You are on page 1of 16
KK] Javier Ordéfiez CATEDRA ALFONSO ‘ : 7 : : oe Ciencia, tecnologia e historia: semen relaciones y diferencias Transcripcién del ciclo Titulos publicados de conferencias en la Catedra Alfonso Reyes Fernando Savater del Instituto Tecnolégico Los cansinos para la libertad. Etica y educacién y de Estudios Superiores Mario Vargas Liosa de Monterrey Literatura y politica (enero del 2001) Luis Villoro De la libertad a la comunidad Juan Goytisolo Tradicién y disidencia B, darle sentido a la informacién, fuerza motora del universo. Los Cuadernos de la Cétedra Alfonso Reyes pre- tenden la permanencia de la memoria: perpetuar nuestras experiencias donde se ha encontrado el saber y por medio de las palabras incitar a la re- flexién y al andlisis como fundamentos y princi- pios de la creatividad Nuestro primer agradecimiento es para Carlos Fuentes, hombre generoso a quien mucho le debe- mos que la Catedra Alfonso Reyes se haya conver- tido en uno de los espacios intelectuales mas vigorosos del pais. También nuestra gratitud a Luisa Valenzue.a, Gonzalo Celorio, Friedrich Katz, Tomas Eloy Martinez, Sealtiel Alatriste, David Brading, Nora Guzman, Fidel Chavez e Inés Saenz, indispensables aliados en nuestra tarea de educar; es decir, en intentar ser mas inteligentes, més libres, olidarios y, por cllo mismo, mas humanos. Stuvia Garza 10 eit I. Ciencia e historia Para abordar el tema de la ciencia como cultura es necesario situarnos filosoficamente en una posicién gue no exija una division radical entre dos cultu- ras distintas necesariamente alejadas: la ci toda expresién cultural que no sea ciencia. Al con- trario, mi punto de partida es no suponer que exis- te divorcio real entre las ciencias, por una parte, y las humanidades, por otra; que realmente ambas poseen elementos comunes que las acercan y las emparentan, Hago esta salvedad antes de comen- zar el andlisis y el comentario de esos vinculos para enunciar una verdad de Perogrullo, porque verda- des tan elementales muchas veces son tan obvias que se pierden de vista con suma facilidad. Hablar de ciencias y humanidades, y referirse a estas tiltimas como el tinico producto relacionado con el destino esencial del ser humano, sugiere Ja idea de que las ciencias, como contrapartida, no son producto del ser humano. Por ello voy a partir de la tautologia de que las ciencias son ten humanas como cualquier otro producto humano. Desde su presencia en el planeta, el ser humano no ha ido arrancando las ciencias de los arboles como si fueran frutas maduras, sino que las ha cons- truido con su esfuerzo, al igual que los productos tecnol6gicos. En las primeras décadas del siglo xvu, Francis Bacon consideraba que la Biblia legitima- ba la ciencia y la tecnologia como formas de en- tender el mundo, e interpretaba que el mandato divino recibido por Adan y Eva era hacerse due- ios de la Tierra por medio de esas formas de cono- cimiento. Aunque no seamos partidarios de la interpretacién de lord Verulamio, hoy reconocemos que las ciencias son resultado de la actividad hu- mana y como tal deben tratarse, en absoltuto como provenientes de un encantamiento mas 0 menos magico 0 divino que nos ha sido comunicado 0 su- surrado por algiin scr superior. Las ciencias son nuestras y es nuestra responsabilidad tratarlas como creaciones propias; no podemos ser domi- nados por las ciencias y las tecnologias, de la mis- ma manera que no debemos ser dominados por nuestras ideologias, nuestras artes o nuestras vi- siones estéticas de la vida. Hecha esta apreciacin, quiero establecer como principio que al tratar a la ciencia como cultura pretendo destacar su aspecto humano, por supues- to, sin entender lo humano come contrapuesto a lo frfo, evitando ese lugar comtin que asocia lo hu- mano a lo caliente e irracional y lo fria con lo racio- nal. No, las ciencias son humanas porque son racionales y a la vez. cordiales, con esa mezcla de afectos y razones o, si se quiere, de intereses y ra- zones. Sera desde ese punto de vista que aborda- remos el tema de la ciencia y la tecnologia como cultura y la importancia de esta percepcién de ambas en tanto productos humanos en un contexto cultural. He dividido la exposicién en tres partes: la pri- mera la dedicaremos al cardcter histérico de la cien- cia, a destacar la trascendencia del hecho de que la ciencia tiene historia y lo importante que resulta percibirla como un producto histérico; esto es, que lleva incorporada la historicidad en su propio de- sarrollo porque se percibe a si misma como algo que no se ha creado de golpe. En segundo lugar, la pondremos en relacién con la tecnologia y exploraremos algunos aspectos pre- gunténdonos si la relacién entre ambas es natural; si se han desarrollado de manera diferente, como dos caminos que han sido recorrides en paralelu con ocasionales interacciones; 0 si verdaderamen- te hay una imbricacion familiar entre ambas, es decir, si es cierta esa teorfa que afirma que siempre que hay ciencia habré tecnologia y viceversa. En tercer lugar indagaremos en el valor de la opi- nin, de las reflexiones sobre la ciencia que no son compulsivas u obligatorias, y estudiaremos su sig- nificado en la ciencia y hasta dénde es valido ha- blar de “opinién cientifica” no solamente en la ciencia, sino también en la tecnologia Para dotar de hondura cultural a la ciencia es ne- cesaria una consideracion elemental acerca del va~ lor de la memoria. ;Por qué queremos recordar acontecimientos? Por qué han surgido las histo 13 rias? ¢Cuél ha sido la finalidad de los relatos que nos hablan del pasado? Se puede decir que vivi- mos en el pasado, incluso que dificilmente lo ha- cemos en el presente, pues casi siempre estamos haciendo referencia a acontecimientos que ya han transcurrido, De alguna manera construimos nues- tra objetividad, nuestra cultura, con referencias al pasado que van desde las personales (todo el