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Mijail Bulgdkov Morfina Traduecién del ruso de Selma Ancina m EDITORIAL ANAGRAMA. BARCELONA ‘Tid de a edi origin Mout wn izes del coco Sulla Vivas iMostracin: «Expectacins, Aleksandr Bogomazayc 1900 Primera ec on sPanrama de narrations: diciembre 1991 Primera ec n oCompactss febrero 2002 (© EDITORIAL ANAGRAMA, S.A. 2001 Peds dea Grea, 58 (8034 Barectona ISBN, 86-339-4707-X Deposito Legal B 3797-2002 Printed in Spain Libenluplex, Si, Constitcé, 19, 08014 Barectona LA TOALLA CON EL GALLO ROJO ‘A quien no haya viajado a caballo por perdidos cami- ‘nos vecinales, no tiene sentido que le cuente nada de esto: de todas formas no lo entenderia, Y a quien ha viajado, prefiero no recordarle nada, Seré breve: mi cochero y yo recorrimos las cuarenta vverstas que separan la ciudad de Grachovka del hospital de Mirievo exactamente en un dia. Incluso con una ccuriosa exactitud: a las dos de la tarde del 16 de septiem- bre de 1917 estibamos junto al ailtimo almacéa que se ‘encuentra en el limite de la magnifica ciudad de Gra- cchovka; a las dos y cinco de la tarde del 17 de septiembre de ese mismo ¢ inolvidable ato de 1917, me encontraba de pie sobre la hierba aplastada, moribunda y reblandeci- dda por las lluvias de septiembre, en el patio del hospital de Miirievo. Mi aspecto era el siguiente: las piernas se me habian entumecido hasta tal punto que all{ mismo, en el patio, repasaba confusamente en mi pensamiento las paginas de los manuales intentando con torpeza recordar si en realidad existia ~o lo habla sofiado la noche ante- rior, en la aldea Grabflovka~ una enfermedad por la cual 7 se entumecen los miisculos de una persona. Como se lama esa maldita enfermedad en latin? Cada misculo me producia un dolor insoportable que me recordaba el dolor de muelas. De los dedos de los pies ni siquiera vale Ia pena hablar ya no se movian dentro de las botas, yacfan apaciblemente, parecidos a mufiones de madera. Reconozeo que en un ataque de cobardia maldije mental- mente la medicina y la solicitud de ingreso que habia presentado, cinco afios atris, al rector de la univetsidad, Mientras tanto, la Iuvia caia como a través de un cedazo. Mi abrigo se habia hinchado como una esponja. Con fos dledos de la mano derecha trataba initilmente de coger 1 asa de la maleta, hasta que desist y escupt sobre la hierba mojada. Mis dedos no posiian sujetar nada y de nuevo yo, saturado de todo tipo de conocimientos obtenidos en interesantes libros de medicina, recordé otra enfermedad: Ia pariliss, «Parilisisy, no sé por qué me dije mentalmente y con desesperacién. Hay que... ~dije en vor alta con labios azulados y rigidos-, hay que acostumbrarse a viajar por estos cami- ‘Al mismo tiempo, por alguna raza mixé con enfado al cochero, aunque él en realidad no era el culpable del ‘estado del camino. Eh... eamarada doctor ~respondié el cochero, tam- bién moviendo a duras penas los labios bajo sus rubios bigotillos-, hace quince afios que viajo y todavia no he podido acostumbrarme. Me estremeci, miré melancélicamente Ia descascara- da casa de dos pisos, las paredes de madera ristica de la casita del enfermero, y mi futura residencia, una casa de 8 dos pisos muy limpia, con misteriosas ventanas en forma de ataid, Suspiré largamente. En ese momento, en lugar de las palabras latinas, atraves6 mi mente una dulce frase ‘que, en mi cerebro embrutecido por el traqueteo y el fri eantaba un grueso tenor de muslos azulados: Te saludo... refugio sageado, Adi, sibs por mucho tempo al rojo dorado te tr0 Boh, a Moc, lo esapurtes. ay, ain, Ala préxima ver me pondré la plans ~pensaba yo con eno y desesperncion, ments traaba de arrancat Ta maleta sjeténdoa por las corres con mis ded rig dos, you. aunque lt proxima ver yx txt corre. y émonces wi don plan serdn ufc Y anes de wt meso ite, no, Ho ine Grachovka. Pengulo vosotror