You are on page 1of 41
Paidés Comunicacisn Coleccién dirigida por José Manuel Pérez Tornero 1, Slee mio, ees maha 2B Bordwell "apart onof ine de etn 5 kincauer- De Caen n Heder TAS Sig ey eta 9b ees 33. Saye Conor ela nad de ge 6. Soli Cats empresas ears 1939-1290 Ai Methanol by meio deen { Bipaney Dilan fcr deeded eomamicocsin fata Eat Tata Di Nigcthieth Pyle le smear Ln pela se isc" El mona inomotgrtca arch Marketing pic y eumuain heel y ota Ebi eleice de llores Viagra otro leaps Ets elles y oman hs Alanelans Ite oe fr ton de oceania inte 9 scan Bll ip de alla ). Villy - El ened nem SP alle Gompe) tan firma wr of PAW Pua Br psd Pa Bac Fun “Senet Aas fe Be fh Mean ta sn de leur F NeLsin sf Bingore feommpe- Meath eon exe 1.2 Thompson Lon meday bonadeaded Ti, AAW" Alaa Rea sue al onto dn einge 8, © Mein“ atone coterapesdins 1, Cel Labatt deb fda Ui) Rihtingale Eta fa muon 16 Suan yotearMynns concede ton icon cB Fos WAN" Pf nent Rett deat aod er tins fos. RuWhuaker- Bl fv deb prpaded Hv) jt, Cents de Bo El sapinat del Hi Bethel tne 2! P banger ha tle seers 13 Ain ede Hii H.R Allman - Ln gens enti HS $A Bhentcln Hate ou tnd de oni vol 1 Hi, § ML lente «Harn woe ton del te, 0 T Hi R.Dygr fat reel erotogafis HS 2 Snchee Noweps © Bx fa fof ee HI. [Soper Com ar pero bude 20, Hatley Es ya de eee 1) B bane iland de sponte 122, N, Bow y X Pare El nye del bee 12) PLO Bongell= ewan del gabe SW Issa La msn br 25. Me Delay» falco fa mile a6, Stam Tse del re Vincent Price La opinién publica Esfera ptiblica y comunicacién QD PALDOS care Bist Aes tay 2. Problemas respecto a la opinién publica Muchos escritores sobre el tema de la opinién pablica co- mienzan, con bastante razin, por hacerse la pregunta bisica {Aue entendemes exactamente por opinién pablica? Cuslquter busqueda de una definicisn clara y simple del concepto se de, mostraré, sin embargo, infructuosa, En ua articulo sobre inves ligacién de la opinisn publica preparado para la Internationa! eneyelopedia of the Sovial Sciences, Davison (1968) anotaba Aue no kay «una definicida generalmente aceptadan del tsrme, no (big. 188). La ausencia no se debe, ciertamente, ¢ una falta ide interés. Noelle-Neumann (1984) sefiala que apeneraciones de filbsofos, uristas,historiadores, tedricos de la politica, y pe riodistas universitarios se han estrujado el cerebro ea un intento de propercionar una definicién clara» (pag. 58). Childs (1965) Consiguid reunir cuatro docenas de detiniciones diferentes del significado de opinion publica, y observ que lo publicado en este campo esta «plagado de intentos entusiastas» (pe. 141 Admitir-que una definicion general aceptable del concepto significado, Mas gue llegar a una definicién simple de la opi- nidn publica, nuestro objetivo es entender sus diferentes usos. extendiéndose a lo largo de varios siglas. El propésito de este: relacidn enire el interés por Ja nueva fuerza de la opinidn publi- ca en la sociedad, y el crecimiento expansivo de los medios de Orfgenes de fa idea El concepto de opinidn piblica es claramente un producto de fa ilustracién, La idea esta intimamente ligada a las fllosofias poli- ticas de finales de! siglo XVI y del siglo XVIII (por ejemplo, ke, 1690/1963; Rousseau, 1762/1968) y especialmente a la ieoria democrética del siglo XIX (por ejemplo, Bentham, 1838/ 1962), Aunque no es mi intencién realizar una revision del de- sarrollo histérico del concepto de opinién pliblica ~y, cierta- PROBLEMAS RESPECIO A LA OPINION PUBLICA 19 mente, menos atin revisar Ja evolucién de Ie fitosofia politica es, sin embargo, itil revisar las formas originarias de uso de este térmnino.! Anticipactones y aproximaciones. Aungue el concepto no se propuso explicitamente hasta el siglo XVIII, muchos escritores anteriores incluyeron «anticipaciones y aproximaciones a la teoria moderna sobre Ja opinién piiblicay (Palmer, 1936. pig. 231), La filosofia potitica de la antigua Grecia, por ejemplo, trataba de los peligros y beneficios potenciales del gobierno po- ular. Platén menospreci6 pronto a los politicos democriticos, considerando la fitosofia com la fegitima rectora de los astintos humanos, y poniendo en cutestién fa competencia de cualquier grupo numeroso de personas para deliberar asuntos filossficos. Aristételes, por otra parte, creia que los sentimientos colectivos de la demos podian contribuir, con una especie de sentido co- min, a los asuntos politicos (Minar, 1960, pigs. 38-39). A pesar de las referencias, en las obras clisicas, a fenémenos que se ascmejan a la opinidn publica, sin embargo, la distincién mo- derma entre Estado y sociedad en general y entre fincionarios especializados y ef pibtieo comin, no formaban parte, cierta- mente, de fa filosofia politica de Atenas (Held, 1987, pdgs. 17- 18). La combinacién de los términos apinién y publica en un concepto compuesto, con significado politico, aparece mucho después, en las filosofias demoeriticas y liberates det siglo XVI Concepeiones primitivas sobre la opinién. Bastante antes de su definicidn en térininos liberales.v democraticos, existian, eo general, dos sentidos discernibles de la palabra opinién, que alin persisten (Habermas, 1962/1989, pigs. 89-90). El primer senti- do es esencialmente epistemoligico y proviene de su uso pare distinguir una cuestidn de juicio de un asunto cle hecho, o algo incierto de algo que se sabe ser cierto, sea por demosiracién of. Esta nocién ~tomada de la expresién latina opinio y tal vez el 1. Ladisertaciin doctoral de Palmer de 1934 (esumvia por Palme, 1934}¢8, tun analiss muy ctado de la historia de interés por is opinion publica Otros lrstamientos histricos de tlidad incluyen Speier (1950), Minar (1960), Guan (1983), Ozout (1985) Baker (1990), Tratamientos de is Yongitud de un libra parecen en Noelle-Nevrmann (1984) v Habermes (1962/1989), Aunque menos Sirectanenteinteresados por la propia opinisn public, trabajos sobre la eota ‘democritica, tales como los de Schumpeter (1943), Patsran (970), Dak (1956, 1971. 