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dicotomia hecho-valor y olros ensayos Si la filosoffa desempefia alguna tarea en el mundo es la de clarificar nuestro pensamiento y despejar las ideas que nos obnubilan la mente. En este libro, uno de los filésofos mas importantes de la actualidad se enfrenta a algo que ha hallado un lugar en exceso destacado en la cultura popular y el pensamiento filosdfico: la idea de que si bien las afirmaciones facticas pueden ser establecidas o refuta- das racionalmente, las afirmaciones sobre valores son. enteramente subjetivas, no susceptibles de argumentacién racional a favor o en contra. Pese a que en ocasiones sea importante y util distinguir entre afirmaciones facticas y juicios de valor, Hilary Putnam argumenta que la distincién se vuelve netamente perjudicial cuando se identifica con una dicotomfa entre lo objetivo y lo puramente «subjetivo>. Retrotrayendo el problema a Ja concepcién de Hume de una «cuestién de hecho», as{ como a la distincién kantiana entre juicios (la longevi- dad, la salud, el acceso a la educacién a varios niveles, la oportu- nidad de crear y disfrutar de obras de arte, etc.), ello implicaria que Sen nos est4 pidiendo de nuevo la tarea imposible de razonar acerca de lo que es meramente subjetivo, 0 cuanto menos total- mente relativo a una cultura. Mi tesis es que ahi subyace una vez mas una dicotomia indefendible y que, de hecho, la objetividad que Habermas atribuye a las normas presupone la objetividad de por lo menos algunos valores. 18 EL DESPLOME DE LA DICOTOMIA HECHO/VALOR [...] En el capitulo 2 invoco el argumento de que (como sefialan Peirce y el resto de los pragmatistas clasicos) la ciencia misma pre~ supone valores —de que los valores epistémicos (coherencia, sim- plicidad y semejantes) son también valores, y estan en el mismo barco que los valores éticos con respecto a la objetividad—. El ca- pitulo 8, el capitulo final, desarrolla este argumento mediante una ojeada a la filosofia de la ciencia del siglo xx y la penosa historia de sus intentos por evadir esta cuestion. PRIMERA PARTE EL DESPLOME DE LA DICOTOMIA HECHO/VALOR Capituto 1 LOS ANTECEDENTES EMPIRISTAS éDonde esta la cuestién de hecho que aqui llamamos 7 men?; sefialadla; determinad el momento de su existencia; describid su esencia o naturaleza; exponed el sentido o la fa- cultad a los que se manifiesta. Reside en el alma de la persona ingrata; tal persona debe, por tanto, sentirla y ser conscien- te de ella. Pero nada hay ahi, excepto la pasién de mala vo- luntad o absoluta indiferencia. Mas no podemos decir que siempre y en todas las circunstancias estas cosas sean cri- menes. No; sdlo son crimenes cuando se dirigen contra per- sonas que previamente han expresado y manifestado buena voluntad para con nosotros. En consecuencia, podemos in- ferir que el crimen de la ingratitud no es ningtin hecho indi- vidual en particular, sino que surge de una complejidad de circunstancias, las cuales, al ser presentadas al espectador, provocan el sentimiento de censura segiin la estructura y constitucién particulares de su mente. . Davin Hume. Todos y cada uno de los presentes han ofdo alguna vez a alguien preguntar: «¢Se ha de considerar esto un juicio de hecho o un juicio de valor?». Lo que se est presuponiendo con este «rompecabezas> es que si es un «juicio de valor» no puede ser en absoluto un [enun- ciado de] «hecho», y un presupuesto afiadido es que los juicios de va- lor son «subjetivos». La concepcin de que los juicios de valor no son afirmaciones facticas y la inferencia de que, dado que no Jo son, en- tonces deben ser subjetivos, tienen una larga historia. Muchos cientf- ficos sociales de nuestro siglo han aceptado ambas ideas, y ello con 22 EL DESPLOME DE LA DICOTOMIA HECHO/VALOR consecuencias de enorme importancia, como veremos con detalle en el capitulo 3 (en conexién con el caso particular de la economia). Antes de examinar con més detalle la dicotomia entre hechos y valores resultard titi] observar una distincién diferente, que también se ha exagerado hasta alcanzar el rango de dicotomia y se ha mane- jado como si comprendiera una clasificacién exhaustiva de todos los juicios posibles, a saber, la distincidn entre lo analitico y lo sintético. «Analitico» es un término técnico del lenguaje filos6fico que, bajo la presién de ciertas tendencias imperantes en los primeros tiempos de ja filosoffa analitica, llegé a ser considerado el nombre idéneo para la clase de verdades que son «tautologias» 0 «verdaderas meramente en.virtud de su significado». Un ejemplo recurrente de este tipo de verdad supuestamente analitica es «Todos los solteros son no casa- dos» (los positivistas, al emplear los términos «analftico» y «sinté- tico», estaban tomando prestado el vocabulario de Kant —vocabu- Jario heredado a través de Frege y transformado por él en ese proceso—).! Los positivistas légicos sostenfan que las matematicas consisten en una serie de verdades analiticas, «Sintético» era el tér- mino de Kant para las verdades no analfticas. Su sorprendente afir- macién era que las verdades mateméticas son a la vez sintéticas y necesarias (a priori). En el siglo xx, los adversarios positivistas de Kant intentaron ampliar la nocién de lo «analitico» hasta abarcar la totalidad de las mateméticas (que segitin ellos eran, en efecto, meras convenciones lingiifsticas que no tenfan nada que ver con los he- chos). De modo que, para los positivistas, ambas distinciones, la dis- tincién entre hechos y valores y la distincién entre analftico y sin- tético, contraponen «hechos» a otra cosa: la primera distincion contrapone los «hechos» a los «valores» y la segunda contrapone los «hechos» a las «tautologias» (o «verdades analiticas»). Existe un amplio reconocimiento del desplome de esta forma caduca de la dicotomfa analftico/sintético desde que Quine la ata- cara en 1951, (Quine arguy6 que los enunciados cientificos no po- dian ser divididos de modo tajante en «convenciones» y «hechos»). En el capftulo 2 describiré el fenémeno (0, mas precisamenite, los fenémenos) que he llamado «la imbricacién de hecho y valor», y explicaré por qué la existencia de una tal imbricacién socava por completo la idea de un abisme omnipresente y fundamental entre LOS ANTECEDENTES EMPIRISTAS 23 los juicios de valor y los Ilamados «enunciados de hecho».? Me ba- saré en este fenémeno para aducir que esta dicotomia se desmo- rona de un modo totalmente andlogo a como lo hace !a dicotomia analitico/sintético (en efecto, esta dltima distincién también se de- rrumba a causa de una imbricacion, la de convencién y hecho).? En el capitulo 3 (que, cuando estos tres capitulds fueron expues- tos dentro de las conferencias Rosenthal, era la conferencia final), examinaré la obra de un gran economista y filésofo, Amartya Sen, con la finalidad de ver cémo la naturaleza misma de la «teorfa clasica» en economia se transforma en sus manos y cémo esta transtormacién es funcién directa del desplome de la dicotomia hecho/valor. Una versién de cada una de estas dicotomias, la dicotomia he- cho/valor («es» frente a «debe») y la dicotomia analitico/sintético («cuestiones de hecho» frente a «relaciones de ideas»), tuvo ca- rcter fundacional para el empirismo clasico, as{ como para su heredero del siglo xx, el positivismo légico. De modo que llegar a pensar sin estos dogmas es entrar en una auténtica «posmodemi- dad»: entrar en un campo totalmente nuevo-de posibilidades inte- lectuales en todas las esferas importantes de la cultura. Empezaré con algunas observaciones generales sobre dicoto- mias y distinciones, y luego abordaré en concreto las dicotomfas analitico/sintético y hecho/valor. UNA DISTINCION NO ES UNA DICOTOMEA: LO ANALITICO Y LO SINTETICO El punto de vista con respecto a la relacién entre «hechos» y «valores» que defenderé en este libro es el que John Dewey defendié practicamente a lo largo de toda su larga y ejemplar carrera. Lo que atacaba Dewey no era la idea de que, para ciertos propésitos, pueda ser util trazar una distincion (entre, digamos, «hechos» y «va- lores»). El blanco de su critica era mas bien lo que él Ilamaba el «dualismo» hechos/valores, uno de los muchos dualismos filoséficos que Dewey estaba interesado en identificar, diagnosticary exorci- zar de nuestro pensamiento. Una confusién que siempre tiende a provocar su obra (tal como he aprendido al ensefiarla) es la de 24 EL DESPLOME DE LA DICOTOMIA HECHO/VALOR que cuando Dewey ataca lo que él llama «dualismos» esta atacan- do todas las distinciones filoséficas asociadas a ellos. Nada mas lejos de la verdad: el caso de la dicotom{a analitico/sintético, pese ano ser uno de los ejemplos de dualismo filos6fico pernicioso fa- voritos de Dewey, ilustra la importancia de respetar la distincién entre un dualismo filosdfico y una distincion filosdfica. Los positivistas légicos introdujeron una célebre clasificacién tripartita de todos nuestros presuntos juicios dividiéndolos en «sin- téticos» (y, por ende, segtin los positivistas légicos, verificables o falsables empiricamente), «analiticos» (y, por ende, segtin los po- sitivistas légicos, «verdaderos [0 falsos] con arreglo sélo a las reglas [légicas]») y por ltimo —y esta categoria incluye especialmente todos nuestros juicios éticos, metaffsicos y estéticos— «carentes de valor cognitivo» (aunque puedan tener una funcién practica como imperativos, modos camuflados de influir en las actitudes de otros, etc.).* Aunque nuestro lenguaje ordinario es confuso y vago, de modo que algunas de sus oraciones pueden no ser clasi- ficables con claridad como analiticas 0 sintéticas (0 incluso como. dotadas 0 carentes de valor cognitivo), una vez que queda claro lo que el hablante quiere decir —tal vez después de haberle presen- tado un conjunto de precisas formulaciones alternativas en un lenguaje artificial—, la formulaci6n (0 «reconstruccién racional») clara que él escoja de lo que esta intentando decir, sea ésta cual sea, sera 1) verdadera (o falsa) en virtud de las reglas (0 conven- ciones) mismas del lenguaje artificial, 0 2) comprobable median- te la confrontacién con «oraciones observacionales», o 3) un me- ro sinsentido «cognitivamente hablando». Lo que he dicho antes acerca de la dicotom{ia hecho/valor, a saber, que se concebia como un «abismo omnipresente y fundamental», se podria decir tam- bién de la dicotomia analitico/sintético tal como la concebian los positivistas légicos. Decir que es «omnipresente» es decir que esta distincién se.concibe como aplicable absolutamente a todos los juicios significativos y absolutamente en todas las 4reas. Es mas, si un juicio no puede ser clasificado asi, entonces esto bastar4 pa- ra demostrar que el supuesto «juicio» es en el mejor de los casos ambiguo, que el hablante no tiene claro cud] de entre varios jui- cios diferentes quiere hacer 0, en el peor de los casos, que no se da LOS ANTECEDENTES EMPIRISTAS 25 en absoluto un auténtico juicio. Esta «distincién analitico/sintéti- co» (0, para usar la expresién de Dewey, este «dualismo» de lo analitico y lo sintético) es una ilusién metafisica. Decir que la dis- tincién analitico/sintético resulta «fundamental» es decir que, una vez que esta distincién (0, mas bien, este dualismo) fuese acepta- da, todos los problemas filoséficos.quedartan por ello mismo re- sueltos de inmediato. Los tinicos problemas por resolver serian técnicos, tales como los que los mismos positivistas logicos plan- tearon. Esta transicién crucial —de la que Dewey intenté alertarnos— de una inocente distincién a un dualismo metafisico puede obser- varse ya en la manera en que Kant concebia la distincién entre juicios analiticos y juicios sintéticos, pues Kant forz6 la pregunta: «Las verdades matematicas, ¢son analiticas 0 sintéticas?» (asi como preguntas similares acerca de muchos otros casos dificiles, por ejemplo, el principio de causalidad), Kant consideraba que los principios de las matemiaticas eran a la vez sintéticos y a priori, tesis que ha resultado anatema para los empiristas. La réplica de los positivistas légicos fue que los principios de las matematicas son efectivamente necesarios (como pensaba Kant), pero no sinté- ticos, sino analiticos.