Lorenzo Valla (1407-1457)
*Todos parcen estar de acuerdo en sefilar « Loren Valla
com el principal humanists dele primers tad dl ilo
NNacido en Roma en 07 y rast en le misma cd! cu
1457, representa un tipo ‘de humansta: muy orginal, So
vinevlado a escuela ninguna y siendo considerada’ como
sero pests del ibe pessumenos, Sera ef ele ite
fay palaciego que, apoyado en la extrcturay favor papal 3
teal, ace equilibiot por mantenerse en a ontedoxin ero
Blea con a neva cular
Valla representa en primer lugar un despegue manifesto
del metodo escolistico medieval'y de’ la loges arsotlica
Esta ‘itima es atacada como esquema sbsttoso, arifical 3
abetracto que no srve para exprstr ni para conduit 2 ua
fonociniento conreto y verdadero, La igen statin
sisteria y depende eo gran pate del barons lng
Co" Ast st expres en su primera obra dilétca: Dispacatio
ses contra Antotelios (1499)
L’pocesimpatia por Articles le hace estar més atento
4 ls esticos 9 epicdron Le sehen idea de eston tines
4 Sbrayar el anelo homano de plate feiidad. At fo
TE, Coppleston, Historia de la Filosof
B
vol. 3, pp. 212 y ss.‘Las Elegancias de la Lengua Latina
Prélogo elegantisino y doctisimo de Lorenzo Valle, pa-
tricio romano, benemérito de la lengua latina, a los
seis libros sobre las Elegancias
Muchas veces me he puesto a considerar las hazatias
de nuestros mayores, ast como las de otros reyes y pue-
blos. Y me parece que los de nuestra nacién y los de
nuestra lengua superaron a todos los demés. Pues sabemos
due los persas, los medos, los asirios y los griegos y otros
muchos alcanzaron grandes cosas. Consta asimismo que
‘otros pueblos lograron un imperio menor que el de los
Fomanos, pero que lo conservaron durarite mucho més
tiempo. No sabemos, sin embargo, que ninguno de ellos
extendiese su lengua’ como lo hicieron los nuestros.
Estos, en efecto, hicieron, en breve espacio de tiempo,
célebre —y en cierto modo, reina— a la lengua de Roma,
amada también latina por el Lacio, donde se encuentra
Roma. Y la extendicron por casi todo Occidente, por
‘no pequefia parte del Septentrién y de Aftica —sin ha-
blar de aquella orilla de Italia, Imada en otro tiempo
Ja Magna Grecia, ni de Sicilia, que también fue griega,
ai, en fin, de toda Italia—. Y por lo que se refiere a las
37Humanismo y Renacimiento
dicron a los mortales la mejor cosecha de
‘demic pudiicron sacar Ia simiente. De esta manera propa:
¢gzron una obta mucho més preclara, mucho mds hermosa
que el mismo Imperio.
A los que engrandecen el Imperio se les sucle colmar
de grandes honores y se les da el nombre de Empera-
dores. Pero los que proporcionaron algtin beneficio a los
hombres son celebrados no con alabanzas humanas, sino
divinas, pues no miran sélo por la extensién y la gloria
de su ciudad, sino también por la utilidad y salud de
los hombres. Asf pues, nuestros antepasados aventajaron
@ los demés mortales’en hazafias y en alabanzas. Peto
en la difusién de su lengua se superaron a s{ mismos,
como si dejado el imperio en la tierra, hubieran alean-
zado la compaiia de los dioses.
Pues bien, si, segtin se cree, Ceres por haber inventado
los cereales, Baco el vino, Minerva el aceite, y muchos
otros por algiin otto beneficio, fueron tenidos como dio-
ses, gel haber difundido Ia lengua latina en todas las
naciones no’ serd una cosecha ciertamente divina, y ali
mento no digo ya del cuerpo, sino del alma? Porque
esta lengua educé a todas aquellas naciones y aquellos
pueblos en las artes lamadas liberales; les enseaié las me-
jozes leyes; Jes mostté el camino de toda sabidurta, Esta
Tengua, finalmente, hizo que ya no se les pudiera lamar
birbaros.
