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La tercera comunicaci6n de la doctrina del eterno retorno Habitualmente se considera que Asi hablé Zaratustra constituye la cima de la creacién nietzscheana. Las obras aparecidas después de 1884 son tomadas como meras aclaraciones y repeticiones, o bien como desesperados esfuerzos de que lo que habia sido anunciado en el Zaratustra tuviera un efecto inmediato. Se dice: después del Zaratustra, Nietzsche no supo ir adelante. Hay que considerar siempre un juicio de este tipo como una sefial de que no el pensador sino sus sabihondos intérpretes no saben ir adelante y tapan su desconcierto ms mal que bien con una necia pedanteria. Dejaremos de lado la pregunta de si después del Zaratustra Nietzsche supo o no ir adelante, no porque no esté atin decidida sino porque no es una pregunta que tenga sentido alguno respecto de un pensador; en efecto, en la medida en que se sostiene en su pensar de modo cuestionante, esta siempre «adelante» de lo que él mismo sabe y puede saber. Pero los términos «adelante» o «no adelante» no son de todos modos nombres apropiados para deno- minar esta situaci6n; pertenecen al ambito de la «ciencia» y de la «téc- nica», donde el progreso es necesario y que es lo Gnico donde puede calcularse un «adelante» o «no adelante». En la filosofia no hay ningdn «progreso», y por lo tanto tampoco ningiin retroceso. Aqui, lo mismo que en el arte, sélo queda la pregunta de si es ella misma 0 no lo es. Ahora sdlo consignamos el hecho de que en la obra Mas alla del bien y del mal, aparecida dos afios después de la tercera parte del Zaratustra, y de la que hemos tomado el epigrafe de este curso, se encuentra la tercera comunicacién del pensamiento del eterno retorno de lo mismo. La citada obra leva un subtitulo que reza: «Preludio de una filosofia del futuro», jcurioso titulo para una filosofia que no sabe ir adelante! También para la comprensién de esta tercera comunicacién re- sulta decisivo decir dénde, en qué contexto se encuentra. El pasaje pertenece al tercer capitulo de Mas alld del bien y del mal, que abarca los nn. 45 al 62 y est titulado: «El ser religioso». La situacién se vuelve cada vez mas enigmitica, porque Zaratustra se denomina continuamente en sus discursos el «sin-dios» y anuncia de modo cada vez mas manifiesto: «Dios ha muerto». En el comienzo mismo. de sus peregrinaciones Zaratustra encuentra en el bosque a un an- ciano con el que traba una conversacion. Después, 259 «cuando Zaratustra estuvo solo, hablé asi a su coraz6y posible! {Este viejo santo no ha ofdo atin nada en su bosque de que Dios ha muerto!”» (Prlogo, 2, final). “Sera Qué puede tener que decir sobre «el ser religioso» alguien que, como Zaratustra, es decir como el propio Nietzsche, vive y juzga desde ese saber? Lo oiremos inmediatamente y sin digresiones. El n. 56 del tercer capitulo, dedicado a «el ser religioso», dice asi: «Quien como yo, con algtin enigmiatico deseo se ha preocu- pado durante largo tiempo en pensar en profundidad el pesimis- mo y liberarlo de la estrechez e ingenuidad, medio cristiana, medio alemana, con el que se ha presentado tiltimamente a este siglo, o sea en la figura de la filosofia schopenhaveriana; quien alguna vez, con un ojo asiético y superasiatico, ha mirado real- mente el interior y las profundidades del mas negador del mun- do de todos los modos de pensar posibles —mis allé del bien y del mal, y no ya bajo el hechizo y el delirio de la moral, como Buda y Schopenhauer—, ése, precisamente de ese modo, sin quererlo propiamente, quizas haya abierto los ojos para el ideal inverso: para el ideal del hombre més desbordante de alegria, mis vivaz y afirmador del mundo, que no s6lo se ha conforma- do con lo que era y lo que es y ha aprendido a soportarlo, sino que lo quiere volver a tener, tal como fue y tal como es, para toda la eternidad, exclamando insaciablemente da capo, no slo a si mis- mo, sino a toda la pieza y a todo el espectaculo, y no sélo a un espectaculo sino fundamentalmente a Aquel que precisamente tiene necesidad de ese espectaculo, y lo hace necesario: porque él tiene continuamente necesidad de si, y se hace necesario... £Quée? zY no seria esto circulus vitiosus deus?» Es importante, aunque ahora no sea el momento de analizarlo con mis detalle, que todo este fragmento esta construido como una sola frase, con lo que su articulada estructura refleja lingiiisticamente la construccién de un pensamiento fundamental. Fragmentos como éste permiten presentir qué tipo de obra habria resultado si Nietzs- che hubiera podido culminar su obra capital. Prestemos atencién en primer lugar al «contenido» del fragmento que acabamos de leer. No podemos dar crédito a nuestro ojos: «gCirculus vitiosus deus?». 