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nador y veedor de los tormentos y atormentade: res de las pecadoras dnimas... Yo, Celestina, th mas conocida Clientula, te conjuro:... vengas siti tardanza a obedecer mi voluntad, y en ella te ef y esto hecho, pide y demanda de mi tw voluntad. El cambio social, de este modo, adquiere la re sonancia de la metamorfosis mitica: la Celestina ef la Circe de la ciudad moderna: “Yendra el dia quel en el espejo no te reconoceras El converso Fernando de Rojas contrasta él movimiento realista de la ciudad moderna con el movimiento mitico de la ciudad fundadora: ambag son ciudades dolientes, urbes de la fuga, expul sion de los fragiles paraisos terrenos, nostalgia de la unidad fracturada; dolor, fuga y miseria presis didas por la sacerdotisa impura, la diosa humillad@ caso de la creacion y condenada a devas dad por el f tar la basura del hombre para limpiar la ci del hombre Detras del vasto palimpsesto hispano-hebreo dé La tragicomedia de Calisto y Melibea se len las pay labras del Zohar judio: Dios comparte con éf hombre la culpa de la creacién, pues Dios s@ mantuvo ausente del mundo y ésta fue la causa dé la caida comtin de Dios y de los hombres. La ley del gran texto esotérico hebreo rige el moviq miento todo de La Celestina de Rojas: ley de mug danza y trasiego que insensiblemente se revel como condicién misma de Ia vida: los hombres ¥ las mujeres viven en el mundo para representary tuna y otra vez, la creacién del mundo. La Celestina es, a un tiempo, el canto de cisne ¥ la gran herencia judia de Espana. Es el monug mento literario de la diaspora de 1492 52 Vil 521 es el afto de la derrota de los comuneros de Castilla en el campo de Villalar. ¢Por qué la juzgo fecha decisiva? No se han cansado los historia- dores conservadores, de Danvila a Maranon f indo por Menéndez y Pelayo, de record que la rebelién comunera no fue mas que una ¢s- pecie de brote anacrénico del feudalismo, una in- urreccién de la nobleza seforial contra el con. epto moderno del absolutismo encarnado por, Carlos V? Aceprar esta tesis, 0 negarla, es de gran importancia para entender la vida historica de Es- pana y sus colonias americanas a partir del siglo vi. Pues si la aceptamos, acepraremos también jue el imperium de los Austrias en Espafa y América significd un adelanto que nos puso al co- friente con la tendencia a la integeacién del ado moderno por via del absolutismo antifeudal, como sucedié en Inglaterra y en Francia. Pero si 1 negamos, llegaremos a la conclusién de que Carlos V, en Villalar, no derroto a una espectral nobleza feudal, sino que trasladé a Espaia el ideal uiniversalista del Sacro Imperio Romano Germé- nico, lo refundid con el impulso unitario de los Reyes Cat6licos y aplast6 las tendencias pluralis- tas y democraticas de la Espaita medieval en cran- ico hacia Ja modernidad Durante la Edad Media, Espana no carecié de srientaciones a favor de la tolerancia y el plura- Alfonso VI de Castilla, en un alarde de ambas actitudes, se proclamé a si mismo “Empe rador de las Dos Religiones”, y los musulmanes siempre mancuvieron un respeto moral hacia “los pueblos del libro”. En la vida intelectual, como hemos visto, las interfecundaciones de las tres culturas fueron constantes. Desearfa afadir, para ilustrar aun mas los im- pulsos hacia el pluralismo y la tolerancia, tres nombres a los que cité anteriormente. Don Sem Tob de Carrién, en el siglo xiv, escribe en he breo y en castellano una poesia lirica cuya melan- cola y ternura refina y reine la tradicién literaria arabe y la condicién existencial hebrea. Ambas heredades le permiten presentarse como el pri- mer poeta castellano que hace el elogio de los lic bros, de la educacién filosdfica y del vehiculo mismo de la tolerancia: el didlogo. El gran intelec= tual