarnos, vencien- 3s su dogma, su ley moral, su culto, Esta institucién ensefa 4 do 4 la muerte con su resurreccién; que ha subido hasta el trono de su Padre, para prepararnos un sitio cerca de El; que vendra 4 juzgar 4 los vives y 4 los muertos, dando 4 los buenos la vida eterna y pre- cipitando 4 los malos en las tinieblas y en la muerte del alma. Este Credo es 4 la vez un compendio dogmatico é hist6rico; es el dogma y la his toria popular de Jess. El creyente puede vivir de él exclusivamente. En unas cuantas palabras sencillas y profundas apren- de 4 conocer que la venida de Cristo es el mas grande acontecimien- to de la humanidad; que Dios le ama, puesto que quiere salvarle del mal y darse 4 él; que la caridad es el supremo deber, puesto que el amor ha sido la causa de la muerte de su Maestro; que debe perdurar en el bien, puesto que Jestis serA su Juez, y que no debe ya temer & la muerte por haber sido vencida por El desde ei momento que ha logrado para si mismo Ia vida eterna. El que se nutra de estas ensefianzas y ponga su fe en este Cristo, puede caminar tranquilo por Ia senda de la vida: son sus mejores armas para defenderse y dignificarse. Nada le detendra en el camino de su prosperidad. El discfpulo de Jestis ha llegado 4 ser el soberano del mundo, no desde el punto de vista material y brutai, puesto que la violencia no arraigé jams en el alma del Divino Maestro, sino desde el de la justicia, de la bondad, de la abnegacién, del sacrificio y de Ia dignidad moral. Sembrando estas virtudes como gérmenes de vida, la tierra, enriquecida y preparada asi, es susceptible de producir los mejores frutos, las mas prédigas cosecha: Pero asf como los pensadores buscan racionalmente la inteligencia de los dogmas clementales y piden que les sean explicados con el auxilio de nuestros conocimientos, imperfectos y limitados siempre, exigiendo-gue sé rechacen los ataques de una ciencia 6 de una litera- INTRODUCTION: 3 tara hostiles, también esa razdn, 4 su vez, aspira 4 conocer detallada- mente la vida humana y divina de Jesés, las palabras por EI pronun- ciadas, las leyes por El formuladas, su modo de ensefiar, de evangelizar, de luchar, de suftir y de morir. La historia de Jesiis es el fundamento de la fe. Doctrina evangélica, teologia, moial cristiana, culto, jerarquia, Iglesia: todo se apoya en ella. Gracias al incesante trabajo de los Doctores, la doctrina de Jests, su moral, su culto y su Iglesia han legado 4 ser, poco 4 poco, el objeto de diversas ciencias; ciencias perfectas, organizadas, respon- diendo 4 las legitimas aspiraciones de los creyentes, que desean ser 4 la vez hombres de fe y de ciencia: de aqué la necesidad de que la vida de Jesucristo sea narrada conforme 4 las exigencias de Ja historia, A esta necesidad profunda trata de responder la presente obra. Los partidarios de la que hoy se denomina escuela critica han dicho lo siguiente: «El Cristo del dogma y de la tradicién, el Cristo de los apéstoles, el de los Evangelios interpretados segin la doctrina de la Iglesia, no es ni puede ser el Cristo de Ia historia. Este Cristo ideal, Dios y hombre, Verbo encarnado, concebido por un milagro inaudito, denominandose tinico Hijo de Dios en sentido metafisico y absoluto, multiplicando los prodigios, hablando en la forma que lo hace hablar el cuarto Evangelio, resucitando a los tres dias de su muerte, ascendiendo al cielo ante sus disefpulos cuarenta dias des- pués, no es un hombre real. No existe mas que en la piadosa imagi- nacién de los creyentes, que con su fantasia han creado este ideal bajo sus miiltiples formas, »El verdadero Jesis, el Jess de la historia ha nacido como los demas hombres, ha vivido como ellos: no ha hecho milagro alguno; ha ensefiado una moral mds pura, fandado una religin menos imper- fecta que las demas, y como todos los reformadores en general, ha sucumbido por Ja intransigencia del medio social en que vivia, victima de la intolerancia del pueblo judio. En resumen: ha muerto de un modo vulgar, humano; no ha resucitado ni ha vivido la eterna vida de Dios.» Subleva, no solamente mi fe de cristiano, si que también mi im- parcialidad de hombre, esta contradiccién entre el dogma y la histo- ria, erigida cn principio y opuesta, como cuestién previa, 4 la exposi- cién de una vida de Jestis, Dios y hombre. Conyencido de que Jestis 4 sesucnisto ha sido Dios invisible, encarnado en un ser humano semejante 4 nos- otros, lo veo vivir como historiador, tal como es, con su doble natu- raleza. La cuestién de la divinidad divide los mas elevados espiritus desde Ja venida de Cristo: puede afirmarse que los dividiré incesantemente; constituye por si solo un extrafio fenémeno el que Jestis haya plan- teado un problema de tal naturaleza que no puede morir en la con- ciencia de Ia humanidad, problema con el cual se la podré. conmover eternamente. Me permitiré inicamente una sencilla reflexién histéri- ca, dirigida 4 todos aquellos que no abriguen determinados prejuicios, Allos que considero como verdaderos jueces de esta cuestién por su amplio espfritu critico Esta violenta contradiccién de que es objeto Jests, fué profetiza- da, Durard tanto como el mundo; aflige al cristiano, pero sin extra- farle ni preocuparle: en ella ve el més vivo destello de gloria del Maestro. Durante la misma existencia de Jesiis se suscité algunas veces. Mientras sus discfpulos respondian 4 su pregunta «Ti eres el Cristo 6 Mesias, el Hijo del Dios vivo'», los hombres, los judios, decian: «No es mas que un profeta». Otros mas ciegos sélo veian en E} un blasfemo, un rebelde 6 ambas cosas 4 la vez. Al abandonar la tierra, mientras los apéstoles predicaban en las sinagogas judies el Mestas Dios y hombre, penetrados de la sabiduria y de la virtud de Dios, los primeros sectarios, nazarenos y cbionitas, no querian ver en El m&s que un hombre. La lucha sobre este punto se prolongé varios siglos; Celso, un filésofo pagauo, sin negat los milagros de Jesus, satirizaba su doctri- na, denomindndola absurda, y se burlaba de una cruz que él creia infamante; Orfgenes, refutindole, proclamaba con voz elocuente la divinidad de su Maestro. ; Han transcurrido los siglos. El Crucificado se ha engrandecido, destruyendo al paganismo, absorbiendo la filosofia, destronando al Imperio, conquistando la tierra, civilizando la barbarie, creando un mundo nuevo. {Quién tenia, pues, razén? {Los judios anatematizando y matando 4 Jesiis, los paganos como Tacito, Suetonio y el honrado procénsul "San Mateo, cap. XVI, vers. 15 y 16. wyrRoDuccION 5 de como § ‘hynia, Plinio el Joven, desdeiandole en unién de sus discipulos todos ellos fueran una secta despreciable, los filésofos como Celso anonadandole con su necia sabiduria, 6 los apéstoles adorando en Jesiis al Hijo de Dios? Si Jestis no era en realidad mas que el hombre envilecido de los judios y del paganismo, gcémo ha dejado una huella tal de su paso por Ja tierra? ¢Cémo ha fundado una religién que domina el mundo? Su obra es inexplicable: esta es la prueba vulgar de que Jesis era, en efecto, lo que la Iglesia afirma. La primera condicién de una historia cientifica es la de inspirarse en una critica prudente, clara é imparcial, Sin embargo, no debe confundirse la critica con la histori indivisibles, deben distinguirse ambos conceptos, La critica, en su acepcién mas general, es evidentemente el ejer- cicio de Ia facultad esencial de todo ser pensante, el juicio. Criticar y juzgar son términos sinénimos, porque tanto el juicio como la critica tienen por objeto distingnir lo falsd de lo verdadero, Es el primero de los derechos, el mas necesario de los deberes respecto 4 la razén. aunque Cualquiera sea el dominio que explore, religién, filosofia, ciencia, literatura, estética, matematicas inclusive, la raz6n debe ser observa- dora, investigar la realidad de las apariencias, discutir lo verdadero, que con frecuencia parece inverosimil, y lo falso, que 4 veces nos ‘engafia con plausibles aspectos. Evidentemente la critica no puede ser una ciencia especial; es mas bien una condicién de toda ciencia, entrando como parte integrante en la misma légica, que fija al hombre las reglas para pensar recta- mente y juzgar con sano criterio, Estas sencillas consideraciones de- muestran cudnta es la vanidad de los que se atribuyen el monopolio de la critica. La escuela critica es del dominio de todos. Cualquiera puede aspirar 4 cjercerla. La més vulgar tentacion de un espiritu cultivado, es levar su critica mas all4 de los limites naturales; es la de 6 JESUCRISTO querer juzgarlo todo, aun aquello’ que ignora por completo. El sabio modera este deseo intemperante; aprende 4 no juzgar lo que ignora y no olvida nunca que sus conocimientos son limitados y su ignoran- cia inconmensurable. Se puede ser un excelente critico en filosofia y un malisimo jucz en religién 6 en historia. Ciertos conocimientos humanos no exigen solamente un espiritu especulativo, sino una larga experiencia. Las doctrinas morales son susceptibles de ser juzgadas mejor por el igno- rante que ha puesto en prdctica la virtud, que por el escéptico que desconoce las austeras alegrias del sacrificio. Los santos que viven de Ia palabra de Jestis, comprenderan mejor estas doctrinas que cl exé- geta arabista, que el helenista idedlogo, que las rechadan, descono- ciendo sus dulzuras, Hay matices en el color y en el aroma que un practico percibe, y que, no obstante, escapan 4 veces al anilisis del quimico., Aplicada 4 la historia, la critica representa un papel bien definido. La historia tiene por objeto narrar los hechos. Ahora bien: los hechos pasados no son conocidos sino por documentos, y éstos han sido redactados por testigos mas 6 menos inmediatos de los mismos hechos. La critica debe, por consiguiente, examinar en conjunto los hechos, los documentos y los testigos. Ciertos hechos son absurdos: la critica prescinde de ellos; hay-do- cumentos sospechosos 6 cuyo sentido se ha alterado; la critica los sefiala y los reprueba, y si los testigos no son dignos de crédito, los desenmascara y los confunde. En lo que concierne 4 la vida de Jestis, la critica preliminar tiene cl deber y el derecho de investigar los documentos y testigos que nos informan sobre tal punto, la antigitedad y autenticidad de los unos, el valor testimonial de los otros; debe, en fin, examinar Ja naturaleza de los hechos consignados en los documentos y los aportados por los testigos. Estos problemas han suscitado tales debates, sobre todo de un siglo 4 esta parte, en Alemania, Suiza, Inglaterra y Francia, que ape- nas bastarian muchos volimenes para tratar de ellos. Tan sélo para refutar las soluciones erréneas haria falta uno bien extenso. Asi, pues, sélo podremos trazar aqui 4 grandes rasgos las Iineas principales de este trabajo, y resumir con algunas conclusiones indiscutibles por Jo ciertas, los hechos causales que nos servirdn de base, aerRopUCcIoN 7 II Las obras que nos ensefian detalladamente los hechos y palabras de Jestis, su nacimiento, su vida y muerte, su doctrina, sus institucio- nes y su obra, son poco numerosas: algunas epistolas y actas suscri- tas por los apéstoles, y principalmente los cuatro libros conocidos bajo la denominacién de Evangelios canénic ‘A pesar de su pequefio volumen, estos escritos son de una rique- za inagotable por la abundancia de hechos y palabras que contienen. Su primer mérito como documento es la antigtiedad. Redactados en Jos afios que siguieron 4 aquellos acontecimientos, son la expresion sencilla y veridica de la impresién que habian producido en el alma de los discfpulos las ensefianzas, los preceptos, los ejemplos, la per- sona del Maestro desaparecido. Dos anos y medio en perpetuo con- tacto con EI les habia transformado paulatinamente. Una de las obras esenciales de Jestis, la que sobresale por encima de todas las demas y sin la cual sus discipulos no hubieran Jogrado su fin, fué la de grabar en la conciencia de sus apéstoles su imagen fiel y real. ¢Es asi que debian anunciarlo al mundo entero? Y para anunciarlo, es cierto que debian conocerle? Sélo El podia instruirlos. Jesits no les ocultaba nada; los trataha, segiin se desprende de sus palabras, como amigos. Su corazén estaba abierto para ellos, que reconocian en Fl al Unigénito del Padre y al Hijo del Hombre con- cebido por una mujer; que ofan sus palabras de sabidurfa y santidad; que vieron el cielo abrirse sobre sus cabezas y los angeles de Dios descender. sobre el Hijo del Hombre. Del mismo modo fueron testi- gos de su irresistible y divino poder; comprendieron la raz6n oculta de sus sufrimientos, de sus dolores, de su voluntaria debilidad, de su impopularidad entre la nacién elegida y de su muerte. Ellos presen- ciaron la gloria del Resucitado, gloria cuyo destello, invisible para el mundo, se reservaba solamente para sus discipulos; ellos fueron po- sefdos, interior y visiblemente, de su Espfritu. Revestidos con esta fuer za sobrehumana, fueron los mandatarios del Cristo, los propaga- 8 JRSUCRISTO dores invencibles de su fe, los continuadores de su obra, Y estos-Ga- 08 incultos, ignorantes, timidos, desechando toda duda, todo temor, toda vacilaciéa, cincuenta dias después de su muerte, en aquella mis- ma ciudad donde su Maestro habia sido crucificado, empezaron 4 pu- blicar su nombre 4 la faz del pueblo que habia pedido su suplicio y 4 Ia faz del Sanedrin que lo habia preparado. Llamabanle «el Santo, el Justo, el Autor de la vida»; con inmenso dolor les reprochaban su muerte; afirmabanles que Dios lo habia resucitado; denominabanle «el Enviado de Dios, el Profeta anunciado por. Moisés»; declaraban que Jos milagros en gue cllos intervenian s¢ cumplian por la virtud de Jesiis Nazareno, y en Ia audacia de su fe, lo suponian como piedra des- preciada por el artifice, convertida en manos de Dios en piedra angu- lar, y lo mostraban como el tinico Salvador concedido 4 Jos hombres*. Su palabra, su valor, su conviccién y su celo eran irresistibles. Ni prohibicién, ni amenaza, ni azote, ni cadenas, ni el suplicio les dete- nia. Se declaraban testigos de la Resurreccién, y apelando 4 la con- ciencia de sus enemigos, afadian que el Espiritu Santo, concedido por Dios 4 cuantos le obedecfan, atestiguaria también la verdad de sus palabra Esta predicacién apostélica es el primer Evangelio surgido del alma de los disc{pulos compafteros de Jestis, 4 impulsos del Santo Es- piritu, Es una palabra divina; la conciencia humana no ha podido in- ventarla: es el eco de la palabra de Jesiis, Nadie puede negar ni su antigiiedad ni su autenticidad. El historiador, acostumbrado 4 Ia evocacién de los hechos del pa- sado, ve, con la ayuda de estos documentos, 4 los discipulos de Jestis reunidos é identificados con el recuerdo y el culto de su Maestro. Su unién es tanto més estrecha y ms intima cuanto se ven mas aislados en un medio hostil. No son nada por si mismos, y no poseen nada ademas, Toda su fuerza reside en Ja virtud de Dios. Toda su ciencia ; Jesucristo. Toda su sabiduria esta en El. El es se resume en un todo su tesoro. Sus destinos no tienen otro objetivo que El, y como tales extremos no existen sin la fe, ésta constituye el todo de su exis- tencia; su fe no ticne limites. Su vida no les pertenece: es de | * Act, IIL, 14 y siguientes; 1V, 11. 