You are on page 1of 15
Las cosas que se digan, independientemente de que sean verdaderas o falsas, de que coincidan o no con la realidad, hay que decirlas en el momento oportuno, en las circunstan- cias oportunas y con las palabras mas oportunas para que lo dicho redunde en beneficio de quien lo ha hecho. LA FILOSOFIA RETORICA DE LOS SOFISTAS 76. La filosofia retérica de los Sofistas En efecto, para entender toda esta t6pica estratégica de indole psicolégica (pues presta especial atencién a los conceptos de kairés, prépon, éthos, pathos y léxis o “estilo”), hay que entrar de lleno en la filosofia de la Sofistica, sin la que no se entienden bien: La Verdad absoluta no existe y, desde luego, no esta en la realidad sino en el discurso temporal y localmente “verosimil” que se adapta bien a las circunstancias, que es, por tanto, mas psicolégico que ldgico, que no es absoluto ni necesario ni in- dependiente de las coordenadas de espacio y tiempo, y que, en consecuencia, requiere un “momento oportuno” o kairés y de una adaptacién a las circunstancias 0 prépon en su forma y en su contenido, o sea, en lo que se refiere a lo que se dice y a la manera en la que lo que se pretende decir se dice (“esti- lo”, déxis). La raz6n de ello es, en primer lugar, que si no hay discur- so no se muestra nada a nadie. Nos acercamos y aprehende- mos y comunicamos aparentemente la realidad a base y por intermediario del lenguaje [Gorg. B3 85 D-K]. Asi lo dijo Gorgias de Leontinos. En segundo término, que el discurso se gesta a partir de las sensaciones externas que se perciben con sentidos distintos del sentido por el que percibimos el lenguaje o discurso (el oido), por lo que la sustancia del lenguaje o discurso nunca 112 sera la misma de las cosas reales percibidas, de manera que, cuando decimos algo, en realidad no es ese algo lo que exhi- bimos 0 presentamos, sino que nos contentamos con “indicar” (mentiomen [Gorg. B3 84 D-K]) ese algo con lenguaje. Y, por ultimo, si lo precedente es irrefutablemente asi, si el lenguaje es lo que revela lo exterior que “no se revelaria a otro” sin el lenguaje (ouk an delotheie hetérot {Gorg. B3, 85 D-K]), si ademas, aun admitiendo que sea posible conocer la realidad y comunicarsela a otro, “no es posible que la mis- ma representacidn esté presente a la vez en dos sujetos sepa- rados” [Gorg. B3bis D-K = De Melisso Xenophane Gorgia 980b23], entonces el discurso verosimil ideal es el psicolégi- co, el sometido a su connatural restringida validez tanto en el espacio como en el tiempo, adaptado, pucs, al “momento oportuno” (kairés) y acomodado a las circunstancias (pré pon). La deuda a Ja Sofistica de la Oratoria atica del siglo v a. J. C. es indudable y enorme. Anteriormente, en los viejos tiempos de la Retérica siracu- sana, se habia practicado la estrategia retérica del eikés, “lo ve- rosimil”, “lo probable”, como principio fundamental de una determinada y concreta filosofia, la eledtica de Parménides, que identificaba la Realidad con el Lenguaje-Pensamiento (el Légos) en Ja inextricable unidad del Ser (recordemos cémo en el Himno Homérico a Hermes el mentiroso dios infante Hermes argumentaba que un recién nacido no puede robar una vaca- da y que por tanto eso no lo hizo él mismo [h. Merc. 265 ss. 292]). Ahora, por el contrario, con la Sofistica, el Ser —se afirma— es incognoscible e intransmisible y, por tanto, al ora- dor no le queda mas recurso utilizable que el “Lenguaje-Pen- samiento”, el Logos, que estd tajantemente separado de la Rea- lidad. Asf pues, si el “Lenguaje-Pensamiento”, el Légos, esta irre- conciliablemente apartado de la Realidad, el orador sélo lo- grara hacer triunfar su discurso si consigue imponerlo a la vo- 113 luntad de los oyentes que a la vez son jueces —a los “oyentes- Jueces”, que, tal como los concibe Aristételes [Arist. Rh. 1358b12], son quienes emiten el decisivo veredicto— adere- zandolo con estrategias psicolégicas (psicolégicas y_estilisti- cas)." 