mallorqui, Ramén Lull, a principios del siglo ,asume, en el Libro del Gentil y las Tres Sabios, el papel del “pagano inteligente” capaz de escus char las razones de los representantes de las tres religiones, Islam, el judaismo y el cristianismo, a fin de conocer y combinar las virtudes de-todas ellas. Y en el siglo xv, el poeta catalan Ausias March es uno de los primeros escritores europeos cuya tematica expresa es la complejidad de la vida interior y el respeto debido a la existencia perso- nal. Simulténeamente, un fenémeno particular ¢ ba ocurriendo en los reinos cristianos de Es El feudalismo hispano slo fue fuerre em Catalufa y Aragon, pero aun en el caso de estos) dos reinos, las estructuras seforiales fueron até nuadas por realidades 0 instituciones moderados ras. En Catalufia, evidentemente, por la existencia de Barcelona con su poderosa burguesia y su ins tensa actividad comercial en el Mediterréneo. En Aragon, por la existencia del Justicia Mayor, cuyo caracter vitalicio le permitia fungir, no slo como. arbitro entre el rey y la nobleza, sino como pros tector de los perseguidos por la monarquia 0 la 54 aristocracia, En Asturias, Leén y Castilla, en cam bio, el feudalismo fue el mas débil de toda Eu- ropa, y ello por una razén obvia: el constante lesplazamiento de fronteras durante las prolon- gadas guerras de la Reconquista dificultaron en grado maximo la estabilidad de los derechos se- foriales sobre la tierra, base misma del feuda- lismo, Ademés, las fronteras de la cristiandad oftecian demasiadas zon as crepusculares donde | nobleza cristiana debia vasallaje a los moros, 0 vi- eversa Estas debilidades, y la ausencia de un poder entral unificado, promovieron el desarrollo del poder civil y de las instituciones locales a través Je cédulas de autogobierno otorgadas a las pobla- ciones, libertades consagradas dentro de maluples comunidades urbanas, autoridades judiciales in- Jependientes y una continuada revolucién de ex- pectativas en ascenso, encabezada por los centros culturales y comerciales burgueses. Desde el siglo 1, existen los municipios semiaut6nomos © con- cejos en Castilla. Se trata de atraer pobladores a las zonas reconquistadas mediante la concesi6n de fueros: autonomia politica y cédigos propios. Los concejos forman milicias y se asocian en herman dades para defender sus intereses. Los represen- tantes de los concejos se reiinen en las Cortes, en ayo seno encuentra representacién, desde el si lo xii, el tercer estado. Recordemos, pues, que es en Espafia donde por primera vez en Europa adquiere representac politica el estado Llano, uyas aspiraciones postergadas, en 1789, habrian le alimentar la explosién revolucionaria francesa Qué es el tercer estado?”, preguntaria entonces | Abate Sieyés en su exaltado panfleto: “Nada.” Pero en la Espaiia medieval, el estado llano ya era Algo. 55. Tampoco carecié la Espafia medieval de porosi« dad social. El siervo, lenta pero seguramente, po- dia ascender de la condicién de collazo del sefior a la de villano del rey y de alli a la categoria de burgués. En las ciudades de Castilla, el concepto de ciudadania se encontraba en proceso de gesta: cin y un numero creciente de individuos se ine corporaba a las asambleas politicas. José Antonio Maravall, autor del libro definitivo sobre la revo- lucién comunera, considera que las instituciones politicas de Castilla, a principios del siglo xvi, se encontraban en una etapa de desarrollo politico comparable a las de Inglaterra en la misma €poca. Mientras los reyes catolicos no interrum= pieron el. proceso politico civil, las ciudades los apoyaron en sus propésitos de unificacién. Pero cuando el joven principe Habsburgo, Carlos I de Espafia y V de Alemania, ascendi6 al trono en 1517 como heredero de la eina loca, Juana, y su finado consorte Felipe el