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Y, ademas, en segundo término, hubo una razén de peso para desconfiar de los argumentos légicos que parecian impe- cables y a cubierto de toda objecién posible. Las pruebas empezaron, en efecto, a no contar tanto en Retérica, cuando resulté de general conocimiento que, em- pleando exactamente la misma forma argumental de la filo- sofia eleata para demostrar que el Ser existe, un minucioso y en apariencia inobjetable argumento, Gorgias pudo llegar a alcanzar, en un discurso tan “demoledor” como los de Prota- goras [Protag. B 1 D-K], una importantisima pero inespera- da conclusién, a saber: que las cosas son incomunicables, pues lo visible o lo percibido por el gusto, al comunicarlo, lo transformamos en audible [Gorg. B3, 84. 3bis, 21 D-K], lo que, por lo menos, debiera hacernos desconfiar y aun dudar de la absoluta fidelidad de la palabra respecto de la realidad. aCémo no dudar de la incapacidad del lenguaje para re- producir la verdad si con el “lenguaje-pensamiento” somos capaces de pensar y comunicar lo que de antemano sabemos que no existe, como, por ejemplo, la realidad de un hombre volando o de una carrera de carros sobre la superficie del mar 0 la presencia a cada lado de un estrecho de dos seres monstruosos, Escila y Caribdis, que engullian los barcos de los desafortunados marineros que intentaban cruzarlo, o la existencia de un endriago o animal fabuloso, la Quimera, provisto de cabeza de cabra, cuerpo de leén y cola de ser- piente? [Gorg. B3, 80-83]. EL CARACTER CONVENCIONAL DEL LENGUAJE 57. El lenguaje incapaz de reproducir la Naturalexa: Antifonte el Sofista La falta de correspondencia del lenguaje con la realidad, y, por tanto, la debilidad del discurso racional, se revelaron tam- 83 bién y quedaron en evidencia al estudiar los Sofistas la realidad politico-social y descubrir que el discurso moral y el discurso le- gal no sdlo son meramente convencionales y carentes de apoyo ninguno de la Naturaleza tras de si, sino que, con harta fre- cuencia, resulta que son una flagrante trasgresién de la Natura- leza. En efecto, segtin Antifonte el Sofista [B44A D-K], las con- ductas humanas determinadas por los pardmetros de la mo- ral o la ley son absolutamente dependientes de las circuns- tancias politico-sociales, pues un hombre rodeado de testigos obrarfa segtin la justicia y obedeciendo los preceptos legales de la ciudad, pero una vez que se encontrara sin testigas se- guiria indefectiblemente los dictamenes, o sea, los instintos de la Naturaleza. ¥ esto es asi porque los preceptos de las leyes son afadi- dos, convencionales, acordados por una comunidad, pero no son innatos ni naturales ni necesarios como lo son las im- posiciones de la Naturaleza. Y la Naturaleza termina siem- pre triunfando, a la postre, sobre toda imposicién conven- cional politico-social, Asi pues, creer que con el “discurso-pensamiento” o dégos captamos la Naturaleza y la transmitimos a través del discurso €s un craso error. La prueba mas patente de ello —aiiade— es * que la mayor parte de los preceptos presuntamente justos se- giin la ley es hostil a la Naturaleza [B44A D-K]. Las convenciones, que se aceptan como inamovibles en las diferentes comunidades politico-sociales, son discursos mdximamente alejados de la Naturaleza, per lo que cabe desconfiar siempre de la capacidad del “lenguaje-pensamien- to” para interpretar la realidad. La superioridad del discurso de la Naturaleza frente al con- vencional discurso legal es evidente para Antifonte. Los pre- ceptos legales son fruto de la convencién, los naturales, en cambio, nacen por sf mismos. La mayor parte de los princi- pios contenidos en el discurso de la convencién se opone 84 frontalmente a los que emanan de la Naturaleza, pero estos iiltimos triunfan siempre porque para todo hombre el vivir y el placer a los que induce el discurso de la Naturaleza son los mas tiles preceptos. En cambio, las leyes convencionales —y por esto precisa- mente se desacreditan— contienen principios que son opues- tos a la Naturaleza, que es la ley mds extendida entre los hom- bres todos, porque, a base de prohibiciones y leyes coerciti- vas, ordenan soportar sufrimientos o aceptar desventajas. Y ademas, de las leyes se puede escapar, de la Naturaleza no, y la ley es incapaz de socorrer a quienes acuden a ella y no impide que se cometan desmanes ¢ incluso se presta a que el malhechor obtenga provecho de ella. Las leyes convencionales son causa de mil injusticias en cuanto que introducen distingos en los hombres que, barba- ros o griegos, son todos iguales en cuanto que todos respiran por la boca y por la nariz y comen cogiende los alimentos con las manos. En consecuencia: los convencionales discursos lega- les no sdlo no son verdaderos, sino que, por sus muchos fallos y defectos, estan abiertos a perenne discusién, pues, por ejem- plo, la justicia no puede ser entendida