1985} y Held (987, especlalmente pées. L143), son tambien valiosos pura entender el desaerlio del concept 20 La OPINION PBLICA sentido primitivo del término- se refleja alin hoy en su uso general, cuando alguien se refiere a una asercidn en particular Como «ana cuestidn de apinidny mas que « un hecho (véase Hume, 1777/1975, para la distincidn entre relaciones de ideas y asuntos de hecho). Cuando se une a la sociedad en general, el terming toma a veces un sentido peyorativo que se refleja en expresiones tales como «opinidn comtnn, «pinién genera» ¥ ‘copinidn vulgar» (incorporando este witimo el latin vulgus, con el significado de «gente corriente, la multitud»). A pesar de sus connotaciones, a veces negativas, opinién, usado en esta forma epistemolozica, se relaciona esencialmente con un estado cog noscitivo, una forma menor de conocimiento. ‘Un segundo sentido de opiniéa, que aparece en algunas con- sideraciones contempordneas mas estrechamente relacionadas con sus connotaciones moderas, la considera equivalente a maneras, morales y costumbres (Noelle-Neumana, 1979, 1984). En estos casos se destaca el papel de la opinién popular como ‘una clase informal de presién y contro! social , Opinion es equi- valente a reputacién, a consideracidn y a visin general de los demas, de interés principaimente porque restringe la conduct humana (Speier, 1950, pag. 378), Esta forma de entender ta opinién quedé cristalizada en los escritos de Locke (1690 1973), que identifica tres leyes generales que gobiernan la con- (Held, 1987, pag. 40). A finales dei siglo XVI, las ideas desen- cadenadas por la Reforma habfan evolucionado hacia filosofias liberales mas profundas (por ejemplo, Locke, 1690/1963), que afirmaban que los individuos deberian ser libres de seguir sus propias preferencias en todos los aspectos de fa vida: religiosos, econdmicos y politicos (Held, 1987, pags, 51-54). Emergencia de una esfera publica. Habermas (1962/1989) indicaba que esias tendencias histéricas, intimamente uaidas al crecimiento del capitalismo y ef dominio de wna burguesia europea, con el tiempo dieton como resultado una exfera publi ea de razonamiento eritico. A lo largo de finales del siglo XVILy principios del XVIII, una diversidad de nuevas instituciones sociales empezaron a destacar: los cafés de Inglaterra (se decia ‘que habia més de 2000 en Londres a principios del siglo XVID), los safones de Paris, y las sociedades de tertulias de Alemania (Tistcligesellschajten) (Speier, 1950). Estos sitios de reunién, en ios que la devocién a la literatura y el arte de la conversacion se tenian en gran estima, llegaron a convertirse ~especialmente los salones franceses~ en lugares donde la autoridad de la argumen- tacién suplanté a la autoridad de un titulo. Segiin Habermas, el pubblico ilnstrado del siglo XVIII gan6 fuerza pliblica al consoli- darse la burguesfa y empezar a articularse una critica liberal det Estado absolutista existente, al principio, a través de la circula- cidn de publicaciones politicas y su amplia discusion en salones yy cafés, El libre intercambio de informacién y critica, y el razo- Fig se convittieron en los instrumentos. de la piliblica» en cuestiones potiticas (Nathans, 1990, pg, 625), Con el incromento de uns esfera piblica politica acti- va, la opinién publica emengid como una nueva forma de auto- 24 La OPINION PUBLICA, Fidad politica, con ia cual Ia burguesia podta desafiar al gobier- no absoluto. Habermas (1962/1989) destaca las caracteristicas de igualie ‘arismo y raciocinis de ia opinién piiblica durante la Lustracién (pags. 36-37), Primero, se la considera como procedente del dis- curso zazonado, la conversacién activa y el debate, El debate es «piiblico» en el sentido de intentar determinar la voluntad co- iin, el bien comin, no es un simple encuentro de intereses individuales. Bi debate es, asimismo, abierto; el proceso es «p= biico» en el sentido de que la participacidn abierta, si no total. ‘mente asegurada, es Io que se desea. Es soberano e igualitario; ‘opera independientemente del satus econdmico y social, abrien. do caimino al mérito de las ideas mas que al poder politico Finalmente, el debate, si persigue opiniones correcias, debe ilustrarse a través de una publicidad de los asuntos politicos y sus consecuencias, Como veremos, estas nociones tendran mu- cho que ver con los uitimos intentos sistematicos de los sovidlo. 208 (por ejemplo, Park, 1904/1972; Blumer, 1946; Mills, 1956) por definir de forma mas precisa la natucaleza del pubblico como lun colectiva social (capitulo 4). Estas caracteristicas proporcio- naron el esquema de lo que se Ilamaria mas tarde el modelo sclisicon de opinisn piblica (Berelson, 1950; Lazarsteld, 1937), asf como un conjuunto de estindares con ios cuales, incluso en las sociedades modernas, se juzga a veces a la opinion publica (véase Carey, 1978; Peters, 1989), Ambigiiedades en cuanto al significado de opinion piblica, 61 estudio de Habermas (1962/1989) ha tenido mucha influencia, unque'los historiadores se han preguntado respecto a la exact tud de su interpretacidn, especialmente su lectura marxista de la esfera publica como un aspecto del dominio burgué capitatista (Nathans, 1990, pag, 626). Es igualmente debatible si lay earacteristicas de jgualitarismo, eritica y racionalidad, ads- critas a la opinion pablica del siglo XVILL, casan bien con los puntos de vista sobre la opinisn publica que prevalectan (espe. Cialmente-en Francia) en aquel momento. Por ejemplo, el anati- sis de Dernion sobre el pericdismo francés del siglo XIE cues- tiona la imagen racional del discurso publico, Darnton indica que gran parte de las publicaciones politicas que circulaban en {a Francia prerrevolucionaria.no eran de una filosofia liberal imparcial, sino bastante sensacionaiistas y de an eriticismo mo- ral orientado hacia las celebridades («politico-pornogratian en terminos de Darnton) que abordaba temas de depravacidn se- xual y comrupeisn (pags, 34-38). PROBLERIAS RESPECTO.A LA OPINION PLBLICA Ontos historiadores han sugerido que los intelectuales de Hustracign distaban de ser igualitarios incondicionales (Nat hans,i990). Muchos eran, de hecho, prafundamente ambive lentes respecto al individualismo y el valor de ia contest abierta en politica, Baker (1990) indica que los pensadares pol ticos franceses de mediados del siglo XVIII se mostraban caute. losos ue la libertad extrema que disfrutaban los ingleses, que parecia invitar a la divisién, confroniacién sin fin e inestebil. dad politica. Habfa, pues, una considerable renuencia 4 la hora de acepiar la emancipacién completa del individuo (Ozeut, 1988). Rousseau (1762/1968), aunque decia que el bien comin © «voluntad general», sdlo es discernible por piedio de la purti, vipacién continua y directa de individuos fibres que debaten clecciones colectivas, no abogé por la unidn de los intereses individuales. Sin embargo, creia que ios miembros del pueblo decidiendo juntos lo que es mejor para su comunidad, sometia, sus intereses privados y sus asuntos al bienestar comin (véase Pateman, 1970, ply. 25; Held, 1987), El problema de camo adivinar la opinién piiblica a partir de una masa conteadictoria de opiniones tadividiales era et dilema central de la filosofa polities liberal. La raz6a innata de fa autonomia de la opinion piiblica fue una solucién, Aunque imprecisos para indicat exec tamente qué era la opinidn poblica, una gran mayoria de ese tores indicaba claramente que no era la opinién de lu multitud Era, en cambio, un «tribunal andnime e impersonabs, una nue va corte que tenia muchos de los mismios atributos ~sinfalibili, ad, externalizacidn, y uaided»~ que caracterizaban a la wnt gua autoridad absolutista (Ozouf, 1988, pigs. S11-S12; Baker, 1990). Esta nocién ~que la opinién publica trasciende la opi, nign individual y refleja un bien comin abstracto, mis que va mero compromiso de intereses individuales~ continuaria influ. yendo en el pensamiento sobre la opinidn publica hasta bien entrado el siglo XX (por ejemplo, Lowell, 1913, pags. 8-10; ft relson, 1950), Los que escrihieron al principio sobre opinion publica, rare ‘mente fueron explicitos en relacion a lo que se relerian. Ozout (1988, pag. $6) sugiere que la opinidn publiea fue, can trecven: Cia, implicitamente equiparada por lus franceses con le opiaidn de wos hombres de letras», refiridndose a su papel (en grin Parte autoconcedido) de arbitros de los asuntos sociales » palit. Cos. Un segundo «grupo socioligicamente calificado dle port dores de opinién eran los parlemerts, que se tomaron la livencia hacer circular sus protestas contra el rey en un estuerzo por ganarse cl «entusiasmo» pablico en su favor (pig. $7). Tal como rout (1988) y Baker (1990) sefialan, sin embargo, la opinién se invocs tinicamente en el contexto de la critica ala monarguia. Baker indica que el concepto arraigé como conse- cuencia de una disipacion gradual de ls autoridad absoluta, En fedio de una crisis del absolutismo, fa corona francesa asi no sus oponentes, «inventaron y apelaron a un principio de legitimidad més alld det sistema (existente) para presionar sobre jos demandas de sus competidores» (Baker, 1990, pig. 171). 51 piiblieo ccipalmente una creacién politica © ideolégica sin un referente socioldgico claro: proporciond un nuevo siste ma implicito de autoridad en el que e! gobierno y sus criticos tenfan que pedir el juicio de la opini6n piiblica para asegurarse sus respectivos objetivos. «Ciertamenie uno puede entender los Conflictos de Ia prerrevolucién como una serie de luchas para fijar el referente sociolégico del concepto en favor de uno woiro grupo competidor» (Baker, 1990, pag, 186). A pesar de Haber- mas. la opinién publica era mas que un sinaple instramento de Ia naciente burguest Necker, ia persona a la que normalntente se atribuye la po- pularizacién de la frase l'opinion publique durante la década de 1780/1790, sirvid a la corona francesa como Ministto de Ha- cienda (Palmer, 1936, Baker, 1990). De alguna forma, la aplica- cidn que Necker hace de la frase es bastante moderna en su spirit, Utilizaba el término para referirse a una creciente de- pendencia del status financiero del gobierno con respecto a la pinidn de sus acreedores. Necker reconocia que era necesario ‘apoyo de la elite francesa paia el éxito de la politica del go- bierno, Con este fin, abogaba por ta publicidad total de fas acti- vvidades estatales. Publieé un informe de las cuentas del gobier- no (Compte Rendu de 1781) principalmente para calmar a los acteedores piblicos y reafirmaries en ia seguridad del tesoro nacional (Speier, 1950: Baker, £990). Necker puede, en conse- cuencia, haber sido de los primeros en proponer relaciones sis- temiéticas entre piblico y gobierno. «Sélo 10s locos, os tebricos puros, 0 los aprendices», observé en 1792, «dejan de tener en uuenta a la opinién publica» (citado en Palmer, 1936). ‘Opinién priblica y dominio mayoritario. Aunque los cafés y salones de fa Hustracién dicron lugar a la idea original de opi- rion piibiica, las eseritos del siglo XVII dejaron el concepto indefinido en muchos aspectos. La opinién puiblica iba unida a PROBLEBIAS RESPECTO A LA OPINION PUIMLICA 2 la discusidn y al libre flujo de informacién, se suponta que refle- Jaba el bien comin, y se models como un nuevo y poderoso ‘tribunal para revisar las acciones del Estado. Pero otros aspec- tos clave de nuestra concepcion contempordnea sobre la opi nin publica tienen sus origenes en eseritos postetiores de Ia democracia representativa, tales como los de Madison (1788/ 1966) y especialmente los del tedrico «utilitacistan inglés Bent hham (1838/1962) y Mill (1824/1937). Escritos del sigio XVII, que emplean generalmente el térani- 19 opinién pablica referido a la conducta social, generalmente, © cuando se refferen a su impacto politico, no son claros resp to al mecanismo preciso por medio del cual habria de influir en los asuntos del gobierno, A lo largo de finales del siglo XVIU y principios del XIX, sin embargo, los trabajos de Milly Bentham atribuyeron un papel politico mucho mds forinal a la opinion publica en el gobierno, basado en térmings legislativos y elecion_ rales. En contraste con Rousseau, estos escritores opinan «ie la gente actia primariamente para satisfacer sus deseos individua- ies y para evitar ef dolor (Schumpeter, 1943; Held, 1987), La sociedad consiste, pues, en una serie de individuos que intentan satisfacer al maximo sus propios intereses y servicios, Se iecesi- taba un mecanismo que armonizase estos intereses dispares. La respuesta al problema de resolver intereses distintos y apuestos fue el gobierno de la mayoria, establecido par medio de eleccio- nes fegulares y plebiscito, La opinidn publica. en esta visién mayoritaria, quedé mejor expresada como «la reunidn de inte- reses de los hombres de una comunidad» (Minar, 1960, pag. 36). El Estado habia de desempeiiar esencialmenie el papel de. &rbitro sobre individuos y grupos que rivalizan en conseguir el maximo de sus intereses por medio de fa competencia econsmi- ca yel libre intercambio, De ahi que «el volo libre y el mercado libre fueran el sine qua non» (Held, 1987, pag. 67). Minar (1960) indica que el modeio democritico utilitarista es la visién moderna més caracteristica de la opinién publica, y bbasicamente subyace en los esfuerzos del siglo XX por medirla y cuantificarla regularmente a través de la institucién del son- ‘deo de opinisn, Los pantos de divergencia entre la concepeisn utilitaria de Ja opinién publica y.las primeras nociones de la Nustracién residen principalmente en las diferentes propuestas para determinar el bien comin, EI primitivo pensamiento libe- ral (por ejemplo Rousseau) vio la opinidn publica como una forma de realizar a voluntad comin, bien discernida por medio 28 2A OPINIONTOMLICA de la implicacién popular continua en forma de debate igualita- rio y razonado, En la nueva formulacién, la opinion pablica se resuelve, en cambio, extremando ia fumcion de las voluntades “de individuos diversas, esto es, a través del gobierno de la ma- Yoria, La idea mas fiel a ta voluntad general deja paso en la estructura utilitaria a la idea mds eomiinmente sostenida, Esto no quiere decir, ni mucho menos, que el debate paiblico activo ‘no forme ya parte del conjunto, La libertad de prensa fue vigo- rosamente apoyads por Bentham y Mill Siguiendo el punto de vista de Necker, Bentham consider6 a la prensa como un drgano especialmente importante de lo que él llamd «el tribunal de ta opinién pablicay. Volviendo a las nociones de opinidn comin como presién social, pidid la publicidad regular de todas las actividades del gobiemo, como una salvaguarda contra las abu- sos del poder (Palmer, 1936, pag. 245). Tal vision de la prensa anticipé en forma significativa nuestra nocién contemporinea de libertad de informacién y la moderna condicién de los me- dios de comunicacién como vigilantes pablicos (Comision para la Libertad de Prensa, 1947; véase también Macaulay. 