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University of C chicago Interlibrary Loan TLC U / RLG :: ILUJCL ‘LIN! cG / DOC OCLC: CG g 8 = = ILLiad TN: GC Lending String: *CGU,GZM,GZM,INU.NUI Borrower: IUL Patron: Dove, Patrick Reference #: Journal Title: Indios, eje’rcito y frontera / Volume: Issue: MonthiYear: 1982Pages: (i l- 2 ( & Article Title: Vinas, David; Roca y el ejercito argentino en 1879 (book chapter) Article Author: Vin~as, David. Imprint: [Mexico City] ; Siglo Veintiuno Editores Notes: ILL Number: 26589810 IAT A Call Number: 1/10/2007 03:02:58 PM Need By: Not Wanted After: 02/07/2007 In Process: 20070110 Received Via: Notice: This material may be protected by copyright law (Title 17 US Code) Call #: F2822.V560 1982 Location: Lanter Charge Maxcost: 251FM Billing Notes: Shipping Address: Indiana University - Bloomington Indiana University Libraries = ILL 1320 E. 10th Street, E-065 Bloomington, IN 47405 Fax: ODYSSEY REQUEST SCAN for PLATES (Pattern 2) EMAIL / AIRTEL MAIL sent_t/\bfoe Please report all Ariel transmission problems within 48 hours of receipt ‘Tampoco en la historia figura ese capftulo; es preciso bus- cat los materiales en ls exdnicas de frontea, ecritas por amanuenses aselariados por el gobierno, pues son los finicos Blanco ¢s paliada puesta en contraste con la del indio, siempre peor. Ezequiel Martinez Estrada, Muerte y transfiguracién de Martin Fierro. I, ROCA Y EL EJERCITO ARGENTINO EN 1879 En este aito glorioso, una strie de acontecimientos felices comen- Ta conclusién de Ta guerra secular contra los indies Manuel J. Olascoaga, La conguista de le pampa, 1881. HUMUS, ITINERARIO Y PROBLEMA DEL ESTADO LIBERAL Para la Argentina of de la Patagonia y vez, sefiala la matriz. y Ia servadora que prevalece hasta 1916 como paulatino acuerdo entre al ejército y la oligarqufa. Conjunto social que si en 1930 logra de por s{ una equivoca reaparicién de diez aiios, hoy, después de un siglo, se obstina en prolongar —con una se lee en el revés de su trama triunfalista— un evidencié sus aportes més fecundos, ia si se quiere, pero ‘agotamiento y sus categéricas contra- destaca, precisamente, su crispada ac- Coercién que se ha ficie en los momentos capacidad silenciadora p: instauraci6n del estado I usiera en cuestionamiento ese mismo privile- gio. Pero como entiendo que corresponde interrogar esas clusiones, s que pretendo abrir algunas preguntas: —por ejemplo— donde el ejército ha totalidad del proscenio en el espacio histérico, zqué hizo, realmen- ts, en la Patagonia de hace mis de cien aos? Cuando el discur so de ese ejército adoptaba gestos espectaculares, znegé la impor- i Ge Tos indios? jfse fae su recurso? (0 la disfumé aduciendo una exigua calidad que no comportaba “magnicidio”? gO bien pretendié disolver su responsabilidad alegando que, en funcién de esos néimeros ex is hubo genocidio sino, a 2 INDIOS, EYERCITO Y FRONTERA Jo sumo, “matanza”? Y que los que la cometieron, zfueron en- des ajenas a lo militar? Porque me interesa saber no slo de negociados que se hicieron con i que suele tratarse, desde Ja izquierda Tencia preocupada como los gentlemen d wucho humillado. No sélo de los procedimientos con que la élite fiber! utiliz6 a los indios como mano de obra servil. De todo eso si, pero también de lo que se ha eludido. Lo que més inqui Porque en lo que a los historiadores canénicos se refiere: zdijeron algo de cse silencio 0 colaboraron en el borramiento de fas hue- América Latina? Y sigo preguntan hhubo violadas? 