como “no cometer in- justicia, si no se sufre previamente”, sino “no hacer ni sufrir injusticia alguna”, incluso no dar testimonio verdadero si se piensa que puede dafar a otro [B44A D-K]. No hay, por tan- to, mds que contradicciones entre la Naturaleza (Phisis) y el discurso de la Convencién (Némos). Na se puede decir nada mas claro con menos palabras. Y es més, si creemos a Platén —y parece ser que no hay mas remedio— Hipias (un contempordneo, sdlo un poco mas jo- ven, de Protagoras) pensaba que a los hombres todos los unia en connatural y gratificante concordia la Naturaleza por esa ley natural que une lo semejante con lo semejante, pero que los separaba ese tremendo tirano que era la Ley o la Convencién, ese discurso nefasto que tantas cosas violenta al margen de la Naturaleza, la verdadera soberana [Pl. Pri. 337c] 85 Con el “lenguaje-pensamiento” nos podemos alejar a gran distancia de la Naturaleza, lo que es una seria causa de des- confianza respecto de la capacidad de aquel para reproducir la realidad. 38. Protigoras promotor de la Convenciin para el progreso Y el mismo Protagoras, el gran fildsofo que dejé de su doctri- na indeleble huella en la producci6n intelectual y artistica de la Atenas de su época, tenia muy clara la contraposicién entre la Naturaleza y la Convencién o la Ley, o sea, la oposicién de lo natural a todo discurso o “lenguaje-razon” 0 légos converti- do en ley o costumbre en una determinada comunidad. Ese discurso, sin embargo —piensa el estupendo Sofista— no hay mas remedio que fomentarlo 0 avivarlo en beneficio del progreso ético y politico-social de las comunidades huma- nas, una idea que debié parecer muy brillante a los contem- poraneos del Sofista de Abdera, porque, a decir verdad, apa- rece recogida, para alimento placentero de los espectadores, por los tres grandes tragedidgrafos dticos, Esquilo [PV 442- 68], Sofocles [S. Ant. 332-71] y Euripides [ Supp. 201-13]. En efecto, segin este personaje, al que hoy dia calificaria- mos de eminente fildsofo, jurista, politdlogo y pedagogo, los seres humanos necesitan desarrollar convencionales institu- ciones sociales para sobrevivir en un mundo peligroso y hos- ul, tal cual es el mundo de la Naturaleza, y estén obligados también a generar, conocer y respetar todo un convencional discurso sobre las virtudes de la justicia y el autocontrol, si es que pretenden que sobrevivan y florezcan sus instituciones politico-sociales. Estamos ante un filésofo que es consciente de la incapaci- dad del /égos o “lenguaje-pensamiento” para alcanzar la Ver- dad y, al mismo tiempo, del valor altamente educativo que, en el plano de lo politico-social, tienen las presuntas verdades 86 a las que el légos o “lenguaje-pensamiento” del ser humano tiene acceso. 59, El cardcter convencional del lenguaje Si se lee con calma el discurso de Protdgoras en el didlogo platénico que lleva su nombre [Pl. Prt. 320c ss.], se captara el importante detalle de que Hermes, el mensajero de los dioses, no va a repartir entre los hombres la Justicia (Dike) y el Respeto (Aidés) como las demas artes, es decir, dando la medicina a unos y concediendo a otros otras artes, sino ob- sequiando a todos por igual con el mismo discurso (Pl. Prt. 322c]. Para la educacién, por tanto, ha de impartirse un discurso no natural, sino convencional, ese discurso sobre la Justicia (Dike) y el Respeto (Aidés) que fue regalo de los dioses a los hombres. El mismo Antifonte el Sofista, del que acabamos de tratar, aunque partidario de colocar la Naturaleza por encima del discurso convencional de la Iey, a la hora de aconsejar a sus conciudadanos, insistia sobre el enorme valor de la concor- dia para la convivencia de los ciudadanos y la fortaleza de las ciudades, entendida como la unificacio6n de un semejante modo de pensar compartido por todos los ciudadanos. Y esto es algo —argumentaba— que sdlo se puede lograr me- diante la educacién (paideusis), que es una especie de siem- bra de la que depende Ja bondad de los frutos que de ella resulten [B60A D-K]. Es, pues, claro que los Sofistas establecieron el caracter convencional y pactado del convenido discurso legal o politi- co-social, un discurso muy alejado de las obligatorias leyes de Ja incognoscible Naturaleza. Pero, este discurso lo pueden aceptar y respetar (de hecho asi lo hacian Protagoras y Anti- fonte el Sofista y otras, precisamente por su general acepta- cién por la sociedad independientemente de su mayor o me- 87 nor grado de adaptacién a la Naturaleza, o sea, con indepen- dencia de su mayor o menor veracidad). KAIROS, PREPON, ETHOS, PATHOS Y LEXIS EN LA RETORICA SOFISTICA 60. La psicoligica Retérica de los Sofistas Ante estas premisas, no ha de resultar extrafio que en la Reté- rica influida por la Sofistica que se desarrolla en la democrati- ca Atenas del siglo v a. J. C. se prefieran las estrategias persua- sivas psicologicas (de psicologia individual y