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S) HACIA NUEVOS PAISAJES La mayoria de los especialistas coinciden en reconocer que la transformacién de la montafa en Paisaje se produjo en el siglo xvit, Hubo, sin duda, precedentes, pero aislados, sin posteridad. Se mencionan siempre dos famosas ascensiones, la de Petrarca al Ventoux en 1336 y la de Antoine de Ville al monte Aiguille en 1492. Los relatos de estos primeros ‘alpi- histas’ son muy diferentes respecto a la sensibilidad estética, sin duda mas desarrollada en el poeta que en el soldado. Sin embargo, el texto de Petrarca descubre un cierto malestar. Ocurre como si durante todo el ascenso, esta naciente sensi- bilidad se viera contrariada. Para empezar, por el viejo pas- tor que, como hemos visto en el capitulo primero, quiere disua- dir a los viajeros (Petrarea y su hermano) de lanzarse a una empresa que s6lo podia aportar ‘arrepentimiento y fatiga’; después, durante la escalada, que, efectivamente, se revela muy Penosa; pero la laxitud se supera y se sublima comparando- la con las tribulaciones de la existencia, en cuya metafora se convierte: «Después de haberme desanimado mas de una vez, me siento en una cafada. Aqui, mis pensamientos vue- lan rapidamente del mundo de las cosas materiales al de las cosas inmateriales y me increpo a mi mismo en estos térmi- BREVE TRATADO DEI PAISAJE as soportado tantas veces duran. nos: las pruebas que hoy h Jebes saber que también te las te el ascenso a esta montana, ¢ has encontrado, tu y tantos otros, en el camino hacia la felje ; por ultimo, al término de las ‘pruebas’, cuando alcan- ad’ bajo la forma de una vision grandiosa que lad del pais circundante. El gozo es indiscu- tiblemente estético, pero conviene sefialar que esta menos liga- do a la montafia misma que al panorama que s¢ puede des- cubrir desde la cima; y entonces, enseguida queda inhibido por una meditacion religiosa inspirada en las Confesiones de San Agustin, de las que jamas se separa Petrarca y que abre al azar: «El sexto libro se ofrece a mi vista. Mi hermano, deseo- so de oir por mi boca algunas palabra de Agustin, se mante- nia de pie con los oidos atentos. Pongo a Dios por testigo y a mi propio hermano, que estaba alli; el pasaje sobre el que cay6 mi mirada contenja estas lineas: ‘Los hombres van a admi- rar la altura de las montafias y las enormes olas del mar y la anchura de los rios y la inmensidad del océano y el curso de los astros, y se abandonan ellos mismos.’ Quedé desconcer- tado, lo confieso; y rogando a mi hermano, impaciente por oirme leer, que no me molestara, cerré el libro. Estaba irti- tado contra mi mismo por seguir admirando las cosas de la eure ve or ee tiempo deberia haber apret™ Neventienoids Ae uso de los paganos, que solo el espi- acion, a cuya grandeza nada es com parable» !15, ae = pane aren de Ville es, sin embargo, mas instruc car ats ero de Carlos VIII esta aqui para llevar a cabo tay eo oe de pee hombres, entre los que escala como la de una forme oe os leza—, con el objetivo de acome cidad» za ‘la felicid abarca la totalid 15 Respecto a la ascensiéi de Petra 1 é = lippe Joutard, Liinvention 2 rca-al monte Ventoux, véase Phi du mont Blanc, Paris, Gallimard/julliard, 1986 g2 HACIA NUEVOS PAISAJES runa hazafia en honor de su r ter una ‘l informe que dirige al presidente del parlamento de Grenoble lo demuestra: « Es el paso mas horrible y espantoso que jamas h la recompensa esta al final de la prueb: del pais con el descubrimiento de bucdlico: «Para hablaros de la montaiia, tiene por la parte superior una legua francesa de circunferencia, o poco falta, un cuarto de legua de longitud y un tiro de ballesta de tra- ves, y est cubierta de una hermosa pradera por encima y hemos encontrado un bello vivar de gamuzas, que nunca podran irse de all{, y crias de este aito con ellas, una de las cuales se maté, a pesar nuestro, cuando entramos»!"6, ‘Una hermosa pradera’, ‘un bello Vivar’, estas son las tnicas ano- {clones estéticas del informe. Alli arriba, hay una especie de Fecinto paradisiaco, y varios comentaristas, Serge