1898, sobre la prensa como cuarto poder). Pero la implicacién popu lac continua en el debate de las cuestiones puiblicas no fue, en si misma, propuesta como ei mejor o el mds préctico mecanisme para determinar el bien comin; es mds, ia resolucidn de los deseos poputares estriba en la eleccién dela mayorfa, expresada a través de elecciones regulares Un segundo cambio en la conceptualizacidn acompané tam bign sia Filosofia demoeréitica mayoritaria. Fl propio publica, definido vagamente en fas primezas publicaciones como aque- Hos miembros de las clases ilustradas que frecuentaban los cafés y salones, se identifica en las nuevas estructuras con el electora- do deseable, Benthans abogaba en sus diltimos escritos por el gio universal y las elecriones parlamentarias anusles para mantener wna vigilancia pablica cezeana sobre fos representan- ies, fos «diputados» del pueblo (Pateman, 1970). El resuliadi fue una cousiderable expansion en el tainaiio y heterogeneidad del_«piiblico», Algunos sugieren que el modelo de democracia de Bentham ~como al dé Rousseau asume que todo ciudadano deberia ser competente para formarse opiniones politicas en los asunios wigentes de cada dia (por ejempto, Schumpeter, 1943). Sin embargo, Pateman (1970) concluye que ni Mill ni Bentham abrigaban expectativas especialmente elevadas respecto a la ba bilidad de esie amplio electorado para deliberar activamente en, PRODLEMAS RESPECTO & LA OPINION PUBLICA 28 politica. Estos tedricos estaban mis preocupados, insiste Pate ‘man (1970), por la habilidad pilblica para seleccionar o recha. ‘zat representantes que por su capacidad de sostener opiniones politicas informadas en cuanto tales (pags. 18-19) La opinién publica como objeto de estudio Hacia mediados del siglo XIX, la mayor parte de las publica: ciones que trataban sobre opinién piblica eran qormativas y Filosdficas en su naturaleza, al ser estudios de politica tedrica iis que estudios de la propia apinién pablica. (Los escritus de Necker son una notable excepeidn.) Aunque le teoria democti tica representativa gand apoyo ereciente a lo largo del siglo XIX, as pbisacioncs de esta pct no ean cracls ‘mes, resueltas, al evaluar la competencia de la opinién piiblica, Los partidarios de las reformas liberales democraticas la vetun xcomo la yor de la clase media ilustrada, como una salvaguarda contra el desgobierno, y como un agente de progreso», mientras que criticos mis conservadores, la entendian antitéticamente, como poiencialmente peligrasa, superficial y transitoria: oa gran medida desinformada, y necesitada de limataciones prev cas como fuerza politica (Palmer, 1936, pag, 247) _Hacia el final del siglo XIX, ls opinién publica se encontré eniventada a crecientes analisis sistematicos a la manera empi- rica earacteristica de las ciencias sociales en desaccallo (Lazare- eid, 1957). Los escritores estaban intrigados por la «nueva re» de 1a opinion piiblica en la sociedad, que parecia ir ganando poder y expandiéndose hacia practicamente todas lus slases sociales, con muchos logros en educacidn y con la apari- cin le. medios de comunicacién de masis mas eficientes (Bryce, 1888; Tarde, 1890/1903; Cooley, 1902; Lowell, 1913), Al aproximarse 900, hubo un cambio de enfoque y meiucio en 1 andlisis de la opini6n pilblica. A consecuencia del crecimie (ode las siencias sociales en a universidad, os trabajos del sigho XX sobre opinién pilblica reflejan con mids claridad preacupa- ciones socioldgicss y psicoldgicas, mas que politicas « floss as, Mientras que muchas de las primeras disquisiciones sobre opinign publica habian tratado principalmente sobre el proble nia flossfica de transmutar deseas individualese independien- tes en la voluntad del Estado, ahora los analistas vuelven, con mayor frecuencia, su aiencién al problema de comprension de 30 {UA OPINION FUIBLICA aspectos sociales y de conducta de la opinidn piblica. El interés se ha vuelto hacia «la cuesti6n de la funcién y os poderes de la opinidn publica en la sociedad, los medios con los que puede ‘moditicarse o controlarse, y la relativa importancia de los facto~ Fes emocional ¢ intelectual en su formulacién» (Binkley, 1928, pig. 393). Esta linea de investigacida llev6 al estudio de fa opi- nidn publica en nuevos campos académicos: conducta colectiva ¥ psicologia social, investigacidn sobre la actitud y la opinidn andlisis de la propaganda, conducta politica ¢ investigacién so- bie los medios de comunicacién de masas, Principales problemas relativos a ta opinién paiblica ‘A comienzos del siglo XX, muchos de los conceptos subya- contes y distineiones conceptuales que aparecerian en las alti mas publicaciones tedricas ¢ investigaciones empiricas sobre ia ‘opinién publica habian, de una u otra forma, salido ya a la Juz (Laswell, 1957). Aunque basada principalmente en términos de debate informado y gobierno mayoritario (como ua legada de la llustraciGn y de la teoria democratica tepresentaliva, res- pectivamente), Ia expresién «opinion pablicay llevaba consigo, iambién, otros sentidos importantes. Los eseritores de la Ilus- tracién, a pesar de su énfasis en la razon humana y el progreso de lasociedad a través de la educacién, no dejaron de compren- der Jos aspectos no racionales y emocionales de la opinién pi- blica, Por ejemplo, Speier (1950) refiere el esfuerzo de algunos pensadores de la Tlustracidn para establecer espectéculos puibl: Cos ¥ celebraciones nacionales deliberadamente dirigides a con Segitir sentimientos patridticos mas que apoyo razonado, A lo largo del siglo XVII y XX, el papel de la opinién general como valedora de tradiciones y costumbres sociales, eumpliendo con Ja aley del uso» de Locke, no escapé a fa atencidn critica (Noe- Iie-Neumann, 1984), Ciertamente, las huelgas generates y los motines del siglo XIX dieron a fos estudiosos de Ja opinidn qué pensar sobre ef asunto de la supuesta naturaleza racional de Ia ‘opinién publica, Los aspectos no racionales de ta conducta pii- blica fueron cuidadosamente estudiados en la tltima parte del siglo XIX por escritores que dedicaron especial atencidn a ta conducta imitativa y al «contagion emocional en las multitudes (por ejemplo, Tarde, 1890/1903; LeBon, 1895/1960; véase tam- ign Mackay, 1841/1956; capitulo 3). aA PRONILEMAS RESPECTO 4 LA OPINION PUBLIC 31 Aunque, en cierta medida, ia investigacidn cientifics social y el analisisflos6fico normativo de la opinién publica han segui- dio caminos separados desde principios del siglo XX, atin h una importante y animada conesién