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ARTICULOS La Guerra de 1885 Camilo Riafio (Academia Colombiana de Historia Cuando desde el balcén del Palacio de San Carlos, el Presidente Néviez anuncié a la multi- tud que lo aclamaba: “jSefiores! La Constitu- cién de 1863 ha dejado de existir”, lo hacia con el convencimiento de que el triunfo del Ejército Nacional en La Humareda habfa sido el golpe de- cisivo a la revolucién contra su gobierno y de que, desde ese momento, tendrfa el poder sufi- ciente para llevar a cabo ta “regeneracion admi- nistrativa fundamental”, que habia enunciado el 1 de abril de 1878, cuando, como Presidente del Congreso, dio posesién al nuevo mandatario ge- neral Julian Trujillo. No de otra manera hubie- ra podido convocar el Consejo Nacional de De- legatarios para redactar una nueva constitucién politica de perfiles opuestos a la que queria abolir, pues si repasamos con espiritu analitico Ja historia de nuestras constituciones podemos apreciar que en la casi totalidad de los casos han sido promulgadas 0 reformadas en circunstancias de poder absoluto como resultado de un éxito militar o de una avasalladora demostracién de control politico en determinados episodios de la vida nacional y porque la misma Constitucién de Rionegro exigfa para ser reformada la ratifica- cién undnime del Senado de Plenipotenciarios. ‘La guerra, como el medio violento de la po- Iitica, ha sido elemento cominmente usado en nuestras luchas por el poder y no sé qué ancestro nos ha llevado a apelar con frecuencia a la fuerza, de las armas para tratar de imponer nuestras con- vicciones. Seguramente el avasallamiento vio- lento de los naturales durante las épocas de la Conquista y de la Colonia y la dificultad militar que enfrentamos para alcanzar la Independencia dejaron en nosotros esa inclinacién a dirimir con violencia nuestras diferencias en la concepcié: del Estado. EI siglo XIX fue calificado con razén como el de nuestro ajuste institucional; afortunadamente para el pais llevamos en Ia sangre esa constante reocupacién por lo que atafie a la gran empresa colombiana que a todos, sin excepcién, nos con- cieme; por eso podemos criticar a nuestros ma- yores de exageracién en el quehacer politico pero nunca de desidia en lo que a Colombia inte- tesa; la Guerra del 85, como todas las que en este’ pafs se han sucedido, ha debido evitarse porque las guerras intestinas debilitan la nacio- nalidad en todos los érdenes pero, considerada como suceso, fue un hito mds en el desenvolvi- miento politico colombiano y una reafirmacién de los principios que las dos colectividades re- presentativas han defendido con entusiasmo en nuestro devenir histérico. ARTICULOS El triunfo del partido liberal en la conflagra- cién de 1860, inica guerra civil en que ha po- dido triunfar'militarmente la revolucién, trajo como consecuencia politica trascendental ia pro- mulgacién de la Constitucién de 1863, més co- nocida como de Rionegro. Quizas la ausencia en las deliberaciones del genial caudillo Tomés Ci- priano de Mosquera hubiera permitido a los convencionistas ser menos radicales en sus plan- teamientos pero, influidos por el temor a su avasallante personalidad, prendieron el germen de la disolucién de un pais que, por e! contrario, necesitaba con urgencia consolidarse. “Creo, ciu- dadano Presidente, decia el Convencionista de Rionegro y gran patricio liberal don Justo Aro- semena, que la Constitucién de 1863, obra ex. clusiva de un partido triunfante por las armas, no debid haber sido sino provisoria, mientras Negaba el momento de consultar la verdadera voluntad nacional, que ain no conocemos des- pués de 1858. Creo que las instituciones por ella fundadas, son ideales, fomentan los disturbios, desmoralizan, empobrecen y desacreditan nues- tro pais, como lo dice la historia de los iltimos veinte afios”?. 