Briffaud, €M particular, han planteado la hipotesis de que de Ville, 4 semejanza de su contemporaneo Cristobal Colén, iba en busea del Edén, siguiendo una vieja creencia que lo localiza- en la cumbre de una montaiia inaccesible. En cualquier “so, forzado es constatar que la emocién estética, lejos de set innovadora, reviste aqui una forma tradicional, la que pro- “ce un jardin, providencial en este caso, tanto mas aprecia- © €n cuanto que su revelaci6n se ha visto precedida de una ascension mas peligrosa. aya visto.» Pero a, vision panoramica un lugar hospitalario y casi "© He transerito en francés moderno el texto del informe. eet la ascensién del monte Aiguille por Antoine de Ville, véase Me ca Pour l'amour du nom du Roy». Le mont Aiguille, Grenoble, Ed. Du Grésivaudan, 1992. 93 ee BREVE TRATADO DEL PAISAJE DEL «Pals HORRIBLE» A LOS «SUBLIMES HORRORES* Las primeras senales, discretas, de una sensibilidad nueva ales del siglo xvii, con John Dennis y Mme. aparecen hacia fin a lo esencial, es Sévigné (véase mas adelante). Pero, respecto a la mirada colectiva, la montana sigue sien- decir, respecto repite sin cesar €n los do un ‘pais horrible’, Esta formula se relatos de los viajeros, impacientes por alejarse de estos “mon- tes altivos’. Sin duda, hay quien se aventura en ellos, por nece- sidad, a veces por interés, la mineralogia, por ejemplo, pero nunca por el placer estético. Grand-Carteret menciona a €s0s amantes de las “minas’ que «no advertian el menor rincén de paisaje, aunque hubieran visto un pais»''7. El ejemplo mas asombroso y mas divertido es el de un tal Le Pays —nombre predestinado— que, en una carta del 16 de mayo de 1669, dirigida desde Chamony-en-Fossigny (sic) a su cruel aman- te, no duda en compararla con ese ‘pais horroroso’, «cinco montafias que se os parecen, como si fuerais vos misma Ea cinco montaiias, Madame, que son de hielo puro desde la cabe- za hasta los pies; pero de un hielo que puede Ilamarse per- petuo» Y concluye: «Pero sin embargo, si hay que morir de frio, vale mas que mi muerte la cause el hielo de yuestro cora- z6n que el de estas montafias. De este modo, Madame, esto¥ resuelto a salir lo antes que pueda de este pa ie para ir a morit a vuestros pies» !"®. Prodigiosa retérica, en la que la monta- fia no adquiere mas sentido a los ojos del enamorado ‘tran- sido’ que como metafora de la mujer ‘de hielo’ que espere- mos al menos que no sea perpetua. s peer «7 John Grand-Carteret, La Montagne a travers les & les ages, 2 = noble, 1903-1904, reimpresién Ginebra, Slatkine, 1983, rel 1 vol., Gre Ia cursiva es mia. » VO'L, pag. 313, +48 Citado por J. Grand-Carteret, ob. cit., pags. 301-302, HACIA NUEVOS PAISAJES Alalba de la Ilustraci6n, la experiencia de la montaiia sigue siendo igual de negativa, como testimonia el Diario de Mon- tesquieu: «Es muy extraiio, cuando se deja la bella Italia paraentrar en el Tirol, Hasta Trento no se ven mas que mon- taiias ...] Todo lo que he visto del 1 irol, desde Trento hasta Inspriick [sic] me ha parecido un pais muy malo, hemos estado entre dos montanas. Bolzano, siempre entre dos mont ner, como hace Siempre Se llega de Trento a anas»*'9, No podemos supo- J. Chouillet, que «Montesquieu ni siquiera se dio cuenta de que habia montaiias en el Ti rol»?#°, puesto gue jsolo vio montafias! Pero si percibe un pais, un ‘pais muy malo’, no percibe ningun paisaje, de ahi su abatimiento. Esta orofobia es tenaz. En 1748, en su Physique de la beauté una apologia de las curvas de la que encontramos otra ver- sion en Andlisis de la belleza de Hogarth (1753), que define la belleza Por la linea ondulante y la gracia por la linea ser- Pentina—, Morelly recomienda dejar «las rocas escarpadas» alos «amantes desgraciados, a los hipocondriacos y a los osos», Y preferir «la pendiente redondeada de una colina», «la €presién de un bello valle» y «el curso serpenteante de un Tio», es decir, atenerse a la visién tradicional, que solo cono- eel campo, aqui feminizado, si no erotizado, segtin el espi- itu de la época. vi Las causas de esta orofobia no son solo objetivas: lay Tiguroso, esterilidad (este argumento es una paenieh te Sultades y peligros del viaje. Lo mismo que ence con - ae sofobia (véase mas adelante), se afiaden cazones religiosas q : = i bin, estan ligadas al tema del Di como ha sefalado Alain Corbin, te mavadora del luvio. «Se entiende que el océano, sla ae ue la monta- Diluvio, haya podido inspirar el horror, igual 4 @ La Haye, (1713), en CEvres com- uieu, Voyage de Gratz ; a ees «Bibl. de la Pléiade», t. 1, 1949, pag. 803. es tae uillet, L'Estétique des Lumiéres, Paris, PUF, 1974, pag, 116. 