0 no hubo indias ni conquistados por las exhortaciones piadosas de la_civl beral-burguesa que los convencié para que se sometieran ran en paz? g¥ qué signi ” “integrarse”? Pero, me animo a insisti: gpor qué no se habla de los indios en la Argentina? ;Y ica que se los desplace hacia la franja de lore 0, més lastimosamente, a la del turis- mo o de la ts empecino en preguntar: zno tenfan voz los in¢ tind enfermodad? j¥ le enfermedad su si Asjicamente, zdel discurso del silencio? fa los desaparecidos de 1879? Todos esos interrogantes, especialmen- te ahora, necesito aclararlos. Lo intentar6, trataré de hacerlo, Dado ue, francamente, no me convence la versién que me ofrece el cir- cuito liberal de 1879 hacia acd. Porque ese proceso hist6rico ha ido conformando, ademés, una “caleifeacién” ‘de tipo institucional de rasgos estructuralmente ho- ‘mogéneos y coyunturalmente heterogéneos, a la que se le ha ve- nido oponiendo, de manera frustrada, una suerte de “fermento” modificador que ni con las bases del yrigoyenismo ni con las del peronismo —entendidos ambos como movimientos populares de dimensiones nacionales y de ambiguos pero considerables indices favorables al cambio— ha logrado salir de una estructura coloidal sélo episédicamente homogénea, Es que en el trinsito que va de 1879 al 1930 y de alli al 1980, a través de un desplazamiento que ya no sélo pone en Ia super. ficie el vacio de poder sino el vacio de clase, esa “repiblica de ROCA ¥ EL EJFRCITO ARGENTINO EN 1879 B “mantenimiento de un mundo” (y jamés de Ia invencién), sino en la imposibilidad, verificable en la repetitiva cireularidad de sus contomos més deteriorados que han ido rutina histérica en tanto “encerrona autistica” o estrangulamien- to estructural. Frente a la cual los sectores opositores han tenido —hemos tenido—, quizi, mucha imaginacién, pero de ninguna ‘manera eficacia operativa. Imaginacién espontiinea, deficiente ima- ginacién. A partir, sobre tod 30; de manera més agravada, después de 1955. Y especialmente, luego del 76. Pero hace més de cien afios esa élite apuntaba a un salto cua- litativo mediante la catalizacién de una serie de constantes previas: la cor icién indiscriminada de un poder central, la definitiva i6n de un circuito inaugurado en tomo a esa uni resentada por la estancia desde fines del de una comunidad y de su espacio ‘mercado tmico y homogéneo, y su insercién definitiva en el pro- yecto mundial capitalista. Mutacién que, por cierto, contaba ya con un protagonista nitido, cauteloso, sefiorial y positivista. El ge- neral Julio Argentino Roca, de treinta y seis afios de edad enton- ces, ministo de guerra emergente del entramado de oliganqulas provincianas que se irfan articulando en el Partido Autonomista Nacional, representaba el punto de flexién de la estrecha alianza ‘con un coro discreto pero de creciente poder de decisién: el ejér- cito. Ese Dieu caché de la Argentina moderna que realiza su pri mera explicitacién decisiva casualmente con Roca. Por algo “el con- dor del Desierto” de 1879 al afio siguiente se convertiré en 1 conquistador de la Ciudad”: es que ese general reproducia, s2- diéndolo a medias, un antecedente argentino y un mito genérico. Dentro de ese contexto, el 25 de mayo de 1879, en Ia isla de ChoeleChoel, situada donde el rfo Negro se ensancha y se cubre de arboledas que lo destacan del resto de la desolada Patagonia, se celebraba una gigantesca misa de campatia frente al ejército ar gentino. E] estilo heroico del maestro Blanes necesit6 de un largo modelo apaisado para pintarlo, La soledad, el viento apaciguado y un sol metélico contribuyen a exaltar ese espectiiculo realizado frente a cuatro mil hombres polvorientos y patriéticos. Nada hay ‘en esa ceremonia que antes no haya sido calculado, dentro de la precariedad de medios, hasta en sus iiltimas consecuencias: sobre “4 INDIOS, FJERCITO Y FRONTERA todo que cl general Roca, héroe, tedrico, vocero y metteur en scdne de ese acto, no sélo es una figura de significacién equiva- Tente —ya sca por su carerra militar como por su évido pragma- tismo y sus bases sociales— al mexicano Porfirio Diaz, al guate- ‘malteco Justo Rufino Barrios, a Piérola del Perd, a Santa Marfa de Chile 0 al mariscal brasilefio Floriano Peixoto, sino que des- pués de la muerte de Adolfo Alsina, ex ministro de guerra y cau {illo popular de Buenos Aires, brilla como uno de Jos candidatos firmes a suceder al presidente Nicolés Avellaneda cuyo pe- ina, precisamente, en 1880. del Norte —habfa dicho Roca en st pro- contra el