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CRISTOLOGÍA

CONTEMPLANDO LA GLORIA DE DIOS

LECCIÓN 3
LA GLORIA DE SU ENCARNACIÓN

“…Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los
que estaban bajo la ley, a fin de que fuéramos adoptados como hijos.
(Gá 4:4)

L a encarnación, es el acto por el cual Logos divino asumió la naturaleza humana


para revelarnos perfectamente al Padre y para redimir al hombre, pecador
destituido de la gloria de Dios. Su humanidad no fue una simple apariencia
como sugieren los docetistas, sino fue una realidad. Pablo nos habla de esta
realidad en Hebreos 2:14 “Por tanto, ya que ellos son de carne y hueso, él también
compartió esa naturaleza humana…” Esta era la única manera de poder remediar la
ruina causada por el pecado en el mundo y, por la acción del gran Mediador, unir al
hombre con su Creador en la esfera de una nueva creación.

El Mediador enviado por el Padre

“En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la *naturaleza pecaminosa anuló su


poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición
de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al
pecado en la naturaleza humana…” Ro 8:3

Jesús no aparece en la historia del hombre como por azar, Él es un ser único, antes de
existir como hombre entre los hombres, había sido con Dios y era Dios. Era el Hijo
eterno del Padre, que venía al mundo para salvar lo que se había perdido (Lc 19:10).

1. Origen de su venida. Nace en la propia voluntad del Hijo (He 10:7; Jn 19:18)la
cual era expresión de la del Padre; y respondía a un plan divino trazado desde
el principio. Cristo vino al mundo movido por su amor, pero también por su
relación con Dios, cuyos designios redentores el había de realizar.

2. Quién lo envió. Siguiendo el evangelio de Juan, el Hijo vino porque el Padre le


envió (Jn 5:30,37,38; 17:18, 23, 25; y Gá 4:4). Esto muestra claramente que es
Dios en su plenitud trinitaria quien ideó y llevo a cabo la salvación de los seres
humanos.

3. Motivos de su envío. Su obra no solo tiene el objetivo de justificar y reconciliar


al creyente, sino tiene un alcance cósmico, va más allá de formar una
comunidad de redimidos (iglesia), pues la entrada al mundo del pecado afecto a
todo el orden de la creación, y creó una separación en la relación de los cielos y
la tierra. Este es el verdadero propósito de Dios al enviar a su Hijo: “y, por
medio de él, reconciliar consigo todas las cosas, tanto las que están en la tierra
como las que están en el cielo, haciendo la paz mediante la sangre que
derramó en la cruz”. (Col 1:20; Ef 1:10)

Una vez que se haya cumplido cabalmente la obra de Cristo veremos cuán glorioso fue
el hecho de que un día Dios enviara a su Hijo para nuestra salvación. El hecho de
enviar al Hijo equivalía a decir “lo envío a la muerte”. De ahí la trascendencia de Jn
3:16, donde percibimos destellos de su gloria incomparable.

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La encarnación como identificación con el hombre.

“Y el Verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros. Y hemos contemplado su gloria, la


gloria que corresponde al Hijo *unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.”Jn
1:14

Esta es una gran revelación referente al Logos descrita en el principio del evangelio de
Juan, que analizaremos detalladamente.

Encarnación: Es la acción de Cristo preencarnado por la cual asumió la naturaleza


humana.

1. Carne (sarx). Esto no significa que el Logos se recubriera de un cuerpo físico en


forma humana, manteniendo como alma su propia esencia divina. Esto valdría a
decir que el Verbo se hizo semihumano, y contradice no solo la enseñanza
global de la escritura, sino lo más básico de la semántica. Sabemos que el
hombre no solo es cuerpo, sino también es espíritu. Por consiguiente, cuando
decimos que el cristo divino asumió la naturaleza humana, esto incluye el
cuerpo y el alma del hombre, sometido a limitaciones y sufrimientos. (ver He
4:15)

Esa identificación plena con la raza humana es precisamente lo que le capacitó para
representarla y rescatarla de su estado de condenación. (Ro 5:12-19; He 2:17).