* Sin embargo, a fin de dar esta réplica, los positivistas légicos forzaron la nocién de analiticidad hasta ha- cerla afticos. Una vez que la categoria kantiana de lo sintético a priori deja de estar disponible, pasa a ser importante considerar la posibilidad ~~ante la que muchos metaffsicos se muestran atin reticentes— de que los principios de las matematicas sean distintos de los ejem- plos paradigmaticos de verdades analiticas («Todos los solteros son no casados») y también de los de verdades puramente des- criptivas («Los petirrojos tienen plumas»). Esto sirve para ilustrar una diferencia entre una distincién ordinaria y una dicotomia metafisica: las distinciones ordinarias tienen ambitos de aplica- cidn y no nos sorprende que a veces no sean aplicables. Los positivistas légicos no s6lo seguian a Kant al suponer que Ja forzada pregunta «¢analitico o sintético?» debe tener sentido apli- cada a las matematicas, sino que también pensaban que era aplica- ble a todo enunciado particular de la fisica tedrica. Por lo tanto —pe- 26 EL DESPLOME DE LA DICOTOMIA HECHO/VALOR se al hecho de que consideraciones de elegancia (en Jas que los positivistas légicos verfan la introduccién de un elemento de «con- vencién»), asf como la necesidad de que nuestras teorias fisicas en conjunto cuadren con los experimentos (con los«hechos», en la jerga de los positivistas légicos), conforman el modo en que desa- xrollamos y empleamos los conceptos en fisica—, tienen que sos- tener que la pregunta por, digamos, el caracter «analitico o sinté- tico» del principio de conservacién de la energia no es sélo una pregunta significativa, sino que ademas es una pregunta que hay que responder si queremos embarcarnos en el proyecto de ha- cer que muestra fisica sea (enteramente) «racional». Quine critic a los positivistas, en primer lugar, por su «fracaso en apreciar que este rasgo legislativo [en otras palabras, el elemento de conven- cién] es un rasgo de las hipdtesis cientificas de una manera muy general»® (mds que una propiedad de ciertas proposiciones cienti- ficas particulares y no de otras) y, en segundo lugar, por su «fraca- so en apreciar que es un rasgo del acontecimiento pasajero mas que de la verdad por él instituida» (en otras palabras, el hecho de que una proposicién sea inicialmente aceptada como una convencién no implica que no haya que someterla luego al tribunal del expe- rimento, al igual que el resto de las oraciones de la teoria). Resu- miendo todo esto en una brillante metaéfora, Quine escribié: «El saber de nuestros padres es un tejido de proposiciones. En nues- tras manos se desarrolla y modifica a través de retoques y afiadi- dos mds o menos 'arbitrarios y deliberados por nuestra parte, mo- tivados mds o menos directamente por la continua estimulacion de nuestros érganos sensoriales. Es un saber gris pélido, negro por el hecho y blanco por la convencién. Pero no he encontrado razo- nes de peso para concluir que haya en él ninguna hebra lo bastan- te negra ni lo bastante blanca».” Quine, sin embargo, fue demasiado lejos en su ataque inicial a Ja distincién‘en su famoso ensayo «Dos dogmas del empirismo»,* donde perdia de vista el punto principal al negar, de hecho, que tenga sentido alguno distinguix una clase de verdades analiticas (por ejemplo, «Todos los solteros son no casados») de las verdades sujetas a comprobacién observacional («Todas las estrellas de la secuencia principal son rojas»). Y, en efecto, gran parte de la filo- LOS ANTECEDENTES EMPIRISTAS 27 sofia de las matematicas de Quine parece ser un intento de asimi- lar la verdad mateméatica a las verdades de la fisica (lo cual, mas que implicar que la cuestién «analitico o sintético» sea irreme- diablemente confusa, parece implicar que las proposiciones ma- tematicas son «sintéticas» en el sentido de Kant). Otros, sin em- bargo, empezando por mi mismo, hemos argumentado que puede aceptarse la intuicién de Quine (que hay amplias categortas de pro- posiciones que no pueden clasificarse simplemente como verdades analiticas 0 como enunciados de hechos observables) y a la vez no abandonar la modesta idea de que hay también casos que caen en uno u otro lado de la siguiente distincién especificable: enuncia- dos de un cierto lenguaje que son trivialmente verdaderos en vir- tud del significado de sus palabras y enunciados que no lo son; posteriormente, Quine mismo concedié que yo tenia razon e in- tenté enunciar la diferencia con precisién."® Yo afiadirfa que reco- nocer una diferencia entre tales enunciados trivialmente verdaderos ~—independientemente de cémo caractericemos lingitfsticamente esta clase— y otros tipos de enunciados no implica que todos los demas tipos de enunciados se subsuman bajo una tinica clase de «enunciados acerca de cuestiones de hecho» (Hume) o de «enun- ciados sintéticos» (Kant). En resumen, doinesticada de este mo- do, la nocién de enunciado analitico resulta ser una nocién modes- ta y en ocasiones Util, pero ya no esa poderosa arma filoséfica capaz de funciones tan maravillosas como la de explicar por qué las verdades matematicas no representan ningtin problema en ab- soluto para el empirismo.' Otro punto acerca de la dicotomfa analitico/sintético, que ya he mencionado de pasada pero que quiza merece la pena repetir, es que, al concebirse dicha dicotomia como filoséficamente obliga- toria, se interpretaban ambos lados de la distincién como géneros naturales, cada uno de ellos una categoria cuyos miembros posefan una propiedad «esencial» en comin. Para los positivistas, esto sig- nificaba no sélo que todos los miembros de la (asf inflada) catego- ria de lo analitico tenfan supuestamente la propiedad de ser «ver- daderos [meramente] en virtud de las reglas del lenguaje», sino también que todos los miembros de Ja clase complementaria, los enunciados xo analiticos, tenfan la propiedad de ser «descripcio- 28 EL DESPLOME DE LA DICOTOMIA HECHO/VALOR nes de hecho», tomando como modelo original el tipo de hecho empfrico que uno puede figurarse.” La posibilidad de que hubiera muchos géneros de enunciados «no analiticos» y la de que identi- ficar un enunciado como no «analitico» no equivaliera (todavia) a identificar un género de enunciado filosdficamente interesante que- daban descartadas desde el principio. ‘La HISTORIA DE LA DICOTOMIA HECHO/VALOR La historia de la dicotomia hecho/valor es en ciertos aspectos paralela a la de la dicotomia analitico/sintético. Al igual que esta Ultima, es anticipada por una dicotomia humeana: la implicita en Ja famosa doctrina de Hume de que no se puede inferir un «debe» a partir de un «es».'3 Aunque son muchds los autores que suscriben sin reparos la afirmacién de Hume de que uno no puede inferir un «debe» de un «es» (a veces se habla de la «ley de Hume»), las razones aducidas en su favor por el propio Hume no son en absoluto aceptadas por quienes le citan de manera tan aprobatoria."* Una pista de que la afirmacién «no se puede inferir un “debe” de un “es”» presupone una metaffsica sustancial (y que no se tra- ta, por el contrario, de una simple observacién légica) es que na- die, ni siquiera el mismo Hume, la ha tomado nunca como una mera afirmacién sobre la validez de ciertas formas de inferencia, andloga a la de que «no puede inferirse “p” y “g” de “p” 0 “q”». Efectivamente, si la afirmacién fuese simplemente acerca de la forma de ciertas inferencias, prohibiria inferir «debe hacerse x en tales-y-cuales circunstancias» de «hacer x en tales-y-cuales cir- cunstancias es bueno y evitar hacer x en esas mismas circunstan- cias es malo». Por supuesto, muchos filésofos contestarian este a ejemplo diciendo que no entra en conflicto con el dictum de Hu- me porque es un caso de inferencia de un «debe» a partir de otro adebe», Pero ésta es precisamente mi tesis. La capacidad de‘estos mismos filésofos de reconocer enunciados del tipo «hacer x en ta- les-y-cuales circunstancias es bueno, y evitar hacer x en esas mis- mas circunstancias es malo» como casos de «debe» no descansa LOS ANTECEDENTES EMPIRISTAS 29 en ninguna caracteristica propia de la forma del enunciado, sino mas bien en la comprensién de su contenido. ‘Tampoco la entiende el mismo Hume (ni ninguno de sus lecto- res) como una afirmacion sobre los cdnones de la inferencia formal. Hume presuponia mds bien una dicotomia metafisica entre «cues- tiones de hecho» y «relaciones de ideas» (la dicotomia que constituye su anticipacién terhprana de la «distincién analitico/sintético»), Lo que Hume queria decir era que cuando un juicio con «es» descri- be una «cuestién de hecho», no puede derivarse de él ningtin jui- cio con «debe». La metaffsica humeana de las «cuestiones de he- cho» constituye todo el fundamento de la supuesta inderivabilidad de los «debe» a partir de los «es». Sin embargo, el criterio de Hume para las «cuestiones de he- cho» presupone lo que podriamos lamar una «seméntica figura- tiva».'* En la teorfa de la mente de Hume, los conceptos son un tipo de «idea», y las «ideas» son ellas mismas figurativas: el tni- co modo en que pueden representar cualquier «cuestién de hecho» es asemejdndose a ella (aunque no necesariamente en sentido vi- sual —las ideas pueden ser también tdctiles; olfativas, etc.—). Las ideas también tienen, no obstante, propiedades no figurativa: pueden entrafiar o estar asociadas a sentifnientos, es decir, emo- ciones. Hume no dice tan sélo que no podemos inferir un «debe» de un «es»; afirma, en sentido mas amplio, que no hay «cuestién de hecho» acerca de lo correcto ni cuestién de hecho acerca de lawvir- tad. La razén de ello es que, si hubiese cuestiones de hecho acerca de la virtud y el vicio, entonces tendria que ser el caso (si acepta- mos la «seméntica figurativa») que la propiedad de la virtud fuera figurable en el modo en que lo es la propiedad de ser una manzana. La conclusién de Hume de que no hay cuestiones de hecho de ese tipo era la correcta, dada su concepcién semdntica. Mas atin, da- do que las «pasiones» 0 «sentimientos» eran las tinicas propieda- des remanentes de las «ideas» que Hume creia tener a su alcance para explicar por qué tenemos una impresion tan fuerte de que exis- ten tales cuestiones de hecho, eva bastante razonable que llegara a Ja conclusién de que los componentes de nuestras «ideas» que co- rresponden a juicios sobre la virtud y el vicio no son nada més que «sentimientos» suscitados en nosotros por la «contemplacién» de 30 EL DESPLOME DE LA DICOTOMIA HECHO/VALOR las acciones pertinentes debido a la «estructura y constitucién par- ticulares» de nuestras mentes.'7 La doctrina de que «no puede inferirse un “debe” a partir de un “es"» posee una caracteristica que hemos observado en relacién con la dicotomia analitico/sintético: un lado de la distincién de- signa una clase con una caracteristica mas o menos distintiva. En el caso de la filosofia moral de Hume, la clase en cuestién es la de Jos juicios que contienen «la idea» del debe. Asi descrita, esa clase presupone el desacreditado discurso de los siglos xvil y XVIII acer- ca de las «ideas», pero si queremos desinflar la dicotomia implici- ta en los argumentos de Hume, podemos corregir este defecto ha- blando en su lugar de la clase de juicios que incluyen la palabra «debe» en uno de sus usos éticos. En realidad, asi descrita, esta clase es algo vaga (dado que no esta claro cuando un uso de «de- be» es un uso «éticos), pero al igual que en el caso de la nocién de una «verdad analiticas, seria prematuro negar que haya tal clase en absoluto sobre la base de la mera vaguedad de sus limites. Mas atin, guiados por las propias observaciones de Hume en su Inves- tigacién sobre los principios de la moral, podemos ampliar esa cla- se incluyendo en ella los juicios que contienen no sélo la palabra «debe», sino también las palabras «correcto», «erréneo», «virtud», «vicio» y derivados tales como «virtuoso» y «vicioso», al igual que «bueno» y «malo» en su uso ético."* La clase resultante —llamé- mosla clase de los juicios de valor paradigmdaticos— contendria la gran mayoria de los ejemplos que aparecen en los escritos de los partidarios de lo que estoy llamando «dicotomia» hecho/valor. Con- ceder que efectivamente existe una clase (aunque con limites algo vagos) de verdades que pueden llamarse «analiticas» 1) no parece, en si mismo ni por sf mismo, conducir a la soluci6én de ningin problema filoséfico, 2) no nos dice exactamente qué es lo que los miembros de la clase tienen en comén ni 3) tampoco nos obliga en absoluto a aceptar que el complementario de tal clase (la clase de las verdades y falsedades no analiticas) sea un género natural cuyos miembros poseen algun tipo de esencia comin. De modo similar, conceder que hay una clase de juicios (paradigmatica- mente éticos) que contiene quiz nueve, diez o una docena de pa- labras éticas familiares 1) no resuelve ningiin problema filos6fico, LOS ANTECEDENTES EMPIRISTAS 31 2) no nos dice qué es exactamente lo que convierte una palabra ex palabra ética, 3) ni tampoco nos obliga a aceptar que todos los jui- cios no éticos pertenezcan a uno o incluso dos 0 tres géneros na- turales, El papel de Kant en la evolucién subsiguiente de lo que habia de llegar a ser la dicotomia hecho/valor contempordnea es dema- siado complejo para abordarlo aqui con detalle, porque su filoso- fia misma es demasiado compleja como para despacharla en un breve repaso. Baste decir que muchos filésofos morales kantia- nos han interpretado —y han estado de acuerdo con esta inter- pretacién— que la tesis de Kant era que los juicios de valor tie- nen el cardcter de imperativos (Kant mismo habla de «reglas> y «méximas», as{ como del famoso «imperativo categérico»). Se- gun ellos, «El asesinato esté mal» es un modo de decir «No mata- ras», y ésta no es una descripcién de hecho alguno (en este pun- to, por tanto, Kant —asf interpretado— acaba concordando con ume). Pero, en cualquier interpretacién plausible de la concep- cién de Kant, semejante observacién no puede ser sélo la expre- sion de un «sentimiento» ni tampoco la simple mezcla de un jui- cio (que se dan determinadas circunstancias) y de la expresién de un «sentimiento» (en relacién con dichas' circunstancias). Aqui Kant esta en rotundo desacuerdo con Hume. Todos los intérpre- tes de Kant piensan que éste sostenia que los enunciados morales pueden ser justificados racionalmente; de hecho, la totalidad de la filosofia moral de Kant es una explicacién de cémo puede ser és- te el caso, Aunque hay algunos destacados filésofos morales (por ejemplo, Barbara Herman y Christine Korsgaard) que piensan que la con- cepcién kantiana —por lo menos tal como la reconstruye John Rawls— es bdsicamente correcta, la mayoria de los fildsofos con- temporaneos consideran que la filosofia moral de Kant depende excesivamente del resto de la metafisica kantiana, una metafisica que pocos filésofos se ven hoy capaces de aceptar, si es que hay al- guno que lo haga.’ ¥ del mismo modo que el desplome de Ja cre- dibilidad filoséfica de la nocién kantiana de «verdad sintética a priori» llevé a los positivistas légicos a volver a una version enor- memente exagerada de la idea de Hume de que un juicio o es ana- 32 EL DESPLOME DE LA DICOTOM{A HECHO/VALOR litico (trata de «relaciones de ideas») o sintético a posteriori (trata de «cuestiones de hecho»), y también a ampliar lo analitico (dado que el intento del empirismo clasico de demostrar que las mate- maticas son sintéticas a posteriori no funcioné), asi el desplome de la credibilidad filoséfica de la nocién de Kant de una «raz6n pura. prdctica» (y con ella la de la variedad kantiana de una ética a prio- ri fundamentada en esta nocién) llevé a los positivistas légicos a volver a una version enormemente exagerada de la idea de Hume de que los juicios éticos no son enunciados de hecho, sino expre- siones de sentimiento o bien imperativos disfrazados.” En esta ul- tima idea resulta atin evidente una influencia residual kantiana, pero con un giro humeano: para el positivista, estos imperativos no pueden ser justificados racionalmente, sino que simplemente reflejan, en el fondo, el estado «volitivo» del hablante. Esta exclusién de los enunciados éticos del dominio del discur- so racional recibe expresién vehemente por parte de Carnap en su pequeiio libro The Unity of Science."' Tras explicar que todos los problemas no cientificos son «una confusi6n de [...] pseudopro- blemas», escribe: Todos los enunciados pertenecientes a la metafisica, la ética re- gulativa y la epistemologia (metafisica) tienen este defecto: son de hecho no verificables y, por tanto, acientificos. En el Circulo de Vie- na estamos acostumbrados a describir tales enunciados como sinsen- tidos (siguiendo a Wittgenstein). Esta terminologia debe entenderse en el sentido de que implica una distincién légica, no psicoldgica, por ejemplo; con su uso se pretende tinicamente aseverar que los enunciados en cuestién carecen de cierta caracteristica légica co- miuin a todos los enunciados propiamente cientfficos [a saber, la verificabilidad. HP]; no pretendemos aseverar Ja imposibilidad de asociar concepcidn o imagen alguna con estos enunciados no va- lidos Idgicamente. Las concepciones pueden ser asociadas con cual- quier serie de palabras arbitrariamente compuesta; y los enunciados metafisicos son altamente evocadores de asociaciones y sentimien- tos tanto en los autores como en los Jectores,?* . Tanto en la distincién analftico/sintético como en la de hecho/ valor (que se han inflado hasta alcanzar el estatus de dicotomias LOS ANTECEDENTES EMPIRISTAS 33 metafisicas) puede observarse que cada uno de sus miembros de- signa una clase con una caracterfstica mas o menos distintiva. Los casos paradigmaticos de la clase de verdades que constituian el la- do analftico de la distincién analitico/sintético en Kant eran verda- des de la forma «Todos los A son B», donde el sujeto ‘A «contiene» la propiedad denotada por el término predicado B, por ejemplo, «Todos los solteros son no casados», y sus consecuencias légicas, por ejemplo, «No hay solteros casados», etc.** La distincién o dicotomia hecho/valor nacié de manera algo distinta en.tanto que Hume no introdujo ningin término tnico para lo que hoy llamamos «juicios de valor» (aunque tenia a su disposicién el término «moral»). En lugar de ello, Hume examina términos valorativos particulares, como «crimen», «debe», «virtud» y similares. Pero el contexto es siempre el contexto de la ética. Asi, la clase de términos valorativos en discusién es, casi invariable- mente, la clase de los términos que protagonizan los ejemplos de juicios éticos en los escritos de los filésofos. Desde Hume, el hecho de que haya muchos tipos de juicio de valor que no pertenecen a una variedad ética (o «moral») tiende a ser obviado en las discusiones filoséficas sobre la relacion entre los (llamados) valores y los (llamados) hechos. Esto es especial- mente cierto en el caso de los positivistas. Por lo general, Carnap no habla de «juicios de valor» sino sélo de enunciados de «ética regulativa» (0 «ética normativa»). Reichenbach, cuando se ocupa del miembre «valor» de la dicotomta hecho/valor, escribe sobre «La naturaleza de la ética».* ¥ en el libro de Charles Stevenson ti- tulado Facts and Values no hay una sola referencia a juicios de va- lor fuera de la ética. No es que estos autores quieran negar que los juicios, digamos, estéticos sean casos de juicios de valor; para la mayor parte de ellos se trata ante todo de rechazar la supuesta objetividad o racionalidad de la ética, y creen que al deshacerse de ella proporcionan una explicacién que abarca asimisme todos los demas tipos de juicio de valor Si desinflamos la dicotomia hecho/valor, lo que obtenemos es esto: que hay que trazar una distincion (una distincion util en al- gunos contextos) entre juicios éticos y otros tipos de juicios, Este es indudablemente el caso, al igual que es indudablemente el caso 34 EL DESPLOME DE LA DICOTOM/A HECHO/VALOR que hay que trazar una distincién (que también resulta util en al- gunos contextos) entre juicios quimicos y juicios que no pertene- cen al campo de la quimica. Pero no se sigue nada metafisico de la existencia de una distincidn hecho/valor en este (modesto) sentido. EL Labo «PACTICO» DE LA DICOTOMIA Una manera de resumir la conclusion precedente podria ser és- ta: la dicotom{a hecho/valor es, en el fondo, no una distincion si- no una ‘esis, a saber, la tesis de que la «ética» no trata de «cues- tiones de hecho». En el caso de Hume, esta tesis no se entend{a en. el sentido de proscribir Ja posibilidad de que un filésofo escribie- ya un manual sobre moral, mientras que, con toda certeza, Carnap si Ja entendia en ese sentido. (En el fragmento de The Unity of Science citado mas arriba, a las expresiones éticas no se les conce- de més significado que a «una serie cualquiera de palabras com- puesta arbitrariamente».) Hume era capaz de combinar su no cog- nitivismo en ética* con la fe en la existencia de una cosa tal como la sabiduria ética, porque compartia la tranquilizadora presun- cién dieciochesca de que toda persona inteligente y bien informa- da que dominase el arte de pensar acerca de las acciones y los problemas humanos de un modo imparcial experimentarfa los «sentimientos» adecuados de aprobacién y desaprobacién en las mismas circunstancias, a menos que hubiese algun defecto en su constituci6n personal. Esto ha Hlevado a muchos comentaristas a interpretar a Hume como si sostuviera que «bueno» significa «tal que obtiene la aprobacién de la mayorfa de las personas imparcia- les y bien informadas»; pero se trata de una interpretacién erré- nea, Hume pensaba que la mayoria de las personas imparciales y bien informadas aprobarian todo aquello que fuera bueno, pero nunca afirmé que éste fuera el contenido de la «idea» de lo bueno; de ser asi no habria afirmado que no hay ningtin «hecho» que sea el * El no cognitivismo con respecto a la ética es ta posicién segiin la cual los juicios éticos, en la medida en que carecen de valor veritativo —no pueden ser verdaderos ni falsos—, no son cognoscitivas. (N. det t.} LOS ANTECEDENTES EMPIRISTAS 35 hecho de que algo es una virtud, un vicio, etc., y lo afirmé clara- mente. Por ejemplo, Hume escribe con respecto al concepto de crimen en el sentido dieciochesco de «falta moral grave» (no en el sentido meramente juridico en que se usa en la actualidad): «El crimen de ingratitud no es ningtin hecho individual, sino que sur- ge de un complejo de circunstancias que, al presentarsele al es- pectador, provocan el sentimiento de censura segin la estructura y constitucién particulares de su mente» (cursivas en el original). Sin embargo, el interés de Hume por el caracter (no cognitivo) de los conceptos éticos formaba parte de un interés mds amplio por la ética en cuanto tal.” Su andlisis de la naturaleza de los juicios éticos era preliminar al tratamiento general de toda una rama au- ténoma de la filosofia —la moral—a cuya adecuada reconstrucci6n atribuia implicaciones sociales y politicas de envergadura. Este in- terés mas general se ha desvanecido considerablemente cuando lle- gamos a alguien como C. L. Stevenson, y esta intencionadamente ausente en Carnap y en muchos de sus seguidores.”* El propésito de Carnap era expulsar la ética del dominio del conocimiento, no reconstruirla. Pero la confianza de los positivistas logicos en que po- drian expulsar la ética del dominio de lo racionalmente discutible de- rivaba en parte del modo en que, en sus manios, los dualismos anali- tico/sintético y hecho/valor se reforzaban mutuamente. Segtin los positivistas, para constituir conocimiento, las «proposiciones» éti- cas deberian ser o bien analiticas, cosa que manifiestamente no son, 0 bien «facticas». Y el convencimiento de los positivistas de que no podian ser facticas, al igual que el de Hume de que «el cri- men de la ingratitud no es ningtéin hecho individual», derivaba del convencimiento de que sabian exactamente qué es un hecho. En Jos escritos de los positivistas, tanto en el caso del dualismo de enunciados analfticos y facticos como en el del dualismo de juicios éticos y facticos, es la concepcién de lo «factico» la que hace todo el trabajo filos6fico. Pero la ciencia ha cambiado radicalmente desde los dias de Hume, y los positivistas se vieron cada vez mas forzados a aban- donar su noci6n inicial de hecho, en cierto modo similar a la de Hume, con el fin de hacer justicia a la revolucién cientffica de la primera mitad del siglo xx. Y, como demostraré, al revisar su no- 36 EL DESPLOME DE LA DICOTOMIA HECHO/VALOR cién de hecho destruyeron el mismisimo fundamento sobre el cual habfan erigido la dicotomia hecho/valor. En tiempos de Hume, todavia era razonable mantener que no habia predicados cientificamente indispensables referidos a enti- dades no observables por los sentidos humanos.” Si bien los «to- mos» figuraban en una parte importante de la especulacién cienti- fica de la época (principalmente la britanica), Locke sostenia que nunca podremos saber nada sobre ellos, y Berkeley y Hume esta- ban absolutamente determinados a descartar tales especulaciones por ininteligibles, del mismo modo que consideraban (filoséfica- mente) ininteligible hablar de puntos en geometria o de infinitesi- males en cdlculo.” En efecto, la nocién humeana de «hecho» es simplemente la de algo de lo que puede haber una «impresién» sensorial. Cuando Hu- me se pregunta, por ejemplo, cual es el componente factico en la nocién de causalidad y qué es lo que afiade al hecho mediante al- gtin tipo de proyeccién, y decide que lo que la proyeccién afiade es la idea de necesidad (en otras palabras, de causacién), todo lo que tiene que hacer a continuacion es preguntarse si hay tal cosa como una «impresién» de necesidad. (Resulta ciertamente intere- sante que tantos filésofos contempordneos, que siguen pensando que Hume «mostr6» que no hay nada que se pueda considerar un hecho ético, rechacen los argumentos idénticos propuestos por el mismo Hume en conexién con la causalidad...) La situaci6n era, sin embargo, muy distinta en la época en que se constituy6 el Circulo de Viena. Se sabia que existfan cosas ta- les como las bacterias, no «observables» en el sentido de los posi- tivistas logicos (pero sf con la ayuda de un microscopio), y, a pe- sar de que antes de los experimentos de Perrin de 1909 sobre el movimiento browniano algunos de los mejores fisicos del mundo negaban la realidad de los «Atomos», tras estos experimentos ca- si todos los fisicos en activo (aunque no fisicos-filésofos como Mach y Bridgman) estaban dispuestos a considerarlos cosas per- fectamente reales. Es mas, en esa época se estaba descubriendo con rapidez la estructura interna de los 4tomos —electrones, pro- tones y neutrones, seguidos de positrones, mesones y una multi- tud de otras particulas, pasaron a formar una parte importante LOS ANTECEDENTES EMPIRISTAS 37 de la ontologia cotidiana de los fisicos-—-. Los mismos positivistas légicos quedaron, profundamente impresionados por los éxitos de la teorfa de la relatividad, que habla de un «espacio-tiempo cur- vo», y de la mecanica cuantica. La idea de que un «hecho» es s6- lo una «impresién» sensorial parecfa dificilmente sostenible por més tiempo. Pero los positivistas légicos atin se opusieron a aceptarlo du- rante mas de una década.