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@ Lacan Jacques, “Position de Finconscient”, Enis, Seu, Paris 1966, p. B49. @) Lacan Jacques, “Position de linconscient™, Esvit, Seuil, 1966, p. 849. @ Boia. @) Lacan Jacques, Tidbicon, Sel, 1973, pA2 /43 y “Liétoundit”, Sait 4, Seuil, 1973, p.49 (© Tékiron, op. cite, p. 54. (Soler Colette, Ce gue Lacan sat des femmes, 64. du Champ lacanien, Pass, 2003. -28- RECTIFICACION Y DESTITUCION DEL SUJETO. Dos formas del ser dscernidas por el pscoandicis Gabriel Lombardi Se ha extendido en el imbito psicoanalitico la expresién “rectificacién subjetiva” que alguna vez empled Jacques Lacan, posiblemente en un ‘inico texto (1). Algunos excesos demasiado frecuentes en st: aplica- én invitan a zevisar las condiciones en que el sujeto en cuestion —! candidato a analizante— seria rectficable, porque a menudo encon- teamos las siguientes coordenadas, que recuerdan circunstancias ya gastadas; el analista quiere que el paciente rectifique su posicin, y él, el sujeto, no quiere (2). Desde los comienzos del psicoanilisis Freud seiialé a ventaja de que el neurdtico modifique su postura respecto de su padecimiento, que admita alguna participacién suya en el estado de cosas en que se encuentra, Detris de los reproches dixigidos a otras personas suelen esconderse autorreproches, sugiere Freud a su paciente Dora, y ella se pliega, sus asociaciones posteriores muestcan que acepia la invitacion, que consiente en jugar cl juego relatando su colaboracién bastante activa en las circunstancias que levaron al desencadenamiento reciente de sus sintomas histéticos. De la inocencia reivindicativa con ‘que se presentaba inicialmente pasa a la confesién de su complicidad en la actualizacién de sus sintomas (3). Peto no acepta ba invitacién analitica declarando su implicacién con responsabilidad plena sino, mis modestamente, cumpliendo con la regla analitica, aportando asociaciones que evidencian la divisidn que su sintoma conlleva ese contrasentido caractetistico de subirse la pollera con una mano y bajérsela con la otra. Lacan designa como rectificacién subjetiva ese vimje en el que el sujeto cambia de perspectiva sobre algo real y conereto de su sinto- ma: su participacién en el mismo, La denominacién es més bien jronica en el contexto en que la introduce, justamente en ocasién de criticar una vez més, y con la vehemencia de siempre, los intentos de normalizacién imaginaria y de maduracién a la fuerza promovidos por otras corrientes del psicoandlisis; en la orientacién que él propone se trata por el contrario de liberar el sentido en el discurso, de dar al método freudiano de la asociaci6n libre toda la vigencia posible, Alli es donde las escuelas se separan, habia afirmado en un contexto similar (4). La posicién del neurdtico de todos modos no podria dejar de ser ambigua, nunca totalmente pasiva, claro, pero tampoco resueltamente activa, de lo contratio no-habria sintoma (6), no habria neurosis. Divisign del sujeto entonces, como habré siempre que el sintoma esté activo, como debe estarlo en un anilisis. Y la consecuencia moral de ese estado del ser, el ser sujeto, es la siguiente: la sola presencia del sintoma implica que, alternada o simulténeamente, en lugar de sesponsabilidad hay culpsbilidad ¢ inocencia combinadas. Freud des- cubrié que el sentimiento inconsciente de culpa es perfectamente compatible con la conciencia libre de problemas morales, sea que ésta se -considere casta o depravada. Y viceversa, que la conciencia manifiesta de culpabilidad puede encubrir una forma larvada de la inocencia, en la que las declamaciones de culpabilidad estin al servicio del autocastigo y de mastirizar al otro (6). No conviene al analista dar demasiado crédito a las declaraciones del analizante de tipo “por mi culpa, por mi grandisima culpa”. Por otra parte, es unr hecho que ¢e constata con frecuencia creciente, no todos los pacientes se dejan seducir ripidamente por la intervenci6n réctificativa, y algunos nunca. El paranoico es en eso un ejemplo, inocentea toda prueba; el odoatdlogo Barreda, buen hombre, elimina a varias mujeres de su familia sin sentirse culpable, considerando que elas lo forzaron a ese pasaje al acto, que fue su tinica salida de la realidad intolerable e indigns ~jantes la prisin'- que cllas le impénian. Pero también el neurético, obsesivo o histérico, sucle no admitir su participacién inconsciente en la causacién del sintoma, a