Hermoso, jas comuni= dades urbanas sintieron que sus libertades eran amenazadas de diversas maneras, Hubo, sin duda, un elemento de xenofobia. El rey Carlos era fla menco y ni siquiera hablaba espaol. Pero lo que realmente alarmé a las comunidades fue la poli- tica del nuevo monarca, abiertamente abocada a una centralizacién creciente sin tomar en cuenta los derechos civiles de las ciudades y sus instivu- ciones locales. El impulso ciudadano hacia el constitucionalismo, inevitablemente, choc con la concepcién que el rey Carlos tenia del absolu- tismo como reproduccién y extension del impe- rium medieval La guerra civil de las comunidades ha sido lla- mada por Maravall, con exactitud, volucién modern Europ 56 la primera re~ de Espaita y posiblemente de La rebelion comunera, en efecto, fue el movimiento precursor de las revoluciones inglesa francesa, Sin embargo, tradicionalmente han sido los historiadores reaccionarios de Espana quienes la han condenado, paradoja de paradojas, como un movimiento’ reaccionario. Se olvida que por algo fueron inscritos los nombres de los ca: becillas comuneros, Padilla, Bravo y Maldonado, en las paredes del Congreso de Cadiz; la revolu cidn liberal de 1812 se considerd a si misma he redera de la revolucién comunera de 1520. El ar- gumento conservador ha sido que la revolucion ‘omunera fue una insurreccion de la nobleza se~ horial contra la autoridad real. Sin embargo, Juan Luis Vives, contemporineo de los hechos, comentarlos: "Sunt motus Hispaniae plebis adversus nobilitatem’: el pueblo espanol ontra la nobleza. Una nueva generacién de historiadores espa les, al cabo, ha puesto las cosas en su lugar as comunidades -dice Antonio Dominguez Ortiz fueron, ante todo, la expresién del disgusto de la clase media urbana de Castilla... Los comuneros querfan una monarquia cuya columna vertebral fuera la burguesia urbana La nobleza tuvo una participacién minima en Ja revuelta: oportunista en un principio, se unio al rey contra los comuneros en la fase final. Nadie ha descrito mejor la composicién social de la re voluciéa comunera que el propio Carlos V, en una carta dirigida a una serie de personajes incul pados en la rebelion, donde, a continuacién de nombre, el monarca cita los oficios de cada nombre: un reducido aamero de caballeros e hi- dalgos; un nimero mayor de regidores, alcaldes, jurados y sindicos, todos ligados a la vida de las ciudades que protagonizaron la rebelién; escriba nos y alguaciles, eclesiasticos menores (candnigos abades, arcedianos, deanes y chantres); huma tas y catedraticos; un gran némero de doctoresp licenciados, bachilleres, médicos y fisicos; y unl proporcién mayoritaria de mercaderes, cambiseagp norarios, boticarios, tenderos, mesoneros, arméy »s, azabacheros, cuchillerosy herreros, fundidores, horneros, aceiteros, carnices ros, salineros, especieros, cereros, pellejerog sombrereros, lenceros, cordoneros, zapateros, sagm tres, barberos y carpinteros, éNo se lee esta lista como el reparto del Owl jote? ¢No son los personajes del vasto mundo d@ Cervantes los mismos que desafiaron el absolim™ tismo de los Habsburgo y lucharon por el desi trollo de los derechos civiles? Pero lo que eff Cervantes es una mayoria silenciosa fue, en 1520) una mayoria yocal ante. El pueblo caster llano ya no podia expresar, en 1605, fecha de If publicacion del Quijote, lo que grits en 1520. ¥y lo que los comuneros exigian era un orden demos cratico. No titubeo en emplear la palabra “demon cracia” en el contexto de la revoluciéa espaioll de 1520; aparece constantemente en las demang das escritas por los comuneros, y es inherente al motivo de su lucha: la supresién de puestos po ticos y administrativos otorgados en perpetuidady la renovaci6n periddica de los funcionarios péblis cos, y el control publico del ejercicio de sus funs