2. Y habitó entre nosotros. (Éx 40:34), en otras palabras puso “el tabernáculo
entre nosotros” con su encarnación, pues la presencia de Dios se manifestaría
en Cristo, “lleno de gracia y de verdad”, fiel expresión del carácter y los
propósitos redentores de Dios, por eso Jesús dijo: “El que me ha visto a mí ha
visto al Padre” (Jn 14:9)

3. Y hemos contemplado su gloria, la gloria que corresponde al Hijo *unigénito del


Padre. (Lc 9:28:36; Jn 1:1-3). Es importante volver a las preguntas realizadas en
la introducción de este manual para poder comprender cuál es esta gloria de la
cual nos habla Juan. La gloria que menciona Juan no es una ilusión óptica, ni
para el ni para sus otros dos compañeros, fue una realidad inolvidable vivida en
el monte de la transfiguración. No solo fue esta gloria visible lo que indujo a
Juan a dar su testimonio, sino lo que vieron en su Maestro, un porte sereno y
majestuoso como sus palabras llenas de sabiduría y vida, su autoridad, los
prodigios de poder y su relación única con el Padre constituían una aureola
esplendorosa sobre su figura, que ningún otro hombre en la historia de la
humanidad haya tenido antes o después de Él.

La encarnación como humillación.

Este aspecto Pablo nos lo da entender de una manera clara y reveladora. “quien,
siendo por naturaleza Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse.
Por el contrario, se rebajó voluntariamente, tomando la naturaleza de *siervo y
haciéndose semejante a los seres *humanos. Y al manifestarse como hombre, se
humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, ¡y muerte de cruz!”.

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La grandeza de Cristo preexistente era insuperable. Suya era la gloria que


corresponde a la divinidad. Cualquier hombre habría usado todos los recursos para
mantenerse en esta posición, pero Cristo opto por una actuación opuesta.

4. Se humilló a sí mismo. Algunos interpretes han creído que se despojó de sus


atributos divinos (kenosis), pero esto carece de apoyo con el resto del Nvo.
Test. Como indica Walter Kasper, “para la interpretación de este texto hay que
tener en cuenta que no habla de un cambio de esencia o desdivinización de
Dios, ya que estaría en contradicción con 2 Co 5:19 “Dios estaba en Cristo”. La
kenosis consiste en asumir la condición de esclavo y no la renuncia de la
condición divina. Pablo inmediatamente nos explica o nos despoja de toda
especulación teológica al añadir:

5. Tomando la naturaleza de *siervo. Es lo opuesto a el engrandecimiento


humano, frecuentemente inspirado en un afán de endiosamiento. El Creador del
universo aparece como un débil criatura, sometido a las limitaciones,
privaciones y sufrimientos. No ha venido a exigir obediencia, sino a obedecer,
“sometido a la ley” (Gá 4:4) como cualquier hombre. Se encarnó no para
impresionar a sus contemporáneos, sino para cumplir la voluntad del Padre. La
gente de su tiempo no supo discernir su verdadera identidad, no pudieron
comprender que no existían ambiciones ni exhibiciones de grandeza humana en
él; al contrario, solo la humillación del Hijo que se encarna para hacerse siervo.
No esclavo a los hombres, pero si siervo fiel del Padre, siempre obediente a su
voluntad. En él se cumplió la profecía de Isaías “Siervo de Jehová” (ebed
Yahwéh).

Cuando ahondemos más en este significado podremos hacer la declaración de


Pablo: “Lejos sea de mí gloriarme sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo”
(Gá 6:14). La gloria de la humillación del Cristo encarnado, aborrecido, y
crucificado es lo que hace glorioso el mensaje del Evangelio.

Cristo solidario con los hombres.