indio to y de cuiles eran al contexto continental. La civil mntes, avanzaba de manera arrolladora sobre “Jos espa- Rastignac desplegaba una andadura semejante, pero l'mun- sperar la estrategia de Adolfo tema de fortines —considerado izador de la empresa militar, deteri y desproporcionadamente costoso—, pero consciente de la continui- Gad y del salto cualitativo dentro de una Tinea general estratégica, Roca ordené pasar la Kinea defensiva alcanzada durante cl predo- ini 52-1874). Y si el significado der definitivas tun diagrama cuyo arcaismo aludia a los viejos rezagos virreinales, su eficacia inmediata operd teniendo muy en cuenta el hegemonis- ‘mo tradicional del gran latifundio bonaerense. Por eso, si el proyec- to de Roca desbordaba los limites consabidos de la provincia de Buenos Aires, sus lineamientos primordiales se vinculaban a Tas ne- cesidades expansivas actualizadas por los estancieros portetios. ROCA Y EL EJHNCIYO ARGENTINO EN 1879 15 ouicanguia ¥ EXPANSION No abandonaré Carhué al huinea, Calfucuré, Testament, 1873. Ese grupo social condicionado por sus compromisos cot hasta en su paulatino scocambato a un iete puesto oon de acuerdo con las nevesidades planteadas por la nueva Ja came visualizada en 1876, entre otros sintomas, por ra del vapor Le Frigor -querfa, urgentemente, mds tierra, fa uno de sus representantes. Y wrdad mucho més estable para su fe al indio. “Tse enemigo de todos ”, tal cual iba anotando Eduardo Roca, integrado en ese mai ejército. Su protagonismo presencia inmediata, de primera comenta socarronamente Eduardo Wilde. Sus generales, itaban hasta en su puntualidad y en su dandismo, se pusicron al frente de las otzas divisi la quinta, al mando de Godoy, dirigida’ por Lagos, con sus re- En sus Tncanientor genoa In ceca ae Roos generales, ici i prolongaba tna linea de fuerza istic decisiva para los intreses ganaderos de la provincia de Buenos Ait cenderlos— necesitaba repetir uel de Rosas en 1833. Porque sabios del Grant de ‘Tennessee, 1 as en propiedad de la tierra habia sufrido modificaciones parciales, en su esencia permanecta inalte- rable. Y el néicleo del circuito justificatorio frente a los indios reiteraba, matizindolo en sucesivos refinamientos, lo formulado por el virtey Vértiz, lo recogido por Ri Rosas o lo apenas alterado por Mitre. “Eli tanislao S. Zebal racter(sticas ‘mitolégicas difundidas por Pigafetta en el viaje de Magallanes, que habiendo penetrado hasta la primera mitad del 16 rNDios, EYERCITO Y FRONTERA siglo xxx cuando Darwin ain la presiente “la matriz més oscura del universo”, alcanza cl momento en que el poder de un gran ‘acique como Calfucuri impone su dominio desde la cordillera de Jos Andes hasta la costa atléntica, y en que un aventurero como ‘Auguste Guinnard la atraviesa entre 1856 y 1859 estimulando al Jules Verne de Los hijos del capitén Grant. Eso, por un lado. Porque por el otro, Ia mayor novedad estriba en la existencia de tuna Gite hist6ricamente madura, con una ironfa que a cada paso se convierte en sarcasmo, distante hasta la dureza, licida hasta Jo despiadado, pero sobre todo coincidente en varios ejes decisivos y coytnturalmente oportuna por haber asumido y evaluado qué parte de responsabilidad le correspondia en los fracasos anteriores: al exilio vivido mayorfa de los padres de los sefiores del 80 fue el muro imaginario sobre el que més veces apoyaron su frente Jos Wilde, los Cané y hasta los Avellaneda. En superposicién con estos factores, la tictiea de desgaste le- vada a cabo pot el ejército argentino —en disponibilidad después ), de la superacién de la cri- cién de las dltimas montonera: leral y del entrerriano Lépez Jordin— hal reside en gran parte el éxito del implacable; desgaste previo, sordo y “malones blancos” menos veloces pero mas del movimiento inverso Tlevados a cabo por los indios. Lo que se Ilamaba “operacién previa de limpieza” funcionaba asi. “Y si esos indios nos han golpeado tres —sentencia Olascoaga—, nosotros debemos pegarles doble, ti Por es0 €3 