ciones; poner fin a las persecuciones contra log judios conversos; el rechazo del pago de tributog extraordinarios y la implantacién del principio dé ién mediante representaci6n, En la Castilla de las Comunidades, como obs serva Maravall, las demandas de los revolucionay ries fueron mucho més alld de los propésitos dé la Magna Carta inglesa, dado que los comunerog no hicieron la distincién entre un stabilimentunt 58 ros, plateros, joyer que ligase a barones y ciudadanos, por un lado, y 1 los barones y el rey, por el otro, sino que, mas bien, propusieron la idea revolucionaria de un nuevo orden constitutivo del reino en su totali- dad, dentro del cual el rey sdlo seria un ele- mento, De esta manera, realidad, estaban exigiendo una profunda reforma jue Maravall considera a la luz del desarrollo del Estado constitucional moderno: el derecho a la resistencia, el derecho del pueblo a fiscalizar al propio rey, el derecho de definir la politica de la como dice el Dean de Salamanca en al licenciado Diego de Guzman, “de comunidad, acuerdo con la voluntad de todos El consentimiento de todos”, “la voluntad ge- neral del pueblo”; semejantes conceptos, que a veces creemos propios del Siglo de las Luces, son ymunes y recurrentes en las cartas, discursos y proclamas de los comuneros espafioles del siglo XVI Me parece que todo lo dicho sirve p rizar a la revolucién comunera como un movi- miento politico de orientacién democratica. La tebelién se expres6 politicamente a través de la Junta General, una asamblea ejecutiva basada en el voto mayoritario y expresamente representativa Je la voluntad genera EI historiador Helmut Georg Koenisgberger, en su espléndida obra, Estados y Revoluciones, no duda en calificar a in gobierno revoluciona- todos. Ia Junta General como ” La derrota de los ejércitos comuneros en Villa- lar en 1521 significé un golpe feroz contra las fuerzas orientadas a favor de una Espafa mo- derna, democratica, pluralista y tolerante. Las. se: millas de renovacién que comenzaron a germinar durante la Edad Media y a dar sus frutos en 1520 539 fueron aplastadas por el puto de un imperium anacrénico, fundado en la pureza de la sangre, li intolerancia, la persecucién, la ortodoxia religiosa y la mutilacion de la cultura pluralista de Espana. Carlos V impuso a Espaia el sistema de la ordi= unum propia del Sacro Imperio, en tant que las comunidades deseaban establecer cl prins cipio moderno de Ja unidad a través del plunge lismo. Gabriel Jackson, en su libro sobre la B pahia medieval, resume la catastrofe: “Espana rem dujo drasticamente sus recursos econémicos ¢ ins telectuales en el momento preciso en que iba @ convertirse en una potencia mundial. Res mente, dio la espalda al ideal del pluralismo cula tural en el momento preciso en que extendia swt dominio sobre pueblos aborigenes de culeurag sumamente variadas.” Consideremos por un instante lo que hubiest significado para las colonias americanas de Espana el trasplante a nuestras tierras de un orden constix tucional en pleno desarrollo democratico. 1521 el mismo ao, los comuneros son derrorados ef Villalar y Cortés conquista la Gran Tenochtitlan En lugar del poder vertical y autoritario de los age tecas, los espafoles instalan el poder vertical y aud toritario de los Austrias. El Rey, el Consejo dé Indias, la Casa de Contratacion, el Virrey, el Cam pitin General, el Gobernador, las Audiencias yy aplastado por la piramide del poder jerarquico, é cabildo, De alli la extraordinaria importancia, a mi pare cer poco estudiada, de la derrota comunera en log destinos de la América Espaiola. Al derrotar al movimiento democratico en 1521, Espana venci6 anticipadamente a sus colonias como entidadeg politicas viables. De alli la terrible dificultad de Hispanoamérica a partir de la Independenciay 60 nuestras