El tema con mayor recurrencia en la carta a los hebreos es la excelencia y


superioridad de Cristo como agente de nuestra salvación, tan grande como costosa
(He 2:3, 10,14). En el capítulo 2 el autor toma como punto de partida el hombre en su
grandeza original y en su estado actual (cita Salmo 8). Como vemos el que había sido
creado para enseñorearse de todo vino a ser esclavo de todo.

Pero “vemos…a Jesús coronado de gloria y honra” (v. 9). Y lo vemos “hecho un poco
menor a los ángeles”, es decir, hecho hombre, como Hijo de Dios encarnado. El
objetivo de esta encarnación es la redención de los seres humanos. Esta redención
solo era posible sobre la base de “su muerte en provecho de todos”. Podemos decir
que Jesucristo nació para morir. Esto es normal para todo ser vivo, pero para Jesús es
profundamente cierta, pues desde su nacimiento su vida fue un constante discurrir por
el camino que conducía al “padecimiento de la muerte”. Esta meta no seria un
accidente, ni un hecho determinado por la voluntad de los hombres, sino “por la gracia
de Dios” en cumplimiento de un designio divino inspirado en el deseo amoroso de
salvar a los hijos de Adán sin vulnerar los principios de santidad y justicia.

Era necesaria la expiación y esta solo podía ser valida si se llevaba a cabo mediante el
sacrificio del Dios-hombre, víctima y sacerdote a un tiempo. Cristo en la cruz era el

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sustituto a favor de la humanidad perdida. Así vino a ser “por medio de


padecimientos, el autor de la salvación de ellos” (10).

Esta carta enfatiza la necesidad de la encarnación de Cristo, lo cual lo solidariza con


aquellos a quien había de redimir, es decir, se identifica con nosotros y nos eleva a su
propia dignidad, al llamarnos hermanos.

Esta fraternidad a la que alude Jesús se encuentra en el versículo (11): “El que
santifica (Cristo) y los que son santificados (redimidos) de uno son todos), en la Nueva
Biblia Española dice “de un solo linaje son todos”.

Cristo es Hijo de Dios por naturaleza, el cristiano lo es por adopción. Somos hermanos
de Cristo, y él al venir a ser uno como los suyos asumiendo su naturaleza humana en
su encarnación. “Así que, por cuanto los hijos participaron de la carne y sangre, él
también participó de lo mismo…” (14).

Beneficios de esta realidad:

1. Liberación de la muerte (14). Cristo se encarno “para destruir por medio de la


muerte al que tenia el imperio de la muerte, esto es, el diablo, y a librar a todos
los que por temor a la muerte estaban durante toda la vida sujetos a
servidumbre”. Cristo vino a sacar a la luz la vida y la inmortalidad por el
Evangelio
2 Ti 1:19 ___________________________________________________________
Jn 11:25 ___________________________________________________________
Ro 6:23 ___________________________________________________________
1Co 15:56 ___________________________________________________________

2. Acceso a Dios por la mediación de su Hijo, “quien debía ser de todo semejante
a sus hermanos para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que
Dios se refiere” (17). Él fue el gran sumo sacerdote que, mediante el sacrificio
de sí mismo, abrió el camino para que sus redimidos puedan acercarse libre y
confiadamente a Dios (He 10:19-20). En este ministerio de la mediación sobre
salen: la misericordia y la fidelidad del Mediador, los cuales garantizan la
efectividad de su acción.

3. Auxilio en la tentación (17,18). La experiencia humana de nuestro Salvador,


tentado a todo en nuestra semejanza, es decisiva. Porque “él mismo padeció
siendo tentado”, Simpatiza con bastante comprensión con los que son tentados.
El entiende la lucha y el sufrimiento del cristiano que combate contra el pecado
en su vida o sufre los embates de la tribulación. Es por su amor y fidelidad que
socorre a los suyos para que no sean vencidos, sino vencedores en cualquier
prueba (1 Co 10:13).

BENDITO EL DÍA EN QUE EL “VERBO SE HIZO CARNE

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