120 J, Chouillet, 95 ee BREVE TRATADO DEL PAISAJE fia, otro rastro cadtico de la catastrofe, ‘pudenda de la nay. raleza’, desagradable y agresiva verruga que ha salido en |g nuevos continentes»! 21. La maldicion puede de hecho prec. sarse y localizarse. Por ejemplo, a proposito de los glaciares, «Los lugares en los que se extienden actualmente, en otros tiempos estaban cultivados y eran ricos; se cubrieron de hielo como consecuencia del castigo divino. Este seria el origen del mar de Hielo»!**. Saussure nos lo confirma: «El pueblo humilde de nuestra ciudad y de los alrededores da al Mont Blanc y a las montafias cubiertas de nieve que lo rodean el nombre de montafas malditas; y yo mismo, en m1 infancia, he ofdo decir a los campesinos que estas nieves eternas eran debidas a una maldicion que por sus crimenes habian atrat- do sobre silos habitantes de estas montafias» !*3, En este aspec to, la Iustraci6n ejercié una funcion purgativa al disipar las tinieblas de la supersticion. No sin esfuerzo, y esto podria expli- car, al menos parcialmente, por qué fue necesario casi un siglo para conquistar estas «montanas malditas» al precio de un alpinismo a la vez atlético y estético. «La sociedad del siglo xvii procedera, ae ~ evoluciones suce atlaaues ee . vuelve hacia la montana por © aateias cB is ae Rousseau, se fijara en la mer plano, las alturas sioenea Sain eee calc jak setae as y rtiles, enel segundo plano, cingiaria tisfibasksatels temente alejada para no provocat presion > temor, Jos montes dridos del Valais, d¢ en sus aspiracio- sivas. En primer posicion s orillas ge. 1750-1840, oe Loceident et le désir du riva- : Terri 6. Hay edicién en espaiiol: 1. Jardincito del Paraiso, Maestro del Alto Rin, siglo xv, Kunstinstitut, Francfort 2. Maulgris y Oriande la bella, Reinaldo de Montalban, siglo xv, Biblioteca Arsenal, Paris 3. Rift, Michael Heizer, 1969 (deteriorad, 5 > 9), 15°60 x 0°42 x 0°30, Jean oe eee in. 1 (sobre 4. Casa de los Pigmeos, fresco, Museo Arqueoldgico, Nipoles MES, a Luz de atardecer sobre un pueblo mitad del siglo xin, Mus, ouk’is de pescadores, atribuido a Mou co de arte Nezu, Tokio lS J ‘I Ho al bor de del lag € del lago, Ambrogio Lorenzetti, Pinacoteca de Siena &. Ciudad a orillas del mar, Ambrogio Lorenzetti, Pinacoteca de Siena —_ 9. La recoleccion de berzas, en Tactinum Sanitatis, Nacional de Austria, Viena, Codex Vindobonensis f? 23 r°, Bibliotec@ series nova 2644 10. Peseado fresco, en Tacuinum sanitatis, 82 1°, Biblioteca Nacional de Austria, Viena. Codex Vindobonensis series nova 2644. ——_, aS zorrys day e de Ber’ I duque ¢ Calendario (febrero), de Las muy ricas horas del duq Manos Limbo, UrE, Museo Condé, Chantilly het muy ricas horas del duque de Berry, het- Auseo Condé, Chantilly s de 12. Calendario (agosto), a manos Limbou 13. Virgen del canciller Rolin, Jan yan Pari os hacia 1433, Museo del Louv'* 14. - Madona con la pantalla de mimbre, Robert Campin, el maestro de Flé 5. Galeria Nacional, Londres hacia 1420-14 —_—_ » detalle 1S. Madona con la pantalla de mimbre. ei macstro de Flémalie 16. Natividad, Rol bert Campi Mu nde Bella kee, 0 — f -14 7. San Juan Bautista en el desierto, Geertgen Tor Sint Jans, hacia 1490 Staatliche Museum Preussischer Kulturbesitz, Berlin 95, Londres Wy ems Alberto Durero, hacia 1495, Museo Ashmolean de Arte y Arqueologia, Oxford 19. Weblsch Pings an 20. La tenta s de santa Maria Magdalena a 151 Kunsthans, 1512 + Joachim Patinir, hacia Zirich HACIA NUEVOS PAISAJES altivas cumbres. Después, por fin, poco a poco, con P con Boufflers, con Bourrit, con de Saussure, con De Luc, con Dusaulx, se acercara a esos sublimes horrores —jqué digo!