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Federico "El Orande™ 3 re pate | nd cies 9 ee a 6 Dem AO AEN VL LY Coleccion: Ayer y Hoy de la Historia © Pedro Voltes, 2006 © Ediciones Paiabra, $.4., 2006 Paseo de la Castellana, 210 - 28046 MADRID (Espafa) Disefio de cubierta: Carlos Bravo ISBN-13; 978-84-8239-965-2 ISBN-10: 84-8239-965-9 Depésito Legal: M. 818-2006 impresion: Graficas Rogar, S. A. Printed in Spain - Impreso en Espafia Todos los derechos ceservados. No esti permitida la reproduccién total 0 parcial de este ibro ni su tratamiento {informatio ni la transmision de ninguna forma 9 por cualquier medio, ya sea ‘electrinico, mecinico, por fotocopia, por registro u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito del editor. PEDRO VOLTES Federico "El Grande” de Prusia AYER Y HOY DE LAHISTORIA Capitulo I ANOS DE INFANCIA La infancia del principe Del matrimonio del principe Federico Guillermo, heredero del trono de Prusia, con Sofia Dorotea de Hannover, nacié un nino en Berlin, en 24 de enero de 1712. Reinaba a la saz6n el primer sobe- rano prusiano que ostentaba el titulo de rey: Federico I, sucesor del Gran Elector desde 1688, el cual, en 1701, se habia proclamado con tal titulo, para que su dignidad corriese pareja con el vigor de su pais. Federico I vivia jubiloso y enorgullecido de su reciente jerar- quia y cuidaba de su lustre con mas celo que ningin rey hijo de rey. Llevaba botones de oro y diamantes en el traje, y vigilaba con es- mero que el ceremonial cortesano se desenvolviese con el empaque apropiado. El nacimiento de un nieto le proporcioné vivo placer, y suya fue la decisién de bautizarle con su mismo nombre. Su gozo aument6 cuando los astrélogos convinieron en afirmar que al nifio le aguardaba vida dilatada y risueno porvenir. Dichos augurios eran especialmente oportunos porque, antes de nacer este nieto, la princesa le habia dado a la corona dos ninos va- rones que murieron durante la lactancia, frustrando asi otras tantas veces la ilusién de contar con un heredero. El dia 31 de enero, el recién nacido particip6 por vez primera en una ceremonia oficial: la de su bautizo. En él se condujo con una correccién que fue aplaudida por su etiquetero abuelo: toleré per- fectamente llevar una coronita en la cabeza y estar revestido de un ropaje de hilo de plata adornado de diamantes. Apadrinaron al nuevo cristiano el Emperador y otros varios soberanos, y, al término del rito, las campanas de Berlin fueron lanzadas al vuelo y los cafio- nes dispararon tres salvas. Las esperanzas en la salud y robustez de su hijo decidieron al pa- dre, el Kronprinz Federico Guillermo, a dedicarle a la milicia. La de- 7 _PEDRO VOLTES terminaci6n se fortalecié cuando, un ano después del nacimiento de Federico, el heredero subié al trono (25 de febrero de 1713), por haber muerto el viejo rey, y fue duefio de imprimir en la monarquia el sello de su caracter rigido, austero y rudo. Bien puede afirmarse que el ultimo lujo en el cual incurrié Federico Guillermo fueron las ostentosas exequias dedicadas a su padre. Todavia estaba el anterior rey exhalando el tiltimo suspiro cuando su sucesor pidié al chambe- lan un estado de las personas de la Corte, lo ley6, requirié una pluma y taché la lista de arriba abajo. El teniente general von Tet- tau, uno de los cortesanos mas relevantes, coment6 luego: «Nuestro buen sefior ha muerto y el nuevo rey nos manda al diablo». Federico Guillermo denotaba en todas las cosas su deseo de con- ducirse segiin los dictados de los sentimientos burgueses mas pruden- tes. Asi, design6 para institutriz de sus hijos a una vieja sefora fran- cesa, Madame de Rocoulle, que no conocia una sola palabra de aleman; de este modo, Federico vino a trabar contacto con el idioma francés antes que con el de su pueblo. Cada noche, cuando el mo- narca se retiraba con los suyos, se acercaba a la cuna del heredero para informarse de su salud. Esta fue buena durante los primeros meses de su vida. Luego le sobrevino cierta languidez a la cual el rey puso reme- dio ordenando que se alimentase a Federico con sopa de cerveza. Esta medida, a la cual seguirian otras docenas de decisiones pa- ternas del mismo estilo, auguraba que el soberano queria infundir en su heredero un talante bravio y vigoroso. No opuso grandes obs- taculos contra ello la reina Sofia Dorotea y el nifio fue creciendo sin salir, en sus primeros aiios, de las ensenanzas elementales que le in- fundio !a anciana sefiora Rocoulle. En el afio 1716 tal educacién cambi6 de signo, pues pas6 a dispensarla un nuevo titular: fue el hugonote francés, refugiado en Prusia como tantos otros de su con- fesion, Jacques Egide Duhan de Jandun, hijo de un antiguo secreta- rio del mariscal Turena, y hombre a la saz6n de unos treinta afios. El monarca prusiano, el ano anterior, se habia fijado en él en el asedio de Stralsund, en el cual Duhan se habia hecho notar por su infatigable acometividad. El rey se lo hizo presentar y resolvié con- fiarle la educacién de su hijo. «No es habitual -comentaria anos después este- elegir un preceptor en las trincheras». El sarcasmo no contradice que Duhan resultase ser hombre muy letrado; exhibid tacto y habilidad bastantes para no despertar el recelo del rey con- tra toda sabiduria, e introdujo habilmente en el animo de su 8 OS DE INFANCIA alumno, mientras pudo, multitud de ensefanzas provechosas. Re- bas6 asi ampliamente el encargo de instruir al nifio en cuentas, his- toria sagrada y en los episodios del tiltimo siglo transcurrido, le per- feccioné en el conocimiento del idioma francés y luego le inicié en rudimentos de economia y derecho, matematicas y gramatica ale- mana. Prohibié el rey, en cambio, que le enseniase latin, sin duda por efecto del resentimiento subconsciente que le producia haber fracasado éi mismo en su estudio. La actuacién de Duhan a solas ocupé dos aiios, al cabo de los cuales el temperamental monarca se peleé con él e intent6 margi- narle, recabando los servicios de dos militares, el general Fink y el coronel Kalkstein, que debian acentuar la educaci6n castrense de Federico. Este guardé toda la vida respetuoso recuerdo de Duhan, como de la sefiora Rocoulle, la cual fue jubilada de cuidar del nino y pasé al servicio personal de la reina. La Prusia de la época Dediquemos unas lineas a resumir la fisonomia del reino de Pru- sia recién consolidado, como lo demuestra el ya indicado testimo- nio de que el primero de sus soberanos que habia ostentado el ti- tulo de rey fuese el abuelo de nuestro personaje, Federico I. La dinastia de los Hohenzollern habia tenido muy dispersos sus territo- rios y propiedades, los cuales seguirian asi, y habia ido ganando do- minios pedazo a pedazo. Su politica oscilé habilmente durante el si- glo xvu entre las dos grandes potencias del continente, Francia y Austria, y luego Rusia, Suecia y Polonia. En la Paz de Westfalia, aquellos soberanos adquirieron la mitad oriental de Pomerania y los obispados de Magdeburgo, Halberstadt, Minden y Kammin, En 1657 se liberaron de todo vasallaje respecto de Polonia y se aduena- ron en 172] de la mayor parte de la Pomerania occidental, con el puerto de Stettin, después de la Guerra del Norte. Desde 1614, los margraves de Brandeburgo, drea nuclear de la Prusia histérica, eran duejios por herencia del ducado de Cleves, en la Renania, donde adquirieron también otros feudos y pretensiones. La monarquia de los Hohenzollern tuvo por fundamento la obra inteligente y enérgica del llamado «Gran Elector», Federico Guillermo, que reiné desde 1620 a 1688 sobre un territorio devas- 9 PEDRO VOLTES tado por la Guerra de Treinta Anos, logré reconstruirlo y darle ima- gen de estado y realzarlo con una fecunda tarea educacional, finan- ciera y militar. Ya en su tiempo quedo claro que una naci6n disgre- gada en territorios que se extendian sueltos desde el Rin hasta el Oder, con poblaciones y culturas distintas, habia menester de una gobernaci6n rigurosa y estructurante. Nos quedaba por indicar que, una vez disenado semejante estado, carecia de fronteras natu- rales que lo protegiesen, para no subrayar que no disponia de puer- tos importantes, de centros industriales ni de campos provechosos. Es forzoso conceder en este punto notable efectividad al pensa- miento de Toynbee sobre la respuesta de ciertas sociedades a la agresion de su ambiente fisico, y este mismo autor, con el que con- versamos en Barcelona y Londres, menciona el caso prusiano como paradigma, y llega a asemejarlo a la lucha de los colonos norteame- ricanos por la conquista del Oeste. La primera educacion No nos ha sido dificil dejar de mencionar hasta ahora a la princesa Sofia Dorotea, madre del heredero, porque no representaba un gran papel en la corte a pesar de su aspecto agraciado, sin hermo- sura, su talante noble y refinado y su amplia cultura. La princesa ve- nia de la casa de Hannover, establecida, como se sabe, también en In- glaterra, y disimulaba con tacto y dotes de salén su conviccién de ser persona acreedora a mucho respeto. Era hermana del rey Jorge II e hija de Jorge 1, de dicha monarquia. Tuvo catorce hijos, de los que se ocupé6 todo lo que permitieron las severas y gritonas normas dictadas por el principe Federico Guillermo, su marido. Por de pronto, cuando hubo dado a luz a Federico, su esposo le concedié unas vacaciones de la corte, por decirlo asi, y ella se retiré al campo. Esta temporada cubrié practicamente el ano que transcu- rrié entre el citado acontecimiento y la muerte del rey Federico 1. La subida al trono, tal como ocurriria luego con su hijo, transformé el caracter del nuevo rey, el cual se volvié mas mandén, malhumo- rado e iracundo de lo que ya era. La reina acabé relegada a estan- cias secundarias de palacio sin tratar apenas mas que con sus hijas mayores. La educacién y el cuidado de los varones, y especialmente del heredero, estaban fuera de su érbita. 10 ANOS DE INFANCIA. El rey dispuso que la tutela de su hijo mayor recayese en los dos citados preceptores militares. Tenian que turnarse en que uno durmiera en la camara del principe y se ocupase de despertarle a las seis de la manana y dar comienzo al estricto horario de sus lec- ciones. Federico empez6 a recibir clases de esgrima, de dibujo y de matemiticas aplicadas al arte de la guerra. Las atribuciones de Duhan quedaron reducidas a la formacién del espiritu piadoso del principe. La vaguedad de este cometido fue ocasién de que el hugonote exteriorizase cada vez mas los entusiasmos intelectuales del alumno, de modo que, segtin observa Lavisse!, el rey, sin darse cuenta, enfrent6 a Minerva con Belona en la mente de su hijo. En esta educacién dual debe buscarse la raiz de la doble mentalidad de Federico. La bipolaridad entre las letras y artes y la dedicaci6n a la guerra y el mando tiene simetria, en el animo del principe, con otra pareja de contradicciones: la que enfrenta su convicci6n del valor y calidad que él posee con la apetencia de que unas personas afines le asegu- ren tales dotes que él cree necesario reafirmar incesantemente. No sabemos de ningun bidégrafo que haya establecido todavia la evidente semejanza que une a la paradoja de Duhan -soldado de fortuna, dado a la especulacion y al ensueno-— con la paradoja de Fe- derico. Ignorante de que en el alma de su hijo estuviese incuban- dose un mundo de contradicciones, Federico Guillermo funda- mento todas las instrucciones dirigidas a sus maestros en la pretensién de que creasen un hombre de gran entereza, firme y compacto en lo devoto como en lo castrense y lo politico: sus maes- tros debian habituarle «a la vida doméstica, la economia y la modes- tia, vigilandole de modo que le convirtiesen en buen administrador y le ensefiasen poco a poco todo lo necesario para llegar a serlo». Seguin tal criterio, el soberano reglament6 minuto por minuto las ocupaciones de su hijo: los domingos tenia que levantarse a las siete y, tan pronto como se hubiese calzado las zapatillas, arrodi- Marse al lado de la cama y rezar en la forma siguiente: «Dios y padre mio, te agradezco de coraz6n la merced de haberme amparado en esta noche. En nombre