pesar de los empefios del candidato a analista que le repite, con voz grave 0 chillona, pero no indiferente: ;bacete cargo! Llegado a este punto conviene repasar Jos manudles, recordar en primet lugar que tna intexpretaciGn repetida ya probd su fracaso; ¥ también que lo que se busca en el anilisis no es la aquiescencia del yo, siempre engafiosa, siempre denegatoria, aun con las mejores inten- ciones. Pero sobre todo debemos tener presente que, incluso el neurético, por ser hablante de lenguas equivocas, es un ser electivo, que en algiin rincén de su estructura escindida se reserva el derecho a ‘optar, y que en particular puede elegir no rectificarse en nada, no asi, no ahora. Tal vez en otra oportunidad, tal vez si intervenis de un modo que me interese, que me sorprenda, que me seduzca. Por tal motivo vemos a menudo al analista, aun si se reclama de una formacién lacaniana, dar cachetazos interpretativos a su paciente tratando de convencerlo sobre su responsabilidad en el asunto. El lacaniano ha dejado de setlo, ha recaido en el eje imaginario que arruina el vinculo analitico, y el paciente se impacienta, y no da brazo a torcer, y con razén, porque la rectificacién subjetiva de la que habla Lacan no puede sex una rectificacién 2 la fuerza. No basta entonces con que el analista sepa que algo ha de suceder en ¢l horizonte de la direccién de la cura, es preciso ademas permitir ese tiempo que el analizante necesita para descubric cosas por su propia cuenta, y para resolverse a entregar su sintoma. Comentando el estadio del espejo de su colega francés, Donald Winnicott sefiala que una interpretacién prematura aniquila Ia creatividad del analizante y contratia el proceso que él lama de maduracién analitica. Es posible que a muchos lacanianos no nos sepa bien el término “maduracién”, pero debemos admitir de todos modos que aigunas intervenciones son prematuras, forzadas entonces, y en consecuencia ineficaces como interpretacién liberadora. La creatividad inherente 2 la libertad asociativa que propicia ,el método freudiano es un valor inclaudicable en el trabajo analitico. Ella dice que corresponde al analizante decidir, y generalmente sin el consentimiento del yo, si la intervencién de su psicoanalista facilita la apertura de nuevos estratos asociativos, una luz aueva, un modo se diferente de soltar y sentir el lenguaje y el cverpo en el proceso de la cura Los empefios de rectificacion a la fuerza encuentran de hecho una merecida respuesta en algunas modalidades clinicas de la época: pacientes que desde el comienzo se niegan 2 entregar su sintoma, ya que entregarlo llevaria répidamente a evidenciar alguna relacién con la causa, pacientes que sélo muestran su padecer 2 la manera de un actuar acéfalo, de una verdad sin sujeto que dice al analista: antes de que yo rectifique nada, fijate desde qué posicién me haces tu oferta terapéutica, Como no soy sociélogo sino psicoanalista no me satisface considerar solamente que el rechazo del inconsciente depende de los efectos del sistema capitalista; como analista me pregunto siempre qué parte me toca ene rechazo de la interpretacién con que a menudo me encuentro. Antes. de pretender rectificar 2 mi paciente, pero sobre todo después de fracesar en el intento, me pregunto si no debiera acomodar ia oreja de otra manera, despegads de la posicion tistona del universitario que repite en la cena de fin de afio: alumnos eran los de antes. Es verdad que los pacientes de antes, los de Freud, los del siglo XX, parecian mejores que los actuales; les Hamamos actuales justamente a Jos que no se comportan como aquellos que entregaban mis facilmente si no su angustia, al menos su sintoma; pero gno de- biécamos preguntamos en qué medida eso depende de la debilidad de nuestra escucha, que tal vez resulte poco xenovadora, poco iluminante de las coyunturas actuales de ese ser que nos consulta para hhablamos de si? Nosotros sabemos reconocer la histeria de antafio, la que Freud y Lacan nos explicaron, gpero sabemos advertir los sintomas sutiles, poco notorios al comienzo, en los que resiste hoy en dia el ser del sujeto del inconsciente, incluso en aquellos mismos tipos clinicos? Heidegger recucrda el didure de Hericlito, la phir ama ocultarse, gpor qué ef neurético, que préfiére el perfil bajo, el fading, el desvane- cimiento de la voz, el resguardo del nombre propio, procedesia de otzo modo?

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