Decidme, por tanto, equién que tenga un juicio sereno
no preferiré aquéllos que cultivaron las letras a los que
en guerras crucles fueron varones esclarecidos? A éstos
Jos Hamatiamos hombres regios, pero a aquellos los cali
ficatiamos de divinos. Pues, en efecto, como cotresponde
a hombres, no sélo engrandecieron la repiblica y In ma-
jestad del pueblo romano, sino que, como es propio de
doses, llevaron la salvacidn al orbe de la tierra. Y tanto
iis que los que recibfen nuestro imperio perdian el suyo
¥ —lo que es més doloroso— crefan que eran despojados
de la libertad, y se vefan cubiertos de injurias. Pot la len-
gua latina, al contrario, no crefan que se aminoraba su
lmperio, sino que en alguna manera se afirmaba,
Lorenzo Valla »”
As{ como Ia invencién posterior del vino no suprimis
uso del agua; ni la seda desplazé a la Jana y al lino;
Jai cl oro a los demas metales, sino que hizo posible el
‘scceso a toda clase de bienes; y’as{ como una gema engar
zada en un anillo de oro no desluce sino que da realce
al precioso metal, de Ja misma manera nuestra lengua,
al junare con Ia lengua vernéula de otot pueblo, lt
dio esplendor y no se lo quité; ni consiguié el sefiorio
tou artes, cin suigre 0 guerra, sino cou benefice, con
amor y con concordia. De todo lo cual —si se me permite
interpretarlo— fue, por asi decirlo, semillero.
'Y en primer lugar, porque nuestros mayores sobresa-
lieron increiblemente en toda clase de estudios. De tal
manera descollaron que nadie se consideraba alguien en
el arte de Ja guerra si no sobresalia tambign en las letras
lo que era para los demés un incentivo no pequetio de
‘emulacién. En segundo lugar, proponfan grandes premios
1 los mismos profesores de las letras. Y finalmente, por-
‘que exhortaban a todos los de las provincias a que habla
ran romano, tanto estando en Roma como en Provincias.
Pero me parece que ya he dicho bastante —pues no quie-
ro alargarme— de la comparacién del imperio romano y
de la lengua latina
Al imperio lo rechazaron las razas y las naciones como
carga dolorosa. Pero a la lengua la tavieron por més dulce
que el néctar, mas brillante que la seda, més preciosa que
el oro y las piedras, y Ia conservaron consigo como a un
dios bajado del cielo. Grande es, pues, el secreto de la
Jengua latina, grande ciertamente su genio, ya que duran-
te tantos siglos se sigue cultivindo por los extranjeros,
por los bérbaros, por los mismos enemigos, de una forma
tan santa y religiosa. Lo cual no ha de ser’ para nosotros,
romanos, tanto motivo de dolor como de alogria y de
gloria para todo el mundo. Perdimos Roma, perdimos el
Imperio, el dominio, pero no fue por culpa nuestra, sino
de los tiempos. Sin embargo, por este més espléndido de.
monio de la lengua seguimos reinando en una gran parte
del orbe.oot
0” Humanismo y Renacimiemto
Nuestra es Italia, Nuestra, Francia, Espafia, Alemania,
Panonia, Dalmacia, liria y muchas otras naciones, El Im-
perio Romano se encuentra allé donde domina la lengua
romana, Que vayan, pues, los gtiegos y se jacten de la
abundancia de sus lenguas, Nuestra tinica y pobre lengua
—como ellos quieren— hizo més que sus cinco, a su jui-
io, riquisimas lenguas. Y la lengua romana es como la
Sinica ley de muchas naciones. En cambio, Ia lengua grie
‘ga —para su_vergtienzs— tiene tantos dialectos. cuantos
son los partidos de une republica.