entre ambos, Los descubri- mientos empiricos que tratan sobre eémo se desarvolfa y opera Ja opinidn publica en la sociedad no pueden por menos que interpretarse a la luz deedmo consideramos que deberia funcio- nar la opinién piiblica (Berelson, 1950). Serias consideraciones de las cuestiones normiativas subyacentes que conciernen a la opinida publica, han cojtinuado apareciendo alo latgo de! siglo XX: Loweil (1913), Lippinann (1922), Dewey (1927), Lasswell (1941), Mills (1956), Schatischneider (1960) y Ginsberg (1986), son sdlo unos pocos ejémplos de tales pensadores. Para cerrar este capitulo ~y [jar una estrueturs alrededor de Jos conceptos cientifico-sociales y las investigaciones aplicadas los préximos capitulos~ consideraremos brevemente algu- nos de los principales miedos y preocupaciones que han moti vado y sostenido la investigacién sobre la opinign piblica, Por mor de la simplicidad, podemos organizar esta discusin afre- dledor de cinco problemas bésicos que acosan al piblico moder no: dos eeiativos a su potencial superficalidad ~falta de compe. tencia y falia de recuysos~ y tres relatives a su potencial susceptibilidad, hacia Id tirana de [a mayoria, hacia fa propa- ganda o la persuasién de masas, y hacia una sutil dominacién por parte de elites minaritarias Falia de competencia. Las reservas respecto a Ja capacidad del piblico en general para dirigir los asuntos publicos datan de antiguo, como hemos visto, al menos desde Platsn, y fueron importantes durante la flustracién. Pero tal vez as crticas mis fuertesal gobierno de la bpinidn popular sean producto del siglo XX: Public Opinion, de Lippmann (1922), y su seouela The Phantom Public( 1925). El principal agumento de Lippmann es que la teoria democritica pide demasiado a los ciudadanos or- dinarios. No puede esperarse de ellos que actien come legisla- dlores, que sean activos y se impliquen en todos los asuntos importantes def momento. Parte del problema, en la estimaciéa de Lippmann, es la desatencidn general del piblico y su falta de interés por las cuestiones politicas. Tal como Bryce (1888) hi bia observado, «las cuestiones piblieas ocupan el tercer o cua to lugar entre los intereses de la vide (pag. 8). Las personas invierten poco tiempo y poca energia en aprender los necesatios dhechos no visibles» del mundo pelitico. Complicandu el pro 2 Ls oF Now eaLica blema upareee la forma en que las opiniones ~basadas en las simaigenes que tenemos en Is cabezar, como dijo Lippmann (1922, pa. ‘lesarrollan. E! conocimiento exacto de los ‘soiit0s piblicos, en os que deben basarse las opiniones sdidas, ¢5 seneillamente inalcanzable para el ciudadano ordinaria. El mundo politico quota «fuera de su alcance, de su vista y de su mente» (Lippmann, 1922, pég. 29). Los ciudadanos forman sus jdeas a partir de informaciones gravemente incompletas, man- ‘eniende poco o ningén contacio eat los hechos reales: fltran fo gue ven y oyen & través de sus propios prejuicios y temores, Aunque en sociedades mas simples el gobiemo dirigido por ta opisiign publica pueda tener éxito, el mundo industrial moder- 2 se ha convertido en demasiado grande y complicedo. «Et ciudadano privado de hoy diay, observé irénicamente Lipp- ‘mann, «liega a seatirse como un espectador sordo de la dhtima fila, que debiera mantener su atencisn fija en fa trama general, pero apenas puede conseguir mantenerse despierto» (1925, pig. La prensa, considerada por los demécratas progresistas un instrumento para educar y formar al piblico (por ejemplo, Coo- ley, 1909), solo contribuye a los males de la opinién piiblica, segiin el punto de vista de Lippmann, «No es faciible», mdicd serminantemente, «) cuando consideras la naturaleza de las no- ricias, no es ni siquiera pensable... Si se ha de confiar a los periddicos el deber ie interpretar toda la vida piiblica de la humanidad, seguro que fracasarda, pues estén condenados al fracaso, y en cualquier futuro continuaran fracasando» (1922, pig, 362, Lippmaan ao fue el primero en sefialar la discrepancia entre a imagen de la participacisn publica en la democtacia ~hereda- da de tos salones y vaiés de Ix época anterior~ y los trabajos sobre Ja opinién publica en una nacién legislativa moderna (véase Tocqueville 1835/1945; Bryce, 1888), pero sus eseritos fueron notables por su vigor y penetracién y, especialmente, por su recomendacidn de una radical remodelacida de la gobernabi- Jidad democrdtica, Abandonando fa esperanza de una opit popular competeste, Lippmann cree que la opinion piblica mo- derna no puede mejorar a menos que una organizacién inde- pendiente y experta, con personal de «ciencias politicas», pueda aver «imeligibles tos hechos invisibles» para quienes hubieren de tomar decisiones, y «organizar la opinion publica» para la prensa (1922, pdg. 32), Sofiaba con una red de agencias de reco- 36 33 PROBLEMAS RESPECTO 8 1.4 OPINION PDL leccién de informacién (una para cada gabinete federal) con jiuentes de fondos independientes, ocupecién garantizada, y un scacceso los hechos» sin restricciones, para cumplir tales tareas (1922, pag 386), Falta de recursos. Criticas posteriores, aunque no en d cuerdo con el retrato general de Lippmann sobre la opinion piiblica moderna, sin embargo, consideran una excepcidn su valoracién de la capacidad del piblico para el gobierno demo- eritico. Con mayor insistencia, Dewey (1927) consideraba que el problema no era la incompetenicia por parte del piblico, sino més bien una falta de métodos suficientes para ta comunicacién piiblica. «Los medios fisicos y externos de recoger inform: cidn», observ, «han sobrepasado con mucho la fase intelectual deiinvestigacién y organizacién de tos resultados» (pag, 180), Al contrario que Lippmann, que consideraba que la «Gran Socie- ‘dad nunca podria conyertirse en la «Gran Comunidady que se requeria para una auténtice democracia nacional, Dewey (1927) cieia que elo era realmente concebible, aunque nunca pudiera poseer todas las cualidades de una comunidad local (pag. 211), La respuesta, en parte, es la educacién, No es necesa- rio que la gente tenga el conocimiento y la habilidad necesarios para llevar a cabo investigaciones sistematicas para cada asunto general, sugeria Dewey, tinicamente debian tener la habilidad ‘de juzgar el conocimiento proparcionado por expertos en tales, asuntos (pig. 209), Estaba de acuerdo con Lippmann sobre que las Giehias sociales desempefiarfar un papel central en la co- rreccidn del Estado democritico, pero Dewey pensabat en un tipo de papel may diferente. No proponia un sistema de infor- macién de alto nivel sino, en su lugar, un tipo de ciencia social basada en la comunidad que difundiera sus interpretaciones al wublico por medio de ingeniosas presentaciones en la prensa popular. «La necesidud escreial, en otras palabras, es la mejora de los métodos y condiciones de debate, discusién y persuasién. Esie es ef problema del piiblico» (Dewey. 