mun- do quiere saber quiénes fueron los miembros de su familia y establecer una genealogia familiar se- gura y tranquilizadora) hasta las colectivas (todos queremos saber por qué las cosas estén donde estén, la historia de nuestra ciudad, de nuestra provin- cia, de nuestro estado y, en la actualidad, de nues- tras naciones, concepto que surgié en el siglo xix). La historia es una forma de memoria que los an- tiguos narraban de manera especialmente bella: cuando alguien moria atravesaba el rfo Leteo, que quicre decir rio del olvido. Asi, morir significaba ser olvidado y olvidar. La relacién de la muerte con el olvido no es sélo una metéfora, sino también una descripcién de nuestra propia biografia. Cuando nos falla la memoria, cuando comenzamos a tener mala relacién con nuestro pasado biografico, nos invade una inseguridad tal que nos sentimos en- fermos, como si realmente estuviéramos a punto de mo La memoria y la historia han sido a un tiempo algo bueno y algo perverso para el hombre. Se pue- de incluso decir que existe una indisoluble amal- gama entre bondad y maldad en el uso que hacemos del pasado. El transcurrir del tiempo nos lleva a intentar reconstruir el pasado y, en ocasio- 4 nes, a reivindicar el derecho de tener un tipo dete minado de pasado y no otro. Sin embargo, carece- mos de muchos elementos para hacerlo, ya que las uebas de eso que llamamos el pasado son neta mente fragmentarias; documentos, recuerdos, pie- dras, edificios, cuadros; no es suficiente. En un sentido positivo se puede decir que de alguna manera inventamos el pasado. Estono quie- re decir que el resultado sea una narracién intencionalmente falsa, sino el resultado, por una parte, de no poser todos los elementos para saber qué ha sucedido y, por otra, de la necesidad de ela- borar historias que concluyany satisfagan nuestras expectativas. Cuando un grupo intenta reconstruir el pasado, por ejemplo una familia, es facil que surjan discusiones acerca de si lo que afirma uno de los miembros es exactamente lo que pas6 0 si en realidad se puede interpretar de otra manera Siempre hay una dimensidn interesada en este tipo de reconstrucciones. E] pasado es objeto de discu- sién, de reconstruccién y de reelaboracién perma- nente. Es el espacio por excelencia para la narracién porque, de un lado, necesitamos saber y, de otro, apenas podemos asirlo. Frente a esta suerte de necesidad compulsiva de hacer referencia a la memoria esta un saber que no gusta presentarse como pasado ni como presente, sino que siempre parece mirar al futuro. Se trata de la ciencia y Ja tecnologia. Siempre me ha Ha- mado Ia atenci6n el hecho de que en muchisimos diarios y semanarios las noticias sobre la ciencia se insertan en la seccién que se llama “futuro”. Es decir, la ciencia no tiene presente o bien su pres te no interesa. De joven fui estudiante de fisica y al acabar la licenciatura nos decian: “Bueno, sefioras y sefiores, todo esto que ustedes han estudiado es el pasado. Si sienen suerte, ahora pueden comen- zar a estudiar el presente, y sino, quedarse a vivir para siempre en ese pasado.” Verdaderamente aquel “todo” estaba periclitado. ‘Actualmente se emplea mucho la expresién “todo lo que usted sabe esta obsoleto”. Una afir- macién que resulta ciertamente agresiva porque es como si te mandaran directamente a la tumba de Jos saberes. De todo esto se deduce que la buena ciencia es el futuro, lo que mira hacia adelante, la cien- cia que va a hacer, la que va a responder preguntas (quien resuelva el enigma de Fermat seré el mejor matemético). La ciencia se presenta, as{, como un conjunto de desaffos. Pero aunque nadie pueda vivir sin pasado por- que siempre lo necesitamos como referencia, en lo que hoy respecta a nuestro conocimiento de la naturaleza, de cémo se organiza el mundo racio- nalmente, no necesitamos del pasado porque esta- mos viviendo en el futuro. 2¥ el presente? ¢Para qué queda? Para muy poco, es pura evanescencia, pese a que al mismo tiempo s6lo vivamos en pre~ sente. Es decir, no somos capaces de vivir en pasa- do nada més que en los relatos y en futuro nada mas que en los deseos. Estamos viviendo en un presente verdaderamente radical articulado ante contextos culturales que dependen del momento en que se vive. ‘A causa de ello, cuando comparamos dos pre- sentes, como el de un escriba de las dinastias xt 0 lo xu de los imperios egipcios y el de un profesor del ir (Massachussets Institute of Technology), somos capaces de reconocer que el escriba sabia todas las matematicas de su tiempo aunque solo sumara, restara e hiciera repartimientos proporcional: Pero no venos que su saber era tan importante como el de un profesor del mir. :Por qué? Porque para aquel escriba, en su presente, era tan dificil, tan radical y tan puntero hacer los repartimientos proporcionales, como lo es para un investigador del mit hacer sus cAlculos. Hoy no lo vemos por- que las operaciones del escriba nos parecen triviales. Si momenténeamente renuncidramos al vértigo que nos produce mirar al pasado, hiciéramos un ejercicio de catarsis y no nos dejéramos seducir por el encanto del futuro, el presente nos indicarfa su valor contextual y cultural permitiéndonos ver que en ese contexto nuestra ciencia tiene el mismo va- lor, como cultura, que el resto de los saberes. Pero en nuestra situacién nos resulta dificil reconocerlo. debido a su enorme eficacia explicativa y a su gran utilidad En el contexto en que vivimos, la cultura estd determinada por la importancia de la ciencia. El contexto de un individuo del siglo xm estaba de- terminado por la teologfa. Las disquisiciones teolégicas acerca de, por ejemplo, si la transustan- ciacion en la consagraciin de la eucaristia durante el rito de la misa era 0 no real, determinaban la im- portancia de otros saberes, En el mundo medieval el contexto hacia que los conocimientos que ahora Tecogemos bajo el nombre de matemiticas, astro