2 Act., V, 30 y siguientes. * Galat., 1, 20. erropuccioy 9 Son, por decirlo asi, carne de su carne, convencidos de que ninguna energia, ni en la tierra ni en el cielo, podra separarlos de su amor. Jamas se repetird un fenémeno psicolégico semejant sea la influencia que los hombre Por grande que s superiores puedan ejercer sobre los que les rodean, no conseguirén nunca asimilarselos tan completamente, no podran modelarlos mas que exteriormente, incapaces de infundirles su propio espivitn, como fuerza nueva, viviente y pel ceniculo ha sonal, Con. este sido posible renovar toda la vida de Jestis. Conio todos aquellos que se sienten penetrados de un amor intenso, los apéstoles vivfan de la comunidad de sus recuerdos, narraban juntos los actos del Maestro, se repetian sus enscfanzas y Jas comunicaban 4 sus neé- fitos. Los mas minimos detalles de los postreros dias de su conmove- dora pasién, la prisién, In sentencia, el calvario, todas estas escenas dolorosas, emocionantes, volvian de nuevo 4 surgir palpitantes de vida, Jamas habia estado Jestis mas presente en sus conciencias, La carac- teristica de la separacién y de la muerte es concentrar la intensidad del recuerdo en los ausentes y desaparecidos. De este modo renacen en nosotros, y escudrinando en cl fondo del alma, volvemos 4 encon- trarlos, 4 verlos, 4 oirlos. En realidad de verdad, Jestis vivia entre ellos. Con é! participaban en la oracién’, en la practica de las virtndes que con su palabra y con su ejemplo les habia ensefiado, Aqui es donde hay que buscar cl arigen inicial del Evangelio oral, que consti- tuye la primera predicacién de los apéstoles y la fnente de los Evan- gelios escritos. Los apéstoles experimentaron bien pronto la neccsidad de fijar las ensefianzas de! Maestro y la historia de su vida. Es indudable que los primeros ficles descaban de modo ardiente conservar 4 la pos. teridad la buena nueva que les predicaban los enviados de Jests, y éstos, al abandonar 4 los nuevos convertidos y 4 las incipientes comu- nidades por ellos creadas y organizadas, quisieron dejarles un testimo- nio mAs duradero que su palabra. A estas necesidades, 4 estas exigen- cias, respondieron los Evangelios escritos. © Aeti, I, 14+ 10 Tl No puede precisarse la exacta duracién del tiempo transcurrido desde el principio de la predicacién apostélica y la aparicién de la pri- mera Memoria escrita. Este lapso de tiempo debié ser muy corto. La tradicién universal de la Iglesia coloca la composicién del primer E gelio entre el aio 33 y el 40 de la cra cristiana’, Este Evangelio tiene por autor 4 uno de los apéstoles, Mateo el publicano. Fué escrito en caracteres hebreos para los judios de Palestina y Jerusalén* en la era el dialecto arameo an- Jengua que éstos hablaban en aquella época, que 6 arameno, una mezcla de caldeo y siriaco, que fué el idioma de Jesiis, La idea fundaniental sobre Ja cual se basaba toda Ia fe de los era ante todo el Mesias de apéstoles, consistfa en creer que Jes Israel anunciado por los profetas. En este sentido trataban de persua- dir 4 todos los judios, dedicando 4 ello sus esfuerzos; su predicacion no era otta cosa que cl piiblico testimonio de esta verdad, como lo demnestran los discursos fragmentarios que nos han conservado las Actas*. Todo aquello que Pedro decia lo repetfan sus compaieros, ani- mados de idéntica fe; y cuando Jesis los hubo abandonado, fieles 4 sus 6rdenes, no perdonaron medio de dar piblico testimonio de su fe me- sidniea en todas las sinagogas de la Palestina y en todos los Ambitos de lacindad de Jerusalén, Esta idea inspira el primer Evangelio; es su alma enter vealiza una completa unidad. Facil es convene: las profecias que cita el autor, y cuya descripcién no es otra cosa que la justificacién histérica‘ y los comentarios que de ella se desprenden, con ella se de esto examinando los pasajes biblicos de Este primer libro debiera forzosa y naturalmente llevar por titulo la genealogia de Jesis, estableciendo su descendencia davidica, puesto + Busebio, Cronic; Irene, Adv. hares,, IK, + Jeréoimo, Adv. Pelag., Ill, 3; Irene, Adv. heres, IIf, x; Eusebio, Hist, eccles., I 243 JesSnimo, De vir. illust., Fragm. Papias. 5 Aet., IL 14 y siguientes; IV, 8 y siguientes; V, 29-32, etcs + Mateo, f, 25; IL, 6, 15, 18, 235 I, 3; IV, «5; VIL 19; X1, 5, 10; XII, x 16, 43; NXIL, 44) NXVL, 345 NXVIL 95 35143145. XII, 35; XXL 5, wsrnopuccio ra que cl mas popular de los titulos mesiénicos 4 los ojos de cualquier judio era el de Hijo de David. El gran sermén de la montaaa honrarfa 4 los modernos legislado- res; sus numerosas pardbolas sobre los Reyes hacen destacar la figura del que venia 4 evangelizar 4 los pobres y 4 los humildes; los anatemas contra los fariscos y las profecias respécto al porvenir de Jerusalén y del mundo revelan al Juez omnipotente, seftor de hombres y rey de los siglos. E| estilo cortado de este libro explica, independientemente de su origen apostdlico y de su prioridad sobre los demas Evangelos, la autoridad de que gozaba entre los judios y 1a accién extraordinaria de evangelizacin que ejercié en ellos. Es 6 no Jesits el Mesfas de los profetas? Este era el tema del gran debate entre creyentes y judios: el Evangelio de San Mateo satisface esta proposicién con evidencia triunfante. Todos los titulos mesiénicos indicados por los profetas vienen 4 dir en Jestis. El Evangelista lo prueba con la misma vida del no tiempo un cuadro vivo de Jestis y coin Maestro. Su libro es 4 un mis una demostracién, una apologfa popular de su caraeter mesidnico. El idioma original en que fué cscrito apenas era comprendido fuera de {a Palestina, y no obstante esto, el mesianismo de Jestis inte- resaba, no solamente 4 los judfos de Jerusalén, de Judea, de la Idumea y Galilea, si que también 4 todos los dispersos del gran pueblo de Israel. Como todos estos tiltimos hablaban el griego, les fué preciso traducir el Evangelio sirio-caldeo, Fueron muchfsimos los que se dedicaron & ello, auxiliados de los fragmentos de Papias*. Una traduccién griega de autor desconocido* siguié poco después al original arameo, imponién- dose, sea por la autoridad del traductor, sea por el consentimiento de la Iglesia, eclipsando bien pronto al texto primitivo. Este desaparecié después de la destruccién de Jerusalém en poder de la fraccién de cris- tianos judaicos que hacfan uso de él; si qued6 una versién en poder de los nazarcnos y cbionitas, hubo de alterarse, como todas aquellas que las sectas modificaron, interpolaron, mutilaron y alteraron 4 gusto de sus doctrinas. Euscbio, Hist. eccles., Il, 39. Jeréaimo, De vir, illust., TH. 12 JeSvERISTO Algunos afios mas tarde, cuando los apéstoles, después de haber cumplido su misién en Judea y prestado homenaje al testimonio de su Maestro en la metrépoli, se dispersaron para propagar la buena nueva, uno de los discipulos de Pedro, su intérprete, como le denomina Papias’, 6 su secretario, segiin el dicho de San Jeronimo’, acompand al Jefe de los apéstoles en su propaganda: Se Ilantaba Marcos y pa~ de fas Act Hacia el aio 42 siguié 4 Pedro, cuando éste, perseguido por Hero des Agrippa, tuvo que alejarse de Jerusalén. Posteriormente, Pedro aparece en la misma Roma predicando el fareos as’. rece ser el Juan } angelio, obteniendo un éxito extraordinario. Sus hermanos quisicron poser un recuerdo ¢s- crito de la palabra del apéstol; atendiendo sus peticiones, Marcos escribié su Evangelio. El apéstol aprobé la obra, que, revestida de su autoridad, fué lefda en lo sucesivo por la Iglesia entera, como to ates- tigua San Clemente en el sexto libro de sus Hipostiticas*, Los antignos atestiguan estos hechos undnimemente?. Comparando en conjunto-este segundo Evangelio con el primero, se observa inmediatamente que su cualidad distintiva es la brevedad. Todo el elemento judaico de San Mateo, todo aquello que en la histo- ria de Jesiis se referia 4 los judios como prueba de que era el Mesias, de Israel, est4 descartado cast por completo: la genealogia davidica, los hechos de la infancia, el sermén de la montana, en el cual la nueva ley del Mesias se opone 4 las imperfecciones de la ley antigua y 4 las, tradiciones, asi como las numerosas pardbolas del Reino de Dios, con- trarias 4 las erréneas doctrinas de los rabinos. Nétase que lectores desconocedores de las costumbres judias®, Es la vida pitblica de Jesits Cristo, Hijo de Dios, la que nos des- cribe. Estas importantisimas restricciones han hecho qu gelio se le denomine un compendio’. e dirige 4 este Evan- Eusebio, loc. cit. Epist., CXX, qu. I. ‘Act, XIL, 25. Jersniimo. De vie ilst, VIL, Papias, ap. Eusebio, Hist. eccles., II, 39; Clemente de Alej., ap. Easebio, Ul, 15) VI, 145 Irineo, Adv. har, 1, 1; Epit,, Hieres., LI, nin. 6 © Marcos, VI, 1 * Jeronimo, de vi. illust., C, VII; Agust., De cons. Evang. I, 4; Eusebio, Hist, eccles. I, 15. . sraopucciés 13 No hay que desconocer de ningtin modo la originalidad real del segundo Evangelio. Evidentemente ha sido tomado del primero; salvo las restricciones que acabamos de sefialar, el parecido de ambos, en lo que respecta al orden y exposicién de los hechos, es innegable, San Marcos ha debido tener 4 la vista el Evangelio arameo de San Mateo, y de él se ha servido para redactar el suyo en lengua griega. Pero, en efecto, su originalidad se muestra en la narracién de los hechos. Una comparacién detenida denota, por otra parte, que ha sido informado de viva voz por su maestro el apéstol Pedro, Este manantial es, sin duda alguna, el que le ha proporcionado los detalles nuevos que sumi- nistra el conocimicnto mas completo de los nombres y lugares; en una palabra, todo lo que caracteriza su obra. El Evangelio de San Marcos no tiene, como el de San Mateo, una tendencia apologética. Es innegable que no ha sido concebido ni re- dactado para demostrar el mesianismo de Jesiis. No es otra cosa que la narracién popular de su vida piblica en Galilea, del tragico desen- lace de ella y de su triunfante resurreccién en Jerusalén. No obstante, cs la buena nueva del Hijo de Dios y prueba implicita de la divinidad de Jesits, Contiene asimismo, en su forma histérica, la predicacién apostélica tal como Pedro y todos sus compajieros la practicaban al anunciar 4 las poblaciones paganas del Imperio el nombre del Salvador, el tinico que Io habia levado entre los hombres de la tierr hechos ocupan lugar preferente 4 los discursos. La omnipotencia de Jesis, de la que todo depende, se destaca mas que sus ensefanzas. Sin embargo, sus sufrimientos, su condena, la ignominia de su pasion y de Ja cruz, se destacan vigorosamente. Los apéstoles no se avergitenzan de su Maestro, persuadidos de que su sangre vertida en el Calvario es el medio descado para regenerar al hombre y glorificar 4 Dios en su Hijo. . No nos darfamos cuenta cxacta y completa de la actividad ardiente ianos en los primeros afios de la Iglesia, si olvidasemos el . Los de los cri celo con que trataban de investigar y conocer la vida de aquel 4 quien habian consagrado su fe y 4 quien adoraban como Mesias, como Sal- vador y como Hijo de Dios. Inflamados por Ia predicacién de los apéstoles, se inspiraban por + Act IV, 12. 14 Jesueristo completo en todos los actos y palabr: neéfitos, algunos trabajaban por escribir todo aquello que habian ofdo angelio arameo de San Mateo de Jestis. Entre los discipulos y de boca de Jos mismos testigos. parece haber sido mas especialmente el centro de este movimiento‘. Se le interpretaba, se le traducia, tratabase de aportar 4 6] nuevos deta- Iles y de reconstituir el orden de los hechos, de conformidad con la realidad de la historia. Los frutos de esta actividad literaria no han llegado hasta nosotros; todos estos libros, los cuales alude uno de los Eva no s podido sobrevivir al medio en que nacieron. ngelios’, han desaparecido como otras tantas obras imperfectas que imponen ni Haman la atencién, y que indudablemeate no han Cuando una necesidad real, legitima, interesa 4 un conjunto de hombres, encuentra casi siempre un espiritu decidido que sabe res- ponder de ella. Lanaciente Iglesia necesitaba un escrito que le diese un cuadro mis completo de Ia historia de Cristo. Un pagano'de Antioquia, tal vez un judio convertido por el apéstol Pablo seguramente, hombre que no debia carecer de cultura y del que se decia haber practicado la medicina en la misma Antioquia, traté de responder A esta necesidad de los primeros ficles. Asi nacié el nuevo Evangelio, que vino 4 su- marse al de Marcos el diseipulo de Pedro y al del apéstol Mateo, San Pablo ha elogiado esta obra en una de sus epistolas*, Bien pronto circulé por todas las iglesias y dié 4 conocer gran mimero de hechos y de ensefanzas que no habian sido consignados en los anteriores escritos. San Lucas llend las lagunas de estos iltimos. La tercera parte de sus narraciones son originales, principalmente cinco milagros y doce pardbolas‘. Es de notar el afan con que procura informarse de los tes- tigos presenciales de los hechos que, habiéndolos visto desde el prin- cipio y consagrados luego con el don magistral de la palabra, eran los llamados 4 iluminarle. Discipulo de Pablo, compafiero en sus viajes, + Bragm. Papias; Eusebio, Hist. eccles., Il, 39. * Lucy ht > Cor, Vil, 18, © Luc, Ij Tl; VI, r1-18, 36-505 X, I, 25-42; XILXVE, XVUL, 1-14; XIX, 1-28; XXIL, 6-22; XRIV, 12553. * Cor, VI, 18. NTRODUCCION tS colega de Bernabé, uno de los setenta y dos, se personé en Jerusalén', hizo alli conocimiento con los apéstoles Pedro y Santiago el Menor, 4 quien denominaban hermano del Sefior, y con Juan el discfpulo amado, inquiriendo de ellos cuanto deseaba saber. Evidentemente, San Lucas la familia de Jests y de su madre, asi como 4 los parientes de Juan Bautista. En su poder, y sirviéndole de base, tuvo los diversos escritos 4 que hace alusidn en el prefacio de su obra, y asimismo los Evangelios de Mateo y Marco. Seria, en efecto, inverosimil suponer que no obraron en su poder tales documentos que, revestidos de la dad de los apéstoles, y 4 titulo de tales venerados por todos los fieles, fueron completados por él con sus narraciones respecto al naci- miento de Juan y 4 la infancia de Jestis, narraciones obtenidas, sin duda, en mas antiguo, 4 juzgar por su estilo puramente hebraico; conoci auto! de un or estas descripciones, de que esti llena la vida errante de Jesis durante un pe- riodo de cuatro 6 cinco meses, desde el dia en que abandona la Galilea, no encontrando donde reposar su cabeza, hasta su entrada triunfal en arraciones vienen 4 ser completadas con esos episodios, ricos en Jerusalén. Los dos primeros Evangelios guardan absoluto silencio respecto 4 esta fase importante; San Lucas aporta 4 ellos nueva riqueza de datos en su narracién de la Resurreccién y de la Ascensién, con la cual inicia su libro de las Acta: Pero la originalidad del trabajo de San I.ucas esta en la relacién cronolégica que trata de establecer entre los hechos, y sobre todo en el espiritu que preside 4 su eleccién. Aunque imperfectamente reanudada, esta relacién cronolégica nos permite, no obstante, fijar la fecha del nacimiento de Jess bajo el reinado de Herodes y la inauguracién de su ministerio galileo en el afio quince del de Tiberio, lo que seria imposible si no dispusi¢ramos més que de los datos de San Mateo. No puede caracterizarse bien el espiritu que le anima, mas que suponiéndole identificado con el de Pablo. En el mismo momento que San Lucas escribia su Evangelio, se iente. El Evangelio, comba- tido por los judios, lograba entre los paganos una prodigiosa acogida. producia un nuevo hecho en la Iglesia nac + Ad, XX. 16 JESUCRISTO . E| pueblo acudfa en masa 4 la llamada de los enviados, y especialmente 4 la de aqnel 4 quien se denominaba el Apéstol de los gentiles. Era una explosién de entusiasmo. Al lado