rismos.. fue novesario pernortae por el camino! aie moter wit ery ya ax encanto e tna oscurdd sept la doce tuvimon que pat la noche en Grablovka, el maesto de la ecuele os dio sped. ¥ hoy por lt matana nos pusimos co camino la sete. ¥ cl coche vis por txt lon santos. mis lento gue wn penn. Una tue se mete en tn hoyo y loa se levantacne ire la maleate eas en los pit Ie co ono y mis ede ent lego te vase nares yun momento despues te gots en la nea Ia Iva cue y cc, yo ceo de cachet hues se entumecen ato me haba pode imapinar ae 4 mendes de un gory nee mer Ge sepicning alguien puede congelarse en el campo como eh el mis Crude invierno! Pes resulta que st en slang agona no ve mis que To miso, sempre lo mismo. Ala detec tun campo encorvada y roto, ala inguienda ua machi 9 cee claro, y junto a él, cinco o seis isbas grises y vieja. Parecerfa que en ellas no hay ni un alma viviente. Silen- io, sélo silencio alrededor. ‘La maleta cedié por fin. El cochero se acosté con la batriga sobre ella y Ia arrojé ditectamente hacia mi. Yo quise sujetarla de ia correa pero mi mano se nego a tx2- bajar, y entonces mi hinchada y hastiada comparicra —Hle- nna de libros y de toda clase de trapos~ cayé directamen- te sobre la hierba, golpedndome fuertemente las piesnas. “Oh, Dios... “comenzé a decir el cochero asustado, pero yo no le recriminé: mis piernas no me servian para nada, “jEh! cHay alguien ah jBh! ~grité el cochero, y agité los brazos como un gallo que agita las alas~. jE, he traido al doctor! En ese momento, en las oscuras ventanas de Ia casa del enfermero aparecieron unos rostros y sc pegaron a cllas; se oy6 el ruido de una puerta y vi eémo, cojeando por la hierba, se dirigia hacia m{ un hombre con un abrigo roto y unas botas pequefias. El hombre se quité la ‘gorra respetuosa y apresuradamente, llegé hasta unos dos pasos de donde yo me encontraba, por alguna razén sonrié con recato, y me salud6 con vor ronca: Buenos dias, camarada doctor. = ,Quién es usted? ~pregunté yo. by Egérich ~se presenté el hombre-, el guardién, de este lugar, Le hemos estado esperando y esperando... ‘Al instante cogié la maleta, se la ech6 al hombro y se la llevé, Yo le segut cojeando, tratando inttilmente de ‘meter la mano en el bolsillo de los pantalones para sacar la eartera, El ser humano necesita en realidad muy poco. Pero 10 ante todo le hace falta el fuego. Al ponerme en camino hacia el Iejano Miievo, cuando ain me encontraba en Mosca, me habia dado a mi mismo la palabra de compor- tarme como una persona respetable, Mi aspecto juve ‘me habia envenenado la vida en un comienzo, ‘Cuan- do me presentaba ante alguien, invariablemente debia decir: Soy el doctor tal Y todos, includiblemente, arqueaban las cejas y pre ‘guntaban: ~@De verdad? Hubiera creido que era usted un estu- diante todavia. =No, ya he terminado la earzera ~respondia con aite hhoseo, y pensaba: wLo que necesito es un par de galas Pero no tenia para qué usar pas, ya que mis ojos estaban sanos y su claridad atin no habla sido entuzbiada por la experiencia de la vida. Al no tener Is posiblidad de defenderme de las eternas sonrisas condescendientes carinosas con ayuda de unas galas, traté de desarrollar unos haibitos especiales, que inspiraran respeto. Procurs- ba hablar pausadamente y con autoridad, intentaba con- trolar los movimientos bruseos, trataba de no corer como corren los estudiantes de veintitrés aftos que apenas han terminado la universidad-, sino de exminat ‘Transcurtidos muchos aftos, ahora comprendo que todo 30 se me daba, en realidad, bastante mal En ese momento habia infzingido mi tacita norma de conducta. Estaba sentado, hecho un ovillo y en caleeti- res, y no en el gabinete sino en la cocina, y, como un adorador del fuego, me acercaba con entusiasmo y aps sionamiento a los troncos de abedul que ardfan ea la estufa, Ami izquierda habla un eubo puesto al