social y estéticas) del lenguaje a las légicas, cuyo alcance no inspiraba gran con- fianza. En efecto, dos de las caracteristicas de la Retérica atica del siglo v a. J. C. son, en primer término, que atiende més a las estrategias lingiifsticas psicolégicas (emocionales y estéticas) que a las légicas, con lo que la Retérica se convierte en un “arte de seducir o arrastrar Jas almas a través de las palabras” (Pl. Phdr. 26la] y; por ello precisamente, dentro de la misma linea de lo psicoldgico-social, en un arte que insiste en la im- portancia del “momento oportuno” o kairés. Si lo importante del discurso retérico no es su imposible concordancia con la realidad —asunto que rebasa las posibili- dades meramente humanas del humano “lenguaje-razé6n” o 16- gos—, sino su conexién con los oyentes que son los jueces que, una vez por ellos oido, emitiraén su veredicto sobre lo por él tratado, se impone que se pronuncie en las circunstan- cias mas favorables a su aprobaci6n. 61. La Retérica segiin Platon No se equivocaba Platon (429-347 a. J. C.), en la generacién si- guiente, al considerar que la actividad retérica del Tenguaje era 88 una psukhagogia o “arrastre del alma” [Phdr. 26la. 271c], pero no cientifica ni basada en la ensehanza (didaskaliké) [ Grg. 455al]. Ahora hien, el Divino Filésofo, filésofo dogmatico convenci- do de la existencia de la Verdad Absoluta y por tanto contrario a la Retérica, la comparaba al arte culinario [Grg. 462e], pues consideraba a ambas artes ramificaciones de la misma practica técnica, a saber, de la practica de la adulacién [Grg. 463a8]. Al hacer esta comparacién nos dejé la pista de lo que los rétores influidos por la Sofistica pensaban sobre la “verdad” de un discurso retdrico, a saber: que ésta no se fundaba, en absoluto, en la concordancia del lenguaje con la realidad, que es imposible de conocer y transmitir con el lenguaje, sino en la aceptacién con que lo acogieran los oyentes. Para el Divino Filésofo, los rétores y oradores sofistas no eran médicos de las almas, como pretendian, sino puros adu- ladores que daban a sus oyentes lo que éstos creian desear y no lo que de verdad, aun sin ser plenamente conscientes de ello, querian [Grg. 466d]. La Retérica que Plat6n nos presenta es una Retérica cuyos practicantes no se rigen sino por principios que hoy conside- rariamos propios de la Psicologia Social. Y esto lo hacian asi los condenados Sofistas, porque 1a oratoria es una actividad del discurso o del lenguaje “psicagégico” o “arrastrador del alma” que estd, segtin Platén, intimamente vinculada a la mt- sica y la poesia, que son otras dos especies de “comunicacién con el pueblo” o demegoria [Grg. 501d-502d}. El gran problema anadido de la Retérica para el Divino Fi- lésofo es que coincide con Ja Musicologia y la Poética, hasta el punto de que poietés es la palabra que emplea precisamente Plat6n en el Fedro para referirse al orador Lisias [Phdr. 234¢ y 236d), autor de un discurso retérico que sale a relucir en el mencionado didlogo. Por lo tanto, en virtud de esa coincidencia, el orador, al igual que el poeta tragico o el compositor musical (que es un poeta sin palabras), no hace sino dos cosas: conmover a los 89 espectadores provocandoles pasiones [R. 605d] y gratificar sus sentidos con embelesadoras palabras, sin acercarse ni por aso- mo a la Verdad, antes bien, tratando en todo momento de adularles en beneficio propio [Grg. 502d10-503d4]. Ese era, segtin Platén, el gran fallo de la Retdrica, su absolu- ta despreocupacién de la Verdad, lastimosamente sacrificada en aras de la suscitacién de emociones y de la produccién del placer estético del embeleso en los oyentes de Jos discursos. Ahora bien, para los Sofistas, que ponian en practica esas estrategias persuasivas de indole fundamentalmente psicoldgi- ca y estética, era nula la posibilidad del conocimiento de ele- vadisimos e inalcanzables temas como el de los dioses, la Na- turaleza o la existencia humana. Por ello, en su opinién, no merecia perder el tiempo un perseguir sombras vanas y, en cambio, resultaba mucho mas rentable conocer el instrumento con el cual crear la sintonia politico-social mediante un discurso provocador de emociones y sensaciones estéticas sobre determinados asuntos mds huma- Nos 0 sea politico-sociales. Y esto significaba estudiar la psicologia de la transmisién del discurso, 0 sea, las emociones que un discurso podia pro- vocar en sus receptores —como hizo Trasimaco de Calcedén en sus Apelaciones patéticas a la piedad de los jueces [Arist. Rh. 1404a14]—, la influencia del talante del orador reflejado en el discurso sobre los oyentes —como hacian Antifonte y Tuci- dides [Th. II, 65, 8] y luego Lisias, maestro de la etopeya segin Dionisio de Halicarnaso (i a. J. C.) [D. H. Lys. 8]—, y asimis- mo el vocabulario, la gramatica, la poesia, la prosa y el estilo, como hicieron tantos y tantos Sofistas y rétores, desde Prota- goras a