1, Citads por Eduardo Lemaitre. Periddico El Tiem: po No, 26.220 para el lunes 16 de junio de 1986, p. 8 Seria injusto tachar de antipatriotas a los va- rones consulares que dirigieron o influyeron decisivamente en Is politica colombiana durante Jos cinco quinquenios en que rigié el sistema federal porque a pesar de la debilidad del Estado se preocuparon por el imperio de las libertades ciudadanas, por el progreso material del pais y, sobre todo, por la instruccién publica, pero el Pacto de Union de los Estados Unidos de Co- lombia, que prohibia al Gobierno Federal esta- blecer ‘la paz turbada en alguno de ellos sin expresa autorizacién del Congreso y el libre comercio de armas y municiones, amén de otras disposiciones, engendraron un estado de guerra permanente que los mismos convencionistas de Rionegro se vieron obligados a repudiar cuando se encontraron abocados a asumir, en su calidad de presidentes de la Repiiblica o de los Estados, el control del orden pablico. En mensaje al Con- greso de fecha 1 de febrero de 1869, firmado or sus ministros Santiago Pérez, Miguel Samper, Narciso Gonzélez Lineros y Sergio Camargo de cia el ilustre repiblico, el Presidente radical San- tos Gutiérrez: “El pafs ha llegado a tal punto de decadencia, fruto de la intranguilidad mas o menos absoluta de los tiltimos afios, que es pre- ciso empezar la grande obra de su regeneracion por la rudimentaria base de restablecer la segu- ridad. Desde que la paz se considere como un bien cuya conservacion depende de la honradez de los gobiemnos y del apoyo de los pueblos, ella podré resistir al embate de las pasiones y servir de base a una regeneracion que reclaman nuestro honor nacional y nuestra aflictiva situacion’’? Cuando el 31 de agosto de 1876, el general Julién Trujillo, comandante de uno de los ejér- cits del gobierno en la administracién del doc- tor Aquileo Parra, triunfé en la batalla de Los Chancos, lugar situado entre Tulud y Buga, el sistema federal que defendia sufrid paradojica- mente un golpe decisivo porque exaltado a la Presidencia de la Repiiblica para el perfodo | 1878-1880 puso toda su influencia de Primer Magistrado para fortalecer, mediante leves espe- ciales de orden piblico, la seguridad de] Estado. El gobierno protocoliz6 entonces la division del liberalismo entre radicales e independientes, los que més tarde formaron con los conservadores el partido nacional, pues Trujillo nombro como Secretario del Interior y de Relaciones Exterio- res al doctor Francisco Javier Zaldita, como Se- cretario de Hacienda y Fomento ‘al doctor Rafael Niiez, como Secretario del Tesoro y Crédito Nacional al doctor Salvador Camacho Roldan y como Secretario de Guerra y Marina 2, Diario Oficial No, 1.452. ARTICULOS 15 al general Ezequiel Hurtado, antiguos y caracte- rizados liberales, cuya designacion produjo de: contento en el’ radicalismo que se consideré excluido del poder. El gobierno del general Trujillo aseguré asi, contra la cerrada oposicién del radicalismo, el triunfo de Nufiez en las elecciones para el si- guiente periodo presidencial, el fortalecimiento del Nufismo como movimiento politico y la reeleccién del lider cartagenero para el bienio 1884-1886. El 11 de agosto de este afo, fecha de su posesin, decfa asf El Regenerador ante el Congreso: “Una época de nuestra historia hha pasado, no obstante sus apariencias super- ficiales de’ vida, y debemos consagrar leales y mancomunados’ esfuerzos a facilitar el pacfti- co advenimiento de la que habra de sucederle. Las replicas hispanoamericanas, en cuyo ex- tenso mapa figura Colombia, estén entrando, ‘una tras otra, en un perfodo de estabilidad cada dia segin su especial indole, después de afios de desconcierto y guerra. Nosotros tuvimos que em- prender una evolucién idéntica bajo los auspicios de una politica verdaderamente liberal, incom- patible con toda intolerancia y exenta del dog- matismo de los que creen demasiado, como de los que en nada creen. Miembro irrevocable del liberalismo colombiano, no omitiré cuanto de mi dependa para recomponer sus diseminadas fuerzas, considerindolo sinénimo de justicia en accion y de moralidad. Trataré de inspirarme en la sana fuente de la conciencia nacional y de apartarme de los peligrosos consejos del espiritu de intransigencia, dando toda la aplicacién po- sible a las ideas de reconstruccién sancionadas por el voto nacional que me ha traido delibera- damente, por segunda vez, a este puesto de honor y de fatiga. Plegue a la Divina Providencia el damos a todos virtud y prevision bastantes para no desoir el clamor de los pueblos, a fin de que sea restablecido el prestigio de nuestras libres instituciones, haciéndolas practicamente nacionales, y nos apartemos resueltamente del tortuoso