77. Lo verosimil como tinico criterio vdlido Una de tales estrategias psicoldgicas es el eikds, “lo verosimil”, “lo probable”, pero contemplada ya esta estrategia desde la perspectiva mas psicoldgica y politico-social que légica y onto- légica. A partir de los Sofistas, el eikés es una posibilidad que dicta el pensamiento racional o dégos y que tiene enfrente otras, sin que podamos afirmar cual es la verdadera, puesto que nues- tro conocimiento, en el sentido de coincidencia de nuestro pensamiento con la realidad, no es fiable ni aceptable. Por eso, hasta el mismo Aristé6teles en su Reldrica afirma que, como también es verosimil que ocurran cosas al margen de lo verosimil [1402a13] y dado que existen verosimilitudes aparentes [1402a27], hay que ser cautos cuando se juzga a partir de las verosimilitudes, pues, en realidad, eso es lo que el Estagirita quiere decir cuando aconseja “juzgar con el me- jor juicio” [Rh. 1376a18]. La filosofia de la Sofistica fue fundamental en el desarrollo de la Retdrica. A esta nueva Retdérica ya no le quedan mas asi- deros, aparte del kairés y de lo prépon, ya estudiados, que las estrategias psicolégicas del éthos o “caracter del orador”, el pa- thos o “apasionamiento de los oyentes” y el “estilo” 0 léxis, o sea, la eleccién de las posibilidades que brinda el lenguaje a la expresi6n del pensamiento. 184. Lépez Eire, “Sobre los origenes de la oratoria, I”, Minerva } (1987), 13-31 y “Sobre los origenes de la oratoria, II”, Minerva 2 (1987),117-31, 114 78. La palabra como emocién y como ficcién El ya tantas veces mencionado sofista Gorgias de Leontinos, dis- cipulo de Empédocles, que Ileg6 a Atenas el afio 427 a.J. Gy sento alli escuela, convencido de que la realidad tal cual es no puede ser aprehendida con tenguaje ni comunicada [B3 D-K), propone como modelo de discurso persuasivo un discurso que, a semejanza del ensalmo, seduzca y modifique el estado de las almas de los oyentes de la misma manera que las drogas o far- macos alteran la estabilidad del cuerpo [B 11 D-K]. Como ese discurso semejante al ensalmo se parece al recu- rrente lenguaje poético, Gorgias propone como modelo de su Retdrica un discurso persuasivo en prosa similar en recurren- cias al poético pero sin metro, rasgo que queda, asi, converti- do en la tmica caracteristica exclusiva de la poesia [Gorg. Bll, 9 DK]. La palabra (0 sea, el lenguaje), segtin este Sofista, lleva a cabo’ importantisimas obras (los lingtistas modernos dicen que “hablar es hacer”) \4 de dos maneras: afectando emocio- nalmente, a guisa de curativos ensalmos, las almas de los oyentes (acabando con sus miedos, quitandoles las penas, pro- duciendo en ellas alegrias e incrementando su piedad) y pro- duciendo en ellas el placer del ensalmo que Jas enhechiza, per- suade y las hace cambiar gustosamente de opinién por obra de una especie de “ardid” 0 “engafio” (apdte) que \es sobreviene. La palabra o emociona o “engafia”, Pero en el segundo caso el “ardid”, “trampa” o “engafio” (en griego, apdte) no es el de la mentira o la falsedad pura y dura (psetidos), sino el del amano, la simulacién o la trapaceria. Por ejemplo, con esa clase de “engafio”, “simulaci6n” o “supercheria” (apdte), Hera sedujo a Zeus [Hom. Zi. XV, 31] y Odiseo disimulaba sus propésitos e identidad al Hegar a ftaca [Hom. Od. XIII, 294]. MJ. Austin, How to do Things with Words, The M. 1. T. Press, Cambridge, 1962; Pragmatics, Cambridge University Press, Cambridge, 1983. 