*! La celebrada obra de Carnap Der lo- gische Aufbau der Welt [La construccién légica del mundo], publi- cada en 1928, sostenfa que todos los enunciados facticos son transformables en enunciados acerca de las experiencias senso- riales, propias del sujeto, o Elementarerlebnisse. Algunos miem- bros del Circulo de Viena insistfan incluso en que un enunciado significativo jdebfa ser verificable de manera concluyente median- te confrontacién con la experiencia directa! En el fondo, la con- cepcién original de los positivistas légicos consistia en que un «hecho» era algo que podia ser certificado por la mera observa- cién o incluso por el mero informe de una experiencia sensorial. Si ésta es la nocién de hecho, no es de extrafiar que los juicios éti- cos no sean «facticos»... Carnap, sin embargo, se mostré contrario al requisito de veri- ficabilidad concluyente y, en 1936, liberalizé ligeramente el re- quisito de que todos los predicados facticos debian poder defi- nirse mediante términos observacionales. Pero atin segufa siendo el caso que 1) una condicién necesaria que un enunciado tenfa que cumplir para valer como «cognitivamente significativo» era ser expresable en «el lenguaje de la ciencia» (con arreglo a la for- malizacién de los positivistas légicos), y 2) los predicados admi- tidos en la parte «factica» del lenguaje de la ciencia tenfan que ser «términos observacionales» o reductibles (por medios bien es- pecificados y delimitados) a términos observacionales.® (Otros predicados, matematicos y légicos, podian admitirse en la parte «analitica».) La descorazonadora consecuencia era que los enun- ciados sobre bacterias, electrones o el campo gravitacional tenfan que ser «reducidos» a términos observacionales o bien calificados de «sinsentidos» (junto con «la metafisica» y «la ética normati- va»). O bien nunca hablamos realmente de Atomos (tal discurso 38 EL DESPLOME DE LA DICOTOMIA HECHO/VALOR seria s6lo una facon de parler, como pensaban tantos fisicos antes del experimento de Perrin), o bien, si lo hacemos y dicho discur- so es en efecto «cognitivamente significativo», entonces el «crite- rio de significatividad» de los positivistas logicos deberfa some- terse a una revisién radical. Hacia 1938, Carnap habfa llegado a la conclusién de que este tltimo era el unico curso de accién po- sible. La revision implicé abandonar por completo el requisito de que un predicado féctico significativo tuviera que ser o bien un predicado observacional o bien «reductible» a predicados obser- vacionales. En su Fundamentos de ldgica y matemdticas* de 1938, Carnap conced{fa que términos problematicos tales como «elec- trén» y «carga» no se introducen en fisica mediante definiciones (ni siquiera mediante «reducciones»); sino que son simplemente «considerados primitivos»* (algo en lo que el fisico-filésofo brita- nico Norman Campbéll habia insistido durante mucho tiempo).** En la medida en que el sistema en su conjunto nos permite prede- cir mejor nuestras experiencias con tales «términos abstractos» que sin ellos, esos términos tienen que ser aceptados como «em- piricamente significativos». {Pero esto acabé planteando un mon- tén de problemas!” Un problema obvio tenia que ver con la cuestién que nos ocupa en este momento: ¢qué es exactamente lo que los positivistas légi- cos, los promotores mas influyentes de la dicotom{fa hecholvalor, entienden por hecho? Desde el criterio revisado de significatividad cognitiva de los positivistas légicos, lo que tiene «contenido facti- co» es el sistema de enunciados cienttficos en su conjunto. ¢Pero qué hay de Jos enunciados individuales? En este punto, la concepcién de Carnap seguia poderosamen- te influida por el empirismo clasico.* En sus escritos subsiguien- tes, Carnap continuardé trazando una distincién tajante entre los «términos observacionales» (es decir, el vocabulario referido a «propiedades observables»), de los que ahora diré que son «in- terpretados completamente»* (0 sea, que su significado es inde- pendiente), y los «términos tedricos» tales como bacteria, electron y campo gravitacional, de los que dira que son «interpretados sdlo parcialmente». En efecto, aunque tales términos se admiten en el LOS ANTECEDENTES EMPIRISTAS 39 lenguaje cientffico, se consideran meros dispositivos para obtener las proposiciones que realmente enuncian los hechos empiricos, a saber; las proposiciones observacionales. LA POBREZA DE LA CONCEPCION DEL LENGUAJE DE LOS POSITIVISTAS LOGICOS Como hemos visto, Carnap se limitaba a tachar la ética norma- tiva de «sinsentido», sin examinar detalladamente ni un solo con- cepto ético, Sin embargo, he ofdo defender que Carnap habria ad- mitido de buena gana la existencia (e incluso la importancia) en el lenguaje ordinario de conceptos que se resisten a ser clasificados como «descriptivos o normativos» —como el concepto de cruel- dad, que discutiremos con detalle en el préximo capitulo—.” La propuesta es que, «a lo sumo», él habria insistido en que, cuando reconstruimos racionalmente nuestro lenguaje, necesitamos trazar una distincion «clara y tajante» entre términos valorativos y tér- minos descriptivos. . Bien, imaginemos que un historiador describe a cierto empe- rador romano como «cruel» y Carnap le ptegunta: «¢Dice usted eso como juicio de valor o como descripcién?». Supongamos que el historiador contesta: «Como descripcién». ¢Qué dirfa entonces Carnap? . Est bastante claro lo que dirfa. Primero preguntaria: «Si cruel funciona como predicado descriptivo en su historia, es un térmi- no observacional o un término tedrico? (La dicotomfa observacio- nal/tedrico fue también objeto de acerados ataques a partir de 1960, y sin embargo era absolutamente esencial al ultimo proyec- to de Carnap de «reconstruccién racional» de los dominios del discurso significativo.)” Carnap también exigia que la lista de «términos observaciona- les» contuviera sdlo términos referidos a propiedades «cuyo pro- cedimiento probatorio» fuera «extremadamente simple (como en los [...] ejemplos que se acaban de mencionar)». Los ejemplos aca- bados de mencionar (en el tiltimo escrito en que trata en profun- didad el tema) eran azul, caliente, grande, mds caliente que y conti- 40 EL DESPLOME DE LA DICOTOMIA HECHO/VALOR guo a.” Obviamente, la crueldad no es «una propiedad cuyo pro- cedimiento probatorio» sea «extremadamente simple» («como en los [...] ejemplos que se acaban de mencionar»). (Tampoco es una «disposicién observable» en el sentido técnico de Carnap.)* La wanica posibilidad que queda es que se trate de un «término teéri- co», de modo que Carnap preguntaré al historiador: «Si cruel es un término tedrico, zeudles son exactamente los postulados a par- tir de los cuales se introduce?». Supongamos que el historiador replica que «cruel» no es el nombre de una hipotética propiedad fisica como carga, que postulamos para explicar cientificamente y predecir ciertos fenémenos, sino més bien un término que figura en un cierto tipo de comprensién reflexiva de la justificacién de - una conducta, un modo de comprender cémo se siente y acta el agente y cémo otros perciben esos sentimientos y acciones. En- tonces Carnap replicara indudablemente: «Usted esta hablando de algo que requiere el niisterioso Verstehen de Weber o algtin proce- so similar, y eso es un mero sinsentido metaffsico». Carnap pretendia de ese modo que el lenguaje cognitivamente significativo se pareciera al lenguaje de la ffsica. Aunque muy po- cos filésofos suscribirfan hoy criterios de inteligibilidad verifica- cionistas del tipo de los propuestos por Carnap, muchos fildsofos analiticos angloamericanos contintian pensando que el lenguaje significative debe entenderse tomando como modelo el lenguaje de la fisica. (No todos, por supuesto; otros, como Donald Davidson y yo mismo, hemos argumentado que, por ejemplo, los predicados psicolégicos comunes —incluso aquellos que, a diferencia de cruel, no designan vicios o virtudes— no pueden, por regla general, en- tenderse desde este modelo.) Los filésofos que suscriben este modo de concebir nuestro lenguaje ya no son positivistas légicos. Pero su concepcién, por ejemplo, de los términos psicolégicos del lenguaje ordinario (cuando no rechazan sin més la «psicologia popular» como equivalente a la astrologia o la alquimia)* es que las descripciones psicoldgicas deben referirse a estados cerebrales, ya sean estados neuroldgicos,*® ya sean los llamados estados com- putacionales (o funcionales), que pueden ser descritos en términos de «software» del cerebro.*” Carnap mismo pensaba que tales tér- minos se refieren a estados neurolégicos.* LOS ANTECEDENTES EMPIRISTAS 4l Frente a esto, sin embargo, la idea de que cuando describo a alguien como cruel, 0 irritado, o complacido, estoy adhiriéndo- me a‘una «teorfa» segtin la cual hay un «estado cerebral», sea de cardcter fisico o computacional, tal que todas las personas crue- les (0 las irritadas, o las complacidas) estan en ese estado cere- bral, y nadie que no sea cruel (0 esté irritado o complacido) esta en ese estado cerebral no es un descubrimiento cientffico, es pu- ra ciencia ficcién.” Constrefiir todos los términos descriptives que empleamos en nuestro discurso cotidiano a uno u otro lado de la dicotomia «término observacional o término tedrico» es cons- trefiirlos a un lecho de Procrusto. La dicotomia hecho/valor de los positivistas légicos se basaba en una imagen estrechamente cien- tificista de lo que puede considerarse un «hecho», al igual que el antecedente humeano de esta distincién se basaba en una estre- cha psicologia empirista de «ideas» e «impresiones». Darse cuenta de que gran parte de nuestro lenguaje descriptivo es un contraejem- plo viviente de ambas imagenes del reino de los «hechos» (la em- pirista cldsica y la positivista légica) deberfa socavar la confianza de cualquiera que suponga que bay una nocién de hecho que con- trasta nitida y absolutamente con la nocién de «valor» supuesta- mente invocada en el discurso acerca de la naturaleza de todo «juicio de valor». E] ejemplo del predicado «cruel» también sugiere que el pro- blema no es s6lo que la nocién de «hecho» de los empiristas-{y, posteriormente, la de los positivistas l6gicos) era demasiado es- trecha desde el principio. Un problema mas profundo es que, des- de Hume, los empiristas —y no sdlo los empiristas, sino también muchos otros, dentro y fuera del campo de la filosoffa— no han aleanzado a apreciar los modos en que la descripcién fActica y la evaluacién pueden y deben estar imbricadas. Qué significa esto, y cuales son las consecuencias de la imbricacién entre hecho y va- lor, sera el tema del siguiente capitulo. CapiTuLo 2 LA IMBRICACION ENTRE HECHO Y VALOR En el capftulo precedente he repasado la historia de la dicoto- mia hecho/valor de los empiristas, empezando por la que ha sido Hamada «Ley de Hume»: «Ningtin debe a partir de un es».! He empezado por describir en qué sentido la nocién de «hecho» que subyace a la distincién de Hume entre «cuestiones de he- cho» y «relaciones de ideas» (que luego se convertiria en la dicoto- mia analitico/sintético), al igual que al dictur humeano de que un «debe» nunca puede ser derivado de un «es»(que luego se con- vertirfa en la dicotomfa hecho/valor), es una nocion estrecha segin la cual'un hecho es algo que corresponde a una impresién senso- rial. A continuacién he dirigido mi atencién hacia los positivistas légicos, cuyas concepciones influyeron endrmemente en la con- versién, primero del mundo de las ciencias sociales y, mas tarde (quizds a través de la influencia de socidlogos y economistas), del mundo culto (e incluso no tan culto) en general, a la tesis de la validez e indispensabilidad de una separacién tajante entre «he- chos» y «valores», y he mostrado que sus primeras concepciones acerca de qué es un hecho eran, en el fondo, muy cercanas a las de Hume. También he destacado que, a pesar de que Hume mis- mo hizo importantes contribuciones al pensamiento ético, los positivistas légicos no consideraban la ética como posible obje- to de discusién racional. De hecho, su dicotomia hecho/valor no se basaba en absoluto en un examen profundo de la naturaleza de los valores o de la valoracién; lo. que ellos examinaron —y con un espfritu estrechamente empirista— fue la naturaleza de los «hechos». A partir de 1939, sin embargo, los positivistas légicos empeza- ron a liberalizar su famoso «criterio de significatividad cogniti- 44 EL DESPLOME DE LA DICOTOMIA HECHO/VALOR va», afirmando que el lenguaje cognitivamente significative puede contener no sélo términos observacionales sino también los Ia- mados «términos teéricos», términos referidos a inobservables e introducidos por sistemas de postulados, los postulados de las di- versas teorfas cientfficas.’ El criterio liberalizado de significativi- dad cognitiva resultante quedaba resumido asf: «En la medida en que el sistema en su conjunto nos permite predecir mejor nuestras experiencias con tales predicados [teéricos] que sin ellos, esos predicados tienen que aceptarse como “empfricamente significa tivos"». Pero predicar algo significa (para los positivistas légicos) deducir enunciados observacionales a partir de una teoria. Y para deducir algo a partir de un conjunto de postulados empiricos se necesitan no slo estos postulados, sino también los axiomas de las matemiticas y la légica. Seguin los positivistas légicos, estos axiomas —y muchas de sus consecuencias, al igual que nuestras viejas amigas, las verdades verbales tales como «Todos los solte- ros son no casados»— no enuncian «hecho» alguno. Son analiti- cos y, por tanto, «vacios de contenido factico». En resumen, «per- tenecer al lenguaje de Ja ciencia» es (desde el punto de vista de los positivistas légicos) un criterio de significatividad cientifica, pero no todo lo cientificamente significativo es un enunciado de hecho; entre los enunciados cientificamente significativos hay, segtin los positivistas légicos, enunciados analiticos ademas de sintéticos (es decir, facticos). Asf, la btisqueda de una demarcacién satisfactoria de lo «factico» se convirtidé en la busqueda de un modo satisfacto- rio de trazar «la distincién analitico/sintético». En 1950, sin embargo, Quine derribé la nocién (metafisicamen- te exagerada) de lo «analitico», para satisfaccién de la mayoria de los filésofos.? Quine no sugirié, sin embargo, que tode enunciado de} lenguaje de la ciencia deba ser considerado un enunciado de «hecho» (esto es, «sintético»); mas bien observé que la idea ente- ra de clasificar todo enunciado, incluidos los de las matematicas puras, o bien como «facticos» o bien como «convencionales» (lo que para los positivistas légicos equivalia a «analiticos»)-era un embrolio insoluble.‘ Pero si la idea de que hay una nocién clara de lo que es un hecho se derrumba junto con la irremediablemente restrictiva imagen empirista que le dio lugar, qué ocurre con la LA IMBRICACION ENTRE HECHO Y VALOR 45 dicotomia hecho/valor? Como ha escrito el filésofo economista Vi- vian Walsh, «tomando prestada y adaptando la elocuente imagen de Quine, si una teoria puede ser negra por el hecho y blanca por la convencién, bien podrfa ser (en lo que alcanzan a decir los em- piristas légicos) roja por los valores. Dado que para ellos la con- firmacién o la falsaci6n tienen que ser propiedades de una teoria en su totalidad, no tienen manera de desenredar toda la madeja».5 Asi sefiala Walsh (y antes de él, Morton White, amigo de Qui- ne)® que, tras abandonar Carnap (entre 1936 y 1939) la caracteri- zacién de las proposiciones «fActicas» como susceptibles de ser confrontadas una a una con la experiencia sensorial (que era jus- tamente, como hemos visto, la caracterizacién que hacia el empi- rismo tradicional) y tras la crftica de Quine a la concepcidn positi- vista légica de un lenguaje de la ciencia claramente dividido en una parte «factica» y otra «analftica», el argumento en pro de la di- cotomia cldsica hecho/valor se venta abajo. Asi, «por lo que alcanza el empirismo Idgico», la ciencia podria presuponer valores ademas de experiencias y convenciones. De hecho, si dejamos de pensar en «valor» como sinénimo de «ética», resulta bastante evidente que la ciencia sf presupone valores: presupone valores epistémicos. LOS VALORES EPISTEMICOS TAMBIEN SON VALORES Los pragmatistas clasicos, Peirce, James, Dewey y Mead, soste- nian todos por igual que el valor y la normatividad permean /a to- talidad de la experiencia. Lo que este punto de vista implicaba para Ja filosofia de la ciencia es que los juicios normativos son esenciales a la practica cientifica misma. Pero aquellos filésofos pragmatis- tas no se referian sdlo al género de juicios normativos que llama- mos «morales» 0 «éticos»: los juicios sobre «coherencia», «plausi- bilidad», «razonabilidad», «simplicidad» y lo que, en la célebre expresién de Dirac, es la belleza de una hipétesis, son todos ellos juicios normativos en el sentido de Charles Peirce, juicios sobre «lo que debe ser» en el caso del razonamiento.” Carnap trataba de evitar el tener que admitir esto mediante el procedimiento de reducir la seleccion de hipétesis a un algoritmo 46 EL DESPLOME DE LA DICOTOMIA HECHO/VALOR (un proyecto al que dedicé gran parte de sus energias a partir de principios de la década de 1950, pero sin éxito). En el capitulo 7 examinaré con detalle este y otros intentos frustrados, por parte de diversos positivistas logicos (y también de Karl Popper), de evitar reconocer que la seleccién de teorias siempre presupone valores, y ve- remos que fracasaron todos y cada uno de ellos. Pero del mismo modo que estos filésofos empiristas estaban determinados a man- tener los ojos cerrados ante el hecho de que la ciencia fisica presu- pone juicios sobre coherencia, simplicidad (que no es un tinico «pa- rémetro», sino que engloba distintos valores), belleza, naturalidad y demds, muchos autores contemporéneos que se refieren a los va- lores como puramente «subjetivos», y ala ciencia como puramente «objetiva», siguen con los ojos cerrados ante el mismo hecho. Y, sin embargo, la coherencia, la simplicidad y similares son valores. LA DIFERENCIA ENTRE VALORES EPISTEMICOS Y VALORES ETICOS. (¥ POR QUE SU SIGNIFICACION NO DEBE SER MAL INTERPRETADA) Resulta obvio que afirmar, como acabo de hacer, que los valo- res epistémicos son también valores no equivale a negar que haya diferencias entre los valores epistémicos y los éticos. De hecho, hay diferencias incluso entre los diversos valores éticos mismos; en el Talmud, por ejemplo, la diferencia entre la din (justicia) y la hesed (compasién) divinas es descrita a veces como un conflicto en el interior del mismo ser de Dios. Esta imagen refleja un hecho real: la compasion y la justicia son preocupaciones muy distintas, aunque ambas sean esenciales a la vida ética, La preocupacién que esté —como es obvio— conectada con los valores que nos guian al escoger entre diferentes hipétesis (coherencia, simplicidad, pre- servacion de las doctrinas anteriores, etc.) es la preocupacién por «la descripcién correcta del mundo», que para muchos ha resul- tado ser lo mismo que «la objetividads. Si esto fuese cierto, no s6- lo entrafiaria que los valores éticos y los epistémicos estan conec- tados con preocupaciones distintas, sino también que los valores éticos no estan conectados en absoluto con la objetividad. Pero esto es un error. LA IMBRICACION ENTRE HECHO Y VALOR 47 Para percibir la naturaleza del error es necesario, en primer lu- gar, clarificar qué significa y qué no significa decir que los valores epistémicos nos gufan en la btisqueda de la «correcta descripcién del mundo», Como sefialé Roderick Firth hace veinte afios, no es que tengamos modo alguno de saber que hemos alcanzado la ver- dad aparte de nuestros valores epistémicos y que podamos, por asi decir, hacer una prueba para ver con qué frecuencia, cuando ele- gimos la teoria mas coherente, mds simple, etc., resulta ser verda- dera sin presuponer estos mismos esténdares de creencia emptrica justificada.§ La afirmacién de que, globalmente, nos acercamos a la verdad sobre el mundo escogiendo teorfas que se caracterizan por su simplicidad, coherencia, éxito predictivo en el pasado, etc. e incluso la afirmacién de que asi hemos hecho predicciones mas exitosas que las que hubiésemos conseguido fidndonos de Jerry Falwell,* los imanes, los rabinos ultraortodoxos 0, simplemente, de Ja autoridad de la tradicién o de algtin partido marxista-leni- nista, es ella misma una hipdtesis empirica compleja que escoge- mos (o que escogen aquellos de nosotros que lo hacen) porque nos hemos guiado por los mismos valores en cuestiOn en nuestras reflexiones acerca de datos y testimonios de investigaciones del pasado: no, por supuesto, de todas las historias y mitos sobre el pa- sado que hay por el mundo, sino de los datos y testimonios reco- gidos en los que tenemos buenos motivos para confiar segtin estos mismos criterios de «recta raz6n». . Decir esto no implica ninguna forma de escepticismo acerca de ja superioridad de estos criterios sobre los proporcionados por (lo que Peirce llamaba) el «método de la autoridad» y el «método de lo que resulta agradable a la raz6n>. Aunque pueda ser una justi- * Jerry Falwell es un telepredicador norteamericano, muy influyente en cfircitlos ul- traconservadores y conocido entre el gran publico por sus diatribas mediticas contra feministas, abortistas, homosexuales, musulmanes, judios, partidarios de las liberta- des civiles y un largo eteétera. Promueve la imposicién de la religién, tal como é! Ja en- tiende (una interpretacién cliteralista» de la Biblia), en todos los ambitos de la vida piblica (tribunales, escuelas, parlamento), y sostiene que Dios permitié la expansién del sida y los ataques terroristas del 11 de septiembre del 2001 como castigo a la so- ciedad norteamericana por la relajacién de sus costumbres (es decir, por tolerar en su seno la igualdad de derechos, el feminismo, la homosexualidad, el pluralismo religio- so y demas). (N. del t.) 48 EL DESPLOME DE LA DICOTOMIA HECHO/VALOR ficacion circular, atin es lo bastante justificativa para la mayoria de nosotros. Pero equivale a decir que, si estos valores epistémicos nos capacitan para describir correctamente el mundo (0 mds correc- tamente de lo que cualquier conjunto alternativo de valores epis- témicos nos permitiria hacer), eso es algo que vemos a través del cris- tal de esos mismos valores. No significa que esos valores admitan una justificacién «externa». Pero gqué ocurre con la idea de que la descripcién correcta del mundo es la misma cosa que «la objetividad»? Esta idea descansa, de un modo muy claro, en la presuposicién de que «objetividad» significa correspondencia con los objetos (una idea que se corres- ponde con la etimologia de la palabra, por supuesto). Pero no son sélo las verdades normativas tales como «E] asesinato esta mal» las que sirven de contraejemplos de esta idea: como argumento en otro lugar, la verdad matemética y la verdad légica son igualmen- te ejemplos de «objetividad sin objetos».° En efecto, muchos filé- sofos aseveran que para explicar la verdad matematica tenemos que postular objetos peculiares (las Hamadas «entidades abstrac- tas»); pero esto no es de ninguna ayuda, como podemos ver si nos preguntamos: «¢Funcionarian las matematicas un apice peor de lo que funcionan si esos extrafios objetos dejaran de existir?». Aquellos que postulan «entidades abstractas» para dar cuenta del éxito de las matematicas no afirman que nosotros (0 cual- quier otra cosa del mundo empirico) interactuemos con las enti- dades abstractas. Pero si una entidad no interacttia en absoluto con nosotros ni con e] mundo empirico, ¢no se sigue entonces que todo seria igual si no existiera? En el caso de la verdad légi- ca, las explicaciones ontolégicas también tropiezan con dificul- tades bien conocidas, relacionadas con la nocién légica central de «validez».!” Lo que estoy diciendo es que ya es hora de que dejemos de equi- parar objetividad con descripcién. Hay muchos tipos de enuncia- dos —enunciados genuinos, que admiten términos como «correcto», «erréneo», «verdadero», «falso», «justificado» e «injustificado»— que no son descripciones pero estén bajo control racional, regidos por estandares apropiados a sus funciones y contextos particula- res. La de permitirnos describir el mundo es una funcién extre- LA IMBRICACION ENTRE HECHO Y VALOR 49 madamente importante del lenguaje; no es la dnica funcién, ni la unica a la que le son aplicables preguntas como: «Este modo de realizar esta funcién ges razonable o no Jo es? ¢Es racional o irra- cional? ¢Esta justificado 0 no?». CONCEPTOS ETICOS «DENSOS» La imbricacién de hechos y valores no se limita, por un lado, a los tipos de hechos que los positivistas logicos reconocen como tales y, por otro, a los valores epistémicos. Pues lo cierto es que, si bien los positivistas légicos pensaban que «el lenguaje de la cien- cia» —como ellos lo llamaban— constitufa la totalidad del lengua- Je «cognitivamente significativo», su concepcién era, como he ar- gumentado en el capitulo anterior, profundamente errénea. De hecho, tal concepcién incluso se autorrefuta, puesto que sus tér- minos filoséficos clave, «cognitivamente significativo» y «sinsen- tido», no son ni términos observacionales ni «términos tedricos» de una teorfa fisica, ni términos légicos/matematicos, y éstos eran los Gnicos tipos de términos que podfa admitir su «lenguaje de la ciencia»."' Si observamos el vocabulario de nuestro lenguaje en su fotalidad, y no la parte diminuta que los positivistas légicos consideraban suficiente para la descripcién de los «hechos», nos encontraremos con una imbricacién mucho més profunda de-he- chos y valores (incluidos valores éticos, estéticos y de todos los demas tipos), incluso en el nivel de los predicados individuales. El tipo de imbricacién que tengo en mente resulta obvio cuan- do analizamos palabras como «cruel». Es evidente —por lo menos para la mayoria de la gente, aunque algunos famosos defensores de la dicotomfa hecho/valor lo nieguen— que la palabra «cruel» tiene usos normativos, y, mds atin, éticos. Si alguien me pregunta qué clase de persona es el maestro de mi hijo y yo respondo: «Es muy cruel», lo estoy criticando como maestro y como hombre. No tengo necesidad alguna de afiadir: «No es un buen maestro» o «No es un buen hombre». También podria, por supuesto, decir: «Cuando no se comporta cruelmente, es muy buen maestro, pero no puedo decir simplemente: «Es una persona muy cruel y muy 50 EL DESPLOME DE LA DICOTOM{A HECHO/VALOR buen maestro», sin distinguir los aspectos u ocasiones en que es una persona muy cruel y los aspectos u ocasiones en que es muy buen maestro. De modo similar, no puedo decir sin mas: «Es una persona muy cruel y un buen hombre» y esperar ser comprendido, Y, sin embargo, «cruel» puede usarse también de manera pura- mente descriptiva, como cuando un historiador escribe que cierto monarca era excepcionalmente cruel, o que las crueldades del ré- gimen provocaron muchas rebeliones. «Cruel» simplemente igno- ra la presunta dicotomia hecho/valor y se permite el lujo de ser empleado unas veces para propdsitos normativos y otras como tér- mino descriptive (de hecho, lo mismo ocurre con el término «cri- men»). En la literatura filoséfica, tales conceptos son Ilamados a menudo «conceptos éticos densos». Que los conceptos éticos densos son contraejemplos de la idea de que existe una dicotomta absoluta hecho/valor es algo que se ha sefialado hace mucho tiempo, y los defensores de la dicotomia han ofrecido tres respuestas principales (la discusién resultante ha sido, a mi entender, de lo mejor del debate ético/metaético del pa- sado siglo, con destacados libros y articulos de Philippa Foot, Iris Murdoch, John McDowell y David Wiggins en los que se critica la dicotomia, y réplicas de R. M. Hare y John Mackie, entre otros).”” Una respuesta es la incluida en la pregunta retérica de Hume «¢Dénde esté la cuestion de hecho que aqui Hamamos crimen?» ~~por crimen Hume entendia «gravemente erréneo»— y en su ne- gacién de que pueda sefialarse tal «cuestién de hecho». Aceptar su respuesta seria desterrar todos los conceptos éticos densos al mismo limbo de los «emotivos» 0 los «no cognitivos», donde Hu- me y sus seguidores desterraron los términos éticos «finos» (0 «més finos»): «bueno», «debe», «correcto» y sus opuestos «malo», «no debe», «erréneo», al igual que «virtud», «vicio», «deber», «obli- gacién», etc.). Pero las palabras de este tipo son tan numerosas que ha habido una obvia resistencia a seguir a Hume, incluso entre los no cognitivistas (y sus parientes cercanos, los llamados «teéri- cos del errors).!3 Ni siquiera Hume estarfa dispuesto a clasificar, por ejemplo, «generoso», «elegante», «hdbil», «fuerte», «torpe», «dé- bil» o «vulgar» como conceptos a los que no corresponde «hecho» alguno."* LA IMBRICACION ENTRE HECHO Y VALOR 51 Las respuestas mas usuales de los no cognitivistas contempo- raneos son mas o menos las dos siguientes: 1. Simplemente insistir en que los conceptos éticos densos son meros conceptos facticos y en absoluto conceptos éticos 0 normativos. Esta es la respuesta de R. M. Hare (en el caso de «grosero») y de John Mackie (en el caso de «cruel»). 2. Afirmar que los conceptos éticos densos son «analizables» en un componente puramente descriptive y un componente «de actitud». El componente descriptive enunciaria entonces la cuestién de hecho a la que corresponde el predicado, y el com- ponente de actitud expresaria una «actitud» (una emocién'o volicion), exactamente la misma funcién que tienen «bueno», «debe» y similares segiin los andlisis no cognitivistas. El argumento en que Hare basa su afirmacién de que «grosero» no es en absoluto un término normativo es el siguiente. Empieza citando un ejemplo de Lawrence Kohlberg en el que un chico es- cupe a la cara de otro mientras ambos estan sentados en clase."’ La victima del salivazo «golpeé disimuladamente al otro chico sin de- Jar su asiento», Cuando el maestro se apercibié de ello, el chico le dijo: «Maestro, le he pegado porque me ha escupido en Ja cara». El maestro le contesté: «Lo que has hecho no ha sido de buena edu- cacién, ha sido grosero». Cuando los chicos vuelven a sus tareas, el autor del golpe le dice a su oponente con una mueca: «De acuerdo, ha sido grosero». El comentario de Hare es el siguiente: «Espero que este caso convencera a la sefiora Foot de que es posible aceptar que un acto satisface las condiciones descriptivas para ser llamado «grosero» sin comprometerse a evaluarlo negativamente, pese a que “grose- ro” es normalmente un adjetivo de evaluacion negativa>. La posicién que defiende Hare es que un «adjetivo de evalua- cién» auténtico, 0 sea, un adjetivo cuyo contenido semantico es que algo posee un valor positivo (o negativo) intrinseco, es tal que cualquiera que use dicho adjetivo sin bipocresia ni insinceridad debe estar motivado para aprobar (o desaprobar) ese algo."* Pero, como ha sefialado Elizabeth Anderson, 52 EL DESPLOME DE LA DICOTOMIA HECHO/VALOR El requisito motivacional de Hare no es razonable, Para que al- go cuente como auténtico juicio de valor o razon para valorar, debe ser asumible reflexivamente, Pero los estados motivacionales reales no siempre son asumibles de modo reflexivo. Una de las funciones de los juicios de valor es hacernos notar cuando nuestros estados motivacionales son deficientes porque no consiguen encajar con lo que juzgamos bueno. El aburrimiento, la debilidad, la apatia, el desprecio por uno mismo, la desesperacién y otros estados motiva- cionales pueden hacer que alguien no alcance a desear lo que juzga bueno o desee lo que juzga malo. Esto impide la identificacién, en Ja que insiste Hare, de juicios de valor con expresiones de deseos y preferencias reales."” Ademés, Hare no tiene en cuenta la posibilidad de que alguien. diga que algo tierie valor (positivo o negativo) pero que dicho va- lor queda superado por oira cosa. Asi, el muchacho del ejemplo podria, si de mayor se hiciese filésofo moral, defender lo que dijo con estas palabras: «Por supuesto, no estaba negando que la gro- seria sea en general incorrecta. Lo que queria decir era que a veces es correcto ser grosero porque la persona con Ja que se es grosero ha hecho algo para merecerlo». Es justamente porque «grosero» tiene fuerza valorativa por lo que la observacién de que a veces es correcto ser grosero es apropiada, mientras que la observacién «A veces es correcto ir a un restaurante» no lo es. Altratar de la palabra «cruel»,-sin embargo, Hare parece favore- cer un anélisis de «doble componente». De hecho, reconoce que es- ta nocién ha sido considerada un caso de lo que aqui llamo «im- bricacién», pero su descripcién de lo que piensan los partidarios de Ja imbricacién resulta distorsionada por una curiosa proyec- cién de las propias concepciones de Hare en las de sus oponen- tes. Hare escribe: «Se esta sugiriendo que este tipo de accion es de algtin modo inherentemente motivacional: si no nos motiva- ra de este modo 0 no afectara nuestros sentimientos de alguna otra forma, no seria este tipo de accién (no seria, por ejemplo, cruel), De modo que hay propiedades que son en si mismas malas y términos morales que son inseparablemente descriptivos y pres- criptivos».'* LA IMBRICACION ENTRE HECHO Y VALOR 53 Como acabo de sefialar, sin embargo, los partidarios de la im- bricacién no sostienen que las palabras valorativas, sean densas 0 finas, satisfagan el requisito motivacional de Hare (basicamente, que tales palabras se comporten como los emotivistas afirman).'” Lo gue sostienen es que, si no compartiésemos de ningan modo el punto de vista ético pertinente, nunca podriamos adquirir un con- cepto ético denso, y que el uso preciso de estos conceptos requie- re la capacidad prolongada de identificarnos (por lo menos en la imaginacién) con este punto de vista. Esto no equivale a negar la posibilidad de que alguien sepa que algo es cruel y no esté moti- vado para abstenerse de hacerlo; de hecho, alguien puede saber que algo estd mal y no estar motivado para abstenerse de hacerlo. Tras la observacién citada mds arriba, sin embargo, Hare argu- menta que «el hecho de que si usamos esa palabra estamos casi [sic] comprometidos con la valoracién, no entrafia que tengamos que usarla en absoluto para hacer una descripcién completa de la accién. Podriamos decir: “Se le hizo sufrir hondamente”, pero afiadir: “En todo caso, no hubo nada malo en ello...”». Aqui Hare parece sugerir que el componente descriptivo de «cruel» es «hacer sufrir hondaniente» y la «casi» implicacién valorativa es: «accién que esté mals. . Sea o no la pretensién de Hare aplicar este enfoque de «dos componentes», la idea de tal descomposicién en su conjunto ha sido criticada, creo que con acierto, por mi mismo,” por John McDowell* y antes ya por Iris Murdoch.” El intento de los no- cognitivistas de dividir los conceptos éticos densos en un «com- ponente descriptivo del significado» y un «componente prescripti- vo del significado» se fundamenta en la imposibilidad de decir cuél es el «significado descriptivo» de, digamos, «cruel» sin usar la palabra «cruel» o un sinénimo. Por ejemplo, con toda seguri- dad no es el caso que la extensi6n de «cruel» (dejando la valoracién aparte, por asf decirlo) sea simplemente «causar hondo sufri- miento» ni tampoco, como Hare mismo deberia haber notado, esta libre de fuerza valorativa «causa hondo sufrimiento». «Sufrimiento» no slo significa «dolor», ni «hondo» significa solamente «muchisi- mo». Antes de la introduccién de la anestesia, a finales del siglo x1x, cualquier operacion causaba un gran dolor, pero normalmente los 54 EL DESPLOME DE LA DICOTOMIA HECHO/VALOR cirujanos no estaban siendo erueles, Y conductas que no causan en absoluto dolor perceptible pueden ser extremadamente crue- les. Imaginese que alguien corrompe a una persona joven con el deliberado propésito de evitar que desarrolle un gran talento en algo. Aun cuando la victima nunca sienta un dolor manifiesto, es- to puede ser extremadamente cruel. Como sefiala McDowell,” [...] Parece razonable ser escéptico acerca de si la maniobra de separacién aqui concebida [el anélisis en un componente descripti- vo y uno prescriptivo] puede realizarse siermpre; concretamente, acerca de si siempre podemos aislar, respecto de cualquier concep- to de valor, un rasgo auténtico del mundo —aplicando el estandar apropiado de autenticidad [0 sea, el no cognitivista]—: es decir, un rasgo que siempre esta ahi de todos modos, con independencia de que Ja experiencia valorativa de cualquiera sea como es: que sea aquello a lo que los usuarios competentes del concepto debe supo- nerse que responden cuando lo usan: aquello que queda en el mun- do cuando se elimina el reflejo de Ja actitud apropiada. Como he sefialado, Mackie también analiza la palabra «cruel». Mackie argumenta que la idea sin més de propiedades valorativas tiene que ser incorrecta, a causa de la «extrafieza» que exhibirian tales propiedades,” y afiade: Otra manera de mostrar esta extrafieza es preguntar, acerca de cualquier cosa a la que se le suponga cierta cualidad moral objeti- va, cémo esta conectada con sus aspectos naturales. ¢Cual es la co- nexién entre el hecho natural de que una accién sea un caso de crueldad deliberada —-digamos, causar dolor sélo por diversién— y el hecho moral de que es incorrecta? [...] Ni siquiera es suficiente postular una facultad que «ve» la incorreccién: hay que postular al- go que pueda ver de inmediato los aspectos naturales que constitu- yen la crueldad, asi como la incorreccién y la misteriosa relacién de consecuencia entre ambas.”