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ANALES DE LA BIBLIOTECA REPUBLICA ARGENTINA ALES DE LA BIBLIOTECA ul e : vd X& PUBLIGACION DE DOCUMENTOS KELATIVOS AL RIO DE LA PLATA CON LYPRODUCCIONES ¥ NOTAS P. GROUSSAG TOMO SEGUNDO ‘ x 1 ABUIOTE ry BUENOS Ales. wv ys BUENOS AIRES IMPRENTA Y CASA EDITORS DE CONT MENMANOS 5B — cane wend — 684 1902 ADVERTENCIA Las tiltimas paginas de este volumen, que se refieren é la inauguracién del nuevo edificio destinado d la Biblioteca Na- cional de Buenos Air s, eaplican s uficientemente d. los lectores acién del tomo II de los Anales ha sufvido. A las milliples atenciones materiales que eatranjeros la demora que la publi el trabyjo de la traslacién en sirepresenta, y han absorbido naturalmente buena parte del tiempo que dedico al estudio, se agregaba, en los tiltimos meses, la gran difieultad de las com- probaciones bibliogréfieas, entre los antiguos estantes medio vacios y los nuevos & medio Uenar, amén de la confusidn y des- orden que lenian que preceder al futuro ordenamienio. Pen- sé, no pocas veces, que fuera mds prudente interrumpir mis lareas personales hasta dejar lerminado el arreglo de la easa j pero, considerando los inconvenientes dle una suspensién pro- longada en estos Anales, tan d principios de la serie anuncia- da, me he resignado 4 dar d luz este tomo, weaso no tan euida- do y correcto como deseara, d pesar del gran esfuer20 que su conelusién me ha costado, antes que cansar por mds tiempo la expectacién de algunos estudiosos que me honran con su. impa- « ANALES DE LA BIBLIOTECA ciencia. A pesar de lo dicho, creo que la ejecucién del presente lomo no desmerece mucho de la que atrajo al anterior cierta be- nevolencia y simpatia. Kn todo caso, y salvo tal cual lunar , tal vez disculpable en las cireunstancias apuntadas, sigo apli- cando aqui el mismo método de investigacién laboriosa y con- sise ha de ciencia critica que yu tengo definido ; aunque, juzgar por el ineretble desaguisado editorial que una plausible emalacién ha suscitado en el Pert, y al que replico en un apén- dice —no parece que esté muy préimo el dia en que mis es- crtipulos de exactitud tengan allé imitadores, y mis prédicas incesuntes por la seriedad del estudio y el respeto de ta verdad se lornenya superfluas. P.GROUSSAC Buenos Nites, 1° le naviewline de igee (Litogeatia do Pellegrini) NOTICIA BIOGRAFICA DOCTOR DON DIEGO ALCORTA Y BRAMEY Gui SU OBRA Se imprimen hoy por primera ver las lecciones de filosofia que cl doctor don Diego Alcorta dictd, desde el aito de 1827 hasta su muerte (1842), en la Universidad de Buenos Aires. Al darlas 4 luz en estos Inales. cumplimos el voto muchas veces formulado por algunos de sus mas eminentes discipulos, y también un deber de atitud para con un argentino de mis mérito que fama, digno en todo concepto. de perdurable recordacién, y cuya vida ejemplar, pura de errores y ambiciones, encierra tanta ensefianza para nos: otros como la contuvo para sus contemporineos, quienes, dicho sea en honra suya, asi lo reconocieron uninimemente. Es prueba, en efecto, muy significativa del aprecio que este hombre de bien 4 to- dos inspiraba, el que pudiera, en aquellos afios de honda perturba- cién social, no sélo vivi tranquilo en su hogar modesto, respetado por igual de unitarios y federales (que acaso en este “nico senti- miento personal no se mostraron divididos), sino verter impune- mente desde la citedra doct inas filosélicas no menos vadicales que las de sus perseguidos antecesores y ejercer sin estorbo, sobre la andient juventud de Buenos Aires, una verdadera tutoria moral de que han quedado rastros indelebles. Entre Jos muchos testimonios vn ANALES DE LA BIBLIOTECA publicos de esa influencia, baste recordar (fuera de la manifestacin colectiy. que se debe el retrato que precede estos apuntes) la sen tida noticia de Gutiérrez en su libro sobre la Bnsefianza superior ; la dedicatoria con qu ¢ Alberdi cncabeza uno de sus opisculos; la paginacfusiva que a su maestro consagra el autor de Amalia, y, ilti- mamente, el recuerdo no menos clocuente, y mis significativo ain por expresarse después de medio Jo, en que el doctor don Vicen- te B, Lopes ha evocado la simpitica figura de su profesor de ideolo- gin (1). Estas y ol iosas muestras de afectuosa admiracién, sp de cuyo significado me ocuparé mas adelante, explicarian el lugar ios inéditos se ha preferente que en esta publicacién de manusc dado al curso de filosofia, si no fuera suficiente para justificarlo la importancia propia é histética de estas lecciones. — Por lo demas, la existencia de Alcorta no ofrece incidentes notables ; fué tan, poco movida como la de su maestro Condillac: estudid, ensefié, hizo el bien y fué amado — todo ello sin salir de la ciudad natal. A esto podria redueirse su biograffa, si la vida del hombre se encerrase en sus yestos personales y no fueran también actos suyos lo que por su espiritu y sus palabras ha inspirado, Escuchemos 4 Marmol, en la novela ya citada — y que, & despecho de su romantica fraseolo- gia. no es ridicula ni tediosa cuando se olvida de vemedar & Dumas 6 Eugenio Sué Cada joven de nuestros amigos, cada hombre de la generacién a que por- « que p tenecemos, y que ha sido educado en ta Universidad de Buenos Aire: promise vivo, palpitante, elacuente del doctor Aleorta, Somos susideas en ac- suis ln reprodueciin multiplicada do su virtud patricia, de su concioncitt lumanitaria. de su pensamiento filoséfieo, Desde Ia cétedra, él ha encendido en nuestro corazin el entusiasmo por todo o que es grande : por el bion, por la tix hertad, por la justicia. Nuestros amigos que estin hoy con Lavalle, que han arro- ico para tomar la espada, son el doctor Aleorta. Frias es el doctor Alcorta en ol ejéreito ; Gut jado el guante 4 Irigoyen, son el doctor Aleorta en la prensa de Montevideo, ete. » (2) (1) Autobiografia (on La Biblioten, 1, 331 y sig.) (2) Manu, Amaia, pigina a6 (primer livin, Montevidio, 5 EL DOGTOR DON DIEGO ALCONTA a ‘Aun descontando la parte de declamacién y convencionalismo del estilo y del concepto, se percibe la sinceridad del sentimiento, y por tanto la realidad del influjo que al maestro se atribuye. Es de cree que Alcorta, ademis de su enseiiam publica y ajustada 4 los siguien- tes apuntes, tuviera, como los fildsofos antiguos, una suerte de doc- trina esotérica (algo de esto se entrevé por los recuerdos de Lépe2) sélo veservada & un grupo selecto. Sea como fuere, quien logré estampar huella lan profunda en almas juveniles, que representan la flor de su generacién, hubo de ser otra cosa que un leccionista se~ dentario y comentador de ideologia elemental. Durante el Terror ar- gentino, Mcorta hizo algo mis que « vivir » : tayo parte indirecta pero eficaz en los acontecimientos histéricos, en las tentativas des- acerladas y prolestas generosas que 4 su inspiracién Jejana obede- cian. Por eso. ¥ no tinicamente a titulo de testigo bien informado & imparcial, al bosquejar su plicida fisonomia de pensador, habremos de situarla en su medio agitado y violento, donde resalte por un contraste tan poco buseado que fuera imposible evitarlo ; y no seri el rasgo menos signilicativo de aquel trigico quindenio argentino el que Aleorla, lilisofo de caricter y profesién, haya tenido asiento en las asambleas politic s, Y que no pueda trazarse una resefia de su vida sin que surjan, al lado de su perfil tranquilo, airadas figuras de soldados. y caudillos— de verdugos y vietimas. Martin Diego Alcorta nacié en Buenos Airesel 11 denoviembre de 1801 (1). Fucron sus padres don Juan Bautista Alcorta, natural de Guetaria (Guiptizeoa). v dofia Maria Elena Ramirez. de esta cindad. (2) Los sehores Gutiérres y Obligado fijan orvéneamente Ia fecha del 11 de novion bre de soa; In nuestra resulta do los registros de Monserrat, donde Aleorta fué bat izala al dia siguiente de sw nacimient ANALES DE LA BIBLIOTECA Hise afirmado que las tres familias de esteapellido, desde entonces establecidas en Buenos Aires, Santiago del Estero y el Paraguay, doscendian de tres hermanos (6 primos hermanos) que Megaron de. Espaiia a fines del siglo xvi, Nada sabemos dela rama paraguaya, y niaun de las dos argentinas se ha log’ ‘ado establecer el parentesco. Sélo consta que don Joseph Pelayo Alcorta, « administrador de la R. rentade correos en Santiago », era vizcaino (6 guipuzcoano) ; pero no parece que su hijo Amancio, que desde 1832 fij6 su residen— en Buenos Aires (1), haya tratado como pariente & nuestro don A pesar de haber quedado huérfano de padre y sin fortuna desde sus primeros afios (erael menor de cinco hermanos), Diego recibid la mejor educacién que entonces se daba en Buenos Air . Después de frecutentar la escuela primaria — probablemente la de don Fran- cisco Argerich — obtuyo una beca para el Colegio de la Union del Sud que, por decreto de junio de 1817, seestableciéen el propio local donde, por tantosaiios, habia funcionado el deSan Carlos. El coleg dela Unién se sostenia con el producto de las herencias transversa- les. v vivid independiente hasta la creacién dela Universidad (1821). en cuyo depactamento de « ciencias preparatorias » quedé refundi— doen lo relativo 4 la ensefianza. En 1823, el gobierno acordé que wel colegio conocido por de la Unién se denominase en lo sucesivo Colegio de ciencias morales»: pero, bajo nombre distinto, siguié (4) Don \mancio Alearta habia venida yn 4 Buenas Aires rn Bab, 60 10 dipatade lect por Santiago + no fas adiitido por no tener Ia edad legal. La discusidn que & cele respoeto se promovid en el Congreso es bastante curios; la tosis de Aleorta, soste= rida por varios dipntados, ers que, siendo su cleceién anterior a la ley, Gata no podia fener efecto retvonetive ; tiunfé Ia Less opuesta, fundada en el principio do sor ol Con greso jee supremo en tv admisin do sus miembros. Don Valentin Gémex, eon sw Inuen seatide superior, sted ta ewestion de las argucias legates, declarando que. & su ver, no eran meses, sino aos Joy que fallahan este « joven de tan rocomondables civeunstancias ». y por tanto las dotes de pradencia requeridas para ser logislador : Ia onjetura ova exacts, pes habia macido el 18 de fobrere de 1804. Em lugar suyo ented yedlen conjet Dorreyo. y los aficionados & hipaitosis si wotra cosa hubiers sueodide, 4 no estar on ol Congreso la zapa quo durante esos moses decisivos mind la pres BI DOGTOR PON PIRGO ALCORTA " funcionando la mista institucién, sélo dependiente de la Univer— jases y eximenes, y conservandoenlo material y ad~ sidad para las ¢ ministrativo su antigua autonomfa. Fué suprimido en septiembre de 1830 « por ser incompatible con las graves y urgentes atencio-~ nes del erario piblico » (1). EL Colegio de la Unidn tuvo por primer rector al honrado ¢ into- lerante canénigo don Domingo Achega y por vice al presbitero don tarde direc José Maria Terrero, padvino de Rosas y que fg mi lor de la Biblioteca piblica. Era aquél, a su modo, un apéstol fer- yoroso y abnegado de la educacién, salvo que su concepto de ésta habia quedado esencialmente salmantino y colonial. Gon ello, di- cho se esta que el plan de estudios y los programas poco se apartaron del curriculum escolastico : latinidad, historia antigua, filosofia y re- Urica. matemiticaselementales, con subarniz de lisica sin aparatos, —y con este hagaje se ingresaba enlasfacullades mayores. Parece, no obstante, que, desde 1818, se cred en dicho colegio wna cétedra le idiomas vivos, cuyo primer titular fué « el ciudadano don Vicente Virgil » (2), Pero, lo nuevo de la ensefianza era el espiritu racio— nalista y militante que, desde el aula de filosofia, se esparcia por ‘ido en cuartel. Dictaba el curso todo el clanstro. hasta poco conver (de cuyo valor ¢ indole hablavé & su tiempo) el noble y malogrado joven don Juan Crisdstomo Lafinur, de quien han hablado con sentida admiracién Juan Cruz Varela y ol doctor Gutiérrez. Solda- do. poeta, profesor (mis tarde abogadoen Chile, donde se gradud y murié en 1824), el puntano Lafinur habia estudiado en Cérdoba, (4) Firma of docroto, como gobernador delegado, el sninistro de guerra y mavina Balearce, por hubor salido 4 eampaita ol propietaria don Jun Manuol Rosas ©) Gai rector Achy vez transeribe Ia nota pasada por el ministvo Tagle (23 do julio do 1818) al autorizindole para pagar al dicho profesor 100 pesos mensuales do Tos fondos del colegio: pero no figura decroto de nonihramiento en ningunn rocopilacién BI tal ciudadano Virgil se habria naturalizado, pues era italiano de origen ; por lo que de ‘l dice y transcribe el sohor Saldins (Historia de la Confeleraciin Argentina, [, 79) vosulla tun lipo extravagante que, probablemonte, debid 4 sorvicios de politica eallojera of ser cologi de Lafinur y Cabexin, a ANALES DE LA BIBLIOTECA y alli pudo sor discipulo de su futuro adyersario