18,
19,
20.
21
22,
22)
H.E. Dana y Julius R. Mantey, A
y , A Me irammar
Festament (Forono: Macmillan Company, 1558) "200, ae
. Tanguetey, A Manual smatic Theology (N
1939) tomo dh, aagntl f Dogmatic Theology (Nueva York: Descee,
Ibid.
Algunos eruditos catélicos seialan
o sefalan a 1 Juan 5:17 o
para dlvidiel pecad en categoras de mortal y vena 834] oo oe
Er eens pect: pero hay pecado no de muerte» (1 Jn. 5:17),
conduce ala muerte es pedo manta,” A I Pecado que
que Jestis habia venido en came.
Suan exhorsa alos ristianos aque se
pueseh rae con confianza porque Dios ory contestar sus petciones
gang 13).No obstante, Joan hace una excepeién a esta pomesn, oS
pisre,vete a su hermano cometer pecado que no sea de muerte pedir
; €st0 es para los que cometen pecado que no sea d
Iiuere. Hay pecado de muere, porel cual yo no digorqie eines hee
aferren a la verdad. Les asegura que
cidn es que no hay perdén para los
para los i
Dios por el pecado,esucist cl Salvador (ie, 64-9) st
por ara tan 5:17, por lo tanto, no est habland de diferentes castigos
pore pecado, en, de una condicién especial euando la oracion
intereesoraesinapropiad, Si una persona comete «pecado ue oe veg
mercies pe 6 ets0 prea de posta, no debe haee
5 ios no esté dispuesto a hor pedi
Matthias Premm, Dogmat aig (Rete
boaters egmaite Theology forthe Laity (Roekfor, 1: Tan
elvin L. Farrell, Catholic C
(Milwaukee Hi-Time Publishers, 1979 13g, ems and Teachers
a5
EL DESTINO FINAL
José, a los 58 aftos de edad
A\ pesar de que José continué durmiendo, su respiracién pesada y for
zada habia despertado a Margaret, su esposa, Ella encendié una lampara
y trat6 de despertarlo, pero José no respondfa, Margaret estudié la forma
‘en que respiraba: bocanadas poco profundas, diez por minuto, cada una
puntualizada por un profundo gemido, Frenética, estiré la mano para al-
canzar el teléfono.
La primera llamada de Margaret fue a los servicios de emergencia,
«(Creo que a mi esposo le ha dado un ataque al corazén! Por favor ven-
‘gun pronto.» Después de hacer varias preguntas, el despachador le asegu-
r6 que una ambulancia estaba en camino.
La segunda llamada de Margaret fue al sacerdote Mario Sanchez, el
cura de la parroquia, Aunque todavia estaba medio dormido, el anciano
sacerdote prometié ir inmediatamente,
Cuando Hlegaron los paramédicos, Margaret se retir6 en silencio a un
rine6n de la pieza, Desde allf observ6 cémo uno de los paramédicos co-
menzaba un examen de las sefiales vitales de José y el otro pasaba la
informacién por teléfono a un médico en el hospital de la ciudad. Margaret
no se dio cuenta de que el sacerdote Sanchez habia entrado al cuarto
hasta que lo oy6 recitando en un susurro suave el Rito de la Uncidn,' el
sacramento final.
Con una estola sobre sus hombros y una pequefia vasija de aceite en la
mano izquierda, el anciano sacerdote se incliné sobre la cama y ungié la
frente de José con la sefal de la cruz, rezando: «Mediante esta sagrada un-
cién, que el Sefior en suamor y misericordia te ayude con la gracia del Espi
rity Santo.» Luego, mientras un paramédico inyectaba una linea intravenosa
cen el brazo izquierdo de José, el sacerdote Sanchez ungié la mano izquierda
de José: «Que el Sefior, quien te libra del pecado, te salve y te levante.»
ay