de Jestis, mi Salvador, te ruego me hagas ser décil a tu voluntad y que no cometa ni hoy ni nunca acci6n alguna que me separe de ti. Amén». ' Le grand Frédéric avant Uavenement, Paris, Hachette, 1893. ll PEDRO VOLTES Inmediatamente, el nino tenia que lavarse, empolvarse y vestirse a toda prisa, sin que en conjunto invirtiese mas de un cuarto de hora en la oraci6n y el aseo, Debia luego desayunar en siete minu- tos. Al término de la refacci6n, entrarian el tutor y el servicio, reza- rian las preces familiares, escucharian un capitulo de la Biblia y can- tarian un himno, guardandose muy bien de pasar en todo ello mas de veintitrés minutos. Venia mas tarde la lectura del Evangelio por el tutor y la recitacion de un punto del Catecismo por el principe. Este irfa luego a la capilla con su temible padre y podia dedicar el resto del dia a su programa, salvo, como es natural, comparecer en la mesa familiar. Lavisse observa sagaz y graciosamente la insistencia con que el Rey repite la palabra geschwind (deprisa) en estas instrucciones, por- que, en efecto, no hay accion, por sencilla que sea, que su hijo no deba efectuar a toda velocidad, como si con tal frenesi pudiese esca- par mejor de las tentaciones. En los dias laborables, Federico debia, tras las practicas citadas, comenzar las lecciones. Duraban estas de siete a once; pasaba luego el principe a reunirse con su padre hasta las dos y a tal hora se rea- nudaban las clases, hasta las cinco. El nino gozaba de libertad a par- tir de entonces, con tal que «no la emplease en nada contrario a la voluntad de Dios». Las reglas terminan exhortandole a mantenerse siempre limpio y puro (Dass er propre und reinlich werde). Consta expresamente que el Rey estaba persuadido de que se- mejante educaci6n no sdélo habia de surtir 6ptimos efectos, sino también debia granjearle el amor y la adhesi6n de su hijo. Las ca- rifiosas expresiones con las que el soberano suaviza sus disposicio- nes rezuman amor por su vastago y cabe también atribuir a puro afecto las precauciones tomadas para que aquellos carriles no den como resultado el infundir en Federico un caracter sumiso y servil (sklavisch). «Tenéis que inspirarle temor a su madre, pero a mi, nunca», ordené a sus preceptores. Aun cuando este plan se cumplié sin falta, el severo rey menu- deé las reprensiones y aun las violencias. Cierta vez, en presencia de toda la corte, vociferé: «Querria saber qué contiene esta cabe- cita. Ya me consta que el principe no piensa como yo y que hay gente que le infunde otras inclinaciones y le induce a no estar nunca conforme con nada». Acompanando estas palabras, le pro- piné unas bofetadas al principe, cosa nada rara y que se repetia 12 ANOS DE INFANCIA como habitual. En otra ocasi6n, segtin cuenta el propio Federico, «cuando yo era un nifo aprendi un poco de latin. Estaba repi- tiendo declinaciones con mi preceptor Duhan cuando entré de re- pente mi padre en la habitaci6n. «:Qué estas haciendo aqui?» «Papa, hago declinaciones», dije con un hilo de voz que hubiera te- nido que emocionarle. «jAh, brib6n, con latines a mi hijo! ;Quitate de mi vista!», y propin6 a mi preceptor una racha de golpes y punta- piés y lo eché asi. Asustado por este ataque y el aspecto colérico de mi padre, me meti debajo de la mesa, muerto de miedo, creyendo encontrarme a salvo. Todavia veo a mi padre que me coge por los cabellos, me saca a rastras de debajo de la mesa y me pega unas bo- fetadas». Una escena del mismo estilo se registr6 cuando el rey irrumpidé airado en la habitacién de Federico que estaba recibiendo una clase de flauta dada por el célebre solista y compositor Johann Joachim Quantz (1697-1773), protegido por la reina, la cual aseguraba su in- corporaci6n a la corte y amparaba las lecciones y ensayos que a es- condidas daba al principe. Quantz no tenia contemplaciones con su alumno, ni siquiera cuando subi al trono, y acostumbraba toser cuando Federico desafinaba 0 cometia cualquier otra falta, lo cual ponja a este muy nervioso y le hizo preguntar alguna vez secamente a su maestro si estaba resfriado. Los coetaneos aplauden en sus es- critos la calidad de Quantz como concertista y compositor. Se quedo en la corte regia hasta su muerte y compuso, entre otras mu- chas piezas, la célebre marcha de Hohenfriedberg, glorificadora de este triunfo y popular hasta el dia de hoy, como otras creaciones que dejo. La contraposici6n envre el padre y el hijo no se limitaba al tema- rio escolar, sino que se extendia a la pretensién absoluta de que el heredero viese el universo con los ojos de su padre, sin opinién pro- pia alguna. Las violencias del rey motivaron que, en algan mo- mento, Federico se refugiase en las alcobas de su madre, acompa- hado en la fuga por su hermana Guillermina que sufrié también semejantes desmesuras. En el resto de su vida fue la persona mas querida por el futuro monarca. Hizo de encubridora e intermedia- ria en las compras de libros que su hermano emprendié con cre- ciente avidez, asesorado por Duhan. Cuando el principe tenia dieci- séis afios dirigié una carta a Guillermina, no menos aficionada a las letras, firmando Fédéric le philosophe. 13 __PEDRO VOLTES _ «No se sabe qué pensar», resuelve Thomas Mann, después de de- tallar el talante juvenil de Federico en un ensayo escrito sobre él en 1914, donde se esfuerza en interpretar y aclarar las profundidades de su conducta®. He aqui la mejor actitud previa de un historiador concienzudo: la insatisfaccién respecto de las interpretaciones clasi- cas. El propio Mann ofrece, como ejemplo de la insuficiencia de las versiones tradicionales, la sustanciosa frase de Federico, recién su- bido al trono, cuando preparaba la invasion de Silesia. «Todo esta dispuesto. Se trata solo de ejecutar los proyectos que desde hace largo tiempo he concebido en mi cabeza», escribié en una carta a Algarotti. Mann se pregunta acertadamente: «:Desde hace largo tiempo el joven rey preparaba la invasion de Silesia? ;No habiamos quedado en que el joven Federico era un pisaverde, atento sélo a los versos, a tocar la flauta y a leer novelas sentimentales?». Por lo mismo, no hay que aplicar solamente a lo politico, sino a lo personal, aquella rotunda frase de Seckendorf, alusiva al mo- narca: «Su mayor falta radica en su fingimiento y en su falsedad, por lo cual es preciso tener mucha precauci6n antes de confiarsele». Esta misma precauci6n tiene que prodigar el historiador antes de repetir el manido clisé de un padre grosero, rudo e inflexible, dado a oprimir y vejar a un joven sensible, dulce y reposado. La educacién humanistica de Federico tuvo que refugiarse ofi- cialmente en las paginas del Telémaco. Segin comenta Lafue, «asi se enteré Federico de quién era Calipso y, en general, de lo que eran las ninfas. Supo que existian en el mundo unos seres invisibles, mis- teriosos y de belleza tanto mas arrebatadora cuanto que era ideal; se- res muy diferentes de los que veia en la Corte de Potsdam... j|Cuan raras ensenanzas para el hijo de Federico Guillermo! Después de ce- rrar el libro, que acababa de hablarle con tanta belleza, testimoniaba su antipatia a cuantos se atrevian a restituirle a la realidad de aquel castillo helado y a la disciplina de la cual creia haberse evadido»’. Conviene que pasemos a examinar otro factor del distancia- miento del principe respecto de aquel, un factor de tipo sentimen- tal que vino a aliarse con el primero: nos referimos al vivo afecto del joven Federico hacia su madre, la melancélica y desdenada Sofia Dorotea, la cual vivia confinada en sus habitaciones de Palacio y am- 2 Friedrich und die grosse Koalition, publicado en la recopilacién «Altes und Neues», Frank- furt, S. Fischer, 1953, ° Vie privée de Frédéric II 14 ANOS DE INFANCIA paraba los anhelos de Federico de escapar, siquiera fuese por un momento, de la férula de sus preceptores. Sofia Dorotea, mujer refinada, de gustos exquisitos, habituada a la vida de sociedad, se veia constrenida a una existencia gris. Su es- poso no sabia ver en su persona otras prendas que las de una buena madre de familia. En los aposentos de su madre, el principe se com- penetré con la desdicha de su hermana, la princesa Guillermina, y ambos convinieron en encontrar refugio de sus penas en las mismas evasiones intelectuales. Una nueva circunstancia vino a anadirse, algiin tiempo después, a estos elementos de discordia entre el principe y su progenitor: una pura y simple repulsién fisica. El soberano se empenié en que el joven se habituase a cultivar la sociedad en cuyo seno él pasaba la jornada y le obligé6 a asistir a las tertulias de los militares, a escuchar sus groseras ocurrencias, a compartir sus bebidas y sus manjares y a respirar las fétidas humaredas que despedian sus pipas. Esta forzada inmersi6n en el ambiente castrense que envolvia a la real persona vino a ensombrecerse atin mas cuando el monarca determin6 que Duhan cesase en sus funciones, y que el principe no recibiese mas educaci6n que la militar. El paso de los anos no suavizé los conflictos entre padre e hijo, sino todo lo contrario, puesto que surgieron nuevas ocasiones de crearlos. Uno muy grave consistié en el empeno del rey de Inglate- tra, Jorge I, a la vez soberano de Hannover, de casar a su nieta Ame- lia con el principe prusiano y a la princesa Guillermina, hermana de este, con el principe de Gales, como medio de robustecer su pre- sencia en el reino aleman, de donde procedia él, y sigue provi- niendo la actual dinastia inglesa. La reina de Prusia, Sofia Dorotea, era hermana del que seria Jorge II y estaba encantada con tal pro- yecto. Todo lo contrario les sucedia a sus hijos. Ocurrié entonces que en 1727, cuando Federico tenia quince anos, el rey inglés fue sucedido por su hijo Jorge II, algo mas ilustrado y voluntarioso, el cual persever6 en el proyecto nupcial, tanto mas cuanto que habia visitado repetidamente Berlin y jugado con los principes. Envié a esta ciudad a Sir Charles Hotham a gestionar los matrimonios. Sin embargo, Jorge II introdujo en el designio la idea de estrechar la alianza con Prusia en términos que no gustaron al rey Federico Gui- llermo, el cual prefirié aproximarse al imperio austriaco, como lo hizo con el tratado de Wusterhausen. 15 Durante la estancia del enviado inglés en Berlin, el principe no ces6 de mantener relaciones clandestinas con él: se explay6 con- tra los malos tratos de que le hacia victima su padre, le expuso su mala situacién dineraria y, en suma, le planted abiertamente la posibilidad de refugiarse en la Gran Bretana. Tras consultar a Lon- dres, Hotham informé al principe de que su Gobierno no deseaba verse inmerso en las complicaciones que acarrearia la fuga del here- dero de un trono; para consolarle de la negativa, el Tesoro britanico se prestaba a proporcionarle una crecida cantidad, con la que satisfi- ciera sus deudas y alegrase un tanto su tren de vida. Tal fue el ultimo, y el tinico, fruto de la embajada de Hotham en Berlin, porque la ges- tion matrimonial fue rechazada por el rey, como hemos visto. La reina prusiana se indigné con su marido y reaccioné desen- tendiéndose de sus hijos. El problema familiar se enconé con las maniobras del grupo austrofilo de la corte capitaneado por el viejo consejero del rey, el general Grumbkow, de concierto con el nuevo ministro austriaco, conde de Seckendorf, opuestos al sector anglé- filo del Gobierno y a la misma reina. «En tales circunstancias, las relaciones entre padre e hijo se volvieron insufribles -escribe Ingrid Mittenzwei que preparé una buena biografia de este en el Berlin comunista-. Federico Guillermo quiso someter a su hijo y lo traté con dureza, primero, delante de la servidum- bre y, luego, de las oficiales y los generales. La aversién a su hijo y su preocupacién por la supervivencia de la monarquia eran tan graves que pens6 en hacer renunciar a Federico y posponerle a su hermano mas jo- ven, Augusto Guillermo». A esta época se referia el principe cuando es- cribia a su hermana: «He vivido la experiencia amarga de que tener al padre hostil es lo peor que puede ocurrir en el mundo». En el mes de diciembre del afio 