el padre Castafie— da, extrayendo de tan ortodoxa ensefianza, por extraiia é inespera- da consecuencia, un ideologismo 4 lo Condillac y Tracy que cau- saba no poco escindalo en las almas timoratas. Sus doctrinas filo- sdlicas fueron acerbany nte atacadas por cl inevitable Gastafieda, y, en una funcidn literaria que se realizd en San Ignacio, el 20 de septiembre de 1719, para tomarexamen pitblico & los discipulos de Lafinur, se promovid entre el catedritico y el doctor illegas una diseusidn sobre el origen de las ideas, que casi fué origen de los he- chos, degenerando asi en lo que el doctor don Cosme Arge h (que salié & la defensa del primero) Hama wla desagradable escena del 20.» (1). Desde el estrado de honor seguian las peripecias del com- bate los cuatro alumnos mis distinguidos del curso de filosofia, cu- yas disertaciones eran ocasién del lance tan poco filoséfico: éstos evan los jovenes Manuel Belgrano, Diego Alcorta, Lorenzo Torres y Ezequiel Real de Aztia. La amistad de los dos primeros, ya in tima desde el colegio. habia de estrecharse atin en afios posteriores, coneluyendo en parentesco por la unién de Aleorta con la hermana de Belgrano y sobrina det ilustre general No obstante lo que afirma un bidgrafo, Alcorta no termind en el Colegio sus estudios preparatorios (ni tampoco Belgrano): curs mater jiticas y fisica con don Avelino Diaz, pero did su examen fi- nal (1822) en Ja Universidad como « particular », en tanto que lo rendian 4 titulo de alumnos de la Unién, Florencio Varela, J. Mon tes de Oca F. Castellanos y muchos otros. Llegada la hora de ele— gir carrera, parece que eh joven desvalido y sin fortuna vacilé al- iin tiempo entre sus gi los intelectuales y las exigencias materiales moda en la medioeri- que le ensefiaban una solucién inmediata y dad de un-empleo administrative: sea ibuye & los consejos de Diaz la deci in valiente que, por sobre luchas y privaciones, orien- 16 al joven hacia la ciencia y la filosofia. En 1825 se matriculé en (4) Verse ol ntunero le BU Amerioano, y tambien ol siguiente, donde sile wen oxpli— acid de Lalinur EL DOGTOR DON DIEGO ALCORTA x la Facultad (é)¢l «Departamento », como entonces se decia) de me~ dicina, mientras que su amigo Belgrano ingrosaba en la de juris- prudencia. Los estudios duraban cuatro ailos y no comprendian al principio sino las asignaturas de anatomia y_fisiologia (catedratico Almeira), instituciones médicas (Fernindez), clinica médica y quirirgica (Rivero) y nosog rafin (Argerich). Al erigivse la Univer- sidad. y después de un informe justiciero det tribunal de medicina, el gobierno habia confiado al ilustre Bonpland Ia cétedra de ma— teria médica. Esta designacién de simple buen sentido, tratandose de un sabio univer salmente apreciado, merecid los ataques del mé~ dico espafiol Rivero (profesor de la Facultad) y de una parte de la prensa! El compaiiero de Humboldt presenté su renuncia (junta~ mente con Argerich, que se honré defendiendo 4 Bonpland), y prefi- rid ir sepultarse en los montes de Misiones @ lidiar aqui con los Sang’ edos dlisfrazados de sabios. Laciencia peninsular quedé triun— fante con Rivero. Alcorta continué sin tropiezo sus estudios médicos, mereciendo excelentes clasificaciones en todos sus exAmenes; estaba cursando el tercer ato cuando fué nombrado practicante mayor del Hospital de hombres. logeando asi, al par de las ventajas profesionales que esta situacidn olrece, el alivio material de un empleo modestamente re- tribuido (1). \ cluidos sus estudios tedri mismo, su situacién quedaba tan estrecha que, con- os y en aptitud de recibir su diploma, hubo de pedir 4 la Facultad que se le exonerara de los derechos re- glamentarios (2) « por no tener el dinero necesario para el depési- to (véase el apéndice 1). El tribunal le concedié la gracia «en allen ‘on a sus cualidades preferentes », y al propio tiempo que re= cibit su diploma (15 de agosto de 1827), cl flamante doctor era ascendido 4 médico de entrada en el mi mo hospital. Al fin Hegaba (1) Bn Ia Relaciin de fos empleadas det Hospital general para el aiio de 1826, Aleorta ‘encahoza Ia fists de los siete practi ) es (Almanaque politica, de Blondel). In Universidad do Buonot Aires el derecho para el doctorado ora do abo a ANALES DE LA BIBLIOTECA ila orilla, y aquolla faé la Yinica veren que dejara trasludi algo de las ponurias que rodearon su vida de estudiante. Aunque entonces no se conociese todavia elu especialisnio » pro fesional, es de creer que el estudio de las enfermedades mentales he- bia atraido preferentemente la atencidn cientifica del reciente alum— no de filosofia — ii no ser que, viceversa y como hoy acontece, legase a la psiologia por el camino fisioldgico. Sea como fuere, su te inaugural (1), que versé sobre la Mania ayuda, se publica hoy por ver primera, conforme al original existente en el archivo de la Facultad de medicina (2). Fuera absusdo exagerarnos el valor de un zlamentario. yque hoy mismo, salvo raras excepciones, se trabajo r despacha aprisa por el laureando «para salir del paso» ; con recor: dar, por otra parte. que la clasificacién nosogrifica entonces vigen- te en la Residencia distribuia sencillamente 4 los alienados en « fu- riosos. mansos y opas», se comprenderé como el tribunal de examen no se mostrarin muy exigente en materia psiquidtrica. La tesis de Alcorta, como él mismo lo advierte modestamente. es un resu- men de las doctrinas entonces populares de Pinel y Esquirol, quie pto filos« nes. partiendo del cone fico del mecanismo mental y apo- yandolo en las numerosas observaciones que el servicio de Bicétre y la Salpétriére les suministraba, se preocuparon ante todo de refor~ nar, en un sentido humanilario, el tratamiento birbaro de Jos asilos. Con todo. se muestran ya en las piginas del joven argentino las on estos uss 11) Sostuye a tosis on ol templo de San Roque el 4 de julio de «827 nos dias rindieron exanen don Juan Montes de Oca y don Ignacio Almeiéa. La eolacién te Valentin Gomer. La Crinien de Angelis y Mora, en su nvimero dol 17, da cuenta dol dos se efectwa en San Ignacio, ol 13 de agosto, bajo In presidencin del rector don veto. hurlindose del capirote y domis insignias quo twainn el recuerdo « de la represen= lacin del Enferm imaginaria de Moliéra ». El uso del eapirate fué abolide por Dorrego, el 19 de jatio de 1828, pero lo restablecid, en julia tr de 1884, ol ministro Anchorona (lon Tomis), por ser «una prietien que sirve de estinulo poderoso a ta juventad ». BE] sefior lon Carlos Vega Belgrano me ha facililade el diploma de Aleorta, juntamente eon ‘tros interesantes papeles de familia que ilustran su biagrafia ilidad de ) Delo ta comuniencin de est igo el doctor Pedro N. Arata EL DOCTOR DON DIEGO ALCORTA ~ cualidades de e ctilud y precis in en el estilo que resallan_ en las in maestro de la obras de Pinel, yson el rellejo de Condillae, el g prosa cientifica (1). Estas cualidades constituyen la probidad del estilo, siendo por tanto, segin el dicho célebre, la expresién de esa otra probidad moral de que la vida de Alcorta ofrece un ejem- plo ininterrumpido, asi en la pritetica de sus deberes sociales y ef- vicos, comoen los de la profesion que, lodesintoresado y éxi- to creciente, habia de ejercer hasta cl dia mismo de su muerte tem— prana Deeste fin prematuro, tuyo quizi un anuncio 6 presentimiento (debido sin duda 4 las pruebas é inquietudes recientes) & los pocos dias de iniciar su carrera. Sufrié un ataque de cierta gravedad, que don Juan M. Gutiérrez califica de «enfermedad al pecho » y seria probablemente un prodromo agresivo de la afeccién cardiaca & que debia sucumbir. El mismo bidgrafo nos dice — y no nos cuesta ereerlo — que Alcorta « fué asistido esmeradamente en’ casa de su amigo y predilecto compafiero de estudios, el doctor don Manuel Belgrano»: tan solicitos cuidados, unidos & la soberana juventud, aleja n pronto el peligro, y fad durante esa convalecencia deliciosa cuandoel joven filésofo esboz', en amable colaboracién, la primera y tinica novela de su vida haba su salid Entre tanto. Ja dura profesién a A lacalle, —y tambid la filosofia, pues, no bien evadidlo de la Universidad como estudiante, iba & volver 4 ella como profesor de aquella asignabura, en reemplazo del doctor don Juan Fernandez de Agticro. Era éste unar ciano clévigo espaiiol que habia ensefiado veinte afios, yen el ‘an ca con Ja. Al suceder 4 Lafinur, no solo adopto, mutatis mutandis, su racionalis- propio colegio de San Carlos, la filosofia ortodoxa y escolasti el mismo ardor intransigente que ahora gastaba en demoler! (42) Pinel era un discipuly fervororo de Condillac : véaso v. gr. ol pasaje de su obra Fundamental, y ewyo Utulo es ua progea Lx su estudio do la fn que as ia, pre cisamente, en la doctrina del Tratado de lax senanciones (Nosographie philosophigue, om la IL, $ 10), rcthode de Canalyse appliquée a médecit x ANALES DE LA BIBLIOTECA. mode segunda mano, sino que lo exteriorizé con ataques impru- dentes y gratuitos & la divinidad de Jesits y Glos « lobos del cristia- nismo>, los cuales no pertenecian necesariamente & ningiin sistema filoséfico y aparecian afin més chocantes en el antiguo cura parroco, ion. antes fulminadorde ateos y defensor violento dela santa Inqui _ Esun error muy comin pensar que hay distancia inmensa entre cl ortodoxo militante y el heterodoxo agresivo: en realidad, sondos fandticos animados del mismo espiritu de credulidad intolerante, y, por tanto, contignos; visten el mismo sayo, sélo que el uno lo pone al derecho, y el otto al revés. Por eso, si no hay caso més raro que la «conyersién » de un verdadero hombre de ciencia, que no tiene faci que cambiar lo que no usa, nada es mas facil y frecuente que la sit- bita transformacion de un inquisidor en un jacobino. Esto fué esen- cialmente el padre Agiiero. Para nosotros, el defecto principal de su Ideologia de libre pensador, no esti en lo que le sobra de libertad, sino en lo que le falla de pensamiento (1). Lo contrario ocurria con los contemporaneos: el proselitismo de Agivero causaba oscéin— rada dalo, y una mafiana de julio de 1824, el profesor encontrd c el aulade filosofia, de orden del rector de la Universidad. La causa faé elevada al gobierno, haciendo cabeza de proceso la «impia doc~ trina» encerradaen el texto del catedratico ; el ministro Garcia tu- sor, mandando apagar las vo el buen sentido de sostener al prof teas del doctor Sitenz y limitando su intervencién & un apercibi- miento anodino « po ueen matorias de esta naturaleza nada es mis peligroso que suscitar pasiones ». Vino luego Rivadavia, ami- 40 y compadre del catedritico, y cuyo liberalismo acallé las agi- 1 y inistro laciones; pero éstas recrudecieron 4 In caida de Ja prosidenci Agiiero (aunque nada tenia que ver con su homénimo, el m (4) Fuasisex Aoiieno, Principias de ideologia, primera y sogunda parte. Buet J, el texto es incoherente y con= tradiclorio, oscilanda entre Deseastes y Destull, como que os resultado de doctrinas Aires, 1826, — Fuern de las profesiones de incredalid antiguas nal climinalas y de Tecturas nn il digeridas. Siqniera en Alcorla nos cencontrannos eon cl discipnlo de un solo maestro y sabemos, una vee por todas, que ol duet de Is casa ex Condillae BL DOCTOR DON DIEGO ALCORTA xv de gobierno, que era cordobés) (1), fué lo mas delgado de ese hilo : tuvo que renunciar & fines de 1827. El gobierno de Dorrego lamé & concurso para proveer la vacante; sélo se presentaron dos oposi- tores; y del acto que se cia del Fernandez y Argerich, dice la Gacela mercantil del dia 5 ealizé en San Ignacio, el 1° de febrero de 1828, en presen ector y de los doclores Agrelo, Aguirre, que, «re- unidos los jueces para deliberar sobre el mérito comparativo de los dos coopositores, convini on con uniformidad de sufragios en las ventajas remarcables que consideraban haber tenido la funcién del doctor don Diego Alcorla». En consecuencia, éste fas nombrado {los pocos dias profesor de ideologia (2) Bs de creer que este sucess halagefio, que contribuia 4 mejorar su modesta situacién, no fuese extrafio 4.la inmediata solu ion de sus proyectos matrimoniales. Se cas6, en efecto, en la Catedral, el 15 de abril de 1898, con la sefiorita Maria Josefa Belgrano, hermana dle su mejor amigo. que fué padrino de bodas, realizando asi en toda su plenitud el sueiio de felicidad dom ica que, por esos mismos dias probablemente, era el objeto de sus lecciones sobre los deberes del jefe de familia (3). —Acerea del hogar de Alcorta ha trazado el nds espontineo y genial de sus discfpulos un boceto encantador, y como impreg ado de esa inusitada dulzura de los fsperos, tanto mis sabrosa cuanto que no se prodiga: « Se habia casado Alcorta (4) En ol tomo SIV de tas obras de Sarmiento (Apéndice, 360) ambos porsonajes aparecen confandidos. Me