'Y en esto convienen con nosottos los extranjeros. Los
sgriegos no se entienden entre ellos mismos; que no espe-
ren, pues, que van a atracr a su lengua a los demés. Sus
autores hablan diversos dialectos: ético, edico, j6nico, d6-
fico, koinés o lengua comin. En cambio, entre nosotros,
esto es, entre muchas naciones, nadie habla més que ro"
‘mano, lengua en la que se contienen todas las disciplinas
para el hombre libre, lo mismo que las hay en la lengua
iltiple vigente entre los griegos. Y si ella esté vigente,
gquién ignora que todos los estudios y disciplinas estén
vigentes? ZY quiéa no ve que si se muere, desaparecen?
2Quiénes, pues, fueron los més grandes filésofos, los
mejores oradores, los més brillantes jurisconsultos, y
finalmente los més licidos escritores? Sin duda, los que
se han dedicado al arte de bien hablar. Pero cuando in
tento decir todas estas cosas, el dolor no me deja, me
hiiere el corazén y me hace romper en légrimas al ver en
‘qué estado y situacién ha quedado este arte. Pues equé
aamante de las artes y del bien comtin podré contener las
ligrimas al verla en el mismo estado que en otro tiempo
estuvo Roma cuando fue tomada por los galos? Todo
techado pot tierra, en llamas, destruido, de modo que ape-
ras si quedé en pie la ciudadela capitolina. Pues hace ya
‘muchos siglos, que no s6lo nadie ha hablado en. latin, ni
siquiera entiende les leyes latinas. Ni los estudiosos’ de
Ia filosofia comprendieron comprenden a los filésofos,
ni los abogados a los oradores, los que entienden de leyes
1 los jurisconsultes, ni el resto de los lectores los libros
antiguos. Como si una vez perdido el imperio romano
Lorenzo Vala a
ya no sea digno hablar ni saber nada de lo romano. Aquel
fulgor de In latinidad parece estar pasado de moda por
Ja herrumbre y In distancia
Y son muchas y muy variadas Jas opiniones de hom-
bres sensatos que tratan de explicar las causas de este
fendmeno. Razones que no apruebo ni reprucbo, pues
ciertamente no me attevo a pronunciarme. Tampoco me
atrevo a explicar por qué esas artes que estin cercanas
a las liberales, como son la pintura, Ia escultura, el mo-
delado, la arquitectura, y otras muchas, se fueron dege-
nerando durante tanto’ tiempo hasta llegar a morir con
Jas mismas letras. Ni puedo explicar por qué empiezan
ahora a fomentarse y a revivir, y florece el progreso tanto
de los buenos artesanos como de los literatos.
Pero asi como los tiempos pasados fueron tanto més
desdichados por no haber encontrado en ellos ningin hom
bre erudito, de Ia misma manera debemos alegramos més
en nuestro tiempo. Yo confio en que si nos esforzamos
tun poco més, la lengua romana se consolidaré més que
la misma ciudad, y con ella todas las disciplinas
Por todo lo cual, yo, arrastrado vinicamente por el
amor patrio, por todos lds hombres y por la misma gra-
vedad del problema, me permito exhortar y llamar a to
dos los cultivadores ‘del espiritu, griténdoles, como desde
la cima de un monte y haciendo resonar el clarin de gue-
tra, ¢Hasta cudndo, quirites [caballeros] (asi llamo a los
literatos y a los cultivadores de la lengua de Roma, a los
solos y tinicos caballeros, pues los demés son inquilinos),
hhasta cudndo consentiréis que vuestra ciudad, no digo ya
el domicilio del imperio, sino la madre de las letras, esté
dominada por los galos? ¢Consentiréis que la latinidad
sign oprimida por la barbarie? ¢Flasta cuando veréis todas
las costs profanadas con ojos duros ¢ inmisericordes?
lasta que apenas queden sefales de los fundamentos?