del desconfiado judio, rado y perturbador por naturaleza, se veia al pagano, solicito y décil. La pro- fecia de Jestis se cumplia clara y determinadamente; el reinado del pueblo elegido iba 4 ser conferido al pueblo abandonado de Dios. El Evangelista, testigo de aquel nuevo suceso, siguiendo las huellas de Pablo, su maestro, trabajaba en Id conversién de los gentiles. Las discusiones surgidas en cl seno de la Iglesia, tenfan por causa que los judios convertidos no veian con buenos ojos a sus nuevos hermanos los paganos; trataban de hacer prevalecer contra ellos su titulo de hijos de Abraham, sin poder ocultar su secreto orgullo contra aquellos incir- cuncises; trataban de someterlos 4 las prescripciones de la Ley, pero los paganos se resistieron. La Ley perdia su vigor, morfa. El reino de Jestis rompfa sus viejas cadenas. San Pablo defendia la libertad de los hijos de Dios, emancipados desde aguel momento de toda tutela legal, del culto imperfect, denominado por él elemento mundano’. La vida del Maestro estaba llena de hechos semejantes, en los que tal estado de cosas estaba justificado y profetizado: preciso era producirlos. El Espiritu vivificante que velaba sobre los apéstoles inspiré 4 San Lucas, como habia inspirado 4 San Pablo; leyendo este tercer Evangelio se encuentra en él al Cristo, Salvador universal, tal como los paganos debian imaginarselo, tal como San Pablo lo predicaba y tal como habia sido en su vida piblica. En él habia recopilado con gran cuidado muchos rasgos omitidos por el primer Evangelio que, humillando com- pletamente 4 los judios, debfan inspirar confianza 4 los paganos: la salud prometida 4 Zacheo el publicano y al buen ladrén, el perdén concedido al prédigo y 4 la pecadora, la preferencia dada al publicano sobre el fariseo. En él ensalza al Samaritano y al caritativo excomul- gado, comparandolos con el levita y el sacerdote sin entrafias; hace el panegirico de algunos paganos, y muestra, por fin, & Jestis rogando por sus verdugos y convirtiendo al buen ladrén y al centurién romano. San Lucas ha escrito asimismo las mas conmovedoras escenas de Ia vida de Jestis, 4 quien se complace en llamar «E] Seftor», imitando 4 su maestro Pablo, Si Marcos es el Evangelista de la omnipotencia, * Sala IV, 3. txrRopuccisy 7 Lucas es el de fa bondad y Ia misericordia, La antigiiedad, en su pre- dileccién por tos simbolos, ha dado 4 Marcos el le6n como emblema, y 4 Lucas la victima, el toro presto al sacrificio. En todas las pagi su obra se destaca la figura de Aquel que salva y perdona, del «Hijo del hombre, venido, no 4 aniquilarnos, sino 4 perdona La obra ha ino & salvarnos; no juzgar, sido compuesta seguramente antes de las Actas, que son su contimuacién; y como estas tiltimas terminan al final de la segunda etapa de Pablo en Roma, preciso es asignar la fecha del aio 64 como la en que se redacté este Evangelio. La persecucién de Nerén contra los cristiano’ obligé 4 Lucas 4 huir de Ia capital del Imperio, en la que Pablo encontré su tumba, y el Evangelio escrito en aquella ciudad fué llevado por él 4 Achaya y Beocia, donde se habia refugiado*, A mediados del siglo primero, cuando el espirity que animaba la Iglesia la extendia, llevando sus apéstoles 4 la conuista del Imperio 4 través de las provincias de Grecia y Asia, la fe naciente no encontraba en ella tinicamente la hostilidad de los judios, si que también hubo de estrellarse contra Jas doctrinas paganas y contra la cabala judia, con- junto de opiniones que formaban la sabidurfa de los que en aquellos tiempos se tenfan por civilizados. Este obstdculo era mas formidable que las persecuciones; éstas no alcanzaban con sus efectos més que al cuerpo, mientras que Ja filosofia humanista podia corromper la fe y la palabra de Jest Entre los convertidos del paganismo, muchos se dejaban inducir por esta falsa sabidurfa. Todos los siglos y todas las civilizaciones se pa- recen. El hombre no puede evadirse nunca de Ja influencia del medio en que vive, y sufre las consecuencias de las doctrinas, como las de las costumbres, sin razonar siquiera y frecuentemente sin compren- derlas. Las doctrinas que formaban entonces la atmésfera intelectual reli- giosa y moral, han tomado poco tiempo después ef nombre de gnosti- cismo*, mezcla extrafia y confusa de monoismo, del panteismo, del Jerdnimo. De vir. iilust., C. VIL. Gnosticismo. Sistema de Slosofia religiosa, cuyos partidarios pretendian tener un cono+ cimiento completo y trascendental dela naturaleza de Dios y de sus atzibutos. 2 18 snsueristo dualismo, del fatalismo, de Ja teurgia’ y del ascetismo, amalgama de es- peculaciones sobre el universo y el principio de las cosas. Dos corrientes dominaban: una partia“de un monofsmo exagerado que halagaba 4 la doctrina unitaria de los judios; otra se inspiraba en un irreductible dualismo. Los que seguian la primera, concebian 4 Dios como unidad tras- cendente y abstracta, independiente de toda relacién con el mundo é impenetrable por si misma, EI aniverso era el resultado de fuerzas intermediarias, impersonales, emanadas de un principio silencioso é incognoscible. Una de estas uno de estos Zons’, como se les denominaba entonces, era el 6 Cristo superior, unido por un momento 4 Jesis. La Reden- sus teorias, se reducia A afirmar que Jesés habia anunciado desconocido, venciendo 4 las potencias césmicas, gain la verdad 6 el Dios soberanas del mundo, que paralizaban el esfuerzo que el ser neumé- tico 6 espiritual verificaba en direccién al ser primitivo. No habia res- cate posible dependiente de la fe en Jestis ni en los méritos del Divino Redentor, si no se recurrfa 4 la Gnosis 6 Gnéstica, conocimiento de Dios, de los espiritus (Eons), de la humanidad y de las relaciones de tal iniciacién hacia del neéfito un ser _neu- estos elementos entre si, matico*, Seguin los dualistas, que resucitaban Ja doctrina de los persas, el mundo estaba bajo Ja influencia de dos fuerzas opuestas, emanadas de las reconditeces del Ser: la Iuzy las tinieblas, El mundo material habia surgido de las tinieblas y era malo en si, pero la luz triunfaria y libraria al fin las cautivas de los cuerpos. Jesiis, para estos heréticos, era en efecto el Cristo, el Hijo de Dios personificado, pero rticulas brumos negaban que hubiera sido verdaderamente encarnado*. F4cil es concebir los peligros que debia corzer la palabra de los apés- toles en presencia de espftitus que, en vez de recibirlas como nifios + Teurgia. Arte de evorar los dioses, demonios 6 genios que, segtin los flésofos gentiles, poblabaa y animaban la naturaleza. + Cada una de las. inteligencias eteroas 6 entidades divinas de uno ii otro sexo emanadas de la Divinidad suprema. +E} autor pone gallardamente de relieve el punto ridiculo de esta escuela. Ea efecto, gaéstico era sinénimo de pedanterta, por mas que cilos en su potulancia le asignan el sigaifi cado de sabi * Ignacio, Ad Smyrn., IL Timoteo, If, 8-17, nernopuccréxt 19 obedicntes la voluntad de Jess, no pensaban mas que en interpretarlas 4 gente de sus opiniones. San Pablo, el fundador de casi todas las iglesias del Asia Menor, habia profetizado el peligro y prevenido 4 los jefes de comunidades’ contra aquellos maestros que vendrian 4 corrom- per la fe. En vida los habfa visto ya dedicados 4 esta obra; sefalaba su perversidad* y denunciaba Su engatosa Este peligro es propio de todos los siglos. La mayor dificultad iencia’, para cl hombre es someterse sencillamente al Evangelio, y su mayor tentacién es tratar de transformarlo 4 su gusto, siguiendo sus propios sis- temas. Los gnésticos, negando la divinidad del Cristo y reduciéndolo al papel de Eon 6 de fuerza inferior 4 Dios, desconoctan la relacién, esencial y verdadera que une 4 Jesiis con su Padre, ofuscandose con su humanidad, que, segiin ellos, le ponia en contacto con la materia, prin- cipio del mal 4 su juicio; de este modo aquella relacién era aparente para ellos. Rehusaban, al Hijo de Dios y 4 aquel & quien asf se nom- braba, una personalidad propia. Algunos de los judios convertidos, co- nocidos bajo la denominacién de judaizantes, participaban de estos errores, que destruyendo al Cristo derribaban por lo mismo toda su obra. Ebionitas y Docetas se unian, negando los unos Ja humanidad real, los otros la divinidad de Jess, y amenazando al cristianismo en su cuna. Uno de estos heréticos era Cerinto. San Irene nos ha conser- vado las lineas generales de su doctrina‘, que es la misma de los Ebio- nitas; no ve en Jestis més que un hombre que, en el momento del bautismo, ha sido posefdo por un demiurgo, un Eou, llamado Cristo, Otro de estos falsos doctores era el didcono Nicolés, cuyas costum- bres licenciosas corrian parejas con las mas insensatas especulaciones sobre la naturaleza de Dios y sobre la creacién y relaciones entre Dios y el universo’, Para combati escribié uno de los apéstoles el cuarto Evangelio®, Este apéstol fué Juan, cl discipulo bien amadd, 4 quien le estos error ‘Act, XX, 2831. 1. Timot,, 1, 5 7- Ta, r-19y sigs; VI, 20, 2. Tren. Adv. heeres,, L, XVI, 1. Agust., De hatres,, in princ . Iren. adv. hacres, III, 1, 5; Clement. de Ale., ap. Eusebio. Hist. eccles,, VI, 14} Terta., Contr. Marcion., 1V, 2. 20 sesucrtsTo suplicaron emprendiese dicha obra todos los jefes de las iglesias de Asia, 4 cuya cabeza figuraba el apéstol Andrés*. Nadie mejor que él podia atestiguar la verdad. San Juan no traté de oponer una doctrina humana, un sistema filo- s6fico’ 4 aquellas doctrinas humanas, 4 aquellos vanos sistemas de filo- sofia, No era un filésofo, sino un testigo. No‘conocia mas que la palabra de su Maestro, y no consigné més que lo que de sus labios habia ofdo. Mientras San Pablo en sus cpfstolas razona y discurre sobre los hechos evangélicos, sobre la doctrin sobre su muerte y su resurreccién, San Juan, recogiendo s é inspirado por el Espfritu que le iluminaba y sugeria, da testimonio de cuanto Jestis habfa prometido 4 sus fieles; toda su obra se dirige 4 con- a de Cristo, sobre la obra de Redeneién, s recuerdos seguir un solo objeto: establecer la fe en Jesucristo, Hijo tinico de Dios, corriente de fa vida eterna. No trata de demostrar histéricamente, como lo hicieron San Mateo, San Marcos y San Lucas, que Jesis es el verdadero Mesias prometido 4 los judios y el Salvador de aquellos que practiquen el arrepenti- miento y Ia fe; lo que se propone es determinar la verdadera natura- leza divina de «Aquel que se nos aparecié en carne mortal». {Qué es el Hijo de Dios? Qué relacién tiene con el Ser divino 4 quien lama su Padre? Qué misién ha venido 4 cumplir en este mundo? gEn qué consiste Ia salud que nos anuncia? Todo el cuarto Evangelio sintetiza la contestacién 4 estas preguntas. No es Juan quien habla; cs el mismo Jestis, puesto que sélo él podria iluminarnos sobre su verda~ dera naturaleza divina. La palabra con que el Evangelista inicia su relato, y que forma [a sintesis de todo cuanto va 4 seguir; es la frase Palabra, Verbo, Logos. «En el Principio era el Verbo, y el Verbo estaba en Dios y el Verbo era Dios. Si, el Verbo estaba en el Principio en Dios. Todas las cosas habfan sido hechas por él, y sin él nada se ha hecho de cuanto ha sido hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres, y esta luz resplandece entre las tinicblas, y las tinieblas no la han comprendido*. » Esta expresién que traduce su Ser divino, no habia sido adoptada por Jestis en fos discursos que narra el mismo San juan. No tiene nada de comin con el vise de Jos.griegos, el Verbo de Platén y de Philén * Canon de Muratori; Jerénimo, De vir. illust,, CLX. * Juan, 1,1. vreopuceréw ar de Alejandria; es mas probable que se refiera 4 la «Palabra» de los, profetas y 4 la sabidurfa personal de los Proverbios y de los Libros de la Sabiduria, Tal vez Jess la revelase 4 sus apéstoles al iniciarles en la inteligencia de las Escrituras*. Ninguna explica mejor su sentido; im- plica su origen eterno en el seno del Padre, donde el «logos» perdufa, su distincién del Padre, que es de donde emana, en la igualdad de una misma vida y la relacién de Di s en el mundo, creada por el «Logos», conducida por el «Logos» 4 través del tiempo y salvada por el «Logos» hecho carne. Toda la teodicea esté fundada sobre esta idea, y ha bastado la frase divina que la sintetiza para que San Juan mereciese ser llamado el Tedlogo y el Tedsofo. 4Cémo se ha revelado en su vida humana el Verbo, Unigénito del Padre? Los evangelistas responden su manera: los tres primeros nos Jo manifiestan con la narracién de sus ensefianzas y de sus actos. Segin ellos, Jess enschaba como un Macstro absoluto, perdonaba los pecados como Dios, daba érdenes 4 la naturaleza como quien no halla nada superior 4 sus propias fuerzas. El cuarto Evangelio nos instruye por los discursos directos en que Jess atestigua por si su preexistencia, su origen eterno, su comunidad de esencia con el Padre, su potestad para iluminar, crear, salvar, dar la vida, juzgar como el Padre. Y 4 fin de dejar bien sentado que tales discursos no son composi- ciones imaginativas 6 artificiales, los ha encuadrado en hechos precisos, detcrminados por el tiempo y el lugar, con particularisimo ctidado € intencién bien marcada, La mas trascendental de las revelacio- nes viene de este modo presentada bajo una forma sensible y popular que permite leer la verdad divina en imagenes convincentes y conmo- vedoras, tal B6mo Jesiis se complacia er demostrarlo*. Los ects“ que narra el Evangelista son completos, excepcion hecha de dos: la multiplicacién -de los panes en el desierto de Bethsaida y la marchazde Jesits sobre | riodos dela vida de Jest agtias del Iago, tomados todos en los pe- omitidos por los tres primeros Evangelistas. El milagro de las aguas demuestra el poder de Jestis para transformar las substancias y los elementos, poder igual 4 la potestad creadora. La curacién 4 distancia del hijo del oficial de Cafarnaum prueba que la © Lucas. XXIV, 45, * Cap. IV, Vi, IX, X, XL 22 gEsucrisro palabra de Jestis es soberana y obia sin que el espacio le sirva de obsticulo, La multiplicacién de los panes acusa Su fuerza creadora; su marcha sobre las agnas y la tregua impuesta 4 Ia tempestad, su auto- ridad absoluta sobre ia naturaleza; la curacién del paralitico de Beth- saida demuestra que no se le resiste el mal por inveterado qne sea; el ciego de nacimiento atestigua que Jestis es el principio de la luz, y por altimo, la resurreccién de Lazaro prucba de modo evidente que es el dueno dela muerte y de la vida. Sus discursos, tal como los narra Juan, por fragmentos, no son otra cosa que la expresién de su naturaleza divina, de su vida intima, de sus relaciones con el Padre, de su igualdad absohita con EJ en esen- cia, en actividad y en poder. Jesis depende, sin duda alguna, del Padre; pero este origen no puede perjudicar su igualdad absoluta, siempre que se establezca su distincién personal con el Padre, puesto que el Padre se lo ha concedido todo desde la eternidad, engendrdndolo como su Unigénito. Al revelar estos misterios intimos, nétese que Jestis no emite doctrina alguna; s6lo atestigua hechos interiores de los total conciencia, hechos trascendentales, puesto que constituyen la vida misma de Dios*, Realiza la esencia de su obra profunda, revelando y comunicando 4 todos los que en él creen el Espiritu de su Padre y el suyo. Tal es la idea que se ve en el fondo de las pardbolas que narra ue tiene el Evangelista. Elagua viva de que habla 4 la Samaritana, el soplo mis- terioso 4 que se refiere en su conversacién con Nicodemus, la corriente que brota de la roca, la luz que ilumina al mundo, el pastor que con- duce Jas ovejas y que las lleva 4 pastar, todos estos simbolos demues- tran el Espiritu misterioso y divino de Jesits, la fuerza impulsora con creto de las almas y en la humanidad. que se cumplia su obra en el No hay ninguna clase de metafisica abstracta en estos prodigio o discursos. Jestis, tal como nos lo da 4 conocer San Juan, no es mas filésofo que el Jesiis de los tres primeros Evangelios. No trata de de- mostrar la verdad por medio de razonamientos, ni de exponer un sis- tema religioso. Su palabra es la completa y viviente expresién de lo que es él: la ley moral, tal es su voluntad y su espiritu. Para él, Dios es el Ser viviente, amantc, todopoderoso, el Padre, en fin; traduce en lenguaje humano, no la concepcién interior que de él se ha formado, * Juan, V, X. rropvecion a3 acomodandose 4 un punto de vista sistematico, sino fa realidad, lograda por wna percepcién inmediata. Los tres primeros Evangeli s describen lo que se ve en Jestis; el cuarto Jo que no se ve. Pero como lo visible tiene siempre una causa invisible, los hechos de los. sindpticos tienen su causa invisible que reside en Jestis y que San Juan nos revela. Aqi Dios viviente entre los hombres; éste nos habla de lo que es él en si mismo, en el seno del Padre. éllos nos muestran el Los primeros Evangelios muestran al hombre en Jesis; el cuarto revela 4 Dios.’ Todos, aun Jos profanos, pueden leer los primeros; el otro esta reservado 4 los iniciados, 4 quien la eterna luz ilumina. El genio deslumbrado por sus pobres claridades humanas no lo compren- dera nunca, pero las almas sencillas se penetrarin de ello, 4 pesar de su sublimidad; y cualguiera que lo abra debe recordar las palabras del Maestro: «Bienaventurados los limpios de corazén, porque ellos verén 4 Dios.» La autenticidad del mds divino de los Evangelios no ha sido negada jams entre los antiguos. Sélo una secta obscura, los Alogos, lo ha rechazado, pero no invocando testimonio alguno ni apoyandose mas gue en razones dogmiticas, Los que negaban el Verbo no podian aceptar el Evangelio del Verbo. Casi todos los padres apostdlicos han hecho en él citaciones que han sido cuidadosamente recopiladas por el Dr. Funk’. Nada puede oponerse al testimonio de Irene, discipulo de Policarpo, que 4 su ver lo era de San Juan, y que atestigua la existencia de su obra’, Este Evangelio ha sido redactado en griego en Patmos segiin unos, y en Efesa segiin otros. La tradicién esté dudosa sobre este punto, asi como sobre la época exacta de su redaccién. Es muy verosimil que el apéstol Ia escribiese en su vejez, cuando, siendo el tinico superviviente de entre los-testigos directos de la vida y doctrina de Jests, hubieron de rogarle todos los obis 10s de las'iglesias del Asia Menor que elevase su voz poderosa y autorizada, para confundir las nacientes negaciones de que era objeto la naturaleza de Jesiis, multiplicadas después durante seis siglos y vencidas siempre por el testimonio del cuarto Evangelio. ‘Opera Pate. apoatol., tomo I, pig. 565 y siguientes. Iren, Adv. hares. IIL, I, I 24 Jesuicristo En cuanto al silencio de Papias, no es argumento bastante para combatir la obra de San Juan. Un nuevo fragmento de! obispo de Hie- répolis, citado por Thomasins (I, 344) y que yo he tomado del doctor Aberle', atestigua que Papias conocia Ia obra del apéstol. Por otra parte, la autenticidad de los cuatro Evangelios canénicos es en Ja actualidad cuestién resuelta para siempre. Est4 probado por el fragmento del canon de Muratori que, bajo el pontificade de Pio |, en 142, existfan cuatro Evangelios; que la Iglesia romana no reconocia otros; que los lefa en el mismo orden en que han sido clasificados en la actualidad, y que los erefa inspiratdos por Dios y escritos por un solo é idéntico espiritu, Est4 probado, por una comparacién sabia y detallada, que todos los Evangelios pueden ser reconstitnidos fragmento por fragmento, integralmente, con la ayuda de las citas recogidas en las obras de los Padres del primero y tercer siglo, desde el autor de la Epistola de Ber- nabé hi Est probado que, no solamente desde la mitad del siglo segundo, ‘a Tertuliano é Irene. en 150, cxistia ya una versin latina de los Evangelios, Ja antigua ltdlica, si que antes de ella habfa ya dos, una hecha en Africa y la otra en Italia. Est probado, gracias al descubrimiento de M. Cureton, que antes de la antigua Itdlica existia una versién siriaca, la Peschito, y que el traductor de la Italica tenfa 4 la vista una versién griega, anota- da al margen con variantes siriacas, 4 las que se ha referido especial- 5 que las traducciones son contempor: mente, probado, adem neas de los originales. Esta probado, en fin, p de M. C, Tischendorf, que en la misma época en que, segiin Tertu- liano, se conservaba aiin el manuscrito autégrafo de tos Evangelios en s' apostélicas, existia una copia contempordnea. Esta copia el descubrimiento del Cédigo Sinaitico las igh figura en el Cédigo Sinaitico, anterior 4 las correcciones exigidas oficialmente en los manuscritos por Constantino. ‘Asi, pues, hay derecho 4 sentar la conclusién de que los Evange- lios existian en el siglo primero, y que existian tal como hoy los po- seemos. En defecto de los manuscritos originales, autégrafos, tenemos por lo menos traducciones contemporéneas. La critica esta satisfecha. * Bipleiatung in das Neu Test., pag. 112, wrropuccidy 23 Entre ella y la tradiciéa de la Iglesia sobre este punto esencial, fa armonia es completa, total. IV E} primer eardcter de es el sentido m: os documentos és el de ser, ante todo, en s riguroso y mas preciso, testimonios indiscutibles. No exponen ideas ni teorias, no discuten, no explican nada; narran los hechos, exponen las palabras, afirmandolas. De aqui su impersonalidad. El autor desaparece entre los sucesos. Si alguna vez se revela, como por ejemplo, cn el prélogo del tercer Evangelio 6 en el cuarto, con extrema reserva, es para manifestar que sdlo es un testigo que se ha informado de todo y que ha visto ti oido lo que escribe. No se tra Juce en ellos la expresién de los sentimientos intimos con que estos escritores describian Ja vida de su Maestro. Ni una frase de entusiasmo, ni un grito de admir cidn, ni una reflexién propia. Sus re- cuerdos he aqui toda su fuerza; los escriben segiin les fueron suge: dos por el Espiritu 6 de acuerdo con los datos que otros testigos hayan podide suministrarles para concretarlos mejor. Ciertos sucesos han conmovido 4 unos mas que 4 otros; la riarra- cién es mas detallada, mas viva, mds llena de colorido. Las circuns- tancias en que cada uno de ellos ha escrito, han sido también una de las causas positivas de la eleccién y escrupulosidad de las palabras y de los hechos numerosos que han podido ver y oir en la vida de su Maestro. El circulo de lectores 4 quienes se dirigian ha contri- buido, y no poco, 4 modificar su obra. No podian hablar 4 los judios negundo el mesianismo de Jess, como hablaban 4 los paganos que no tenian prejuicios judaicos; no podian dirigirse 4 hombres sencillos sin cultura, como & los convertidos, nutridos en la Gnosis judaica 6 griega; 4 iglesias donde los judios pretendian aliar Ia libertad evangélica con la esclavitud legal, como 4 iglesias libres de estas irritantes cuestiones. Aguel qué habia sido admitido desde el primer momento en la intimi- dad del Maestro, que habia concentrado en su alma apasionada les me- jores confidencias de Jestis, que mas que otro alguno habia sido impre- 26 sesucristo sionado por aquellas confidencias, en las que se revelaba su origen divino, su filiacién eterna, los profundos misterios de la fe y de la salud por el Espiritu, debia evidentemente dejar traslucir en su testimonio una suavidad, una ternura, un encanto, una vivacidad de recuerdo que hingiin otro podia igualar. Pero todas estas diferencias se desvanecen ante la magnitud de los hechos y la elevada consideracién de su unidad. La obra de cada uno de los Evangelios reside en Jests. Es 4 él, sélo 4 él 4 quien se ve vivir, 4 quien se oye en ellos tinicamente. El sermén de la montaia, las pardbolas, las discusiones con fariseos y saduceos, las instrucciones 4 los doce apéstoles y 4 los setenta y dos discipulos, los anatemas contra los falsos doctores, la prediccién de las ruinas del Templo y de Jerusalén, los repetidos anuncios de su préxima pasion y muerte, sus confidencias con la Samaritana y Nicodemus, las solemnes afirmaciones de su mesianismo 4 la faz de los poderosos de Jerusalén bajo el pértico de Salomén, las prodigiosas declaraciones de su naturaleza divina, de su igualdad con el Padre, de su funcién me- siénica simbolizada por la roca de Horeb, por las luces de la fiesta de los Taberndculos, por todos los grandes sucesos de la historia judia y por el culto que los recordaha, en tédo esto late la palabra de Jestis. Pretender que los Evangelistas, y particularmente el cuarto, trataran de poner en boca de su Maestro discursos supuestos, haciéndole hablar como Tito Livio 4 Jos generales romanos, es tratar de arrebatarles el finico titulo que formalmente reclaman todos ellos; es desconocer el infinito r speto que tributaban 4 su Maestro; es contradecir y romper, sin motivo alguno positivo, la tradicién universal inmutable; es hacer mentir al que ha dicho con insistencia solemne: «Lo que hemos visto, lo que hemos ofdo, lo que nuestros ojos han visto, lo que hemos con- templado, lo que del Verbo de la Vida han tocado nuestras manos. Sf; Ia vida se ha manifestado, y hemos visto y atestiguamos y anunciamos la vida eterna, la que estaba cerca del Padre y se nos ha aparecido; lo que hemos visto y ofdo os Jo anunciamos‘.» Asi se explica cémo estos pobres pescadores de Galilea, estas na- turalezas incultas, hayan podido escribir un libro semejante 4 los Evan- gelios con sdlo evocar sus recuerdos. Si hubieran compuesto un dislogo © Jaan, 11-3. msaopuecio 27 4 lo Platén 6 algiin tratado 4 lo Philén de Alejandria, se hubiera creido en su imaginacién 6 en su talento, y esto hubicra parecido sospechoso- De este modo hubieran puesto sus ideas y algo de su invencién en la obra, Pero nada sabian, Todo en ellos hace notar que, bajo la accién constante de Jess, han ido desprendiéndose poco 4 poco de los pre- juicios populares de su raza y aceptado con fe completa los ejem- plos, la palabra de su Maestro, Propiamente hablando, puede asegu- rarse que no existen en si; es'su Maestro quien vive en ellos por com- pleto. En la mayorfa de los cas 's prefiero mas como critico al sencillo aldeano que al sutil y avisado académico, El primero me dira sencilla- mente Jo que ha visto; el otro tratara de explicarmelo. Lo que interesa principalmente al historiador es e} hecho; 'a explicacién de él viene después. En toda hipétesis, antes de explicar los fenémenos, importa comprobarlos. Soy de los que desconfian de las imaginaciones dema- siado cultivadas, cuando se trata del examen critico de un hecho; no podran nunca emanciparse de su sistema, al que denominan. instru- mento perfeccionado. No se hardn ilusiones? Tal vez sea instrumento perfecto para ver lo que se quiera y no ver lo que no les convienc. El caracter testimonial de los Evangelios se funda, no solamente en la intencién expresa de sus redactores, solemnemente formulada por ellos, si que también y principalmente en la voluntad de su Maestro: «ld—les dijo al separarse de ellos—,ensefiad las naciones y hacedles aprender cuanto os he confiado: yo estaré con vosotros hasta la con- sumacién de los siglos*, Vosotros sois los testigos de estas cosas’. Vos- otros recibiréis los dones del Espiritu Santo, que descendera sobre vuestras cabezas, y daréis testimonio de mien Jerusaléa y en toda la Judea, en Samaria y hasta en los confin de la tierra’.» En adelante ya no ser4 su palabra un sencillo recuerdo humano, entregado 4 los azares de la memoria y 4 la fragil concieneia; esta pa- labra seré guardada, sancionada por virtud del Espiritu de Jest, pe- renne en ellos y sugiriéndoles 4 Ia misma hora cuanto sea preciso decir’, Math,, XXVIIL, 19, 20 Luc., XXIV, 48. Act, 1, 8. Juan, XIV, 16, 28 JEsucRIsTO Asi es como la Iglesia, en una tradicién no interrumpida, ba con: derado siempre los Evangelios. Siguese de aqui que no se puede distinguir en su obra un elemento propio 4 los escritores y otro respecto aque! de quien escriben. Todo cuanto ha salido de su pluma pertenece 4 Jestis, sea como un acto de su vida, sea como una ensefianza de su doctrina, El acto sera mas 6 menos claramente descrito, la enserianza estard reproducida mds 6 menos fraymentaria, més 6 menos completa, pero tanto el uno como la otra son parte integrante de la vida y doctrina del Maestro. En esto reside el secreto de la belleza, de la sencillez, de la santidad, de la inmortal virtud de los Evangelios. No es el alma, el espiritu, el genio de los eseritores los que han pasado por ellos; es el alma, el genio, el espiritu de su héroe. El vive en ellos, obra, habla, conmueve, ilumina y santifica. Su dulzura nos envuelve con resplandores de luz, su atractivo encanta y sugestiona, sus ejemplos atraen, su bondad se comunica siempre. Tras de él se eamina mezclado con los pobres que formaban su cortejo, con los pecadores y Jos enfermos, 4 quienes curaba las llagas visibles y fas heridas ocultas; junto 4 él pueden oirse sus leccio- nes, confitndiéndose con la multitud y sentandose con ella, para escu- charle en las colinas 6 sobre las arenas del lago de Galilea, acom- paflarle en sus viajes y reconocerle en unién de sus ficles como el Hijo de Dios. No; nadie ha hablado con tan elocuente poder, ni prodi- gado tantos beneticios. Sus confidencias intimas con sus discipulos, sus despedidas, las iiltimas conversaciones en visperas de morir, son inimi- tables; sus dolores se adivinan en toda su espantosa plenitud, su atroz suplicio nos hace’ Horar como sus amigos al pie de la cruz. Su mila- groso triunfo nos tranquiliza, y al verle abandonar la tierra en su glo- riosa Ascensién, nos sentimos poseidos de esperanza y de fortaleza, porque nos deja, como 4 sus fieles discipulos, el Espfritu que ha ven- cido al mundo y que nos convierte en hijos de Dios. Estos documentos conservan una vida, juventud y frescura eter- nas. Son como el Cristo, cuyo testimonio nos dan, demostrando que existié, existe y existiré siempre. El cielo y la tierra pasarén; su ser, su palabra, jams. Todos los que sufren pueden leer los Evange- ios; en ellos encontrarén un consuelo. Los que aman pueden meditar sobre ellos y aprenderdn el valor del sacrificio; los que desean el bien pueden interrogarlos, y en ellos encontrardn el secreto de toda virtud; isrronueciés. 