ya que le habia dedicado un libro de poemas aunque
eran de TSS. Eliot y dlje ue si, que la amaba, pero el
asunto nunca podria funcionar porque lla era de-
masiado inteligente para mi y Alice Toklas estuvo de
acuerdo y Iuego nos ealzamos unos guantes de boxeo
y Gertrude Stein me rompié la natiz,
104
Para acabar con las peliculas de terror
El conde Dracula
En algin lugar de Transiivania yace Dricula, ef
monstruo, durmiendo en su ataid y aguardando a que
caiga la noche. Como el contacto con los rayos so-
fares le causaria la muerte con toda seguridad, per
manece en la oscuridad en su caja forrada de raso que
leva sus iniciales inscritas en plata. Lucgo, llega cl
momento de a oscuridad y, movido por un instinto
rilagroso, el demonio emerge de la segutidad de su
escondite y, asumiendo las formas espantosis de un
‘murcidlago 0 un lobo, recorre los alrededores y bebe
la sangre de sus vietimas. Por tiltimo, antes de que los
rayos de su gran enemigo, el sol, anuncien ef nuevo
da, se apresura a regresar a la seguridad de su atatd
protector y se duerme mientras vuelve a comenzar él
ico.
‘Ahora, empieza a moverse, El movimiento de sus
cejas responde a un instinto milenario ¢ inexplicable,
es sefial de que el sol esté a punto de desaparecer y
que se acerca la hora. Esta noche esté especialmente
sediento y, mientras alli descansa, ya despierto, con el
esmoguin y la capa forrada de rojo confeccionada en
105Londres, esperando sentir con espectral exactitud el
‘momento preciso en que la oscuridad es total antes de
abrir la tapa y salir, decide quiénes serin las victimas
de esta velada. EI panadero y su mujer, reflexiona. Sucu-
lentos, disponibles y nada suspicaces. El pensamien-
to de esta pareja despreocupada, cuya confianza ha
cultivado con meticulosidad, excita su sed de sangre y
apenas puede aguantar estos ikimos segundos de inac-
tividad antes de salir del atatid y abalanzarse sobre sus
presas.
De pronto, sabe que el sol se ha ido, Como un
‘ingel del infiemo, se levanta répidamente, se meta-
morfosea en murcilago y vuela febrilmente a la casa
de sus tentadoras victims
=IVaya, conde Drécula, qué agradable sorpresa!
—dice la mujer del panadero al abrir lz puerta para de-
jarlo pasar, (Asumida otra vez su forma humana, entra
en la casa ocultando, con una sonrisa encantadora, su
rapaz objetivo.)
~iQué le trae por aqui tan temprano? ~pregun-
ta el panadero.
Nuestio compromiso de cenar juntos —vontesta
el conde-. Espero no haber cometido un error. Era
esta noche, ino?
—Si, esta noche, pero atin faltan siete horas
WCémo dice? —inquiere Drécula echando una
mirada sorprendida a la habitacién,
—2O es que ha venido a contemplar el eclipse con
nosotros?
~iEclipse?
106
Asi es. Hoy tenemos un eclipse total
iQue dice?
Dos minutos de oscuridad total a partir de las
doce del mediodia
“Vaya por Dios! iQué lio!
AiQué le pass, sefor conde?
—Perdéneme... debo...
iQué, sefior conde?
—Debo irme... Hem... (Oh, qué lio!.. “¥, con fre-
nes, se aferra al picaporte de la puerta.
8a se va? Si acaba de llegar.
Si, pero, creo que.
Conde Dricula, esti usted muy pilido.
Zi? Necesito un poco de aire fresco. Me alegro
de habertos vist,
Vamos! Signtese. Tomaremos un buen vaso de
vino juntos
Un vaso de vino? Oh, no, hace tiempo que dejé
Ia bebida, ya sabe, el higado y todo eso. Debo irme ya.
‘Acabo de acordarme que dejé encendidas las luces de mi
castillo. Imaginese la cuenta que recibirfa a fin de mes.
Por favor —dice el panadero paséndole al conde
tun brazo por el hombro en sefial de amistad—. Usted
no molesta. No sea tan amable. Ha llegado temprano,
280 es todo,
=Créalo, me gustarla quedarme, pero hay una reu-
nién de viejos condes rumanos al otto lado de la ciu-
dad y me han encargado la comida
Siempre con prisas. Es un milagro que no haya
tenido un inferto.
107Si, tiene razén, pero ahora...
~Esta noche haré gilaf de pollo —comenta la mu-
jer del panadero—. Espero que le guste
—iEspléndido, espléndido! —dice el conde con una
sonrisa empujando a la buena mujer sobre un montén
de ropa sucia. Luego, abriendo por equivocacién la
puerta de un armario, se mete en él-. Diablos, édénde
std esa maldita puerta?
iJa, ja! ~se rie la mujer del panadero—. iQué ocu:
rrencias tiene, seftor conde!