luchas por la descolonizacién han debido combatir, por asi decirlo, un coloniaje al cua- drado: fuimos, al cabo, colonias de una colonia. P ues la Metrépolis que nos regia pronto se con virtié en las Indias de Europa. El tesoro del Nuevo Mundo no salvé a Espaiia de esta paraddjica situacién: ¢} cenit de su poder fue practicamente simultineo @ la iniciacién de su lecadencia. Como lo explica Rondo Cameron, “El flujo de oro y plata proveniente de las colonias espafolas incrementé enormemente las existen- cias de los metales monetarios en Europa. El go- bierno espaiol intent6 prohibir la exportacion de de imponer esta inter se la pudo impo- el propio gobierno lingotes, pero fue incapaz liccién, En verdad, ni siquie: ner a si mismo, ya que fu yuien mayores cantidades de oro y plata exports ia, Alemania y los Paises Bajos a fin de pa- gar sus deudas y financiar sus interminables gue- tras.” Ademis, el contrabando desde Espai xeneralizé: uno de los personajes del Quijote, Ro- que Guinart, se gana la vida, precisamente, como contrabandista de los metales de Indias. De Italia, Alemania y los Paises Bajos, el oro y la plata se diseminaron por el resto de Europa, provocando amosa “revolucién de los precios”. Comin a 1 Europa, este proceso inflacionario afecté nordialme cios, por necesi a la propia Espana, pues los pre- ascendieron mas, y mas rapi damente, en el pais donde estaban 10s tinicos Iu- gares legalmente autorizados para recibir los me- tales del Nuevo Mundo: los puertos de Andalu- cia En La riqueza de las naciones, Adam Smith, refi- riéndose a la expansién del capitalismo, escribe que “el descubrimiento de América y el del pasaje a las Indias Orientales por el Cabo de Buena Espe- 61 ranza son los dos hechos mas grandes y mas impor tantes registrados en la historia de la humanidad”y No debemos tomar muy en serio esta opinion: es lt de un economista. De todos modos, dos empresag ibéricas fueron decisivas para el desarrollo del capi- talismo moderno; pero ni Espafia ni Portugal se bes ‘Seguin lo explica Keynes, el prow ceso inflacionario espafiol se inicié en 1519, con ef arribo del primer botin mexicano, y durante log serenta ais siguientes (es decir, hasta 1588, el anoy de la derrota de la Invencible Armada) precios ¥ salarios aumentaron velozmente, aunque aquéllos se mantuvieron por encima de éstos. Pero a partif de 1588, los salarios sobrepasaron enormemente ay Jos precios, siendo ambos los mas altos de Europa Esto significé que la oportunidad espanola de acum mular capital fue de muy corta duracin y se dif rencié del proceso equivalente en Francia, Inglates tra, los Paises Bajos y Alemania. En Espafia, el nuevo poder adquisitivo se cons centré inmediatamente en los receptores directog de los tesoros americanos: las clases aristocraticag y dirigentes, las cuales lo utilizaron, suntuariag mente, en aumentar el costo de los servicios (1p que Keynes llama inflacin de las rentas) y no ef la acumulacién de capital (lo que Keynes llama ing flacién de la cia). Pero en el resto de Bug ropa, el nuevo poder adquisitivo fue canalizado poll el comercio privado y los metales adquiridos @ bajo precio fueron revendidos a alto costo efi minos de comercio. Durante el siglo xvi, de esta manera, el norte) de Europa se encontraba en plena eupa de acu mulacién de capital. Espaia, mera intermedia del tesoro americano, desprovista de capitalistall modernos, obligada a adquirir productos manufac turados en el exterior y a alto costo, y a vendef 62 materias primas a bajo precio, entré en un pro- ceso de decadencia econdmica ilustrado por un simple dato: en 1629, de acuerdo con los estudios de un economista espanol contemporaneo a los hechos, Alonso de Carranza, el oro y la plata de jas minas de América, en un 75%, terminaba en manos de los comerciantes de solo cuatro ciud