reves; u ——_______. sobre él estaban mis botas y junto a ellas un gallo pelado y con el cuello ensangrentado. Junto al gallo estaban, Tormando un montoneito, sus plumas de diversos colores. Pero el caso es que, aun cn ese estaclo de entumecimien- to, habia tenido tiempo de realizar una serie de cosas que cxigia la vida misma. A Axinia, una mujer de nariz puntiaguda, esposa de Egorich, la habia confirmado en su puesto de cocinera, Y, como consecuencia, a manos de ‘Axinia perecié un gallo, {Y debia comérmelo yo! Ya hhabfa conocido a todo el personal. El enfermero se llamaba Demiin Lulkich, las comadronas, Pelagueia Iva novna y Ana Nikoldievna, También habia tenido tiempo de recorrer el hospital y, con la mis absoluta claridad, me haba convencido de que su instrumental cra abundanti- simo. Al mismo tiempo, y con la misma claridad, tuve que reconocer (para mi, por supuesto) que el uso de muchos de aquellos instrumentos que brillaban virginal- mente me era por completo desconocido, No slo no los habia tenido nunca en mis manos sino que, hablando con, frangueza, ni siquiera los habia visto, Hmm... ~murmuré con aire de gran importanc! tienen ustedes un instrumental magnifico. Himrn. Por supuesto ~anoté dulcemente Demin Lukich—, es el resultado de los esfuerzos de su antecesor, Leopold Leopéldovich. El operaba de la mafiana a la noche. Senti un sudor frio en la frente y mixé con tristeza los pequefios armarios que brillaban como espejos. Después recorrimos las salas vacfas y me convenei de ‘que en ellas podrian caber con facilidad hasta cuarenta enfermos, “Leopold Leopéldovich tenfa a veces hasta cincuenta cenfermos internados en el hospital -me consolé Demin 12 Lukich, mientras Ana Nikoldievna, una mujer que tenla tuna corona de cabellos grises, dijo: “Usted, doctor, tiene un aspecto tan joven, tan jo- .. En verdad es asombroso. Parece usted un estu: “Diablos ~pensé yor, como sis hubiern puesto de acuerdo, plata de honor 7 YY murmur entre dente, con queda: Hmm. no, yor dele you tengo wn appecto sony joven, Lego namo Ia farmacia de inmediato vi que en ella no falta avoluamente mada En ls dos habe tones ~un tanto osu cll fertemente x hitb ye Ins extant se encontaba todo To que se poi desea Tneluo habia medienmentos extrankos de patente uk no hg i aa q amis aba od aa tiles Los encargs Leopold Leopéliovch me informs onpllosamente PeagueiaIvinovna, ‘Ese Leopo Leopéldovich em de verdad un genin, pens, y sent un enorme respeto hacia el minerions Topol que habia sbandonado cl hospital de Mirievo, EI hombre, ademas del fuego, necesita poder abi ‘ware, Me habla comido el pil hacin much tempo. Egorich habla rellenado part ma el jergon de pap To abi eubieto con sdbanas, Una Himparn arden gnbinet de mi sesidencin. Estab sentadoy como ena tho, mitaba ef tererlopro del legendario Leopold la éstatria estaba lena de libs. Cont pare unos tine tomos s6lo de manuales de cml, en Fuso ye alemén. ;¥ culntos trtados de cri tlasencuadernados en pull B Se acercaba la noche y yo comenzaba a acostumbrarme. «No tengo la culpa de nada ~pensaba de manera insistente y atormentadora-; tengo un diploma con quin- ce sobresalientes. Yo les habia advertido en la ciudad que {queria venir como segundo médico. Pero no. Ells son~ rieron y dijecon: “Ya se acostumbrari.” Vaya con el “ya se acostumbrara”. ¢Y si alguien Iega con una hernia? De- ccidme. :Cémo me voy a acostumbrar a ella? Pero, sobre todo, zcémo va a sentirse el herniado en mis manos? Se acostumbrars, sf, pero en el otro mundo (en ese momen- to una sensacién de frio me recorrié la columna verte~ bral). »z¥ un caso de peritonitis? (Jal e¥ la difteria que suelen padecer los nifios campesinos? Pero... gcuindo es necesario practicar una traqueotomfa? Tampoco me iri muy bien sin Ia teaqueotomia.... 