1927. pag. 208). Ea una fines simitar, el titulo de ua capitulo del libro de Lasswell (4941) Democracy Through Public Opinion presenta ei asunto, Ge forma sucinta: «La demoeracia necesita una nueva forma de hrablan». Otros han considerado también un objetivo principal el pro- porcionar recursos adecuados al publico, Schattschneider (1960), por ejemplo, prociamaba que sien realidad hay en pro blema con Ia opinidn publica, reside en las asunciones pretendi- M4 LA OPINION PUBLICA das por la teorfa democritica clésica (por ejemplo, la necesidad de ciudadanos omnicompetentes), no en el propio piiblico, «La gente es capaz de sobreviviren el mundo moderno aprendiendo Jo que necesita saber y fo que no necesita saber», indicaba (pag. 137), Los citdadanos no necesitan implicarse en todos los deta- Iles diarios de gobierno. Cuando es necesario, quedan envuettos de forma natural en el conflicto, al correr tiesgo sus asuntos € intereses, Lo que los ciudadanos necesitan, sugiere Schattse neider, es un sistema politico competitive con un lidetazgo fuerte, controversia y alternativas claras (pég, 129). Otros crili- cos han establecido argumentos similares, culpando, de una u otra forma, no al piblico sino a Is camara de representantes oa la oficina del editor (por ejemplo, Entman, 1989). La solucién, se ha sugerido, radica en oftecer mejores recursos -especia mente a través de Jos medios de comunicacién~ para que los Utilice el puiblico (Commission, 1947). Tirania de la mayoria.’Un tercer problema de importancia {que concierne a los analistas de la opinién publica és el peligro de que prevalezca una mediocridad en la opinién ~el menor denominador comin creada y mantenida por la presién de la mayoria. Desde otro punto dé vista, el peligro es que frente a aiplias mayorias, los puntas de vista de minorias importantes, aun siendo vilidos, no puedan hacerse valer con fuerza. Este temor lo expresé pronto, en el siglo XIX, Tocqueville (1835/ 1945), quien advirti6 que en una sociedad de iguales, los indivi- dtuos de tna minoria quedarian «solos y desprotegidos» frente a a mavoria dominante (pag. 138). A io largo del siglo XX. el problema de Ja conformacién respecte a la opiniém mayoritaria ha sido un tema persistente, en la critica social y en las ciencias sociales (White, 1961; Allen, 1975). Noefle-Neumann (1984) reafirmd estas preocupaciones en la investizacion sobre la opi- nidn publica, efirigudose al retraimiento de la minoria frente a la presién de Ia mayorfa como «una espiral de silencio», Muchos anafistas han advertido que el poder de la mayoria podria resultar crecientemente problemético con el tiempo. janto ms tiempo haya gobernado la opinién publica», suge- ria Bryce (1888), «mis absoluta serd la autoridad de ia mayoria, menos probabilidades tendrén las minorias activas de rebelat~ se, y mis dispuestos estardn los politicos a preocuparse, no de formar la opinién, sino de descubriria y apresurarse a obedecer- la» (pap. 23). La respuesta al problema, proponen Bryce y otros oriticas, es la apropiada socislizaeién democratica y la eduea- PROBLEMAS RESPECTO A LA OPINION PUBLICA 35 cidn_(véase Lowell, 1913). Una democracia debe cultivar una individualidad vigorosa en sus citidadanos para asegurar que los asuntos minoritarios sean apoyados adecuadamente. Susceptibilidad a la persuasién, Una cuaria preocupacion se contra én la susceptibilidad det pablico a la persuasion y, en particular, a Uamamientos altamente emocionales y no racions- Jes, Esta preocupacién parece justificada, Hasta qué punto las apelaciones emocionales forman parte de la politica es algo que puede observarse bastante comiinmente (Kosnhauser, 1959; Edelman, 1964), Lippmann (1925), para hablar de un modelo temprano, observé que «a consecucién de una voluntad gene- ra) de entre una multitud dé deseos diferentes no es un misterio hegeliano, como muchos fildsofos politicos han imaginado, sino un arte bien conocido por tos lideres, politicos y comités diti- gentes. Consiste esencialmente en el uso de simbolos que unan emociones tras haber sido separados de sus ideas» (pig. 47) El éxito de los regimenes fascistas en Europa entre Jas dos guerras, a lt par que su intenso uso de los medios de comunica- cidn, alents un tremendo interés entre los cientificos sociales de América por el analisis de la propaganda y la persuasion. El prinico causado por la transmisidin de Orson Welles de La gue- ra de los mundos, de H.G. Wells, en 1938 (Cantril, Gaudet y Herzog, 1940) sugirié que la capacidad de los medios de comu- nicacién para precipitar la conducta irracional de las masas era considerable, No es de extrafar que, a fo largo de este siglo, la investigacion sobre opinidn publica y et interés sobre la persua sidn de masus hayan ido de la mano. Desde 1927, en que Lass- well publicé su influyente Propaganda Technique in the World War, hasta bien entrados fos afios cincuenta, el estudio de la opinién publica y la propaganda estuyieron muy estrechamente conectados. Muchas de las primeras obras sobre este campo, por ejemplo, llevan la palabra «propaganda» en sus titulos (por cjemplo, Smith, Lasswell y Casey, 1946; Dob, 1948: Katz, Cartwright, Eldersveld y Lee, 1954), Dominio de las elités, Aunque algunos habfan temtido una 2. El euliva de Ia individvalidad puede presenar ss propiasifcukades Una de elas, comentada por Lowell (1913), swcede cuando, teas un debate razonable, una ireconciliable minora rechaza totalmente la opinisa de a ma- ‘ria, Una democracia requiere, epin estima Lowell, ux equiv entee la tolerancia para los puntos de sista delasmnorias ya aceptacion de a voluntad {ela mayer (véase su discusin de la dactrina de a nrmonia de interes, pigs. 36.29). 36 La OPiyI6N PUBLICA sobreabundancia de poder en manos det piblico, « muchos otros fes preocupa que sea demasiado poco. Una quinta causa de interés respecto a la opinidn piiblica se enfoca hacia lo que Ginsberg (1986) ha ilamado «ia domesticacién de tas creencias de la masa. Se considera ei problema desde el punto de vista de ia creciente pasividad por parte del piiblico, que lo conduce, de varias maneras, a sit dominio por parte del gobierno y jas elites agrupadas, Mills (1956), por ejemplo, vio la sociedad americana compuesta de tres esiratos jerérquicos: el primero, una fina capa de elites poderosas; el segundo, un grupo estanca- do de fuerzas politicas contrapuestas; y el tercero, una amplia, y cada vez con menos poder, masa de ciudadanos. Lejos de dis- fratar de la idealizada y libre discusidn del debate demoeratico, [Mills indicaba que la poblacién americana habia sido transfor- mada por los medios de comunicacién en un mercado que con- sume, mis que en un piblico que produce, ideas y opiniones (véase también Habermas, 1962/1989; Gitlin, 1978). Otros critieos eomtemporineos, que ven mecanismos dife- rentes de