y pendiente sendero que venimos reco- rriendo, sendero de perdicién que nos tiene ya colocados a préxima distancia del pavoroso abismo”? En consecuencia con esta politica, el Primer Magistrado lamo a participar en su gabinete al general Eustorgio Salgar, expresidente de la Unién y destacada personalidad del radicalismo, 3. HERNAN VALENCIA BENAVIDES: Discursos y Mensajes de Posesion Presidencial, T. 1, Coleccion Presi- dencia de la Repablica, Administracion Turbay Ayala, Vol. Vil, Bogots, Talletes Editoriales dela Tmprenta Na. cional de Colombia, 1981, p. 169. [quien renuncié casi inmediatamente al cargo para atender su candidatura a la Presidencia del Estado Soberano de Santander; en su reemplazo fue designado otro importante exponente de esa fraccién, el general Santos Acosta, también expresidente de la Repiblica. Pero a pesar de todos estos buenos deseos, la situacién del pais se agravaba’ por momentos: En patético mensaje al Congreso, de fecha 25 de septiembre de 1884, en el que le pedia con ur- gencia arbitrar recursos, decfa el Presidente Nii- fiea: “Esta situacién la agrava ain la circunstan- cia cruel de que vivimos en Colombia en erénico estado de conmocién interior, declarada o la- tente; y estoy escribiendo estas Ifneas en mo- mentos en que legan noticias de pronunciamien- tos en la seccién de la Republica donde tienen su residencia las corporaciones y autoridades federales. Habri de consiguiente necesidad de aglomerar més ejército, y las dificultades admi- nistrativas, tan graves ya, tomarin proporciones muy vecinas del desastre... El pais, sefiores, esté minado por su base. Las revoluciones se han vuelto profesion segura y Iucrativa. Ellas se ven venir con su acompaiamiento sombrio de des- gracias y aunque se perciben los medios de im- pedir su funesto desarrollo, las instituciones vi- gentes no permiten emplear esos medios. El gobiemo tiene, por tanto, que vivir con el arma al brazo, esperando la hora de los combates que diezman la poblacién, arruinan la riqueza, au- mentan el descrédito, reemplazan més y'més cada dia la fraternidad con el odio y obligan a recordar aquellas tristes palabras de Bolivar: os que trabajaron por la Independencia han arado en el mar”. La conflictiva situacion en que se inicié el perfodo presidencial de Nifiez tenia que agra- varse por momentos porque los radicales estaban interesados en eliminarlo de la escena politica y el lugar apropiado para prender la mecha no podia ser otro que el Estado Soberano de San- tander en donde esta fraccién contaba con abru- madora mayoria. La revolucién estallé como reaccién a la conducta impropia del Presidente del Estado, general Solén Wilches, al apoyar des- caradamente al candidato de sus simpatias, su amigo personal Francisco Ordéfiez. Ante tan de- licado problema, Niiiez, con su fino tacto poli- tico y siguiendo los lineamientos del Pacto de Unién de los Estados que prohibia al gobierno federal “declarar 0 hacer la guerra a los Estados sin haber agotado antes todos los medios de con- ciliacién que la paz nacional y la conveniencia 4, Diario Oficial No, 6,211. 1 ARTICULOS| piblica exigieran”, envid al Socorro, capital del Estado, una Comision de Paz constituida por don Felipe Zapata y don Narciso Gonzalez Li- neros, distinguidos miembros del radicalismo y del liberalismo independiente, seguida de una fuerza de apoyo a su accién mediadora, al man- do del general Juan Nepomuceno Gonzalez Os- ma. La Comisin logré, el 10 de septiembre de 1884, un convenio de paz, segin el cual, entre otros acuerdos, se designé a Gonzdlez Lineros Presidente Provisional del Estado, se ordené el desarme de las fuerzas del Estado que aleanza- ban a tres mil hombres y se dej6 al fallo de una convencién la legalidad de las iltimas elecciones para la renovacion de los poderes ejecutivo y legislativo de esa seccion del pais. Sin embargo, la actuacién del gobiemo de la Unién y de la Comisién de Paz, que fue aplaudida por el Se- nado de la Repiblica y por muchos liberales, no tuvo el resultado esperado, pues la conven: cién convocada se arrogé el caricter de asam- blea constituyente y asumié la plenitud del poder piblico, 1o que desaté violentas discusio- nes y el retiro de dieciséis de los treinta y cinco Gipuitados obligando al Gobernador Interino a disolverla. Ante