‘Algunos de vosotros escriben historias, y vale tanto
como habitar entre los Veios. Otros traducen la litera-
tura griega y es como posarse en Ardea. Otros componen
discursos y hacen poemas y significan defender el Capi-
tolio y Ia ciudadela. Ciertamente que todo esto es algo2 Humanismo y Renacimiento
hhetmoso y digno de no pequefias alabanzas. Peto esto
no expulsa a los enemigos, no libera a la patria. Debemos
imitar a Camilo, ese Camilo que traiga y restituya a la
patria las banderas perdidas, como dice Vit
da, 6). Cayo valor fue tan extraordinario para los demés
due los que estaban en el Capitolio, o en Ardea o entre
Jos Veios, no podian salvarse sin él
Esto mismo sucederé ahora en nuestro tiempo. Los de-
més escritores que compusieron algo sobre la lengua Ist-
na serin ayudados por él. Por lo que a mi respecta, a éste
imitaré. Este ejemplo tengo delante, Reuniré un ejército
—en cuanto me Io permitan mis fuerzas— ¢ inmediata-
mente lo llevaré a luchar contra los enemigos. Iné al cam-
po de batalla, Iré el primero para animaros a vosotros.
Combatamos, os lo suplico, en esta batalla honestisima y
bellisima, no s6lo para rescatar a la patria de sus enemi-
gos, sino también para que aparezca que al recibirla se
imita lo mis fielmente posible a Camilo.
Muy dificil, ciertamente, es realizar la hazafia de aquél
que, a mi juicio, es el mayor de todos los emperadores
¥ con toda razéa llamado el segundo fundador de la civ
Gad después de Rémulo. Hagamos, por tanto, muchos
como somos en esta materia, lo que él solo hizo, Con
toda justicia y verdad se deberd lamar y juzgar como
Camilo a todo aquel que verdaderamente se entrega a esta
‘area,
De mi sélo puedo afirmar que no me daré por satis-
fecho en tan gran empresa, echindome encima un peso
tan grande tan dura tara, hasta que wen ots di
puestos a proseguir lo que resta por hacer. Pues estos
bros no contendrén casi nada que ya no se haya ensefiado}
pot otros autores (por lo menos aquellos que todavia vi
ven). Empecemos, pues, por el principio.
7 Veins o vey, habitantes de Ia ciudad etrusca de Veyes. Fi
on incorporados Roma tna vee dominados por los efritos
Ianos, Arde, ciwdad del Lacio, cerca del mar Tiereno, incor
Fada nds tarde. a Roma, Camilo (Lucio Furia), general rr
Gel siglo rv &. Cy amado segundo fundador de’ Roma por h
‘errtado. a lor los, impidiendo ast que los cindadanes
‘donazan ta’ ciudad
Sobre el libre albedtio *
Vengamos ya al tema. Antonio* vino a verme a me-
diodia y al no encontrarme ocupado, sino sentado en el
patio con los criados, después de una breve divagacién
sobre l fema y acomodado Ja circunstanci, prosiguis
fe esta manera:
* Laurent Vallee, De libero arbitro, edit Matia Anfossi, Fe
renze, 1934. Texto de 57 paginas incluido en los. Opuicol fo.
Sofcl, testi e document inedts rari, pablicati de Giovanni Gen
tile Be este optsculo traducimos el texto que sigue a continuscion,
FEL Didlogo sobre El libre albedrio, o sobre la ibertad,. s¢
sey con na Fearn cont os gue queen plantar a to.
Iola con la filosofia. Valla se duele de que la filosotia se imponge
‘os mismos tedlogos. Tal sucede, por ejemplo, en el caso de
2, sdemsindo amigo de Uy flesafin,'¢ guica cnc dono
se dispone a cootestar. Vala adelanta a tesis de que el problema
‘& lg predestinacén ro se soluciona con Ia taxin (flosfla), sind
fe Por so Boe cat en inte
logo se entabla entre Antonio. Glatea ~-amigo de Loren:
py bopbre muy cuto—'y el mismo Lorenzo Valls Discure en
“8