260 Circulus: el circulo y el anillo, 0 sea el eterno retorno, y ademas, vitiosus; vitium alude al defecto, al sufrimiento, a lo destructivo; circulus vitiosus es el anillo que vuelve a traer necesariamente ese vitium. :Es eso deus? ZEs incluso el dios? zAquel que Nietzsche vuelve a invocar al final de su camino: Dionisos? ;Y en torno de ese dios, el mundo? gEl eterno retorno de lo mismo: el caracter global del ente en su totalidad? «¥ en torno a Dios todo se vuelve ¢qué? z“mundo” quizis?» reza la pregunta que se encuentra en la misma obra (150). Son entonces mundo y Dios lo mismo? La interpretaci6n facil lama a esta doctrina «panteismo». ;Predica aqui Nietzsche un pan-teismo? Qué dice el texto? «¥ esto no seria circulus vitiosus deus?». Se plantea una pregunta. Si fuera panteismo, también tendria que preguntarse previamente qué significa TGV, el todo, la totalidad, y qué significa 6edc, dios. En todo caso, nos encontramos aqui, sin embargo, con una pregunta. ;Pero en- tonces Dios no ha muerto? Si y no! {Pero qué Dios? El Dios «moral, el Dios cristiano ha muerto; el «padre» en el que se encuentra la salva- cién, la «personalidad» con la que se negocia y a la que se dan explica- ciones, el guez» con el que se disputa, el «que distribuye recompen- sas», por medio del cual uno se hace pagar por sus virtudes, ese Dios con el que uno hace sus «negocios»; pero cuando una madre se hace pagar por el amor a su hijo? Al Dios visto «moralmente» y sélo a éste se refiere Nietzsche cuando dice «Dios ha muerto». Murié porque los hombres lo asesinaron, lo asesinaron al medir su grandeza como Dios de acuerdo con la pequefiez de sus necesidades de recompensa, vol- viéndolo asi pequefio; este Dios ha sido desposeido porque era un «desatino» del hombre negador de si mismo y de la vida (VIII, 62). En los trabajos previos al Zaratustra, Nietzsche dice en una ocasién: «Dios murié ahogado por la teologia; y la moral por la moralidad»> (XII, 329). O sea que Dios y los dioses pueden morir? Ya muy pronto, en los estudios preliminares para El nacimiento de la tragedia, alrededor de 1870, Nietzsche apunta: «Creo en la antigua sentencia germAnica: to- dos los dioses tienen que morir». Asi pues, el ateismo de Nietzsche es algo muy particular. Hay que mantener a Nietzsche alejado de la dudosa compajiia de esos superficiales ateos que niegan a Dios si no lo encuentran en el tubo de ensayo y que, en lugar del Dios asi negado, convierten en «Dios» a su «progreso». No debemos confundir a Nietzsche con esos «sin- dios» que ni siquiera pueden ser sin dios porque nunca han luchado 261 ni pueden luchar por un dios. Pero si no es un ateo en su concep- cin corriente, tampoco debemos falsearlo para convertirlo en un «buscador de Dios» «sentimental», «romadntico» y semicristiano. No debemos convertir la palabra y el concepto «ateismo» en una expre~ sion de ataque y defensa del cristianismo, como si lo que no satisfi- ciera al dios cristiano ya fuera «en el fondo» ateismo; el Dios cristia- no no puede de ninguna manera ser para Nietzsche la medida de la falta de Dios por cuanto él mismo ha «muerto» en el sentido co- mentado. Zaratustra se denomina a si mismo el sin-dios, y se sabe como tal. En cuanto es este sin-dios, experimenta el mas extremo estado de necesidad, y con ello la ms interna necesidad de crear lo mis necesario. Por ello, el sin-dios de este género se enfrenta a una pregunta que nos formulamos brevemente asi: ;Qué le quedaria por hacer al hombre, como podria ser hombre, es decir devenir lo que es, si los dioses estuvieran ya siempre alli delante y s6lo alli delante?, gsi hubiera dioses asi