des europeas: Londres, Rouen, Amberes y Ams- terdam. En 1598, Felipe II, llamado “El Prudente” por su dificultad en tomar decisiones, muere una muerte atrozmente dolotosa y excrementicia en el sombrio palacio, monasterio y necrépolis de El Escorial. Le rodean los tesoros que el Monarca aprecia por encima de toda la plata y el oro del mundo: las calaveras, las canillas y las manos dise- cadas de santos y martires, las reliquias de rona de espinas y de la cruz del Calvario Deja, detris de si, la voluntad suicida de man- tener inmévil la estructura organica del imperium medieval, de restaurar la unidad de Ja fe y de ce fir la vida intelectual a los estrechos y vigilantes limites propuestos por el Concilio de Trento y la Inquisicion: Deja, det acentuara dura s de si, una crisis econémica que se te el gobierno de Felipe II: reino de los favoritos reales, el Duque de Lerma, el Duque de Uccda; expulsién de los moriscos y ruina de las clases medias de Valencia y Aragon; depresin econémica; in luacion de la moneda; sustitucién del oro y la plata como circu- lance por el vellén de cobre; quiebra, bandidaje, picaresca: la Espaiia del Quijote, el Guzman de Alfarache y la corte de los mendigos. Deja, detras de si, el desastre de la Invencible Armada, prueba suficiente de la incapacidad de Espafia para desempefar el papel hegeménico en 63 la politica europea; y esta decadencia del pode} internacional de Espaiia se acentuard durante él gobierno de Felipe IV, reino del Conde-Duqué de Olivares, derrota de Espaia en la guerra de treinta afios, Tratado de Munster de 1648 y reco nocimiento de la independencia de las Provinciag Unidas de Holanda, Paz de los Pirineos de 1659 y pérdida del Roussillon, Cerdefia y Flandes; i: dependencia de Portugal; rebelién catalana. } Deja también, las semillas de la locura y la eng fermedad que él mismo hered6 hasta culminar li linea con el cadaver viviente, Carlos el Hechia zado, impotente, tarado, coronado de palomag angrantes, y cuya autopsia revelara un corazém del tamaio de una nuez, los intestinos podridos un solo testiculo negro. La muerte del tiltimo de Jos Austrias hunde a Europa en la Guerra de la Sucesion Espanola. En 1534, Juan Luis Vives habia escrito @ Erasmo de Rotterdam: “El tiempo en que vivimos ¢5 dificil en extremo, y tanto que no podria decir cual ¢s mas peligroso, si el hablar o el callary iCuantos espanoles, a partir de entonces, no pos drian repetir las palabras del gran humanista cone’ verso, exilado de Espaiia, sus posesiones confiscas das y su familia quemada en la hoguera por Santo Oficio! Y cuantos mis, como Quevedo cie afios después de Vives, no podrian exclamar dow lorosamente, “No he de guardar silencio”, y cuess) tionarse a si mismos y a su sociedad: t f {No ha de haber un espirieu valiente? ZSiempre se ha de sentir lo que se dice? Nunca se ha de decir lo que se siente? Entre Vives y Quevedo, el Concilio de Trento) (1545-1563) establece Ja rigurosa vigilancia de lay Contrarreforma y Espaiia asume el papel de Defen= 64 sor fides contra la marea del protestantismo, el libre examen y la herejia politica, literaria, moral, reli- giosa o racial. Sin embargo, como escribe Gabriel Jackson, “Dentro de la propia Espafia, Cristianos nuevos y viejos resistieron el espiritu de la inquisi- cién y crearon corrieates heterodoxas que mantu- vieron vivos muchos aspectos del pluralismo me- dieval.” Recordemos que, ademas de los ya men- cionados Rojas y Vives, Fray Luis de Leén y Fran- co de Vitoria eran de ascendencia judia. La triple herencia de Espaia opt6 por la clandes= ) tinidad y el disimulo. Pero el lenguaje, la sensibil dad y las tensiones del arte y la literatura espanolas, serian marcados para siempre por el pluralismo dd su anténtica herencia cultural.

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