1727, Federico Guillermo, que venia contemplando con creciente disgusto la actitud de su hijo, de- termin6 someterle a la vigilancia de cuatro oficiales de la Guardia, a quienes hizo responsables con la vida del menor desliz del principe. Uno de ellos debia permanecer constantemente al lado de este. Tal régimen vino a aliarse con la tristeza y la severidad del ambiente de la residencia de Wusterhausen, donde la familia real pasaba los ulti- mos meses del ano. El pastor pietista Francke, prototipo de la rigidez fria de su con- fesion, dirigia espiritualmente el hogar regio, y abrumaba a la fami- 16 OS DE INFANCIA lia con incesantes sermones. Nada tiene de extrano que é] mismo pudiese anotar: «El Kronprinz es muy silencioso y de tempera- mento melancélico. Lo propio le ocurre a la princesa». Ya en aque- Ila €poca ocasioné controversias la definicién del caracter del prin- cipe Federico. Aun cuando no quepa duda del enfrentamiento con su padre, teatralizado con las palizas y las reprensiones estent6reas que este dedicé a su hijo, cabe seguir preguntandose si no intervi- nieron otros ingredientes en semejante choque, los cuales apenas se han insinuado a través de rasgos y escenas ocasionales. Apuntemos entre estas difusas indicaciones la posibilidad de que el rey Federico Guillermo sintiera envidia de la rapida y abso- luta devocién con que sus tropas correspondieron a las primeras actuaciones militares del principe. En segundo término, se ha reco- gido, ya desde entonces, que el rey sentia sospechas contra alguno de los intimos de su hijo por si su afecto redundaba en corrom- perlo y afeminarlo. En suma, es creible que los encuentros y desen- cuentros entre padre e hijo tuvieran cierta relacién con el balanceo de la politica prusiana entre aproximarse a Austria o a Inglaterra, cada una de las cuales tenia en la corte de Berlin sus propios parti- darios y aun agentes. Como ya hemos dicho, la cuestién de casar al principe, cuando se acercé la edad adecuada, movilizé a su madre, inglesa, a favor de un matrimonio que reforzase los lazos con la casa de Hannover, y los austriacos reaccionaron imbuyendo en el rey la idea de que su esposa y su hijo anhelaban su muerte y conspiraban para entregar Prusia a los ingleses. Por todo ello, cuando mas tarde Federico expres, refiriéndose a los malos tratos recibidos de su padre, que «uno acaba convirtién- dose en indiferente, en el curso del tiempo» y que, «a pesar de todo lo que me ocurra, toco la flauta, leo y quiero a mis amigos», cabe re- celar de que esta sea solamente la superficie del problema. Secken- dorf, en 1728, intrig6 también para cambiar a los militares que tute- laban al principe por otros de mayor confianza para él, que fueron el coronel Rochow y el mayor Keyserling. Este relevo acentué la re- presion de las «ocupaciones femeninas» que atribuia el rey a su hijo y acentué el caracter militar de su educaci6n, a la vez que ataba mas corto al principe Federico. 17 Capitulo II UNA JUVENTUD DRAMATICA La iniciacién amorosa Hacia 1728, cuando el principe Federico tenia dieciséis anos, el problema principal que planeaba sobre las relaciones con su padre consistia en el aburrimiento que padecia el joven, victima, como toda la corte, del puritanismo y el ordenancismo del rey. Contra lo que suele suceder, semejante tensién era mas grave en la época de vacaciones campestres que en el palacio de Berlin. El rey levaba a la familia y los cortesanos a un caser6n que ha- bia hecho edificar en Wusterhausen, lugar triste y desolado de suyo. Encargaba de Ilenar los ocios de sus acompaiiantes al cita- do pastor Francke, el cual no cesaba de predicar severa y pomposamente. Sus ensefianzas morales se contrapesaban con las payasadas de dos groseros servidores que cumplian el cometi- do de bufones y no hacian gracia mas que al rey con sus pedes- tres y procaces humoradas. El joven heredero de la corona y sus hermanas permanecian en silencio poniendo una cara muy larga. El mismo fastidio y repulsion inspiraban al principe otros dos capitulos del horario regio: las cacerias y la tertulia con tabaco y bebidas que cerraba la jornada. El monarca se complacia tanto con el desarrollo de semejante programa que algunas veces pens6 en abdicar y retirarse a la finca de Wusterhausen a disfrutar de aquellos placeres, Espantados los cortesanos por una decisién tan an6mala, le quisieron distraer sugiriéndole que visitasen todos a Augusto II, elector de Sajonia y rey de Polonia, cuya corte, por lo demas, era la mas alegre, refinada y libertina del mundo germa- nico, All fueron en enero de 1728 y el soberano de Sajonia se dispuso a obsequiar y divertir espléndidamente a sus huéspedes. Se decia de 19 a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. PEDRO VOLTES El principe habia enterado de su proyecto a su hermana Guiller- mina, la cual le ayud6 en algunos preparativos, y se habia franquea- do también con el embajador de Francia, Sauveterre, el cual se ha- bia limitado a asegurarle que le dejarian refugiarse en su pais. Los designios del principe se torcieron en variadas formas, y, entre otras, porque Katte no obtuvo permiso para encaminarse a La Haya, donde el principe habia planeado que le esperase, junto con Keith. Aun asi, Federico estaba tan acalorado con su proyecto que, en un momento dado en que la comitiva regia se dirigia a Mannheim (5 de agosto de 1730), no decidié cosa mejor que ordenar a su co- chero redoblar la marcha y alejarse camino adelante. Cuando su pa- dre lo eché de menos, lo mandé perseguir y detener. Inesperada- mente, enfocé el lance con frialdad e ironia cuando le trajeron a su hijo preso. —Te hacia en Paris —le dijo a Federico. —Alli estaria ya si hubiera querido —contest6 el principe con de- senfado, Momentaneamente, el rey guardé las formas en honor de lo protocolario de su viaje, pero no tardé en ordenar que se investi- gase el enredo. Arresté a su hijo y a Katte y, poco después, a los te- nientes Johann Ludwig von Ingersleben y el bar6én Alexander von Saten, asi como a la hija del rector de Potsdam, Doris Ritter, que te- nia dieciséis afios y habia tonteado romanticamente con el prin- cipe, lo cual la situé bajo la acusacion de haber intrigado contra el rey, tan infundada como la dirigida contra aquellos oficiales. A la nina le fue mucho peor todavia que a ellos, e indigna resehar que fue paseada a la vergiienza publica por toda la ciudad, azotada en cada esquina y enviada luego a perpetuidad a un correccional de Spandau donde conviviria en horribles condiciones con el mujerio del hampa. Aunque fue libertada al cabo de algunos anos, su vida qued6 devastada por la demencial célera del rey. Los tenaces enemigos de Federico, Grumbkow y Gruber, fueron encargados por el rey de incoar un sumario contra aquel. Mientras comenzaban los interrogatorios se supo que Keith habia logrado es- capar a Amsterdam; ello hizo sospechar al monarca que en la fuga de su hijo se mezclaban sombrias conspiraciones internacionales, y es posible que no anduviese desencaminado en lo esencial. Lafue expresa, con sorna: «El rey no dejaba de pensar, incluso, que se ha- bia organizado una conspiracién contra él; con evidente exagera- cién, imaginaba una revolucién en palacio, un atentado al estilo 22 UNA JUVENTUD DRAMATICA, ruso contra su persona». Sera dificil dilucidar, con las informacio- nes de que disponemos, los fundamentos de tales sospechas: acaso podia advertir en la conducta de su hijo aspectos que bastaban para hacer creer que este, al escapar, no deseaba s6lo encontrar solaz para tocar la flauta. El proceso del principe se enfocd desde este punto de vista tru- culento. El preso fue trasladado a la fortaleza de Kistrin, en medio de las mayores precauciones, ya que se temia una intentona inglesa de libertarle. Una vez encerrado, qued6 sometido a rigurosa vigilan- cia; la comida le seria entregada despedazada y nadie deberia enta- blar dialogo con él. En la misma fortaleza ingresaron Katte y sus cémplices Ingersleben y Saten; Keith seria juzgado en rebeldia. En el curso del proceso, los jueces pusieron especial interés en discernir entre el principe y Katte cual habia sido seducido y cual era el seductor y en inquirir del primero si miraba su fuga como acto de traicién. Federico se condujo con noble firmeza; recab6 toda la responsabilidad de lo sucedido y se escurrié habilmente de las preguntas que tendian a que él mismo condenase su proceder. Finalmente, el tribunal sentenci6 a Keith a ser ahorcado en efigie; a Katte, a prision perpetua; a Ingersleben, a tres afios de carcel, y a Sa- ten, a dos. El rey se enfurecié al conocer el veredicto y lo rectific6, dispo- niendo que Katte fuese condenado a muerte, y que su ejecuci6n se efectuase a la vista del principe. La sentencia se cumplié en la ma- drugada del 6 de noviembre. Federico, aterrorizado, desolado, tuvo que asistir desde la ventana de su celda a la decapitacion de su amigo. Este se habia encaminado firme y serenamente hacia el ver- dugo y habia muerto como un oficial. Cuando todo hubo termi- nado, el principe cayé desmayado. Apenas hubo infligido a su hijo este tremendo «shock» psiquico, el rey bosquejé la conducta que debia observar con él para resti- tuirle al seno de la verdad y la virtud. «Os ordeno -encargé a Mi- ller, pastor de la corte— que, en cuanto se haya cumplido la senten- cia, vaydis al Kronprinz, converséis con él y le hagais ver que cualquiera que tenga confianza en Dios no se vera nunca abando- nado por El. Es preciso que el principe vuelva a sus cabales y pida perdon del grave pecado cometido». El pastor fue muy bien aco- gido por el preso, no sabemos si porque se encontraba abatido y an- heloso de aquel consuelo moral, o porque advirtié de inmediato 23 que la tinica esperanza de recobrar la libertad radicaba en hacerse suyo al pastor para que influyese, a su vez, en el animo del monarca benignamente. Es licito dudar de la sinceridad de esta fraseologia retérica, pero no de la voluntad tanto del padre como del hijo de encontrar una via de salida para el insoportable atasco en que se encontraban sus relaciones. Es de presumir que ambos reconsideraron sus respecti- vas posiciones y, a la vez, que el principe se despedia de sus geniali- dades juveniles, el soberano se dispuso a emprender otro nuevo planteamiento de su relacién. El principe estaba cumpliendo arresto en la ligubre fortaleza de Kistrin, de la cual no podia salir en modo alguno. Con todo, la reclusi6n se aliviaba con un chaparr6én de ensefan- zas que le prodigaba un tropel de hombres de leyes, agrénomos y militares, enviados por su padre para familiarizarle con las respecti- vas ciencias y adiestrarle en la administraci6n de fincas. De ocultis, le entraban al principe ropas y manjares y alguna vez le montaban al- guna comida divertida en el castillo para distraerle. Sin embargo, Fe- derico tenia especialmente prohibido leer y escribir en francés y no podia Concederse recreos propiamente dichos. Como en anteriores ocasiones, alguno de estos preceptores, y en concreto el director del castillo, Christoph Werner Hille, se prest6 con disimulo a leer y co- tregir los versos y otros escritos del recluso, pasarle lecturas y soste- ner charlas literarias con él. Por lo demas, Federico adoptaba un ta- lante sumiso y arrepentido del que daban cuenta sus vigilantes al rey. En 9 de noviembre le fue comunicado al principe que se le li- bertaria bajo la condicién de que prestara juramento, ante una co- misién especial, de obedecer estrictamente a su soberano «como buen servidor y vasallo y como hijo fiel». Federico no vacilé un punto; dio el juramento y, ademas, se re- concilié con el autor de sus dias: «Os agradezco con la mayor sumi- sién haberme permitido dirigiros esta carta y aseguraros de mi hu- milde respeto, y os testimonio que haré cualquier cosa para satisfacer vuestras ordenes. Veréis que tengo el deseo de rehabili- tarme en todos los aspectos en cuanto sea posible. Espero que, des- pués de haberos mostrado como juez justo respecto de mi, me abri- réis también yuestro coraz6n de padre», le expres6. Ayudé a descongestionar la situacién el hecho de que la prin- cesa Guillermina se prestase a casarse con el principe Federico de 24 a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. _PEDRO VOLTES alma del hombre). El principe se hizo traducir el libro al francés, porque no lo entendia en aleman, segiin no se recat6 de manifestar. Ademas del contacto con Voltaire, el principe se relacioné en 1736 con Bernard Le Bovier Fontenelle, otro acicate de sus estudios y lecturas. Los comenzaba a las cuatro de la madrugada, auxiliado por Jordan, y no acababa hasta medianoche. Conocié también las obras del ateo Pierre Bayle y del filésofo empirista inglés John Locke. Sobre todas estas vivencias se carted abundantemente con su hermana Guillermina y tales escritos reflejan que tomaron muy en serio aquellas lecturas, pero que nunca llegaron a aceptar el ateis- mo ni que el hombre tuviera libertad de hacer con su vida Jo que le pareciera. Por el contrario, Federico creia en un Dios ordenador y conservador, tutor del bien de los hombres que habia creado y transport6 semejante concepto a su propia interpretacién del co- metido de un rey, llamado a ejercer una rectoria semejante de los asuntos de su monarquia. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. EL REYSORPRENDENTE nea aparicién en el escenario europeo de una figura oportu- nista, desaprensiva, avispada, que vio en la inseguridad de la sucesion austriaca el trampolin desde el cual hacer volar a su pais hacia las empresas mas ambiciosas: Federico II de Prusia». Un monarca original No tard6 mucho en percibirse que el nuevo rey iba a dar una es- truendosa campanada en el escenario diplomatico europeo, por- que las costumbres que adopt6 no se compaginaban con lo mode- rado y lo conservador: solia levantarse de la cama a las tres de la madrugada y empezar la jornada. Un doméstico le arreglaba un poco el cabello y, seguidamente, «comenzaba a gobernar —escribe Thomas Mann, y prosigue-: ;Gobernaba bien? En todo caso, con una tenacidad, una desconfianza, un despotismo inauditos ¢ ilimita- dos que se extendian a todos los sectores, desde lo mas pequeno a lo mas importante, y privaban de mérito al trabajo de todos los de- mas. Los empleados tenian por cierto que cada cosa seria investi- gada por el propio rey y los stibditos estaban seguros de que sus quejas y peticiones no caerian debajo de la mesa, sino que todas ellas legarian a las propias manos del rey, el cual no toleraba que ninguna quedase dejada de lado y se preocupaba por sus detalles del modo mis riguroso. Ciertamente era testarudo y despético hasta lo mas mezquino y hasta lo mas grandioso. Nadie podia viajar sin su permiso; si lo obtenia, el rey determinaba hasta la calderilla el dinero que se podia llevar. Todo el mundo quedaba sumido en un asombro atemorizado por unas empresas suyas que tenian algo de sobrehumano y fantastico, como poner diques en el mar y ganar franjas de tierra; convertir pantanos y marismas en cultivos; luchar contra las enfermedades de los trabajadores. Si un forastero queria gozar de un buen sitio para ver un desfile, tenia que escribir al rey y Federico le contestaba de su pumo y letra». Gestion6 personalmente la hacienda publica; se enfrent6 con Linneo y otros sabios que sostenian que las patatas son una planta venenosa y ordené cultivarlas; llevé el comercio exterior como un tendero, admitié en el reino a cualquier persona util que se refu- giase por alguna raz6n, comprendidas las ideas religiosas. «Una parte considerable de su malicia y desasosiego —prosigue Thomas 41 PEDRO VOLTES _ Mann- tenia que ver, sin duda, con su actitud respecto de las muje- res, la cual consistia en ignorarlas, cosa escasamente comprensible en aquella época desaprensiva.» Por lo demas, quedé claro, a fuerza de repetirlo hasta el dia de su muerte, que el rey rechazaba que sus oficiales se casasen, como repetiremos, que no apreciaba ningtin valor conectado con la fe- minidad y que, en suma, calificaba delante de todo el mundo de «las tres mayores putas de Europa» a las emperatrices de Austria y Rusia y a la Pompadour, sin preocuparse de que sus palabras se- rian inmediatamente transmitidas a las interesadas por los espias tan abundantes en este siglo, y de los que el propio Federico hacia uso intenso. Ciertamente, este fue otro de los rasgos de modernidad de Fede- rico, y no falta quien diga que dio incluso mas fomento a su servicio de informadores que una potencia de nuestros dias. Lo que si pa- rece es que no era muy generoso con ellos, pero los tenia en todas las cortes y despachos de Europa. Les llamaba de modo chocante «kujons» y «pfaffen», palabrejas que significan vulgarmente say6n y cura. Sobresalia un espia que tenia en la corte sajona llamado Men- zel, que enteraba a Federico de todos los escritos que entraban en ella, y poco mas o menos igual ocurria con todas las demas capitales. La construccién de Sans Souci Una de las empresas mas significativas del rey Federico, y acaso de las que reflejan mas exactamente sus apetencias sinceras, fue la construcci6n del sitio real de Sans Souci (sin preocupaciones), donde quiso ser enterrado, y asi lo ha sido, segiin luego veremos, muchos anos después de su defuncién. «Cuenta la leyenda -y asi lo recoge la biografia de In- grid Mittenzwei— que en cierto dia del atio 1743 el rey salié de excursion por las cercanias de Potsdam y almorzé en lo alto de una colina desde donde se deleité en contemplar el bonito paisaje del rio Havel, Babelsberg y el pueblecito de Caputh. Re- solvié al punto hacer construir en aquel lugar un palacio de verano y encargé de la obra a Hans Georg Wenzeslaus von Knobelsdorff, su amigo de la época de Rheinsberg, a quien ha- 42 EL REYSORPRENDENTE bia nombrado director general de las obras regias. Este habia ya construido entre 1741 y 1743 la Opera Real, que es la actual de Berlin. El gran arquitecto Knobelsdoff estuvo a veces peleado con el monarca a propésito de la obra del palacete. Federico II se consideraba también soberano absoluto en materia de obras y se complacia artisticamente en la arquitec- tura, tal como en sus tentativas musicales y poéticas. Se inmis- cuyé en grado extremo en el curso de la construccién, tanto en las cuestiones organizativas y econémicas como también en las puramente artisticas». El rey habia extraido de sus extensas lecturas abundantes ideas arquitect6nicas que podian resumirse en su admiraci6n por el Re- nacimiento tardio italiano, y no solo las traslad6 al proyecto de Sans Souci, sino que también obligé a los propietarios de muchas casas a adaptar sus fachadas a las preferencias estilisticas del monarca. En 1744 comenzaron las tareas de preparaci6n del terreno. El conjunto del edificio consta de dos alas confluyentes en un cuerpo central coronado por una cipula, y no forma substancial- mente mas que una planta. De este modo, el dormitorio, el despa- cho, el comedor y demas piezas tienen acceso directo a la amplia te- rraza y esta preside a su vez seis plataformas escalonadas donde se cultivan parras y frutales, y debajo de ellas se extienden los jardines y fuentes de un parque de estilo versallesco. Por efecto de sus discu- siones con el rey, Knobelsdorff fue relevado al cabo de un ano por F. W. Dietrich, el cual duré un par de anos en el cargo y fue substi- tuido a su vez por F. C. Glume. EI palacete fue inaugurado el 1 de mayo de 1747 con un ban- quete y se convirtié enseguida en la residencia habitual de Fede- rico II, el cual deseaba resucitar la atmésfera que le habia rodeado en Rheinsberg, finca que habfa regalado a su hermano cuando su- bié al trono. El soberano comenté en escritos propios y frases que han sido recogidas por sus coetaneos el deleite que le producia aquel estilo de morada y la posibilidad de cuidar las plantaciones y jardines anexos. No hace falta subrayar que la biblioteca destaca por su esplendor. Merece también elogio la calidad y armonia de las obras de arte instaladas en Sans Souci, la mayoria de estilo re- nacentista. 43, Capitulo IV EL CiIRCULO PERSONAL La familia real Una de las muchas contradicciones de la psique de Federico II consiste en que, a la vez que se mantenia solitario y distante en sus programas y decisiones, estaba apeteciendo la companifa practica- mente continua de parientes, amigos e invitados. Subrayemos su vi- goroso sentido de la familia por mucho que lo contrarreste el total alejamiento de su esposa, la reina. Aun asi, el monarca dedicé a los catorce hermanos y hermanas que esta tenia casi el mismo carifio que a los suyos propios. Quedaban cuando murié diez hijos del rey anterior, Federico Guillermo: eran Guillermina, nacida en 1709 y, por tanto, tres anos mayor que Federico II, la cual cas6 con Federico de Brandeburgo- Bayreuth; Federica Luisa (n. 1714), casada con Carlos de Brande- burgo-Ansbach; Filipina Carlota (n. 1716), casada con Carlos de Brunswick-Wolfenbittel; Sofia (n. 1719), casada con Federico Gui- lermo de Brandeburgo-Schwedt; Ulrica (n. 1720), casada con el rey de Suecia Adolfo Federico; Augusto Guillermo (n. 1722), casado con Luisa Amalia de Brunswick-Wolfenbiittel, y Amelia (n. 1723), que qued6 soltera, y como veremos, terminé6 paralitica, recluida en su palacio y dedicada a la misica, las letras y la beneficencia. Acaba Ja lista con los principes Enrique (n. 1726), casado con Guillermina de Hesse-Kassel, y Fernando (n. 1730), casado con Luisa de Brandeburgo-Schwedt. El principe Enrique, igual que su hermano Fernando, combatié con lucimiento al lado de Federico II, pero este estimaba mucho mis los talentos del primero que los del otro. Enrique se separ6é de su esposa y dio que hablar por la abundancia de jévenes y agraciados pajes que tenia en su casa. Buena parte del aio dejaba a su mujer instalada en la hermosa finca de Rheinsberg que el rey Federico le habia cedido. Enrique, 45 PEDRO VOLTES _ muy parecido fisicamente al monarca, le secund6 en sus campatias y también desempené por encargo suyo gestiones de importancia como la de ir a tratar con Catalina II el primer reparto de Polonia. En los Gltimos afios de su vida se distancié notoriamente del rey y expres6 a menudo opiniones adversas a su politica, extremando, por ejemplo, el declararse siempre partidario de Francia. La prin- cesa, su esposa, vivia bajo el mismo techo que él pero en unas piezas separadas donde se manejaba con recursos escasos. Con todo, lucia su caracter noble, animado y talentoso y nadie acababa de expli- carse las causas de su separacion del principe Enrique. Su hermano Fernando habia tomado parte también en diversas acciones de guerra, pero su mediocridad intelectual era manifiesta. Sin embargo, vivia esplendorosamente en Berlin sin poner estorbos a las ganas de divertirse que sentian sus hijos, de modo que en su casa estaban siempre de fiesta. Los hermanos varones del rey Federico padecieron el complejo de querer asemejarse a él, imitandole hasta la caricatura. Por puro afan de notoriedad toleraron convertirse en centro de opiniones hostiles al rey, el cual se dolia de no ver correspondido sin regateos su afecto por ellos. Este dramatico conflicto lleg6 al grado mas ex- tremo en la relacién de Federico con su hermano Augusto Gui- llermo, diez ahos mas joven, heredero de la corona, el cual habia contraido matrimonio con una hermana de la reina, la ya mencio- nada Luisa Amalia. J. P. Gooch lo define como «de naturaleza femi- noide, timido, amante de los libros y especialmente feliz en los be- llos jardines de Oranienburg, finca que le regalé el rey». Su matrimonio fue desgraciado y el monarca le negé el derecho a di- vorciarse y formalizar sus relaciones con una amante ulterior, So- phie von Pannewitz. Las tensiones con el rey, encubiertas bajo unas intachables corte- sias, estallaron durante la guerra de los Siete Anos, en el critico aio 1757: el principe Augusto Guillermo habia recibido el mando de un cuerpo de ejército, con la orden de resistir a ultranza en las posi- ciones que ocupaba en Bohemia. Sin embargo, la falta de alimentos y pertrechos y el vigor de los ataques austriacos obligaron a las uni- dades prusianas a retirarse. El rey Federico lo tom6 muy a mal y di- rigié a