resisto & erect que sea do Sarmiento tamafia trocatinta, que revela Ia mis completa ignorancia acerca de la vida y caricter del iin tro dirigente do Uivadavia (2) El ecreto (Registro Oficial) es del ‘de febrore y reproduce tor nos hon rosos del informe; Ia dotacién ora de mil posos annales. Ignoro ol nombre del otto ‘competidor @) cl curso. abierto & principios de marzo, se hallavia un mos Aospuss por los capitulos aludids, Si presume qa como fuera, no se realizé del todo su suetio de felicidad : no tuvo familia y no sabored el sentimiento que habia deseripto como « el mis puro, yeneroso y sublime» dol corazén umano, — La fecha del eastmionto consta de um eortifieado expedide en +842 por el cura do ta Catedral (y ditector do In Biblioteca) don Felipe Elortondo. ay ANALES DE LA BIBLIOTECA (dice el doctor don Vicente F..Lépe2) con Ja sefiorita Josefa Bol- grano: la virlud, la modestia, 1a bondad, la inocencia en persona. Su marido era un amigo y compafiero para nosotros ; comfamos y almorzibamios en su casa y viviamos alrededor de su persona y fa- ir mnilia; hablibamos con él de todo. No tuvo hijos, y nosotros éramos ilaria... Al veti rse dela clasé, ay univel para él la corona domés sus «distinguidos », como él nos Hamaba, ibamos 4 su lado 6 en pos de «1, acompafiindolo y conversando. Bra costumbre diaria y tan aceplada, que l mismo hubiera extrafiédolo si no To hubiéra~ on des mos hecho. La reputac bondad era proverbial en el pue- blo... Exeuso decir que mi padre adoraba,al joven Aleorta... » (1) Aumentaba la gracia risuetia del recién estrenado hogar la presencia de Carmen Belgrano. hermana de Maria Josefa, que unia 4 las virtn— des de ésta prendas de seduccisn mas exteriores y brillante ata, fué al parecer la sobrina predilecta del general, y well Address de Washington : adennis, amiga apreciadisima del grupo juvenil ¥ algo liter creo que su colaboradora en la traduccion de la Far que rodeaba 4 su hermano Manuel, y ms tarde, de Rawson, con quien mantuyo tna correspondencia interesante. También el autor del hinino argentino le demostré hasta el fin el mas sincero afecto; \ tengo a la vista varias composiciones autégralas & olla dedicadas por el venerable patticio, enternecedoras por lo ingenno del senti miento en tan avanzada edad, y acaso més persuasivas que si fueran buenas (2) : Tu nombre, que grandes Recuerdos importa Belgrano y Aleorla No son de ali (2) Autobingrafio (on La Biblioten, 1, 383). Los recuerdos del doctor Laiper se re fas de 1880-1881 fieren & lox a (2) La composicidn de que traneribo alguns vorsos eva ta fecha del a8 de enero fie 1885: don Vicente Laipex tenia ente 71 alos y murid ol afi siguiente | DOCTOR DON DIEGO ALCORTA os Del no, en ol tomplo De la Patria amada, Las Iucos, la espada, Brillando se von, Del otro, alli mismo, La virtud amable, La cioncia sociable Alambran también’ Flor de nuestro foro, Se abria tu hermano Maldito tirano La hizo deshojar ste hermano Manuel. que se recibié de abogado casi al mismo liempo que Aleorta de médico, también habia de morir joven y, por una estraiia fatalidad, sin que le valiera el seguro que tomé contra el olvido, imprimiendo tal cual produc ion si ya. Sélo vive su memoria por algunos ecos admirativos de la prensa contempori- nea. y el recuerdo simpaticn (aunque inexaclo y vago. como casi odo ln suyo) que don Juan M. Gutiérrez Je consagra en su obra ci- tada. y también ensu biografia de Varela. Al lado de don Juan Cruz, Belgrano habia cultivadoel género dramatico en sus afios juveniles, ¥ durante ese periodo de pequetio Sturm und Drang (1) intelectual que caracterin’ la actnacién politica de Rivadavia. Nos consta que yo leyenda peruana de la conquista, fué represontada con éxito y aun una tragedia suya, Molina la Virgen del Sol, cayo asunto era una publicada en Buenos Aires. No he logrado ver un ejomplar, ni co— nozco un solo verso de ella, citado por los que la mencionan, inclu. so Gutiéerer que parece no la leyé jamais (2). Sea como fuera, no es (1) Asi designan los alemianes al periodo revolucionario y emancipador de su litera lua, 4 tines del siglo svn nay sabide como se amalogearon agai las tots ivitinwlorae de Rivadavia (2) No la conace de vign el general Mitre, ni ereo que tumpoco el doctor Lopes, so- isin Jos términos sayos en que me hablé de la tragedin alguna vez. Se presiin en el Cenlinela de noviembre 16 de 1833, y sn ropresentacién {performed with B28) by 1 el interesante bro : A Five years’ residence in Buenas Ayres (1820 Ps ANALES DI 2 LA BIBLIOTECA dudoso que Belgrano ocupé un puesto distinguido entre aquolla ju Yentud liberal: acerea de sus prondas intelectuales y su alma eaba~ Hlevesca se _muestran uninimes los testimonios contemporaneos. Conocia algunos idiomas, especialmente ol inglés — que profundiz6 con don Santiago Wilde—Ilegando 4 poseerlo lo bastante para dar conferencias piblicas y desempefiar un empleo en cl consulado britain Dice Gutiérrez, que «se hizo notable en el foro por su honradez ¥ el brillo con que patrocind algunas causas ruidosas ». Como luego veremos, cuando Hegaron los aftos terribles supo mos- trar que habia heredado todo el apellido, y que el héroe improvisado de Tucumin y Salta habiale transmitido, no s6lo sus virtudes pri. ertad vadas y sus fervores de espiritu, sino también su culto por lal y su inflexible civismo. ‘Tales evan los seres de eleccién en cuya intimidad se deslizé por aquellos afios la pacifica existencia deAlcorta. Alcalordeestas almas ad, se saom' lentamente su filosofia prictica hasta llegar 4 la madurez deticadas. tandignasde amalgamarse & la suya por natural afini perfecta. y sin que al principio fueran parle 4 pertarbar su opti mismo los acontecii nientos queen la ciudad y la provincia empeza- te ban a desarrollarse. La plena felicidad es un arrobamiento : elicioso egoismo entre dos crea su propia atmésfera, aisladora del contacto externo; poco 6 nada se le alcanza de las agitaciones calle- nde las calamidades pablicas mientras no Megan & con mover el altar doméstico. Pero las horas de dicha son las horas de ciudadano le fuera dable olvidar en su torre de tvegua; y annque al marfil las fiebres y zozobras piblicas, éstas se encargarian de sacudir su_calma indiferente, El nido sigu cl destino del roble en que colgs. Son siempre f ‘giles las fianzas de ta felicidad humana, pero an Baglishan. EL autor aniigima no es otro que Mv. ‘Thoiwas George Love, a quien vol 4 encontrar como redactor del British Packet, — en exyo niimera dol 18 de enero de 1840 anunciaha en estas dos fineas Ia muerte de su antiguo amigo: « Dew al Montevideo. on 26th all, aye 38, doctor Manael Belgrano, 4 native of Buenos Ayres, cand nephew of the late general Bolgrane. Y ;quign sabe si esta oracidn centonces un acto de valor 1 DOCTOR DON DIRGO ALCORTA ut munca més precarias que cuando, 4 la fatalidad do las leyes natu— rales, se agrogan los choques inopinados de la miquina social salida de quicio. Llegaban para todos los dias htigubres en que, durante la tempestad estremecedora, cada cual deberia temer, mas que los rayos del cielo, el desmoronamiento en su cabeza del edificio levan- lado para protegerla. Y al tener que situar en su campo real al grupo idilico, ya prometido & 1a dispersién y Ja ruina, el historia— dor no se substrae 4 la emocidn del contraste que no ha buseado. ¢ Habéis sentido alguna vez esta formidable impresién, & bordo de un yapor que cruza de noche en alla mar? Adentro, en el salén: Iuces, perfumes, miisica, risas de nifios, grupos de flirt en la tibia | Abris la puerla sobre el dock, y, brusca- atmosfera de mundan egan ; la ilusién de un sarao en alguna Villa Injosa y segura mente, caéis en el horror de las tinieblas, sobre una astilla sacudida por los elementos cadticos: mil aullidos siniestros suben del abismo ; os azola el rostro la borrasca brutal ; hajo la réfaga saturada de hu- medad y el embate que escupe su salada escarcha, la carne sufte el temblor instintivo del posible hundimiento... Ha sido un segundo, que ya pass, Con todo, queda una vaga inquietud ante la jauria rugidora de las olas que acuden, erizada la melena de espuma, in- numerables, infatigables, al asalto furioso de la nave, y qe, al estre~ arse en ka pa 1 de acero que cruge al pulverizarlas, parece que le arrancaran un gemido de cansancio y dolor... El aiio » y es en verdad climatérico en la historia argentina ; otros, acaso mas sombrios, que vinieron después y dejaron en el seno de la patria cicatriz imborrable, no fueron sino hijos de aquel en que. pot la guedlad egoista de algunos ambiciosos y la complici dad pasiva del mayor niimero. faé jugada y perdida en pocos me- ses la suerte de tres generaciones. Sacrificando 4 sus celos y renco- res personales la causa misma que inyocaban, los caudillos de uno y otro bando, igualmente culpables, persiguieron sobre el cuerpo desangrado de Ja Repablica cl triunfo exclusive y efimero de sa partido. En la encracijada tenebrosa de donde arraneaban las dos ww ANALES DE LA BUBLIOTEGA sendas del porvenie, la pasién eligié la quelevaba 4 todos al preci- picio. Fué tan terrible In caida, que duran atin sus consecuencias. Algo quedé alli perdido, que los aluyiones emigratorios no nos po- dian devolver. gCémo esperar que el organismo argentino, anémico de savia nacional después de tan largas contiendas civiles, resurgie- ra robusto por la absoreién intensiva de el Mm nlos extrafios que, muy Iejos de contener to que le fallaba, necesitaban ser gradualmen- te transformados para asimilar » con provecho ys Noes cierto como Io predicara nuestro sofista mis terrible (por Jo mismo que tenia talento) (1), ) ropilen ain sus caudatarios, que las nacionalidades se acrezcan noi malmente por yuxtaposicién, al modo rudimentario de las mas s minerales. Las analogias aparentes son el escullu de los espititus sin critica. Los Estados Unidos (aun dando de barato lo imperfecto de su estructura nacional) (2) han absorbido eon provecho grupos enormes de poblacién’adventicia porque evan capaces de dig srirlos, y e’ta potencia asimiladora, real- mente excepeional, efa la suma y resullante de cireunstancias tam- bién Gnicas en el mundo. Que no bastan las riquezas del suelo, Io prueban algunas regiones de Sud-América, colmadas por la na~ turaleza ¢ inutilizadas por el habitante; que noes suficiente el factor de la vara, aun agregado 4 los anteriores, lo demuestran las colonias de Australia que, dependientes 6 auténomas, no Hegan a definirse étnica y, mucho menos, histéricamente, Los Estados del norte eran organismos politicos completos, familiares con el autogobierno mucho antes de la independencia, y ol vinculo federativo reemplaxi simplemente al metropolitan. No fueron on el principio agrupa- ciones fortuitas de aventureros y convicis, como en Australias ni tampoco rodajes inertes de una formidable maquinaria cuyo centro motor estaba & dos mil leguas : simples deparlamentos administrati- n una minoria de funcionarios peninsulares y unainayoria de (2) Vea on tninme tomo CApintive Up Ia eritien de lus Buses, de: Atberdi (2) Sass Bavex. ‘The American commonwealth, tomo 1, eapitule HL. — Del Plate al Niiguon, piginn $80 50 Tat Federacion es ol estado larval de ta nacionalidad, ote, . DOCLOR DON DIEGO ALCORTA sent siervos indigenas, extraiios por igual, explotadores y explotados, & las practicas del gobierno libre. En suma, Ala falta de educacién de la vaza unian estas provincias Ja falta de adecuacién del molde colonial — aqui atenuadas, sin em- bargo, por la fusién temprana del indigenado. Por eso fué posible no sélo la Independencia —cuyo factor principal fuera la decadencia de la metrépoli— sino un comienzo de evolucién regular hacia el orden sin trabas y la libertad sin excesos. Sabemos todos cémo la alvadora, comprometida por la doble infatuacién tedrica de jos y federales que oponian uno a otro dos sistemas hechos para fundirse, se interrumpié bruscamente por un motin de cuar~ tel, La tragedia de Navarro fué atin mas absurda que criminal, pues ia bala homicida tenia que rebotar de la victima sobre el ejecutor. fio 26, la lucha era de civilizados : sus tre los adversarios del armas eran argumentos y su campo de batalla la prensa y la tribu- na. Los mismos alzamientos militares obedecian 4 un programa, si no un principio, y el vencido que no cayera en la relriega ané: hima no temia que el vencedor se tornase verdugo. Aquel sacrifi- cio inexpiable erigid en operacién de guerra el asesinato; ya fueron buenos para soldados los forajidos de la pampa y del suburbio; y. simbolo de las turbas desenfrenadas, pudo un malyado recoger la bandera caida de manos de Dorrego, la cual, enrojecida en su san- Ere gen g ‘oa, vino 4 ser el mentido pendén federal de la barbarie. Law filosofia de la historia» que, para mi uso propio, tengo ex- traida de mis