el rompimiento del pacto poli- tico, la mayoria radical nombré Presidente del Estado al general Sergio Camargo y suspendid Jas sesiones de la Convencién, situacion que se agravé ain més porque de levantamiento contra el poder ejecutivo del Estado pasé a rebelion contra el gobierno de la Union cuando en no- viembre de 1884 el general Daniel Hernandez, mbrado Segundo Designado por la Conven- cién, encabez6 un pronunciamiento en Pam- plona. De esta manera se precipité el radicalismo a luha guerra evitable ya que en la duda sobre la legalidad de la eleccién estaba involucrado el nombre del eminente jefe radical, general Eus- torgio Salgar, a quien la Convencién hubiera podido declarar Presidente del Estado. El go- biemo de la Unién dicté inmediatamente el Decreto 1052 del 18 de diciembre de 1884 por el que se declaré turbado el orden federal en los estados de Santander, Boyacé, Cundina- marca y Magdalena y en las provincias del de Bolivar, situadas a orillas del rfo Magdalena, en donde comenzé a imperar el régimen militar. El Secretario de Gobierno, general Santos Acos- ta; dimitié su cargo, permitiendo al Presidente Najiez reorganizar su gabinete con elementos de la fracci6n independiente y del conserva- tismo. Empezaba a consolidarse asi el partido nacional que dominarfa por varios afios el pa- norama politico colombiano y con el que se ade- lantarfa la obra de la Regeneracién. Enfrentado a la grave situacién y por consi- guiente relevado de cualquier obligacin de lealtad partidista, Nanez aumenté el pie de fuer- za del ejército permanente, ordené la confor- | macién del Ejército de Reserva cuyo mando se | encargé al experimentado militar conservador, general Leonardo Canal, y llamé al servicio fc- | tivo a los generales conservadores Marceliano Vélez, Antonio B. Cuervo, Manuel Casabianca, Guillermo Quintero Calderén y Manuel Bricefio, entre otros, quienes organizaron en Antioquia, Boyacé, Cauca, Cundinamarca y Santander fuer” zas veteranas que alcanzaron a diez mil hombres. A este poderoso continente gobiernista se agre- garon dos divisiones de milicias de Cundinamar- ca que se incorporaron al ejército permanente por orden del Gobernador del Estado, general Daniel Aldana. | La revolucién tomé vuelo inesperado, pues los gobernadores de los estados de Antioguia, Bo- | Iivar, Tolima y més tarde el de Boyacd se rebe- | laron contra el gobierno federal y muchos gene- | rales de prestigio como Gabriel Vargas Santos, | Sergio Camargo, Pedro José Sarmiento, Ricardo Gaitén Obeso, Cenén Figueredo y Daniel Her- | nandez, entre otros, engrosaron sus filas al man- do de humerosas buestes que se incrementaron con varios jefes y oficiales desertores de la Guar- dia Colombiana, Generalizada le guerra en el territorio nacio- nal, las operaciones militares se desarrollaron en. el rio Magdalena y la Costa Atlantica, en Boya- cd, en el Tolima, en Antioquia, en e] Cauca yen Panamé, habiéndose caracterizado por algunos éxitos iniciales y por el apoyo popular a los re- beldes en las citadas regiones, seguidos por con- tundentes triunfos del gobierno que habiendo logrado aislar el problema en la Costa y en el rio Magdalena empené su esfuerzo total en este sector hasta el triunfo final. El primer golpe espectacular de Ia revolucion fue la toma de Honda, el 29 de diciembre de | 1884, por el general "Ricardo Gaitén Obeso | quien, después de apoderarse con noventa hom- bres de la ciudad y de los buques del rio alli atracados, tomé 2 Barranquilla el 5 de enero si- guiente, fomentando con esta audaz accion el alzamiento en la Costa Atléntica y privando al | gobierno de las rentas de aduana y de la impor- | tante via fluvial para el movimiento de sus uni- dades militares. Desde Santander, el general Daniel Herndndez marché con sus tropas a Boyacd habiéndosele reunido en Duitama la fuerza que el general Ga- briel Vargas Santos habia reclutado en Casanare y Salina de Chita. Organizado este ejército revo- jucionario de tres mil hombres en cuatro divisio- nes a las érdenes de Vargas Santos, ocupé a Tunja en donde establecio su cuartel general; ARTICULOS 17 mientras tanto el general Sergio Camargo, nom- brado por los jefes rebeldes Director General de la Guerra, se situd en el municipio boyacense de Miraflores; el gobierno envié contra estas fuer- zas