su hermano unas cartas sumamente agrias. «Cuando yo haya muerto —le decia en una de ellas-, haz todas las tonterias que quie- ras que se cargaran en tu cuenta, pero mientras yo viva no debes ha- 46 a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. PEDROVOLTES el marqués Jean Baptiste d’Argens, que habia llevado una vida de li- bertinaje y bohemia, vivia de escribir lo que le encargaban y aport6 al rey su pericia en temas teatrales y artisticos. En ciertos terrenos actuaba en paralelo al ya mencionado Algarotti, el cual promis- cuaba las estancias en Berlin con otras en diversas cortes europeas que apreciaban también su talento para amenizar los salones. Las reuniones que se celebraban a diario en ellos se fundamen- taban en las letras y la miisica. Destacaban en la concurrencia el ya citado Henri de La Motte-Fouqué, director de las veladas teatrales y coreograficas; el mayor Senning, ya anciano, que habia sido precep- tor del joven principe; Alejandro de Munchow, que se habia hecho amigo de este, pasandole de ocultis manjares y libros prohibidos por su padre; el embajador francés, La Chétardie, y el secretario parti- cular, Darget. Asistian también los hermanos Keith, uno de ellos, George, llamado «Lord Mariscal de Escocia» y el otro James, maris- cal efectivo de Prusia, que murié en la batalla de Hochkirch, Algu- nas veces entré en la tertulia el insigne Pierre Maupertuis, que falle- cid en 1759. Nunca insistiremos bastante en la avidez que el soberano mani- fest6, sobre todo en la primera mitad de su vida, por estar rodeado de gentes de su agrado con las que mantener conversaciones inaca- bables, sin perjuicio de que en numerosas ocasiones los invitados hubieran de servir solamente como blanco de las bromas y sarcas- mos del sefior de la casa. Por este motivo y otros muchos, la psique de Federico muestra haber estado en una constante hipervibracién, sensitiva hasta lo morboso respecto de las buenas impresiones igual que de las malas. Las presuntas humoradas del rey no tenian limite y podian llegar hasta lo mas dafiino. Citemos como de mediano ca- libre las que dedicé a cierto coronel Charles Théophile Guichard, que era un erudito sobre las guerras griegas y romanas, al cual Fe- derico se empené en llamar Quintus Icilius, ordenando que en to- das las plantillas y nominas del ejército se tachase su verdadero nombre y se le conociese por este mote. Guichard era un buen ofi- cial y un hombre de pro, aparte de prestarse a las gracietas del mo- narca, el cual le tenia afecto verdadero. En cierta ocasion se discutié en la mesa del rey si los antiguos legionarios romanos Ilevaban un equipo de mas peso que los sol- dados prusianos y Federico zanjé el debate ordenando a Guichard que alli mismo se pusiese el uniforme y cargase con todos los tre- 50 EL CIRCULO PERSONAL bejos de un soldado, y ademas le mand6é permanecer alli en medio cosa de una hora para ver si resistia el peso. Se demostr6 asi que los soldados del rey aguantaban un gravamen similar a los legionarios. En 1757, el rey escribia al marqués Jean Baptiste d’Argens: «Di- vino marqués, ya que habéis estado en cama ocho meses y habréis descansado, por qué no venis a pasar el invierno conmigo en Sile- sia? No tengo a nadie con quien conversar y carezco de medios. Es- tariais en mi casa en Breslau y veriais el mausoleo de Bernini en la catedral. Desde luego, traed a Mme. d’Argens si gusta». El rey for- mulaba esta invitacién cuando él mismo se sentia mal, habia adelga- zado de modo alarmante, padecia dolorosas digestiones y sufria pe- sadillas por la noche. En Breslau le acompafiarian su hermana soltera Amelia, su hermano menor Fernando, Sir Andrew Mitchell y el propio Guichard. Se sumé a esta tertulia un caballero suizo, Henri de Catt, al cual habia conocido el rey en un singular viaje a Holanda que habia hecho de incégnito para ver las pinturas de va- rias colecciones. Tan ignorado habia sido que no le habian abierto las puertas de las mismas y habia tenido que irse por donde habia venido. Catt convers6 con él sin conocer su identidad y luego el rey le invit6 desde Potsdam, donde le integr6é en su grupo intimo y le sefialé un sueldo para que le hiciera de lector. D’Argens y otros intimos le aconsejaron benévolamente a Catt que tolerase las bromas del rey, que no se permitiese confianzas con él, hablase de literatura, filosofia y de los poetas franceses, dejando disertar al rey, y que no criticase sus versos si él no se lo pedia. El propio Federico le exhorté a que no hiciera revelaciones a nadie so- bre sus charlas y que no se mezclase con los militares de la camara regia y sus juergas. Las cosas vinieron de tal modo que alguna vez Catt, que era hombre serio, tuvo que reprender al monarca. Asi, cuando este quiso ensefiarle a bailar un minueto y él repuso que le dolia ver al rey haciendo tonterias. Mas tarde, Catt se cas6 con una joven de Berlin y el rey escribié poesias amorosas para que se las diera a su esposa. Acabada la guerra en 1763, el rey volvié a instalarse en Sans Souci como residencia favorita. Externamente no parecié haber cambiado gran cosa en sus costumbres: sin duda, siguié dedicando cada dia algunas horas a la mvisica, y apetecié que sus cenas fuesen cuidadas y brillantes. Sin embargo, la mayoria de los antiguos con- 51 PEDRO VOLTES _ tertulios habjan fallecido o se habian apartado de aquella corte y el mismo rey, aunque no lo profesase abiertamente, sentia menos es- tima y adhesién respecto de los filésofos enciclopedistas y habia ten- dido a una serie de actitudes autoritarias, estoicas y dogmaticas con- trarias al ideario de aquellos. En 1770 escribié Didlogo sobre la moral. Catecismo moral para uso de la juventud noble, que resumia su afirma- cién de una moral necesaria, aunque estuviera desligada de la reli- gion. Propugnaba que el hombre debia conducirse virtuosamente por efecto de su propia estima y ampliaba esta idea a la exigencia de que el ciudadano prestase servicio a la sociedad sin reservas. A diferencia de las tesis de juventud, Federico II en su madurez se distancié de los Diderot, Rousseau y otros idolos de la [lustraci6n en opinar que el pueblo no tiene por qué ser culto y sabio, sino cumplir con su deber de wabajar y obedecer. En tal punto se sintié cada vez mas solidario de cualquier monarca o noble del mundo que fuera agredido en alguna forma por los pensadores ilustrados. Cuando Iegaron a sus manos escritos o manifestaciones de estos en sentido libertario, el rey prusiano se enfurecié y las refuté en tono cada vez mas agrio y tonante. Indiquemos que en estos aos empe- zaban a agravarse varias de las antiguas dolencias del rey, sobre todo la gota, y que su caracter se habia vuelto mas aspero. No podemos dejar de mencionar de nuevo una distraccién bas- tante andémala en un soberano que se permitié Federico antes y des- pués de subir al trono: la de efectuar algunos viajes de incégnito a paises extranjeros donde se entretuvo creando situaciones equivo- cas, a la vez que tomaba nota de las novedades que le parecian de interés practico. Fue famosa una de estas escapadas en que visité Es- trasburgo pretendiendo ser un conde adinerado de Bohemia, y se dedicé a invitar espléndidamente a los personajes del lugar. El du- que de Broglie, que participé en alguno de estos convites, se alarmé del raro proceder del extranjero y difundié en la ciudad adverten- cias contra él. Un soldado que le habia conocido en Berlin se preci- pité a descubrirle y Federico le desminti6: «jPor favor, senor, como voy a ser yo rey!». En 1755, el rey Federico se presenté en Holanda, que ya cono- cia, y, ocultandose en el coche de los equipajes, hizo ocupar el lugar preeminente a su tinico acompaiante, el coronel Balbi, divirtién- dose en presenciar cémo las autoridades dirigian a este sus discur- sos y acatamientos. 52 a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. EL CIRCULO PERSONAL en 1776. En el siglo de Casanova, Cagliostro, Beaumarchais y otros famosos pillastres, no puede sorprender que tal confusién fuese acompaiiada de estafas y falsedades sin nimero. Correspondié al cufiado del rey Federico, el duque Fernando de Brunswick, el poner orden en tal bullicio, por encargo del mo- narca, el cual lo constituy6 en magnus superior ordinis de las logias. Durante los tltimos anos del reinado que nos ocupa se desarroll6 un vigoroso esfuerzo de depuracién y reconstruccién de estas. No toca a nuestro propésito ahondar en noticias sobre la pertenencia a la masoneria, en grados diversos, de lo mas lucido de las élites ger- manas de la época con nombres tales como Goethe, Schiller, Fichte, Lessing, Herder y los generales Bliicher, Scharnhorst, Hardenberg y tantos mas. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. ee PEDRO VOLTES rante una temporada y el esposo de Maria Teresa, al saber que en el trajin aquel habia perdido el reloj, le regalé el suyo. Schwerin ya habia pedido antes a su joven rey que le dejara diri- gir la batalla a su gusto y le habia advertido del peligro de caer pri- sionero. Cabe sospechar que, apenas se qued6 solo en el mando, el experto mariscal se manejé con mas soltura y asi le premié el éxito. Conseguido el triunfo, Schwerin mand6 un piquete en seguimiento de Federico y este regres6 al campo de batalla. Voltaire, después de haberse enemistado con Federico, dijo entre otros sarcasmos que el rey no guardaba gratitud a nadie mas que al caballo con que habia escapado de Mollwitz. En uno de sus escritos de afos mas tarde, el rey confesé: «La tnica persona que podia haberme guiado, el ma- riscal von Schwerin, estaba en malas relaciones conmigo. Sin él me habrian destrozado; s6lo él remedié mis equivocaciones y gané la batalla». Lo de las malas relaciones con Schwerin, que se extendian también al no menos famoso principe de Anhalt-Dessau, provenia de que ambos, que habian conocido a Federico de niiio y se lo ha- bian puesto en las rodillas, se resistian a aceptar el tono categorico y rotundo que gastaba el nuevo rey desde su primera jornada de tal, y todavia menos, sus bromas y gracietas, cuando le daba por ahi. La victoria de Mollwitz animé a los enemigos de Maria Teresa a lanzarse con més safia contra Austria. El pacifico Fleury, arbitro de la politica francesa, cedié a los impetus de los sectores mas belicosos y se decidié a amparar las pretensiones de Carlos Alberto de Ba- viera. Era este nieto del emperador Fernando I y yerno de José I, y el rey prusiano habia ideado amparar sus pretensiones a la corona imperial, a la cual, por lo demas, no dejaban de aspirar con variados fundamentos nuestro Felipe V, Carlos Manuel III de Cerdetia y Au- gusto III de Sajonia, entre otros. Este ultimo soberano daria anos después a su hija Maria Amalia en matrimonio a Carlos III de Es- pana. El entrelazamiento entre nuestra dinastia y Sajonia derivé fa- cilmente hacia que ambos paises se avinieran con Prusia, suman- dose al Tratado de Nymphenburg, de la primavera de 1740, en que Francia y Baviera habian acordado militar contra Austria. Unos me- ses después de la invasion, el Imperio estaba troceado, desangrado y desprovisto de aliados. Es de notar que la conquista de Silesia, que permaneceria firme hasta 1945, proporcionaba al menudo reino prusiano una provincia de sobresaliente riqueza, poblada por gentes cultas y habiles de va- 58 LA CONQUISTA DE SILESIA. riadas etnias. Aun asi, y por mucho que Federico II estimara y fo- mentara el provecho de su captura, no fue la codicia lo que le mo- vié a agredir al imperio en aquella frontera, sino la pura oportuni- dad estratégica. El mismo escribié en la Historia de mi tiempo que «tal guerra era la inica forma de ofensiva favorecida por la situacion de sus estados, porque Silesia estaba cerca de su frontera y bien comu- nicada con Prusia por el rio Oder». Por otro lado, nuestro perso- naje no se privé de decir luego que, «asi como el toro debe embestir con sus astas, el ruisenor cantar y el delfin nadar, yo debo hacer la guerra». Virajes hacia una nueva Europa Desarrollando este principio de agresividad, el rey prusiano sor- prendié también a Europa con un nuevo género de