Isécrates pasando por Gorgias, Prédico e Hipias. Asi era esta Retérica “psicolégica” influida por la Sofistica que Platén rechazaba por exclusivamente psicolégica y des- preocupada de lo que para el Divino Fildsofo era la Verdad. La Retérica seria aceptable para Platén si, abandonando la adulacion, se basara en un buen conocimiento psicolégico de 90 los diferentes tipos de almas de los oyentes, en un buen cono- cimiento de las técnicas discursivas apropiadas a cada ocasion y, desechando para siempre por insuficiente el “argumento de la probabilidad” 0 “argumento de la verosimilitud” 0 eikés, ensefiase a elaborar los discursos apoyandose exclusivamente en el “conocimiento verdadero” [Phdr. 270b-272d], para, asi, esgrimiendo la Verdad, poder hablar de asuntos agradables a los dioses y a la vez complacerlos a ellos mismos [Phdr. 273e]. En este caso, la Retérica seria “el arte de lo realmente retéri- co y persuasivo” [Phdr. 269c]. Pero el problema es, justamente, éste: ges capaz el lenguaje de captar y comunicar la verdad? Porque, si lo fuese, la Ret6rica seria efectivamente el arte de la persuasién de lo verdadero apoydndose en estrategias psicoldgicas y estéticas del lenguaje, y la Poética seria el arte de la mimesis 0 “imitacion” de las acciones humanas verdade- ras aprovechandose, igualmente, de las estrategias psicolégi- cas y estéticas propias del lenguaje y (en el caso de la musica y la danza, inseparables del tradicional concepto de la poesia) obteniendo provecho también del connatural placer humano provocado por la ficci6n mimética, el ritmo y la armonia. 62. Lenguaje y Verdad en Retérica Pero, centrandonos ahora en la Retérica exclusivamente, podria- mos plantearnos la cuestidn siguiente: ¢y si el lenguaje no sirve para la cabal reproduccién de la Verdad y lo que larmamos los seres hu- manos “Verdad” no es eterna ni inmutable sino que varia al com- pas de los cambios de las circunstancias espacio-temporales? Esta es la pregunta crucial a la hora de disenhar una Retérica acorde a las capacidades del lenguaje, y, justamente, la que se plantearon y a la que respondieron los Sofistas. Si el lenguaje no sirve para captar la realidad y capturar de este modo la Verdad, sino sélo para arrastrar el alma de los oyentes a través de lo psicoldgico (y lo estético, que es parte de 91 lo psicolégico), lo més importante de un discurso sera que su lenguaje se haga operativo en el “momento oportuno” (hairés) y sea “apropiado” (prépon) al entorno inmediato para que asi pro- cure la mejor sintonia posible del orador con su audiencia. Pues bien, los Sofistas, conscientes de las limitaciones huma- nas en la adquisicién del conocimiento, rechazaron toda certeza cognitiva, toda feroz afirmacién légica y, renunciando a articu- Jar universales en pos de una Verdad absoluta, se contentaron con la “probabilidad” o “verosimilitud”, que es la tinica verdad del hombre, una verdad —al igual que él mismo— contingente (Protagoras decia que la vida del hombre era muy corta como para intentar saber de los dioses [B4 D-K]), limitada en el espa- cio y en el tiempo, y ademds extraordinariamente flexible y cam- biante, pues, segiin Gorgias, la filosofia y la fisica de los fenéme- nos atmosféricos que se difundian en su tiempo (s. v a. J. G) consistian en una velocisima mutacién de opiniones que se iban sucediendo e intercambiando unas por otras, toda vez que la ra- pidez del pensamiento hacia que la creencia en las opiniones se alterara también con gran presteza y suma facilidad [Gorg. B11, 13 D-K]. El mismo Aristételes, tan platénico y por eso a veces tan dog- mitico, afirma, sin embargo, que el objeto de la Retérica es “lo probable”, lo ¢ikds, lo que sucede “como por lo general” (hos epi t poltt [Rh. 1357a34]) y las cuestiones que “admiten ser también de otra manera” (endékhetat hai dllos chhein [Rh. 1357a24]) y que una cosa es “lo verdadero” y otra “lo parecido a !o verdadero” 0 “verosimil”, aunque la captura de ambas cosas sea propia de la misma capacidad del hombre [RA. 1355a14]. En tal caso, si la Retdrica es el arte de la “probabilidad” o la “verosimilitud”, es decir, esa Verdad contingente y politico- social que hay que capturar y exhibir en el “momento oportu- no” o kairés y que se adapta como algo “conveniente” o “apro- piado” (prépon) a las circunstancias inmediatas, en ella no caben de ningtin modo los discursos exhibidores de presuntas Verdades absolutas. 92 63. La “opinién” como dmbito de la Retorica La palabra no engafiaria tanto —nos explica Gorgias [B11, 11 D-K]— si todos recordaran todos los acontecimientos del pa- sado que, explicados con aparentes discursos persuasivos, a la saz6n tenian todos los visos de verdaderos y sin embargo re- sultaron vanos, y si previeran los sucesos del futuro que ter- minardn invalidando les discursos del presente tenidos por poco menos que infalibles. Entenderian entonces los seres humanos cémo cambian los aparentes discursos verdaderos, que, en cl fondo, no son mas que “opiniones” inseguras y carentes de fundamento. La “opinién” (déxa) es siempre inestable e insegura y por tanto hace resbalar y tambalearse a quienes la abrazan insen- satamente con entusiasta y decidida entrega. 