nomia o biologia se valoraran de forma completa 17 mente distin:a a como se hace en el actual. Ennues- tro presente la ciencia es tan importante, tan influ- yente, que organizamos gran parte de nuestras Vidas y relaciones en tomo a ella, de tal manera que la elisién de la ciencia, su supresién en el background cultural de una persona, provoca un cierto analfabetismo, lo desubica de su contexto; la ciencia es demasiado importante para dejarla aparte. Las demés formas de cultura aceptan la his toria, el pasado y la rememoracién de lo anterior de wna manera natural, pero en la ciencia parece imposible que aquello que recibimas como cono- cimiento seguro y radical (las raices de la naturale- za) pueda llegar a tener una historia. Siempre recuerdo mi perplejidad cuando tuve que indagar acerca de las raices histéricas de la nocién de ntimero. Los nimeros sufrieron un de- sarrollo historico enormemente trabajoso, proce- loso,y que existan como hoy los conocemos a pesar de tantas vicisitudes histéricas terribles y laborio- sas me dejaba sorprendido; no me parecia posible que algo que hoy nos resulta tan perfecto hubiese tenido etapas de imperfeccién. Lo mismo puede ocurrir cuando uno se aproxima por primera vez a una teoria cientifica que se nos presenta en la uni- versidad como una obra acabada; nos parece men- tira que no haya salido de golpe, de un solo trazo. Fn mi opinion conviene aprender que la historia est en las ciencias exactamente igual que en el resto de las culturas, sdlo hace falta aprender a verla, aceptar que es asf y tener la idea clara de que in- cluso las formas que han adquirido esas ciencias son resultado de un proceso hist6rico. Ahora bien, 18 ei call ze8 igual el proceso hist6rico de una ciencia al de cualquier otra forma de cultura? La respuesta clebe ser siempre matizada, No intento resolver de pron: to las dudas que atormentan a historiadores de la ciencia desde hace cientos de afios, sino plantear preguntas y, de alguna forma, establecer inquietu- des, porque para eso tienen ustedes el resto de la vida, para contestarlas, {Cuél es, para la ciencia, el sentido de destacar Ja historicidad? Inmediatamente podriamos decir que engarzar la ciencia con los diferentes contex- tos en los que se ha producido y entender que se ha construido precisamente porque esos contextos lo permitieron, impulsaron y facilitaron. Ademis, el estudio de la historia de unos conocimientos tan importantes para nuestro presente, como lo son la ciencia y la tecnologia, permite entender mejor nuestro presente, nuestro contexto, nuestra cultu- ra y nuestras escalas de valores. La sensacién de que es necesario estudiar la historia para entender el presente es alentadora porque es ese el sentido fundamental de estudiar la historia de cualquier cultura, incluyendo, por supuesto, la de la ciencia Estudiar la memoria, el pasado, nos sirve para des- brozar y entender el presente, sobre todo si éste, aparentemente, no tiene memoria. Cuando alguien prescinde de un aspecto del pasado es que algo desea ocultar. Pues bien, la cien- cia oculta en el pasado su contingencia, es decir, el hecho de que es un conocimiento de caracter dina. mico, cambiante y, por supuesto, tan inestablecomo cualquier otro tipo de conocimiento humano, lo que no quiere decir que carezea de seguridad. Lo que 19 seduce de la ciencia es precisamente su cardcter de conocimiento seguro: si sabemos la soluci6n de una ecuacién diferencial, no podemos dudar de ese co- nocimiento porque ya sabemos cémo se resuelve una ecuacién de este tipo, 0 cémo se realiza una integracidn por partes, 0 cémo se calcula un ciclo de Carnot, c cémo podemos contar los cromoso- mas de una célula, 0 cémo se puede tefir el tejido nervioso para estudiar las conexiones que se dan entre las neuronas. Es razonable que consideremos estos conocimientos como hitos de nuestra histo- ria y que creamos que el saber como se han produ- cido, cémo realmente se han elaborado, nos puede ensefiar mucho acerca de nuestros propios méto- dos para seguir investigando y entender nuestro presente. Pero si, ademés, llegamos a saber que junto a ellos hubo tantos fracasos como éxitos y que muchas veces la marcha del trabajo fue el re- sultada de elecciones que se realizaron sin todas las garantias metodoldgicas que atribuimos a la a, entenderemos mejor el valor de las deci- siones que llevan a admitir algo como cientifico, ‘omo a relativizar la ciencia en relacién con el resto de las culturas. ‘A pesar de todo lo dicho, no podemos afirmar que a lo largo de la historia no se haya intentado historiar la ciencia. De pronto pareciera que es este un descubrimiento actual, que stibitamente nos hemos pereatado de que la ciencia es una cultura, como si hubiéramos descubierto una nebulosa 0 un objeto extragaldctico. Los buenos cientificos, aquellos que se dedican a la ciencia de verdad, lo han sabido desde siempre y han sido concientes 20 de su terrible y angustiosa falibilidad, de lo dificil que es realmente no sélo construir ciencia, sino re- construirla. Lo que pretendemos en las universi- dades, como educadores, es precisamente realizar esa labor de reconstruccién y lograr que la gente siga, de forma resumida, los itinerarios realizados en el pasado por otras personas para llegar al nivel y cantidad de conocimiento que queremos comu- nicar. Podemos decir que la sola reconstruccién de los itinerarios metodolégicos que se siguieron para encontrar teorias, de los pasos lgicos que se die- ron para construirlas, es una forma de hacer histo- ria. Es decir, es un tipo de aproximacién que puede servir como estrategia para que el alumno recons truya el pasado y entienda como se lleg6, por ejem- plo, a la teoria electromagnética de Maxwell. Pero si nos quedamos en eso y buscamos un atajo di- ciéndole al alumno: “Vamos 2 quitarle a usted to dos los ingredientes que no sean la construccién de la teorfa, todos los