— ya no vera mas que eso»'*4, En primer lugar, Haller, siem- precitado como el inventor de los Alpes. Las cuarenta y nueve estrofas de su poema, Die Alpen (1732), se trad ujeron a todas las lenguas (diez ediciones en Francia, de 1749 a 1772). Por primera vez, parece ser, ‘el horroroso pais’ se convierte en un paisaje, como dan testimonio estos subtitulos de la tra- ducci6n francesa: Paisage des Alpes. La Nature montrant a un berger un beau paisage. Es habitual asociarle a Gessner, poeta y pintor, y, sobre todo, al Rousseau de La Nouvelle Heloise, cuyo éxito fue también considerable. Gracias a él, el Valais ha pasado de ser un modesto pais a un paisaje, poco ‘hosco’, es cierto. «La asombrosa mezcla de la naturaleza sal- vaje y la naturaleza cultivada», esto es todo lo que Saint-Preux vio en el Valais y para eso no es necesario sobrepasar los altos valles»?*5, EI interés de la célebre carta XXIII de Saint-Preux a Julie €s triple: ezay, 14, Grand-Carteret, La Montagne..., ob. cit., pag. 384. Serge Brif- faud, en un destacado articulo («Découverte et représentation d’un pay- sage. Les Pyrénées du regard a image, XVIL-XIX siécles», en Pyrénées; un paysage a la croisée des regards, XVIII-XIX stécles, Ville de Toulou- se-Ascode, 1989, reeditado en La Théorie du pease en France, 1974: 1994, Seyssel, Champ Vilon, 1995) sefiala que los Pirineos fueron objeto de una ascensién similar, aunque més tardia. «El paisaje pirenaico es de reciente invencién» (pag. 224), es decir, «varios cCeInGS Dotterior (pagi- na 234), La transformacién del uno en el otro fue también Progresiva: «El primer gran sitio de los Pirineos no fue . circo = la Sine ea el valle ig. 235). Del campo a la montana vi ae . S ane sentiment de la nature en France, de Haas Jac- ques Rousseau a Bernardin de Saint-Pierre, Paris, Hachette, 1907, pag. 273. 97 —a—_ BREVE TRATADO DEL PAISAJE Nos hace asistir, participar en la metamorfosis del pais ¢, paisaje por medio de la escritura. En primer lugar, al pete pio de la carta: «Apenas he empleado ocho dias en recorrer un pais que exigiria anos de observacién». Después, al fina. lizar la descri peion: « Me habria pasado todo el tiempo dem viaje hechizado por el paisaje, sino hubiese sentido un hechi- dulce en el trato con los habitantes» !*°. Sigue des, s comidas en las que se «embriaga- s jovenes y timidas bellezas ¥) zo aun mas pués la evocacion de esa’ ba por reconocimiento” y de «es que, sin embargo, Je Hamaban la atencion por « la enorme ampli- tud de sus pechos», pudicamente opuestos a los de Julie. Este paisaje, intermediario y contrastado, esta claramen- Tan pronto inmensas rocas en ruinas colga- nto altas y ruidosas cascadas Tan pronto un torrente te circunscrito: « ban sobre mi cabeza. Tan pro me inundaban con su espesa niebla. eterno abria a mi lado un abismo cuya profundidad no 0s ban sondear mis ojos. A veces, me perdia en la oscuridad de un tupido bosque. A veces, al salir de una depresion, una ag! dable pradera alegraba de pronto mi vista. Una mezcla asom- brosa de naturaleza salvaje y de la naturaleza cultivada mos- traba por todas partes la mano de los hombres donde se hubiera creido que jamas habian penetrado: al lado de una cueva se encontraban casas; se veian pampamos secos donde eer cios.» Todo ice Bras Kocas,y CAINp Os. &F Ios Ds diaistaleneire Seca ‘ la sensibilidad paisajistica, poco, a las vertientes de | i eee = pede: oe hasta las cumbres nevadas, as montanas, sin elevarse por lo . «La nieve me ahuyenta», dice Saint Preux al principi principio de su R carta. re de los sublimes horrores» 127 ousseau «no es ¢l homb: "28 Pais y paisaje, curs ‘ais ¥ Patsaje, cursivas mia: Pe Si 37 J. Grand-Carteret, La Monta; ob. cit., pag. 378. Tet, igne..., ob. cit., pi » > pag. 98 HACIA NUEVOS PAISAJES Lopictorico, entonces preponderante en la representacion puisuistica’"”, preside la metamorfosis, |a pintura informa lnescritura, que adopta sus valores Opticos para elaborar un euidto pottico: « Antadid a todo