2Y.. ys. los partos? |Habia olvidado los partos! [Las posiciones incorrectas! Qué voy a hacer? |Ab, qué persona tan irresponsable soy! Nunca debi haber aceptado este distrito. No debt haberlo aceptado. Se hubieran podido conseguir a algin Leopold.» En medio de Ia tristeza y el crepisculo, me puse a caminar por el gabinete. Cuando Megué a la altura de la ldmpata vi c6mo, en medio de Ia ilimitada oscuridad de los campos, apareefa en la ventana mi pilido rostro junto a las lucecitas de la limpara, «Me parezco al falso Dimitrin, pensé de pronto tonta- ‘mente, y volvi a sentarme al escritorio. Durante dos horas de soledad me martirieé, y Io hice hasta tal punto que mis nervios ya no podtan soportar los, miedos que yo mismo habia creado. Entonces comencé a tranquilizarme e incluso a hacer algunos planes. 4 Bien... Dicen que ahora hay pocos pacientes, En Ins Aldeas esta agramando el lino, los eamninos Som impact cables. Justamente por eo te tac un cso de hema ~retumbé una vox severa en mi cerebro-, porque alguien {ue tiene un restiado (o cualquier enfermedad seneilla no vend por estos caminos, pero alguien con us hemin le testo, puedes estar tranquile, quero co. Ta observacién no er mada tons, eno es verdad? Me *Calla “le die a vor no necesariamentetene que ser una hernia gQué neurastenia co ésa? Si yt cats saul, pdelantet Si yt eats aq», repltio mondazmeate la vox Bien.» no me separaré del manual. Si hay que see- tar algo, puedo penario mientras me lavo lat manos Tend 1 manwal siempre abiero dentro del libro en e aque llevaré el egistro de Ios pacientex. Daré recess les, pero sencilla. Por efmplo: 0,3 de sail de sodio, tes veces al dia. ‘GPodras recta bicarbonatol, responds, buslindo- se abjeramente de mi, mi ineloeutor interno Que tiene que Wor agul el bicarbonate? ‘También pode recetaripepacuans, en infsion a 180. O a 200 B inmediatamente,aungue en mi soledad junto ala Vimpara nadie me pidiersipecacana, past temeron ls hojas del vademécum, comprobé lode a ipecacuanay a mismo tiempo let que existe en el mand una tal nap ma, que no es ota cosa que el eulfato de quininan. Pero sin el sabor de ly quininal » No. Nunca, ni siquiera cuando esté quedindome dormido, murmuraré con orgullo que nada me puede asombrat. No. Ha transcusrido un afio, y pasari ot20 y seri tan rico en sorpresas como el primero... Eso significa que hay que aprender con humildad. 1926 105 Ue LA ERUPCION ESTRELLADA Era ella, Me lo sugeria el instinto. No podia contar ‘con mi experiencia, Yo, un médico que habia terminado la universidad apenas seis meses atris, no la tenia, Tuve miedo de tocar el hombro desnuco y cilido de aquel hombre (aunque no habia nada que temer) y en- tonces le ordené: “iA ver, acérquese a la luz! EI hombre se volvi6 como yo deseaba, y la luz de la Limpara de petrdleo inundé su piel amarillenta, Sobre el prominente pecho y en los costados, a través del color amarillento, se dejaba ver una erupcién marmérea. «Como estrellas en el cielo», pensé, y con un ligero frlo cen el corazin me incliné hacia su pecho. Luego aparté la ‘mirada y Ia levanté hacia su rostro. Era el rostto de un hombre de unos cuarenta afios con una barbita esponjada de un sucio color ceniciento y pequefios ojos vivaces ‘cubiertos por unos parpados hinchados. Ea esos gjillos, para mi gran asombro, se leia orgullo y respeto por si EI hombre parpadeaba y miraba a su alrededor con 106 indilereniaysbucimiento, mientas se stab cine rn en los pantalones Encl afl, te de mentalment y con sever ddl por segunda ver Hen In primera ver ent vida profesional que yo un médico que principio de revolucin habla sido arrjado directamente del pope Universitario aun rtoo Tlagaren el campo- me eneom reba con cla Me wopé con la silis por casulidad, Aquel hombre habia venido a yerme quejindose de na que le cera Is garganta De tna mancme completamente im onsen poste ua eI ae rene esvesie y fue entonces cuando vi aquella erupeion ex trellada. " ve Gonfeomté ta ronquer, el sinesro