~Sabia que le divertiria “dice Drécula con una
sonrisa forzada, pero ahora déjeme pasar.
Por fin, abre la puerta, pero ya no le queda
tiempo.
=iOh, mira, mamé —dice el panadero~, el eclipse
debe de haber terminado! Vuelve a salir el so.
Asi es ~dice Dracula cerrando de un portazo la
puerta de entrada~. He decidido quedarme. Cierren
todas las persianas, ripido, indpidol INO se queden
abit
éQué persianas? —pregunté el panadero,
No hay? iLo que faltaba! iQué par de..! Ten
drin al menos un sétano en este tugurio?
No —contesta amablemente la esposa~. Siempre
le digo a Jarslov que construya uno, pero nunca me
presta atencién, Ese Jarslo.
Me estoy ahogando, Dénde esté el armario?
~Ya nos ha hecho est broma, sefior conde. Ya nos
ha hecho reir fo nuestro,
“Ay... qué ocurtencia tiene!
108
—Miren, estaré en el armario. Llimenme a las siete
y media,
Y, con esas palabras, el conde entra en el armario
y cietra la puerta
—HJa, ja! IQué gracioso és, Jarslov!
—Sefior conde, salga del armario, Deje de hacer
burrades.
Desde el interior del armatio, llega la vor. sorda de
Drdcula,
=No puedo... de verdad. Por favor, créanme, Tan
sélo permitanme quedarme aqui. Estoy muy bien. De
verdad.
Conde Drécula, basta de bromas. Ya no pode-
mos més de tanto reimos.
Pero, créanme, me encanta este armario.
Si, pero.
~Ya sé, ya sé... parece taro y sin embatgo aqui es-
toy, encantado. El otro dia precisamente le decia a la
sefiora Hess, deme un buen armario y alli puedo que-
darme durante horas. Una buena mujer, Ja sefiora
Hess. Gorda, pero buena... Ahora, épor qué no hacen
sus cosas y pasan 4 buscarme al anochecer? Ob, Ra-
mona, la la la la la, Ramona,
En aguel instante entran el alcalde y su mujer, Ka-
tia, Pasaban por ali y habian decidido hacer una vi-
sita a sus buenos amigos, el panadero y su mujer.
Hola, Jarslov! Espero que Katia y yo no te mo-
lestemos.
For supuesto que no, sefior alcalde. Salga, conde
Dracula. ‘Tenemos visita!
109ZEstié aqui el conde? —pregunta el alcalde, som
prendido,
Si, y munca adivinaria donde est —dice la mujer
del panadero.
~iQué aro es verlo 2 esta hora! De hecho, no
puedo recordar haberle visto ni una sola vez durante
el dia
—Pues bien, aqui esti. iSalga de ahi, conde Dri-
ula!
Dénde estd? —pregunta Katia sin saber si reir 0 no.
—iSalga de ahi ahora mismo! iVamos! —La mujer
del panadero se impacienta.
=Bsté en el armario —dice el panadero con cierta
vergiienza,
iNo me digas! —exclama el alcalde,
=iVamos! —dice ef panadero con un falso buen.
humor mientras llama a la puerta del armariom. Ya
basta. Aqui esti el alcalde.
~Salga de ahi, conde Drécula —grita el slealde~
Tome un vaso de vino con nosotros.
No, no cuenten conmigo. Tengo que despachar
uunos asuntos pendientes,
En el armario?
Si, no quiero estropearies el dia, Puedo oir lo que
dicen. Estaré con ustedes en cuanto tenga algo que
decir,
Se miran y se encogen de hombros. Sirven vino y
beben.
—Qué bonito el eclipse de hoy —dice el alcalde to-
‘mando un buen trago.
110
~tVerdad? dice el panadero—. Algo increible.
~iDigamelo a mi iEspeluznante! —dice una voz
desde el armario.
iQué, Drécula?
=Nada, nada. No tiene importancia.
‘Asi pasa el tiempo hasta que el alcalde, que ya no
puede soportar esa situacién, abre de golpe la puerta
del armario y grita:
=iVamos, Drécula! Siempre pensé que usted era
vuna persona sensata. IDéjese de locuras!
Penetza la luz del dia; el diabélico monstruo lanza
un grito desgarrador y lentamente se disuelve hasta
convertirse en un esqueleto y luego en polvo ante los
‘ojos de las cuatro personas presentes. Inclinindose so-
bre el montén de ceniza blanca, la mujer del pana-
dero pega un grito:
~iSe ha fastidiado mi cenat
ur