esto las ilusiones de la Opti- ca,lascumbres de las mont anas diferentemente ilumi ddaroscuro del sol y de las sombr deluzresultantes por la mafiana y nadas, as y todos los accidentes por la tarde; os haréis una » al ser verti- al, alcanza a la vista de una vez y mas poderosamente que ladelas llanuras, que no se ve mas que oblicuamente, como huyendo, y donde cada objeto os esconde otro.» Por otra parte, no olvidemos a los que, tanto como los poetas, jugaron un importante papel en la invencién de la montaiia, en particu- lar para los Viajeros ingleses, de lejos mayoritarios, estoy hablando de los dibujantes-grabadores, Aberli, Rieter, Cas- par Wolf, los hermanos Linck, etc. Ellos seran los que pro- Seguiran la ascension, inaugurando lo que oe llama «el periodo de los glaciares»™9, «los glaciares y no las Cumbres»130, : ; El gusto ha cambiado y la consulta de la oo & este aspecto, muy instructiva. El sere - 4s ae Gletschers» (vol. VI), probablemente debido eee ies €Xpresa con claridad el advenimiento de ees pero de lidad que se eleva cada vez mas. Ninguna de . ia nos los provee : reponderancia nos ns i caricaturesco de esta pr faeealicaballeco dé tbe rs “cB aisievlas nzasctonatle (@oues dcbido at hiaisees ‘i habla de cuadros: «Es el tipo = Slee Tela ss oa objetos que se encuentran en él.» Doble senta las campos y fnexdoy cl paisaje ya solo es un campo pin ek ua d-Carteret, ob. cit PSB. b. cit., pag. 98. 9 J. Gran rd, L'Invention du Mont Blane, ob. cit., p 130 Ph, Jouta 99: BREVE TRATADO DEL PAISAJE Pnede * , Puede que no haya un especticy. aturaleza que el de los glaciares de Grindelwald, entonces ¢| Faucigny no se frecuentaron cio estetico: ante en lan {escripcion del pronto, un jul lo mas impresion Sigue la ¢ suizos. mas famoso (los ‘glaciares’ de I hasta mas tarde), que el autor, sin embargo, jamas habia visto, Trabaja, en efecto, de segunda mano, y su articulo, en lo esen- cial, no es mas que un resumen entusiasta de la obra de J.G. Altmann (otro nombre predestinado), «un tratado de las montatias heladas y de los glaciares de Suiza» ( 1753). He aqui, dista de café, «uno de los mas bellos segun nuestro enciclope: espectaculos que puedan imaginarse en la naturaleza, es un mar de hielo [...]. Este amasijo de piramides 0 de montatias agitado por | de hielo se asemeja a un mar los vientos, cuyas olas hubieran sido suibitamente atrapadas por el hielo, 0 mejor atin, se ve un anfiteatro formado por un ensamblaje inmenso de torres o de piramides hexagonales. | ] Esto forma una vista de una belleza maravillosa.» El articulo mereceria un largo comentario, pero me contentaré con des- tacar sus rasgos esenciales: el ditirambo, que prueba que la alta montaiia se ha convertido, aunque solo sea de oidas, en te moda estética; y esta fusion de la montana y del mar, pate a. sublimidad; la metéfora, por ultimo, pict Siiac ee pitta veces en el articulo), un cliché arqu ee. que lo volvemos? liscos»— en Kant, que, t. a ee y de «grandes obe a las Bistycmide a ién de ofdas, exalta a sublimr este : quista, ediese dent sidn, parece que el espiritu de com la sensibilidad poética vo, hayan tomado el relevo al de habia recorrido el Faucign ece ser que Haller, que nunc alli. El gesto es simbélico, ee a Saussure que fuera leza, condescendiente, le oftecte alg de los Alpes, la natura ie 126 mucho mas alto, Loe bello paisaje. Al sabio, a «El fisico, como el g¢ Bi ‘ia del mas sublime de los , encuentra en las altas a acion y de estudio. Est gandes cadenas, cuyas cimas taladran las regiones elevadas dela atméstera, parecen ser el laboratorio de la naturaleza ylareserva de donde saca los bienes y los males que derra- as masobre nuestra tierra, los rios que la riegan y los torrentes que la devastan, las Huvias que la fertilizan y las tempesta- des que la asolan. Todos los fendmenos de la Fisica general stan alli presentes con una gr queno tienen ni idea los habit Los pintores se h: andeza y una majestad de la antes de la Ilanura»'3!, an quedado en el valle o a media ladera. Hasta los glaciares, podian ‘componer’ segtin los modelos con- sagrados, Lo