dos mil quinientos hombres de infanteria, caballerfa y artilleria, organizados en dos divi siones, al mando de’ los generales Manuel D Montifar y David Ayarza, que no necesitaron entrar en combate porque los revolucionarios se retiraron por Chita, El Cocuy y La Salina de donde marcharon a Bucaramanga y de alli por Puerto Wilches tomaron la via fluvial y se reu- nieron con Gaitin Obeso en la Costa. Mientras esto sucedia el general Camargo hizo lo mismo por los rfos Meta y Orinoco y el Océano Atlén- tico. El gobierno rebelde del Tolima, que habia reunido cerca de tres mil hombres mal armados, se vio enfrentado al general Manual Casabianca quien en su caricter de Jefe Civil y Militar del Tolima tomé el puente de Girardot, combati6 en Pescaderfas, ocupé a Honda y a Mariquita y i6, el 2 de marzo de 1885, en Cogotes, cerca de Neiva, a ochocientos revolucionarios. No obs- tante estos, en nimero de doscientos, asaltaron infructuosamente, el 16 de julio siguiente, a Neiva. La guerra en el Estado del Cauca, en donde gobernaba el general Eliseo Payan, comenzé con un levantamiento en Tulud el 11 de enero de 1885. Nombrado el general Juan Evangelista Ulloa comandante de las fuerzas gobiernistas del Valle del Cauca, derroté a los revoluciona- ios en Sonso el 25 de enero, luego a una fuerza de mil hombres al mando del general Francisco ‘A. Escobar y del coronel Guillermo Marquez en el Alto de Hatoviejo el 30 de enero y, en el pue- blo de Vijes, nuevamente a Marquez el 7 de fe- brero. Este fue aniquilado por el coronel Rafael Reyes en Roldanillo el 15 de febrero y obligado a huir hacia Cartago con veinticineo compafieros de aventura. Mientras esto sucedia, el Gobernador del Es- tado rebelde de Antioquia, Luciano Restrepo, enviaba a invadir el Cauca un ejército de tres mil ochocientos hombres al mando de los generales Valentin Deaza y Manuel A. Angel quienes ocu- paron a Cartago. El general Payan los derrot6 en Santa Barbara, el 23 de febrero, después de nueve horas de reiiido combate. Esta accién mi- litar esté catalogada entre las més importantes de la contienda porque completamente batido el ejército revolucionario se retiré a Manizales que- dando incluido en una capitulacién posterior y porque viéndose sin apoyo, a raiz de esta de- rota, las tropas del Boquerén del Dagua tam- bign capitularon dejando expedita la via de Bue- naventura para las operaciones sobre Panam. Con una nueva derrota de la revolucién en Silvis; Cauca, quedé pacificado el occidente del pai En combinacién con estas operaciones, el ejér- cito gobiernista denominado de Occidente, af mando del general Juan N. Mateus, vencid en Salamina y recibié en Manizales, el 35 de febre® ro de 1885, la capitulacién de todas las fuerzas revolucionarias del Estado de Antioquia, En Pe reira, Mateus y Payan acordaron enviar por Pa- namd a la Costa Atlintica una operacion con- junta al mando de los recientemente ascendidos, generales Rafael Reyes y Miguel Montoya. Se trataba de ejecutar como lo relataré més tarde, una maniobra de envolvimiento por Ia izquierda a nivel estratégico sobre las fuerzas revoluciona- rias que operaban en la Costa Atléntica, elimi- nando de paso cualquier resistencia en el Estado de Panamé. El Ejército de Occidente marché Medellin a donde entré el 6 de marzo de 1885 en tanto que el general Marceliano Vélez, batia definitivamente en Jeric6 al general Candido To- losa, Destrozada asi la revolucién, el general José Maria Campo Serrano asumid, el 25 de abril, el cargo de Jefe Civil y Militar de ese Es- tado. La revolucién no conté con el temple y con la sagacidad politica del Presidente Néiiez, em- pefiado en sacar avante su obra regenerativa que lo llevaria a tomar decisiones inesperadas para sus adversarios; seguramente el alzamiento se le presenté en un principio como un formidable obstaculo para sus planes politicos pero rehecho de la sorpresa inicial pensé que la guerra que gratuita y equivocadamente le hacfan sus rivales de ayer, sus enemigos de hoy, seria la ocasién propicia para eliminarlos definitivamente y des- pejar el camino que lo conducirfa a la reforma politico-administrativa total que crefa indispen- sable y urgente para el pais. Sin duda, el lanzarse a la guerra sin ninguna preparacién, solo arma- dos de su entusiasmo partidista, fue una