caudillaje bé- lico: en su siglo habia venido estilandose una estrategia reglada, se- mejante a un juego de ajedrez, en que unos generales caballerosos mas parecian complacerse en maniobrar elegantemente que en causar devastadores danos al enemigo. En cambio, el dogma frede- riciano de la ofensiva constante encaminada a la destruccién total del adversario, caus estupor en Europa, crecido sin cesar a medida que las victorias prusianas demostraron que esta y no otra era la ma- nera de triunfar en el campo de batalla. Sin quedarse atras en acometividad, los ejércitos franco-bavaros invadieron la Alta Austria mientras los prusianos se adentraban en Moravia y los espanoles se lanzaban contra las posesiones austriacas de Italia. La campana contra la emperatriz padecié en gran medida Ja enfermedad de su éxito. Un caudillo brillante, el mariscal Mauri- cio de Sajonia, puesto al servicio de Luis XV, guié a las tropas fran- cesas y bavaras adentro de Bohemia hasta poner sitio a Praga, la cual tomé en noviembre de 1741, logro que desperté el recelo de Federico II, temeroso de que su «emperador» Carlos Alberto de Ba- viera adquiriese demasiado poder. En efecto, este seria elegido so- lemnemente a comienzos de 1742. Como siempre, el auge desmesurado de un dirigente continen- tal fue mal visto también en Inglaterra, adversa a que triunfase un emperador aliado de Francia. En la Camara de los Comunes se re- gistraron violentos debates acerca de la politica de Sir Robert Wal- 59 PEDRO VOLTES pole, el cual hubo de dimitir en estos mismos primeros dias de 1742 y fue sustituido por Lord Carteret. El nuevo primer ministro envié enseguida a Maria Teresa de Austria trescientas mil libras esterlinas y doce mil soldados para nivelar de alguna manera el desequilibrio centroeuropeo. Francia no estaba menos preocupada por tal desorden, Habia enviado a Frankfurt, de representante suyo en la elecci6n de Carlos Alberto de Baviera como emperador, al mariscal duque Charles Louis de Belle-Isle, figura de la intimidad del rey Luis XV. Se le ha- bia encargado difundir en los circulos alemanes el proyecto de una estructuraci6n cuadruple presidida por la influencia francesa, en la que se integrarian Baviera, Sajonia, Prusia y Austria. El duque fue viajando por las cortes alemanas con esta iniciativa y se detuvo espe- cialmente en la de Prusia. Federico congenié mucho con él porque nada le complacia mas que la brillante conversaci6n, y lo propio profes el visitante. Sin embargo, el rey prusiano no era nada parti- dario de semejante invento ni de cosa alguna que aumentase la in- fluencia francesa en suelo aleman. El Gobierno de Londres emprendié6 una gestién parecida ante Federico que todavia tuvo menos fortuna, puesto que envié a Lord John Hyndford, prototipo de noble inglés ristico y arrogante, que le atacé los nervios al rey prusiano. Aun asi, este hubo de tomar nota del cansancio inglés por la guerra, maxime cuando, desde 1739, In- glaterra sostenia otra en el Atléntico contra Espana, llamada grotes- camente en los libros britanicos «la guerra por la oreja de Jenkins», pero que en realidad era un enfrentamiento mas entre ambas nacio- nes por culpa del contrabando y la pirateria ingleses. En suma, Hyndford significé a Federico el deseo de paz que animaba a su Go- bierno y obtuvo una respuesta blanda y abierta pero no concreta. No sac6é mas del rey prusiano un enviado extravagante que le re- mitié la propia emperatriz Maria Teresa: Thomas Robinson, barén de Grantham, un inglés pesado, pomposo y charlatan, enamorado platénicamente de la emperatriz, a la cual s6lo deseaba servir. Fede- rico se burlé de él y de su misi6n, y desdené unas ofertas mintscu- las de Austria. Robinson regresé6 a Viena alicaido y pesimista y sugi- rié a la soberana que hiciera la paz. Por el contrario, Maria Teresa, animosa y enfurecida, se propuso resistir y, aunque estaba embarazada por enésima vez y acababa de tener un nino, lo cogié en brazos y se present6 en Hungria para 60 mostrarselo a los magnates como su heredero: seria el futuro José IL. La emperatriz fue saludada por el conde Palffy, decano de la no- bleza, que habia organizado las ceremonias tradicionales de coro- naci6n de la soberana como reina de Hungria, en Poszony, nombre magiar de la actual Bratislava. Consistia el ritual en que el soberano subiera a un caballo negro y se situara en lo alto de un monticulo donde desenvainaba una es- pada y la blandia hacia los cuatro puntos cardinales, jurando de- fender a los hiingaros contra el enemigo que viniera de cualquiera de ellos. La emperatriz se hizo duefia del coraz6n de los hiingaros, teniendo a su nifo en brazos y pellizcandole para que llorara. Los magiares levantaron en breve tiempo un insélito ejército, mas apto para la guerra de guerrillas por su rusticidad, que para hacer frente a los prusianos. Los patricios de Viena estaban mas espantados por esta novedad que por el enemigo del norte y previeron con acierto que los hin- garos pedirian a cambio una serie de privilegios que equivalian a convertirse en nacién auténoma, como se les concedié (mayo-junio de 1741). En cualquier caso, quedaba clara la voluntad de Maria Te- resa de resistir. Federico II entendié que era mejor negocio para él firmar con la emperatriz un armisticio secreto y separado, el cual fue concer- tado en Klein-Schnellendorf, el 19 de octubre de 1741. Austria en- tregaba Silesia a Prusia y se apartaba de la guerra y de sus anteriores aliados, dejandoles solos para continuarla. Siguieron estos unos me- ses en las hostilidades contra Austria y Belle-Isle llev6 los ejércitos franceses hasta las puertas de Viena. Como era de suponer, el acuerdo austro-prusiano fue pronto co- nocido por los aliados de Federico, y con ello empez6 a difundirse por toda Europa la fama de la desenvoltura con que quebrantaba sus compromisos, contando siempre, claro esta, con pretextos va- rios para justificarse. Asi lo hace siempre en la Historia de mi tiempo y otros escritos. A comienzos de 1742, por las mismas fechas en que habia sido elegido emperador en Frankfurt Carlos de Baviera, las tropas austriacas invadieron este pais y llegaron a ocupar Munich. Por su lado, los ejércitos prusiano, sajén y francés se adentraron en Mora- via y amenazaron Viena. Una vez mas podremos calificar este episo- dio como precursor del estilo actual de hacer la guerra. En efecto, 61 _PEDRO VOLTES _ dirigié la campania el mariscal Schwerin que impuso a los moravos una pesadisima contribucién de guerra y saque6 el pais para aprovi- sionar a sus propias tropas, lo cual suscité que numerosos naturales se refugiasen en los bosques, escondiesen sus bienes y emprendie- sen acciones que hoy Ilamariamos de resistencia. La situaci6n lego aun punto tan critico que la seguridad de los prusianos ocupantes peligraba y el rey Federico tuvo el desenfado de escribir que los mo- ravos eran mala gente, dificil de vigilar, porque se ocultaban ense- guida que se les veia. El rey padecié en este tiempo depresiones y se dio a remordimientos y reproches. En medio de esta situacion, el 17 de mayo, chocaron frontalmente en Chotusitz los ejércitos austriaco y prusiano y el primero sufrié mas de seis mil bajas y el segundo, cerca de cinco mil. Aunque logré la victoria, Federico tenia las arcas agotadas y deseaba la paz tanto como Maria Teresa. De este modo, el 11 de junio de 1742, la firmaron en Breslau y Berlin. El Imperio cedié Silesia y el condado de Glatz a Prusia y Ber- lin asumi6 una deuda de 1,7 millones de taleros que Austria tenia con los ingleses, siendo prenda de ella Silesia. Su adquisicion au- mento en un tercio la extensién de Prusia, y su poblacién y riqueza crecieron en la misma proporcién. Esta conquista creé un abismo perpetuo entre Berlin y Viena y la conservacién de la misma oblig6 a Federico a permanecer en tensi6n constante tanto en lo militar como en lo diplomatico. En los meses siguientes, Federico se concedié algan esparci- miento, al estilo de sus aficiones de joven. El 26 de agosto fue a Aquisgran a tomar una cura de aguas y se reunio de nuevo con Vol- taire, segtin luego repetiremos. A pesar de sus agobios financieros, compré por 36.000 taleros la coleccién de bustos antiguos que ha- bia formado el cardenal Melchor de Polignac. Contraté a actores y cantantes y redact6 el primer borrador de la Historia de mi tiempo. Al cabo de pocas semanas, volvié infatigable a sus desvelos de siem- pre: fomenté el crecimiento de la poblacién, acogiendo inmigrantes y los instalé en los alrededores de Berlin con unas medidas protectoras no menos adelantadas en su tiempo. Segtin resumimos aparte, en esta época reformé los tribunales y normas de justicia con la colaboracién de Samuel von Cocceji, para favorecer a los humildes contra abusos se- fioriales y racionalizar la administracion del Derecho. Todas estas iniciativas, y otras muchas inspiradas por la lectura de los filésofos de la época, quedaron interrumpidas por la perma- 62 LA CONQUISTA DE SILESIA nencia de las hostilidades entre Austria y las demas potencias que la habian combatido. Prusia contemplé con recelo la victoria que los ingleses, los hannoverianos y los hessianos lograron en 27 de junio de 1743 en Dettingen sobre los franceses. Con la misma preocupa- cién cuidé el rey de Prusia de mantener las buenas relaciones con Rusia y de que ni esta ni Inglaterra entrasen en sistemas de alianzas que le amenazaran, Tantos equilibrios, mientras continuaba la gue- tra en diversos frentes de Europa, resultaron imposibles y Federico se decidié a reanudar la guerra contra Austria y se alié para ello con Francia, en verano de 1744. La segunda Guerra de Silesia En las primeras jornadas del mes de agosto de 1744, Federico II, al frente de un ejército de 80.000 hombres, atravesé violentamente Sajonia, invadié Bohemia, conquist6 Praga y se dispuso a avanzar contra Viena. La maniobra era temeraria: el agresor habia menos- preciado las fuerzas que le quedaban a Maria Teresa, entre las cua- les se contaban los htingaros, y habia olvidado que el Imperio tenia luchando en la frontera francesa un nutrido ejército. Abrumado por los franceses, este cuerpo se replegé en orden, bajo el mando del mariscal Traun, hacia el interior del Imperio y vino a situarse en la retaguardia de los prusianos. Traun se valié de su superioridad tactica, ya que no numérica, para obligar a Federico a evacuar el te- rreno ganado, y ello sin necesidad de darle batalla ni una sola vez. El rey de Prusia afirmaria después que consideraba a Traun como maestro suyo en el arte de la guerra. En esta contienda lucharon en el bando de Maria Teresa, Sajo- nia, Inglaterra, Holanda, Cerdena y Rusia y en el de Federico II, Francia, Espaiia y el presunto emperador Carlos VII. Por semejante multiplicidad de contendientes y la amplitud de los escenarios, esta guerra es una de las muchas que mereceria ser llamada mundial, como repetiremos, antes que la de 1914. Con ella se entremezcla- ron la campana espanola en Italia para obtener los ducados de Parma, Plasencia y Guastalla, la pretensién de Carlos Eduardo Es- tuardo, el cual intenté desembarcar en Inglaterra, y la toma de Ho- landa por los franceses, aparte de choques anglo-borb6nicos en América. 