que, en este 8 ]uchas con los indios de Ia Patagonia (y del Chaco) del ‘vistas como una complemen- tacién de la guerra contra los paraguayos y frente a los caudillos federales. ChocleChoel clausura ¢l circuito abierto en Olta y dramatizado al méximo en Cerro-Coré. Esa secuencia no s6lo ra: tifica el proyecto liberal-burgués de homogeneizaciém del escena- rio politico —dentro del cual guaranies, montoneros y pampas 0s- tentaban una imagen parecida de “hombres desnudos, primitives y tacialmente ineptos”"—- sino de intenso fortalecimiento de un poder centralizador. Para el cual i © Calfucurd indistintamente an fuerzas centrifugas que habia que desbaratar, el 1880 significard su ratificacién jursdica can la YederalizaciOn de la ciudad de Buenos Aires, Proceso que sien el nuevo mapa mundial apuntaba a convertirla en boca de salida continental semejante a Shangai o Singapur, en el debate ROCA ¥ EL EyERCITO ARGENTINO EN 1879 7 politico argentino corroboraba la carrera militar del propio Roca, Entiéndase bien. El itinerario castrense del general Roca, al en- cuadrarse en la llamada generacién del 80 —que se vela ‘ma como realizadora de las propuestas de Sarmiento en y cultural, y de las de Alberdi en | i sata wn ‘modelo para los militares ma. Que si apelaban a la misma “sa inidad” —telégrafos, rémington y ferrocartiles—, comenzaban a dibujar una ideologia prefiriendo, por sobre todo, Ia artillerfa a las la caballeria; y que reconocia al general Paz a rescatable entre los jefes militares de la storia: “el manco” letrado, mem provinciano y muy so- brio se contraponia, de manera sistematica, al caudillismo romén- tico y desproli ‘TACTICA DEL PostTIvisMo joy, Namuncuré confesa que los campos pertenecen a Ia Na- ion y no insiste mis en sus ridiculas pretensiones. Al fin de cuentas, si virtud del padrin: dencia del sanjuani ra organizando su prestigio militar en de Sarmiento a lo largo de la presi 1874), sus ascensos inaugurales los ob- rmaitd frente a “los bérbaros guarantes”, d gana contra los montoneros del noroeste y especialmente en Naembé, en la zona mesopotimica, ante “esa chusma de harapientos”. Bien visto, sus rasgos més notorios se superponen con los de un militar civilizador. El que mejor ad- ministraba la represién de la “barbaric”. Un auténtico jefe posit- vista: que si en México hubiera actuado contra Jos yaquis de So- nora y en los Estados Unidos hubiese empezado de teniente de a Guerra de Secesién hasta alcanzar su generalato contra el in- dio Gerénimo en la zona apache, con los ingleses se hubiera en- frentado al Mahdi sudanés y en Madagascar se hubiera permitido exaltarse cantando La Marselesa ante las ruinas malgaches. Un modelo castrense, en la segunda mitad del siglo xxx, ya no podia ser sélo nacional. “En cualquier latitud, un jefe debe demostrar ejecutividad y, de ser posible, buenas mancras”, escribia sir John Seeley en su ‘The expansion’ of England, De’ahi es que en la tiene en Tuyuti 0 en sus grados posteriores 18 ND10S, LyERCITO Y FRONTERA ROCA ¥ Et, EJERCTTO ARGENTINO EN 1879 rt 5, semejante paradig- ta Wilde, “Por lo menos.” Porque si la marcha de Roca hacia el : indios quebrados por sus Iugartenientes y expro- ponia un previo acuerdo con el Intfunis dl Argentina, que se instaura entre 1880 y I Lr cién entre Moltke y Lyautey— para los los Varela. Pero, sobre todo, para ese del “orden y el progreso” que fue el co ‘Nada de extrafio tiene que a parti ciencia, socarronerias, implacabilidad y ( te y Gobineau la marcha final sobre el Desierto patagénic nos atenemos a la correspondencia de Remigio Lupo publicada en La Pampa, pretenda parecer mas un recuento de “sumisiones de indios” y de “casamientos en masa” realizados por | ros. Ademén misional, de vieja data, que lo encontramos am- pliamente actual quérant; con connotaciones pat ‘mo cxportador, reajuste de una ‘Tucumén, de a ee mismo ademén implicaba el ligarqufas provincianas con un eje en. oriundo Roca, y con el otro en Cérdoba controlada por su concufiado Judtez Celman a clan al