aspectos biograficos, contextuales, sociales, politicos, estéticos, reli- giosos, y a darle una especie de concentrado de teoria electromagnética”, entonces pondremos a Coulomb a un lado y a Maxwell al otro, y el itine- rario seré tan elemental que podriamos preguntar- nos: “{Por qué no lo hicimos antes si era tan sencillo? El paso de Coulomb a Maxwell es verda- deramente un camino de rosas.” O bien podemos decir: “Vamos a dar alguna indicacidn acerca de ¢émo eran los problemas y ellos mismos nos pon dran en la pista de qué clase de contexto los en gendraba y qué tipo de soluciones ran posibles, 21 plausibles o descabelladas para aquel determina- do contexto.” {Qué ventaja tiene todo esto? Si uno opta por el atajo, el que escucha jamas se enterara de los pro- blemas que se plantearon histéricamente estos pe! sonajes y que los llevaron a luchar contra muchas dificultades y obstaculos para alcanzar sus descu- brimientos. En cambio, si le damos alguna estrate- gia histérica, cobraré conciencia de lo dificil que fue el camino y al final pensaré: “Pues lo verdade- ramente sor2rendente es que alguien resolviera el problema.” Voy a ser tendencioso en este aspecto, quiero to- mat partido;en el primero de los casos es muy posi- ble que se olviden de todo en cuanto acaben de escuchar; en el segundo, les quedaré el recuerdo de la dificul:ad, ya que ésta siempre deja mas hue- Ila que el éxito. De esta forma accederdn al conoci- miento incorporando en él la nocién de dificultad, y no s6lo de la personal, sino también de la colecti- va. Por ejemplo, todo el mundo consideraba que las especies evolucionaban, pero nadie daba con una explicacién, con un relato verdaderamente ‘omnicomprensivo de eso que entonces se pensaba como evidente. Asi, el sefior Charles Darwin no fue un individuo que sacé él solo de su cabeza el pro- blema y la soluci6n. El primero ya estaba plantea- doy 1, de una manera muy timida, casi sin querer hacerlo, adelanta una solucién gracias a la cual aho- ra podemos decir: El origen de las especies de Darwin fue la gran solucién. Muy bien, pero al decir eso estamos enfatizando la solucién cuando lo impor- tante es el problema, dado que éste hace pensar y Ja soluci6n no. La solucion siempre clausura: gquién piensa en un problema del que sabe la solucién? Jmaginemos que estudiamos la historia de un pro- plema haciendo la ficcién de que no conocemos la golucién. Si lo hacemos asi podremos entender mucho mejor la sensacion de provisionalidad que enfrentaban los cientificos cuando tanteaban sus po- sibles soluciones, y reconstruir la historia de mane- ramenos simplificadora, sin pensar eso de que todo es evidente y la ciencia no ha hecho mas que se- guir pasos de descubrimiento inevitables. Esto reafirma que la relaci6n de la historia con la ciencia no es en absoluto algo nuevo o que ahora hayamos inventado: la necesidad de establecer el pasado en la ciencia aparece con la ciencia misma, incluso con més intensidad al principio, en sus 6po- cas fundacionales, cuando realmente el conocimien- to general era mas escaso, se tenia menos capacidad para resolver problemas y la ciencia tenia menos presencia en la cultura. Durante mucho tiempo la historia, y especialmente la de la ciencia, se conci- bid como un repertorio biografico: habia que saber quién habfa hecho determinado trabajo atendien- do a una cierta obsesion por la memoria referida a personas. Esa tendencia a reducir la historia de la ciencia a un conjunto de biografias ha continuado hasta el presente, pese a que resulte bastante enga- fiosa, Veamos un ejemplo elocuente. {Quién no ha ofdo hablar de Pitagoras y su teo- rema? Yo creo que cualquier persona, aunque no sepa nada mas de matematicas. Pues bien, de vez en cuando en la prensa que habla de “futuro” (aun- que hurgue en el pasado) aparecen noticias como 23 ésta: “El teorema de Pitagoras no era de Pitégoras, Un chino del siglo x antes de nuestra era ya lo co. nocfa.” Esta observaci6n refleja una inteligencia pe- riodistica absolutamente superlativa porque, en realidad, aplicaciones particulares del teorema de Pitagoras ya eran conocidas muchos siglos antes de que se fundara la escuela pitagérica, Con ante- tioridad al helenismo se sabia que la secuencia de segmentos de longitudes tres, cuatro, cinco, como medidas de los lados de un triéngulo, forman un rectdngulo. Una propiedad que era utilizada ya por los egipcios para la construccién de edificios, in- terpretada por los babilonios de una manera misti- ca y conccida por los hindties; puede incluso decirse que habia mateméticos chinos que daban a ese conocimiento una determinada generalidad, y es es precisamente lo que da interés al teorema de Pitagoras. Asi, cuando se estudia el contexto en el que se hablaba de Pitagoras se llega a la siguiente conclu- sién: el problema del teorema de Pitégoras no es si se debe 0 no a un tal Pitégoras. Probablemente Pitégoras no existié tal y como han querido pre- sentarlo lasnarraciones posteriores, sino que es una leyenda construida con posterioridad. Eso no quie- re decir queno hubiera una persona, o muchas, que se llamarar Pitagoras. Pero cabe dudar de la exis- tencia de un matematico Pitégoras tal y como los subsecuentes historiadcres de la matematica mu- chas veces lo describieron por pura comodidad, ya que siempre es més facil hablar de un hipotético Pitigoras del siglo vi antes de nuestra era, que in- tentar describiz un contexto donde se dieran cita 24 i tradiciones matematicas antiguas con una nueva forma helénica de ver la matematica. No obstante, hay que decir que estas maneras de presentar la historia reflejan una maravillosa capacidad de in vencién. En realidad, el primer relato que nos da cuenta de Pitégoras con detalle proviene del siglo ro mi de nuestra era y se encuentra en los libros de Didgenes Laercio. En ellos Pitégoras se presenta como un individuo que te6ricamente vivid en el siglo via.C., es