29 los desesperados encontraran en ellos su salud, y tos pensadores, si los analizan con rectitud y sencillez de alma, serén vencidos por esa divina sabiduria que nos instruye sobre el misterio de Dios, descubriendo las miserias del hombre y el modo de aliviarlas. Qué otra ciencia vale la pena de vivir? Hay en la historia dos clases de documentos: los unos son como letra muerta, los otros pueden llamarse documentos vivos; los primeros, verdaderos restos de pueblos, de sociedades, de civilizaciones, de razas desaparecidas, tales como piedras y monolitos grabados, pergaminos 6 tiras de papiros cubiertos de geroglificos 6 caracteres de una lengua desconocida, sin dueto determinado, han sido del dominio de todes y no han tenido para su interpretacién el espiritn Jatente de un pueblo det nido; los segundos son la propiedad de un pueblo, de una sociedad, de una religién en vigor. Estan escritos en un idioma corriente, inteli- gible, y se les guarda con gran cuidado por los que conocen su valor. ‘Yodos los documentos egipcios, asirios, fenicios, etc., son de la primera categoria. Los Evangelios ocupan el primer lugar en Ja segun da, Ningtin libro merece mejor el nombre de documento vivo. Su. contenido es la vida misma de millones de conciencias que san como ellos, que con ellos se consuelan, que por ellos esperan y pier que se sirven de ellos como norma de condueta. Han nacido en una so- ciedad religiosa que los considera con justicia como su hacienda, como cjecutoria de familia, como uno de sus mas preciosos tesoros. Esta so- ciedad que con el nombre de Iglesia ampara al mundo entero, muestra 4 todos su Evangelio, pero sélo 4 ella incumbe el interpretarlo. Ella €s su autora, puesto que de ella ha nacido. @Quién conoce mejor el pensamiento de un libro? ¢Quién sino el que lo ha concebido? Si fuera preciso probar esta verdad tan sencilla y tan desconocida, dirfa, no obstante, 4 cuantos la olvidan, 4 los exégetas que no hacen caso alguno de la Iglesia y de su tradicional doctrina: «Qué método seguis cuando tratdis de interpretar los documentos muertos? Tratais de reconstituir el pueblo 4 que pertenécieron, lo evocdis de algin modo, reanimais sus cenizas, y cuando lo veis resucitado ya, con su idioma, sus costumbres, sus doctrinas, con toda su historia, intentais la lectura del documento y dais 4 luz una timida interpretacién, porque la resurreccién histérica de una civi acién pasada, de un pueblo des- 30 JESUCRISTO aparecido, es licos no son documentos muertos; pertenecen 4 un pueblo vive en su plenitud, que aumenta constantemente, que habla, que ensefia, que no cesa de interpretarlos, de leerlos, de reanimarlos. sCon qué derecho se les trata como un simple papiro descubierto mpre imperfecta. Pues bien: los documentos evangé- en el sarcéfago de cualqui dado en los archivos de un pueblo muerto? Si los egipcios de Ramsés volvieran 4 poblar las orillas del Nilo, ves intérpretes de sus escrituras; no objetarin nada 4 este argumento, En buenos er momia, 6 como un ¥i 2jo' pergamino olvi- serfan evidentemente los mej creo que los egiptélogos principios de critica, y sin invocar para la Iglesia catélica la autoridad infalible que Je ha legado su Maestro para la conservacién ¢ interpre- tacién de la fe, quiero que se Ja tre te como 4 otra sociedad cualquiera viva 6 inteligente, y que se admita que nadi Hamada 4 explicar sus propios libros. A e mejor que ella es Reconocido este derecho, no tengo inconveniente en que se aplique 4 los documentos que, 4 pesar de su secular antigiiedad, han llegado vivos @ nuestro poder, el método que consiste en volver 4 colocar estos libros en el medio que los vid nacer, y deducir del conoci- miento de este medio, elementos de gran valor para comprenderlos mejor. Voy 4 permitirme un ejemplo. Hay en los textos evangélicos expresién significativa, cuya interpretacién es de una importaneia mé- xima: la expresién Hijo de Dios, aplicada 4 Jestis. una Los criticos modernos que estudian los Evangelios como pudiera hacerlo un Herodoto 6 un Tito Livio, dicen 4 este props to que la locucién tiene diverso sentido y que algunas veces se toma en el me- taférico y moral, y aplica de hecho 4 los hombres. Y afaden 4 renglén seguido: En este sentido es como debe aplicarsele 4 Jesiis. La cuestién es saber cémo queria Jestis que se le aplicase, y de qué modo Jo han realizado los apéstoles. desde este punto de vista puede aplicarse y se Es una cuestién de hecho y de testimonio, La Iglesia, conservadora de la tradicién de los apéstoles, repitiendo con ellos y después de ellos, de generacién en generacién, cuanto han ensefiado; la Iglesia, re- pito, afirma que el titulo de Hijo de Dios ha sido siempre, desde San Pedro, que fué el primero en darselo, hasta hoy un titulo que no im- aerropucciéy 3I plica una filiacién metaférica y moral, si no absoluta, en identidad de una misma naturaleza divina, 4Qué puede probar Ia exegesis en oposicién 4 tal testimonio? La raz6n es libre, en efecto, de negar su fe 4 la palabra de la Iglesia, como 4 la de los apéstoles y 4 la de Jesiis; pero no se comprende que osada- mente diga 4 los mismos autores de los libros, 6 lo que es lo mismo, 4 los fidelisimos guardianes de estas obras: «No sabéis ni lo que leéis, ni lo que habéis o: cosas? scrito». En realidad, zqué sabe la raz6n de estas Bajo cl sentido puramente catdlico, la expresién parecera limitada y extraiia & ciertos criterios; pero si Jestis Ja ha aceptado en tal senti- do, el historiador no debe hacer otra cosa que consignarla; de no ser asi, falsearfa la historia. Vv Otro caracter de los documentos evangélicos ¢s el ntimero, la va- riedad y la indisoluble armonia. El mimero eg preciso para el valor del testimonio; lo garantiza, lo confirma. Cuatro testigos hacen mas fuerza que uno solo cuando sus palabras coinciden, no obstante las diferencias individuales. Noves de menos importancia la variedad: el ntimero no.existiria sin ella. Cuatro testigos narrando la misma cosa, en términos siempre idén- tic s, se confundirian en uno. La validez del testimonio exige que las deposiciones concuerden en el fondo y sean diversas en el detalle, sin contradecirse 4 pesar de esto. Los Evangelios presentan, al comparar se, este cardcter La historia de Jesits, formada por completo con estas narraciones fundidas, es buena prueba de ello. Nada mejor que con- vencerse por si mismo leyéndolas. Debo hacer observar, no obstante, que he examinado con escrupulosa atencién las contradicciones que ciertos criticos han pretendido ver en la miiltiple narracién de los cuatro Evangelios, y jamas he podido comprobarlas. Es claro que me he abstenido de reconocer un solo hecho cuando los detalles me pro- baban que habia dos, y de este modo muchas contradicciones caian 32 sesucaisto por su base. Citaré como ejemplo lo que se refiere 4 los dos ciegos de Jericé. Admito dos milagros: uno 4 la entrada de la ciudad y otro 4 la salida, y no me explico en qué se fundan Jos exégetas que no han querido ver mAs que uno solo. Si, segtin San Lucas, cierto ciego fué curado 4 la legada de Jestis, gpor qué recusar su testimonio? Y si, segiin San Mateo y San Marcos, otros dos, uno de los cuales se Hama- ba Bartimeo, fueron curados por Jestis al partir, por qué recusar sus palabras? La tradicién—responden—era confusa; de aqni la confusion de los narradores. {Qué saben y edmo pueden establecerla ellos? Citaré, ademas, las dos genealogias de Jostis: la de San Matco (1, 1-16) y la de San Lucas (Ill, 23-38); ambas sé contradicen, afirman; si la primera es cierta, la segunda no lo es, é inversamente, si la se- gunda es anténtica, la primera no puede serlo. La deduccién seria irrefutable si no se apoyase sobre una hipétesis errénea. Por qué no han de ser ciertas ambas genealogias? Basta sen- cillamente que sean diferentes; que la primera dé los ascendientes de Jesits por Helf, del que José es heredero legal, como hace San Lucas, y que la segunda cnumere los ascendientes de José por Jacob por la linea paterna natural, lo que hace San Mateo. A este argumento se le califica de expediente. Por qué? Yo me creo en el perfecto derecho de considerarlo como elemento histérico’. Una de las condiciones esenciales para comprender Ja armonia de los cuatro documentos evangélicos, es la de formarse idea exacta del cometido de los escritores que los han redactado, Al relacionar un hecho 6 un discurso, no pretenden decirlo todo. Trazan algunos.rasyos generales, algunos fragmentos, y esto basta para la historia que pre- tenden informar. Lo que uno ve de perfil, puede verlo el otro de frente, Tal detalle ha impresionado éste, tal al otro. De esta libertad que gozan los narradores resultan omisiones mas 6 menos voluntarias, cuadros mas 6 menos completos; marcharia totalmente desorientado el que, al compararlas, fundéndose en la omisién de un detalle, dedujese la falsedad de la otra narracién que lo contiene. El verdadero papel del critico imparcial en la comparacién de documentos es el de com- pletarlos mutuamente. Las diferencias que se notan entre los cuatro Evangelios obedecen + Vease elapéndice B: eLas dos genealogias de Fexts>. merropucctés 33 4 causas miltiples y precisas que me limitaré 4 sefialar someramente; todas ella: ¢ explican, 4 poco que se medite, por la personalidad del re- dactor, por el objeto que se proponia, por la inmediacién de los mi lectores, 4 quienes no perdia de vista, por las circunstancias determina- . Estas circunstancias han puesto varias veces de relieve muchas de las acciones y palabras de Jest, que seguia siendo para todos ellos digno modelo 4 quien imitar y regla doctrinal para marcarles el camino que debian seguir. mos das, histéricas, del medio en que vivi Asi, cuando la lucha entre los judaizantes y paganos desgarraba jas, las palabras del Maestro profetizando la conver- in de os paganos y las escenas conmovedoras con que exaltaba su fe, donde, habia gérmenes de ella, debieron evidentemente despertarse mas vivas cada vez en la memoria de los discfpulos. Estas circunstan- cias determinaban el objeto de los escritores, que, al dar testimonio de lo que Jestis habia hecho y ensefiado; afirmaban la fe y cortaban todo las naciente igles litigio. De esta suerte, el circulo de lectores se circunscribia al objeto, como el objeto venia determinado por las circunstancias, y el Espiritu viviente del Maestro desaparecido daba 4 los Evangelistas la impulsién necesaria. para discernir Jo que era necesario decir, 6 para omitir lo que convenia mantener ain en el misterio. Todo en ellos estaba su- bordinado 4 este Espiritu interior, que les inspiraba mucho mejor, s duda, que cl genio nacional Jo hace con los que narran la historia de la in patria. Cualquiera que sea su trabajo, ya se reconcentren para evocar sus recuerdos, ya interroguen los diversos testigos de la vida del Maes. tro, ya consulten los escritos anteriores, el Espiritu estA alli para de- fenderlos contra la inexactitud y el engano, para sostenerlos cn el te- rreno sagrado de la verdad, que atestiguan todos ellos. VI La indisoluble armonfa entre los cuatro Evangelios ha sido recono- cida siempre desde la mas remota antigitedad, aun 4 despecho de sus diferencias, siendo ésta una tradicién universal en Ia Iglesia. Puesto que cada uno de estos libros contiene la propia palabra de Dios, era 34 sesucersro imposible admitir un desacuerdo entre ellos, La palabra de Dios no puede estar en contradiccién con sf misma. A mediados del siglo se- gundo se ratificaron piblicamente ciertas concordancias, ciertas dia- Zessaron (asi se les llamaba entonces), para unificar las cuatro inspiradas narraciones. Esta unidad a priori esté justificada por el estudio critico, por una detenida comparacién de estos documentos, No solamente los tres primeros Evangelios, denominados sindpticos por la manifiesta se mejanza de su plan, concosdaban entre sf; ¢l cuarto armonizaba también con ellos, 4 pesar de sus profundas divergencias aparentes. Una rapida ojeada sobre este ltimo manifiesta, en efecto, que no se contrac en nada 4 sus tres antecesores. Los hechos, el cuadro geo- grafico y cronolégico, los discursos, todo difiere. Ciertos criticos se han apresurado 4 deducir de estas diferencias una contradicctén, for- mulando este ditema: Si los sinépticos han procedido con exactitud en la manera de reconstituir la vida de Jesiis, San Juan nos ha legado una historia fantastica, y si los discursos relatados por los tres primeros Evangelios son los verdaderos, los de San Juan-son apécrifos, é inver- samente, si el cuarto Evangelio es veridico, los tres primeros no pueden serlo, No solamente las diferencias reales, evidentes, que en efecto se comprueban entre los evangelios sinépticos y el cuarto no autorizan para afirmarse en una oposicin intransigente, sino que demuestran mejor la indisoluble armonfa de los cuatro documentos. San Juan no contradice 4 sus antecesores, sino que los completa y los explica desde el punto de vista del cuadro geogréfico y cronolégico de la vida del Maestro, de los hechos que forman la trama de esta vida y de los dis. cursos que resumen su ensefianza. Los tres primeros Evangelios no han asignado por teatro al apos- tolado de Jestis mas que la Galilea y Jerusalén; el de San Juan demues- tra que, antes de anunciar en Galilea el reinado de Dios, Jesis predic en Judea durante un aio entero, y se revelé solemnemente 4 la metré- poli por la expulsion del templo, de los vendedores. Los sinépticos no hablan expresamente mas que del tltimo viaje de Jestis 4 Jerusalén, donde debia morir, en Ja Pascua; San Juan menciona todos sus dife- rentes viajes 4 la ciudad santa, su retirada 4 Perea del otro lado del Jordin y 4 Ephrem en los confinés del desierto. Los sindpticos no em- piezan la narracién de su vida piblica hasta la época de la prisién de perRoDUCION 35 San Juan Bantista; el cuarto Evangelio la empieza con el bautismo de Jess, y determina su total duracién por las tres Pascuas que mencio- na’. Los sinépticos no nos proporcionan punto alguno de referencia para la clasificacién cronolégiea de los hechos de su vida piblica; San Juan fos senala con extrema precisién por los viajes diversos de Jesis 4 Jerusalén’ en las grandes fiestas judias. Los sinépticos no han podido instruimos sobre los diversos hechos y enseitanzas de Jesiis tan min samente, por haber omitido los varios trépoli; San Juan nos los ci viajes del Maestro 4 la me- describe con gran riqueza dé detalles. Todos estos datos preciosos no contradicen, como se ve, 4 los si- népticos; llenan ciertas lagunas y tienen ademas el mérito de explicar la narracién. Seria imposible reconstituir sin ellos el drama conmove- dor de la vida de Jesiis, de comprender su métode particular de ense- far y de instruir. Las grandes luchas; las mAs sublimes enschanzas han debido tener por teatro la metrépoli judia y por testigos Jas auto- ridades nacionales. Alli debia terminar la propaganda del Mesias, alli debfa manifestarse con su soberano poder, deslumbrante en su aureola de majestad. Para Jestis la Galilea no era més que un lugar relativa- mente tranguilo, donde lejos del foco de odios que desde el primer dia le amenazaba, pudo evangelizar el reinado de Dios entre los peca- dores y los humildes, reunir sus discipulos y sentar las bases de su obra en las fieles conciencias de los destinados 4 propagarla. Pero si es cierta, segiin los sinépticos, su retirada 4 Galilea’, explica el motivo histérico de esta retirada‘, s6lo San Juan nos Notese que cn los tres primeros Evangelios Jesés obra y habla como Taumaturgo, como Maestro y como Doctor con una autoridad personal absoluta. Cuando cura 4 los enfermos, ordena 4 los malos esp/- ritus y resucita 4 los muertos, nd se'le ve dependencia con un princi superior 4 quien deba subordinar su fuerza; habla, ordena, ejecuta, y los enfermos curan, los demonios huyen y los muertos resucitan, Cuan- do enseita, obra lo mismo; perdona, como Dios, los pecad promulga Ia Jey moral en su nombre propio, como Dios; no es en nombre de Joan, 1, x35 Vi, 45 XU, 15 XII + Juan, V, 15 VIl, 2; X, 22. Los sinépticos contienen, no obstante, ausiones ciertas d los diversos viajes de Jest & Jerasalén, pero no las conocemos més que por el cuarto Evangelio. (lath, XXUT, 575 Lue, IX, 515 XI, 22) 3 Math, IV, 12; Marc., I, 145 Lucy, IV, 14, Juan. 1¥, 3. 