que preten ‘Wilde— va a lograr suboficiales y tro- los bolicheros”, acota inte la puesta al dia o la promesa muy concreta de actualizarse con los pagos atrasados, Estas siltimas de Roca estaban ditigidas, dentro —dominado por una oligarqui lar a la argentina— en avance decisivo sobre Peri y Bolivia salitre (1879-1883), Porque si en los dias de la salida de la expedicién, segiin relata y empecinado y peligroso pretendiente a la Patagonia. Y a la vez, Fotheringham en La vide de un soldado, “wn general de tenombre en lo que hace a lo estrictamente argentino, a hacer sentir su me hablé muy scriamente, aconsejéndome que no fuera, que era creciente prestigio politico respecto del otro candidato presidencial tuna Tocura, que pereceriamos todos infaliblemente por los frios i ‘Tejedor, de vieja tradicién portefia, hombre atroces de esas latitudes, y por las crucles privaciones co1 ’ tan temeratio”, en Ta superficie de la marcha se estilo de partes desde la vanguard - Roca, al culminar su conquista sobre la Patagonia con la oele- eee de csa monumental misa de campafia al borde del rio legro, mataba varios pdjaros de un tiro. Su positivismo se mani- parr festaba, sobre todo, en su s. Pet izado y de las teorizaciones de las tierras expropindas acistas parecen combinarse tanto en el ritino de avance como tigio pulcro obtenido sobre los desm: en Tos aspectos cotidianos, entre una parada marcial y unos late- tralizacién, conservadurismo modernista, tales arrasadores, con una fuerte dosis de Rerum Novarum y otra fuerte estatizaci¢ itonizac con los ritos del capita- de Offenbach. ‘La mayor eficacia del Roca de 1879, jugada entre una fachada inobjetable y una s6rdida trastienda, consistié entonces —a partir de una suma de procedi ccados— en desbordar una politica inmovilizadora que se a Ta provincia de Buenos Aires y en culminar su carrera mi con vistas a la presidencia. ila”, de las oligarqufas provinciales y del locales, reafirmacién de fronteras, ar- 0 es, los telégrafos y el puerto tinico. De tos eclécticos politicamente ifi- hecho, reajustaba al m4ximo una versién del Poder de acuerdo a la concepcién de las burguestas mod del siglo xx y planteaba, a la vez, el punto de partida entina oligérqui- ca, Mejor dicho, de esa “repdblica de conciencias’ donde el estilo nicentra, avanza y agiliza”, co 20 INDIOS, EJERCITO Y FRONTERA de la genteel tradition de los Miguel Cané, Carlos Pellegrini, Esta- nislao Zeballos, Eduardo Wilde, Mansilla, Barros, Lucio V. Lépez, Groussac —encabalgados en ese primer “milagro” econémico la- tinoamericano del siglo xxx representado por Jo agroexportador— se ponfa en movimiento hacia un apogeo del que solo Megarian i tes con las primeras leyes antiliberales de la segunda presidencia de Roca entre 1898 y 1904. O con el cierre de la disponibilidad de tierras legadas al punto de méxima ex- pansi6n hacia 1914. ALTERACION Y REVESES DE UN PROGRAMA Habfan enviado emisatios y regalos a los principales caciques de ts tbs arancans, lentinols 2 reaenl yofecindoes st cooperacién para un levantamiento para el que los invitaban, pporque como To han dicho en esa ocasién prefieren morir pelean do que vivir esclavos. ‘Memoria del depertamento de guerra y marina, 1882. 1879 y 1880, por consiguiente, deben ser Jeidos como la concre- cin del Facundo y de las Bases. Las palabras y las letras del tex- to liberal programitico han sido “puestas en Para usar otra lave: lo dramatirgico se ha tomado escénico. Incluso porque tan- to Sarmiento como Alberdi hacen, reciprocamente, un balance desde sus propuestas hasta esa coyuntura en Conflicto y armonias de las razas en América (1883) y en La Reptiblica Argentina con- solidada on 1880 con la ctudad de Buenos Aires por capital (1881). ‘Mis atin: hasta por el hecho de que el roquismo distorsioné am- ido que en el peculiar pragmatis rma llevada a cabo por puesto por Sarmiento, de “descentralizar pod ganté en una concentracién acelerada. ‘Y esa concentracién, efi-

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