* (La cursiva es mia.] Hare percibié que los conceptos éticos densos plantean un pro- blema e intenté enfrentarse a él; Mackie sencillamente no veia ahi ningtin problema. Para Mackie, «cruel» (y probablemente también LA IMBRICACION ENTRE HECHO Y VALOR 55 «crimen», el ejemplo de Hume) son sélo palabras para describir «hechos naturales». Pero ¢qué clase de «hechos naturales»? Lo caracteristico de descripciones «negativas» como «cruel», y también de descripciones «positivas» como «valiente», «modera- do» y «justo» (nétese que éstos son los términos que Sécrates for- zaba a sus interlocutores a discutir una y otra vez) es que para usarlas con algo de discernimiento hay que ser capaces de identifi- carlas, por medio de la imaginacién, con un punto de vista valora- tivo, Esta es la razon de que alguien que pensara que «valiente» significa sdlo «que no tiene miedo a arriesgar la vida y la integri- dad ffsica» fuese incapaz de entender la distincién socratica fun- damental entre la mera imprudencia o temeridad y la auténtica va- lentia. Es también la razon de que (tal como subraya Iris Murdoch en un libro maravilloso, La soberania del bien) siempre sea posible mejorar la propia comprension de conceptos como «impertinencia» o «crueldad», Pero esta dependencia respecto de la evaluacién, in- cluso, de los usos «descriptivos» de «cruel» es lo que Mackie nega- ba cuando se referia al hecho de que alguien sea cruel como nada mas que un (metaffsicamente no problematico) «hecho natural». Como he explicado en el capitulo precedente, para los empi- ristas un checho» era, en el fondo, simpleniente algo de lo que po- diamos tener una «, en el sentido de Sen, no es la mera funcionali- dad valiosa; es la libertad de disfrutar de funcionalidades valiosas, algo que la mas reciente obra de Sen, Desarrollo y libertad, enun- cia en su t{tulo y enfatiza a lo largo de sus paginas. Obviamente, hay espacio para el desacuerdo acerca de qué funcionalidades son, «valiosas» o qué personas tienen «razones para valorarlas» ast, pero, mas que una desventaja, Sen considera que este espacio pa- ra el desacuerdo es algo valioso. En efecto, Sen ni siquiera pre- tende que el enfoque de las capacidades abarque todos los factores que podriamos desear incluir en la evaluacién del bienestar: «Po- driamos, por ejemplo, conceder importancia a las reglas y los pro- cedimientos y no sélo a las libertades y los resultados».>7 Y Sen pregunta: «¢Es esta pluralidad un estorbo para la defensa de la perspectiva de las capacidades con propésitos valorativos?»,.a lo cual responde con una firme negativa: Todo lo contrario. Insistir en que debe haber solamente una mag- nitud homogénea que valorar es reducir de manera drastica el Ambi- to de nuestro razonamiento valorativo, No es, por ejemplo, algo que haya que poner en el haber del utilitarismo el que éste valore sdlo el placer, sin tener interés directo alguno en Ia libertad, Jos derechos, la creatividad 0 las condiciones de vida reales. Insistir en la comodidad mecdnica de tener una tinica y homogénea «cosa buena» seria negar nuestra humanidad como criaturas capaces de razonamiento. Es lo mismo que intentar hacer més facil la vida del chef encontrando algo —una sola cosa— que nos guste a todos (como el salmén ahumado, 0 tal vez inchiso las patatas fritas), o cierta cualidad que todos debe~ mos intentar maximizar (como que la comida esté salada).* 78 EL DESPLOME DE LA DICOTOM{A HECHO/VALOR MatemAticamente hablando, lo que el enfoque de las capacida- des proporciona no es una ordenacién completa de situaciones en relacién con el bienestar efectivo (ni siquiera cuando disponemos de una lista consensuada de las funcionalidades valiosas —lo cual, segtin Sen, exige «discusién péblica y comprensién y aceptacién democraticas»—), sino una ordenacién parcial y algo vaga a este respecto.”” El] enfoque (a veces Sen lo lama «perspectiva») en cues- tién no pretende proporcionar un «método decisorio» que pueda programarse en un ordenador. Lo que hace es invitarnos a pensar sobre qué funcionalidades forman parte del concepto de vida bue- na en nuestra cultura y en otras, y a investigar qué libertad efecti- va de lograr estas funcionalidades tienen diversos grupos de per- sonas en una variedad de situaciones. Se trata de un punto de vista que requiere dejar de compartimentar la «ética», la «econo- mia» y la «politica» en el modo en que lo hemos estado haciendo desde que en 1932 Lionel Robbins triunfé sobre los economistas del bienestar seguidores de Pigou, y recuperar la clase de valora- cién del bienestar social, razonada y humana, que Adam Smith consideraba esencial a la tarea del economista. CONCLUSION: DE NUEVO LA IMBRICACION En el primer capftulo empecé explicando la diferencia entre una distincién ordinaria y una dicotomia metafisica, usando como ilustracin la distincién/dicotomia (era una cosa u otra segtin el momento) analitico/sintético. Sefialé que cuando la distincién he- cho/valor se entiende como mera distincién, no es univoca: si to- mamos los juicios de valor por juicios en los que figuran ciertos conceptos éticos relativamente abstractos 0 «finos» (por ejemplo, «bueno», emalo»,.«deberia» [ought], «tener ques, «deber» [dury], «virtud», «obligacién» [obligation], «correcto», «erréneo»), obtene- mos una «particién» del espacio de los juicios, mientras que, si to- mamos los juicios de valor por juicios de alabanza o censura a cierta persona o personas, obtenemos otra particién algo diferen- te, y todavia hay otras interpretaciones posibles de la distincién.” Esta vaguedad, por supuesto, no convierte la distincion en inutil. Y HECHO Y VALOR EN EL MUNDO DE AMARTYA SEN 79 lo que es mas importante: Ja posibilidad de distinguir de un modo w otro una clase de «juicios de valor» no tiene, por sf misma, nin- guna consecuencia con respecto a la cuestién de si los juicios de valor pueden o no ser verdaderos o falsos, justificados 0 injustifica- dos, tener o no contenido descriptivo, etc.; ni con respecto a la cuestion de si la clase complementaria de los juicios no valorativos Pposee unidad alguna. Cuando la distincién se convierte en dicoto- mia —quizas hubiese sido mejor usar el término de John Dewey, dualismo—~ va tipicamente acompafiada de un conjunto harto dis- cutible de afirmaciones metafisicas (que incluso se suelen presen- tar como antimetafisicas). La forma de la dicotom{a hecho/valor de la que me he ocupado tiene su origen (ésta es mi tesis) en David Hume y alcanzé la configuracién con la que ejercié tan gran in- fluencia en el siglo xx con el positivismo légico. Bajo esta configu- racién, la dicotomia se establecia entre juicios cognitivamente ca- rentes de sentido, que incluian los juicios de valor pero que no se limitaban a ellos, y juicios cognitivamente significativos. En el in- terior del espacio de los juicios cognitivamente significativos se es- tablecfa, a su vez, una dicotomia ulterior: todo juicio cognitiva- mente significative —es decir, todo juicio capaz de figurar en una argumentacion racional— era analitico o sintético, una «tautolo- gia» (en esta clase los positivistas incluyeron la totalidad de las matematicas) o una descripcién de cierto «hecho», real o posible. La dicotomia analitico/sintético nunca tuvo el atractivo popular o la influencia de la postulada entre chechos> y «juicios de valor», quiza porque la cuestién del estatus de los juicios matematicos no ha interesado a mucha gente, pero la idea de que los «juicios de valor» son subjetivos y de que no puede haber realmente argumen- tacién razonada sobre valores, ha tenidé una influencia muy ex- tendida (como ilustra, en particular, el ejemplo de Lionel Rob- bins), al igual que la pregunta «Es esto un juicio de hecho o un juicio de valor?». Sin embargo, los argumentos filoséficos a favor de la dicotomfa desembocaron todos ellos en doctrinas sobre la naturaleza de los «hechos» que se desmoronaron ante las criticas de Quine y otros, a principios de la segunda mitad del siglo xx. Al final del primer capitulo he argumentado que la concepcién de nuestro lenguaje segtin la cual nada puede ser a la vez un he- 80 EL DESPLOME DE LA DICOTOMIA HECHO/VALOR cho y un portador de valor es totalmente inadecuada, y que una enorme masa de nuestro vocabulario descriptivo esta y tiene que estar «imbricado» con valoraciones. En el segundo capitulo he considerado el modo en que filéso- fos no cognitivistas como Hare y Mackie intentaron habérselas con este vocabulario «imbricado». Hare, con mucho el mds pro- fundo de los dos como pensador, intent dividir lo que é] Hamaba términos «secundariamente valorativos» (y yo he llamado «térmi- nos éticos densos») en un componente descriptivo y un compo- nente prescriptivo (0 imperativo), pero este intento result6 un to- tal fracaso, tal como he argumentado. Siguiende una corriente iniciada por Iris Murdoch y seguida, entre otros, por John McDo- well, he razonado que la capacidad de hacer un uso matizado y elaborado de cualquiera de estos términos —por ejemplo, de tra- za la distincién, tan vieja como la ética misma, entre una con- ducta valiente y la mera imprudencia o temeridad— depende pre- cisamente de la aptitud para adquirir un punto de vista valorativo particular. La «valoracién» y la «descripcién» son interdependien- tes, una posibilidad constantemente ignorada por positivistas y pensadores afines. Hemos visto de qué manera la dicotomia o dualismo hecho/va- Jor (en una forma virulenta segiin la cual las cuestiones éticas eran consideradas cuestiones de «matar o morir») penetré en la econo- mia neoclasica a partir de 1932, y hemos visto también el empobre- cimiento resultante de la capacidad de la economia del bienestar para evaluar lo que se supone que tiene que evaluar: el bienestar econémico. Hemos examinado el brillante intento de Amartya Sen de enriquecer la capacidad valorativa de la economfa del bienestar y del desarrollo mediante el «enfoque de las capacidades». Permita- seme ahora hacer més explicita Ja conexién, que hasta ahora he de- jado implicita, entre los temas de este capitulo y los «abstractos» te- mas de los capftulos 1 y 2: el enfoque de las capacidades requiere que usemos el vocabulario que inevitablemente usamos —el voca- bulario que debemos usar— para hablar de capacidades en el sénti- do de Sen, como «capacidades para las funciones valiosas», y este vocabulario consiste casi en su totalidad en conceptos «imbrica- dos», conceptos que no pueden ser simplemente descompuestos en. HECHO Y VALOR EN EL MUNDO DE AMARTYA SEN 81 una «parte descriptiva» y una «parte valorativa». Precisamente la practica totalidad de los términos que Sen y sus colegas y seguido- res usan cuando hablan de capacidades —«funcionalidad valiosa», «funcionalidad que una persona tiene razones para valorar», «bien alimentado», «mortalidad prematura>, «respeto por uno mismo», «capaz de participar en la vida de la. comunidad»>— son términos imbricados. El punto de vista que, como Sen demuestra, debemos adoptar para hacer evaluaciones responsables en economia del bien- estar y del desarrollo no es el que afirma (como Robbins) que «no. parece légicamente posible asociar los dos estudios [ética y econo- mia] en otra forma distinta a la mera yuxtaposicién. La economia trata de hechos comprobables; la ética, de la valoracién y las obliga- ciones».' Es un punto de vista que concibe la valoracién y la «com- probacién» de los hechos como actividades interdependientes. Es irénico que en Europa existiera otra tradicién en las cien- cias sociales, procedente de Max Weber, que también separaba ta- jantemente las cuestiones facticas y las éticas, si bien reconocia una cierta interdependencia entre unas y otras.” Para Max Weber, la decisién acerca de qué cuestién investiga el cientifico social era y tenfa que ser una decision que entrafiaba valores éticos. Sin em- bargo, una vez hecha la eleccién, la comprobacién de la respuesta del cientifico no debia ser dictada por su propio sistema de valo- res, y estoy seguro que Amartya Sen estaria de acuerdo con esto. Pero lo que Max Weber no alcanzé a reconocer es que, as{ como las respuestas a la pregunta cientifica nunca deben ser dictadas por el sistema de valores propio, los términos que usamos aun en. la deseripcién histérica, sociolégica y en las otras ciencias sociales estan invariablemente tefiidos de ética, lo cual en ningtin caso es més verdadero que en el de los términos empleados por Weber pa- ra describir sus «tipos ideales». De la obra de Sen destacan dos puntos més que merecen que insistamos aqui en ellos. En primer lugar, una vez que nos propo- nemos evaluar el bienestar econémico, necesariamente nos vemos enzarzados en cuestiones que han sido ampliamente tratadas en la literatura ética. Con esto no nos referimos tan sélo a la literatu- ra de la ética utilitarista (que ha tendido a ser durante muchos afios el tinico tipo de ética juzgado respetable por los economistas 82 EL DESPLOME DE LA DICOTOMiA HECHO/VALOR que no deseaban excluir del todo los juicios de valor); si es legiti- mo que ciertos economistas defiendan medidas utilitaristas del bienestar, también tiene que ser legitimo considerar los argumen- tos contra la idoneidad del utilitarismo, tanto respecto de lo que admite en su «base de informacién» como respecto de sus proce- dimientos de evaluacién. Més atin, considerar los argumentos en contra significa también considerar los argumentos a favor de las alternativas al utilitarismo, y éste es el motivo por el que Sen dis- cute en detalle Ja obra de John Rawls, Robert Nozick y muchos otros. Para decirlo con brevedad, los economistas del bienestar serios tienen que conocer en profundidad lo mejor del debate ético contemporéneo. (Pero no se trata de una calle de direcci6n tinica: en Sobre ética y economia, Sen argumenta que los estudiosos de la ética también tienen mucho que aprender de la economia.) En se- gundo lugar, no sélo los conceptos imbricados figuran necesaria- mente en la evaluaci6n; en la medida en que las motivaciones de las personas se ven profundamente influidas por su propio razona- miento ético, necesitaremos tomar nota —y hacer usos «descripti- vos»— de una variedad de conceptos éticos densos en la descrip- cin de la conducta econdémicamente pertinente. Como escribe Sen en el parrafo final de Sobre ética y economia: He intentado argumentar que la economia del bienestar puede ser sustancialmente enriquecida si prestamos mayor atencién ala ética, y que el estudio de la ética también puede beneficiarse de un contacto ms intimo con la economia. He argumentado tam- bién que incluso la economia predictiva y descriptiva puede salir beneficiada si concedemos un mayor espacio a consideraciones de economia del bienestar en la determinacién de la conducta. No he pretendido argumentar que ninguna de estas practicas sea par- ticularmente sencilla, Comportan ambigiiedades profundamente arraigadas, y muchos de los problemas que plantean son intrinse- camente complejos. Pero la argumentacién a favor de acercar més Ia economia a la ética no descansa en que ello sea cosa fécil, sino mas bien en las recompensas de esta prdctica. Tal como he argumentado, puede esperarse que estas recompensas sean bas- tante grandes.