64. El “oyentejuez” como requisito fundamental del discurso ret6rico El criterio de “Verdad” en el sentido de ‘aceptacién social’ no estA en la realidad exterior al lenguaje, sino en el lenguaje convertido en discurso apropiado pronunciado en el momento oportuno, en su kairés, y adaptado a las circunstancias inmedia- tas (prépon) para de esta suerte ser aprobado por los oyentes que acttian como jueces de su contenido. Desde que se impusieron el pensamiento de Protagoras (“el hombre es la medida de todas las cosas” [Protag. B] D-K]) y la doctrina de Gorgias (no puede existir un criterio de la verdad basado en la conformidad del ser con la realidad si resulta que el ser ni existe ni puede conocerse ni transmitirse, por lo que, a efectos practicos, viene a ser como el “no ser” [B3, 87 D-K]), ello era inevitablemente asi. Una prueba evidente de este traslado de Ja fuerza persuasiva de un discurso retérico desde la realidad a los jueces es la estra- tegia gorgiana —curiosamente, aprobada, admitida y recomen- 93 dada por Arist6teles— consistente en hacer reir a la audiencia (o sea, a los “oyentes-jueces” [Arist. Rh. 1358b12], de una situa- cion retérica, que siempre es agonal o competitiva) de las pa- labras del adversario cuando éste hable en serio y, al contra- rio, hacer adoptar a los oyentes (que a la vez son jueces que dirimen un pleito) una actitud triste a base de las palabras del oponente cuando éste intente decir cosas graciosas [Arist. Rh. 1419b3]. De esta prescripci6n gorgiana, probablemente —segin un escolio al Gorgias platénico [Schol. Pl. Gry. 473e]— extraida del Arte (Tékhne) del sofista de Leontinos [D. L. VIII, 58], se dedu- ce, en primer lugar, que todo discurso es agonal 0 competitivo y que, por tanto, el lenguaje sirve para hacer algo, es pragmati- co, tiene capacidad retérica, una capacidad que se ejercita en la arena en la que se producen las competiciones politico-socia- les, Pero, en segundo término, si reflexionamos sobre el hecho de que en todo discurso se da inevitablemente una confronta- cién y de que hasta el mismo Aristételes aconseja hacer reir a los jueces de la sericdad del oponente o bien, al contrario, ha- cerles fruncir el ceo ante la chocarreria o presunta comicidad del adversario, concluimos que eso sélo puede significar que el criterio de verdad retérica se encuentra, tal vez no sélo pero si preferentemente, en el discurso y que por tanto es menester que éste se adapte al maximo al momento oportuno o kairds y a las circunstancias (o sea, que sea una realizacién de lo conveniente, bien adaptado 0 prépon), para que asi contribuya en la mayor medida al beneticio del orador y al detrimento de su adversario u oponente, 65. La educacién ret6rica isocrdtica Un gran rétor llamado Isécrates (436-338 a. J. C.), discipulo del ya mencionado sofista Gorgias, afirmaba que los discursos 94 no pueden ser buenos si no son “oportunos”, “apropiados” y “novedosos” [XIII 13, cf. IV, 9, y X, 11]. ¥ en su discurso titulado A Demonico, aconseja que las dos mas claras “ocasiones oportunas” u “oportunidades” (kaérod) con las que tenga que contar un orador para hablar en pt- blico sean el conocer bien el tema del que se va a tratar y la necesidad de hacerlo al estar obligado el futuro orador por causa mayor: “habla de lo que sepas mucho o de lo que te veas obligado a hablar, pues sélo en estas ocasiones la pala- bra es mejor que el silencio” [Isoc. I, 41]. Hablar en publico implica un evidente riesgo, el inevita- ble riesgo agonal de Ja confrontacién, pues hay que tomar la palabra para hablar mejor que el oponente 0 —como dice Isécrates, autor de impecables discursos epidicticos escritos, encomiiasticos, politicos y educativos— mejor que ningin orador hasta el momento [Isoc. IV, 7-8]. Si este objetivo no se logra, se pierde siempre. Por eso los discursos que Isécrates proponia como mo- délicos a sus discipulos no trataban temas nuevos, sino que sacrificaban la originalidad tematica a las enormes posibili- dades o virtualidades psicolégicas y estéticas del discurso persuasivo, capaz de educar moralmente los caracteres por el simple anhelo que el orador alberga de hablar bien ante los conciudadanos sobre temas nobles, filantrépicos y mo- rales. En la escuela isocratica regia una “filosofia” educativa de corte ético-politico, derivada sin duda alguna de la Sofistica!? pero influienciada también por la doctrina socratica, segan la cual para alcanzar cumplidamente el objetivo de la Reté- rica, que era el de convertir a sus estudiantes en depurados oradores, habia que ensefiarlos, a través del poder psicoldgi- co y estilistico del lenguaje, a pensar bien y tener buenos 8 También Protagoras cifraba ta “excclencia politica”, la politike areté, en la euboulia, o “buen consejo” que implica “hablar y actuar bien” (eit ligein kai prat- tein). Cf. Platén, Prt. 318e. 95 prop6sitos (ei phronein), a albergar de continuo filantrépi- cos o humanitarios sentimientos, a obrar bien (eit prattein) moral y politicamente, y a hablar bien (ei légein) a base de emplear el estilo periddico, hacer uso de las figuras “gorgia- nas” aunque con mayor discreci6n y moderacién que el so- fista de Leontinos, y evitar el hiato. 