115 Por eso Gorgias, refiriéndose al espectaculo poético y tea- tral de la tragedia, decia que el espectador que se dejaba en- ganar por é] era mds sabio que el que no se dejaba [B 23 D- K], pues demostraba que no le faltaba sensibilidad para gozar del placer “psicag6gico”, o “arrastrador de almas”, y estético, poético y enhechizador de las palabras, la faceta mas impor- tante del lenguaje. 79. La psicagogia de la palabra Las palabras emocionan y “engafian” produciendo embeleso. Hemos pasado ya del magico poder de la palabra al “psicago- gico” poder de la palabra. La voz griega psukhagogia, de la que deriva el.término “psi- cagdégico”, significaba, en un principio (en los tiempos en los que se crefa en el magico poder de la palabra) “accién de evocar el alma de un muerto”, una labor que maliciosa y cé- micamente Aristéfanes en Las Aves atribuia a Sdcrates [v. 1555). Mas tarde, ésta es justamente la voz que aparece empleada por Platén para definir el propdsito esencial de la Retérica [Phdr. 261a; 271c]. Bien es verdad que el sofista de Leontinos no emplea para el concepto de psicagogia o “arrastre del alma” la voz psukha- gogia, pero probablemente si la conocia, pues su discipulo Isé- crates emplea el verbo “cautivar”. o “arrastrar el alma’, psukhagogein, para referirse a la ventaja que la poesia tiene so- bre la prosa. En efecto —afirma—, la poesia, al presentarse dramatizada en forma de tragedia [Isoc. I, 49], poniendo en contacto a los hombres con los dioses que les ayudan [Isoc. IX, 9], esce- nificando para la contemplacién en el teatro las acciones y combates que narraban los viejos mitos [Isoc. II, 49}, y al tole- rar, al mismo tiempo, todos esos recursos estrictamente poéti- 116 cos que, como el muy marcado ritmo y las simétricas recu- rrencias de los versos sometidos a esquemas métricos, aunque por la forma y el contenido no destaquen, es generadora de una especial conmocién psiquica y de una armonia estética que —puntualiza— “cautivan” o “arrastran el alma” (psukha- gogein) [Isoc. TX, 10-11]. Isécrates habla por su maestro: la psicagogia o “arrastre de almas” consiste en las emociones del teatro al escenificar los antiguos mitos y en las recurrencias poéticas tipicas de los en- salmos, los rituales y la poesia que, tanto por la forma como por el fondo, efectivamente “cautivan” o “arrastran las almas de los oyentes”. 80. La incapacidad del lenguaje como transmisor de la realidad Los argumentos légicos, las pruebas, no cuentan tanto en Re- térica, dado que, empleando la misma forma argumental de la filosofia eleata para demostrar que el Ser existe, Gorgias pudo llegar a demostrar, en un discurso tan “demoledor” (ka- tabdllon) como los de Protagoras [Protag. B 1 D-K], una im- portantisima pero inesperada conclusién, a saber: que las co- sas son incomunicables, pues Jo visible o lo percibido por el gusto, al comunicarlo, lo transformamos en audible [B3, 84; 3 bis, 21 D-K] y porque una sola y exactamente la misma per- cepcién de la realidad a través de la palabra no puede en modo alguno habitar a la vez en dos perceptores distintos [B3bis D-K = De Melisso Xenophane Gorgia 980b23]. : Gorgias de Leontinos habia heredado de su maestro Empé- docles la teoria segin la cual la percepcién resultaba de la fu- sidn de las sustancias emitidas por el objeto percibido, por un lada, con los poros de los respectivos drganos perceptores, por el otro [Emp. A 92-93 D-K]. ¢Cémo eliminar, entonces, las diferencias de las distintas per- cepciones, confundiendo