vemos claramente con Aberli: «No sabéis toda- Via cudntos Y qué tesoros encierra Suiza Para nuestros pince- les y nuestros lapices. [...] Por un lado, escenas salvajes, mas tetribles que en cualquier otro lugar, debido a la gran eleva- ion de nuestras montafias; por otro lado, bellas llanuras, lo stante extendidas como para recordar la vista de los Paises ios, e incluso marinas en los grandes lagos, de modo que un Paisajista puede facilmente encontrar modelos Te ae Posiciones de cualquier género. En ne ee Rosal, 0s llegado a exclamar los dos a la yee ee Extranas Poussint, iSavari!, jRuisdal! [sic] 0 Claudio!» confirman la Telerencias, tratandose de la montafia, pero que ¢ ori c occiden- onia de estos modelos pictoricos en la cultura y fre- tal (Véase mas arriba). Y basta con leer las leyendas, con las estam- a ‘ i ue acompanan a Suencia bilingiies, turismo obliga. 4 ; icismo sigue siendo te pictoricis oa Pas para constatar se ie amantes de paisajes. Por is O} . -e of the Arve, Drawn of Oe Be ied by S. Merigot: HACIA NUEVOS PAISA]ES montafias grandes objetos de admir Preponderante as lo Semplo, para esta View’ ae the Spot an Painted by L- Belang Voyages dans les Alpes, citado por Ph. Joutard, cy 351 EL.B. de Saussut fe ag. 126. ic, ob. cit, Pag. c Blnvertion ds me Sa “d-Carteret, La Montagne..., ob. cit., pag. 440, 132 Cirado por J ror BREVE TRATADO DEL PAISAJE Las montafias de nieve que son las de Argentiéres y del Ferret, de donde surge el Arve, no son las mas altas del psi muestran de la manera mas importante y forman cop delante del cuadro y las diferentes vertientes¢ 5 magnifico. Hay, asi como en sus detalles, una riquez ran todo lo que ha creado Ia imagina' Rosa y de los Ruysdale [sic], y tiene esa feliz proporcién entre las partes del paisaje que hace que se destaquen mutuame- te. Los glaciares proporcionan el caracter del pais, pero no estan lo suficientemente cerca del ojo como para perjudicar a la armonia del cuadro y, después de entregarse al entusias mo que una escena semejante no puede dejar de provocar ea todo hombre sensible a las bellezas de la naturaleza, el espe tador, si es pintor, puede considerar esta vista seguin las reglas desu arte y encontrar un nuevo tema de admiracion” 133, Eset nografia, tabulacion, pictoricismo. Y siempre es4 distincion, fundamental, del pais y del paisaje. Pero, precisamente, ¢S neoe sario ser pintor para pasar del uno al otro, integrar el pais en el marco de un paisaje. Desgraciadamente, pronto faltaran estos sien Sin duda, como senala Starobinski, «el recuerdo a SS alo Salvator Rosa, jugo un ae habia instruido a aoe. coleman ie oe Salvator Rosa, Dene la» 134; pero todos estos nom a dos por Aberli, estan aie pee dent ae nos acercamos a la mecione erados’ desde el momento en qui __ Algo semejante sucede mee fee, Bie incapaces de convertir en con los pintores contemporaneo teret, implacable, cone estos paises, ¥ Grand-Car ‘acaso de Vernet», «el fraca” pero se las pefias de anfiteatro ma en el conjunto de esta escen a y una grandeza que supe acion de los Salvator ‘8 Citado ibid., pag. 423, 134 Jean Starobinski, 1’ | L'Invention de la liberté Skira, 1964, pag. 160. BESS ONS aaa ala : 4 Z ; To2z HACIA NUEVOS PAISAJES dela pintura>'35. Otra leyenda de un g . i, imanantial del Trient y del glaciar del aiativa en este aspecto, puesto que | ‘a estampa —Vista que surge— es sig- 4 pintura se autoex- delimitan el horizon- ‘ance. Si se avanza mas, nieve y rocas de grani- «Las Montaias majestuosas que goonttas las que tiene su origen el Dr asdlo se ven montaiias y valles de oy sin las huellas de los cazadores de gamuzas se estaria completamente separado de todo lo que recuerde al hombre: tatonees, €stas escenas, aunque sublimes, ya no son de la natu- nla apropiada para ser teproducidas por la pintura» 36, Este fracaso parece definitivo y €s un suceso importante ealahistoria de las artes. Los pintores, sin duda, no capitu- lantan pronto y veremos a Toppfer (en 1832) recordarles sus kkberes: «Que esta poesia de la zona superior alpestre sea acce- sle al arte, que todavia solo toca