36 sesuceisto Dios como la impone, sino en el suyo. Quiere que sus discipulos reco- nozcan en él al Hijo verdadero de Dios vivo, y les ensalza por haber Megado por fin al pindculo de esta fe suprema y absoluta 2Qué nombre dar 4 un ser de esta naturaleza? sCual es ésta? Qué relaci6n existe entre él y aquél 4 quien llama su padre? ;Qué obra ha realizado en las conciencias? Quién puede scr cl héroc mesiéinico anunciado por los profetas y sintetizado en él? Qué secreto informa el Reino fundado por él? Los tres primeros Evangelios no hacen constar mas que las pala- bras de Jestis, en las que todas las cosas se mencionan en forma de parabolas 6 por medio de signos. Al cuarto Evangelio estaba reser- vado iluminarnos plenamente, narrando los discursos mAs intimos y solemnes, en los que Jestis ha expresado inenarrables misterios con un Jenguaje que jams ha hablado-criatura alguna. Jestis no es un hijo de Dios, es el Hijo, nombre que se daba siem- pre; es uno con el Padre y de su misma esencia*; antes que Abraham faese, antes que el mundo fuese*, él era ya; estaba en el Padre’. Todo lo ha recibido de éste: potencia, luz y vida. Jesis juzga, ilumina, vivi- fica. Comunica su Espiritu, y con su Espiritu la vida eterna. Es la mas expresiva, la tinica y perfecta representacién det Padre. Quien le ve, ve al Padre; quien le ama, ama al Padre. Jesiis est en el Padre, como el Padre esté en él*, Estas revelaciones trascendentales para toda conciencia y para toda inteligencia creadas, no pueden ser aceptadas mAs que por aquel que ha dado su fe 4 la palabra de Jestis. Son tales, que nos transpor- tan 4 una esfera divina, inasequible aun para el genio, pero abierta al alova sencilla y al corazén sano. No solamente tales revelaciones no contradicen en nada las ense- fanzas morales de Jestis y sus pardbolas, sino que aportan la tinica explicacién que las esclarece. . Si Jestis ha hablado como San Juan lo hace hablar, comprendo al Taumaturgo, al Doctor de los sindpticos, la absoluta soberania con que obra y la autoridad propia con que formula su ley. Asi es como Joa, X30. fa, Vit, 38. XVI, 5. 1a, XIV, 10. werropucctéy 37 el Hijo de Dios, el nico, et verdadero, sin metafora y sin reserva, debia mandat y legis lar; de otro modo, el Jestis de los sindpticos seria un enigma indescifrable y habriamos de preguntarnos cémo un simple enviado de Dios hubiera osado asumir un modo de ser, de obrar y de hablar que no pertenece mas que 4 Dios. La unidad de los documentos es indisoluble. No pueden oponerse entre si més que invocando pretextos extrafios 4 la historia. Los que exponen la hipétesis de que Jestis no es mas que un hombre, se ven obligados evidentemente 4 sacrificar todo el cuarto E ngelio, asi en los hechos como en los discursos, no pudiendo admitir los unos y re- chazar los otros por formar un todo indivisible. El escritor que atestigua los hechos, ampara también los discursos con su testimonio. Si su obra es completamente homogénea ¢ imparcial en todas sus partes, debe fundirse con la de los tres primeros Evangelios. Imposible escribir una Vida de Jesis sujeta 4 las reglas hist6vico-criticas sin los informes dados por San Juan, La primera condicién para reconstituir Ia historia de una personalidad superior, es la de dar 4 conocer Ia conciencia intima que de si misma tenia dicha personalidad. El historiador no debe pre ocuparse de si tal revelacién puede 6 no perjudicar 6 contradecir sus ideas y su filosofia; se debe al lector por completo, y firme en su im- parcialidad, debe informarnos con los datos de aquellos que han sido testigos de los hechos. El primero y gran crror de la critica moderna, protestante 6 in- crédula, en el inmenso y oficioso trabajo que ha consagrado 4 los do- cumentos evangélicos desde el siglo xvi en Francia, Inglaterra, Sui y sobre todo en Alemania, ha sido tratar 4 estos documentos como letra mueérta, Ha olvidado por completo que estos libros no eran atin del dominio piblico, sino de la propiedad inalienable de Ia Iglesia caté- lica, Luego no ser que para ella la Iglesia no sea una institucién divina, que por mandato de su fundador conserva la custodia infalible de su palabra escrita @ oral, gpodré desconocer su alta importancia como sociedad organizada? Mas atin: gde quién ha adquirido el derecho para considerar sus propios libros como un simple papiro del antiguo Egipto, escapado 4 la ruina de un pueblo, que habia trazado en él algu- nos signos, algunos pensamientos? La tradicién indefectible de una religién como la de Jestis, que se encadena sin interrupcién durante diecinueve siglos, dejando en cada 38 JesueRisto uno las vigorosas sefiales de su fe, en obras sin mimero, eminentes por la doctrina que exponen, por las virtndes que ensenan y por el genio que las ha concebido, esta tradicién, repito, puede ser descartada con tal ligereza de criterio? .No significa una fuerza poderosa? V puesto que esta tradiciéa, viviente siempre, es la fiel guardadora de los Evange- lios, gno es 4 ella d quien debemos recurrir, en buena é imparcial critica, para comprenderlos, para saber su verdadero origen y su exacto contenido? Todo libro separado de la sociedad 4 que pertenece, y de la que forma un preciads elemento, queda 4 merced de cualquiera. Los Evangelios, conquistados 4 la tradicién religiosa, de la que son el més antiguo y sagrado monumento, han sido la presa codiciada de todos. Para hacerlos hablar precisaba reanimarlos, puesto que el alma de un documento esté en el medio que lo ha inspirado, en las ideas que dominaban este medio, en las pasiones que Io agitaban, en las costume bres que lo caracterizaban. Aquellos eriticos, al querer reconstituir este medio, han tenido, naturalmente, que recurtir 4 la Iglesia, 4 los libros de sus doctores, 4 las mismas obras que tenian ante sus ojos y que trataban de comprender. La escuela de Tubingue, arrastrada por Baur, se ha distinguido particularmente en esta dificil evocacién. Su gran hipétesis ha sido rechazada por arbitraria y exagerada. No ver en el cristianismo primitivo de los siglos primero y segundo més que el antagonismo de los judeo-cristianos, representados por Pedro, Juan y Santiago, y del cristianismo universalista, representado por Pablo, es limitar 4 placer el horizonte, dar A un detalle el valor del conjunto, tomar un rasgo que se fuerza hasta la exageracién, para trazar con él una fisonomia completa. Todos los escritos apostélicos, y en primer lugar Ios Evangelios interpretados desde este punto de vista exclusive y limitado, han servido de argumento 4 los eriticos y 4 su escuela, @De qué ha servido este trabajo encarnizado para la solucién del problema que se atribufa 4 estos documentos? (Hase explicado su modo de formacién 6 encontrado el secreto de su parecido y de sus divergencias? Se ha penetrado la razbn de la uni- dad indisoluble que los relaciona como 4 los miembros de un mismo + Yorlesungen ber Neu. Test. Theologie, nerropuceiés 39 cuerpo? ;Se ha descubierto el orden exacto de su origen? Basta reco- rrer las inumerables obras escritas con este objeto para convencerse de la total impotencia de quienes han provocado estos diversos proble- mas. No ha habido hipétesis, por extraia que sea, que no haya sido defendida. Los unos han admitido un Evangelio origen, fuente de los tres pri- meros'. Herder los ha combatido; seyiin él, nuestros Evangelios tienen su origen en un Evangelio oral. Narradores ambulantes, especie de bardos, un verdadero ejército de rapsodas, anunciaban por todas partes [a buena nueva; sus narraciones, aprendidas de memoria, enri- quecidas y poetizadas, eran, segiin él, la base de nuestros Evangelios escritos. Existié ademis la teorfa de los libritos*, de redaccién anénima, especie de fragmentos histéricos de la vida de Jests, que han servido principalmente para componer la obra de San Lucas. Pretendiase que el Evangelio de Mateo habia sido retocado, corre- gido; se crefa en un Mateo primitivo desaparecido, base de la reds cién del primer Evangelio actual y del segundo atribuido 4 San Marcos. Algunos daban la prioridad 4 San Marcos, considerandole como el origen de San Mateo y de San Lucas?, Estas hipétesis indefinidas, sucediéndose entre si, acusaban su fra~ gilidad, puesto que, al sucederse, se destrufan, y no hubo una que pre- valeciera algunos afos. Al fin fueron olvidadas con los que las habfan inventado. Cuando la critica que se lama independiente haya puesto de acuerdo 4 sus mas -autorizados representantes, sera el momento de examinar sus conclisiones. Hasta entonces, el testimonio de la Iglesia sobre’ los autores evangélicos y sobre sus obras, puede desdeaar esas voces di sordantes que apenas traspasan las paredes de una escuela 6 el circulo de un partido. Un crror no menos.grave de la exegesis es desconocer el carécter testimonial de los Evangelios. En lugar de no ver en ellos otra cosa que la narracién de hechos ' Bichhoro, Hioleiteng ia d. N. Test. + Schleiecmacher, Krtisch. Versuch. Ub, der Schrift des Lukas, * Reuss. Historia evangélica. Introd, 4 jesucristo comprobados por testigos bien informados y honrados, ha tratado de distinguir en sus obras el fondo de la forma; los més moderados han aceptado él uno y discutido la otra, no dndose cuenta quizd de que, atacando la forma, destruian el fondo. ‘Asi, los primeros capitnlos del tercer Evangelio, segtin ellos, han sido un poema encantador, cuya belleza les sugestionaba; pero todos estos detalles tan frescos, tan vivos, ‘no eran mas que un velo poético para hacer resaltar Ja santidad de Juan Bautista y embellecer la con- cepcién y nacimiento de Jestis. De este modo han podido negar la concepcién virginal de Cristo’, Todo el cuarto Evangelio ha s cedimiento, como una obra de teologia y no de historia, que tenia por Jo conceptuado por el mismo pro- objeto explicar dogmaticamente, con trascendentales teorias, la doc- trina del autor sobre la naturaleza divina de Jestis*, Esta exegesis, que presenta un caracter de candor y de perfecta moderacién, cs la ruina de la autoridad evangélica. Ademas esta en formal oposicin con los redactores de estos documentos. Dos de entre ellos afirman que no son otra cosa que historiadores que narran fielmente lo que han visto y ofdo, 6 lo que han sabido por boca de tes- tigos presenciales. A menos de sospechar de su buena fe 6 de atri- buirles una vulgar mentira, debemos aceptarlos tal cual son. Desde el siglo xv, ningiin critico que se estime en algo ha intentado acusar 4 los Evangelios de impostura 6 de supercheria, ni aun atenuando el epiteto y reduciendo el de supercherfa al de artificio literario al modo oriental. Se les puede negar ciencia mundana y literatura académica, mas no puede dudarse de su honradez y sinceridad. Todos estos autores han sacrificado su vida por sostener lo que ellos crefan ser la verdad. De todas las pruebas de buena fe, no hay otra més sagrada ni més clocuente entre los hombres. La palabra aisla- da puede ser sospechosa; Ia palabra sellada por el martirio y la sangre de los tes igos se impone 4 la confianza de los.ms escéptic + Reuss. Hist. evang. Introd. * Reuss, Teologia jodnica, Introd, inrRopucciy 4 VIL La critica historica no debe examinar solamente el origen escrito y sus autores, los testimonios y testigos; debe apreciar asimismo el conte- nido de libros y documentos, los hechos y doctrinas en ellos expresados. Qué hechos, qué doctrinas se exponen y narran en los cuatro Evangelios y forman la substancia de las deposiciones testimoniales? Los hechos de la vida de Jess, la doctrina religio: a inculeada por 14 sus disefpulos, y por medio de ellos humana, Ahora bien: todos los hechos (no digo cuales, pues me refiero 4 los hechos importantes, sin excepcién, desde el origen de Jestis hasta su salida, su éxodo de este mundo) son milagrosos. Toda su doctrina re- lacionada con su persona y naturaleza, la concienci su ley meral, as{ como las so- lemnes declaraciones con las cuales revela su obra y sus relaciones con cl Padre que le envia y la humanidad 4 quien viene 4 salvar, todo tiene por base una razén trascendental; es esencialmente profética, porque expresa con ella verdades superiores 4 la experiencia y 4 las deducciones del hombre. No puede ser aceptada mas que por la fe, y su credibilidad no puede ser comprobada més que por los milagros y los hechos que engendra en el alma del creyente. Los Evangelios no son otra cosa que una serie no interrumpida de profecias y milagros. No se debe intentar atenuarlos, sino reconocer- los en absoluto y sin vaci Pertenezco demasiado 4 mi siglo para no ignorar su violenta repul- laciones. sién contra el milagro, contra lo invisible y trascendente y su descon- fianza con los testigos que los apoyan. Esta repulsién y descon- constituyen uno de los rasgos caracteristicos de la moderna incredulidad. Las causas de que se derivan son milltiples y profundas; para analizarlas necesitarfa largo y detenido estudio que no puede entrar en el plan de esta introduccién, Haré notar tiniea- mente que los grandes progr ciencias experimentales, sus aplicaciones maravillosas, han ejercido gran influencia en el estado intelectual y. psicolégico de esta generacién. fianza inveterada 42 sesucnisto . El cultivo de las ciencias exactas y naturales, completamente ex- 0, ha hecho predominar la materia sobre el espivita; sc ha recu- materiales para obtener Ja explicacién de todo: poco 4 poco, todo cuanto se separaba de ellas se ha ido relegando al olvido, menospreciéndolo, y si por obedecer 4 esta necesidad de indes tructible unidad en inteligencias superiores, se ha tratado deingnirir el principio universal que domina la naturaleza y la humanidad, en vez de naturaleza y de esa humanidad, “se le ha bus- clu! rrido 4 las fuerza verlo mas alld de cado ciegamente en la una y en la otra, De aqui el positivismo, el ma- terialismo, el panteismo; tales creencias ejercen mas 6 menos presién sobre gran niimero de inteligencias, entre las cuales, algunas las ensefan y propagan en sccreta atianza que eneadena y arrastra las multitudes inconscientes. Fstos ‘tres sistemas forman una especie de atmésfera difusa, en la que se mueve y respira la gran masa humana en nuestro siglo y en nuestra patria. Hablar de milagros y profecias 4 una sociedad que se doblega bajo el yugo de tal opinién, es exponerse 4 ser desmentido, sin lograr siqniera ser escuchado hasta el fin. Si no dudo en hacerlo con la fuerza de una madura conviccién y en la plenitud de mi fe, es porque no me niego 4 someter estos milagros y estas profecias de la vida de Jestis al examen y escalpelo de la critica. Pero hay criticos y criticos, como hay leyes y leyes. {Cual es, pues, la critica segura y razonable, salvaguardia 4 la vez de la legitima independencia del historiador, de la verdad de ‘los hechos que examina, de la antigitedad de los documentos y del respe- to debido 4 los testigos? Hay tres elementos en el espiritu humano: los principios evidentes, los sistemas, las creencias. Los principios son indiscutibles; todos se contraen al de contradiceién 6 de identidad, de caus lidad 6 de razén suficiente. En virtud de estos axiomas, las cosas absurdas, contradictorias, Jos hechos sin causa, no pueden existir més que en la en imaginacién. Los principios no se juzgan, sino que son los juec todos los sistemas y creencias; toda verdad esta subordinada 4ellos. Los sistemas son un conjunto de proposiciones coordinadas, con iritus cultos tratan de explicar el la ayuda de las cuales ciertos origen, la ley, el fin de los seres. La masa humana es incapaz de fundarlos; no puede hacer otra