tre- menda equivocacién de los radicales que paga- ton demasiado caro en dividendos politicos su precipitud. Ya hemos visto cémo el gobierno dominé rapidamente la situacién militar en el interior del pais; ahora s6lo quedaba el Estado de Panamé y la Costa Atléntica como Gnicos objetivos de primera magnitud para la defini cién del conflicto. “Entonces, dice Indalecio Liévano Aguirre en su magistral obra sobre el Regenerador, se inicid la parte decisiva de la guerra, parte que Niiiez dirigié en su totalidad con el concurso, por cierto muy eficaz, de dofia Sola: (doiia S ledad Romén de Nifez) ‘Rafael —cuenta ella— dirigia la guerra, créame, era el General en Jefe. Estaba siempre en el telégrafo y sobre los ma- | pas. Aquel dia le puso un telegrama al general 18 ARTICULOS Bricefio para que saliera con mil quinientos hombres para Bolivar. Me acuerdo que el tele- gama decia: debe salir cuanto antes, pues no- ticias son muy malas de la Costa. Me acerqué a Montalvo, el telegrafista, y le dije: No ponga mil quinientos, sino tres mil hombres. — {Mi sefora Soledad!... —me decia él. Haga lo que le digo, hombre, ie repliqué. Mire que es en beneficio del doctor Nafez. El telegrafista me obedeci6, pero en seguida lo supo Rafael, pas6 otro tele- gama a Campo Serrano para que no salieran Sino con los mil quinientos hombres que él habia ordenado. z¥ qué cree usted que hice yo en- tonces?... Pues... rompi el telegrama que enviaba Rafael y puse otro por mi cuenta asi: General, ‘tres mil, ni uno menos. ¥ abajo afiad{: Consejo de mujer es poco, pero el que no lo sigue es un Toco, Rafael gruiio, pero los acontecimientos vinieron luego a darme la raz6n y a justificar aquel atrevimiento o intuicién, como usted quie~ ra lamarlo, porque se enfermaron como mil hombres de la expedicion, Y entonces le decia yoa Rafael: zQué tal, eh? 2Qué tal?...’ "5. ‘Al frente del Estado Soberano de Bolivar, también en rebelién contra el gobierno federal, se encontraba el Segundo Designado, doctor Manuel Nitfiez Ripoll, quien fue apresado por el comandante de la guarnicién, coronel Elias Ro- Grfguez, dependiente del poder central. Conoci- das en Panamé las alarmantes noticias sobre la situacién de orden piblico en esta region del pais, el Gobernador del Estado, general Ramén Santodomingo Vila, encargé de su puesto al doc- tor Pablo Arosemena y marché con algunos sol- dados de su fuerza veterana a Cartagena en don- de tomé el mando del Ejército del Atléntico y se-apresté para Ia defensa de la plaza aprove- chando la presencia de un importante refuerzo llegado de Riohacha y de los vapores de rio, Union, Rafael Nafiez y Lebrija, acondicionados para el combate. El general Gaitén Obeso se tras- ladé de Barranquilla a Cartagena con un ejército de dos mil ochocientos hombres, artilleria y nueve barcos de guerra e intimé rendicion ala ciudad que, habiendo sido rechazada, lo obligé ‘a intentar, en la noche del 7 al 8 de mayo, un infructuoso asalto que le trajo considerables pérdidas, Derrotado el ejército revolucionario ante las murallas de Cartagena se situé en Ba- rranquilla, Sebanalarga, Usiacuri, Loma del Muerto, Calamar y El Banco. Retrogrademos un poco en el tiempo para relatar los acontecimientos sucedidos en el Istmo 5. INDALECIO LIEVANO AGUIRRE: Rofael Nd- fez, Segundo Festival del Libro Colombiano, Boots, Reproducciones Grifices S.A.,1959, p. 261. 'a rafz del movimiento del general Santodomingo Vila que permitié el levantamiento de dos suje- tos de triste recordacion, Rafael Aizpuru y Pedro Prestn quienes tituldndose generales de la | revolucién cometieron desmanes en Colén y en Panamé que fueron tomados como pretexto para ‘que las tropas norteamericanas intervinieran nue- vamente en defensa de sus connacionales, ante- cedente doloroso de la pérdida de Panamé. Al ser reemplazado Arosemena por el general Carlos Génima, éste se encontraba en dificil situacion porque s6lo contaba en la ciudad de Panama con medio batallén de la Guardia Colombiana y con algunas unidades de policia, pero su posi- cidn se vio mejorada con la presencia providen- cial de la cafionera Boyacé que al mando del coronel Ramén Ulloa habia venido de Buenaven- | tura cuando a raiz de la capitulacién de las fuer- zas del Dagua, ya mencionada, qued6 disponible para acudir en auxilio de la capital del