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Curia Generalizia della Compagnia di Gesit Borgo S. Spirito, 4 C.P. 6139 / 00195 ROMA-PRATI (Italia) Tel . 06/689.771 ~ Fax 06/686.8214 La cuenta de conciencia 2005/02 A TODOS LOS SUPERIORES MAYORES Querido Padre: La Paz de Cristo. Para dar un nuevo impulso a “aquel especial medio que para el gobierno espiritual nos legé San Ignacio: la cuenta de conciencia” (CG 32,d.11,30), la Congregacién de Procuradores de septiembre de 2003 habia sugerido que se recordara su importancia a la Compaiiia. No porque esta practica haya caido en desuso o esté fuertemente contestada. Sino porque no siempre parece producir el fiuto que San Ignacio esperaba de ella. Lo cierto es que, en lugar de ser el momento privilegiado y tinico del afio en que el jesuita recibe su misién durante la visita canénica del Superior Mayor, la cuenta de conciencia corre el peligro de convertirse en una formalidad rutinaria, embarazosa pero obligatoria. Y ello, tanto para el que es invitado a abrirse como para el que esta llamado a reaccionar a esta apertura, dando, cambiando o confirmando la misién apostélica, Cuando habla de ella, San Ignacio prefiere recurrir a comparaciones, porque de esta apertura de si mismo esperaba una mayor unién con el designio de Dios sobre nosotros y una mayor unién de mentes y de corazones, asi como un mayor impulso apostélico para nuestra misién. Enel origen de la cuenta de conciencia ignaciana esta la sabiduria de los monjes, para quienes e1 mejor medio de sostenerse en su camino hacia Dios era confiarse a un compaiiero de ruta y hacerse ayudar por él en su aventura espiritual. Ya San Antonio el Copto, completamente solo en el desierto egipcio, reconocia que para vivir y crecer en su vocacién de eremita, tenia necesidad de otro a quien poder abrir los deseos de su corazén y cuya voz autorizada pudiera ayudarle a crecer “a la medida de Cristo en su plenitud” (Ef. 4, 13). Rehusar esta manifestacién de si mismo a otro y encerrarse en un individualismo que no tolera ni guia ni testigo, es condenarse a errar estérilmente por caminos que ya no son los de Dios. Quien quicra asumir una responsabilidad rigurosamente personal sobre su propia vida en el Espiritu, paraddjicamente es llevado a dejarse ayudar, con toda humildad y sinceridad. Lo que quiso Ignacio, En Manresa, Ignacio pas por la experiencia de ser ayudado en su crecimiento espiritual, Al fundar la Compaiia, descubre que esta ayuda es también un instrumento indispensable en la vida apostélica. Los primeros compaiieros se sentian impulsados por un. sin numero de deseos en el vasto campo de las posibilidades y urgencias apostélicas que se ofrecian a su creatividad y dinamismo, Para no errar en el servicio de la misién de Cristo, juzgaron indispensable recibir ayuda a través de la voz autorizada del Vicario de Cristo en la tierra, a quien manifestaron sus deseos. En esta misma linea, ser mas tarde la voz autorizada de San Ignacio, “uno de entre nosotros”, la que responder a la manifestacién del apéstol, mostrandole la voluntad de Dios y enviandole a una u otra misién. No se trata ya de guiar a uno en su vida espiritual, por ejemplo dindole los Ejercicios, sino de integrar el don de una vida en la misién del cuerpo universal de la Compafiia de Jestis. Esta trasformacién de la apertura de conciencia como conversacin espiritual en una manifestacién de lo que bulle en nosotros para recibir una misién apostélica, comporta varias consecuencias, que se recogen en las Constituciones. A pesar del nombre de “cuenta de conciencia”, la manifestacién no se limita a nuestra conciencia, sino que engloba toda nuestra personalidad, en su relacién con Dios y los designios que El tiene sobre nosotros, en la relacién con nosotros mismos y con todos aquellos y aquellas que cl Sefior pone en nuestro camino, en nuestras comunidades y familias, en nuestras responsabilidades apostélicas y nuestros encuentros. Esta cuenta de conciencia forma parte integrante de nuestra misién, de modo que ésta no se deja a nuestra buena voluntad, sino que se inserta en nuestra vida de apéstoles como una exigencia periddica. Finalmente, no nos abrimos a un padre espiritual ‘bir consejos, sino a un Superior para ser enviados por él en misién en nombre de “Pero el Superior que envia y el compafiero que es enviado aleanzan mayor seguridad de que la misién es realmente voluntad de Dios si va precedida de un didlogo especial” (NC 150 §1). El estilo y tono de las Constituciones no han permitido a sus autores presentar la cuenta de conciencia como un didlogo entre dos amigos en el Seffor, escrutando juntos, cada ‘uno segin su propia responsabilidad, lo que el Dueio de la vilia espera de ellos para continuar su misién entre los hombres y mujeres de su tiempo “a la mayor gloria de la su divina Bondad” (Const. 