lecturas y reflexione es que, 4 pesar de la tradicion y los habitos heredados, el orden cial es un estado artificial y preca- vio, Lo natural es el desorden ; y sélo mereed 4 todo un sistema com- plejo de diques y defensas es como la fibrica resiste al empuje exte- rior y no peligra Ia civilizacién. Cualquiera sociedad—singular- mente las recientes y rudimentarias— representa en lo moral lo que el sud de Holanda en lo fisico : un suelo conquistado sobre el mar que bate las murallas, en acecho de la brecha abierta por donde se precipite el desastre y Ja ruina, En otros Urminos, mas claros ain : aay ANALES DE LA BIBLIOTECA el rden politico descansa en una jerarquia. La tnica igualdad, que no signifique una quimera, es la virtual, 6 sea la que, substituyendo a las ca stas cerradas las clases abiertas, permita el vaivén libre y fe~ cundo de la savia social que renueva incesantemente las aristocva- cias vitalicias de la moralidad activa, del talento bien empleado, -de la fortuna bien habida. Los trastorn: politicos terminan en el des- quiciamiento social, porque tienden fatalmente 4 repetirse. Ahora bien : como ocurre con las operaciones quirtrgicas, una primera revolucién pudo ser necesati una segunda es mala, y una tereera, peor. De desorden en violencia, ega & caer el poder en las manos mids indignas; hasta que el rebaiio social, cansado de ser diezmado por los lobos, elige como pastor al mé robusto de la banda, para librarse de los demas (1). Tal es la triste génesis de la dictadura de Rosas : la burguesia enloquecida bused un « gobicrno fuerte » como tinico remedio a la anarquia; y claro esta que, no subsistiendo so- bre los escombros del orden antiguo, civil} militar, otra fuerza acu- usulada que las monton as gauchas, tocdle al caudillo de éstas el en wo de salvar la sociedad. Sabemos cémo la salvd. Pero no po- demos, nosotros, «ue estudiamos hoy los hechos sin ilusiones ni ren- cores. compartir el ind nado asombro de os contemporaneos, al ver qu | patrdn de Cerrillos aplicabaal pais entero el mismo der constitucinal que en sus estancias del Salado. Que sea éste plena- mente responsable ante el derecho comin, lo ignoro al par de todos, sibien harian presumir lo contrario muchos accidentes de su carrera; élno lo es, en todo 0. ante el criterio histrico, sino los que pre- pararon suacee oy, oga 6 deliberadamente, dirigieron de tal modo Jos acontecimientos que, & muchos argentinos de buena fe, parecie- ra aceptable y aun plausible la monstruosidad de hacer sentar 4 Rosas en of silln de Las Heras y Rivadavia, despuds de darle las formas (4) Desde ol sigh so. ello se formulaba cel Roman de la Rose (verso g6h5) Un grand sila enteeus estarent Le plas cen de quant geile farent I plan cars of le greiner (greeter) ete fioent prince et rignor. EL DOCTOR DON DIEGO ALCOWTA wv iones de un trono asiatico. Este siniesiro hundimiento y propor en el tremedal contiene en i tanta ensefianza (& mas de la que re sulta del debate critico institaido con algunos historiadores nacio- nales), que pido permiso para marcar sus pasos sucesivos 6 irreyo- cabli aunque parezea la digresién un tanto ajena de esta noticia. I BI dia mismo en que Alcorta entregaba 4 la Universidad su disertacién para el doctorado (27 de junio de 1827), don Bernardi- no Rivadayi enviaba al Congreso constitayente su mensaje de di- misién. La rentuncia no sorprendié a nadie, ni por su fondo hon rado ni por su forma ampulosa : después del rechazo de la consti- tucién por las provincias, el éxito deplorable de la misién Garcia en el Brasil sumii str) al presidente unitario la ocasién que su orgullo herido anhelaba, atin mas que su dignidad. Pero noes cierlo, como ha dicho Sarmiento, que la presidencia cayera « en me‘ de los silbos y niflas de sus adversarios » (1). Tal actitud no fas. ni podia ser, lade Dorrego y sus amigos, ante la doble ame- hava exterior é int era que se cernia sobre el pais. Lo angustioso de la sitnacién general impuso silencio 4 las rencillas caseras—siquie- ra fuese el breve silentium de Tacito— y una comisidn, que eneabe- (2) Sawunseo, Civil sacion y Burbarie, V.— Reei Revista de dereeho, historia y letras, las notas de Alsina, & quo hacin referen: do 1854. E 10 han publicado, en la als edicién tuna dle dts, Alsina rectili cesta afirmacién do Sarmiento, aung ceurre en errores mis graves que ol rectifieada, Deir (como lo haco Alsina) que, en junio de 1827, el gobierno de Rivadavia ova «fuerte, 0s no to toackin; ol 1 el sentido dle la tador asi Jo prucha & renglin seguido, cuando apunta entre tos motives de dicha fuersa, el contar con «gabernadores ai 08, entre olla, ol respotable de Salta, general Axenales», Desde febrero de dicho afi, Avenales, tumbado per Gorriti, sivia refugiado en Boli ia: y_ previsamente este dosmoronamiento de las pocas «situ siones » adictas 4 Rivadavia anunciaba el fracaso general ria, vesultan como 1 las apuntaciones de don Vale a, y como las apoya casi siompro en su calidad de actor 6 testigo cular, ello prucha, wna vex mis, poco vale ol tostimonio humano xwr ANAL DE LA BIBLIOTEGA, tismo. zaban Valentin Gémex y Dorrego, sicoreados por ol patti presenté el 3 de julio un dictamen conciliador que se tradujo en ley aquella misma noche. Se disponia el nombramiento de un presi dente provisorio, cuyas principales atribuciones consistian en con~ vocar una conveneién y « emplearsus esfuerzos para hacer cesar la guerra civil y dedicarse con particularidad al grande objeto de la guerra nacional». Pero lo importante de la ley era cl articulo 10, por el cual se restituia & la ciudad y provincia de Buenos Aires su aulonomia. Rivadavia arvastraba en su caida 4 Ia presidencia, y nadie (luera quizé de don Vicente Lopez. que naturalmente salié electo) creyé un momento en Ia resurreccién efectiva del régimen presidencial. El ra de agosto, la reconstituida legislatura de Buenos Aires eligié gobernador & don Manuel Dorrego, casi por unanimi dad (31 yotos sobre 35); el mismo presidente provisorio invistié en la Fortaleza al que era en realidad su sucesor, y, it los cinco dias (18 a gjecutivo de Buenos Aires la representacidn exterior de las provin— sto) quedaba disuelto el Cong’ 9 y reasumida por el poder | gobierno nacional habia vivido. ¢Tuvo en realidad un solo dlia de vida propia y completa, si por ello se entiende el funciona~ miento arminico de todo el organismo y la necesaria subordinacién de las partes al centro director ? I ‘vada historiador mas interesante de la olimpiada jana (1). el que. pesar de muchos yerros materiales, conserva y transmite do Ia ten- siempre la viva sensacién del conjunto, — ha caracter taliva de organizacién unitaria con el mote denigrante de «aventu- I», Confieso mi escaso entusi smo por el rétulo, que (4) No necesito advertir al lector que tos 4 Rivadavin. durante el gobierno de Rodvigner, agregudos al aio y a doncia, uo forma onoldgicamente una olimpiada, estando de por medio el viaje & Europa; pero encuontro on Ia dosignacién, & mix do su cémoda brovedad, cierto dejo as solemnes y un tanto olimpicas que afaclé aquolla dietadura dol apropiado & las for sgroso. — Rivadavi pr para Fuvopa, no i fines de 181. como dice of doctor Lépes, sino ol x6 do junio, Se embares dice ol Angas wxolo y sin xor xentido, bus sain HL Do OR DON DIEGO ALCORTA set stt autor repite intolerablemente on los dos diltimos tomos de suobra, con una insisténcia tan poco ajustada al gusto como a la equidad, cual si, con tirarse & muchos ojemplares, pudiese una impertinencia equivaler & una demosteaciér De lo que menos tuvo «el sefior Riva- davia», es de aventurero, aun tomada a vox en su antiguo y¥ me- jor sentido. El que cometicra, durante su presidencia, varios y graves ervores, no prueba que fuese un error, mucho menos una aventura. la misma presidencia, vale decir el pensamiento de bus- car en la concentracién del poder un recurso contra la anarquia. En todo caso, la actitud meditativa y convencida de Rivadavia ex- cluye la idea de azae y atropello que la palabra wayentura» implica, y que seria cuando mas aplicable a la sde an Alvear : no hubo ‘alea jacta est en la empresa de salvacién metédica, que result in de tantos ejemplos de civica firmeza como esa vida contiene, no es el eficaz, porque cl mal era mas fuerte que el remedio. Y despué menos instructive, enfrente a las abdicaciones contemporaneas, el de ese sombrio y doloraso ostraci: mo soportado hasta el fin, y al habi que solv la posteridad justicier de tributar el homenaje postumo. Que hubo mucho de excesivo y quimérico en el alan civilizador de Rivaday basta recorrer el Registro Oficial para convencerse de ello: es un pululamiento de leyes y decretos gubernativos sobre todo asunto maginable, desde los que, por su enormidad, no ca~ bian la constitucién (como la abolicién velis nolis de la provin- cia de Buenos Aires), hasta los que, por 'su nimiedad, convertian al ejecutivo nacional en comisario y maestro de escuela de la Repit- blica. Y casi todos ellos provistos de su correspondiente preambulo, que resumia la materia, explicaba los motivos y razones de la reso- s lelanias de articulos lucidn, para extender verdad luego reglamentarios. La pompa del estilo es tan invariable como el em- paque solemne, ol gesto teatral, ol tono sentencioso que del autor se nos refieren. Si se establece ef registro de propiedad, habréi de denomina: eel Gran Libro de Propiedad Politica al cargo del No- avi ANALES DE LA BIBLIOTECA Se ro nacional con disposiciones mi- tario Mayor de las Provineias Unidas, con ocho mayiscul Henan sendas piginas del Regi nciosas sobre calles y zanjas en la campafia, sobre ol alumbrado de San Nicolis, é depésito de instramentos y substancias de la Universidad. la disciplina escolar, etc. La fandacién de una escue- la de nifias en el campo va precedida de su introito sobre la im- portancia de In educacién. La designacién de cada socia de la So- ciedad de beneficencia da lugar & un decreto nominativo. El que nombra a don Alejandro Sack « jardinero botinico de las Provin- cias Unidas», con el sueldo de 50 pesos mensuales, se desarrolla en quince articulos repletos de granos y hortalizas. El simple cambio de un rétulo administrati 0 es un asunto de Estado; hay dos de- evel s de junio 26: el primero, suprimiendo la comisién topogra— fica. compuesta del_presidente Lopez (autor del himno) y los dos yocales Senillosa y Diai el segundo, creando el Departamento Ge- neval de Topografia y Estadistica, con los susodichos Lépea. Seni- Hosa y Diaz... Se nota, sin necesidad de insistiv. ef exceso de regla- menlacidn y oficinismo. — Es una de las primeras condiciones del hombre de Estado rodea Je colaboracores que le completen, y Rivadavia no que le repitan; el ministro Agiiero nada agregaba eran espejo convexo que Ie rellejaba, atenuando sus cualidades y exagerando sus defectos. Uno y otro tenian confianza absoluta en los sistemas politicos y las recetas administrativas. Su didlogos in- terminables remedaban partic de pelota trascendental, en que delantero y zaguero sacaban y restaban infatigablemente la pelot muerta de los argumentos, para convencerse mutuamente de la efi- cacia absoluta de cualquier providencia arr glada & la teo con prescindencia de los medios pricticos. De ahi tantos proyectos agricolas, empresas mineras (1), construccién de caminos y ca (4) Buc una atrox ealumnin (y que en sentir a9 so rebate con bastante enorgia cen la obra de Lépey) ol supuesto intorés particular de Rivadavia en la famosa Sociedad dé Minas: nv (uve otro mavil que el progreso del pais, como en sus otras iniciativas, y su cereencia en las riqueras del Famatina hn sido eompartida, despuss de él, por diex empresas evtranjoras. Por olra parte, la intervencién de Rivadavia or consecnencia dal deereto de BL DOGTOR DON DIEGO ALCORTA mmx nales, instituciones de crédito y educacién publica, reformas socia~ les, subvenciones 4 la inmigracién y 4 la industria, contratos de sabios y profesionales europeos: mucho de ello improvisado sin medida ni célculo, y con aparente dosprecio de las‘leyes naturales y cocioldgicas. Esta faz deleznable y eaduea de la tentativa rivadaviana (iaora de su gran ilusién constitucional) es la tinica que atacaronsus enemigos. y la dinica también: que aitn hoy se obstinan en conside- rar algunos espititus [rivolos 6 prevenidos. Pero tiene otra faz mas sélida y plausible, & 1a que debemos una mirada ripida, siquiera para rechazarla tesis que s6lo atribuye & nosé qué « leyenda» y con- Lraste anti-rosista el culto piblico que se tributa al gran proscripto como si este culto fuera otra cosa que la consagracién péstuma de la autoridad moral y del respeto que 4 todos inspirara durante su vida! (1) Rivadavia fué algo mas que un atopista en el poder—aun admi- idenci nal fuera liendo que su concepto de kt pres