Estado. Ulloa, por orden de Génima, tomé, el 31 de | marzo de 1885, la ciudad de Colén que después de refido combate quedé reducida a cenizas por el incendio, a base de pélvora y de dinamita, fordenado por los bandidos Prestén, Portugal ¥ | Decaila. El sedicioso Aizpuru, entre tanto, ven- cié al general Génima quien entrego la plaza de Panama a excepci6n de la cafionera Boyacé que liegé a Buenaventura en momentos en que los generales Reyes, Montoya y Dominguez se aprestaban para ir en socorro del Istmo, Llegada la expedicion a la bah{a de Taboga en la noche | del 27 de abril, Aizpuru se rindié a discrecion, cl general Reyes tomé a Colén, ajustici6 publica. mente a los incendiarios George Davies, alias Cocobolo, y Antonio Pautricelli y siguié con la Division Caucana a Cartagena que ya se encon- traba sitiada por Gaitén Obeso. Mas tarde, el 18 de agosto, fue juzgado y ahorcado el incendiario Prestén. Pero volvamos a situarnos en el Estado Sobe- rano de Bolivar después del fracasado asalto a la ciudad de Cartagena. E] Ejército de Occidente, que habia recibido la orden de abrir operaciones | sobre la Costa Atlantica, campafia que se Ulam de Ayapel, salié de Medellin el 1 de abril, bajé fen canoas por el rfo Cauca, atraves6 la montafia, leg6 a Ayapel, paso a Chind y entré a Sincelejo el 80 de abril; reunido allf con el general Santo- domingo Vila envié su vanguardia a Cartagena ‘a donde llegé el 21 de mayo; el dia anterior ha- bia desembarcado en la Ciudad Heroica el gene- ral Reyes con la expedicion del Cauca; el grueso del Ejército de Occidente, impedido de marchar a Cartagena por falta de transporte fluvial, re- | solvio fortificarse en Calamar para impedir el movimiento rebelde por el r/o Magdalena. Gol- peada la revolucién abandoné, el 23 de julio, Ia ARTICULOS 19 plaza de Barranquilla lo que le permitié al ge- neral Juan N. Mateus ejercer desde alli la Jefa- tura Civil y Militar del Estado de Bolfvar, de- jando encargado al general Santodomingo Vila de la Comandancia en Jefe del Ejército. El alzamiento generalizado tocaba a su fin, pues los triunfos parciales permitfan al gobiemo controlar poco a poco la arteria fluvial que los radicales habian dominado acertadamente desde la iniciacin de las hostilidades. El destacamento del Ejército Nacional que al mando del general Guillermo Quintero Calderén se encontraba en el puerto de La Gloria, orilla derecha del rfo Magdalena, fue atacado sin consecuencias, el 2 de junio de 1885, por las tropas de los buques Bismarck y Maria Emma, antiguo Medellin, El 17 de junio siguiente, seis buques enemigos ata- caron innecesaria y ‘por consiguiente errénea- mente en el sitio de La Humareda 0 El Hobo, hoy Departamento de Bolivar en lugar opues- to e intermedio entre Tamalameque y El Ban- co, a las fuerzas del gobierno alli situadas, produciéndose un choque de gigantescas pro- porciones en donde los radicales vencieron tras heroica demostracin de capacidad com- bativa a los legitimistas. Y digo que los revo- lucionarios atacaron innecesaria y por consi- guiente erréneamente a los legitimistas porque Ja detencién de esta fuerza fluvial no podfa hhacerse sino con poderosa artilleria y buenos artilleros conque la fuerza del gobierno no con- taba repitiéndose el mismo error cometido en El Banco en 1861 durante esa contienda, cuan- do las fuerzas fluviales de la nacién atacaron esa posicién. El colosal encuentro fue digno parangén de la epopeya homérica, pues en cho- que cuerpo a cuerpo se peled denodadamente con todos los elementos al alcance de los com- batientes. Cuentan quienes allf estuvieron que el vapor Confianza enfrenté la posicién de ar- tilleria desembarcando un grupo de treinta hombres para capturar las piezas, con tan mala fortuna que una de ellas, que estaba cargada, se disparé por lo que, en la confusién, el buque se retiré matando e hiriendo a sus propias tropas con el fuego de su ametralladora. Infortunadamente para los revolucionarios el combate cambié inesperadamente de faz cuan- do el vapor Marfa Emma se incendié por la im- prudente accién de un tripulante que quiso en- cender una limpara de petréleo, combustible que se esparcié por el suelo haciendo estallar el parque principal y produciendo la hecatombe del ejército radical que malogré asf su éxito ini- cial. Las pérdidas