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3 4 = La REJUSTIFICACION José, a los 19 afios de edad Después de entrar en a oscuridad del confesionario, José cerr6 la puerta tras él y se arrodill6. Era un confesionario de estilo antiguo, compuesto de tres secciones del tipo cabina. El sacerdote Sweeney, pastor de la parroquia, ya estaba sentado en la cabina del medio, En la cabina de la izquierda, una anciana estaba confesando con suaves susurros sus pecados aun cura, En la cabina de la derecha José estaba esperando su tumo, considerando silenciosamente los sucesos agridulces de la semana pasada. Los problemas de José comenzaron el fin de semana anterior con el, viaje anual a esquiar de la universidad. Habfa regresado de las montafias, a la ciudad el domingo por la noche cuando ya era tarde. A pesar de que no estaba preparado para las clases del lunes, se desplomé en la cama demasiado extenuado tanta fiesta como para hacer algo al respecto. Los dos dias siguientes pasaron como un relémpago en el apuro de ponerse al dfa, Para mediados de semana, todo estaba bajo control... todo, es decir, excepto una cosa: la conciencia lo atormentaba, José no habja asistido a misa el domingo mientras estaba esquiando, pero ese no era el problema, Después de todo, estaba viajando, y no sabia donde estaba la Iglesia Cat6lica. El problema era el sdbado en la noche, El problema era Cyndy. José la habfa conocido temprano ese mismo dia mientras estaban jun- tos en la telesilla, y entonces habfan acordado encontrarse para cenar esa noche en el hotel. Lo demés, bueno, simplemente sucedié. EI sdbado en la noche era una nueva experiencia para José, en cierta ‘manera atrasada, pens6. Al principio se sintié extrafiamente contento con- sigo mismo, més refinado, en la flor de su vida, No obstante, después de ‘unos cuantos dias de reflexi6n, la culpa estaba arrojando una sombra ne~ gra sobre cada recuerdo. Tenia que hacer algo. ‘La REJUSTIFICACION 65 «Puede comenzarsu confesién ahora mismo» —dijo el sacerdote Sweeney. La vor familiar del sacerdote asust6 a José e hizo que sus pensamien- tos volvieran al confesionario. El sacerdote Sweeney habfa deslizado y abierto un panel de madera que cubrfa la pequeiia ventana entre las dos cabinas, La ventana de plistico transhticido tenfa pequefios agujeros para permitir que pasara el sonido, pero ocultaba casi toda la luz. José pod ver la silueta del pastor que se perfilaba sobre la ventana mientras espera- ba que José respondiera. José incliné la cabeza y, haciendo la sefial de la cruz, comenz6 su confesién, «En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espiritu Santo. ‘Amén, Bendigame sefior cura, porque he pecado. Ya han pasado dos afios, desde mi tiltima confesién.» «Ese es un tiempo muy largo» —recaleé el sacerdote Sweeney—. Es buena que haya vuelto al sacramento de la reconciliacién, Quiero que se sienta libre de contarme lo que tiene en su corazdn.» Luego, con més formalidad, el sacerdote Sweeney comenz6 a recitar El rito de la peni- tencia segtin el ritual romano:' «Que Dios, quien ha iluminado todos los corazones, te ayude a conocer tus pecados y a confiar en su misericordia, Acudamos a Jestis, quien sufrié para salvarnos y se levanté de nuevo para nuestra justificacién.» Luego, después de leer unos cuantos versiculos de las Escrituras, el sacerdote Sweeney hizo una pausa y afiadi6: «Ahora puede confesar sus pecados.» José comenz6 hablando répido: «Perdéneme sefior cura, porque he pecado, Confieso que yo, yo...» titubes y se detuvo. Cuando era nifio, José siempre habfa tenido preparada una lista de pecados para recitar: Le falté el respeto a mi madre tres veces; menti ocho veces; fui poco amable ‘con mis hermanas diez veces; robé las monedas de la cartera de mi ma- dre dos veces.... Pero esta vez era diferente. Esta era la primera vez que tenfa que confesar un pecado sexual grave. José comenz6 de nuevo: «Confieso que falté a misa unas diez. veces; mentf cuatro veces; hice trampa en un examen en la escuela. ¥ relacién sexual con una muchacha... una vez.» Después de una larga pausa, el sacerdote Sweeney respondié con cal- ‘ma, «Faltar a misa es una ofensa grave. Le priva a usted de la ayuda que necesita para evitar el pecado.» Luego el anciano sacerdote explicé pa- cientemente a José cémo el descuidar los sacramentos le habia conduci- do al fracaso moral. Terminé con una pregunta, «Se da cuenta que la fornicacién es un pecado serio?» «Si, lo sé» —respondié José sinceramente. «Muy bien —dijo el sacerdote con tono paternal—. Para su penitencia quiero que diga el rosario, Necesita ser mds diligente en su recepeién de Jos sacramentos y evitar situaciones que le hagan pecar. Ahora haga un ‘10 de contricién.»

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