unilaria y doctri ensi mismo una utopia. Entre sus mis enconados detractores fede rales, no conozco uno solo —de opinion valedera, se entiende— que haya pretendido amenguar la importancia historica del minis- two de Rodviguer, Ahora bien : de esa administracién ejemplar y juminosa, que hasta ahora queda en la historia del pueblo argentino como la prueba mas decisiva de su capacidad para la vida civi~ lizada y el gobierno libre, es muy sabido que todas las iniciativas fecundas fueron la ob ra aplaudida del que en la presidencia habia tan corto intervalo mermaran de fracasar. No puede ereerse que ¢ bre de 18k. Las verdad se desprence do Los mismes informes de Heady de ‘otros documentos & quo muchos aluden sin aberlos compulsado ; es muy sabido, por Jin, queen tos principios de su expatriacion, wales de haher podido realizar aqui sus Vienes hevedados, Htivadavia conocidi In pobresa hasta of grado de dober & un oxtran: jero. amigo suya, favares que vonties noblomente en el proficio de su traduecién rmanuseritn de Ad ra: y aun después de vendor & vil procio sus fines de Buenos Aires, consumnis su modesto haber, no dejando easi nada 4 sus hovederos (4) Nadie ha dicho mejor que Avellaneda (Biblioteca, LV) to bueno y to malo de ta leatativa unitaria, rosultanda, en summa, de ese juicio imparcial y si ico, un allo omensje & Rivadavia we ANALES DE LA BIBIOTRCA su inteligencia y energia—ni tampoco que sus actos y documentos gubernativos de antes no adolecieran de los mismos defectos de for- ma que tenemos seftalados (1), y qué no le impedian set conside- rado, por propios y extrafios, como un estadista de valor excepcio- nal en la América espafiola (2). Por lo demas, estén ahi sus pro- pa goberné con mano més firme ni_pens6 con mayor lucide mostrar, en sus grandes linens, que nunca ¢ Qu sucedié, entonces, para que en uno y otro caso los mismos medios videncias y mensaje surtieran tan diferentes efectos? La explicacién es muy sencilla: uns habia cambiado el campo de accién y fueron adversas las ci tancins. Y sin perdernos n vaguedades frascoldgicas, bastard cn racterizar aquellos términos con dos 6 tres hechos significativos para que la explicacién aparezca concluyente. Habia cambiado el campo de accién. Antes era la provincia de Buenos Aires. relativamente rica y prospera, con una agrupacion urbana (vale decir, civil ada 6 civilizable) superior on calidad y cantidad & a de todas las provincias juntas (3), y su puerto sobre ol \thintion que significaba el comercio, Ia inmigracién, la propa ganda y el contacto europeo. Ahora se trataba de casi todo el virrei ato: en lo fisico, el «esierto apenas salpicado (aparte Gérdoba) de unas pocas aldeas primitivas. a distancias enormes dela capital ; en lo social : una minoria de decentes, comerciantes 6 empleados, de 1) Este abuso de consideraciones doctrinales, en documentos disposilives. que lox cluyen, orm teuiciin ide Mariano Moreno, que solin oncaherar con un « editorial » & resolucidn de ly ants 2) Puede verse en los informs de los onviades ouropeos la opinién que tenian de Nivadavia : en cuanto a los argentinos mis eultos y ropresentativos, he aqui las palabras Mol cminente y agulo Gorviti, al atuear en el Congreso la expitalizaciin de Buenos Aires (sesin del» ae 120 do 18ali): « Sélo se deliende por et prestigio do sn origen Ja alta idea que se tiene de la sabiduria vy profundas combinsciones del que lo cconcebido ». Kjercia tal presion on los e dal inte piritus quella auto ectual y moral, que Balearce miraba en ella na forma del despotisine, ; Otras formas than 4 conocerse nego! (3) Por ol aiio de 1826, of total dela poblacién urbana on las provineias (grupos de 1009 habitantes arviba) no passa de Go.o00 habilantes; esta cifra era la de ln sola cindad de Buenos Aires, fuer de las centrox disenrinados en la camps BL DOGLOR DON DIE 0 ALCORTA wa jdeas tan estrechas como su habitaculo, diluida en una inmensa may’ ‘ja de gauchos semindémades, cebados cn el desorden y el sa~ «queo por quince afios de montonera, y dispuestos 4 soguir al primer caudillo de poncho que los dominara por la audacia y el terror. Estos caudillos formaban el personal gubernativo. con dos 6 tres de repuesto para cada provincia : tales eran los colaboraiores im- puestos tla obra de Rivadavia, y como estos elementos de barbarie representaran el néimero y In fuerza, pudo preverse lo que valdria la colaboracién, Asi las cosus, huelga decir que las cualidades de Rivadavia, que hacian su fuerza en Buenos Aires, constituian suim- potencia en las provincias. Lo que le falté, al dia siguiente de abandonat el ministerio y en lugar de embarcarse para Europa, fué tomar la posta y recorrer ef interior, poniéndose en contacto con las inasas selviticas y apenas modificadas do las antiguas enco- miendas. para estudiar la yerdadera estructuy del pais que muy luego tendria que gobernar, Esta «leccién de cosas» Je hubiera ido de la realidad sido provechosa. pues no era un sofiador abs el estadista que planted, en su discurso de inauguracién, el probl ma politico en estos érminos excelentes, que resultarian una triste prof Jin fatal es la ilusién en que cae el legislador, cuando pretende que sus talentos y voluntad puedan mudar Ia naturaleza de las cosas, 6 suplirla sancionando y decretando creaciones! » (1). Es acaracteristica de Rivadavia, ent Jos hombres de la revolucién, haber permanecido hasta el fin exclusivamente bonacrense— siendo el inico quiz que nunca cruzarael Arroyo del Medio, Nacié, se educd y vivid en la ciudad, no abandonandola en su edad viril mas que para sus viajes 4 Enropa, que desarrollaron y, por ast decitlo, exasperaron sus tendencias urbanas : esta es Ia claye de su conducta ja de politica, asi en los aciertos como en los errores. Su ignoran (1) Diario de sesiones, ® de fobrore de 1826. FI disenrso prosidencial, fuera de forma algo ampulosa & incorreetn, eontiene allas ideas de gobierno, que contrastan cow algunos hechos inmestiatos. Estas contra nos son usuates en Sudl-Amériea, donde ajenay tos actos suelen ser propios. y las palabras, suit ANALES DE LA BIBLIOTECA la actualidad provincial quedé absoluta; y por cierto que no con~ ti y de~ tribuia & desengafiarle el trato de los Agitero, Funes, Gori mis laureados dle Gérdoba 6 Chareas, productos casi exdticos en sus aldeas natales, donde imperaban ya los Bustos, Quiroga y sus congéneres. Debe, pues, admitirse a priori In falta de adecuacién entre el sistema de Rivadavia y la materia & que se aplicara. Con todo, ni cl sistema ni la materia eran necesariamente rigidos; no era imposible que, con esfuerzos mis 6 menos violentos, y combi~ nando las concesiones de unos con la educacién paulatina de otros, a gradualmente la incompatibilidad... Las circunstancias se atenui la hicieron irreducible. De estas circunstancias adversas, me parecen accesorias las que suelen invocar los historiadores. No es dudoso que agravé el error de Ia federalizacién prematura de Buenos Aires, el hecho de hallar~ se precisamente su gobierno en las manos més dignas de ejercerlo: faé una desgracia tener deadversario & Las Heras, que pudo ser un colaborador eficacisimo. También crearon dificultades 6 debilitaron la autoridad prosidenci al: los expedientes econdmicos, que em- peoraron la situacién del Banco y depreciaron sus billetes; el ruido~ so desastre de la Mining Association ; el fomento de empresas poco realizables, aunque no todas tan fantisticas como el canal de los Andes: Ia entrada de Dorregoen el Congreso, y sobre todo la de Ma~ nuel Moreno; la actitud hostil del gobierno de Cordoba, que arras— traba @ otros; la der ay fuga de Arenales, cuya presencia on el gobierno de Salta cra una garantia de orden nacional... (1). Pero todo ello, y lo demas que omito, era manejable 6 repa da abierta. y que agoté las fuerzas de Ia presidencia, fué la guerra con el Brasil, por la conservacién, perjudicial, & sor posible, del territorio uruguayo. (2) El general Gorriti results Inego tan poco federal como Arenales; no ex menos cierto que se apresuré 4 folicitar & Bustos por ol éxito de Ia rovolucisn, y on términos que causavon alarma on Buenos Aires. Véaio ou carla & Bustos on Zissr, Historia de los gobernadores, UU, 637. EL DOCTOR DON DIEGO ALCORTA xsi La anexién de la Banda Oriental no era sostenible histévica ni politicamente. Desde el punto de vista hist6rico, esta parte del vi- rreinato eraen realidad menos argentina que el Alto Por 4 ol Pa- raguay, que sinesfuerzo ni pesar habfamos abandonado. El anta- gonismo entre Buenos Aires y Montevideo era tan antiguo como la fundacién de Zabala; después de una incubacién mas 6 menos per- ceptible, se manifest en los sentimientos, sino en los hechos, du- rante la Reconquista, para estallar con hostilidad declarada 4 raiz de la Independencia. Mas tarde, las promiscuidades y complicidades de la anarquia amalgamaron egoismos partidistas ¢ instintos barba- ros, sin que se fandieran las prevenciones afiejas al calor de un min patriotismo. Entre las margenes cercanas é idénticas del Ura- guay, elvaivén del caudillaje pudo crear una «hermandad de la cos- tan, aniloga dla de los antiguos filibusteros y changadores, pero cl «disociable mar» seguia separando 4 Montevideo de Buenos \ piraciones de los ciudadanos tivales, atizavia res—y la civilizaci n creciente, al multiplicar los intereses y a los recelos de la mas chica por la mis grande. De corazin, los orientales no evan argen- linos, y no hay leyes ni pactos que creen 6 destrayan sentimientos. Politicamente, y aunque fuese consentida, no era deseable la in~ corporacion de la Banda Oriental. Sobraban aqui los elementos buenos y malos que tal anexidn significara, asi la riqueza territorial comola ineapacidad de explotarla por la barbarie indémita de la campafia y el incurable desorden levanti co de la ciudad. Ya no po- din ave rse Buenos Aire con sus hermanas terribles del litoral 6 del interior, & pesar dela cohesién del suelo y la vinculacién histo— rica ;y se queria afiaditle artificialmente otro «Entre Rios» extraiio, mis distante y suello, mis br io y robusto que el propio! Ello importaba substituir las disensiones domésticas, al cabo intermi- lentes, por la guerra civil en permanoncia. Desde el punto de vista internacional, era peor ain esta solucién del problema. Destruido el cojinete intermedio y amortiguador de choques, entraban on contacto, vale decir en conificto, los dos vi- xxute ANALES DE LA BIBLIOTECA yales hereditarios que sdlo-por el desierto de Misiones habian: xterior peleado durante un siglo; y esto importaba Ia guerra agregada & la guerra civil. ‘Tan evidente: era Ia situacién, que-su tario: desconocimiento no sevia explicable por el estado rudimet dela opinién: con el instinto batallador, exasperado por las exci— la Independencia, hubo de taciones pactidistas y la mitologia de combinarse el rencor ativico de los dos reinos conquistadores. Y se declard la guerra al Brasil, para arvebatarle Ja tiinica de Neso que ibaa revestiry hubiera tenido mis tarde que arrancarse 4 pedazos del cuerpo ensangrentado. Sélo una condicién pareeia para el Uruguay “ mas imposible que Ia de ser Banda oriental argentina, y era la de: permanecer provincia austral brasilefia, Aun duefio de la ciudad y nntros campales, el flamante imperio se hubiera- yencedor en encu extentiade como corel presa de los tibanos, bajo el_hostigamiento. esporadico del gauchaje montonero y cimarrén, tanto mas inaca- bable cuanto que. para él, la guerra delazo y cuchillo era un medio ‘a inevila~ de sustento al par que una diversién. La recta solucién er ble; y hasta es probable que del cuerpo & cuerpo, no interviniendo. do en las ufias un a diplomacia, el encarnizado oriental lmbiera sac! pedazo de Rio Grande. Pudo, pues, Rivadayia, su advenimiento y cuando su influencia sobre el Gongreso era omnipotente, desen- tenderse oficialmente del Uruguay como de Tarija, dejando que centenares de « treinta y tres», fomentados por las simpatias del ‘iunfasen en nuevos Sa pueblo, indies y otros Rincones de las Ga- Hinas. Cierto es que el Congreso acababa de celebrarla vuelta del hijo peédigo, reconociendo lar corporacién de la Banda Oriental 4 las Provincias Unidas; pero esta ley era anterior la presidencia y su derogacidn seguramente menos geaye que la de la ley de ene- ro 23 de 1825, Entreestas dos leyes cupola suerte del nuevo régi- mn de gimen; con respetarla primera, que se oponia 4 la decapita Buenos Aires, y anularla segunda, queimportaba declarar la guerra al Brasil (poruna anexién infinitamente mas absurda con el sistema unitatio), puede que cambiara la historia argentina, Se hizo lo con- EL DOGTOR DON DIEGO ALCORTA we trario: los regimientos que hacfan falta on estas provincias fucron & dicemarse on las cuchillas y pantanos uruguayos; y tan ostéril fué cl