como hay piedras, arboles y agua? gCémo es posi- ble?, zno hay que crear antes al dios,y no se precisa para ello la fuerza suprema que permita crear algo por encima de si mismo, y para esto no hay que transformar previamente al hombre mismo, al iiltimo y despreciable hombre? No necesita el hombre un peso grave para no tomar a la ligera a su dios? Desde alli recibe el pensamiento de los pensamientos su deter- minacién de ser el peso ms grave. ;O sea que Zaratustra, en cuanto sin-dios queda superado? Efectivamente, pero con ello Nietzsche ha ido «adelante» o ha ido atras en el camino del cristianismo, que tenia sus razones para reclamar para si el Dios solo y tinico? No; ni adelante ni atras, porque Zaratustra comienza al descender hacia el ocaso. El comienzo de Zaratustra es su ocaso, Nietzsche no ha pensado nunca una esencia diferente de Zaratustra. Sdlo los impedidos y los que se han cansado de su cristianismo buscan en las palabras de Nietzsche una facil confirmacién de su dudoso ateismo. Pero el eterno retorno de lo mismo es el pensamiento mis grave. Su pensador tiene que ser un héroe del saber y de la voluntad, y no debe ni puede arreglarse el mundo y la creacién de un mundo con formula alguna. «En torno al héroe todo se vuelve tragedia.» Sdlo pasando por la tragedia surge la pregunta por el dios, en torno del cual, e incluso esto slo «quizas», todo se vuelve mundo. Como ya hemos oido, el Nietzsche de diecinueve ajios, al final de su esbozo autobiografico se pregunta: «;dénde esta entonces el 262 anillo que finalmente atin lo abraza [al hombre]? gEs el mundo? zEs Dios?». ;Cual es ahora la respuesta a esta temprana pregunta? La respuesta es una nueva pregunta: «:circulus vitiosus deus?». Pero el ani- llo se ha determinado ahora como el eterno retorno de lo mismo, el circulus es al mismo tiempo vitiosus, lo terrible; este terrible anillo rodea el ente, lo determina en su totalidad,lo determina como mundo. E] anillo y su eternidad sdlo pueden captarse desde el instante; de acuerdo con ello, el dios al que se interroga en la experiencia del anillo de lo terrible slo resultara interrogable desde el instante. ;En- tonces el dios es sélo una pregunta? Efectivamente: «s6lo» una pre- gunta, es decir el interrogado, el invocado. Queda por reflexionar si el dios es més divino en la pregunta que lo interroga o cuando posee certeza y, en cuanto algo cierto, puede ser puesto de lado segan convenga, para recuperarlo cuando se lo necesite. El dios, «sélo» una pregunta, :qué sucede con este «sdlo»? No sdlo el dios es una pre- gunta, también el eterno retorno, el propio circulus vitiosus es «sdlo» una pregunta. En formas y grados diferentes, las tres comunicaciones del pen- samiento de los pensamientos son preguntas. Aunque apenas presin- tamos y estemos lejos de comprender la conexi6n de contenido que se da entre ellas, hay una comunidad de forma que se impone y que, sin embargo, en un primer momento resulta més facil de aclarar de un modo sélo negativo. La comunicacién no es una doctrina o una «exposicién doctrinal» en el sentido de la exposicién de una teoria cientifica, ni es una «doctrina» como enunciado de un erudito. Pero tampoco es un tratado filos6fico como los de Leibniz o Kant; ni una construccién filos6fica como las erigidas por Fichte, Schelling y Hegel. Por eso, si la comunicacién que hace Nietzsche no se deja encerrar ni en la forma de una doctrina cientifica especifica, ni en la de las consideraciones filos6ficas hasta entonces conocidas y usuales, ni tam- poco en la forma de una configuracién puramente poética, de todo ello parece desprenderse: s6lo puede ser una «profesion de fe perso- nal», 0 quizds sdlo una «construccién de la locura». gO lo que se desprende es otra cosa: que primero tenemos que preguntar qué es como forma este pensamiento, en si mismo y desde si mismo? Fren- te a una obra pensante de este tipo no pueden ya surgir dudas entre si podemos forzarla a entrar en un abrir y cerrar de ojos en nuestras rabricas usuales y corrientes 0 si, a la inversa, un pensar tal tiene que determinarnos a nosotros a meditar y a desprendernos de lo usual. 263

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