66. La ecuaciin ético-politica “hablar bien es pensar bien” En la educacién (paideia) de la escuela isocratica, la pertec- cién retdrica y la pesfeccién ético-politica, que es el ideal de la paideta ciudadana, se funden en un solo y inico programa. Y de este modo, el resultado de esta educacién retérica propuesta por Isécrates era la phrénesis, la “prudencia” [soc. XV, 271], que llevaba aparejada consigo la correccién en el hablar y en el actuar, la diccién elocuente y la gestion correcta de los asuntos publicos, esos dos requisitos funda- mentales para triunfar como ciudadano en la vida politica, o sea, en la gestién de los asuntos de la pélis. ¥ ese ideal se lograba merced a la capacidad psicolégica y estilistica del lenguaje que permitia formar a la vez moral y estilisticamente a los alumnos de la escuela interesados en ser oradores de discursos tan merecedores de elogio por su alto grado de moralidad como por su elocuencia. La clave de esta ensefianza esta en la equivalencia verifica- ble entre hablar bien en publico y pensar bien ética y politica- mente con respecto a los conciudadanos, Si esta equivalencia se admite, resulta evidente que, entre- nandose con discursos retéricos para la discusién y la puesta en practica de los asuntos nobles y elevados, el orador en ciernes y discipulo de Isécrates, merced al caracter psicoldgi- co (es decir, psicoldgico y estético) y politico-social del len- guaje, aprender dos cosas a la vez, a saber, a ser virtuoso y a ser elocuente. 96 Nada mejor para llegar a ser un ciudadano ética y politi- camente correcto que ejercitarse en idear y pergefar discur- sos colmados de ideas filantrépicas destinadas a favorecer a los conciudadanos, que precisamente por ello serén en el més alto grado persuasivos. No importa que cl tema del que se trate haya sido ya previamente watado. Lo que si cuenta —y definitivamente— es que el tema sea moral y politica- mente correcto, que tenga una forma novedosa y digna de consideracién y que se componga en el momento oportuno (kairés). Y asi, en el Panegirico nos explica Isécrates que, como con los discursos se pueden tratar los mismos temas de muy diferen- tes maneras y hacer que lo grande parezca pequenio y lo insig- nificante grandiose, y lo viejo parezca nuevo y lo nuevo viejo, y se puede y aun se debe hablar con estilo arcaizante de lo nuevo y con estilo moderno de lo antiguo —ideas todas ellas que ya habian sido expuestas por su maestro Gorgias de Leontinos [Pl. Phdr. 267a]—, no le queda mas remedio al orador que cal- cular bien su “oportunidad” (kairés) para hablar de un tema comtin ya tratado —cosa que no empequetiece en absoluto la calidad del discurso—, pero siempre noble y educativo, exhi- biendo su aquilatada formacién moral y, al mismo tiempo, haciendo el “apropiado” (prépon) uso de las palabras y com- poniéndolas con brillante estilo para superar a sus anteceso- res (Isoc. IV, 8-9]. A diferencia del arte que ensefia el uso de las letras del alfabeto —nos dice Isécrates— proporcionando unas nor- mas o reglas fijas ¢ inmutables, un arte comparable a la Re- térica vulgar, su personal Retérica, educativa y moral ensena como leccién primera que sin “oportunidad” (kairés), “co- rrecta adaptacion” (prépon) y novedad (t6 kainds ékhein) en el empleo del lenguaje no se puede componer un discurso re- térico aceptable, pues los discursos no pueden ser buenos si no son “oportunos”, “apropiados” y “novedosos” [Isoc. XIII, 13. Cf. IV, 9; X, 11]. 97 67. Lenguaje persuasive y “oportunidad” de la persuasion Seguimos estando ante el planteamiento basico de la Retorica Sofistica: ante la imposibilidad de captar y transmitir la Ver- dad absoluta, la clave de la persuasién estd en el discurso, y concretamente en las cualidades de indole psicolégica (entién- dase, psicoldgica y estética) y politico-social del lenguaje, que son las tinicas capaces de educar al orador en ciernes. La razén de ello estriba en que el lenguaje es un artefacto de validez temporal y espacial, adaptable a las mas distintas circunstancias de un tiempo y de un lugar (dimensién politi- co-social), que emociona y conmueve a los oyentes, que hace parecer grande lo pequefio y pequeiio lo grande, y que se puede elegir y embellecer (dimensién psicolégico-estética). De aqui surgen muy engrandecidos, dotados de gigantesca importancia, los conceptos de kairés 0 “momento