control de la elite (por ejemplo, Herman y Chomsky, 1988), han deserito mas formas de dominio. Ginsberg (1986) indica que con el advenimiento de la democracia electoral, ta relacidn tradicionalmente adversa entre el pueblo y el gobier se ha suplantado por una relacién de dependencia, Ahora las personas apoyan voluntariamente al Estado, pues se han con: vertido en crecientemente dependientes de sus servicios. Tal come lo indica él, «eon ef desarrollo de las instituciones electo- rales, la expresion de la opinién de la masa se ha hecho menos subversiva, cuando los ciudadanos empezaron a ver al gobierno como una fuente de beneficios, la opinidn se hizo fundamental- mente menos hostil hacia la autoridad central... En resumen, 108 regimenes occidentales convirtieron la opinién de la masa, de una fuerza host, impredecible y, con frecuencia, destructiva en up fendmeno menos peligroso y mas tratablen (pag. 58). Gins- berg ve la propia industria de sondeos de opinién, « pesar de sus intenciones establecidas de aumentar Ja vor democratica del puebfo (Gallup y Rae, 1940}, como parte central de este proceso de domesticacién, En lineas similares, Habermas (1962/1989) indica que los mecanismos de formacién del consenso politico en las naciones democraticas, tales como las elecciones regula Fes y las campafias electorales populares ~aunque ciertamente aaseguten una presidn periddica sobre el gobierno para satisfucer las necesidades basicas de ta poblacién~ no fomentan, y pueden 38 PROBLENAS RESPECIO A LA OPINION PUBLICS 37 incluso suprimir, Ia argumentacion racional o la discusi6n po, pular de amplia eatensidn, caracteristica de una verdadera esie ra publica (pigs. 211-222; pero véase también Crespi, 19) pags. 93-| 30) Hlay atros asuntos importantes, pera de forma més continuada la atencidn. E cuestidn clave es silos provesos de la opinién publi actuacién natural son, de hecho, realmente democraticos en el sentido implicto en las primeras nociones de la Hlustracién; en ‘otras palabras, sila «verdadera» opinion piblica, ola que influ ye en la eleccién politica (Key, 1961), estd ea realidad formada por una comunicacion igualitaria, de arriba abajo, de los intere- ses piblicos y las ideas a los politicos. Cuando volvames a nues- tra discusién sobre el tratamiento cientifico social de fa opinion publica, veremos no sélo edmo los investigadores en opinisn p blica han aproximado sus trabajos conceptualmente sino tam- bign cémo han derramado, de distintas formas, nueva luz sobre estas importantes cuestiones. tos cinco han atraido un nivel general, la X 3. El concepto de «piiblico» Tal vez la concepcisn mals comdn de «opinién publica» hoy en dia la equipate a una unin mas o menos sencilla de opiniones individuales, 0 alo que intentan medir los sondeos de opinién» (P. Converse, 1987, pag. $13; Childs, 1939; Minar, 1960). Cuando comparamos esta nocidn con las que prevalecian a principios del siglo XX, el contraste es impresionante, Los pri- meros analistas estaban mucho més predispuestos a formularla ‘opinidn publica como un fenémeno supraindividual inherente- mente colectivo 9, como sefalé Cooley (1909), como «un pro- ducta cooperativo de comunicacién ¢ influencia racionaly (pg. 121). Aungue la existencia de tos sondeos de opinidn tendera mis tarde a individualizar ef concepto ~poniéndolo estrecha- ‘mente en linea con la visién mayoritaria discutida anteriormen- te~ la opinién piiblica era considerada, por lo general, en los primeros aos del siglo, como una clase especial de producto social, no como una coleccisn de opiniones publicas diversas, sino como la opinién de wn publico. LA OPINION PUBLIC 40 Esta tendencia a concebir I opinién pliblica en términos supraindividoales era parte integrante de ia época, Los estudio- S08 de Is vida psicoldgica y socia! humana a comienzos del siglo XX, tunto en Europa como en América (por ejemplo, Tarde, 1890/1905; James, 1890; Baldwin, 1893; LeBon, 1895/1960: Cooley, 1902/1908), estaban ciaramente intrigados por les im porvantes manifestaciones de conducta colectiva tipificedas en se periodo: multitudes esponidneas, huelgas, manifestaciones masivas y disturbios. Los analisias estaba iguslmente fascina dos por el papel que los modernos medios de comunicacisn especialmente le prensa~ parecian desempeiar a la hora de configurat y guiar la «psicologia de Jas masas». Los primetos intentos de proporcionar un tratamiento cientifico social a ta opinion piiblica se presentaron Sobre un tel6n de interés intelec general en fenomenos tales como la condueta de las masa y El objetivo de este capituto ¢s revisar estos primeros ¢ influ yenies iratamientos del piiblico: concepciones que identificadan {a opinién publica como bastante préxima ala conducta colecti- va, y la enfocaban basfeamente explicanclo la naturaleza socio- {5gica del publico como un grupo estructurado imprecisa y tran: sitoriamente (vase Park, 1904/1972; Blumer, 1946; Davison, 1958: Foote y Hart, 1953). Es esencial en estos tratainientos Ia nnocisn de que la opinién publica podia observarse como parte de un proceso socioldgien mas ampiio, coma un mecanismo « ‘raves del cual las sociedades estables se adaptan a las circuns- Lancias cambiantes por medio de la discusidn y el debate. Se presia igualmente una especial atencién al concepto de asuto piiblico, singularmente a la forma en que «el piblico», como ‘una entidad social en desarrollo, se forma, tedricamente, a tra- vés del tiempo, por medio de argumentos espontaneos, la discu- sida y ia oposicién colectiva respecto a un asunto. Por estas razones, escritos posteriores sé han referido a veces a esta con- ceptualizacion del piiblico como un modelo disewrsive ¢Young, 1948; Bogardus, 1951; Price y Roberis, 1987; Price, 1988) Aunque i estructura conceptual tiene ya casi un afo, continda contormando, a veces ce Forma indirecta, el pensamiento actual sobre la opinién pablica en una variedad de diseiptinas (en cien- cias politicas, por ejemplo, véase Nimmo, 1978, pags. 238-240, Cobb y Elder, 1983, caps, 5 y 6), Con su fuerte énfasis en Ia opinisn paiblica como procedeate del debate, esta formufacidn sociologica es, en muchos aspectos, EL CONCEPTO DE sPIRLICO> 41 descendiente direcia de Jas ideas de la Hustracién, de! siglo XVIII, previamente comentadas. Pero la estructura analitica propuesta por Park (1904/1972) y reelaborada por Blumer (1946) Fepresenté un avance en varios aspectos importantes, Se desa- srollabs a partir de un interés cientifico general por comprender Js relaciones sociales kumanas, tratando de entender la opi- nién publica a ia luz de su significaclo sociolégico mas amplio.' Mas importante atin, fusiond ideas filosofico-politicas previas sobre la opinién puiblica (por ejemplo, le nocidn de que fa opi- nin pablica expresa !a avoluniad generals) con modernas preocupaciones psicoldgica-suciales, formando, en consecu tua