63 PEDRO VOLTES En 20 de enero de 1745 murié Carlos Alberto de Baviera, cuyas aspiraciones imperiales habian venido constituyendo para Federico pretexto juridico de sus guerras. Su hijo Maximiliano José, que le sucedié en el ducado de Baviera, se apresuré a firmar la paz con Maria Teresa (Fiissen, 22 de abril siguiente), y renuncié a toda pre- tensi6n a la dignidad imperial. Vinieron a coincidir estos acontecimientos con la caida del beli- coso ministerio de Carteret en Gran Bretafia y cierta fatiga en Fran- cia por las pretensiones espanolas en Italia. El marido de Maria Te- resa, Francisco de Lorena, fue elegido emperador por los principes del Imperio en Frankfurt, en septiembre de 1745. Federico quedaria practicamente solo en la guerra contra Aus- tria, y aunque en tal etapa siguiese sonriéndole la victoria (batallas de Hohenfriedberg, Sohr y Kesselsdorf), no hizo ascos a una ges- tién inglesa, segiin la cual Gran Bretafia le garantizaba la posesion de Silesia. En el dia de Navidad de 1745 firmé la Paz de Dresde con Maria Teresa. El conflicto de la sucesion imperial qued6 definitivamente re- suelto en la Paz de Aquisgran de 1748, en la cual se garantizé la Pragmitica Sancién y, de paso, la sucesi6n en Inglaterra de los reyes hannoverianos, asi como la cesi6n por Austria de los ducados italia- nos a Espaiia, aparte de obligar a Sajonia a pagar una elevada in- demnizacion de guerra a Prusia. Al propio tiempo, cuajé fir- memente la envidia y la desconfianza de las restantes potencias respecto de Prusia y el soberano de esta no pudo ya descuidar hasta el dia de su muerte el repetido peligro de que sus émulos se aliasen en contra suya. «A partir de ahora -escribié el rey- s6lo entraré en guerras de- fensivas. Hemos atraido la envidia de Europa con la adquisicion de Silesia y esto ha sembrado la alarma entre nuestros vecinos: no hay nadie que no sienta recelos de nosotros». Dentro del mismo estado de animo instruia a su nuevo embajador en Viena, conde Podewils, en mayo de 1746, sefialandole que debia esforzarse en contradecir la aversi6n que habia despertado aquella conquista y asegurar a todo el mundo que Prusia deseaba sostener relaciones amistosas con el Imperio. De modo especial inquietaba a Federico la permanente posibili- dad de que Austria y Rusia se pusiesen de acuerdo para combatirle, tendencia repetidamente insinuada por los convenios que trababan 64 ___LACONQUISTA DE SILESIA entre si. El anhelo de sosegar a Jas cancillerias europeas con repeti- dos votos de paz fue tan intenso en Federico que acabé por conven- cerse a si mismo de tal cosa, y asi lo testimonia su testamento poli- tico de 1752, que luego comentaremos. Declara en él que Prusia necesita seguirse expansionando en Pomerania, Sajonia y la fron- tera occidental, pero que es de esperar que semejantes logros se consigan pacificamente. Por lo demas, estaba claro, y él mismo lo manifiesta, que le sobraban quehaceres en el desarrollo econdémico, administrativo y cultural de su reino. 65 Capitulo VI CARGAS Y GOZOS DE LA GRANDEZA Entre la autocomplacencia y la insatisfaccién Cerrada la campana de Silesia, cuando el rey regres6 a Berlin, en los tiltimos dias de 1745, el pueblo de su capital le tribut6é un re- cibimiento entusiastico, que acaso constituye uno de los primeros de la historia moderna en que los ciudadanos se han echado a la ca- lle para aclamar en masa a su soberano. En tal ocasién se ratificé y consolid6 el sobrenombre que la historia le adjudicaria. «;Vivat, vi- vat Fridericus Rex, victor, augustus, magnus, felix, pater patriae!», rezaba el estribillo de un cantico en su honor que entonaron los alumnos de los «gimnasios», mientras los miembros de los diversos gremios alineados gritaban, mas llanamente, «Vivat Friedrich der Grosse». El gozo de la paz victoriosa se sumaba en el pueblo de Berlin al alivio de ver disipadas las amenazas que en diversos momentos de las guerras pasadas habian provocado las ofensivas del enemigo. No hay duda de que Federico II fue asi el instaurador de las variadas apoteosis patriéticas que las calles de Berlin conocerian en los dos siglos exactos subsiguientes, hasta su catastrofica cancelacion en 1945. El insigne Pierre Louis de Maupertuis, recién nombrado presi- dente de la Academia de Ciencias, cuid6 de difundir por toda la Eu- ropa letrada la noticia de que el pueblo habia adjudicado el sobre- nombre de grande a su rey. Cabe suponer que el propio Federico asumia este adjetivo con todo su activo y su pasivo, lo cual, como de- sarrollaremos enseguida, no significa que le quedase un saldo de fe- licidad y contento. No existe la mas minima similitud entre su ta- lante y la alegria vital de Maria Teresa, enamorada de su marido infiel, madre de dieciséis hijos, mandona y segura de si misma, ni tampoco se parece en nada al porte que estilaba Luis XV, pomposo, 67 PEDRO VOLTES arrogante y epictireo, que se goz6 en Ilamar siempre a Federico «le marquis de Brandebourg», con un desdén que la posteridad no le aplaude. FE] monarca prusiano estaba demasiado entregado a su cometido y su vocaci6n para poder ser feliz al modo elemental de los mencio- nados soberanos. Ya iremos viendo que estimé el cumplimiento de sus programas cual una ley matematica o astronémica que no puede causar emociones sencillas, puesto que es ineluctable y ajena a toda opinién. Nunca le gusté humanizar sus €xitos ni sus fracasos y aplicé a veces su humor sarcastico al alivio de las tensiones que po- dia producir cualquier anomalia. Cierta vez ve a un soldado con grilletes, y el rey, tremendo fiso- nomista, que le recordaba, pregunta por qué le tienen preso. «Se le ha encontrado cometiendo un acto de bestialismo con su caballo», le dicen. «;Qué tonteria, lo que hay que hacer es destinarle a infan- teria!», decide el rey y, mandando liberar al soldado, afade: «Lo siento, pero te has quedado sin caballo». Otra vez el soberano aplaude a un soldado: «Has combatido muy bien hoy». El otro res- ponde «Y como no iba a hacerlo? Estamos luchando por nuestra patria y por vos». Federico estallé en lagrimas que corrigié ense- guida, disgustado por mostrar en publico sentimiento alguno. En cambio, sus hombres sentian por el rey una mezcla de adoracién y repudio, recordando toda su vida el orgullo de haber estado a su lado a la vez que el horror de la sangre, los cationazos, las cargas de- vastadoras de la caballeria, materializado todo en dimensiones hasta entonces inauditas. Federico II focaliz6, segiin sabemos, sus placeres y distracciones en personas y asuntos que no suscitaran emociones ni pasiones. Sin embargo, fue inesquivable para él que fallaran estas precauciones y en muchos momentos prevaleciesen las flaquezas humanas inevita- bles sobre sus planes abstractos. Muchos de sus amigos y contertu- lios fueron enfermando y falleciendo, o defraudandole, en el curso de los afios, con tanto estrago en sus afectos como desorden en su rigido programa. Durante las guerras de Silesia murieron sus ami- gos Jordan y Keyserling y, cuando volvia victorioso a Berlin, encon- tré agonizando a su antiguo preceptor Duhan de Jandun. La mayo- ria de sus relaciones de juventud murieron mucho antes que él, y las nuevas amistades no le conocian de antiguo como estas. Subra- yemos otra vez que, a excepcién de sus hermanas Amelia y Guiller- 68 a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. CARGAS YGOZOS DE LA GRANDEZA ellos es innecesario, porque nadie lo compraria». En otra ocasion, el célebre Winckelmann pide un sueldo de dos mil taleros; el rey le otorga mil comentando: «Para un aleman ya es bastante». En la evoluci6n de Alemania fue de suma importancia la voca- ci6n intelectual de Federico II, a la vez que el quehacer literario constituy6 en la propia persona del monarca una faceta basica. Esta dedicaci6n fue el consuelo de sus amarguras juveniles, el orgullo, un poco teatral, de los aos de madurez y el lenitivo de su soledad en el ocaso. A medida que fueron muriendo o alejandose los com- panieros de antafio y que su debilidad le dificult6 salir de Palacio, el Rey fue adentrandose cada vez mas en los caminos del pensamiento y adoptando, como ha senalado Lafue, el talante de un Marco Aure- lio fatigado, triste y escéptico. Sus lecturas y aficiones, en fuerza de esta imitacion deliberada, se orientaron hacia el mundo clasico. Anhel6é visitar la antigua Roma, y el descubrimiento de Herculano le llené de tanta alegria como pesar por no poder emprender el viaje hasta alla. Tras cono- cer profundamente los autores griegos y latinos, comenzé a intere- sarse por el arte clasico y compré numerosas obras de tal estilo. Dantal, que fue lector del rey en los tiltimos anos de la vida de este, recuerda: «Era frecuentisimo que S. M. buscase personal- mente en los estantes de su biblioteca las obras que debia leer el lector. En general preferia los autores antiguos, pero, si se encon- traba mal y guardaba cama, escogia libros mas faciles, El toro blanco, de Voltaire, por ejemplo, obra que solicitaba cada vez que tenia fiebre. Durante los ataques de gota, preferia Candido, y hasta cuando el dolor le atormentaba permanecia atento. Sin embargo, como entonces creia que se le habia debilitado la memoria, no de- jaba de repetir una parte de cuanto habia leido la vispera. «Es un ejercicio —decia—. Hay que continuar ejercitandose en todas las edades». El lector vino a convertirse, en la época crepuscular del rey, en testigo de sus momentos de flaqueza y confidente de su pensa- miento. En ocasiones, agotado por el esfuerzo o la enfermedad, Fe- derico se amodorraba horas y horas y, mientras cabeceaba en el si- ll6n, susurraba palabras ininteligibles que parecian sombrias evocaciones del pasado. Un curioso documento espanol anénimo, la Carta del castellano de Avilés a un amigo suyo en Madrid sobre la presente guerra de Alemania, 75 PEDRO VOLTES la corte y estados del rey de Prusia, su vida, tropa, gobierno etc, al descri- bir las tareas del rey, dice: «El hace de general, de director, de inspector, de intendente, de comi- sario, de sargento y de cabo de escuadra. El mariscal Keith y el mayor ge- neral Budenbroock, primer edecdn general del rey, son los que de mas continuo tenia esta temporada a su lado (en diciembre de 1757) y a ellos me dirigié el conde de Podewils cuando pasé a Potsdam; no se le conoce valido alguno... En lo manchado de tinta de los canapés y mesas y de- sorden de libros y papeles en los cuartos que habita de ordinario, se co- noce bien lo mucho que lee y escribe; mantiene por si correspondencia en todos sus estados y en muchas partes fuera, algunas de su putio... Son sus socios la lectura y la misica; para la primera tiene por lector al abate de Prades, francés bien conocido en Europa por sus ruidosas conclusiones. Este abate le hace extractos de varios libros y le trabaja en literatura y Bellas Artes lo que se le ofrece. El rey se ha entretenido por si en componer algunas obras de espiritu, como la intitulada Le philosophe sans souci, en prosa y verso, tres vo- hiimenes en cuarto real, dicen es cosa muy buena; solo se han tirado vein- ticuatro ejemplares que el rey ha regalado a personas de su particular es- timacién; también ha escrito la vida de su padre, de la que se han tirado poquisimos ejemplares; si yo me hubiera detenido mds tiempo, quiza hu- biera logrado estas obras». ® Publicado en Epistolario expatiol, HI, en la «Biblioteca de Autores Espaiioles», Madrid 1952. 76 Capitulo VII FEDERICO Il Y LA CULTURA El marco de la Ilustracién No hay nada que objetar a la creencia general de que Federico II de Prusia esté integrado en el paradigma ideoldégico de la Ius- tracién, pero convendria, en un analisis mas detenido de lo que nos podemos permitir ahora, diferenciar tres entidades separa- das: la posici6n y la obra del soberano en el orden intelectual, el movimiento general de la Ilustracién y las caracteristicas especificas de la misma en suelo aleman. De este modo, cada uno de tales con- juntos quedara mejor sustantivado y se realzara lo que todos tienen de espontaneo. Deseamos evitar que el monarca prusiano y la Ius- tracién alemana puedan parecer meros seguidores de una moda. Escribe Rudolf Vierhaus!: «La Ilustracién, en tanto que movi- miento socio-cultural, no puede ser limitada a la «época de la Tlus- tracién». Su equiparacién con la racionalidad o con la critica 0 con la modernidad, es insostenible por mas que estos elementos sean constitutivos de la Ilustracién y formen parte de sus efectos... La Tlustracidn se transform6 en un estilo de pensamiento y de compor- tamiento, en un interés rector del conocimiento, en un motivo de accién. Se convirtié en programa de la comprensién del mundo, de la interpretacién de la vida hist6rico-social y de la conformacién del mundo. No se trata aqui de un sistema filos6fico cerrado, sino mas bien de una filosofia de la vida... que se extendié a todos los ambi- tos: desde la religién hasta la agricultura, desde la moral y la educa- cién hasta la ejecuci6n penal y la higiene. Fue, ademas, un pensa- miento empenado en la critica a la religién, la tradicién y las instituciones existentes». ) Acerea de ta interpretacién histérica de la Mustracién: problemas y perspectivas, en «La Uustra- én en Alemanias, ed. por P. Raabe /Wilhelm Schmidt Biggemann. Bonn, Hohwacht, 1979. 