decir, hay nada menos que 900 afios de diferencia entre el momento en que Laercio si- tita a Pitagoras y su propio tiempo. Yo creo que la tradicién almacenada en esos textos recoge infor- maci6n contenida en muchos libros perdidos y en unas tradiciones orales posiblemente muy pode- rosas. Pero 900 aftos transmitiendo cosas sobre Pitégoras nos pueden hacer sospechar que el Pi- tégoras del siglo de nuestra era no tiene nada que ver con el del siglo vi antes de nuestra era {Qué es entonces lo que lleva a aceptar la im- portancia de las biograffas como motor de la histo- ria? En principio, la necesidad de hipostasiar el relato, de convertir la ciencia en un conocimiento con autor definido, con paternidad precisa. De esta forma, es necesario que Pitégoras exista porque es més facil que todo se deduzca de una sola perso- na, Esta forma de hacer historia de la ciencia omite mis cosas de las que explica, pero nos pone tras la pista de otras formas de entender histéricamente la ciencia que veremos mas tarde. Pero, gpor qué el caso de Pitégoras es especial mente importante? Por lo que mencioné ante ca de la sorpresa que produce la matematica acer cuando se la considera un conocimiento formado, completo, del cual no se puede pensar que no haya sido creado de una sola vez. Desde ese punto de vista, la historia de la ciencia como biografia fue utilizada de manera defensiva por la propia cien- cia, es decir, como una ret6rica persuasiva para convencer de que la matemética tenfa tanta cohe- rencia porque habia salido de la mente de uno, 0 de unos poces. ; A partir del renacimiento las historias que se hacen de las ciencias comienzan a cambiar de ca- rdcter, {Quién no conoce a Galileo, a Newton 0 in- cluso a Kepler, personajes que de alguna forma estan asignados biogréficamente a leyes cientificas? Podrfamos pensar que las biografias de estos cien- tificos son iguales que la de Pitégoras, la de Arquimedes 0 cualquier otro sabio de la antigiie- dad, Sin embargo algo cambia en el tono con que se cuentan sus historias. En el siglo xvt el conoci- miento cientifico, que hasta entonces se habia de- sarrollado de una manera muy marginal y dispersa, comenz6 a articularse en torno a nuevas institucio- nes ~cuyo fin era el desarrollo y la potenciacin de la ciencia de una manera por completo nueva-, lla- madas academias. Las academias fundadas en el siglo xvi llegan a tener un cierto grado de estabili- dad en el xvi, como es el caso de academias y so- ciedades cientificas que perduran hoy dia, entre las que se encuentran la Royal Society de Londres, la Academia de ciencias de Parfs 0 la Accademia del Cimento de Florencia. Una de las caracteristicas de todas estas instituciones es que estaban cerca del poder politico, 26 Si estudidramos la geografia de aquella época, veriamos que las universidades no estaban dentro de la ciudad, sino en el campo, en nticleos de po- blacién muy pequefios y aislados. Es decir, la uni- versidad buscaba el claustro, la separacién de la ciudad. Por el contrario, las nuevas instituciones, las academias y las sociedades cientificas, se inser- taron en la ciudad de forma que el conocimiento comenz6a considerarse urbano, un conocimiento bur- gués propio de los que viven en los centros politi- cos y de comercio; es decir, nace una forma de saber civil y no clerical. Ese conocimiento nuevo que aparece en el renacimiento se arropa junto al po- der politico: los reyes y los grandes poderosos de la época lo apoyan. La ciencia, que hoy nos parece un conocimiento omnicomprensivo y poderosisi ‘mo, nace, se constituye y se desarrolla en ambitos y escenarios que ya no son necesariamente las uni- versidades, sina’ espacias protegidos por el me- cenazgo politico. Por tanto, decir que la ciencia y Ja politica sélo estan unidas a causa de la ambicin politica de algunos cientificos, o afirmar queen rea- lidad la primera es un conocimiento absolutamen- te independiente de la segunda y que sdlo en la actualidad, cuando estamos completamente conta- minados por lo politico, se ha producido una alian- za entre ambas, resultan afirmaciones totalmente indefendibles. La ciencia nace en y con la politica, asociada de alguna manera a las cortes de su épo- ca, como lo prueban las vidas de Galileo, Kepler 0 Newton, quienes se separan de las universidades y emigran a las cortes de Florencia, Praga 0 Lon- dres. Esa ciencia nace en las ciudades, en las nue 27 vas instituciones y en medio de contextos que tie- nen una dimensién politica enorme. Pero no sdlo se trataba de que los cientificos bus- caran patronazgo en los poderes politicos de la €poca porque se sintieran inseguros y coartados en las institucicnes universitarias, sino porque, ade- més, al poder politico le interesa tener cientificos a su servicio debido no tanto a que consideraran la ciencia como un saber titil, sino por una cuestion de prestigio. Todo ello da como resultado que a partir-del xvu la ciencia adquiera la misma dimen- sion hist6rica que tenia la politica, es decir, la cien- cia est tan influida por el poder politico como el resto de los ambitos del contexto cultural. Esto no quiere decir que los sabios de aquella época no hicieran ciercia a su manera o que escribieran al dictado de los politicos, sino que su produccién cientifica estaba enmarcada en los patrones politi- cos de las cartes. Como consecnencia se comen74a escribir la historia de una forma completamente di- ferente. En este punto es necesario hacer una recapitula- cidn de las ciencias de la época barroca para en- tender de cué tipo de conocimiento estamos hablando. Por una parte, las matematicas se encuen- tran en un gran proceso de expansidn debido el desarrollo de los primeros calculi, que posterior- mente darfan lugar a lo que hoy conocemos como cAlculo infinitesimal. Junto a esa matematica habria que situar la Optica y la mecanica. Ademés, se po- dria hablar de una cosmogratia que