oportuno”, prépon o “adaptacién a las circunstancias” y léxis (“estilo”) 0 ca- pacidad para elegir novedades de dicci6n (Hipias se jactaba de decir siempre algo nuevo [Hipp. Al6, 6]) y de “enhechizar” [Gorg. B11, 10 D-K] (pues, segtin Gorgias, nada separa al len- guaje de la poesia sino el metro, lo que significa que se puede estilizar la prosa con estrategias y hermosas palabras poéticas [B11, 9 D-K]). Incluso —tal como nos lo hace saber en Sobre ef no ser 0 sea sobre la Naturaleza [B3, 80-83 D-K] y el Encomio de He dena [B11, 8 D-K]— la “ficcionalidad” no es una caracteristica privativa de la poesia, ya que lo es del lenguaje en general. Y fue la filosofia de la Sofistica la que produjo las circuns- tancias precisas y apropiadas (prépon) para que la importancia de esos conceptos se magnificara. Como la Verdad absoluta no existe, tampoco existe un tiempo indefinido para la persuasi6n, sino que, mas bien, hay momentos concretos que resultan “oportunos” y “apropiados” para pronunciar un discurso persuasivo, para que sea acepta- do por los oyentes, porque ningtin discurso perdura valido o vigente para siempre, ya que la Verdad no consiste en la con- 98 cordancia del discurso con la realidad sino en Ja aceptaci6n del discurso por sus receptores. Si la Verdad residiese y consistiese en la conformidad del discurso con la realidad, no harfan falta esas adaptaciones de indole politico-social y psicolégica que son cl kairés u “oportu- nidad” y lo prepén o “adaptaci6n a las circunstancias”. Ahora bien, como no es posible controlar la coincidencia del lenguaje con la realidad, el orador habra de contentarse con poner como objetivo a alcanzar mediante su discurso la persuasion del auditorio. ¥ Ia aceptacién del discurso por parte de sus receptores de- pende sobre todo de su “oportuna” (kairés) y “conveniente” (prépon) adaptacién a las circunstancias del momento, por lo que la clave de la persuasién reside en la manera en la que las palabras del orador atraigan o arrastren mediante estrategias psicolégicas (psicolégicas y estéticas) las almas de los oyentes. 68. La Retérica como arte de los discursos La clave de la Retérica esta en el lenguaje mismo, en su ca- racter psicolégico y politico-social, capaz de persuadir a los oyentes, por lo que la mejor definicién de la Retérica es la que proporciona Gorgias de Leontinos en el didlogo platéni- co que lleva su nombre y que reza, poco mas o menos, asf: La Retérica es “un arte que versa sobre los discursos y cuya prac- tica (praxis) y eficacia (ktirosis) se lleva a cabo a través de los discursos” [Pl. Grg. 450b]. La definicién quiere decir que la Retérica no sdélo es un arte que trata acerca de los discursos y el lenguaje, sino que es precisamente el arte de hacer, mediante discursos dirigidos a los conciudadanos, cosas eficaces y ratificadas y autorizadas (matices semdnticos que se agrupan en la voz griega kéérosis) aprovechando las palabras capaces de lograrlo psicolégica- mente. 99 Y si esto es asi, no cabe duda de que, como acertadamente interpreta Sécrates las palabras de su interlocutor en el mis- mo pasaje del ya mencionado didlogo, para la Retérica el “peso decisivo”, el “poder investido de autoridad”, la “confir- macién ratificada”, es decir, lo que en griego antiguo y en Ati- co de Platén se dice ktivos, voz que es justamente la que em- plea el fildsofo en ese lugar del Gorgias, es el discurso, que es lo que en realidad cuenta [Pl. Grg. 450e5]). Aunque luego el filésofo trata de confundir al Sofista inter- pretando que la voz “discurso”, légos, se refiere también al dis- curso mental, sabia muy bien que aquél en su definicién apuntaba a los discursos pronunciados, provistos de palabras y dirigidos a los conciudadanos. Gorgias de Leontinos, por tanto, definia un arte que depo- sitaba todo el peso ratificador (el kéros) en el discurso mismo, no en su conformidad con la realidad, sino en el mismo arte- facto compuesto con palabras de indole psicolégica y politico- social que seducen y fascinan las almas de los oyentes [Gorg. Bll D-K]. La Retérica es el arte cuya practica consiste en lograr la efi- caz ratificacién de los discursos mediante estrategias psicolégi- cas y politico-sociales. He aqui cémo surgieron los conceptos de kairés, prépon, éthos, pathos y léxis (“estilo”), que no son mas que la conse- cuencia légica de que el presunto “criterio de Verdad” se ha trasladado de la realidad al discurso y a las circunstancias po- litico-sociales, todas ellas modificables mediante estrategias psicolégicas y estéticas. 