asi la del tacto con la del ofdo 0 la de 117 la vista o el gusto? Y zcomo no van a ser distintas las percepcio- nes que transmite una misma palabra en individuos diferentes? Y si las percepciones de los diferentes é6rganos son distintas entre s{ y no es posible trasmutar una percepcién en otra sin alterarla sustancialmente, ¢c6mo creemos que las palabras que proferimos son el fiel retrato 0 trasunto de la realidad? Y si no es posible que las percepciones de un ciudadano sean idénticas a las de cualquiera de sus conciudadanos, ec6mo creer en la transmision de la realidad a través de la palabra? E] lenguaje no reproduce la realidad, pero tiene otras vir- tudes de las que se aprovecha la Retérica, que, segun Gorgias, no es mas que el arte de “la gestidn y la ratificacién a través de los discursos” [Pl. Grg. 450b 9]. En efecto, el lenguaje tiene un enorme poder psicolégico para persuadir, pues el mismo sofista de Leontinos nos refiere cémo a veces acompafiando a su hermano el médico Herédico, si un paciente no se dejaba persuadir por el doctor a someterse a una operaci6n, se le presentaba él y le convencia, no con ar- gumentos médicos, sino merced a su cabal conocimiento del potencial de la palabra, merced a su maestria en Retérica. 81. La Retérica gorgiana Si la Retorica, por tanto, a diferencia de las demas artes —dice Gorgias—, que reposan sobre un trabajo manual, es un arte que tiene que ver con los discursos que persuaden a los jue- ces en los tribunales de justicia, y a los consejeros en el Con- sejo, y a los asambleistas en la Asamblea, y a los conciudada- nos alli donde se retinan, y es un arte que con su fuerza esclaviza al médico y al maestro de gimnasia y al banquero prestamista [Pl. Grg. 452e], entonces ;cémo no va a estar ba- sada en la capacidad para “arrastrar las almas” de los oyen- tes, lo que sdlo puede lograrse con estrategias lingiisticas de indole psicolégica? : 118 A la pregunta de Sécrates sobre si no es cierto que la Retérica es mas persuasiva que didascalica, mds apta para persuadir que para ensefiar, Gorgias responde afirmativamente [Pl. Grg: 455al]. Naturalmente, Platén intentaba hacer reconocer al Sofista la existencia de la Verdad absoluta 0 poco menos, y al final —mi- lagros de la literatura— lo lograba. Pero fuera ya de la interesada manipulacién del Sofista por obra de Platén, los dos principios fundamentales de esta Retérica psicolégica (psicolégica-estética) gorgiana son que los discursos filos6ficos todos pueden reducirse a cosa de opi- nién facilmente cambiable, mientras que el lenguaje produce persuasién duradera a través de un discurso similar al poético pero desprovisto de metro, si bien cargado de patetismo y de estrategias de embellecimiento propias de la poesia. Psicologia y estilo —que, como venimos diciendo, es tam- bién una estrategia psicolégica del lenguaje— son las columnas en las que se apoya la Retérica inspirada por la Sofistica. LA RESPUESTA DE PLATON Y ARISTOTELES 82. Criticas a la Retorica Sofistica: Platén y Aristételes Aristételes en su Reiérica [1354a 11] echa en cara a quienes le precedicron como tratadistas del arte de la elocuencia el he- cho de que sélo se dedicaran a explicar cémo mover a los jue- ces a sospecha, compasi6n, ira u otras pasiones semejantes, cuando, en realidad, el argumento més importante en un dis- curso retérico es y debe ser, segiin él, el argumento légico [1354a14; 1354b21], el entimema y el ejemplo (parddeigma) [1356b5; 12], que constituyen el “cuerpo de la argumentacién persuasiva”, séma tés pisteos {1354a15). La apelacién a las pasiones 0 emociones era una estrategia claramente dirigida al “oyentejucz” [1358b12] y destinada a buscar la aquiescencia y la complacencia del oyente y no a mos- 119 trar la verdad del asunto en cuesti6n [1404a9], al igual que otra de Ia que abusaban, la de la diccién elegante y la buena re- presentacién del discurso, dos excelencias retéricas a las que el Estagirita llama “superfluidades” muy poderosas [1404a6]. Un discurso adobado con estrategias emocionales y estilisti- cas, surtia los mismos efectos —decia el Estagirita [RA. 1404a12]— que una representacién teatral, que una tragedia que emocionaba y encantaba al auditorio pero que, en reali- dad, no deja de ser pura fantasia o imaginacién destinada a complacer al ptblico del teatro. Por eso —afiadia— “nadie ensefia de esta manera geometria” [Rh. 1404a 12]. Estas estrategias iban dirigidas exclusivamente al oyente [Ra. 1404411], al “oyentejuez” [1358b12], como lo Iama Aris- t6teles, a quien se proponian conmover y enhechizar. También para Platén la Ret6rica asi entendida, la Retérica ‘psicagogica’ (o sea, psicoldgica y estilistica) de los Sofistas, era “una faceta de la adulacién” [Pl. Grg. 463c] que sdlo aspi- raba, al igual que la poesia tragica, que habia alcanzado en la Atenas del siglo v a. J. C. muy altas cotas de perfecci6n, “a complacer a sus conciudadanos” [502e5]. Los politicos —con- cluia el Divino Filésofo— cuando pronuncian sus discursos se parecen a los poetas en los teatros [502c12]. EI mismo Arist6teles nos explica la falacia persuasiva inhe- rente al lenguaje, en virtud de la cual nos dejamos arrastrar por la emocién o Ia hermosura de la dicci6n, o sea, por qué un discurso apasionado y un discurso estilisticamente elegante predisponen favorablemente al oyente. En ambos casos —nos explica— la persuasi6n nace de un “paralogismo”, un “razo- namiento que no es tal razonamiento”, o sea, un razonamien- to incorrecto o falacia. En el primer caso, 0 sea, en el discurso apasionado, el que escucha asocia el estado de 4nimo del que habla emocionada- mente a su expresi6n y compara lo que escucha y ve con lo que ocurriria si é] mismo fuera el afectado [RA. 1408a20]. De manera que la “diccién apropiada hace convincente el hecho” 120 [Rh. 1408a 19], es decir, la adaptacién perfecta a las circuns- tancias (prepén) hace inevitable ei paralogismo (o falacia), en virtud del cual el oyente acepta la sinceridad © veracidad de los sentimientos expresados por el orador. En el segundo caso, el del discurso estilisticamente elegan- te, el “paralogismo” se debe a la depravacidn o perversion [Rh. 1404a8] del oyente que, al escuchar un discurso retérico, es decir, un discurso que toca siempre temas referidos a lo opinable y no a lo verdadero y demostrable [Hh. 1404a1], aso- cia indebidamente lo elegantemente expuesto, mediante una buena actuacién teatral, a lo verdadero [RA. 1404a]. Porque —afiade— en toda ensefianza basta con un discur- so menudo, pero el exponerlo con estilo de diccién e inter- pretacién es apariencia ilusoria, mera y fatua fantasia, destina- da tinicamente a encandilar al oyente [Rh. 1404a8]. Pero lo cierto es que con gran frecuencia lo encandila. 