® HECHO Y VALOR EN El. MUNDO DE AMARTYA SEN 83 Uno de los motivos por los que he examinado la dicotomia he- cho/valor en estos capitulos era el de proporcionar una panordmi- ca filosdéfica de las razones que !evaron a economistas como Lio- nel Robbins a sostener que el estadio que Walsh llama «economia clasica de segunda fase», la empresa de «acercar mas la economia ala ética», es «légicamente imposible»; y, al desmontar esas razo- nes, he querido facilitar una filosoffa del lenguaje que pueda dar acomodo y fundamentar esa segunda fase. Estoy convencido de que en el Ambito del derecho se plantean cuestiones muy simila- res, pero, consciente de mis propias limitaciones, no he intentado documentarlas. SEGUNDA PARTE RACIONALIDAD Y VALOR CapituLo 4 LOS INICIOS «PRESCRIPTIVISTAS» DE SEN Una de las primeras publicaciones sobre filosofia moral de Amartya Sen es el ensayo «The Nature and Classes of Prescriptive Judgments», escrito en 1967. Alguien podr{a sorprenderse, des- pués de leer la interpretacién del significado global de la obra de Sen en el capitulo 3, de que este temprano ensayo adopte como punto de partida la posicién no cognitivista de R. M. Hare (que he criticado en el capftulo 2).* Pero este texto liminar, en el que Sen ya ironizaba con las implicaciones del no cognitivismo, resulta digno de interés por su valiente intento de reconciliar, por un la- do, la tesis no cognitivista de que los juicios de valor son s6lo un modo de expresar nuestra sancién de ciertos imperativos y, por el otro, la afirmacién de que es posible dar vazones a favor y en con- tra de juicios éticos. Creo que vale la pena examinar las distincio- nes (y, mas atin, las tensiones) de los argumentos de Sen en ese es- tadio de la evolucion de su pensamiento. : ‘La presentacién més conocida de la posicién de Hare se encuen- tra en su El lenguaje de la moral.* Posteriormente Hare denomina- ria esa posicion «prescriptivismo universal».‘ «Universal» porque, segtin Hare, el que los juicios éticos son universalizables constitu- ye una verdad légica, es decir, analitica (nétese que aqui se presu- pone de nuevo la distincién analitico/sintético); si digo que «el asesinato esta mal», y se trata de un verdadero juicio ético, enton- ces tengo que estar de acuerdo en que cometer un asesinato esta mal para todo el mundo. Y «prescriptivismo» porque el compo- nente valorativo de un juicio ético (a veces Hare habla meramen- te de «juicios de valor») se expresa de modo adecuado con el mo- do imperativo. Asf, en un pasaje citado por Sen, Hare escribe: «Propongo que la prueba para saber si alguien esté usando 0 no el 88 RACIONALIDAD Y VALOR juicio “Debo hacer X” como juicio de valor sea: “;Admite o no que si asiente a este juicio tiene que asentir también a la orden ‘Haga X’?”».5 O, en palabras del propio Sen: Un juicio de valor debe considerarse «puramente prescriptivo» si con él el autor pretende comunicar su acuerdo tinicamente con el imperativo subyacente y no con otra informacion factica mas alld de Ja necesaria para expresar ese imperativo. Aqui la parte fac- tica consiste solamente en identificar las alternativas a las cuales se refiere e] imperativo. Por ejemplo, si digo: «Hay que derogar la pe- na capital» y con ello sélo quiero expresar mi conformidad con el imperative «Deroguemos la pena capital», entonces eso puede con- Siderarse un «juicio puramente prescriptivor.® Es cierto que Sen asegura nada mas empezar el articulo que «no entraremos aqui en-la controversia sobre si todos los juicios de valor son “prescriptivos” o si todos ellos son “universalizables”; limitaremos nuestra atencién tnicamente a los que tienen esas caracteristicas, sin preocuparnos de si al hacerlo dejamos fuera algunos tipos de juicios de valor».” Sin embargo, a lo largo del ar- ticulo Sen cita a menudo como ejemplos juicios de valor de mu- chos tipos familiares, sin ofrecer ningin argumento por el cual tales juicios son «prescriptivos» en el sentido de Hare. Resulta eviden- te por ello que, en ese estadio de su pensamiento, Sen crefa que los otros tipos de «juicios de valor», si los hubiese, podian pasarse por alto sin riesgo alguno. Ademéas, en el pasaje que acabo de citar se presupone, de manera explicita, la dicotomfa informacién fc- ticafimperativo.* Finalmente, Sen sostiene que un juicio de valor «puramente prescriptivo», es decir, que carezca de componente descriptive, comunica tinicamente la conformidad (por parte del «autor» del juicio de valor) con el imperativo «subyacente». «Hay que derogar la pena capital» es «sdlo» una manera de comunicar la conformidad del hablante con el imperative «Deroguemos la pena capital». ¢Cémo consigue entonces Sen resistir la conclusion del positivista légico A. J. Ayer con respecto a la relacién entre un juicio de valor y sus «razones»? En un pasaje citado por Sen, Ayer afirma: «La cuestién de por qué la gente responde favorablemen- LOS INICIOS «PRESCRIPTIVISTAS» DE SEN 89 te ante ciertos hechos y desfavorablemente ante otros concierne [meramente] al socidlogo>.? Sen empieza por la observacién de que «una dificultad del andlisis de Hare [...] es que si bien obtenemos de él un examen muy preciso de las clases de términos y expresiones de valor, el propio Hare dice relativamente poco sobre las clases de juicios de valor que usan estos términos».° (De hecho, el «examen de términos de valor» al que se refiere aqui Sen presupone la doctri- na, que he criticado en la primera parte, de que los términos de valor son «analizables» en un componente «prescriptivo» y otro «descriptivo».) Como explica Sen,"! «Hare distingue entre un “tér- mino prescriptivo”, cuyo “significado es prescriptive” “tenga o no significado descriptivo”, y un “término valorativo”, que tiene “ambas clases de significado” ».? La estrategia de Sen en este ar- t{culo es la de «proponer un sistema de clasificacién de los juicios de valor que corresponda a la clasificacién general que hace Hare de las palabras valorativas» y, a continuacién, «introducir otros dos métodos de clasificacién». Y con ello no pretende hacer un mero ejercicio de «clasificaciéno: las distinciones de Sen, y la dis- cusién que las acompaiia, socavan el no cognitivismo de Hare de un modo mucho mas radical de lo que el propio Sen queria dar a entender (y quiza mas de lo que él mismo suponfa en 1967). Sen empieza por distinguir entre un «juicio puramente prescrip- tivo» (antes he citado su definicidn) y un juicio valorativo, que no. sélo «implica mi conformidad con un imperativo, sino que también tiene contenido descriptivo»; obviamente esto resulta muy acorde con el espfritu de la obra de Hare (Sen introduce la notacién simb6- lica J(P) por «juicio puramente prescriptivo» y la de J(V) por «juicio valorativo»). Su ejemplo de un «juicio valorativo», al cual volveré, es el siguiente: «Si por ejemplo digo “La pena capital es barbara”, pue- de que con ello intente comunicar algo mds que mi conformidad con el imperativo antes citado (o con un imperativo modificado de una clase que ya se examinara [en una secci6n posterior del articulo de Sen]), a saber, que la pena capital tiene ciertas caracteristicas normalmente asociadas con la nocién de barbarie»."3 A continuacién Sen afiade una distincién adicional, e intere- sante en extremo, entre los juicios que él Ilama «compulsivos» y 90 RACIONALIDAD Y¥ VALOR Jos «no compulsivos». Finalmente somete a revisién una distin- cion habitual tanto en la ética como en Ja teorfa de la decision, la que hay entre los fines o valores «basicos» y los «no basicos». La discusién en su conjunto tiene lugar en el marco del pres- criptivismo de Hare, en primer lugar por el supuesto de que todos los juicios de valor considerados implican imperativos, y en se- gundo lugar por el peculiar supuesto relative a los significados de los «términos valorativos» (que m4s o menos se corresponden con lo que he llamado «conceptos éticos densos»). Antes de cen- trarme en el modo en que Sen, en ese estadio de su trayectoria in- telectual, encuentra un lugar para las razones en conexién con los juicigs de valor, haré algunas observaciones sobre cada uno de es- tos puntos. cIMPLICAN IMPERATIVOS LOS JUICIOS DE VALOR? Uno puede preguntarse cémo es posible que los juicios de valor mantengan relaciones Idgicas, tales como la implicacién, con algo si carecen de un contenido que sea verdadero o falso. En el caso de los enunciados p y q, que son verdaderos 0 falsos, decir que p implica g es decir que si p es verdadero, g debe ser verdadero —en efecto, por la llamada implicacién légica, existe un esquema E de inferencia légica, del que la inferencia de g a partir de p es una instancia, tal que ninguna instancia de E con premisas verdaderas tiene conclusién falsa—. Pero si los juicios de valor no son ni ver- daderos ni falsos, entonces la «implicacién» no puede explicarse de este modo, Hare y Sen son conscientes del problema y se en- frentan a él de distintas maneras. El método de Sen consiste en emplear la siguiente prueba: un juicio de valor, por ejemplo «Hay que derogar la pena capital», implica (0 «se sigue» de él) un impe- rativo, por ejemplo «Deroguemos la pena capital», en el sentido de que si alguien est de acuerdo con el primero y niega el segun- do, entonces «no se puede suponer que entiende lo que ha dicho, habla literalmente, y aun asi quiere decir lo que parece estar di- ciendo»." gPero realmente se siguen (en este sentido de «seguir- se») imperatives de los juicios de valor? LOS INICIOS «PRESCRIPTIVISTAS» DE SEN 91 La creencia de Hare de que eso es asi depende de otra creen- cia que he criticado en el capitulo 3, la creencia de que los tér- minos de valor tienen un cardcter inherentemente motivacional, de modo que cualquiera que use sin hipocresia o falta de since- ridad un adjetivo cuyo contenido semantico atribuye un valor positivo (o negativo) intrinseco a algo, tiene que estar motivado para aprobar (o desaprobar) ese algo. Como sefala Elizabeth Anderson en un pasaje citado en el capitulo 3: «El aburrimien- to, la debilidad, la apatfa, el desprecio por uno mismo, la deses- peraci6n y otros estados motivacionales pueden hacer que al- guien no aleance a desear lo que juzga bueno o desee lo que juzga malo. Esto impide la identificacién, en la que Hare insis- te, de los juicios de valor con expresiones de deseos y preferen- cias reales», Para darse cuenta de hasta qué punto carece de plausibilidad Ja doctrina de que «los juicios de valor son modos de asentir a im- perativos», considérese el ejemplo de la pena capital al que Sen recurre. En primer lugar el imperativo «Deroguemos la pena ca- pital» es, lingiifsticamente hablando, una expresién inadecuada si uno es un ciudadano normal que no esta hablando en publico, y no un politico influyente departiendo con gente influyente. A Jo su- mo, lo que una persona normal en condiciones normales podria decir sin anomalfa lingiifstica seria «Intentemos derogar la pena capital» 0 algo por el estilo. Pero si digo «Hay que derogar la,pe- na capital» y no asiento a «Intentemos derogar la pena capital», gcarece de sentido suponer que entiendo lo que he dicho, hablo li- teralmente y aun asf quiero decir lo que digo? EI propio Sen encuentra razones, que més adelante discutiré, para objetar esta conclusién (aunque no con este ejemplo), Pero una razén mas simple, intimamente relacionada con la observa- cién de Anderson, es que yo podria replicar «Sé que deberia in- tentar que la pena capital fuese derogada, pero ahora mismo no me apetece entrar en politica» —o quiza «Sé que deberfa intentar- lo, pero supongo que no soy un ciudadano ejemplar>—. La tesis de que todo el mundo que esté conforme con el chay que» tiene que aprobar por ello de inmediato el imperativo «hagémoslo» no es més que ej nada razonable requisite motivacional de Hare en otra

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