timidamente estas esce- nas de las cumbres...» Un afio antes, en sus Newf Lettres sur a peinture de Paysage, Carus atribuye incluso una mision 3 J Ags. y 490. S. Brif- °*J.Grand-Carteret, La Montagne..., ob. cit., pigs. 466 y 490. p : : ‘ EL artista aqui solo faud hace la misma constatacion para los Pirineos: «El artista af Led é ndo fodrd andar tras las huellas del sabio. Va con retraso eneste mur Soe An adiestrados para reproducit.» Gustave D §ue sus pinceles no estan adiestra Pp dearclongecton = “hima la renuncia casi definitiva de la Te aca) . : aps. 243 y 254). Sairada del naruralista» (art oe ob. cit., pag. 517. *® Citado por J. Grand-Carteret, Ja un poco después, en Pierre- : Nets trar! ee as ccanseie di tive vera pele : Pn: ; Henri de Valenciennes, en sus Reflexion sage: «Los glaciares de los Alpes ‘ure et particulierement sur le genre du ee Sec ies reraraliiaeNo ¥ de los Pirineos son muy curiosos e obstante, aconsejamos a los jve- iecena misma ventoja al BIDE aun algunos estudios, cuyos deta- Nes artistas que los vean € incluso que os ee ati ‘igunas ocasiones: ‘ hay que a Jes utiles en al = .. En consecuencia, hay les podran — admirables que pintorescos. Ei menos son - a emplearlos con moderacio 103 BREVE TRATADO DEL PATSAJE mesianica, 4 la vez artistica y cientifica, al pintor: ‘desyel, la historia de las montafas’. «jCon que claridad see esta historia en ciertos estratos y en ciertas formas de mop. tafias, hasta el punto de impone: ; de esta historia! ¢Noes el artista, entonces, libre para desta car todo esto y proporcionar, en un sentido superior, pais. jes historicos? [...] Ese artista llegar4, estoy seguro. Un da apareceran paisajes de una belleza mas grande y mas signi- ficativa que los pintados por Claudio y por Ruysdael. Serdn cuadros puros de la naturaleza, pero de la naturaleza vist con los ojos del espiritu, que se mostrara en ellos en una ver dad superior, y la técnica, cada vez mas perfeccionada, les apor- tara un brillo del que no eran capaces las obras anteriores. Lo que quiere Carus es, con el espiritu de Saussure y det Ilustracion, «un paisaj 0, como tl e verdaderamente ge0g” dice también, «una fisiognom! Combinemos los dos deseos: ac (Toppfer) y e octubre de 1688, en la que rela por la Saboya y su paso del : mi «un espectaculo feces s : paso del monte Aiguebelette: cura «un horror delici » (a horrid prospect), pero que pro- ble» (a terrible j San (a delightful horror), «un goce terri- tuna. En primer a dos oximorones que pronto haran for- «clagradable . Ss Addison, que evoca a su vez, en 1702, enelcélebre a es elas montatias y, diez anos mas tarde, pues ae ao horror» del océano; des- a fe ettepenaliza cl 3 Y» por ultimo con Burke, que, ete es el oximorén para oponer mejor la cate- a Meraleciens . oo naciente, a la de lo bello, toda- cae ie: t ello procura placer (pleasure), lo subli- feeeean on (delight): «No placer, sino una especie de eaters icioso, una especie de tranquilidad tenida de («not pleasure, but a sort of delightful horror, a sort 48 «En Los Moralistas, Rapsodia filosofica, Shaftesbury se confiesa las altas montafias ¥ Conquistado por lo sublime de Jos lu los abismos, y explica el extrane placer que nos producen belleza intrinseca, por el testimon!o de una finalidad superior de la nata- raleza, por el sentimiento de la presencia del tiempo que deja Tas huellas de su despliegue en Ia diversidad de Jas capas geol6gicas, Ys por ultimo, por los simbolos que nos ofrecen del poder divino» (Baldine Saint Girons, Prélogo a su traduccion de Ja Reeberche philosophique sur Lorigine de nos idées du sublime et de beau de Burkes Paris, Vein, 1990, pag. 30). E de Shaftesbury es de 1709. 