83. Aristételes y lo psicoligico en la persuasion Ahora bien, a pesar de todos los reproches que el Estagirita di- rige a sus predecesores por no haber hecho caso de las argu- mentaciones racionales, de las que se desentendieron casi por completo (sdlo atendieron al cikés o “argumento de la probabi- lidad”), y haberse dedicado plenamente, en cambio, a especu- lar sobre la diccién patética y la expresién estilisticamente cui- dada, el caso es que él mismo, a pocas paginas de este aserto, divide las “estrategias persuasivas” (pisteis) de la Retérica en dos de indole psicolégica —las que se basan en el fiable carac- ter del hablante (éthos) y las que tratan de disponer al “oyente- juez” [Ra. 1358b12] de forma favorable, pathos )— y una sola de orden légico (la basada en la argumentacién misma del dis- curso retérico [1356a1]). Y, por si esto fuera poco, a favor de la tesis de la preponde- rancia de lo psicolégico en el discurso retérico 0 persuasivo, 121 aiiade, nada menos que con todo un libro, el libro III, el estu- dio concienzudo y serio de una nueva estrategia psicoldgica, la tercera, a saber: la que tiende a persuadir al “oyentejuez” [1358b12] por la cuidada disposicién estilistica del discurso. En realidad, el mismo Aristételes tiene en su Retérica mas paginas dedicadas a las estrategias psicoldgicas (las orienta- das a disponer de una determinada manera al “oyente-juez” [1358b12], a afectar o modificar de algtin modo las espera- bles reacciones de su cardcter sin entrar en el fondo de la cuestion) que a las ldgicas. 84. El libro III de la Retérica de Aristételes Para mostrar hasta qué punto el Estagirita se aparta de sus primarias exigencias de una Retérica basada en la légica y en la verdad (actitud propia del componente platénico de la doc- trina del filésofo) para acercarse a las tesis mds realistas que acerca del discurso retérico habian sostenido los Sofistas (acti- tud propia del filésofo pragmatico que era Aristételes), me yoy a permitir referirme al libro III, que, a pesar de las sospe- chas, que sobre él han recaido, de no ser aristotélico o de ser aberrante respecto de los dos primeros,' es, a nuestro juicio, prueba contundente del empirismo de ese filésofo a la vez platénico y empirico que fue ciertamente el Estagirita.'® En él se justifica cémo por la misma indole de la Retérica y por la groserfa y depravacién de los oyentes, el platonismo aristotélico cede ante la realidad y se convierte en empirismo. 'Cf. F, Marx, “Aristoteles’ Rhetorik”, Sh. Gesellschaft der Wissenschaften xu Lei- prig 52 (1910): 241-328; reproducido en R. Stark (ed.), Rhetorika. Schriften zur aristotelischen und hellenistischen Rhetorik, Hildesheim, 1968, 36-123; 1910, 245 (1968, 40): ,Das dritte Buch besteht aus zwei ‘Teilen, die weder mit den ersten beiden Bitchem, noch untereinander in irgendweicher Bezichung stehen*. ‘8 En el antiguo catdlogo de las obras del Estagirita, que, transmitido por Didgenes Laercio, remonta a Hermipo, sélo se mencionan dos libros de reté- 122 Pues, efectivamente, en él se nos hace ver cémo el éthos, el pa- thos y la léxis, en cuanto elementos 0 componentes de la realiza- cién de un discurso son muy poderosos y hasta necesarios € in- dispensables debido sobre todo a las deficiencias, escasa formacién y mala preparacién de los oyentes (otra vez se impo- ne el punto de vista del oyente, del “oyentejuez”), aunque, en realidad, serian innecesarios y superfluos, si el auditorio se com- pusiera de individuos bien formados y preparados, de filos6fi- cos y morales “oyentes-jueces”, pues en tal caso bastaria con de- mostrar los hechos mismos, que es, ni mas ni menos, el objetivo ideal de una Retérica filos6fica y moral de corte platénico. Sin embargo, el caracter mismo de la Retorica, en cuanto disciplina de una actividad que trata de opiniones o aparien- cias de saber (déxai), y el bajo nivel de formacién de los oyen- tes (que no son excelentes filésofos ni tan siquiera filésofos a secas, sino mas bien torpes y depravados, por Jo que en su gran mayoria son incapaces de seguir el hilo de una argumen- tacién larga),!7 su deficiencia moral o depravacién, su dege- neraci6n de gusto y juicio, obliga