werRopuccISN 4“ cosa que aceptarlos pasivamente con una confianza mas 6 menos ciega, Tales sistemas determinan con frecuencia las creencias individuales y la opiniéa de un siglo. Los principios clementales de la razén y las ance de todo creencias estan al al La critic ca no puede, por tanto, apoyarse mas que sobre tres bases: las verdades elementales, los sistemas y de cada uno. Si en su apoyo, no tendra valor mas que entre aque- llos que laacepten, y si invoca un sistema particular, no tend au- toridad sino entre los partidarios de él. Si, por el contrario, recurre 4 las verdades esenciales y 4 los inmutables principios de la razdn, se impondré 4 todos; porque la raz6n, entendida en esta forma, se im- pone 4 todo ser inteligente. El que juzgue los hechos, 6 los documentos en que éstos se hallan consignados, con el criterio y la opinién reinante de su siglo, se ex- error, porque los s creenci invoca una creenci pone a iglos cambian y la opinién varia. El que los juague de acuerdo con su personal sistema y con su filosofia menuda, se engafiara igualmente; porque ninguna filosofia, por amplia que sea su esfera de accién, se subordina 4 todo lo. que existe, ni contiene todo lo real. Precisa buscar una base mas amplia y segura. Ahora bien: la ‘nica que presenta desde este doble punto de vista una total garantia es la razén, en sus axiomas fandamentales, invariables, cternos, absolutos. Si la critica juz con este criterio todos los hechos evangélicos y todos Jo: mil gros, spero tranquilo su veredicto. Esta critica no pertencce ni 4 un siglo ni 4 tna escuela; universal y necesaria, domina todos los sistemas y todos los tiempos. Ha sido practicada por todos Ios hombres respetuosos con su propia razén y que no-han querido wuicidarse con el escepticismo. Nadie puede recu- sarla, 4 menos de renunciar 4 su naturaleza inteligente Todo depende de ella: creencias y religiones, sistem: razonable. s de filosofia y ciericias positivas, libros y documentos. No solamente no la temen ni la rehuyen la religién cristiana, la teologia y los libros sagrados de Ia Iglesia de Jesits, sino que Ia solici- tan, y no vacilo en afirmar que entre todas las creencias, religiones, sistemas y documentos, son los tinicos capaces de afrontarla. Ni la re- n de Buda, ni Ja de Zoroastro, ni la de Mahoma, nilos libros en que las tres se apoyan, ni el panteismo, ni el materialismo, ni el positivismo 44 resistirian 4 la critica de la razén, retrotraida A sus principios elemen- tales de causalidad y contradic ién. Su juicio inexorable no dejaria en pic mas que el monotefsmo judio, la teologia cristiana y los documen- tos agrados del Antiguo y del Nuevo Testamento, A medida que el hombre moderno, desentendiéndose de los vanos sistemas’ en boga, renuncie 4 compararlos con aquello que sélo debe tener por cierto, no consultaré mas 4 Kant, Spinosa, Hegel, Voltaire, ni a ningiin maestro ado. De este modo se ampararA con Ja razén elemental, con las inatacables verdades que forman la base eternal, y hard justicia 4 Aquel que ha venido 4 ensefarle el origen y objeto de Ia vida, Ia Ley santa, con la que debe ci palabra, todo lo que ilumina y consuela, encanta y conforta. improvis nformarse, la fuerza de obedecerle; en una E| espiritu armado de la verdadera critica es el guardian vigilante & incorruptible de las fronteras de la historia; rechaza implacablemente 4 todos cuantos tratan de introducir en ella como hechos reales los ensuetios de su fantasia; desenmascara y proscribe 4 los obstruccionistas que pretenden mutilar el dominio’ de la zealidad, suprimiendo los hechos reales porque no llevan el sello de su sistema 6 su marca de fabrica. La historia es hoy un palenque de discusién. No puede permi- tirse que ciertos usurpadores la monopolicen y en ella se hagan fuertes. Hay quien quisiera convertirla en un feudo reservado al ateismo, al panteismo, al materialismo; el deber del critico es derrotarlo. La histo- ria no debe pertenecer mas que 4 la razén pura. No hay estudio que, como éste, exija un espiritu mas amplio, mas libre, mas desinteresado y mas integro, Ahora bien; he aqui lo que la critica debe preguntarse en nombre de la razén pura: ¢los hechos sobrenaturales del Evangelio, el origen y nacimiento de Jestis, su educacién y su visible desarrollo, su naturaleza humana y divina, los actos de su vida ptiblica y la sucesién encade- nada de ellos, su obra, sus ensefianzas, sus leyes, sus milagros, luchas, su manera de vivir y de obrar, su muerte y su resurreccién, us son realidades histéricas que deben narrarse y describirse con entera verdad? No se trata de averiguar desde un principio cémo ha podido realizarse todo esto, ni siesta dentro de los limites de nuestra inteli- gencia, ni mas 6 menos conforme con nuestros prejuicios y nuestra cultura; se trata de. saber si es cierto. Sentado esto, la inteligencia podrd tratar de comprenderlos, de explicarlos, de ver en ellos su cre- inrropucciON 43 dibilidad y su importancia; pero no tendra el derecho de atennarlos, negarlos, mutilarlos 6 tergiversarlos. Al historiador incorruptible no le inqnietan los caprichos de Ia raz6n; anota con tranquila é impasible conciencia cuanto comprueba. No se pregunta si un hecho es 6 no mi- lagroso, natural 6 sobrenatural; lo describe tal como lo ha visto. Todo lo mas que se le puede exigir es ser un testigo concienzudo, integro y veridico, 6 que no acepte mas que las deposiciones de testi- gos de la misma indole. Debe mantenerse 4 igual distancia de la cre- dulidad, que lo acepta todo, incluso el absurdo 6 la fabula, que de la desconfianza soberbia que recusa el testimonio, desde cl momento que esta en pugna con su sistema, su ciencia 6 su cultura, nombres que equivocadamente se suelen dar 4 la raz6 El hombre que tiene prejuicios, es indigno de escri toria. Jamas sera otra cosa que un falsario. VIL Debo llamar la atencién del lector en lo que se refiere & la realidad de la profecia, hecho pro joso que servird de justificacién preventiva 4 los discur'sos proféticos de Jestis, reproducidos integramente en esta obra. El Cristo es més que profeta; es el grande, el tinico profetizado. Su historia estaba escrita antes que naciera. Recorriendo cl libro del Antigno Testamento, cuya antigitedad é integridad no sera puesta en duda por ningiin critico, nos encontramos con los datos siguientes, faciles de comprobar por todo el que quiera hojearlos: eY el Seftor dijo 4 Abraham: Yen un descendiente tuyo serin bendi- tas todas las naciones de la tierra. (Génesis, XXIL) »Un profeta, Balam, hijo de Bear, dijo: De Jacob naceré una es- trella y de Israel brotaré un cepéro. (Nims. XXIV, 15.) »Jacob, moribundo, exclama: El ceptro no le serd arrebatado d Fudd, ni 4 su posteridad el caudillo, hasta que venga el gue ha de ser enviado, y éste seré la esperanza de Jas naciones. (Gén., XLIX, 10.) 46 Jesucristo »Y saldra un renueoo del tronco podado de Jessé, y de su raiz se elevaré una flor y reposard sobre El el Espiritu del Senor. el renmeco de Jessé sera expuesto como sefal 4 Ia vista de todos los pueblos; las naciones vendran 4 ofrecerle sus plegarias. (Isaias, XI, I y ese dia, siguientes.) »jOh cielos, enviad vuestro rocio desde Io alto, y que de las nubes descienda como una Iluvia Aguel gue es la misma justicia; que se abra la tierra y brote Aquel que es Ja salad, y que con El Ia justicia germine. (Isaias, XLV, 8.) »El mismo Sefior os dard la senal del prodigio; la Virgen concebira y parira un Ajo que sera llamado Emmanuel. (Isaias, VU, 14.) »V-té, oh Bethlehem, llamada Ephrata, no eres la ciudad de menos importancia de Juda, porque de ti nacerd el Fefe gue conduciré mi pueblo de Israel. (Micheas, V, 2.) »Ha nacido un nifo y se nos ha dado un Hijo, el cual Hlevard sobre sus hombros la sefial de su jerarguia. Sera llamado ef Admirable, el Consejero, el Dios Fuerte, el Padre de una eterna familia, Principe de la Paz. (Isaias, IX, 6.) »Oigo una voz que clama en el desierto: Preparad el camino del Sefior, enderezad en la soledad las sendas de nuestro Dios. (Isaias, XL,3.) »Decid 4 la hija de Sion: Ya viene Aguel gue es twsalud. Trae sigo la recompensa ofrecida, y no olvida el plan de su obra. (Isai LXIl, 11.) »El Espiritu del Seftor me cobija, porque Jehova me ha ungido de su mano. (Isaias, LXI, 1.) oEI edi afirmaré su Reinado indestructible, para siempre. Yo soré su Padre y HI sera mi Hijo. (I Reyes, VII, 13, 4.) »E] Sefior me ha dicho: Ta eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy. (Salmos Il, 7.) El me invocard, diciendo: ;Oh Dios mio, vos sois mi Padre y el asilo donde encuentro la salud. Lo haré mi primogénito y el mas ex- celso entre los reyes de la tierra. (Salm. LXXXVII, 27, 28.) »Yo sali de la boca del Altisimo, engendrada antes que existiese criatura alguna, (Eelesiastico, XXIV, 5.) »Dios en persona vendra y os salvaré, Entonces los ciegos verén ard un templo en el que mi nombre sera adorado, y yo INTRODUCCION 47 la luz, los sordos oirdn. El cojo saltara como el ciervo y los mudos en- tonaran c4nticos de alabanzas. (Isaias, XXXV, 4 y siguientes.) »Y abatira la muerte para siempre; y el Sefior nuestro Dios enju- gard las lagrimas de todos los ojos, y borrara de la superficie de la tierra el oprobio de su pueblo, porque asi lo ha dicho el Sefior. Su pueblo dira: He agué d nuestro Dios; le hemos esperado y nos salvar Eles el Salvador; le hemos esperado y ahora nos rego aias, XD »I5t es quien ha encontrado todos los caminos de ciencia y el que la dié su siervo Jacob.y 4 Israel, wemos con la alnd que nos prodiga. (Is . Gy siguientes.) la verdadera su bien amado. Después de esto se ha dejado ver sobre la tierra y ha conversade con los hombres. Baruch., Ill, 36, 37, 38.) »E] Sefor nuestro Dios, ha dicho Moisés 4 su pueblo, os enovard un Profe El le oiras, de su boca saldran las palabras que yo le dicte, y os diré cuanto fa como yo, de vuestra ién y de entre vuestros hermanos. A yo Ie ordene, Que si alguno no quisiera oir las palabras que este Profe- ta pronunciara en mi nombre, suftiré mi venganza, (Deuter, XVIII, 15 y siguientes.) 7 »jPor esto vendra dia en que mi pueblo conocerd la grandeza de minombre, y ese dia sabra que yo soy quien hablo; heme agui! »jOb, cudn hermosos son los pies de Aguel que sobre los montes de Israel anuncia y predica la pas, de Aguel que anuncia la buena nueva, de Aguel que pregona la salud, de Agquel que dijo & Sién: Este es el Reino de tu Dios! (Isafas, Ll, 6, 8.) : »Ya se aproxima el tiempo 'en que haré una nueva alianza ‘con la casa de Israel y la casa de Jud’, no como la que hic dia cn que les di mi mano para esta alianza y los he tratado como dueno severo. Pero he aqui la alianza que haré con la casa de Israel: imprimiré mi ley en sus entranas y la con sus padres el sacarlos de Egipto, porque han violado escribiré en su corazén. Yo seré su Dios y ellos formaran mi pueblo. (Jerem., XXXI, 31 y siguientes.) »Yo les daré 4 todos un mismo corazén, haré germinar en sus en- trafas un nuevo espiritu, Extraeré de su carne el cora les daré otro de carne, 4 fin de que marchen por la zon de piedra y nda de mis pre- ceptos, que guarden mis. mandamientos, que sean mi pueblo y que yo su Dios. Ezequiel, XI, 19, y XXVI, 26, 27.) »Después de esto repartiré mi espiritu entre todos; vuestros hijos y si 48 JESUCRISTO vuestras hijas profetizaran; vuestros ancianos serdin instruidos por medio de suefios, y vuestros adolescentes experimentarin visiones. (Isaias, I, 12 y siguientes.) »Abriré mi boca para hablar por pardbolas, propondré enigmas, re- cordando lo hecho desde el principio. (Salm. LXXVH, 21.) »Yo mismo apacentaré mis ovejas: las haré descansar, dijo el Senor nuestro Dios; iré en busca de las extraviadas y recogeré en el establo las descarriadas. Vendaré las llagas de las heridas y conservaré las que estén gordas y fuertes. (Ezeq., XXXIV, 15.) »He aqui mi Servidor & quien yo sostendré, el legido en quien me recreo, Le he inculcado mi Espiritu. 1 anunciara la justicia 4 las naciones. No gritard, no elevara la voz, No se le oird en las calles. No romper la cata rajada, No apagaré la mecha encendida adn, Anunciard la justicia, fundada en la verdad. No se acobardara, no se cansara hasta que haya establecido la justicia sobre la tierra. (Isaias, XLII, 1 ¢j. siguientes.) »Hija de Sién, colmada seas de alegria; hija de Jerusalén, lanza he agui d tu Rey que viene hacia vosotros... montado gritos de jail en una pollina con su cria. (Zacarias, IX, 9.) »He aqui el dia del Sefior. Regocijémon or, os Io suplicamos. Haced prosperar el s y estremezcdmonos de alegria. Dadnos la salud, Se Reino de ovesiro Cristo. Bendito el que viene en nombre del Senor. (Salm., CXVL, 24 y siguientes.) »Nos ha parecido despreciable el dltimo de los hombres, un hombre dolorido que sabe por experiencia fo que es sufrir, Nos volviamos por no verlo, le hemos despreciado sin hacer caso alguno de él. (Isaias, Lill, 3.) »Vos sois, en efecto, un Dios descoso de ocultaros. Oh Dios de ael, Gnico Salvador! (Isaias, XLV, 15.) »Mis hermanos me han tratado como 4 extraito y los hijos de mi madre como 4 un desconocido, porque el celo de vuestra casa me in- flama y me intereso en todas las injurias que os deshonran. (Salm., LXVIIL, 9) Hagamos caer al Justo en nuestras redes, porque nos incomoda y es contrario 4 nuestro modo de vivir; porque nos reprocha la violacién de laley y nos deshonra haciendo piiblicas las faltas de nuestra conducta. Asegura que posee la ciencia de Dios; y se llama 4 si mismo el //ijo de INTRODUCCION 49 Dios, Ha llegado sola vista nos es insoportable. Se abstiene de nuestra manera de vivir, ser el censor de nuestros secretos pensamientos. Su como de cosa impura; prefiere que los justos esperen en la mnerte y se glorifica de tener 4 Dios por Padre, (Sabiduria, II, 12 y siguientes.) »Los reyes de Ia tierra se han coaligado y los ptincipes se han confederado contra el Senior y contra su Cristo. (Salm. (l, 2 | oprobio me lanza al abatimiento y ta afliccién me consume. He esperado que alguien tomase parte en mi dolor y nadie lo ha hecho. He buscado cansuelo y no lo he encontrado. Me han dado hiel para ali- mentarme y vinagre para calmar mised. (Salm. LVIIL, 21 y siguientes.) »Me turban los gritos del enemigo... He sentido las ansias de la muerte, El estremecimiento y el terror me han sorprendido y me han envuelto espantosas tinieblas. (Salm. LIV, 4, 5.) »Mis enemigos hablan contra m¥; juntos conciertan los medios de quitarme la vida y se dice: : Dios le ha abandonado, perseguidle, apode- raos de él; no hay nadie que pucda disputarnoslo. (Salm. LXX, 10, 11.) »Pesaron entonces treinta piezas de plata por mi rescate. Y el Sefior me dijo: Id_y arrojad al alfarero esta hermosa suma, en la que me han estimado al ponerme 4 precio. (Zacarias, XI, 12.) »{Oh espada, despierta, exclamé cl Senor de los ejércitos. Amena- zas 4 mi Pastor, al hombre que me est intimamente unido. Hiere al Pastor y las ovejas seran dispecsadas. (Zacarias, XIU, 7.) »No me abandongis 4 la mala voluntad de los que me oprimen, Hombres que no respiran mas que violencia y falsos testigos se han levantado contra mi. (Sahn. XXVI, 12.) »Se le ha preguntado Jo que no podfa contestar, y ha sufrido la humillacién sin pronunciar palabra, Se le ha llevado 4 la muerte, y ha ido 4 ella como un cordero, 6 como muda oveja 4 la que se esquila; no ha abierto su boca. (Isaias, LIll, 7.) »He abandonado mi cuerpo 4 los que me golpeaban y mis mejillas 4 los que mesaban mi barba. No he vuelto imi cara 4 los que me escar- necian y escupian. (Isaias, L, 