triunfo de Ituzaingé que, al vencedor que oftecta la paz, creyd el Entre 708, 4 los golpes del veneido que podia dictarla, como después de diez victor taato la desarmada_ presidencia se caia & ped ariete aniirquico: la opo ade Buenos Aires fraternizé con la oposicién instintiva del interior, y la constilucién fué recha- zala, Rivadayia se anticip® & la derrota con entereza y altiver. Mien tras sus partidarios juzgaban prematura la renuncia, sus enomigos trado envolvia la se esforzaban en demostrar que la caida del magi condenacion de sus principics y sistema, Creo, por mi parle, que el régimen de Rivadavia pudo ser tan viable como el imperio liberal en el Brasil. No hay espiritu reflexivo que sustentara hoy Ia absurda tesis partidista de Dorrego y Mo- reno. 4 saber, que para conseguir el orden en la libertad, timico lin de todo gobierno, cl mecanismo federal era entonces mas obvio que el unitario — lo que equivaldefa & decir que exige menos aptitudes y educacién politica en el ciudadano." Si nada tiene {que ver con la federacién norteamericana 6 suiza el barbaro com= padraje de caciques que prostituyé este nombre en la Argentina, tno parece dudoso que dicho régimen, en razén misma desu per feceionada estructura, ten que ser el menos aplicable 4 un orga~ nismo rudimental y disperso, el mas ajeno y distante del autogo~ bier 0, asi por sus antecedentes de raza é historia, cuanto por las isi ial (1). Para abro- condiciones presentes de su medio ico Soi (1) Las analogias superticiales son uns fuente inagotable de sofismas, Exteriormente Jn estructura foudal tiene ran semajanaa es la fedorativa, siendo, politicamente, eb lo opuesto \dos por el nombre, algunos autores (y 4 st imitacién Atbord | wConfederacida Gerasinicn » junto 4 lt Commonvealth anovieana ; tanto valdria inst ‘wie un paralelo entre of « $ mnado » do Ia nacion y el «Senadon del elero, porque el ‘mismo nombre designa, en ambos easos, i un grupo do hombres, Lat cond osoneinl ‘le feleraismo americano no consists en la vinesacién do los Hstados, sino on Ia es= Aonetura orgie y fiancional do ead part, in ca Ja estructura del conjunto ; es lust unin de repiblicas, y por eso hay un articule constitucionsl para exigir y man- tener en cada Estado Iu forma republicana de gobierno. La Confederacién geriminica mest ANALES DE LA BIBLIOTECA. via contra: viar razones, yaliéndonos de ejemplos t6picos (r), basta aturaales « federalistas » del resto de este continente ol poner Ala orden disfrutado por los dos tinicos Estados conslituidos on uni~ ado & las dad — y de estos mismos, el recién «emancipado » é inici delicias de la federacién viene ya suministrando el experimentum erucis que complementa Ia prueba. Repito que el régimen unita~ istir, Para los caudillos, el vicio rio de 1826 pudo afirmarse y sub: redhibitorio de la constitucién no era su excesiva rigides tedrica, ductilizado sin diuda con el uso y la experiencia, sino quese hubie: cl hecho primordial de ser una constitucién, es decir una ley de or- Ahora bien : den y policia que poniaa raya sus impetus salvaj esos apetitos de violencia s6lo se contienen al pronto por la violen y esos habitos de despotismo y anarquia se modifican 4 la larga junto &la tendencia benéfica cnando el gobierno puede enseiiar dela ley. que protege a los buenos, la fuerza incontrastable de la lay. que eastiga 4 los malos, Los que achacan 4 la forma del instra- mento constituyente la resistencia que aquel encontrd hace tres cuar- tosdesiglo. olvidan que no tuvo, afios después, mejorsuette ni mayor virtud el que sélo ha logrado imponerse 4 medias por Ia fuerza, en- Ire las Inchas y los sacrificios de cuatro décadas. Y ¢cémo se impu~ so gradual y sucesivamente, por entre cien alternativas de victorias y derrotas del orden regular? Por la intervencidn armada, los com- hates en la calle y en el monte, los batallones y piquetes de guar~ amotinadas (2). Sélo asi se acabarpn uno & nicion en las aldeas uno — al menos en su estado nativo y riistico — los tiltimos monto- cra una resurveccin del Santo Imperio medioval : un Bund do principes, duques, obis- cl absolutismo en su fondo propio. Era oslo us, ole. enyo nico rasgo comin o inismo, en forma brutal y birbara, a liga de gobernadores vitaticios quo se formé aqui otra forma & Ia Insjo I sussruineté do Rosas: y es wna monstenosidad aproximar una repibliea de Washington. Sobrola inconsistoneia de doctrina y los errores hisléricos de Aiherdi, yéaso on esto mismo tomo, el apéndice LL. (4) Secon, Bpist. VE: Longum iter est per pracepla, breve et ofjieax per exempla (2) En realidad, no esti concluido el aprendizaje : y esta os la hora en quo un bi weabildo » do Santiago su citodra de doroch tallén de Tinea tiene instalada en ef propi ‘coastitucional EL DOGTOR DON DIRGO ALCORTA rex neros, que bien quisieran hacer con la constitucién federal del 62. sores hicieron con la unitaria de Rivadavia. Fal logue sus pred tle, pues, Asta, la larga prueba in anid vili que prepara y ase~ gura cl éxito. Por lo que consiguié Paz en plena tormenta, con un iicleo de fuerza disciplinada, debe conjeturarselo que lograria Riva- davia en 1826, con st antoridad moral todavia intacta, apoyada en el ejército de Alvear y los jefes veteranos de la Independencia distri buidos en las provincias. Entre tantas circunstancias adversas como acometieron su empre- , algunos votos de federales mo- pani, Vidal y otros «cismatis dorados,en tanto quo la minoria compacta s6lo constaba de aposté licosnetos. Lacleccién era una seleccién, y no se precisaba sergran (1) He aqui, para nuestra, un anuneia de Los Cueritos al Sol, publieado por el D fessor de los derechos del pueblo (digno pendant del Restauralor): « Los sefiores que gu privada de los Anchorenst 4 dofia. A. R., dovia M. ¢ ton fivorecernes con algtinos materiales respocto do la vil Uiiiga, Mura, etv., ete., de dofia Enearnacién B., dofta P. $ M. y de cualquiera otro del cireulo indeconto do los apostélices, ete. » (2) os apotogistas do Rosas se buslan de sts Iectores al afrmar que éste no foments a revoluoién porque « se encontraba & euatrociontas loguas do Bucnos Aires », i bi confiesan que fud disigida por aus pariontes y amigos « bajo ol alionto de In esposa del Restanrador » 1 axe ANALBS"DE LA BIBLIOTECA adivino para sacar el hordscopo del nuevo gobierno y augurar que no cumpliria su periodo legal (1). Elnombramiento de Viamon- te (2) nada podia resolver, debiéndose & una conjuncién efimera de a sostenido 4 Balearé ontentos : no era el hombre, ni de los « negros », que habian e, ni de los « colorados », que habian votado por Pinto. En el fondo, esta cleccién sélo significaba un tiempo de sper hasta la llegada del candidato definitivo, y el ejemplo reciente ‘iaba cl peligro de cualquier ilusién. La caida de Balcarce y de 6 medir el camino recorrido desde la muerte de s amigos permi Dorrego. En el desquiciamiento general del aparato gubernativo, ningiin drgano quedaba ileso y capaz de funcionar regularmente : jerarquia social, disciplina militar, movalidad piblica, garantias y libertades, todo zangoloteaba, descoyuntado y flojo; en las banderias politicas, sin principios firmes ni convicciones comunes, mezeli- (2) Cf. Presses, Historin Argentina, LV, 54: «Los representantes, eonvencids de su impotencia contra la falange que alacaba al gobernador desarmado, se incliné (sie) hacia Ins sostenedores del Restaurador y separé (vesie) del mando al gohernador de la provincia, rnombrando en su Tngar provivariamente al genoral Yinmnonte ». Y en Ia pagina signionte: «EL provisnrtulo de Viamonte Hegaba al término del periodo constitueional de Balearce, lc. » La exactitud histévien y constitucional corre parejas con Ia del estilo. Viamonte fas elegido goberandor y eapitin general « conforme A lo establocido en In loy do 23 do Uiciembre de 1828, es decie, en propiedad y por tres afios, contados «desde el din en. que lomé posesién del mando». No hubo jamés, ni pudo haber, gobornador interino clegido por la Legislatura; Ia Jey solo preveia la substitucién del gobierno en los minis tros (en caso de ausencia 6 enfermedad), 6 on al prosidento do Ia Sala, on caso de rnorte. debiendo « proceder & nuova cleeeiiin dentro de ocho dias». Los cinco & seis obernadores dimitentes quo, 4 eonseenencin do In rennneia do Viamonto, so sucodioron y= por desislo ash, lube ron el mecinismo eonslitucional, fueron todos elegidos propiedad ; el nico intovinato fué el do Maza, como presidente do la Sala y pueden Teerse en el Diario de Sesiones (sesién del 11 deo octubre de 1834) las gravos objeciones to y Wright formulaban (; Oh eseripalos de los Faturos electores de Ross !) contra I do iegalidad quo Anchorena, I prolongaciin irregular del mandato, y que se resolvieron por una ley especial (2) Yal parece ser la ortogratia corr pusiondo eonfan a. La firma autégrata no os dol toilo dosisiva, iene In e final con ol prin dol ribriea. Kl goncral Mitre oseribe Viamont y (naturalmente) el doctor Léper, Viamonte los documentos contemporinens, y hasta on el Registro Oficial do 1834, donde pueden leorse . gr. pigina 8, dos deeretos con firma diferonte! E In hordldica navarra s0 on ccuentra Viamonte EL DOGTOR DON DIEGO ALCORTA exxvit hanso sin combinarse los federales arrepentidos gon los unitarios iinpenitentes. De todo ello resultd Ja impotencia; y vidso & un obiorno esencialmente militar, compuesto de jofos ilustres.y ‘alientes, como Balcarce, Enrique Martinez, Iriarte, Olazibal, y que contaba ademés con tuna mitad de la Legislatura, declararse incapaz de resistir, bajo el régimen de la ley marcial, 4 las turbas arvabaleras. Contra tantas probabilidades adversas ghubo una sola de éxilo favorable para In tentativa del afio 33? Cualquier ensayo dle gobierno reparador, A raiz de los excesos recientes, importaba In osolucién heroica de nayegar aguas arriba contra el torrente sin diques de la barbarie y Ja anarquia. ¢Gémo intentarlo siquiera, sobre el tinico pontn desarbolado y en parte tripulado por traidores, que abandonara en el puerto el astuto caudillo, no dejando & quien Jo montara término medio entre la inmovilidad 6 el naufragio Hubiera sido necesario principiar por el principio, reconstrayendo lanave del Estado desde la quilla; pero, esta tarea magna, no tenia Balcarce ni genio para concebirla ni fuerza para realizarla, Mase dicho que creyé contar con el auxilio moral de los unitari yel material de Quiroga ; triste reourso’en ambos casos, el de acudir en tances 4 Montevideo por ejemplos de orden y 4 los llanos de la Rioja por clementos de organizacién! Sea como fuere, ello no pasé de yeleidades 6 simples hipétesis (1); y bien sabia que sus proyectos no corrian peligro, el bellaco mafiero que & tales horas retozaba en Ja pampa, mits segura que la Uiunfal. Podia pues de ésta misma nacia su omnipotencia, siendo espuma de iudad, esporando la hora del retorno confiarse tranquilo 4 los embates de la plebe, (1) Atribiyese & Quiroga (que eg & Buonos Airos con su divisién, ol 13 de dix ciembre, cinco semanas después de In exida de Balearee) esta frase harlo significativa, y lusta se dice que fad pronunciada por el rude montonero delante de dofia Bnearna— ‘iin Bzearra: «; Si yo hubiese Hegado algunos dias antes, las cosns habrian pasido de otro modo!... El rumor tomé bastante consistencia para quo, muchos afi dospués, un Aiplomatico francis lo eonsignara on sit obra, generalmente exa a (Buoseand, Consilé— rations sur les républiques de la Plata). Si se comprobase su autonticidad, Ia tosis de los que complican & Rosts on el asosinato do Quiroga quedaria. singularmente robusleci exert ANALES DE LA BIBLIOTECA oleaje y remolino de esa corriente. Junto al pavor que ‘la revuelta inspiraba & los ricos, estribaba su fuerza incontrastable on los instintos plebeyos que mantenia en ereccidn, justificando las re- presalias de la raza oprimida contra la raza opresora, ¢ irritando sin tregua el odio atavico nacido en los ergistulos do la colonia, y que harialuego con los criados de las casas solariegas los primeros dela~ tores y verdugos de sus amos. Ahora bien ; este cimiento criminal de su prestigio, bien convencido estaba Rosas de que ningtin urbano, militaré civil, podiadesvirtuarlo, y después de la leccién severa infli- gida 4 Balcarce, descansaba tranguilo cn la docilidad det sucesor. No pudo Alcorta, desde entonces, dejar de prevor el giro esta vez A pesar de | fatal de los acontecimiento: instancias platénicas de Viamonte por obtener que la Legislatura discuticra el proyecto de Constitucién, ésta no se reunia ni, las raras veces que lo hiciera, tomaba en consideracidn el estatuto constitucional, que quedé letra taban los inminentes aclamadores de Para constituciones niverta Su Omnipotencia el Ilustre Restaurador! En enero del 34, Alcorta present6 su renuncia