a respetar mas de un aspec- to de la practica Retérica que es la ejecucién del discurso’® y no solo exclusivamente el de ta racionalidad y la moral. El empleo de estrategias persuasivas no racionales o ldgi- cas, como el éthos y el pathos o la léxis, y hasta el empleo, den- tro de aquéllas, de argumentaciones paralogisticas 0 paralo- rica, y hay que esperar hasta Dioniso de Halicarnaso (concretamente a esos dos optisculos sobre retdrica y critica literaria que son el De compositione verbo- rumy la Primera Carta @ Ammeo), compuestos en el siglo Ta. J. C., para empe- zar a tener noticias de un libro terccro de la Retérica avistotélica. 17 Arist. Rh. 1355a24: “*y ademés, en relacion con algunas gentes, ni aun- que poseyéramos la ciencia mds exacta, seria facil a partir de ella persuadirlos haciendo uso de la palabra, pues el discurso cientifico es cosa de ensefianza y eso en este nuesiro propésito es imposible; antes bicn, en nuestro caso es de necesidad que las argumentaciones persuasivas y los discursos se realicen a tra- vés de nociones comunes”, 18 Arist. Rh. 1404a1: “pero refiriéndose toda la actividad de la retérica a la opinion, habré que atender a este asunto, no como si estuviera bien, sino 123 gismos, siempre que sean admitidos por la mayoria de los conciudadanos, se justifican asi. A ello obliga —como ya he- mos sefalado— la depravacién de los oyentes del discurso que acttian como jueces y que no son ni filésofos ni dechados de perfeccidn en la practica de la virtud moral. Pues bien, s6lo asi se explica que, en el libro III de la Reté- rica aristotélica, su autor nos recomiende en sendos pasajes, como si fuera un practicén de Retérica, en el primero, que no hagamos entimemas a la hora de suscitar las pasiones'® 0 mover los sentimientos de los oyentes, porque evidentemente un raciocinio y una apelaci6n al sentimiento hechos al mismo tiempo podrian ficilmente neutralizarse, y en el segundo, que si en determinado momento nuestra intencién no resulta crei- ble a través del discurso, afiadamos la causa, y si no hay causa en que apoyarnos, digamos que es que nosotros somos asi por naturaleza.”> En ese mismo libro IIE de la Retérica aristotélica su autor nos advertia que, refiriéndose toda la actividad de la retérica a la opi- nién (déxa), aunque lo justo seria competir con los hechos mismos, y considerar superfluo todo lo demas que quedara fuera de la demostracién [1404al1], se hace necesario, sin embargo, contar con estrategias psicolégicas y estéticas, o sea, operar con el éthos, el pathos y la léxis 0 “estilo”, pues todas estas estrategias se como cosa necesaria, dado que lo justo es no buscar con el discurso nada mas que evitar afligir o regocijar a los oyentes; pues Jo justo es competir con los hechos mismos, de manera que toda lo demés que queda fuera de la demostracién es super. fluo; pero, sin embargo, ese asunto tiene gran poder, tal como queda dicho, per causa de la depravacién de los oyentes”. 1 Arist. Rh. 1418a12:"y cuando suscites emociones, no emplees entimemas en tu discurso”, Cf. A. Lopez Eire, “Innovacién y modernidad de la Retérica aristotélica”, en J. Ribeiro Ferreira (coord.), Congresso-A Retorica Greco-Latina e @ sua Perenidade (Coimbra, 11-14 de Margo, 1997), LII, Porto 2000, 1, 57-134. * Arist. Rh. 1417a28: “y si parece increible, entonces hay que afiadir la explicacién de la razén (...] y si no tienes la raz6n que lo explique, debes decir al menos que no ignoras estar diciendo cosas increibles, pero es que por naturaleza tit eres asi”. 