69. El orador en el discurso retérico En la Retérica amparada bajo la filosofia de los Sofistas, esa filosofia que no coloca el criterio de verdad en la conformi- dad de la “palabra-pensamiento” o Jégos con la cosa mentada 100 porque “el hombre es la medida de todas las cosas, de las que son en cuanto que som y de las que no son en cuanto que no son” [Protag. Bl D-K], el orador del discurso retérico per- suasivo debe considerarse obligado a hablar, debe salir a la palestra o subir a la tribuna convencido de que no tiene mds remedio que volcarse en esa “ocasién oportuna” o kairds, en ese momento decisivo en el que “la palabra es mejor que el silencio” [Isoc. I, 41], y es entonces cuando, al amparo de la conveniencia de las circunstancias (lo prépon), su discurso debe ser “oportuno”, “apropiado” y “novedoso” [Isoc. XIII, 13. Cf. IV, 9; X, 11]. FE] orador (Palamedes) de la fictiva Defensa de Palamedes de Gorgias se disculpa por tener que hablar de si mismo, una ac- cién que va a llevar a cabo contra su voluntad y forzado por la necesidad, debido al hecho de que, en las circunstancias en las que se encuentra, amenazado por un cargo de alta trai- cién que implicaba, en caso de obtener veredicto condenato- rio, la pena capital, no tiene mas remedio que hacer lo que normalmente en las circunstancias menos constrictivas 0 com- petitivas 0 agonales de la vida ordinaria no hace, pues en la situacién en la que se halla ha de defenderse por todos los medios posibles para salvar la vida [B11a, 32 D-K}. 70. El hablar y el obrar oportuna y apropiadamente ¥ en el Epitafie [B6 D-K], el mismo Gorgias, a la vez que, en un estilo recargadisimo de figuras, poetismos y recurrencias, elogia a los soldados caidos por la patria por haber sabido cudndo hablar y cuando guardar silencio, él mismo exclama en el proemio: “jojala pudiera decir lo que quiero y quisie- ra decir lo que debo, pasando desapercibido a la indigna- cién divina y escapando a la envidia humanal”. O sea: el kairés u “oportunidad” y la adaptacion a las cir- cunstancias 0 prépon son cualidades fundamentales de la ac- 101 cién y de la palabra, que es también una forma de obrar (“la palabra es un gran soberano que a pesar de su mimtiscu- lo e insignificante cuerpo, lleva a cabo divinismas obras” ({Gorg. B11, 8 D-K]). Segtin el Sofista de Leontinos en su Epitafio, los caidos por la patria todo lo hicieron bien mientras estuvieron vivos por- que consideraron que la ley mas divina ¥ general entre los hombres era la de “decir o callar y hacer o dejar de hacer lo debido en el momento debido’, y asi resulté que fueron obsti- nados cuando convenia (sumphéron) y, en cambio, eran bonan- cibles cuando las circunstancias se acomodaban a ello (prépon) [B6, 12 D-K]. Asi resultaba que estaban alli muertos por la patria unos ciudadanos ejemplares que no eran inexpertos ni en la “re- yerta armada” ni en la “paz amiga de lo bello” [B6, 17 y 23 D-K] y que en ambos casos supieron obrar oportuna y apro- -piadamente. He aqui la perfeccién o la virtd tanto del obrar como del hablar: el hacer amibas‘cosas de maneta oportuna y apropiada. ” Hay dos ideas que nos deben Hamar Ja atencién may par- ticularmente en el texto precedente: Una es la ya conocida de que para este Sofista de Leonti- nas, que en su Encomiv de Helena afirmé que la palabra era “un gran soberano que a pesar de su mintisculo e insignifican- te-cuerpo, leva a cabo divinismas obras” [11, 8 D-K], el em- pleo de la palabra est4 al mismo nivel que la ejecucién de una accién, puesto que la palabra es operativa en cuanto que realiza “divinismas” (entiéndase: extraordinarias) acciones. La-segunda es que Ja palabra en cuanto accion y la genérica accién en si misma obtendran el éxito 0 acabamiento al que sus realizadores aspiran si se llevan a cabo en el momento oportuno (kairds) y acomodandose a las circunstancias (prépon) y¥ he €n otro momento u otras circunstancias cualesquiera. éCoémo medir 0 calificar la perfeccién de los actos y de las palabras o del empleo del lenguaje? 102 Por los criterios del momento oportuno (kairés) y del aco- modo a las circunstancias (prépon). Los caidos por su patria Atenas, en honor.de quienes Gorgias compuso su Epitafio, supieron Ahablar y callar y ha- cer y dejar de hacer siempre lo debido. en el. momento de- bido y en las circunstancias mas apropiadas.a cada una de. ~ :esas opciones. Son, pues, por ello precisamente dignas de todo.” elogio. : - Como el criterio de Verdad no es absohuto, la piedra de to: que de todas las acciones. (entre las que-se inclnye la de ha- blar) es la oportunidad con la que se-lleven a efecto. ~ Como la Verdad absoluta no existe ni-por tanto tampoco noermas de comportamiento que de ella se desprendan, no hay més criterio para el acierto o el desacierto. de Jas acciones y de las palabras, asimilables alas aeciones por cllas genera- das, que la oportunidad y ¢ justo acomiode a Jas circunstan-.- _ -iassque Tas‘han acompahado. : ° we . circunstancias, ‘es decir, adaptadg a tes, Jos -y embelesarlos. “JL Trasimaca de Galcedén y su definicion'de a Justigia Asi exactamente pensaba Trasimaco.de Calced6n, ft. 41B-a.- J.C.), conocido por su definicién. deta justicia camo “Io que, - ‘conyiene al mis fuerte” (“afirmo que Jo justo n0-

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