fueron enormes en ambos bandos, pero para la revolucién, cuyo triunfo final se cifraba en esa fuerza, tuvieron el carcter de definitivas; las de los radicales se calculan en trescientos muertos y doscientos cincuenta he- ridos y un vapor y el parque general consumidos por el fuego y la de los gobiernistas en doscien- tos treinta muertos, ciento ochenta heridos y varios prisioneros. Alli murieron los generales liberales Pedro José Sarmiento, Daniel Hemén- dez, Fortunato Bernal, Capitolino Obando, Piu- tarco Vargas y Bernardino Lombana y los coro- neles Luis Francisco Rincén y Luis Lleras y cayeron prisioneros los generales del gobierno Buenaventura Reinales, Benito Martinez y Pedro A. Sénchez. El general Quintero Calderon se retird con sus tropas, después de la accion, a Simafan, Corregimiento de La Gloria. Indudablemente el error tictico cometido por los revolucionarios al atacar las fuerzas del gobiemo de La Humareda tuvo definitiva reper- usin en el campo estratégico porque otro hu- biera sido el curso de la guerra si los liberales lo- gran desembarcar en el Estado de Santander y desarrollar operaciones en ese territorio, favo- rable tanto por su geograffa como por el apoyo de sus gentes. Conocida la noticia del desastre del ejército radical en La Humareda, el Ejército Nacional emprendié desde Calamar la subida del rfo; el pdnico, consecuencia de la derrota, habia cun- dido en las huestes revolucionarias cuyos oficia- les y soldados desembarcaban en los puertos de- jando abandonados los buques que fueron cap- turados arriba de El Banco; sélo se manteni con vida el llamado Ejército Unido de Boyacd y Santander, en nimero de mil cien hombres a las érdenes de los generales Focién Soto y Sier- vo Sarmiento, por haber rehuido el combate; estas tropas marcharon de Gamarra a Ocafia y en el sitio de El Salado se enfrentaron desven- tajosamente a las fuerzas victoriosas del general Quintero Calderén para rendirse, el 26 de agos- to de 1885, al general Antonio B. Cuervo en Los Guamos, cerrando con este epflogo un epi- sodio que no ha debido abrirse. Hoy, cien afios después de estos dolorosos hechos, cuando con mirada retrospectiva y fe en el futuro nos congregamos los colombianos para conmemorar la promulgacién de la Carta Politica que con fundamentales y afortunadas teformas rige nuestro desenvolvimiento ciuda- dano, es necesario analizar objetivamente si las causas que originaron la contienda justificaban la accién bélica que, como otras tantas, desan- 6 el pais y retardé nuestro desarrollo; si los Jefes del Olimpo Radical no tenian otra salida que la accién intrépida o si, por el contrario, Ia via de los acuerdos los hubiera Uevado a una transaceién favorable a su posicién politica y a sus criterios sobre organizacién del Estado; si su colaboracién con Nuiez y por consiguien- 20 ARTICULOS te su participacién en el Consejo Nacional de Delegatarios les hubiera permitido influir deci- mental haciéndola més equilibrada y menos in- nes adversas que lo llevaron nuevamente y con azn al campo de batalla con funestas conse- cuencias para el pais como la Secesion de Pa- nam4, principal frustracion de nuestra historia; © si, por el contrario, siguiendo las ensefianzas sivamente en la redaccién de la Carta Funda- | ‘transigente y evitindole al liberalismo situacio- | de la maestra y testigo de los tiempos, debemos | subordinar al didlogo civilizado todas nuestras diferencias ciudadanas. Agradezco a los directivos del III Encuentro de Colombianistas Norteamericanos, en espe- cial a los doctores Robert H. Davis y Jonathan Tittler, y a ustedes queridos compatriotas la fe- li oportunidad que me brindaron de meditar, una vez mas, sobre la vida de la Repablica. Seleccién Cultura Colombiana de Plaza & Janés Editores Literatura, Historia, Sociales y Arte en la primera coleccién cultural de Colombia = comreee a | . LA | lEGuARTOREE! gprs ||| ||socioocu || | [EECUARTO | ADOLESCENTES| EN COLOMBIA | | oe Ke Este estudio no es s6lo el conteo esta- distico, sino el porqué de este fenéme- no social. ‘Una obra cientfica realizada por el investigador Gonzalo Catafo y apli- cable a nuestro medio. Eleuento, como vna de las manifesta- ciones literarias que cobra mucha im- portancia en nuestro pais.

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