de diputado, juntamente con otros desu grupo; pero, a diferencia de éstos, fué con objeto de retirarse para siempre de la vida politica — 6 de la lagubre parodia que la substituia on ria, esos afios aciagos. Destle su hogar, pues, y su citedra univ asistid entristecido 4 la creciente degradacién de su pais. Presencié In vuelta del « Héroe del desierto » y su delirante apoteosis por haber descansado algunos meses y parado rodeo 4 orillas del Colorado, menos expuesto 4 picaduras de viboras 6 flechazos de indios que los pacificos herborizadores del Beagle (1). Contempls el descenso gradual de su pueblo en Ia ignominia : los preludios de (4) La ontrovista do Darwin con Rosas, sobro el Coloraclo, en agosto de 1833 (a- in con st rrative, IIL, p. 85) eontione rasyos interesantes. Fl hiroo recthié al natnr taje habitual de gaucho: chiripa, tirador, euchilloal einto.EI « ejército» le produjo ol efecto do la horda de bandidlos mis seleota quo wus never before eollested together, Asis ia dos & su Indo, como Tos an wos sefioresy ) y 4a ‘eslagucada dle un soldado, « cuya idea, advierto juiciosamente, procede sin duda del mi todo usval de seca everesy. Bufonadas y spl fos: Darwin agoté en un dia todo el EL DOGYOR DON DIEGO ALCORTA ura a Mazorca con el asalto & la casa del ministro Gareia, el reembarco brutal de Rivadayia, el asesinato en plena calle de un sobrino de Moreno; la renuncia de Viamonte, & quien nadie se atrevié 4 reem- plozar, hasta que, de complicidades en humillaciones, el amo oculto hubiese convertido la Legislatura on instrumento inerte de sus designios. Gomprendieron al fin, los legisladores « inhallables », lo que el palrén no so dignaba explicar : ol 7 de marzo de 1835, le aclamaron por unanimidad déspota quinquenal, con un lujo de cnvilecimiento y una emulacién en el servilismo que recordaban 4 aquellos valesianos fanticos del siglo mm, que sacrificaban_pitblica- mente st vitilidad en aras de su dios (1). Buenos Aires tenia su tirano, més omnipotente y absoluto que los auléeratas del Bajo Imperio, el cual tan sin disimulo asumié sus funciones, que su primer decreto, en medio de las aclamaciones y prosternaciones de un pueblo demente, inauguré el Terror administrative, precursor del otro, contra los militares, jueces, clesidsticos, profesores y e demas empleados, culpables 6 sospechosos de infidelidad 4 la causa de la Federacién (2). programa de Rosas. Al terminay, esta nota profunda: My éxlerviaw passed away without 1 smile, Faera de sus eaeajadas satinicas ante Ia dogradacién y el dolor human os, of tirano gaslaba una gravedad de cacigue, La somtisn es Ia caricia dol somblanto, y no sabia acariiar (2) Dice el doctor Lips (Manual de historia aryentina, I, 4x4): «Se lee y se san= ciona {la ley] el infausto dia 7 de marzo de 1835, sin discusién ni mis voto on contra ‘que el do siote dipntados enyos nombros merecen consignarse: doctor Diego Alvorta, general don Matias vigoyen, doctor Ignasio Martinez, don F, A. Wright, prosbitero Obvartieta, doctor Fonseza y doctor Portoln.» Do los siote nombrados, no eran dipula~ «lus, en 1835, sino tree: Martines, Wright y Portela, que volaron por Rosas y Ia «suma del poiler pithlico n. Aleortn y Olwvarticla habian ronunciado of afio anterior; el Irigo~ yen entonces diputalo no era don Matins, sino don Manuel, y creo que Fonseca Imnnca pertenceié & Ia Legi ora, epotimos que In aprobeiia do In ley fas nd — pues no se han de tenor por disidentes los doudos do Rosas (don Prudoncio y ‘Te~ srero) quo padaris enusd yotaron por don ‘Lomis Anchorona. En ln roconsideracién de In ley Bx de marzo) también fas ol voto undnime, con excopeién dol do Senillosa en lo relativ & la extonsidn y duracién de la dictadura, (2) También desde ol primor dia, Jos decretos del gobierno infaman & los destitui~ dos, neyindoles aptitudes, ilusteacién, probidad, ete. core ANALES DE LA. BIBLIOTECA Y cl astroargentino ponetrd en el cono de sombra de los eclipses totales. — Acerca do este despotismo de veinte afios y su gravilacién calamitosa sobre ol pais entero, parécome mas ficil escribir un libro que-un capitulo, Este, desde luego, supone la misma documentacién que aquél, si ha de ser una sintesis propia y no una vana repet cién. Empero, de esa pigina definitiva, que en este momento no me atrevo A ensayar, creo que so encuentran los elementos dispersos on las digresiones que anteceden, y acaso fuera bastante colegir y completar sus rasgos sueltos y apenas indicados.—Tengo mostrada la preparacién del medio propicio 4 la tirania, que de afios atrés se cernia sobre el pais : por la raza hibrida, la dualidad social y la educacién deficiente del grupo superior, los instintos selvaticos 6 habitos serviles de la muchedumbre — finalmente, los aconteci- mientos, guerras, revoluciones, montoneras y dems influencias ipitaron el anunciado calaclismo. La misma corruploras que p explicacidn 6 disculpa retumba en los llamamientos de los legisla~ dores al despotismo, que en las respuestas del déspota : hay que conjurar la anarquia inminente que amenaza disolver el organismo social. Tal era el fruto fatal de las semillas arrojadas. Yo mismo escribia hace diez afios : « Sila dictadura eva entonces inevitable (como remedio & Inanarquia), no asf la persona del dictador : pudo tenerse dun San Martin en Ingar de un Rosas — y esto fuera la salvacién» (t). Hoy, creo que me mostrarfa menos afirmativo. Por lo pronto, no conocemos inlima y completamente 4 San Mai tin; sdlo nos es familiar su monumento ecuestre: la marcial figu- ra del guerrero eternamente montado y en su arreo de batalla. Fal taria apearle para inducir 6 conjeturar lo que la inteligen- cia y el ‘icter del estadista hubieran dado de si, una vex trasladado el libertador de Chile y protector del Perd & la Fortaleza de Buenos Aires, que apenas conocia. Pero, podemos afirmarlo con certidumbre casi absoluta: las responsabilidades del mando supre- (1) La Biblioteca de Buenos Aires, pagina 30 de In aueva edicion EL DOGTOR DON DIEGO ALCORTA txext mo eran supetiores & sus aptitudes de politico; su renuncia fas un renuncio: y el que se confesé incapaz de mantener el orden en Lima no habia de restablecerlo on el Plata alborotado (1). Bs una puerili- dad iv buscar hoy, en las simpatias epistolares del Protector por el Restaurador, los elementos de un juicio histérico respecto de éste, i quien nosotros estudiamos y él no estudi6. No es dudoso que el famoso legado de la espada de Maipo al « héroe del desierto » importa un juicio, pero quien sale juzgado es San Martin; y, después dle su admiraci6n por el genio sombrio de Monteagudo, su adhesin alameticanismo ce Rosas completa su fisonomia politica (2). La cstrategia de San Martin, evidentemente, no cra aplicable & estas campaiias. Tampoco eran ya Pucyrredén, Alvear 6 Las Heras, los hombres de Ja situaci6n creada por diez afios de anarquia y montonera; afi , In propia suerte que V y el mismo Rodrigu ‘ienle en 1823, hubiera corrido, suce- diendo & Balea monte, La dictadura militar de un Paz, toda posible 4 raiz de la Tablada, no lo era ya (0) Morne, Historia de San Martian, IIL, 185 y siguientes : «San Martin. no era hom stea inferior & su gobiernon ; en su lentativa de organizacién dol Porii «se a (2) Gren que desde In primera dictadura de Rosas se entablaron relaciones do adhe~ in y simpatia entre éste y San Martin. Noe visto citado por ningiin bidgrafo ol e- ccoto de julio 17 do 183g, por el eual «el gobierno, teniendo plena confianza en la prudencia, Iealtad y sabiduria del bri sadior gonoral don José de San Martin, yeterane ‘le Ia Jadepondencia, e: 1s titulos sabrin valorar lox pueblos poruanos y st acidn... lo nombra, antoriza y constiluye por sm ministro plenipotenci ever del Bymo. Gobierno dle In repdbliea dot Pord...» Ademis del deseo natural do anexarse San Martin, Ia dosignacidn se relacionabs (después de In enida de Santa Gove) con planes de vincalacién americana. San Martin hubo do recibir su nombre ieia do Ia ejecucién de los Maa. Iniento al propio tiempo que Ja ns Aificilmes ‘ulmisible que Rosas peocediose 4 ciegas y sin uber tanteado el lerreno,.. Ba su mon= sje val & la Legislatura (27 do diciembre) daba como segura In aceptacién do Sa Martin; pero, en ef siguionte (diciembre de 1840), se limit (que «etn lancias conocidas do os seiiores Ropresentantes han rotardado Ia salida del ministro ha & deci invocaria ud que so mencionan en su correspondencia argentino nombrado para consolidarlas» {las relaciones con of Peri]. San Mat sin dud, para no aeeptar, Los motivos de de aguellos next ANALES. DE LA. BIBLIOTECA seis affos después. De la estructura civilizada més radimental, ni un drgano importante quedaba sano. Aquella pirdmide sobre Ia punta, que aqui representaba, desde 1810, cl equilibrio instable de un régi- men artificial, habia vuelto 4 caer sobre su base por mucho tiempo inconmovible : y esta base era la barbarie campestre, 4 quien obe— decian los mismos civilizados que aparentaban guiarla. Indiscipli- na en las turbas armadas, insoloncia en la plebe de arrabal, ban todos los elementos alzi dolerismo desenfrenado en la campat dos se rebullian en espantosa efervescencia, y los mulatos libertos golpeaban en el hombro 4 sus amos, hasta que Hegase la hora de golpearles en la nuca. A esos desmanes de tribus sin caciques arti baban las discusiones doctrinales de los constitnyentes del ao 26. Ningtin principio director, ninguna valla tuitiva, ningiin vestigio de jerarquia moral quedaba enhiesto, bajo el desenfreno salvaje de los instintos y los apetitos; y cuando el desbordamiento popular remedaba el furioso atropello de una potrada en Ja pampa, légico era que el panico burgués entregara & un domador de potros el gobierno del pais. Un gaucho malo: eso era fundamentalmente Rosas, 4 despecho de su campaneado abolengo (1). No con quien naces, sino con quien paces. Tendrian algo de sorprendente sus habilidades y n con aptitudes y modales urbanos : proezas gauchescas si cocxistie pero carecia de éstos al igual que muchisimos otros estancieros, (2) Mo reliera 4 s4 autéatico abolengo colonial, no a Ins fantasticas conjoturas (por ‘otra parte aplicables & los mil y un Ortiz poninsulares) do los fabricantes de goncalo- gins, y con las exales nuestros republicanos comulgan pindossimonto. Ast, Sauntas, Hislo~ a casa de Ortiz Pia begs Rosas lwvo su origen en Espaiia d prineipios del reinado dt Infunte Don Pelayo. Un hermano dol daquo de Normandia, Hamado Ortiz... loroets on Esp do gto, ote.». So adi Pelayo principié por los aiios do 710, dos siglos antes de qua ol excelente norimando onto quo ol alzainionto de por Los af Ortia pudicra realizar hazafias piriticas en losarenales de Castilla, Por lo demis, en gro no existia ain el dueado de Normandia ; In Noustria tomé osto nombre despuds de ser codida al pirata Rollon, el eual no tiene hermano conocido, y mucho menos Tam Ortiz, ti Olbeiz, ti Othén, que no son nombres normandos. ‘Tilo puede obtonorse do los igenealogistas de oficio, salvo quo aprendan histo EL DOCTOR DON DIEGO ALCORTA ween que sélo saboreaban las fiestas del rodeo y Ia hierra, y se encon~ traban extraiiados en Ia ciudad. De la casa paterna y de la escuela primaria colonial, donde sdlo brillara por su indisciplina, pasd al Salado para completar ballo su verdadera educacién. Sabia leer yescribir, lo bastante para urdir con sus compadres enredos gauchi politicos; sacaba cuentas de compra y venta; con buena letta y apel azulado, marca nari, cartas perversa ortografia, redaclaba en de negocios Henas de sentido prictico y, cuando queria remontarse, proclamas dealcalde bozal, en tercera persona (r). Desde la primera infancia reveld la maldad indémita y la inclinacién viciosa que son compat 's freenentes del gran vigor fisico : malus puer robustus Rompié en edad temprana con el primero y mas fuerte vineulo social, ne es el de la familia, y fag & desfogar en la pampa sus ardores de juventud. Ves! comia, dormia @ to paisano, resultando tan com— pletamente vaciado en el molde ristico, que veinte aftos de roce u bano no pudieron domesticarle, y que en Southampton, para enga- té construirse el rancho gar que sus gustos y sentimientos correspondian 4 su género de vida. “iti jiar stv nostalgia de « gaucho & pie », nec yolcorral de st primer aduar sobre of Salado (2). Helga age Por lo dem , su rudeza de , sus pasiones brutalos y artes hipé fibra y sequedad de entraiias, su aficidn 4 las bufonadas groseras y al especticulo de la sangre verlida, humana 6 animal, su aversion insuperable por la cultura europea, constituian rasgos genéricos, mas que individuales. Era la indole gaucha en su salvaje integridad (4) Juan Manvel Rosas es hombre de bien... 9 apton y despats de quince avios de destierro enropeo, Darwin to hhubiors encontrado tal ewal le vid entre