93). Con todo, las Constituciones recomiendan “mucha humildad, puridad y caridad” (Const, 93). Primero humildad, porque la cuenta de conciencia debe situarnos en la verdad, en toda la humilde y humillante verdad de la vida de un jesuita, llamado a un don de si de mayor estima y momento (EE 97) pero justamente “tenido por perverso caballero” (EE 94), Porque ser jesuita “es reconocer que uno es pecador y, sin embargo, llamado a ser compafiero de Jesis como lo fue Ignacio” (CG 32, d.2,1). En segundo lugar, “puridad”, a fin de que el otro, “uno de entre nosotros”, gracias a esta transparencia “tenga plena noticia” (Const, 92), de tal manera que ninguna cosa le tenga encubierta exterior ni interior (Const. 551). Hay que reconocer que esta trasparencia comporta el sacrificio al derecho de la “privacidad” oficialmente reconocido. Hay que reconocer también que, segiin las culturas, abrir el corazén puede no ser tan facil. Por respeto a la conciencia ajena y a su cultura, hay que poder llegar a entenderse a partir de alusiones y medias palabras, porque el hablar con franqueza no es un valor universal. En cualquier caso, todos debemos aprender que la mejor manera de mantenemos fieles a nuestra misién es ser trasparentes con el que puede y debe enviarnos en misién en nombre de nuestro Sefior. Porque la cuenta de conciencia, dicen las Constituciones y las Normas Complementarias, se desenvuelve “por caridad” (NC 155, §1), en un clima de don y de perdén, en una bisqueda generosa de lo que quiere de nosotros Aquel que es el Duefio de la vifia. “Cuanto mas plena y sincera sea la cuenta de conciencia, is auténtico serd nuestro conocimiento de la voluntad de Dios y més perfecta aquella unién de mentes y corazones de la que nuestro apostolado saca su dinamismo” (CG 32, d.11,32). En un clima de caridad, es muy ignaciano no contentarse con hablar del propio estado de salud, espiritual y fisica, de la marcha de la actividad apostdlica y del grado de “contentamiento en la vocacién”, sino manifestar también “lo que quiere” (EE 139), movido por la caridad de (0, para mas progresar en la misién confiada, para un mayor servicio apostélico Confianza y confidencialidad Para salvaguardar el cardcter estrictamente personal de la cuenta de conciencia y su cjercicio “por caridad” (NC 155 §1), las Constituciones insisten en que se observe rigurosamente el secreto, a riesgo de obstaculizar a veces el gobierno de la Compaiiia, 0 de privar al Superior de la posibilidad de defenderse piiblicamente. Las Normas ‘Complementarias reiteran lo que desde sus inicios ha sido practica de la Compaiiia, a saber, que “lo oido en cuenta de conciencia no se puede manifestar absolutamente a nadie en modo alguno, ni directa ni indirectamente, si no lo consiente expresamente el que la dio” (NC 155 §2). Las Constituciones permiten un amplio margen en cuanto al modo de la cuenta de concieneia: podria hacerse “en confesién, 0 secreto, 0 de otra manera” (Const. 551). Pero la Congregacién General 34 ha abrogado la posibilidad de la cuenta de conciencia en confesién a fin de que el Superior, aun manteniendo el secreto sobre lo que ha oido, pueda “prover lo que conviene al cuerpo universal de la Compaiiia” (Const. 92). Esta insistencia sobre la estricta observacién del secreto no pretende sélo crear un clima de confianza reciproca — confianza siempre dificil de ganar y facil de perder —. Pone también de relieve que la cuenta de conciencia es un momento privilegiado que no debe degenerar en una formalidad anual o una obligacién rutinaria. El seereto al que obliga y su finalidad manifiestan también la necesidad de mantener el caracter especifico propio de la cuenta de conciencia, No deja de lamar la atencién el tono solemne de San Ignacio cuando habla de ella: “Considerando en el Sefior nuestro, nos ha parecido en la su divina Majestad, que mucho y en gran manera importa que los Superiores tengan entera inteligencia de los, inferiores, para que con ella los puedan mejor regir y gobernar, y mirando por ellos, enderezarlos mejor in viam Domini” (Const. 