color rojo de la sergnta, las extatas nanchas Blancas que habe en cl, El pecho marméreo, To adiving, Ane tode me Hepie temerosamente ls nanos con una bolita de sublimad, mientras ua inguetante pensamiento me envenenabr “Me parece que me ha onde en Ins manoay Lucy, con impotenciay repugnancia, hice git en mis mana Ta cuchaila de crnal con la que habia examigado le par santa de mi paciente. Que hacer con ell? Decidteoloara en I ventana, sobre una bola de a goin “Pues bien —dje yor, veré usted. Hmm. Por lo visto Aungue en tell es incluso. muy. probe blew. Verd, ated ene una enfermedad may mala a si Pero él aise po nervioso nse asus, Me med de costa, de la misma frm como mira con suo ted do una galina cuando oye usa You que a llama, Ba ee 107 till ojo redondo descubs, con gran ssombro por mi parte dtsconfiana Ce tiene sis —repet! suavemente TyQu es exo? ~progunts el hombre de a erapion ase Tune instante aparecisvivamente ante mis ojos el Stain cl anfeato con las caberss amontonadas de los ceraagtesy Tabata gris del profesor de yenerologi. Pero sipamente vols ala falda y eecord que me ncootraba 4 mil qunienas vert del anGitearo y a Stare dea vide eros bp tI dea Tamparn de pevleo.. Detris de Ia puerta blana, los numerosespeientes que aguaraan turn producfan un fuido sordo. Fucra, doris de la ventana, comenzaba a Tocheccry alan las primers hiewes deliver. Hice que el pacente se desvisirn an mh yencon- uséel primer chanero, que estaba ya eas ceatrimdo, Las Slingo das me abandonaron y me embry ee sent trite de ompllo que ivaralemente apart cuando tn dagnéstico era coerce. Minas waljen sted ene sist Es na enferme- dad muy gave que se apodern de todo e organismo. FTendet que corse durante un Igo dempo.! Tegal ese momento me rab a eng pore jo que en su mirada de gallina let esupor claramente mnezclado con loaf : Tengo la gaganta cetrda ~dj el pent “pac cst consecuecia de au enfermedad, Tam- bign in eropion eel pocho.. Mies el pecho. El hombre bu lo joss. La chip def ona 0 © apags en ellos 108 Lo que quiero es curarme de la garganta ~dij. «Por qué repetiré siempre lo mismo? ~pensé, ya con cierta impaciencia~. jYo le hablo de la sls €l insste ca gaan ~Eseiicheme ~continué en vor alka, la garganca es un asunto secundaria. También la aliviaemeos, pero csencial ahora es curar su enfermedad, Tendci que some- terse a un tratamiento largo, unos dos afos En ese momento el paciente abriécesmesuradamente los ojos hacia mi. En ellos pude leer mi sentencia: «Te hhas vuelto loco, doctor!» ~gPor qué tanto tiempo? ~pregunts el paciente~ iis? Si, indudablemente es sifilis y esta horrorizado... lo oculta..., tiene miedo... Pero me gustaria saber de qué caballos podré disponer para ir desde la estacién de fersocarril hasta Gorelovo. Seria un muy mal asunto Iegar al anochecer a la estacién y no tener en qué continuar el viaje... No. Encontraé un medio. En la estacién encontraré a alguien que tenga caballos. :Man- darle un telegrama para que envie los eaballos? ;No tiene sentido! El telegrama llegard un dia después que yo... No 135 | | Gee eee eee eee eee ee eee puede llegar volando hasta Gorelovo. Se quedari en la estacién hasta que encuentren con quién enviarlo, Co- ‘nozeo ese Gorelovo. jOh, qué lugar tan alejado de la mano de Diosb» La carta escrita en el formulario estaba sobre la mesita de noche, dentro del circulo de luz que proyecta- ba la Kimpara, y junto a la carta se enconteaba cl compa: fiero de mi exasperante insomnio: el cenicero poblado de colillas. Yo daba vueltas en la sibana arrugada y el cenojo nacia en mi alma, Aquella carta comenzaba a irti- tarme. Pero veamos: si no se trata de algo grave sino de, supongamos, sifilis, entonces gpor qué no viene él aqui? Por qué tengo que ir yo, en medio de Ja tormenta de nieve, a verle? gAcaso en una noche podré curarlo del Luci?

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