los indios, He aqut eémo resibié & un eaball ro chilono, on 1866 (Ranos Gosansno, carta ei res, 1, 918): « Pave Honcho de Tana, einturdn de gaucho, espuclas de aca por Zinny, Historia de las gabernadox aque no xe habia afeitado on cinco 6 seis din. Estaba con vn plata con grandes rodelas... un paiine~ loo servia do corbata. Una vez que ented Ta pions, 80 quits ol poncho y lo colocs sobre Ja cama, quedando on iminges de camisa...» En un retrato dol Museo histirieo, Hecho en Inglaterra, esti on mangas. do spice gaucho seria pi samisa y con sombrero de copa alla, BI des loreseo y acoplable, poro lo del sombrero ee pelo eo ta actitud con wn a 10 alligente de paisnuo endomingado. axeety ANALES DE LA BIBLIOTECA de principios dol siglo pasado: mejor dicho, In naturaleza barbara, nte it sir sma en cualquier tiempo y comarca donde impere ferior de civilizacién, Componen en todas partes seme} ol propio grado esta gama psiquica elemental los mismos vicios y cualidades : Ia sprecio del trabajo ignorancia supersticiosa, In indisciplina, ol d regular, la sed de aventura y vagancia, Ja mentira, Ia vanidad in~ fantil, la pasién del combate y del juego, el amor de la libertad y dol libertinaje, Ia indolencia fatalista, el cutto del heroismo y del ‘alrerismo, ef respoto de la hospitalidad, el apego 4 la tradicién y, por tanto, ef odio ilo extranjero... (1). Lo que al pronto distinguia 4 Rosas de sus congéneres, era la cobardia, y también la crueldad gratuita, — pues el gaucho, con tener impetus sanguinarios, no es [riamente cruel (2). Y acaso en Rosas, idiosincrasia aparte, lo segundo provinierade lo primero. La cavencia de valor personal, en quien por oficio vivia rodeado de peligros y asechanzas, le hacia onsafiarse contra el enemigo caido, en desquite vengativo del miedo que éste le infandid. También es tendencia de las almas bajas aborrecer de muerte lo que no pueden alcanzar; y Ia envidia secreta explicaria el odio del analfabelo por Rivadavia, como del mili de relaguardia por Lavalle — y tal vez por Quiroga — cuyo arrojo temerario pareciale una burla directa y un insulto. Por lo demas, a cobardia, que degrada al soldado, no dafia siempre al politico. Desde el romano Augusto hasta el paraguayo Francia. ena esti Ia historia de t var su pellejo, presor- ranos pusilanimes que, al pres yaron su imperio, persiguiendo entre sustos y temblores su propésito tenebroso y audaz En suma: ninguna anormalidad idiosinerisica (si bien algunas (4) Bl din de Ix entrada de Quiroga en Buonos Aires, of entusiasm gaucho reventé espontineamonte on gritos do jmueran lor franceses! — Rosas nuneaperddond & doiia ‘Marin Siinchor su casamionto con Mendoville (4) Informe det ministro Dolfaudis (citudo por Bromsird): «Ge qui les distingue tons deus (Rosas y Rivera) da gaucho en général, est qu'ils ne sont pas braves... “Todos los observadores extennjeros hn notado ol rasgo, aun tos que, oomo Page (Ite~ ae des Dewr Mondes, 1841, 1), no ban aceptado las exageraciones unitarins 1. DOCTOR DON DIEGO ALCORTA naxx adquitidas) en aquel barbaro rubio, que distruté la salud y el ape~ tito de un carnivoro, y murié dle congestidn & los 84 afios, Ningtin talento superior tampoco, ni siquiera cl instinto genial de aquel Ali, baja de Janina, que sorprendid al mundo con su brutal herofsmo y faé cantado por Byron y Victor Hugo (1). Su éxito fué hijo de las circunstancias. Solo les ayudé con Jas cualidades ordinarias de pioneer de pais nuevo aleanza la fortuna, afiadiéndoles la perfidia y mala fe de los tratos gitanescos. Su habilidad, para engafiar & Lavalle y otros hombres mente los chinos con los europeos y los caciques indios con los cristianos. Al de lealtad, no difiere de los embustes que gastan diati cabo, no hizo sino realizar en la provineia rica el papel que Lépex 6 Ibarra desompefiaban en las pobres. La aureola sangrienta que presta ela en gaiiosa grandeza horeifica & su figura vulgar de « gaucho picaro», sdlo proviene de la proporcién mayor de su presa y del niimero y tamaiio de sus atentados, ita Domiciano, Gomo el hips que haci e ibir por otro sus mas abominables sentencias. éste debid tambié ‘s espantoso renombre A matanzas acaecidas en su fingida ausencia, mientras delegara el gobierno en déciles instru- mentos, que hubieron de aceptar ; tremendo castigo ! ser cémplices del amo para no ser sus victimas. aci ‘imen, npiemos la historia de toda absurda adi én por el i pretexto de no sé qué maquiavelismo de snobs, que pretende atribuir hondos des ignios politicos y propésitos nacionales & biv- baros asesinatos, en que el odio y Ja venganza personal solian complica favor c de sérdida codicia. ‘Tampoco suftamos que, de un falso determini mo historico, escapen it la merecida con— dena los fantores responsables de mil excesos que mancharon cl nombre argentino y ultrajaron a la humanidad. El iinico deter~ (4) Bs ol héroo de vavias Orientales, v. ge. I muy hermosa que comionza > Un jour Childe Harold eoleben Wiiose dread command is tavless law... Es Alé passat... Byvon le visité, y on fnticamento al. bandido también el cédigo de Rosas, que Viene muchos rasgos de somejunza (valor aparte) con aquel verdugo dpico, ia « ley sin ley » fa beet ANALES DE LA BIBLIOTECA minismo aceplable es el que muestra, como’ en piginas ante- rioves lo tenemos ensayado, la sucesién de circunstancias y la cadena de errores que, en este medio tnrbulento y escasamente ci- Vilizado, tenfan que acarvear fatalmente el triunfo dela barbaric y entregar el poder al representante mas genuino y robusto del cri Hlaje indémito. Pero no hay fatalidad historica que penetre hasta ol libre albedrio y pueda abolir toda responsabilidad individual. Es necesario, dice el Evangelio, que se produzca el escindalo, pero produce! Remontindonos jay de aquél por qitien el escindalo s al tigen visible de la tirania : no eran, desde luego, mentecatos & incapaces los legisladores que, después de probado el modus operandi de Rosas, combaticron toda tentativa de reaccién y reincidieron la cleccidn ignominiosa, — obstinadamente, tres y cuatro veces, ¢! pues no es cierto, como suele escribirse, que, desde 1835, se alzara aquél con la dictadura vitalicia (1). Tampoco debe admitirse en justicia que el poder absolut conferido 4 Rosas autorizara sus 1) Eldoctor Lapex eseribe, & propésito de In ley del 7 le marzo de 1883 (Manual, IL, 41’: «Su testo contenia una pérfida conteadiecién. No se habia tonide la franquesa de decir von palabras elaras que In ereceiin de ese gobierno monstruoso era de caricter se decin que durari cinco afos; por el articulo 3° devia Vitali: y en ol articulo Lestualmente: el ejercicio de este poder extrsordinatio durari por todo al tiempo que Inicio det gobernador electo fuese neeosario. Eo este doble sentido cabian dos interpre laciones, ete.» — No eaben dos interprotaciones, y el orvorabsoluto dot doctor Libpex ss demuestra 1 priori poe el texto y «posteriori por los hochos histérices. Por ol ar~ tieulo 1", se aombrala gohernador por cl Iérmino de cinco afios al brigadier genoral don Juan Manuel Rosas: por el article 8° so prevenia que «el ejoreicio del poder extraoriinatio (eonferido por el articula 2") duraria por todo ol tiempo que & ju dol gobernador eleeto, fuese necesario.» Claro esta que la condicidn dol articulo 3° esta ba suhordinada & ln dol articnlo 1° y quo of tiempo del poder extraordinario, librado al juieio del gobernador electo, no postin exeeder en ningiin easo ol de su adiinisteacién, Las hiochos confieman In dinica interprotacidn tacional: el poriodo gubornativo tormi~ mente ol 18 de abril de 1840; en su altimo mensaje (diciembre de 1839) ol 20. de 180 Ross fu reslecto por pol 5 de ma gobernador lo records & Ia Logistatu cinco avios: el 14 de marzo prosonté sit ronuncia; ol ay, ta Logislatuea insistié on su 9 contim dlo Rosas, que consiente por tltimo il, nueva renunci voto: ol ro de ido que 86 porpotus on el mando, poro no fad por y Iasté, en por vn semestre mis... Es muy To ambiguo de In ley ni por falta de ronuncias. Las prodigé hasta el fi e ana. 1851, que Unquiza fe prit an mot, para quo su representacidn oxterior EL DOGYOR DON DIEGO ALCORTA exaxvir excesos, y «ue en estas faculiades monstruosas se implicara, por los logisladores, la sugestién 6 cl deseo do que resultasen impotentes para el bien y s6lo omnipotentes para el mal. Las responsabilida- bien circunseritas tes individuales, pues, quedan enteras, s ; yno hay sofisma politico ni antropolégico que absuelva 4 los unos del delito de haber entregado su pais, ni al otro del crimen de haberlo ensangrentado y envilecido. Son admisibles, cuando mas, las circunstancias atenuantes, es decir los antecedentes explicativos. A todas las causas sefialadas, se agregd para ekgrupo dirigente, desde 1835, el terror de las re— presalias, si cra vencida ladictadura y yolvian al poder los adversa~ rios. Por todos los vinculos posibles se habfan mancomunado al régimen de sangre y violencia; tenfan que triunfar 6 sucumbir con + do ahi las exageraciones de rendimiento y servilismo ante el lirano, & quien no se hallaba nunca bastante fuerte, los juramentos y protestas, que recordaban la actitud sumisa y ansiosa de los pasa- jeros en la nave que corre un temporal, — En cuanto al gran cul pable, ya enumeramos las influencias malignas que desarrollaon monstruosamente su perversa indole nativa. De todas ellas, ningu- na fué mas intensa y fanesta que la comandancia de campafia, co- mo él la praotics. Hay que leer en el Archivo de policia In manera como pobld, durante diez 6 doce afios, sus estancias del Salado, va— ciando periddicamente las circles de la provincia y derramando en st foudo penitenciario todos los criminales y vagabundos del pais, Sobre esa plebe facinerosa ejercits sus hibitos de mando ysus apetitos de crueldad; y 4 ladesmoralizacin inevitable que la antoridad absoluta y prematura trac consigo — pues tenia sobre sus vasallos derecho de vida y de muerle — se affadié Ia necesidad del rigor y Ia excusa corruptora de ser los misduros castigos los tinicos ficaces para domar & esa chusma. De esla experiencia in animé vili extrajo su teoria y prictica del gobierno; no sabia més; y, como yA dijo, era légico que aquel cerebro estrecho de gaucho impulsive no viese en la provincia mis que una gran estancia, y aquel déspo pxexynt ANALES DE LA BIBLIOTECA tade cuchillo al cinto tratase & sus adversarios de hoy como & sus presidiarios de ayer. Merced 4 las circunstancias, 4 la torpeza desus cnemigos, 4 la complicidad del interés y del pavor, ol sistema resistid veinte aiios, duracién extrema de todo régimen personal, que sdlo depende del vigor fisico y la voluntad de un hombre. Pasado este limite, tenia que sucumbir, en Cascros 6 en otra parte, desde que la mano del dictador envejecido no siguiera oprimiendo la garganta de la Repablica y tuviera ésta una hora de respiro. j Tan cierto es que ol déspota vive amarrado su despotismo ! (1) La tirania de Rosas significa, literalmente, el eclipse gradual de la razon argentina, aun prescindiendo de Jas matanzas colectivas que sefialaron sus dos crisis de delirio paroxismal, las cuales, por otva parte, no asumen La gravedad sintomatica que se les atribuye. La abominacién de la ‘a siniestra no se patentiza con las Tablas de sangre, aun suponiendo que este desquite de un tornadizo contuviese menos exageraciones y mentiras. Registra la historia de todas las naciones algunas de esas piginas sombrias, en que Ia fiera popular, forzando Ia pucrta de su jaula (si 5 que no la encuentra abierta por sus mismos guardian ). se suelta & la calle, presa de Ia antigua demencia homicida, y siembra por la ciudad cl estrago y el terror Ello es un accidente, que acaba en algunos dias 6 algunos meses, y de ningdin modo caracteriza la indole de un grapo 6 de una épo- ca. No asi el estado crénico de ignomit que soportd el pueblo je Rivadavia y Las Heras, perdiondo poco & poco, en la apariencia, hasta el recuerdo de su gloria pasada y viviendo sumido en estupor jasténico. Este envenenamiento insidioso, no las francas heridas del I chistoso y ligero Rivarol es el antor de esta méxima digna de Maguiavelo 1s despotiques périssent fuute de despatieme. Bx que el exprit frames con {odo menial mn-mis fugaz.— So ha alribuido & Leibniz esta palabra potente y enorme aque el chiste, y con razén quizd ompleamos ol mismo trmino para _y 54 manifestac On ne sappuie que tur ce qui risisle, Es del fino y palide Andrioux, quo la solté al pri- ner ednsul, qucjoso por Ia oposicién dol tribunado : « zPertenecsis, ciudadano eénsal, Ia soceidn de meciiniea del Instituto y no sabi ‘que uno no s2 apoya sino on lo que resist?» Napolodn, impresionado (Jeapps), mu muri: «Hay en oste hombro algo mis que un lator de comedias. »

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