91). Esta solemnidad no quita nada al caracter fraterno y confiado de la cuenta de conciencia, pero si indica la seriedad e importancia que reviste para el envio en misién, Aunque en las Constituciones San Ignacio no habla de la cuenta de conciencia como una manera de didlogo, en sus instrucciones sobre el envio en misin (Const, 618-631) y en su correspondencia supone este didlogo: tanto el que envia ‘como el que es enviado en nombre del Sefior deben estar informados sobre la razén de ser de Ja misién, sobre la eleccién del lugar, el fruto que se busca, las personas, modalidades y duracién. Superior que recibe Ja cuenta de concienc’ Del que envia en nombre del Seftor, San Ignacio espera que juzgue en el Seftor lo que mis conviene para el divino servicio y mayor bien del que es enviado. Pero lo hard “siendo informado” (Const. 292) y después de haber adquirido conocimiento del jesuita interesado, para saber si verdaderamente es el més indicado para las personas y cosas para las que es enviado (Const. 624). Como precisa la Congregacién General 32, no es necesario que el enviado entienda perfectamente por qué se le envia (CG 32, d.11,31). Pero aun en este caso, el que lo envia debe hacer todo lo posible para informarse, especialmente por medio de la cuenta de conciencia, para poder decir claramente en qué consiste la misién y cémo de que se realice para lograr su finalidad apostélica (Const. 629). No se trata simplemente de “ocupar” a una persona en un trabajo cualquiera, sino con sus cualidades y limitaciones, confiarle la misién a la que el Sefior le llama, y en la que la Compaiiia podra llevar a cabo su visién apostélica, De ahi que el diélogo de la cuenta de conciencia resulta indispensable desde el punto de vista apostélico. Esta claro, por consiguiente, que este didlogo, normalmente parte integrante de la visita anual, debe ser la principal responsabilidad del Superior Mayor y ser prioritaria sobre sus otras tareas en la organizacién de su calendario y gobierno provincial o regional. Al fijar Jos limites administrativos entre Provincias y Regiones, hay que procurar que estas entidades mantengan unas dimensiones que permitan a todos los jesuitas un encuentro anual con su Superior Mayor para la cuenta de conciencia. Si no fuera posible, cl Superior Mayor designaré a alguno que vaya a visitarlos y reciba por delegacién su cuenta de conciencia. Por otra parte, para salvaguardar el cardcter tinico de la cuenta de conciencia, hay que evitar caer en el exceso de pedir a los jesuitas, sobre todo si estin en formacién, dar varias cuentas de conciencia al afio. Un jesuita puede siempre abrir su conciencia a su superior local, y éste puede pedirscla, dado el caso. Pero, para el buen gobierno de la Compaiiia, es preferible 1a cuenta de conciencia anual al Superior Mayor, porque es en ella donde se confia, confirma 0 cambia la misién. El gue abre su concienei: De quien es enviado en misién en nombre del Sefior, San Ignacio espera una plena y sincera cuenta de conciencia, en la persuasién de que mas auténtico sera nuestro conocimiento de la voluntad de Dios y més perfecta nuestra unién de mentes y corazones (CG 32, d.11,32). Esta apertura libremente aceptada por el jesuita no tiene sino un fin: que se le confie, confirme o cambie la misién, teniendo en cuenta sus cualidades y sus limitaciones, sus recursos espirituales y humanos, de modo que los pueda poner al servicio de la misign de Cristo, que sigue realizindose en su Compafifa aqui y ahora. Se trata de una misién que ciertamente no se limita al solo trabajo y a las condiciones en que éste se realiza. La misién abarca toda la vida del apéstol: oracién y trabajo, vida comunitaria y vida social, salud y enfermedad, experiencias del pasado y planes para el futuro. “De este modo se tendré una forma sincera y total de manifestacién de conciencia, que no debe reducirse a unas preguntas formales hechas periédicamente” (CG 31, d.17,8). El Padre Arrupe no aceptaba que la cuenta de conciencia se convirtiera en “una simple conversacién sobre las actividades personales, 0 a menudo también una serie de comentarios sobre hechos ajenos... (una forma) de hablar de sus ocupaciones externas y de presentar un informe critico sobre la conducta de los otros” (11/10/66). Esti claro que la cuenta de conciencia no tiene nada en comin con la reunién de un responsable con su jefe de empresa para darle cuenta de su gestién, Pero tampoco es lo mismo que la conversacién de un jesuita con su acompafiante espiritual. Dada la vocacién apostélica de la Compafifa, no s6lo el progreso espiritual personal sino también el acierto y el impulso en la eleceién del campo de apostolado son dimensiones inseparables de la cuenta de