124 vuelven potencialmente necesarias debido a los vicios del audi- torio, de los “oyentesjueces”, que son quienes, a la postre, van a emitir el veredicto acerca del asunto retéricamente tratado en el discurso retérico pronunciado por el orador. Pues no hay que olvidar —nos recuerda el Estagirita— que se puede hacer mal uso de la Retorica, como ocurre (y de he- cho habia ocurrido y atin ocurria con frecuencia en Ja demo- cratica Atenas de su tiempo) en los debates politicos debido a los vicios de las formas de gobierno, y en especial a causa de los graves defectos de esa degeneracién de la democracia que era la demagogia, ya que, segtin Aristételes, con la demagogia y los vehementes, apasionados y en exceso escenificados dis- cursos de Cleén habia comenzado la decadencia de Atenas [Ath. XXVUI, 3]. Pero como las cosas no son como uno quiere que sean sino como en realidad son, no hay mas remedio que amoldar las filosofias, las ciencias y‘las artes a las realidades, aunque al ha- cerlo siempre queden indelebles huellas de la formaci6n filo- s6fica de quien se amolda a la realidad. Y asi fue como lo hizo el filésofo fundador del Liceo. De la Retérica se deberia hacer buen uso, pues “no se debe persuadir de lo malo” (RA, 1355a31], a la Retérica se la debe- ria subordinar a la ética, al platénico modo, por respeto a la verdad y al conocimiento verdadero. Pero, como es bien sabido, de todos los bienes salvo la vir- tud se puede hacer mal uso [Rk. 1355b4]. De forma que ante la posibilidad de un perverso empleo de la Retorica por parte del depravado “oyente-juez”, no hay que desechar nunca el empleo de estrategias psicolégicas y estéticas dirigidas al oyen- te (prés akroatén) [Rh. 1404 a11]. Aristételes es, al escribir la Retérica, platénico (partidario de una Retérica légica y ética) y empirico a la vez (partidario de una Retérica que no desdefie ninguna estrategia destinada a persuadir el “oyente-juez”, que es quien tiene la Ultima palabra en el proceso de los discursos retéricos). 125 Este platonismo empirico de Aristételes confiere a la Retérica en particular y a toda su obra en general un aire de alta filoso- fia especulativa y tedrica pero a la vez realista, moderna e inno- vadora.”! Asi pues, el mismo Estagirita, buen discipulo de Platén, no desdefia ni hace caso omiso, aunque al comienzo de su Retéri- ca pudiera parecer lo contrario, de las indagaciones que hicie- ron los Sofistas en busca de estrategias psicolégicas y estilisti- cas destinadas todas ellas a persuadir y ganarse la voluntad y la benevolencia del oyente (prés akroatén [1404a11]), que, al acabar de escuchar el discurso, se convertird en juez de él (pros ton dikastén [1354a17]). PERVIVENCIA DE LAS ESTRATEGIAS PSICOLOGICAS Y ESTILISTICAS 85. Pervivencia de las estrategias psicoldgicas y estéticas De modo que los rétores y Sofistas de la Atenas del siglo v a. J. C, —digan lo que digan Platén y Aristételes, muy disgustados “por la orientacién antidogmatica que aquellos imprimieron a la Ret6rica— intuyeron muy acertadamente el enorme poder persuasive del lenguaje como instrumento mas psicolégico que légico. El lenguaje —pensaron— no es y nunca podra ser un fiel wasunto de la realidad, pero sirve para persuadir merced a sus recursos “arrastradores del alma”, psicagdgicos, que son su poder emocional y estético, las dos facetas de su capacidad ‘ret6rica’. En consecuencia, al hilo de estas reflexiones, comenzaron a estudiar detenidamente los recursos emocionales y estéticos del lenguaje. 2A. Lépez Eire, “Innoyacién y modernidad de la Retérica aristotélica”, en J. Ribeiro Ferreira (coord.), Congresso-A Retérica Greco-Latina ¢ a sua Perenida- de (Coimbra, 11-14 de Marco, 1997), HII, Porto 2000, 1, 57-134. 126

You might also like