abarcaria tanto la astronomia como la geografia y la cartografia. Finalmente se encontraria la filosoffa experimen- 28 tal, que incluirfa la pneumatica, la quimica y, en parte, los fenémenos asociados a la electricidad, el magnetismo y el calor que hoy incluimos bajo el epigrate de “fisica”. La pregunta que podrfamos hacernos ahora se- rfa: por qué el poder politico protegid este nuevo conocimiento que posteriormente se llamaria “cien- cia”? Se han dado muchas respuestas a esta pre- gunta y todas ellas han dependido del momento histdrico en el que se han formulado. Hoy se tiene preferencia por la respuesta que pone el énfasis en el hecho de que la ciencia proporcionaba cierto prestigio a aquellos politicos. Parece que, en gene- ral, resulta una explicacién bastante convincente eso de que estar rodeado de sabios siempre es bue- no, abundando en la idea, un tanto cinematografi- ca, de que los politicos solian, y suelen, ser muy brutos y necesitaban de alguien que les sirviera de espejo y de base de datns. Resiilta fécil imaginar al rey de Francia preguntando a su cosmégrafo sobre las fechas exactas de la cuaresma con el fin de sa- ciar su apetito de carne de cervatillo justo antes de que el periodo comenzara. Pero independiente- mente de lo anecdstico de este ejemplo, la vida politica del xvi y del xvin buscé Ja nueva ciencia no s6lo por necesidad de prestigio 0 de comodidad, sino también de eficacia y de andlisis de un mun. do que estaba cambiando. La ciencia se vefa a s misma como un saber histérico asociado al poder Politico porque éste tenia problemas que aquélla podia ayudar a resolver. Por ejemplo, durante dos siglos la determinacién de la longitud fue un gran problema de estado en 29 Europa. Espafa, Francia e Inglaterra compitieron por su solucién y grandes personajes como Galileo, Bradiey y Newton intervinieron en ella. Todos in- tentaban resolver el problema de la longitud por- que estaba relacionado con la navegacién, la cartografia y, por tanto, con la politica. Resolverlo significaba poder decir: “Estas tierras son mias”, Jo que implicaba necesariamente saber dénde es- taban “estas tierras”. “Si no sé dénde estan ‘estas tierras’, no son mas”. Si un marino llegaba dicien- do que habia descubierto una isla en el Pacifico, debia ser capaz de ubicarla exactamente en un mapa, que a su vez debia ser fiable porque el Paci- fico es demasiado grande y podia ocurrir que cuan- do tratara de regresar a la isla, no la encontrara y entonces ya no fuera de aquel rey y llegara a ser de otro. Por otra parte era muy posible que cuando las naves de cualquier rey volvieran al lugar su- puestamente indicado se taparan no solamente con, la dificultad de tener que encontrarla, sino ademas con la de encallar en unos arrecifes que se suponia estaban en otro lugar y acabaran naufragando, como le ocurrié muchas veces a las armadas que navegaron entre los siglos xv1 y xv. Aquel era un problema de estado, pero también un problema te6rico en el que intervinieron astr6- homes, por una parte, y constructores de relojes y creadores de grandes atlas estelares, por otra. Por tanto, cabe afirmar que la corte tenfa un interés no exclusivamente tedrico 0 de puro prestigio en los problemas cientificos, sino que pensaba que la cien- cia era un conocimiento relacionado de alguna manera con la vida cotidiana. Asi, conocer muy bien 40 elcdlculo infinitesimal y fomentar su desarrollo no era sdlo una cuestién de matematica basica, sino que ademés estaba relacionado con problemas de mecdnica celeste que a su vez se vinculaban con problemas de navegaci6n relacionados, por su par te, con importantes problemas politicos de carto- fia. En realidad, cualquier estudio que nos remita al pasado nos enfrenta a una ciencia muy parecida a la del presente; habra elementos genuinos de éste y otros anclados en aquél que no se han transmiti- do hasta nosotros. Pero la biisqueda de ese pasado no es estéril, porque nos permite entender por qué la ciencia hoy es como es, no solamente desde un punto de vista te6rico, interno, metodolégico, como modo de resolucién de problemas, sino como sa- ber asignado a contextos, referido a situaciones politicas y no tinicamente econémicas, que es lo que siempre sucle destacarse; este saber sc enmarca en relaciones sociales contextuales mucho mas com- plicadas. Podemos preguntarnos, entonces: si la ciencia nace dotada de un sentido histérico, gcudndo co- mienza a ocultar su historicidad?, cuando empie- Za a escamotedrsenos como una forma de cultura? Se puede pensar que algunas caracteristicas politi- cas del funcionamiento de la ciencia actual las en- contramos en el pasado, pero es un hecho que cuando hoy los cientificos trabajan procuran no ha- blar de historia y al reconstruir la de su disciplina Jo hacen ahistéricamente. Esto nos lleva a nuevas preguntas: ¢sucede lo mismo en la historia pasa da? {Ha habido un momento en que la ciencia ha 31 comenzado a sentirse tan importante que ha podi- do incluso desprenderse de la historia? La respues- ta.a.esa pregunta es quizds uno de los aspectos mas interesante de la historia de la ciencia, del contexto de la ciencia como cultura. Obviamerte no se puede ocultar que este es pre- cisamente uno de los objetos de discusién perma- nente entre historiadores de la ciencia y cientificos. Por ello no pretendo con mis palabras levantar el velo de Tani: y hacer que aparezca una peligrosisi- ma verdad, sino tan s6lo exponer sobre qué se esté trabajando en este momento y sobre cuales aspec- tos se llama ‘a atencién para poder responder a esa pregunta. Como siempre, las respuestas mediana- mente plausibles son complejas. Muchas veces los problemas son muy faciles de plantear y muy diff- ciles de contestar y, ademés, siempre hay que con- siderarlos de manera provisional. Por ejemplo, se puede pensar que a partir de la revolucién france- sa fue notorio un cambio de tono en la relacion