7 a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. PEDRO VOLTES animales estén adecuadamente mantenidos, y el rey Federico se ex- tiende largamente acerca de su alimentaci6n y tratamiento, habida cuenta de que la caballeria formaba una parte principal de su ejér- cito. Este debe llevar consigo hornos de hierro y el pan debe ser co- cido en cada parada. La galleta es util pero los hombres no quieren tomarla mas que mezclada con sopa. Federico II dedicé mucha atencion a la artilleria, recogiendo en- senanzas de las campaiias anteriores, y puede ser tenido también por precursor de la tactica moderna en su precepto de que los ca- nones concentren su fuego en espacios concretos, abriendo camino a la infanteria propia con bombardeos de una intensidad hasta en- tonces desusada. Es necesario disponer de un conocimiento exhaustivo del pais donde se va a guerrear, propugnaba. Algo se puede aprender antici- padamente de los mapas. «No dejéis de subir a la altura mas proxima con el mapa en la mano y estudiad el terreno. Tampoco dejéis de co- mentarlo con los viejos pobladores del mismo. Habéis de saber dénde hay vados y qué rios o pantanos se secan en verano. El maris- cal francés Villars fue derrotado en Malplaquet porque crey6 que ha- bia un pantano en uno de sus flancos y, en cambio, estaba seco. Con- cretad qué fondo tiene la columna de tropas que cabe en el camino que hayais de usar e informaos de los desfiladeros y sendas de las montanias. No acampéis nunca lejos del agua», preceptuaba. Se pue- den destinar oficiales a averiguar todo esto y el rey Federico dio ejemplo de temeridad en tales descubiertas, porque tenia mucha afi- cién a emprenderlas a solas y varias veces estuvo en peligro de caer prisionero del enemigo. El rey consideraba que, si los pobladores ha- bian huido dejando sus casas vacias, no habia obligacion de respetar- las y podia hacerse uso de la comida y el ganado que se encontrara. El rey prusiano fue precursor de la tactica moderna por el alto valor que otorg6, segtin vemos, al conocimiento y aprovechamiento del terreno, y asi recomendaba, por ejemplo, utilizar los cemente- rios como excelentes posiciones defensivas. Prohibe expresamente que se dividan las fuerzas propias y cita ejemplos de batallas perdi- das por tal causa. También ensefia varias maneras de forzar al ene- migo a que fraccione sus efectivos y recomienda que se estudien las campanias del mariscal francés Turena. Resefia varias estratagemas para que el enemigo crea que se le va a atacar en cierto sitio y luego se efectiie en otro. 90 Pedro Voltes nacié en Reus en 1926, lleva publicados mis de ochenta libros de historia y ciencias sociales, varios de ellos premiados con distinciones relevantes como el «Fermin Caballero», de la Real Academia de la Historia, Apenas salido de la infancia, se introdujo en periédicos y emisoras de radio y se multiplicé frecuentando con curiosidad los ambientes mis variados de Barcelona y consolidé esta avi- dez de novedades y conocimientos integrindo- se en la redacci6n de «La Vanguardia» en la que permanecié treinta afios. Esta licenciado en cinco facultades espafiolas y doctorado en Derecho y Filosofia y Letras y posce otros dos grados norteamericanos. Desde 1948 fue profe- sor, y desde 1968 catedratico, de la Universidad de Barcelona, y ha profesado también como sitante en la Universidad de las Fuerzas Armadas de Alemania, en Hamburgo y otros centros. Entre 1957 y 1982 dirigié el Instituto Municipal de Historia de Barcelona. Es miembro numerario de la Real Academia de Ciencias Econémicas y de la Academy of Sciences de Nueva York, y correspondiente de la Real de la Historia. Posee, entre otras distin- ciones, las Encomiendas de Isabel la Cat6lica, el Mérito Civil, Alfonso X, y la medalla de plata al Mérito en el Trabajo, asi como la italiana del Mérito de la Repiblica, la Orden francesa de las Palmas Académicas y la Cruz de Honor de pri- mera clase a Ia Ciencia y el Arte de la Repablica de Austria, galardones correlativos a estudios en tales paises, En esta misma colecién ha publicado Bismarck. leo de portada: Retrato de Federico Ul, “El Grande” rey de Prusia, de Anton Graff (1736-1813) Palacio Sanssouci, Potsdam. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. TEORIA Y PRACTICA DE LA GUERRA exigia contar con «ein nobles und respectables corps officiere» y los miembros del mismo habian de observar una conducta irreprocha- ble, abstenerse de deudas y vicios, asi como de frecuentar cafés y lo- cales con misica y tratar con gente civil y personas vulgares. Que los oficiales se casaran estaba mal visto o incluso prohibido, y no cabia ni pensar en que se les viera relacionandose con sejioritas de clase media o baja que, segtin decia el rey, «olian a grasa y manteca ba- rata». Muchos de los preceptos tacticos y normas de conducta los puso el rey en versos que redact6 con rimas y frases faciles de retener. Maestros y discipulos La admiraci6n que despert6é enseguida en toda Europa el genio militar de Federico II inclin6 a oficiales de variados paises a visitar Prusia y estudiar sus tropas y hechos, y fue correlativa a la devocién y detenimiento con que el rey habia analizado las vidas y hazamias de las numerosas figuras castrenses que florecieron en su época, para no mencionar otra vez sus lecturas de los clasicos. Entre otras perso- nalidades bélicas que Federico se goz6 en tratar y estudiar se cont6é el mariscal francés Charles Louis, duque de Belle-Isle, estrella de las guerras de Luis XIV y Luis XV, y también presente en la vida diplo- miatica y cortesana de los estados alemanes. De parecido porte era la figura de otro mariscal francés, Mauri- cio de Sajonia, a quien el rey prusiano traté cuando este se hallaba ya muy enfermo. Le retenia horas y horas, pendiente de sus pala- bras, sin recatar la avidez con que asimilaba sus ensefanzas. Figura- ron entre ellas las plasmadas en un libro del «maréchal de Saxe» so- bre el arte de la guerra titulado paraddjicamente Mes réveries, que el monarca prusiano tenia en la cabecera de su cama. Como es sabido, en la Europa de la época no era nada raro que un caballero prestase servicios militares en otros paises que el de su nacimiento, y en Es- pafia se asentaron multitud de forasteros que alcanzaron lugares de distinci6n en nuestros ejércitos. Lo propio ocurrié en Prusia donde, en curiosa convivencia, fueron acogidos protestantes france- ses y cat6licos escoceses e irlandeses. Entre los escoceses entraron brillantemente en la confianza e in- timidad de Federico los hermanos James y William Keith, revali- 93 PEDRO VOLTES dando el afecto que el rey habia tenido a otros parientes de los mis- mos que le habian reconfortado en la época de sus pesadumbres ju- veniles y hasta conspirado con él en su intento de fuga. James Keith habia sido general de las tropas rusas en las guerras contra los tur- cos, se puso luego al servicio de Prusia y el rey le nombr6 mariscal. Cuid6 entonces de llamar a su hermano William, que tenia el titulo hereditario de conde mariscal de Escocia, habia combatido bajo las banderas jacobitas y luego se habia instalado en Valencia llevando una vida epicirea, sin perjuicio de viajar por toda Europa y ser esti- mado en sus salones. «Milord Maréchal d’Ecosse», como se le llamaba en ellos, se con- virtié en el pivote central de la tertulia del monarca prusiano en Sans Souci. Durante treinta afios estuvo dando conversaci6n a Fede- rico, sin agotar los temas, que tanto podian consistir en los recuer- dos de sus antiguas campaiias, como en sus impresiones de Espafia o de Rusia o en las extravagancias de un raro séquito que llevaba siempre consigo. Lo componijan una joven turca llamada Ermetu- lla, el tibetano Stepan, el calmuco Ibraham y el negrito Mocha. Los hermanos Keith, huelga decirlo, mostraron enorme deli- cadeza y tacto en la corte prusiana y sélo sufrieron la animadversi6n de los diplomaticos ingleses, que tenian muy presente que ambos Keith estaban condenados a muerte en Londres. Un ministro inglés tuvo la impertinencia de quejarse ante Federico II del predica- mento de que disfrutaban aquellos proscritos. El rey le contesté se- camente que a él nunca le habia pasado por la cabeza escoger las amistades del soberano inglés. 94 Capitulo IX ESPANA Y EL REY FEDERICO La atracci6n reciproca Si el presente libro aspira a alguna cosa, no sera, desde luego, a constituir una novedad dentro de la bibliografia espaniola, puesto que hace dos siglos y medio que se vienen publicando en nuestro pais toda clase de escritos, la inmensa mayorfa laudatorios, acerca de la figura y la tarea de Federico II de Prusia. En sus Cartas, dice el padre Isla que «el Rey de Prusia es el mayor hombre del mundo», y puede estimarse que la opinion espafiola de la época abundaba en este juicio. «Todo lo que se publicaba en Francia sobre Federico -escribe Fa- rinelli'— encontraba en Espaiia lectores avidos. Los escritos traduci- dos de los afios 1780-90 sobre la vida, trabajos, hechos y pensamien- tos de Federico son legién». En 1767, don Ignacio Lépez de Ayala comenz6 una Historia de Federico el Grande de la que s6lo se publicé un tomo. Las guerras de Federico fueron tema de hojas, folletos, poesias, historias, cr6nicas, obras de teatro, y, en suma, de todos los géneros de la creaci6n literaria. Citemos, por ejemplo, de la trascen- dencia escénica de la figura del Gran Rey, las obras, clamorosamente aplaudidas en Madrid, Federico II, Rey de Prusia, Federico II en el campo de Torgau y Federico en Glatz, 0 la Humanidad (drama heroico), que, al pa- recer, formaban una trilogia. Como curiosidad, recordemos la obra de extravagante titulo El panadizo de Federico Il, o la peticién extratia, en cuyo nombre y argumento se advierte claramente el propésito de aprovechar la popularidad del rey para vincularle con una trama que hubiera podido muy bien desarrollarse sin su concurso. Es imposible resumir ahora los estudios y comentarios que ha ins- pirado desde su propio tiempo Federico II a los autores espanoles. ' Deutschlands und Spaniens literarische Beziehungen, en “Zeitschr, fiir vergleichende Litera- turgeschichte”, t. VII, 1912. 95 a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit 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INDICE GENERAL Capitulo I. La infancia del principe La Prusia de la época . La primera educacién . Capitulo II. UNAJUVENTUD DRAMATICA El enfrentamiento con el padre La boda de Federico ..... Las delicias de Rheinsberg Capitulo III. EL REYSORPRENDENTE El legado de Federico Guillermo I La subida al trono ... Las primeras decisiones Te 3 ener La familia real Los intimos del rey El rey y el auge de la masoneria Capitulo V. LA CONQUISTA DE SILESIA Un asombro duradero para Europa .. Virajes hacia una nueva Europa La segunda Guerra de Silesia . Capitulo VI. CARGAS Y GOZOS DE LA GRANDEZA Entre la autocomplacencia y la insatisfaccion Los aiios de entreguerras Ly Pd) en aaa ROM PSM ON e Cre Bos keri ee aig WfoN oe ems On ON OS area iy eas PC OR OPW RA cr kom Ue) nc Omer eae eee en OR RCO ome Cena Om Ren ee RU ORC cen ROSE CR ed Dereon Proc Rete RU Reo R RU Ce SOM Relig Se Bet einen Re CRO ORM eco ecm enim cor cnc Peer RU or Ro Ree kote cele Moms lc i menny POR creer Rey pes RETR CS may PO or eyc ovcier Re Roe oe keni an ur oooh mien arts OU BCR rea OUR Coon i oe ag que cada uno es responsable de sus propios actos. Pero Federico fue, ade- PO oR R CeO Oe oe ORAL Ee Rm! Pee Ie ae COR MeN Git crc Re Ee oe aR aco eB ier Me cer oni} clave del absolutismo monarquico, con todas sus grandezas y miserias. Cee mec OR Re Om cme uri ice Rio grafia sobre Bismarck en esta misma coleccién— consigue acercarnos al Rene oR in eo Ck OM one an UOne Pee On eer ow Cam ogee Ee RACE ORy co kud STe use oe ene ono nos AYER Y HOY praW ea

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