putente de unin con los tltimos estudios cieatilico- les de las actitudes y las epiniones (capitulo 4). El modelo discursive de orieatacién socioligica continua vertiendo luz conceptual sobre las formas en que la opinidn piiblica es funda. mentalmente comunicativa por naturaleza (Price, 1988) y nos proporciona una posicisn vemtajosa pa Plas diferes tes entidades que, en la invesligacion contempordnea sobs opinidn piiblica, se equiparan de formas distintas con el piibli jetivo de la Ultima parte de este capitulo es revisur. a la luz de estas concepciones sociolégicas del pliblico, el ampli campo de agrupaciones colectivas ~tales como elites, publica hostil, piblico atento y publica generai~ que se invoean general mente en la investigacién empirica de la opinién. La intencisy no es argumentar 4 favor 0 en contra de ninguna concepeisn conereta del pilblico {véase Key, 1961), sino simplemente sefia lar las formas en que investigadores y analistas comtiniian em- pleando una variedad de conceptos de nivel coleetivo y defini- ciones operacionales a! deseribir y analizar al publico, 04 supervi 2 Esfuerzos anaiticos como ios de Park y Blumer figuran de una masera ula el establecimienta de Ia conducta coleciva como un subeanpe npo que se hs desavrollade indepeadieate publica (vase Turner Killa ae Vital en la Sociologta americana, mente de ta investgacin sobre ix opin 1957; Elsner, 1972) 2. Key (1961) ce fora sila, vesiste a tetacion de efinicién de conjunto de ose con devi qu, wen una cues ¥i6n dau, el pico opzrativo puede consist en una asocacion alameate ‘siructuraga, nientas en otro asunte las opiniones pueden dfundise a raves {se un amplioplblice st una organizacin especial tndg 4). Peto esa vlan 60 de ls primeras cox ik ns ‘ptimista que la offecida aqui Key rite alguns el modelo discursive (pot e)erpo, que el piblieo medio de la discusién gue salea «un asuito coaetes, ei £1958) comaos lida ads os reas del phi e as princi Forma ¥ organiza pnt undo Davis, LA OPINIGN POBLICA Multitud, pilico y masas Es dl tener en mente que fs concenciones sociolégicas de apablicon, orisinalmente, se desarrollaron junto con la nuev ciencia psicoldgica de la multitud, a finales del siglo XLX y prin- sipios del XX. Moscovici (1985) indica que la totalidad de fa psicologia social moderna puede seguirse através de fos intere- «es surgidos en este periodo sobre la «masificacién» de a socie- dad y sus males concomitantes estallidos violentos, pinico ma- sivo y otras vividas indicaciones de las «transformaciones: radicales» que las personas pueden experimentar en entornos Golectivos (nig. 347}, El rompecabezas que habia de resolverse ‘onsistia en el hecho de como individuos por lo demés civiliza dos podian transformarse en multitudes colgricas o manifestan- tes entusiastas, Esta cuestion fue analizada por LeBon (18957 1960) en su influyente libro La Psychologie des Foules, en el cual busvaba sentar las bases para una ciencia de Ia psicatogia de la multitud, Aunque el concepto de mrudfitud se invoca rara- mente hoy en dia, aclaray refleja algunas de las caractersticas senciales de dos conceptos colectivos cantemporaneos: as ma- al piblico. La mulitud. Al argumentar sobre el estudio cientifico de las multitudes, LeBon (1895/1960) observé que el ascenso de las «cla- ses populares» en fa vida politica era, tal vez, el desarrollo mis significative de la sociedad moderna (pag. 9). Vio a la multitud como uno de los principales mecanismos con las que esias cla- ses, de forma crectente, presionaban para conseguir sus cleman- das, con intensificacién de la destruccién y la violencia. «Et derecho divino de las masas», observ6, «estd a punto de reem- plazar al derecho divine de los reyes» (pag. 10). Una compren- Sin cientifica de estas multitudes, y su forma de conduct, ha- bria de ocupar, por esta razén, un lugar primordial en el estudio «La ley de fa unidad mental de las multitudes» de LeBon, se basaba ampliamente en los descubrimientos psicolégicos del romento, especialinente en las ideas de hipnosis y sugestion neonsciente Identific tres causts basicas dela conducta de ka 1s. $9), Genecalmente, menosprécia los esfverzos para conceptualizar al blico coma wuna especie de asocaciin tmprecisersente organizada ue smal entidad socilégicas (pig 15) Ay EL CONCEPTO DE wPURLICOs 43 rullitud., Primera, el anonimato consistente en formar parte de una multitud refaja las imitaciones civilizadas sobre los instin= tos bisicos de las personas, Segunda, las emociones y las accio- nes se extienden répidamente por imitacién esponténea y «contagion (véase también Tarde, 1890/1903). Tercera, y mis importante, la «personalidad consciente se desvanecen bajo la influencia de una tnultitud, y el individuo queda sujeto a la persuasidn y la sugestion inconsciente, es decir, queda esencial- mente hipnotizado por la voluntad colectiva de ia muititud (Le- Bon, 1895/1960, pg. 27; Park, 1904/1972, pig. $0). Es este estado hipnético el que permite a la multitud actuar al unisono, a menudo con efectos terrorificos Los anilisis posteriores de la conducta coleetiva no compar tiecon aecesariamente las terribles caracterizaciones de la vida en la «era de las multitudes», y la mayoria aba conceptual hipndtico. Sin embargo, continuazon no menos inte- resados por las asociaciones multitadinarias, imprecisamente estructuradas, ¥ las diversas funciones sociales a las que servfan (por ejemplo Blumer, 1946). At desarvollarse el campo de estu- dio de la conducta colectiva, se toms en consideracidn, no sélo 4 las multitudes sino también muchas formas semejantes, tales como las modas, las manias y los movimientos sociales. Foote y Hart (1953) indicaron que diversos tipos de conducta colectiva, incluyendo fendmenos multitudinarios, podian estar implica dos en la formacisn de la opinién piblica, especialmente en sus rimeros estadios. Sugirieron que los anaiistas sacarian prove- cho de la atencidn a estos procesos colectivos relativamente in- definidos, preparetorios 0 provisionates, de fos cuales emergen, Finalmente, los modos de accin social mas organizados y racio- nales, tales como el debate publica (pag. 309). Sin embargo, muchos conceptos del campo de la condueta colectiva, tal como la propia idea de multitud, no se ban uiilizado munca demasia do en estuclios de la opinién publica. Al contrario, «multizudn ha servido principalmente como concepto contrario al que se define como «el paca» El pitblico. El logro conceptual de Park (1904/1972) es que considers a la multivud y al peblico como fundamentalmente similares en un aspecto clave: ambos son mecenismas de adap- tacidn social y cambio, formas sociales transitorias wilizadas por grupos sociales para «iransformarse» an nuevas organiza- ciones. Por otra parte, el piblico y la multitud pueden servir, ambos, como caminos iniciales para la ereacion de entidades

You might also like