en- tre la ciencia y la sociedad. Se puede suponer que la revolucion francesa parece la madre de todas las batallas posteriores, porque a partir de ella todo cambia. {Por qué la revolucién francesa? Ahora se hace necesario dar una argumentacién o un discurso persuasivo para concentranos en ese hecho. No voy a presentar un problema apodictico, sino sim- plemente a insinuar argumentos. La raz6n es muy sencilla, aunque la explicacién sea muy complica- da, Durante la revoluci6n francesa por primera vez aparecieron cientificos ejerciendo el poder politi- co. Efectivamente, existieron cientificos con poder antes de ese periodo; no se puede olvidar el poder de un Newton o de un Turgot, por mencionar dos de Jos mas conocidos, pero en el caso de la revolucion francesa hasta se podria decir que los cientificos tomaron el poder. Habitualmente, cuando uno oye hablar de la revolucién francesa se piensa siempre en cosas espectaculares, porque tenemos una vi- sidn de ella bastante hollywoodense: las masas de Paris atacando la Bastilla, el asalto a las Tullerias y la Guardia suiza muriendo ante las balas de los tricolores. La revolucién francesa fue algo més que el te- rror. Se suele tener la imagen de que la guillotina termin6 con la monarquia y segé una parte de la ciencia. Hoy sabemos que esa concepcién sélo es cierta en lo que se refiere a lo primero, pero no es exacta en lo que respecta a lo segundo, Es cierto que el gran quimico Antoine Lavoisier murié guillotinado. Pero también Jo es que no fue leva- do al cadalso por ser quimico, sino por pertenecer a la Ferme Générale, una institucién dedicada a re- caudar los impuestos para la corona. Todos los {ermiers fueron guillotinados porque los comités de salud publica, liderados por Robespierre, no hicie- ron excepciones, dado que tenian una idea muy pu- ritana de lo que es democracia. Junto a estos excesos revolucionarios, los politicos del terror intentaron acercar las ciencias a los nuevos ciudadanos y para ello fundaron las escuelas revolucionarias ~prece dente de las escuelas normales~ y pusieron a los sabios dela academia a impartir las diferentes cien- cias en los primeros planes de estudios de corte contempordneo. 33 Pero, ademas, si analizamos las actividades de todo ese periodo (desde 1789 hasta 1815), que abarca Ja convencién, la reptiblica y el imperio napole6- nico, nos damos cuenta de que una serie de cienti- ficos ocuparon puestos clave en la politica y en raz6n de ello adquirieron gran visibilidad y poder. Este es el caso de Gaspard Monge, el fundador de Ja geometria descriptiva; de Lazare Carnot, uno de los grandes analistas de finales de siglo xvm y pa- dre de Sadi Carnot, que serfa el iniciador de_la ter- modinémica clasica; o de Laplace, que trabajé a la cabeza de un grupo de brillantes cientificos como Berthollet, Poisson, Biot, Savart, Aragé y Malus, entre otros. Estos cientificos, que estaban inmiscui- dos en politica, tuvieron la habilidad de persuadir a Napoleén de que era un gran matemético, explo- tando a la vez su vanidad y su indudable inteli- gencia politica hasta el punto de lograr que apoyara a muerte alos matematicas y a los demés sabins para que Ilegaran a ser la especie mejor protegida de su imperio. zY qué hicieron estos cientificos al comenzar a adquirir visibilidad? Pues bien, toma- ron una parcela de extraordinaria importancia de la realidad politica del pais, como era y sigue sien- do la educacién. La fundacién de la Ecole Polytechnique Superieur fue el resultado de la accidn de un grupo de cienti- ficos que pretendieron formar tecnolégicamente, de modo riguroso desde el punto de vista de la cien- cia, a las élites francesas que tendrian después el mando del pais. De esta manera, la ciencia se con- vierte en una extraordinaria herramienta de poder. Ya nunca mas ser4 un conocimiento exclusivamen- 34, te cortesano o universitario restringido a muy poca gente, ahora se convertiré en una importantisima forma de intervencién social, pues las sucesivas generaciones depolytechniciens constituyen el semi- fiero de los grandes cientificos que dominaran la vida econdmica y politica francesa. A lo largo del siglo xx se extendié el ejemplo francés y la ense- jianza de las ciencias se consider basica para la formacién de los ciudadanos. Pero hay otro aspecto fundamental asociado al que acabo de comentar: el inicio de la organizacién de las ciencias como disciplinas independientes. Durante el siglo xxx aparecen ciencias, se puede de- cir, sorprendentes para una persona de aquellos momentos. Ahora se piensa que la fisica, tal y como hoy la entendemos, es una ciencia antiquisima, pero Jo verdaderamente antiguo es la mecénica, 0 la fi- sica entendida como medicina (gjmecénica?!), por- que la seccién de fisica de la Academia de ciencias de Paris, que era una institucién de referencia en Europa y América, se fundé en 1785. Es decir, la fisica como disciplina tiene sélo unas pocas déca- das mas que un pais como el México surgido de la independencia. Hablo de la fisica como disciplina, entendamo- nos, Otra cosa es que antes de ese periodo se estu- diaran fenémenos eléctricos o magnéticos, o que la mecanica fuera una ciencia de gran prestigio. Pero la termodinamica, el electromagnetismo, la Gptica fisica, la espectroscopia, pertenecen al sigloxix. Los fisicos trabajaron en laboratorios y en industrias, impartieron clases en universidades y en politéc nicos, se organizaron en sociedades y convocaron 35 congresos, pero todo ello ocurrié, lentamente, a lo largo de un siglo. Al final de este proceso se consti- tuyeron en uno de los grupos de cientificos mas poderosos de todos los tiempos. Esto sucedié, avalado per la herencia de finales del siglo xvm, cuando al lado de un incremento de poder politico e influencia social, los cientificos adquirieron vi- sibilidad publica y los ciudadanos comenzaron a verlos, primero, como salvadores ante posibles