149 E, Burke, Recherche gares salvajesy ala vez por su philosophique-- ob. cit., pag. 179. Hay edi- mir BREVE TRATADO DEL PAISAJE of tranquility tigned with terror»). No se trata de una diferen: cia de grado, sino de una oposicion de naturaleza. El campo es bello, ‘placentero’, el océano es sublime, ‘terrorifico’, «Una llanura muy lisa y de vasta extension no es seguramente una representacion mediocre; la perspectiva puede extenderse tan lejos como la del océano; pero illenara el alma de una idea tan imponente? De las numerosas causas de esta grandeza, el terror que inspira el océano es la mas importante. El terror es, en efecto, en todos los casos posibles, de manera mas 0 menos manifiesta o implicita, el principio de lo sublime»?5®, Esta distinci6n la retomara inmediatamente Kant en su Observaciones sobre el sentimiento de lo bello y lo sublime (1764): «El aspecto de una cadena montanosa, cuyas cimas nevadas se elevan por encima de las nubes, la descripcién de un huracan o la que hace Milton del reino infernal, nos pro duce un placer mezclado de espanto. Y la vision de los pra- dos salpicados de flores, de los valles donde serpentean ria- chuelos, donde pacen rebaiios, la descripcién del Eliseo 0 la Le oh ee de la cintura de Venus nos produ: seat oo agrada bles, pero que son slo ale- femurs feeern sid capaz de recibir con toda su ae me, yopacaide y que poseer el sentimiento de lo subli- bellowtst. Pores bien la segunda, el sentimiento de lo to de lo bello, i enti que las mujeres tiene el sentimien- ultimo no reside en el fee el de lo sublime. Porque est jeto natural, sino en la disposicio" ci6n en espafiol: Edmund ruestras ideas acerca de oe Indagacién filoséfica sobre el origen 4¢ duccién: Menene Gras fme'y lo bello, Madrid, Tecnos, 1987. 13° “8° Ibid., pags. 98-99, 5! Kant, Ob; servations sur le sent; Vein, 1969, Digs. 18-19, Hay edicign ot Me beat et du sublime, Paris me. La paz perpetua, Madrid, age €spafiol: Kant, Lo bello y lo subli- Calpe, 1946, 19827. Trz le, 1865, en Montagne, Fr. Gui ‘hon. Aimé Civial jad francesa de fotografia 2 . Le Pic d’Azpiglia, in Socied pag. 71. Coleecio a fe, e Ee Cabane des Grands- Mutlets, Charles 5 Fr. € tuichon, pag. 75, ontag” Oulier, hacia 1860, en M scion Gérard Levy Ole, es Soulier, hacia 1860, en 24. Le ot Wetterhorn 3 Rosentaut, Le Welhorn et Wetterhorn 4 BC", Coleccion Gérard Levy Montagne, Fr Guichon, pas — = 25S. Les séracs des Bossons, Guichon, pag. 61. Col, Fr hermanos Bisson, 1862, en Montagne, eccién Sociedad francesa de fotografia HACIA NUEVOS PAISAJES subjetiva de aquel que lo juzga, de ahi su funci6n ética. En cualquier caso, me parece que los comentaristas de Kant no ban subrayado bastante la funcion genética y genérica de los gemplos. En este aspecto, es destacable que los dos pasajes masespectaculares de la Critica del juicio (1791), aquellos cn {os que la doctrina kantiana de lo sublime encuentra sus fér- mulas mas fuertes, asocian precisamente el mar y la monta- bles y como confundidos en montafias encrespadas: 42,4 partir de entonces insepara lamisma vision, mar de hielo y ‘De donde se deduce, que lo sublime verdadero no esta mas que en el espiritu de aquel que juzga y que no hay que buscarlo en absoluto en el objeto natural cuya considera- On suscita esta disposicidn del sujeto. ¢Quién Hamaria, Pues, sublimes a las masas montaiiosas sin forma, amon- tonadas unas sobre otras en salvaje desorden, con sus pira- mides de hielo (Eispyramiden), o bien al sombrio mar en furia (die diistere tobende See)? [...] Pefias que se destacan audazmente y como una amenaza sobre un cielo en el que nubes se juntan y se acercan durante los relam- Pagos y los truenos, volcanes con todo su poder devasta- dor, los huracanes a los que sigue la desolacién, el inmen- So océano en su furia (der grenzlose Ozean in Emporung gesetzt), las cascadas de un rio poderoso, etc., éstas son cosas que reducen nuestro poder de resistir a algo insignifican- te en comparacién con la fuerza que les es propia. Pero si nos encontramos en seguro, el especticulo es tanto mas atractivo (anziehend) cuanto mas terrorifico (furchtbar); y llamamos a estos objetos sublimes porque elevan las fuerzas del alma por encima de la media habitual y Nos per- ten descubrir en nosotros un poder de resistencia de un et Be hake distinto, que nos da el valor de medir- sen poder-total de la naturaleza's*. = Critique de la faculté de juger, ob. cit., §§ 26 y 28. 113

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