6.) »Probémosle por los ultrajes y tormentos, 4 fin de conocer su pa- ciencia y su dulzura, Condenémosle 4 la mas infamante muerte. (Sabi- dura, Il, 19, 20.) »Utilicemos la madera para matarle; exterminémosle de la tierra 50 sesucristo de los vivos, y que su nombre sea borrado de la memoria de los hom- bres. (Jerem., XI, 20.) »Han atravesado mis manos y mis pies. Todos mis huesos pueden contarse, Se complacen en considerarme en tal estado. Partirdn mis vestiduras y se Sortearan mi ropa. (Salm. XXI, 17 y siguients »Entonces se le dir: «Dénde os han hecho esas llagas que tenéis en la palma de las manos?» Y él responderé: «Con estas Ilagas me han sefialado en la casa de aquellos que me amaban.» (Zacar., XIll, 6.) »Por nuestras iniquidades lo han cubierto de llagas; por nuestros crimenes ha sido destrozado. Fl castigo que debia teaernos la paz ha caido sobre él, y con sus heridas hemos sido curados. (Isaias, Lll, 5.) »Yo le daré en reparto las naciones, y repartiré los despojos de los fuertes porque ha entregado su alma, y su nombre ha sido confundido con el de los malvados. (Isafas, Lill, 12.) »Me han arrojado 4 una fosa y Ia han cubierto con una piedra para encerrarme en ella. (Lament., III, 53.) ii cuerpo reposara tranquilamente, porque no dejarcis mi alma en el Scheol’, y no permitiréis que oxestro Santa se corrompa dentro de la tumba. Me senalaréis los senderos de la vida; me saciaréis de alegria 4ila vista de vuestro rostro, y me haréis gozar 4 vuestra diestra las eternas delicias. (Salm. XV, 9.) »|Oh muerte, yo seré tu muerte! (Oh infierno, yo seré tu ruina! (Oseas, XIII, 14.) »Ea este tiempo el renuevo de Fessé sera ensetiado como guia 4 las miradas de todos los pueblos. Las naciones vendran 4 offecerle sus plegarias, y ser4 glorificado su sepulcro. (Salm. XI, 10.) »Pedidme las naciones y os las daré en herencia; poseeréis toda la extensi6n de la tierra. (Salm. Il, 8.) »Sentaos 4 mi diestra hasta que yo reduzca 4 vuestros enemigos, para que os sirvan de escabel. (Salm. CIX, 1.) »Entonces el hombre volvera sus miradas hacia Aquel que le ha creado, y dirigiré su vista al Santo de Israel, y ya no contemplara los altares clevados por sus manos. (Isafas, XVII, 7 y 8.) »Los grandes seran abatidos, su soberbia humillada. Sélo el Seftor i por completo los idolos... sus idolos aparecer grande en ese dia. Destruir + Bael sepuicro. INTRODUCCION St de plata y sus estatuas de ore que se habian fabricado para adorarlas. (Isafas, Ul, 17.) »Si, en ese dia correra una fuente en la casa de David, y los habi- tantes de Jerusalén podrén lavar cn clla.las manchas del pecador y de la mujer impura; y yo, dijo el Seitor, aboliré sobre la tierra el nombre de bs idolos, y no se volver 4 hacer mencién de ellos. Zacar., XIll, 1-2.) »Escuchad, islas, y vosotros, pueblos lejanos, aplicad el ofdo. »EI Senior me ha llamado en el seno de mi madre... V ahora me ha respondido el Seftor, ef que me ha formado en el seno de mi madre para ser su vasallo, 4 fin de que lleve 4 Jacob cerca de él; porque Israel debe reunirsele; s era mi glorificado 4 los ojos del Sefor, y mi Di fuerza. »El Seftor me ha dicho: Es para que me sirvas restableciendo los restos de Jacob y reparando las ruinas de Israel. Te he establecido para ser /a luz de las naciones y la salud que he de enviar 4 todos los Ambitos de Ia tierra, Levantad la vista; mirad 4 vuestro alrededor; toda esta gran muchedumbre de pueblos viene 4 postrarse ante: vosotros. (Isaias, XLIX, 1 y siguientes.) »He dejado mi propia casa, he abandonado mi heredad, y he en- tregado el objeto que més amaba mi corazén en manos de mis ene- migos. »La nacién que habia elegido como hereneia ha llegado ante mi como el Ieén del bosque, y contra mi han lanzado sus penetrantes gritos; por eso se ha convertido en objeto de mi odio. (Jerem., Xl, 7y8) »Descubriré su locura 4 los ojos de Jos que le aman, y no habra hombre que pueda arrancarla de mi poder. Haré cesar sus canticos de alegria, sus dias solemnes, sus Neomenias, sus sébados y todas sus “fiestas. (Oseas, II, 10.) >»El Cristo serd leoado & la muerte, y el pucblo que to haya rene- gado no ser& su pueblo, Otro pueblo, dependiente de un Jefe que ha de venir, destruira la ciudad y ef santuario. (Daniel, IX, 26, 27.) »Si os volvéis contra mi, vosotros y vuestros hijo: , yo extermi- naré su generacién de la tierra que les he otorgado. Yo rechazaré lejos de mi ese Zemplo que he consagrado 4 mi nombre. Israel seré Ia mofa y el escandalo de todos los pueblos. sta casa serd destruida como ejemplo de mi justicia. El que pase cerca del lugar donde existia, se 52 sesucersto sentir. sobre ri. (Il, Rey., IX, 6,7.) »Durante Ja noche contemplé Ja visién y apercibi al Hijo del hombre que venia sobre las nubes del cielo; adelanté hasta el Ancivno de los dias y le fué presentado. Y él le entregé el poder, el honor y el reino, y todos los pueblos, todas Jas tribus, todas las lenguas le obedecieron. Su ido de admiracién y Ja despre poder es'un poder eterno que jamds le serd arrebatado, y su reino no serd destruido nunca.» (Daniel, VII, 13, 14.) Ruego al lector se fije en que estos extractos, cuyo niimero pudiere aumentar si quisiera, son tomados de la Biblia, tal como Ja conservan los judios; los libros de que se compone esta Biblia fueron redactados is, y su recopilacién total abraza-un periodo ier varios siglos antes de J. de mas de catorce siglos. Estos pasajes fragmentarios forman un cuadro completo y detallado del Mesias; se le creeria pintado por los ricién. En elfos se encuentran todos los rasgos esenciales: su raza abraha- cvangelistas después de su apa- mica, su descendencia de Jacob y de David, su origen virginal, la uni- versal expectacién de que era objeto;su nacimiento en el puebiecillo de Bethlehem, su origen eterno en el seno de Dios, su filiacién divina, su nombre de Emanuel y de Salvador, su huida 4 Egipto, su retiro al pais menospreciado de Nazareth, la venida de su precursor, su uncién divina por la plenitud del Espiritu, su’funcién de profeta, de evengelista, de taumaturgo, su cardcter ilimitadamente bondadoso, su dulzura infinita, el misterio en que permanece envuelta su naturaleza divina, la impopu- laridad de su apostotado en su patria, las persecuciones y el odio de que es objeto, todos Ios detalles de la muerte que debia sufrir, su agonia, la traicién de uno de, los suyos por treinta dineros, el abandono por parte de sus mismos dliscipulos, la cruz, la sepultura, su resurreccién, su inmenso triunfo, en fin, proclamado 4 Ia faz del mundo en el gran dia de la historia, destruyendo Ia idolatrfa, dando espantoso castigo 4 sus perseguidores, conquistando el munde pagano, estableciendo su propio reino en medio del mundo que, al atacarle, puso 4 prueba su indes- tructible poder y su naturaleza inmortal, eterna. 53 Ix ‘Todos estos documentos diseminados, esparcidos en el transcurso de los siglos, son 4 modo de piedras de un edificio prodigioso, talladas y esculpidas por obreros désconocidos y modestos, bajo la inspirada direccién de un Arquitecto invisible, cuyos proyectos no pueden ser del dominio de criatura alguna, ‘Al aparecer, Cristo revela en su persona, en su obra, en su doctri- na y en. su vida el misterio velado 4 todas Jas generaciones‘. Cumple una por una todas las profecias; realiza hasta en el menor detalle lo que habfan anunciado; 4 todos lo manifestaba asi, tratando de persuadir 4 su pueblo Los doctores se negaron 4 comprenderle. No supicron penetrar el sentido espiritual del lenguaje simbélico de sus profetas, ni desprender- se de su orgullo de raza y de religién. Ofuscados por el conjunto de dolor, de humillacién y de muerte que formaba una de las caracteristi- cas esenciales de! verdadero Mesias, no supieron clevarse hasta su na- turaleza divina y relacionar con sintesis decidida aquel doble misterio de divinidad y de doliente humanidad que la constituia. No supieron reconocer la imperfeccién de su ley, que debia desaparecer ante la vi- viente ley de Cristo, y aunque los profetas habian anunciado su cie obstinacién ante e! Mesias, no supieron librarse de ella y se estrcllaron contra la piedra angular, sobre la cual iba 4 construirse todo el edificio de Dios. a Sélo algunos, los elegidos entre los ignorantes y los sencillos, los mas desdefiados quiza, fucron iniciados en la verdad mesiani escuela de Jestis aprendieron lo que 4 los dable penetrar. Su fe, iluminada por e! Espiritu, ha confesado la divina . En la filiacin y el espantoso misterio de los dolores En El han reconocido al invencible Leén de Juda y al Cordero de Dios presto al sucrificio. A ellos, 4 esos pobres sin cultura debemos el cono- del Hijo del Hombre. * Ephes., il, 9. 34 Jesueristo cimiento de Aquel que, siendo todo I 4 semejanza de Dios, se aniqui- 16 4 si mismo en forma de cri ura, obediente 4 su Padre, hasta en la avos muerte, en aquella cruz, infamante suplicio de los es Repudiando 4 Jestis, obstinandose en desconocerle, han perdido los judios el verdadero sentido de su Libro. No obstante, lo conservan ylo leen, pero no lo comprenden; es un libro cerrado y misterioso para ellos. La unidad, cl micleo, la vida de este libro reside en el] héroe, la obra y Ja idea me s. Ahora bien; todo esto les resulta incomprensible, pues carece de sentido si se separa de Ia doctrina, la obsa y la per- sonalidad de Jestis. ‘Aqui tenemos un fondmeno tinico en la historia, fonémeno que en- carecemos & todos los que niegan el profetismo y las profecia Toda la Biblia es mesidnica. Estudiada en su esencia, en su mis profundo sentido, late en toda ella el espiritu de Cristo, el hombre del porvenir; lo promete y Io Ilama, lo describe, to modela y lo prepara. Los mas grandes doctores de entre los judios, los targumistas* de los siglos primero y segundo, los Onkelos, los Jonathan y los Al kiba, no han dudado jamas en interpretar asi el libro sagrado. Los pasaje: que hemos citado no les suscitaban duda alguna, y al interpretarlos como nosotros, no se imaginaban que ellos mismos preparaban su propia con- fasién, puesto que sélo al Profeta anatematizado por el Sanedrin, al nico triunfante crucificado, pueden aplicarse las elocuentes frases de los videntes de Israel. Los modernos exégetas, testigos del triunfo persistente de Jestis, no han encontrado otra recurso para desentenders: de atacar la realidad de la hi de la profect que el toria evangélica, 6 de borrar, con mez- quina interpretacién, la profecia de esta historia, Han recorrido la Biblia, teniendo cuidado al interpretarla de prescindir del sentido mistico y desnaturz lizar con frecuencia el literal. Trabajo perdido. El estudio imparcial de los documentos biblicos conduce 4 este resultado: las pa- labras de los videntes no tienen justificacién mas perfecta que la misma Historia de Je: an sin él carecerian de sentido. Estas palabras reba in de lo defi- iempre el plan trazado en ellas, y en ellas late la expectaci nitive, domindndolo todo; la llegada del Mesias y su obra, tales como * Comentaristas caldeos del texto hebreo del Aot. Test, awrRopucri6N 53 Dios en su providencia insondable las preparaba, desde el origen de los tiempos y de las cosas La religién ensefiada por Jestis y sealizada en 6l,abraza con potente vitalidad la humas Fs como un gran libro de historia divi- dido en dos volimenes: el uno contiene la profecia de lo que debia ser; lotro la narracién de los sucesos profetizados. Unicamente el Espiritu de Dios ha podido escribir ] primero; s6lo él ha podido realizar lo que lad enter se conticne en cl segundo, y permitir 4 los hombres comprenderlo y dos vohimenes estan abiertos 4 todas las miradas. No hay humano poder que pueda falsificarlos. Si los cristianos atentasen 4 Ia integridad del primero, los judios promoverian una protesta desde todos los Ambitos de Ia tierra; y si los heréticos 6 los modernos paga- nos tratasen de atentar al segundo, la Iglesia, poseida del E: narrarlo. Los piritu de toda la humanidad, se levantaria en masa para defender sus Evan- gelios. He aqui los dos grandes testimonios de Dios. Asi aparece dueno de! tiempo, puesto que lo anuncia antes de ser y lo hace llegar, seytin lo habia anunciado por voz de sus profetas. Ninguna critica, ninguna exegesis, ningtin sistema, ninguna incre~ dulidad se dara exacta razén de esta obra colosal; pero Dios, en sus relaciones con el hombre, se complace en confundir la vana sabiduria que trata de prevalecer contra él y en desdefiar esa cultura que, con el nombre de ciencia y de filosofia, se ens demolerla, La obra ia en su obra, tratando de subsiste, impasible y grandiosa, admirando 4 los mismos que se estrellan contra ella y atrayendo con su luz 4 los humil- des, 4 los buenos, 4 los que sufren y aun 4 los espiritus elevados, 4 poco que renuncien 4 medir la grandeza de Dios y dirigir sus miras A adorarle firmemente. X Si la profecia existe (y ya hemos visto con qué fuerza histérica se impone al recto criterio), gpor qué no ha de existir el milagro? ;Si existe un Jesis profetizado, por qué no ha de existir un Jk és taumaturgo? 56 sesuerisro Propongo esta cuestién, no al panteista, al materialista, al escépti- co, al positivista, al incrédullo, al creyente, en fin; me dirijo al hombre. Antes de convertirnos 4 un sistema, 4 una creencia; antes de pertene- cer Aun siglo, 4 una escuela, somos todos de la misma naturaleza in- teligente y libre, aspirando 4 la verdad y al bien, Bajo este titulo nos sentimos unidos 4 través del tiempo y el espacio, sin mirar civilizacio nes ni fronteras. eExiste 6 no el milagro? Es imposible, se me contestara. Todos los milagros son leyendas 6 mitos que no tienen fundamento real més que en la imaginacién que los forja, en la credulidad 6 en la impostura de los narradores. Las profectas no son otra cosa que libros redactados después del snceso. La huranidad no conoce ni predicciones ni milagros. Esta es la respuesta del pantefsmo, del materialismo 6 del positi- vismo. Desde el punto de vista de estos sistemas es Iégica, pero no es Ja respuesta del hombre. gl panteismo esta demostrado? g's cierto el materialismo? El positivismo es regla infalible? Si todas estas escuclas se equivocan, si viven en el error, como es facil demostrar, equé valor puede tener su contestacién? Y para aquel que no los acepte, qué puede importarle la imposibilidad de su realizacién? Por otra parte, todos estos sistemas, dedicados 4 tratar de super- cheria y necedad cuanto solemne y seriamente han expu cursos, son una ofensa a sJos que han visto y ofdo estos milagros y dis la dignidad humana y una falta al respeto debido 4 todo testigo. La critica, entendida de este modo, no es digna de tal nombre. Es una balanza desequilibrada que engahara siempre 4 los que traten de utilizarla. Me dirijo, pues, 4 la erftica de la raz6n pura, impersonal. EI milagro es un hecho que se verifica fuera de las leyes de fa natu- raleza, por la intervencién de fuerzas superiores 4 ella, y aun de la fuerza que al crearla ha determinado sus leyes. ¢Puede, acaso, demostrar la razén que esta fuerza-no existe, que no €s inteligente y libre? Y si esta fuerza existe, zpuede probar la razon que no sea capaz de intervenir cn la trama de los acontecimientos hu- manos 6 en la sucesién de Jos fenémenos del universo, y comunicar 4 inteligencias creadas el conocimiento del porvenir? ‘ Jamas, entiéndase bien, jamas han sido probadas tales conclusiones, nvrropucciéx en ningiin tiempo, escuela ni sistema. Hace siglos que esperamos tal prueba.

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