agresiones reaccionarias exteriores contra la rept blica y, posteriormente, como resguardo frente a las naciones emergentes. De manera practicamente simulténea, las teorfas cientificas comenzaron a de- sarrollarse de un modo preciso, metodolégicamen- te potente y con una vocacién explicativa muy ambiciosa. Surge entonces un mecanismo curioso: se produce ciencia y al mismo tiempo se comienza areconstrutr y compilar esa ciencia. ¢Por qué? Por- que es necesario para la educacién Por ejemplo, los profesores de la Ecole Polytech- nique tenfan la obligacién de escribir un manual que constituia la reconstruccién del conocimiento del momento. No reconstrucciones a lo Euler ~que es una manera de intentar fundamentar una nueva ciencia—o una monografia como la de Newton -que intenta resolver un problema dentro del contexto general de la mecénica, los Principia-, sino manua- les con valor educative de reproduccién y trans- misidn de conocimiento. De ahi el gran nimero de libros de ciencia que se escriben a partir de la revo- lucién francesa. Se comienza a reconstruir y la reconstruccién habitualmente olvida la historia. Puede haber re- 36 construcciones muy divertidas, como aquellas en Jas que se inclufa un capitulo de historia general, igual que en algunas historias antiguas que a mi me hacen mucha gracia cuando hablan de una “his- toria de la humanidad”, y comienzan por Adan para terminar en el siglo xvi con el tiltimo rey, que era quien pagaba el libro, Esas presentaciones histéri- cas de la ciencia resultan graciosas porque se remi- fen a cosas antiquisimas, a acontecimientos casi miticos, como puede ser el caso de-Pitégoras, y en tres lineas se describen dieciocho:siglos y en los parrafos siguientes los tiltimos tres afios. Esto mis- mo ocurre en la actualidad cuando se escribe un articulo cientifico y en la primera linea se dice: “Se- guimos a fulano y a zutano”, que es el argumento de autoridad, y después se desarrolla el articulo. Pues bien, ese aumento del poder politico de la ciencia, por una parte, y el aumento de peso cog- nitivo -realmente se sabfa mucho mis y se tenia la capacidad y los mecanismos para producir co- nocimiento, reconstruirlo y utilizarlo en la educa- cién- son algunas de las causas por las cuales la ciencia comienza a presentarse ahist6ricamente en su transmisién, privandose a si misma de la capa- cidad de reconstruirse y de ver cmo han ido sur- giendo los problemas. Stephen Brush, que es un magnifico historiador de la ciencia, llama al periodo que va de la revolu- cién francesa hasta nuestros dias “segunda revo- lucién”. En ese periodo, conforme aumenta el ntimero de personas que se dedican a la ciencia y se forma mas gente dedicada a ella, se acenttia ver- tiginosamente el conocimiento ahistérico, Peroade- 37 més, después se inicia un proceso que no solamen- te es de aceleracién o de magnificacién de esa ahistoricidad, sino que se da otro proceso paralelo por el que la ciencia comienza a convertirse en la cultura hegeménica (habria que preguntarse cudn- do empieza esa conversién) y al hacerlo pretende establecerse como tinica cultura valida, la unica que proporciona conocimiento valido. Y esto sf que es interesante rastrearlo en el pasado, porque de ser una cultura muy importante a ser Ja vinica hay un paso, un paso que indudablemente se ha dado. En nuestros dies, para muchas personas la descripcién de la realidad debe ser puramente cientifica, aque- Ilo que no loes carece de valor. Esta es una situacién muy exétice, porque al lado de estas exigencias tan cientificas s2 sostienen creencias religiosas 0 esté- ticas sin el menor tipo de problema. Asf, resulta curioso ver cémo se defiende el que la ciencia es tan importante que es lo tinico capaz de proveer- nos de explicaciones validas, o bien que no tiene contexto social 0 es neutral y por ello carece de res- ponsabilidad. Quiero recordar que advert{ que no iba a resol- ver problemas, sina simplemente a sefialar que es- tos son los que hay y los que uno tiene que plantearse, De otro modo encontrarfamos que la ciencia no sdlo es una cultura hegeménica, sino una cultura excluyente, monopolista y dictatorial, y todo esto no come resultado de una conspiraci6n por parte dela ciencia misma, sino a causa de nues- tras deficiencias como educadores, al eliminar cual- quier tipo de valores que no sean aquellos metodoldgicamente articulados en torno a la cien- 38 cia. Y esto no es una trivialidad, porque la ciencia noes neutral. Cuando realmente la ciencia, los cien- tificos, construyen conocimiento, éste adquiere una dimensién y una responsabilidad ética y social. Coloquio Creo necesario iniciar este coloquio con una obser- vacion: cuando afirmo que la ciencia es una forma de cultura no quiero. decir que la considere igual que cualquier otra cultura, Ninguna forma de cul- tura es semejante a otra. La ciencia tiene una efica- cia explicativa que la ha hecho convertirse en una cultura dominante en nuestros dias. Ademéas de los motivos de cardcter histérico que han propiciado este hecho, cuando digo que la ciencia es una cul- tura, tanto como lo es un producto literario o una obra musical, no quiero decir que requiera una dis- posicion igual escribir el Quijote que desarrollar la teoria de la relatividad. Es mucho més dificil o mas. facil escribir una novela que elaborar una teoria cientifica, segtin se quiera, pero las dificultades tie nen cardcter diferente. Decir que la ciencia es cul- tura significa que es un producto humano que influye y es influido por el contexto social. Esta afir~ macién no pretende establecer, sin embargo, una especie de monotonia axiolégica en la que da exac~ tamente igual una forma de cultura que otra. Puede decirse de la ciencia que es una forma de cultura especialmente insidiosa, porque una vez que pone en circulacién una idea, ésta se vuelve pliblica. Seria poco posible que la humanidad ol- 39

You might also like