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Siendo ya la diez de la noche y estando todos ms o menos satisfechos para

poder formar un juicio, se resolvi decirle el Evanjelio de San Juan. El Evanjelio


a que me refiero es del captulo 10, que empieza in principio erat verbum. Lo
empez, pues, en latn el seor presbtero don Raimundo Zisternas y la
enferma comenz a ajitarse, golpendose, con convulsiones y jestos horribles,
que pareca, se iba a hacer pedazos: al llegar al versculo 9 y desde ste hasta
el 13, se ajit y golpe ms y ms y fue tomando una postura encorvada hacia
atrs, la cabeza buscando el espinazo y los talones la cabeza, separando la
cabeza de los talones una diez pulgadas. Los msculos del vientre contrados
hacia el espinazo o en su parte superior, echaron hacia abajo los intestinos,
donde se apelotonaron y daban saltos como si una gruesa vejiga se aplastara y
se hinchara instantneamente. El diafracma ech hacia arriba las entraas del
pecho, elevando ste e hinchando el cuello de un modo extraordinario. La cara
se puso hinchada, amoratada y horrible; la boca abierta de arriba abajo, que
pareca que caba en ella un plato; las narices se arremangaron, sus ventanillas
se pusieron redondas, gruesas y amoratadas; lo negro de los ojos se escondi
detrs de las rbitas; los brazos abiertos y echados hacia atrs; los dedos de
las manos abiertas, crispados como si tuvieran calambres; todo el cuerpo
convulso, crispado y calambrioso; la respiracin suspendida y formando el todo
un conjunto tan horrible y espantoso que Mr. Cicarelli, que estaba presente lo
compar al cuadro de Rafael del endemoniado.

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