conciencia que se da a quien tiene la autoridad de enviar en misidn. Sin esta manifestacién, hecha con espiritu de obediencia apostdlica, el jesuita corre el peligro de trabajar por Dios ‘como a él mismo le venga en gana, en lugar de cumplir la misién que quiere el Duefio de la vifia, tal como El la quiere. Cuanto mds un jesuita adquiera el habito de abrirse a un acompafiante espiritual sobre su vida en el Espiritu, més activamente participaré en intercambios comunitarios sobre la raz6n de ser de nuestra vida comin y sobre nuestra vision apostélica, y més encontrar también en su apertura de coneiencia a quien lo envia en mision el alimento, la salud espiritual y la vitalidad apostdlica del cuerpo de la Compaiiia de Jesis. ala lg Precisamente con vistas a la vitalidad apostélica de la Compafia, para San Ignacio “no sélo importa mucho, mas sumamente que el Superior tenga plena noticia de las inclinaciones y mociones, y a qué defectos o pecados han sido o son mis movidos inclinados los que estin a su cargo” (Const. 92). En su experiencia de los Ejercicios Espirituales, todo jesuita ha aprendido a entender el lenguaje de las mociones por las que Dios mueve los deseos profundos de cada uno de nosotros. Manifestando estas mociones inclinaciones, el que es enviado en misién puede poner al Superior frente a lo que Dios espera de la misién de la Compafiia. Por medio de esta manifestacién de lo que Dios obra en una persona, para la realizacién de su misin hoy y para un mayor servicio creador en su tarea de apéstol, el jesuita apela al don del discernimiento del Superior (Const. 729). En este discemnimiento, basado en un didlogo confiado, la responsabilidad personal del Superior, de “sostener” su misidn “con la oracién y santos deseos” (Const. 424), convergerd con la mision de toda la Compaiiia en y para la Iglesia. La cuenta de conciencia es sin duda un medio excelente de asegurar que cada uno esta en el lugar més adecuado— y San Ignacio no ignora en absoluto este aspecto (Const. 93) -. Pero ante todo y sobre todo nos hace participar personal y concretamente en la venida del reino de Dios en la misi6n de la Iglesia. Si alguno tiene tal vez interés en mantener la cuenta de conciencia a un nivel formal o superficial, quiz no es tanto por miedo de ser trasparente sino por el temor de tener que vivir la obediencia propia de la Compafiia con plena disponibilidad apostélica. Lo que se espera de todos, también a través de la cuenta de conciencia, es “una gran disponibilidad y una real movilidad apostélica al servicio de la misién universal de la Iglesia y de la Compafiia” (NC 255 § 1). Una iltima palabra sobre la cuenta de coneieneia y su eardcter, a la vez esencial en la vida de la Compaiiia y excepcional dentro de la vida consagrada. El canon 530 del antiguo Cédigo de Derecho Canénico (c. 630 §5 del Cédigo actual), recomendaba que el religioso se abriera libremente a sus Superiores, pero prohibja formalmente a todos los Superiores forzar de cualquier manera a sus religiosos a manifestarles su conciencia. Por un rescripto del Papa Pio XI (23/06/23), se hizo una derogacién explicita a favor de la Compafiia de Jestis, por respeto a la innovacién inspirada de San Ignacio y, en consecuencia, al carisma de la ‘Compajifa. En virtud de los cénones mencionados, la Iglesia pretende respetar al maximo la separacién de los fueros interno y externo y la libertad interior de cada uno, y defender los derechos de la persona contra los abusos de poder 0 las manipulaciones por parte de los Superiores. Asi, la Iglesia no condena la obligacién de la cuenta de conciencia como tal, sino Jos abusos que pudieran seguirse de ella. La excepcién a favor de la Compaitia implica de nuestra parte la fidelidad a la inspiracién de San Ignacio, a quien debemos esta innovacién: “Considerando en el Sefior nuestro, nos ha parecido en la su divina Majestad, que mucho y en gran manera importa que los Superiores tengan entera inteligencia de los inferiores, para que con ella les puedan mejor regir y gobernar, y mirando por ellos, enderezarlos mejor in viam Domini” (Const, 91). Que tanto el que tiene la responsabilidad de enviar en nombre del Seftor como el que tiene la gracia de ser enviado den gracias al Seftor por el instrumento privilegiado que es la “cuenta de conciencia” ignaciana, que nos posibilita “cooperar a la mocién y vocacién divina” (Const. 144). raternalmente en el Sefior, Peter-Hans Kolvenbach, S.. Prepésito General Roma, 21 de febrero de 2005

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