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ee ee el Rare ‘8¢ Ppreccupe —dijo cl hombre aleo—. Ya lo sabra. ¥ nos empezar por encender la televisicin para que sus vecir iguien que pueda pasar, vean que todo marcha com absol —2¥ ne es asi? —dijo ela — Que piensa usted_..? No, la verdad es que no es asi. 1 guro, les puedo hasta jurar, que esta noche no sera una mo no todas. El fuego de la chimenca hacia crepitar lox mnaderos y else te. contra los vidrios de la puerta del pati est minuyendo. La vor dei hombre alto se cscuchaba enrarec ravés de Ia media, un tanto gangosa, quieas asordimada. | mas de su cara no habsian podido distinguirse. Los gesta: peca se distorsionaban cada vez que los labios se retorciam ¢ munciar una palabra. quiere? —volvie a decir el doctor Barrencchea desp scomplacer al hombre alto apretando un digite de su com I Morris. La sefiora Barreneches se atragants. Lucgo, con isa mano libre, el hombre se quire la media y se desapeln 9 bos dedos el cabelle. "El dector Barrenechica le clavé los ojos y por la toralida, ‘expresiGn atravess wn destello desesperanrado, alge asi imtuicién precisa de la muerte. Veo que aun me recuerda —dijo ef hombre alto. mento lo agarraria'a besos al viejo. La Ritta es la mujer que ma ha gustado nunca y estd como “lista para la fate” y cuando I urso de Anatam#ia, ¢l mejor armigo, que ha venido al fundo po parde semanas, y el tie Ramiro, que esta, come siempre, ent tho. Fuera de canrurrear, contar reir a destaj rosear la barbacoa de cordero, hemos bebide bastante, tal ve side lo que conviene. Estd también Dominguez, ¢ wmarchado a la casa grande; los rmacstros de la comstrucciG

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